Professional Documents
Culture Documents
SELECCIÓN DE LECTURAS
POESÍA ÉPICA
Obras:
• Los siete infantes de Lara (fragmentos)- Poesía Española, Fernando Gómez
Redondo (ed.), Barcelona: Crítica, 1996, pp. 60-69…………………………….…26
Textos complementarios:
• Selección de textos cronísticos y de romances- Poesía Española. Fernando Gómez
Redondo, Barcelona: Crítica, 1996……………….………………………………..34
Obras:
• Cantar de Mío Cid (fragmentos)- Poesía Española. Fernando Gómez Redondo
(ed.), Barcelona: Crítica, 1996, pp. 105-125……………………………………….40
POESÍA HAGIOGRAFÍA
• Vida de Santa María Egipciaca- Carina Zubillaga. Poesía narrativa clerical en su
contexto manuscrito. Estudio y edición del Ms. Esc. K-III-4 (Libro de Apolonio,
Vida de Santa María Egipciaca, Libro de los tres reyes de Oriente). SECRIT,
Buenos Aires: 2014, pp. 128-184…………………………………………………118
1
DEBATES
• Elena y María- Enzo Franchini, Los debates literarios en la Edad Media, Ediciones
del Laberinto, Madrid, 2001, pp. 229-234………………………………………..134
• Razón de amor- Mario Barra Jover, “Razón de amor: texto crítico y composición”
en Revista de literatura medieval, Nº 1, 1989, pp. 123-156……………………...139
Unidad 3. LOS ORÍGENES DE LA PROSA CASTELLANA
Textos complementarios:
• Germán Bleiberg, “Alfonso el Sabio” en Antología de la Literatura Española de los
siglos XI al XVI. Prosa (siglos XIII y XIV), Madrid: Alianza Editorial, 1966, pp. 90-
96………………………………………………………………………………….144
Obras:
• Alfonso X, Crónica General de España (fragmentos)- Germán Bleiberg, Antología
de la Literatura Española de los siglos XI al XVI. Prosa (siglos XIII y XIV), Madrid:
Alianza Editorial, 1966, pp. 90-96………………………………………………..145
• Alfonso X, Siete Partidas (fragmentos)- Madrid: Real Academia de la Historia, t.1,
pp. 339-342.
Partida II. Título XXXI. De los estudios en que se aprenden los saberes, et de los
maestros et de los escolares. …………………………………………………..…148
Ley I. Qué cosa es estudio, et quántas maneras son dél, et por cuyo mandado
debe seer fecho……………………………………………………………………148
Ley II. En qué logar debe seer establecido el estudio, et cómo deben seer
seguros los maestros et los escolares que hi vinieren á leer et aprender………….148
Ley III. Quántos maestros á lo menos deben estar en el estudio general, et á
que plazo les debe seer pagado su salario………………………………………...149
Ley V. En qué logares deben seer ordenadas las escuelas de los
maestros…………………………………………………………………...149
• Alfonso X, Setenario (fragmentos)- Vanderford (ed.), R. Lapesa (estudio
preliminar), Barcelona: Crítica, 1984, pp. 260-263.
Ley CVIII. Que assí commo las armaduras temporales fueron estableçidas
para deffendimiento de la carne, otrossí las spirituales para se defender del
diablo.……………………………………………………………………..151
2
Unidad 5. EL LIBRO DE BUEN AMOR
Textos complementarios:
• José Luis Girón Alconchel, “Plano de la composición. Fuentes en el Libro de Buen
Amor” en Juan Ruiz Arcipreste de Hita. Libro de Buen Amor, Madrid: Editorial
Castalia, 1985, pp. 41-47……...…………………………………………………..170
Obra:
• Juan Ruiz, Libro de Buen Amor (fragmentos)- G. B. Gybbon-Monypenny (ed.),
Madrid: Clásicos Castalia, 1988.
Enxiemplo de lo que conteçió a don Pitas Payas pintor de Bretaña……………...174
Enxiemplo del garçón que quería cassar con tres mujeres………………………..176
De la pelea que ovo don Carnal con la Cuaresma………………………………...177
Enxiemplo de la raposa que comie las gallinas en la aldea……………………….186
Enxiemplo del león e del mur…………………………………………………….187
Unidad 7. EL ROMANCERO
Obras:
• Romances (selección)- Mercedes Díaz Roig, El romancero viejo. Cátedra, Madrid,
1976.
Romance de Tarquino y Lucrecia…………………………………………210
Romance de Gerineldo……………………………………………………211
Romance de doña Alda……………………………………………………212
Lanzarote y el orgulloso………………………………………………..…213
Romance del Cid Ruy Díaz……………………………………………….213
Romance de doña Vrraca………………………………………………….214
Romance del Cid Ruy Díaz……………………………………………….215
Pártese el moro Alicante………………….……………………………….216
La venganza de Mudarra………………………………………………….217
La hermana cautiva………………………………………………………..218
Romance de Abenamar……………………………………………………218
Romance de la pérdida de Alhama………………………………………..219
Yo me era mora Moraima…………………………………………………220
El conde Olinos…………………………………………………………...221
Las señas del esposo………………………………………………………222
Romance de Blanca Flor y Filomena…………………………………..…222
La condesita……………………………………………………………….224
3
Delgadina………………………………………………………………….225
Romance de Blanca Niña o la esposa infiel………………………………225
Romance del prisionero…………………………………………………...226
Textos complementarios:
• Merecedes Díaz Roig, “Introducción” en El romancero viejo, Madrid: Cátedra,
1976. ……………………………………………………………………………228
4
UNIDAD 1
POESÍA ÉPICA
OBRAS:
Los siete infantes de Lara (fragmentos)
Cantar de Mío Cid (fragmentos)
TEXTOS COMPLEMENTARIOS:
Selección de textos cronísticos
Selección de romances
5
POESÍA LÍRICA TRADICIONAL
Margit Frenk. *
PRÓLOGO
De los sos ojos tan fuertemientre llorando,
tornava la cabeza i estávalos catando…
Cuántas generaciones de lectores se han emocionado con estos versos, que marcaban el
nacimiento de la literatura en España! El admirable Poema del Cid estaba ahí, imponente,
en el principio de todo. Imposible parecía que algo pudiera llegar a arrebatarle la gloria. Y
sin embargo, hace diez y ocho años, a nosotros mismos nos ha tocado presenciar el
milagroso descubrimiento que hizo cambiar de golpe nuestra perspectiva. La literatura
española comenzaba un siglo antes, y de qué distinta manera: no con el grandioso poema
épico, sino con un pequeño corpus de minúsculas estrofitas líricas; no con el solemne paso
de las huestes del Cid, sino con la modesta voz de una muchacha enamorada; no en
Castilla, sino en tierra de moros.
Las jarchas
Recordemos brevemente los hechos. Desde tiempo atrás se tenían noticias del refinado
invento de Mocáddam de Cabra, poeta árabe del siglo XI: había creado la muwáshaha,
artificioso poema en árabe clásico, que debía rematar en una estrofa (jarŷa) escrita en
lenguaje callejero, ya fuera árabe vulgar, ya el romance de los cristianos. Por el mismo
contraste de estilos, esta avulgarada estrofilla debía dar al poema su “sal, ámbar y azúcar”.
Se conocían gran número de muwáshahas con remate de árabe vulgar y apenas
indicios borrosos de algún remate en español. Pero en 1948 el hebraista Samuel M. Stern
reveló al mundo veinte jarchas escritas en lengua romance, que figuraban en muwáshahas
hispano-hebreas de los siglos XI a XIII; la más antigua parece ser anterior al año 1042. Y
esas pequeñas estrofas resultaron ser encantadoras cancioncillas de amor puestas en boca de
una muchacha: ingenuos lamentos de ausencia, dolorosas súplicas al amado (designado con
el arabismo habibi), apasionadas confidencias a la madre y a las hermanas…
El increíble hallazgo trajo su secuela de comentarios y de nuevos descubrimientos.
Emilio García Gómez y el propio Stern han ido desenterrando otras jarchas mozárabes en
muwáshahas árabes, y hasta la fecha se conocen poco más de cincuenta.1 . No es mucho,
pero sí bastante para darnos una idea de los caracteres básicos de esa poesía, de su lenguaje,
sus temas, su ambiente poético.
La lengua de las jarchas es el mozárabe, dialecto románico hablado por los
cristianos que vivían en la España musulmana y por los árabes bilingües. Aislado del resto
* Margit Frenk, Los comienzos de la lírica, Madrid: Cátedra, 1978, pp. IX- XXIX.
1 No todas han sido plenamente descifradas. Como los poemas mismos en que figuran, las jarchas aparecen en
los manuscritos en caracteres hebreos y árabes. La falta de signos para ciertas vocales, en ambos alfabetos, y
las frecuentes equivocaciones de los copistas que desconocían la lengua romance, suelen hacer la
trasliteración muy difícil y problemática. A ello se añade nuestro incompleto conocimiento de la lengua
mozárabe.
6
de los dialectos peninsulares, no evoluciona a la par de ellos y mantiene muchas formas
arcaicas; además abunda en arabismos, como puede verse en las jarchas mismas.
Se ha discutido si las jarchas corresponden a una realidad viva: si son o no
canciones que se cantaban entonces, si son o no canciones “populares”. Las más
autorizadas opiniones concuerdan hoy en afirmar su carácter popular. En todo caso hay un
hecho indudable: las jarchas reflejan, directa o indirectamente, una tradición poética
musical de tipo folklórico. La prueba decisiva de este hecho está en sus muchas
coincidencias temáticas, estilísticas y métricas con otras manifestaciones medievales de
tipo popular. Las canciones mozárabes pertenecen al género más característico de la
primitiva lírica europea en lengua vulgar: la canción de amor femenina. Son compañeras
del Frauenlied alemán, de la chanson de femme francesa, de la cantiga d’amigo gallego-
portuguesa, del “cantar de doncella” castellano y catalán. Las coincidencias no se limitan a
esta filiación general. Así, entre las chansons de femme que se recogen en Francia en los
siglos XII y XIV hay algunas notablemente parecidas a las jarchas, no sólo por su forma y
sus temas, sino por su estilo mismo. Compárese solamente la jarcha número 15 con un
refrán francés del siglo XIII:
Gar, ¿qué fareyu? O! que ferai?
¿cómo vivrayu? D’amer morrai,
Est’al-habib espero ja nen vivrai…
por él murrayu.
2 Paralelismo es la repetición variada de una estrofa; al repetirse éstas suelen variar únicamente las palabras
que riman. Leixa-pren o encadenamiento es la creación de una nueva estrofa que repite al principio el final de
la anterior. Pueden verse ambos procedimientos combinados en el número 26 de esta Antología.
7
ajustarse no sólo a la ideología del “amor cortés”, sino a un sabio y complejo refinamiento
técnico. Significaba también un curioso y casi anacrónico “nacionalismo” poético, una
franca rebelión contra la hegemonía literaria de Provenza.
Los autores de muwáshahas hebreas y árabes quedaban en este sentido muy atrás.
Su utilización de los cantarcillos callejeros fue una travesura poética, una pícara “salida de
tono”; era un malabarismo con el cual, al final mismo del poema, se le daba un giro
inesperado a todo él. Pero los poetas gallego-portugueses hicieron algo muy distinto con los
cantares del pueblo: no ya ponerlos al servicio de composiciones cultas, sino utilizar sus
temas y motivos, su métrica y su estilo; partir de ellos para crear una nueva poesía (algo así
como lo que haría García Lorca). Esto supone una valoración insólita en la Edad Media.
La dignificación renacentista
Y esto es prácticamente todo, aunque en la literatura medieval encontramos algunos
vestigios, menos seguros, de la lírica popular. 4 Por fortuna, poco después de 1450 la cultura
3 Cf. Ramón Menéndez Pidal, “La primitiva poesía lírica española”, en Estudios literarios, Madrid, 1920 (hay
reedición en la Colección Austral), y “Sobre primitiva lírica española”, en De primitiva lírica española y
antigua épica, Col. Austral, número 1051.
4 Desde hace tiempo se ha venido hablando de la cántica “Eyla velar” incluida en el Duelo de la Virgen de
Berceo como de un remedo de las canciones populares, concretamente de los cantos de velad ores (cf.
Menéndez Pidal, “La primitiva poesía…”, op. Cit.). Daniel Devoto, ha deshecho hace mucho esa
interpretación, adscribiendo la cántica, con muy buenos argumentos, a la vigilia litúrgica (cf. Bulletin
Hispanique, 65, 1963, pp. 206-237). No está excluída la posibilidad de que ciertas canciones populares
8
española abrió nuevamente sus puertas a aquella lírica, y esta vez de manera más radical y
definitiva. Las causas de esa súbita valoración han sido admirablemente expuestas por
Américo Castro en El pensamiento de Cervantes: uno de los aspectos claves de la ideología
renacentista es la idealización del hombre primitivo, al que se creía cercano aún a Dios,
libre de los vicios que la civilización provocó en la humanidad. De ahí nacen a la vez mitos
como el de la “Edad de oro” o el del “Buen salvaje” y el aprecio por los brotes del ingenio
y la fantasía del vulgo (refranes, cantares, juegos infantiles). Toda Europa pasa entonces
por esa misma experiencia vital. Parece, sin embargo, que en España ella se produjo de
manera más honda y prolongada que en los demás países. Toda la literatura hispánica de la
gran época, desde la Celestina hasta Calderón, está atravesada por una veta popularizante,
sin la cual no sería lo que es.
A la dignificación de la canción lírica de tipo popular5 debemos la conservación de
un sinnúmero de cantares medievales, castellanos sobre todo, pero también portugueses y
catalanes. Su primer testimonio fechable es el Cancionero de Herberay des Essarts (ca.
1463), copilado en la corte de Juan II de Navarra y Aragón. Ahí se incluyen, entre muchas
poesías en estilo cortesano, algunos estribillos de sabor marcadamente, aunque no podemos
asegurar que fueran auténticos. Vemos ya en esta etapa una de las formas más frecuentes de
utilización literaria de la canción popular durante el Renacimiento: se desprendía la
estrofita inicial de la canción y se la desarrollaba nuevamente en el estilo de la poesía culta
al uso, sazonado a veces con rasgos popularizantes.
Esas canciones híbridas abundan en el gran Cancionero musical de Palacio de fines
del siglo XV y comienzos del XVI. He aquí un ejemplo:
Niña, erguídeme los ojos,
que a mí enamorado me han.
Durante el siglo XVI estos desarrollos más o menos cultos de estribillos populares serán
cultivados por muchos poetas, entre los cuales destacan los valencianos Juan Fernández de
Heredia y Juan Timoneda, los portugueses SÁ de Miranda, Camoens, Andrade Caminha, y
también algunos castellanos como Castillejo y Sebastián de Horozco. Hacia fines del siglo
y comienzos del XVII el género cambia su nombre habitual de “canción” o “villancico” por
resonaran en la mente de Berceo al escribir la cántica. Pero se trataría en todo caso de reminiscencias
demasiado vagas e imposibles de determinar.
5 Puede verse más en detalle en mi artículo del Anuario de Letras (UNAM), t. 2, pp. 27-54, y en la
Introducción al Vergel de canciones antiguas. Lírica de tipo popular (1450 -1650), Editorial Planeta,
Barcelona (de próxima publicación).
9
el de “letra”, “letrilla” y recibe gran impulso de manos de Lope de Vega y los poetas de su
generación.
Más o menos contemporáneo del Cancionero de Herberay es el “Villancico”
atribuido a Santillana, primera muestra de un género poético-musical que hará amplio uso
de los cantares folklóricos: el que en el siglo XVI recibirá el nombre de “ensalada” (o
“ensaladilla). Son poemas más o menos extensos en los cuales se engarzan ingeniosamente
los cantarcillos (o a veces refranes, versos de romances, etcétera). Sirva de muestra un
fragmento de la Ensalada de la flota de Fernán González de Eslava, el dramaturgo y poeta
novohispano, que en siglo XVI cultivó ese género con especial fortuna:
Como otras muchas “ensaladas” de la época, ésta consiste en una alegoría religiosa. La
poesía religiosa europea había utilizado la canción folklórica incluso antes de mediados del
siglo XV, y hacia fines de ese siglo Juan Álvarez Gato, fray Iñigo de Mendoza y fray
Ambrosio Montesino consagraron definitivamente dos tipos de poesías híbridas: las que
desarrollan con temática religiosa un cantar popular profano y las “versiones a lo divino”.
Ambos procedimientos llegarán a un extraordinario auge poético con Lope de Vega,
Valdivieso y algunos otros contemporáneos. De Valdivieso es esta versión a lo divino del
cantar “A la sombra de mis cabellos / mi querido se adurmió: / ¿si le recordaré o no?”:
Así desde el siglo XV al XVII la lírica profana y la religiosa saben extraer sustancia poética
de la pequeña, fugaz cancioncilla del pueblo. Como toda moda, ésta pudo caer en manos de
10
versificadores poco afortunados; pero también dio brotes de gran belleza. Los produjo
igualmente en el teatro, y desde sus comienzos mismos. Las hermosísimas canciones
castellanas y portuguesas de tipo popular que Gil Vicente incorporó a sus obras dramáticas
les prestan a cada paso matices de lirismo y misterio, de gracia y travesura. No se limitó Gil
Vicente a las estrofitas iniciales, como los poetas líricos, sino que a menudo acogió, o
recreó con fabuloso acierto, las estrofas que el pueblo cantaba a continuación de ellas.
Los dramaturgos posteriores a Gil Vicente usaron poco los cantares tradicionales.
Sólo con el teatro de la gran época recuperan su importancia, y sus funciones se
diversifican. Las comedias de Lope, Tirso o Vélez, los autos sacramentales del propio Lope
y de Valdivielso, los entremeses y los bailes dramáticos sacan rico fruto de las cancioncillas
folklóricas. Éstas eran casi obligatorias en los cuadros de ambiente rústico: bastaban ellas
solas para crear la atmósfera adecuada. Otras veces un cantar podía servir de comentario
elocuente o de anticipación misteriosa de los sucesos (recuérdese el Caballero de Olmedo
de Lope) o influía en el curso mismo de la acción: la lírica popular fue en el teatro mucho
más que un simple elemento decorativo.
No menudean los cantares de tipo folklórico en los demás géneros literarios: sin
embargo, nuestras fuentes no se limitan, por fortuna, a los cancioneros poéticos y al teatro.
Abundan los cantares tradicionales, incluso con sus estrofas glosadoras primitivas, en
cancioneros polifónicos como el ya mencionado de Palacio, el de Upsala y los del
admirable músico Juan Vásquez, lo mismo que en los “libros de vihuela” de Luis Milán,
Narváez, Mudarra, Fuenllana. Los hay también en el tratado de música de
Francisco Salinas, el músico ciego celebrado por fray Luis de León. Otros tratados y obras
eruditas vienen a acrecentar nuestro caudal: el de Rodrigo Caro sobre los juegos infantiles
(Días geniales y lúdricos, 1626), el de Gonzalo Correas sobre gramática y versificación
(Arte de la lengua española castellana, 1625)¸ el Tesoro de la lengua castellana (1611) de
Covarrubias, las muchas colecciones de refranes, desde Vallés (1549), Hernán Núñez
(1555), Mal Lara (1568), hasta la riquísima de Correas (Vocabulario de refranes y frases
proverbiales…), que constituye nuestra fuente más importante.
Todas estas obras reflejan el interés humanístico por el arte del pueblo. Otras, en
cambio, reflejan la moda, en sus manifestaciones cotidianas. El cortesano del músico Luis
Milán (1561) nos muestra a la nobleza y alta burguesía de Valencia cantando, citando,
parodiando a cada paso a los cantares populares; por el Libro de la vida y costumbres de
don Alonso Enríquez de Guzmán sabemos que también en la corte de Carlos V se estilaban
esas citas; Ferreira de Vasconcelos, Camoens y otros autores revelan análoga tendencia en
Portugal. Hasta en los conventos pudo penetrar el gusto por lo popular, a tal punto que
Francisco de Yepes, hermano de San Juan de la Cruz, oía en sus raptos místicos que los
ángeles y santos cantaban coplillas de sabor rústico. Y recordemos los deliciosos cantares
compuestos por Santa Teresa. No fue, pues, una moda puramente literaria, sino una
inclinación general de los gustos, algo que “estaba en el aire” y que podía manifestarse de
maneras muy diversas.
Dentro de la literatura esa inclinación se manifestó, no sólo en la utilización directa
de los cantares, sino en la imitación de su estilo, en la confección de “pastiches”, a menudo
afortunados. Esto, como hemos visto, parece haber ocurrido desde los comienzos mismos
de la dignificación. A veces esas recreaciones se distinguen claramente de los textos
auténticos, pero otras muchas las fronteras se borran y no sabemos ya qué es antiguo, qué
reciente. No lo sabemos, porque por una parte la familiaridad que con el estilo folklórico
llegaron a tener muchos poetas y la brevedad y sencillez de los cantares hacían fácil la
11
imitación atinada, y por otra no nos es dado conocer directamente lo que se cantaba en
España en la Edad Media, tal como se cantaba de hecho entre el pueblo. Siempre hay que
contar con la posibilidad de que aquello que creemos antiguo haya sido en realidad
compuesto por un literato renacentista.
6 Cf. “Supervivencias de la antigua lírica popular”, Homenaje a Dámaso Alonso t. 1. (Madrid, 1960), pp. 51-
78.
12
y en arroyos la nieve tus dientes son perlas,
huye de envidia. tu pecho cristal.
Los temas
La temática es, en efecto, variadísima, como que procede de fuentes muy diversas: de la
lírica medieval europea (francesa, sobre todo), de la tradición hispánica manifiesta ya
parcialmente en las jarchas, de la cantiga d'amigo gallego-portuguesa, de la canción
trovadoresca española, del Romancero. El amor y la naturaleza se entrelazan y confunden.
En la mítica fuente del rosel la niña y el doncel se lavan uno al otro, en íntima unión
(número 78); dentro del vergel, entre las rosas, acecha la muerte por amor (número 91).
Como del fondo de un pozo sale el agua del amor y la fecundidad (números 78-88, 92, 94,
98), salen las flores y los frutos simbólicos de la entrega amorosa (números 72-77, 89-94,
99-101, 343, 308).
Destacan también otros núcleos temáticos característicos: la niña “namoradica” que se
rehúsa a ser monja (números 118-123), el elogio de la propia belleza (números 181-191, el
“aunque soy morena” (números 196-205); los “malos envolvedores” que siembran cizaña
entre los enamorados (números 232-236) o los guardas que los mantienen separados
(números 237-239); el rechazo del matrimonio (números 282-287) y la “mal casada” (286-
296,397); la caza de amor (309,132); los gritos inquietantes que resuenan en el monte (185,
186, 311, 417); el aire que agita los cabellos y menea las plantas (345-350, 393, 394); las
comadres borrachas (571-578) y otros más.
Un grupo interesante es el de las canciones de camino (368-377, 384, 385). En su
reveladora conferencia de 1919 (cf. Nota 2) Menéndez Pidal ha querido ver en ellas el
origen de las serranillas hispánicas. Y otro grupo curioso son las rimas infantiles (491-512),
varias de las cuales sobreviven hoy, en forma muy parecida: los niños han sido siempre más
fieles al pasado y menos expuestos a las modas que los adultos.
La forma
Las canciones infantiles actuales conservan, entre otras cosas, una versificación
extraordinariamente variada e irregular, que contrasta con la regularidad y la limitación
formal de la lírica folklórica de hoy (debidas ambas al monopolio ejercido por las
seguidillas y las cuartetas octosilábicas). En el siglo XVI no existía tal contraste: la lírica
popular poseía una riqueza enorme de formas. Basta nuevamente hojear esta Antología para
comprobarlo. En su magistral versificación irregular en la poesía castellana, primer estudio
detenido de la lírica popular antigua, Pedro Hernríquez Ureña examinó sus diversos tipos
métricos y llamó la atención sobre su carácter fundamentalmente irregular, “fluctuante”, no
sujeto al cuento de sílabas.
Esa fluctuación se ve, en efecto, a cada paso. Una misma canción puede tener, en
sus distintas versiones, medidas diferentes. El número de combinaciones posibles es casi –
7 Margit Frenk, Los comienzos de la lírica, Madrid: Cátedra, 1978, a la numeración de esa obra corresponden
los poemas que aquí se mencionan, aunque no todos los mencionados se recogen en la presente Antología de
lecturas del SUA.
14
no totalmente—ilimitado. Hay pareados de 8 + 8, de 6 + 6, de 7 + 7, de 10 + 10, junto a
otros de 5 + 6, 8 + 7, 8 + 9, o de 4 + 6, 8 + 10, 9 + 6, 10 + 7, etcétera. Hay tercetos
regularmente octosilábicos o hexasilábicos y otros con verso de pie quebrado en medio y
otros que combinan versos de distintas medidas. Hay cuartetas isosilábicas (de 8 y 6 sobre
todo) y cuartetas en que alternan versos largos y breves (como la seguidilla) o en que se
mezclan diferentes metros.
Por otra parte, la fluctuación y toda esa variedad de combinaciones no deben
llevarnos a concluir que la antigua lírica popular carece de forma. Por una parte, es patente
el predominio de ciertas medidas, el octosílabo y el hexasílabo, que actúan como centros
magnéticos sobre los demás. Por otra, encontramos, junto a las muchas estrofas
isosilábicas, buen número de esquemas combinatorios que se repiten una y otra vez (por
ejemplo, el pareado de 8 + 9 o la cuarteta de 6 + 6 + 7 + 6). Existen, pues, ciertas leyes
formales, ciertos impulsos hacia un tipo u otro de regularización; aunque también existe,
sin duda alguna, la tendencia inversa, la descomposición del molde establecido.
Esto en cuanto a las estrofas iniciales o estribillos, que son, como hemos visto, la
única parte de las canciones folklóricas que solían utilizar los poetas líricos renacentistas, y
que por lo tanto se conservan en número mucho mayor que los textos que tienen, además
del estribillo, una o más estrofas en estilo popular en que se desarrolla la idea contenida en
ese estribillo. Gracias a ciertas “ensaladas”, a las obras de Gil Vicente, a los cancioneros
polifónicos y los libros de vihuela y a algunas otras fuentes, conocemos alrededor de
doscientas de esas canciones con estribillo y “glosa”; la mayor parte de ellas figuran en esta
Antología. Las glosas tienden mucho más a la regularidad que los estribillos; predominan
los pareados octosilábicos y las cuartetas en hexasílabos con rima en los pares, y la
fluctuación es más bien ocasional.
También por su estilo las glosas son distintas de los villancicos, más morosas, más
detenidas, sin aquella tensión exaltada. Algunas consisten en un desdoblamiento del
estribillo (número 340) o en un desarrollo de su tema (número 182); otras en una narración
objetiva que explica lo dicho en el estribillo (número 309) o en una especie de réplica de él
(número181).8 Encontramos en muchas glosas la sucesión de estrofas paralelísticas y aun el
encadenamiento que, como hemos visto, caracterizan a la cantiga d’amigo gallego-
portuguesa. Pero ésta carece de estribillo inicial, y su estructura es por lo tanto distinta. No
se trata, al parecer, de una diferencia entre la poesía del Occidente y la del centro de la
Península. También aquí deben haber existido canciones sin estribillo inicial. La prueba de
ello está, no sólo en unas pocas muestras contenidas en fuentes renacentistas (cf. Números
325, 326, 418, 420, 431, 521, 549), sino en las canciones arcaicas milagrosamente
conservadas por los judíos sefardíes.
8 Cf. “Glosas de tipo popular en la antigua lírica”, Nueva Revista de Filología Hispánica, 12 (1958), pp. 301-
334.
15
parte concebidas de acuerdo con la técnica y la temática de la poesía cantada por los
cristianos, como puede verse por los ejemplos incluidos en la última parte de esta obra.
Encontramos, en efecto, coincidencias notables con la lírica folklórica documentada
en fuentes renacentistas. En la canción de la morenita (número 599) sobreviven cantarcillos
muy parecidos a los números 196, 115 y 521 de nuestra Antología. En el 604 hay ecos de
los números 93, 155 y 368; en el 606, del 455. El 607 parece adaptación del famoso cantar
de los álamos (346); “Que si te fueres a bañar, novia…” (612) recuerda de cerca al “ Si te
vas a bañar, Juanilla…” (85); en el 614 se conservan con sorprendente fidelidad los versos
“um amigo que eu havia / mançanas de ouro me envia…” del número 100, junto con el
“tres y cuatro en un pimpollo” del 413. la endecha “Parióme mi madre…” (620) es una
supervivencia de la número 325. y las coincidencias no paran aquí.
Por otra parte, hay también elementos extraños, que apuntan a una tradición
exclusivamente judía, y otros que parecen apuntar a una tradición hispánica más arcaica
que la recogida en fuentes renacentistas. Entre estos últimos contaría yo precisamente la
forma. Aunque muchos de los textos aparecen corrompidos, con mezcla de canciones
diferentes, la estructura de la canción judeo española es evidente: se compone de estrofas
más o menos simétricas, frecuentemente ligadas por el paralelismo; carece de estribillo
inicial, pero suele tener estribillo entre estrofa y estrofa. Por su forma está, pues, muy cerca
de la cantiga d’amigo, y es posible que represente, junto con ella, una fase de la lírica
hispánica medieval que en los siglos XV y XVI estaba en vías de desaparición. De la
canción compuesta de estribillo inicial y glosa, que es la que al parecer dominaba en el
folklore de esos dos siglos, no hay resto alguno en los cantares sefardíes. Pero sí hay en
ellos, curiosamente, vestigios textuales de algunas glosas antiguas (compárense los
números 100 y 614).
Vestigios, reliquias esparcidas es todo lo que subsiste de aquella valiosa tradición
poética que fue la lírica folklórica de la Edad Media. La arqueología literaria nos ha
permitido desenterrarla de multitud de manuscritos e impresos. Y hoy la tenemos ante
nuestros ojos, como recién nacida, y también eterna, inmune ahora sí a la muerte que la
atacó siglos atrás.
16
“POESÍA POPULAR”
Margit Frenk
Antes de seguir adelante, conviene que nos detengamos un momento a ver qué son esas
canciones “populares” que hemos buscado entre las tinieblas y que ahora, por fin,
aparecerán ante nuestros ojos, gracias a la moda de lo popular. Pertenecen –ya lo
sabemos—a la gente “de baja e servil condición”, al pueblo iletrado; probablemente más al
del campo que al de las ciudades. Están unidas de manera indisoluble al canto y muchas
veces al baile. Son arte, pero arte colectivo, lo cual quiere decir, no sólo que son patrimonio
de la colectividad, sino también y ante todo que ésta se impone al individuo en la creación y
la recreación de cada cantar.
La colectividad posee una tradición poético-musical, un caudal limitado de tipos
melódicos y rítmicos, de temas y motivos literarios, de recursos métricos y procedimientos
estilísticos (caudal limitado, pero no necesariamente reducido). Dentro de él debe moverse
el autor de cada nueva canción para que ésta pueda divulgarse; dentro de él, también los
innumerables individuos que, al correr del tiempo, la retocan y transforman. Queda poco
margen para la originalidad y la innovación, aunque éstas no están excluidas. Y he aquí la
principal y radical diferencia entre la poesía producida por una “escuela poética popular”,
como con tanto acierto la ha llamado Sergio Baldi, y la de una escuela literaria “culta”. En
ambas hay comunidad de recursos, pero la segunda deja mayor libertad a la expresión
individual y única.
En la poesía popular la tradición –en el sentido de conjunto de recursos y temas
comunes, de “escuela”— es esencia. Mejor dicho, una tradición o un cuerpo de tradiciones.
Porque una escuela de poesía popular es un fenómeno tan circunscrito y
condicionado históricamente como cualquier otra corriente poética. ¿Cabe hablar de la
poesía popular y definirla estéticamente? Quizá no puedan darse de ella, pese a Benedetto
Croce, definiciones universalmente válidas. Concretándonos a España, la antigua lírica
popular nos induciría a decir, por ejemplo, que toda poesía folklórica es emotiva y que
razona poco. Pero viene en seguida la actual lírica popular hispánica a darnos el mentís con
coplas como
Ni contigo ni sin ti
tienen mis males remedio:
contigo, porque me matas,
y sin ti, porque me muero.
Este estilo conceptual y hasta conceptuoso, que llena una amplia zona de la lírica folklórica
de nuestros días –folklórica, sí— deriva en línea directa de la archiculta “poesía de
cancionero” de los siglos XV y XVI8. Revela a las claras que la poesía popular no
Margit Frenk. Entre Folklore y literatura (Lírica hispánica antigua). México: El Colegio de México, 1984,
pp. 18-21.
17
necesariamente ni siempre es intuitiva, cándida, elemental; muestra hasta qué punto puede
influir en ella una escuela poética culta, y cuán diferente puede ser la poesía popular de un
mismo país en dos épocas bastante próximas.
En los siglos XV y XVI ese conceptuoso intelectualismo era, como dije, rasgo
característico de la lírica culta, que la distinguía tajantemente de la poesía popular
contemporánea, no intelectual ni razonadora. Y precisamente ese rasgo nos explica en parte
el amor e íntimo placer con que esta última fue acogida por muchos literatos de entonces.
Frente a la torturada introspección, frente a los alambicados y cada vez más convencionales
juegos de antítesis y paralelismos, la llaneza del cantar popular, su emotividad directa, su
juguetona ligereza, debieron sentirse como brisa refrescante:
Que me muero, madre,
con soledade [107].
Recordando lo que dice Alceste en el Misântropo de Molière, esas canciones en que “la
pasión habla pura” parecerían a menudo, pese a sus “rimas pobres” y su “estilo viejo”,
preferibles al estilo rebuscado “que no es más que un juego de palabras, afectación pura”: la
vieja y sincera cancioncilla de amor era, como la del “Roy Henry”, preferible a las
afectadas frialdades de un poema a la moda.
El adoptar la lírica popular como material poético fue un acto de libertad y un
reconocimiento de que la poesía podía ser algo muy distinto de lo que entonces se tenía por
tal. En cierto sentido, esa corriente significó una revolución comparable a la que provocó el
petrarquismo en España, y no es un azar que ambas ocurrieran al mismo tiempo. Eran
proyecciones, en dos direcciones distintas, de una urgente necesidad de renovar la poesía,
aunque, desde luego, la corriente italianizante constituyó un cambio más profundo y
radical: el popularismo, en realidad, no fue sino la infiltración de elementos nuevos dentro
del marco mismo de la poesía cortesana, que en otros aspectos seguía siendo lo que era.
Esto al menos en lo que podemos llamar la “primera etapa” en la valoración de la lírica
popular, que se extiende aproximadamente hasta 1580.
18
SELECCIÓN DE JARCHAS, CANTIGAS Y VILLANCICOS
Jachas
11** 15
¡Amanu, amanu, ya l-malih! Gare,
Gar, ¿qué fareyo?, ¿por qué tú me queres, ya-llah matare?
¿cómo vivreyo? [jarcha núm, 26]
Est’ al-habib espero,
por él murreyo.
[jarcha núm. 15] 16
Si queres como bon a mib,
béchame da ’l-nazma duk
12 boquilla de habb al-muluk.
Gar sabes devina, [jarcha núm. 31]
e devinas bi-l-haqq,
garme cuánd me vernad
meu habibi Ishaq. 17
[jarcha núm. 2] Amanu ya habibi,
al-wahsha me no farás.
Bon, becha ma boquilla:
13 eu sé que te no irás.
Como filyolo alieno, [jarcha núm. 39]
non más adormes a meu seno.
[jarcha núm. 7]
18
Meu sidi Ibrahim, ya nuemne dolche,
14 vent’ a mib de nothe.
Adamey filiolo alieno, In non, si non queris, yireim’ a tib:
ed él a mibi; garme a ob legarte.
quéredlo de mib catare [jarcha núm. 22]
suo al-raquibi.
[jarcha núm. 41]
19
Villancicos Dentro en el rosal
matarme han.
86 [Cancionero musical de Palacio, 366]
A los baños del amor
sola me iré, 99
y en ellos me bañaré En la huerta nace la rosa:
[Cancionero musical de Palacio, 149] quiérome ir allá
por mirar al ruiseñor
87 cómo cantabá.
Enviárame mi madre
por agua a la fonte fría: Por las riberas del río
vengo del amor ferida. limones coge la virgo
[Cancionero de Évora, núm. 56] Quiérome ir allá
por mirar al ruiseñor
88 cómo cantabá.
Envíame mi madre
por agua sola: Limones cogía la virgo
¡mirad a qué hora! para dar al su amigo.
[CORREAS, Arte, pág. 446]
Quiérome ir allá
para ver al ruiseñor
89 cómo cantabá.
A que horas me mandais
aos olivaes! Para dar al su amigo
[GIL VICENTE, fol. 167] en un sombrero de sirgo.
Quiérome ir allá
90 [para ver al ruiseñor
A coger amapolas, cómo cantabá.]
madre, me perdí: [GIL VICENTE, fol. 17]
¡caras amapolas
fueron para mí! 100
[CORREAS, Arte, pág. 453] E se ponerei la mano em vós,
garrido amor?
91
Dentro en el vergel Um amigo que eu havia
moriré, mançanas de ouro me envia.
dentro en el rosal Garrido amor.
matarme han.
Um amigo que eu amava
Yo me iba, mi madre, mançanas de ouro me manda.
las rosas coger, Garrido amor.
hallé mis amores
dentro del vergel. Mançanas de ouro me envia:
[Moriré.]
99 la
virgo ' la doncella '.
100 “¿Acaso llegarás a ser mía, hermosa amada?
89 aos olivaes ‘a los olivares’ Un amigo que yo tenía (que yo amaba) manzanas
90 ‘Cogiendo amapolas...’ de oro me envía (me manda):…, la mejor de ellas
91 en el rosal ‘en la rosaleda’ estaba partida.”
20
a melhor era partida. que tenéis otro amigo.
Garrido amor. –¿Y de eso habedes miedo,
[GIL VICENTE, fol. 174] cobarde caballero?
21
Lo que demanda no ge lo dan.
A las puertas de su amiga Meu amigo atán garrido
[una limosna de amor pedía]. si viese o domingo,
Lo que demanda no ge lo dan. por miña vida que no gridase.
[Cancionero musical de Palacio, 365] [MUDARRA, núm. 74]
103 306
El amor que me bien quiere Todos duermen, corazón,
agora viene. todos duermen, y vos non.
[Cancionero musical de Palacio, 172]
El amor que me bien quería
una empresa me pedía. 307
Agora viene. Cantan los gallos:
[Cancionero musical de Palacio, 144] yo no me duermo,
ni tengo sueño.
104 [GIL VICENTE, fol. 193]
Que non dormiré sola, non,
sola y sin amor. 308
[Cancionero classense, núm. 223] No pueden dormir mis ojos,
no pueden dormir.
105
La niña que los amores ha Y soñaba yo, mi madre,
sola ¿cómo dormirá? dos horas antes del día
[SANTILLANA (¿), en Espejo de que me florecía la rosa,
enamorados, pág.62] el pino so el agua frida.
No pueden dormir.
106 [Cancionero musical de Palacio, 114]
Porque duerme sola el agua
amanece helada. 309
[B. N. M., ms. 3913, fol. 18] Mal ferida va la garza
enamorada;
107 sola va y gritos daba.
Que me muero, madre,
con soledade. A las orillas de un río
[Cancionero de Peraza, fol. 1] la garza tenía el nido;
ballestero la ha herido
108 en el alma.
¡Si viniese ahora, Sola va y gritos daba.
ahora que estoy sola! [GIL VICENTE, Auto de Inês Pereira, pág.
[GÓNGORA, t. 2, núm. 419] 157]
109 310
Si viese e me levase, Gavião, gavião branco,
por miña vida que no gridase. vai ferido e vai voando.
308
103 una empresa ‘una prenda (de amor)’. so el agua frida ' bajo el agua fría'.
109 “Si viniese y me llevase, por vida mía que no 310“Gavilán, gavilán blanco, va herido, pero va
gritaría…” volando”.
22
[Cancioneiro de Juromenha, núm. 37] Aquel que mentiu do que a mi á jurado?
311 Ai, Deus, e u é?
Voces daba la pava,
y en aquel monte; –Vós me preguntades polo voss’ amigo,
el pavón era nuevo e eu ben vos digo que é sã’ e vivo.
y no la responde. Ai, Deus, e u é?
[CORREAS, Vocabulario, pág. 359]
Vós me preguntades polo voss’ amado,
312 e eu ben vos digo que é viv’ e são.
Mal herido me ha la niña, Ai, Deus, e u é?
no me hacen justicia.
[GIL VICENTE, fol. 104]
E eu ben vos digo que é sã’ e vivo
e seerá vosc’ ant’ o prazo saido.
Cantigas Ai, Deus, e u é?
311 era nuevo ' era joven e inexperto'. 47“Ay, Santiago, patrón verdadero, traedme a mi
46
“Ay flores del verde pino, ¿sabéis nuevas de mi amigo. Por el mar viene quien amor tiene; miraré,
amigo..., de aquel que no cumplió su promesa? madre, las torres de Jaén.”
Ay, Dios, ¿dónde estará? –Me preguntáis por 51 “Vayamos, hermana, vayamos a dormir a las
vuestro amigo, y yo os digo que está sano y vivo... riberas del lago, donde yo vi andar a caza de aves
y que estará con vos antes de cumplirse el plazo.” a mi amigo... con su arco en la mano para tirarles:
a las que cantan no quiere matarlas.”
23
a las aves meu amigo. 53
Bailemos nós já todas tres, ai amigas,
E-nas ribas do lago, u eu andar vi, so aquestas avelaneiras frolidas;
seu arco na mãao as aves ferir, e quen fôr belida, como nós, belidas
a las aves meu amigo. se amig’ amar,
so aquestas avelaneiras frolidas;
E-nas ribas do lago, u eu vi andar, verrá bailar.
seu arco na mãao a las aves tirar,
a las aves meu amigo. Bailemos nós já todas tres, ai irmãas,
so aqueste ramo d’ estas avelãas;
Seu arco na mãao as aves ferir: e quen fôr louçaa, como nós, louçãas,
a las que cantavan leixa-las guarir. se amig’ amar,
a las aves meu amigo. so aqueste ramo d’ estas avelãas
verrá bailar.
Seu arco na mãao as aves tirar:
a las que cantavan non nas quer matar. Por Deus, ai amigas, mentr’ al non
a las aves meu amigo. fazemos,
[Fernand’ Esquio; NUNES, 506] so aqueste ramo frolido bailemos;
e quen ben parecer, como nós parecemos,
52 se amig’ amar,
Quantas sabedes amar amigo so aqueste ramo so l’ que nós bailemos
treides comig’ a lo mar de Vigo, verrá bailar.
e banhar-nos emos nas ondas. [Airas Nunes; NUNES; 258]
24
–De lá venho, madre, –Granado, enha filha,
de ribas de um alto; branca e colorida?
achei meus amores [GIL VICENTE, fol. 240]
num rosal granado.
25
POESÍA ÉPICA
El conde de Castilla, Garci Fernández, casa a su prima, doña Lambra, con Ruy Velázquez,
señor del alfoz de Lara. En las fiestas y competiciones que celebran elenlace, destacan los
siete infantes de Salas, hijos de Gonzalo Gustioz y de doña Sancha, hermana del novio.
Doña Lambra, sintiéndose menospreciada, ruega a su primo Álvar Sánchez, que rete a don
Gonzalo, el menor de los infantes, quien apenas tarda en cobrarse la vida de su oponente. El
conde de Castilla tiene que intervenir para evitar males mayores. Por ello, en señal de
respeto, los infantes acompañan a los desposados a Barbadillo; allí doña Lambra vuelve a
sentirse ultrajada al ver a Gonzalo González, medio desnudo, lavar un azor. Manda
entonces a un criado suyo que le arroje un pepino (o cohombro) ensangrentado; Gonzalo
González le matará de inmediato sin que le salve el brial con que doña Lambra le protege.
Es la sangre que mancha su ropa la que obliga a una reparadora venganza.
Ruy Velásquez envía a su cuñado a Córdoba con una carta en arábigo en que pide a
Almanzor, por su amistad, que dé muerte al portador de la misiva y, a su vez, le avisa para
que reúna copioso ejército en el sitio de Almenar, por donde hará pasar, a traición, a los
infantes. En la emboscada participa él mismo; en la Estoria de España, responde a don
Diego, el mayor de los infantes, cuando acude a pedirle ayuda: «Amigo, ¡id a buena
ventura! ¿Cómo cuedades que olvidada avía yo la deshonra que me fezistes en Burgos
cuando matastes a Álvar Sánchez, et la que fiziestes a mi mugier doña Llambla cuando le
sacastes el omne de so el manto et ge le matastes delant et le ensangrentastes los paños, et
las tocas de la sangre d'el...? » (II, 439b, 29-36). Los infantes habían desoído los avisos de
su ayo, Nuño Salido, quien había advertido en los agüeros que «dos días ha que nos atiende
nuestro tío don Rodrigo » (v. 14). La batalla con los moros es desmedida, tal y como señala
Alicante, el lugarteniente de Almanzor.
* En Poesía Española. Fernando Gómez Redondo (ed.), Barcelona: Crítica, 1996, pp. 60-69.
8 curedes: 'preocupéis' (<curare, 'cuidar').
10 derecho: ' justicia '..
25 Alicante: Invención original de la segunda versión del poema en la primera, representada por la Estoria de
España, en lugar de Alicante eran Galve y Viara los jefes de las fuerzas árabes.
'Besar en el hombro ' era signo de cortesía entre las poblaciones cristiana y árabe.
26
«D’ aquí adelant nuestra facienda avémosla librada,
non ha de qui nós temer en Castiella nin en Lara »
«Don Rodrigo, esta batalla cuesta a nós muy cara.»
30 «Digades a Almançor que me envíe sus parias.»
Enviad vós por ellas con mensajeros e cartas.»
Alicante pasó el puerto, començó de más andar,
por sus jornadas contadas a Córdova fue a llegar…
35 Viernes era ese día, viéspera de sant Çebrián…
«Ganamos ocho cabezas de omnes de alta sangre,
mas tales ganancias caras nos cuestan asaz;
tres reis e quinze mil de otros perdiémoslos allá,
si me yo allá más llegara, otro troxera el mensaje. »
40 E dixól’: «Gonçalo Gustios, bien te quiero preguntar:
lidiaron los mios poderes en el canpo de Almenar,
ganaron ocho cabezas, todas son de gran linaje;
e dizen mios adalides que de Lara son naturales,
si Dios te salve, que me digas la verdat.»
45 Respondió Gonçalo Gustios: «Presto os la entiendo declarar:
si ellas son de Castiella conocer he de qué logar,
otrosí - si de alfoz de Lara, ca serán de mi linaje.»
Violas Gonçalo Gustios bueltas en polvo e en sangre;
con la manta en que estaban començólas de alinpiar,
50 tan bien las afemenció, conosçiólas por su mal.
Llorando de los sus ojos dixo entonces a Almançor:
«Bien conozco estas cabeças por mis pecados, señor;
conozco las siete, ca de los mios fijos son,
la otra es de Muño Salido, su amo que los crió.
55 ¡Non las quiso muy grant bien quien aquí las ayuntó!
¡Captivo desconortado para siempre só!».
27 facienda: puede ser batalla como en Buen amor (v. 1097c) o simplemente ‘trabajo’, ‘asunto’; librada:
‘concluida’.
28 Lara: de este alfoz (' distrito jurisdiccional con varios pueblos, que depende de una ciudad o un 'castillo';
del árabe Lauz) era señor Ruy Velásquez, mientras que su cuñado Gonzalo Gustioz lo era de Salas. El verso
subraya el cumplimiento de la venganza, reparadora de la afrenta causada a doña Lambra.
30 parias: ‘impuestos’ (<*pariar, ‘jugar’).
Este es el punto de partida del romance « Pártese el moro Alicante», que desarrolla la escena del planto de
Gonzalo Gustioz.
35 viéspera de sant Çebrián: corresponde al 13 de septiembre; R. Menéndez Pidal apuntaló la historicidad de
la leyenda con esta fecha, coincidente con una feliz cabalgada del conde Garci Fernández contra Deza en el
974.
37 caras nos cuestan asaz: 'nos cuestan muy caras' (asaz < ad satis).
39 Porque hubiera muerto en el combate.
40 Se supone que quien habla es Almanzor
41 poderes: ‘fuerzas militares’
43 adalides: 'guías que conocen los terrenos' (del árabe dalil, 'guía' ).
47 otrosí: 'además' (de alterum, 'otro' y sic, 'así').
50 afemenció: 'contempló', 'miró con vehemencia ' (de femencia , duplicado semiculto de vehementia, que ya
27
60 Tomó primero en sus braços la cabeça de Muño Salido
e razonóse con ella como si fuese vivo:
«Sálvevos Dios, Muño Salido, mi compadre e mi amigo,
dadme cuenta de los mios fijos que en vuestras manos ove metido,
por do en Castiella e en León erades vós muy temido
65 e de mejores que vós érades servido.
¡De Dios seades perdonado, compadre e amigo,
si fuestes vos en consejo con su tío Don Rodrigo
lo que vos non faríades por lo que en vós no avía visto!
Cataríades los agüeros como amo e padrino.
70 non vos querría creer Gonçalo Gonçález mi fijo,
ca se doldría de mí que yazía en cativo.
E perdonatme, conpadre e mi buen amigo,
que mucha falsedat sobre vós he dicho».
La cabeça de Muño Salido tornóla en su lugar
75 e la de Diego Gonçález su fijo el mayor fue a tomar,
mecando sus cabellos e lar barbas de su faz.
«¡Viejo só mesquino para estas bodas bofordare!
Fijo Diego Gonçález, a vós quería yo mase
fazíalo con derecho ca vos naçiérades ante.
80 Grant bien vos quería el conde ca érades su mayor alcaide
tan bien tovistes la su seña en el vado Cascajare,
a guisa de mucho ardido, muy onrada la sacastes.
Fezistes, fijo, en ese día un esfuerço muy grande:
alçastes la seña, metístela en la mayor haze,
mañas, et guisólos porque fueron todos fechos caballeros en un día» (Estoria de España, II, 431b, 3-7).
69 Prever los acontecimientos mediante la interpretación de agüeros era motivo frecuente en la vida y en la
épica españolas: acompañan al Cid en su salida de Vivar y, aquí, la marcha de los infantes hacia su muerte es
presagiada por « un águila cabdal ferrera que estava encima de un pino » (v. II).
70 No sólo por ser el más joven (y, por ello, impetuoso), sino por ciertas dotes intelectuales ( «conoced or de
bofordare:' competición de destreza en la que los participantes se arrojaban lanzas (bohordos) corriendo a
caballo' .
79 Las estructuras linajísticas feudales ejercían su rigor hasta en el cariño de los padres a los hijos; recuérdese
que porque don Manuel fue el hijo menor del Rey Santo, s u sucesor, el escritor don Juan, tuvo que inventarse
las curiosas historias del Libro de las Armas para sostener su orgullo nobiliario.
80 alcaide: 'defensor de una fortaleza, bajo juramento y pleito de homenaje' (del árabe qâid, 'gobernador').
81 vado de Cascajare: o Cascajar, cerca de San Esteban de Gormaz; debió de ser una de las pocas victorias
que el conde Garci Fernández se cobró sobre Almanzor; su recuerdo se perpetúa en varios textos épicos y en
una tradición legendaria (milagro del caballero que, por permanecer rezando, es sustituido por un ángel en la
batalla) que pudo formar parte del Cantar de la condesa traidora.
82 a guisa de mucho ardido: 'con extremos de gran valor' (la ardideza es la cualidad que funde astucia con
valentía).
84 haze: 'haz, o sea línea de combatientes enemigos '.
28
85 fue tres vezes abaxada e tres vezes la alçastes
e matastes con ella dos reyes e un alcaide.
Por esto en arriba los moros oviéronse de arrancare,
metíense por las tiendas que non avían vagare,
e vos, yendo en ese día en por ellos en alcance
90 fue de vós muy bien servido el conde Garci Fernández.
¡Bueno fuera Ruy Velásquez si ese día finase!
Trasnocheron los moros, fuéronse para Gormaze.
Diovos ese día el conde a Caraço por heredat,
la media poblada e la media por poblar;
95 desque vós moristes, fijo lo poblado se despoblaráve.»
Besó la cabeza e tornóla a su lugar.
Cada uno como nasçió así las iva tomare.
Cada hijo será distinguido por una cualidad; el segundo, Martín, era «jugador de tablas» y
buen orador; el tercero, Suero, «buen caçador con aves»; el cuarto, Fernando, «matador de
oso e de puerco», por tanto, montero; el quinto, Rodrigo, «leal» y mejor «cavallero de
armas»; el sexto, Gustios, verdadero («non dixérades una mentira») y «buen feridor d’
espada»; con el séptimo, Gonzalo, el protagonista de los enconados odios de doña Lambra,
el dolor se intensifica.
85 Esta proeza requiere de una enorme fuerza física debido al peso considerable de las lanzas medievales.
87 arrancare: ' dejar el campo ' ( de etimología confusa: o del alemán renken, ' tirar ', o del francés antiguo
rank, ' hilera de soldados ').
88 non avían vagare: ' no encontraban lugar donde descansar'.
93 Caraço: esta villa, defendida en la Edad Media por una fortificada peña, se encuentra al lado de Salas.
152 mañas: ‘costumbres’ (del latín vulgar * manía, derivado de manus; por ello significa también ‘habilidad’,
‘destreza manual’).
155 a los vuestros franquear: ‘generoso con los vuestros’ (del germánico frank, ‘los francos, que en Galia no
que aquí se destacan el saber hablar con dueñas y doncellas, halagarlas con presentes (donas, v. 158), y saber
competir con razones de agudeza (en las que se presienten las estructuras temáticas de tantos poemas de
cancionero).
159 menester avía agudeza: ‘ingenio necesitaba’ (menester: ‘necesidad’).
29
160 mucho sería agudo si la primera non levase.
Los que me temían por vós, enemigos me serán,
aunque yo torne a Lara, nunca valdré un pan;
non he pariente ni amigo que me pueda vengar:
¡más me valdría la muerte que esta vida tal!»
165 E en esto comediendo, amortesçido se ha,
la cabeça de las manos sobre las otras se le cae;
cuando cayó en tierra de sí no sabía parte.
Pesó mucho Almançore e començó de llorare;
con grant duelo que d’él ovo dixo contra Alicante:
170 «Non morrá aquí don Gonzalo por cuanto Córdova vale,
ca yo vi cuánta traiçión a él fizo Ruy Velásquez.»
Almançor mandó llamar una infante, su hermana…
e muy bien e muy apuestamiente fablava:
«Hermana, si me vós amades, entrad en esa casa
175 do yaz’ ese cristiano que es ome de sangre alta…
vós, mi hermana, conortatlo con muy buenas palabras.»
Debían de seguir ciertas reticencias por parte de la hermana, vencidas con fuertes amenazas
de Almanzor, por lo que ella se dispone a cumplir su cometido con la mejor voluntad.
30
lazré noches e días en non me quis’ por end matar.
Véovos los cabellos blancos, mas el rostro fresco asaz:
por ventura aún faredes fijos que a los otros vengarán.»
Ella dezía mentira por lo haber de conortar,
195 ca nunca fuera casada, nin fijos fuera engendrar,
mas era doncella e fermosa asaz.
Don Gonzalo paró en ella mientes e d’ella fue trabar.
«Dueña, vós açomastes el sueño, Dios lo quiera soltar,
ca conbusco faré el fijo que a los otros vengará.»
Lo que, en efecto, ocurre. Y también la liberación de don Gonzalo, quien, antes de partir
para Salas, deja a la mora media sortija para que la entregue a su hijo –supuesto que será
varón— y, por ella, le pueda reconocer. Llegado a edad oportuna, Mudarra exige conocer la
identidad de su padre y parte en su búsqueda. En un primer momento, y ante su mujer, don
Gonzalo rechaza a Mudarra: «Desque casé con
doña Sancha, / nunca ove fazimiento con mora ni con cristiana» (vv. 274-275), pero es
doña Sancha la que le reconoce por el parecido con el hijo menor y la que disculpa el yerro
de su esposo: «ca quien yaze en captivo non puede ley guardare» (v. 288). Mudarra asume
la venganza familiar y, con su ejército, asuela el alfoz de Lara, persiguiendo sin tregua a
Ruy Velázquez. Esta escena épica da lugar al romance núm. 46.
191 lazré: ‘pené’ (dellatín lacerare, ‘despedazar’); por end: ‘por ello’ (ende, del latín inde, ‘de allí’).
197 paró en ella mientes: ‘le prestó atención’.
198 vós açomastes el sueño: ‘vos propusisteis la idea’ (en azomar, ‘sugerir’, se reúnen los significados de
asomar, ‘mostrar’, y azuzar: ‘proponer un precio’); soltar: ‘interpretar’, ‘resolver’ (don Gonzalo justifica de
esta manera el pecado en que va a incurrir).
199 Se trata de Mudarra, nombre de precisa etimología: ‘hijo de mora y cristiano’.
411 movió para: ‘se dirigió hacia’.
415 cabeços: ‘oteros’
425 tiempo: ‘ocasión’.
31
de cuantas traiciones pensaste oy derecho tú darás.
Castiguemos la caballería, estén quedas nuestras azes,
lidiémos nós uno por otro si esto a vós plaze,
430 que las nuestras gentes, ¿por qué se an de matare?
Entregarvos he mi cuerpo o vengaré los infantes.»
Dixo Ruy Velázquez: «Todo eso a mí plaze.»
El resultado del combate se dirime a favor de Mudarra, quien lleva al traidor ante doña
Sancha, comenzando de esta manera su peculiar y sanguinolenta venganza.
32
escuderos e cavallos, e los que pudieren alcançare
525 con lanças e con bofordos todos vengan alançar,
que las carnes del traidor hayan a despedaçar,
e desque cayere en tierra apedreallo han».
Como doña Sancha mandó, así a fazerlo van.
Veriédes las carnes del traidor, todas a tierra caen,
530 ca la conpaña era mucha, aína lo van a despedaçar;
ayuntaron los pedaços, piedras sobre él van lançar,
cubierto fue d’ellas, diez carradas sobre él yazen.
Agora cuantos por ý pasan de Paternóster en lugar,
con sendas piedras al luziello van dare,
535 e dizen: «Mal sieglo haya la su alma. Amén».
Por esta guisa es maldito aquel que traición faze;
non fallaredes en España qui su pariente se llame.
La mala de doña Lambra para el conde ha adelinado
en sus vestidos grandes duelos, los rabos de las bestias tajados;
540 llegado ha a Burgos, entrado ha en el palaçio,
echóse a los pies del conde e besóle las manos:
«¡Merced, conde señor, fija só de vuestra prima!
Lo que don Rodrigo fizo yo culpa non avría,
e non me desanparades ca pocos serán los mis días».
545 El conde dixo: «¡Mentides doña alevosa sabida!
Ca todas estas traiçiones vós avedes basteçidas;
vós de las mis fortalezas érades señora e reina.
Non vos atreguo el cuerpo de oy en este día;
mandaré a don Mudarra que vos faga quemar viva
550 e que canes espedaçen esas carnes malditas,
e, por lo que fezistes, el alma avredes perdida».
Así fincó doña Lambra pobre e muy mezquina.
Desque esta cuitada de dueña del conde fue desanparada,
fuyendo por la tierra do sabía que era Mudarra,
555 con una mançeba sola andava apeonada,
524 los que pudieren alcançare: ‘a los que pudo afectar la deshonra’.
525 bofordos: ‘lanzas sin punta’.
530 aína, ‘enseguida’ (del latín vulgar agina, ‘prisa’).
532 carradas: ‘carretadas’.
533 de Paternóster en lugar: ‘en vez de rezar un padrenuestro’.
534 luziello: ‘sepulcro’ (< latín locellus, diminutivo de loculus, ‘sepulcro’).
535 sieglo: ‘mundo’. Expresan, por tanto, el deseo de que su alma yaga en el infierno.
538 ha adelinado: ‘se ha dirigido’ (derivado del vulgar liña, del latín linea ).
540 palaçio: ‘sala’.
542 Según la Estoria de España, II, 431ª, 43-47, Ruy Velásquez «casó otrossí con una dueña de muy grand
guisa, et era natural de Burueva, et prima coreana del conde Garçi Fernández, et dizíenle doña Llambla».
545 alevosa sabida: 'cruel sabedora' ( aleve del árabe eib, ' vicio'.
546 vós abedes basteçidas: ‘vos las habéis preparado’ (basteçer del occitano bastir, ‘construir’).
548 atreguo el cuerpo: ‘aseguro la vida’ (tregua de la raíz germánica triuwa, ‘tratado’).
555 apeonada: ‘a pie’ (como los peones).
33
e non avía que comer sinon lo que por Dios les davan.
Murió en la sierra de Neila, e en Neila yaze soterrada
e hoy en día cuantos por ý pasan
nunca dizen Paternóster, dízenle: «¡Mal sieglo haya!»,
Amén.
Tras los versos reconstruidos, se ha estimado conveniente comparar una escena del
Cantar de Los siete infante de Lara en varias VERSIONES CRONÍSTICAS y mostrar así la
relación entre la poesía épica y la prosa cronística, géneros con diferencias formales
pero coincidencias temáticas.
Se ha elegido la del reconocimiento de las cabezas de los infantes por Gonzalo Gustioz.
Obsérvese como en la Estoria de España no figura el planto, incorporado ya a la
estructura textual de la Crónica de 1344 y de la Versión interpolada de la Vulgata. En
cambio, la Crónica alfonsí describe con prolijidad la llegada de las cabezas a Córdoba.
En la Crónica de 1344 y en la Versión interpolada las barras indican la unidad del
verso y las palabras en cursiva las posibles asonancias.
Estoria de España *
De cómo fue soltado Gonçalo Gustioz de la prisión et se fue para Castiella a Salas a su
lugar.
Pues que9 Viara et Galve llegaron a Córdova, fuéronse luego pora 10 Almançor, et
empresentáronle11 las cabeças de los VII infantes et la de Muño Salido, su amo. Almançor
cuando las vio y. l’departieron12 quién13 fueran, et las cató et las conosçió por el
departimiento14 que.l’ ende fizieran, fizo semejança15 qu.l’ pesava mucho porque assí los
mataran a todos, et mandólas luego lavar bien con vino fasta que fuessen bien limpias de la
sangre de que estavan untadas; et pues que lo ovieron fecho, fizo tender una sávana blanca
en medio del palaçio, et mandó que pussiesen en ella las cabeças todas en az16 et en orden
assí como los infantes nasçieran, et la de Muño Salido en cabo d’ellas.17 Desí18 fuese
Almançor pora la cárçel do yazíe preso Gonçalo Gustioz, padre de los VII infantes, et assí
como entró Almançor y.l’ vio, díxol’: «Gonçalo Gustioz ¿cómo te va?». Respondiól’
Gonçalo Gustioz: «Señor, assí como la vuestra merçet tiene por bien; et mucho me plaze
agora porque vós acá viniestes, ca bien sé que desde oy más me avredes merçed et me
mandaredes d’aquí sacar, pues que me viniestes ver, ca assí es costumbre de los altos
557 Éste es
uno de los posibles finales según la Versión interpolada de la Vulgata; ya en la Estoria de Esp a ñ a
muere quemada tras la muerte de Garci Fernández y, en la Crónica de 1344, Mudarra, siempre al fallecer el
conde, «mandóle dar tal muerte como dio a Ruy Vasques; e yase enterrada en Vela».
* En Poesía Española. Fernando Gómez Redondo. Barcelona: Crítica, 1996, pp. 60-75.
9 pues que: ‘una vez que’, ‘cuando’.
10 pora: ‘para’ (del latín pro ad).
11 empresentar no sólo con el sentido de ‘mostrar’, sino de ‘hacer un presente’.
12 l’ departieron: ‘le explicaron’.
13 quién: ‘quienes’ (recuérdese que la forma del plural no se crea hasta el siglo XVI).
14 departimiento: ‘descripción’.
15 fizo semejança: ‘mostró’.
16 az: ‘haz’, ‘fila’.
17 en cabo: ‘al frente de’.
18 desí: ‘desde allí’ (<des + í).
34
omnes por su nobleza, que pues que el señor va ver su preso, luego.l’19 manda soltar».
Díxol’ entonces Almançor: «Gonçalo Gustioz, fazerlo é esto que dizes, ca por esso te vin’
ver, mas dígote antes esto: que yo envié mis huestes a tierra de Castiella, et ovieron su
batalla con los cristianos en el campo de Almenar; et agora aduxiéronme 20 d’essa batalla
VIII cabeças de muy altos omnes: las VII son de mançebos et la otra de omne viejo; et
quiérote sacar d’aquí que las veas si las podrás conosçer, ca dizen mios adalides 21 que de
alfoz de Lara son naturales».22 Dixo Gonçalo Gustioz: «Si las yo viere, dezirvos é quién son
et de qué logar, ca non a cavallero de prestar23 en toda Castiella que yo non conosca quién
es et de cuál es».24 Almançor mandó entonces que.l’ sacassen et fue con él al palaçio do
estavan las cavesças en la sávana. Et pues que las vio Gonçalo Gustios et las conosció, tan
grand ovo ende el pesar,25 que luego all ora26 cayó por muerto en tierra: et desque entró en
acuerdo començó de llorar tan fieramientre sobr’ellas que maravilla era. Desí dixo
Almançor: «Estas cabeças conosco yo muy bien, ca son las de mios fijos, los infantes de
Salas, las VII, et esta otra es la de Muño Salido, so amo que los crió». Pues que esto ovo
dicho, començó de fazer su duelo et su llanto tand grand sobr’ellos que non á omne que lo
viesse que se pudiesse sofrir de non llorar. Et desí tomava las cabesças una a una, et
retraíe27 et contava de los infantes todos los buenos fechos que fizieran. 28 Et con la gran
cueita29 que avié tomó una espada que vio estar ý en el palatio, et mató con ella VII
alguaziles30 allí ante Almançor. Los moros todos travaron estonces d’el, et no le dieron
vagar31 de más daño ý fazer. Et rogó él, allí a Almançor, que .l’ mandasse matar.32
Almançor con duelo que ovo d’él, mandó que ninguno non fuesse osado de.l’ fazer ningún
pesar.
Crónica de 1344 33
lo que afirma Gonzalo Gustios es que él sabrá de cuál linaje es cada caballero.
25 tand grand ovo ende el pesar: ‘tan grande fue su pesar por ello’.
26 all ora: ‘entonces’ (de illa hora; Cid, 357: «en ti crovo al ora», v. 347).
27 retraíe: ‘recordaba’ (derivado del latín trahere, ‘arrastrar’).
28 Desde luego el cronista manifiesta conocer el planto; otra cuestión es que decida no incluirlo.
29 cueita: ‘angustia’, ‘aflicción’.
30 Modo muy expeditivo de vengar la muerte de sus siete hijos; compruébese cómo en la Crónica de 1344 es
escena: «Desí dixo Almançor: “Estas cabesças conozco yo bien, ca son las de mios fijos los infantes de Salas
las siete, et esta otra es la de Muño Salido, su amo que los crió”. Pues que esto ovo dicho, començó de cabo a
fazer su llanto et su duelo tan grande sobrellas que non á omne que lo viese que se pudiesse sofrir de non
llorar. Desí tomava las cabesças una a una, et recontava de cada uno todos los buenos fechos que fiziera. Et
con la grant coeita que avié tomó una espada que vio estar en el palaçio et mató con ella siete alguaziles allí
ante Almançor. Los moros travaron entonçes d’el, et non le dieron vagar de más ý fazer; et él mandó a
Almançor que .l’ mandasse matar, que más queríe ya morir que bevir».
* En Poesía Española. Fernando Gómez Redondo. Barcelona: Crítica, 1996, pp. 72-73.
35
Alicante, desde que pasó el puerto, començó de andar / por sus jórnadas fasta que llegó a
Córdova, / e esto fue un viernes, viéspera de sant Çebrián.34 E quando ý llegó, rescibiéronlo
muy bien e fizieron con él grant alegría, tan bien Almançor como los otros; e los moros non
sabían el grant dapño que prendieran en las sus gentes, et desque lo supieron, / començaron
a fazer muy grant duelo por toda Córdova. 35 Et Almançor, que lo saliera a resçebir,
preguntóle cómo le aviniera36 en aquella lid, e él díxole: / «Señor, ganamos ocho cabeças
de omnes de alta sangre, / segund dizen, mas asaz nos cuesta muy caro, / ca perdimos allá
tres reyes et quinze mil omnes de otros, / e si allá más llegara bien pienso que otro traxera
el mensaje».37 / Entonçe le contó a Almançor en cómo Ruy Vásquez / fiziera toda esta
traiçión, et que lo mandaría por ello rebtar, / si lo quisiese responder. Entonçe mandó
Almançor llevar / ante sí las cabeças a un sobrado 38 en que estava, e desí mandó sacar / a
Gonçalo Gustius e fízolo venir ante sí a un pequeño llano que se fazía so un sobrado, e
díxole ansí:39 «Gonçalo Gustius, / lidiaron los mis poderes en el campo de Almenar / e
ganaron ocho cabeças, e dizen que son de tu linaje; / que Dios te salve, que me digas la
verdat de cómo es». / Entonçe respondió Gonçalo Gustius e dixo: / «Si ellos son de
Castilla, conosçerlas he yo; / et si son de la foz40 de Lara, otrosí bien las conosçeré, ca serán
de mi linaje». / Entonçe le mandó Almançor lançar una manta en aquel llano, / e mandó
lançar las cabeças / e violas enbueltas en sangre e en polvo, / et començó de las alimpiar
con aquella manta,41 / e afemençólas42 bien en tal manera que las conosçió. / Et entonçe
dixo a Almançor: / «Señor, yo conosco muy bien estas cabeças, / porque las siete son de
mis fijos, / e la una de mi compadre Muño Salido, que lo crió, / e non los quiso muy grant
bien quien las aquí ayuntó». / E entonce dixo:43 «Captivo desconfortado só para siempre». /
Et en diziendo esto, vio estar una espada colgada çerca sí, e tomóla en la mano e salió al
corral e topó con tres moros, de aquellos que eran guardas del rey; e cuando lo ansí vieron
ir, cuidaron que foía, e quisiéronle tornar a la cárçel, e cortóles las cabeças a todos tres; 44 e
dezque esto fizo saltó en la rúa, con su espada en la mano, et a cuantos fallava todos los
matava, ansí omnes como mugeres, que non fazía amor a ninguno. Et Almançor, cuando
33 Mejor que el texto cronístico reconstruido por R. Menéndez Pidal se ha preferido ofrecer la versión de uno
de los manuscritos más representativos de esta crónica, el BN Madrid 10814.
34 Para lo relativo a esta jornada histórica y a las conexiones de la materia épica en el romancero, véanse notas
ninguna de estas ideas figuraba en la Estoria de España, como tampoco la inculpación de Ruy Velázquez y el
reto que formula Almanzor.
38 sobrado: ‘piso alto de una casa’.
39 En la Estoria de España, Almanzor sabía muy bien –se lo habían «departido»-- quiénes eran los muertos.
40 foz: ‘alfoz, es decir, distrito o comarca’ (el no entenderse bien la palabra en el siglo XIV puede provocar
son tres los moros muertos, como tres fueron los reyes que mataron sus hijos.
36
esto vio, ovo d’él muy grant duelo e mandó a Alicante que mandase pregonar que todos se
acogesen a sus posadas, que non fuese ninguno tan osado que le fiziese mal, si non que le
mandaría dar çient açotes. E pues que’l pregón fue dado, Gonçalo Gustius que non fallava
ninguno, tornóse onde dexara las cabeças, / e alinpiólas del polvo e de la sangre, / e púsolas
en az, como cada una nasçiera, / e estávanlo oteando Almançor et Alicante. / E él le tomó
luego la cabeça de don Muño Salido / e començó de se razonar con ella como si fuese bivo
diziendo así: / «Dios vos salve, Muño Salido, mi compadre e mi amigo, / ¿qué fue de los
mios fijos que vos dexé en encomienda, / por qué vos érades en Castiella e en León temido
e resçelado?».
* En Poesía Española. Fernando Gómez Redondo. Barcelona: Crítica, 1996. pp. 74-75.
45 En el fondo, esta crónica es una refundición, muy artificiosa, de la Estoria de España, de ahí que coincida
con el planteamiento general de los hechos (presencia de Viara y Galve y lamentación de Almanzor por los
cristianos muertos); manifiesta, de todos modos, conocer el cantar de gesta que influye en la Crónica de 1344.
46 cuitado: ‘afligido’, ‘apenado’.
47 Esto es pura suposición del refundidor, que prefiere un Go nzalo Gustios desmayado a otro vengador de su
deshonra.
37
También es conveniente tener en cuenta la relación de la poesía épica con el
Romancero (VÉASE UNIDAD 7), por lo cual se presentan aquí algunos romances que
comparten temática con la poesía épica.
En Poesía Española 1. Fernando Gómez Redondo. (ed.). Barcelona: Crítica, 1996. p. 599.
1 Alicante: Alicante (véase Lara, 25) sustituye al Galve histórico (es decir, al Gálib ben Abderráhman),
lugarteniente dela frontera hasta 981. La víspera de Sant Cebrián corresponde al 13 de septiembre, cuando
llega a Córdoba la noticia de la cabalgada del conde Garci Fernández por tierras de Daza, episodio que
provoca la prisión de los embajadores cristianos en Córdoba (para ampliar estos datos, véase la introducción
al núm. 1).
3 Por supuesto, Almanzor no era rey, sino privado de Alhakén II.
4 Compárese con el verso 39 de nuestro núm. 1: «tres reis e quinze mil de otros perdiémoslos allá».
5 tablado: no es el ‘castillete de madera’ al que solían arrojar bohordos los caballeros en sus competiciones
adivinarla.
captividade: ‘cautividad’.
7 ‘en cuanto (como) lo trajeron ante sí’.
9 Éste y el siguiente son versos idénticos a los 41 y 42 de nuestro número I.
38
La venganza de Mudarra
Este romance debe relacionarse con el correspondiente pasaje del cantar que procedía de la
amplificación a que, a finales del siglo XIII, tuvo que someterse esta trama argumental, tal y como
pone de manifiesto la prosificación contenida en Crónica de 1344.
“Edad Media: Juglaría, clerecía y romancero, en Poesía Española 1. Fernando Gómez Redondo. (ed.).
Barcelona: Crítica, 1996,pp. 602-3.
1 Para el nombre de alfoz Lara, véase Lara, 28.
2 siesta: ‘calor del mediodía’ (la hora sexta; véase Mocedades, 583).
3 Recuérdese que es el hijo de Gonzalo Gustioz y (al creer la segunda versión, que es la que recrea también el
romance núm. 45) de la hermana de Almanzor, concebido tras la escena del planto del padre
renegada: ‘infiel a su ley o religión’ (¿presupondría esto que, al igual que el hijo, la madre se convirtió al
cristianismo?).
5 para el nombre del héroe, véase Lara, 199.
6-7 La oposición entre «cavallero» y «escudero» revela la diferencia social y de edad entre los dos personajes,
a la vez que establece esa falta de reconocimiento de la identidad de uno por otro, que no se oculta, en
cambio, a los oyentes.
8 ‘cuál es tu nombre’.
15 La utilización del apellido (derivación del nombre del padre) autoriza la participación del héroe en la
menor).
20 Mudarra se apropia de la identidad del menor de los infantes, sustituyéndolo de hecho al haber sido
adoptado por doña Sancha; de ahí, el final del romance en el que el héroe declara vengar a su madrastra, no a
su padre.
39
CANTAR DE MÍO CID *
21-22 Este final puede corresponder a un estado anterior a la versión reconstruida con la Crónica de 1344, en
la que los contendientes libran un combate singular, presenciando incluso por el padre, Gonzalo Gustioz. En
este romance, Mudarra no concede a don Rodrigo la mínima espera y lo malhiere de un lanzazo. Se supone
que luego lo lleva ante doña Sancha para que sea la hermana del traidor quien lo remate.
* En Poesía Española. Fernando Gómez Redondo (ed.), Barcelona: Crítica, 1996, pp. 105-125.
1 ‘Llorando con tanta intensidad por sus ojos’. Fórmula épica en la que la combinación del anacoluto y del
hipérbaton fuerza la identificación del oyente con el héroe. ' Llorar con los ojos’ implica sólo ‘llorar con
lágrimas’.
2 La presencia de este complemento directo, los, asegura que, en la parte a hora perdida, debían describirse los
‘pieles’ y sus ‘mantos’ (una vez que el ave, sudorosa por el vuelo, retornaba al cazador, éste debía cubrirla
para prevenir enojosos enfriamientos) (del árabe kandara, ‘percha de azor o de gallinero’).
5 adtores mudados; el azor que ya había cambiado el plumaje y era, por ello, especialmente valioso, al poder
ya cazar.
6 ‘porque tenía muchas preocupaciones’; avié era la terminación propia de las formas del imperfecto y del
frente a la ira regia de Alfonso y a la traición de la alta nobleza. Hablar bien es signo de esa ‘mesura’ o
equilibrio interior; es aquí una cualidad que manifiesta su madurez (Rodrigo no sólo es «campeador» porque
vence en el campo, sino «orador» - como se demostrará en el tercer cantar—capaz de esgrimir las armas
verbales de su razonamiento contra sus enemigos).
8 Grado a ti, Señor: ' Ta doy gracias, Señor '.
9 me an buelto: ‘han tramado’, ‘han urdido’.
10 piensan de aguijar: ‘comienzan a aguijar’ (pensar de + infinitivo es construcción incoativa).
aves que biven mucho, et destas dizen los antiguos que adevinan las cosas que han d e acaesçer en los
onbres…» (B. Latini, Libro del tesoro, 79). Ver volar, entonces, a la corneja a la derecha era señal de buena
fortuna (que es la final que encuentra el Cid); verla volar a la izquierda (siniestra) presagiaba certeros
desastres (que son los que le aguardan de inmediato en Burgos).
40
«¡Albricia, Álbar Fáñez, ca echados somos de tierra!»
13 meçió…los ombros: ‘se encogió de hombros’ (para expresar su desdén por los malos agüeros); engrameó la
tiesta: ‘sacudió la cabeza’ (posible galicismo: engramir).
14 albricia: exclamación de alegría (del árabe bisara, ‘feliz nueva’) con la que se adelantaba una buena noticia
y, a la vez, se exigía un determinado presente por ella; aquí tiene un valor puramente intensificativo y
presentador, por otra parte, el deuteragonista del poema, Álvar Fáñez, sobrino del h éroe, del que no puede
afirmarse que le acompañara al destierro.
16 conpaña: ‘grupo de guerreros’ (de cum + panis: aquellos que comen el pan con su señor; calco del gótico
hlaifs: ‘pan’ y ga-, ‘compañía’; la expresión se convierte en formularia en el romancero: véase más adelante,
el número 51, 18).
pendones: sinécdoque de los caballeros que acompañaban al Cid.
16 b mugieres y varones: como el hemistiquio siguiente, es fórmula que implica, en una misma idea, a la
‘habitantes de Burgos’, ya que el propio poema denomina a Martín Antolínez como el ‘burgalés de pro’.
18 El dolor de la colectiviad se une al del héroe individual, de ahí que este verso contenga las ideas claves de
los versos 1 y 6.
19 razón: ‘pensamiento’, ‘juicio’.
20 El verso más controvertido del Cantar, según sea la interpretación que se dé al si del segundo hemistiquio.
Más que desdén hacia Alfonso VI, los habitantes de Burgos parecen señalar sus deseos de que el Cid
encuentre un buen señor a quien servir; o bien que el Cid es tan buen vasallo que no puede encontrar señor
digno para servir.
21 conbidarle ien: es forma analítica del condicional: ‘le convidarían’.
22 grand saña: es la manifestación emocional de la ira regia, asumida por el monarca al desterrar a su vasallo.
23 antes de la noche: ‘la noche anterior’.
24 fuertemientre sellada: es decir, con un sello de cera o de plomo colgante, práctica que, en España, comenzó
en el siglo XII, con lo cual esta referencia se ajustaría más al tiempo del poeta que al de los hechos reales.
26 ge la: calco del latín illi, illam, idéntico al moderno ‘se la’ (Condesa, 12); vera palabra: ‘de verdad’.
27 e más: ‘y además’.
27-28 Se trata de la aplicación más rigurosa de la ira regia; los formulismos legales propician que tales
términos se repitan en los versos 45-46, a fin de que el oyente pueda memorizarlos.
41
Grande duelo avíen las yentes cristianas,
30 ascóndense de mio Çid, ca no l’osan dezir nada.
El Campeador adeliñó a su posada,
assí como llegó a la puerta, fallóla bien çerrada
por miedo del rey Alfonso, que assí la avíen parada,
que si no la quebrantás’ por fuerça, que non ge la abriesse nadi.
35 Los de mio Çid a altas vozes llaman,
los de dentro non les queríen tornar palabra.
Aguijó mio Çid, a la puerta se llegava,
sacó el pie de la estribera, una ferida. l’ dava;
non se abre la puerta, ca bien era çerrada.
