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La Técnica al temple

En principio, las diferencias entre las técnicas pictóricas se


basan fundamentalmente en la clase de liquido utilizado para
disolver los colores; en el caso de la pintura al fresco se ha visto
que los colores van simple mente diluidos en agua de cal, ya que
el soporte sobre el que se pinta esta perfectamente preparado para
absorberlos y para que penetren profundamente en el muro. En el
resto de las técnicas el vehículo en el que se disuelven los colores debe así no reunir
cualidades especiales para quedar fuertemente fijados y adheridos al soporte, ya que de ello
depende en gran parte la duración de la pintura.
Hoy día se entiende por pintura al temple aquella técnica que utiliza el agua para disolver
los colores, añadiéndosele como aglutinante las emulsiones, es decir, mezclas íntimas de
líquidos oleaginosos con agua. A diferencia de la pintura al óleo, que emplea como
aglutinante el aceite, prácticamente se consideran temple todas las demás. Los aglutinantes
empleados en concreto por la pintura al temple son: el huevo (tanto entero, como la yema o
la clara solas), la caseína, la goma, la cola o la cera, o cualquier otra sustancia unida al agua.
El termino "temple", en italiano "tempera", deriva del latín "temperare", en el sentido
de disolver los colores y mezclarlos en su justa medida. Etimológicamente, pues, no excluye
a la técnica al óleo, ya que su acepción es muy amplia; en este sentido, Vasari emplea el
termino "tempera" incluso para el óleo, si bien con anterioridad su uso se limitó a los colores
mezclados con agua. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la utilización del agua con
aglutinantes no es exclusiva del temple, ya que también se recurre a esta mezcla en las
técnicas a la acuarela y el "gouache" o aguada. En realidad, el termino "temple" es sinónimo
de aguada, aunque conviene reservar este último vocablo para designar al "gouache", y así
evitar confusiones técnicas.
Históricamente, la técnica de pintura al temple, y especialmente el temple de huevo,
tuvo su máxima vigencia en los siglos medievales anteriores a la consolidación y difusión de
la pintura al óleo, ocurrida entre el XV y el XVI.
a) El soporte y su preparación
En realidad, el soporte de la técnica al temple puede ser la piedra, la madera, el metal,
el cartón, el lienzo, e incluso el muro, como se ha dicho. Este soporte debe prepararse
(imprimación) antes de recibir la pintura. Aquí vamos a considerar la imprimación de la
madera (la tabla) por haber sido el soporte más importante del periodo de apogeo de esta
técnica en los siglos bajomedievales .
Las maderas más utilizadas fueron las de álamo en la Europa meridional, y las de encina
en la septentrional; por países, destaca el nogal en Francia, el abeto en Alemania, el pino en
España, etc.
La madera elegida debía estar bien seca, ser compacta y sin nudos, y haber eliminado
todo tipo de posibles resinas y gomas, que son muy perjudiciales. Las tablas, obtenidas en
sentido radial, se alisaban con diferentes tipos de azuelas (la sierra no se generaliza hasta el
siglo XVII) y no se pulía demasiado el fondo para permitir la adherencia de la imprimación.
Para evitar los pandeos de las tablas, se les colocaban por detrás listones clavados, a
modo de armazón; en España son característicos los listones cruzados oblicuamente. Los
clavos eran de madera, especialmente en el Norte, cuando son de hierro, la cabeza va clavada
por la parte pintada y hundida en profundidad, disimulando luego el hueco con cera o con
tacos de madera. El ensamblaje de las tablas se reforzaba con frecuencia mediante estacas o
clavos de madera colocados en el espesor de esa unión, como ha podido observarse en la
famosa Maestá de Duccio, al ser aserrada por la mitad.
Una vez dispuesta la tabla con los cuidados mencionados, se procedía a su imprimación.
El procedimiento que vamos a describir es el denominado de "gesso duro".
Una vez embadurnada la tabla con cola dulce, se recubría con un lienzo encolado,
cuando no se aplicaba tela a toda la superficie de la tabla, se cubrían al menos con tiras de
tela de lino las líneas de unión. A continuación, secada ya esta primera mano de cola y
adherido el lienzo, se daba una primera mano de yeso grueso, refinado, tamizado y amasado
con cola, que pasados algunos días se alisaba y pulía. Después, con ayuda del pincel, se
daban, una tras otra, hasta ocho manos o capas casi húmedas de yeso fino, mezclado con cola
dulce caliente. Por último, y una vez seca la imprimación (expuesta al aire y a la sombra), se
procedía al rascado y pulido hasta obtener una superficie lisa y compacta, Así quedaba el
soporte apto para pintar sobre él.

