Si bien existe la distinción clara entre las experiencias de vigilia y las
del sueño, lo es también en el reconocimiento de que la persona es un ente de muchas capas no confinado a su envoltura material, algo que a menudo se vuel- ve redundante en estados de sueño. Como Gilbert Herdt observa, una discusión de los sueños inevitablemente nos remite a preguntas sobre la persona y su re- lación con la incorporación. Entre la gente que él estudió, los sambia de Papúa Nueva Guinea, se menciona que “el alma abandona el cuerpo y deambula en distintos lugares, cercanos o lejanos, familiares o no familiares, como si pudiera deslizarse por el viento. El alma sale del cuerpo y se lleva el pensamiento de uno con él, dejando el cuerpo vacío” (1987:58). Sus interlocutores le dicen que su alma visita lugares que su pensamiento ve, experimentando los acontecimientos que llaman “cosas de sueño” [dream-things]. De hecho, explica Herdt, “los sue- ños no son vistos como los recuerdos de los sueños (en nuestro sentido), sino narraciones de acontecimientos” (ibíd.:58). En igual sentido, la vista real para espiritistas cubanos y personas de fe se produce a través de ver el espíritu, cuya percepción se entiende como logrando una transparencia a menudo indisponi- ble en la vida de vigilia. Pero como Daniel aludió anteriormente, es una vista que es puesta a disposición por los mismos espíritus, una realidad develada por algo distinto de la conciencia individual y es aquí donde una ontología de la persona cubana entra en juego. Las prácticas religiosas afrocubanas postulan la existencia de personas cuyas personalidades y destinos están en gran parte ligados a los de un conjunto de guías espirituales protectores por medio de un cordón espiritual. Este “cor- dón” puede estar compuesto por una variedad de espíritus de diferentes etnias y nacionalidades, tendencias religiosas, profesionales, experiencias y alianzas cósmicas, de indios, africanos y gitanos, árabes, europeos, asiáticos, que se cree que vienen con la persona desde su nacimiento. Percibidos como “guías”, sin embargo, estos muertos suelen exhibir una socialidad tan defectuosa como la de sus protegidos humanos. Cada uno de ellos tendrá vidas vividas en algún lugar y en algún momento, se han comprometido con ciertos conocimientos y técnicas, religiosidades, aventuras amorosas e intelectuales, y han sido objeto de determinadas enfermedades, vicios, traumas y muertes. A su vez, estas fa- cetas crean ciertos prejuicios, afinidades y disposiciones en las vidas de aque- llos con quienes han venido; confluencias psicológicas y físicas que son menos coincidencias biográficas que productos de una visión sistémica y relacional co-desarrollada a través de uno mismo por el tiempo. Algunas de éstas son explícitas –como la noción de que un antropólogo podría tener un espíritu de un escritor o un intelectual– y otras más implícitas, como el que una persona serena y reflexiva podría tener un muerto budista. En cualquier caso, la idea es
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tecnología de los márgenes.indb 136 12/06/15 12:13