40 Una niña de nuef años a ojo se parava:
«¡Ya Campeador, en buen ora çinxiestes espada!
El rey lo ha vedado, anoch d’él entró su carta
con grant recabdo e fuertemientre sellada.
Non vos osariemos abrir nin coger por nada;
45 si non, perderiemos los averes e las casas
e demás los ojos de las caras.
Çid, en el nuestro mal vós non ganades nada,
mas el Criador vos vala con todas sus virtudes sanctas».
Esto la niña dixo e tornós’ pora su casa.
50 Ya lo vee el Çid que del rey non avíe gracia;
p artiós’ de la puerta, por Burgos aguijava,
llegó a Sancta María, luego descavalga,
fincó los inojos, de coraçón rogava.
29 Primero es Rodrigo (v.1), luego los ‘burgeses e burgesas’ (v. 17), por último ‘las yentes cristianas’, en una
acumulación intensificadora del dolor.
31 el Campeador: primera aparición de este epíteto antonomástico, que es, después de ‘Mio Çid’, el que más
veces caracteriza al héroe; significa el que ‘campea’, o sea el que vence en el campo de batalla.
adeliñó: 'se dirigió ' (Lara, 538).
33 la avíen parada: ‘la habían dispuesto’.
38 estribera: ‘estribo’ (supone un fráncico *streup); ferida: ‘patada’ (del latín ferire, ‘golpear’).
40 a ojo se parava: ‘se mostraba a la vista’.
41 En el saludo de la niña (ya: ‘oh’) se une un epíteto antonomásico con una de las fórmulas épicas más
utilizadas; en ambos casos, el pueblo reconoce y admira el valor militar de su héroe. ‘Ceñir la espada’ o
‘nacer en buena hora’ (o momento) implica una favorable disposición de las estrellas.
42 vedado: ‘prohibido’.
44 abrir nin coger: ‘recibir ni acoger’.
50 ya: ‘bien’
52 Sancta María: es la primera catedral de Burgos, mandada construir por Alfo nso VI, terminada en 1095, y
42
de Castilla estos hechos en forma inversa: es primero el engaño a los judíos y después
la partida al destierro; véase como ésta se inspira directamente en el poema, si bien en
la que sería su primera redacción.
Crónica de Castilla
De cómo el Çid partió de Bivar para continuar su camino e mandó que non fiçiesen enojo
ninguno.
Cuenta la estoria que los judíos resçibieron las arcas del Çid con esta condiçión, que ellos
gelas guardasen fasta un año, e si el Çid las quitase 48 fasta este plaço, si non ellos ge las
abriesen e se entergasen del cabdal49 e de la ganancia, e lo ál, que lo guardasen para el Çid.
E, la pretesía fecha,50 enprestáronle tresçientos marcos de oro e otros tresçientos de plata. E
d’éstos fezieron sus cartas cuales convenían, muy firmes. Entonçe mandaron cargar sus
arcas e levaron a Burgos. E dieron a Martín Antolínez todo el aver. 51 E desque’l Çid tomó
el aver, movió con sus amigos de Bivar e mandó que se fuesen camino de Burgos. E
cuando el Çid vio los sus palaçios desheredados e sin gentes e las perchas sin açores e los
portales sin estrados,52 tornóse contra oriente e fincó los finojos. E dixo: «Santa María,
madre de Dios e de todos los santos, dame poder porque pueda destruir todos los paganos e
que d’ellos pueda ganar cómo faga bien a mis amigos e mis vasallos e a todos los otros que
conmigo fueren e me ayudaren». E entonçe levantóse e demandó por Álvar Fáñez e díxole:
«Primo,53 ¿qué culpa an los pobres por el mal que a nós faze el rey? Mandad castigar 54 estas
gentes que non fagan mal onde fuéremos». E diçen que demandó la bestia para cavalgar e
entonçe que dixo una vieja a la su puerta: «Ve en tal punto que todo estragues 55 cuanto
fallares». E saliendo de Bivar el Çid con este proverbio, non se quiso detener e vio una
corneja diestra. E dixo «Amigos, quiero que sepades tanto con la voluntad de Dios
primeramente, sabed que tornaremos a Castilla con gran honra e con gran ganançia». E
desque llegó a Burgos, non les salieron a resçebir el rey nin los que ý eran porque lo avía
defendido56 el rey. Entonçe mandó fincar sus tiendas el Çid en la ribera, e dióle de comer
ese día Martín Antolinez, e todo lo ál que avía menester57 . E esa noche alvergaron en aquel
lugar.
Siguen despedidas –aún más llorosas— de la mujer y de las hijas, dejadas en Cardeña al cuidado del abad don
Sancho. Oraciones de doña Jimena y del propio Rodrigo culminan en una hagiográfica escena en la que el
arcángel Gabriel anticipa finales felices.
Las campañas militares –las poéticas, puesto que las reales se inauguran con ataques al emir de Lérida —
recorren tierras toledanas y se acomodan a los planes de Minaya Álvar Fáñez, que recomienda la toma de
48 quitase: ‘recuperase’.
49 se entergasen del cabdal: ‘se quedasen con lo prestado’.
50 la pretesía fecha: ‘el acuerdo tomado’ (pleitesía como derivado de placitus, ‘plazo’).
51 No registra la crónica la astucia con que Martín Antolinez obtiene por sus servicios una suculenta comisión
de treinta marcos y que le hace exclamar ante el Cid: «Vengo, Campeador, con todo buen recabdo, / vós
seisçientos e yo treinta he ganados» (vv.206-207).
52 portales sin estrados: ‘vestíbulos sin muebles’.
53 De hecho, era sobrino. Ver, más adelante, el verso 735.
54 Castigar: ‘aconsejar’, ‘recomendar’.
55 estragues: ‘destruyas’.
56 defendido: ‘prohibido’.
57 ‘y todo lo demás que necesitaba’
43
Castejón, a la que sigue la de Alcocer y su heroica defensa frente a los emires Fáriz y Galve; la ocasión del
asedio conduce a una de las descripciones bélicas de mayor tensión.
Continúa el Cantar de Mío Cid:
pronunciar el nombre del héroe (véase v. 721) a fin de esforzar el ánimo de los combatientes, participarles que
sigue vivo y enardecerlos con su sola presencia. el que en buen ora nasco: en esta fórmula épica concurre el
significado de haber nacido en favorable disposición de los astros.
722 Pero Vermúez: de los caballeros del Cid, Pero Bermúdez destaca por la precipitación que le impide
aguantar con serenidad la orden del ataque del capitán de la tropa (en los vv. 704-710, llega a desobedecer a
Rodrigo porque «non lo pudo endurar»).
725 tornada: ‘carga de retorno’ (como charge en retour); curiosa variente sería el «tornafui» del que habla don
la capacidad de imaginación del oyente. premer: ‘bajar’ (del latín premere, ‘oprimir).
727 adágara: ‘adarga, escudo corto y redondo de cuero’.
728 loriga: ‘coraza’. falsar e desmanchar: ‘perforar y desmallar’
729 vermejos: ‘rojos’.
731 Mafómat: ‘Mahoma’; Sancti Yagüe: ‘Santiago’.
733 exorado: ‘dorado’ (del latín exauratum).
735 Recuérdese que; por el número de apariciones, éste es el segundo protagonista del p oema; de ahí que vaya
precedido por un epíteto antonomástico similar al del héroe: ‘mi + anai (hermano en vasco)’. Era sobrino de
Rodrigo, gobernador de Toledo y no parece que le acompañara al destierro, aunque pudo influir (lo que
44
Martín Antolínez, el burgalés de pro,
Muño Gustioz, que so criado fue,
Martín Muñoz, el que mandó a Mont Mayor,
Álbar Álbarez e Álbar Salvadórez,
740 Galín Garçía, el bueno de Aragón,
Félix Muñoz, so sobrino del Campeador.
Desí adelante, cuantos que ý son
acorren la seña e a mio Çid el Campeador.
engrandece el poema) en la corte de Alfonso para obtener su perdón. A su señorío sobre Zurita (1097) siguió
el gobierno de Toledo (1109); en el ejemplo XXVII del Libro del conde Lucanor se recuerda como el que
«pobló a Yxcar». Murió asesinado en Segovia en 1114.
736 Invención poética; vendría a representar a los habitantes de Burgos en su deseo de acompañar al héroe en
el exilio.
737 Quizá fuera cuñado de doña Jimena; que so criado fue: ‘que había sido educado desde niño en casa de
Rodrigo.
738 Era gobernador de Montemayor (en Portugal) y, más adelante, conde de Coímbra; parece que no
acompañó a Rodrigo, aunque se le pudiera unir más tarde por desavenencias con el rey.
739 El primero era sobrino de Rodrigo y el segundo, un vasallo.
740 Es posible –como sugiere I. Michael– que este caballero se uniera a Rodrigo en Valencia.
741 Invención poética de extraordinaria significación por el papel que el poeta reserva a este caballero en el
tercer cantar: su pureza de corazón –por su juventud— le permitirá encontrar y salvar a las hijas del Cid.
Estas enumeraciones de caballeros, frecuentes en la épica francesa, pasan a las crónicas y a los libros de
caballerías; en cierto modo, es la mejor manera de reconstruir visualmente el escenario del combate.
742 desí adelante: ‘y así los demás’; ý: ‘allí’ (de ibi).
745 mesnadas: ‘tropas’ (originalmente del latín mansio, mansionis, vulgarizado en mansionata, con síncopa de
la vocal interna).
747 maguer: ‘aunque’ (del griego makários; ‘feliz’; primeramente significó ‘ojalá).
749 acostós: ‘se acercó’; aguazil:’general árabe’ (del árabe wazîr, ‘ministro’).
751 Frecuentes en los libros de caballerías, estos golpes portentosos se atribuyeron también a caballeros reales;
aún, a finales del siglo XV, Garci Rodríguez de Montalvo recuerda el maravilloso golpe con que Godofredo
de Bouillon partió en dos a un sarraceno.
754 bando: ‘ayuda’ (de ahí ‘bandería').
755 no .s’: ‘no se’.
757 fuerças: ‘ejército enemigo’.
45
a los que alcança valos delibrando.
Mio Çid Ruy Díaz, el que en buen ora nasco,
760 al rey Fáriz tres colpes le avíe dado,
los dos le fallen e el un.ol’ ha tomado;
por la loriga ayuso la sangre destellando,
bolvió la rienda por írsele del campo.
Por aquel colpe rancado es el fonsado.
El cuantioso botín es repartido generosamente entre las mesnadas, reservando Rodrigo treinta caballos (v.
816) como regalo para el rey Alfonso. Mientras, el Cid vende Alcocer y, asentado en El Poyo, extiende su
poder por la comarca de Jiloca. Álvar Fáñez es perdonado por Alfonso y regresa con nuevas tropas. Tras
varias incursiones por tierras de Zaragoza, invade las del conde de Barcelona, Berenguer Ramón II, quien es
apresado con grandes riquezas, de las que destaca la espada Colada. El episodio humorístico de la huelga de
hambre del conde para obtener su libertad cierra el primer cantar.
El segundo cantar («Aquí.s’ conpieça la gesta de mio Çid el de Bivar», v. 1085) describe la campaña
levantina («tres años», v. 1169) que culmina en el asedio («nueve meses complidos», v. 1209) y conquista de
Valencia. Tras un inútil intento del emir de Sevilla por recuperar la ciudad, Rodrigo envía de nuevo a Álvar
Fáñez con un nuevo regalo («çiento cavallos», v. 1274) para Alfonso VI, por el que obtendrá la libertad de su
familia. Mientras, don Jerónimo asume el obispado de Valencia y en Castilla, Alfonso reconoce la valía del
Cid frente al envidioso García Ordóñez. En su corazón, los infantes de Carrión abrigan el deseo de casar con
las hijas del Cid, a fin de enriquecerse. La llegada de la familia a Valencia es precedida de numerosas
ceremonias y fiestas. El propio Rodrigo aprovecha la ocasión para montar a Bavieca por vez primera.
Baviera: supuestamente ganado al emir de Sevilla, aunque la tradición haya reclamado para él un origen
castellano o leonés; su nombre significaría ‘el baboso’ o ‘el bobo’ (véase Apolonio 23c). La unidad de
caballero-caballo, constituida por parejas ya célebres en el caso del Cantar llega a su punto culminante en el
verso 3521, donde Alfonso reconoce: «Ca por vós e por el cavallo ondrados somos nós».
1574 çinxo: ‘ciñó’.
1575 ‘si sería veloz y si sabría detenerse a tiempo’.
1576 do fuesse en so salvo: ‘donde estuviese seguro’.
1577 tener las armas: ‘probar las armas’ (como parte de la ceremonia de recepción de su familia).
1592 en cabo del cosso: ‘al final de la carrera’’ (del latín cursus, ‘corrida’).
46
adeliñó a su mugier e a sus fijas amas;
cuando lo vio doña Ximena, a sus pies se le echava:
1595 «¡Merced, Campeador, en buen ora cinxiestes espada!
Sacada me avedes de muchas vergüenças malas;
aféme aquí, señor, yo e vuestras fijas amas;
con Dios e convusco buenas son e criadas».
A la madre e a las fijas bien las abraçava,
1600 del gozo que avíen de los sos ojos lloravan.
El rey de Marruecos, Yusuf, envía una gran fuerza a Valencia para recuperarla. Las reacciones de Rodrigo y
doña Jimena ante el ejército enemigo son muy dispares.
que doña Jimena y sus hijas sufrieron, durante el segundo destierro del Cid, en el castillo de Ordejón; parece
traducirse la expresión illaqueatos crudeliter de la Historia Roderici.
1597 aféme: ‘heme’.
1598 criadas: ‘educadas’ (se intensifica el tiempo que el Cid ha permanecido en el exilio, ya que en el v. 269b
de diversas escenas.
1612 ojos vellidos: metonimia de gran poder expresivo, se refiere a los hermosos ojos de las damas, desde los
que el poeta quiere que su auditorio contemple la escena que va ahora a describir; vellido o bellido es
‘hermoso’ (del latín bellus).
1614 a ojo han: ‘al lado tienen’.
1615 espessa: ‘frondosa’.
1616 por a Dios rogar: ‘para rezar a Dios por’.
1618 sabor: ‘placer’.
1619 Es inevitable el recuerdo de varios cantares de la lírica tradicional; de ahí el valor del que pleonástico.
1620 Fórmula juglaresca de contacto con el auditorio y de indicación de tema nuevo.
1621 No es cierto que este emperador almorávide intentara recuperar personalmente Valencia; se limitó a
47
1630 Llegaron a Valençia, la que mio Çid á conquista ,
fincaron las tiendas e posan las yentes decreídas.
Estas nuevas a mio Çid eran venidas:
«¡Grado al Criador e al Padre espirital,
todo el bien que yo he, todo lo tengo delant!
1635 Con afán gané Valençia e éla por heredad,
a menos de muert no la puedo dexar.
¡Grado al Criador e a Sancta María madre,
mis fijas e mi mugier que las tengo acá!
Venido m’es deliçio de tierras d’allent mar,
entraré en las armas, non lo podré dexar,
mis fijas e mi mugier verme an lidiar,
en estas tierras agenas verán las moradas cómo se fazen,
afarto verán por los ojos cómo se gana el pan».
Su mugier e sus fijas subiólas al alcaçar,
1645 alçavan los ojos, tiendas vieron fincadas:
«¿Qué’s esto, Çid, sí el Criador vos salve?»
«¡Ya mugier ondrada, non ayades pesar!
Riqueza es que nos acreçe maravillosa e grand,
a poco que viniestes, presend vos quieren dar,
1650 por casar son vuestras fijas, adúzenvos axuvar.»
«A vos grado, Çid, e al Padre spirital.»
«Mugier, sed en este palaçio, e si quisiéredes, en el alcáçar;
non ayades pavor porque me veades lidiar;
con la merçed de Dios e de Sancta María madre,
1655 créçem’ el coraçón porque estades delant.
¡Con Dios aquesta lid yo la he de arrancar!»
1630 á conquista: recuérdese la concordancia entre el participio y el objeto directo en los verbos compuestos
con «haber».
1631 ' montaron las tiendas y acampan los infieles '.
1632 nuevas: ‘noticias’.
1635 éla: ‘la tengo’.
1636 a menos de muerte: ‘salvo que yo muera’1636 a menos de muerte: ‘salvo que yo muera’
1639 venido m’es deliçio: ‘me ha llegado alegría’
1642 las moradas cómo se fazen: ‘cómo se mantienen los territorios conquistados’
1643 afarto: ‘bastante’.
1646 sí: ' así'.
Cid, al igual que en los romances de aventuras el caballero, requiere la presencia de su dama para que ésta le
vea luchar. Nótese, por otra parte, el efectivo contraste conseguido por el juglar entre el miedo de doña
Jimena y la valentía de Rodrigo (de ahí los paralelismos de los vv. 1633, 1646 y 1651: la serenidad de la
oración pronunciada por el héroe es asumida por doña Jimena en el último).
1656 arrancar: ‘ganar’ recuérdese nota a v. 764)..
48
El obispo se asegura los primeros golpes de la batalla, que se resuelve con rapidez, obteniendo las tropas
cristianas un generoso botín, con el que dota a sus hijas y agasaja de nuevo a Alfonso: le envía doscientos
caballos «con siellas e con frenos e con señas espadas» (v.1810). Los enconados recelos de García Ordóñez y
sus parientes enmarcan la petición, al rey Alfonso, de las hijas del Cid por los infante s de Carrión. No es
casamiento que plazca a Rodrigo (v.1939) y, por ello, en las vistas a orillas del Tajo, tras la reconciliación
entre el señor y el vasallo, el Cid consiente no sin advertirle: «Vós casades mis fijas ca non gelas dó yo» (v.
2110). Suceden las bodas: con grandes fiestas que duran quince días y con continuos temores del héroe
concluye el segundo cantar.
112
En Valençia seí mio Çid con todos sus vasallos,
con él amos sus yernos los ifantes de Carrión.
Yazíes’ en un escaño, durmíe el Campeador
mala sobrevienta, sabed, que les cuntió
salios’ de la red e desatós’ el león.
En grant miedo se vieron por medio de la cort;
enbraçan los mantos los del Campeador
2285 e çercan el escaño e fincan sobre so señor.
Ferrán Gonçález..........................................
2286b non vió allí dó s’alçasse, nin cámara abierta nin torre,
metiós’ so l’escaño, tanto ovo el pavor.
Diego Gonçález por la puerta salió,
diziendo de la boca: «¡Non veré Carrión!»
2290 Tras una viga lagar metiós’ con grant pavor,
el manto e el brial todo suzio lo sacó.
En esto despertó el que en buen ora naçió,
vio çercado el escaño de sus buenos varones:
«¿Qué’s esto, mesnadas, o qué queredes vos?».
2295 «¡Ya, señor ondrado, rebata nos dio el león!»
Mio Çid fincó el cobdo, en pie se levantó,
el manto trae al cuello e adeliñó pora’l león.
(‘sala’) de cort.
2284 enbraçan los mantos: ‘abrazan los mantos (para protegerse los brazos)’: es claro el recuerdo épico -militar
49
El león cuando lo vio, assí envergonçó
ante mio Çid la cabeça premió e el rostro fincó.
2300 Mio Çid don Rodrigo al cuello lo tomó
e liévalo adestrando, en la red le metió.
A maravilla lo han cuantos que ý son
e tornáronse al palaçio pora la cort.
Mio Çid por sos yernos demandó e no los falló,
2305 maguer los están llamando, ninguno non responde.
Cuando los fallaron, assí vinieron sin color,
non viestes tal juego como iva por la cort;
mandólo vedar mio Çid el Campeador.
Mucho.s’ tovieron por enbaídos los ifantes de Carrión,
2310 fiera cosa les pesa d’esto que les cuntió.
Mayor muestra de cobardía ofrecen ante la intentona de Búcar de conquistar Valencia; Pero Bermúdez
silencia la vergonzosa huida de don Fernando y renuncia a cuidar a los yernos del Cid. Don Jerónimo da los
primeros golpes y Rodrigo alcanza a Búcar a las orillas del mar, matándolo con un gran golpe de Colada y
ganando a Tizona. Cree el Cid que los infantes han cumplido grandes proezas y les otorga cuantiosa «raçión»
(v. 2467) que les muestra aún más codiciosos. Tanto se interesa Rodrigo por sus yernos que éstos –
avergonzados—deciden volver a Carrión y, por el camino, vengarse del Cid: «escarniremos las fijas del
Canpeador» (v. 2551). Rodrigo prepara grandes tesoros para despedir a sus hijas en escenas de dolorosa
tristeza e inevitables agüeros. El Cid pide a su sobrino, Félez Muñoz, que no pierda de vista la comitiva. El
intento de asesinar al moro Avengalvón preludia la terrible afrenta que los infantes inflingirán a sus mujeres
en el robledo de Corpes.
2299 premió: ‘bajó’; e el rostro fincó: ‘y dejó inclinado el hocico’ (Apolonio, 528c).
2300 al cuello lo tomó: ‘lo agarró por el cuello’.
2301 adestrando: ‘tirando de él con la mano derecha (diestra)’.
2305 maguer: ‘aunque’.
2306 sin color: ‘demudados’, pálidos’.
2307 juego: ‘burla’ (ioguete equivalía al actual ‘chiste’; del latín iocus, ‘broma’, ‘chanza’).
2308 vedar: ‘prohibir’.
2309 Mucho .s’ tovieron por enbaídos: ‘Mucho se sintieron injuriados’ (embaír, del latín invadere, ‘acometer’,
‘invadir’).
2310 fiera cosa: ‘bastante’, ‘mucho’; les cuntió: ‘les sucedió'.
2697 robredo de Corpes: la mayoría de los críticos coinciden en ubicar esta fenomenal foresta a 20 kilómetros
al oeste de San Esteban de Gormaz, bien en una zona denominada hoy como el Páramo, bien en otra llamada
Fuente del Robledo.
2698 pujan con las núes: ‘compiten con las nubes’.
2700 Son motivos de sobra conocidos, en el tópico del locus amoenus, la presencia de un lugar apacible del
que mana una fuente, símbolo de tantos valores (al ser limpia, la pureza e inocencia de las hijas del Cid parece
reflejada en ellas; es su agua –vv. 2798-2801—las que les dará nueva vida).
2701 fincar: ‘montar’.
50
con sus mugieres en braços demuéstranles amor,
¡mal ge lo cunplieron cuando salíe el sol!
2705 Mandaron cargar las azémilas con grandes averes,
cogida han la tienda do albergaron de noch,
adelant eran idos los de criazón,
assí lo mandaron los ifantes de Carrión,
que non ý fincás’ ninguno, mugier ni varón,
2710 sinon amas sus mugieres doña Elvira e doña Sol:
deportarse quieren con ellas a todo su sabor.
Todos eran idos, ellos cuatro solos son,
tanto mal comidieron los ifantes de Carrión:
«Bien lo creades, don Elvira e doña Sol,
2715 aquí seredes escarnidas en estos fieros montes.
Oy nos partiremos e dexadas seredes de nós,
non abredes part en tierras de Carrión.
Irán aquestos mandados al Çid Campeador,
nos vengaremos por aquésta la del león.
2720 Allí les tuellen los mantos e los pelliçones,
páranlas en cuerpos e en camisas e en çiclatones.
Espuelas tienen calçadas los malos traidores,
en mano prenden las çinchas fuertes e duradores.
Cuando esto vieron las dueñas, fablava doña Sol:
2725 «¡Por Dios vos rogamos, don Diego e don Ferrando!
Dos espadas tenedes fuertes e tajadores,
al una dizen Colada e al otra Tizón,
cortandos las cabeças, mártires seremos nós;
moros e cristianos departirán d’ esta razón,
2704 Anticipación narrativa que fuerza una efectiva antítesis; ‘mal acabaron sus demostraciones de amor al
salir el sol’.
2706 cogida han: ‘recogieron’.
2707 los de criazón: ‘aquellos del séquito, criados en casa de un señor’.
2709 que non ý fincás’: ‘que allí no permaneciese’.
2711 deportarse: ‘entretenerse’, ‘holgarse’ (del latín deportare).
2713 comidieron: ‘planearon’.
2715 escarnidas: ‘escarnecidas’, ‘ultrajadas’; fieros montes: ‘lugares salvajes’.
2716-2717 El orgullo linajístico de los infantes asoma en esta justificación de su maldad; al fin y al cabo, el Cid
era un infanzón (véase, luego, el v. 3298) y los infantes sólo ambicionaban sus riquezas.
2718 mandados: ‘noticias’.
2720 les tuellen: ‘les arrancan’; pelliçones: ‘túnicas de pieles’.
2721 ‘les quitan la ropa que tenían alrededor del cuerpo y las dejan sólo con los camisones y los briales (ropa
interior femenina)’.
2723 duradores: ‘duras’.
2726 tajadores: ‘cortadoras’ (nótese el paralelismo con el v. 2723; las çinchas son deshonradoras, mientras que
las espadas, al causar la muerte, glorificarían a las hijas del Cid, y más si –como sucede en el verso siguiente
–las espadas han sido ganadas por el héroe en ocasiones gloriosas).
2728 cortandos: ‘cortadnos’ (por metátesis de la n y la d).
2729 moros e cristianos: forma perifrástica de aludir a toda la población española.
51
2730 que por lo que nós mereçemos no lo prendemos nós.
Atán malos ensienplos non fagades sobre nós;
si nós fuéremos majadas, abiltaredes a vós,
retraérvoslo an en vistas o en cortes».
Lo que ruegan las dueñas non les ha ningún pro,
2735 essora les conpieçan a dar los ifantes de Carrión,
con las çinchas corredizas májanlas tan sin sabor,
con las espuelas agudas don ellas an mal sabor,
ronpíen las camisas e las carnes a ellas amas a dos.
Linpia salíe la sangre sobre los çiclatones,
2740 ya lo sienten ellas en los sos coraçones.
¡Cuál ventura seríe ésta, sí ploguiesse al Criador,
que assomasse essora el Çid Campeador!
Tanto las majaron que sin cosimente son,
sangrientas han las camisas e todos los çiclatones.
2745 Cansados son de ferir ellos amos a dos,
ensayándos’ amos cuál dará mejores colpes.
Ya non pueden fablar don Elvira e doña Sol,
por muertas las dexaron en el robredo de Corpes.
Félez Muñoz acude en ayuda de sus primas a las que da de beber agua con su sombrero («nuevo era e fresco»,
v. 2800). Alfonso VI y el Cid reaccionan con dolor ante la noticia y Álvar Fáñez acude a buscar a las hijas del
Cid para llevarlas por segunda vez –bien distinta— a Valencia. Rodrigo exige justicia de Alfonso: «Él casó
mis fijas, ca non ge las di yo» (v. 2908), quien anuncia cortes en Toledo «por amor de mio Çid» (v. 2971).
Los enemigos del héroe forman un bando común a la espera de su llegada; ésta se dilata en un largo proceso
de ceremonias y mensajeros entre el rey y su vasallo. Iniciadas las cortes por Alfonso, el Cid plantea sus
peticiones: exige primero la devolución de Colada y de Tizona, que son de inmediato restituidas; les pide
después los tres mil marcos de oro y de plata que les había dado al marchar de Valencia: la codicia de los
infantes es nuevamente intensificada («¡Aquí veriedes quexarse ifantes de Carrión»), (v. 3207), a pesar de lo
cual deben devolver a Rodrigo, aunque sea en especie, su dinero; el Cid reserva para el final la acusación más
grave: acusa de menor valer a los infantes (v. 3268) y los reta en público. De nada sirve la defensa del conde
García Ordóñez.
abiltaredes a vós: ‘os deshonrareis’ (derivado de vil, del latín vilis, ‘sin valor’).
2733 retraérvoslo an: ‘os lo requerirán’, ‘os acusarán’. vistas: ‘reuniones o entrevistas concertadas
previamente y que podían tener carácter jurídico’; cortes: ‘reunión de nobles, presidida por el rey y de
carácter más solemne’.
2734 non les ha ningún pro: ‘no les sirve de nada’.
2735 essora: ' enseguida '.
2736 corredizas: ‘resbaladizas’.
2737 don: ‘de las que’.
2739 linpia: ‘pura’, ‘clara’; çiclatones: ‘camisones’.
2741-2742 El poeta domina los sentimientos de su auditorio, suscitando en él determinadas reacciones.
2743 sin cosimente: ‘sin fuerzas’, ‘agotadas’’ (aunque su recto sentido sería ‘sin piedad’).
2745 ferir: ‘golpear’
2746 ensayándos’ amos: ‘compitiendo los dos’.
52
3270 [140] El conde don Garçía en pie se levantava:
«¡Merçed, ya rey, el mejor de toda España!
Vezós’ mio Çid a las cortes pregonadas.
Dexóla creçer e luenga trae la barba;
los unos le han miedo e los otros espanta.
3275 Los de Carrión son de natura tal,
non ge las devíen querer sus fijas por varraganas,
o ¿quién ge las diera por parejas o por veladas?
Derecho fizieron porque las han dexadas.
Cuanto él dize non ge lo preçiamos nada».
3280 Essora el Campeador prisos’ a la barba:
«¡Grado a Dios, que çielo e tierra manda!
Por esso es luenga, que a deliçio fue criada.
¿Qué avedes vós, conde, por retraer la mi barba?
Ca de cuando nasco a deliçio fue criada,
3285 ca non me priso a ella fijo de mugier nada,
nimbla messó fijo de moro nin de cristiana,
como yo a vós, conde, en el castiello de Cabra,
cuando pris’ a Cabra e a vós por la barba.
Non ý ovo rapaz que non messó su pulgada:
3290 la que yo messé aún non es eguada».
[141] Ferrán Gonçález en pie se levantó,
a altas vozes odredes qué fabló:
«Dexássedes vós, Çid, de aquesta razón;
3270 Recuérdese que éste era su principal enemigo y que el Cantar muestra, gradualmente, como el rey se
aparta de su influencia para ennoblecer la personalidad de Rodrigo; hay, en este sentido, dos versos
paradigmáticos: «Dixo el rey al conde “Dexad essa razón, / que en todas guisas mijor me sirve que vós”» (vv.
1349-1350).
3272 ‘Ya tiene costumbre mio Cid de acudir a las cortes anunciadas’; parece claro que el conde alude a las de
Burgos, en las que Rodrigo haría jurar a Alfonso su desvinculación con la muerte de su hermano.
3273 Es necesario recordar la tremenda impresión que causa la entrada de Rodrigo en las cortes del rey
Alfonso: todos miran «a la barba que avíe luenga e presa con el cordón» (v. 3124).
3274 Burlándose de la apariencia física del héroe, el conde quiere justificar el comportamiento de los infantes,
53
de nuestros averes de todos pagado sodes.
3295 Non creçíes’ varaja entre nós e vós.
De natura somos de condes de Carrión,
deviemos casar con fijas de reyes o de enperadores,
ca non perteneçíen fijas de ifançones.
Porque las dexamos derecho fiziemos nós;
más nos preçiamos, sabet, que menos no».
[142] Mio Çid Ruy Díaz a Pero Vermúez cata:
«¡Fabla, Pero mudo, varón que tanto callas!
Yo las he fijas e tú primas cormanas;
a mí lo dizen, a ti dan las orejadas.
3305 Si yo respondier’, tú non entrarás en armas».
[143] Pero Vermúez conpeçó de fablar,
detiénes’le la lengua, non puede delibrar,
mas cuando enpieça, sabed, no.l’ davagar:
«¡Dirévos, Çid, costunbres avedes tales,
3310 siempre en las cortes Pero mudo me llamades!
Bien lo sabedes que yo non puedo más;
por lo que yo ovier’ a fer por mí non mancará.
Mientes, Ferrando, de cuanto dicho has,
por el Campeador mucho valiestes más.
3315 Las tus mañas yo te las sabré contar:
¡miembrat’ cuando lidiamos çerca Valençia la grand!
Pedist’ las feridas primeras al Campeador leal,
vist’ un moro, fústel’ ensayar,
3318b antes fuxiste que a él te allegasses.
Si yo non uviás’, el moro te jugara mal;
3320 passé por ti, con el moro me of de aiuntar,
de los primeros colpes ofle de arrancar;
3295 non creçiés varaja’: ‘no crezca disputa’ (de un posible *varalia: ‘entrelazamiento de varas’).
3300 Don Fernando llega a esta conclusión porque su discurso se encamina a rechazar la acusación de «menos
valer» lanzada por Rodrigo en el verso 3268: «por cuanto les fiziestes, menos valedes vos».
3302 Quizá por impaciente (v. 722), Pero Bermúdez debía ser atropellado en su manera de habla r; ésa es la
base del ingenioso juego de palabras con que Rodrigo le azuza a romper las filas de esta disputa oratoria.
3303 primas cormanas: ‘primas hermanas’; a pesar de esta declaración, no parece muy cierto que Pero
54
did’ el cavallo, tóveldo en poridad,
fasta este día no lo descubrí a nadi.
Delant mio Çid e delante todos ovístete de alabar
3325 que mataras el moro e que fizieras barnax;
croviérontelo todos, mas non saben la verdad.
¡E eres fermoso, mas mal varragán!
Lengua sin manos, ¿cuémo osas fablar?»
Si Pero Bermúdez reta a Fernando, Martín Antolínez se enfrenta a don Diego y Muño Gustioz hace lo propio
con Asur González, que había calumniado en público al Cid. Alfonso sólo acepta estos tres duelos; a las
cortes llegan mensajeros de Navarra y de Aragón pidiendo la mano de las hijas del Cid, que se marcha de
Toledo. Los duelos tienen lugar en Carrión, derrotando fácilmente los vasallos de Rodrigo a sus oponentes; el
resultado lo subraya el poeta: «Grandes son los pesares por tierra de Carrión» (v. 3697).
burgaleses, por su familia) a estos gozos finales que suponen la recuperación de la honra individual y social
del héroe.
3713 prisos’ a: ‘se cogió de’.
3715 Dos posibilidades: a) ‘Ahora las he separado del dominio de Carrión’, que, como señala R. Menéndez
Pidal, había sido afrentoso; o b) ‘Ahora posean libremente las heredades de Carrión’ (posición que prefiere A.
Montaner).
3718 ovieron su ajunta: ‘tuvieron reuniones’.
3721 que lo que primero fue: ‘que la primera vez’.
3724-3725 El rey García Ramírez de Navarra fue nieto del Cid; casó a su hija, doña Blanca, con el heredero de
Castilla, don Sancho, en 1140; en 1151 nace Alfonso VIII de Castilla, primer monarca de este reino
descendiente del Cid; dos de sus hijas prolongaron el linaje de Rodrigo por Portugal y por Aragón. Es más, en
55
Passado es d’este sieglo mio Çid el Campeador
el día de cincuesma ¡de Christus aya perdón!
¡Assí fagamos nós todos justos e pecadores!
Éstas son las nuevas de mio Çid el Canpeador,
3730 en este logar se acaba esta razón.
el año 1201 emparentan dos antepasados del de Vivar, Berenguela de Castilla y Urraca, casada la primera con
Alfonso IX de León (en 1197) y la se funda con Alfonso II de Portugal (en 1201).
3726-3727 ‘Dejó este mundo el día de Pentecostés’ (sería el 29 de mayo de 1099; la Historia Rodericci traslada
el óbito al mes de julio); la cincuesma son los cincuenta días que median entre la fiesta de Resurección y la
del día de Pentecostés.
3730 razón: ‘discurso’.
56
UNIDAD 2
OBRAS:
MESTER DE CLERECÍA
Milagros de Nuestra Señora (fragmentos)
Libro de Alexandre (fragmentos)
Libro de Apolonio (fragmentos)
Poema de Fernán González (fragmentos)
POESÍA HAGIOGRAFÍA
Vida de Santa María Egipciaca
DEBATES
Elena y María
Razón de amor
MESTER DE CLERECÍA
Gonzalo de Berceo, Milagros de Nuestra Señora. Edición de Michael Gerli. México: Rei, Letras Hispánicas,
1990.
** Milagro II, pp. 83- 88.
75c degnó: se dignó.
75d lege: leche.
76 a beneíto: bendito, o posiblemente benedicto, por benedictino.
76c I querrie; corregimos querié.
76d enclín: la genuflexión, una reverencia.
77b enojos: de rodillas.
77c I falta la.
77c casa: aquí con el sentido de convento.
78c bullir: hervir por agitar, ingeniosa metáfora que sigue desarrollando la evocación del diablo en 78ª.
79c I de
79d I a la lavor.
79d entorpado: deshonesto.
58
delante del altar li cadié la passada;
el enclín e la Ave teniéla bien usada,
non se li olvidaba en ninguna vegada.
59
que suya era quita, que se partiesen d'ella.
60
non te riepto, ca eres una cativa bestia;
quando ixió de casa, de mi priso licencia,
del pecado que fizo yo'l daré penitencia.
61
Confessóse el monge e fizo penitencia, 99
mejoróse de toda su mala contenencia,
sirvió a la Gloriosa mientre ovo potencia,
finó cuando Dios quiso sin mala repidencia,
requiescat in pace cum divina clemencia.
62
quando ellos finasen era buen heredero;
desávanli de mueble assaz rico cellero,
tenié buen casamiento, assaz cobdizxiadero.
340 b I toídos.
336c entender en: amar
337 a depuerto: placer, solaz.
337d istrié: saldría.
338c portegado: puerta, el pórtico de la iglesia.
339 a cabero rencón: el rincón más apartado.
340 a malastrugado: malaventurado, galicismo relacionado con el francés antiguo: malotru, del latín *male
astrucus, con mala estrella, mal signo. Véase Thomas J. Walsh, «Two Problems in Gallo-Romance
Etymology», Romance Philology. 35, 1981, 89-104.
340 b roídos: alboroto, ruidos.
340c revolado: drogado, envenenado con yerbas.
63
semejas ervolado, que as yervas bevido,
o que eres del blago de San Martín tañido.
340 d del blago de San Martín tañido: tocado por el báculo de San Martín, santo patrón de taberneros y
borrachos, por lo tanto, ebrio.
341b buen amigo: amante.
342c por con otra tener: para irte con otra.
343a maestrado: aleccionado.
344d do yazié la celada: donde estaba la trampa.
345b poridat: secreto.
345d turrado: tostado, es decir atontado, turbado.
346c redmanga: red de mano de los pescadores.
346d en sequero: en seco.
64
los brazos de la novia non tenién qué prisiessen.
XVI. El judezno
Enna villa de Borges una cibdad estranna, 352
cuntió en essi tiempo una buena hazaña;
sonada es en Francia, si faz en Alemanna,
bien es de los miraclos semejant e calanna.
65
fijos de bonos omnes que querién más valer.
66
Priso esti niñuelo el falso descreído, 363
asín como estava, calzado e vestido,
dio con él en el fuego bravamente encendido:
¡mal venga a tal padre que tal faze a fijo!
67
que lo defendió ella de tan fiera tempesta;
cantaron grandes laudes, fizieron rica festa,
metieron esti miraclo entre la otra gesta.
en 373c que «Dios nos libre de la comunión de este judío » (De la comunicanda Domni Dios nos defenda).
68
XXV. De cómo Teófilo fizo carta con el diablo de su anima et después fue convertido e
salvo
Gonzalo de Berceo, Milagros de Nuestra Señora. Edición de Michael Gerli. México: Rei, Letras
Hispánicas, 1990. Milagro XXV, (ó XXIV) pp. 128-132.
748 (703)a I falta el título del milagro. Véase la nota 500 a.
749 (704)b I podrie, hipercorrección.
748 El milagro fáustico de Teófilo fue quizás el más famoso de los milagros marianos en la Edad Media, y
hay abundantes versiones en latín tanto como en lengua vernácula. Teófilo era el mayordomo de un obispado
de Cilicia y murió hacia 538. La historia fue escrita en griego y traducida al latín en el siglo VIII por Pablo
Diácono, monje de Casino. De allí se incorporó a la literatura taumatúrgica medieval. Sobre su adaptación
aquí, véase A. López García, «Los códigos sintagmáticos de la narración (a propósito de la originalidad del
Teófilo de Berceo)», Berceo, 91, 1976, 147-66. Sobre el fondo litúrgico del milagro, véase el artículo de S.
Corbin en Cahiers de Culture Medieval, 10, 1967, 409-433.
* Los Milagros de Nuestra Señora han llegado hasta nosotros por medio de tres manuscritos, los cuales
denominamos según la costumbre, I, F y M. La presente edición está hecha a base del manuscrito I. En
momento apropiado, se han corregido con los manuscritos F y M las lecturas difíciles, estropeadas, o las que
no tienen sentido. Al prepararse nuestra edición, también hemos tenido a mano las de Antonio Solalinde y
Brian Dutton, siguiendo la oportuna sugerencia de éste, de que el orden de los dos últimos Mlagros dispuesto
por Berceo es el de MS F. (ed. citada, p. 17). Así, pues, editamos aquí el Milagro XXV de I como el XXIV y
el XXIV como el XXV. El número correspondiente a las cuadernas en I va, por lo tanto, entre paréntesis junto
al del orden que seguimos en nuestra edición, que es el que refleja la disposición delas cuadernas en F. (Gonz
748d vale: protege.
751 a bailía: la jurisdicción del baile, vicaría: todo indica que Teófilo era el encargado del gobierno del
obispado.
751d fuera que el obispo avié la nomnadía: después del obispo era el que mandaba.
69
era muy bien condido de sen e de cïencia.
70
Recudiólis Teófilo con grand simplicidat 760 (715)
“Sennores, mudat mano por Dios e caridat,
ca non só yo tan digno pora tal dignidat,
en fer tal electïon serié grand ceguedat.”
71
fazié el malo cercos e otros artificios,
Belzebud lo guiaba en todos sus oficios.
a embellinnado: endrogado con beleño, del latín *bellenium, una planta narcótica.
72
Ve folgar a tu lecho, torna a tu posada, 775 (730)
cras al suenno primero, la gente aquedada,
fúrtate de tus omnes, de toda tu mesnada,
ves tastar a la puerta e non fagas ál nada.”
73
él fágate servicio a todoso poder,
avrás en él basallo bueno a mi creer.”
sombra.
788d malastrugo: desdichado, desventurado, veáse 340 a.
789 (744)a Según la tinada sugerencia de Dutton (ed. cit., pág. 216), seguimos el orden de los versos en F. El
orden en I es b, a, c, d.
790c decorado: enterado.
74
si li yinié por Dios o si por el Peccado.
75
Que diz la escriptura ca es tan piadosa,
non me querrá oír ca es de mí sannosa,
porque la denegué, fiz tan esquiva cosa.
76
ca fui contra ella torpe e muy villán.
77
Echóseli a piedes a la Sancta Reina, 816 (771)
que es de peccadores consejo e madrina;
“Sennora ―disso valas a la alma mesquina,
a la tu merced vengo buscarli medicina.
suerte por medio de las supersticiones que asignaban una función profética al vuelo de los pájaros, de alli la
78
sobre hielo escribes, contiendes en locura;
hasta só de tu pleito, dasme grand amargura,
eres muy porfidioso, enojas sin mesura.
idea de hado o fortuna. Cantar de Mio Cid, Texto, Gramática y Vocabulario, en Obras completas, Madrid,
1969, IV, 489. Sin embargo, Meyer-Lübke rechaza esta etimología, y propone su origen en bizze,
deformación de ABC,que se relaciona con las creencias místicas sobre las secu encias de las letras. Véase su
Romanisches Etymologisches Wörterbuch, Heidelberg.
825 (780)d I ni.
827c Peidro: referencia a las negaciones de San Pedro.(Mateo, 27, 67-75).
827d Longino: el centurión romano quien lanzó a Cristo en el costado y desp ués se convirtió en discípulo
condemnabunt eam, quia paenitentiam eregunt in praedicatione Ionae; et ecce plus quam Ionas hic»,y también
Lucas, 11.32.
79
fizieron penitencia, plorando sus pecados;
los fallimentes todos fuéronlis perdonados,
muchos serién destructos que fueron escusados.
832c bien lieve: quizás; provenzalismo sin duda relacionado con ben leu, «peut-etre». Véase el artículo de
Bartha citado en 1b.
832 (787) I falta me.
837 (792)d I unos.
80
en el día tercero fizo resurectión.
81
Non querrié el mi Fijo por la tu pleitesía, 847 (802)
Descender al infierno, prender tal romería,
ca es logar fediondo, fedionda confradía,
sólo en sometérgelo serié grand osadía.”
82
yaciendo en la tierra orando muy cutiano;
nunqua en tantos días lazró más nul christiano,
en cabo su lazerío non li cayó en vano.
83
“Non fincará por eso ―disso la Gloriosa― 864 (819)
non finque por tan poco empeçada la cosa.”
Tollióseli delante la Reina preciosa,
fue buscar esta carta de guisa presurosa.
84
do siempre sine fine yazría enfogado.
85
Cómo por la Gloriosa cobró aquél dictado, 881 (836)
el que con su seyello oviera sellado;
no dessó de decir menudo nin granado,
que no lo disso todo por qué avié pasado.
86
mas la su sancta gracia á lo ya acorrido,
á cobrada la carta, si non, fuera perdido.
la cara a Moisés por haber visto a Dios: «Impletisque sermonibus, posuit velamen super faciam suma, quod
ingressus ad Dominum et loquens cum eo auferebat donec exiret, et tunc loquebatur ad filios Israel omnia
87
o como San Andrés quando en la cruz estava;
el Criador en esto poca onrra no'l dava.
quae sibi fueran imperata; qui videbant faciem egredientis Moysi esse cornutam; sed operiebat ille rursus
faciem suma, si quando loquebatur ad eos».
899 a aturó: persistió.
899b elación: soberbia.
900d semencero: el cultivo de la tierra para la siembra, con el sentido metafórico de preparar el alma para el
otro mundo. Véase Thomas M. Capuano, «Semencero in Berceo'o Milagros», Journal of Hispanic Philology,
8, 1984, 233-238.
901 a pedir culpa: pedir perdón.
901 ((856)b I perdonaronle.
903 (858)a I buenaventurado.
88
Assí lo diz San Paulo, el buen predicador, 905 (860)
que fue leal vasallo de Dios, Nuestro Sennor,
que todas la leyendas que son del Criador,
todas salut predigan del omne peccador.
905 a Romanos, 15,4: «Quacumque enim scripta sunt ad nostram doctrinam scripta sunt, ut per patientiam et
consolationem Scripturarum spem habeamus.»
907 (862)b I vernie valer.
909 (864)c I mantegamos.
910 910 (865)b I tan prestable medicina; 910 (865) aparece en el folio 150r del ms. puesto que fue omitida
añade peccador». Además, se escribe que «Este milagro es el último en el otro códice», y añade otra mano:
«y así le viene mejor la última copla de arriba».
89
LIBRO DE ALEXANDRE
Libro de Alexandre. Estudio y edición de Francisco Marcos Marín. Madrid: Alianza Universidad, 1987. e:
1:26., pp. 91-95. (Manuscritos O y P y fragmento de Medinaceli).
Las notas de esta edición se dividen en dos clases: las notas al texto, que precisan las variantes que aparecen
en los manuscritos, para que el lector reconstruya, si le place, de otra manera, y las notas generales a
problemas frecuentes, que se encuentran en la sección de notas, donde se explican resumidamente los criterios
tipográficos de la edición.
1 Hasta el verso 7c inclusive se comparan los textos de O, P y Med. Las cuatro primeras estrofas componen
una introducción original, diferenciada de la Alexandris y del Roman d' Alexandre. a "Sennores" s falta en
Med.; Med coincide con P, cfr. si; Med "quissieredes", O "quisierdes", P"queredes"; Med coincide con P, en
O "mio"; b mio en O; Med "meester", "menster", P "menester"; d si Med coincide con P; non Med coincide
con P, en O "no"; -ie Med coincide con O, en P "podria"; Med coincide con P, en O "de"; d: Med "y", P "e",
O "o"; Med coincide con P, en O "de"; Med "riepto", O "rjeto", P "yerro". 2a Med coincide con O, en P
"menester"; Med "trayo", O "trago", P "traỹgo"; Med coincide con O, en P "jangleria"; b Med coincide con O,
en P "menester"; "es" falta en Med; Med coincide con P, en O "sen"; Med coincide con P, en O "ca"; P
coincide con O, en Med "clerizia"; c P coincide con O, en Med "ffabbar"; Med "quraderna via", O "cuaderna
uja", P "quaderneria"; d Med coincide con P, en O "cuntadas"; Med coincide con P, en O "ca"; P "muy grant";
P coincide con O, en Med <grand>. 3a en P "segunt que yo entiendo quj lo qujsier saber", se sigue el orden de
Med y O; P coincide con O, en Med "quissiere"; O "mio",cfr. mi; Med coincide con O, en P "saber"; b P
"muy grant"; P coincide con O, en Med "grand"; c Med coincide con P, en O "bonas" Cfr. -ue-.
4 ab Orden de Med y O, en P: b a; a P coincide con O, en Med "grand"; Med coincide con P, en O "nen"; Med
coincide con P, en O "nouas" cfr. -ue-; Med coincide con P, en O "fazer"; b Med coincide con O, en P "en";
Med "acoger", P "acoier", O "coger"; c Med coincide con O, en P "Jhesu Christo"; P coincide con O, en Med
"uos"; Med coincide con P, en O "lexe"; d Med coincide con P en O "aquel"; Med coincide con P, en O
"pecarmos".
5 el contenido de 5, 6 deriva de la Alexandreis. a Med coincide con O en P "fer"; P "que fue de"; O "noble
pagano"; b P coincide con O, en Med "grand"; Med coincide con P, en O "esforçio"; Med "&de coraçon"; c
Med coincide con P, en O "conqujsto"; Med coincide con P, en O "todel"; Med coincide con P, en O "metiol";
90
que fue de grant esfuerço de coraçon loçano
conquiso todo el mundo metio-lo so su mano
te[r]ne-[m] si lo cunp[liere] por non mal escriuano
Med coincide con O, en P "ōu"; d Orden de Med; en O "que soe bon escriuano"; Med "ternem", O "terne", P
"tenerme"; Med coincide con P, en O "se"; Med cunpliere", O "compriere", P "cunplo".
6 a Med coincide con O, en P "el"; Med "prinçep", P "prinçipe", O "prinçepe"; en P "Alixandre", cfr.
Alexandre; b en P "que fue de grañt esfuerço e de grañt sapiençia"; Med "franco", O "franc"; Med coincide
con O, en P "e"; Med "fardido", O "ardit"; Med coincide con O, en P "e"; P coincide con O, en Med "gra nd";
Med "sabiencia", O "sabencia", P "sapiençia"; c "a" falta en O; Med coincide con O, en P "Porio"; P "a
Dario"; O "dos Reys"; P coincide con O, en Med "reyes"; P coincide con O, en Med "gra nd"; Med coincide
con O, en P "tenençia"; d P coincide con O, en Med "nunqua"; orden de P; en O "nunca conosçio [[ome su
par en la sufrençia]]" Med "atentencia", P "atenençia", O "sufrençia". 7a P coincide con O, en Med "yfante";
en P "Alixandre", cfr. Alexandre; b Med "empezo", P "empeço", O "començo"; Med coincide con P, en O
"demostrar"; P coincide con O, en Med "grand"; c P coincide con O, en Med "nunqua"; P coincide con O, en
Med "marmar"; Med coincide con O, en P "leyte"; Med "meger", O "mugier", P "muller"; d falta el verso de
Med, se sigue, por tanto, la comparaciòn entre O y P, se escribe en cursiva cuando se elige texto de O y en
negrita cuando se elige texto de P; en O "se", cfr. si; p "que fuese"; en O "fue".
8 a orden de O, métrica; P "Conteçieron"; O "estinfant", P "este jnfañt" amétrico. b O "canbiado" cfr. 23; P
grupo "reziente nados", cfr. 865c; c O "colouro"; d Alexandre; O "todesto", P "todo esto" amétrico.
91
11 Aun auino al en el su naçimiento
fijos de altos condes naçieron mas de çiento
fueron pora serui-lo todos de buen talento
en escrito yaz esto sepades non uos miento
11a O "aujeno"; P "aujno mas al" amétrico; O "naçemiento"; b O "naçioron"; P "mas que" se prefiere la forma
"mas de", común en 17 ocasiones, cfr. 167b; c P "serujre" leísmo del XV; cfr. -ue-; O "taliento", "talento" es
común en 86c; d P "escripto yas" si una forma está abreviada y otra no elegimos la completa; P "que non",
cfr. 1505c.
12 a P "entendido" no rima; b O "esforçio" cfr. 983a; d P "apenas" amétrico.
13 a P "con", cfr. 564d; b P "ñjño conqujstara" amétrico; O "ençianas", P "ydjanas"; cfr. gentes; c cfr. Filipo; P
"Oljnpas"; O "son"; d O "esto". 13a P "con", cfr. 564d; b P "ñjño conqujstara" amétrico; O "ençianas", P
"ydjanas"; cfr. gentes; c cfr. Filipo; P "Oljnpas"; O "son"; d O "esto".
14 a O "magar", P "mager"; cfr. -ie; b O "azie"; d P "conujene"; O "que nos" amétricos.
15 b O falta "non"; P "njño"; P "arrabado" no aparece en el texto común, trante a 21>acabado<; c O "&
92
que uençio los maestros a poca de sazon
18 a rima en -ie; b O "nunca oya razon que en coraçon non tenia" es confusión con d; c O "sil mas
demostrassen" P <le> amétrico; d O <coraçon> amétrico.
19 a P "apoderaua" amétrico; b O "Natanao", cfr. Alexandreis I, 47: "Nnectanabi"; P "Nethanamo"; O "dezian",
la fórmula común es siempre "dizen"; c O "ruydo", común una vez, "roydo" es comùn las diez veces restantes,
d P "todo el" amétrico.
20 a O "infante", O "ruydo" cfr. 19c; b cfr. non; c O "despennos", P "de vna"; O "ouo de" cfr. 1900d, 2058d; d
dos veces común, >camb-< nunca; O "& fues" amétrico, P "fue"; P "demudado" asonante; c P "mager blanco
eran" amétrico; P "se fue".
93
sameiaua enfermo de fiera malentia
dezia ay mesquino quando ueere'l dia
que pueda rancurar esta sobrançaria
24 a O "Comia todos labros"; b P "maletia"; c >dezie> común en 1121d; O "dezia", P "disia"; O "ueere el"
amétrico, P "vere el", pero >ueer< común en 393c; d P "Restaurar"; P "soobracania".
25 a P "Esy" amétrico; O "mio"; O y P coinciden en >non melo deuedar>, [a] es imprescindible por el sentido,
el verso queda amétrico, puede pensarse en "nomblo" o "non mel'a"; b P "pasare en Erupa e pasare",
anticipaciòn sin sentido; d P "auer me ha"; >commo< es frecuentemente común, (en O con grafía >como<)
nunca >cuerno<; P "fijo".
26 a P "honrra" carece de sentido; P "veyer"; b O "sopies" amétrico; O "perder"; c P "que"; O "seria"; P "fiera" ,
eligimos la reiteraciòn con >grant porque el grupo grant onta< es común en 676c, esta estrofa es la que nos
obliga a unificar con >prender onta<; d Cfr. ome.
94
LIBRO DE APOLONIO
Mitilene. Tarsania intenta, por todos los medios, alegrar a su padre. Serie de adivinanzas. A polonio acaba
irritándose y, en las quejas de la juglaresa, reconoce a su hija.
Libro de Apolonio. Edición de Carmen Monedero, Madrid: Clásicos Castalia, 1987, pp. 244-262.
489a la infante: vid.163a.
489b merchante: (<francés antiguo merchant, ch con valor africado palatal) 'mercader'.
489c de tú: forma del sujeto para término de preposición, propio del aragonés.
pesante: 'pesarosa'.
489d su<e>: estrumente es masculino, por lo que es imposible el arcaico sue.-estrumente: vid. nota a 15b, 'su
vihuela'.-parósele delante: 'se colocó de pie delante de él'.
490 Por mi solaz: 'por el placer que recibas de mí'.-tengas: 'creas'.-aontado: verbo creado sobre el francés
honte, 'burla', y éste del germánico haunitha, alternaba con "afrontar", 'deshonrado', 'afrentado', 'rebajado'.
490b tenerte yes por pagado: 'te tendrías por satisfecho'.
490c de buen mercado: 'de poco precio'.
490d por natura: 'por afición espontánea'.-sin grado: 'a disgusto'.
491a linatge: vid. 412b.-parientes: vid nota a 410b, 'padres'.
491b non oso: (<ausare) 'no me atrevo'.-por mìos graues pecados: 'por desdicha'.
95
"Maguer en cuyta biuo, por meior escapar
“busco menester que pueda al sieglo enganyar.
493d menester. 'oficio', seguramente mester. —al sieglo: 'al mundo' en sentido eclesiástico peyorativo. 'gente
mundana, carnal'.
494b auremos que dezir: 'tendremos algo que decir', tendremos motivo para acusarte de malicia'.
c Camya esta posada: 'cambia esta morada, el rincón donde te encuentras'.
d daré guarido: 'curaré'.-ende: (<inde) 'de ahí', 'de ella'.
495 a mucho ál: (<latín vulgar alid) 'muchas otras cosas'.
b mouyó. 'rasgueó', 'tañó'.-natural: puede ser opuesto a semitonal, 'diatónico', como en 178b (Devoto, 309), o
bien 'excelente', según la acepción que Corominas da a esta palabra.
c bien assentadas: 'bien compuestas'.-a senyal: 'prodigiosamente', 'extraordinariamente', cf. "obtuvo una
señalada victoria". En provenzal, "senhal" tiene la acepción de 'milagro', 'prodigio'.
496a deportado: 'entretenido', solazado'.
b pagado: 'satisfecho', 'complacido'.
c granado: 'grande', 'noble'.
d dotrina: 'enseñanza'.
497a si se me aguisare. 'si se me arreglara mi situación'.
96
499 Tornó a Antinágora Tarsiana muy desmayada,
dixol' -"Nós non podemos aquí mejorar nada.
"Mandóme dar diez libras de oro en soldada,
"mas avn por prenderlas non só yo acordada."
97
que por tal lo fiziera que su auer cobrasse.
Tornóse contra ella, mandóle que preguntasse.
98
510 -"Bien, dixo Tarssania, as a esto respondido;
"paresçe bien que eres clérigo entendido.
"Mas, por Dios <te ruego>, pues que eres en responder metido,
"ruégote que non cansses & tente por guarido:
Apolonio, éste no conoce todavía la identidad de la juglaresca para llamarla por su nombre.
515b verná: futuro de venir con síncopa y metátesis, 'vendrá'.
99
516 "Tres demandas tengo que son assaz rafeçes.
"Por tan poca de cosa, por Dios, non enperezes;
"si demandar quisieres, yo te daré las vezes."
c mintrosa: 'mentirosa'.
518a rayda: (<radere 'rasurar') 'sin pelo'.
519a desbaratado:'despojado de todo a causa del naufragio'.
b éssa: hace mención a 'la pelota', cf.144 a 151 (Historia, XLIII: "Nam sphera est").
520a negro [nin blanco]: adición de Marden (I, 61).
520c rendar: Marden (I, 61) lo cambia por render 'vencer', pero es *reimitare > remdar > rendar, 'remedar',
que es lo que el espejo hace con quien se pone delante.-refertero: (<*referitare <referre 'replicar') 'el que da la
réplica', y, también, 'pendenciero'.
d valo: (<valeo) 'valgo' la g actual, contagiada, ha venido a ocupar el lugar de la yod.
521a bufón: 'buhonero'.
100
522 -"Quatro ermanas ssomos, sso vn techo moramos,
"corremos en pareio, ssienpre nos segudamos,
"andamos cada 'l día, nunq<u>a nos alcançamos,
"yaçemos abra[ç]adas, nunq<u>a nos ayuntamos."
522a ermanas: s final emborronada.-[moramos] añadido por Marden (I,61) porque falta la palabra portadora
de la rima.
d ms. abracadas, que podría darse por válido, pues existe 'abracar' como variante etimológica de "abarcar"
<*abbrachicare, con sentido de abrazar'; se dan ejemplos en Villena y está vivo en América.-ayuntamos: la u
escrita sobre una n.
522 Sobre la permanencia de este acertijo vid. Pérez Vidal, 92.
b segudamos: (<*secutare) 'perseguimos'.
c cada 'l día: 'durante todos los días' con su valor primitivo de distributivo.
d abraçadas: 'unidas por el eje del carruaje'.-ayuntamos: (<adjunctare) 'juntamos'.
523a qüestión: 'pregunta'.
d sazón: (<sationem) 'ocasión'.
524b de qüenta: 'en la cuenta, cómputo'.
d sse dexasse: 'desistiese'.-paz: rima asonante.
525a de mí seyer pagada: 'estar contenta de mí'.
b pidiste: con inflexión analógica de las formas con yod, 'pediste'.-te he abondada: 'te he concedico
ampliamente'.
c anyader: vid. nota a 28c.
d vete luego tu vía: 'márchate', 'sigue tu camino', resto del acusativo interno latino.-'no me digas nada más'.
526a lo. anáfora de más.
c Ternyé: (<tenere+habebat > tener hía, con síncope y metátesis, nr > rn) 'tendría.-lo: 'que me hicieras olvidar
mis penas y mi juramento'.
d toldría. (<toller ía, con síncopa de la e, despalatalización de ll >i y epéntesis de d) 'apartaría'.
527a predicar: 'sermonear', 'reprender'.
101
que en otra leticia le pudiesse tornar.
Con grant cuyta que ouo non sopo qué asmar,
fuele amos los braços al cuello a echar.
b leticia: 'alegría'.
c cuyta: 'pena', 'congoja'. .
528a óuosse a enssanyar: 'se enfureció'.
b fellonía: 'irritación', 'ira'.
c ferida: 'golpe'.
d le ouo ensangrentar: 'le ensangrentó'.
529a fue yrada: 'se enfadó', 'se irritó'.
b rencuras: 'penas'.-ementar: 'recordar'.
d fuesse entrado: hoy con infinitivo 'por no haber entrado'.
530a fuy nada: 'nací'.
b aontada: vid. 115c, 'afrentada', 'avergonzada'; alternaba con "afrontada".
c tierra agenas: vid. nota a 382a.-sorostrada: (<sub + rostrum + -ata) 'afrentada'
531b diste: 'transmitiste'.
531c peligreste: analógica de la persona yo "peligre", 'estuviste a punto de naufragar'.
531 d quen: 'que me'.-afogarme: 'abortarme' (Marden, s.v. afogar). Gesta, 487: "quomodo suffocasti", 'cómo
102
533 "A mí touo a vida por tanto pesar tomar,
"diome a Dionisa de Tarsso a criar;
"por derecha enbidia quísome fer matar.
"Si estonçe fuesse muerta non me deuiera pesar.
533a 'A mí pudo conservarme con vida para sufrir, luego, tantos pesares'.
c derecha: 'bien fundada'.
d fuesse muerta: resto de la pasiva perifrástica latina 'hubiese sido muerta, asesinada'.-non me deuiera pasar:
'no me debía haber pesado'.
534a 'Me libré, por desgracia, de la muerte'.
b acorrieron: 'ayudaron', 'salvaron'.
c non es de prestar: 'es indigno'.
535a ualler: doble l con valor de simple, 'ayudar'.
b me uençer: 'lograr nada de mí'.
d por: sentido del per latino, 'por medio del cual'.-loguer: vid. 429b.
536a me: dativo de referencia, 'en cuanto a mí'.
536b a omne que: la preposición del relativo atraída por el antecedente, 'hombre a quien'.-buscaua:'buscaua
darle'.
537 a pesada: 'penosa'.
537 b Elipsis del que subordinativo, 'si de tu hija supieses que sufría tan grave afrenta'.
537 d onde: 'por lo cual'.
538b çiminterio: (<griego koimeterion 'dormitorio'); la forma actual 'cementerio' no la data Corominas hasta
1400; en la palabra medieval: la segunda i por iotacismo, la primera por asimilación y, junto con la n, por
contagio con "cimiento",con yod romance.
d 'obedeciendo a gente de inferior linaje'.-de mí: comparativo con de como herencia de la posibilidad latina
de ablativo en el segundo término.
103
"tráyenme como a bestia ssienpre por los mercados,
"de peyores de mí faziendo sus mandados."
104
diziendo: -"Ay, mi fija, que yo por uos muría,
"agora he perdido la cuyta que auía.
"Fija, non amanesçió para mí tan buen día.
544b muría: 'moría' u analógica de verbos con ō larga, que inflexionan por influencia de formas con yod.
También, con ŏ breve, tenía parecido tratamiento "dormir", todavía hoy "durmió", "durmamos".
546 Venit, ferit, echat, corret, alçat, penssat: la -t final de imperativo representa el archifonema /d,t/ con una
realización, lo más probable, algo interdental y algo asibilada.
b ferit palmas e cantos: 'aplaudid y entonad canciones'.
c coberturas. 'gualdrapas que debían llevar los caballos que corrían en las fiestas' (Cantar, III, 610).
d tablados: 'tablados', 'castillejos de tablas', "hacíase muy elevado y los caballeros lanzaban a él sus varas a
lanzas, para probar de alcanzarle y de quebrantar alguna de las tablas de que estaba hecho" (Cantar, III, 861).-
quebrantarlos: seguramente sería con asimilación, quebrantallos (Solalinde, 189), aunque cantos queda en
rima asonante.
547c prometida: su signo de abreviación para ro es el mismo que el de palabras como "prouado" (339a); en
cambio, para er, re, aparecen tres diferentes, pero ninguno como el de ro; por todo ello es más segura la
lectura prometida, como hace Marden (I, 64), que permitida. Prometida (<promittere) sería un cultismo
semántico en su primera acepción latina 'dejar crecer', 'dejar seguir adelante'; la acepción 'asegurar' fue una
extensión figurada de la dicha antes.
547 d esta venida: 'esta llegada a Mitilene'.
105
POEMA DE FERNÁN GONZÁLEZ*
VI. CASTILLA CONDADO
Ovo nonbre Fernando esse conde primero 174
nunca fue en el mundo otro tal cavallero;
este fue de los moros un mortal omiçero,
dizien le por sus lides el vueitre carniçero.
* Poema de Fernán González: Edición de Juan Victorio. Madrid: Cátedra, 1981, pp. 83-95.
174ª Fernando es el primer conde de Castilla. Sus antecesores son jueces o alcaldes
174c Omiçero: ‘matador’.
175b Lazrar: ‘penar, sufrir’ Lazrar: ‘penar, sufrir’
176d Castaña: en la lengua medieval, se empleaban sustantivos que designaban poco valor (por ejemplo, figo,
182d, 217c arveja, 223a) para indicar la poca consideración que se daba a algo, fenómeno que por otra parte,
es normal también en el lenguaje actual («me importa un pepino, un comino»).
177 Al igual que en el caso de Castilla, que a pesar de ser pobre y pequeña llegó a ser «cabeza de reinado»
(173d), la crianza del conde nos es mostrada desde su punto más bajo (al igual que en el cantar de Mio Cid,
donde se nos muestra al héroe en su situación más penosa) para dar más mérito a su apogeo. En nuestro texto,
se llega, para tal fin, a distorsionar las cosas, pues ninguna leyenda referente al conde habla de una crianza tan
rústica, sino todo lo contrario. El Arlantino ha querido sin duda reeditar la postura de Wamba, hombre bueno
y campesino que acepta contra su voluntad el reino (28-32).
178d Ms. y MP: «avia el moço quando lo oia muy grand plazer». Z: «avya quando lo oya el moco…». En
106
«Valas me –dixo—Cristus, yo a ti me encomiendo,
en coita es Castiella segunt que yo entiendo.
«perdieron», respetando en segundo hemistiquio. Pero tal solución no es muy segura: en primer lugar, porque
el verso tiene una sílaba más; después, porque el verbo empleado para expresar una situación o resultado es
«fincar», como lo prueba abundantemente el texto; finalmente, porque «perdieron» aparece en el verso
siguiente del Ms., por lo que ambos editores se ven obligados a sustituirlo con «murio».
183b Ms.:«con el pobrezillo…». Como falta una sílaba, MP y Z proponen «con el su…», idea de po sesión que
es innecesaria.
184a Ms.: venían los castellanos a su señor «ver». Como falta una sílaba, MP y Z proponen «veer» (como hacen
107
que yo tome vengança del pueblo descreido,
e cobren castellanos algo de lo perdido,
e te tengas de mi en algo por servido.
108
de dardos e d’asconas peleavan peones,
fazien a Dios serviçio de puros coraçones.
193c Peones: eran los que hacían la guerra a pie (es decir, la infantería de la época). La diferencia entre peones
y caballeros (o caveros) no era tanto desde el punto de vista militar cuanto social: los vocablos designaban (y
aún hoy) las diferentes clases sociales.
194a Cosa: ‘nada’ en este caso.
194b Acorrer: ‘socorrer, ayudar’.
195c MP y Z: «Afirme so», sin más explicaciones. El ya del MS. tiene aquí toda la justificación: apenas es
«en mal ora» por «en mala» también para el cómputo de sílabas, pero Z respeta el Ms. en este caso.
196a Troteros: ‘mensajeros’.
197d Cinco mill legiones es un número evidentemente exagerado, por lo que MP, basándose en PCG; propone
siete y Z se contenta con cinco. La Crónica de Arredondo coincide en cinco mil. Tanto Z como MP, al reducir
la cifra, pretenden hacer más verosímil el relato. Pero, ¿hay algo verosímil en nuestro Poema, donde todo está
deformado con un objetivo bien preciso? ¿No está claro que a una exageración sigue otra? ¿No son obvios los
múltiples forzamientos de la historia, hasta del sentido común?
109
de toda el Almaria traia el apellido:
mayor poder non viera ningun omne nasçido.
199c El Almaria toma aquí la significación de «territorio musulmán», parecido al topónimo más conocido de
Al-Andalus.
199d Ms.: «nunca vyera...». MP y Z «non ovo». ».
200b Muño: ¿se refiere a Piedrehita de Muñó? (cfr. 392b).
200b Ms.: que fuesen en uno…». Pero, a la vista de la estrofa 225c, se impone la corrección.
200c Adelantados: no creo que tenga aquí el valor administrativo que tiene en la terminología jurídica o
diplomática, a saber ‘gobernador de un comarca fronteriza’, como opina Z, sino que más bien se refiere a los
que defendian, militarmente, una frontera. La Castilla del Poema no está aún para aquellas administraciones
más o menos burocráticas. Eso, si no significa aquí «los más allegados al círculo decisorio», es decir, los
consejeros del conde.
201a Ms.: «en que acvordavan»
201c Ms.: «o sy los atenderian». MP: «o si los atendrian».
202a Ms.: «un seso de buen varon».
202c Si: en las exclamaciones ‘que’.
203a MP y Z.: «podiessemos fallar». Pero el impersonal de Ms, no tiene nada de descabellado , teniendo en
Ms.: «debiamos».
203d MP: «por doquier que el omne los pudies amansar». Z propone lo mismo, aunque sin artículo ante omne.
110
Muchos son e sin guisa los pueblos renegados, 205
caveros e peones todos bien aguisados;
somos poca conpaña, de armas muy menguados,
seremos, si nos vençen, todos descabeçados.
emplear están ideados todos, para justificar su misión, que él quiere casi divina. Por ello, se verá obligado a
una actitud muy autoritaria y personalista: si ha reunido a su consejo, no es tanto para prestarle oído como
para que sus caballeros le oigan a él. En la mente del conde, según el Arlantino, está grabado el recuerdo de
los consejos de don Julián al rey Rodrigo, de donde la réplica tan dura de nuestro conde a don Gonzalo Díaz.
211a Pechar: ‘pagar’.
111
Por engaño ganar non ha cosa peor, 212
quien cayere en est’fecho cadra en grand error;
por defender engaño murió el Salvador.
mas val ser engañado que non engañador.
213a Ms. y editores: «lealtad sienpre guardaron». Pero sobra una sílaba. El concepto «sienpre» está ya
encerrado en los versos c y d.
215c y d Falta en el Ms., pero su reconstrucción es fácil gracias a la PCG: «et teniense por debdores de morir
ante que ellos; et catando esto ganaron el buen prez que an».
219a Ms. y editores: «Maguer mucho lazerio mucha coita sofrieron.» Pero, en ese caso, maguer pierde su valor
concesivo. En el verso b, Ms.: «de lo suyo...». MP y Z prefieren la forma «lo son», en contra de 322a y 440d.
215c y d Falta en el Ms., pero su reconstrucción es fácil gracias a la PCG: «et teniense por debdores de morir
ante que ellos; et catando esto ganaron el buen prez que an».
216a Como falta una sílaba, MP y Z vuelven a hacer bisílaba la forma «seer», como en 161d.
216c Saña vieja: ‘rencor antiguo, guardado’. El conde previene de sus posibles errores (que no los tendrá,
claro) e invita a sus paisanos y súbditos a guardarle una fidelidad incondicional. Esta vieja saña será el leit-
motiv de varios cantares: el Romanz del Infant García y el Cantar de los 7 infantes de Salas.
218 Las correcciones están basadas en el texto de la PCG.
112
eran en poca tierra pocos omnes juntados,
de fanbre e de guerra eran mucho lazrados.
219a Ms. y editores: «Maguer mucho lazerio mucha coita sofrieron.» Pero, en ese caso, maguer pierde su valor
concesivo. En el verso b, Ms.: «de lo suyo...». MP y Z prefieren la forma «lo son», en contra de 322a y 440d.
223 Faltan dos versos enteros en el Ms., que MP y Z consideran el segundo y el tercero. La PCG no es de gran
ayuda en este caso, pues repite la lección del Ms., cambiando «lobo» por «león». En cuanto a la lección aquí
propuesta para c, se basa en la tradicional oposición entre esos animales, como se puede observar en el Libro
del Buen Amor, 87a.
223a Arveja: ‘algarroba’: ocurre como una castaña y figo (véase).
223c Golpeja: ‘vulpeja, zorra’.
113
cavalgo en su cavallo, partio’s de sus conpañas,
por ir buscar el puerco, metio s’por las montañas,
fallo lo en un arroyo çerca de Vasquebañas.
226a Ms.: «el conde F. G.». MP y Z: «el cond F. G. » Este sustantivo jamás aparece apocopado en el Poema.
Por el contrario, el hemistiquio que aquí se propone es muy frecuente (cfr. 230a, sin ir más lejos).
226d Vasquebañas: topónimo no identificado. La cueva y la ermita se encuentran sobre el Arlanza, a muy
Un episodio casi calcado aparece en las Mocedades de Rodrigo: el rey Sancho Abarca persigue otro jabalí, el
cual se refugia tras el altar de una ermita, oculta en una cueva, consagrada a San Antolín, patrono de Palencia.
Al ir a alcanzarlo, y por no respetar el lugar sagrado, ocurre un milagro: el brazo del rey queda paralizado.
228a Ms.: «...una piedra techada». MP y Z: «una yedra çercada». No parece imposible que la yedra cubra el
reposición de la rima en –uda (también llevada a cabo por MP y Z, así como en las estrofas 403 y 702) es
posible por la dualidad de formas de ciertos participios, como se puede observar en la misma PCG.
114
Quando ovo el conde la oraçion acabada, 233
vino a el un monje de la pobre `posada,
Pelayo avia nonbre, vivie vida lazrada,
pregunto le quien era e qual era su andada.
233a Ms.:«Quando la oraçion ed conde ovo acabada», que Z respeta; MP: «quando la oraçion ovo ‘l cond...».
233d Ms.: «saludol e preguntol». MP y Z: «salvol’ e preguntol’...». Uno de los verbos sobra. M i correción se
basa en la PCG.
234b Arredrar: ‘apartarse’.
235 En el Ms. esta estrofa consta de cinco versos. Después del c, se lee: «darte yo del agua que non tengo
vino».
235a Recudir: ‘responder’.
235c Ordio: ‘cebada’.
235d Contra: (o escontra, 237a), además del significado actual, significaba también «para con, con respecto a,
en dirección de».
236ª Se repite aquí el mismo fenómeno que en 226ª.
236-7 MP supone la falta de una estrofa entre estas dos, basado en una pequeña frase de la PCG: «et finco alli
aquella noche, et recibio el hospedado daquel sancto fadre». Pero todo está supuesto en.
236d Desde aquí, pues, difieren en la enumeración de las estrofas de su edición y ésta.
238b Ms.: «...quitaras la vida». Pero cfr. 111a, entre otros muchos casos.
115
Non quiero mas dezir te de toda tu andança, 239
sera por todo el mundo temida la tu lança;
quanto que te yo digo, ten lo por segurança,
dos vezes seras preso, crei me sin dudança.
Departir: ‘explicar’.
244b Ms.: «quando ovyeres tu el buen conde...».
244c Ms.: «...que somos convento laçrado».
245 Obsérvese que, ahora que el monje empieza a suplicar, pasa de tú al vos
245c Ms. y editores: «mas si Dios non nos envia...». Pero sobra una sílaba.
245d Avitamiento: ‘casa’.
116
quanto que demandastes ser vos ha otorgado,
conosçere a donde me diestes ospedado.
117
POESÍA HAGIOGRÁFICA
VIDA DE SANTA MARÍA EGIPCIACA *
Fol. 65r Oít, varones, una razón qua el que descreye del Criador
en que non ha si verdat non; non puede aver la su amor.
escuchat de coraçón, El pecado non es criatura,
sí ayades de Dios perdón. 40 mas es viçio que viene de natura.
5 Toda es fecha de verdat, Dios del çielo non crió pecado,
non á y ren de falsedat. maguer que es en todos homes ssentado;
Todos aquellos que a Dios amarán en todos omnes es asentado
estas palabras escucharán; malo nuestro pecado;
e los que de Dios non an cura 45 en todos omnes priso ostales,
10 esta palabra mucho les es dura. esfórçalos de fer todos males.
Bien sé que de voluntat la oirán Qua non es nul homne nado
aquellos que a Dios amarán; que atán bien seya castigado,
essos que a Dios amarán tanto non puede seyer castigado
grant gualardón ende reçibrán. 50 que non faga algún pecado.
15 Si escucháredes esta palabra, Los apóstoles que a Dios servieron
más vos valdrá que una fabla. mucho pecaron e mucho fallieron;
e una dueña que avedes oída que non se deven maravillar
quiérovos conptar toda su vida, de algún omne sil’ veyen pecar,
de Santa María Egipçiaqua, 55 mas daquel es grant maravella
20 que fue una dueña muy loçana, que siempre duerme e nunqua vela.
et de su cuerpo muy loçana Quien en sus pecados duerme tan fuerte
quando era mançeba e niña. non despierta fasta que muere;
Beltad le dio Nuestro Señor quando el cativo de muerte se siente,
por que fue fermosa pecador, 60 essa ora se arrepiente.
25 mas la merçet del Criador Pues que el omne se quiere morir,
después le fizo grant amor. tarde se puede ya repentir.
Esto sepa todo pecador Segunt dize Sant Agostín,
que fuere culpado del Criador: ya non es buena aquexa fin,
que non es pecado 65 que pues que a la muerte viene
30 tan grande ni tan orrible nin puede fer mal nin biene.
que non le faga Dios perdón Quando yaze muerto,
por penitençia o por confessión; nin puede façer derecho nin tuerto;
quien se repinte de coraçón, estonçe dexa la malveztat
luego le faze Dios perdón. 70 quando non ha potestat.
Fol. 65v Si más durasse su vida,
35 Los que prenden penitença más farié aun de enemiga.
bien s’en guarden de descreença, Mas qua[n]do s’en va el alma mesquina,
* Vida de Santa María Egipciaca en Carina Zubillaga. Poesía narrativa clerical en su contexto manuscrito. Estud i o y
edición del Ms. Esc. K-III-4 (Libro de Apolonio, Vida de Santa María Egipciaca, Libro de los tres reyes de Oriente ).
SECRIT, Buenos Aires: 2014, pp. 128-184.
118
¿quí fará más melezina? maldize essa hora en que tú nasçiste,
75 Non es ninguno que la salve, porque su consejo non presiste”.
sino es Dios, si a Él plaze. La madre assí la castigava
Fol. 66r Todos sabemos que será e de sus ojos llorava.
que cada uno avrá lo que mereçerá. 125 María poco lo preçiava,
Esta de qui quiero fablar que mançebía la governava.
80 María la oí nombrar. Pues que XII años hovo de edat,
El su nombre es en escripto, con todos faze su voluntat;
porque nasçió en Egipto. a ninguno non se querié vedar,
De pequeña fue bautizada, 130 sol’ que aya algo quel’ dar.
malamientre fue enseñada. E después le vino acordar
85 Mientre que fue en mancebía, que dexasse su linatge;
dexó bondat e preso folía; por más fer su voluntat,
tanto fue plena de luxuria irse querié de la çibdat.
que non entendié otra curia. 135 María se va en otro regno
Porque era bella e genta, por acabar más de preçio.
90 mucho fiava en su juventa; Sus parientes todos dexó,
tanto amava fer sus plaçeres assí que más nunqua los vio.
que non ha cura d’otros averes, Sola salló como ladrón,
mas despender e desbaldir, 140 que non demandó conpañón;
que nos’ membrava de morir. en su camino entró María,
95 A sus parientes se dava, que non demandava conpañía.
a todos se baldonava. Una aveziella tenié en mano,
Bien creyo que daquel tiempo assí canta ivierno como verano;
non fue fembra de tal enxemplo; 145 María la tenié a grant honor
ninguna que [non] fuesse María porque cada día canta d’amor.