b) Colores y aglutinantes
Los colores se amasan a mano y se mezclan con el aglutinante y con el agua; la
proporción varía según el aglutinante y según el color. El temple de huevo no decolora y es
una de las técnicas más duraderas en pintura; seca rápidamente y se puede pintar encima; los
colores de los cuadros al temple están todavía hoy frescos y brillantes. Puede decirse que un
temple al huevo se altera menos en 500 años que un óleo en 30.
La "cera colla" es un jabón de cera con agua de cola y constituye un medio diluyente
pictórico empleado ya desde los tiempos de los bizantinos hasta Giotto.

c) El procedimiento pictórico y su evolución


Durante la época medieval, y antes de la introducción de la pintura al óleo, se pueden
distinguir tres momentos en la técnica pictórica al temple: el primero hasta fines del siglo
XIII, tiene su formulación en el tratado Diversarum artium Schedula, del monje Teófilo
segundo, que coincide con la innovación de Giotto y con la puesta en vigor de jornadas en la
pintura al fresco, abarca el siglo XIV y la primera mitad del XV, y su tratadista es Cennini;
por último, durante la segunda mitad del XV se suceden interesantes innovaciones, y ya se
practican técnicas mixtas. Hasta el siglo XIII inclusive, la representación pictórica carecía de
profundidad, y el pintor se expresaba en un sistema casi plano y puramente gráfico. Primero
dibujaba todos los perfiles de las figuras; a continuación extendía uniformemente el color
elegido llenando todo el campo; por último, sobre este color, y ya con el trazo lineal del
pincel, aplicaba las pinceladas o trazos oscuros que concretarían las sombras, así como las
pinceladas claras para las zonas de luz.
A este procedimiento sucede la innovación de la época de Giotto, consistente en la
preparación inicial del dibujo, que ya no es puramente lineal, sino que se indican en el con
precisión las tonalidades claras y oscuras; luego se procede a la aplicación del color por
partes, zona por zona, figura por figura y, dentro de estas, por colores e incluso por
tonalidades, procediendo cuidadamente, yuxtaponiendo unos colores a otros. Es una técnica
obligada para representar los nuevos valores del modelado, el claroscuro y la profundidad.
Se aplican, primero, los colores oscuros en la parte correspondiente de la figura; a
continuación, las tonalidades medias, y, por último, las claras, siempre en las partes
correspondientes del claroscuro, tal como se ha preparado en el dibujo de base, esfumando
con suavidad.
Técnica de pintura al fresco
El fresco es una técnica artística en la que se pinta
sobre una capa de estuco húmeda con pigmentos
minerales diluidos en agua. Al secar la cal, con el
cambio químico, se aglutinan los pigmentos y se fijan
los colores volviéndose insolubles al agua.

Características de la pintura al fresco

El fresco una técnica arcaica que sigue vigente para la


decoración de interiores y exteriores por su durabilidad y bajo mantenimiento.

Aún se conservan frescos tan antiguos como los del palacio de Knossos en Creta (h.
1800-1400 a.C.).

Lo peor que tiene el fresco es su dificultad técnica. Hay que aplicar los pigmentos
antes de que se sequé el estuco, en una jornada de 8 horas, y no es posible rectificar
el trabajo de la jornada anterior con la misma técnica. El techo de la Capilla Sixtina
es un ejemplo monumental del dominio técnico de Miguel Ángel.

En caso de querer retocar el fresco en seco se puede utilizar pintura al temple, pero
ya no se considera un ‘buon fresco’, sino un ‘fresco secco’ y pierde parte de las
características del fresco original.

Conviene aclarar que los conceptos pintura mural y fresco ni son sinónimos ni van
siempre ligados. La pintura mural puede pintarse con otras técnicas cuyos
pigmentos ya están aglutinados (temple, óleo, acrílico) y no necesitan una superficie
de estuco húmedo para fijarse. Igualmente es posible pintar frescos pequeños e
independientes de un muro.

En ocasiones se usa incorrectamente como sinónimo de pintura mural.

En el buon fresco, se aplica el color en la última de las varias capas de yeso. En la penúltima,
el pintor superpone un dibujo preparatorio, o cartón, de la obra, aunque también puede
trabajar sobre un esquema de color independiente. A continuación, refuerza con acuarela
oscura las diferentes figuras y formas del cartón y aplica la última capa de yeso sobre el
dibujo por pequeñas zonas, y el color sobre el yeso mojado.
Al secarse, la cal contenida en el yeso reacciona químicamente con el dióxido de
carbono del aire, formando una película de carbonato de calcio que une de forma estable los
colores a la pared. Los colores de un fresco suelen ser poco densos, translúcidos y claros y,
en muchos casos, tienen una apariencia calcárea. En el renacimiento se encontró el modo de
dar un poco más de opacidad a los colores. En el buon fresco es necesario pintar rápidamente,
limitándose a lo esencial. El artista debe saber la cantidad de color que absorberá el yeso.
Demasiada pintura hace que la superficie se agriete y hace necesario levantar la zona
defectuosa, extender yeso fresco y volver a pintar.
En el fresco secco hay que proceder a quitar la corteza de yeso seco, frotando con piedra
pómez, para después lavarlo con una mezcla clara de agua y cal. Los colores se aplican sobre
la superficie resultante. El efecto del fresco seco es inferior al del buon fresco, pues los
colores no resultan tan claros, ni la pintura tan duradera.
Historia
La pintura al fresco era conocida por los antiguos egipcios, cretenses y griegos. También la
practicaban los romanos, según demuestran los extraordinarios ejemplos encontrados
en Herculano y Pompeya. Entre las culturas prehispánicas de Mesoamérica, los mayas y los
teotihuacanos, por ejemplo, usaron la técnica del fresco en sus dos versiones. Algunos
ejemplos son los murales de Tetitla, Tepantitla y Atetelco, en México. Al principio de la era
cristiana (siglo II) se decoraban con pinturas al fresco los muros de las catacumbas o de las
cámaras mortuorias subterráneas. En la cripta de San Isidoro de León (siglo XI) se encuentra
el mejor conjunto de pinturas murales del románico español.
El arte del fresco resurgió con fuerza en Italia durante el siglo XIII y el siglo XIV de la mano
de los pintores florentinos Cimabue y Giotto, quienes han dejado bellos ejemplos en las
iglesias de Asís, Florencia y Pisa. En el siglo XV, el resurgimiento de esta técnica se produjo
en Florencia, especialmente con las obras de Masaccio, Benozzo Gozzoli y Domenico
Ghirlandaio. La pintura al fresco alcanzó su máximo esplendor en el siglo XVI con el
soberbio trabajo de Rafael en el Vaticano y con el Juicio Final de Miguel Ángel en la Capilla
Sixtina. La influencia italiana tuvo un papel decisivo en el resurgimiento de la pintura mural
en España.
Los frescos de la ermita de San Antonio de la Florida, en Madrid, obra del pintor Francisco
de Goya, constituyeron la obra cumbre de la pintura española en este género. La arquitectura
virreinal de América Latina plasmó la influencia europea y las técnicas autóctonas en
numerosas decoraciones al fresco realizadas especialmente en iglesias y conventos. Ése es el
caso del convento agustino de Actopan, en el estado de Hidalgo (México).
En el siglo XVIII, la práctica de la pintura al fresco estaba muy extendida en Europa y en
América, sustituyendo la nobleza de estilo por la elegancia y los efectos ilusionistas. Uno de
los principales exponentes de esta técnica durante ese periodo fue Giovanni Battista Tiepolo,
en Italia. En el siglo XIX, se produjo un resurgimiento de este arte, destinado sobre todo al
embellecimiento de edificios públicos. El núcleo más importante de pintura al fresco en
el siglo XX, ha sido México, donde Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro
Siqueiros, entre otros muralistas, han creado notables frescos monumentales en edificios
gubernamentales y privados.
También en la India se practicaba la técnica del fresco. Entre los ejemplos más conocidos
están los de las cuevas de Ajanta, pintados entre los años 200 a.C. y 650 de nuestra era, y los
de Ellora, del siglo VIII. En China se conocía también el arte antiguo de pintar sobre paredes
de yeso; en las cuevas de los Mil Budas, en Gansu (China), se conservan escenas de la vida
de Buda que datan del siglo V.
Fases de realización

La realización de un fresco se desarrolla en tres fases: soporte, intonaco, colores.


El soporte, de piedra o ladrillo, debe estar seco y nivelado. Antes de la fase de intonaco, se
prepara con una capa llamada arriccio, de un centímetro de espesor aproximadamente, con
el fin de dejar la superficie lo más lisa posible.
técnicas mixtas.
La denominación “Técnica Mixta” se refiere a la materialidad de
las obras en que el autor combinó varias técnicas (óleo y acrílico, por
ejemplo) o introdujo elementos extrapictóricos, como objetos de uso
cotidiano o recortes.
Desde el momento en que el hombre fue capaz de modificar y explicar
la naturaleza ha materializado su espiritualidad y su pensamiento
creativo de diferentes formas y a través de distintos materiales, que reflejan sus inquietudes,
intereses, creencias o su sentido de la belleza. En arte esto recibe el nombre de técnica, que
es la utilización de un material específico para llevar a cabo una creación artística. En general,
la técnica utilizada por un artista se relaciona directamente con la pigmentación, forma,
textura y durabilidad final que desea darle a su obra.