100 non fue plena de tan gran luxuria. En Alexandria fue María,
Sus parientes, quando la veyén, aquí demanda alverguería;
por poco que se non murién. allá va prender ostal
Non preçiava su castigamiento 150 con las malas en la cal.
más que si fuesse un viento. Las meretriçes quando la vieron
105 “Fija cara, dixo su madre, de buenamiente la recibieron;
¿por qué non creyes al tu padre? a gran honor la reçibieron
Si tú mantovieres el m[e]nesterio por la beltat que en ella vieron.
nós ende avremos grant façerio. 155 Los fijos de los burzesses mandó llamar,
Por ti ruego, fija María, que la viniessen mirar.
110 que tornes a buena vía. Ellos de ella avién grant sabor,
Quando desto te avrás partido, que tal era como la flor.
nós te daremos buen marido; Fol. 67r Todos la van cortejar
non es derecho que seyas perdida 160 por el su cuerpo acabar.
por mengua d’aver en nuestra vida. Ella los recibié de volenter
115 Fija, tú eres de grant natura, porque fiziessen su plazer;
¿por qué estás en mala ventura? e por fer todo su viçio
Que deves aver honor los mantenié a grant deliçio.
como otras de linatge peyor. 165 En bever e en comer e folía
Fol. 66v Tu padre te ha airado, cuidava noche e día.
120 non será en su vida pagad[o]; Quando se leva de yantar,
con ellos va deportar; 215 ojos negros e sobreçejas,
tanto quiere jugar e reír alva fruente fasta las çernejas;
170 que nol’ miembra que ha de morir. la faz tenié colorada,
Los mancebos de la çibdat como la rosa quando es granada;
tanto les plaze de la beltat boqua chiqua e por mesura
que cada día la van a veyer, 220 muy fermosa la catadura;
que non se pueden della toller. su cuello e su petrina,
175 Tantas hi van de co[n]pañas tal como la flor del espina;
que los juegos tornan a sañas; de sus tetiellas bien es sana,
ante las puertas, en las entradas, tales son como maçana;
dávanse grandes espadadas. 225 braços e cuerpo e todo lo ál
La sangre que dellos salía blanco es como cristal.
180 por medio de la cal corría. En buena forma fue tajada,
La cativa, quando lo vedié, nin era gorda nin muy delgada;
nula piedat no le prendié. nin era luenga nin corta,
El que era más faldrido, 230 mas de mesura bona.
aquel era su amigo; De su beltat dexemos estar,
185 el que vençié, dentro lo cogié, que non vos lo podría contar.
el que murié, pocol’ dolié Contarvos é de los sus vestimentes
Sil’ murién dos amigos, e de los sus guarnimentes:
ella avié cinqüenta bivos; 235 el peyor día de la semana
e por alma del ques’ murié non vistié paño de lana;
190 ella más de un riso non darié. assaz prende oro e argento,
Los que por ella eran plagados bien se viste a su talento;
non eran della visitados; brial de xamit se vistié,
más ama con los sanos jugar 240 manto ermiño cobrié;
que los enfermos visitar. nunqua calçava otras çapatas
195 En Alexandria era María, sino de cordován entretalladas,
así se mantenié noche e día. Fol. 68r pintadas con oro e con plata,
En Alesandria es venida, cuerdas de seda con que las ata.
ahí mantenié aquesta vida. 245 Atanto era de buena entençión
En tal hora hí fue entrada que a todos tornava razón,
200 que toda la villa fue mesclada, así al loco como al sage,
Fol. 67v e tanta sangre fue derramada todos la tienen por de paratge.
que toda la villa fue menguada; Tanto era buena fablador
e las villas de enderredor, 250 e tanto havié el cuerpo gençor,
todas eran en grant error. que un fijo de emperador
205 De la beltat e de su figura, la prendría por uxor.
como dize la escriptura, Los omes de la cibdat
ante que diga adelante todos la amavan por su beltat.
dirévos de su semblante: 255 Todos dizién: “¡qué domatge
de aquel tienpo que fue ella, desta fembra de paratge!
210 depués no nasció tan bella; De todas cosas semeja sabida,
nin reína nin condessa ¿cómo passa tan mala vida?
non viestes tal como esta. Bien deve llorar esta mesquina juventa
Redondas avié las orejas, 260 porque nasçió tan genta”.
blanquas como leche d’ovejas; En el mes de mayo un día
120
levantósse essa María; Allí respuso éssa:
salió al muro de la çibdat 310 “Yo, dize, he buen cuerpo;
por demostrar su beltad. este les daré a gran baldón,
265 Cató ayuso a los puertos, que non les daré otro don.
on solía fer sus depuertos. Non les daré otro loguero,
[Vio] una galeya arribar, que non tengo más d’un dinero”.
que estava dentro en la mar; 315 Oyó esse varón esta folía,
llena era de pelegrinos, non pudo estar que non se ir[í]a;
270 non avía hí omnes mesquinos; quando la oyó dezir aquel jovent,
plena era de romeros, dexóla estar e partiósse den.
de ricos omes e cavalleros. María subió suso;
Todos ivan en romeatge 320 en él non le ha qui dar consejo ninguno.
a Jherusalem de buen oratge; Vistié un paño d’Alexandria,
275 mucho se quexavan de andar, en mano tenié una calandria
que ellos hí cuidavan estar –en esta tierra le dizen triguera–,
a una fiesta que es añal, non hí á ave tan cantadera;
grande e general: 325 e prísola en su puño,
el día de la Açensión, apriessa decende del muro;
280 quando avría hí grant processión. e atanto se cuitó
Allí posaron en est logar, que a la posada non tornó.
que allí querién fer su yantar; Fol. 69r Metiósse a grant andadura,
querién un poco folgar, 330 como la lieva su ventura;
e depués que pensasen de andar. corriendo va por la carrera,
285 Mançebos avía hí livianos, aína vino a la ribera;
que se tomaron de las manos; a los mançebos saluó,
Fol. 68v metiéronse a andar, su coraçón les mostró:
por las riberas van solaza[r]; 335 “Dios vos salve, jóvenes,
corriendo van por la ribera, semejádesme buenos omes.
290 jugando por la eglera. Yo só de muy lueñe
Quando se aperçibió María, e só fembra deserrada;
non pudo estar que non se iría. en tierras de Egipto fuy nada
Cerqua sí vio un omne estar; 340 e aquí fuy muy desaconsejada.
Començól’ a demandar: Non he amigo nin pariente,
295 “Por Dios me digas tú, señor, vo mal e feblemientre;
sí de Dios ayas amor, e fervos é sagramento
aquellos que salen del drumón que non é oro ni argento.
a quál parte van o qué omnes son. 345 Júrovos por Dios verdadero,
Si me podría con ellos ir, non he comigo más de un dinero.
300 grant talant é daquí salir; Fevos aquí mio tresoro,
irme querría daqueste logar, mi argente e todo mi oro.
non he talante daquí estar”. Si en la nave me quisiéredes meter,
Allí respuso aquel varón, 350 servirvos é volenter;
de lo que demanda díxol' razón: conbusco me iré a ultramar,
305 “Esto sé yo bien de plan: si me quisiéredes levar.
que aquellos en Jherusalem van; Por levar una mesquina
si tú oviesses que les dar, non saldredes más tarde a riba.
ellos te podrían levar”. 355 Si vós esta limosna fer podedes,
121
más aína arribaredes. Llorando seye en la marina,
Por Dios vos ruego e por caridat non sabe ques’ faga la mesquina;
que conbusco me levat”. 405 non conoscié home nin fembra,
Quando le oyeron esta razón, aquella tierra nada nol’ sembla;
360 no ý hovo qui dixiés’ de non. non sabe por quál man[er]a
Luego a las manos la prisieron pueda bevir en aquella tierra.
e dentro en la barqua la metieron. Fol. 70r A la postremería dixo:
La barqua van rimar 410 “Yo iré a Jherusalem la çibdat.
e luego se meten a la mar. A mi menester me tomaré,
365 Luego alçaron las velas, que bien me governaré”.
toda la noche andan a las estrellas; E llorosa e desconsejada,
más de dormir non á ý nada, en Jherusalem entrava.
que María es aparellada. 415 Mas non dexó hí de pecar,
Fol. 69v Tanto la avía el diablo comprisa, ante començó de peorar.
370 que toda la noche andó en camisa. Agora oít quál perdiçión
Tolló la toqua de los cabellos, antes de la Açensión.
nunqua vio omne más bellos. Ella fue tan peyorada,
Primerament los va tentan[d]o, 420 mejor le fuera non fues’ nada.
después los va abraçando; Los jovens homnes de la çibdat
375 e luego se va con ellos echando, tanto son pressos de su beltat
a grant sabor los besando. que todos fazién con ella su voluntat.
Non avía hí tan enseñado, El día vino de la Ascensión;
siquier viejo, siquier cano, 425 allí fue grant proçessión
non hí fue tan casto de los pelegrinos de ultramar,
380 que con ella non fiziesse pecado; que van a Dios rogar.
ninguno non se pudo tener, Los buenos omnes e los romeros
tanto fue cortesa de su mester. al tenplo van a rogar a Deus.
Quando ella veye las grandes ondas, 430 Non se perçibió María,
tan pavorosas e tan fondas, metiósse entr’ellos en conpañía;
385 e las lluvias con los vientos grandes metiósse entr’ellos en proçessión,
que trayen las tenpestades, mas non por buena entençión.
non le prende nul pavor Los pelegrinos, quando la veyén,
nin llama al Criador; 435 su coraçón non gelo sabién,
antes los comiença a confortar que si ellos sopiessen quién era María
390 e conbídalos a jugar. non avrién con ella conpañía.
Ellos tanto la querién A las puertas vinién a los grados
que toda su voluntat conplién. e al templo son entrados.
Grant maravilla puede omne aver, 440 Dentro entró la conpañía,
que una fembra tanto puede fer. mas non ý entró María.
395 Mas non era aquella noche En la grant priessa se metié,
que el diablo con ella non fuesse; mas nula re nol’ valié,
bien la cuidava engañar, que assí le era assemejant
qu’ella peresçiesse en la mar; 445 que veyé una gente muy grant
mas non le fizo nengún tuerto, en semejança de cavalleros,
400 que Dios la sacó a puerto. mas semejávanle muy fieros;
Quando fue arribada, cada uno tenié su espada,
dolienta fue e deserrada. menazávanla a la entrada.
122
Fol. 70v tú seyas oy de mí melezina;
450 Quando querié adentro entrar, a las mis llagas que son mortales
arriedro la fazién tornar. non quiero otros melezinables.
Quando vio que non podié aver la entrada, En tu Fijo metré mi creyença,
atrás faze la tornada. 500 tornarme quiero a penitençia;
Allí está muy desmayada, tornarme quiero al mio Señor,
455 a un requexo es assentada; a tú metré por fiador;
aquí comiença a pensar en toda mi vida lo serviré,
e de coraçón a llorar; jamás d’Él non me partiré.
d’amas manos tira a sus cabellos, 505 Entiéndeme, dueña, esto que yo te fablo,
grandes feridas dio a sus pechos. que me parto del diablo
460 Viol’ como le era sañudo, e de sus conpañías,
nol’osó pedir consejo ninguno. que no lo sierva en los mios días.
Ella asaz diziendo: “En mal hora E dexaré aquesta vida,
fuy tan pecadora; 510 que mucho la é mantenida;
tan mal consejo hove prendudo e sienpre avré repintençia
465 quando Dios me es assí sañudo; mas faré grave penitencia.
tan só plena de malveztat, Creyo bien en mi creyençia
de luxuria e de maldat, que Dios fue en tu nascençia;
que non puedo al templo entrar 515 en ti priso humanidat,
ni a Dios me reclamar. tú non perdiste virginidat.
470 ¿Qué faré agora, cativa? Grant maravilla fue del padre
¡Tanto me pesa porque só biva!”. que su fija fizo madre;
Del cuerpo le salió un sospiro tan fuerte; e fue maravillosa cosa
dixo: “Dios, dame la muerte”. 520 que de la espina salió la rosa,
Tornó la cara on sedía, et de la rosa [fructo] salió
475 vio una imagen de Santa María; por que todo el mundo salvó.
la imagen bien figurada, Virgo reína, creyo por ti
en su mesura tajada. que si al tu Fijo rogares por mí,
María, quando la vio, 525 si tú pides aqueste don,
levantósse en pie, ant’ella se paró; bien sé que havré perdón.
480 los inojos ant’ella fincó, Si tú con tu Fijo me apagas
tan con vergüença la cató; bien sanaré daquestas plagas.
atán piadosament la reclamó, Fol. 7lv Virgo, por quien tantas maravillas son,
e dixo: “¡Ay, dueña, dulçe madre, 530 acábame este perdón.
que en el tu vientre toviste al tu padre! Virgo, en post partum virgo,
485 Sant Gabriel te aduxo el mandado, acábame amor del tu Fijo.
e tul’ respondiste con grant recabdo. Un nonbre avemos yo e ti,
Tan bueno fue aquel día mas mucho eres tú lueñe de mí;
que él dixo: ‘Ave María, 535 tú María e yo María,
Fol. 71r en ti puso Dios su aman[ç]a,
mas non tenemos amas una vía.
490 llena fuste de la su graçia; Tú ameste siempre castidat,
en ti puso humanidat, yo luxuria e malveztad.
el fi del Rey de la magestat’. El diablo fue tu enemigo,
Lo que él dixo tú lo otorgueste 540 él fue mi señor e amigo.
e por su ançilla te llameste; Tú eres dueña mucho omildosa,
495 por esso eres del çielo reína, e yo só pobre ergullosa
123
e de mi cuerpo luxuriosa. subiósse al çielo al su Padre.
Nuestro Señor amó a ti; 590 Del çielo les enbió conuerte,
545 e pues Él amó a ti, pues non ovieron pavor de muerte;
dueña, ave mercé de mí. Santi Spiritus los enbió,
Tú tienes un tal tresoro, que todas las lenguas les mostró.
más preçiado es que oro. En el çielo seye a la diestra de su Padre,
En ti preso carne el Rey del çielo, 595 tú eres su dulçe madre.
550 que Sant Johán mostró con su dediello, Quando verná al jutgamiento
quando él dixo a el ángel de Dios que jutgará todo este sieglo,
que salvará a todos nós. tú serás mucho honrada
Quando lo oyó el enemigo, como dueña tan preçiada.
nos echó de paraíso. 600 Virgo, reína coronada,
555 El que todo el mundo avié a salvar que del tu Fijo fuste preñada,
le cuidó assí marquar, más eres bienaventurada
como a Adam quando le fizo pecar, que dueña que fuesse nada,
quando lo echó de paraíso quando Aquel quiso de ti nasçer
por la mançana que en boca miso. 605 qu’el mundo ha de defender.
560 Assí cuidó fer al tu Fijo, Assí como es verdat,
mas mucho fue ende repiso; assí me faz oy caridat”.
e por tres vezes le ensayó, Entonçe alçó sus manos amas
mas nada non ende levó. e ayuntó amas sus palmas;
E quandol’ vio armada tan fuerte, 610 a Dios fizo oraçión,
565 por traición le buscó muerte. que la guardasse de tentaçión;
Mucho fue la muerte bien aurada Fol. 72v con su diestra mano se santigó,
porque fue restaurada. su oración acabó.
E si Él non muriesse, Dallí se levó María,
non es homne que paraíso hoviesse. 615 en su Señor novel fía.
Fol. 72 Quando hovo fecho su oraçión,
570 Mas por la muerte fue Él tan forçudo de Dios hovo perdón.
porqu’el diablo es vençudo; Tornó al templo sines dubdança,
el muerto vençió al matador non vio ninguna enparança.
e fincó el falso por traidor. 620 Oyó las oras a grant sabor,
Del infierno quebrantó las çerraduras oró la cruz de su Señor.
575 e todas las enclavaduras Quando la hovo adorada,
pues sacó a los que bien querié, luego de Dios fue aspirada,
que el diablo dentro tenié. e conosçió el mester
Fuera sacó los sus amigos, 625 de Dios e todo su afer.
que el diablo dentro tenié cativos· De sus pecados bien alimpiada
580 sacólos dende por grant oso, a la imagen dio tornada;
levólos al çielo con grant poso. bien mete en ella creyençia,
En el su cuerpo metió el su cuerpo, consejo le pide de penitençia;
rcssuçitó a grant esfuerço. 630 por quál guisa la manterná
A los varones apareció, o a quál parte irá.
585 con ellos XL días moró; Una boz oyó veramente
la ley nueva les mostró, que le dixo paladinamiente:
en la boca los besó; “Ve a la ribera de sant Jordán,
condonólos a su dulçe madre, 635 al monestcrio de Sant Johán.
124
Una melezina prenderás, agora comiença su penitençia;
de todos tus pecados sanarás; e porque sepa de fambre morir,
Corpus Christi te darán 685 non se quiere repentir.
e fuente Jordán te passarán. Dos panes e medio ha en todo su poder,
640 Depués entrarás en un yermo agora sepa Dios que fer,
e morarás hí un grant tienpo. qua destos poco será mantenida
En el yermo estarás, si Dios ayuda non le enbía.
fasta que bivas hí te despendrás”. 690 Mas tanto como ella mas podié,
Quando ella oyó esta santa boz, al andar se metié;
645 en su fruente fizo cruz. en tanto como el día duró,
Afévos María en el camino, ella nunqua se posó.
e encontró un pelegrino; Quando hovo fecho su jornada,
un pelegrino encontró, 695 so un árbol fue albergada;
tres meajas por Dios le dio. allí priso posada,
650 María de voluntat las reçibió, on muchos años fizo morada.
por tres panes las dio. Fol. 73v Sus çapatas e todos sus paños
Aquellos fueron su abstine[n]çia bien le duraron siete años.
tanto como visco en penitençia. 700 Después andido quarenta años
Fol. 73r Al flumen Jordán vino María, desnuda e sin paños.
655 aý priso alberguería; Por grant viento e grant friura
a la ribera del flumen Jordán, desnuda va sin vestidura.
cabo la iglesia de Sant Johán, Un poco come de su pan,
yogo María so un alpendio, 705 después duerme fasta la man.
de los tres panes comió el medio; Nol’ semeja daquel logar,
660 bevió del agua que era santa; para adelante se quiere mudar.
quando la bevió, toda fue farta. Mañana se levantó María,
Lava la tiesta en la onda, contra oriente prende la vía;
de sus pecados se sintió monda. 710 tanto anda noches e días
Mas avié fecho grant jornada e tanto falló ásperas vías;
665 e sintiósse desmayada; atanto entró en la montaña,
en tierra su lecho fizo, montesa se fizo e muy estraña,
non ay coçedra nin batedizo. mas non olvidó noche e día
Poco duerme, que non pudié, 715 de rogar a Santa María.
qu’el lecho duro gelo tollié. Toda hora le miembra lo quel’ dixiera
670 Grant mañana se erguié, e lo que con ella pusiera,
por oír las oras a la eglesia fue. cómo la metiera por fiador
Después subió en unas tablas; ante la imagen del su Señor.
el flumen Jordán passó las aguas. 720 Toda se mudó d’otra figura,
Quando alliende fue passada, qua non ha paños nin vestidura.
675 en grant desierto fue entrada. Perdió las carnes e la color,
María de andar non fina, que eran blancas como la flor;
mas non olvida a la reína, e los sus cabellos, que eran ruvios,
la que metiera por fiador 725 tornaron blancos e suzios;
ante la imagen de su Señor, las sus orejas, que eran alvas,
680 que por su mercé non la dexasse, mucho eran negras e pegadas;
del diablo la anparasse. entenebridos avié los ojos,
En ella mete su creyença, perdidos avié los mencojos;
125
730 la boca era enpeleçida, si el ángel non gelo dio.
derredor la carne muy denegrida; Non es de llorar el su pecado
la faz muy negra e arrugada del cuerpo que assí anda lazdrado.
de frío viento e elada; 780 Antes que viniesse a esse logar,
la barbiella e el su griñón el diablo la quiso tentar,
735 semeja cabo de tizón; e todo lo quisiera remembrar
tan negra era su petrina lo que ella solía amar:
como la pez e la resina; Fol. 74v los grandes comeres e los buenos lechos
en sus pechos non avía tetas, 785 do solié fer sus deletos;
como yo cuido eran secas; mas tanto fue bien aventurada
740 braços luengos e secos dedos, que de todo fue olvidada,
quando los tiende semejan espetos; assí que en toda su vida
Fol. 74r las uñas eran convin[i]entes, non le miembra de tal enemiga;
que las tajava con los dientes; 790 nin vio en toda essa montaña
el vientre avié seco mucho, cosa que fuesse estraña;
745 que non comié nengún conducho; nula mala criatura,
los piedes eran quebraçados, que por el yermo bien va segura.
en muchos logares eran plagados. En muchos logares priso ostal;
E por nada non se desviava 795 si mal yaze pocol’ incal.
de las espinas on las fallava. De Dios pensava, qua non d’ál,
750 Semejava cortés, tanto es su vida espirital.
mas non le fallía hí res. Fuelgue un poco María;
Quando una espina la firía, contarvos é de una abadía
uno de sus pecados perdía; 800 que era en cabo de la montaña
e mucho era ella gozosa e havía hí buena conpaña.
755 porque sufrié tan dura cosa. Mas nunqua viestes una gente
Non es maravilla si es denegrida que a Dios serviés’ tan gente.
fembra que mantiene tal vida, Grandes avían las coronas,
nin es maravilla si color muda 805 sayas visten a caronas;
qui XL años anda desnuda. non avían cura d’estameñas,
760 Tres panes hovo non grandes mucho, ni yazen en lechos ni en cameñas;
aquellos fueron su conducho; por alimpiarse de sus pecados
el primer año son tan duros non calçavan çapatos.
como piedras de muros; 810 Noche e día a Dios servién,
después fueron alvos e blancos sabet por çierto que non durmién.
765 como si del día fuessen amassados. Todo el día estavan en su mester
Cada día metié dellos en su boca, fasta la hora del comer,
mas esto era poca cosa. e quando ivan a comer
Quando este pan fue acabado, 815 non querién hí mucho seyer.
tornó María a las yervas del campo; En pobredat s’en mantenién,
770 como otra bestia las mascava, por amor de Dios lo fazién.
mas por esso non desmayava. Pan de ordio comién, que non d’ál,
Por las montafias corrié, por çierto non echavan hí sal;
las yervas assí las comié. 820 e quando avién grant conducho,
De yervas e de granos landes avían e poco fruto;
775 visco dizeocho años. agua bevían que non es sana,
Después visco veínte que non comió, que non era de fontana.
126
Entr’ellos non avié copdiçia, 870 Estas m[ism]as entenciones
825 ni enbidia nin avariçia. avién estos varones.
Todos son de buena voluntat, De los ojos lloravan sin nengún viçio,
que non querién aver propietat; miénbrales del grant juiçio,
Fol. 75r non querién aver argento ni oro, do los ángeles tremerán
que en Dios es todo su tresoro. 875 del grant pavor que avrán
830 Atanto eran de santa vida quando el grant Rey de la potestat
que ay omne que vos lo diga. verná ser en su magestat,
E quando vinié la quarentena, e delante ellos el fuego ardiente
al primer día fazen su çena. do el diablo tiene grant gente;
Su abat missa les canta, 880 e tantos otros hí entrarán
835 depués todos los comulgava; que nunqua aquá saldrán.
después con ellos çenava, Por esto eran santos,
a todos los piedes lavava; lloros e por grandes plantos.
después les mandava fer oraçión Por escapar daquest’ periglo,
e les fazié luego sermón; 885 por esso pasan tan grant sospiro.
840 pues dexa el sermonar, Quando cumplen su quarentena,
uno a otro los faze besar. antes del jueves de la çena,
El abat a todos besa, el domingo de los ramos
después les abre el uzo de la eglesia; al monesterio son tomados.
a la montaña los enbiava, 890 Al santo abat mucho le plazié
845 a Dios del çielo los comandava. quando a todos los veyé.
Los santos monges ya se partién, Alegre es el pastor con sus corderos
sino [d]os que romaneçién; quando le vinién enteros.
non romaneçién por otro amor, En el monestcrio los faze entrar
sino por servir al Criador. 895 e las puertas faze çerrar.
850 Estos estavan por las oras dezir El abat don Johán bien los curiava,
e por la eglesia servir, fasta que el año passava;
que quando sin oras está la eglesia e quando el otro año vinié,
a Dios mucho le pesa; el abat fazié lo que solié.
mas estavan hí siempre los dos 900 Todos se van a la eglesia;
855 por façer servicio a Dios. abre las puertas, fuera los echa.
Los otros todos se departién, A las montañas los enbiava,
por las montañas se metién. a Dios del çielo los acomandava.
Tanto avién en Dios los coraçones, Los santos monges allí se partieron
que de yervas bivién essos varones. 905 e a las montañas se metieron.
860 Quando uno a otro se veyen, Sus penitencias allí las fazién,
cada uno a su parte fuyen; mas uno con otro non estarién.
e por ventura quando se encontravan Quando se tornó a su diestra partida,
uno a otro non se fablavan. que mucho era de buena vida,
Do la noche le prendié, 910 don Gozimás era su nombre,
865 cada uno allí durmié. vestido en guisa de monge;
A la mañana, quando se levantavan, Fol. 76r non dariedes por su vestidura
con su mano se santiguavan; una mançana madura,
al nombre de Dios se acomendavan, mas tanto lo tenié él por preçiado
que non sabién a do andavan. 915 que non lo darié por un cavallo;
Fol. 75v más preçiava él su pobredat
127
que algún conde su riquedat. El santo homne la va segudando,
Tanto andó por la montaña, 965 un poquiello la va alcançando;
por fallar alguna ermitaña; començola âfincar
920 alguna ermitaña cuidó fallar por amor de con ella fablar,
con quien pudiesse fablar. que el cuer gelo dizié,
Quando hovo fecho las diez jornadas, que aquella fembra a Dios servié.
que mucho fueron desaguisadas, 970 Por la montafia la va segudando,
vio que ninguno non pudo fallar, apriessa le va fablando:
925 non quiso más adelante entrar. “Dueña, diz, fabla comigo,
Mediodía era essa hora, que Dios es contigo.
dixo sus oras, a Dios ruega. Conjúrote por Dios el grant
Quando hovo su razón finada, 975 que non vayas daquí adelant”.
tornósse a la diestra partida. Quando ella de Dios oyó fablar,
930 Tomó los ojos a oriente, luego se començó a santiguar:
vio la sombra veramiente; “Ay, mi Señor espirital,
sombra vio que era XLVII años ha, al mi cuidar,
de omne o de fembra. 980 que de ti oý fablar.
La visión non era vana, Agora as un santo omne enbiado
935 sombra era de Egipçiana. e non oso tornar recabdo,
Dios la avía enbiada, nil oso tornar la mi figura,
que non querié que fuesse çelada. porque só toda desnuda”.
Descobrir querié Dios su tresoro, 985 Allí se paró en aquel logar,
que más preciado es que oro. mas non osó adelante tornar.
940 El santo homne bien fue enseñado, Con él començó de fablar,
contra la sombra va privado; que non se le quiso más çelar:
cuidó que fuese alguna antojança “Señor, dixo ella, de Dios amigo,
o alguna espantança; 990 muy de grado fablaría contigo,
con su mano se santiguó que sé que buen consejo me darás,
945 e a Dios se acomendó, que tú as nombre Gozimás.
quel’ defendiesse del felón Mas yo só desnuda creatura,
e de mala tenlaçión. que non he vestidura ninguna.
Luego que la oraçión finó, 995 Si uno de tus paños me diesses,
la figura de María vio; fablaría lo que quisieses”.
950 de María visiblemiente la figura, Quando Gozimás se oyó nombrar,
sin nenguna cobertura. bien sopo que Dios la fazié fablar,
Non es cubierta d’otro vestido, Fol. 77r ca ella non sabié su nombre
mas de cabello que le es creçido; 1000 sinon gelo dixiesse algún homne.
sus crines alvas como nieves, Vio que Santi Spiritus gelo mostró
955 dessas se cubre fasta los piedes. aquello que ella fabló.
Fol. 76v Non avié otro vestimiento El santo omne bien se aseñó,
quando aquel erzié el viento, uno de sus paños le dio.
deyuso pareçié la carne quemada 1005 A la otra parte se tornó
del sol e del viento. fasta que la dueña fue vestida;
960 Quando el santo omne vio la figura, e luego que ella fue vestida,
allá va a grant pressura. contra el omne santo fizo venida.
Quando María lo vio venir, “Señor, dixo ella, amigo de Dios,
luego començó de foír. 1010 ¿de quál parte venides vós?
128
Por Dios vos ruego que me lo digades, “Yo veyo grandes señas,
de quál parte venides o qué buscades; mas daquí non me levantaré
que fe aquí una doliosa, 1060 si la graçia non he.
que por el yermo va rencurosa Nin por fambre nin por set,
1015 por los pecados que fizo grandes, non me levantaré daquent;
que son tan suzios e tan pesantes, nin por otra nula res
de que he yo gran repintençia fasta que tu bendiçión me des”.
e só aquí en penitencia”. 1065 Quando vio María su coraçón,
Quando el santo omne la oyó fablar, de Gozimás, aquel varón,
1020 de piedat prísos’ a llorar. que allí fará oración
A los piedes de la dueña se echó, fasta quel’ dé su bendiçión,
su bendición le demandó. aquí comiença una oración,
La dueña cortés fue, 1070 sus ojos vertién de coraçón.
a los piedes del santo omne se echó. Piadosamientre con grant amor
1025 Tan fuerte comien[ç]a de llorar ella ruega al Señor:
e tan apriessa de fablar, “Dios, Criador,
et él otro tal; que del çielo e de la tierra eres Señor,
aquí veriedes grant llorar. 1075 yo a Tú adoro
Don Gozimás en tierra yaz, e en Tú tengo todo mio trasoro.
1030 las lágrimas corren por su faz; Tú enbíes la tu bendición
con grant angostura todo trasuda sobre mí e sobre aqueste varón.
por su barba encanuda. De nuestros pecados nos faz perdón
Que por el pueblo faga oraçión l080 e danos la tu bendición”.
e después les dé su bendición. Don Gozimás se levantó en piedes:
1035 María un poco los ojos alçó, “Ay, Señor qu’en çielo seyes,
al santo omne allí fabló: si a Tú plaze o Tú lo quieres,
“Amigo, señor e conpañero, faznos perdón, que Tú lo tienes.
yo la devía aver primero; 1085 Tú nos tuelle destas penas,
tú me pides bendiçión, métenos en çielo on Tú regnas”.
1040 mas cuido que no es razón. María dixo: “Amén”;
Tú eres clérigo misacantano después le demanda segunt su sen.
e pones tus manos en l’altar, De muchas cosas le demandó,
Fol. 77v e por el tu santiguar 1090 e el santo omne gelas enseñó.
grandes miraglos faze Dios mostrar. Demandóle de los reyes,
1045 El pan deviene la [s]u carne, si mantenién bien sus leyes;
el vino torna en la [s]u sangre; e cómo mantenién las tierras,
bien conosçe Dios tu sacrifiçio, o en pazes o en guerras;
toda tu vida ya la priso. 1095 los pastores que la ley tenién,
Non [ha] en tú nunqua luxuria, cómo están o cómo la mantenién.
1050 nin cobdiçia nin pecunia. Aquí respuso Gozimás:
Bien será cosa segurada “Por toda la tierra ha grant paz;
que de tu mano será santiguada. non ha omne en nuestra tierra
Bien puedes fiar por el tu Señor, 1100 que osasse començar guerra.
que siempre lo serviste a onor. Mas santa eglesia es bien con razón
1055 Sí ayas d’Él buen gualardón, que la metas en tu oración”.
agora me des tu bendiçión”. “Que Dios le dé vertut
Ya le respuso don Gozimás: e le mantenga paz e salut”.
129
1105 Tornó sus ojos a oriente, non le quiso nada çelar.
alçó sus manos, al çielo las tiende; Toda su vida le á contada,
los lambros de la boca movié, desde el día que fue nada.
mas nula boz non salié. 1155 Mas quando gelo contó,
De tierra fue allí alçada, sabet que gran vergüença tomó.
1110 que bien hovo una pasada, Todo allí gelo dize,
así que entre ella e la tierra cayóle a los pies e mercet le pide;
dos pies e medio era. quando hovo dicho quanto fiziera,
Don Gozimás, quando lo vio, 1160 cayóle a los pies en tierra.
fízosse a çaga que se fuese, Quando el santo omne la vio,
1115 e fizo su oración; contral Criador mucho rogó;
Dios gela reçibió bien de coraçón. graçias aya el Criador.
Mas hovo gran pavor A la dueña ruega con grant amor:
e reclamós’ al Criador. 1165 “Dueña, ¿por qué cayes a mis pies?
Cuidós’ que la fantasma fuese, Por Dios te ruego que te lieves,
1120 movióse un poco por que se fuese. ca non só de tal de[n]itat
Quando ella lo vio así andar, nin de tal actoritat.
luego comiença de llamar: Fol. 79r E lo que te oyo nombrar
“Don Gozimás, ¿por qué te mudeste? 1170 e los tus ojos alçar,
Amigo, ¿por qué dubdeste? nunqua yo tu par vi;
1125 Non dubdes desto que Dios faz; por Dios, conséjame aquí.
cristiana só, sí a Él plaz. Dueña, consejo te pido,
Bautizada fuy en mançebía, si podría fincar contigo”.
bien creyo en Dios e Santa María; 1175 “Non, mi señor don Gozimás,
Fol. 78v en Dios he mi creyença, la dueña dixo, antes te irás
1130 que aquí estó en penitençia. e más aquí non tornarás.
Yo non me quiero daquí partir Mas non te cal contar mi vida
fasta la ora del morir”. fasta que sía transida.
Esto diziendo, su mano alçó, 1180 Quando Dios a ti me á mostrada,
tan gentamie[n]tre se santiguó. por ti quiero seer consejada.
1135 El santo omne lo vio Mas quando vemá aquel tienpo,
e a sus pies le cayó. enfermo serás, tenlo por çierto.
La santa lo prende por lo levantar, Todos tus conpañones,
ante comiença a llorar. 1185 todos irán de sus mesones.
“Dueña, dixo don Gozimás, Para el abat do[n] Yvañyes te irás,
1140 dime d’ónde eres o cómo estás, este mandado levarás:
de quál tierra est tu venida; de sus ovejas aya cura,
Dios que me digas tu vida. que tal ý á que mucho sé segura;
Dímela en confessión, 1190 prenda consejo de las curiar,
que Dios te faga perdón”. que mucho á que emendar.
1145 María dixo: “Sí, diré; Todos tus compañones saldrán
sepas, non lo çelaré. e a la montaña irán;
En tal guisa será contada tú non podrás con ellos ir,
que non se çelará hí nada; 1195 que hí avrás a romanir.
pues que tú viste mi carne desnuda, A sus tienpos tornarán,
1150 mi vida non te çelaré nula”. como costumbre lo an.
Aquí le començó a contar, Quando pasará la quarentena
130
e verná el día de la çena, 1245 luego comiença de fablar:
1200 tú serás sano como yo cuido; “Dueña, dixo Gozimás,
mas una cosa te ruego mucho: cara mi madre, ¿qué farás?”.
en vaso que seya limpio Quando María lo oyó fablar,
mete el cuerpo de Jhesu Christo, de nula res non querié dubdar.
e de la sangre en otro vaso 1250 Sobr’el agua vinié María,
1205 que seya bien alimpiado. como si viniese por una vía.
E contigo lo trayerás Fol. 80r A la ribera vino en ascucha;
e más acerqua de ti me fallarás; don Gozimás luego la saluda.
qua por ello iré cuitosa, A sus piedes ella luego se echó
e quando lo viere seré gozosa. 1255 e su bendición le demandó.
Fol. 79v Non la osó santiguar,
1210 A flumen Jordán a la ribera, mas ayudóla a levantar.
hí me fallarás o ý me espera. De la tierra la levantó,
Quiero seer comulgada, la santa paz la saludó.
que por ello seré apropinquada; 1260 “Dueña, dixo de plan,
que quando pasé el flumen Jordán, esto sepas que es pan:
1215 so la ribera de Sant Johán, es cuerpo de Jhesu Christo,
non reçebí yo el cuerpo del mi Señor, que por nós priso martirio,
de que he yo gran dolor. e priso muerte e pasión
Non vi omne fueras a ti; 1265 e dionos grant salvación.
irme quiero, ruega por mí”. ¿Creyes esto, amiga mía?”
1220 Esto diziendo, d’él se partió, “Bien lo creyo, dixo María.
por la montaña se metió. Por la grant culpa que Adam fizo,
El santo omne, quando la vio andar, por la mançana que misso,
sabet que non pudo estar; 1270 aquesta sangre nos á Él dada,
que por yermo, que por senderos, loco es qui la tiene en nada”.
1225 aína tornó a sus compañeros. Él gelo dio, ella lo reçibió;
El santo abat los veyé, la carne comió e la sangre bevió.
luego fazié lo que solié. Quando María fue comulgada,
El abat los curiava 1275 alegre fue e pagada.
fasta que el año pasava. La cara tornó a oriente
1230 Don Gozimás conosçió que verdat era e rogó a Dios omnipotente:
lo que María le dixiera. “Señor Dios, oí[t] mi razón,
Allí pasó la quarentena pedirte quiero un galardón:
fasta que vino el día de la çena. 1280 quaranta e VII años ha que te serví,
Quando Gozimás se sintió sano, ayas Tú duelo de mí;
1235 Corpus Domini priso en su mano. ya querría la soldada
Don Gozimás a andar se priso, que me tienes aparejada.
un poco de çevada e lentejas consigo. Ruega al tu Fijo, Virgo María,
A la ribera de flumen Jordán, 1285 que me meta en tu compañía;
allá priso carrera; e cantaría de ti el dulçe son
1240 a María cuidó fallar, que cantó de ti Salamón,
mas non hí uvió llegar. que el gozo desta vida
“Dios, dixo, en que yo creyo, todo torna en gran tristiçia”.
déxame veyer lo que deseyo”. 1290 Su oración hovo acabada,
A la otra parte la vio estar; contra el santo omne dio tornada.
131
“Señor, dixo, Gozimás, que el diablo no ý pudo llegar.
amigo dulçe, ¿tú qué farás? 1340 Esta dueña da enxemplo
Fol. 80v A la graçia de Dios e de Santa María, a todo omne que es en [e]ste sieglo.
1295 que complida as tu romería. Don Gozimás priso la vía,
Mas a ese logar tornóse a su abadía;
on me falleste primero, mas de una cosa es mucho irado:
hí me fallarás”. 1345 por qué su nonbre no le á demandado.
Dize Gozimás: A don Gozimás mucho le pesava
1300 “Si me quisieres fer plaçer, por la quaresma que tanto tardava;
deste fructo avrás a comer”. mas quando vino essa sazón,
El gelo dio con amas manos, el abat les dio su bendición.
María priso los tres granos; 1350 Quando Gozimás fue partido,
bevió del agua, mas non por set al flumen Jordán aína vino;
l305 “Señor, diz, tornatvos ent. alliende passó a la ribera,
Agora me quiero partir de ti, pora María prende carrera.
por Dios te ruego, ora por mí”. “Dios, dixo, muéstrame aquel cuerpo,
En poca d’ora el flumen hovo pasada, 1355 por çierto cuido que es muerto”.
aína fizo su jornada Bien quiso Dios a Gozimás,
1310 âquese logar çertero non quiso que más penás’.
do Gozimás la falló primero; Tornó los ojos a diestra parte,
aquesse logar que val más hovo a ojo una claridat.
que non bálsamo, que es ungüento natural. 1360 A aquella lumbre se allegó;
Quando María en esse logar posó, vio el cuerpo, mucho se pagó,
1315 una oración acabó: que yazié contra oriente,
“Dios, dixo, si me quieres oír, sus ojos floxos fermosamientre;
daquí adelant non querría ir”. sus crines tenié por lençuelo,
Ella sen tornó contra oriente; 1365 a Gozimás prisso grant duelo.
acomendósse a Dios omnipotente. Uno de sus paños desnudó;
1320 Començó su oraçión, llegós’ al cuerpo, con él lo cubrió.
muy piadosa de coraçón. Cató ayuso contra la tiesta
Quando acabó su oraçión, e vio unas letras escritas en tierra;
vio una buena visión: 1370 mucho eran claras e bien tajadas,
“Buenos mandaderos veyo yo aquí; que en çielo fueron formadas.
1325 mi cuerpo e mi alma acomiéndolo a ti”. Don Gozimás las leyó festino,
Quando ella se estendió en tierra, como si fuessen en pargamino:
luego con ella era. “Prent, Gozimás, el cuerpo de María,
Quando en tierra fue echada, 1375 sotiérral’ oy en este día;
a Dios se acomendava. Fol. 8lv quando lo avrás soterrado,
1330 Premió los ojos bien convinientes, ruega por él, que así te es acomendado”.
cerró su boca, cubrió sus dientes; Quando Gozimás el nombre falló,
enbolviós’ en sus cabellos, a Dios mucho lo agradesçió;
echó sus braços sobre sus pechos. 1380 después le fizo el ministerio
Fol. 81r El alma es de ella salida, e dixo los salmos del salterio.
1335 los ángeles la an recebida; Mas de una cosa es mucho marrido,
los ángeles la van leva[n]do, que non aduxo nada consigo
tan dulçe son que van cantando. con que pudiesse la tierra obrir
Mas bien podedes esto jurar, 1385 para el cuerpo sobollir;
132
mas por amor desta María, Gozimás e su compañía.
grant ayuda Dios le enbía: Allí fablavan a grant razón
un leyón salló desa montaña, non era hí entençión.
a Gozimás faze conpaña. Gozimás comien[ç]a de fablar,
1390 Maguer que era bestia fiera, 1425 non se quiso más çelar;
manso va do el cuerpo era; de la Egipçiana que non se le olvida,
semblant fizo del cuerpo servir, bien les conta toda su vida;
quel’ quiere ayudar a sobollir. contóles cómo la fallara
Quando esto vio el buen varón, en la montaña do entrara,
1395 muchol’ plaze de corazón. 1430 e cómo la fallara
Estonçe le dixo: “Vos, amigo, después al terçero año finada;
aquí estaredes comigo”. contéles del leyón,
El leyón cava la tierra dura, cómo lo hoviera por conpañón.
él le muestra la mesura. El santo abat ploró muy fuerte,
1400 La fuessa fue aína cavada 1435 qua[n]dol’ oyó contar su muerte;
e de la tierra bien mondada; e los monges que eran hí
amos la ponen en la fuesa todos ploravan otrosí.
e vanse dende en fuera. Mucho emendaron de su vida
Don Gozimás faze la comendaçión por enxemplo desta María.
1405 sin ayuda daquel leyón. 1440 E nós mismos nos emendemos
Mas quando le vio la tierra echar, que mucho mester lo avemos;
non quiso en balde estar; e roguemos a esta María
toda la tierra acarrey[ó], cada noche e cada día,
sobre el cuerpo la echó. que ella ruegue al Criador
1410 Echóse en tierra por se espedir, 1445 con quien ella ovo grant amor,
señas fizo ques’ quería ir. quel’ podamos fer tal serviçio
“Conpañero, idvos en paz, que al día del juicio
bien sé que Dios por María faz”. non nos falle en mal viçio.
Luego el leyón s’en partió, Él nos dé grant partida
1415 por la montaña s’en metió. 1450 en la perdurable vida.
Fol. 82r “Agora creyo en mi creyençia Todo omne que oviere seny,
que santa cosa es penitencia; responda e diga amén.
e penitençia prendré,
piedat de mi cuerpo non avré”. Amén
1420 Tornós’ a su abadía,
133
DEBATES
Elena y María*
* Elena y María en Enzo Franchini, Los debates literarios en la Edad Media, Ediciones del Laberinto, Madrid, 2001,
pp. 229-234. Base para la presente edición: Ramón Menéndez Pidal, «Elena y María (Disputa del clérigo y el
caballero). Poesía leonesa del siglo XIII )», en Textos medievales españoles, Madrid, Espasa-Calpe, 1976, pp 119-160
[Primera publicación del artículo: Revista de Filología Española, 1 (1914), pp. 52-96]. Símbolos utilizados: [] =
pasajes restituidos por Menéndez Pidal (excepto v. 261), ¶ = Principio de una línea en el manuscrito.
134
Elena con yra Non val nenguna rren
70 luego dixo: «Esto es mentira. quien non sabe d e mal e de bien:
En el palaçio anda mia migo, que el mío sabe d’ello e d’ello
Mas non ha fanbre nin f[r]í[o]; e val más por ello.»
(fol. 5 v.) ¶ anda vestido e calçado 120 María rrespuso tan yrada,
e bien encau[al]gado; esa vegada:
75 aconpáñanlo caualleros (fol.9r.) «Elena, [ca]l ¶ la,
e síruenlo escuderos; ¿por qué dizes tal palabra?
danle grandes soldadas Ca el tu amigo
e abasta a las conpañas. 125 a pos el mío non val vn mal figo.
Quando al palaçio viene, Quando él es en palaçio
80 apu[e]st[o] e muy b[ie]n, non es en tal espaçio,
(fol.6r.) [co]n¶armas e con cauallos oras tien algo, oras tien nada,
e con escuderos e con vasallos, que aína falla ela solda[da].
sienpre trae açores 130 Quando non tien qué despender,
e con falcones de los mejores; (fol.9v.) tórn[a]s[e] ¶ luego a jogar;
85 quando vien rriberando e joga dos vezes o tres,
e las aves mata[n]do, que nunca gana vna vez ;
(fol.6v.) b[u] ¶tores e abtardas quando torna a perder,
e otras aues tantas; 135 aína sal el su auer:
quando al palaçio llega, joga el cauallo e el rroçín
90 ¡Dios, qué bien semeja! e elas armas otrosí,
Açores gritando, (fol.10r.) el mantón, el ¶ tabardo
cauallos rreninchando, e el bestido e el calçado;
alegre vien e cantando, 140 finca en auol guisa,
(fol.7r.) palabras ¶ de cortes fabrando. en pañicos e en cam isa.
95 A mí tien onrrada, Quando non tien qué jogar
vestida e calçada; nin ál a qué tornar,
vísteme de çendal vay e la siella empeñar .
e de ál que más val. 145 a los francos de la cal;
Créasme de çierto, (fol.10v.) el fre¶ [n]o e el albardó[n]
100 que más val vn beso de infançón da[lo] al su rrapagón
(fol.7v.) que çinco de abadón , que lo vaya vender
commo el tu barujrrapalo e enpeñar pora comer;
que sienpre anda en su capa ençerrado, 150 sé que ay oras
que la cabeça e la barua e el pescueço que allá van las espueras;
105 non semeja senon escueso. a pie viene muchas vegadas,
(fol.8r.) Mas el cuydado ma¶yor desnudo e sin calças,
que ha aquel tu señor (fol.11r.) e ¶ s[e qu]ier a su amiga
de su salterio rrezar, 155 ni[n] conseja nin la abriga;
e sus molaziellos enseñar; ca omne con rrancura
110 la batalla faz con sus manos fría es la posada,
quando bautiza sus afijados; que así faz do non ha vino
comer e gastar nin trigo nin farina nin toçino,
e dormir e folgar, 160 e averedes por lo a enpeñar
(fol.8v.) fijas de omnes bo[nos] ¶ ennartar, el mantón e el brial.
115 casadas e por casar. (fol.11v.) Otro día así se ¶ [mu]cho dura
135
cada dí[a] sacará sobr’el vestido, (fol.19r.) ¶ Quando el abbad misa dezía,
fasta que sea comido. 210 a su moger maldezía;
l65 Quando comido fuere, en la primera oraçión
¿qué será del señor? luego le echa la maldeçión.
Querrá yr a furtar; ssi tu fueres misa escu[char],
mas se lo ouieron a tomar, tras todos te [has a e]star;
colgarlo han de vn palero, (fol.19v.)
136
Quando él misa dize, tanto ha entre ellos conorte
255 bien sé que a mí non maldize; 300 que non han pauor de muerte.
ca quién vos amar en su coraçón El rruyseñor, que es buen jogral,
non vos [ma]ldizerá en [nulla sa]çón. aquella corre fue morar;
Ca sy [por uero lo] sop[iesen] don [aç]or e don gauilán
(fol.22r.) [e en e]s ¶ cripto lo liesen, en aquell[a] corte están.
260 que así se perdía la moguer 305 don ç[erre]nícolo e don f[a]lcón,
qu’el clérigo touiese, (fol.24v.) [don..... ]imo e d[on] ¶ pauón,
non faría[n] otro abbad el gayo e la gaya,
senon el que touiese castidat; que son jograles de alfaya,
ca non deue clérigo ser el tordo e el lengulado
el que alma ajena faz perder. 310 e don palonbo torcado
265 Ma[s o]tra onrra mejor e el estornino e la calandre,
h[a el m]ío señor: que sienpre cantan de amor,
se fue[ren] rreys o condes el pelisco e la sirguera,
(fol.22 v.) ¶ o otros rricos omnes que de todos [los] buenos eran
o dueñas de linage 315 s..... ras ..... »
270 o caualleros de parage, ……………………………………
luego le van obedesçer (fol.25r.) «¶ e mesura
e vanle ofreçer; que fuerça con locura.
bien se tiene por villano Tórnate mj vasalla,
quien le non besa la ma[n]o. luego sin roda falla,
275 Villanía fab[lar] 320 e bésame la mano
[es] así me denos[tar]; tres vezes en el año.»
(fol.23r.) se a mj diz[e]n [mon]a¶guesa, Elena dixo: «Yo me quiero
a ti dirán cotayfesa. tener mi rrazón.
Mas se tu oujeses buen sen Mas se lo él julgar,
280 bien te deujas conosçer; 325 e por derecho lo fallar,
ca do ha seso de prior, que más val el tu barbirrapado
conósçese en l[o] mejor. (fol.25v.) qu’el [mío] ¶ cauallero onrrado,
Mas tú non a[s amor por] mj tener me hey por caída,
njn yo otrosí por [ti]; seré tu vasalla conosçida.
285 [V]ayamos anbas a la corte de vn rrey 330 Mas se lo él julgar mejor,
que [y]o [de mejor non sey]; commo rrey e commo señor,
(fol.23v.) [este rey] ¶ e enperador tú serás mi vasalla,
nunca julga senon de amor. oy plazme sin falla.
Aquel es el rrey Oriol, Anbas se auenieron
290 señor de buen valor, 335 al cami[n]o se metie[ro]n,
non ha en todo el mundo corte la ............................................
más al[e]gre nin de mejor cono[rte]; (fol.13v.) «salud
[co]rte es de muy [grand] alegría e vos dé el su amor.
e de [plazer] e [de] jogrer[ía] Dueñas somos de otras tierras
(fol.24r.) 340 que venimos a estas sierras,
295 [omne non] fa[z ¶ otro lauor a uos, señor, demandar
senon cantar sienpre de amor; (fol.14r.) ¶ por vn juyzio estremar;
cantar e departir señor, por aquel que uos fizo,
e viesos nueuos contrubar; ¡departid este juyzio!»
137
345 Esa ora dixo el rrey: (fol.16v.) Ien bien ¶ sus glosas
«Yo vos lo departirey.» e cantan quirios e prosas
Elena de primero crismar e bautizar
touo la voz del cauallero: e omnes muertos soterrar.
(fol.14v.) «Señor, ¶ cudado sy fuer de muerte, 380 Mas esto han los mesquinos,
350 allí ha él grand conorte; sienpre sospiran por muerte de sus
luego lo va vegitar, vezinos;
con su calze comulgar. mucho le[s] p[laz]
Faz la casa de librar, (fol.17r.) ¶ quando hay muchas viudas o
mándalo manefestar, viudos
(fol.15r.) por leuaren muchas obradas e
355 e valo ¶ [co]nsejar muchos bodigos.
que le dé su auer pora misas cantar. 385 Bien cura su panza
Ca diz que non ha ran buen ofiçio que lo non fierga la lança.
commo de sacrifiçio, Ca el mio señor
de salterios rrezar cauallero es de grañd ualor,
360 e de misas cantar. non vi [nunca otro] mejor
Non manda dar a las puertas (fol.17v.)
(fol.15v.) nin a ospitales de los po¶bres; 390 que más faga por mi amor.
tal cosa nunca vi, Por a mí fazer plazer,
todo lo quier para sí. de veluntad se va conbater;
365 Mas se lo ve quexar non quier su escudo vedar
pora del siegro pasar, a ningund omne, se quier con él justar.
veredes yr pora la casa (fol.18r.)
138
RAZÓN DE AMOR*
* Texto proveniente de: Mario Barra Jover, “Razón de amor: texto crítico y composición” en Revista de literatura
medieval, Nº 1, 1989, pp. 123-156.
Señala el editor: [ ] = adición, ( ) = supresión, < > = cambio. En esta transcripción se añaden acentos para facilitar la
lectura en voz alta, se hacen enmiendas menores cuando la transcripción de donde procede es dudosa y se desatan las
abreviaturas de números, por ej. C=ciento, y se indica entre llaves {}
La edición se puede encontrar anotada en pdf en el siguiente link: http://dspace.uah.es/dspace/handle/10017/5063
139
75 sabet, non ielas dio vilano. que por la su amor trayo conmigo”.
D[e] las flores uiene tomando Yo connoçí luego las alfayas
en alta uoz d’amor cantando que yo ielas auja enbiadas.
E deçía: “ay, meu amigo, Ela connoçio una mj çi[n]ta man a
si me uere yamás contigo. manno
80 Amet’ sempre e amaré 125 que la (la) fiziera con la su manno.
quanto que biua seré. Toliós el manto de los o[n]bros,
Por que eres escolar besome la boca e por los oios.
quis querer e te deuría más amar, tan gran sabor de mi auía,
nunqua odí de homne decir sol fablar non me podía:
85 que tanta bona manera ou(u)iera en 130 “Dios senor, a ti loa quant conozco
sí. meu amado,
más amaría contigo estar Agora é tod bien quant conozco meo
que toda espana mandar. amigo”.
mas d’una cosa so cujtada, Vna grant pieça ali estando
é miedo de seder engañada. de nuestro amor ementando,
90 Que dizen que otra dueña Ela m’dixo: “el mjo senor, ora
cortesa e bela e bona m’seyrá de tornar
te quiere tan gran ben, 135 Si a uos non fuese en pesar”.
por ti pie[r]de su sen yol’dix: “yt, la mía senor, pues que yr
E por esso é pauor queredes
95 que a esa quieras meior. mas de mi amor pensat fe que
mas s’io te uies una uegada deuedes”.
a plan me querryes por amada”. Ela m’dixo: “bien seguro seyt de mj
Quant la mía Senor esto dizía, amor,
sabet, a mj non uidía. no uos camiaría por un emperad[or]”.
100 <pero que no me conocía 140 La mja senor se ua priuado,
sé que de mj non foyrýa> dexa a mj desconortado.
Yo non fiz aquí como uilano, (q) que la ui fuera del uerto
leuem e pris la por la mano. por (por) poco non fuy muerto,
Iunniemos amos en par por uerdat quisieram’ adormir
105 e posamos so el oliuar. 145 mas una palomela ui.
Dix le yo: “dezit, la mja senor, tan bla[n]ca era como la nieu del
si ssupiestes nu[n]ca d’amor”. puerto
Diz ella: “a plan con grant amor ando uolando uiene por medio del uerto.
mas non connozco mi amado. un cascauielo dorado
110 pero dizem un su mesaiero tray Al pie atado
que es clérygo e non cau[al]ero. 150 <en la fuent quiso entra,
Sabe muio de trobar, quando a mj vido estar entros en el
de leyer e de cantar. malgranar>.
Dizem que es de buenas yentes quando en el uaso fue entrada
115 mancebo barua punjentes”. e fue todo bien esfryada,
“por dios que digades, la mja senor, Ela que quiso ex[ir] festino,
qué donas tennedes por la su amo”. 155 vertios’ el agua sob[r]el u[i]no.
“Estas luuas y es’capiello,
est’oral y est’anjello. Aquis copiença <el uino a denostar>,
120 Enbio a mj es’meu amjgo y el agua a mali<n>ar
El uino fauló primero: ca en esto que dizes puedes entender
“mucho m’es uenido mal companero. cómo es grant el mjo poder,
160 agua, as mala mana, Ca ueyes que no é manos ni piedes,
non querja auer la tu compana, eio a muchos ualie[n]tes,
que quando te legas a buen bino 205 E si farýa a qua[n]tos en el mu[n]do
fázeslo feble e mesquino”. [son]
“Don vino, fe que deuedes, e si biuo fuese sansón.
165 ¿por quáles bondades que uos auedes E dexemos todo lo al,
A uos queredes alabar a mesa si[n] mj nada non ual”.
e a mj queredes auiltar? Ell agua iaze muerta Ridiendo
Calat, yo e uos no nos denostemos 210 de lo que’l uino está diziendo.
que u[est]ras manas bien las “Don uino, si uos de dios salut
sabemos. que uos me fagades agora una uirtud:
170 bien sabemos que recabdo dades ffartad bien un uillano,
en la cabeça do entrades. no lo prenda ni[n]guno de la mano
Los buenos uos preçian poco, 215 e si antes d’una pasadA no cayere en
que del sabio fazedes loco. el lodo
No es homne tan senado dios ssodes de tod en todo(do).
175 que de ti ssea fartado E si esto fazedes
que no aya perdío el ssesso y el otorgo que uençudam’ auedes.
Recabdo” En una bla[n]ca paret
El uino con sana pleno 220 {Cinco} kandelas ponet
dixo: “don agua, bierua uos ueno. e si el beudo non dixiere que son
Suzia, desberconçada, {ciento}
180 salit buscar otra posada, de quanto digo de todo mjento.”
que podedes a dios iurar “par dios”, diz el uino, “mucho
que nu[n]ca entrastes en tal lugar. somos en buena Razón
Antes amaryella e astrosa si comygo tuuieres entençión.
agora uermeia e fermosa.” 225 ¿quieres que te diga agora una cosa?,
185 Respondió ell agua: “Don uino, que ý no se Res tan lixosa:
ganades Tú sueles cales <mondar
en uillanías que digades?, e caleias> ý andar,
pero si uos en t’apagades por tantos de lixos (de) lugares
digamos uos las uerdadcs: 230 delexas tu senalles,
que no á homne que no lo sepa E sueles lauar pies e manos
190 que fillo sodes de la çepa e limpiar muchos lixos panos,
y por uerdat uos digo E sueles tanto Andar co[n] poluo
que non ssodes pora comigo, mesclada
que grant tiempo á que uestra madre fasta que en lo[do] eres tornada
seryé ardud[a] 235 C’a mj sie[m]pre me tiennen ornado,
ssi non fusse por mja iuda: de entro en buenna[s] cubas
195 mas quando ue que le uan cortar condesado.
plora e fago la {cinco} leuar.” E contart’ e otras mjs manas
Respondió el uino: “agoa, enti[n]do, mas temo que luego te asanas.
que lo dizes por iuego. Yo <fagol>’ Al fiego ueyer
por uerdat placem de coraçó 240 y al coxo coRer
200 por que somos en est’ Razón, y al mudo faublá
141
y al enfermo organar. 250 fillos de dios serán clamados
así co[m] dize en el scripto E llos que de agua non fueren
de [mí] fazen el cuerpo de iesu bautizados
Xristo”. fillos de dios non será[n] clamados
245 “Así, don uino, por carydad, ______________________________
que tanta sabedes de diujnidat. _____________________
Alau<a>t, io y todo algo e en mi Razón aquí la fino
cristianjsmo e mandat nos dar uino
que de agua fazen el batissmo, 255 qui me scripsit scribat,
E dize dios que los [que] de agua se/m/per cum domino bibat.
fueren bautizados lupus me fecit, de moros.
142
UNIDAD 3
TEXTOS COMPLEMENTARIOS:
“Alfonso el Sabio”
OBRAS:
Crónica General de España (fragmentos)
Siete Partidas (fragmentos)
Setenario (fragmentos)
ALFONSO EL SABIO
Germán Bleiberg.
Las letras españolas dilatan sus posibilidades de difusión cuando Alfonso X (1221-1284)
empieza a cultivar, hacia mediados del siglo XIII, la prosa con carácter literario. El impulso
que a la reconquista había dado el rey Fernando III El Santo, que recobra Córdoba y Sevilla
para la corona castellana, permitirá a su hijo, el rey Sabio, consagrar una parte importante
de su orientación pública al desarrollo de la cultura. Alfonso X empieza a recoger los frutos
de iniciativas anteriores: ya desde fines del siglo XII los Traductores de Toledo, en su
famosa Escuela, habían puesto los cimientos para el conocimiento de filósofos y científicos
de la Antigüedad, Y Fernando III había otorgado privilegio de confirmación al centro
universitario de Salamanca, fundado por Alfonso IX, y verdaderamente constituido en
universidad bajo el estímulo de Alfonso X. Su reinado iba a convertirse en el remanso de
todas las actividades intelectuales anteriores, y el rey se ocuparía de ordenar compilaciones
jurídicas, históricas y científicas, con la capacidad cultural madura, para convertir,
sobretodo, la historiografía en género literario, como habían hecho los griegos y los
romanos.
Fuentes y conocimientos dispersos confluyen hacia los escritorios de Alfonso X el
Sabio, que acierta a discriminar entre lo útil y lo superfluo, y logra dar uniformidad de
estilo y adecuada depuración a las grandes obras que van naciendo bajo su vigilante
voluntad. Crónicas anteriores, cantares de gesta, leyendas y libros de historia sagrada y
profana sirven de base para su Grande e General Historia y para la Crónica General de
España (llamada la primera, y que se termino ya durante el reinado de Sancho IV). Una
vocación enciclopédica inspira también la summa legal que conocemos como las Siete
Partidas, – siete partes de la jurisprudencia de Castilla –, y lo mismo cabe decir de obras
científicas o relativas a nobles pasatiempos, como las que tratan de astronomía, o de las
virtudes de las piedras ( el Lapidario ), o del ajedrez y el juego de damas.
Su idea del estilo, de la palabra exacta, la hallamos siempre aplicada a su prosa. No
en vano mandó escribir en la Partida 2ª. (título IV, leyes 1 a 5) que « la palabra tiene muy
gran pro cuando se dice como debe: ca por ella se entiende los hombres los unos a los otros,
de manera que facen sus fechos en uno más desembargadamente...Debe el rey guardar que
sus palabras sean iguales e de buen son; ca las palabras que se dicen sobre razones feas e
sin pro, e que non son fermosas nin apuestas al que las fabla nin otrosí al que la oye, nin
puede tomar buen castigo nin buen consejo... »
Señala Menéndez Pidal que, a pesar de la variedad de fuentes que puede rastrearse
en la obra de Alfonso X, con influencia a menudo de textos traducidos, prevalece la
personalidad de estilo: « La Crónica General ofrece una marcada originalidad, lo mismo
como compilación histórica representativa de la más vasta cultura de la época que como
obra literaria en que el lenguaje está sometido a una elaboración artística .» Que el rey
mismo retocaba lo que eruditos y amanuenses escribían lo ha recalcado Solalinde,
autorizándolo con una cita del Libro de la Esfera: el rey « tolló las razones que entendió
eran sobejanas et dobladas et que no eran castellano drecho, et puso las otras que entendió
que cumplían; et cuanto al lenguaje endraçoló él pos sise » (cfr. Menéndez Pidal, Prosistas
Españoles, Austral, 110, pág. 16).
Antología de la Literatura Española de los siglos XI al XVI. Prosa (siglos XIII y XIV). Selección y notas de
Germán Bleiberg, Madrid: Alianza Editorial, 1966, pp. 90-96.
144
Reproducimos textos de las Partidas y de la Crónica General, entre ellos el Loor de
España, que puede cotejarse con la alabanza del Poema de Fernán González (véase pág.
70), que hemos recogido. También incluimos una «cantiga», de la colección que compuso
Alfonso X en lengua gallega, inspirándose en leyendas similares a las utilizadas por Berceo
para sus milagros, y cómo éstos, las cantigas están dedicadas a Sancta María. También
cultivó el monarca la poesía profana.
Nos hemos servido de las ediciones de Menéndez Pidal y A. García Solalinde.
147
SIETE PARTIDAS*
Ley I
Qué cosa es estudio, et quántas maneras son dél, et por cuyo mandado debe seer fecho
Estudio es ayuntamiento de maestros et de escolares que es fecho en algún logar con
voluntad et con entendimiento de aprender los saberes: et son dos maneras dél; la una es á
que dicen estudio general en que ha maestros de las artes, así como de gramática, et de
lógica, et de geometría, et de retórica, et de aritmética, et de geometría, et de música, et de
astronomía, et otrosí en que ha maestros de decretos et señores de leyes: et este estudio
debe seer establescido por mandato de Papa, ó de emperador ó de rey. La segunda manera
es á que dicen estudio particular, que quiere tanto decir como cuando algunt maestro a
muestra en alguna villa apartadamente á pocos escolares; et tal como este puede mandar
facer perlado ó concejo de algunt logar.
Ley II
En qué logar debe seer establecido el estudio, et cómo deben seer seguros los maestros et
los escolares que hi vinieren á leer et aprender
De buen ayre et de fcrmosas salidas debe seer la villa do quierenestablecer el estudio,
porque los maestros que muestran los saberes et los escolares que los aprenden vivan sanos,
et58 en él puedan folgar et rescebir placer á la tarde quando se levantaren cansados del
estudio: et otrosi debe seer abondada de pan, et de vino et de buenas posadas en que puedan
morar et pasar su tiempo sin grant costa. Et otrosi decimos que los cibdadanos de aquel
logar do fuere fecho el estudio deben mucho honrar et guardar los maestros, et los escolares
et todas sus cosas; et los mensageros que venieren á ellos de sus logares non los debe
ninguno pcyndrar nin embargar por dcbdas que sus padres debiesen nin los otros de las
tierras onde ellos fuesen naturales: et aun decimos que por enemistad nin por malquerencia
que algunt homme bobiese contra los escolares ó á sus padres non les deben facer deshonra,
nin tuerto nin fuerza. Et por ende mandamos que los maestros, et escolares, et sus
mansageros et todas sus cosas sean seguros et atreguados en veniendo á los estudios, et en
estando en ellos et en yéndose para sus tierras: et esta seguranza les otorgamos por todos
* Alfonso X, Siete Partidas, Madrid: Real Academia de la Historia, t.1, pp. 339-342.
58 En ella. Esc. 4
148
los logares de nuestro señorio, et cualquier que contra esto ficiese, tomándoles por ó
robándoles lo suyo, débegelo pechar quatro doblado, et sil firiere, ol deshonrare matare,
debe leer escarmentado cruamente como home que quebranta nuestra tregua et nuestra
seguranza. Et si por aventura los judgadores ante quien fuese fccha aquesta querella fuesen
negligente en facerles derecho asi como sobre dicho es, débenlo pechar de lo suyo et seer
echados de los oficios por enfamados: et si maliciosamente se movieren contra los
escolares non queriendo facer justicia de los que los deshonrasen, ó feriesen ó matasen.
estonce los oficiales que esto ficiesen deben seer escarmentados por alvedrio del rey.
Ley III
Quántos maestros á lo menos deben estar en el estudio general, et á que plazo les debe
seer pagado su salario
Para seer el estudio general complido quantas son las ciencias tantos deben seer los
maestros que las muestren, asi que cada una dellas haya hi un maestro á lo menos: pero si
de todas las ciencias non pudiesen haber maestros, abonda que haya de gramática, et de
lógica, et de retórica et de leyes et de decretos. Et los salarios de los maestros deben seer
establescidos por el rey, señalando ciertamente á cada uno quanto haya segunt la ciencia
que mostrare et segunt que fuere sabidor della: et aquel salario que hobiere á haber cada
uno dellos débengelo pagar en tres veces; la primera parte le deben dar luego que
comenzare el estudio, et la segunda por la pascua de Resurreccion, et la tercera por la fiesta
de sant Oían Bautista.
Ley IV
En qué manera debe los maestros mostrar los saberes á los escolares
Bien et lealmente deben los maestros mostrar sus saberes á los escolares leyéndoles los
libros et fasciéndogelos entender lo mejor que ellos pudieren: et desque comenzaren á leer
deben continuar el estudio todavia fasta que hayan acabado los libros que comenzaron; et
en cuanto fueren sanos non deben mandar á otros que lean en su logar dellos, fueras ende si
alguno de ellos mandase á otro leer alguna vez por facerle honra et non por razon de se
excusar él del trabajo de leer. Et si por aventura alguno de los maestros enfermase despues
que hobiese comenzado el estudio de manera que la enfermedat fuese tan grande ó tan
luenga que non pudiese leer en ninguna manera, mandamos quel den el salario tambien
como si leyese todo el año: et si acaeciese que muriese de enfermedat, sus herederos deben
haber el salario tambien como si hobiese leido todo el año.
LEY V.
En qué logares deben seer ordenadas las escuelas de los maestros
Las escuelas del estudio general deben seer en logar apartado de la villa, las unas, cerca de
las otras, porque los escolares que hobieren sabor de aprender aina puedan tomar dos
liciones ó mas si quisieren en diversas horas del día, et puedan los unos preguntar á los
otros en las cosas que dubdaren: pero deben las unas escuelas seer tanto arredradas de las
otras, quc los maestros non se embarguen oyendo los unos lo que leen los otros. Otrosí
decimos que los escolares deben guardar que las posadas et las casas en que moraren los
unos non las lueguen los otros en quanto en ellas moraren e hobieren voluntad de morar en
ellas: pero si entendiese el escolar que en la casa en que morase el otro non habie voluntad
de fincar mas de fasta el plazo á que la él habie logada, si él hobiere sabor de la haber,
149
débelo preguntar al otro que la tiene si ha voluntad de fincar en ella del plazo adelante; et
sil dixere que non, estonce puédela logar et tomar para sí et non de otra guisa.
150
SETENARIO*
Ley CVIII
Que assí commo las armaduras temporales ffureronestableçidas para deffendimiento de
la carne, otrossí lasspirituales para se deffender del diablo
Armaduras tenporales fueron ffalladas e estableçidas para acometer los omnes ssus
enemigos a deffendersse dellos cada que mester ffuesse. Et a cuya ssignifficança estableçió
Ssanta Eglesia ssus uestimientas, con que sse guarnescan los ministros della assí commo
armaduras contra las tentaçiones del diablo, que es enemigo del humanal linage: la primera,
espalleras; la ssegunda, yelmo; la terçera, loriga; la quarta, çinta ; la quinta, escudo; la
ssesta, coffia ; la ssetena, ssobressennales.
La primera, [a] ssignifficança de las espalleras, ssobre que visten la loriga, fue
estableçida la ssobrepelliça, que viste el preste primeramiente quando quiere dezir la missa
e es aquella ssobre que echa el alna, e ésta muestra linpiedunbre e castidat, ssegunt ya
dixiemos. Porque ésta ya non paresçe porque todas las otras uestimientas están ssobrella,
por esso non le dizen oraçión ssennalada quando la visten; ca touyeron que asaz abondaua
la ssignifficança que auya en ella por que la visten, que es linpiedunbre.
La ssegunda, a ssemeiança del yelmo pusieron el amito, con que cubre el clérigo la
cabeça, que es el más alto e más noble mienbro de todo el cuerpo. Et quandol pone, dize
esta oraçión, en que rruega a Dios que ponga yelmo de ssalut en la ssu cabeça para lidiar e
uençer todos los engannos del diablo.
La terçera, loriga es palabra griega que sse entiende por el arma que sse viste omne
más çerca del cuerpo en lagar de ssaya. Et a ssignifficança désta es el alua, que viste el
clérigo después que ha vestida la ssobrepelliça e cubierto el amito. Et dize assí, rrogando a
Dios quel uista [76v] de uestimienta por quel ssea guardado el cuerpo de malas obras e quel
çerque de justiçia por que traga bien e obre derecho en todo. Esto conuyene al que trae la
loriga, que en esffuerço della comete meior ssus enemigos e es guardado de prender muerte
assohora nin de ffazer cosa por que caya en uergüença.
La quarta es la çinta. Çennir el alua después que la ha uestida el clérigo, et esto es a
ssignifficança de la loriga. Et fasesse por dos rrazones: la vna es que sufre el que la viste
meior la pesadura della ; la otra, porque alça más ligeramiente los braços para fferir ssus
enemigos. Onde el alua, quando el clérigo la ha çennida, ffaze dos cosas: la vna, que la
longura della torna a estado derecho, que es ssalut del cuerpo e del alma, ffaziendolo que
deue; la otra, porque puede meior açar ssus braços para ffazer el sacrificio con que uençe el
diablo, quebrantándol la ssu ffuerça. Et por ende la oraçión que dize quando çinne la çinta
es ésta, en que rruega a Dios quel çinga los lomos de ssu cuerpo de çinta de ffe, que sse
entiende por ffortaleza de buena crençia, e que amate en él ardor de luxuria de guisa que
ssea ffallada en él toda castidal; ca éstas sson cosas que uençen al diablo e dan ssalut al
alma.
La quinta, escudo. Escudo es arma que para omne ante todas las cosas, e tiénelo
ssienpre en la mano ssiniestra porque es de parte del coraçón, et está ssienpre aperçebido de
pararsse a los colpes dol quissieren dar. El por ende el maniplo, que en essa mano ponen, es
a ssemejança dél. El por ende estableçieron que dixiese el clérigo esta oración quandol
pusiessen, et rruega a Dios que quiera que él meresca traer aquel maniplo con ffiel uolunlad
* Alfonso X, Setenario. Edición de K. H. Vanderford, Barcelona: Crítica, 1984, pp. 260-263.
151
assí que, en trayéndol, aya parte con los que auyan derecho e lidian por la Ffe contra el
diablo e contra los peccados.
La ssesta, coffia, ssobre que ponen el almóffar de la loriga e el tiracol del escudo e
la çinta del espada, todas éstas ssigniffican el estola. Et porque la ponen primeramienle
ssobre la cabeça es assemeiança de la coffia. Et a la que echan después ssobrel pescueço es
a ssemeiançadel tiracol. Et los cabos que cuelgan delante o la çinne, la çinta del espada. E
por esso ha tres oraçiones. La primera, en que rruega el preste a Dios quel vista de estola de
alegría, que sse entiende para ssoffrir las tentaciones del diablo de guisa que alegremiente
entre en el paraíso, et quel ponga ssobre la cabeça corona de ffermosura, que sse da a
entender por uençer el diablo e todas las ssus obras. La ssegunda, en que rruega a Dios que
el que dixo que el ssu yugo era ssabroso e la ssu carga liuyana, que él que quiera que pueda
auer la ssu graçia e la pueda ssotener. La terçera es que rruega a Dios que él le cobre por la
ssu merçet la uestidura non mortal que perdió por la culpa de Adam, el primer omne, assí
que maguer él non es digno de la auer por ssí mismo, que la aya por ssu [77r] piedat por
que pueda entrar con ella a la ssu Eglesia.
La ssetena, ssobressennales sson aquellas armaduras que visten los caualleros ssobre
todas las otras quando han de lidiar. Et esto es por que ssea cada vno por y connosçido,
quién es o quién ffaze de bien o de mal. Et a ssemeiança desto es la casulla, que viste el
clérigo que ha de ffazer el sacrificio de la missa ssobre todas las vestimientas; ca ésta ffaze
connosçer a todos que aquel que la viste es el que ha de conssagrar el cuerpo de Nuestro
Ssennor Ihesu Cristo, por que ssi buena vida ffaze es más preçiado por él que otro; e ssi
mala, menos, por que deue auer dos penas: la vna, de uergüenças ; la otra, de penitençias.
Et por ende la oración que dize el clérigo quando viste la casulla es ésta, que rruega a Dios,
que es derechamiente justiçiero, quel enfforlalezca, guarneciéndol de vestiduras de justiçia
e de ornamentos de homillat e de ssalut e de castidat, por que pueda poderosamiente
contrastar a los viçios deste mundo, que sse entiende por los peccados, e dignamiente
sseruir a los ssacramentos de la misa. Et otrossí commo la casulla cubre la túnica e la
dalmática, assí esta oración abonda et cunple. Et por ende ffué ordenado que otra ninguna
apartada non aduxiesen ssobbrellas.
152
UNIDAD 4
CUENTÍSTICA EJEMPLAR
OBRAS
Libro del conde Lucanor (fragmentos)
LIBRO DEL CONDE LUCANOR
Don Juan Manuel
Exemplo 1*
De lo que contesçio59 a un rey con su privado 60
Acaesçió61 una vez que el conde Lucanor estaba fablando en su poridat62 con Patronio, su
consejero, et díxoll:63
—Patronio, a mí acaesçió que un muy grande omne , et mucho onrado, et muy
poderoso, et que da a entender que es ya quanto64 mío amigo, que me dixo pocos días ha,
en muy grandt poridat, que por algunas cosas quel acaeçieran, que era so voluntad de se
partir desta tierra et non tornar a ella en ninguna manera, et que por el amor et grant
fiança65 que en mía avía, que me quería dexar toda su tierra; lo uno vendido et lo ál66
comendado.67 Et pues esto quiere seméjame muy grand onra et grant aprovechamiento para
mí; et vos dezitme et consejadme lo que vos paresçe en este fecho.
— Señor conde Lucanor—dixo Patronio —, vien entiendo que el mío consejo non
vos faze grant mengua, pero vuestra voluntad es que vos diga lo que en esto entiendo, et
vos conseje sobre ello, fazerlo he luego. Primeramente, vos digo que esto que aquel que
cuydades68 que es vuestro amigo vos dixo, que non lo fizo sinon por vos provar. Et paresçe
que vos conteçió con él commo conteçió a un rey con su privado.
El conde Lucanor le rogó quel dixiese cómmo fuera aquello.
— Señor – dixo Patronio—, un rey era que avía un privado en que fiava mucho. Et
porque non puede ser que los omnes que alguna buena andança 69 an, que alguno otros non
ayan envidia dellos, por la privança et bien andança que aquél su privado avía, otros
privados daquel rey avían muy grant envidia et trabajávanse 70 del buscar mal con el rey, su
señor, su señor. Et commo quier que muchas razones le dixieron , nunca pudieron guisar 71
con el rey quel fiziese ningún mal, nin aun que tomase sospecha nin dubda dél, nin de su
serviçio. Et de que vieron que por otra manera non pudieron acabar lo que querían fazer,
fizieron entender al rey que aquel su privado que se trabaiava de guisar por que él muriese,
et que un fijo pequeño que el rey avía, que fincase 72 en su poder73 , et de que él fuese
apoderado de la tierra, que guisaría cómmo muriese el mozo et que fincaría él señor de la
tierra. Et commo quier que fasta entonçe non pudieran poner en ninguna dubda al rey
contra aquel su privado, de que esto le dixieron, non lo pudo sofrir el coraçón que non
Don Juan Manuel. Libro del Conde Lucanor. Madrid: Castalia, 1987, pp. 60-68..
** pp. 60-8.
59 contesçió: aconteció, sucedió.
60 su privado: consejero suyo.
61 acaesçió: pasó [comienzo intemporal de los cuentos].
62 poridat: secreto.
63 dixol: le dijo.
64 quanto: algo.
65 fiança: confianza.
66 lo ál: lo otro.
67 comendado: encomendado.
68 cuydades: pensáis.
69 andança: fortuna.
70 travajávanse: se ufanaban.
71 guisar: disponer.
72 fincase: quedase.
73 poder: custodia.
154
tomase dél reçelo.(8) Ca en las cosas en que tan grant mal ha, que se non pueden cobrar 74
si se fazen , ningún omne cuerdo non debe esperar ende 75 la prueba. Et por ende , desque el
rey fue caýdo en esta dubda et sospecha, estaba con grant reçelo , pero non se quiso mover
en ninguna cosa contra aquel su privado, fasta que desto sopiese alguna verdat.
Et aquellos otros que buscavan mal a aquel su privado dixiéronle una manera 76 muy
engañosa en cómmo podría provar que era verdat aquello que ellos dizían, et enformaron
bien al rey en una manera engañosa, según adelante oydredes,77 cómmo fablase con aquel
su privado. Et el rey puso en su coraçón de lo fazer et fízolo.
Et estando a cabo de algunos días el rey fablando con aquel su privado, entre otras
razones muchas que fablaron, començó un poco a dar a entender que se despagava78 mucho
de la vida de este mundo et quel paresçía que todo era vanidat. Et entonçe non le dixo más.
Et después, a cabo de algunos días, fablando otra vez con aquel su privado, dándol a
entender que sobre otra razón començaba aquella fabla , tornól a decir que cada día se
pagava menos de la vida deste mundo et de las maneras que en él veýá. Et esta razón le
dixo tantos días et tantas vegadas79 fasta que el privado entendió que el rey no tomava
ningún plazer en las onras deste mundo, nin en las riquezas, ni en ninguna cosa de los
vienes nin de los plazeres que en este mundo avié. Et desque el rey entendió que aquel su
privado era vien caýdo en aquella entençión, dixól un día que avía pensado de dexar el
mundo et yrse desterrar a tierra do non fuesse conocido , et catar80 algún lugar extraño et
muy apartado en que fiziese penitencia de sus pecados. Et que, por aquella manera, pensaba
que le avría Dios merced dél et podría aver la su gracia por que ganase la gloria del
Paraýso.