Aunque cada una de las técnicas es versátil en las manos de un artista con talento, añadir
diferentes técnicas puede dar a una obra una mayor sensación visual y una riqueza de texturas.

Los artistas que trabajan la técnica mixta pueden mezclar acrílico y óleo, grabado y collage
o dibujo y fotografía.

Otros artistas dan un paso más, añadiendo elementos encontrados en la superficie de la obra,
lo que da dimensiones escultóricas a una pieza bidimensional.

En algunas ocasiones la mezcla de técnicas son muy resaltadas, mientras que en otras
ocasiones esta diversidad de medios puede aparecer velada e inapreciable a primera vista.

Mezclar técnicas ofrece a los artistas posibilidades infinitas para la creación artística.

Sería conveniente, además, distinguir entre “procedimiento pictórico” y “técnica pictórica”.

Se entiende por procedimiento pictórico la unión de los elementos que constituyen el


aglutinante o adhesivo, y los pigmentos.

La forma de aplicar ese procedimiento pictórico se denomina “técnica pictórica”.

Las técnicas mixtas en aerografía.

El aerógrafo en si mismo es una técnica que puede resultar “blanda” o “sosa” debido a su
extraordinaria capacidad de difuminar la pintura mediante el rociado a través del chorro de
aire, esto hace que los bordes de las masas de color sean de trazo difuso.

El aspecto es el de un spray de pintura de precisión. Para el detalle fino es preciso ayudarse


de pinceles y otros utensilios.
Combinar la aerografía con aguadas, y veladuras acrilicas o en pasta, así como pincel, lápiz
de color, lápiz de grafito rotuladores y otros materiales suele dar resultados mucho mas
frescos y sorprendentes.

1. Acrílico – óleo: La primera de las 4 técnicas mixtas de pintura que debes


conoceres también la más clásica. El acrílico como sabes es una pintura plástica
que seca rápido, pero al secar se oscurece un poco y además a diferencia del óleo no
nos permite dejar calidades de empaste en nuestro cuadro. Por eso, esta técnica
mixta es la más empleada por todos los artistas, comenzar el cuadro con acrílico y
rematarlo con óleo. Puedes manchar tranquilamente con aguadas, incluso con capas
más opacas de acrílico, y terminar tu cuadro con óleo, empastando por completo o
incluso dejando partes vistas del acrílico. Para que no se aprecie la diferencia
barniza tu cuadro cuando termines con un barniz final para óleo que unificará las
capas pictóricas.
2. Acrílico – pastel: Magro sobre magro. Con esta técnica mixta, se trabaja muy
fácilmente. Puedes pintar tu cuadro con acrílico, dejando zonas de aguadas, zonas
empastadas o incluso agregándole materias de carga para conseguir diferentes
calidades y terminar con unos rayados o unas manchas de pastel. El aspecto que
quedará será más apuntado pero muy fresco. No olvides fijar las capas de pastel con
un buen fijador.
3. Acuarela – plumilla: La tercera de las 4 técnicas mixtas de pintura que debes
conocer es una de las más resultonas. Consiste en dibujar aquello que quieras pintar
sobre un buen papel de acuarela (de buen gramaje) que te recomiendo tensar
previamente con cinta engomada sobre una tabla para que no se abombe al
humedecerlo y se creen piscinas de color en determinadas zonas de tu trabajo.
Posteriormente al dibujo, mancha con acuarela en tonos claros, pero sin llegar a
los acabados de una acuarela sin más, se sintético. Y después refuerza tu trabajo con
rayados de tinta china con una plumilla marcando las zonas de sombra y algunas
líneas. El resultado me recuerda a esos bocetos de arquitectura que son frescos y
muy atractivos.
4. Óleo – parafina coloreada: La última de las 4 técnicas mixtas de pintura que
debes conocer consiste en trabajar un cuadro normalmente con óleo, y terminarlo a
base de transparencias realizadas con parafina coloreada con óleo. ¿Cómo se hace?
Sólo tienes que calentar la parafina al baño maría y añadir un color al óleo mezclado
con aguarrás, es decir, líquido, ya que si no, quedará como un grumo de color pero
no teñirá la parafina. Una vez prepara da tu mezcla, chorréala sobre tu cuadro.
Después puedes volver a pintar con óleo encima de esto sin problema. El resultado
me recuerda a diferentes capas de dermis una encima de otra. Pruébala, no es muy
controlable, pero los resultados son muy plásticos.

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