Quando el privado del rey esto le oyó decir, estrañógelo mucho, deziéndol muchas
maneras por lo que non devía fazer. Et entre las otras, dixol que si esto fiziese, que faría
muy grant de serviçio a Dios en dexar tantas gentes commo avía en el su regno, que tenía
él vien mantenidas en paz et en justicia, et que era cierto que luego que él dende 81 se
partiese, que avría entrellos muy grant bolliçio 82 et muy grandes contiendas, de que tomaría
Dios muy grant deserviçio et la tierra 83 muy grant dapño: et cuadno por todo esto non lo
dexase, que lo devía dexar por la reina, su muger, et por un fijo muy pequeñuelo que
dexava que era çierto que serían en muy grant aventura, tan bien84 de los cuerpos, commo
de las faziendas.
A esto respondió el rey que, ante que él pusiesse en toda guisa 85 en su voluntad de se partir
de aquella tierra, pensó él la manera en cómmo dexaría recabdo 86 en su tierra por que su
74 cobrar: recobrar.
75 ende: de ello.
(8) El planteamiento de la situación inicial de este «exemplo» estaría inspirado, posiblemente, en la propia
biografía de don Juan Manuel, ya que él participó en numerosas intrigas palaciegas similares a ésta: baste
recordar que fue acusado de querer quedarse con la corona.
76 manera: razón.
77 oydredes: oiréis.
78 despagava: cansaba.
79 vegadas: veces.
80 catar: buscar.
81 dende: de allí.
82 bolliçio: alboroto.
83 tierra: territorio.
84 tan bien: tanto.
85 en toda guisa: en toda manera.
155
muger et su fijo fuessen servidos et toda su tierra guardada; et que la manera era ésta: que
vien sabía él que el rey le avía criado et le avía fecho mucho bien et que fallara siempre
muy leal, et quel serviera muy bien et muy derechamente, et que por estas razones fiava en
él más que en omne del mundo, et que tenía por bien del dexar la muger et el fijo en su
poder, et entergarle87 et apoderarle88 en todas las fortalezas et lugares del regno, por que
ninguno non pudiese fazer ninguna cosa que fuese deserviçio de su fijo; et si el rey tornase
en algún tiempo, que era çierto que fallaría muy buen recabdo en todo lo que dexase en su
poder: et si por aventura muriese, que era çierto que serviría muy bien a la reyna, su mujer,
et que criaría89 muy bien a su fijo, et quel ternía90 muy bien guardado en su regno, fasta que
fuese de tiempo que lo pudiese muy bien gobernar, et así, por esta manera, tenía que dexava
recabdo en toda su fazienda.
Quando el privado oyó decir al rey que quería dexar en su poder el reyno et el fijo,
commo quier que lo non dio a entender, plógol91 mucho en su coraçón, entendiendo que
pues todo fincava en su poder, que podría obrar en ello commo quisiese.
Este privado avía en su casa un su cativo que era muy sabio omne et muy grant
philósopho. Et todas las cosas que aquel privado del rey avía de fazer, et los consejos quél
avía dar, todo lo fazía por consejo de aquel su cativo que tenía en casa.
Et luego que el privado se partió del rey, fuese para aquel su cativo, et contól todo lo
que conteçiera92 con el rey, dándol a entender, con muy grant plazer et muy grand alegría,
quánto de buena ventura era, pues el rey le quería dexar todo el reyno et su fijo en su poder.
Quando el philósopho que estava cativo oyó decir a su señor todo lo que avía
pasado con el rey, et cómmo el rey entendiera que quería él tomar en poder a su fijo et al
regno, entendió que era caýdo en grant yerro, et començólo a maltraer93 muy fieramente, et
díxol que fuese çierto que era en muy grant peligro del cuerpo et de toda su fazienda, ca
todo aquello quel rey le dixiera, non fuera porque el rey oviese voluntad de lo fazer, sinon
que algunos quel querían mal avían puesto94 al rey quel dixiese aquellas razones por le
provar, et pues entendiera el rey quel plazía, que fuesse çierto que tenía el cuerpo et su
fazienda en muy grant peligro.
Quando el privado del rey oyó aquellas razones, fue en muy gran cuyta, 95 ca
entendió verdaderamente que todo era así como aquél su cativo le avía dicho. Et desque
aquel sabio que tenía en su casa le vio en tan grand cuyta, consejól que tomase una manera
commo podrié escusar de aquel peligro en que estava.
Et la manera fue ésta: luego, aquella noche, fuese raer96 la cabeça et la barba, et
cató una vestidura muy mala et toda apedaçada, tal cual suelen traer esos omnes que andan
pidiendo las limosnas en las romerýas, et un vordón, 97 et unos çapatos rotos et bien
ferrados; et metió entre las costuras de aquellos pedaços de su vestidura una grant quantía
86 recabdo: gobierno.
87 entergarle: entregarle.
88 apoderarle: conferirle el poder.
89 criaría: educaría.
90 ternía: tendría.
91 plógol: le alegró.
92 conteçiera: aconteciera, sucediera.
93 maltraer: tratar mal, reprender.
94 puesto: convencido.
95 cuyta: pena.
96 raer: afeitar.
97 vordón: bastón de peregrino.
156
de doblas.98 Et ante que amaniciese, fuese para la puerta del rey, et dixo a un portero que ý
falló que dixiese al rey que se levantase porque se pudiesen yr ante que la gente
despertasse, ca él allí estava esperando, et mandól que lo dixiese al rey en gran poridat. Et
el portero fue muy maravillado quandol vio venir en tal manera et entró al rey et dixogelo
así commo aquel su privado le mandara. Desto de marabilló el rey, et mandó quel dexase
entrar.
Desque lo vio cómmo vinía, preguntól por qué fiziera aquello. El privado le dixo
que bien sabía cómol dixiera que se quería yr desterrar, et pues él así lo quería fazer, que
nunca quisiese Dios que él desconociese quánto bien le feziera ; et que así commo de la
onra et del bien que el rey obiera, tomara muy grant parte, que así era muy grant razón que
de la lazería99 et del desterramiento que el rey quería tomar, que él otrosí100 tomase ende su
parte.. Et pues el rey no se dolía de su muger et de su fijo et del regno et de lo acá dexava,
que non era razón que se doliese él de lo suyo, et que yría con él, et le serviría en manera
que ningún omne non gelo101 pudiese entender, et que aún le levava102 tanto aver103 metido
en aquella su vestidura, que les avondaría104 asaz105 en toda su vida, et que, pues que a yrse
avían, que se fuesen ante que pudiesen ser conocidos.
Quando el rey entendió todas aquellas cosas que aquel su privado le dizía, tobo que
gelo dizía todo con lealtad, et gradeçiéndogelo mucho, et contól toda la manera en cómmo
oviera a seer engañado et que todo aquello le fiziera el rey por le provar.(9) Et así, oviera a
seer aquel privado engañado por mala cobdiçia., et quisól Dios guardar, et fue guardado
por consejo del sabio que tenía cativo en su casa.
Et vos, señor conde Lucanor, á menester106 que vos guardedes que non seades
engañado déste que tenedes por amigo: ca çierto sed que esto que vos dixo que non lo fizo
sinon por provar qué es lo que tiene en vos. Et conviene que en tal manera fabledes con él,
que entienda que queredes toda su pro 107 et su onra, et que non avedes cobdiçia de ninguna
cosa de lo suyo, ca si omne estas dos cosas non guarda a su a migo, non puede durar entre
ellos el amor108 luengamente.
El conde se falló por bien aconsejado del consejo de Patronio, su consejero. Et
fízolo commo él le consejara et fallóse ende bien.(10)
Et entendiendo don Johan que estos exienplos eran muy buenos, fízolos escribir en este
libro et fizo estos viessos109 en que se pone la sentençia110 de los exienplos. Et los viessos
dicen assí:
(9) Culmina, en este momento, el suspense creado por don Juan Manuel mediante el empleo de la técnica de
ocultación: los personajes han aparentado actitudes que disimulaban sus verdaderos propósitos (el rey eng añ a
a su privado, quien consigue escapar de la trampa mediante otro engaño ideado por su consejero).
109 viessos: versos.
110 sentençia: conclusión.
157
Non vos engañedes, nin creades que endonado, 111
faze ningún omne por otro su daño de grado.
Et otros lo dicen assí:
Por la piadat de Dios et por buen consejo,
Sale omne de coyta112 et cumple su deseo.
Et la estoria113 deste enxienplo es esta que se sigue.
Exemplo XXXV.*
De lo que contesçio a un mancebo que casó con una
muger muy fuerte et muy brava
Otra vez fablava el conde Lucanor con Patronio, et díxole:
—Patronio, un mio criado me dixo quel traýan114 casamiento con una muger muy
rica, et aun, que es más onrada que él, et que es el casamiento muy bueno para él, sinon por
un enbargo115 que ý ha, et el enbargo es éste: díxome quel dixeran que aquella muger que
era la más fuerte et más brava cosa del mundo. Et agora ruégovos que me conseiedes si le
mandaré que case con aquella muger, pues sabe de quál manera es, o sil mandareé que lo
non faga.
—Señor conde —dixo Patronio—, si él fuer tal commo fue un fijo de un omne
bueno 116 que era moro, conseialde que case con ella, mas si non fuere tal, non gelo
conseiedes.
El conde le rogó quel dixiesse cómmo fuera aquello.
Patronio le dixo que en una villa avía un omne bueno que avía un fijo, el mejor
mancebo que podía ser, mas non era tan rico que pudiesse complir tantos fechos et tan
grandes commo el su coraçón le dava a entender que devía conplir. Et por esto era él en
grand cuidado, ca avía la buena voluntat et non avía el poder.
En aquella villa misma, avía otro omne muy más onrado et más rico que su padre, et
avía una fija non más, et era muy contraría de aquel mancebo; ca cuanto aquel mancebo
avía de buenas maneras, tanto las avía aquella fija del omne bueno de malas et revesadas; 117
et por ende, omne del mundo non quería casar con aquel diablo.
misma, un espacio en blanco, supone Blecua que «estoria» equivale a 'dibujo' o 'representación gráfica' que
ilustraría alguna escena del cuento narrado. En confirmación de esta hipótesis, cabe aducir que en el Ex.
XXXII, la palabra «estoria» significa también 'figura, dibujo' (véase nota 2 de ese «exemplo»).
(10) No es casual que el Libro del Conde Lucanor comience con un «exemplo» en que se distinguen los
buenos de los malos consejeros (o privados envidiosos), a través de un complicado juego de perspectivas: el
conde Lucanor, privado de un hombre poderoso, consulta a Patronio acerca de una situación en apariencia
positiva; en el cuento aparece un privado (imagen del conde Lucanor) que por seguir el consejo de su cautivo
(imagen de Patronio) se salva. Es un «exemplo», por tanto, que sirve de introducción al conjunto de la obra,
ya que indica cómo ha de ser la relación entre consejero y aconsejado. Nótese también el complicado cierre
del cuento: polipote basado en «consejo», cuyo núcleo semántico se desarrolla en cuatro palabras.
* Don Juan Manuel. El Libro del Conde Lucanor. Madrid: Castalia, 1987. pp. 160-166.
114 traýan: proponían.
115 enbargo: inconveniente.
116 omne bueno: noble.
117 revesadas: contrarias.
158
Aquel tan buen mancebo vino un día a su padre et díxole que bien sabía que él non
era tan rico que pudiesse darle con que él pudiesse bevir a su onra, et que, pues le convinía
a fazer vida menguada118 et lazdrada119 o yrse daquella tierra, que si él por bien tobiesse,
quel parescía meior seso120 de catar algún casamiento con que pudiesse aver alguna
passada.121 Et el padre le dixo quel plazía ende mucho si pudiesse fallar para él casamiento
quel cunpliesse.
Entonce le dixo el fijo que, si él quisiesse, que podría guisar que aquel omne bueno
que avía aquella fija que gela diesse para él. Quando el padre esto oyó, fue muy
maravillado, et díxol que cómmo cuidaba en tal cosa: que non avía omne que la conosçiesse
que, por pobre que fuese, quisiese casar con ella. El fijo le dixo quel pidía por merced quel
guisasse aquel casamiento. Et tanto lo afincó 122 que, commo quier que el padre lo tobo por
estraño, que gelo otorgó.
Et él fuesse luego para aquel omne bueno, et amos eran mucho amigos, et díxol todo
lo que passara123 con su fijo et rogól que, pues su fijo se atrevía a casar con su fija, quel
ploguiesse et que gela diesse para él. Quando el omne bueno esto oyó [a] aquel su amigo,
díxole:
—Par Dios, amigo, si yo tal cosa fiziesse seervos yá muy falso amigo, ca vos avedes
muy buen fijo, et ternía que fazía muy grand maldat si yo consintiesse su mal nin su
muerte; et só çierto que, si con mi fija casase, que o sería muerto o le valdría más la muerte
que la vida. Et non entendades que vos digo esto por non conplir vuestro talante, ca si la
quisierdes, a mí mucho me plaze de la dar a vuestro fijo, o a quienquier que me la saque de
casa.
El su a amigo le dixo quel gradesçía mucho quanto le dizía, et que pues su fijo
quería aquel casamiento, quel rogava quel ploguiesse.
El casamiento se fizo, et levaron la novia a casa de su marido. Et los moros an por
costumbre que adovan124 de çena a los novios et pónenles la mesa et déxanlos en su casa
fasta otro día. Et fiziéronlo [a] aquellos así; pero estavan los padres et las madres et
parientes del novio et de la novia con grand reçelo , cuidando que otro día fallarían el novio
muerto o muy maltrecho.
Luego que ellos fincaron solos en casa, assentáronse a la mesa, et ante que ella
ubiasse 125 a decir cosa,126 cató el novio en derredor127 de la mesa, et vio un perro et díxol ya
quanto 128 bravamente:
—¡Perro, danos agua a las manos!
El perro non lo fizo. Et él encomençósse a ensañar et dixol más bravamente que les
diesse agua a las manos. El perro non lo fizo. Et desque vio que lo non fazía, levantóse muy
sañudo de la mesa et metió mano a la espada et endereçó129 al perro. Cuando el perro lo vio
159
venir contra sí, començó a foie, et él en pos él, saltando amos por la ropa et por la mesa et
por el fuego, et tanto andido en pos dél fasta que lo alcançó, et cortól la cabeça et las
piernas et los braços, et fízolo todo pedaços et ensangrentó toda la casa et toda la mesa et
la ropa.
Et así, muy sañudo et todo ensangrentado, tornóse a sentar a la mesa et cató en
derredor, et vio un gato et díxol quel diesse agua a manos; et porque non lo fizo, díxole:
—¡Cómmo, don falso traydor!, ¿et non vistes lo que fiz al perro porque non quiso
fazer lo quel mandé yo? Prometo a Dios que, si un punto nin más conmigo porfías, que esso
mismo faré a ti que al perro.
El gato non lo fizo, ca tampoco es su costumbre de dar agua a manos, commo del
perro. Et porque non lo fizo, levantóse et tornól por las piernas et dio con él a la pared et
fizo dél más de çient pedaços , et mostrándol muy mayor saña que contra el perro.
Et assí, bravo et sañudo et faziendo muy malos contenentes130 tornóse a la mesa et
cató a todas partes. La muger, quel vio esto fazer, tobo que estaba loco o fuera de seso, et
non dizía nada.
Et desque ovo catado a cada parte, et vio un su caballo que estava en casa, et él non
avía más de aquél, et díxol muy bravamente que les diesse agua a las manos. El caballo non
lo fizo. Desque vio que non lo fizo, díxol:
—¡Cómmo, don caballo! ¿cuydades que porque non he otro avallo, que por eso vos
dexaré si non fizierdes lo que yo vos mandare? Dessa 131 vos guardat, que si, por vuestra
mala ventura, non fizierdes lo que yo vos mandare, yo juro a Dios que tan mala muerte vos
dé commo a los otros; et non ha cosa viva en el mudo que non faga lo que yo mandare, que
esso mismo non le faga.
El caballo estuvo quedo. Et desque vio que non fazía su mandado, que a él et cortól
la cabeça con la mayor saña que podía mostrar, et despedaçólo todo.
Quando la muger vio que matava el caballo non aviendo otro et que dizía que esto
faría a qiquier132 que su mandado non cumpliese, tobo que esto ya non se fazía por juego, et
ovo tan grand miedo que ya no sabía si era muerta o biva.
Et él assí, vravo et sañudo et ensangrentado, tornóse a la mesa, jurando que si mil
caballos et omnes et mugeres óbviese en casa quel saliesen de mandado,133 que todos serían
muertos. Et assentóse et cató a cada parte, teniendo la espada sangrienta en el regaço ; et
desque cató a una parte et a otra et no vio cosa viva, volvió los ojos contra 134 su muger muy
bravamente et díxol con grand saña, teniendo la espada en la mano:
—Levantadvos et datme agua a las manos.
La muger que non esperava otra cosa sinon que la despedaçaría toda, levantóse muy
apriesa et dio agua a las manos. Et díxole él:
—¡A!, ¡cómmo gradesco a Dios porque fizistes lo que vos mandé, ca de otra guisa,
por el pesar que estos dos locos me fizieron, esso oviera fecho a vos que a ellos.(54)
Después mandól quel diesse de comer; et ella fízolo. Et cada quel135 dizía alguna
cosa, tan bravamente gelo dizía et en tal son, 136 que ella ya cuidaba que la cabeça era ida
del polvo.137
160
Assí passó el fecho entrellos aquella noche, que nunca ella fabló, mas fazía lo quel
mandavan. Desque ovieron dormido una pieça, díxol el:
—Con esta saña que ove esta noche, non pude bien dormir. Catad que non me
despierte cras138 ninguno, et tenedme bien adobado de comer.
Quando fue grand mañana, 139 los padres et las madres et parientes llegaron a la
puerta, et porque non favlabla ninguno, cuidaron que el novio estava muerto o ferido. Et
desque vieron por entre las puertas a la novia et non al novio, cuydáronlo más.
Quando ella los vio a la puerta, llegó muy passo 140 et con grand miedo, et
començóles a decir:
¡Locos, traydores!, ¿qué fazedes? ¿Cómmo osades llegar a la puerta nin fablar?
¡Callad, sinon todos, tan bien vos commo yo, todos somos muertos!
Quando todo esto oyeron, fueron maravillados; et desque sopieron cómmo pasaron
en uno, preciaron mucho el mancebo porque assí sopiera fazer lo quel cumplía et castigar 141
tan bien su casa.
Et daquel día adelante, fue aquella su muger muy bien mandada et ovieron muy
buena vida.
Et dende a pocos días, su suegro quiso fazer assí commo fiziera su yerno, et por
aquella manera mató n gallo, et díxole su muger:
—A la fe,142 don fulán, tarde vos acordastes, ca ya non vos valdría nada si
matássedes çient caballos: que ante lo oviérades a començar, ca ya bien nos conocemos.
Et vos, señor conde, si aquel vuestro criado quiere casar con tal muger, si fuere él tal
commo aquel mancebo , conseialde que case seguramente, ca él sabrá cómmo passa en su
cassa; mas si non fuere tal que entienda lo que debe fazer et lo quel cumple, dexadle passe
su ventura. Et aun conseio a vos, que con todos los omnes que ovierdes a fazer, 143 que
siempre les dedes a entender en quál manera an de pasar conbusco.
El conde obo éste por buen conseio. Et fízolo assí et fallóse dello vien.
Et porque don Johan tobo por buen enxienplo, fízolo escribir en este libro et fizo
estos viessos que dicen assí:
Si al comienço non muestras qui eres,
Nunca podrás después quando quisieres.
Et la historia deste enxienplo es ésta que se sigue.
(54) Las intervenciones en estilo indirecto desarrollan funciones estructurales; por una parte generan la intriga
narrativa mediante simetría s muy acusadas (obsérvese que las frases dirigidas al perro y a la muger son
breves, mientras que las que destina al gato y al caballo son más amplias) y, por otra parte, presentan
sistemáticamente los planos de realidades con los que el mancebo pretende adoctrinas a su mujer. Más
adelante, en la única intervención de la mujer se reúnen desenlace y visión cómica del suceso.
143 a fazer: a tratar.
161
Exemplo L.*
De lo que contesçio a saladín con una dueña. Muger
De un su vasallo
Favlaba el conde Lucanor un día con Patronio, su consejero, en esta guisa:
—Patronio, bien sé yo ciertamente que vos avedes tal entendimiento que omne de
los que son agora en este tierra non podría dar tan buen recabdo a ninguna cosa quel
preguntasen commo vos. Et por ende, vos ruego que me digades quál es la mejor cosa que
omne puede aver en sí.(72) Et esto vos pregunto porque bien entiendo que muchas cosas á
mester el omne para saber acertar en lo mejor et fazerlo, ca por entender omne la cosa et
non obrar della bien, non tengo que mejora muncho en su fazienda. Et porque las cosas son
tantas, querría saber a lo menos una, por que siempre me acordasse della para la guardar.
—Señor conde Lucanor—dixo Patronio—, vos, por vuestra merced, me loades144
mucho señaladamente et diziedes que yo he muy grant entendimiento . Et, señor conde, yo
reçelo que vos engañades en esto. Et bien cred que non á cosa en el mundo en que omne
tanto nin tan de ligero se engañe commo en cognoscer los omnes quáles son en sí et quál
entendimiento an. Et éstas son dos cosas; la una, quál es el omne en sí; la otra, qué
entendimiento ha. Et para saber quál es en sí, asse145 de mostrar en las obras que faze a
Dios et al mundo; ca muchos parescen que fazen buenas obras, et non son buenas, que todo
el su bien, es para este mundo. Et creet que esta vondat quel costará muy cara, ca por este
vien que dura un día, sufrirá mucho mal sin fin. Et otros fazen buenas obras para serviçio
de Dios et non cuidan en lo del mundo; et commo quier que éstos escogen la mejor parte et
la que nunca les será tirada146 nin la perderán; pero los unos nin los otros non guardan
entreamas las carreras,147 que son lo de Dios et del mundo.
Et para las guardar amas, ha mester muy buenas obras et muy grant entendimiento,
que tan grand cosa es de fazer esto commo meter la mano en el fuego et non sentir la su
calentura; pero ayudándole Dios, et ayudándosse el omne, todo se puede fazer; ca ya fueron
muchos buenos reyes et homnes sanctos; pues éstos buenos fueron a Dios et al mundo.
Otrosí, para saber quál ha buen entendimiento, ha mester muchas cosas; ca muchos dizen
muy buenas palabras et grandes sesos148 et non fazen sus faziendas tan bien commo les
conplía; mas otros traen muy bien sus faziendas et non saben o non quieren o non pueden
decir tres palabras a derechas. Otros fablan muy bien et fazen muy bien sus faziendas, mas
son de malas entençiones , et commo quier que obran bien para sí, obran malas obras para
las gentes. Et destos tales dize la Scriptura que son tales como el loco que tiene la espada en
la mano, o commo el mal príncipe que ha grant poder.
Mas, para que vos et todos los omnes podades cognosçer quál es bueno a Dios et al
mundo, et quál es de buen entendimiento et quál es de buena palabra et quál es de buena
entençión para lo escoger verdaderamente, conviene que non judguedes a ninguno sinon
por las obras que fiziere luengamente, et non poco tiempo, et por commo viéredes que
(72) Ya desde la pregunta planteada por el conde Lucanor se remite al Ex. XXV, en el que se desarrolló el
tema complementario. Allí era cómo debía actuar el «omne», y aquí cómo ha de ser ese «omne»
interiormente. No es casual que estos dos «exemplos» ocupen la posición media y final del libro (véase 38).
146 tirada: quitada.
147 entreamas las carreras: ambas carreras.
148 sesos: sentencias.
162
mejora o que peora149 su fazienda, a en estas dos cosas se paresçe todo lo que desuso 150 es
dicho.
Et todas estas razones vos dixe agora porque vos loades mucho a mi et al mio
entendimiento, et só çierto que, desque a todas estas cosas catáredes, que me non loaredes
tanto. Et a lo que me preguntastes que vos dixiesse quál era la mejor cosa que omne podía
aver en sí, para saber desto la verdat, querría mucho que sopiéssedes lo que contesçió a
Saladín con una muy buena dueña, muger de un caballero, su vasallo.
Et el conde le preguntó cómmo fuera aquello.
—Señor conde Lucanor—dixo Patronio—, Saladín era soldán de Babilonia et traýa
consigo siempre muy grand gente; et un día, porque todos non podías posar con él, fue
posar a casa de un caballero. Et quando el caballero vio a su señor, que era tan onrado, en
su casa, fízole quanto serviçio et quanto plazer pudo, et él et su muger et sus fijos et sus
fijas servíanle quanto podían. Et el diablo, que siempre se trabaja en que faga el omne la
más desaguisado, puso en el talante de Saladín que olvidase todo lo que devía guardar et
que amasse aquella dueña non commo devía.
Et el amor fue tan grande, quel ovo de traer a conseiarse con un su mal conseiero en
qué manera podría conplir lo que él quería. Et devedes saber que todos devían rogar a Dios
que guardasse a su señor de querer fazer mal fecho, ca si el señor lo quiere, çierto seed que
nunca menguará quien gelo conseje et quien lo ayude a lo conplir.
Et assí contesçió a Saladín, que luego falló quien lo consejó cómmo pudiesse
conplir aquello que quería . Et aquel mal conseiero, consejól que enviasse por su marido et
quel fiziesse mucho vien et quel diesse muy grant gente de que fuesse mayoral; et a cabo de
algunos días, quel enviasse a alguna tierra lueñe151 en su serviçio , et en quanto el caballero
estuviesse allá, que podría él conplir toda su voluntad.
Esto plogo a Saladín et fízolo assí. Et desque el caballero fue ydo en su serviçio,
cuidando que yba muy bien andante et muy buen amigo de su señor, fuesse Saladín para su
casa. Desque la buena dueña sopo que Saladín vinía, porque tanta merced avía fecho a ssu
marido, reçibiólo muy bien et fízole mucho serviçio et quanto plazer pudo ella et toa su
compaña. Desque la mesa fue alçada et Saladín entró en su cámara, envió por la dueña. Et
ella, teniendo que enviaba por ál, fue a él. Et Saladín le dixo que la amava mucho. Et luego
que ella esto oyó, entendiólo muy bien, pero dio a entender que non entendía aquella razón
et díxol quel diesse Dios buena vida et que gelo gradesçié , ca bien sabié Dios que ella
mucho deseava la su vida, et que siempre rogaría a Dios por él, commo lo devía fazer,
porque era su señor et, señaladamente, por quanto merced fazía a su marido et a ella.
Saladín le dixo que, sin todas aquellas razones, la amava más que a muger del
mundo. Et ella teníagelo en merced, non dando a entender que entendía otra razón. ¿Qué
vos yré más alongando? Saladín le ovo a decir cómmo la amava. Quando la buena dueña
aquello oyó, commo era muy buena et de muy buen entendimiento, respondió assí a
Saladín:
—Señor, commo quier que yo só assaz muger de pequeña guisa, 152 pero vien sé que
el amor non es en poder del omne, ante es el omne en poder del amor. Et bien sé yo que si
vos tan grand amor me avedes commo dezides, pero assí commo esto sé bien, assí sé otra
163
cosa: que quando los omnes , et señaladamente los señores, vos pagades de alguna muger,
dades a entender que faredes quanto ella quisiere, et desque ella finca mal andante et
escarnida,153 preciádsela154 poco et, commo es derecho, finca del todo mal. Et yo, señor,
reçelo que contesçerá así a mí.
Saladín gelo començó a desfazer prometiéndole quel faría quanto ella quisiesse
porque fincasse muy bien andante. Desque Saladín esto le dixo, respondiól la buena dueña
que si él le prometiesse de conplir155 lo que ella le pidría, ante quel fiziesse fuerça nin
escarnio, que ella le prometía que, luego que gelo oviese conplido, faría ella todo lo que él
mandasse.
Saladín le dixo que reçelaba quel pidría que non le fablasse más en aquel fecho. Et
ella díxol que non le demandaría esso nin cosa que él muy bien non pudiesse fazer. Saladín
gelo prometió. La buena dueña le vesó la mano et el pie et díxole que lo que del quería era
quel dixiese quál era la mejor cosa que omne podía aver en sí, et que era madre et cabeça de
todas las bondades.(73)
Quando Saladín esto oyó, començó muy fieramente 156 a cuidar et non pudo fallar
qué respondiesse a la buena dueña. Et porque avía prometido que non le faría fuerça nin
escarnio fasta quel cumpliesse lo quel avía prometido, díxole que quería acordar 157
sobresto. Et ella díxole que prometía que en cualquier tiempo que desto le diesse recado,
que ella conpliría todo lo que él mandasse.
Assí fincó pleito puesto entre ellos. Et Saladín fuesse para sus gentes, et, commo por
otra razón, preguntó a todos sus sabios por esto. Et unos dizían que la mejor cosa que omne
podía aver era seer omne de buena alma. Et otros dizían que era verdat para el otro mundo,
mas que por ser solamente de buena alma, que non sería muy bueno para este mundo. Otros
dizían que lo mejor era ser omne muy leal. Otros dizían que commo quier que ser leal es
muy buena cosa, que podría seer leal et seer muy cobarde, o muy escaso, 158 o muy torpe, o
mal acostumbrado, et assí que ál avía mester, aunque fuesse muy leal. Et desta guisa
fablavan en todas las cosas, et non podían acertar en lo que Saladín preguntava.
Desque Saladín non falló qui le dixiese et diesse recabdo a sus preguntas en toda su
tierra, traxo consigo dos jubglares, et esto fizo por que mejor con éstos andar por el mundo.
Et desconocidamente passó la mar, et fue a la corte del Papa, do se ayuntan todos los
cristianos. Et preguntando por aquélla razón, nunca falló quien le diesse recabdo. Dende,159
fue a casa del rey de Francia et a todos los reyes et nunca falló recabdo. Et en esto moró 160
tanto tiempo que era ya repentido de lo que avía començado.
Et ya por la dueña non fiziera tanto; más porque él era tan buen omne, tenía quel era
mengua si dexase de saber aquello que avía començado; ca, sin dubda, el grant omne grant
mengua faze si dexa lo que una vez comiença , solamente que el fecho non sea malo o
(73) El «exemplo» se estructura en dos partes; aquí culmina la declaración amorosa de Saladino, in terrumpida
por la misma pregunta que el conde Lucanor dirigió a Patronio; a partir de ese momento comienza el
segundo relato, que deberá resolver la cuestión del conde Lucanor y la intriga generada por la perspectiva de
la búsqueda de la respuesta.
159 dende. desde allí.
160 moró: pasó.
164
pecado: más, si por miedo o trabajo lo dexa, non se podría de mengua escusar. Et por ende ,
Saladín non quería dexar de saber aquello por que saliera de su tierra.
Et acaeció que un día, andando por su camino con sus jubglares, que toparon161 con
un escudero que vinía de correr monte162 et avía muerto un ciervo. Et el escudero casara
poco tiempo avía, et abía un padre muy viejo que fuera el mejor caballero que oviera en
toda aquella tierra. Et por la grant vejez, non veías et non podía salir de su casa, pero avía el
entendimiento tan bueno et tan conplido, que non le menguaba ninguna cosa por la vejez.
El escudero, que venía de su caça muy alegre; preguntó [a] aquellos omnes que
d'onde venían et qué omnes eran. Ellos le dixieron que eran joglares.
Quando él esto oyó, plógol ende mucho, et díxoles quél vinía muy alegre de su caça
et para conplir el alegría que, pues eran ellos muy buenos joglares, que fuesen con él essa
noche. Et ellos le dixieron que yvan a muy grant prisa, que muy grant tiempo avía que se
partieran de su tierra por saber una cosa et que non pudieron fallar della recabdo et que se
querían tornar et que por esso no podían yr con él essa noche.
El escudero les preguntó tanto, fasta quel ovieron a decir que cosa era aquello que
querían saber. Quando el escudero esto oyó, díxoles que si su padre non les diesse consejo a
esto, que non gelo daría omne del mundo, et contóles qué omne era su padre.
Quando Saladín, a qui el escudero tenía por joglar, oyó esto, plógol ende muncho.
Et fuéronse con él.
Et desque llegaron a casa de su padre, et el escudero le contó cómmo vinía mucho
alegre porque caçara muy bien at aún, que avía mayor alegría porque traýa consigo aquellos
juglares; et dixo a su padre lo que andavan preguntando, et pídiol por merced que les
dixiese lo que desto entendía él, ca, él les avía dicho que, pues non fallavan quien les diesse
desto recabdo, que si su padre non gelo diesse, que non fallarían omne que les diesse
recabdo.
Quando el caballero anciano esto oyó, entendió que aquél que esta pregunta fazía
que non era juglar; et dixo a su fijo que, después que oviessen comido, que él les daría
recabdo a esto que preguntaban.
Et el escudero dixo esto a Saladín, que el tenía por joglar, de que fue Saladín mucho
alegre, et alongávasele ya mucho por que avía de atender163 fasta que óbviese comido.
Desque los manteles fueron levantados et los juglares ovieron fecho su mester,
díxoles el caballero anciano quel dixera su fijo que ellos andavan faziendo una pregunta et
que no fallavan omne que les diesse recabdo, et quel dixiessen qué pregunta era aquélla et
él les diría lo que entendía.
Entonce Saladín, que andava por juglar, díxol que la pregunta era ésta: que quál era
la mejor cosa que omne podía aver en sí, et que era madre et cabeça de todas las bondades.
Quando el caballero anciano oyó esta razón, entendióla muy bien; et otrosí,
conosçió en la palabra que aquél era Saladín, ca él visquiera 164 muy grand tiempo con él en
su casa et recibiera dél mucho vien et mucha merced, et díxole:
—Amigo, la primera cosa que vos respondo, digovos que çierto só que fasta el día
de oy, que nunca tales juglares entraron en mi casa. Et saber que, si yo derecho fiziere, que
vos debo cognosçer quánto bien de vos tomé, pero desto non vos diré agora nada, fasta que
165
fable conbusco165 en poridat, porque no sepa ninguno nada de vuestra fazienda. Pero,
quanto a la pregunta que fazedes, vos digo que la mejor cosa que omne puede aver en sí, et
que es madre et cabeça de todas las bondades, digovos que ésta es la vergüença: et por
vergüença sufre omne la muerte que es la más grave cosa que puede ser, et por vergüença
dexa omne de fazer todas las cosas que non le paresçen bien, por grand voluntat que aya de
las fazer. Et assí, en la vergüença an comienço et cabo todas las bondades, et la vergüença
es partimiento166 de todos los malos fechos.
Quando Saladín esta razón oyó, entendió verdaderamente que era assí commo el
caballero le dizía. Et pues entendió que avía fallado recabdo de la pregunta que fazía, ovo
ende muy grant plazer et espidióse del caballero et del escudero cuyos huéspedes avýan
seýdo.167 Mas ante que se partiesen de su casa, fabló con él el caballero anciano, et le dixo
cómmo lo conosçía que era Saladín, et contól quánto bien dél avía reçebido . Et él et su fijo
fiziéronle quanto serviçio pudieron, pero en guisa que non fuesse descubierto.
Et desque estas cosas fueron pasadas, endereçó Saladín para yrse para su tierra
quanto más aýna pudo. Et desque llegó a ssu tierra, ovieron las gentes con él muy grand
plazer et fizieron muy grant alegría por la su venida.
Et después que aquellas alegrías fueron pasadas, fuesse Saladín para casa de aquella
buena duela quel fiziera aquella pregunta. Et desque ella sopo que Saladín vinía a su casa,
recibió muy bien , et fizol quanto serviçio pudo.
Et después que Saladín ovo comido et entró en su cámara, envió por la buena dueña.
Et ella vino a él. Et Saladín le dixo quánto avía trabajado por fallar la respuesta çierta de la
pregunta quel fiziera et que la avía fallado, et pues le podía dar respuesta conplida, assí
comol avía prometido, que ella otrosí cumpliese lo quel prometiera. Et ella le dixo quel
pidía por merced quel guardasse lo quel avía prometido et quel dixiese la respuesta a la
pregunta quel avía fecho, et que si fuese tal quel él mismo entendiesse que la respuesta era
conplida, que ella de muy buen grado conpliría todo lo quel avía prometido.
Entonçe le dixo Saladín quel plazía desto que ella le dizía, et díxol que la respuesta
de la pregunta que ella fiziera, que era ésta: que ella le preguntara quél era la mejor cosa
que omne podía aver en sí et que era madre et cabeça de todas las bondades, que ésta es la
vergüença.
Quando la buena dueña esta respuesta oyó, fue muy alegre, et díxol:
—Señor, agora conozco que decides verdat, et que me avedes conplido quanto me
prometistes. Et pídovos por merced que me digades, assí commo rey debe decir verdat, si
cuydades que ha en el mundo mejor omne que vos.
Et Saladín le dixo que, commo quier que se le fazíz vergüença. de decir, pero pues
la avía a decir verdat commo rey, quel dizía que más cuidaba que era él mejor que los otros,
que non que avía otros mejor que él.
Quando la buena dueña esta respuesta oyó, dexóse caer en tierra ante los sus pies, et
díxol assí, llorando muy tiernamente:
—Señor, vos avedes aquí dicho muy grandes dos verdades: la una, que sodes vos el
mejor omne del mundo; la otra, que la vergüença es la mejor cosa que el omne puede aver
en sí. Et señor, pues vos esto conosçedes, et sode el mejor omne del mundo, pídovos por
166
merçed que querades en vos la mejor cosa del mundo, que es la vergüença et que ayades
vergúença de lo que me dezides.
Quando Saladín todas estas buenas razones oyó et entendió cómmo aquella buena
dueña con la su vondat et con el su buen entendimiento, sopiera aguisar 168 que fuesse él
guardado de tan grand yerro, gradesçiólo mucho a Dios. Et commoquier que la él amava
ante de otro amor, amóla muy más dallí adellante de amor leal et verdadero, qual debe aver
el bueno señor et leal a todas sus gentes. Et señaladamente por la su vondat della, envió por
su marido et fízoles tanta onra et tanta merçet por que ellos, et todos los que dellos
vinieron, fueron muy bien andantes entre todos sus vecinos. (74)
Et todo este bien acaesçió por la vondat daquella buena dueña, et porque ella guisó
que fuesse sabido que la vergüença es la mejor cosa que omne puede aver en sí, et que es
madres et cabeça de todas las bondades.
Et pues señor conde Lucanor, me preguntades quál es la mejor cosa que omne puede
aver en sí, digovos que es la vergüença: ca la vergüença faze a omne ser esforçado et
franco169 et leal et de buenas costunbres et de buenas maneras, et fazer todos lis vienes que
faze. Ca bien cred que todas estas cosas faze omne más con vergüença que con talante que
aya de lo fazer. Et otrosí, por vergüença dexa omne de fazer todas las cosas desaguisadas
que da la voluntad al omne de fazer. Et por ende, quán buena cosa es aver el omne
vergüença de fazer lo que non debe, tan mala et tan dañosa et tan fea cosa es el que pierde
la vergüença. Et devedes saber que yerra muy fieramente el que faze algún fecho
vergonçoso et cuida que, pues que lo aze encubiertamente, que non debe aver ende
vergüença. et cierto sed que non ha cosa, por encubierta que sea que tarde o aýna non sea
sabida. Et aunque luego que la cosa vergonçosa se faga, non aya ende vergüença, devrié
omne cuidar qué vergüença sería cuando fuere sabido. Et aunque desto no tomasse
vergüença, dévela tomar de ssí mismo, que entiende el pleito vergonçoso que faze. Et
quando en todo esto non cuidase, debe entender quánto sin ventura es (pues sabe que si un
moço viesse lo que él faze, que lo dexaría por su vergüença) en non lo dexar nin aver
vergüença nin miedo de Dios, que lo vee et lo sabe todo, et es çierto quel dará por ello la
pena que mereciere.
Agora, señor conde Lucanor, vos he respondido a esta pregunta que me feziestes et
con esta respuesta vos he respondido a çinquenta preguntas que me avedes fecho.(75) Et
avedes estado en ello tanto tiempo que só çierto que son ende enojados muchos de vuestras
conpañas, et señaladamente se enojan ende lo que non an muy grand talante de oyr nin de
aprender las cosas de que se pueden mucho aprovechar. El contésçeles commo a las vestias
que van cargadas de oro, que sienten el peso que lievan a cuestas et non se aprovechan de
la pro que ha en ello. Et ellos sienten el enojo de lo que oyen et non se aprovechan de las
cosas buenas et aprovechosas que oyen. Et por ende, vos digo que lo uno por esto, et lo ál
por el trabajo que he tomado en las otras respuestas que vos di, que vos no quiero más
responder a otras preguntas que vos fagades, que en este enxienplo et en otro que se sigue
adelante desde vos quiero fazer fin a este libro.
168 aguisar:advertir.
169 franco: generoso.
(74) La dueña es presentada como el personaje de mayor poder psicológico, por ella Saladino emprende la
búsqueda de la verdad y es ella quien le obliga a comportarse de acuerdo a la virtud encontrada. Obsérvese
cómo don Juan Manuel crea personajes que generan líneas de acción que quedan pendientes hasta resolverse
ellos mismos.
167
El conde tobo éste por muy buen enxienplo. Et quanto de lo que Patronio dixo que non
quería quel feziessen más preguntas, dixo que esto fincasse en cómmo se pudiesse fazer.
El porque don Johan tovo este enxienplo por muy bueno fízolo escribir en este libro et fizo
estos viessos que dicen assí:
La vergüença todos los males parte;
Por vergüença faze omne bien sin arte.
(75) El propio Patronio señala el fin del libro al haber contestado en este «exemplo» a todas las preguntas
anteriores; quiere decir con ello que al explicar cuál es la mejor virtud que el hombre posee. Patronio
comprende que esa respuesta es en sí la clave para cualquier actuació n humana.
168
UNIDAD 5
TEXTOS COMPLEMENTARIOS:
Plano de la composición. Fuentes en el Libro de Buen Amor
OBRA:
Libro de Buen Amor (fragmentos)
PLANO DE LA COMPOSICIÓN
Fuentes en el Libro de Buen Amor
José Luis Girón Alconchel
El análisis del plano de la composición nos lleva a la consideración explícita del género
literario del Libro de Buen Amor, lo que implica, a su vez, el rastreo de las posibles fuentes
y la explicación del sentido de la obra.
El empleo de la cuaderna vía relaciona la obra del Arcipreste con los poemas de
clerecía del siglo XIII. Sin embargo, los rasgos anotados en el plano del contenido y en el
de la expresión diferencian en Libro de Buen Amor de la anterior poesía clerical. Ocurre
que en el siglo XIV, aunque siguen interesando los poemas narrativos de clerecía del siglo
anterior (como prueban las copias que de los mismos se hacen), surge una nueva literatura,
laica y burguesa, desvinculada de los monasterios y enraizada en las ciudades, una
literatura narrativa que en cierto modo continúa las características genéricas del mester de
clerecía (cuaderna vía, adaptación de fuentes latinas, finalidad didáctica, corriente de
popularismo subordinada a la impronta culta, de donde el importante elemento juglaresco),
pero que se escribe en un ambiente socio-cultural distinto, se dirige a un público distinto y,
en definitiva, va a suponer la ruptura de los patrones genéricos anteriores. Es lo que se ha
dado en llamar «descomposición del mester de clerecía». El Libro de Juan Ruiz y el
Rimado de Palacio del Canciller de Ayala y, a otra distancia, los Proverbios Morales de
Sem Tob son manifestaciones de este fenómeno.
Es lógico, por tanto, que el Libro de Buen Amor se nos ofrezca como una obra única,
es decir, sin un modelo previo al que referirla y sin que su género sea repetido en
creaciones posteriores. Sin embargo, no puede negársele unidad a la obra. Esta unidad se
cifra en la autobiografía como estructura genérica. Autobiografía de extraordinaria
complejidad. En efecto, el yo que se nos muestra de principio a fin es multiforme y
proteico; en él pueden distinguirse:
a) un yo-autor (el hombre histórico);
b) un yo-narrador;
c) un yo-protagonista de la narración (el héroe de las aventuras);
d) un yo-comentarista de lo narrado;
e) un yo-poeta lírico;
f) un yo-juglar (que vivifica la narración, presentándose como actor o testigo de los
hechos que cuenta)
La autobiografía no es real, ya se sabe; pero es imposible entenderla sin una difícil
referencia al yo histórico de Juan Ruiz, o, como decíamos, sin situarla en el ámbito de las
relaciones de vida y literatura. La transición de un yo a otro es continua y no está regida
por criterios estructurales y temáticos perceptibles desde el exterior, sino por un criterio
interno de composición en el que la perspectiva del lector se ha calculado sabiamente. De
la composición viene la fundamental unidad de la estructura autobiográfica y, al mismo
tiempo, su esencial variabilidad. El yo de la autobiografía es un yo dialéctico. En este
sentido, no le falta razón a Américo Castro cuando afirma que el Arcipreste crea su libro
José Luis Girón Alconchel, en Introducción a: Juan Ruiz Arcipreste de Hita. Libro de Buen Amor. Cuadros
cronológicos, introducción, bibliografía, selección del texto, notas y llamadas de atención, documentos,
orientaciones para el estudio y apéndice gramatical a cargo de José Luis Girón Alconchel. Madrid: Editorial
Castalia, 1985, pp. 41-47.
170
como si crease a un personaje, entidad una y varia al mismo tiempo. 170 El propio Juan Ruiz
hace hablar a su criatura, a su libro, como si fuera un instrumento musical. Salta a la vista
la extraordinaria propiedad de la metáfora.
¿Cuáles pudieron ser las fuentes concretas de esta singular estructura genérica? He
aquí otra cuestión que ha preocupado grandemente a la crítica. Se ha pretendido explicar el
origen de la autobiografía en la tradición literaria europea. Se han propuesto como modelos
europeos del Libro la pseudo-autobiografía erótica, las autobiografías medievales de Ovidio
y el empleo de anécdotas autobiográficas en los sermones populares de la época.
El primer modelo arranca de la poesía cortés. El amor cortés es, desde luego, uno de
los filones temáticos del libro, cuyo género literario, según esta interpretación sería una
parodia de la autobiografía cortés. Por otra parte, el modelo de la autobiografía ovidiana es
bien conocido en la tradición latino-cristiana occidental. Según F. Rico, la obra de Juan
Ruiz se inserta en esta tradición; y hasta puede determinársele un árbol genealógico: "De la
interpretación medieval del corpus eroticum ovidiano arranca una senda que lleva
limpiamente al Pamphilus, al Ovidius puellarum, al De tribus puellis y, por ahí, a través de
la amplificación y el aumento de incidencias y matices, al De vetula y al Libro del
Arcipreste". 171 En fin, el conocimiento que seguramente tuvo Juan Ruiz de las Artes
praedicandi (como evidencia del prólogo en prosa del manuscrito de 1343) permite pensar
que la codificación de los sermones cultos y populares pudo servir de modelo a la
autobiografía del Libro. A partir del siglo XIII, primero en París y luego en Oxford, se crea
la tradición de los “sermones universitarios”; estos sermones se ajustaban a una compleja
estructuración, codificada retóricamente, en la que no faltaba la oportuna jocatio (el chiste
o anécdota oportunos), ocasión para que el predicador despertase a su auditorio con la
narración de algún suceso cuyo protagonismo se atribuía.
Frente a los que piensan que la autobiografía puede explicarse en el ámbito de la
cultura latino-europea (Gybbon-Monypenny, Rico, Deyermond), otros (A. Castro y Ma.
Rosa Lida, sobre todo) recurren a modelos orientales 172 . Para Castro —en un primer
momento— el modelo del Libro de Buen Amor hay que buscarlo en El collar de la paloma,
obra del siglo XI del poeta árabe Ibn Hazm de Córdoba. El libro del Arcipreste es una
muestra de mudejarismo cultural. No sólo su estructura autobiográfica, sino otros aspectos
importantes –como la mezcla de sensualidad y didactismo ascético, la mitología amorosa
encerrada en el "secreto de amor" (poridat) y en los efectos sentimentales que causa el
amor en los amantes, la figura de la alcahueta derivan de aquel librito árabe, encuadrable a
su vez en la tradición sufí que intenta armonizar el espíritu oriental con el neoplatonismo
cristiano. En un trabajo posterior, Castro precisó su tesis y redujo la presencia islámica a la
estructura autobiográfica. Es justo subrayar que en ningún momento plantea su tesis como
exclusiva. Procura aclarar que lo islámico de Juan Ruiz viene a integrarse en el fondo
170 España en su historia. Cristianos, moros y judíos. Barcelona, Ed. Crítica, 1983, 2ª. Ed. (la 1ª. En 19948);
pp. 355-446; la cita en p. 357; el segundo trabajo de A. Castro (al que nos referimos en el texto) es «El Libro
de Buen Amor del Arcipreste de Hita», en Comparative Literature, IV, 1952, NÚM. 3, PP. 193—213.
171 art. cit. en n. 14, p. 323.
172 G. B. Gybbon-Monypenny, "Autobiography in the LBA in the light of some literary comparisons", en
Bulletin of Hispanic Studies, XXXIV, 1957, PP. 63-78; F. Rico, art. cit., en n. 14; A. Deyermond, "El LBA y
la poesía del siglo XIV", en F. Rico (director), Historia y Crítica de la literatura española, 1.Edad Media (al
cuidado de A. Deyermond), Barcelona, Ed. Crítica, 1980, pp. 213-227; A. Castro trabajos citados en n. 20;
Ma. Rosa Lida de Malkiel, "Notas para la interpretación, influencia, fuentes y texto del LBA", en Juan Ruiz,
pp. 153-202, y "Nuevas notas…", cit. en n. 6, y "El LBA: contenido, género…", cit., en n. 9.
171
cristiano y románico ineludible para un clérigo castellano del siglo XIV. Lo que Castro
sostiene es la imposibilidad de entender a Juan Ruiz (lo mismo que la imposibilidad de
entender la historia española de los siglos XIV a XVII) con las solas categorías mentales
del cristianismo y el europeismo, como si la convivencia secular de judíos, moros y
cristianos en el suelo peninsular fuese un hecho irrelevante y sin consecuencias sociales y
culturales. Por lo demás, las primitivas afirmaciones de Castro en lo referente al influjo de
Ibn Hazrn han sido discutidas y rebajadas por ilustres arabistas como Asín y Garda Gómez;
pero lo esencial de su tesis –el mudejarismo- subsiste como una de las aportaciones más
fecundas a la crítica del Arcipreste de Hita. El que la obra del poeta árabe cordobés sea
eminentemente aristocrática, en contraste con el popularismo de Juan Ruiz, o el hecho de
que éste ignorase el árabe clásico son argumentos para desechar el influjo directo del librito
árabe sobre la obra del Arcipreste, pero de ningún modo pueden invalidar algo que ya
señaló el mismo Castro, y que más tarde se ha convertido en verdadero lugar común de la
crítica: esto es, que lo islámico no penetra en Juan Ruiz por vía libresca y documental, sino
que es un elemento del ambiente cultural de la España cristiana, un elemento de vida
tradicional y popular.
Ma. Rosa Lida recoge la idea del mudejarismo e intenta ver en el maqamat hispano
hebrea el modelo genérico del Libro de Buen Amor. La maqamat es esencialmente una
narración autobiográfica en la que el protagonista nos cuenta sus fracasos amorosos, con
importantes digresiones temáticas, con la orgullosa exhibición de su virtualismo literario y,
sobre todo, con una finalidad didáctica que se impone al conjunto y le da unidad. Todos
estos rasgos pueden asimilarse a algunas de las características estructurales más
significativas del libro de Juan Ruiz y es probable que la desbordante personalidad de
nuestro poeta encontrase en un género como la maqamat —de finalidad didáctica,
abundantemente cultivado por árabes y judíos entre los siglos XII y XIV y con una obra
lograda y conocida como el Libro de delicias— el cauce expresivo más adecuado.
Finalmente, no faltan quienes piensan que el Libro de Buen Amor ni se ajusta a
género literario alguno ni lo crea, aunque sintetice diversas producciones anteriores. El
libro de Juan Ruiz sería la obra creada por el sistema escolar de la Edad Media, es decir, un
producto de la tradición poética aplicada al realismo cotidiano en el ámbito de un ejercicio
escolar. No cabe duda de que el Arcipreste era un “artista de la poética”, como lo califica
justamente A. Blecua, ni de que las Artes poeticae medievales ejercieron una eficaz
influencia en la construcción de su Libro. El hecho de poder atribuir cada una de sus partes
a tópicos bien conocidos en la tradición retórica apoya esta influencia, lo mismo que el
aparente fragmentarismo de su estructura externa.
Pero por este camino podemos llegar a la falacia crítica ya señalada por Ma. Rosa
Lida: como el Libro no tiene antecedentes genéricos en Europa, desmontemos sus partes,
que sí los tienen. Así perderemos gran parte de la unidad y consecución del mismo, unidad
que —repetimos— no es sólo una creación de la crítica, sino un punto de vista del autor,
como se evidencia en la oración inicial y en el prólogo en prosa de la versión de 1343.
Cuando Juan Ruiz escribe estas nuevas “piezas”, el libro ya está compuesto, ya tiene unidad
y, por tanto, puede referirse a un género, aunque sea un género creado de nuevo cuño con
los restos del naufragio del mester de clerecía o con los modelos difusos que la tradición
islámica o hebraica pudo proporcionar a su autor o bien con el material acarreado por la
172
tradición retórica o, quizás lo más probable, con la concurrencia y cooperación de todas
estas sustancias173 .
El género del Libro es, pues, la narración autobiográfica. En este sentido, Juan Ruiz
es un temprano antecedente de la novela burguesa. Ya Menéndez Pelayo comparó la
estructura autobiográfica del Libro con la novela picaresca. Ahora bien, como la misma
novela, en el sentido moderno del término, el Libro es una síntesis de otros elementos
genéricos: líricos, paródicos-cómicos, didácticos. Se ha discutido cuál de estos elementos es
el predominante. Y se ha discutido, principalmente, para encontrarle un sentido a la obra:
¿es un tratado didáctico? ¿un cancionero lírico?, ¿una autobiografía humorística? L. Spitzer
lo definió como «un vasto cancionero engastado en una autobiografía humorística, que se
engasta en un tratado ascético-moral». Lo característico de su género es la superposición
de estos tres planos y, al mismo tiempo, la continua transición entre ellos, sin que sea
posible delimitar cuál es la determinante en el conjunto, aunque en partes concretas pueda
predominar uno de ellos. Como se puede observar, estos componentes genéricos son
paralelos a los diversos aspectos del yo literario ya señalados.
Según vimos al resumir el contenido de la obra, lo artístico y lo didáctico son dos
elementos sustanciales e inextricablemente unidos. Creo que no puede afirmarse el
predominio de lo uno sobre lo otro. Y ésta es quizás la mayor originalidad de Juan Ruiz:
haber conseguido un difícil equilibrio de fuerzas temáticas y estructurales, una verdadera
síntesis literaria en un momento histórico de contrastes y de antítesis. Una síntesis que
contiene y supera las numerosas polaridades que el mundo del siglo XIV planteaba: buen
amor / loco amor, realidad / apariencias, burlas / veras, moral / poesía.
De ahí, la consustancial ambigüedad de la obra, centrada principalmente en el
concepto clave de “buen amor”. Se trata de una ambigüedad artística (no es exagerada
comparación con el Quijote) que interpreta la enorme complejidad del referente histórico-
cultural que es el contenido del Libro. No es, claro está, una ambigüedad de la expresión. El
poeta sabe decir muy bien lo que quiere decir. Pero lo que quiere decir es –nada menos-
cómo es ese mundo castellano del siglo XIV en el que ha empezado a gestarse una
profunda transformación de las estructuras sociales y de las categorías mentales. El poeta
acierta a explicar artísticamente esta transformación. Y la explica con los materiales
literarios que su tiempo le podía proporcionar (con la literatura didáctica), pero también con
su palabra artística, con su creación original. De este modo trasciende la explicación de su
propio mundo y su Libro contiene un modelo interpretativo de validez duradera. Por eso es
un clásico.
Desde esta amplia perspectiva de interpretación no hay motivos para inclinar
decisivamente la balanza a favor de uno u otro de los polos que la crítica ha ido colocando
en el estudio de las fuentes y del sentido de la obra. Esta es una obra medieval, europea,
didáctica, pero escrita en la Castilla toledana del siglo XIV y, por tanto, el mudejarismo, lo
humorístico e irónico, lo artístico y personal pugnan inexorablemente por encontrar su sitio
en el marco de unas estructuras ideológicas y literarias heredadas y, al mismo tiempo,
necesitadas de una adaptación a las nuevas circunstancias históricas del autor Juan Ruiz.
173 L. Beltrán, ob. cit., pp. 13-27; A. Blecua, ed., Arcipreste de Hita, Libro de Buen Amor, Barcelona, Ed.
Planeta, 1983, p. XXXIII.
173
LIBRO DE BUEN AMOR
Juan Ruiz, Arcipreste de Hita
Enxiemplo de lo que conteçió a don Pitas Payas pintor de bretaña
474 “Del que olvidó la mujer te diré la fazaña;
si vieres que el burla, di me otra tan maña..
Era don Pitas Pajas un pintor de Bretaña;
casó se con muger moça, pagava se de conpaña.
Juan Ruiz, Libro de buen amor, Edición, introducción y notas de G. B. Gybbon-Monypenny. Madrid:
Clásicos Castalia, 1988.
Ídem. pp. 207-210.
474-478. En Ars. Am., II. VV. 357-372, Ovidio aduce como ejemplo el adulterio de Elena con Paris, debido a
la ausencia de su marido Menéalo. El paralelo con el enxiemplo de Pitas Payas es bastante exacto.
Lecoy Recherches..., pp. 158-160, Michael , “ The functions ...”, pp. 203-204, Zahaeras, The Art of Juan
Ruiz…, páginas 85-91. Cuento tradicional, parecido a una fabliau que existe en varias versiones (en especial,
Le Bât, de La Fontaine). Pero la versión de Juan Ruiz es la más antigua que se conoce. Otro cuento que trata
el adulterio de la esposa durante la larga ausencia del marido existe en varias versiones en latín, en especial el
Ridmus de merctore; véase G. Conhen, La Comédie Latine en France au XIIE Siêcle, París, 1931, t. II, PP.
275-278.
4745c Bretaña: Este nombre ha inducido a varios críticos a suponer que lo que hablan el pintor y su esposa
es una mala parodia del francés. Pero Coro., con su inmen so conocimiento de la filología románica, indica
que las formas empleadas corresponden a lo que sería de esperar en la zona fronteriza entre el NO. de
Cataluña, el NE. De Aragón y la zona occitánica del otro vertiente del Pirineo. ¿ Por qué Bretaña, pues ? Es
lógico pensar en una alusión irónica a los romances del famoso ciclo bretón, aunque no se ve bien porqué.
Pero es un curioso hecho que en la Crónica general de España de 1344 (ed. F. Lindley Cintra, Lisboa, 1954),
t. II. cap. Xxiii, pp. 52-53, se habla “do termo de Bretaña”, y en su edición (Crónica general de España, de
1344, Madrid, 1971, cap. Xxxix, pp. 48-49), Diego Catalán supone que en el Ms. original de la versión
portuguesa, se leería Boltaña. Pero en vista de la coincidencia de que Juan Ruiz hiciese hablar un dialecto
apropiado a la zona de Boltaña a un pintor “de Bretaña”, hemos de plantear la cuestión de si la confusión se
extendía más allá de los copistas de la Crónica.
475 a Nuestra dona: Dona es la forma catalana de dueña, y Coro., Joset y Blecua imprimen nostra, lo cual
parece lógico. Pero los Mss. Tienen nra, la abreviación normal de nuestra en los Mss. Castellanos. En los tres
casos, 475ª, 475d, 476d, S tiene nra, vra y vra. G tiene enra en 475a , y vostra en 475d. Elijo vostra en 475d,
donde consta en uno de los dos Mss. y la forma castellana en los otros casos.
174
478 Commo era la moça nueva mente casada,
avié con su marido fecha poca morada;
tomó un entendedor e pobló la posada;
desfizo se el cordero, que dél non fincó nada.
478c pobló la posada: El amante no fue a vivir con la esposa, al parecer (según se entiende por 479b). Por
tanto , como concluye Coro., la expresión debe entenderse metafóricamente, en un sentido sexual.
480b apero: Aquí es la cornamenta del carnero. Desde luego, el público se acordaría de que los cuernos son el
símbolo del marido “cornudo”.
175
non la sigue nin la toma; faze commo cazador vil;
otro Pedro que la sigue e la corre más sotil
toma la. Esto conteçe a caçadores mill.
176
193 Aqueste omne bueno, padre de aqueste necio,
tenía un molino, de grand muela de preçio;
ante que fuese casado, el garçón a tan rreçio,
andando mucho la muela, tenía la con el pie quedo.
situación en que se encuentra el garçón . Pero aquí es el amor el blanco de la moralización y no las mujeres, y
el cuento demuestra sobre todo los malos efectos físicos del amor.
* Hita, Arcipreste de , Libro de Bueno amor. (Cuadros cronológicos, introducción, bibliografía, selección del
texto, notas y llamadas de atención, documentos, orientaciones para el estudio y apéndice gramatical a cargo
de José Luis Girón Alconchel. Editorial Castalia. ( Colección Castalia didáctica 8), Madrid, 1985, pp. 197-
209.
1067 a un tiempo de Dios santo: hipérbaton, un tiempo santificado por Dios. 1067c tanto modifica a miedo
del v. siguiente: puso muy gran miedo; es encabalgamiento extraño en el autor y en la época.
1068 a Jueves Lardero: el jueves antes de Carnaval. 1068b troxo :trajo trotero: mensajero. 1068cd os diré
sólo el contenido (notas) de las cartas, porque, una vez leídas, las devolví al mensajero, y por eso me voy a
retardar (servos he tardinero: futuro, ver Apéndice gramatical).
(63) Quinta parte del LBA ( cs. 1067- 1314), cuyo argumento es « la batalla de Carnal (el placer) y Cuaresma
(el deber cristiano), con el triunfo primaveral, y por tanto pasajero, del placer y el amor»,como subraya J.
Sobejano , Ma. Rosa Lida señala la antigüedad y trascendencia del tema: el motivo de la « recurrencia anual
de las épocas de hartura y escasez» es anterior al Cristianismo y se nos presenta como uno de los factores
determinantes en el origen de la cultura occidental; aparece como tema en las tragedias griegas y, ya en la
cultura cristiana, va a ser objeto de disputas, poemas y hasta de ejercicios escolares de composición literaria
en la Edad Media. Se conoce un poema francés del siglo XIII. La bataille de Cuaresme et de Charnage, con
este mismo tema. Juan Ruiz pudo conocerlo y hasta parece seguirlo en ocasiones, pero siempre lo supera en
originalidad artística. Lo más probable es que tanto el texto francés como el castellano se inspirasen en una
fuente común. Muchas debieron de existir con el mismo asunto. Lo más importante, en nuestro caso, es la
integración del tema tradicional en la materia narrativa unitaria del LBA: el episodio se nos muestra como un
espectáculo, acotado en el espacio ( la calle) y, sobre todo , en el tiempo (desde el Jueves antes de carnaval al
Domingo de Resurrección). Espectáculo, pues, profano y sagrado (Carnaval), Semana Santa), cuyo escenario
es lo exterior, la calle. Las referencias cronológicas del relato son tan detalladas que la crítica ( Martín de
Riquer) ha podido incluso afirmar que el autor, cuando compuso esta parte de la obra, estaba pensando en la
Cuaresma del año 1329. Para plasmar la idea de espectáculo, el narrador recurre a dos géneros apropiados: la
parodia y la alegoría. La primera sirve al sentido de la ideología del Carnaval: subvertir el orden establecido
y provocar a quien lo ostenta, pero solo temporalmente; el triunfo del orden establecido queda así asegurado
durante el resto del año. La alegoría subraya el sentido didáctico, porque esta batalla de Carnal y Cuaresma no
es sino una manifestación externa – un espectáculo – del conflicto interior que atormenta al protagonista; éste
se convierte en espectador de lo narrado, identificándose a veces con la perspectiva del lector. En fin, lo
177
1067 Açercándose viene un tiempo de Dios santo:
fuime para mi tierra por folgar algund quanto;
dende a siete días era Quaresma: tanto
puso por todo el mundo miedo e grand espanto.
paródico y lo alegórico se funden constituyendo la trama del discurso provocador, carnavalesco, que
proporciona el espectáculo. Don Carnal, por ejemplo, es el mismo tiempo parodia (batalla épica, cartas de
desafío) y alegoría del mundo caballeresco (noble guerrero con una economía esencialmente ganadera –
recorre territorios de la Mesta- , que pacta con la burguesía judaica, al refugiarse en la judería, etc.). Por
último, obsérvese la estructura de esta parte del libro: I. Batalla de Carnal y Cuaresma (1067-1209); II.
Triunfo de Carnal y de don Amor (1210-1314). Esta vez sí, esta vez el copista del manuscrito S atinó con los
epígrafes que señalan las partes estructurales del relato. A su vez, el primer apartado se estructura así: A)
pelea que se desarrolla del Jueves Lardero al Miércoles de Ceniza (1067-1127); B) confesión de don Carnal
derrotado, el Miércoles de Ceniza (1128-1172); C) el final de la Cuaresma del Miércoles de Ceniza al Sábado
Santo (1173-1209).
(64) Nótense los elementos paródicos del estilo épico y del formulismo epistolar de las cartas de desafío. En
los vv. 1068 cd el poeta imita conscientemente las fórmulas juglarescas empleadas para disculparse ante el
público cuando la narración iba a ser detallada y extensa. El chiste, lo burlesco, es in grediente fundamental de
1068 a Jueves Lardero: el jueves antes de Carnaval. 1068b troxo :trajo trotero: mensajero. 1068cd os diré
sólo el contenido (notas) de las cartas, porque, una vez leídas, las devolví al mensajero, y por eso me voy a
retardar (servos he tardinero: futuro, ver Apéndice gramatical). 1070b estraño: cruel. 1070c astragando:
haciendo estragos en. 1070d: vertiendo mucha sangre: se refiere a los continuos sacrificios de animales que
exige don Carnal. me asaño: me indigno. 1071c por: aquí, en nombre de. 1071d de creencia: credencial.
1072d creo que no podrá resistírsenos ni en las carnicerías (lugar en que don Carnal era fuerte). 1073d Castro
Urdiales era ya importante puerto pesquero, y Burgos la capital del interior.
................................................................................................................................................................................
la parodia; el del v. 1069d lo explica J. Corominas así: « habrá salud mientras yo dure, desde Pas cua en
adelante volverán a empezar los empachos e indigestiones» (ed. cit., p. 414, n.). Por tanto, no sólo parodia,
chiste, sino alegoría, veras, porque Cuaresma sabe que su victoria no puede ser definitiva, como tampoco lo
va a ser la de Carnal... ni la del hombre que se debate entre el buen y loco amor. Por supuesto, las formas
epistolares de 1069-1070 (De mí, santa Quaresma...Sabed que..., etc.) son paródicas, como lo es la alusión al
178
1072 «Decidle de todo en todo que, de oy en siete días,
la mi persona mesma e las conpañas mías
iremos pelear con él e con sus porfías:
creo que nos' nos tenga en las carnecerías.
hecho de que el caballero tenía que avisar antes de empezar la batalla o declarar la guerra (v. 1073c) la
participación del protagonista: sólo actúa como receptor de la carta, que debe llevar a sus destinatarios y
testificar que la ha recibido. La concha era símbolo de animales marítimos, los que constituyen el ejército de
doña Cuaresma (cs. 1074 y 1075); acaso haya cruce con otro símbolo: la concha de Santiago, el Patrón de los
ejércitos cristianos. El que la concha esté colgada de la carta indica solemnidad. Los títulos de la Cuaresma
tienen su explicación realista: justicia de la mar (porque apresa y ejecuta pescados) y alguacil de las almas
(porque es autoridad defensora de las que se salvan a fuerza de ayunos). Otra vez, pues, parodia y alegoría
fundidas
1075c que no t' coidas fartar: que no te crees que te vas a poder hartar. 1075d por mí: en mi nombre. 1076 a
almohalla: ejército. 1076d no podrás escapar de ella (de la batalla) a no ser muerto o lesionado.
1080 a orgulloso: forma documentada hasta el siglo XVII (Quijote de Avellaneda). 1080b aparentó valentía,
aunque tenía miedo.
1081b vino... ante: llegó primero. esforçado: con el doble sentido de valiente y reforzado con su ejército.
1081c guarnidas: armadas. 1081d Alejandro Magno estaría contento de un ejército tan bueno (tan real).
(65) Comienza aquí la descripción del ejército de don Carnal, todo compuesto de animales que se sacrifican
para la mesa. Nótese cómo el orden de presentación es, por una parte, el usual en las comidas ( en que a los
platos más livianos suceden otros más fuertes) y, por otra, se correspond e con el orden de los ejércitos
dispuestos para la batalla ( a los peones suceden los ballesteros y a éstos los caballeros, etc.). Por otra parte,
los animales se identifican mediante epítetos épicos (parodia), que describen cualidades vivas; además, se
presentan armados con toda clase de objetos culinarios. En la copla 1082, delantera (vanguardia) y peones
179
1081 Desque vino el día del plazo señalado, (65)
vino Don Carnal ante: está muy esforçado,
de gentes bien guarnidas, muy bien acompañado:
serié Don Alexandre de tal real pagado.
(infantes) son términos militares, lo mismo que fazer alardo (véase n.) . En esta estrofa se describe, pues, la
infantería del ejército de don Carnal. Lo curioso es la exactitud de la correspondencia entre los términos
realizados y más expuestos a la muerte; del mismo modo, en un gran banquete – el ejército de don Carnal- las
aves de corral y piezas de caza más habituales van en el primer plato (vanguardia) , son numerosas, se
encuentran en cualquier sitio y, en consecuencia, se sacrifican en gran número (como la infantería). En la
copla 1084 el paralelismo de la alegoría paródica sigue siendo impresionante por su exactitud: después de la
infantería viene la ballestería – cuyos tiros son más mortíferos -, constituida por manjares más pesados y
suculentos, algunos en conserva (las ánsares cecinas), lo que resulta mucho más dañino para la salud del
comilón. Y detrás de la ballestería, la caballería (los caballeros) , «porque – como explica Corominas- van
siendo comidas cada vez más fuertes, nutritivas y pesadas, y también porque saltan y lanzan alaridos o gritos
de guerra, tal como los cabritos y lechones retozan y balan o gruñen» (ed. cit. p. 418). La metáfora dan de las
espuelas del v. 1085d (véase n.), muy lograda por la correlación escudero-caballero, tiene parangón en la
literatura arábigo-andaluza, según A. Castro. Detrás de los caballeros viene la aristocracia del ejército y de la
cocina (c. 1086), es decir, faisanes y pavos reales, con los que se finalizaba la comida. El pavo real, sobre
todo, se solía presentar a la mesa asado y adornado con el plumaje de su propia cola lo que explica la
metáfora enfiestos los pendones. En el v. 1087d vemos de nuevo la exactitud de la alegoría: compara el
ejército de don Carnal y su armamento con el de doña Cuaresma. Esta no necesita un armamento tan rico,
porque las sardinas, que constituyen el grueso de la tropa, no requieren tanto utensilio de cocina. Finalmente
se nos presenta a la cúspide de este ejército culinario (cs. 1095 y ss.) a don Carnal, a cuya, mesa, como a toda
mesa señorial, asisten los juglares, costumbre histórica que nuestro texto documenta. Don Carnal toma la
figura de un rey; su alférez actúa de copero (c. 1096) y hace la salva ante el señor, bebiendo él mismo antes de
que su dueño levante la copa, y con la mano puesta en el barril para ir llenando de nuevo constantemente.
1085c frescuelos friscos: sintagma complicado; en el manuscrito S se lee quesuelos y en el G fresuelos:
friscos: rescos. fresuelos: probablemente las vísceras, el menudillo, de algunos animales que, muy frescas, se
pondrían como guarnición o acompañamiento (escuderos) de las carnes fuertes (caballeros). 1085d dan de las
espuelas: metafóricamente, espolean, estimulan. 1086 a infançones: nobles de rango inferior que se dedicaban
a guerrear. (El Cid Campeador era infançón) 1086b pavones: pavos reales. 1086c enfiestos los pendones:
180
que dan de las espuelas a los vinos bien tintos.
levantadas las colas. 1086 d estrañas: nobles o también potentes. guarniçiones: armamento. 1087 a
tempradas: templadas. 1087b capellinas: cascos o yelmos. 1087c adáragas: adargas, esto es, escudos
pequeños de cuero. Cozinas: ollas. 1087d real: ejército.1095b farta: abundantemente servida. .
1096 a omil: humilde: aquí reverente. Este alférez omil es don Jueves Lardero (v. 1078c). 1096b el inojo
fincado: hinojo de rodillas. 1096c añafil: trompeta larga de un guerrero, aquí, en metáfora irónica. Copa ( de
la que bebe a menudo) 1096d: de todos alguacil: « porque los tenía a todos presos o 'tomados, y por lo tanto
era el único que hablaba allí'» J. Corominas.
1097c fazienda: aquí., combate. 1097d en ora buena: quizá con el sentido de «buen provecho», dicho al
levantarse de comer. 1098c no era extraño (que tuviesen miedo), pues perdieron a sus mujeres (es decir, a las
gallinas, muertas para la cena anterior de don Carnal). 1098d se alboroçaron: se alborotaron. 1099 a Faza:
hacia. 1100 a sobramucho: sobradamente. 1100c apergado: pesado. 1100d real: campamento del ejército.
Apellido: grito de alarma, llamamiento a las armas. 1101 a amodorridos: amodorrados. 1101b dispusieron sus
líneas de batalla y nadie da gritos de guerra (pletea), por lo adormilados que están todos. 1101d ferir: aquí,
atacar.
................................................................................................................................................................................
(66) Aunque el narrador adopta una actitud objetiva –hasta borrar su aspecto de protagonista, confundiéndose
con el lector-espectador: véase 63-, a veces toma partido: el discurso directo de este verso lo prueba. Ma.
Rosa Lida ha descrito su función: «el poeta se identifica con la desprevenida hueste de don Carnal» (Juan
Ruiz, p. 96, n.).
181
por end' se alboroçaron, del roído que oyeron.
1099 Faza la medianoche, en medio de las salas,
vino Doña Quaresma: «¡ Dios Señor, tú me valas!», (66)
dieron voces los gallos, batieron las alas,
fueron a Don Carnal aquestas nuevas malas.
1102d tovo: consideró, creyó. 1103d falsón: le traspasó, le rompió propiamente, falsar era romper o
destrozar el arma defensiva del enemigo. 1104 a delantera: vanguardia. 1104b costanera: cada una de las alas
del ejército. 1104c vuelta: revuelta, mezclada. 1104d de cada cabo: de cada parte. 1105b salpresas e
trechadas: en salación y abiertas para su conserva. Alberche: río Alberche, afluente del Tajo.
................................................................................................................................................................................
(67) Describe ahora el poeta a los ejércitos del mal, de Doña Cuaresma. Los describe en acción y no
estáticamente como hizo con el ejército de don Carnal. Con ello consigue variedad y que e l interés del lector
no decaiga. La descripción de los dos ejércitos, en sendas tiradas sucesivas y antes de que éstos entren en
combate, hubiese resultado monótona y aburrida. Eso justamente es lo que ocurre en el texto francés
(Bataille...) a que nos hem os referido en 63. La enumeración de los peces se hace con nombre exacto y
preciso. Son peces más del Cantábrico que del Mediterráneo y, por otra parte, abundan más los de río que los
de mar. Era lo lógico en la Castilla del siglo XIV, pues el Mediterráneo andaluz pertenecía entonces al Reino
de Granada y el mar de Murcia pertenecía al ámbito cultural árabe o catalán con más propiedad que al
castellano. También a los peces se les identifica con epítetos épicos paródicos (véase 65) .Y tampoco falta la
especie de chiste que subraya la correspondencia del plano real y del imaginario en la alegoría paródica: en el
v. 1104b costanera se emplea con su significado militar (ver n. ) y, al mismo tiempo, con el de «relativo a la
costa del mar», pues el verdel y la jibia son moluscos (el primero, parecido al berberecho) y por tanto están
pegados a las rocas, de modo que parecen guardar la costa. El adjetivo negra (v. 1110d) con que se califica a
la actual batalla (en la que vence Cuaresma), da a entender que el narra dor parece estar, al menos
afectivamente, del lado de los vencidos, esto es, de don Carnal. No es la primera vez que se identifica con
éste: ver 66. ¿Será este detalle un argumento más a favor del vitalismo del narrador-protagonista, el cual –ése
a la condición eclesiástica del YO real que lo sostiene- decanta su simpatía hacia el lado de lo vital y
sutilmente manifiesta su desagrado por lo ascético? En el v. 111b la metáfora es también muy convincente:
como explica Ma. Rosa Lida, «las espinas y filamentos puestas en los artejos sugieren la imagen de las
flechas puestas en la aljaba». La imagen del v. 1111d ( «al que huye le parece estrecho el lugar más ancho»)
es un tópico literario que se halla en el Libro de Alexandre (c. 1582) y antes en la odisea, XVIII, 384-386,
según la misma Ma. Rosa Lida (Juan Ruiz, p. 98. n.). Otra imagen exacta es la del verso 114d: desçeñir la
correa« alude al gesto de uno que comió más de la cuenta, y manifiesta, una vez más, que esta batalla
sangrienta es en el plano real un suculento banquete y sus enojosas consecuencias. Lo mismo ocurre en el v.
1125d: este colgasen – en el sentido metafórico de «ahorcar»- tiene su correspondencia en la realidad, pues
durante la Cuaresma se colgaban de una viga el tocino y la cecina para que n adie los comiese.
182
1103 Vino luego en ayuda la salada sardina,
firió muy reziamente a la gruesa gallina:
atravesósle en el pico e afogóla aína;
después a Don Carnal falsón la capellina.
1103d falsól: le traspasó, le rompió; propiamente, falsar era romper o destrozar el arma defensiva del
enemigo. 1104 a delantera: vanguardia. 1104b costanera: cada una de las alas del ejército. 1104c buelta:
revuelta, mezclada. 1104d de cada cabo: de cada parte. 1105b salpresas e trechadas: en salazón y abiertas
para su conserva. 1105d Alverche: río Alberche, afluente del Tajo. 1106d Don Lardón: don Tocino. 1107d
tendejones: pequeñas tiendas de campaña. 1108bcd La pijota desafía al puerco, protegido en la mezquita por
la costumbre musulmana de no comer carne de cerdo. También puerco puede significar el «+sexo de la
mujer»y, en este caso, eso es lo que buscaría la pijota para darle su merecido. Quizá si se acepta este sentido,
el çiérrate en la mezquita aluda, como señala J. Joset , a la homosexualidad de los musulmanes, en plan de
insulto irónico, pues entre ellos los «puercos » están guardados en lugar sagrado y por tanto no se usan. 1109
a desabarato: desastre.
183
1110 Recuvdieron del mar, de piélagos e charcos,
compañas mucho estrañas e de deviersos maarcos:
trayén armas muy fuertes e ballesteros arcos:
más negra que aquesta que non la de Alarcos.
1109b garavato: pincho, gancho. 1109d trababa d'ellos: se agarraba a ellos. 1110 a Recudieron: acudieron.
1110b: de deviesos marcos: de diversos tamaños. 1110cd: por los «armamentos» parece aludir a las langostas
y bogavantes. En el verso d se alude a la batalla de Alarcos, en 1195, que fue negra para los cristianos,
derrotados allí espectacularmente por los musulmanes. 1111 a Sant Ander: Santander. 1111b postas: puestas.
1111c costas: gastos. 1113 a utra: especie desconocida; quizás, urta, quizás, nutria. 1113c torcazas: palomas
torcaces. sabogas: peces de río. 1113d golhín: delfín. 1114b prea: presa. 1115 a tollo: pez muy voraz.
1115b trechón: tronco. 1115c fruente: frente. (ver Apéndice gramatical). 115d Villenchón: Belinchón, pueblo
de Cuenca, en donde hay salinas. 1117 a ostias: ostras. 1117c d'ella e d'ella parte: de una y otra parte;
expresión característica del estilo épico en la descripción de batallas. sobejos: duros, tremendos. 1118ab El
congrio es conde de Laredo porque de este puerto cantábrico lo traen a Castilla. çeçial: en conserva.
mandóle: le trajo. 1118c llegandól: acercándole. 1118d confuerte: consuele.
184
con la liebre justavan los ásperos cangrejos;
d'ella e d'ella parte danse golpes sobejos:
de escamas e de sangre van llenos los vallejos.
1119 a yaquanto esfuerço: algún ánimo. 1119b ardit e denodado: valiente y atrevido. 1119c esa saçón: en
ese momento. 1119d le esperó como buen hidalgo, no le dijo que no; es frase del estilo épico. 1120 a grand
pieça: mucho rato. 1120b mal estrena: mal regalo, con el sentido de « lo hubiera pasado mal» . 1122c
estrañas: aquí, ingratas. 1123 « A no ser por Cecina, con el grueso Tocino/ - que estaba muy amarillo, sin
vigor, mortecino, / y lidiar no podía, tan gordo, sin buen vino -, / solo hubiese quedado, muy cercado y
mezquino» (versión de N. Salvador). » 1124 a fízose un tropel: se dispuso en pelotón. 1124c duelo: lástima.
1124d en un cordel: en una cuerda de presos. 1125b la dueña: esto es, la Cuaresma. se aforrasen: se librasen.
1126c enforcaron: ahorcaron. 1126d sayón: verdugo (el cual pronunciaba esa frase de ritual tras la ejecución
del reo). 1127c a no ser que estuviese enfermo (doliente) o necesitara un confesor. 1127d al día manjar
uno: una única comida por día.
................................................................................................................................................................................
(68) Terminado el combate, adviértanse dos aspectos importantes. Primero, la relación del tema de la comida
con el del sexo (mentenençia / juntamiento: véase 7); muchos de los animales que intervienen en la pelea son
símbolos eróticos, más o menos directos, en la tradición occidental: el jabalí, el siervo, la liebre, el cabrón o
macho cabrío, el buey... ¿Se puede afirmar que el LBA es un continuo discurso erótico, aunque camuflado en
algunos pasajes, como éste? Segundo, nótese el equilibrio de fuerzas en conflicto, lo que, a su vez, simboliza
que este combate externo es trasunto de aquél otro que se desarrolla en el interior del hombre (véanse 63 y 64)
Compárese : «Veintinueve son los pescados que invaden el campo de don Carnal en la madrugada del
miércoles de ceniza, y veintinueve son, contando los gallos que no pelean pero vigilan y dan la alarma, los
combatientes con que se enfrentan» (L. Beltrán, Razones de Buen amor, p. 295).
185
1123 Si non fues' la cecina con el grueso tocino
que estava amarillo, de días mortecino,
que non podié de gordo lidiar sin el buen vino,
estava muy señero, çercado e mesquino.
186
1416 »EI alfajeme pasava, que venia de sangrar,
diz: "El colmillo d'ésta puede aprovechar
para quien dolor tiene en muela o en quexar”.
Sacóle, e estudo queda sin se quexar.
188
fazer mucho provecho e dar grand mejoría;
el que poder non tiene, oro nin fidalguía,
tenga manera e seso, arte e sabidoria.»
189
UNIDAD 6
OBRAS:
Serranilla
Laberinto de Fortuna (fragmento)
Coplas por la muerte del Maestre de Santiago Don Rodrigo Manrique
190
“SERRANILLA”*
Íñigo López de Mendoza
* Antología de Poetas líricos castellanos, R. F. Giusti (ed.), México: CONACULTA-Océano, 1999, pp. 33-34
191
LABERINTO DE FORTUNA
Juan de Mena
[I] Al muy prepotente don Juan el segundo, 174
Juan de Mena. Laberinto de Fortuna. Edición de Maxim Kerchof. Madrid: Clásicos Castalia, 1997. vv. 1-
224. pp. 75-93.
1174 Este verso se repite en la orden de Marte (v. 1130). El esquema de rimas de esta primera copla se
distingue del de las demás coplas (ABAB BCCB v. ABBA ACCA). Según Foulché -Delbosc, "Etude...",
art. cit., p. 80, el poema comienza con la segunda estrofa y la copla dedicatoria fue añadida después de
terminada la poesía.
prepotente: muy fuerte; del lat. praepotens.
5 nove/o: nuevo; del lat. novellus (cf. novel, v. 672).
9 cantamos: cf. el primer verso de la Eneida de Virgilio, “Arma virumque cano...”
17 Caliope: invocación a la musa de la poesía épica e histórica. Según Martin Irvine, Calíope está sometida a
las leyes de Fama, "the ground of the possibility of literary tradition" ("Grammatical Theory and the
House of Fame", Speculum, 60 [1985], p. 871); Mena menciona a la Fama en el v. 21. La invocación de
Calíope al mismo tiempo refiere posiblemente a cierto estilo, el "dulçe modo e suave manera, e en
asentado término", de que habla Mena en su interpretación del no mbre Calíope en el comentario a la copla
XL de la Coronación: "este nombre Calíope es dicho a calon, que dize el griego por 'bueno', e fonos, que
dize por 'sonido', así que Calíope quiere dezir 'buen sonido', e aquesto por quanto las cosas que los omnes
ovieren de representar e dezir de çiençia e sabiduría es proferirlas por dulçe modo e suave manera, e en
asentado término, a este tal estilo se puede dezir Calíope" (en Juan de Mena, Obras completas, ed. cit., p.
195).
sey: en el castellano medieval esta forma alterna con sé (véase Hildegard Schede, Die Morphologie des
Verbes im Altspanischen, Europäische Hochschulschriften, Rehihe XXIV, Vol. 26, Peter Lang, Frankfurt
am Main, Bern, New York, 1987, p. 687); cf. vey en el v. 475.
19 discurra: ande, recorra.
192
levante la Fama su boz ineffable,175
por que los fechos que son al presente
vayan de gentes sabidos en gente,
olvido non prive lo que es memorable.
21 ineffable: indecible (aquí: que no habla); del lat. ineffabilis. Según Núñez "aquí su boz inefable es
nominatiuo y la fama accusatiuo, y quiere dezir su boz, la boz de mi lengua inefable, que está muda,
leuante la fama, relate los famosos hechos que son dignos de fama".
26 Africano: Escipión Africano.
28 agenores: el Brocense da tres explicaciones para el vocablo: "Juan del Encina en su Arte poética dice que
los poetas tienen licencia de acortar y sincopar los vocablos, y trae por exemplo que Juan de M ena dixo
Agenores, por decir Agenorides, refiriendo a los hijos de Agenor, que fueron Cadmo, Cylix y Fenix,
hermanos de Europa. El Comendador [= Hernán Núñez] dice que es figura epénthesis, que sirve para
producir un vocablo; y que dixo agenores por agenos. A mí me parece que trasladó [= Mena] el vocablo
alienores".
32 dañada: condenada; del lat. damnare. Cultismo semántico.
34 la madre de Nino: la reina Semíramis, que rodeó la ciudad de Babilonia de un muro de ladrillos [tierra
cozida]; cf. los versos ovidianos "Contiguas habuere domos, qua dicitur altam / coctilibus muris cinxise
Semiramis urbem" (Metamorfosis, IV, 57-58).
35 destruida: Babilonia fue destruida por Ciro, rey de los persas; cf. la nota al v. 40.
37 los muros que Febo ha travado: alusión a los muros de Troya, construidos por Febo y Neptuno
(Metamorfosis, XI, 194-204).
38 argólica: de los griegos.
subverter: destruir; del lat. subvertere.
39 fábrica: estructura, creación.
40 En esta estrofa Mena posiblemente siguió el Speculum historiale, de Vicente de Beauvais, como Pérez
Priego sugiere (p. 59): "Cyrus...cepitque urbem, quam vel humano opere extrui posse, vel humana virtute
destruí posse, utrumque pene incredibile apud mortales erat. Denique quicquid est opere vel manu factum,
labi et consumi vetustate, Babylon capta confirmant... De nobilitate eiusdem urbis et eius subversione et
de regno Darii... muris coctilibus..." (Vincentius Bellovacensis, Speculum quadruplex, Graz, 1964, Libro
II, capítulos XI-XII).
193
[VI] Ya, pues, derrama176 de tus nuevas fuentes
en mí tu subsidio, inmortal Apolo;
aspira en mi boca por que pueda sólo
virtudes e viçios narrar de potentes.
45 A estos mis dichos mostradvos presentes,
¡o fijas de Tespis!, con vuestro thesoro,
y con armonía de aquel dulçe choro
suplid cobdiciando mis inconvinientes.
41176 derrama: Cummins y Pérez Priego ponen desrama, como en PN7. Sin embargo, la forma con s es
catalanizante (cf. DCVB, s.v.). La presencia de rasgos catalanes en PN7 se explica fácilmente por el
hecho de proceder este códice del nordeste de la Península o de la corte aragonesa de Nápoles (ver la
descripción del manuscrito).
tus nuevas fuentes: alusión a las fuentes Hipocrene y Aganipe (ver Metamorfosis, V, v. 312), al pie del
monte Helicón, consagradas a las musas (cf los vs. 13-15 de la Comedieta de Ponza: "¡E vos, las
hermanas que cabe la fuente / de Elicón fazedes continua morada,/ sed todas comigo en esta jornada" , ed.
cit., p. 162), y a Apolo.
42 subsidio: "socorro, ayuda o auxilio" (Aut.). Por lo tanto, el narrador solicita la ayuda de Apolo y de las
Musas, que vivían en el monte Helicón, cerca de las nuevas fuentes, Hipocrene y Aganipe (cf. la nota
anterior).
43 aspira: insufla, inspira; del lat. aspirare. Aut.: "Ca el Santo Espíritu assí aspiró en los corazones de los sos
fieles".
46 o fijas de Tespis: hijas de Thespiae, ciudad en Beocia. Según Núñez, "en esta cibdad fueron mucho
honrradas las musas, por lo qual las llama hijas de Thespis, e Ouidio en el quinto libro del Metamorfoseos
las nombra Thespiades".
47 con armonía de aquel dulçe choro: el narrador ruega que las "fijas de Tespis" (v. 46) juntamente con
"aquel dulçe choro" suplan sus deficiencias; con lo cual se refiere a un coro mencionado antes, y qué otro
coro puede ser sino el de las Musas de las nuevas fuentes (Hipocrene y Aganipe; cf. v. 41), o sea, de las
Heliconides. En esta estrofa se trata, pues, de dos grupos de Musas, las Heliconides y las Thespiades (v.
46), aunque en realidad son diferentes denominaciones de las Musas (cf. Varro ling., ad Enn.: "a quo
monte potius quam a caelo musas dictas Olympiadas; ita enim a terrestris locis aliis cognominatae
Libethrides, Pimpleides, Thespiades, Heliconides; apud Thesaurus linguae latinae, vol. VIII, Lipsiae,
1936-1966, s.v. "Musa").
48 cobdiciando: todos los manuscritos tienen esta lectura. En su edición de 1505 Núñez la corrigió en
cobijando. El interlineado cobijando del ms. PN7 fue introducido allí por el comentarista B, que tomó sus
correcciones y comentarios de esta edición (ver la descripción del códice). Sin embargo, creo que la
lectura de todos los manuscritos puede ser conservada, interpretando codiciar como "hacer o querer
alguna cosa con ansia" (cf. Aut.); entonces habrá que entender "suplid benévolamente mis deficiencias".
50 blasme: hable mal, maldiga. Según Pérez friego es posible que blasme sea forma sincopada de blasfeme,
"forzada por el ritmo del arte mayor" (p. 60). Sin embargo, 'blasmar' ya se documenta en la Crónica
General de España (Aut.), en Berceo, San Millán, 102a, etc. Muy probablemente deriva del francés
antiguo blasmer (cf. MLR, p. 248).
52 inoto: ignoto, no conocido; del lat. ignotus.
53 contrapuna: por contrapugna, 'es contradictorio', 'es contrario'; "contrapugnar es pelear una cosa con otra"
(Núñez).
194
55 ca todas las cosas regidas por orden
son amigables de forma más una.177
195
con ley absoluta, sin orden te plaze?
¿Tú non farías lo qu'el cielo faze,
e fazen los tiempos, las plantas e rosas?
Muestra tus obras ser siempre dañosas,
70 o prósperas, buenas, durables, eternas;
non nos fatigues con vezes alternas,
alegres agora e agora enojosas
71 fatigues: atormentes.
73 acatada: mirada. Vasvari: acatando.
74 maguer. aunque. Según DCECH es todavía "frecuente en Villasandino, pero Santillana ya casi lo emplea
por necesidad métrica y nunca en prosa, y por esta época lo evita ya el común de la gen te".
76 distemperança: destemplanza, falta de moderación; del lat. Distemperantia.
78 enorme: fuera de la norma, irregular; del lat. enormis.
81 nautas: marineros. Relacionando probablemente el vocablo con 'naves', algunos copistas escribieron
equivocadamente 'las nautas'; Cummins, Vasvari y De Nigris repiten el error.
82 Calis: Cádiz. El nombre de esta ciudad aparece durante mucho tiempo bajo distintas formas. P. ej. En la
Primera Crónica General de España (edición de Menéndez Pidal, tomo I, Gredos, Madrid 1955, p. 5a), en
el diario de Colón (ver Cristóbal Colón, Diario del descubrimiento, II, estudios, ediciones y notas por
Manual Alvar, Gran Canaria, 1976, pp. 134 y 210) y en Cervantes (apud Carmen Fontecha, Glosario de
voces comentadas en textos clásicos, Madrid, 1941, s. v.) figura la forma Calis. Nebrija (Gramática
castellana, edición crítica de Pascual Galindo Romeo y Luis Ortiz Muñoz, p. 177), Juan de Lucena (Vita
beata, Madrid, 1889, p. 180), y Núñez usan Calez. Los manuscritos del Laberinto ofrecen las lecturas
Calis/-z, Galiz, Cadiz y Gadis. Según Núñez se trata de la “ysla de Calez en el mar occidental de España”;
cf. también la Primera Crónica General: “e acabasse Europa en cabo d’Espanna en Caliz, que es llamado
ysla d’Ercules” (loc. cit.).
83 No entiendo por qué Louise Vasvari (ed. cit., p. 82) prefirió la lectura del Brocense ("do quasi Europa con
Libia se junta ") a la de los manuscritos. Esta lectura figura también en Blecua.
84178 Boreas: el viento del Norte.
196
allí, donde digo, reposo patente;
87 ternán: tendrán; *tenerán → tenrán (forma sincopada) → ternán (con metátesis; o 'tendrán', con
intercalación de d) [cf *ponerán → ponrán → pornán (pondrán); o *venirán → venrán → vernán
(vendrán)].
89 aborrida: aborrecida. Conviene que se sepa que en el castellano medieval los verbos aburrir o aborrir (del
lat. Abhorrere, 'apartar(se) [con horror]', 'tener aversión a algo') y aborrecer (del lat. Aborreceré, forma
tardía que substituyó abhorrere), eran sinónimos. Sólo en el siglo XVI "aburrirse tomó el significado
moderno, de donde se extrajo el transitivo aburrir 'fastidiar'" (DCECH, s. v. 'aburrir').
99 Belona: la diosa de la guerra, identificada en la Edad Media con la diosa Palas Atenea (Minerva), diosa de
la sabiduría. En su Genealogía Boccaccio escribe que "Minerva...a nonnullis Bellona appellata est" (apud
W. P. Mustard, “E. K's Classical Allusions”, Modern Language Notes, 34 [1919], p. 202).
100 dragos: dragones. En la Edad Media la forma procedente del nominativo (lat. draco) coexistía con
dragón (cf. DCECH, s. v.).
traían: arrastraban; del lat. trahere. Es un cultismo semántica.
101 remecían: movían. Aut., s. v. 'remecer', explica: "Mover alguna cosa de un lado a otro, con
continuación".
102 flagello: látigo; del lat. flagellum.
105 plano: llanura; del lat. planum.
108180 nol’: 'no le', forma aglutinada con apócope de la -e.
109 mirable: maravilloso: del lat. mirabilis.
inhumano: sobrehumano; del lat. inhumanus. Cultismo semántico.
112 en son: "modo adverbial, que vale de tal modo, u a manera de" (Aut.). El sentido es: "...vi gran multitud
de gente que no se podía contar...vnos, dize, en ábitos de religiosos e otros en ábito de seglares" (Núñez).
113 planura: véase el v. 105.
114 nítido: resplandeciente, brillante; del lat. Nitidus.
115 clarífico: claro; del lat. clarificus.
197
Yo de tal caso mirable, inhumano,
110 fallém'espantado en un grand desierto,
do vi multitud, non número çierto,
en son religioso e modo profano.
116 Faro: es la lección de todos los manuscritos, excepto PN7, que lee paro. Sin embargo, en el códice PN7
se ve todavía claramente que la lectura original era Faro, Está fuera de duda que en la antigüedad el
mármol de la isla de Paros era muy famoso por su blancura. San Isidoro escribe en su Etimologiae (XVI,
5, 8): "Parius candoris eximii" [el mármol de Paros es extraordinario por su blancura]: y el comentarista
italiano de PN7 glosa: "Mármor de paro: en la ylla de paro hauía muy finos alabastros los quales los
antigos mucho obrauan como dize virgilio en lo[s] eneydos 'parius lapis circumdatur auro' ", Sin
embargo, en una respuesta de Juan II ("Juan de Mena, ¿quál imperio?" también se alude a los "mármoles
de Faro", según la lectura del manuscrito 2763 de la Biblioteca Universitaria de Salamanca, la cual fue
cambiada en Paro por el Brocense, en su edición de las obras de Mena, de 1582 (en Obra lírica, ed. cit.,
p. 298). Creo que la lección Faro se justifica, porque en la General Estoria se menciona precisamente el
mármol "de tierra de Faro, que es en Egipto" ("pero cuenta otrossi Plinio esta misma bondat del mármol
de la ysla de Naxon e del de Armenia, e deste de tierra de Faro, que es en Egipto"; Segunda Parte, I.
Edición de Antonio Solalinde, Lloyd A. Kasten y Víctor R. B. Oelschläger, CSIC, Madrid, 1957, cap.
XL, p. 168).
117 el viso: la vista.
118 diafana: para esta acentuación, véase María Rosa Lida, p. 279, nota 57.
119 traher: atraer, ver (cf la nota al v. 100).
obijectos: "llaman los philósophos a las cosas que están opuestas a los sentidos, como la color es obiecto
de la vida, el sonido es obiecto del oýr..." (Núñez).
120 çelava: ocultaba, encubría: del lat. celare.
so: debajo de; del lat. sub.
124181 medios... especulares: aunque especular significa 'transparente', se infiere del contexto que el sentido ha
de ser 'medios de aumento' o 'cristales de aumento', como explica María Rosa Lida (p. 261). La sabia
autora ve en este pasaje influencia del tratado de óptica de Alhacén, a través del Roman de la Rose
(eadem, ibídem).
Es posible que Mena conociera el poema de Guillaume de Lorris y Jean de Meun (cf. Mario Schiff, La
bibliothèque du Marquis de Santillane, Bibliotèque de l'Ecole des Hautes Etudes, París, 1905, pp. 368-
370). Sin embargo, del famoso tratado de Alhacén muy probablemente tuvo un conocimiento directo,
como resulta del comentario a la copla XXV de la Coronación (ed. cit., pp. 169-170), donde cita al
nombre del célebre físico árabe y algunos pasajes de su tratado.
126 reguardo: miro; ver la nota al v. 58.
ledo: contento, álegre; del lat. Laetus.
198
bien non reguardo, jamás seré ledo
si de más çerca mirar ya non puedo
sus grandes misterios e muy singulares".
199
de dar más aguda la contemplaçión,
y más e más en aquellos que son
privados de toda visiva potençia,
començé ya quanto con más eloquençia
150 en esta mi cuita de poder mirar
al pro e a la contra, e a cada lugar
siempre divina llamando clemencia.
200
"¡O más que seráfica clara visión!,
suplico me digas de cómo veniste,
175 e quál es el arte que tú más seguiste,
o cómo se llama la tu discriçión."
201
sigue mi vía, tú, ven e subçede;
mostrart'é yo algo d'aquello que puede
ser apalpado de humano intellecto.
205 Sabrás a lo menos quál es el effecto,
viçio e estado de qualquier persona,
e con lo que vieres contento perdona,
e más non demandes al más que perfecto."
213 cabrela: 'cautela'. cuya acepción más corriente en los siglos XV-XVII es "engaño, maña para engañar"
(DCECH, s, v. 'cauto'), Cautela, y sus variantes Cabtela y cabdela, derivan del lat. cautela y no de
'captio', como sugieren Cummins y Pérez Priego. La forma 'captela', la lectura de PN7 (manuscrito con
fuertes resabios catalana-aragoneses), la considero como la representación catalanizante de 'cabtela' (cf.
la forma 'duptosa'[v. 216], en lugar de 'dubdosa', del lat. dubitosa: en catalán 'duptosa' [ver DCVB, s.v.
'dubtós']). Para más información, consúltese la nota de este verso en mi "editio maior".
yaze encubierta: "Pero que auía un grand engaño encubierto, que los que vna vez entrauan tenían incierta
1a salida. La qual se ha de entender moralmente, que aquella casa, como muchas vezes he dicho,
significa este mundo" (Núñcz).
215-216 Según la crítica, la inscripción de la puerta del infierno en la Divina Commedia ("Lasciate ogni
speranza, voi ch'entrate", Inferno, III, 9) parece haber inspirado estos versos.
216 dubdosa: para la lectura 'duptosa' (PN7; seguida por Vasvari, Cummins y Pérez Pliego), véase la nota al
v. 213.
219185 la Cumea: cuando Eneas quiere descender al mundo inferior [al Erebo] para ver a su padre Anquises, la
Sibila Cumea (cf, el v. 975) le aconseja buscar un árbol que tiene un 'ramo dorado', que deberá arrancar
para ofrendarlo como presente a Proserpina, la esposa de Plutón. Eneas consigue pasar las aguas del
infierno mostrándole a Caronte el ramo, porque a los vivos no se les permite visitar el más allá (cf.
Eneida, VI).
220 Erebo: véase la nota anterior.
222-223 Quien fuere constante…/…lo neçesario: quien practica el estoicismo.
202
COPLAS
Por la muerte del Maestre de Santiago Don Rodrigo Manrique.*
* Jorge Manrique, Coplas en Antología de Poetas líricos castellanos. Estudio preliminar Roberto F. Giusti.
México: CONACULTA, 1999, pp. 35-50
203
Ved de cuán poco valor Presurosa,
Son las cosas tras que andamos La cual no puede ser una,
Y corremos; Ni ser estable ni queda
Que, en este mundo traidor, En una cosa.
Aun primero que muramos
Las perdemos. Pero digo que acompañen
D’ellas deshace la edad, Y lleguen hasta la huesa
D’ellas casos desastrados Con su dueño;
Que acaescen, Por eso no nos engañen,
D’ellas, por su calidad, Pues se va la vida apriesa
En los más altos estados Como sueño:
Desfallescen. Y los deleites de acá
Son en que nos deleitamos
Decidme: la hermosura, Temporales,
La gentil frescura y tez Y los tormentos de allá,
De la cara, Que por ellos esperamos,
La color y la blancura, Eternales.
Cuando viene la vejez,
¿Cuál se para? Los placeres y dulzores
Las mañas y ligereza D’esta vida trabajada
Y la fuerza corporal Que tenemos,
De juventud, ¿Qué son sino corredores,
Todo se torna graveza Y la muerte la celada
Cuando llega al arrabal En que caemos?
De senectud. No mirando a nuestro daño,
Corremos a rienda suelta
Pues la sangre de los godos, Sin parar;
El linaje y la nobleza Desque vemos el engaño
Tan crecida, Y queremos dar la vuelta
¡Por cuántas vías y modos No hay lugar.
Se pierde su gran alteza
En esta vida! Si fuese en nuestro poder
Unos por poco valer, Tornar la cara fermosa
Por cuán bajos y abatidos Corporal,
Que los tienen; Como podemos hacer
Otros que, por no tener, El alma tan gloriosa,
Con oficios no debidos Angelical,
Se mantienen. ¡Qué diligencia tan viva
Tuviéramos cada hora,
Los estados y riqueza, Y tan presta,
Que nos dejan a deshora En componer la cativa,
¿Quién lo duda?; Dejándonos la señora
No les pidamos firmeza, Descompuesta!
Pues que son de una señora
Que se muda. Estos reyes poderosos
Que bienes son de Fortuna Que vemos por escripturas
Que revuelve con su rueda Ya pasadas,
Con casos tristes, llorosos, Que traían?
Fueron sus buenas venturas
Trastornadas; Pues el otro su heredero,
Así que no hay cosa fuerte; Don Enrique, ¡qué poderes
Que a Papas y Emperadores Alcanzaba!
Y Perlados ¡Cuán blando, cuán halagüeño,
Así los trata la Muerte El mundo con sus placeres
Como a los pobres pastores Se le daba¡
De ganados. Mas verás cuán enemigo,
Cuán contrario, cuán cruel
Dejemos a los troyanos, Se le mostró;
Que sus males no los vimos, Habiéndole sido amigo,
Ni sus glorias; ¡Cuán poco duró con él
Dejemos a los romanos, Lo que le dijo!
Aunque oímos y leímos
Sus historias; Las dádivas desmedidas,
No curemos de saber Los edificios reales
Lo de aquel siglo pasado Llenos de oro,
Qué fue d’ello; Las vajillas tan fabridas,
Vengamos a lo de ayer, Los enriques y reales
Que también es olvidado Del tesoro,
Como aquello. Los jaeces y caballos
De sus gentes y atavíos
¿Qué se hizo el rey Don Juan? Tan sobrados,
Los Infantes de Aragón, ¿Dónde iremos a buscallos?
¿Qué se hicieron? ¿Qué fueron sino rocíos
¿Qué fue de tanto galán, De los prados?
Qué fue de tanta invención
Como trujeron? Pues su hermano el inocente,
Las justas y los torneos, Que en su vida sucesor
Paramentos, bordaduras Se llamó,
Y cimeras, ¿Qué corte tan excelente
¿Fueron sino devaneos? Tuvo y cuánto gran señor
¿Qué fueron sino verduras Que le siguió!
De las eras? Mas, como fuese mortal,
Metiólo la muerte luego
¿Qué se hicieron las damas, En su fragua.
Sus tocados, sus vestidos, ¡Oh juicio divinal,
Sus olores? Cuando más ardía el fuego
¿Qué se hicieron las llamas Echaste agua!
De los fuegos encendidos
De amadores? Pues aquel gran Condestable,
¿Qué se hizo aquel trovar, Maestre que conocimos
Las músicas acordadas Tan privado,
Que tañían? No cumple que d’el se hable,
¿Qué se hizo aquel danzar, Sino sólo que le vimos
Aquellas ropas chapadas Degollado.
205
Sus infinitos tesoros, Amado por virtuoso
Sus villas y sus lugares, De la gente,
Su mandar, El Maestre Don Rodrigo
¿Qué le fueron sino lloros? Manrique, tan famoso
¿Qué fueron sino pesares Y tan valiente;
Al dejar? Sus grandes hechos y claros
No cumple que los alabe,
Y los otros dos hermanos, Pues los vieron,
Maestres tan prosperados Ni los quiero hacer caros,
Como reyes, Pues el mundo todo sabe
Que a los grandes y medianos Cuáles fueron.
Trajeron tan sojuzgados
A sus leyes; ¡Qué amigo de sus amigos!
Aquella prosperidad ¡Qué señor para criados
Que tan alta fue subida Y parientes!
Y ensalzada; ¡Qué enemigo de enemigos!
¿Qué fue sino claridad ¡Qué Maestre de esforzados
Que cuando más encendida Y valientes!
Fue amatada? ¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
Tantos duques excelentes, ¡Qué razón!
Tantos marqueses y condes ¡Cuán benigno a los sujetos,
Y barones Y a los bravos y dañosos
Como vimos tan potentes, Un león!
Di, Muerte, ¿dó los escondes
Y los pones? En ventura Octaviano;
Y sus muy claras hazañas Julio César en vencer
Que hicieron en los guerras Y batallar;
Y en las paces, En la virtud, Africano;
Cuando tú cruel te ensañas, Aníbal en el saber
Con tu fuerza las atierras Y trabajar:
Y deshaces. En la bondad, un Trajano;
Tito en liberalidad
Las huestes innumerables, Con alegría;
Los pendones, estandartes En su brazo, Aureliano;
Y banderas, Marco Tulio en la verdad
Los castillos inpunables, Que prometía.
Los muros y baluartes
Y barreras, Antonio Pío en clemencia;
La cava honda chapada, Marco Aurelio en igualdad
O cualquier otro reparo, Del semblante;
¿Qué aprovecha? Adriano en elocuencia;
Cuando tú vienes airada, Teodosio en humanidad
Todo lo pasas de claro Y buen talante.
Con tu flecha. Aurelio Alejandro fue
En disciplina y rigor
Aquel de buenos abrigo, de la guerra;
206
Un Constantino en la fe; Y por fuerzas de sus manos
Camilo en el gran amor Las cobró.
De su tierra. Pues nuestro Rey natural,
Si de las obras que obró
No dejó grandes tesoros, Fue servido,
Ni alcanzó muchas riquezas Dígalo el de Portugal
Ni vajillas, Y en Castilla quien siguió
Mas hizo guerra a los moros, Su partido.
Ganando sus fortalezas
Y sus villas; Después de puesta la vida
Y en las lides que venció, Tantas veces por su ley
¡Cuántos moros y caballos Al tablero;
Se perdieron!, Después de tan bien servida
Y en este oficio ganó La corona de su Rey
Las rentas y los vasallos Verdadero;
Que le dieron. Después de tanta hazaña
A que no puede bastar
Pues por su honra y estado Cuenta cierta,
En otros tiempos pasados En la su villa de Ocaña
¿Cómo se hubo? Vino la muerte a llamar
Quedando desamparado, A su puerta.
Con hermanos y criados,
Se sostuvo. (Habla la Muerte)
Después que hechos famosos
Hizo en esta misma guerra Diciendo: <<Buen caballero,
Que hacía, Dejad el mundo engañoso
Hizo tratos tan honrosos, Y su halago;
Que le dieron aún más tierra Vuestro corazón de acero
Que tenía. Muestre su esfuerzo famoso
En este trago;
Estas sus viejas historias Y pues de vida y salud
Que con su brazo pintó Hiciste tan poca cuenta
En la juventud, Por la fama,
Con otras nuevas victorias Esfuércese la virtud
Agora las renovó Para sufrir esta afrenta
En la senectud. Que os llama.
Por su gran habilidad,
Por méritos y ancianía >>No se os haga tan amarga
Bien gastada, La batalla temerosa
Alcanzó la dignidad Que esperáis,
De la gran caballería Pues otra vida más larga
Del Espada. De fama tan gloriosa
Acá dejáis;
Y sus villas y sus tierras Aunque esta vida de honor
Ocupadas de tiranos Tampoco no es eternal
Las halló; Ni verdadera,
Mas por cercos y por guerras Mas con todo es muy mejor
207
Que la otra temporal Y consiento en mi morir
Perecedera. Con voluntad placentera,
Clara, pura;
>>El vivir que es perdurable Que querer hombre vivir
No se gana con estados Cuando Dios quiere que muera,
Mundanales, Es locura.>>
Ni con vida deleitable
En que moran los pecados (Oración)
Infernales;
Mas los buenos religiosos <<Tú que, por nuestra maldad,
Gánanlo con oraciones Tomaste forma civil
Y con lloros; Y bajo nombre;
Los caballeros famosos, Tú, que a tu divinidad
Con trabajos y aflicciones Juntaste cosa tan vil
Contra moros. Como el hombre;
Tú, que tan grandes tormentos
>>Y pues vos, claro varón, Sufriste sin resistencias
Tanta sangre derramastes En tu persona,
De paganos, No por merecimientos,
Esperad el galardón Mas por tu sola clemencia
Que en este mundo ganastes Me perdona.>>
Por las manos;
Y con esta confianza (Cabo)
Y con la fe tan entera
Que tenéis, Así, con tal entender,
Partid con buena esperanza, Todos sentidos humanos
Que esta otra vida tercera Conservados,
Ganaréis.>> Cercado de su mujer
Y de sus hijos y hermanos
(Responde el Maestre) Y criados,
Dio el alma a quien se la dio
<<No gastemos tiempo ya (El cual la ponga en el cielo
En esta vida mezquina En su gloria),
Por tal modo, Y aunque la vida murió,
Que mi voluntad está Nos dejó harto consuelo
Conforme con la divina Su memoria.
Para todo;
208
UNIDAD 7
EL ROMANCERO
OBRAS:
Romances (selección)
TEXTOS COMPLEMENTARIOS:
“El romancero viejo”
EL ROMANCERO VIEJO
MATERIA DE ROMA
Romance de Tarquino y Lucrecia * +
Aquel rey de los romanos que Tarquino se llamaba
enamoróse de Lucrecia, la noble y casta romana,
y para dormir con ella una gran traición pensaba.
Vase muy secretamente a donde Lucrecia estaba;
cuando en su casa le vido como a rey le aposentaba. 5
A hora de medianoche Tarquino se levantaba.
vase por el aposento a donde Lucrecia estaba,
a la cuál halló durmiendo de tal traición descuidada.
En llegando cerca de ella desenvainó su espada
Y a los pechos se la puso; de esta manera la habla: 10
Yo soy aquel rey Tarquino, rey de Roma la nombrada,
el amor que yo te tengo las entrañas me traspasa;
si cumples mi voluntad serás rica y estimada,
si no, yo te mataré con el cruel espada.
Eso no haré yo, el rey, si la vida me costara, 15
que más la quiero perder que no vivir deshonrada.
Como vido el rey Tarquino que la muerte no bastaba,
acordó otra traición, con ella la amenazaba:
Si no cumples mi deseo, como yo te lo rogaba,
yo te mataré, Lucrecia, con un negro de tu casa, 20
y desque muerto lo tenga echarlo he en la tu cama;
Después que aquesto oyó Lucrecia que tan gran traición pensaba,
Cumplióle su voluntad por no ser tan deshonrada.
Desque Tarquino hubo hecho lo que tanto deseaba 25
muy alegre y muy contento para Roma se tornaba.
Lucrecia quedó muy triste en verse tan deshonrada;
enviara muy apriesa con un siervo de su casa
a llamar a su marido porque allá 186 en Roma estaba.
Cuando ante si lo vido de esta manera le habla: 30
¡Oh!, mi amado Colatino, ya es perdida la mi fama,
que pisadas de hombre ajeno han hollado la tu cama:
el soberbio rey Tarquino vino anoche a tu posada,
recibíle como a un rey y dejóme violada.
Yo me daré tal castigo como adúltera malvada 35
porque ninguna matrona por mi ejemplo sea mala.
* Cancionero de 1550, pág. 270. De factura erudita. Lo hemos tomado como ejemplo de la presencia de
temas romanos en el Romancero. Éste y otros romances de tipo erudito, han dejado rastros en la tradición
oral sefardí; según Menéndez Pidal son una muestra de la propagación por la tradición escrita ( M. Pidal,
Estudios, pág. 76.
+ Mercedes Días Roig. El romancero viejo. Cátedra, Madrid, 1976, pp. 227-8.
186 El texto dice ella: hemos corregido de acuerdo con el texto de los Pliegos de Praga (24).
210
Estas palabras diciendo echa mano de una espada
que muy secreta traía debajo de la su falda,
y a los pechos se la pone que lástima era mirarla.
Luego allí, en aquel momento, muerta cae la romana. 40
Su marido, que la viera, amargamente lloraba;
sacóle de la herida aquella sangrienta espada,
y en su mano la tenía y a los dioses juraba
de matar al rey Tarquino y quemarle la su casa.
En un monumento negro el cuerpo a Roma llevaba 45
y púsolo descubierto en medio de una gran plaza.
De los sus ojos llorando de la su boca hablaba;
¡Oh, romanos!. ¡Oh, romanos! doleos de mi triste fama,
que el soberbio rey Tarquino ha forzado esta romana
y por esta gran deshonra ella misma se matara. 50
Ayudádmela a vengar su muerte tan desastrada.
Desque esto vido el pueblo todos en uno se armaron
y se van para el palacio donde el rey Tarquino estaba
dándole mortales heridas y quemáronle su casa.
** Primavera, pág. 317. De un pliego suelto de 1537 en el Romancero general de Durán. Este es uno de los
romances que se siguen editando en pliegos de cordel hasta la fecha, en una versión muy contaminada por
elementos, cultos y exóticos. La versión trunca que incluimos, además de ser más popular, es más antigua y la
que está más cerca de las muchas versiones, éstas con desenlace, de tradición oral moderna (cfr. M. Pidal,
Romancero tradicional, VI y VII ).
El romance de Gerineldo se contamina frecuentemente con La condesita. Dicha unión ha sido estudiada por
Menéndez Pidal en « Geografía folclórica», Estudios, pp. 219-323.
++ Días Roig, Mercedes. op. cit. p. 257.
*** Cancionero de 1550. pág. 182. Este bello poema es otro de los romances que seguramente deriva del de
Roncesvalles. Para la bibliografía en torno a él ver la del rom. 91, así como M. Pidal, R. Hispánico, I, páginas
249-251; M. Pelayo, IX, págs. 319-321, y M. Langer T. Fernández, « Notas para el romance de Doña
Alda.»
+++ Día Roig, Mercedes. op. cit. pp. 223-4.
211
fuérase para la cama donde a Gerineldo vido.
Él quisiéralo matar, mas crióle de chiquito, 15
Sacara luego la espada, entre entrambos la ha metido,
porque desque recordase viese cómo era sentido.
Recordado había la infanta y la espada ha conocido.
Recordaos, Gerineldo, que ya érades sentido,
que la espada de mi padre yo me la he bien conocido. 20
212
MATERIA BRETONA
ROMANCES ÉPICOS
**** Cancionero de 1550, pág. 283. Posiblemente también este romance derive del Lanzarote español; sus
dos primeros versos se han hecho célebres gracias a la cita de Cervantes.
++++ Díaz Roig, Mercedes. op. cit. p. 159.
***** Cancionero de 1550, pág. 223. Tiene su origen en un a versión desconocida del cantar Las mocedades
de Rodrigo y es una continuación del romance Día era de los reyes... (rom. 55); el gusto fragmentista del
siglo XVI los separó ( Cfr. M. Pidal, R. Hispánico, I. págs. 220-221).
+++++ Díaz Roig, Mercedes. op. cit. pp. 134-135.
213
Con alta y soberbia voz de esta manera ha hablado:
Si hay alguno entre vosotros su pariente o adeudado
que se pese de su muerte salga luego a demandarlo,
yo se lo defenderé quiera pie, quiera caballo. 20
Todos responden a una: Demándelo su pecado,
Todos se apearon juntos para al rey besar la mano,
Rodrigo se quedó solo, encima de su caballo;
entonces habló su padre, bien oiréis lo que ha hablado:
Apeaos vos, mi hijo, besaréis al rey la mano 25
porque él es vuestro señor, vos, hijo, sois su vasallo.
Desque Rodrigo esto oyó sintióse más agraviado,
las palabras que responde son de hombre muy enojado:
Si otro me lo dijera ya me lo hubiera pagado,
mas por mandarlo vos, padre, yo lo haré de buen grado. 30
Ya se apeaba Rodrigo para al rey besar la mano;
al hincar de la rodilla el estoque se ha arrancado;
espantóse de esto el rey y dijo como turbado:
Quítate Rodrigo allá, quítame allá, diablo,
que tienes el gesto191 y los hechos de león bravo. 35
Como Rodrigo esto oyó apriesa pide el caballo;
con una voz alterada contra el rey así ha hablado:
Por besar mano de rey no me tengo por honrado,
porque la besó mi padre me tengo por afrentado.
En diciendo estas palabras salido se ha del palacio, 40
consigo se los tornaba los trescientos hijosdalgo.
Si bien vinieron vestidos, volvieron mejor armados,
Y si vinieron en mulas, todos vuelven en caballos.
191‘cara’
v* Cancionero de 1550, pág. 213. Ver nota al texto anterior. Los seis últimos versos no están más que en
aquellas versiones que se continúan con A fuera, a fuera Rodrigo..., ya que son versos de transición.
v+ Díaz Roig, Mercedes. op. cit. p. 140.
214
allá en Castilla la vieja vn rincón se me olvidaua
çamora auía por nombre çamora la bien cercada 15
de vna parte la cerca el Duero de otra peña tajada
del otro la morería vna cosa muy preciada
quien vos la tomare hija la mi maldición le cayga.
Todos dicen amén amén sino don Sancho que calla.
El buen rey era muerto çamora ya esta cercada 20
de vn cabo la cerca el rey del otro el Cid la cercaua
del cabo que el rey la cerca çamora no se da nada
del cabo que el Cid la cerca çamora ya se tomaua.
Assomose doña Vrraca assomose a vna ventana
de alla de vna torre mocha estas palabras hablaba. 25
v** Cancionero de 1550, pág. 214. Ver nota al rom. 57. Parece ser que el asunto de este romance es una pura
ficción novelesca. El final, de poco tono tradicional es seguramente un añadido tardío que denota influencia
de la poesía cortesana.
v++ Díaz Roig, Mercedes. op. cit. p. 141.
192 error; debe decir: ‘dexaste’.
193 ‘ desligarlo’.
194 ‘ deshacerlo’.
195 ‘saeta’.
v*** Rom. Tradicional, II, pág. 136. Procede de una gesta perdida recogida en la Crónica de 1334 y en la
Interpolación de la Crónica General. El romance se separa muy poco de la gesta y conserva la estructura total
del episodio, aunque se reduce su amplitud debido a la tradicionalización (Cfr. M. Pidal, op. cit., págs 138-
149). Ver también nota al texto 49.
v+++ Díaz Roig, Mercedes. op. cit. p. 131.
215
Pártese el moro Alicante... v*** v+++
Pártese el moro Alicante víspera de sant Cebrián;
ocho cabezas llevaba, todas de hombre de alta sangre.
Sábelo el rey Almanzor, a recibírselo sale;
aunque perdió muchos moros, piensa en esto bien ganar.
Manda hacer un tablado para mejor las mirar, 5
mandó traer un cristiano que estaba en captividad.
Como ante sí lo trujeron empezóle de hablar,
díjole: Gonzalo Gustos, mira quién conocerás;
que lidiaron mis poderes en el campo de Almenar:
sacaron ocho cabezas todas son de gran linaje. 10
Respondió Gonzalo Gustos: Presto os diré la verdad.
Y limpiándoles la sangre, asaz se fuera a turbar;
dijo llorando agramente: ¡Conóscolas por mi mal!
la una es de mi carillo196 ¡las otras me duelen más!
de los infantes de Lara son, mis hijos naturales. 15
Así razona con ellos, como si vivos hablasen;
¡Dios os salve, el mi compadre, el mi amigo leal!
¿Adónde son los mis hijos que yo os quise encomendar?
Muerto sois como buen hombre, como hombre de fiar.
Tomara otra cabeza del hijo de mayor edad: 20
Sálveos Dios, Diego González, hombre de muy gran bondad,
del conde Fernán González alférez el principal:
a vos amaba yo mucho, que me habíades de heredar.
Alimpiándola con lágrimas volviérala a su lugar,
Y toma la del segundo, Martín Gómez que llamaban: 25
Dios os perdone, el mi hijo, hijo que mucho preciaba;
jugador era de tablas el mejor de toda España,
mesurado caballero, muy buen hablador en plaza.
Y dejándola llorando, la del tercero tomaba:
Hijo Suero Gustos, todo el mundo os estimaba; 30
el rey os tuviera en mucho, sólo para la su caza:
gran caballero esforzado, muy buen bracero a ventaja.
¡Ruy Gómez vuestro tío! estas bodas ordenara!
Y tomando la del cuarto , lasamente la miraba:
¡Oh hijo Fernán González, (nombre del mejor de España,
del buen conde de Castilla, aquel que vos baptizara)
matador de puerco espín, amigo de gran compaña!
nunca con gente de poco os vieran en alianza.
Tomó la del Ruy Gómez, de corazón la abrazaba:
¡Hijo mío, hijo mío! ¿quién como vos se hallara? 40
nunca le oyeron mentira, nunca por oro ni plata;
animoso, buen guerrero, muy gran freidor de espada,
que a quien dábades de lleno tullido o muerto quedaba.
216
Tomando la del menor el dolor se le doblara:
¡Hijo Gonzalo González! ¡ Los ojos de doña Sancha! 45
¡Qué nuevas irán a ella que a vos más que a todos ama!
Tan apuesto de persona, decidor bueno entre damas,
repartidor en su haber, aventajado en la lanza.
¡Mejor fuera la mi muerte que ver tan triste jornada!
Al duelo que el viejo hace, toda Córdoba lloraba. 50
El rey Almanzor cuidoso consigo se lo llevaba,
y mandó a una morica lo sirviese muy de gana.
Esta le torna en prisiones, y con hambre le curaba.
Hermana era del rey, doncella moza y lozana;
con ésta Gonzalo Gustos vino a perder su saña, 55
que de ella le nación un hijo que a los hermanos vengara.
v**** Rom. tradicional, II, pág. 150. Versión del cancionero de romances s.a. Deriva de una refundición de
la gesta, pero con la tradicionalización se ha novelizado y se ha alejado de ésta. Vícto r Hugo parafraseó este
romance en una de sus Orientales.
Cfr. P. Bénichou, « El castigo de Rodrigo de Lara», en Creación poética en el Romancero tradicional, págs.
40-46, y M. Díaz Roig, El romancero y la lírica popular moderna, págs. 57-58.
v++++ Díaz Roig, Mercedes. op. cit. p. 133.
197 ‘el gran calor’. ‘’
198 ‘tu nombre’.
199 ‘alnado’, ‘hijastro’.
v***** M. Alvar, Poesía tradicional de los judíos españoles, pág. 51. Versión de Turquía. Este romance
cumple una doble función en esta antología: ejemplificar la forma romancillo y la tradición sefardí. En cuanto
217
El espera que tú diste a los infantes de Lara.
Aquí morirás, traidor, enemigo de doña Sancha.
ROMANCES FRONTERIZOS
La hermana cautiva v***** v+++++
Ya vienen los cautivos con todas las cautivas.
Dentro de ellas, hay una blanca niña.
¿Para qué la traen esta blanca niña
que el rey Dumbelo se enamoraría?
Cortadle, señora, el beber del vino, 5
que perde colores, que cobre suspiros.
Cuanto más le corto el beber del vino,
más se le enciende su gesto valido.
Cortadle, señora, el beber del claro,
que perde colores, que cobra desmayos. 10
Cuanto más le corto el beber del claro,
más se le enciende su gesto galano.
Mandadla, señora, a lavar al río,
que perde colores, que cobra suspiros.
Cuanto más la mando a lavar al río 15
más se le enciende su gesto valido.
Ya amaneció el día, ya amanecería,
cuando la blanca niña lavaba y extendía.
¡Oh, qué brazos blancos en el agua fría!
Mi hermano Dumbelo por aquí si pasaría. 20
¿Qué hago, mi hermano, las ropas del moro franco?
Las que son de seda, echadlos al nado,
las que son de sirma, encima de mi caballo.
Abriréis, madre, puertas de palacio,
que en lugar de nuera, hija yo os traigo. 25
Si es la mi nuera, venga a mi palacio,
Si es la mi hija, venga en mis brazos.
Abriréis, mi madre, puertas del cillero,
que en lugar de nuera, hija yo os traigo.
Si es la mi nuera, venga en mi cillero, 30
si es la mi hija, venga en mis pechos..
a la forma hexasilábica, ésta es propia de las baladas de origen europeo absorbidas por el Romancero y que
conservaron su metro original (hay otras que se refundieron en octosílabos, ver rom. 1). En lo que se refiere a
la tradición sefardí, es este un texto muy característico debido a la presencia del paralelismo; este
procedimiento abunda en la lírica judía y ha influido sin duda en su Romancero. Otra peculiaridad de los
romances sefardíes es su lenguaje arcaico, muy deformado y contaminado con palabras de la región donde se
cantan. Para este romance, ver M. Pidal, «Los romances de don Bueso».
v+++++ Díaz Roig, Mercedes. op. cit. p. 286.
218
¡Abenámar, Abenámar, moro de la morería,
el día que tú naciste grandes señales había!
Estaba la mar en calma, la luna estaba crecida,
moro que en tal signo nace no debe decir mentira.
Allí respondiera el moro, bien oiréis lo que diría: 5
Yo te la diré200 , señor, aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho mi madre me lo decía
que mentira no dijese, que era grande villanía;
por tanto pregunta, rey, que la verdad te diría. 10
Yo te agradezco Abenámar, aquesta tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos? ¡Altos son y relucían!
El Alhambra era, señor, y la otra la mezquita,
los otros los Alixares, labrados a maravilla.
El moro que los labraba cien doblas ganaba al día, 15
y el día que no los labra, otras tantas se perdía.
El otro es Generalife, huerta que par no tenía,
el otro Torres Bermejas, castillo de gran valía.
Allí habló el rey don Juan, bien oiréis lo que decía:
Si tú quisieses, Granada, contigo me casaría; 20
daréte en arras y dote a Córdoba y a Sevilla.
Casada soy, rey don Juan casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene muy grande bien me quería
x * Primavera, pág. 207. Este romance, más circunstanciado, se publicó en el Cancionero de romances, s.a.
en su reedición de 1550 y en la Silva del mismo año. Hemos reproducido la versión de Pérez de Hita, que se
separa ligeramente de las arriba citadas, por parecernos más valiosa poéticamente.
Sobre este romance, uno de los más bellos, se han escrito numerosas páginas, tanto sobre su historicidad
como sobre su estilo y calidad. Cfr. Entre otros, M. Pidal, Estudios, págs. 61-92; L. Spitzer, Sobre antigua
poesía española, págs. 61-84, y M. Pelayo, IX, PÁGS. 167-171.
x+ Díaz Roig, Mercedes. op. cit. p. 61.
200 Se entiende: «te diré la verdad».
x ** Primavera, pág. 247. Es uno de los romances más conocidos y de mayor fama en los siglos XVI y XVII.
Pérez de Hita (cuya versión publicamos aquí) pretende que es un romance originalmente compuesto en
arábigo. Tanto Milá Fontanals como Menéndez Pelayo le dan crédito, pero no así Menéndez Pidal quien
piensa que es un texto compuesto en castellano y que, como tantos otros, se presenta desde el campo moro
(M. Pidal, R. Hispánica, II, págs. 33-34).
Tiene la particularidad de ser uno de los pocos romances viejos que poseen estribillo en algunas de sus
versiones (como la presente), ya que se adaptaron para el canto.
x++ Díaz Roig, Mercedes. op. cit. pp. 68-9.
219
Descabalga de una mula y en un caballo cabalga; 5
por el Zacatín arriba subido se había al Alhambra.
¡Ay de mi Alhama!
Como en el Alambra estuvo, al mismo punto mandaba
que se toquen sus trompetas, sus añafiles de plata.
¡Ay de mi Alhama!
Y que las cajas de guerra apriesa toquen el arma,
porque lo oigan sus moros, los de la vega y Granada. 10
¡Ay de mi Alhama!
Los moros, que el son oyeron que al sangriento Marte llama,
uno a uno y dos a dos juntado se ha gran batalla.
¡Ay de mi Alhama!
Allí habló un moro viejo, que de esta manera hablara:
¿Para qué nos llamas, rey? ¿Para qué es esta llamada?
¡Ay de mi Alhama!
Habéis de saber, amigos, una nueva desdichada: 15
que cristianos de braveza ya nos han ganado Alhama.
¡Ay de mi Alhama!
Allí habló un alfaquí, de barba crecida y cana:
¡Bien se te emplea, buen rey, buen rey, bien se te empleara!
¡Ay de mi Alhama!
Mataste los Bencerrajes, que eran la flor de Granada,
cogiste los tornadizos de Córdoba la nombrada.
¡Ay de mi Alhama!
Por eso mereces, rey, una pena muy doblada: 20
que te pierdas tú y el reino, y aquí se pierda Granada.
¡Ay de mi Alhama!
x*** Cancionero de 1550, pág. 290. Ejemplo de la maurofilia española es este lindo romance que se presenta
aquí en una versión algo más breve que la publicada en el Cancionero de Londres (finales del siglo XV).
Sobre este romance: J.M. Solá-Solé, « En torno al romance de la morilla burlada», y J. M. Aguirre, « Moriana
y El prisionero,ensayo de interpretación».
x+++ Díaz Roig, Mercedes. op. cit. p. 251.
201 ‘de bello mirar, hermosa’.
202 ‘manto pequeño’.
220
fuérame para la puerta y abríla de par en par.
ROMANCES NOVELESCOS
x**** D. Ledesma, Cancionero salmantino, pág. 159. Se le conoce también bajo el nombre de Conde Niño.
Como el romance anterior debe proceder de una balada europea ya que el motivo de las transformaciones
tiene ejemplos en el folklore de muchos países (Cfr. W. J. Entwistle, «El conde Olinos, leyenda universal»).
Se supone que el romance es del siglo XV, aunque no fue recogido por escrito hasta el XIX; es uno de los más
conocidos y difundidos mediante discos y cintas por la belleza de su melodía y de sus versos.
x++++ Díaz Roig, Mercedes. op. cit. pp. 277-8.
221
Las señas del esposo x***** x+++++
Caballero de lejas tierras, llegaos acá y paréis,
hinquedes la lanza en tierra, vuestro caballo arrendéis,
preguntaros he por nuevas si mi esposo conocéis.
Vuestro marido, señora, decid ¿de qué señas es?
Mi marido es mozo y blanco, gentil hombre y bien cortés, 5
muy gran jugador de tablas y también del ajedrez.
En el pomo de su espada armas trae de un marqués,
y un ropón de brocado y de carmesí el envés;
cabe el fierro de la lanza trae un pendón portugués,
que ganó en una justas a un valiente francés. 10
Por esas señas, señora, tu marido muerto es.
En Valencia le mataron, en casa de un ginovés,
sobre el juego de las tablas lo matara un milanés.
Muchas damas lo lloraban, caballeros con arnés203 ,
sobre todo lo lloraba la hija del ginovés; 15
todos dicen a una voz que su enamorada es;
si habéis de tomar amores, por otro a mí no dejéis.
No me lo mandéis, señor, señor, no me lo mandéis,
que antes que eso hiciese, señor, monja me veréis.
No os metáis monja, señora, pues que hacerlos no podéis, 20
que vuestro marido amado delante de vos lo tenéis.
x**** Primavera, pág. 312. Versión de Juan de Ribera. Nuevos romances (1605). Es uno de los romances
más difundidos en todo el territorio hispánico, y, en especial, en América. Su origen parece ser una canción
francesa «Gentils galans de France» basada en un motivo folklórico europeo (cfr. M. Pidal, R. Hispánico, I,
págs. 318-320). Ver también G. Bronxini, Las señas del marido e La prova.
x++++ Díaz Roig, Mercedes. op. cit. p. 270.
203 ‘armadura de acero’.
xv* D. Catalán, La flor de la marañuela, I. pág. 156. Versión canaria. Procede del mito clásico de Tereo,
Progne y Filomela, posiblemente a través de Las metamorfosis de Ovidio, y guarda con la leyenda griega
grandes semejanzas. Aunque parece ser de origen erudito está muy tradicionalizado y no se advierten en él
señales de su procedencia culta. Es muy popular, seguramente debido a la truculencia del tema, y se
contamina frecuentemente con un romance vulgar de tema semejante, La infanticida.
xv+ Díaz Roig, Mercedes. op. cit. pp. 279-80.
222
en la hora de su parto tenerla a la cabecera.
Mucho me pides, Turquino, en pedirme a Filomena,
que son mis pies y mis manos, la que mi casa gobierna;
pero, en fin, la llevarás como hermana y cosa vuestra.
Vete a la caballeriza y ensilla la mejor yegua, 15
ponle aquella silla verde que es la mejor que le queda,
con aquel petrás dorado que es lo que silla gobierna.
La coge por una mano y la saca a la carretera.
Turquino monta a caballo y Filomena monta en yegua;
en el medio del camino de amores la convirtiera. 20
Tú eres el diablo, Turquino, el demonio que te tienta,
que entre hermanos o cuñados, se le hace a Dios grande ofensa,
¡Aquí me haces el gusto, más que el diablo te aborrezca!
Desque la halló burlada allí le cortó su pecho,
allí le sacó los ojos y allí le cortó la lengua: 25
la lengua pa que no hable, los ojos pa que no vea,
su pecho pa que no críe cosa que de ella saliera.
Desque la halló burlada, allá se marcha y la deja.
Se le acerca un pastorcillo que su ganado acarrea;
por la seña que le hizo papel y tinta le pidiera. 30
Papel no le doy, señora, que eso no se usa en mi tierra,
pluma y tinta le daré que tengo en mi faldiquera.
En el puño de su lanza dos reglones encribiera.
Anda, vete, pastorcillo, lleva a mi hermana estas nuevas.
Turquino por el camino y las nuevas por la vereda; 35
por mucho que ande Turquino, mucho más corre las nuevas.
Blanca Flor, desque lo supo, un hijo varón tuviera;
llamaba por la criada que tenía en la cabecera:
Toma allá esta criatura, haz con ella una cazuela,
pa cuando Turquino llegue, que encuentre la cena hecha. 40
Desque llegó Turquino ya estaba la mesa puesta.
Ven a cenar, Blanca Flor, Blanca Flor, ¿porqué no cena?
Vete a cenar tú, Turquino, que mi cena ya está hecha.
¡Oh, qué dulce está esta carne! ¡qué sabrosa está y qué buena!
Mas dulces son los amores de mi hermana Filomena. 45
¡Válgate Dios, Blanca Flor! ¿quién te trajo acá esas nuevas?
Me las trajo un pastorcillo que su ganado acarrea.
Se levanta de la cama como leona carnicera,
con las mismas armas de él diez puñaladas le pega.
La mujer que mata un hombre la corona mereciera, 50
y a otro día de mañana la coronaran de reina.
223
La Condesita xv** xv++
Ya se ha movido la guerra entre Francia y Portugal,
al conde Flores lo llaman por capitán general.
La condesa que lo sabe no hacía más que llorar.
¿Para cuántos años, conde, para cuántos años vas?
Para siete voy, marquesa, para siete nada más; 5
si a los ocho no viniera, marquesa, te casarás.
Pasan seis y pasan siete, cerca de los ocho van;
un día, estando en la mesa, su padre venga a mirar.
¿Qué me miras, padre mío? ¡Qué te tengo que mirar!,
que han pasado siete años y a pasar los ocho van; 10
¿por qué no te casas, hija? ¿por qué no te casas ya?
Padre, no me digas eso, padre, no me digas ná,
que en mi pecho hay un escrito que el conde viviendo está;
¿si tú me das la licencia para salirlo a buscar?
De mí la licencia tienes, Dios te dará lo demás; 15
vístete de peregrino, porque nadie te haga mal.
De día por los caminos, de noche por la ciudad,
por las montañas de Egipto, por las orillas del mar.
Allá vio un pastorcito, que con sus potritos va.
Dime, pastorcito, dime, dime la buena verdad. 20
Señora, si yo lo sé no se la podré negar.
¿De quién son estos caballos que tan gorditos están?
Son del condesito Flores, mañana se va a casar.
Ese conde, ¿dónde vive? ese conde ¿dónde está?
Ni pregunte por posada, ni menos por hospital, 25
pregunte por el palacio del capitán general.
Al subir en la escalera con el conde se encontró,
Buenos días, señor conde, Buenos días tenga yo.
Déme usté una limosnita, que bien me la puede dar,
que vengo de las Italias y no traigo que gastar. 30
Si vienes de las Italias noticias me traerás,
si una marquesa que había es muerta o casada ya.
Esa marquesa que había ni es muerta y casada ya,
va por el mundo rodando y no sabe dónde está;
¿en qué la conocerías? ¿en qué la conocerás? 35
En los colores de cara y en el pechito un lunar.
En los colores de cara ya no me conocerás,
que solamente me queda en el pechito un lunar.
Sale su segunda novia, que aún estaba por casar:
¿Quién es esa aventurera que te ha venido a buscar? 40
xv** M. Pidal, Rom. Tradicional, IV, Pág. 248. Versión de Valencia. Romance muy difundido en toda
España, pero poco en América. Se cree que deriva del romance juglaresco de El conde Dirlos (rom. 74), del
cual viene a ser una especia de versión femenina. Pertenece al ciclo de los romances del tema odiséico y tiene
muchas interpolaciones con otros romances del mismo tipo. En algunas regiones se une con Gerineldo....
xv++ Díaz Roig, Mercedes. op. cit. pp. 289-90.
224
No es ninguna aventurera que me ha venido a buscar,
son mis primeros amores, la que mi mujer será.
xv*** L. Santullano, Romances y canciones de España y América, pág. 304. Esta versión es de Puerto Rico
y es muy semejante a las andaluzas. Es quizá el romance más difundido en la tradición oral actual en todo el
ámbito hispánico. Pese a la crudeza de su tema es cantado muchas veces por los niños; ha sido grabado en
discos y cintas.
xv+++ Díaz Roig, Mercedes. op. cit. p. 281.
xv**** Este romance cuenta la historia de la mujer que recibe a su amante mientras el esposo está ausente y
que, al final, descubre que esa ausencia se ha transformado en una presencia vengadora. El esposo llega
después de los presentimientos aludidos en los versos primeros del diálogo entre los amantes. Nótese la
anáfora amenazadoramente obsesiva de las preguntas del esposo: «¿cúyo..., cúyas..., cúya...?», que llevan a l
clímax final de la muerte aceptada por la adúltera como algo merecido.
xv++++ García de Enterría, Ma. Cruz. Romancero viejo, Castalia. ( Castalia didáctica No. 18), p. 214-216.
225
desarmado y sin pavor?
Que siete años había, siete, 5
que no me desarmo, no:
más negras tengo mis carnes
que un tiznado carbón.
Dormilda, señor, dormilda, 205
desarmado y sin temor, 10
que el conde es ido a la caza
a los montes de León.
Rabia le mate los perros,
y águilas el su halcón,
y del monte hasta casa, 15
a él arrastre el morón.206
Ellos en aquesto estando
su marido que llegó
¿Qué hacéis, la Blanca-niña,
hija de padre traidor? 20
Señor, peino mis cabellos,
péinolos con gran dolor,
que me dejáis a mí sola
y a los montes os vais vos.
Esa palabra, la niña, 25
no era sino traición:
¿cúyo207 es aquél caballo
que allá bajo relinchó?
Señor, era de mi padre,
y envióoslo para vos. 30
¿Cuyas son aquéllas armas
que están en el corredor?
Señor, eran de mi hermano,
y hoy os las envió.
¿Cuya es aquélla lanza, 35
desde aquí la veo yo?
Tomalda, conde, tomalda,
matadme con ella vos,
que aquesta muerte, buen conde,
bien os la merezco yo.
ROMANCES TROVADORESCOS
226
cuando canta la calandria y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados van a servir al amor,
sino yo, triste cuitado, que vivo en esta prisión,
que ni sé cuándo es de día, i cuándo las noches son, 5
sin por un avecilla que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero ¡Déle Dios mal galardón!208
Cabellos de mi cabeza lléganme al corvejón,
los cabellos de mi barba por manteles tengo yo,
las uñas de las mis manos por un cuchillo tajador. 10
Si lo hacía el buen rey, hácelo como señor,
si lo hace el carcelero, hácelo como traidor.
Mas quien agora me diese un pájaro hablador,
siquiera fuese calandria, o tordico, o ruiseñor,
criado fuese entre damas y avezado a la razón, 15
que me lleve una embajada a mi esposa Leonor:
que me envíe una empanada, no de trucha, ni salmón,
sino de una lima sorda y de un pico tajador:
la lima para los hierros y el pico para la torre..
Oídolo había el rey, mandóle quitar la prisión.
xv****** Cancionero de 1550, pág. 300 y Cancionero de romances s,a, (apud Primavera, pág. 273). La
glosa y el canto propiciaban en el siglo XVI el acortamiento d e los romances, y muchas veces se acrecentaba
el poder poético del texto así tratado. El prisionero es un buen ejemplo de ello.
xv++++++ Días Roig, Mercedes, op. cit. p. 230.
208 'premio'.
227
EL ROMANCERO VIEJO
Mercedes Díaz Roig
El romancero tradicional es una de las manifestaciones más importantes de la poesía
folklórica hispánica. Nace en la Edad Media como la expresión española de la balada
europea, pero con ciertas características propias que la diferencian de ésta .
La pujanza del género y su aceptación son tan fuertes, que los romances se
tradicionalizan y perduran hasta nuestros días, cubriendo todo el territorio peninsular e
hispanoamericano; sigue vivo también en diversas comunidades de origen español, como
los judíos sefardíes de todo el mundo y los mexicanos establecidos en el sur de Estados
Unidos.
De acuerdo con el momento histórico que se recogen y publican los textos
romancísticos, el Romancero tradicional se divide en Romancero viejo (textos recogidos o
publicados en los siglos XV, XVI y parte del XVII) y Romancero de tradición oral moderna
(textos recogidos en los siglos XIX y XX).
Hay diferencias notables entre los textos de ambas recolecciones, sin embargo las
semejanzas, sobre todo estilísticas, y la supervivencia de ciertos temas y motivos, permiten
asegurar que se trata del mismo género y que las discrepancias se deben a los cambios
impuestos por su paso por el tiempo.
Qué es un romance
Un romance en una canción narrativa con ciertas características formales y estilísticas que
se van a tratar de definir a lo largo de esta introducción. A grandes rasgos se puede decir
que se trata de una composición con un número indeterminado de versos dieciséis sílabas (
o de doce), con rima asonante, que relata, con un estilo propio, una historia de interés
general y que, por lo tanto, es retenida y repetida por una parte de aquellos que la oyen ,
difundiéndose así en el tiempo y en el espacio. Esta repetición no es estática sino dinámica,
ya que suele presentar cambios que dan lugar a una notable gama de variaciones en los
diferentes textos de cada romance: la conciencia de que cada texto de un mismo romance
puede ( y muy frecuentemente éste es el caso) tener diferencia respecto a otro similar, ha
llevado a considerar cada uno de estos textos como versiones de un mismo romance.
Todos estos puntos ameritan matizarse y serán objeto de varios incisos de esta
Introducción.
Fuentes
Nuestro conocimiento del Romancero se basa en dos tipos de fuentes: las escritas y las
orales. La primera forma es la única manera en que tenemos acceso al llamado Romancero
viejo, mientras que para el Romancero de tradición oral moderna las fuentes orales son
más numerosas que las escritas.
El Romancero viejo. Mercedes Díaz Roig, Cátedra, Madrid, 1976, 303 pp.
228
El humanismo renacentistas, nostálgico de la edad de oro en la cual el hombre no
estaba corrompido por la civilización, tomó la literatura popular como ejemplo de las
formas más naturales y espontáneas de la humanidad. Así, se reivindicaron los proverbios
(muestras de sabiduría), los villancicos (muestras de sensibilidad) y los romances, que
abarcan conocimiento, sensibilidad e imaginación. Las cortes renacentistas empiezan
apreciar el arte de los juglares justamente por ese sello de poesía sencilla que lo hacía
contrastar con las creaciones conceptistas de la época y que lo hacía aparecer como algo
muy cercano a ese ideal del hombre primitivo.
No es una casualidad, como observa Menéndez Pidal209 , que el primer testimonio
del aprecio cortesano del romance se de en la corte napolitana de Alfonso V de Aragón,
mucho más susceptible a las corrientes del Renacimiento italiano. En la segunda mitad del
siglo XV el romancero llega a la corte castellana y es cultivado por poetas y músicos,
quienes, al ensalzar el género, ponen de moda lo que la gente venía cantando desde hacía
mucho. Así, hay un enorme interés por el Romancero tradicional, o de tipo tradicional, que
se traduce en una infinidad de publicaciones (cancioneros y pliegos sueltos) de las cuales
muchas han llegado hasta nosotros y constituyen nuestra principal fuentes de
conocimientos de los romances viejos.
Pero, con una especie de justicia poética para este Romancero oral, que conocemos
impreso, el primer testimonio que tenemos de un romance tradicional es un manuscrito del
estudiante mallorquín Jaime de Olesa que, en 1421, anota de memoria el romance muy
tradicionalizado, de La dama y el pastor210 .
Hay otro testimonio no menos revelador. Se trata de tres textos (Rosaflorinda, El
conde Arnaldos y El caballero burlado) incluidos en el Cancionero de Londres (compilado
entre 1471 y 1500 y firmado por Juan Rodríguez Padrón. Menéndez Pidal opina,
acertadamente (ib. p.13), que son romances tomados de la tradición oral y no compuestos
por el poeta, quien se convierte así en el primer literato en usar los romances tradicionales
en su propia obra poética. Por otro lado tenemos, de 1454, el Romance de la señora reina
de Aragón, escrito por Carvajales y que imita el primer verso del romance El conde
Alarcos; también de la misma época conservamos Miraba de Campo Viejo... ( )texto núm.
21), uno de los más bellos romances, que mezcla acertadamente lo culto y lo popular.
En estos cuatro hitos tenemos la pauta de lo que fue el Romancero en los siglos XV
y XVI, poesía oral en activo, para entretenimiento personal ( manuscrito Olesa), para
creación literaria con pequeños arreglos personales (Rodríguez Padrón), base formal y
estilística para composiciones nuevas (Miraba de Campo Viejo) y punto de partida para
otros romances cultos, con poco elementos tradicionales (Carvajales). En efecto, en los
años siguientes se publicarán tanto romances tradicionales recogidos de boca del pueblo,
como romances de la misma procedencia pero arreglados por impresores y poetas y
romances hechos a la manera tradicional, sin faltas aquellos romances donde la mano
culta es definitiva y dominante.
Pasemos ahora a hablar de las fuentes literarias propiamente dichas. Las hay de dos
tipos: los pliegos sueltos (ediciones populares) y los cancioneros y romanceros editados
para la minoría pudiente.
209 Romancero Hispánico, II, pág.. 19. Para estas y otras citas de libros y artículos, cfr. la Bibliografía (págs.
70-80)
210 Cfr. texto núm. 125, versión de este romance.
229
Los pliegos sueltos
A finales del siglo XV los romances empiezan a aparecer, junto con otras composiciones
poéticas, en publicaciones de tipo popular (cuadernillos de ocho, dieciséis , y hasta de
treinta y dos páginas) que se vendían a un precio ínfimo. Su fragilidad fue causa de su
destrucción; pese a que se editaron por millares, apenas conservamos unas centenas de
ellos. El más antiguo que se posee parece estar editado en Zaragoza alrededor de 1506.
Sobreviven algunos impresos en Sevilla (1510), Burgos(1516), Barcelona (1525), Valencia
((1532), Salamanca (1532), Toledo (1533), así como de otras ciudades con fechas
posteriores. Dice Menéndez Pidal que el último pliego suelto es de 1605; se refiere,
naturalmente , a la época de auge del Romancero impreso, porque los pliegos sueltos se han
seguido editando hasta el siglo XIX y viven aun hoy en día bajo la forma de cancioneros
populares. Es cierto que la presencia de romances tradicionales en estos pliegos es cada
vez más escasa desde finales del siglo XVI, pero no dejan de figurar en ellos este tipo de
textos211 . Para un conocimiento cabal de esta forma de publicación en los siglos de oro es
menester consultar el magnífico Diccionario de Pliegos sueltos de A. Rodríguez Moñino.
Estos pliegos antiguos se conservan en algunas bibliotecas españolas ( por ejemplo la
Biblioteca Nacional de Madrid), así como en bibliotecas extranjeras (Universidad de
Praga, Universidad de Cracovia, por ejemplo) y el bibliotecas particulares. Han sido
reeditados por eruditos desde el siglo XIX. 212
Cancioneros y romanceros
La publicación de romances en libros parece que comenzó algo más tarde. Algunos
romances se imprimieron en el Cancionero General...(1515) y en el Cancionero de
Londres antes citado. Hacia 1525 se imprimió en Barcelona el libro Cincuenta romances,
del cual nos quedan solamente dos pliegos, por lo que no sabemos la cantidad de romances
tradicionales que contenía. La primera publicación de un libro dedicado exclusivamente
al Romancero es la de Martín Nucio que hacia 1547 (o 1549) imprimió en Amberes un
cancionero de romances que conocemos como el Cancionero de romances s.a.... y que
contiene 150 romances, de los cuales, según Menéndez Pidal, 118 son tradicionales. Tal fue
el éxito de este libro que tuvo varias reediciones en las que se añadieron más textos. Los
más notables son El cancionero de 1550 (editado por el mismo Nucio)y la Silva de
Zaragoza (1551)213 . A partir de entonces, y durante un cuarto de siglo, se multiplican las
publicaciones con romances tradicionales214 . Poco a poco se codean con estos romances de
nueva factura hechos más o menos a su semejanza, como los romances de tema amoroso o
histórico. Entre los de tema histórico se encuentran los llamados romances cronísticos: sus
autores reaccionaron ante las muchas inexactitudes que contenían los romances
tradicionales y compusieron, utilizando la misma forma, textos basados en las crónicas,
que relataban fielmente los acontecimientos históricos. La gran mayoría de estos romances
cronísticos son poéticamente muy inferiores; tan sólo algunos autores como el caballero
Cesáreo o Lorenzo de Sepúlveda lograron componer textos de una cierta calidad. Por otra
211 Por ejemplo, El cancionero del Bajío, de amplia difusión en toda la República Mexicana, donde figura el
romance de La adúltera, muy popular en México con el nombre de La Martina.
212 Cfr. en la Bibliografía, Textos, « Principales colecciones de romances viejos en reediciones modernas »,
págs. 665-66.
213 Cfr. Bibliografía. ibíd..
214 Según Di Stefano. «La difusión impresa del romancero antiguo en el siglo XVI», fueron 54 cancioneros y
230
parte, los romances trovadorescos de factura culta, que los poetas cortesanos habían
empezado a escribir hacía tiempo, extienden su temática (amorosa) a la de los romances
tradicionales (históricos, épicos, caballerescos...); en las palabras de Menéndez Pidal, estos
poetas revisten sus composiciones con un ropaje lírico y emotivo. A finales del siglo XVI
comienza la gran boga del Romancero nuevo, hecho por poetas conocidos (Lope, Góngora,
etc.) y que trata, con un estilo que nada tiene que ver con el tradicional, temas amorosos en
ambientes moriscos y pastoriles y hasta temas históricos; todo ello de una manera
artificiosa. El Romancero nuevo desplaza al viejo en el gusto del público e invade libros y
pliegos. El gran auge del Romancero viejo, en lo que se refiere a su publicación masiva
termina en 1580).
Di Stefano, en su estudio antes citado (Cfr. nota 6) muestra las diferencias entre las
clases de romances tradicionales editados en cada una de las dos formas primordiales
(cancioneros y pliegos). Los libros manifiestan una predilección por los temas épicos,
mientras que los pliegos la muestran por los temas caballerescos y novelescos. Podríamos
hablar, pues, de un gusto culto y otro popular donde contrastarían lo épico y lo novelesco.
La tendencia popular por lo novelesco es obvia hoy (el pueblo canta casi exclusivamente
este tipo de romance) y según Di Stefano lo era también, aunque no tan marcada, en el siglo
XVI.. Sin embargo, no hay duda de que en la Edad Media y en el Renacimiento los
romances épicos eran altamente apreciados por el pueblo, puesto que los conservó en su
memoria y de allí los tomaron los impresores de cancioneros y romanceros del siglo XVI.
Fuentes secundarias
Nuestro conocimiento de textos antiguos depende también, aunque en menor medida, de los
libros de música, de los historiadores y poetas y de las obras de autores teatrales.
Ya en el Cancionero musical de Palacio (finales del siglo XV), que contiene el
repertorio musical de la corte de los Reyes Católicos, se hallan algunos romances,
fragmentados debido a su adaptación para el canto. En el siglo XVI varios músicos
incluyen también en sus libros algunos textos, generalmente incompletos. Entre estos
tratados se puede citar los de: Milán (1535-1536), Narváez (1536), Mudarra (1546), Pisador
(1552), Fuenllana (1554), Venegas (1557) y Salinas (1577)215 . El contenido de estos libros
nos indica una preferencia por los temas novelescos y caballerescos, o sea que aquí los
músicos coinciden con el gusto popular. Esta preferencia es natural puesto que este tipo de
romances tiene muchos más elementos líricos, lo que los hace ideales para la actividad
musical.216
Algunos historiógrafos incluyeron romances en sus obras. Podemos citar a Argote
de Molina y a Pérez de Hita217 , que utilizan romances históricos para ilustrar los
acontecimientos que citan. Los poetas, por su parte, recogen también textos tradicionales
de tipo novelesco y los publican, con reformas, entre sus obras: el ejemplo más ilustre es el
de Juan de Timoneda y sus Rosas.
El teatro es fuente importante para el conocimiento (y sobretodo la difusión) de los
romances tradicionales. Parece ser que el primer testimonio de la utilización de un romance
215 Respectivamente: Libro de música de vihuela intitulado El Maestro Delfín de música, Tres libros de
música, Libro de música de vihuela…, Libro de vihuela intitulado Orfénica Lira, Libro de cifra nueva, y De
música libri septem.
216 Cfr. Di Stefano, ob. cit. ,pág. 389.
217 Nobleza de Andalucía. 1588 C Historia de las guerras civiles de Granada, 1595, respectivamente.
231
en el teatro es la obra de Francisco de la Cueva y Silva, Farsa del obispo D. Gonzalo
(1587). Posteriormente autores tan ilustres como Lope de Vega, Guillén de Castro y Vélez
de Guevara incluyen romances en sus obras y basan muchos de sus argumentos en temas
romancísticos. Obviamente, la mayoría de estos textos están arreglados por el dramaturgo
de acuerdo a las necesidades de la obra donde figura. Como un ejemplo de lo anterior,
podemos mencionar el romance Las quejas de Jimena, que en una versión muy semejante a
la incluida por Wolf y Hoffman en su Primavera y Flor de romances (Cfr. texto núm. 300).
Utiliza Guillén de Castro en Las mocedades del Cid 1618). En un parlamento de Jimena
(acto III) de 25 versos, el autor usa 17 versos del romance viejo, (13 literales y 4 con
pequeños cambios) e intercala 8 versos de creación propia. Parte del diálogo de la escena
del primer acto está basado en los hechos que relata el romance Afuera, afuera Rodrigo...
(Cfr. texto núm. 159) en la ceremonia en que el Cid fue armado caballero, Guillén utiliza,
además, a lo largo de toda la obra, innumerables motivos tomados de otros romances del
ciclo cidiano218 .
Finalmente, no hay que dejar de lado los manuscritos particulares como el de Jaime
de Olesa y los de poetas y músicos, como el de Juan de Peraza 219 .
Hasta aquí hemos hablado de las fuentes para el conocimiento de textos (completos
o fragmentos), pero para tener una idea más amplia de los romances que circulaban en los
siglos de oro, los eruditos han recabado una serie de citas de romances o de versos
extrayéndolos de obras o de las muchas Ensaladas que tenemos. Así, sabemos que el
romance de Bernal Francés era conocido, pues tanto Góngora como Lope lo parafrasean.
También hay versos de El Conde Olinos incluidos en una versión del Conde Arnaldos (la
publicada por Rodríguez Padrón): de La envenenadora se citan dos versos en una comedia
de Lope, lo mismo que de Silvana en una obra de Francisco M. De Melo y de La doncella
guerrera en Jorge Ferreira de Vasconcelos. El Vocabulario de Correas también nos
propicia versos de romances que se proverbializaron, etc. 220
232
Antología de poetas líricos castellanos. El mismo Menéndez Pelayo publicó en su
Apéndice221 otros romances de fuentes no utilizadas por Wolf Hoffman. Este corpus, ya
considerable, se incrementó en el siglo XX con algunos textos más descubiertos por
eruditos en bibliotecas y colecciones nacionales y extranjeras.
Hay una clara diferencia entre las publicaciones de los siglos de oro y las de los
siglos XIX y XX, y es que las primeras se hicieron para un público que cantaba romances
y que quería aprender otros, mientras que las segundas estaban dirigidas a los eruditos para
los cuales el Romancero se convirtió en materia de estudio. 222
221 «Apéndices y Suplemento a la Primavera y flor de romances de Wolf y Hoffman». Véase la bibliografía.
222 Hay que exceptuar aquí las varias publicaciones modernas dirigidas al público. Además de los textos para
uso escolar, hay que destacar la antología de Menéndez Pidal, Flor nueva de romances viejos, que ha tenido
una gran influencia en la revitalización del romancero por su enorme difusión.
223 Romancero hispánico II, XIII, 9.
233
lo recibido según el gusto de cada quien. A la postre, este corpus representa el manejo de la
tradición por el núcleo culto o semiculto de una sociedad determinada que imprimió su
huella en lo heredado.
Por otra parte, y haciendo salvedad de lo anterior, el corpus del Romancero viejo es
de un gran valor, no sólo por el conocimiento de la existencia del género y de su notable
difusión en los siglos de oro, sino porque también es un testimonio fehaciente de una
característica primordial de la poesía oral: su vida en variantes. Efectivamente, muchos de
los romances editados presentan variantes no siempre atribuibles al editor; ello quiere decir
que no hay duda de que circulaban versiones distintas de cada romance. Finalmente, la
existencia de un estilo presente en mayor o menor medida en todos los textos, estilo que
coincide con el hallado en las versiones recogidas actualmente, nos confirma la unidad
estilística básica de la poesía oral.
224 Allmeida Garret publicó en 18433 un Romanceiro, pero sus versiones están sumamente arregladas.
225 Cfr. nota 13.
234
varias publicaciones de B. Gil. En América la recolección y publicación bajaron
notablemente, sin embargo no dejaron de existir; en contraste, el Romancero sefardí tuvo
publicaciones importantes como las de Armistead y Silverman, las de Paul Bénichou y las
de M. Alvar. 226
Muy importante es la publicación del Romancero tradicional. Desde 1975
Menéndez Pidal inició la edición de las versiones de su archivo, fruto de la labor de
recolección y de recopilación de más de medio siglo. Como era de esperar, su atención se
dirigió al Romancero épico, y así, los dos primeros tomos están dedicados a él227 . A partir
del tomo III (1969) la publicación quedó definitivamente en manos de su nieto Diego
Catalán (que había colaborado en los anteriores) y el Seminario Menéndez Pidal se dedicó a
publicar romances de tipo novelescos, con muchas más versiones modernas que antiguas.
Así salieron los siguientes diez tomos228 y se espera la aparición inminente de otros dos. El
Seminario no se ha contentado con la publicación del Romancero tradicional sino que ha
patrocinado la edición de otras colecciones y estudios sobre el cancionero sefardí, el
canario, así como el resultado de las encuestas organizadas por el mismo Seminario. 229
La actividad editora no ha cesado. Además de las publicaciones del Seminario
Menéndez Pidal, aparecieron los romances canarios recogidos por M. Trapero, los leoneses
y castellanos de los hermanos Díaz; en América G. Beutler recogió textos en Colombia. M
Díaz y A. González en México, M. Cruz-Sáenz en Costa Rica230 . En fin, que la riqueza que
poseemos hoy en día es muy importante. Remitimos al lector a la amplia bibliografía
elaborada por A. Sánchez Romeralo y S. Armistead 231 , que contiene todo lo publicado,
haciéndole notar que a partir de la echa de su edición han salido a luz varias publicaciones
más.
La relación entre el Romancero viejo y el actual es innegable, aunque una buena
parte de los textos publicados en los siglos de oro no se conozcan hoy y muchos de los
textos actuales no hayan sido recogido entonces. Predominan hoy de modo notable los
temas novelescos, aunque no estén ausentes los épicos y caballerescos, los romances
históricos tienen una presencia escasa. Si exceptuamos la tradición sefardí, que tiene
características propias por conservar temas hoy desaparecidos en las otras tradiciones,
podemos decir que el corpus del romancero de tradición oral moderna se ha reducido, en
relación al Romancero viejo. Grosso modo existen unos 60 romances muy difundidos,
unos 30 de menor difusión y escasas versiones de varios más. Sin embargo, el número de
versiones que poseemos (en especial de romances del primer grupo) es muy superior al
número de versiones que tenemos de los romances viejos.
la vuelta del esposo. Tomos IV y V: La condesita, Tomos VI, VII y VIII: Gerineldo. Tomo IX: Romancero
Rústico (A cargo de A. Sánchez Romeralo); Tomos X y XI: La dama y el pastos; tomo XII. La muerte
ocultada (a cargo de Beatriz Mariscal).
229 S.G. Armistead, Romancero judeo-espáñol; S.G. Armistead y J.H. Silverman, Romances judeo-españoles
de Tánger: Id., En torno al romancero sefardí; D. Catalán, La flor de la Marañuela, M. Trapero, Romancero
del Hierro; S.P. Petersen, Voces nuevas del romancero castellano-leonés (inclute «Encuest Norte- 1977» de
Flor Salazar y Ana Valenciano).
230 Cfr. Bibliografía. Textos.
231 Bibliografía del Romancero oral I.
235
En este rápido vistazo a la tradición oral moderna no hay que olvidar los romances
de nueva hechura como La muerte de Prim y Alfonso XII, novelescos como Los mozos de
Monteón y Teresa y Francisco, así como aquéllos que penetraron en España durante el
siglo XVIII como Mambrú. Por otra parte, el caudal romancístico se sigue incrementando
gracias a la tradicionalización de algunos romances llamados vulgares y de algunos (mucho
más escasos) de origen culto.
Las fuentes son de dos tipos: la abundantísima representada por las ediciones de las
recolecciones directas de la tradición oral y que consideramos fuentes orales y las recogidas
de manuscritos o libros232 . A su vez éstas pueden dividirse en textos recordados por el que
los transcribe (cuadernos personales, memorias, etc). Y textos publicados con el propósito
de difusión (cancioneros, libros escolares, etc). Consideramos como fuente escrita
solamente esta segunda clase, ya que la primera representa una mera transcripción de la
oralidad. [...]
«Alfonso López».
236
gobierne, a la esposa de «Alfonso López» la llevan muerta por las calles de Madrid,
Delgadina, en México, va a misa a la ciudad de Morelia, etc).
Decíamos que el romance tiene como función esencial el entretenimiento, así se ha
usado desde antiguo para acompañar trabajos agrícolas (La bastarda durante la siega, La
doncella guerrera, al espadar el lino, Gerineldo, al recoger el azafrán)235 y durante
reuniones de vecinas mientras se talla o se teje, en los talleres de costura e incluso en
fábricas. También se usó en Canarias al volver de las faenas del campo o de una romería 236 .
Parece que estas costumbres se están perdiendo ante lo avasallador de las canciones
difundidas por la radio. También se ha perdido el uso del romance en las danzas. Sin
embargo, el Romancero sigue vivo en algunos contextos como pueden ser las peticiones de
aguinaldo, las mayas y marzas237 . También lo encontramos en fiestas religiosas (en
Cuaresma La búsqueda de la virgen, en Navidad La virgen y el ciego) y no es raro oírlo
entre las canciones que cantan los jóvenes cuando van de excursión; pero el ámbito
comunal donde los romances prevalecen en todo el mundo hispánico es el ámbito infantil.
Unos romances se «juegan», como Don Gato, Hilitos de Oro, Las señas del esposo, La
monjita: otros se cantan para acompañar la rueda o la cuerda. Mambrú, Delgadina, Las
Tres cautivas, Santa Catalina, Isabel, Carabí, Tamar. El uso de los romances infantiles no
tiene restricciones sociales y son cantados por los niños de las clases altas, medias y bajas,
lo mismo en medios campesinos que urbanos.
Además de estas actividades en grupo, los romances también se cantan en casa
como distracción durante las faenas domésticas para entretener a los niños y hasta para
arrullarlos.
Muchos estudiosos consideran que, además de divulgar noticias, los romances
proponen normas de comportamiento, constituyen «ejemplos», refuerzan la moral pública,
etc. El Romancero es tan rico en su temática que todas estas funciones pueden estar
presentes, pero tampoco hay duda de que la de entretener y encantar al oyente o al que
canta es la función más importante y la que más ha contribuido a la larga vida del género.
romancero castellano-leonés.
237
LA TIRADA Y LA ESTROFA
El estrofismo ha sido tema de discusión durante el siglo XIX y la primera mitad del XX.
Los partidarios del origen lírico del romance lo sostenían y se apoyaban en textos antiguos.
Pero los argumentos en pro de la tirada, sostenidos por los partidarios del origen épico, han
prevalecido. Parece ser que el estrofismo en el Romancero viejo es una invención de los
músicos del siglo XIX, que querían adaptar la letra a la música con que se cantaban los
textos. Tan artificial fue esta división que rara vez coincidía la frase musical con la
conceptual. En el romancero de tradición oral moderna hay una tendencia a que las
divisiones conceptuales abarquen cuatro octosílabos, pero raro es el texto que puede
dividirse perfectamente en esta clase de unidades, por lo que podemos postular que todavía
el estrofismo es extraño al género y la tirada sigue siendo la forma habitual del romance.
LA RIMA
La rima propia del género es la asonante. Esta es regla estricta en los textos antiguos, pero
no lo es tanto en los de tradición oral actual, donde aparecen a veces algunos versos con
rima consonante. Las asonancias más corrientes son las llamadas (ía, áa, áo); le siguen las
agudas (preferidas por la balada europea, según Menéndez Pidal): á, é y ó: también son
frecuentes las rimas en éa y áo, y algo menos las asonancias ío, í y óe.
LA RIMA VARIA
Aunque la monorrima caracteriza al género, muchas veces los textos presentan rimas
diferentes. Esto se debe a varias razones; entre las más comunes podemos mencionar: 1. La
desaparición de la e paragógica, heredada de los cantares de gesta, que parece ser en
muchos casos una e etimológica (ver M. Pidal, R. Hispánico, I, págs. 108-121), y que hace
que un romance antes monorrimo se presente con dos rimas: la grave de las palabras que
tienen e final hoy (madre) y la aguda de aquellas que perdieron la e paragógica (cantare:
cantar). 2. La fusión o cruce de dos romances con diferente rima. 3. La fusión o cruce de
dos versiones del mismo romance, una de ellas refundida con distinta rima. 4. Las diversas
tiradas épicas (cada una con su rima) que se fundieron en un solo romance. 5. Las
recreaciones hechas a base de pequeños cruces con otros textos populares (romances
vulgares, coplas, refranes, etc. ) con distinta rima. 6. Los pareados originales de una balada
convertida en romance.
Este último caso sólo se conserva en su pureza en la tradición oral moderna, aunque
hay restos de ella en el Romancero viejo. El género acogió, en su momento de mayor
expansión, temas y motivos de baladas lírico-narrativas reelaborándolos de acuerdo con sus
propias características formales, pero algunas baladas no sufrieron íntegramente ese baño
formal y persistieron en la tradición con sus rasgos propios. Así, en lo que respecta al metro
encontramos romancillos hexasilábicos y heptasilábicos y en lo referente a la rima,
romances en pareados, tanto simples como paralelísticos. Ejemplo de esto es La muerte
ocultada, versión hexasilábica, que conserva en su primera parte los pareados originales, y
La dama pastora cuya mayor parte está hecha mediante repeticiones de paralelísticas 238 .
238 Ver, por ejemplo, A. Marazuela, Cancionero, segoviano, pág. 339 y J. M. de Cossío, Romances de
tradición oral, págs. 52-57.
238
EL ESTRIBILLO
Es éste un aditamento de origen lírico que poseen algunos romances adaptados para el
canto a finales del siglo XV y durante el XVI. El ejemplo más conocido es sin duda en «Ay
de mi Alhama» de La pérdida de Alhama, (vid. Rom. 14). Aún en este romance tan
difundido en el siglo XVI el estribillo no aparece siempre en las diferentes versiones que
tenemos. Acentúa su carácter de aditamento musical el que el estribillo no marque una
división conceptual entre los versos que le preceden y los que le siguen.
En la tradición oral actual quizá sea más común el estribillo, pero su carácter es el
mismo: no marca una división conceptual, no hay romance con estribillo fijo (es decir,
varía de versión a versión y no todas las versiones lo tienen), y un determinado estribillo se
puede aplicar a varios romances según la ocasión, el gusto del cantor o la tonada con la cual
se canta cada versión. Romance y estribillo rara vez están ligados por el tema específico de
uno y otro y a veces ni tan siquiera por el tono general; suele haber, eso sí, una coincidencia
de rima, esfuerzo éste por conjugar canción y estribillo, pero su verdadera liga es de índole
musical.
LA ESTRUCTURA INTERNA
El romance se presenta pocas veces como pura narración en tercera persona. Suele tener
una buena dosis de diálogo (esto se agudiza en los textos recogidos modernamente y, al
parecer, es uno de los resultados de la tradicionalización). Hay algunos romances narrativos
en primera persona durante una parte del texto, pero esto tampoco es muy común; este
recurso confiere mayor dramatismo al poema. También hay romances casi totalmente
dialogados. Lo habitual es una adecuada mezcla de narración y diálogo (entre el 55 y 45
por 100) que en la tradición oral moderna oscila, entre 25 y 75 por 100.
Menéndez Pidal habla de las diversas maneras de plasmar una historia: romances
diálogos en los cuales se desarrolla una escena meramente narrativos (Cfr. R. Hispánico, I,
págs. 63-65). Cuanto que relatan una acción extensa con varias situaciones, con
antecedentes, nudo y desenlace; existen también los romances-escena meramente narrativos
(Cfr. R. Hispánico, I, págs. 63-65). Di Stefano discute esas clasificaciones y hace notar que
hay romances que, más que con una escena, se pueden identificar con una mera descripción
(por ejemplo, La bella en misa), y que lo que distingue muchas veces su romance-dialogo
de un romance-cuento es la duración temporal de la acción. Con éstas y otras observaciones
Di Stefano hace resaltar la necesidad de tratar más afondo los problemas de las estructuras
narrativas con el fin de llegar a una clasificación más elaborada que la esbozada por M.
Pidal. (Cfr. El Romancero en la tradición oral moderna, págs. 285-289).
El propio Di Stefano ha dado un paso adelante en este aspecto al distinguir dos
maneras primordiales de organizar el relato: la estructura alfa y la estructura omega. En la
segunda, la estructura superficial del texto no se corresponde con la estructura profunda del
relato, es decir, con el orden lógico y cronológico de los hechos. Cita, entre otros, el
romance de Isabel de Liar como prototipo de la forma omega. En la estructura alfa
coinciden la estructura superficial y la profunda. Esta es la estructura típica del cuento
popular y también la más común en el Romancero de tradición oral moderna (ibid.).
Los estudios de Di Stefano abren múltiples perspectivas en la investigación del
Romancero. Quizás se pueda demostrar la existencia de dos escuelas diferentes, con
distintas técnicas de composición: aquella que organiza el relato mediante la técnica propia
del cuanto popular, y otra más “literaria” o invocadora, que lo organiza separando la
estructura temporal de la narrativa. Quizá también este descubrimiento de los dos tipos de
239
estructura nos iluminan sobre una de las causas de la supervivencia de ciertos textos en la
tradición oral. Es lógico pensar en un romance con estructura alfa en mucho más
susceptible de retenerse en la memoria y, sobre todo, de manejo, reelaboraciones, etcétera,
que uno con estructura omega, más complejo y “artístico” y, por tanto, menos dúctil por su
complicación estructural. [...]
¿De qué vos reís, señora? -- ¿de qué vos reís, mi vida? (Rom. 117)
¿Qué hacéis aquí, Virgilios? --¿Virgilios, aquí qué hacéis? (Rom. 96)
240
Palabras no estrictamente sinónimas se utilizan como tales es esta clase de paralelismos,
por ejemplo: camino-guía, señora-vida, siguiendo en esto el camino marcado por la
tradición lírica241 . Debido a la monorrimia, rasgo fundamental del romancero viejo, el
paralelismo estricto aparece entre hemistiquios y jamás entre versos, para no afectar la
rima. En el Romancero de tradición oral actual puede aparecer entre versos (ver supra, pág.
23).
También la repetición fónica está presente en los romances bajo la forma de figura
etimológica: «toca llevaba tocada», «moro de la morería», «caballero en un caballo».
Además de las ya citadas, hay en Romancero innumerables repeticiones textuales de
dos, tres, o cuatro palabras, y a veces (aunque no es común en el Romancero viejo)
repetición de todo un hemistiquio. En los diálogos es donde más aparecen estas repeticiones
y a veces la variación en la mínima necesaria para adaptarla al otro interlocutor:
241 Cfr. E. Asensio, Poética y realidad en el cancionero peninsular de la Edad Med ia, Madrid, Gredos, 1957.
241
combina con la enumeración en las series antitéticas (ver, por ejemplo, Primavera, 29,
versos 4-9). También existe la antítesis con función estructural en los versos de transición
entre un episodio y el siguiente; se fija en una especie de fórmula con unos elementos fijos
y otros variables: «A la entrada de un monte – y a la salida de un valle», «A la entrada de
un puerto – saliendo de un arenal» y suele usarse para salir de los preliminares y entrar en
el acontecimiento principal. Gracias a la antítesis la «fórmula» presenta a la perfección el
momento que se quiere plasmar: se «sale» de algo y se «entra» a otra cosa; se utiliza
también la antítesis subir / bajar con el mismo sentido. Existen asimismo las correcciones
antitéticas en diversos momentos del poema (ver, por ejemplo, el romance de Nuño Vero,
texto 85).
3. La enumeración: Es éste el tercer recurso usado profusamente en el Romancero;
hay pocos romances que no lo utilicen en sus varias modalidades, pues a la par que
describe, caracteriza o informa, colma nuestro deseo de nombrar y detallar la realidad,
respondiendo así a necesidades de creador y oyente.
La enumeración puede ser exhaustiva, es decir, que especifica todos los elementos
que componen el total. Esto ocurre con la enumeración distributiva, que puede desglosar un
número dado o un colectivo explícito o no:
242 Para más ejemplos, cfr. R. House Webber, Formulistic diction in the spanish ballad.
243
UNIDAD 8
OBRAS:
Auto de los Reyes Magos
Diálogo entre el Amor y un viejo
AUTO DE LOS REYES MAGOS *
(Hacia 1200)
Son muy escasos los ejemplos de literatura dramática de la Edad Media castellana. Se considera generalmente
que la poesía dialogada (los debates y las disputas) son has ta cierto punto tentativas de obras teatrales. La obra
más antigua que ha llegado a nosotros es un auto del ciclo de la Navidad, en un manuscrito incompleto (con
147 versos) del siglo XIII que Fernández Vallejo descubrió hacia 1785 en Toledo. El auto se in spira en San
Mateo (II, 1-12) y representa la adoración de los Reyes Magos. Aunque faltan el principio y el final, las cinco
escenas conservadas revelan unidad dramática a través de un diálogo vivo e intencionado. Reproducimos el
texto (algo modernizado) según la edición de Menéndez Pidal en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos,
IV (1900), páginas 453-63.
GASPAR (a Baltasar):
Teatro medieval. Textos íntegros en la versión Dios vos salve, señor; ¿sodes vos
de Lázaro Carreter, Madrid: Castalia, 1987.
(Odres Nuevos)
estrellero?
Decidme la verdad, de vos saberlo quiero.
¿Vedes tal maravilla?
245
Nacida es una estrella. ¿Qué decides, o ides? ¿A quien ides
buscar?
BALTASAR: ¿De cuál tierra venides, o queredes andar?
Nacido es el criador, Decidme vuestros nombres, no m' los
que de las gentes es señor, querades celar.
Iré, lo adoraré.
GASPAR:
GASPAR: A mí dicen Gaspar;
Yo otrosí rogar lo he. este otro, Melchor; a aquéste, Baltasar.
Rey, un rey es nacido que es señor de
MELCHOR (a los otros dos): tierra;
Señores, ¿a cuál tierra queredes andar? que mandará el siglo en gran paz, sin
¿Queredes ir conmigo al Criador rogar? guerra.
¿Habedes lo veído? Yo lo voy a adorar,
HERODES:
GASPAR: ¿Es así por verdad?
Nos imos otrosí, si le podremos fallar.
Andemos tras la estrella, veremos el GASPAR:
lugar. Sí, rey, por caridad.
MELCHOR: HERODES:
¿Cómo podremos probar si es hombre ¿Y cómo lo sabedes?
mortal ¿Ya probado lo habedes?
o si es rey de tierra o si celestial?
GASPAR:
BALTASAR: Rey, verdad te diremos,
¿Queredes bien saber cómo lo sabremos? que probado lo habemos.
Oro, mirra, incienso a él ofreceremos:
si fuere rey de tierra, el oro querrá: MELCHOR:
si fuere hombre mortal, la mirra tomará; Esto es gran maravilla,
si rey celestial, estos dos dejará, una estrella es nacida.
tomará el incienso quel' pertenecerá.
BALTASAR:
GASPAR Y MELCHOR: Señal face que es nacido
Andemos y así lo fagamos. y en carne humana venido.
ESCENA 3 BALTASAR:
¿Cuánto í ha que la visteis
LOS TRES REYES (a Herodes): y que la percibisteis?
Sálvete el Criador, Dios te curie de mal,
un poco te diremos, non te queremos al, GASPAR:
Dios te dé longa vida y te curie de mal; Trece días ha,
imos en romería aquel rey adorar y más non habrá
que es nacido en tierra, nol'podemos que la habemos veída
fallar. y bien percebida.
HERODES: HERODES:
246
Pues andad y buscad, Rey, ¿qué te place? Henos venidos.
y a él adorad,
y por aquí tornad. HERODES:
Yo allá iré, ¿Y traedes vuestros escritos?
y adorarlo he.
LOS SABIOS:
ESCENA 4 Rey, sí traemos,
los mejores que nos habemos.
HERODES (solo):
¿Quién vio nunca tal mal? HERODES:
¡Sobre rey otro tal! Pues catad,
¡Aún no soy yo muerto, decidme la verdad,
ni so la tierra puesto! si es aquel hombre nacido
¿Rey otro sobre mí? que estos tres reyes me han dicho,
¡Nunca atal non vi! Dí, rabí, la verdad, si tú lo has sabido.
El siglo va a zaga,
ya non sé que me faga; EL RABÍ:
hasta que yo lo veo. Por veras vos lo digo
Venga mío mayordoma que no lo fallo escrito.
que míos haberes toma.
OTRO RABÍ (al primero):
(Sale EL MAYORDOMO.) Hamihala, ¡cómo eres enartado!
¿Por qué eres rabí llamado?
Idme por míos abades, Non entiendes las profecías,
y por mis potestades, las que nos dijo Jeremías.
y por míos escribanos, por mi ley, ¡nos somos errados!
y por míos gramatgos, ¿Por qué non somos acordados?
y por míos estrelleros, ¿Por qué non decimos verdad?
y por míos retóricos;
decirme han la verdad, si yace en escrito, RABÍ primero:
o si lo saben ellos, o si lo han sabido. Yo non la sé, por caridad.
247
DIÁLOGO ENTRE EL AMOR Y UN VIEJO*
Rodrigo de Cota
* Rodrigo de Cota, Diálogo entre el Amor y un viejo en Enzo Franchini, Los debates literarios en la Edad Media,
Ediciones del Laberinto, Madrid, 2001, pp. 269-277.
248
Amor bien sé qu’eres escusero.
Pues estás tan criminal,
hablar quiero con sossiego Amor
75 por que no encendamos huego Escucha, padre señor,
como yesca y pedernal. 110 que por mal trocaré bienes,
Y pues soy Amor llamado, por ultrajes y desdenes
hablaré con dulcedumbre, quiero darte gran honor.
recibiendo muy temprado A ti qu’estás más dispuesto
80 tu hablar tan denodado, para me contradezir,
en panes de dulcedumbre. 115 assí tengo presupuesto
de sofrir tu duro gesto
El Viejo por que sufras mi servir.
Blanda cara de alacrán,
fines fieros y raviosos, El Viejo
los potajes ponçoñosos ¡Ve d’aí, pan de çaracas!
85 en sabor dulce se dan. ¡Vete, carne de señuelo!
Como el más blando licor 120 ¡Vete, mal cevo de anzuelo!
es muy más penetrativo, ¡Tira allá, que m’embaraças!
piensas tú con tu dulçor Reclamo de paxarero,
penetrar el desamor falso cerro de vallena,
90 en que me hallas esquivo. el qu’es cauto marinero
125 no se vence de ligero
Las culebras y serpientes del cantar dela serena.
y las cosas enconadas Amor
son muy blandas y pintadas, Tu rigor no dé querella
y ala vista muy plazientes. que manzille tu bondad
95 Mas un secreto venino y, pues tienes justedad,
dexando pueden llegar, 130 sigue los caminos della.
qual, según que yo adevino, Al culpado, si es aussente,
dexarías enel camino lo llaman para juzgar;
que comigo quies llevar. pues ¿por quál inconviniente
al presente ignocente
Amor 135 no te plaze d’escuchar?
100 Ala habla que te hago
¿por qué cierras las orejas? El Viejo
Habla ya, di tus razones,
[El] Viejo di tus enconados quexos,
Por que muerden las abejas, pero dímelos de lexos,
aunque llegan con halago. el ayre no m’enfeciones.
140 Que, según sé de tus nuevas,
Amor si te llegas cerca mí
No me vayas atajando, tú farás tan dulces pruevas,
105 que yo lo que quieres quiero. qu’el ultraje que ora llevas
ésse lleve yo de ti.
[El] Viejo
Ni m’estés tú falagando Amor
que, aunque agora vienes blando, 145 Nunca Dios tal maleficio
te permita conseguir, La vengança enel ayrado,
antes para te servir es calor vaporizado
purifique mi servicio. que no dura y envanesce.
Qual en tanto grado cresca 190 Porque a mí que desechaste
150 que más no pueda subir, ames tú con afición,
porque loe y agradesca ten comigo la razón,
y tan gran merced meresca faré salva que te baste.
qual me hazéys en oír. Y será desculpación
195 de tu quexa y dela mía
Por estimados provechos yo salvarm’he de ladrón,
155 a vos, gratos coraçones, tú serás, en conclusión,
con muy bivas aficiones no tachado en cortesía.
os meto dentro en mis pechos.
Porque pueda agradescer Común mente toda vía
ser oído aqueste día, 200 han los viejos un vezino
160 do haré bien conoscer enconado, muy malino,
quánto yerro puede ser gobernado en sangre fría.
desechar mi compañía. Llámasse Malenconía,
¡amarga conversación!
Y ¿ladrón llamas a uno, 205 Quien por tal estremo guía
sin que tengas más enojos, ciertamente se desvía
165 que, sin ser ante tus ojos, lexos de mi condición.
no jamás llegó a ninguno?
Y, pues hurto nunca huvo Éste morava contigo
ante la vista del ombre, enel tiempo que me viste,
¿qué respecto aquí se tuvo, 210 y por este esto te encendiste
170 o por quál razón te plugo en rigor tanto comigo.
darme tan impropio nombre? Mas después que t’he sentido
que me quieres dar audiencia,
[El Viejo] de mi miedo muy vencido,
No despiertes, que más quiebre, 215 culpado, despavorido,
¡deshonra vivos y muertos, se partió de tu presencia.
que a nuestros ojos abiertos
175 echas sueño como liebre! Donde mora este maldito
No te quiero más dezir, no jamás hay alegría,
déxame de tu conquista: ni honor, ni cortesía,
tú nos sueles embayr, 220 ni ningún buen apetito.
tú nos sabes enxerir Pero donde yo me llego
180 como egibcio nuestra vista. todo mal y pena quito,
delos yelos saco fuego,
[Amor] y alos viejos meto en juego
Soy alegre que me abras 225 y alos muertos ressuscito.
y tu saña notifiques,
aunque a mí me damnifiques Al rudo hago discreto,
por rotura de palabras. al grossero muy polido,
185 Qu’el furor qu’es encerrado, desembuelto al encogido
do se encierra, más empesce: y al invirtuoso neto.
250
230 Al cobarde, esforçado, yo las mudas y las cerillas,
al escasso, liberal, luzentoras, unturillas,
bien regido al destemplado, y las aguas estiladas;
muy cortés y mesurado 275 yo la líquida estoraque
al que no suele ser tal. y el licor delas rasuras,
yo tan bien cómo se saque
235 Yo hallo el sumo deleyte, la pequillas, que no taque
yo formo el fausto y arreo, las lindas acataduras.
y tan bien cubro lo feo
con la capa del afeyte. 280 Yo mostré retir en plata
Yo hago fiestas de sala la vaquil[l]a y alacrán,
240 y mando vestirse rico, y hazer el solimán
yo tan bien quiero que vala qu’enel fuego se desata.
el misterio dela gala Yo mil modos de colores
quando está enlo pobrezico. 285 para lo descolorido;
mil pinturas, mil primores,
Yo las coplas y canciones mil remedios dan amores
245 yo la música suave, con que enhiestan lo caído.
yo demuestro aquél que sabe
las sotiles invenciones. Yo hago las rugas viejas
Yo fago bolar mis llamas 290 dexar el rostro estirado,
Por lo bueno y por lo malo, y sé cómo el cuero atado
250 yo hago servir a las damas, se tiene tras las orejas.
yo las perfumadas camas, Y el arte delos ungüentes
golosinas y regalo. que para esto aprovecha;
295 sé dar cejas enlas frentes,
Yo baylar en lindo son, contrahago nuevos dientes
yo las danças y corsautes, do natura los desecha.
255 y aquestos son los farautes
que yo embío al coraçón. Yo las aguas y lexías
Enlas armas festejar Para los cabellos roxos,
invinciones muy discretas, 300 aprieto los miembros floxos
el justar y tornear, y do carne enlas enzías.
260 enla ley de batallar Ala habla tremulenta
trances y armas secretas. turbada por senetud,
yo la hago tan esenta
Visito los pobrezillos, 305 que su tono representa
fuello las casas reales, la forma de juventud.
delos senos virginales
265 sé yo bien los rinconcillos. Sin daño dela salud
Mis pihuelas y mis lonjas puedo, con mi sufficiencia,
Alos religiosos atan; convertir el impotencia
no lo tomes por lisonjas, 310 en muy potente virtud
sino ve, mira las monjas: sin calientes confaciones,
¡Verás quán dulce me tratan! sin comeres muy abastos,
son conservas ni piñones,
Yo hallo las argentadas, estincos, sateriones,
251
315 atincar ni otros gastos. ciega lumbra, sotil ascua!
Enel ayre mis espuelas ¡O placer de mala mena,
fieren a todas las aves, sin ochavas en cadena
y enlos muy hondos concaves 360 nunca diste buena pascua!
las reptilias pequeñuelas. Maestra lengua d’engaños,
320 Toda bestia dela tierra pregonero de tus bienes,
y pescado dela mar dime agora ¿por qué tienes
so mi gran poder s’encierra, so silencio tantos daños?
sin poderse de mi guerra 365 Que aunque más doblado seas
con sus fuerças amparar. y más pintes tu deleyte,
estas cosas do te arreas
325 Algún ave que librar son diformes caras feas
se quiso de mi conquista, encubiertas del afeyte.
solamente conla vista
le di premia d’engendrar. 370 Y ¿cómo te glorificas
Mi poder, tan absoluto en tus deleytosas obras?
330 que por todo cabo siembra, ¿Por qué callas las çocçobras
¡mira cómo lo secuto! do lo bivo mortificas?
Árbol hay que no da fruto Di, maldito, ¿por qué quieres
Do no nasce macho y hembra. 375 encobrir tal enemiga?
Sábete que sé quién eres,
Pues que ves que mi poder y si tú no lo dixeres,
335 tan luengamente s’estiende, qu’está aquí quien te lo diga.
do ninguno se defiende
no te pienses defender. Al libre hazes cativo,
Y a quien buena ventura 380 al alegre mucho triste,
Tienen todos de seguir do ningún pesar consiste
340 recibe, pues que precura pones modo pensativo;
no hazerte desmesura, tú ensuzias muchas camas
mas de muerto rebevir. con aguda cavia fuerte,
385 tú manzillas muchas famas
El Viejo y tú hazes con tus llamas
Según siento de tu trato mil vezes pedir la muerte.
En que armas conta mí, Tú hallas las tristes yervas
345 podré bien decir por ti: y tú los tristes potajes,
¡qué buen amigo es el gato! 390 tú mestizas los linajes,
El que nunca por nivel tú limpieza no conservas;
de razón justa se adiestra, tú doctrinas de malicia,
nunca da dulce sin hiel, tú quebrantas lealtad,
350 mas es tal como la miel tú, con tu carnal cobdicia,
do se muere la maestra. 395 tú vas contra pudicicia
sin freno d’onestidad.
Robador fiero, sin asco,
ladrón de dulce despojo, Tú vas alos adevinos,
¡bien sabes quebrar el ojo tú buscas los hechizeros,
355 y después untar el caxco! tú consientes los agüeros
¡O muy halagueña pena, 400 y prenósticos mezquinos
252
creyendo con vanidad Razón es muy conoscida
acreer por abusiones que las cosas más amadas
lo que deleyte y beldad con afán son alcançadas
y luenga conformidad 445 y trabajo enesta vida.
405 ponen enlos coraçones. La más deleytosa obra
qu’ eneste mundo se cree
Tú nos metes en bollicio, es do más trabajo sobra,
tú nos quitas el sossiego, que lo que sin él se cobra
tú con tu sentido ciego 450 sin deleyte se possee.
pones alas enel vicio.
410 Tú destruyes la salud, Siempre uso desta astucia
tú rematas el saber, para ser más conservado:
tú hazes en senetud que con bien y mal mezclado
la hazienda y la virtud pongo en mí mayor acucia.
y el auctoridad caer. 455 Y rebuelto allí un poquito,
con sabor de algún rigor,
El Amor el desseo más incito,
415 No me trates más, señor, que amortigua ell apetito
en contino vituperio, el dulçor sobre dulçor.
que si oyes mi misterio
convertirlo has en loor. 460 No lo pruevo con milagro:
Verdad es que inconviniente cosa es sabida llana
420 alguno suelo causar, que se despierta la gana
porque del amor la gente, de comer con dulçe agro.
entre frío y muy ardiente, Assí yo con galardón
no saben medio tomar. 465 muchas vezes mezclo pena,
qu’ en la paz de dissensión ,
El ave que con sentido entre amantes la qüistión
425 su hijo muestr’a bolar, reyntegra la cadena.
ni lo manda abalançar
ni que buele conel nido. Porque no trayga fastío
Y quien no sta proveído 470 mi dulce conversación,
de tomar término cierto, busco causa y ocasión
430 muchas vezes es caído con que a tiempos la desvío.
y el amor apercebido Que lo que sale del uso
quiere el ombre, que no muerto. contino sabe mejor,
475 y por esto te dispuso
D’allí dizen qu’es locura mi querer, porque de yuso
atreverse por amar, subas costumbre mayor.
435 mas allí está más ganar
donde está más aventura. Porende, si con dulçura
Sin mojarse el pescador me quieres obedescer,
nunca coma muy gran pez, 480 yo haré reconoscer
no hay plazer do no hay dolor, en ti muy nueva frescura.
440 nunca ríe con sabor ponert’he enel coraçón
quien no llora alguna vez. este mi bivo alboroço,
serás enesta sazón
253
485 dela misma condición No te quiero ver partido
qu’eras quando lindo moço. ni apartado de desseo.
255
UNIDAD 9
OBRAS:
Cárcel de amor (fragmentos)
Amadís de Gaula (fragmentos)
CÁRCEL DE AMOR *
Diego de San Pedro
El siguiente tracta[do fue he]cho243 a pedimiento del señor [don] Diego Hernandes, alcaide
de los Donzeles,244 y de otros cavalleros cortesanos: llámase Cárcel de Amor. Conpúsolo
San Pedro. Comiença el prólogo assí:
dixiese; y puesto que247 assí lo conozca, aunque veo la verdad, sigo la opinión; y como
hago lo peor nunca quedo sin castigo, porque si con rudeza yerro con verguença pago.
Verdad que en la obra presente no tengo tanto cargo, pues me puse en ella más por
necesidad de obedescer que con voluntad de escrevir. Porque de vuestra merced me fue
dicho que devía hazer alguna obra del estilo de una oración que enbié a la señora doña
Marina Manuel,248 por[que le parescía menos] malo que el que puse en otro [tratado que
vi]do mío.249 Assí que por conplir su man[damie]nto pensé hazerla, haviendo por mejor
errar en el dezir que en el desobedecer; y tanbién acordé endereçarla a vuestra merced
porque la favorezca como señor y la emiende 250 como discreto. comoquiera que primero
que me determinase estuve en grandes dubdas; vista vuestra discreción temía; mirada
vuestra virtud osava; en lo uno hallava el miedo, y en lo otro buscava la seguridad;251 y en
fin escogí lo más dañoso para mi vergüença y lo más provechoso para lo que devía. Podré
ser reprehendido si en lo que agora escrivo tornare a dezir algunas razones de las que en
otras cosas he dicho. De lo cual suplico a vuestra merced me salve, porque como he hecho
* Diego de San Pedro. Obras completas. Cárcel de amor. Edición de Keith Whinnom. Madrid, Clásicos
Castalia, 1971, pp. 79-100.
243 El siguiente ... hecho: las palabras entre corchetes faltan en el original por la pérdida de la esquina de la
hoja. Se suelen suplir a base de las ediciones siguientes, y varias versiones modernas imprimen fecho, pero en
otros sitios el original no tiene más que hazer, hecho, hechura, etc.
244 Alcaide de los Donzeles: para más detalle sobre este personaje y su parentesco con don Juan Téllez-Girón,
a quien servía Diego de San Pedro, véase la Introducción Biográfica en el primer tomo de esta edición. Los
donceles, o jóvenes nobles, formaban un cuerpo de caballería ligera con ciertas prerrogativas.
245 para ver: aquí el original pone un punto; pero leer la frase así no parece aceptable.
246 arepentirme: la ortografía del original distingue caprichosamente entre r y rr, pero he conservado
escrupulosamente la lección del original en todos los casos parecidos, aun en los de guera por guerra o coren
por corren.
247 puesto que: aunque. El sentido actual de puesto que podría despistar tanto al lector moderno que va
II, se casó con Balduino, bastardo de Borgoña, y se marchó a Flandes entre 1490 y 1496. Su familia estaba
emparentada con la de don Juan Téllez-Girón. Véase mi “The mysterious Marina Manuel (Prologue, Cárcel
de Amor)”, en Homenaje a Hans Flasche, Berna, por salir. Gili Gaya la identifica erroneamente con cierta
María Manuel que nació después de 1510. La “oración” que le envió San Pedro sería su Sermón.
249 otro tratado ... mío: seguramente el autor alude a su Tractado de amores de Arnalte y Lucenda.
250 emiende: emendar es la forma normal medieval de enmendar.
251 primero que me determinase ... seguridad: trozo imitado por Fernando de Rojas en la Celestina, auto X:
“ante que me determinase ... estuve en grandes dubdas... Visto el gran poder de tu padre, temía; mirando la
gentileza de Calisto, osava; vista tu discreción, me recelava; mirando tu virtud y humanidad, [me] esforçava.
En lo uno fallava el miedo [y] en lo otro la seguridad.”
257
otra escitura de la calidad desta,252 no es de maravillar que la memoria desfallesca; y si tal
se hallare, por cierto más culpa tiene en ello mi olvido que mi querer. Sin dubda, señor,
considerado esto y otras cosas que en lo que escrivo se pueden hallar, yo estava
determinado de cesar ya en el metro y en la prosa, por librar mi rudeza de juizios y mi
espíritu de trabajos; y paresce, cuanto más pienso hazerlo, que se me ofrecen más coas para
no poder conplirlo. Suplico a vuestra merced, antes que condene mi falta juzgue mi
voluntad, porque reciba el pago no segund mi razón mas segund mi deseo.
Comiença la obra
Después de hecha la guerra del año pasado, 253 viniendo a tener el invierno a mi pobre
reposo,254 pasando una mañana, cuando ya el sol quería esclarecer la tierra, por unos valles
hondos y escuros que se hazen en la Sierra Morena, vi salir a mi encuentro, por entre unos
robredales do mi camino se hazía, un cavallero assí feroz de presencia como espantoso de
vista, cubierto todo de cabello a manera de salvaje; levava 255 en la mano isquierda un
escudo de azero muy fuerte, y en la derecha una imagen femenil entallada en una piedra
muy clara, la cual era de tan estrema hermosura que me turbava la vista; salían della
diversos rayos de fuego que levava encendido el cuerpo de un honbre quel cavallero
forciblemente256 leveva tra[s] sí. El cual con un lastimado gemido de rato en rato dezía: “En
mi fe, se sufre todo”. Y como emparejó conmigo, 257 díxome con mortal angustia:
“Caminante, por Dios te pido que me sigas y me ayudes en tan grand cuita”. Yo, que en
aquella sazón tenía más causa para tem[e]r258 que razón para responder, puestos los ojos en
la estraña visión, estove quedo, trastornado en el coraçón diversas consideraciones; dexar el
camino que levava parec´´iame desvarío, no hazer el ruego de aquel que assí padecía
figurávaseme inhumanidad; en siguille259 havía peligro y en dexalle flaqueza; con la
turbación no sabía escoger lo mejor. Pero ya quel espanto dexó mi alteración en algund
sosiego, vi cuánto era más obligado a la virtud que a la vida; y empachado de mí mesmo
por la dubde en que estuve, seguí la vía de aquel que quiso ayudarse de mí. Y como
apresuré mi andar, sin mucha tardança alcancé a él y al que la fuerça le hazía, y assí
seguimos todos tres por unas partes no menos trabajosas de andar que solas de plazer y de
gente; y como el ruego del forçado fue causa que lo siguiese, para cometer 260 al que lo
levava faltávame aparejo y para rogalle merescimiento, de manera que me fallecía consejo;
y después que rebolví el pensamiento en muchos acuerdos, tomé por él mejor ponerle en el
98cd y 99c); aquí apenas cabe duda de que reposo quiere decir “morada, lugar de reposo” aunque los
diccionarios (incluso el de Nebrija, donde traduce la quies latina) no registran esta acepción.
255 levava: aquí, evidentemente, “llevaba”; el levar medieval también tenía la acepción de levantar.
256 forciblemente: por fuerza a viva fuerza. Como anota Gili Gaya, la palabra forcible no se halla en los
258
alguna plática, porque261 como el me respondiese, así yo determinase; y con este acuerdo
suplíquele con la mayor cortesía que pude me quisiese dezir quién era; a lo cual assí me
respondió: “Caminante, segund mi natural condición, ninguna respuesta quisiera darte,
porque mi oficio más es para secutar262 mal que para responder bien; pero como sienpre me
crié entre honbres de buena criança, 263 usaré contigo de la gentileza que aprendí y no de la
braveza de mi natural, tú sabrás, pues lo quieres saber, yo soy principal oficial en la casa de
Amor; llámanme por nombre Deseo; con la fortaleza de este escudo defiendo las
esperanças264 y con la hermosura desta imagen causo las aficiones y con ellas quemo las
vidas, como puedes ver en este preso que lievo a la Cárcel de Amor, donde con sólo morir
se espera librar”. Cuando estas cosas el atormenta[d]or cavallero me i[v]a diziendo,
sobíamos una sierra de tanta altura que a más andar mi fuerça desfallecía; y ya que con
mucho trabajo llegamos a lo alto della, acabó su respuesta; y como vido que en más pláticas
quería ponelle yo, que començava a dalle gracias por la merced recebida, súpitamente
desapareció de mi presencia; y como esto pasó a tienpo que la noche venía, ningund tino
pude tomar para saber dónde guió;265 y como la escuridad y la poca sabiduría de la tierra
me fuesen contrarias, tomé por propio consejo no mudarme de aquel lugar. Allí començé a
maldezir mi ventura, allí desesperava de toda esperança; allí esperava mi perdimiento; allí
en medio de mi tribulación nunca me pesó de lo hecho, porque es mejor perder haziendo
virtud que ganar dexándola de hazer; y assí estuve toda la noche en tristes y trabajosas
contenplaciones; y cuando ya la lunbre del día descubrió los canpos, vi cerca de mí, en lo
más alto de la sierra, una torre de altura tan grande que me parecía llegar al cielo; era hecha
por tal artificio, que de la estrañeza della comencé a maravillarme; y puesto al pie, aunque
el tiempo se me ofrecía más para temer que para notar, miré la novedad de su lavor y de su
edificio.266 El cimiento sobre que estava fundada era una piedra tan fuerte de su condición y
tan de su natural cual nunca otra tal jamás havía visto, sobre la cual estavan firmados267
cuatro pilares de un mármol morado muy hermoso de mirar. 268 Eran de tan tanta manera
altos que me espantava cómo se podían sostener; estava encima dellos labrada una torre de
tres esquinas, la más fuerte que se puede contamplar; tenía en cada esquina, en lo alto della,
una imagen de nuestra humana hechura, de metal, pintada cada una de su color: la una de
leonado y la otra de negro y la otra de pardillo;269 tenía cada una dellas una cadena en la
mano asida con mucha fuerça; vi más encima de la torre un chapitel sobrel cual estava un
águila que tenía el pico y las alas llenas de claridad de unos rayos de lumbre que por dentro
de la torre salían a ella; oía dos velas270 que nunca un sólo punto dexavan de velar. Yo, que
que de tales cosas justamente me maravillaba, ni sabía dellas qué pensase ni de mí qué
hiziese; y estando conmigo en grandes dubdas y confusión, vi travada con los mármoles
dichos un escalera que llegava a la puerta de la torre, la cual tenía la entrada tan escura que
aceptada hasta en los tratados de los médicos, de que el noble es más sensible a la enfermedad del amor;
véase la nota 246.
264 defiendo las esperanças: Deseo no ampara las esperanzas, sino que las veda
265 ningund tino ... guió: no acertaré a saber a dónde se había dirigido.
266 edificio: construcción, modo de edificarse.
267 firmador: afirmados, asentados.
268 un mármol morado ... mirar: la aliteración es el parhomaeam de los manuales de retórica medievales.
269 la una de leonado ... pardillio: los colores simbolizan la tristeza, la congoja y el trabajo.
270 velas: centinelas. son Desdicha y Desamor, como explica el autor más adelante
259
parescía la sobida della a ningund honbre posible. Pero, ya deliberado, 271 quise antes
perderme por sobir que salvarme por estar; y forçada mi fortuna, comencé la sobida; y a
tres passos del escalera hallé una puerta de hierro, de lo que me certificó más el tiento de
las manos que la lunbre de la vista, segund las tinieblas do estava. Allegado, pues, a la
puerta, hallé en ella un portero al cual pedí licencia para la entrada; y respondióme que lo
haría, pero que me convenía dexar las armas primero que entrase; y como le dava las que
leveve segund costunbre de caminantes, díxome:
“Amigo, bien paresce que de la usança desta casa sabes poco. Las armas que te pido
y te conviene dexar son aquellas con que el coraçón se suele defender de tristeza, assí como
Descanso y Esperança y Contentamiento, porque con tales condiciones ninguno pudo gozar
de la demanda que pides.”272
Pues, sabida su intención, sin detenerme en hechar juizios sobre demanda tan
nueva,273 respondíle que yo venía sin aquellas armas, y que dello le dava seguridad. Pues
como dello fue cierto, abrió la puerta y con mucho trabajo y desatino lleg[u]é ya a lo alto de
la torre, donde hallé otro guardador que me hizo las preguntas del primero; y después que
supo de mí lo quel otro, diome lugar a que entrase, y llegado al aposentamiento de la casa,
vi en medio della una silla de fuego, en la cual estava asentado aquel cuyo ruego de mi
perdición fue causa. Pero como allí, con la turbación, descargava con los ojos la lengua, 274
más entendía en mirar maravillas que en hazer preguntas; y como la vista no estava
despacio275 vi que las tres cadenas de las imágines276 que estavan en lo alto de la torre
tenían atado aquel triste, que sienpre se quemava y nunca se acabava de quemar. Noté más,
que dos dueñas lastimeras con rostros llorosos y tristes le servían y adornavan, poniéndole
con crueza277 en la cabeça una corona de unas puntas de hierro sin ninguna piedad, que le
traspasavan todo el celebro;278 y después desto miré que un negro vestido de color
amarilla279 venía diversas vezes a echalle una visarma280 y vi que le recebía los golpes en
un escudo que súpitamente le salía de la cabeça y le cobría hasta los pies. Vi más, que
cuando le truxeron de comer le pusieron una mesa negra y tres servidores mucho diligentes
los cuales le davan con grave sentimiento de comer; y bueltos los ojos al lado de la mesa, vi
un viejo anciano sentado en una silla, echada la cabeça sobre una mano en manera de
honbre cuidoso;281 y ninguna de estas cosas pudiera282 ver segund la escuridad de la torre, si
no fuera por un claro resplandor que le salía al preso del coraçón, que la esclarecía toda. El
cual, como me vio atónito de ver cosas de tales misterios, viendo cómo estava en tienpo de
260
poder pagarme con su habla lo poco que me devía, por darme algund descanso, mezclando
las razones discretas con las lágrimas piadosas, 283 començó en esta manera a dezirme:
El preso al au[c]tor284
Alguna parte del coraçón quisiera tener libre de sentimiento, por dolerme de ti segund yo
deviera y tú merecías. Pero ya tú vees en mi tribulación que no tengo poder para sentir otro
mal sino el mío. Pídote que tomes por satisfacción, no lo que hago, mas lo que deseo. Tu
venida aquí yo la causé. El que viste traer preso yo soy, y con la tribulación que tienes no
has podido conoscerme. Torna en ti tu reposo; sosiega tu juizio, porque estés atento a lo que
te quiero dezir. Tu venida fue por remediarme; mi habla será por darte consuelo, puesto
que285 yo dél sepa poco. Quién yo soy quiero dezirte; de los misterios que vees quiero
informarte; la causa de mi prisión quiero que sepas; que me delibres286 quiero pedirte si por
bien lo tovieres.
Tú sabrás que yo soy Leriano, hijo del duque Guersio, que Dios perdone, y de la
duquesa Coleria. Mi naturaleza es287 este reino do estás, llamado Macedonia. Ordenó mi
ventura que me enamorase de Laureola, hija del rey Gaulo, que agora reina, pensamiento
que yo deviera288 antes huir que buscar; pero como los primeros movimientos no se
puedan289 en los hombres escusar290 en lugar de desviallos con la razón, confirmélos con la
voluntad; y assí de Amor me vencí, que me truxo a esta su casa, la cual se llama Cárcel de
Amor; y como nunca perdona, viendo desplegadas las velas de mi deseo, púsome en el
estado que vees; y porque puedas notar mejor su fundamiento y todo lo que has visto, deves
saber que aquella piedra sobre quien291 la prisión está fundada es mi fe, que determinó de
sofrir el dolor de su pena por [el] bien de su mal. 292 Los cuatro pilares que asientan sobre
ella son mi entendimiento y mi razón y mi memoria y mi voluntad; los cuales mandó Amor
parescer en su presencia antes que me sentenciase; y por hazer de mí justa justicia preguntó
por sí a cada uno si consentía que me prendiesen, porque si alguno no consentiese 293 me
absolvería de la pena a lo cual respondieron todos en esta manera:
Dixo Entendimiento: “Yo consiento al mal de la pena por el bien de la causa, de
cuya razón es mi voto que se prenda”.
en San Pedro.
290 los primeros movimientos ... escusar: los impulsos irracionales de la mente no se pueden evitar. En buena
doctrina: cf. Santo Tomás Aquino, Summa theologica, 1-2, q. 74, art. 3; tal motus primus sensualitas es
inevitable y no constituye en sí un pecado.
291 quien: el uso de quien con antecedente de cosa, aunque permitido en la lengua clásica, es rarísimo en San
Pedro mismo.
292 sofrir el dolor ... mal: en el original falta el el. Compárense, unas líneas más abajo lo que dice el
Entendimiento (“consiento al mal de la pena por el bien de la causa”) y lo que dice San Pedro en su Sermón
de amores: “soffrid el mal de la pena por el bien de la causa” (ed. Gili Gaya, pág. 105).
293 consentiese: en esta época preclásica todavía hay mucha vacilación en casos parecidos a éste. No hace falta
261
Dixo la Raxón: Yo no solamente do consentimiento en la prisión, mas ordeno que
muera, que mejor le estará la dichosa muerte que la desesperada vida, segund por quien se
ha de sofrir”.
Dixo la Memoria: “Pues el Entendimiento y la Razón consienten, porque sin morir
no pueda ser libre, yo prometo de nunca olvidar”.
Dixo la Voluntad: “Pues que assí es, yo quiero ser llave de su prisión y determino de
sienpre querer”.
Pues oyendo amor que quien me havía de salvar me condenava, dio como justo esta
sentencia cruel contra mí. Las tres imágenes294 que viste encima de la torre, cubiertas cada
una de su color, de leonado y negro y pardillo, la una es Tristeza y la otra Congoxa y la otra
Trabajo. Las cadenas que tenían en las manos son sus fuerças, con las cuales tiene[n] atado
el corazón porque ningund descanso pueda recebir. La claridad grande que tenía en el pico
y alas de águila que viste sobre el chapitel, es mi Pensamiento, del cual sale tan clara luz
por quien está en él, que basta para esclarecer las tinieblas dest[a] triste cárcel, 295 y es tanta
su fuerça que para llegar al águila ningund impedimento le haze lo grueso el muro; assí que
andan él y ella en su compañía, porque son las dos cosas que más alto suben, de cuya causa
está mi prisión en la mayor alteza de la tierra. Las dos velas que oyes velar con tal recaudo
son Desdicha y Desamor; traen tal aviso que ninguna esperança me pueda entrar con
remedio. El escalera obscura por do sobiste es el Angustia con que sobí donde me vees. el
primero portero que hallaste es el Deseo, el cual a todas tristezas abre la puerta, y por eso te
dixo que dexases las armas de plazer si por caso 296 las traías. el otro que acá en la torre
hallaste es el Tormento que aquí me traxo, el cual sigue en el cargo que tiene la condición
del primero, porqu’está de su mano. 297 La silla de fuego en que asentado me vees es mi
justa afición, cuyas llamas tiempo arden en mis entrañas. Las dos dueñas que me dan, como
notas, corona de martirio, se llaman la una Ansia y la otra Passión, y satisfazen a mi fe con
el galardón presente; el viejo que vees asentado, que tan cargado pensamiento representa,
es el grave Cuidado, que junto con los otros males pone amenazas a la vida. el negro de
vestiduras amarillas que se trabaja por quitarme la vida, se llama Desesperar; el escudo que
me sale de la cabeça, con que de sus golpes me defiendo, es mi Juizio, el cual, viendo que
vo con desesperación a matarme, dízeme que no lo haga, porque visto lo que merece
Laureola, antes devo desear larga vida por padecer que la muerte para acabar; 298 la mesa
negra que para comer me ponen es la Firmeza con que como y pienso y duermo, en la cual
tiempo están los manjares tristes de mis contemplaciones, los tres solícitos servidores que
me servían son llamados Mal y Pena y Dolor: el uno trae la cuita con que coma y el otro
trae la desesperança en que viene el manjar y el otro trae la tribulación, y con ella, para que
beva, trae el agua del coraçón a los ojos y de los ojos a la boca. si te parece que soy bien
servido, tú lo juzga, si remedio he menester, tú lo vees; ruégote mucho, pues en esta tierra
eres venido, que tú me lo busques y te duelas de mí; no te pido otro bien sino que que sepa
de ti Laureola cuál me viste, y si por ventura te quisieres dello escuchar porque me vees en
tiempo que me falta sentido para que te lo agradezca, no te escuses, que mayor virtud es
Gaya; pero más abajo nos encontramos con “fui por ver ... y tanbién para mirar”.
262
redimir los atribulados que sostener los prósperos; assí sean tus obras que ni tú te quexes
de por ti por lo que no heziste, ni yo por lo que pudieras hazer. 299
El auctor
E como acabé de responder a Leriano en la manera que es escrita, informéme del camino de
Suria, cibdad donde estava a la sazón el rey de Macedonia, que era media jornada de la
prisión donde partí; y puesto en obra mi camino, llegué a la corte, y después que me
aposenté, fui a palacio por ver el trato y estilo de la gente cortesana, y tanbién para mirar la
forma del aposentamiento, por saber dónde me conplía ir o estar o aguardar para el negocio
pero aunque es posible que se trate de un sencillo error de imprenta, se encuentran frecuentemente en la época
del humanismo formas sin la e protética, tales como Spaña, star, etc. También se podría considerar como un
simple caso de elisión: qu’estava.
305 deliberación: liberación.
263
que quería aprender.306 Y hize esto ciertos días por aprender mejor lo que más me
conviniesse, y cuanto más estudiava en la forma que tenía, menos dispusición se me ofrecía
para lo que deseava; y buscadas todas las maneras que me havían de aprovechar, hallé la
más aparejada comunicarme con algunos mancebos cortesanos de los principales que allí
veía, y como generalmente entre aqueellos se suele hallar la buena criança, 307 assí me
trataron y dieron cabida, que en poco tienpo yo fui tan estimado entrellos como si fuera de
natural nación, de forma que vine a noticias de las damas; y assí de poco en poco hove de
ser conocido de Laureola, y haviendo ya noticia de mí, por más participarme con ella 308
contávale las cosas maravillosas d’España, cosa que de mucho holgava; pues viéndome
tratado della como servidor, parecióme que le podía ya dezir lo que quisiese; y un día que la
vi en una sala apartada de las damas, puesta la rodilla en el suelo, díxele lo siguiente:
El auctor a Laureola
No les está menos bien el perdón a los poderosos cuando son deservidos, que a los
pequeños la vengança cuando son injuriados; porque los unos se enmiendan por honrra y
los otros perdonan por virtud; lo cual si a los grandes honbres es devido, más y muy más a
las generosas mugeres que tienen el coraçón real de su nacimiento y la piedad natural de su
condición; digo esto, señora, porque para lo que te quiero dezir hallé309 osadía en tu
grandeza, porque no la puedes tener sin manificencia. 310 Verdad es que primero que me
determinase estove dubdoso, pero en el fin de mis dubdas tove por mejor, si
inhumanamente me quisieses tratar, padecer pena por dezir que sofrilla por callar.
Tú, señora, sabrás que caminando un día por unas asperezas desiertas, vi que por
mandado del Amor levavan preso a Leriano, hijo del duque Guersio, el cual me rogó que en
su cuita le ayudase; de cuya razón dexé el camino de mi reposo por tomar el de su trabajo;
y después que largamente con él caminé, vile meter en una prisión dulce para su voluntad y
amarga para su vida, donde todos los males del mundo sostiene: dolor le atormenta, pasión
le persigue, desesperança le destruye, muerte le amenaza, pena l[e] secuta, pensamiento
l[e]311 desvela, deseo le atribula, tristeza le condena, fe no le salva; supe dél que de todo
esto tú eres causa; juzqué, segund le vi, mayor dolor el que en el que sentimiento callava
que el que con lágrimas descobría; y vista tu presencia, hallo su tormento justo. Con
sospiros que le sacavan las entrañas me rogó te hiziese sabidora de su mal; su ruego fue
lástima y mi obedencia de conpasión; en el sentimiento suyo te juzgué cruel y en tu
acatamiento te veo piadosa, lo cual va por razón que de tu hermosura se cree lo uno y de tu
condición se espera lo otro. Si la pena que le causas con el merecer le 312 remedias con la
piedad, serás entre las mugeres nacidas la más alabada de cuantas nacieron; contenpla y
mira cuánto es mejor que te alaben porque redemiste, que no que te culpen porque mataste;
mira en qué cargo eres a Leriano, que aun su passión te haze servicio, pues si la remedias te
da causa que puedas hazer lo mismo que Dios; porque no es de menos estima el redemir
306 aprender: ¿emprender? No encuentro esta acepción documentada en los diccionarios, y tal vez se trate de
un error del cajista, ya pensando el aprender de la frase siguiente.
307 como generalmente ... buena criança: nótese esta alabanza indirecta del Alcaide de los Donceles
308 por más participarme con ella: para tener más trato con ella.
309 hallé: Gili Gaya prefiere leerlo como halle; el original, desde luego, no tiene acentos.
310 manificencia: magnificencia, generosidad.
311 le ... le: en el original la, lo.
312 le: entiéndase se la.
264
quel criar, assí que harás tú tanto en quitalle la muerte como Dios en darle la vida; no sé
qué escusa pongas para no remediallo, si no crees que matar es virtud; 313 no te suplica que
le hagas otro bien sino que te pese de su mal, que cosa grave para ti no creas que te la
pidiría, que por mejor havrá el penar que serte a ti causa de pena. si por lo dicho mi
atrevimiento me condena, su dolor del que me enbía me asuelve, el cual es tan grande que
ningund mal me podrá venir que iguale con el que él me causa; suplícote sea tu respuesta
conforme a la virtud que tienes, y no a la saña que muestras, porque tú seas alabada y yo
buen mensajero y el cativo Leriano libre.
Respuesta de Laureola
Assí como fueron tus razones temerosas de dezir, assí son graves de perdonar. Si como eres
d’España fueras de Macedonia, tu razonamiento y tu vida acabaran a un tienpo; 314 assí que
por ser estraño, no recibirás la pena que merecías, y no menos por la piedad que de mí
juzgaste, comoquiera que en casos semejantes tan devida es la justicia como la clemencia,
la cual en ti secutada pudiera causar dos bienes: el uno, que otros escarmentaran, y el otro
que las altas mujeres fueran estimadas y tenidas segund merecen. Pero si tu osadía pide el
castigo, mi mansedumbre consiente que te perdone, lo que va fuera de todo derecho, porque
no solamente por el atrevimiento devías morir, mas por la ofensa que a mi bondad heziste,
en la cual posiste dubda; porque si a noticia de algunos lo que me dexiste veniese, más
creerían que fue por el aparejo que en mí hallaste que por la pena que en Leriano viste, lo
que con razón assí deve pensarse, viendo ser tan justo que mi grandeza te posiese miedo,
como su mal osadía. Si más entiendes en procurar su libertad, buscando remedio para él
hallarás peligro para ti; y avísote, aunque seas estraño en la nación, que serás natural en la
sepoltura; y porque en detenerme en plática tan fea ofendo mi lengua, no digo más, que
para que sepas lo que te cunple lo dicho basta; y si alguna esperança te queda porque te
hablé,315 en tal caso sea de poco bevir si más de la enbaxada pensares usar.
El auctor
Cuando acabó Laureola su habla, vi, aunque fue corta en razón, fue larga en enojo, el cual
le enpedía la lengua; y despedido della comencé a pensar diversas cosas que gravemente
me atormentavan; pensava cuan alongado estava d’España; acordávasme de la tardança ha
hazía; traía a la memoria el dolor de Leriano, desconfiaba de su salud, y visto que no podía
conplir lo que me dispuse a hacer sin mi peligro o su libertad, determiné seguir mi
propósito hasta acabar la vida o levar a Leriano esperança. Y con este acuerdo bolví otro
día a palacio para ver qué rostro hallaría en Laureola, la cual como ve vido tratóme de la
primera manera, sin que ninguna mudança hiziese: de cuya seguridad 316 tomé grandes
sospechas. Pensava si lo hazía por no esquivarme, no haviendo por mal que tornase a la
313 no sé qué ... virtud: el original pone puntos antes y después de si no crees. Menéndez Pelayo, Gili Gaya y
los demás editores que los copian retienen el punto antes de si no crees y convierten el segundo en una coma.
Me parece más lógico el procedimiento contrario. (En el facsímile Pérez Gómez suprime el segundo punto.)
314 tu razonamiento ... tienpo: en Celestina, auto IV, Melibea amenaza a Celestina: “Tu razón y tu vida
acabaran a un tienpo”.
315 hablé: Gili Gaya prefiere hable; habría que entender entonces: si te queda alguna esperanza de que te
vuelva a hablar.
316 seguridad: es decir, su apariencia de estar sin cuidado
265
razón començada. Creía que disimulava por tornar al propósito para tomar emienda de mi
atrevimiento, de manera que no sabía a cuál de mis pensamientos diese fe.
En fin, pasado aquel día y otros muchos, hallava en sus apariencias más causa para
osar que razón para temer, y con este crédito aguardé tienpo convenible y hízele otra habla,
mostrando miedo, puesto que317 no lo tuviese, porque en tal negociación y con semejantes
personas conviene fingir turbación, porque en tales partes el desenpacho es hervido por
desacatamiento, y parece que no se estima ni acata la grandeza y autoridad de quien oye
con la desvergüença de quien dize; y por salvarme deste yerro hablé con ella no segund
desenpachado mas segund temeroso; finalmente, yo le dixe todo lo que me pareció que
convenía para remedio de Leriano. Su respuesta fue de la forma de la primera, salvo que
hovo en ella menos saña; y como aunque en sus palabras havía menos esquividad para que
deviese callar, en sus muestras hallava licencia para que osase dezir; 318 todas las vezes que
tenía lugar le suplicava se doliese de Leriano, y todas las vezes que ge 319 lo dezía, que
fueron diversas, hallava áspero lo que respondía y sin aspereza lo que mostrava; y como
traía aviso en todo lo que se esperava provecho mirava en ella algunas cosas en que se
conosce el corazón enamorado; cuando estava sola veíala pensativa, cuando estava
aconpañada, no muy alegre; érale la conpañía aborrecible y la soledad agradable. Más
vezes se quexava que estava mal por huir los plazeres; cuando era vista, fengía algund
dolor; cuando la dexaban, dava grandes sospiros; si Leriano se nonbrava en su presencia,
desatinava de lo que dezía, bolvíase súpito colorada y después amarilla, tornávase ronca su
boz, secávasele la boca; por mucho que encobría sus mudanças, forçávala la pasión piadosa
a la disimulación discreta. Digo piadosa porque sin dubda, segund lo que después mostró,
ella recebía estas alteraciones más de piedad que de amor; pero como yo pensava otra cosa,
viendo en ella tales señales tenía en mi despacho 320 alguna esperança; y con tal
pensamiento partíme para Leriano, y después que estensamente todo lo pasado le reconté,
díxele que se esforçase a escrevir a Laureola, proferiéndome321 a dalle la carta, y puesto que
él estava más para hazer memorial de su hazienda 322 que carta de su pasión, escrivió las
razones de la cual eran tales:323
266
mi fe; el coraçón está sin fuerça, y el alma sin poder, y el juizio sin memoria; pero si tanta
merced quisiesses hazerme que a estas razones se pluguiese responder, la fe con tal bien
podrié324 bastar para restituir las otras partes que destruiste. Yo me culpo porque te pido
galardón sin haverte hecho servicio, aunque si recibes en cuenta del servir el penar, por
mucho que me pag[u]es sienpre pensaré que me quedas en deuda. Podrás dezir que cómo
pensé escrivirte; no te maravilles, que tu hermosura causó el afición, y el afición el deseo, y
el deseo la pena, y la pena el atrevimiento, 325 y si porque lo hize te pareciere que merezco
muerte, mándamela dar, que muy mejor es morir326 por tu causa que bevir sin tu esperança;
hablándote verdad, la muerte, sin que tu me la dieses yo mismo me la daría, por hallar en
ella la libertad que en la vida busco, si tú no hovieses de quedar infamada por matadora;
pues malaventurado fuese el remedio que a mí librase de pena y a ti te causase culpa. Por
quitar tales inconvenientes, te suplico que hagas tu carta galardón de mis males, que aunque
no me mate por lo que a ti toca, no podré bevir por lo que yo sufro, y todavía quedarás
condenada. Si algund bien quisiseres hazerme, no lo tardes; si no, podrá ser que tengas
tienpo de arrepentirte y no lugar de remediarme.
324 podrié: podría. San Pedro emplea frecuentemente el imperfecto y condicional en –ié; hay que acentuar
podrié más bien que podríe según la evidencia de su versos (Passión trobada, etc).
325 tu hermosura ... atrevimiento: ejemplo de la gradatio retórica.
326 merezco muerte ... morir: nótese el parhomoeon (véase la nota 26).
267
AMADÍS DE GAULA *
Garci Rodríguez de Montalvo
I. Primeras hazañas de Amadís.
Perión, rey de Gaula, alojado en la casa del rey Garinter de Bretaña, se enamora de la hija de éste.
Como la doncella –llamada Elisena o Helisena-, siente los mismos sentimientos por Perión, llegan
ambos a realizar sus amores ayudados por Darioleta, doncella de Helisena. De estos amores nacerá
Amadís que es dejado en un cesto sobre un río. El niño es recogido por un caballero que lo cría y
educa junto con su hijo Gandalín que después será escudero de Amadís. Pronto, el doncel llega
hasta la corte de la Gran Bretaña y allí conoce a Oriana. Pero Amadís todavía no sabe su identidad,
y por ello es nombrado “el Doncel del mar”
AQUÍ COMIENZA EL PRIMERO LIBRO DEL ESFORZADO Y VIRTUOSO CABALLERO AMADÍS, HIJO
DEL REY PERIÓN DE GAULA Y DE LA REINA HELISENA , EL CUAL FUE CORREGIDO Y EMENDADO
POR EL HONRADO Y VIRTUOSO CABALLERO GARCI-RODRÍGUEZ DE MONTALVO, REGIDOR DE
LA NOBLE VILLA DE MEDINA DEL CAMPO, Y CORREGIÓLE LOS ANTIGUOS ORIGINALES QUE
ESTABAN CORRUPTOS Y MAL COMPUESTOS EN ANTIGUO ESTILO, POR FALTA DE LOS
DIFERENTES Y MALOS ESCRITORES. Q UITANDO MUCHAS PALABRAS SUPERFLUAS Y PONIENDO
OTRAS DE MAS POLIDO Y ELEGANTE ESTILO TOCANTES A LA CABALLERÍA Y ACTOS DELLA .
El rey [Perión] que la conoció miró y vió a Helisena su muy amada, y echando la espada y
su escudo en tierra, cubrióse de un manto que ante la cama tenía con que algunas veces se
levantaba, y fue a tomar a su señora entre los brazos, y ella le abrazó como aquella que más
que a sí amaba. Darioleta le dijo:
—Quedad, señora, con ese caballero, que aunque vos como doncella hasta aquí de
mucho vos defendisteis, y él así mesmo de muchas otras se defendió, no bastaron vuestras
fuerzas para vos defender el uno del otro. Y Darioleta miró por la espada do el rey la había
arrojado y tomóla en señal de la jura y promesa que le había hecho en razón del casamiento
de su señora, que a la lumbre de tres hachas que en la cámara seían la miraba, pareciéndole
que toda la fermosura del mundo en ella era junta, teniéndose por muy bien aventurado en
que Dios a tal estado le trajera, y así abrazados se fueron a echar en el lecho. Donde aquella
que tanto tiempo con tanta fermosura y joventud, demandada de tantos príncipes y grandes
hombres se había defendido, quedando con libertad de doncella, en poco más de un día,
cuando el su pensamiento más de aquéllo apartado y desviado estaba, el cual amor
rompiendo aquellas fuertes ataduras de su honesta y santa vida gela fizo perder, quedando
de allí adelante dueña... pues así estando estos dos amantes en su solaz, Helisena preguntó
al rey si su partida sería breve; él le dijo:
—¿Por qué, mi señora, lo preguntáis?
—Porque esta buena ventura —dijo ella— que en tanto gozo y descanso a mis
mortales deseos ha puesto, ya me amenaza con la gran tristura y congoja que vuestra
ausencia me porná a ser por ella más cerca de la muerte que no de la vida.
Oídas por él estas razones, dijo:
—No tengías temor deso, que aunque éste mi cuerpo de vuestra presencia sea
partido, el mi corazón junto con el vuetro quedará, que a entrambos dará esfuerzo, a vos
*Libros de caballerías hispánicas. Estudio, antología y argumentos de José Amezcua. Madrid, Ediciones
Alcalá, 1973. pp. 151-188.
268
para sufrir, y a mí para cedo me tornar, que yendo sin él no hay otra fuerza tan dura que
detener me pueda.
Darioleta, que vió ser sazón de ir de allí, entró en la cámara, y dijo:
—Señora, sé que otra vez os plugo conmigo más que no agora, mas conviene que os
levantéis y vayamos, que ya tiempo es.
Helisena se levantó, y el rey le dijo: —Yo moraré aquí más que no creáis, y esto será por
vos, y ruégoos que se le no olvide este lugar...
En este vicio y placer moró allí el rey Perión diez días, folgando todas las noches
con aquella su muy amada amiga, en cabo de los cuales acordó, forzando su voluntad y las
lágrimas de su señora, que no fueron pocas, de se partir. Así despedido del rey Garinter y
de la reina, armado de todas armas, cuando quiso su espada ceñir no la halló, y no osó
preguntar por ella, como quiera que mucho le dolía porque era muy buena y fermosa; esto
facía porque sus amores con Helisena descubiertos no fuesen, y por no dar enojo al rey
Garinter, y mandó a su escudero que otra espada le buscase, y así armado solamente las
manos y la cabeza, encima de su caballo no con otra compaña sino de su escudero, se puso
en el camino derecho de su reino; ...pues no tardó mucho que a Helisena le vino el tiempo
de parir, de que los dolores sintiendo como cosa tan nueva, tan extraña para ella, en grande
amargura su corazón era puesto; como aquella que le convenía no poder gemir ni querer,
que su angustia con ello se doblaba, mas en cabo de una pieza quiso el Señor poderoso que
sin peligro suyo un fijo pariese, y tomándole la doncella en sus manos vió que era fermoso
si ventura hobiese, mas no tardó de poner en ejecución lo que convenía según de antes lo
pensara, y envióle en muy ricos paños, y púsolo cerca de su madre, y trajo allí el arca que
ya oísteis, y díjole Helisena:
—¿Qué queréis facer?
—Ponerlo aquí y lanzarlo en el río —dijo ella—, y por ventura guarecer podrá.
La madre lo tenía en sus brazos, llorando fieramente y diciendo:
—¡Mi hijo pequeño, cuán grave es a mí la vuestra cuita!
La doncella tomó tinta y pergamino, y fizo una carta que decía: «Este es Amadís Sin
Tiempo, hijo del rey». Y sin tiempo decía ella porque creía que luego sería muerto, y este
nombre allí era muy preciado porque así se llamaba un santo a quien la doncella lo
encomendó. Esta carta cubrió toda la cera, y puesta en una curda ge la puso al cuello del
niño. Helisena tenía el anillo que el rey Perión le diera cuando della se partió, y metiólo en
la misma cuerda de la cera, y ansí mesmo poniendo el niño dentro en el arca le pusieron la
espada del rey Perión que la primera noche que ella con él durmiera la echó de la mano en
el suelo, como ya oísteis, y por la doncella fue guardada, y aunque el rey la falló menos,
nunca osó por ella preguntar, porque el rey Garinter no hubiese enojo con aquellos que en
la cámara entraban.
Esto así fecho, puso la tabla encima tan junta y bien calafeteada que agua ni otra
cosa allí podría entrar, y tomándola en sus brazos y abriendo la puerta la puso en el río y
dejóla ir; y como el agua era grande y recia, presto la pasó a la mar, que más de media
legua de allí no estaba... (Cap. I, I).
El autor deja reinando a Lisuarte con mucha paz y sosiego en la Gran Bretaña, y
torna al Doncel del Mar, que en esta sazón era de XII años, y en su grandeza y miembros
parecía bien de quince. El servía ante la reina, y así della como de todas las dueñas y
doncellas era mucho amado; mas de que allí fue Oriana, la hija del rey Lisuarte, dióle la
reina al Doncel del Mar que la sirviese, diciendo:
—Amiga, éste es un doncel que os servirá.
269
Ella dijo que le placía. El doncel tovo esta palabra en su corazón de tal guisa que
después nunca de la memoria la apartó, que sin falta, así como esta historia lo dice, en días
de su vida no fue enojado de la servir y en ella su corazón fue siempre otorgado, y este
amor turó cuanto ellos turaron, que así como la él amaba, así amaba a él. En tal guisa que
una hora nunca de amar se dejaron. Mas el Doncel del Mar, que no conocía ni sabía nada
cómo le ella amaba, teníase por muy osado en haber en ella puesto su pensamiento según la
grandeza y hermosura suya, sin cuidar de ser osado a le decir una sola palabra, y ella que lo
amaba de corazón, guardábase de fablar con él más que con otro, porque ninguna cosa
sospechasen. Mas los ojos habían gran placer de mostrar al corazón la cosa del mundo que
más amaban. Así vivían encubiertamente sin que de su hacienda ninguna cosa el uno al otro
se dijesen.
Pues pasando el tiempo, como os digo, entendió el Doncel del Mar en sí que ya
podría tomar armas si hoviese quien le hacer caballero; y esto deseaba él considerando que
él sería tal y haría tales cosas por donde muriese, o viviendo, su señora le preciaría, y con
este deseo fue al rey que en una huerta estaba y hincados los hinojos le dijo:
—Señor, si a vos pluguiese, tiempo sería de ser yo caballero.
El rey dijo:
—¿Cómo, Doncel del Mar, ya os esforzáis para mantener caballería? Sabed que es
ligero de haber y grave de mantener. Y quien este nombre de caballería ganar quisiere y
mantenerlo en su honra, tantas y tan graves son las cosas que ha de facer, que muchas veces
se le enoja el corazón, y si tal caballero es que por miedo o codicia deja de hacer lo que
conviene, más le valdría la muerte que en vergüenza vivir, y por ende, tendría por bien que
por algún tiempo os sufráis.
El Doncel del Mar le dijo:
—Ni por todo eso no dejaré yo de ser caballero, que si en mi pensamiento no
tuviese de cumplir eso que habéis dicho, no se esforzaría mi corazón para lo ser. Y pues a la
vuestra merced soy criado, cumplid en esto conmigo lo que debéis, si no buscaré otro que
lo faga.
El rey que temió que así lo haría, dijo:
—Doncel del Mar, yo sé cuándo os será menester que lo seáis, y más a vuestra
honra, y prométos que lo haré; y en tanto ataviare han vuestras armas y aparejos. Pero, ¿a
quién cuidabas vos ir?
—Al rey Perión —dijo él—, que me dicen que es buen caballero y casado con la
hermana de la reina mi señora, y hacerle he saber cómo era criado della, y con esto pensaba
yo que de grado me armaría caballero... (Cap. IV, I).
El Doncel del Mar es armado caballero por su propio padre, sin ambos saber la relación que tienen.
El joven caballero libra a Perión de la amenaza de Abies de Irlanda. Aparece la maga Urganda la
Desconocida que protegerá y asistirá a Amadís en sus grandes hechos. Aparece también, por otro
lado, la figura de Galaor, hijo tenido por Perión y Helisena cuando ya han contraído matrimonio.
Galaor fue raptado de niño por un gigante que lo crió. Los dos hermanos andan sus aventuras
llegando a ser notables caballeros y a conocer el linaje de donde provienen. El Doncel del Mar,
ahora Amadís, llega a ser caballero favorito de la corte del rey Lisuarte, librando hazañas
extraordinarias hasta que se encuentran los hermanos cuando Galaor, que ha visto luchar a Amadís
sin saber que es su hermano, le pide que lo arme caballero. Ambos siguen juntos su camino y
Galaor se inicia en su aspecto de enamorar doncellas después que las ha defendido. Aparece
Arcalaus, el mago enemigo de Amadís.
270
Don Galaor, estando con el gigante como vos contamos, aprendiendo a cabalgar y a
esgrimir y todas las otras cosas que a caballero convenían, seyendo ya en ello muy diestro,
y el año cumplido que el gigante por plazo le pusiera, el le dijo:
—Padre, agora vos ruego que me fagáis caballero, pues yo he atendido lo que
mandastes.
El gigante que vió ser ya tiempo, díjole:
—Hijo, pláceme de lo facer, y decidme quién es vuestra voluntad que lo haga.
—El rey Lisuarte —dijo él—, de quien tanta fama corre.
—Yo vos llevaré allí —dijo el gigante.
Y al tercero día, teniendo todo el aparejo, partieron de allí y fueron su camino, y al
quinto día halláronse cerca de un castillo muy fuerte que estaba sobre una agua salada, y el
castillo había nombre Bradoid y era el más fermoso que había en toda aquella tierra..., mas
a la entrada del tremedal había una puente estrecha y era echadiza, y cuando la alzaban
quedaba el agua muy fonda, y a la entrada de la puente estaban dos olmos altos, y el gigante
y Galaor vieron debajo dellos dos doncellas y un escudero, y vieron un caballero armado
sobre un caballo blanco con unas armas de leones, y llegara a la puente que estaba alzada y
no podía pasar, y daba voces a los del castillo. Galaor dijo contra el gigante:
—Si vos pluguiere, veamos qué fará aquel caballero.
Y no tardó mucho que vieron contra el castillo del cabo de la puente dos caballeros
armados y diez peones sin armas, y dijeron al caballero qué quería.
—Quería —dijo él— entrar allá.
—Eso no puede ser —dijeron ellos—, si antes con nosotros no vos combatís...
Y dejáronse todos tras él a correr, y firiéronle tan bravamente que el caballero le
ficieron aginollar y cerca estuvo de caer, y quebraron las lanzas y quedó de los dos llagado
más él firió al uno de ello de manera que armadura que trajiese no le aprovechó, que la
lanza entró por el un costado y salió por el otro el fierro con un pedazo de hasta, y metió
mano en su espada muy bravamente y fue [a] ferir los dos caballeros, y ellos a él, y
comenzaron entre sí una peligrosa batalla; mas el de las armas de los leones, que se temía
de muerte, punó de se librar dellos y dió al uno tal golpe de la espada...[que] comenzó a fuir
contra el castillo, y diciendo a grandes voces:
—¡Acorred, amigos, que matan a vuestro señor!
Y cuando el de los dos leones oyó decir que aquel era el señor, quejóse más de lo
vencer, y dióle un tal golpe por cima del yelmo que la espada se metió por la carne, de que
el caballero fue tan desarmado que perdía las estriveras y cayera, si no se abrazara al cuello
del caballo, y tomóle [el Caballero de los Leones] por el yelmo y sacógelo de la cabeza, y el
caballero quizo huir, pero vió que el otro estaba entre él y el castillo.
—Muerto sois —dijo el de los leones—, si por preso no vos otorgáis.
Y él, que hubo gran miedo de la espada que ya sintiera en la cabeza, dijo:
—Ay, buen caballero, merced, no me matéis; tomad mi espada y otórgome por
preso...
Galaor, que todo lo viera dijo al gigante:
—Este quiero que me faga caballero, que si el rey Lisuarte es tan nombrado, será
por su grandeza, mas este caballero merece serlo por su gran esfuerzo.
—Pues llegad a él —dijo el gigante—, y si lo no fiziere será por su daño.
271
Galaor se fue donde el de las armas de los leones seía so los olmos, y su compañía
consigo llevaba cuatro escuderos y dos doncellas, y como llegó saludáronse ambos y
Galaor dijo:
—Señor caballero: demándoos un don.
Él, que lo fió más fermoso que nunca otro visto había, tomólo por la mano y dijo:
—Sea con derecho y yo vos lo otorgo.
—Pues ruégoos por cortesía que me fagáis caballero sin más tardar, y quitarméis de
ir al rey Lisuarte donde agora iba.
—Amigo —dijo él—, gran desvarío faríades en dejar para tal honra el mejor rey del
mundo y tomar a un pobre caballero como lo yo soy.
—Señor —dijo Galaor—, la su grandeza del rey Lisuarte no me porná a mi
esfuerzo, así como lo fará la vuestra valentía que aquí os vi facer. Y complid lo que me
prometistes.
—Buen escudero —dijo él—, de cualquiera otro que demandéis seré yo muy más
contento que deste que en mí no cabe ni a vos es honra... pues que así es..., en el nombre de
Dios sea, y agora nos vamos a alguna iglesia para tener la vigilia.
—No es necesario —dijo Galaor—, que ya hoy he oído misa y vi el verdadero
Cuerpo de Dios.
—Esto basta —dijo el de los Leones.
Y ponéndole la espuela diestra, y besándolo le dijo:
—Agora sois caballero, y tomad las espada de quien más vos agradará.
—Vos me la daréis —dijo Galaor—, que de otro ninguno no la tomaría a mi grado.
Y [el de los Leones] llamó a un escudero que le trajiese una espada que en la mano
tenía.
Más Urganda [que lo había visto todo] dijo:
—No vos dará esa, sino aquella que está colgada deste árbol, con que seréis más
alegre.
Entonces miraron todos el árbol; no vieron nada. Ella comenzó a reír de gana y dijo:
—Por Dios, bien ha diez años que allí está, que la nunca vió ninguno porque aquí
pasase y agora la verán todos.
Y tornando a mirar, vieron la espada colgada de un ramo del árbol, y parecía muy
hermosa, y tan fresca como si entonces se pusiera, y la vaina muy ricamente labrada de
seda y de oro. El de las armas de los Leones la tomó y ciñóla a Galaor, diciendo:
—Tan hermosa espada convenía a tan hermoso caballero, y cierto que [a] vos no
desama quien de tan luengo tiempo os la guardó.
Galaor fue della muy contento y dijo al de las armas de los Leones:
Señor, a mí conviene ir a un lugar que escusar no puedo. Mucho deseo vuestra
compañía más que de otro caballero ninguno, si a vos pluguere, y decidme dónde vos
falleré.
—En la casa del rey Lisuarte —dijo él—, donde seré alegre de vos ver, porque es
razón de ir allí porque ha poco que fuí caballero y tengo en tal casa de ganar alguna honra,
como vos.
Galaor fue desto muy alegre y dijo a Urganda:
—Señora doncella: mucho os agradezco esta espada que me distes; acordadvos de
mí como de vuestro caballero... [Luego fuese].
Así quedaron Urganda y el caballero [de los Leones] fablando una parte de aquel
día, y ella le dijo:
272
—Buen caballero, ¿no sabéis a quién armastes caballero?
—No —dijo él.
—Pues razón es que lo sepáis, que él es de tal corazón y vos así mesmo, que si vos
topásedes no os conociendo, sería gran mala ventura. Sabed que es hijo de vuestro padre y
madre, y éste es el que el gigante les tomó siendo niño de dos años y medio, y es tan grande
y fermoso como agora vedes, y por amor vuestro y suyo guardé tanto tiempo para él aquella
espada, y dígovos que hará con ella el mejor comienzo de caballería que nunca fizo
caballero en la Gran Bretaña.
[A] Amadís se le hincharon los ojos de agua, de placer, y dijo:
¡Ay, señora!, decidme dónde lo fallaré.
—No agora he menester —dijo ella— que lo busquéis, que todavía conviene que
pase lo que está ordenado.
—¿Pues podrélo ver aína?
—Sí —dijo ella—, mas no os será tan ligero de conocer como pensáís.
El se dejó de preguntar más en ello, y ella con su amigo se fue su vía; y Amadís con
su escudero por otro camino con intensión de ir a Vindilisora, donde era a la sazón en rey
Lisuarte (Cap. XI, I).
…Entonces [Amadís] se metió delante y a la entrada del valle halló un escudero que
le dijo:
—Señor caballero, no paséis más adelante si no otorgáis que es más fermosa la
amiga de aquél caballero que al pino es acostado que la vuestra.
—Si Dios quisiere —dijo Amadís—, tan gran mentira nunca otorgaré si por fuerza
no me lo hacen decir o la vida no me quitan.
Cuando esto le oyó el escudero díjole
—Pues tornaos, si no haberos eis con ellos a combatir.
Dijo Amadís:
—Si me ellos cometen, yo me defenderé si puedo.
Y pasó adelante sin temor ninguno (Cap. XVII, I)
...Amadís echó mano a su espada y tornó el caballero contra él... entonces se fueron
acometer y herir con las espadas de tan fuertes golpes que espanto ponían así a los que
miraban como a ellos mismos que los recebían, considerando entre sí poderlos sofrir; mas
esta batalla no pudo durar mucho, que Amadís se combatía por razón de la hermosura de su
señora, donde hubiera él por mejor ser muerto que fallecer un punto de lo que debía, y
comenzó de dar golpes de toda su fuerza tan duramente, que la gran sabiduría ni la gran
valentía de herir de espada no le tovo pro a Angriote [el contrincante], que en poca de hora
lo sacó de toda su fuerza, y tantas veces le hizo descender la espada a la cabeza y al cuerpo
que por más de veinte lugares le salía ya la sangre; cuando Angriote se vió en aventura de
muerte tiróse afuera así como pudo, y dijo:
—Cierto, caballero, en vos ha mas bondad que hombre puede pensar.
—Otorgadvos por preso —dijo Amadís—, y será vuestro pro, que estáis tan
maltratado que habiendo la batalla fin, la habría vuetra vida y pesar me ía dello, que vos
precio más de lo que vos cuidáis.
Esto decía él por la su gran bondad de armas y por la cortesía de que usara con la
dueña, teniéndola en su poder. Angriote, que más no pudo, dijo:
—Yo me vos otorgo por preso, así como al mejor caballero del mundo y así como
se deben otorgar los que hoy armas traen, y digoos, señor caballero, que lo no tomo por
273
mengua, mas por gran pérdida, que hoy pierdo la cosa del mundo que más amo...(Cap.
XVIII,I).
Amadís es encantado por el mago Arcalaus quien hace creer en la corte del rey Lisuarte que Amadís
ha muerto. Pero es desencantado pronto y se aclara que todo había sido obra de magia y el héroe
continúa sus aventuras. Aparece el enano Enil, compañero y mensajero de Amadís. Oriana es
raptada por Arcalaus el encantador y Amadís la libera y sobreviene la unión de ambos en secreto.
Siguen otras hazañas de Amadís quien vence continuamente a los enemigos del rey Lisuarte.
Galaor, sin saber el parentezco que lo une con su contrincante, pelea con Florestán, también como
él y Amadís hijo de Perión de Gaula.
...A Amadís le vinieron las lágrimas a los ojos; y descendiendo del otero lo más aína quél
pudo, entró con ellos en un gran campo, y dijo:
—¡Ay, Arcalaus traidor, no te conviene levar tan buena señora!
Oriana, que la voz de su amigo conoció, estremecióse toda; mas Arcalaus y los otros
se dejaron a él correr, y él a ellos, y firió [a] Arcalaus, que delante venía, tan duramente que
lo derribó en tierra por sobre las ancas del caballo; y los otros le firieron, y dellos
fallecieron de sus encuentros, y Amadís pasó por ellos y tomando muy presto su caballo,
firió a Grumen, el señor del castillo, que era uno dellos, de tal guisa quel fierro y el fuste de
la lanza le salió de la otra parte, y cayó luego muerto, y fue la lanza quebrada. Después
metió mano a la espada del rey y dejóse ir a los otros, y metióse entre ellos tan bravo y con
tanta saña, que por maravilla era los golpes que les daba. Y así le crecía la fuerza y el
ardimento en andar, valiente y ligero que le parecía, si el campo todo fuese lleno de
caballeros, que le no podían durar y defender ante la su buena espada. Haciendo él estas
maravillas que oídes, dijo la doncella de Dinamarca contra Oriana:
—Señora, acorrida sois, pues aquí es el caballero bien aventurado y mirad las
maravillas que hace.
Oriana dijo entonces:
—¡Ay, amigo!, Dios vos ayude y guarde, que no hay otro en el mundo que no corra
ni más valga.
El escudero que la tenía en el rocín dijo:
—Cierto; yo no atenderé a mi cabeza los golpes que los yelmos y las lorigas no
pueden detener ni resistir.
Y poníendola en tierra, se fue fuyendo cuanto más pudo.
Amadís, que entre ellos andaba trayéndolos a su voluntad, dió al uno tal golpe en el
brazo que se lo derribó a tierra; éste comenzó de fuir dando voces con la rabia de la muerte,
y fue para otro que ya el yelmo de la cabeza le derribara, y fendióle hasta el pescuezo.
Cuando el otro caballero vió tal destruición en sus compañeros, comenzó de fuir cuanto
más podía. Amadís, que movía empós dél, oyó dar voces a su señora, y tornando presto vió
[a] Arcalaus que ya cabalgara, y que tomando a Oriana por el brazo la pusiera ante sí y se
iba con ella cuanto más podía, Amadís fue empós dél sin detenencia ninguna y alcanzólo
por aquel gran campo, y alzando la espada por lo ferir, sufrióse de le dar gran golpe, que la
espada era tal que cuidó que mataría a él y a su señora, dióle por cima de las espaldas que
no fue toda su fuerza, pero derribóle un pedazo de la loriga y una pieza del cuero de las
espaldas; entonces dejó Arcalaus caer en tierra a Oriana por se ir más aína, que se temía de
muerte, y Amadís le dijo:
—¡Ay, Arcalaus!, torna y verás si soy muerto como dijiste...
274
Amadís, como quiera que lo mucho desamase y desease matar, no fue más adelante
por no perder a su señora, y tornóse donde ella estaba; y descendiendo de su caballo se le
fue fincar de hinojos delante, y le besó las manos, diciendo:
—Agora haga Dios de mí lo que quisiere, que nunca, señora, os cuidé ver.
Ella estaba tan espantada que le no podía hablar; y abrazóse con él, que gran miedo
había de los caballeros muertos que cabe ella estaban. La doncella de Dinamarca fue tomar
el caballo de Amadís y vió la espada de Arcalaus en el suelo, y tomóla trájola Amadís, y
dijo:
—Ved, señor, qué fermosa espada.
El la cató y vió ser aquella con que le echaran en la mar, y se la tomó Arcalaus
cuando lo encantó; y así estando, como oís, sentado Amadís cabe su señora, que no tenía
esfuerzo para se levantar, llegó Gandalín, que toda la noche anduviera, y había dejado el
caballero muerto en una ermita, con que gran placer hobieron; mas tan grande le hubo él en
ver así parado el pleito. Entonces mandó que pusiese a la doncella de Dinamarca en un
caballo de los que estaban sueltos, y él puso a Oriana en el palafrén de la doncella; y
movieron de allí tan alegres que más ser no podía. Amadís levaba a su señora por la rienda,
y ella le iba diciendo cuán espantada iba de aquellos caballeros muertos, que no podía en sí
tornar...
Así anduvieron tres leguas, hasta entrar en un bosque muy espeso de árboles que
cabe una villa cuanto una legua estaba. A Oriana prendió gran sueño, como quien no había
dormido ninguna cosa la noche pasada, y dijo:
—Amigo, tan gran sueño me viene que me no puedo sufrir.
—Señora —dijo él—, vayamos[a] aquel valle y dormiréis.
Y desviando de la carrera se fueron al valle, donde hallaron un pequeño arroyo de
agua y hierba muy fresca. Allí descendió Amadís a su señora, y dijo:
—Señora, la siesta entra muy caliente; aquí dormiréis hasta que venga la fría. Y en
tanto enviaré a Gandalín [a] aquella villa, y traernos ha con que refresquemos.
—Vaya —dijo Oriana—; ¿mas quién se lo dará?
Dijo Amadís:
—Dárselo han sobre aquel caballo, y venirse ha a pie.
—No será así —dijo Oriana—; mas lieve este mi anillo, que ya nunca nos tanto
como agora valdrá.
Y sacándolo del dedo, lo dió a Gandalín. Y cuando él se iba, dijo a paso contra
Amadís:
—Señor, quien buen tiempo tiene y lo pierde, tarde lo cobra.
Y esto dicho, luego se fue, y Amadís entendió bien por qué lo él decía.
Oriana se acostó en el manto de la doncella;en tanto que Amadís se desarmaba, que
bien menester lo había y como desarmado fue, la doncella se entró a dormir en unas matas
espesas; y Amadís tornó a su señora; y cuando así la vió tan fermosa y en su poder,
habiéndole ella otorgada su voluntad, fue tan turbado de placer y de empacho que sólo catar
no la osaba; así que se puede bien decir que en aquella verde hierba, encima de aquel
manto, más por la gracia y comedimiento de Oriana que por desenvoltura ni osadía de
Amadís, fue hecha dueña la más hermosa doncella del mundo.
Y creyendo con ello las sus encendidas llamas resfriar, aumentándose en muy
mayor cantidad, más ardientes y con más fuerza quedaron, así como en los sanos y
verdaderos amores acaecer suele. Así estuvieron de consuno con aquellos autos amorosos,
cuales pensar y sentir puede aquel y aquella que de semejante saeta sus corazones feridos
275
son, hasta que el empacho de la venida de Gandalín hizo Amadís levantar, y llamando la
doncella, dieron buena orden de guisar cómo comiensen, que bien les hacía menester,
donde aunque los muchos servidores, las grandes vajillas de oro y de plata que allí faltaron,
no quitaron dulce y gran placer que en la comida sobre la hierba hobieron. Pues así como
oídes estaban estos dos amantes en aquella floresta con tal vida cual nunca a placer del uno
y del otro dejada fuera, si la pudieran sin empacho y gran vergüenza sostener...
(Cap.XXXV, I)
Pues así como oís, anduvieron tanto [Amadís y sus hermanos] que fue puesto el sol,
y entrando por un valle vieron en un prado tiendas armadas, y gentes cabe ellas que
andaban holgando... y otro día, de mañana, con el gobernador y otros de los suyos, se
fueron al castillo por donde toda la ínsola se mandaba, que no era sino aquella entrada, que
sería una echadura de arco de tierra firme; todo lo ál estaba de la mar rodeado, aunque la
ínsola había siete leguas en largo y cinco en anco, y por aquello que era ínsola, y por lo
poco que de tierra firme tenía, llamáronla Insola Firme.
Pues allí llegados, entrando por la puerta vieron un gran palacio, las puertas abiertas
y muchos escudos en él puestos en tres meneras, que bien ciento dellos estaban acostados a
unos poyos, y sobre ellos estaban diez más altos, y en otro poyo, sobre los diez, estaban
dos, y el uno dellos estaba más alto que el otro más de la mitad. Amadís preguntó que por
qué los pusieran así, y dijéronle que así era la bondad de cada uno cuyos los escudos eran,
que en la cámara defendida quisieron entrar, y los que no llegaron al padrón de cobre
estaban los escudos en tierra, y los diez que llegaron al padrón estaban más altos, y de
aquéllos dos el más bajo pasó por el padrón de cobre, mas no pudo llegar al otro; y el que
estaba más alzado llegó al padrón de mármol y no pasó más adelante..., entrando Agrajes,
como oís [con gran honor], so el arco de los leales amadores, dijo Amadís a sus hermanos:
—¿Probaréis vosotros esta aventura?
—No —dijeron ellos [Galaor y Florestán] —; que no somos tan sojuzgados a esta
pasión que la merezcamos acabar.
—Pues vos sois dos —dijo Amadís—, hacedvos compañía, y yo, si pudiere, la haré
a mi cormano Agrajes.
Entonces dió su caballo y sus armas a su escudero Gandalín y fuese adelante lo más
presto que él pudo sin temor ninguno, como aquel que sentía haber errado a su señora, no
solamente por obra, mas por el pensamiento; y como fue so el arco, la imagen comenzó a
276
hacer un son mucho más diferenciado en dulzura que a los otros hacía, y por la boca de la
trompa lanzaba flores muy hermosas que grand olor daban, y caían en el campo muy
espesas, así que nunca a caballero que allí entrase fue lo semejante hecho; y pasó donde
eran las imágenes de Apolidón y Grimanesa; con mucha afición las estuvo mirando,
pareciéndole muy hermosas, y tan frescas como si vivas fuesen... Galaor lo quisiera
detener [a Amadís], mas él tomó presto sus armas y fuese adelante, rogando a Dios que le
ayudase, y cuando llegó al lugar defendido, paró un poco y dijo:
—¡Oh, mi señora Oriana, de vos me viene a mí todo el esfuerzo y ardimiento;
membradvos, señora, de mí a esta sazón en que tanto vuestra sabrosa membranza me es
menester!
Y luego pasó adelante y sintióse herir de todas partes duramente, y llegó al padrón
de marmol, y, pasando dél, parecióle que todos los del mundo eran a lo ferir, y oía gran
ruído de voces, como si el mundo se fundiese, y decían:
—Si [a] este caballero tornáis, no hay agora en el mundo otro que aquí entrar pueda.
Pero él, con aquella cuita, no dejaba de ir adelante, cayendo a las veces de manos y
otras de rodillas, y la espada con que muchos golpes diera había perdido de la mano y
andaba colgada de una correa..., así llegó a la puerta de la cámara y vió una mano que lo
tomó por la suya y lo metió dentro, y oyó una voz que dijo:
—Bien venga el caballero que pasando de bondad [a] aquel que este encantamiento
hizo, que en su tiempo par no tuvo, será de aquí señor.
Aquella mano le pareció grande y dura, como de hombre viejo, y en el brazo tenía
vestida una manga de jamete verde; y como dentro en la cámara fue, soltóle la mano, que la
no vió más, y él quedó descansado y cobrado en toda su fuerza, y quitándose el escudo del
cuello y el yelmo de la cabeza, metió la espada en la vaina y agradeció a su señora Oriana
aquella honra que por su causa ganara.
A esta sazón, todos los del castillo, que las voces oyeran de cómo le otorgaban el
señorío y le vieron dentro, comenzaron a decir en alta voz:
—Señor, habemos cumplido, a Dios loor, lo que tanto deseado teníamos.
Los hermanos, que más acordados eran, y vieron cómo Amadís acabará lo que todos
habían faltado, fueron alegres por el gran amor que le tenían, y por señor le besaron las
manos...
Así como la historia ha contado, fue la Insula Firme por Amadís ganada en cabo de
cien años que aquel fermoso Apolidón la dejó con aquellos encantamientos, que verdaderos
testigos fueron que en todo este medio tiempo nunca allí aportó caballero que a la su
bondad pasase...
278
en el su castillo de Miraflores, donde con mucho vicio serán emendados los dolores y
angustias que el sobrado amor que vos tiene han causado... (Cap. LII, II).
…Pues a la historia tornando, digo que tanta fuerza aquellas [malas] palabras al rey
[Lisuarte] dichas [por malos consejeros] tuvieron que aquel grande y demasiado amor que
con mucha causa y razón él a Amadís y a sus parientes tenía, con mucha sinrazón fue no
solamente resfriado, mas aborrecido de tal forma que sin más acuerdo ni consejo ya no veía
la hora que de sí partidos los viese, así que luego fue apartado de la conversación y
visitación que Amadís, estando en su lecho ferido, solía facer, pasando algunas veces por su
posada sin haber memoria de saber de su mal ni de hablar a los caballeros que en su
compaña estaban, los cuales, viendo una tan nueva y estraña cosa en el rey, mucho fueron
maravillados, y algunas veces en ello delante de Amadís hablaron. Mas él, creyendo que
como su pensamiento tan sano en su servicio estuviese, que así el del rey lo estando, otras
ocupaciones y negocios a aquello daban causa, y así lo decía a los que de otra manera lo
sospechaban, y especialmente a su leal amigo Angriote de Estavaus, que más que otro
ninguno dello sentido se mostraba.
Estando los negocios en tal estado como oís, el rey Lisuarte mandó llamar a
Madasima y a sus doncellas, y al gigante viejo y sus hijos y los nueve caballeros que en
rehenes tenía, y díjoles que si luego no le facían entregar la ínsola de Monganza como fuera
pleitado, que les faría cortar las cabezas; lo cual oído por Madasima, así como el miedo
muy grande fue, así le fueron las lágrimas en grande abundancia a sus ojos venidas,
considerando, si la tierra diese, quedar desheredada, y si la no diese pasaría la cruel muerte;
y no sabiendo qué responder, las carnes con gran ansia fuertemente le tremían. Pero aquel
Andaguel, gigante viejo, dijo al rey que si le diese licencia y alguna gente, que le prometía
de le facer entregar la ínsola o se volver a aquella prisión...
Con esto [Amadís] se tornó a aquellos caballeros, y comieron y folgaron así como
los días pasados solían facer. Y díjoles...
—Notorio es a vos, mis buenos y honrados caballeros, si después que yo del reino
de Gaula en la Gran Bretaña fui venido, y mis hermanos y amigos por mi causa, las cosas
del rey Lisuarte en más honra o en mayor mengua ser puestas; y por esta causa escusado
será traerlas en vuestras memorias... Mas, pues que escusar no se puede por ser la cosa en
tales términos venida, sabréis, señores, que en la fin de nuestra fabla diciéndole nosotros ser
por él mal conocidos nuestros servicios, nos dijo que el mundo era grande y que
anduviésemos por él a buscar quien mejor nos conociese. Así que nos conviene que, como
en la concordia y amistad obedientes le hemos sido, que así en la discordia y enemistad
obedientes le hemos sido, que así en la discordia y enemistad lo seamos, compliendo
aquello que él por bien tiene que se haga. Paréceme cosa justa que lo supiésedes, porque no
solamente a nosotros en particular, mas a todos en general toca.
Cuando aquellos caballeros esto que Amadís dijo oyeron, mucho maravillados, y
unos con otros fablando, decían que muy mal sus pequeños servicios serían galardonados,
cuando aquellos grandes de Amadís y sus hermanos eran de tal forma en el olvido puestos;
así que luego sus corazones fueron movidos para no servir más al rey, mas deservirle en
cuanto pudiesen... (Cap.- LXII, II.)
279
a Esplandián. El pequeño es robado por una leona y criado después por el ermitaño Nasciano. Con
estos hechos se inicia el tercer libro de la novela. Nuevas culpas se agregan a Lisuarte, que lo
separan aún más de Amadís y sus caballeros: el rey no quiere entregar la Insula de Mongaza a
Madasima y hasta intenta dar muerte a la doncella, por lo que los caballeros de Amadís intervienen
para hacer justicia a Madasima. Aparece Norandel, joven hijo natural de Lisuarte. Este hecho nos
presenta al rey Lisuarte en su aspecto de adúltero. Sin embargo, Amadís vuelve a ayudar a Lisuarte
cuando éste es amenazado por los reyes de las ínsulas, haciéndose pasar por el Caballero de las
armas de las Sierpes. Amadís desvía ahora sus aventuras hacia Bohemia, Alemania, las ínsulas de
Romania, y llega a la Insula del Diablo donde mata al terrible monstruo Endriago, lo que le vale el
agradecimiento del emperador de Constantinopla. Amadís en estas aventuras muda su nombre por
el de Caballero de la Verde Espada y el Caballero del Enano
Las aventuras siguientes que corre Amadís desde que se ha ausentado de la Gran Bretaña duran
doce años, pues se menciona que Esplandián, nacido poco después de haber partido Amadís de la
corte inglesa, ahora “puede ser de hasta doce años”. El tema suspendido del caballero frente a su rey
se retoma otra vez, ahora con nuevas motivaciones. El Patín, emperador de Roma —a quien antes
Amadís ha vencido en combate individual— pide en casamiento a Oriana y el rey Lisuarte se la
concede, deshe redando a la dama del trono de la Gran Bretaña. Amadís rescata a Oriana de la
galera en la que la llevan para entregarla al Patín. Con este sueceso, que desencadenará la guerra
entre el caballero y su señor, termina el libro tercero.
Oído habéis como Oriana estaba en Miraflores, y la reina Sardamira con ella, que
por mandado del rey Lisuarte la fue a ver para le contar las grandezas de Roma y el mando
tan crecido que con aquel casamiento del emperador se le aparejaba. Agora sabed que,
habiéndola ya el rey su padre prometido a los romanos, acordó de enviar por ella para dar
orden cómo la llevasen. Y mandó a Giontes, su sobrino, que tomase consigo otros dos
caballeros y algunos sirvientes y la trajiese, y no consientiese que ningún caballero con ella
fablase. Giontes tomó a Ganjel de Sadoca y a Lasanor, y [a] otros servidores y fuese donde
Oriana estaba; y tomándola en unas andas, que de otra guisa venir no podía, según estaba
281
desmayada del mucho llorar, y sus doncellas y la reina Sardamira con su compaña,
partieron de Miraflores y veníanse camino de Tagades, donde el rey estaba...
—Hija —dijo el rey—, decid lo que os pluguiere, que con el amor de padre que os
debo os diré.
Ella se dejó caer en tierra por le besar los pies [al rey]. Y él se tiró afuera y levantóla
suso. Ella dijo:
—Mi señor, vuestra voluntad es de me enviar al emperador de Roma y partirme de
vos y de la reina mi madre y desta tierra donde Dios natural me fizo. Y porque desta ida yo
no espero sino la muerte, o que ella me venga, o que yo mesma me la dé; así que por
ninguna guisa se puede complir vuestro querer, de lo que a vos se sigue gran pecado en dos
maneras: la una ser yo a vuestro cargo desobediente, y la otra, morir a causa vuestra. Y
porque todo esto sea escusado y Dios sea de nosotros servido, yo quiero ponerme en orden
y allí vivir, dejándoos libre para que de vuestros reinos y señoríos despongaís a vuestra
voluntad, y yo renunciaré todo el derecho que dios me dió en ellos a Leonoreta mi hermana,
o a otro, cual vos más quisierdes. Y señor, mejor seréis servido del que con ella casare que
de los romanos, que por causa mía, allá me teniendo, luego vuestros enemigos serán; así
que por esta vía que los ganar cuidáis, por esta misma no solamente los perdéis, mas como
dije, los facéis enemigos mortales vuestros, que nunca en ál pensarán sino en cómo habrán
esta tierra...
Mas ni ella ni todos los grandes del reino ni los otros menores nunca pudieron nunca
mudar al rey de su propósito. Y esto causó que ya la fortuna, enojada y cansada de le haber
puesto en tan gran alteza y buenas venturas, por causa de las cuales mucho más que solía de
la ira, de la soberbia, se iba faciendo sujeto, quiso más por reparo de su ánima que de su
honra, mudársele al contrario, como en el cuarto Libro desta grande historia vos será
contado, porque allí se declarará más largamente... (Cap. LXXX, III).
Pues así todo enderezado, dieron las velas al viento [los caballeros que llevaban a
Oriana] y movieron su vía con gran placer por haber acabado aquello que el emperador su
señor tanto deseaba. Y ficieron poner una gran seña del emperador en cima del mástil de la
nave donde Oriana iba, y todas las otras naves al derredor della guardándola. Y yendo así
muy lozanos y alegres, cataron a su diestro, y vieron la flota de Amadís, que mucho se les
llegaba en la delantera, entrando entrellos y la tierra donde salir querían, y así era ello, que
Agrajes y dos Cuadragante y Dragonís y Listorán de la Torre Blanca pusieron entre sí que
antes que Amadis llegase, ellos se envolviesen con los romanos y punasen de socorrer a
Oriana, y por eso se metían entre su flota y la tierra...
Cuando llegó Amadís, luego fueron juntas las naves. Grande era allí el ferir de
saetas y piedras y lanzas de la una y de la otra partes que no semejaba sino que llovía, tan
espesas andaban. Y Amadís no entendía con los suyos en ál sino en juntar a su fusta con la
de los contrarios; mas no podían, que ellos, aunque muchos más eran, no se osaban llegar,
viendo cuán denodadamente eran acometidos, defendíanse con grandes garfios de fierro y
otras armas muchas de diversas guisas. Entonces Tantiles de Sobradisa, mayordomo de la
reina Briolanja, que en el castillo estaba, como vió que la voluntad de Amadís no podía
haber efecto, mandó traer una áncora muy gruesa y pesada, trabada a una fuerte cadena, y
desde el castillo lanzáronla en la nave de los enemigos; y así él como otros muchos que le
ayudaban tiraron tan fuerte por ella que por gran fuerza ficieron juntar las naves una con
otra así que se no podían partir en ninguna manera si la cadena no quebrase. Cuando
Amadís esto vió, pasó por toda la gente con gran afán, que estaban muy apretados, y por la
vía quél entraba iban tras él Angriote y don Bruneo; y como llegó en los delanteros puso el
282
un pie en el borde de su nave y saltó en la otra, que nunca los contrarios quitar ni estorbar
pudieron. Y como el salto era grande y él iba con gran furia, cayó de hinojos y allí le dieron
muchos golpes; pero él se levantó mal de su grado de los que le ferían tan malamente, y
puso mano a su buena espada ardiente. Y vió cómo Angriote y don Bruneo habían con él
entrado y ferían a los enemigos de muy fuertes y duros golpes, diciendo a grandes voces:
«Gaula, Gaula, que aquí es Amadís», que así ge lo rogara él que lo dijiesen si [a] la nave
pudiesen entrar...
Y después que Amadís se levantó y puso mano a la espada, y vió las maravillas que
Angriote y don Bruneo hacían y cómo los otros de su nave se metían de rendón con ellos,
fue con su espada en la mano contra Brondajel de Roca, que delante sí halló, y dióle por
cima del yelmo tan fuerte golpe que dió con él tendido a sus pies; y si el yelmo tal no fuera,
hiciera la cabeza dos partes. Y no pasó adelante porque vió que los contrarios suyos eran
rendidos y demandaban merced. Y como vió las armas muy ricas que Brondajel tenía, bien
cuidó que aquél era al que los otros aguardaban; y quitándole el yelmo de la cabeza dábale
con la manzana de la espada en el rostro, preguntándole dónde estaba Oriana. Y él le
mostró la cámara de los candados, diciendo que allí la fallaría. Amadís se fue apriesa contra
allá y llamó a Angriote y a don Bruneo; y con la gran fuerza que de consumo pusieron,
derribaron la puerta y entraron dentro, y vieron a Oriana y a Mabilia. Y Amadís fue hincar
los hinojos ante ella por le besar las manos, mas ella lo abrazó y tomóle por la manga de la
loriga, que toda era tinta de sangre de los enemigos.
—¡Ay, Amadís! —dijo ella—, lumbre de todas las cuitadas, agora parece la vuestra
gran bondad en haber hecho este socorro a mí y a estas infantas, que en tanta amargura y
tribulación puestas éramos. Por todas las tierras del mundo será sabido y ensalzado vuestro
loor...
A esta sazón eran allí juntos todos los más honrados caballeros de aquella compaña,
los cuales a un cabo de la nao se apartaron por hablar qué consejo tomarían. Y Oriana llamó
a Amadís a un cabo del estrado, y muy paso le dijo:
—Mi verdadero amigo, yo os ruego y mando, por aquel verdadero amor que me
tenéis, que agora más que nunca se guarde el secreto de nuestros amores; y no habléis
conmigo apartadamente sino ante todos, y lo que vos pluguiere decirme secreto, hablando
con Mabilia. Y puntad cómo de aquí nos levéis a la Insola Firme, porque estando en lugar
seguro, Dios proveerá en mis cosas, como El sabe que tengo la justicia.
—Señora —dijo Amadís—, yo no vivo en esperanza de vos servir, que si ésta me
faltase, faltarme-ía la vida; y como lo mandáis se fará. Y en esta ida de la ínsola bien será
que con Mabilia lo enviéis a decir a estos caballeros, porque parezca que más de vuestra
gana y voluntad que de la mía procede...(Cap. LXXXI, III).
283
UNIDAD 10
LA CELESTINA
TEXTOS COMPLEMENTARIOS:
“Mundanización y secularización…”
“La magia, tema integral…”
MUNDANIZACIÓN Y SECULARIZACIÓN: EL PLACER DE LA VIDA, LA
DOCTRINA DEL AMOR, LA EXPERIENCIA DE LA MUERTE
Celestina dirige a Melibea estas palabras: “el vivir es dulce” (pág. 86). La frase coincide
casi textualmente con otra de León Battista Alberti, en la que Chabod quería ver la
expresión del nuevo espíritu del Renacimiento: “questa dolcezza del vivere”327 . El puro y
simple vivir, como un goce y un valor por sí mismo apetecible, está reconocido, en sus
internas relaciones, por los personajes de La Celestina, como base de sus ideas sobre el
mundo social. Melibea estima que es deseable la juventud “siquiera por bivir más” (pág.
88). Sempronio huelga de la vida, por que ella es de suyo un bien, ya que en ella se dan
todos los placeres, por cuya razón hay que conservarla por encima de todo (pág. 25).
La incitación a los placeres de la vida, en forma y medida comparable tan sólo a
ciertos documentos renacentistas, a cuya línea corresponde La Celestina, es en ésta un
recurso general: es lo que se propone a Melibea; a lo que aspira Calixto; lo que dice poseer
Sempronio; lo que se ofrece a Pármeno; lo que se pide a Areúsa –gozar de la mocedad,
gozar y hacer gozar del frescor de la juventud (págs. 133,141, etcétera)–. Los jóvenes, dice
Celestina a Pármeno, deben gozar de “todo linaje de placer” (pág. 55). Placer mundanizado,
ataviado, socialmente comunicado, porque en ello está el deleite –“que lo al mejor lo hazen
los asnos en el prado” (pág. 57)–. Placer como fiesta, en que la vida se expande y se entra
en grato comercio con los demás.
El principio de la universalidad del amor y del placer es base de la “concepción del
mundo” en que se apoya la acción de estos personajes. La “dulçura del soberano deleyte”
les empuja (pág. 49). Si Elicia prefiere su placer “a quanto tesor ay en Venecia” (pág. 150),
Melibea, entregada definitivamente al amor, exclama: “¿Quién es el que me ha de quitar mi
gloria? ¿Quién apartarme de mis placeres?... Déxenme gozar mi mocedad alegre, si quieren
gozar su vejez cansada” (páginas, 257-8).
El cardenal Eneas Silvio, en su novela de amor Eurialo y Lucrecia enuncia el
principio animador de esta sociedad: “la naturaleza allá es donde cada uno bive a su
plazer”328 . Y su para el fundamental aristotelismo de aquellas mentes, naturaleza es el fin
de una cosa, quiere decir que el fin es el placer. Efectivamente, esto es lo que reconoce otro
famoso humanista, Lorenzo Valla, en su Tratado del placer: “No se goza para algún otro
fin, sino que el goce es el fin último”. Ello es algo que pertenece al orden natural: “esto
obró la natura, dice Celestina, y la natura ordenóla Dios y Dios no hizo cosa mala” (pág.
100). Estas palabras son traducción casi literal de otras de San Jerónimo: “Bonus est Deus,
et omnia quae bonus fecit bona sint necesse est”329 . No deja de ser interesante la utilización
de este texto para un caso tan opuesto a aquel que lo movió. Esta violenta oposición
acentúa más la extremada entrega al goce de la vida por parte de los personajes
celestinescos. Y el grado de secularización en que se encuentran.
en El mundo social de 'La Celestina'. .Madrid: Gredos, Biblioteca Románica Hispánica, 1972. pp. 153-184.
327 Della famiglia, en Opere Volgri, t. II, Florencia, 1844, pág. 24.
328 Eurialo y Lucrecia, pub. Por M. Pelayo, en sus Orígenes de la novela, NBAE, t. IV, ver pág. 166.
329 Epist. ad Paulam, de morte Blesillae, XXXIX, 2, ed. de Les Belles Lettres, Paris, vol. II, pág. 74.
285
Tal, es, en su base, aquel “déreglement des critères moraux” que pinta Rojas en La
Celestina, según Bataillon330 . Y tal es el espectáculo de la locura que ofrece, según
advertía, coetáneamente, Commines, esa tropa de ignorantes entregada al desorden moral
que el placer trae consigo, “faute de sens et de foy”, dos cosas éstas –fe y sentido
razonable– que en Calixto y en los personajes de La Celestina sufren, efectivamente, un
fuerte eclipse, arrastradas por un desmesurado hedonismo. Es tal el desarreglo de la época
en este aspecto, que la tendencia de borrar u olvidar el carácter pecaminoso del placer –
según la concepción tradicional– viene generalmente de una actitud de mundanización
renacentista, pero puede darse también, a través de un retorcido camino, en estados de
espiritualismo exacerbado y herético, como es el caso de ese movimiento de los bigardos a
los que el Arcipreste de Talavera hace referencia 331 .
El amor como sentimiento humano tiene una historia social. Como todos los
sentimientos, se presenta bajo modos que están condicionados por la situación histórica de
la sociedad en que se dan. Hay, ciertamente, en La Celestina ecos de una concepción
objetiva del amor, según la doctrina escolástica, entendiendo el amor como un orden
natural en que cada ser busca su plenitud, su reposo en el puesto que la naturaleza le tiene
asignado. Cuando Sempronio encuentra natural que Calixto y Melibea, siendo nobles, se
junten y amen por razón de su linaje (pág. 169), tenemos un ejemplo concreto de esta
doctrina objetiva y finalista. Hay también en el texto de la obra reminiscencias verbales,
aunque escasas del amor cortés, utilizando la imagen de la sumisión feudal para definir la
relación entre amante y amada. Es el caso del conocido pasaje en que Calixto confiesa,
“Melibea es mi señora, Melibea es mi Dios, Melibea es mi vida: yo su cautivo, yo su
siervo” (pág. 197). Algún otro pasaje insiste en conceptos análogos (pág. 127), aunque es
claro que las líneas que acabamos de citar contienen mucho más, junto a una fórmula de
amor cortés.
Pero durante los siglos de la baja Edad Media se está desarrollando una nueva
doctrina del amor que viene del fondo místico del Pseudo-Dionisio y a la que Rousselot,
que lo ha estudiado, le ha dado el nombre, tomado de un pasaje de aquél, de doctrina del
amor “extático”. Esa nueva manera de sentir considera que el amor lanza al sujeto fuera de
sí mismo para desordenarlo y enajenarlo, al contrario de lo que sucedía con la doctrina
helénico-tomista que veía en aquel el impulso natural de ser hacía su propio fin, hacia la
plenitud de su naturaleza. Este otro nuevo amor, como ha dicho Rousselot, siguiendo las
fuentes en que lo estudia, es extremadamente libre, porque no tiene más razón que él
mismo, separándose de toda inclinación natural, y es a la vez extremadamente violento,
porque, negando al fin natural, impulsa al sujeto a la negación de sí mismo 332 . Esta doctrina
del amor viene, ciertamente, de fuentes religiosas333 , se origina como un modo de amor
divino y se debe al desarrollo de aspectos psicológicos del amor en los que victorinos,
cisterciences y franciscanos profundizaron en pleno Medievo. “Amor languor est et infirmi
animi passio” escribía ya un severo teólogo de la época. El amor es debilidad, dolencia, una
pasión que hace enfermar el ánimo.
lo divino, lo que nada tiene que ver con motivaciones peculiarmente hispánicas.
286
Esta nueva forma de sentimiento se seculariza y propaga desde el siglo XIV y se
impone cada vez más en el campo del amor humano y profano. El amor como dolor, llaga,
enfermedad, locura, fuego: todos estos aspectos se encuentran en Bocaccio y se difunden en
la poesía de los cancioneros castellanos del siglo XV, según ha visto muy bien E. R.
Berndt334 . Recordemos el verso de Jorge Manrique: el amor “es placer en que hay
dolores”335 . Esta estimación bivalente del amor no cabe duda de que se enraiza en una
experiencia más individualizada y concreta de la realidad del sentimiento. Pero es una
corriente que procede, insistamos en ello, de la doctrina del amor divino en el siglo XIII,
transformada a través de un proceso de secularización y mundanización que se da en todos
los campos de la cultura.
Calixto se presenta a sí mismo, en su estado de enamoramiento, como destemplado,
discorde, fuera de sí, como alguien para quien se ha roto toda armonía (pág. 39). El amor le
trae pensamientos tristes, le entrega a la contemplación de su propia llaga y, en la soledad
de su habitación, le vemos que, como enfermo, quiere estar con las ventanas cerradas
(aucto I). “Calixto –dice la señorita Berndt– presenta su amor como un sufrimiento, como
un mal, como también lo hacían los poetas del Cancionero”. Es su sentir “un secreto dolor”,
“un esquivo tormento”, una “pena grande”. Se trata de una versión general del sentimiento
amoroso que pone en primera línea las penas que acarrea, aunque se reconozca en él lo que
tiene de atractivo. Celestina se lo define en estos términos a Melibea: “es un fuego
escondido, una agradable llaga, un sabroso veneno, una dulce amargura, deleytable
dolencia, un agradable tormento, una dulce y fiera herida, una blanda muerte” (pág. 189).
Siguiendo esta caracterización, también en la Comedia Selvagia el amor se reconoce como
herida y enfermedad336 y en la Comedia Thebayda se dice que el amor “es una compostura
de males dirigida contra el corazón y una fuerza que fuerza las potencias de la libertad y
franco albedrío, ligando juntamente las fuerzas y poder de la razón”337 . También a la
Comedia Eufrosina le es conocida la noción del amor como dolorosa herida.
Pero, además, si la concepción escolástica y aristotélica del amor consideraba a éste
como una energía que impulsaba a los seres al centro de su propio fin y plenitud, esta otra
nueva concepción ve en aquel sentimiento precisamente lo contrario, una invencible fuerza
que los altera y extraña de sí mismos, de su orden natural, dejando a quien lo sufre como
totalmente alienado. Así se expresa Jorge Manrique:
yo soy el que por amaros
estoy, desde os conocí,
sin Dios y sin vos y mí.
Extrañamiento, enajenación, que forzosamente engendran dolor: pero sólo resulta
así, si se considera desde una posición tradicional. El amor saca al hombre de su puesto en
ese orden impersonal, cósmico, según el cual la mente escolástica concebía el universo.
Pero, al hacerlo así, lo libera de ese frío y abstracto “ordo” para permitirle penetrar en su
intransferible y lírico interior. Pero eso, comentando los versos amatorios de Jorge
Manrique, escribía Salinas: “todo, amor y dolor, firmeza y tristeza, está convertido al fin
334 Op. cit., págs. 27 sigs. –la autora no hace referencia al origen histórico del problema que aquí señalamos.
335 Pedro Salinas, en Jorge Manrique o tradición y originalidad, Buenos Aires, 1947, estudia el tema en su
aspecto literario, ver, págs. 13 sigs.
336 Ed. cit., Madrid, 1873.
337 Ed. cit., pág. 29. En esta misma se llama al amor “triste herida”, ver pág. 201.
287
común de empinar al ser humano a lo sumo de su capacidad vital, de distinguirle entre los
demás”338 .
Claro que para los que seguían viendo al mundo como un orden, al individuo como
una pieza inserta en el mismo, a la moral como el sistema de relaciones en él vigente y a la
razón como el principio ordenador del conjunto, esa pasión individualista, fuera de su
quicio natural, a que se entregaba el amante, según el modo personalísimo que se
experimenta en la sociedad de La Celestina, era un atentado contra el sistema de fines y
valores al que, escolásticamente, se daba el nombre de naturaleza. Equivalía, en fin de
cuentas, a la rebeldía de la voluntad contra la razón, lo que venía a constituir, en la doctrina
de los moralistas, la raíz de todos los males.
Junto al desarreglo psicológico que produce en las conciencias, ya que quien sufre
el amor “tiene dentro del pecho aguijones, paz, guerra, tregua, amor, enemistad, injurias,
pecados, sospechas, todo a una causa”, como le acontece a Calixto (pág. 26), hay que
añadir el grave desorden moral que desata, porque con él la voluntad no obedece a la razón.
Esto, que se nos dice en La Celestina y se repite en la Comedia de Thebayda, como
llevamos visto, nos remite a aquella profunda raíz de la crisis social del XV que páginas
atrás consideramos. De individuos en tan grave estado de desconcierto psicológico y moral
no puede seguirse más que una sociedad no menos desacorde. Por eso, el Arcipreste de
Talavera, ante el desordenado amor que prendía en las almas, juzgaba que el mundo venía
en decaimiento y que se encontraba críticamente “mal aparejado”. El amor, según el
Arcipreste, ocasiona más muertes que la guerra y es la mayor destrucción de las haciendas
de los ricos339 . Y aún lo peor es que aniquila el propio ser, abrasándolo en una entrega al ser
amado que niega todo el orden natural. Recordemos el diálogo de Calixto y su criado:
-¿Tú no eres christiano?
-¿Yo? Melibeo soy, y a Melibea adoro, y en Melibea creo y a Melibea amo (pág.
28).
Los ecos, claros y bien distintos, de la doctrina subjetiva del amor, desde su
procedencia religiosa, a través de su secularización y de sus consecuencias sobre el orden
moral de la persona, explican estas frases de Calixto, que son muy semejantes a muchas
otras de la época –y ante las cuales tenemos que reconocer que es un tanto ingenuo y banal
acudir a la explicación de la pretendida tibieza en la fe que se da por supuesta en un autor
converso (tibieza que cabe se diera íntimamente en su conciencia, pero que no es fácil
publicar en reiteradas manifestaciones externas).
Algunas generaciones después, cuando este pre-romanticismo del amor doliente y
desordenado se haya difundido y a la vez haya perdido su virulenta peligrosidad moral y
social, por su trivialización, Lope, en Porfiando vence amor, nos dará una clara y tópica
enunciación de la doctrina:
No hay cosa más atrevida
que amor; ni estima la vida,
ni escucha al entendimiento,
ni permite a la razón
el feudo del señorío,
ni el imperio al albedrío.
288
Tales sus efectos son.
Este amor que tan adecuado vehículo se juzgaría ser, en principio, para llegar a una
exaltación, en su plenitud, del placer de amar y de la entrega a la vida y sus deleites, resulta
que, mordiéndose la cola a sí mismo, viene a exaltar de tal manera el goce amoroso que a
su renuncia prefiere la muerte. En la novela de Eneas Silvio dice la amante: “ninguna cosa
espanta a quien no teme morir”340 . Tal es también la actitud de Calixto y la de Melibea; tal,
igualmente, la de Lisandro y Roselia, en la Tercera Celestina, etcétera. Amor y muerte son
los dos extremos de una desmedida sensualidad que presta al tema del amor, durante el
siglo XV, un desarrollo literario incomparable, según una veta que no es la del amor
platónico, sino la del amor carnal, no menos característico del Renacimiento, la cual inspira
obras del tipo de La Lozana andaluza, o del tipo de las abundantes novelas del género
celestinesco y aún de múltiples episodios de las mismas novelas caballerescas.
La misoginia, cuya tradición llega al Renacimiento y que procede de fuentes
clásicas, encuentra en esa concepción del amor, pretexto para acentuar la crítica de la
mujer. Es fácil relacionar la doctrina aristotélica de la mujer que expone Sempronio con las
declaraciones de misoginia que el autor pone en boca suya, haciéndose utilizar los
consabidos “exempla” de la literatura didáctica medieval sobre las tretas de las mujeres y el
engaño con que fueron capaces de burlarse de héroes y sabios (pág. 31-32). En el ánimo,
supuestamente débil y mal inclinado de la mujer, ese amor como enfermedad, como
“languor”, tenía que prender con especial violencia. “Las mujeres, cuando locamente aman,
con sola muerte se pueden dejar atacar sus encendimientos”: así se dice en la novela
Eurialo y Lucrecia. Ese es el sentido de Melibea y el destino, que, como instrumento del
desorden del amor, hará sufrir a Calixto. ¿Por qué en La Celestina no se habla de
matrimonio? Ésta es una cuestión que se han planteado muchos. En algunos casos se ha
acudido a la pintoresca solución racista de considerar que un obstáculo de judaísmo se
interponía entre los amantes, sin advertir que el primer cuarto del XVI es frecuente en la
realidad de la vida española el casamiento de hidalgo con joven heredera de ricos
conversos. Hay en esa eliminación de la posibilidad del casamiento, en el curso de La
Celestina, una reminiscencia seguramente de la doctrina del amor cortés, de la que Rojas se
sirve para su propio objeto. No era éste un aspecto banal o secundario en la literatura
“cortés” del final del Medievo. Ligado a aspectos sociales fundamentales de la crisis del
siglo XV, la actitud de oposición u olvido de la solución matrimonial era un elemento
importante. Así se observa en el Roman de la Rose. En Jean de Meung “todo su discurso
tiende a demostrar que el matrimonio es contra naturaleza”341 . Y es un eco, bien claramente
recognoscible de esta concepción, lo que se observa en los personajes de La Celestina, que
viene a quedar explícita en palabras de Melibea que a continuación recordamos.
Por otra parte, es no menos cierto que la cuestión de matrimonio era
predominantemente una cuestión social , estamental, en la que muy poco entraba el tema
del amor. Puede apreciarse así todavía en el Norte de los estados de fray Francisco de
Osuna (1531). Pero también es cierto que en la trama de La Celestina, la posibilidad del
individuo de librarse de sujeción familiar o estamental, llegando a un matrimonio por amor,
estaba abierta, ya que, preocupado por la elección de cónyuge de su hija, vemos que dice
Pleberio: “en esto las leyes dan libertad a los hombres y a las mujeres, aunque estén so el
289
paterno poder, para elegir” (pág. 259). Pero Melibea no se hace ni cuestión de ello. No
piensa un momento en esa posibilidad. Prefiere ser buena amante a mala casada –y no
tenemos por qué añadir que en esto no incluya el posible caso del matrimonio con Calixto–.
Así consigue Rojas presentarnos lo que necesita para dar sentido a su obra: un ejemplo
extremado, sin salvación, de esa corriente del amor subjetivo, violento y libre, que no
quiere ver más que en sí mismo su razón de ser, que se niega a aceptar un cuadro
establecido de orden social, para de esa manera realizar plenamente su entrega al amado.
El drama del amor desconcertado requería este planteamiento, libre de todo
condicionamiento externo que limitara su alcance. Es un amor que enajena y enloquece y
no tiene más salida que la muerte. Ése es el contenido de La Celestina como “exemplum”,
como “moralidad”, que trata de poner patéticamente de manifiesto la raíz del mal que los
hombres sufren en la época y de los trastornos que la sociedad acarrea. Tal es el drama de
la personalísima e íntima Melibea, la primera criatura dotada de una vibración lírica
auténtica en nuestras letras, un fenómeno muy moderno cuya posibilidad de expresión
alcanzó Rojas precisamente por la hondura con que captó el tema con que está construido
su ensayo moralizador.
Esta concepción del amor como fuerza libre y violenta resulta perfectamente
adecuada a las condiciones de la nueva clase ociosa, tal como la hemos caracterizado
páginas atrás. El amor, así entendido, es como un nuevo deporte de los ricos ociosos en la
sociedad del siglo XV. De ahí el desarrollo de ese género de literatura amorosa en la época,
que tiene un público aristocrático de señores. Señala Eneas Silvio: “la juventud y
superfluidad de bienes de fortuna con aquél (el amor) se cría e despierta”. Por eso, del
protagonista de su novela nos dice: “ninguna cosa a éste faltava para despertar aquel blanco
calor de ánimo, aquella fuerça de voluntad que llaman amor, sino el ocio y reposo”342 . La
situación de miembro rico de la clase ociosa en Calixto ya nos es conocida y constituye
clave necesaria para entender el sentido de la obra. También en la Segunda Celestina, del
mancebo enamorado, protagonista de la obra, lo primero que se nos dice es que es rico, y
ello es dato común al género celestinesco. Tal es el amor de los jóvenes ociosos, en el
nuevo individualismo burgués de la época, según podía solamente desarrollarse en el marco
de las ciudades.
En estas condiciones, el amor viene a ser, para una clase ociosa que ya no practica
la guerra, un deporte gozoso y doliente, en cualquier caso arriesgado, teniendo en cuenta las
graves consecuencias que su desorden puede acarrear –recordemos los peligros que rodean
la visita a la amada en toda esta literatura y que obliga al amante a ir armado y con una
pequeña tropa–. El amor aparece así como una nueva manifestación de actividad
depredatoria –y esto ayuda a explicar también la ausencia forzada del tema del matrimonio,
ya que, aunque esto pueda ser literariamente supervivencia del “amor cortés”, depende en
la nueva situación de condiciones sociológicas muy diferentes, en las que se encuentra una
clase ociosa que ya no guerrea, que ya no tiene hábitos guerreros, los cuales ha de sustituir
por otras actividades depredatorias (obsérvese que, si a los galanes del género celestinesco
se les presenta como ricos, se omite, en cambio, como innecesario, decirnos si son de
ánimo belicoso o aguerrido; en todo caso, su valor no parece tener más campo que el de las
pendencias callejeras).
342Ed. cit., pág. 105. En cambio, observa que “solamente en las pobres casas mora la castidad, y sola la
pobreza, de las pasiones no sanas del ánimo, es libre”, pág. 107.
290
La muchacha encerrada, cuyo acceso resulta tan fuertemente dificultado, es presa
que codicia el joven rico y ocioso. No hay que ver en ello una circunstancia española. De su
reconocimiento en la propia sociedad italiana que contempla, parte Eneas Silvio para
motivar su relato novelesco: “Este vicio manifiesto es en los italianos; a sus mujeres más
que a tesoro las encierran”343 . Y respondiendo a ese uso –tan claro en el modo de vida de
Melibea– surge el difícil y peligroso deporte del amor. Todavía en nuestro siglo XVII, en
una interesantísima obra de nuestra literatura calificada de costumbrista, esto es, en El día
de fiesta por la mañana de Juan de Zabaleta, se recogen ejemplos de comportamiento
similar, los cuales prueban la continuidad del fenómeno, ligado a una situación histórica de
la sociedad moderna.
Como una manifestación de esa actividad en el amor, Celestina dice que ha “cazado
a muchas mujeres –en el sentido del azor que atrapa la presa como instrumento en mano del
caballero y para goce suyo–. Celestina asegura, efectivamente, que con sus artes tiene
cazadas a más de treinta que son mayores que Melibea, y si Calixto protesta ante tales
palabras, su protesta se reduce solamente a que se diga que son aquéllas más altas que su
amada, pero acepta sin reparo que tales artes de captación se apliquen a ella, para arrancar
de Melibea un fin que no es el que ella hubiera normalmente aceptado. Siguiendo la
metáfora venatoria, como respondiendo de ese modo al trasfondo de la cuestión, en la
Tercera Celestina, cuando el joven enamorado contempla a la doncella, se nos dice:
“nuestro halcón ha visto la garza, cómo se azora y se entona”. Estos casos ofrecen, en
forma social y psicológicamente bien definida, con trazos crudos, los primeros ejemplos de
donjuanismo. Y si el sincero amor, a su manera, de Calixto y la alteración que en su ánimo
produce, parecen alejarlo del tipo ulterior, ya más elaborado, de don Juan, hay, sin
embargo, mucho de común.
Si el deporte amatorio a Calixto y a jóvenes de semejante condición les empujaba a
transportes que les sacaban de sí mismos, y les exponía a arrostrar el peligro de las armas,
otros deportes de más directa procedencia caballeresca, como el de los “pasos honrosos”
entregaba a la muerte con frecuencia a quienes lo practicaban. Es evidente que la deportiva
actitud del joven señor en el torneo, en la caza, como en el amor, puede llevar a dolorosos
resultados, y, en tal sentido, la “triste herida” del amante no contradice, sino que peralta las
condiciones del amor para convertirse en ocupación y ejercicio de los miembros de la clase
señorial.
Maria Rosa Lida no quiere que haya una anticipación de donjuanismo en Calixto 344 .
Aceptémoslo, en tanto que con ello se haga referencia a un tipo de muy precisas líneas;
pero, a ambos casos, la actitud deportiva, venatoria y a la vez desordenada en el amor,
propia de jóvenes representantes de la clase ociosa, les es común.
Que esta concepción individualista y sentimental, sensual y dramática, del amor, se
encuentra desarrollada en alto grado en la sociedad de las ciudades castellanas, a fines del
siglo XV, es algo bien documentado. Basta con repasar los numerosos Cancioneros en que
se reúne la exquisita poesía lírica de la época o con recordar la abundante literatura sobre el
tema de la mujer (Talavera, Rodríguez de Padrón, Álvaro de Luna, Jaume Roig, Diego de
Valera y tantos otros). En estas fuentes literarias se encuentran testimonios abundantísimos
para quien quiera hacer la historia de la sensibilidad española en los albores de nuestro
Renacimiento.
291
Tal situación era bien conocida fuera. De ahí las numerosas traducciones de la
novela sentimental de Diego de San Pedro; de ahí que en Francia para prestigiar una novela
amorosa se presente –aunque la referencia sea falsa– como traducida del español, lo que
sucede con el Roman de Jean de Paris; y de ahí también que un personaje tan
sugestivamente renacentista como Margarita de Navarra, en la novela veinticuatro de su
Heptameron, declare que “le langage castillan est sans comparación mieuex declarant ceste
passion que ung autre”.
¿De dónde procede ese sentido del amor al que tan exactamente responden los
personajes de La Celestina? De un proceso de mundanización y secularización de la vida,
tan ligado al nuevo sentido de la muerte que sólo fijándonos en este último aspecto
acabaremos de comprender.
La situación social de una clase apoyada principalmente en la riqueza, que presenta
una nueva imagen moral condicionada por esa situación y la proyecta sobre la clase
subordinada, despertando en ella los mismos apetitos desordenados, está en la base de la
crisis y desvinculación de los individuos respecto al sistema tradicional de valores y
fines345 . Surge así una sociedad que vive en un mundo secularizado, cuyos miembros, en
sus diferentes niveles, estiman que solamente cabe en ella un comportamiento calculado,
técnicamente desenvuelto en hábil juego con la fortuna. El egoísmo se convierte en ley de
unos individuos distanciados moralmente unos de otros en su insolidaridad. Este
individualismo despierta un sentido negativo de libertad, una apetencia incontenible de
autonomía personal que hace conmoverse todas las relaciones y ha sido la gran fuerza
impulsora del mundo moderno. ¿No es ese el esquema de La Celestina?
¿Es esa imagen de la sociedad la que Rojas presenta afirmativamente en su obra? Es
ingenuo creer que todas las reiteradas frases que parecen revelar una relajación del
sentimiento religioso y moral, y no menos del orden social, que todas esas frecuentes
expresiones de los personajes celestinescos en reconocimiento del placer, de la codicia y
del egoísmo como motores del comportamiento de los individuos, respondan a las
personales convicciones de Fernando de Rojas. Es absurdo tomar las frases de Areúsa, de
Celestina, de Sempronio, de Calixto, etc., que traducen su interno estado de desorden moral
y psicológico a los ojos de una estimación tradicional, como si fueran fórmulas en las que
Rojas hubiera querido condensar y verter sus íntimos sentimientos. Y lo cierto es que así se
viene haciendo por muchos críticos, acudiendo, para explicárselas, a la supuesta
incredulidad de Rojas, considerándole como un representante del supuesto, aunque siempre
inexplicado, agnosticismo de un converso.
Cuando, entre sus datos biográficos, nos encontramos con el de que en su
testamento nos pone de manifiesto Rojas una escrupulosa atención a los negocios del alma
en el más allá, y leemos minuciosas disposiciones en el texto de aquél sobre misas, entierro,
mortaja, etc., todo ello muy dentro de la ortodoxia católica, resulta sobremanera absurdo
345 “Con la situación de una economía de la subsistencia por un sistema de producción de mercancías tiene
lugar un cambio análogo, en la actitud ante las cosas, al que acompaña e l cambio del pensamiento cualitativo
por el cuantitativo en relación con la naturaleza. Aquí también la concepción cuantitativa del valor de cambio
reemplaza a la concepción cualitativa del valor de uso… Es una actitud que gradualmente llega a incluir toda s
las formas de experiencia humana”. Ver K. Manheim, Estudios de Sociología y Psicología social (trad. Esp.,
México, 1963, pág. 98). Y añade Manheim una observación que habría que tener presente a lo largo de la
lectura de todo nuestro libro: “No es que cada burgués individual mire el mundo de ese modo constantemente
y en todos los momentos”, sino que tal esquema corresponde a las formas normales de experiencia social de la
burguesía y que ésta difunde sobre la sociedad en torno.
292
sostener que Rojas hizo esto en su testamento por miedo, y suponer, en cambio, que no
habría sentido el menor temor en la vida al mostrarse tan agnóstico y satírico en La
Celestina. Por otra parte, si en ésta incluyó tan variado repertorio de frases irreverentes,
incluso blasfemias, si omitió en momentos decisivos toda referencia a los sacramentos y a
la religión, si no disimiló duras frases de crítica antieclesiástica, si puso en claro tan honda
turbación moral y espiritual en sus personajes, carece de sentido pretender que ello se debe
a que de esta forma en el autor se exprese, libre y directamente, la repulsa de una religión
por parte de quien había sido forzado a recibirla. Por una frase que no es más grave que
tantas otras de La Celestina, es más. Por una frase que traduce, en términos muy reducidos
y limados, el drama moral y religioso de La Celestina, sabemos que el propio suegro de
Rojas había sido perseguido, no habiéndola pronunciado más que privadamente, si es que
alguna vez llegó a hacerlo. Hay críticos que la traen al recuerdo para venir a concluir que
algo semejante debía inspirar el supuesto anticristianismo de Rojas, converso insincero, en
La Celestina, y, al mismo tiempo, aceptan sin más que a Rojas no le pasara nada grave y
que aún se sintiera tan firme en su postura que se propusiera encargarse de la defensa
procesal de su suegro. Todo esto, en cambio, quiere decir que lo que en la época se creía
descubrir en La Celestina era algo muy diverso; que lo que sí se apreciaba –y con perfecta
claridad– era que tales manifestaciones de relajación de la fe y de la moral no eran frases
dichas por Rojas como expresión directa y personal de su pensamiento, sino, inversamente,
presentadas por él como razón de la catástrofe que arrastraba a todos los personajes de su
obra insalvablemente. La Inquisición no tocó las expresiones anticlericales de La Celestina,
ha observado Bataillon; pero es más, unos años después de su publicación, al apoderarse de
la censura de libros, la Inquisición que asfixiantemente persiguió hasta pequeñas frases y
palabras en tantas obras, no suprimió nada de lo que en La Celestina testimonia
agnosticismo o irreverencia, sencillamente porque no lo tomó como afirmaciones del autor,
sino como muestras del estado moral de una sociedad que en la obra se sometía a evidente
crítica. Sólo en el siglo XVIII se cambió de manera de ver, como ya recordamos al
principio.
Tengamos en cuenta una doble observación; si bien hay matices peculiares en el
texto de Rojas, como los hay en cada uno de los que emplean un lenguaje sacro-profano -
sea un Charles d’Orléans o un Juan de Mena–, y si no hay por qué negarse a aceptar que en
estos matices peculiares puedan rastrearse reflejos de su básica personalidad de hebreo
converso, lo cierto es que tal recurso literario no es más que utilización de una forma
literaria usual en el XV, como ha sostenido Samonà, procedimiento común a escritores de
todo origen y cultura346 . En segundo lugar, ese procedimiento de reelaboración de un
recurso literario, clásico o medieval o renacentista, más o menos frecuente en su tiempo,
transformándolo hasta no dejar de él más que un simple pretexto para alcanzar una obra de
suma originalidad –en virtud de una alquimia artística que María Rosa Lida ha estudiado
con admirable saber–, es siempre lo que Rojas hace en todos los aspectos de su
Tragicomedia. Carece de sentido reducir una creación artística a una determinación étnica
tan parcial y, en cambio, tan rigurosamente aplicada, cuando la antropología y la etnología
han dejado hoy en entredicho la determinación étnica, no sólo entendida biológica, sino
346 Aspetti del retoricismo nella Celestina, Roma, 1953, pág. 98 y siguientes.
293
socioculturalmente347 , dejándola reducida a estrechos límites. Andar preocupados por estos
problemas, y dejar de lado los más efectivos condicionamientos sociales y económicos no
deja de ser una forma un tanto anacrónica de hacer historiografía 348 .
“Por una desviación del buen gusto y de la moda, los poetas del siglo XV, en sus
sublimaciones del amor, llegaron a confundir su posición amorosa o, mejor, el ansia
extremada que sentían por su amada con el amor de Dios, y de ahí vienen esas exaltaciones
en la expresión amorosa hasta la irreverencia sacrílega”: éste es un dato sobre los
Cancioneros del XV que una investigadora que ha trabajado sobre ellos nos enuncia en esas
palabras, con su doble aspecto de generalidad y de banalidad 349 . Rojas coge el hilo de esa
moda y, al complicarlo y enriquecerlo en la urdimbre de su drama, lo desvía hacia una
nueva dirección. En él no será ya una moda literaria; será, en cambio, manifestación de una
forma de vida, con una significación más amplia, incorporado a todo un trasfondo social.
Es un dato más de la honda crisis cuya apreciación le llevó a escribir ese “exemplum” de
filosofía moral que es La Celestina. Tales modos de confusión verbal sacro-profana son
manifestación parcial del íntimo trastrueque de bienes y valores, de sentimiento y
apetencias, de personas y de clases sociales que, en la dramática tensión de la obra,
contienden entre sí y luchan por salir de su férreo enmarcamiento.
Esa ampliación con que los fenómenos de crisis y relación se presentan en La
Celestina fue advertida ya por Menéndez Pelayo: “la inconciencia moral de los
protagonistas es sorprendente. Viven dentro de una sociedad cristiana, practican la
devoción exterior; pero hablan y proceden como gentiles, sin noción del pecado ni del
remordimiento”350 . Sin saberlo él, Menéndez Pelayo dibuja en esa imagen, exactamente, el
comportamiento, perfectamente tipificado, de los individuos de la clase ociosa en la nueva
forma que ésta adquiere a partir del desarrollo económico del siglo XV. Ese párrafo que
acabamos de citar parece extraído de un capítulo de la obra de Veblen, a la que nos hemos
venido refiriendo, sobre las características sociológicas de dicho grupo.
Pues bien, con plena conciencia de esa situación, como tal vez ningún otro escritor
la tuvo, Fernando de Rojas quiere enseñarnos que la salida para los que sí proceden no es
otra que la catástrofe, y esto lo hace en la única forma que podía herir la conciencia de las
nuevas gentes de la época, esto es, como catástrofe personal que alcanza a cada uno de los
individuos que en el drama participan.
Los moralistas y los predicadores juzgan también, a fines del siglo XV –así lo
estiman ellos– que el mundo anda mal. Y, clamando contra ese estado, emplean
insistentemente todas las armas de la literatura didáctica, religiosa y moral de la Edad
Media, todos esos archiconocidos “exempla” que se venían repitiendo en múltiples
colecciones351 . Pero es en vano, porque no ya de cada individuo por sí, sino de la sociedad
347 No se diga que en tales casos no se habla de conversos en un sentido racista. No es sólo a la desvaloració n
de la determinante racial a lo que nos referimos. Por eso empleamos la voz “etnia”. Nos referimo s a toda etnia
o pretendida deformación cultural sobre un elemento decisivamente biológico.
348 Sobre un caso semejante comentaba María Rosa Lida: “en la literatura castellana esa hipérbole es signo de
una época, más bien que reacción de un grupo social o de tal o cual individuo, según lo acredita el ejemplo de
poetas como don Juan II, Santillana. Gómez Manrique, de cuya limpieza de sangre no cabe duda” (Juan de
Mena, poeta del prerrenacimiento español, México, 1950, pág. 94).
349 F. Vendrell de Millás, El Cancionero de Palacio, Barcelona, 1945, pág. 90
350 Ob. cit., III, pág. 386. Este estudio sobre La Celestina es uno de los que todavía hoy conservan interés
294
misma, se diría estar dispuesta, más y más cada día, a continuar por las sendas contra las
que aquéllos claman. Por eso Rojas inventa un complejo y bien montado ejemplo, lleno del
más rico contenido personal individualizado. Podemos comprobar que Rojas, según lo que
le hace decir a Sempronio en las primeras páginas de La Celestina, conoce todo el
repertorio de los “ejemplos” medievales. Pero Rojas sabe también, porque se diría que ha
tomado el pulso a las gentes de su época, que el anodino y pesado recuerdo de tales
anécdotas, conservadas por una anacrónica literatura deficiente, no impresiona a nadie.
Como no impresiona a Calixto, no es más eficaz tampoco para conmover a los hombres
reales, a los hombres de carne y hueso de la sociedad de su tiempo. La ocurrencia de Rojas
entonces consiste en mostrarles los males en que por tan desatenta conducta caen,
efectivamente; no sobre el caso de unos olvidados sabios y héroes antiguos, cuya fría
ejemplaridad a nadie le dice nada, sino sobre personas de rostro y carácter conocidos, que
andan entre las gentes. Su arte radicó en conseguir que para sus contemporáneos, Calixto,
Celestina, Melibea, fueran vistos como personas que cada uno creía haber encontrado y
tratado en su vida real. De ahí la rápida mitificación de estos personajes, que actuaron, con
real encarnación de mitos, sobre las gentes de comienzos del XVI, como se da por supuesto
en la literatura celestinesca de esos años. La “realidad de ficción”, dicho unamunianamente,
de los personajes de La Celestina, era algo que quizá por primera vez se alcanzaba en la
Historia de la literatura, en virtud del fuerte estímulo con que un autor se sintió impulsado a
escribir una “moralidad” tradicional, pero dotada de una fuerza tal vez nunca
experimentada en tal manera, de una fuerza capaz de conmover a las gentes de nueva
sensibilidad que vivían en su tiempo –gentes que no entendían ya el mundo como un orden
abstracto de conceptos generales y que, negándose a permanecer en rígidos cuadros
estamentales, se hallaban en trance de estrenar una conciencia individualista–.
Técnicamente; Rojas consiguió tal novedad al dar el paso, como ha observado Samonà 352 ,
del esquematismo y estilización del diálogo amatorio, propio de la forma retórica de los
espejos y debates de la didáctica medieval, al concreto contenido lírico en la caracterización
de los amantes. Y esto que Rojas alcanza en el terreno del sentimiento del amor, lo logrará
también en el de la dramática experiencia de la muerte.
Lo cierto es que los moralistas y los predicadores estiman que a esas gentes, contra
cuya conducta mundanizada claman, se las ve proceder como si creyeran que no hay más
paraíso que el de los placeres y glorias terrenales y como si olvidaran que en el infierno, al
cual en sus predicaciones invocan, la lujuria, la avaricia, tantos otros pecados, han de ser
castigados. Ante tal estado de ánimo, la idea de Rojas, que le inspira fundamentalmente La
Celestina, es que, existiendo muchos que piensan y obran así y siendo acorde con ello el
proceder de los ricos y ociosos de sus servidores, hay que mostrarle que contra tales casos
el castigo sobreviene en ese mismo pseudo-paraíso de la vida mundana. Al construir su
obra sobre tal base de argumentación, Rojas está estrechamente vinculado una vez más a su
sociedad y condicionado en su obra por una muy concreta situación histórica, en medio de
la cual se siente solidario de los intereses tradicionales. Lo admirable en él es su capacidad
de darnos un cuadro tan complejo y vivaz del panorama social, apasionante, que le es dado
contemplar.
La existencia, en la sociedad española del otoño medieval, de gentes que ponían su
exclusiva preocupación en placeres y dolores mundanos, es, como en el resto de Europa, un
fenómeno reconocido que no tenía demostración. Desde el Rimado de Palacio del severo
295
López de Ayala, hasta la poesía satírico-moral de fines del XV y comienzos del XVI, el
hecho queda bien confirmado. Para esas gentes, se nos dice, nada importa más que la vida
terrena y lo que en ella se pueda alcanzar. A los tales, la muerte se les parece como algo
negativo y nada más, o, por lo menos, principalmente, como una negación: la pura y simple
cesación de la vida, sin una decisiva referencia al tema de la vida sobrenatural. De este
modo les acusan los moralistas y en estos términos se citan algunas declaraciones explícitas
de personajes de la época. Una vez más, esto se ha puesto en relación con el pretendido
agnosticismo de judíos y conversos. Y, como en el caso de los personajes de La Celestina,
su inconsistente credulidad parece responder más bien a una actitud mundanizada,
semejante a la que hemos dicho. María Rosa Lida ha relacionado la presencia de ese estado
de espíritu en la obra de Rojas con la acusación inquisitorial contra su suegro, Álvaro
Montalbán, en la que se le atribuye negar que exista un más allá 353 . De tal manera ni
Montalbán creería en la otra vida, conforme se le achaca en el proceso inquisitorial, ni su
yerno Rojas creería tampoco en ella, según se desprende de la falta de preocupación por la
misma en las páginas de La Celestina. Mas, al argumentar de esa manera, parece darse por
supuesto: primero, que el contenido de una acusación inquisitorial haya que tomarlo como
un dato fidedigno354 , lo que resulta difícil de sostenerse hay que armonizar las muy
contradictorias imputaciones que se le lanzaban a un mismo tiempo contra los judíos y
conversos, segundo, que exista una relación necesaria entre judaísmo y mundanización,
entendida ésta según el tipo que hemos venido señalando, siendo así que el judío de origen,
siempre acusado de seguir con sus prácticas, mostraba, según ello, una heroica fidelidad a
sus creencias (“on se fair d’étranges idées dur les cristianos nuevos”, dice Bataillon);
tercero, que Rojas, con valor casi suicida, ingenuamente quería dar cuenta a todos en La
Celestina de un íntimo estado de creencias cuya mera imputación privada tan amargas
consecuencias le costaba soportar a su suegro.
Lapesa ha recordado el dato de una acusación análoga, hecha contra el médico,
también judío, Juan López de Illescas; pero el propio Lapesa 355 recoge la alusión de Gómez
Manrique contra los que creen
que no ay en el bivir
sino nascer e morir,
creencia que, advierte aquél, en ningún momento Gómez Manrique atribuye a cristianos
nuevos y judaizantes, sino que presenta como un fenómeno dado en su tiempo. Y,
efectivamente, así es: al darnos tal imagen del estado espiritual de sus personajes, Rojas,
muy lejos de autodenunciarse en sus frases como converso mal avenido con la nueva fe, lo
que hace es reflejar, en tanto que ámbito en que se explica el estallido de su tragedia, una
actitud vital general en la Europa de la segunda mitad del XV. Es, exactamente, la idea de
la muerte que, a través de una fina investigación, ha caracterizado Tenenti como propia del
arte europeo de ese siglo. Es difícil descubrir una adecuación mayor entre ambos aspectos,
prueba eficaz del pleno europeísmo de la cultura del siglo XV, a pesar de las modas locales
que en él, como en cualquier otro lugar o tiempo, puedan darse.
296
La manera como el hombre “vive” la muerte es distinta de unas épocas a otras, es
historia. “El sentido de la muerte es, en su primer aspecto, un problema histórico, dice
Tenenti, es decir, que no cesa de transformarse, de vivir, en suma, aunque a nuestra mirada
no alcance gran relieve más que en periodos de crisis”. El sentimiento del límite o del final
de su propia duración en el nombre “afecta a los resortes más profundos de la vida y
constituye necesariamente un aspecto importante de la evolución de las sociedades”356 .
A mediados del XV, el tema de la muerte adquiere una gran difusión en la cultura
de la sociedad europea occidental. Bajo forma de “triunfo”, según la fuente petrarquista, o
como danza macabra, se hace general y se emplea incluso como motivo ornamental, en la
iluminación de libros, decoración de muebles, estancias, tapices, puertas, fachadas, etc.
Recordemos esas curiosas extravagancias con las esfinges, en bajorrelieve, de la vida y de
la muerte, en una casa de la calle segoviana del mismo nombre, que hoy se encuentra en el
museo de la ciudad. Lo que en esas nuevas y tan repetidas versiones del tema destaca –
aunque subsista, como en un segundo plano, el carácter de la muerte como entrada en el
más allá– es, ahora, sobre todo, el sentimiento de que ella pone fin a la vida. De ser el
primer acto de la otra vida, cada vez más se le considera como el último acto de la
existencia terrena. Bajo una u otra forma, de triunfo o de danza, que la literatura o la
iconografía difunden, lo que queda puesto fuertemente de relieve es que, con su inexorable
poder, la muerte nos priva de cuanto el mundo nos ofrece. Claro que, en último término, “el
fin del cuerpo conservará siempre su valor de liberación del alma, pero ahora la
consideración se detiene más en aquél otro aspecto, tratando de sacar el mayor provecho
espiritual posible”357 .
Las conclusiones sobre la investigación del tema en el campo del arte coinciden con
las que pueden realizarse en el sector de la literatura. Huizinga nos hizo ver ya una
concepción de la muerte parecida358 . La muerte es, en la literatura italiana del primer
Renacimiento, el final del placer o del goce del vivir, bien se trate de la licenciosa
sensualidad de los libertinos o bien de la exquisita cultura intelectual a que aspiraban los
humanistas. Miss E. R. Berndt, que se ha planteado el tema, precisamente estudiando La
Celestina, sin conocer, según parece, el libro de Tenenti, llega a las mismas conclusiones.
“Para Salutati, con la muerte, que destruye la armonía de todo lo humano, el hombre deja
de ser, ya no existe. Y para Alberti, con la muerte, nosotros ya no somos, ya no existimos.
La muerte es tan terrible para ambos porque es la destrucción de algo muy valioso y
esencialmente humano: la conciencia del yo personal”. En cualquier caso, es la cesación del
vivir, de ese vivir que por sí mismo es tan deseable. En España, los poetas del Cancionero
del XV revelan un sentimiento análogo que les lleva a quejarse de la “negra muerte”359 . De
ahí la tendencia a buscar en una existencia terrenal, individual, aunque no física, la de la
fama, una compensación a la pérdida que la muerte representa360 .
No son los dolores de la muerte ni los tormentos infernales en la vida eterna lo que
cuenta, sino la privación de la vida en este mundo. Y ese aspecto negativo destaca
particularmente en la versión literaria española de la Danza de la muerte, la cual presenta
mucho menos tremebundismo medieval que las demás versiones del tema en otras
356 La cie et la mort dans l’art du XV.e siècle, Paris, 1952. La cita en pág. 9.
357 Resumimos las observaciones que expone Tenenti, págs. 29 sigs.
358 Op. cit., vol. I, págs. 201 sigs.
359 Berndt, págs. 73 sigs.
360 Una interesante discusión del tema en Alberto del Monte, Chiosa alle Coplas di Jorge Manrique, en
297
literaturas; pero es inexorable su testimonio de privación de goces y placeres, en lo que la
versión castellana alcanza una vivacidad y un realismo que no se encuentran en otras361 .
Pues bien, de este planteamiento del problema de la muerte en la sociedad de fines del siglo
XV parte Rojas para construir el tema de La Celestina362 .
Rojas, que, ingresado como converso en la ortodoxia de la sociedad en que vive, se
siente más bien solidario del sistema moral tradicional, escribe su Tragicomedia para
amonestar a las gentes con el ejemplo de que el final de su desorden es la muerte, esto es,
el acabamiento irremediable de esa misma vida que se quiere gozar. La Celestina se
inscribe entre esas abundantísimas obras de la literatura y del arte dedicadas a ese tema, que
constituyen la mayor producción tal vez del siglo. Y se inscribe en esa línea exactamente
con un sentido de la muerte que corresponde a la época en que se produce. Siguiendo esa
correspondencia se llega a poder explicar aspectos parciales, cuyo sentido no cabe
comprender más que interpretándolos en esa dirección. Por ejemplo, se ha señalado como
extraño el pasaje de la obra en que los criados, después de muerto Calixto, retiran su
cadáver del lugar en que el mortal accidente se produjo, para librarle de deshonra. Se ha
querido ver en ello una prueba de que Melibea era hija de converso y de que los criados dan
por descontado que la proximidad a la casa de una familia de origen hebreo infamaría la
memoria de Calixto. Es ésta una solución insostenible, ya que en esa época y hasta en
fechas mucho más adelantadas es normal y perfectamente aceptado el matrimonio de
personaje de alto linaje con rica heredera de converso. Creer que la tacha desfavorable que
los criados de Calixto quieren evitar es algo que depende de la proximidad de la casa de
Pleberio por el imaginado judaísmo de su dueño, es más que absurdo, y contradice el
carácter honorable y aristocrático de que la mansión del padre de Melibea se rodea en la
obra. Hidalgos casados con hijas de conversos vivían en las casas de éstos, en plena judería,
sin tacha alguna. Ejemplo, Juan Bravo, en Segovia, a quien ni aún siendo condenado por
traidor comunero, se le acusó de tal proceder. Comprenderemos el pasaje de La Celestina
teniendo en cuenta otros motivos: considerando sencillamente que para la burguesía rica y
recién ennoblecida del Renacimiento y para cuantos pertenecen de algún modo a su mundo,
el decoro social era una necesaria base de su sistema de vida y la práctica externa de la
religión era, a su vez, un elemento de ese decoro. En 1473, Bartolomeo de Maraschi
publica en Roma un pequeño tratado de Preparatione alla morte363 y en él se dice que la
muerte sin sacramentos deshonra al muerto y a su casa: “tutti quelli che sonno de la
progenie e parentela remangono infamati e masculati”. La nota infamante de haber muerto
“como un perro en medio de la calle” y sin las requeridas prácticas devotas, afecta, pues, no
sólo a la memoria de Calixto, sino a toda su familia y a la gente de su casa. Que de tal
manera lo que cuenta sea la descalificación social en un caso así, es contundente prueba,
una vez más, del estado de secularización de la clase ociosa rica y del carácter externo de su
religión. Y esa misma situación que descubrimos en la referencia de un texto piadoso
italiano, publicado unos años antes en la Roma renacentista, se pone igualmente de
manifiesto hasta en los pasajes secundarios de La Celestina. Pero es más. La misma
361 W. Mulertt, Sur les danses macabres en Castille et en Catalogne, en Revue Hispanique, LXXX, 1933.
362 Gilman, ob. cit., pág. 132, niega todo parentesco entre el sentido de la muerte en el Libro de Buen Amor o
la Danza de la muerte y en La Celestina. Sin embargo, en el último caso, hay coincidencia en un asp ecto
fundamental como el que hemos señalado. Lo que puede decirse es que La Celestina ofrece en sí admirable
desarrollo literario lo que la Danza contiene en forma más modesta. Pero, desde luego, la diferencia, como
sostiene Gilman, es grande, debido a la mayor modernidad de La Celestina que venimos poniendo de relieve.
363 Cit., por Tenenti, pág. II.
298
legislación positiva española, de acuerdo con el estado europeo de la cuestión, recogía,
desde comienzos del XV, ese planteamiento del decoro de la muerte como un problema
social que la ley tenía que resolver. En efecto, en una ley de Enrique III, en 1400, disponía
que al que muriese sin confesar y comulgar, salvo en caso de fuerza mayor, cuya engorrosa
prueba –siempre peligrosa para el decoro o decencia del muerto y su familia–en caso de
duda incumbía a la parte, sería castigado con la pérdida de la mitad de sus bienes, que se
declararían afectos a la Cámara real. Y esta ley pasó a la Nueva Recopilación (I, I, 5.ª) y,
aún más tarde, a la Novísima (I, I, 3.ª).
La construcción levantada por Rojas pone ante los ojos del lector cuál es el
resultado de las gentes entregadas a un profundo desarreglo del criterio moral. Es el drama
de los que, sobre todo, desean vivir más, concediendo una primacía indebida a la vida
terrena, al pensar que “es dulce vivir”. Es el drama de los que están dispuestos a “todo por
vivir” (pág. 165), de los que gozan de la juventud porque tiene más vida por delante (pág.
170), de los que estiman la vida, de suyo, como un bien, con el que hay que holgarse y
gozarse (pág. 262). Es, en fin de cuentas, el drama, lleno de la más dolorosa contradicción,
de los que, como Melibea –que pronuncia o asiente o acepta tales palabras de exaltación del
vivir y del gozar–, acaban entregándose sin libertad a la muerte, vencidas en su albedrío y
en su misma voluntad de vivir.
Para unos hombres que estiman superlativamente la dulzura de la vida,
representarles los bienes o los males del más allá puede no tener demasiada fuerza. Sin
duda, los bienes terrenales ejercen sobre ellos más enérgica tentación que los del otro
mundo364 . De la misma manera, los males de la tierra pueden resultar más insufribles que
los que amenazan en la otra vida365 . En consecuencia, hay que apoyarse en ese mismo
sentimiento de gusto por la vida terrenal y de dolor por sus sufrimientos, máximamente por
su fin fatídico, si se quiere realizar una obra moral eficaz, una obra que impresione las
conciencias con la mayor energía.
Pero es necesario, a tal objeto, ponerles también de manifiesto que esa muerte que
les amenaza es la suya, la de cada uno, cuya única e irrepetible existencia acabará en el
momento de aquélla. Todo el individualismo que empieza a impulsar en sus aspectos más
diversos la cultura de la época, inspira ese nuevo sentimiento individualizado,
personalísimo, de la muerte. Todavía en las representaciones iconográficas o literarias de la
“Danza de la muerte”, ésta se presentaba con un sentido abstracto y general. Aunque en
muchas de esas representaciones los detalles fueran ya realistas, la imagen de la muerte
aparecería como simbolización de un concepto doctrinal. No había alusión a un hecho
físico concreto que singularmente –una enfermedad, un accidente– cortara la existencia de
tal o tal otra persona en su real individualidad. La muerte, con la herida de su dardo o el
corte implacable de su guadaña, pone fin a las vidas anónimas de personajes abstractos –el
rey, el obispo, el mercader, el labrador–. Pero ese es el aspecto del tema que va a cambiar,
para cargarse de la más fuerte tensión personal. Tenenti cita la novedad de un libro de horas
francés, de mediados del XV, en el que la meditación de la muerte se acompaña, en sendas
miniaturas, de las imágenes de un hombre que se ahoga y de una mujer enferma. Se
abandona un mundo de símbolos para entrar en un mundo de realidades personales. Es una
364 Los teólogos se plantean cada vez más el tema de si los bienes temporales pueden merecerse, y llegan a
una solución afirmativa para atraer con la esperanza de ellos al cumplimiento de los deberes religiosos.
365 Calixto considera tan agudamente doloroso su fuego de amor que “el del purgatorio es tal, más querría que
299
nueva experiencia, de contenido altamente individualizado, la que el artista que ilustró ese
texto quiso representar.
La Celestina no es ni una “Danza macabra” ni un “Triunfo de la muerte”. Con una
forma mucho más evolucionada, francamente renacentista, presenta las experiencias,
singulares en cada caso, del morir de cada uno. La Muerte, como símbolo abstracto, no es
la protagonista, a diferencia de los viejos “exempla” medievales; pero el morir de cada uno
domina, como experiencia real, la vida de todos los personajes. No se trata de un castigo
que viene ordenado directamente del más allá y con inmediata referencia al pecado
cometido. Para muchos, la real y práctica indeterminación en su cumplimiento, de castigos
tales, se los dejaba reducidos a una amenaza poco temible. Se trata, en cambio, ahora de
presentar el morir como resultado positivo de un encadenamiento de causas, como ya
vimos, en las cuales puede no estar inserta su expresa finalidad, pero a cuya forzosidad
nadie puede sustraerse. La dulzura de la vida, la gloria de los placeres, cuyo disfrute, en
cada uno a su manera, enajenó y desordenó a Calixto y a Melibea, a sus criados, a
Celestina, se acaba con el golpe terrible de la muerte personal, privándoles de esa existencia
en la que querían encerrar todo su bien. Los deleites de la vida llevan a un más rápido,
inesperado y seguro acabamiento de la misma. Tal es el sentido moral de La Celestina, en
estrecha conexión con los supuestos histórico-culturales de la sociedad que en ella se
refleja.
También el Arcipreste de Talavera, proponiéndose escribir contra la raíz de los
males de su tiempo, nos confiesa que proyectó hacerlo reduciéndose a los medios que en tal
situación pudieran ser eficaces: “por çierta experiençia e rrazones naturales”366 . Fernando
de Rojas –sólo que mucho más radicalmente– seculariza su alegato y se sirve de elementos
terrenales que puedan servir para impresionar patéticamente sobre el infortunio y el dolor
que amenazan367 .
300
LA MAGIA, TEMA INTEGRAL DE LA CELESTINA
Peter Russell
Un rasgo que no puede dejar de notar ningún lector de la Comedia o de la Tragicomedia de
Calisto y Melibea es que tanto Rojas como el autor del Acto I (si este último no es el
mismo Rojas) atribuyen mucha importancia a los contactos que tiene Celestina con las
fuerzas sobrenaturales y, sobre todo, al pacto diabólico del Acto III que le permite a la vieja
alcahueta, según ella insiste varias veces, captar la voluntad de Melibea. A pesar de ello, la
crítica celestinesca de nuestros días ha mostrado siempre gran aversión a tomar en serio el
elemento mágico en la Tragicomedia. Tal actitud está ya patente en el comentario que Juan
de Valdés hace (ca. 1535) de la obra. Al decir Valdés que el carácter de Melibea hubiera
podido ser dibujado mejor porque «se dexa muy presto vençer, no solamente a amar, pero a
gozar del deshonesto fruto del amor»368 , adopta un criterio que parece pasar enteramente
por alto la existencia del pacto con el demonio hecho por Celestina para producir, por
medios sobrenaturales, el resultado que critica. Gaspar von Barth, en la Dissertatio que
precede a su traducción latina de la Tragicomedia (1624), opina al discutir la escena entre
Celestina y Melibea en el Acto IV, que el pacto diabólico es superfluo aunque acepta la
realidad de las relaciones de la vieja con el Diablo. Según él, casi ninguna muchacha
hubiera podido resistir al salto contra su virtud que la vieja sabe hacer, fundándose en la
experiencia puramente mundanal ganada durante tantos años dedicados a la alcahuetería 369 .
La opinión de Menéndez y Pelayo es parecida. Nota que “el autor quiso que Celestina fuese
una hechicera de verdad y no una embaucadora”370 y que el repentino cambio emocional de
Melibea que le lleva desde un estado de indiferencia hacia Calisto a otro de amor
apasionado, se debe a los efectos de la hechicería. Mantiene, sin embargo, que la
intervención diabólica es innecesaria, 371 y niega que el papel de Celestina como hechicera –
que equipara con su papel de borracha– tenga importancia capital.372 Tal opinión sigue
siendo generalmente aceptada. Para Ángel Valbuena Prat “este momento diabólico, en el
que es posible que haya una caricatura deliberada, resbala por el plano únicamente realista
de la trama de la tercera y los enamorados”. 373 Gilman se interesa poco por el tema de
Celestina como hechicera.374 Marcel Bataillon, tomando al pie de la letra las conocidas
Publicado en Temas de «La Celestina» y otros estudios. Del «Cid» al «Quijote», Barcelona, Ariel, 1978, pp.
243-276. Versión ampliada y actualizada hacia 1965 de un texto en español con el mismo título publicado en
Homenaje a Dámaso Alonso III, Madrid, 1963, pp. 337-354.
368 Juan DE VALDÉS, Diálogo de la lengua, Madrid, Clásicos Castellanos, 1928, p. 177.
369 Pornoboscodidasculus latinus… Francofurto…, MDCXXIV: «Minimum sane hic incantationes egerunt,
quamquam et huius sceleris crimini anum veneficam illigarunt: quibus etiam demtis, vix quaequam puella
caeteris talibus assultibus restiterit. Norat nimirum, tot annorum Lena, ex tempore omnia concilia, atque ad
animum cuiusvis Puellas expugnandum, ex re ipsa vertere» (**3v). Barth, sin embargo, escribe más tarde:
«Celestina non solum conculcat religiones, cualtamque Numinis, sed et, pro longa sua adsuetudine, Diabolum
ipsum adorat, adiurat, eius ministerio, instar dirae avis, columbam simplicem reti libidinis induit» (***4r).
370 Orígenes de la novela, III, NBAE, n.º 14, Madrid, 1910, p. XCV.
371 Ibid, pp. XXXII y XCV.
372 Ibid, p. XLV.
373 Historia de la literatura española, I, Barcelona, 1937, p. 353.
374 Véase, sin embargo, The Art of “La Celestina”, Madison, 1956, p. 93-94. En una nota (p. 231, n. 2) cita
con aprobación Gilman un artículo de F. M. Torner en el que éste atribuye a Celestina un satanismo distinto
del «satanismo pueril que pudieran conferirle sus conjuros, brebajes y filtros. Todo eso es la tramoya
ostensible y superficial de otro satanismo más auténtico cuyos recursos más poderosos no son las retortas y
los matraces de la magia sino como fuerza espiritual que es la palabra insinuante y viscosa que empieza por
301
palabras de Pármeno el terminar su descripción de las actividades de Celestina como
hechicera en el Acto I (“E todo era burla e mentira”), concluye “toute cette prétendue
corcellerie n’est que comédie, attrape-nigauds”.375 Para María Rosa Lida de Malkiel “la
magia de Celestina en acción … no es un elemento orgánico del drama ni está integrado
en la representación del personaje como lo están, por ejemplo, su codicia, su sentido de
honra, su religión”.376 Ninguno de estos críticos conoce lo que dice sobre el tema de la
magia en la Tragicomedia el anónimo comentador español del siglo XVI. Sea dicho de
paso que Bataillon, sin embargo, al notar que los personajes de la obra que están al tanto de
las actividades diabólicas de la vieja no reaccionan ante ellas con ningún tipo de horror ni
espanto, plantea un problema capital para quienes se sienten inclinados a creer que la magia
se ha de tomar seriamente como tema de la obra de Rojas.
Pocos son los estudios que han tomado en serio la magia en la Tragicomedia. El
más importante es el artículo de Inez MacDonald, quien esboza muy bien, limitándose al
texto de la Tragicomedia, la argumentación a favor de la influencia diabólica sobre lo que
ocurre en la obra.377 Entre otros hay que mencionar el artículo de J. Berzunza,378 que
discute el tema útilmente pero sin situarlo seriamente en el contexto de las artes mágicas en
Europa o en España en el siglo XV, y sin estudiar las consecuencias literarias del papel
atribuido por Rojas a esta materia, y el de José Bergamín,379 donde se trata de un satanismo
menos concreto que el que me interesa aquí. Igual puede decirse del sugestivo artículo de F.
Rauhut380 , donde se considera el tema de lo demoníaco en la Tragicomedia en términos
más metafísicos que mágicos. Rauhut nota, sin embargo, que sólo es posible considerar
innecesario el pacto diabólico entre Celestina y el Demonio si se supone que la tarea de la
crítica con respecto a la obra de Rojas debe limitarse a poner de relieve el valor de su
«realismo». Añade la interesante sugerencia de que la introducción del Demonio in persona
dentro de la trama sirve para hacer entrar en la historia de los amantes, de modo
inequívoco, las potencias del averno.
Me parece, sin embargo, que, aun adoptando un criterio estrictamente realista, no es
posible menospreciar ni pasar por alto el tema de la magia en la Tragicomedia sin
abandonar un elemento vital de la obra tal como Rojas la concibió y como sus primeros
lectores la debieron entender. Como se verá, un aspecto de los grabados de la misma
Celestina que encontramos en algunas de las primeras ediciones del libro representa un
evidente deseo de parte del grabador de explicar, en términos visuales, cómo la vieja pudo
hacer entrar al Demonio en casa de Melibea. A pesar de este y otros testimonios, la idea de
que hay que aceptar que Fernando de Rojas tomara en serio los tratos de Celestina con los
poderes diabólicos encuentra gran resistencia de parte de la mayoría de los críticos. Hay
que acercarse al problema, por consiguiente, mediante un intento de establecer lo que
inquietar y acaba por persuadir». Torner, en lugar de considerar el tema de la magia en el contexto del siglo
XV, quiere liberar a la Tragicomedia y a Rojas de unas creencias que, como veremos, no parecían de ningún
modo pueriles a los hombres de dicho siglo.
375 M. Bataillon, La Célestine selon Fernando de Rojas, pp. 66-67.
376 M. R. Lida de Malkiel, La originalidad artística, p. 541.
377 “Some Observations on the Celestina”, HR, XXII (1954), pp. 264-281; véanse, sobre todo, las pp. 272-
277.
378 “Notes on Witchcraft and ‘Alcahuetería’”, RR, XIX (1928), pp. 141-150.
379 “Rojas, mensajero del infierno”, Revista de la Facultad de Humanidades y Ciencias, Montevideo, n.º9
117-148.
302
opinaban los contemporáneos del autor de la Tragicomedia sobre la magia. Al querer
defender a Rojas contra «la acusación» de haber creído en la eficacia de la hechicería, la
crítica no parece darse cuenta de lo verdaderamente excepcional que hubiera sido, a finales
del siglo XV español, una tal postura381 .
II
A la pluma de Menéndez y Pelayo debemos un estudio general sobre las artes mágicas en
España durante la Edad Media, que sigue siendo punto de partida conveniente para
cualquier estudio particular referente a este tema 382 , si bien necesita ahora revisión para
tomar en cuenta los descubrimientos hechos posteriormente y, sobre todo, la enorme
ampliación de nuestro conocimiento de la magia medieval, debida a la obra monumental de
Lynn Thorndike y a otros trabajos recientes383 . Evidente es que el interés por la teoría de las
artes negras y la práctica de ellas, estaba tan hondamente arraigado en España como en
cualquier otro país. Abundan en España, es verdad, «denuncias» de las prácticas mágicas,
debidas a la pluma de teólogos y legos de esta época, pero hay que tener siempre en cuenta
que tales denuncias no se fundan en un escepticismo con respecto a la eficacia de dichas
prácticas; casi siempre suponen, al contrario, una creencia en la posibilidad amedrentadora
de que, mediante conjuros, hechicerías, ligaduras y el aprovechamiento de un sin fin de
objetos dotados de poderes mágicos, las fuerzas demoníacas podían operar, o ser forzadas a
operar, activamente contra los hombres.
Santo Tomás mismo, y con él muchos otros padres de la Iglesia, había afirmado,
como es sabido, la realidad de la magia. Lo único que negaban los ortodoxos –y no sin
vacilar a veces– era que los magos poseyesen ellos mismos, como dote natural o adquirida
mediante estudios, potencias sobrenaturales. A los propios hechiceros se les consideraba
embaucados por los demonios, deseosos éstos de explotar su credulidad y orgullo en pro de
los ardides diabólicos. Así, el fenómeno de la mala gana con que los demonios aparecen
cuando les conjura una hechicera –característica de todo conjuro, y que se ilustra en el
famoso conjuro del Acto III de la Tragicomedia-, se interpretaba a veces no como prueba
del dominio de la hechicera sobre ellos, sino como un engaño practicado por los demonios
para hacer creer a la maga en sus supuestos poderes sobrenaturales. La magia, en la
realidad, la practicaban, sin necesidad de intermediarios humanos, pero sirviéndose de
ellos, los demonios mismos. De allí surge el tema de la hechicera a la vez burladora y
burlada que, entre otros, comenta Pedro Ciruelo refiriéndose a aquellos «que en estos
miserables tiempos enloquecen y desatinan, creyendo a embusteros y adivinos que se
381 El tema se trata, a mi juicio de modo no totalmente convincente, en Michael J. RUGGERIO, The Evolution
of the Go-Between in Spanish Literatura through the Sixteen Century, Berkeley y Los Ángeles, 1966, sobre
todo, pp. 45 ss. Creo que no tiene razón Ruggerio al decir (p. 53) que se llama a Celestina n o sólo «hechicera»
sino también «bruja». La única bruja mencionada en el texto es Doña Claudina y la distinción puede ser
importante.
382 Historia de los heterodoxos españoles, III, Buenos Aires, 1945, cap. VII. Véase también Julio CARO
BAROJA, Las brujas y su mundo, Madrid, 1966, publicado después de redactarse la primera versión del
presente artículo. Los caps. 6-8 interesan como síntesis de los conocidos datos históricos que tienen que ver
con nuestro tema.
383 A History of Magic and Experimental Science. Utilizado en este artículo las siguientes ediciones: I y II,
Londres, 1923; III, Columbia University Press, Nueva York, 1934. Aunque basado sobre todo en documentos
inéditos ingleses, muy importante para la historia de las artes negras en Europa es el recie nte estudio de Keith
THOMAS, Religion and the Decline of Magic: Studies in Popular Beliefs in Sixteenth - and Seventeenth-
Century England. Londres, 1971.
303
burlan del mundo, y son burlados por Satanás». 384 Pero, para los teólogos medievales,
quienes negaban la realidad de la magia opinaban contra la autoridad de los santos y de la
fe.
Esta opinión ortodoxa se mantuvo hasta el fin de la Edad Media, si bien, sobre todo
del siglo XIV en adelante, la tendencia era a reconocer verdaderos poderes a los magos.
Los llamados escépticos que trataron del tema atribuyeron muchas supuestas
manifestaciones de la magia a efectos naturales, pero jamás llegaron a la posibilidad de que
los demonios ejecutaran milagros. Tal es el caso de Roger Bacon (1214-1294), quien niega
terminantemente que una hechicera puede de veras conjurarar a un demonio. En la última
mitad del siglo XIV, Nicolás Oresme, Enrique de Hesse, y otros teólogos de menor
categoría –entre ellos el dominico valenciano Nicolás Eymeric– criticaron duramente las
creencias mágicas. Oresme y Hesse intentaron explicar muchos supuestos fenómenos
ocultos por medios naturales. Todos, sin embargo, admitían la existencia de resultados
mágicos producidos por la intervención de los demonios en los asuntos humanos,385 y
Oresme no dudaba que cualquier persona que se hubiese entrometido en las ciencias
vedadas había siempre terminado mal. La suerte sufrida por los principales personajes de la
Tragicomedia de Calisto y Melibea estaba, pues, de acuerdo incluso con la opinión del más
escéptico de los teóricos medievales que trataron el tema de la magia.
Sin embargo, la Tragicomedia no se escribió en este ambiente de relativo
escepticismo. Al terminar el siglo XIV, y durante todo el siglo siguiente, tanto la creencia
como la práctica de la magia aumentaron notablemente en todos los países europeos y entre
todas las clases sociales. No faltaron eminentes académicos que defendieron y explicaron
con pormenores las operaciones de la astrología nigromántica y la invocación de los
demonios, como lo hizo el médico boloñés Antonio de Montulmo en su tratado De occultis
et manifestis artium.386 El caso de Enrique de Villena, en España no era, pues, tan raro
como las historias de la literatura suelen sugerir. A la par que crecía la creencia de la magia,
crecían también los intentos de las autoridades eclesiásticas y civiles de eliminar, mediante
la hoguera y el encarcelamiento, a las personas sospechosas de practicar estas artes,
esfuerzo que sólo sirvió para aumentar aún más la superstición general. Ya en tiempos del
papa Juan XXII (1316-1334) la bula Super illius specula estableció que la Santa Sede
aceptaba la realidad de las artes ocultas y reconocía que algunos clérigos la practicaban.
En Castilla seguía en vigor en la época en que se publicó La Celestina la conocida
ley de Don Juan II de 1410 “contra los que usan de hechicerías y adivinanzas y agüeros y
otras cosas definidas”, ley que imponía la pena de muerte como único castigo en el caso de
toda una serie de prácticas mágicas. Entre éstas se incluye el uso de hechizos,
encantamientos, cercos, ligamentos de casados, etc. Esta ley continúa teóricamente en vigor
en la época filipina pues aparece en la Recopilación de 1592 (Segunda parte, f. 154v).
384 Citado en Luis S. Granjel, “Aspectos de la literatura anitsupersticiosa española de los siglos XVI y XVII”,
Medicina, II (1953), p. 15; artículo libre de la tendencia muy visible en los trabajos sobre el tema publicados
en España hasta mediados del siglo XX de querer hacer creer a los lectores que la creencia en las artes negras
en esta época estaba menos divulgada en España que en otros países. Ciruelo, como él mismo declara en el
prólogo a su Reprobación, había ya tratado brevemente el tema de la magia en su Tratado de la confesión,
1525 (véase Gallardo, Ensayo, II, n.º 1828).
385 Thorndike, op. cit., III, cap. XXVI, especialmente pp. 428, 429 y 432, y cap. XXVIII, pp. 490, 494.
386 Ibid., pp. 602-610. Floreció Antonio de Montulmo en la Universidad boloñesa, entre 1384 y 1390. Para el
desarrollo de los estudios mágicos en la Universidad de Paris, y sobre las supuestas escuelas dedicadas a
dichos estudios en Toledo y en Salamanca, véase más abajo.
304
Pedro Ciruelo, en su Reprobación de las supersticiones y hechicerías (1530, pero tal vez
publicada por primera vez mucho antes), insiste en que las leyes del reino «deberían
mandar sentenciar a muerte a los hechiceros hombres y mujeres» puesto que «todo
hechicero se ha de presumir ser homicida y traidor en la república». 387 En un principio, la
Inquisición, al extender su jurisdicción a los casos de hechicería y de brujería, parece haber
procedido con no menos severidad que los tribunales civiles. Fue sólo después de 1530 que
la Inquisición comenzó a actuar en este asunto con el escepticismo y la relativa blandura
que salvaron a España de la manía antibrujeril que alcanzó a los demás países de Europa. El
castigo que sufrió Doña Claudina, según cuenta Celestina (Acto VII, pp. 137-138), está,
pues, perfectamente conforme con los procedimientos de un tribunal civil (o inquisitorial)
en un caso de brujería hacia fines del siglo XV. Hay que recordar, además, que unos quince
años antes de publicarse la Tragicomedia de Calisto y Melibea, la bula de Inocencio VIII,
Summis desiderantes affectibus (1484), al nombrar inquisidores para suprimir el notable
desarrollo de la hechicería en Alemania, se expresaba en términos que parecían justificar
todos los miedos del siglo ante las artes mágicas. Poco después (hacia 1484) se publicó el
famoso Malleus maleficarum (El martillo de las hechiceras), obra de dos dominicos,
Jacobo Sprenger y Enrique Institor, quienes, basándose en su experiencia como
inquisidores en Alemania, establecieron la teoría de la hechicería sobre la que se fundó,
durante casi dos siglos, la persecución de las hechiceras por la justicia civil y eclesiástica,
tanto protestante como católica, en Europa388 .
Los autores del Malleus, citando no sólo las teorías de teólogos y canonistas, sino su
propia experiencia práctica del problema, aseguraban que quienes supusieran que todos los
efectos de la hechicería se debían meramente a la ilusión y a la imaginación, se engañaban
grandemente. Y, lo que es más importante, rechazaban la antigua doctrina ortodoxa de que
los demonios siempre pudiesen actuar sin la ayuda del hechicero, al declarar:
«concludamus quod ad maleficiales effectus de quibus ad praesens loquimur malefici cum
demonibus semper concurrere et unus sine altero nihil posse efficere»389 . Ofrecían
argumentos razonados para apoyar la opinión general de que los hechizos tenían eficacia
especial en lo que atañía a las cosas amorosas. Según ellos, Dios permite al Diablo poderes
más amplios con respecto al acto venero que a ningún otro. Aunque la hechicería se usaba
muchas veces para impedir al amor entre las personas –el laboratorio de Celestina contenía
algunos de los maleficios usados para ese fin–, la actividad más común de las hechiceras
era, según los autores del Malleus, la de producir por medios mágicos una violenta pasión
hacia una persona determinada en la mente de la victima del hechizo 390 . Esto se llama
philocaptio y es, no hace falta insistir en ello, el fin con el que se introduce el tema del
305
conjuro en la Tragicomedia. La teoría del Malleus sobre la philocaptio –que no hace más
que reproducir la opinión común de la época–, explica por qué tanto la tradición literaria
como el juicio de autores que reflejaban más explícitamente la actualidad social,
establecían una relación íntima entre la alcahuetería y la hechicería.
Los datos publicados por Menéndez y Pelayo (Heterodoxos, III) y por otros
estudiosos del tema que han escrito sobre él más recientemente (véanse las notas 15, 16, y
17) confirman que España participó ampliamente en el interés que la Europa medieval
sentía hacia la magia. España, además, hizo importantes contribuciones teóricas a esta
ciencia. Allí circulaban, o en latín o en los idiomas vernáculos, los más conocidos manuales
de la magia práctica o mística, como la famosa Clavicula Salomonis391 el Liber de Raziel
(escrito por el judío zaragozano Abraham Ben Samuel Abulafia en la última mitad del siglo
XIII, libro de fondo cabalístico citado por Lope de Barrientos como “más multiplicado en
las partes de España que en las otras partes del mundo”), el De arte notoria, el Samoforas o
Semíphoras, otro manual cabalístico que Juan Gerson menciona varias veces, y otros más.
Tampoco cabe pensar que este interés por la magia práctica representase solamente un
fenómeno popular. Los casos de Juan I de Aragón y el de Enrique de Villena, discutidos
por Menéndez y Pelayo, no fueron nada raros en la España culta del siglo XIV o XV.
Según Hernán Núñez, los que apoyan a Don Álvaro de Luna en las guerras civiles contra
los Infantes de Aragón consultaron a una maga de Valladolid para saber cómo iba a
terminar la lucha, mientras estos últimos, con el mismo propósito, consultaron a un fraile
del monasterio de La Mejorada, “el que era gran nigromante, e assí mesmo como don
Enrique de Villena”.392
Pero, al finalizar la Edad Media, España no solamente participaba en el interés por
las artes vedadas que era común a toda Europa en aquel entonces: tanto en España como en
otras partes de Europa se creía que existían o habían existido en ese país verdaderos centros
donde se estudiaba seriamente la magia, principalmente en Toledo y en Salamanca. No
cabe duda de que esta creencia estaba muy difundida incluso entre teólogos. La prueba más
temprana que yo conozco se encuentra en una obra del canónigo zaragozano Bernardi
Basín, o Basinus, al parecer desconocida por Menéndez y Pelayo. Se trata del Tractatus
exquisitissimus de magicis artibus et magorum maleficios (1483), compuesto por Basín en
París para disputar ante el lector y la universidad parisiense con un opositor académico que
mantenía la tesis de que el estudio de las artes mágicas ayuda a la salvación de los fieles 393
Declara Basín que estas artes, cuando conducen a la invocación de demonios y a pactos con
ellos, han sido siempre prohibidas por la ley civil y por la canónica. Niega, por
391 Para una traducción al inglés de es ta obra (todavía muy divulgada en los siglos XVI-XVIII y prohibida por
los primeros índices españoles), véase The Key of Solomon the King (Clavicula Solomonis). Trad. y ed. por S.
Liddell MacGregor Mathers, Londres, 1889.
392 Juan de Mena, El Laberinto (Sevilla, 1512), f. LXXXIIIr-v. Según Hernán Núñez (loc. cit.), algunos
también, con el mismo fin, consultaron «con vna muger negromantesa: la qual resuscito vn cuerpo muerto que
le dixo como el condestable auia de ser vencido …».
393 Al parecer, nació Basín en Zaragoza en 1445, doctorándose en París. Era ya canónigo de la Seo de
Zaragoza cuando escribió Tractatus. También se sabe de él que predicó con éxito en Roma ante los
cardenales, en 1491. Thorndike, op. cit., IV, pp. 488 ss., habla extensamente de esta obra. La primera edición
conocida es la publicada por Louis Martineau en París en 1483. Yo utilizo otro incunable de la Bodleian
Library (sig. Douce 50), publicado hacia 1492 por Antonio Caillaut, igualmente en París: Tractatus
exquisitissimus de magicis artibus et magorum maleficiis per sacre scientie in suis vesperis compilatus.
Colofón: “Explicit tractatus de magicis artibus et magorum maleficiis impressus parisius (sic) per Anthonium
Caillaut”.
306
consiguiente, que sea lícito estudiarlas aun con el fin de refutarlas y condenarlas, y algo
inesperadamente, poco antes de dar por terminado su trabajo, añade «ex quipus simul cum
optima illius regni pollicia infero quod nec apud Toletum nec apud Salamanticam aut
quamlibet aliam Hesperie partem hac tempestate magice artes tollerantur» (Tractatus, b.
v). Habla enseguida de la leyenda de la Cueva de Salamanca. Años después Pedro Ciruelo
volverá al asunto, al discutir la nigromancia y la xorguinería. Dice que, «en tiempos
pasados» se practicaba en España la nigromancia «mayormente en Toledo y en
Salamanca» pero asegura que ya «está desterrada de todas las principales ciudades de
España; aunque no del todo por la astucia y malicia del diablo».394
Claro está que Basín niega en el Tractatus la verdad de unas afirmaciones relativas
a las artes mágicas en España evidentemente incluidas en la tesis de su opositor. Pero el
hecho de que fuera necesario negar tales creencias ante la Universidad de París demuestra,
por lo menos, cuan difundida estaba la fama europea de Salamanca y de Toledo como
centros de estudios mágicos a fines del siglo XV. Si no sabemos mucho de la verdadera
situación en Salamanca, la antigua reputación de Toledo como lugar de estudios ocultistas
persistía tanto en España como fuera de ella, como indican la conocida descripción de Pulci
(Il Morgante, canto XXV, 259) y otros datos aducidos por Menéndez y Pelayo. Sería algo
peligroso presumir, en vista de los datos que acabo de citar, que se tratara únicamente de
una leyenda desprovista de toda base real. El caso del arzobispo de Toledo, Alfonso Carillo
(1446-1482), cuyo interés por la magia menciona cautelosamente Fernando del Pulgar, al
igual que algunos documentos de fecha anterior que se conservan en el archivo capitular de
Toledo, parecen indicar lo contrario. Desde luego no hay que pensar en centros formales
dedicados a este tipo de estudio. Es de notar que Basín, al que el obispo de Barcelona Pedro
García –quien atacó la defensa de la magia y de las artes cabalísticas hecha por Pico della
Mirandola–,395 al contrario de las doctrinas del Malleus, estaban preocupados únicamente
por el deseo de defender la tradicional posición ortodoxa con respecto a la magia contra la
creciente tendencia a aceptar que las hechiceras y otros magos tuviesen realmente poderes
especiales396 . El único caso de posible escepticismo fundamental que yo conozco es el de la
misma Reina Católica, según informa el anónimo continuador de la Historia hispánica de
Sánchez de Arévalo. Los detalles de su relato parecen sugerir que no compartía el punto de
vista de la reina ni los nobles ni los teólogos de su corte 397 . Hablando de la influencia de la
magia en España en la época en que se escribió la Tragicomedia de Calisto y Melibea, tiene
evidente razón, pues Nicolás López Martínez al observar, basándose en fuentes
posición del canónigo zaragozano frente a los maravillosos efectos de las artes mágicas es diferen te de la de
los autores de este libro. Niega que los objetos mágicos empleados por los magos y los encantamientos
pronunciados por ellos tengan alguna virtud sobrenatural. Los efectos de la magia son, para él, obra de
demonios a quienes, con permiso de Dios, ha sido dado poder sobre cosas corporales. Nótese que para Basín
no es hereje quien invoca a los demonios reconociendo que comete un pecado. En esto sigue una tradición
ortodoxa que puede sorprender a los lectores modernos pero que explica en parte por qué la Inquisición
española pudo adoptar una actitud de relativa benignidad frente a muchos casos de hechicería. De varios
trozos de la obra de Basín se desprende que, para él como para los autores del Malleus, la philocaptio era la
causa más frecuente de los casos de hechicería (e. g. Tractatus, b.IIr).
397 MÉNENDEZ Y PELAYO, Heterodoxos, cit., III, p. 416, n. 2.
307
documentales, «no era Castilla la más contaminada, pero sí lo estaba notablemente»398 . Hay
abundante confirmación de esto en los comentarios de no pocos autores del siglo XV.
En vista del probable abolengo converso de la obra de Rojas, cabe preguntar si el
espíritu converso español, más o menos aislado como estaba de la ortodoxia judía y de la
ortodoxia cristiana, estaba especialmente inclinado a interesarse en las ciencias mágicas,
sobre todo teniendo en cuenta que la milenaria tradición estaba impregnada de elementos
hebraicos y que, como ya noté, algunos libros cabalísticos –como el Liber de Raiziel–
gozaban de mucha popularidad en España en tiempos de Don Juan II. No parece haber, sin
embargo, razón alguna para creer que, por lo menos en el siglo XV, judíos ni conversos
fueran más aficionados a la magia que sus vecinos los cristianos viejos. Baer cita un caso
aislado en que las mujeres del aljama de Teruel practicaron la hechicería abiertamente en
1388, pero es cierto que se practicaba la misma de superstición extensamente en las
vecindades cristianas. En 1393, un judío de Murviedro fue acusado de haber querido
averiguar la causa de la enfermedad de su hija utilizando los servicios de «diversos
fetillerios christianos, judeos et sarracenos pro sciendo cum eis arte diabólica»399 . Como se
ve, la acusación misma demuestra que este tipo de hechicería lo practicaban igualmente
cristianos judíos y mudéjares. Un siglo más tarde, en los casos de feiticeria citados con
cierta frecuencia por Gil Vicente, no hay ninguna indicación de que ésta fuera actividad
asociada a los conversos. Y nadie más vieja cristiana, me atrevo a decir, que Celestina
misma. Nota, además, López Martínez que, en la época isabelina, fueron pocos los
conversos acusados de practicar esta forma de superstición400 . El elemento mágico en la
Tragicomedia refleja no una realidad judaizante, sino una realidad cristiana propia no sólo
de España sino de toda Europa en aquella época.
Los datos que acabo de recordar no demuestran por sí mismos, claro está, que los
autores del Acto I y de los siguientes actos de la Tragicomedia creyeran en la eficacia de
las hechicerías y brujerías practicadas por Celestina y Doña Claudina. Lo que sí demuestran
es que en la España de la época de Rojas, a todos los niveles de la sociedad, entre teólogos
y sacerdotes, juristas nobles y plebeyos, por regla general se creía en la realidad de la
magia, discutiéndose únicamente el problema de si los magos realmente gozaban de
poderes sobrenaturales o si los actos mágicos eran realizados directamente por el Demonio
quien, para sus propios fines, burlaba a los magos, haciéndoles creer que necesitaba de ellos
para intervenir en las cosas humanas. Los innumerables lectores de la Tragicomedia creían
casi todos, pues, en la eficacia de la magia tanto en la vida cotidiana como en sus
manifestaciones literarias –hecho que no podían ignorar los autores de la obra al tratar el
tema–. Al querer discutirlo la crítica moderna, tiene que empezar reconociendo esta verdad
histórica, es necesario reconocer, también, que, al sugerir la posibilidad de que los autores
de la Tragicomedia demuestren un escepticismo fundamental ante la hechicería y la
brujería en la famosa obra, la critica les atribuye actitudes intelectuales y sociales que
discrepaban con la tradición ortodoxa de la sociedad en que vivían. Nada más alejado de la
realidad española o europea del Cuatrocientos que el suponer que el escepticismo con
respecto a la magia era la norma entre personas inteligentes o escritores geniales.
398 Nicolás LÓPEZ MARTÍNEZ, Los judaizantes castellanos y la Inquisición en tiempo de Isabel la Católica ,
Burgos, 1954, p. 170.
399 F. BAER, Die Juden im christlichen Spanien, I, Berlín, 1929, pp. 608-609 y 705-711.
400 Op. cit., p. 170.
308
III
Como ya indiqué, la principal función temática de la Celestina en la obra de Rojas es la de
producir, sirviéndose de un pacto con el Diablo, un caso de philocaptio cuya víctima es
Melibea. Es de notar que la primera mención de la alcahueta en el texto de la obra (Acto I)
introduce en seguida el tema de la hechicería. Dice Sempronio: «Días ha grandes que
conozco en fin desta vezindad vna vieja barbuda que se dize Celestina, hechizera, astuta,
sagaz en cuantas maldades ay».401 En seguida indica que los conocimientos mágicos de la
vieja están íntimamente relacionados con su oficio de alcahueta. Calisto, preso por un loco
de amor que nada debe a influencias ocultistas, no demuestra la menor repugnancia ante la
idea de ponerse en manos de una hechicera para conseguir la seducción de Melibea.
En el diálogo entre Pármeno y Calisto, todavía en el mismo Acto I (pp. 40-44), el
primero se extiende mucho en la descripción de la personalidad de la vieja hechicera.
Describe varios objetos, principalmente pedazos de animales y hierbas, que Celestina tenía
en un lugar apartado de su casa y cuyos poderes mágicos aprovechaba para remediar
amores.402 Los más de ellos tenían venerable abolengo tanto en la historia de las artes
mágicas como en la de la medicina. 403 Después procede Pármeno a describir costumbres de
la vieja que pertenecían más evidentemente al oficio de una hechicera activa. Indica que
solía pedir a los clientes ropa personal, cabellos o pedazos de pan mordidos –dentro de los
cuales se suponía que había pasado algo de personalidad psíquica de ellos o de la propuesta
víctima del hechizo– para ayudar a hacer los maleficios que tenían por fin poner al cliente
en relación con otra persona. Un ejemplo de esto ocurre en la Tragicomedia cuando
Celestina logra obtener de Melibea su cordón, y dice la vieja: «Ay, cordón cordón! ¡Yo te
401 Nótese que el tema, sin embargo, ya ha sido tocado por Sempronio (p. 31) en su diatriba antifeminil donde
una de las características de la mujer, según él, es su inclin ación hacia las hechicerías y la llama «arma del
diablo, cabeçz de pecado, destruycion de parayso», etc.
402 Para este artículo uso el texto de M. Criado de Val y G. D. Trotter, Tragicomedia de Calixto y Melibea,
Clásicos Hispánicos, CSIC, Madrid, 1958. María Rosa Lida de Malkiel, Juan de Mena, México, 1950, p. 481,
sugiere que la tela de cavallo, la flor de yedra y la piedra del nido del águila derivan del Laberinto (110 cdef
241 gh), así como el uso de corazones de cera llenos de agujas quebradas, que describe Pármeno un poco más
adelante. Una comparación de los textos, sin embargo, me hace dudar mucho de este supuesto calco. No hacía
falta que el autor del Acto I recurriera a Mena para enterarse de los poderes mágicos de estas cosas que –
igualmente que los otros objetos descritos por Pármeno– se mencionan con frecuencia en los corrientes
tratados de magia y de medicina, sean clásicos, posclásicos o medievales. En este terreno, la medicina y la
magia se confundían inseparablemente. Así, los huesos de corazón de ciervo (p. 44, l. 14) aparecen en los
escritos médicos de Petris Hispanus como un específico contra las enfermedades del corazón, y el pie de tejón
(p. 44, ll. 17-18) se conocía como objeto que curaba enfermedades en los ojos. La haba morisca es tal vez la
haba cuyo uso como maleficio y anti-afrodisíaco refiere Arnaldo de Vilanova (Heterodoxos, III, 376-377). De
los corazones de cera, excusado es decir que aún hoy se usan como maleficio. Larguísima historia como
maleficios tienen también la soga de ahorcado (p. 44, l. 17) y la flor de yedra. Recuérdese, también, la lista
de objetos que guardaba «para hacer hechizos y cosas para bien querer» la vieja Mari García en las Coplas de
las comadres de Rodrigo de Reinosa (ed. María Ivés Chamorro Fernanda, Madrid, 1970, pp. 51-53).
Semejantes objetos se hallaban rutinariamente en las casas de las hechiceras procesadas por la Inquisición aun
en el siglo XVII (véase Sebastián Cirac Estopañán, Los procesos de hechicería en la Inquisición de Castilla
la Nueva tribunales de Toledo y Cuenca, Madrid, 1942, pp. 40-41, 46, 48-52, etc.
403 Como señaló con razón Juan Gerson (1363-1429), el uso por los médicos de objetos tales los mencionados
por Pármeno como remedios mágicos hacía difícil desacreditar su uso de parte de brujas y magos. Cuan
íntimamente relacionadas estaban, aún a fines del siglo XV, la medicina y la magia, lo indica la oferta de
Pleberio a Melibea en el Acto XX: «si tú me cuentas tu mal, luego será remediado. Que ni faltarán medicinas,
ni medicos, ni sirvientes para buscar tu salud, agora consista en yerbas, o en piedras, en palabras, o este
secreta en cuerpos de animales» (p. 287).
309
hare traer por fuerçz, si biuo, a la que no quiso darme su buena habla de grado!» (p. 105).
Describe Pármeno, para terminar, unas prácticas mágicas de Celestina que demuestran
cómo la actividad de la vieja pertenecía a la antigua tradición ocultista que ha continuado,
casi sin mudar, desde las remotas edades de la civilización hasta nuestros días. Pinta letras
con azafrán o con bermellón en las palmas de sus clientes; les da corazones fabricados de
cera y llenos de agujas quebradas, maleficio éste para estorbar amores (hacer «ligamentos»
o «ligaduras» según la ley civil medieval española y los tratados como los de Ciruelo y de
Castañeta) o para deshacerse de un enemigo mediante una enfermedad o la muerte. A
veces, con el mismo fin, hace imágenes de barro o de plomo, pinta jeroglíficos, o pronuncia
encantamientos en tierra (p. 44). No son éstos los únicos tipos de magia practicados por
Celestina. Rojas, fiel a su método de descubrir poco a poco más aspectos de sus personajes,
nos revela posteriormente que la vieja sabe la magia adivinatoria: «todos los agueros se
aderezan faurobles, o yo no se nada desta arte» (pp. 81-82), conoce las propiedades
mágicas de las hierbas y es experta en las ligaduras y en la magia lapidaria (p. 83, ll. 14-15
y p. 104, ll. 13-14). Todo esto sin anteceder a otros acontecimientos más peligrosos que se
dejan vislumbrar mediante la asociación de Celestina con Doña Claudina (pp. 134 ss.).
Hay, sin embargo, una notable diferencia entre lo que dijo Sempronio sobre
Celestina y lo que ahora dice Pármeno. Para éste la hechicería es sólo el último de los seis
oficios que describe, y la menciona, comparado con Sempronio, con notable tibieza, al
llamar a la vieja solamente «vn poco hechicera». Y, en la larguísima descripción de su
«laboratorio», ocupan mucho más lugar lo que fabrica o utiliza para sus oficios de
perfumera, maestra de hacer afeites y maestra de hacer virgos que las noticias de sus
actividades hechiceras propiamente dichas. Termina, además, Pármeno con la observación
perturbadora a propósito de éstas «y todo era burla y mentira», que claramente se refiere a
lo que nos ha contado de Celestina hechicera. La interpretación de esta frase es, desde
luego, de importancia capital para averiguar cómo el autor del Acto I enjuició el tema de la
magia que él mismo había introducido con cierto énfasis en la obra.
Para el lector moderno las palabras de Pármeno, a primera vista, parecen ser una
declaración inequívoca de parte del autor, por boca de Pármeno, de un escepticismo
fundamental que atañe no sólo a los supuestos poderes mágicos de Celestina sino a las artes
mágicas en general. Así han sido interpretadas por algunos críticos modernos. De ser esto
verdad tendríamos, pues, que colocar al autor del Acto I entre aquellos que, según fray
Martín de Castañeta (1529), «presumiendo de letrados, niegan las maneras de las
supersticiones y hechicerías»404 . Claro está que, teniendo en cuenta la observación de
Castañeta, no es posible negar la posibilidad de que el autor de dichas palabras fuera un
letrado escéptico en cuanto a este asunto. Aun si aceptamos, sin embargo, como tal, aquello
no afectaría la tesis que voy desarrollando en este artículo: la interpretación del tema de la
magia en la trama de la Tragicomedia ocurre en los actos posteriores debidos a la pluma de
Fernando de Rojas y nadie debe poder sugerir, atendiendo a su texto, que Rojas fuera
escéptico convencido con respecto a la magia o que hubiera querido predicar el
escepticismo ante sus lectores. Lo que sí tendríamos que concluir, si la observación de
Pármeno debe ser interpretada en el mencionado sentido, es no sólo que el primer autor no
fue Rojas (como es, por otras razones, probable), sino que en este aspecto fundamental de
404
P. Martín DE CASTAÑETA, Tratado de las supersticiones y hechicerías, ed. Agustín G. de Amezúa,
Madrid, 1946, p. 4.
310
la obra hay, como sugirió Bataillon, notable divergencia de intención y de interpretación
entre el primer autor y el continuador.
Pero siempre suele resultar peligroso presumir que una declaración proferida por un
personaje en la Tragicomedia esté exenta de ambigüedad y, al ponderarla dentro del
contexto en que aparece, surgen varias dudas con respecto a las celebradas palabras de
Pármeno. ¿Por qué conceder mayor fuerza a lo que dice sobre el asunto de la magia el
muchacho Pármeno que a lo que ya nos ha dicho el adulto Sempronio? Pármeno, hay que
recordarlo, es presentado como un ingenuo, aunque un ingenuo simpático, en el Acto I. Al
decir él que Celestina es «un poco hechicera», ¿no será que demuestra otro aspecto de su
ingenuidad? Como notó bien Inez MacDonald, a pesar del aparente menosprecio y sentido
de superioridad con que comenta el joven las actividades de Celestina, es precisamente él
quien va a ser subyugado y corrompido por la vieja durante la primera entrevista entre los
dos.405 El comentario de Pármeno, así, podría muy bien ser interpretado como un caso más
de aquella ironía dramática de que está lleno el diálogo de la obra. Pero aún se advierten
más posibilidades. La despectiva frase de Pármeno aparece algo inesperadamente al
terminar su descripción de las costumbres de la vieja. Las palabras con que había
introducido el tema de las hechicerías de Celestina («es un poco hechicera») no nos
preparan bien para la aseveración final: «todo es burla y mentira» ¿Será, tal vez, esta última
una mera frase de precaución añadida al final del discurso de Pármeno por un escritor (¿un
converso?) deseoso de no exponerse a una acusación de que apoyaba la dudosa tesis de que
las hechiceras estuviesen realmente dotadas de poderes sobrenaturales? Es cierto que aquí
las palabras de Pármeno, indudablemente, tienen semejanzas –tanto verbales como
ideológicas– con lo que dicen sobre el asunto los tratadistas españoles contemporáneos de
Rojas. Ya mencioné (p. 247) la frase de Ciruelo quien, hablando de los magos, comenta:
«se burlan del mundo, y son burlados por Satanás». Castañeta se expresa en términos
parecidos.406 El traductor de Dante, Fernández de Villegas (antes de 1515), al tratar de los
hechizos y brujerías, citando a las Decretales como al Decretum, comenta: «que todo es
burla, y sy algo desto el volar de noche, adoptar forma animal, etc. les parezca a ellas, es
que el diablo lo obra en su fantasía dellas». Añade, siguiendo la teoría ortodoxa, «puede lo
el diablo fazer por su potencia natural» (op. cit. clv). Se verá que, a la época de Rojas, la
asociación entre «burla» y «hechicería» era más compleja de lo que un lector moderno
puede suponer. Puede así leerse la frase de Pármeno con el sentido de que, por engañadora
y mentirosa que sea Celestina en general, en el caso de su profesión de hechicera es ella
quien es víctima de las burlas o engaños del padre de la mentira.
Entre todas estas posibilidades yo no me atrevería a afirmar cuál es la que representa
la intención del autor del Acto I. Pero tenemos la certidumbre de que la frase fue
interpretada por el más importante de los lectores del Acto I –el mismo Fernando de Rojas–
no como una negación total de los poderes sobrenaturales de Celestina sino en el último de
los sentidos arriba discutidos. Prueba de esto es, por ejemplo, el conjuro del Acto III, que
tiene lugar –hay que insistir en ello–, cuando Celestina está completamente solitaria y, por
consiguiente, no en una situación que le permita engañar a nadie.
311
Aparte del famoso conjuro, que luego examinaremos, hay que tener en cuenta el
diálogo del Acto VII (pp. 134-138), donde Celestina describe a Pármeno las actividades
conjuntas de ella y de la madre del muchacho. 407 La alusión aquí al desenterramiento de
muertos cristianos, moros judíos –una rara alusión directa en la Tragicomedia al problema
racial español- parece querer insinuar que las dos viejas practicaban la nigromancia. El
robar los dientes al cuerpo de un ajusticiado todavía suspendido en la horca, recuerda no
sólo una antigua práctica mágica, sino –de creerse lo que dice Juan de Padilla en el capítulo
VII de los Doce triunfos de los doce apóstoles- la realidad castellana de hacia fines del
siglo XV. Curioso es, en este lugar de la Tragicomedia, las alusiones que hace Rojas al
cerco mágico en el que tenía que entrar cualquier hechicera para poder conjurar a los
demonios a que se presentasen para recibir sus órdenes (p. 135). La manera de aludir aquí
al cerco, así como en la escena del conjuro del Acto III, demuestra que Rojas suponía en
sus lectores un conocimiento de este aspecto de las prácticas mágicas que le eximía de toda
obligación de describirlo. También significativo puede ser lo que dice Celestina acerca de
la declinación de su propio dominio sobre los demonios desde la muerte de la madre
Claudina: «No le osauan dezir mentira, según la fuerça con que los apremiaua. Despues que
la perdi, jamas les oy verdad» (p. 13 5, II. 18-19). De este modo un tanto ambiguo, parece
Rojas recordar la doctrina ortodoxa de que el demonio engañaba a las hechiceras y que
nadie, ni siquiera ellas, debía suponer que el diablo soliera, ni durante una sesión
nigromántica, decir verdades408 . El Acto VII, pues, demuestra a Rojas todavía deseoso de
subrayar la presencia del tema de la magia en la obra.
Vemos a Celestina emplear el cerco mágico una vez, al empezar el conjuro a fines
del Acto III. Imposible es identificar la influencia de la tradición literaria y de las prácticas
mágicas contemporáneas, al examinar los elementos materiales utilizados para preparar el
conjuro. No cabe duda, como ya mencioné, que Rojas recordaba a Mena (Laberinto, 241
ss.), al empezar la invocación diabólica, y de Mena puede derivar la mención del agua de
mayo, del ala del dragón y de los ojos de la loba al describir Celestina a Elicia (p. 77) el
paradero, en el sobrado y en la cámara de los ungüentos, de los ingredientes que ella
necesita. Pero no faltan otros objetos no mencionados por Mena (quien aquí sigue en parte
a Lucano, Pharsalia, VI, 667 ss.) y es de notar que ninguno de los objetos descritos por
Mena es empleado directamente por la vieja para su propio conjuro 409 . Para esto utiliza un
bote de aceite serpentino, un papel en el que van escritos nombres y signos mágicos
dibujados con sangre de murciélago, una porción de sangre de cabrón, y unas barbas
sacadas del mismo animal. Todos parecen pertenecer a la magia práctica descrita en los
407 A Menéndez y Pelayo le parecía posible que toda esta historia, contada a Pármeno, de las unidas
actividades de Celestina con la madre del muchacho, fuera una burlesca invención dedicada –
presumiblemente– a socavar la resistencia moral del joven (Orígenes, III, p. XCIV). Claro es que las noticias
que da Celestina a Pármeno sobre la madre de éste, ayudan poderosamente a destruir los escrúpulos morales
del criado. Pero nada dice Rojas para indicar que fuesen inventadas las noticias de la vieja (véase también lo
que dice Celestina a Sempronio sobre el asunto de Doña Claudina, Acto III, pp. 73-74 y otra vez a Pármeno,
Acto XII, p. 224).
408 La observación de Celestina de que su poder sobre el demonio ha disminuido, contradice, claro está, lo que
ella misma ha dicho en el Acto IV. Aquí lo dice para persuadir a Pármeno de que su madre era hechicera y
bruja mucho más poderosa y peligrosa que ella. Pero, como pronto d emostrará su muerte inconfesa, a pesar
del pacto diabólico, Celestina, sin darse cuenta, predice su propio abandono por el demonio.
409 No obstante, debemos suponer que las propiedades mágicas de los objetos usados por Celestina han sido
aumentadas por medio del contacto con estos otros maleficios en la solana de su casa.
312
manuales y, por consiguiente, a los usos de la hechicería contemporánea de Rojas410 . En el
conjuro, los nombres y signos sirven para obligar al demonio a que aparezca; el aceite
serpentino es derramado sobre la madeja de hilado para prepararla a que entre en ella.
Importantísimo es el papel del aceite serpentino para lo que va a ocurrir. Este
líquido, considerado como extraordinariamente ponzoñoso y dotado, según los magos, de
fuerza diabólica especial debido a la tradicional afición del demonio a disfrazarse de
serpiente, se utiliza en el conjuro para prestar verosimilitud a la philocaptio de Melibea.
Será bajo el pretexto de vender hilado como la vieja intentará entrar en la casa de Melibea.
Para hechizar a la joven es necesario que, al salir Celestina, deje el demonio oculto en la
casa para complementar el hechizo. Nada más obvio que esconderle dentro del hilado.
Ahora bien: una madeja de hilado recuerda, si bien lejanamente, una culebra enroscada.
Partiendo de esta asociación de ideas muy característica de las artes vedadas, se explica
fácilmente el papel del aceite serpentino en el conjuro. Veremos luego como Rojas, mucho
más tarde, insiste en el hecho de que Melibea misma, sin enterarse de la significación de lo
que dice, relaciona la philocaptio de que es víctima con sensaciones que le hacen pensar en
mordeduras de serpiente. El demonio celestinesco funciona bajo el símbolo de una
serpiente. Hay una prueba visual de esto que parece haber pasado inadvertido por los
críticos. En el texto de la Tragicomedia Celestina dice varias veces y, desde luego, con
ironía, que el hilado en sí es poca cosa, que cabe dentro de su faldriquera, etc. (Acto III, p.
75, II. 25-28; Acto IV, p. 34, I. 14). Esta descripción del hilado causó problemas a los
primeros grabadores de la obra al querer ellos insistir en el tema de la magia dibujando a la
vieja con el demonio oculto dentro de ese material. Para resolver el problema, tanto el
grabador de la Comedia de 1449 (f. CVv) como el de la Comedia de 1500 (f. Iv), por
ejemplo, se apartaron de lo que dice el texto con respecto al hilado. Representan en cambio
a Celestina ante la entrada de la casa de Melibea con un armatoste bastante grande en la
mano, del que están suspendidas gruesas madejas que recuerdan notablemente los anillos
de una serpiente. Los grabados, pues, ofrecen otra prueba de que los primeros impresores y
lectores de la obra tomaron muy en serio el tema de la magia.
Después de tanta preparación, Rojas no se atreve a poner en boca de la vieja un
conjuro de Satanás que reprodujera los recomendados en los manuales, y como el que pone
en boca de un clérigo nigromante Gil Vicente a principios de su Exhortação da Guerra.411
Siguiendo el ejemplo de Juan de Mena, aunque con fines muy diferentes, Celestina empieza
conjurando a «Plutón». No obstante, los epítetos calificativos de él que siguen («emperador
de la corte dañada, capitán de los condenados ángeles … gouernador y veedor de los
tormentos y atormentadores de las pecadores animas») hacen evidente que a quien conjura
Celestina es a Satanás, ligeramente disfrazado bajo una capa clásica. Las amenazas de la
vieja contra el demonio coinciden en parte, como ha mencionado María Rosa Lida, con
Mena. Pero tales amenazas eran, como ya dije, características de los conjuros medievales
de demonios, y su función se discute a menudo en las obras de escritores medievales que
410 Arnaldo de Vilanova, por ejemplo, describe el uso como maleficio «de charcteribus scrotis cum sanguine
vespertilionis» (Menéndez y Pelayo, Heterodoxos, III, cit., p. 377, n. I.). Los inventarios de los «laboratorios»
mágicos de la hechiceras procesadas por la Inquisición en los siglos XVI y XVII, publicados por Sebastián
Cirac Estopañán (Los procesos de hechicerías…, cit., pp. 40-47), recuerdan notablemente los objetos que
estaban en el laboratorio de Celestina
411 Copilacam de todas las obras de Gil Vicente, Lisboa, 1562, p. CLVII. Aparte de conjurar a Satanás por
nombre, el clérigo vicentino usa en parte una algarabía fabricada para imitar el lenguaje secreto
tradicionalmente empleado por los magos.
313
tratan de la magia.412 Las amenazas de Celestina contra el demonio, para los lectores
contemporáneos de Rojas, indicaban que, por mala que fuera la escena que presenciaban,
no cometía la vieja en ella un acto de herejía. Un conjuro sólo era un acto herético si el
mago rogaba al demonio o daba otras señales de venerarle. 413 El anónimo jurista que
comentó La Celestina en la última mitad del siglo XVI insiste mucho en que el conjuro de
Celestina no era herético.414
El instrumento de la philocaptio será, como ya sabemos, la madeja de hilado en la
que está presente el demonio. La tarea de Celestina –una vez consumado el conjuro– es la
de persuadir a Melibea para que la compre, quedándose así el poderoso maleficio en
posesión de la joven. Cuando el poder de este maleficio empiece a hechizar a Melibea,
tendrá la vieja alcahueta obligación de aprovechar el camino así abierto para llevar a cabo
su malévolo proyecto. Según los autores del Malleus maleficarum, hechicera y diablo
tienen que obrar conjuntamente, pero Rojas probablemente aceptaba la doctrina más
antigua de que todo era obra del demonio. De todos modos insiste en que la parte
importante es la del demonio, como indica Celestina misma; es él quien, presente en el
hilado, ha de lastimar a Melibea de «crudo y fuerte amor de Calisto, tanto que, despedida
toda honestidad, se descubra a mi y me galardone mis passos y mensaje» (p. 78).
Al final del Acto III Celestina parte para la casa de Melibea, confiada, como ella
dice, en el mucho poder que la ayuda diabólica le garantiza. Es curioso, al empezar el acto
siguiente, hallarla, de camino, sufriendo una aparente crisis de ansiedad. Esta crisis,
artísticamente, ensancha y humaniza la personalidad de la vieja. Teme que el intento de
philocaptio urdido contra Melibea sea descubierto y tema sufrir ella los duros castigos que
reservaba la ley a los condenados por hechicerías. Rojas, al parecer, quiere demostrar a sus
lectores, por boca de la vieja hechicera, que no es posible jamás tener una confianza
absoluta en el demonio; castigo que repite por boca de Celestina, en el Acto VII, al
protestar ella que, después de la muerte de Doña Claudina, los diablos continuamente
mienten. El martirio de la misma Claudina, claro está, demuestra que el demonio abandona
aún a sus más entusiastas adeptos. Pero la ansiedad de la vieja no dura. Su conocimiento de
la magia adivinatoria le hace reconocer que los agüeros son favorables. Tiene además
sensaciones físicas de estar dotada de poderes sobrenaturales (p. 82, ll, 4-6); las adiciones
hechas al texto en 1502 sirven para subrayar aún más la base sobrenatural de estas
sensaciones. La vieja no sólo se siente libre de los achaques físicos de la edad; parece que
los muros se le abren para facilitar su llegada a la casa de Pleberio. Es de notar también
que, una vez llegada allí, las adiciones de 1502 (p. 85, II. 7-9 y p. 93, II. 4-5) sirven para
poner fuera de duda el hecho de que Celestina cree que el demonio está realmente presente
412 En una adición hecha en 1502 al texto del conjuro (p. 78, ll. 2-7), hay un evidente deseo de aumentar más
la influencia de la tradición clásica, dando a la invocación un aspecto más literario y menos contemporáneo.
La crítica que hace Menédez y Pelayo del lenguaje archilatinizado del conjuro no puede sostenerse. La
manera de hablar de Celestina representa aquí un intento de imitar, sin acudir a los encantamientos en uso, la
jerga pomposa empleada por las hechiceras cotidianas.
413 La distinción, que pude sorprender a los lectores modernos, fue de importancia capital para los teólogos,
juristas y, más tarde, para los inquisidores españoles. Está subrayada por Ciruelo (op. cit., p. 37) y por
Castañeta (op. cit., pp. 33-35). Se encuentra ya en el Directorium (c. 1376), del demonio catalán Nicolás
Eymerich (véase Caro Baroja, op. cit., pp. 124-125). Véase también la nota 29 de este capítulo.
414 BNM, Ms. 17631, f. 76v, citando aquí a San Agustín y a Santo Tomás mediante el Tractatus de hereticis et
314
mientras ella habla con Melibea y con su madre. En dichas adiciones la vieja continúa
dirigiéndose al demonio como si fuera un criado de casa.
Hay más. En toda esta escena, Rojas presenta una serie de hechos que parecen
indicar que la vieja no se engaña. A pesar de los avisos de Lucrecia sobre la personalidad
de Celestina («No se como no tienes memoria de la que empicotaron por hechizera, que
vendia las moças a los abades y descasaua mil casados» p. 83, II. 8-10, Alisa la admite y
la trata con caridad, aunque, hasta aquí, ha guardado a su hija con toda cautela. Esta
amnesia de la madre de Melibea sólo es explicable como consecuencia de una influencia
sobrenatural415 . Después deja a Melibea sola en la casa con la alcahueta y hechicera, al
recibir la noticia de que la enfermedad de su hermana se ha agravado súbitamente –
acontecimiento que atribuye Celestina a la acción del demonio conjurado por ella–. Pero el
demonio no lo facilita todo sin dar a la maga sus momentos de alarma, hasta el punto de
llegar Melibea a denunciarla por lo que es: «¡Quemada seas, alcahueta falsa, hechizera,
enemiga de la honestidad, causadora de secretos yerros!» (p. 92). Este momento es
importantísimo, porque demuestra la extraordinaria resistencia moral de Melibea, no sólo
ante las astucias puramente mundanas de la vieja, sino ante los efectos del tremendo
maleficio que representa el hilado y la presencia demoníaca dentro de él. Parece mentira
que Juan de Valdés censurase a la joven por haberse dejado vencer muy pronto.
Pero al fin queda vencida. Amonestado por la Celestina, el demonio cumple con el
pacto. En lugar de echar a la hechicería, Melibea le deja hablar más y, a pesar de lo que
sabe de la situación en que está, acredita las nuevas patrañas de la vieja. Desde entonces el
maleficio funciona y hay que considerar a la muchacha como víctima de philocaptio. Por
supuesto, ella desconoce la verdadera causa del repentino cambio psicológico que ha
experimentado, no lo sabrá jamás. Siente, sin embargo, que hay algo anormal en un amor
que calificará de «mi terrible passion» (p. 182, I. 22), y Rojas mismo no quiere que el lector
olvide el origen sobrenatural de ésta. Preguntada más tarde (Acto X) por Celestina cómo es
su mal, contesta Melibea «que me comen este coraçon serpientes dentro de mi cuerpo» (p.
183, II. 22-23). Es evidente que el poder demoníaco, cuyo principio fue el bote de aceite
serpentino en que fue empapado el hilado, se ha transferido al cuerpo de la víctima, como
nota con satisfacción, entre dientes, la vieja («Bien esta, Assi lo queria yo»).
Al volver a casa Celestina, a principios del Acto V –después de su éxito–, el
monólogo que pronuncia otra vez de camino no deja de tener interés. Alaba la vieja al
demonio conjurado por ella y exalta la eficacia de los maleficios que ha empleado,
exclamando: «¡Como os aparejastes todos en mi favor!». Reitera su creencia en ligaduras,
hierbas, piedras y encantamientos (p. 104). Pero su primera reacción es alabarse a sí misma
por su cuerda osadía y mucha astucia. Al mostrarnos a la vieja ahora inclinada a no dar la
importancia debida a dicha ayuda, parece Rojas preparar el terreno para la excesiva
complacencia en sí misma que le inducirá a suponer en el Acto XII, con fatales resultados
para ella, que, a pesar de estar ellos perfectamente enterados de su carácter, puede engañar
hasta a Sempronio y a Pármeno. Es significativo un trozo del monólogo de Celestina
mientras vuelve de casa de Melibea. Al ir allá la vieja había notado, como una prueba más
de la ayuda que el demonio le prestaba en el asunto de la philocaptio, que «ni me estoruan
las haldas ni siento cansancio en el andar» (p. 82, adición de 1502). A la vuelta, en cambio,
protesta Celestina de que, como de costumbre, las haldas otra vez le impiden moverse con
415Nótese que en el Acto X (p. 193), sin saber nada de lo que ha ocurrido, Alisa, libre ya de los efectos del
encantamiento diabólico, ha recobrado su memoria de quien es Celestina: «la vieja ruin» y la «g ran traydora».
315
la rapidez que desea. Si no fuera por lo que había ocurrido camino a la casa de la joven,
diríamos que Rojas quiere ahora comunicar únicamente la normal frustración psicológica
de quien, debido a la edad, no puede andar tan deprisa como quisiera para poder dar a
conocer importantes noticias. Pero la adición de 1502 indica que Rojas, al poner esta
segunda observación en boca de la vieja, quiso recordarnos que la demoníaca presencia ya
había sido dejada en el domicilio de Melibea y que, durante lo que queda de su actuación en
la obra, Celestina efectivamente tendría que deponer de sus propios recursos humanos. Es
que, desprovista de la ayuda demoníaca, le cuesta ya trabajo recordar lo que debe a ella.
Cuando lo recuerda, como en seguida ocurre, es para tratar al mismo demonio, fatal error,
como criatura suya («O diablo a quien yo conjuro; como cumpliste tu palabra en todo lo
que te pedi» p. 104).
El desarrollo de la Tragicomedia, una vez consumado el hechizo en el Acto IV,
puede ser interpretado no como un ejemplo de las operaciones de «la fortuna variable» sino
como una prueba de la doctrina formulada por Nicolás Oresme y por mucho otros que
trataron de la magia medieval, de que quien se entromete en esta ciencia perversa siempre
ha de terminar mal. Así, Celestina misma muere sin poder confesarse. Los dos criados que
habían estado confabulados con ella mueren a manos de la justicia; al parecer, también sin
poder confesarse. Igual pasa con Calisto, culpable de haber utilizado los servicios de la
hechicera y muerto en pecado mortal. Melibea, inconsciente víctima del pecado diabólico,
se suicida, creyéndose culpable de todo, debido a una irresistible pasión sexual de origen
normal y no a los efectos de un maleficio demoníaco. El punto clave en esta serie es la
muerte de Melibea. Las otras muertes podrían ser interpretadas como castigo de corrientes
pecados de tipo moral. Pero el suicidio de Melibea, aunque ella crea lo contrario, no puede
–si leemos bien el texto de la Tragicomedia– atribuirse a tal causa. Fue la philocaptio, es
decir un hechizo, lo que causó el loco amor de Melibea y por consiguiente su muerte.
Se ha supuesto a veces que, después de la philocaptio de Melibea, o por lo menos
después de la muerte de Celestina y de los criados de Calisto (Acto XII), Rojas abandona el
tema de la magia. Pero el texto no apoya semejante conclusión. En cuanto lo permite la
verosimilitud, dada la autonomía que concede Rojas a sus personajes y la ausencia de un
portavoz oficial del autor, se sigue recordando a los lectores el papel fundamental de dicho
tema. Algunas de estas ocasiones ya han sido mencionadas. Se podrían añadir bastantes
más. Importante desde este punto de vista es la situación de la criada de Melibea, Lucrecia.
Lucrecia sabe perfectamente, y recuerda más de una vez a los lectores, que la pasión de
Melibea representa un caso de philocaptio (véanse las pp. 179 y, sobre todo, p. 187, l. 5:
«El seso tiene perdido mi señora. Gran mal ay. Catiuadola ha esta fechizera»). Después de
la serie de muertes, Lucrecia es el único personaje restante quien está enterado, como
testigo, de lo que realmente ha ocurrido. Sólo ella hubiera podido contárselo o a Melibea o,
después del suicidio de la joven, a Pleberio. No se atreve porque ella misma se ha dejado
corromper por la vieja: para intentar salvar a Melibea o para comunicar a Pleberio, tendría
que descubrir su propia lealtad. Lucrecia, después de corrompida por Celestina, pertenece
al número de clientes desleales contra quienes, según el título de la obra, ésta, entre otros
fines, debe servir de escarmiento.
El tema de la magia sigue siendo mencionado (o aludido irónicamente) en otras
ocasiones. En el Acto XI, Sempronio, ante la noticia del éxito de Celestina en su entrevista
con Melibea, expresa sus temores («No sea ruydo hechizo, que nos quiera tomar a manos a
todos» (p. 200). En el Acto XII, al presenciar la primera entrevista de Calisto y Melibea
«entre puertas», Pármeno observa que todo ha sido arreglado por «la vieja traydoera con
316
sus pestíferos hechizos» (p. 2131). Al momento de matar a Celestina, la frase de
Sempronio: «Espera, doña hechicera, que yo te hare yr al infierno con cartas» (p. 225, ll.
20-21), nos permite captar –por vez única en una obra que, por regla general, presenta el
tema de la magia sin emocionarse– algo del odio y del terror de la hechicería que
obsesionaron, fuera de la literatura, a los hombres de fines del siglo XV.
Desde luego, en el acerbo lamento final de Pleberio, el tema de la magia no se
menciona porque Pleberio, debido en primer término al silencio de Lucrecia, ignora que su
hija estuviera hechizada. Atribuye la muerte de Melibea sólo a la fuerte «fuerça de amor»;
atribución que, para los lectores, tiene una irónica verdad de la que el padre de Melibea no
se entera. En el lamento de Pleberio, Celestina aparece como una falsa alcahueta, no más.
Al interpretar así lo que ha ocurrido, aún teniendo en cuenta el silencio de Lucrecia,
Pleberio demuestra otra vez su inexcusable candor en el papel de padre de familia. Sabe el
lector que tanto la mujer de Pleberio como la principal criada de su casa estaban
perfectamente enteradas, como insiste el texto, de que Celestina era famosísima en la
ciudad como hechicera y, además, había sido condenada como tal por los tribunales (Acto
IV, p. 83). ¿Cómo explicar que este próspero e influyente hombre de negocios no sepa nada
de esto? En una época, además, en la que constantemente se condenaba la unión de
alcahuetería y hechicería, era por otra parte de Pleberio una notable ingenuidad, ante una
catástrofe semejante (muerte vergonzosa de un copioso joven caballero y suicidio de una
muchacha de noble estirpe), no pensar siquiera, aun estando al tanto del papel de la
alcahueta, en la posibilidad de que su hija hubiera sido victima de una intervención
diabólica instigada por Celestina. Pero los lectores, hay que recordarlo, saben lo que ha
pasado realmente. Para ellos, supongo, el hecho de que Pleberio ignora que el demonio
había residido dentro de su propia casa y había efectuado allí un maleficio contra su hija
ofrecía una ilustración más del peligro que representaban las actividades de las hechiceras
para la salud de alma de los individuos y para el bienestar de la sociedad. Es un error, pues,
suponer que el tema de la magia no está presente en el lamento de Pleberio sencillamente
porque éste no lo menciona allí.
IV
Así, me parece fuera de duda que la magia es tema integral, no marginal, tanto de la
primitiva Comedia como de la Tragicomedia. Puede añadirse que todas las adiciones de
1502 (salvo una) que están relacionadas con dicho tema revelan un evidente deseo por parte
de Rojas de subrayar la importancia de la intervención diabólica, insistiendo, por ejemplo,
mediante ellas en la presencia real del demonio conjurado por Celestina. La única
excepción es la adición a las palabras del conjuro. El carácter literario y clasicista de ésta se
debe, sin duda, al hecho de que las fórmulas empleadas en el conjuro original habían
parecido a algunos de los lectores de la Comedia demasiado cercanas, como efectivamente
es el caso, a las de los conjuros de los manuales de magia.
Pero queda un problema. Como ya mencioné, a excepción de las palabras de
Sempronio en el momento de matar a Celestina, la figura de la vieja hechicera y la relación
directa o indirecta de sus actividades –igual que las de Doña Claudina– se presentan en la
obra de Rojas, por regla general, sin sugerir que infundan ningún respeto ni temor en los
que están enterados de estar en contacto con hechiceras, pactos diabólicos y hechizos. A
veces, incluso, la manera de presentar el tema es francamente festiva. Tal actitud, claro
está, es muy contraria a la de los tratados contra la magia de la época y a la de los
tribunales, tanto civiles como eclesiásticos, al juzgar casos de hechicería. Ellos, como ya
317
vimos, insistían en que las actividades de hechicerías, brujas y otros tipos de magos
representaban una amenaza espiritual y social tan peligrosa que había que combatirla sin
piedad alguna mediante la hoguera y la horca. Pedro Ciruelo, en su conocido tratado, pide
así sentencia de muerte para todos los hechiceros y hechiceras como potenciales homicidas
y como traidores dentro de la sociedad416 .
Cabe, pues, preguntar si la despreocupada manera de presentar el tema en la
Tragicomedia no quiere indicar, después, de todo, que Fernando de Rojas había debido de
ser un escéptico que no habría compartido el miedo de la mayoría de sus contemporáneos
ante las hechiceras. Llegar a una tal conclusión sería seguramente comprender mal los
tradicionales móviles de la comedia clásica (género del cual deriva La Celestina) y la
naturaleza de sus relaciones con las realidades de la vida cotidiana. Nada más erróneo, por
ejemplo, que suponer que todo lo que es risible en la comedia clásica lo es también en la
vida cotidiana. Recuérdese que, según nos cuenta el mismo Rojas, el había sido criticado
por haber faltado al decoro cómico en su modo de presentar el desenlace de la primitiva
Comedia. Se ha de tener en cuenta, también, que tanto Celestina como Doña Claudina o los
criados confabulados con ellos pertenecen a las capas bajas de la sociedad y, por
consiguiente, según los prejuicios artísticosociales entonces en vigor, sólo debían aparecer
en la ficción literaria (dramática o no dramática) como personajes faltos de seriedad o, por
lo menos, presentados con distinto tono cómico 417 . Pero tal vez el tono cómico con que el
tema de la magia está presentado en la Tragicomedia tiene, también, una justificación no
enteramente dictada por las necesidades puramente literarias. Como acertadamente hizo
notar Julio Caro Baroja, tanto en la Edad Media como en la Antigua, el sentimiento de
terror que producía la hechicera como figura de la vida cotidiana no se halla separado en
absoluto de otro de burla.418 Esta intromisión de lo burlesco, que se nota también en las
artes visuales, puede considerarse, desde luego, como un mecanismo de defensa de la
sociedad frente al terror de lo demoníaco. Tal vez, también, el elemento de burla se debía a
motivos de índole religiosa. Estaba muy divulgada la idea, formulada en España, entre
otros, por Castañeta, de que existía, al lado de la iglesia cristiana, otra diabólica y secreta.419
Para quienes aceptaban esa opinión, el hecho de que Celestina frecuentara iglesias,
conventos, monasterios y contara a clérigos y monjas entre sus clientes debía tener una
significación más allá de la mera hipocresía religiosa y la sátira anticlerical. Pues bien: era
preciso representar a los ministros de la iglesia diabólica desprovistos de cualquier atributo
capaz de infundir respeto. La hechicera, para reflejar el grotesco estado moral y espiritual
de quien es discípulo o ministro del demonio, ha de ser fea, sucia, vieja y deforme. Pero
también, puesto que los verdaderos ministros de la iglesia de Dios gozan de la veneración
de los fieles y merecen ser tratados con acatamiento, había fuertes motivos para hacerla
generalmente toda la infidelidad que está fuera de la iglesia católica» (Castañega, op cit. p2. 3)
318
medio risible y absurda, como muchas veces suelen ser los mismos demonios del arte
medieval.
Parece que, tanto desde el punto de vista estrictamente literario como desde el punto
de vista religioso, no hay ninguna razón para deducir del modo como se presenta el tema de
la magia y como aparecen sus ministros en la Tragicomedia, que quienes participaron en la
creación de esta obra no compartiesen, en la vida cotidiana, los sentimientos de la mayoría
de sus contemporáneos acerca de la eficacia de la magia y de la realidad de la posible
intervención del demonio en la vida de los hombres mediante conjuros y pactos diabólicos
de hechiceras. Estamos, pues, ante un ejemplo más de cuan peligroso es acercarse a la
literatura como si fuera fuente directa de datos sociales sin atender debidamente a la
influencia y el peso de la tradición literaria o a las suposiciones ideológicas de su época.
Una palabra para terminar: si la interpretación que acabo de sugerir es correcta,
¿hace falta una revisión fundamental de las opiniones generalmente aceptadas sobre la
significación moral de la obra? A primera vista podría creerse que sí. Equivocándose
Pleberio al atribuir a la fortuna y al mismo estado humano todos los males que han ocurrido
en torno suyo, también serían equivocadas las conclusiones pesimistas que deduce de su
error. La cuestión de si el lamento de Pleberio ha de interpretarse como una afirmación de
las conclusiones que Rojas quiere que saquen sus lectores de los acontecimientos que han
presenciado, o de si, al contrario, no sirve el lamento sino como un ejemplo de cómo los
hombres interpretan mal la realidad de los hechos que presencian, es un problema que no
quiero intentar resolver aquí. Sea como sea, y equivocado o no Pleberio, es cierto que la
magia no es el primer móvil de la acción de la obra. Hay que volver a los primeros
momentos del Acto I. Allí se hace patente que todo empieza con el loco amor, la pasión
desordenada, de Calisto. Es como consecuencia de esa locura amorosa del joven caballero
que el tema de la magia, representado por Celestina, puede ser introducido en la obra. Por
importante que sea dicho tema, Pleberio, al fin y al cabo, no se equivocó fundamentalmente
al atribuir a la «fuerte fuerça de amor» los múltiples desastres que comentó en su lamento.
Lo que no pudo hacer notar, por no estar enterado de ello, fue que lo que había ocurrido
ofrecía a los lectores un tremendo ejemplo ilustrativo de uno de los males más peligrosos
del loco amor: que deja camino abierto a las nefastas actividades de las hechiceras y, así, a
la intervención directa del demonio en los asuntos humanos. A la vista de los datos
históricos aducidos en la primera parte de este artículo no creo, sin embargo, que el silencio
de Pleberio haya ocultado esta moraleja a los primeros lectores de La Celestina.
319