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1.

Medieval Café-Xtremo
Este es un bar situado en La Mariscal, centro-norte de Quito. Es un espacio
‘rocker’ donde se puede escuchar cualquier género de rock como el Heavy
Metal, Black Trash, Death power, entre otros.
Presentan conciertos en vivo, y está decorado con calaveras, cráneos y una
pared de cartón, que han dibujado unos bloques, está adornada con espadas
y escudos antiguos.
El lugar es muy placentero, sobre todo, porque se puede disfrutar
ampliamente de la música, de alguno que otro cóctel, y de la mejor compañía:
de la muerte.
2. Bus discoteca
Todos nos imaginamos que las ‘farras’ solamente se dan en casas, bares o
discotecas. Sin embargo, en Quito se han ideado un modo para pasearse y,
además, bailar en un vehículo en movimiento. Y no, no es una ‘chiva’, es
un bus discoteca que circula por la capital.
Las personas que ingresan pueden disfrutar de la música más actual.
Además, hay algunas sorpresitas como ‘Full Monty’, en el caso de que haya
alguna despedida de soltera. Y si se marea, no le pare bola, solo déjese llevar
y disfrute de un bus cargado de sabor.
3. Restaurante Baalbek
“Viaja a Medio Oriente a través de la comida”, señala la página web de
aquel restaurante, ubicado en la avenida 6 de Diciembre y Wilson, norte de
Quito.
Este espacio está caracterizado por expender comida libanesa, la cual es
considerada una de las formas más sociables de comer con amigos y familia,
ya que todos comparten y prueban los diferentes platos de la mesa. Aquella
tradición inició en 1998, cuando abrieron un pequeño local solamente con
cuatro mesas.
Ahora, lo más extraordinario es que, además de la deliciosa comida,
ofrecen -cada jueves- un show dedanza árabe, con el que distraen a los
comensales.
4. “La Casa de Rafa”
El primer restaurante oscuro del Ecuador, donde puede comer
completamente a oscuras servido por meseros no videntes, según el portal
web de aquel sitio.
Está ubicada en las faldas del Ilaló, rodeada de hermosos paisajes. Y se
destaca por su ambiente de casa de campo, llena de luz y vida, con una vista
sorprendente sobre el valle de Tumbaco. La arquitectura, simplemente
una locura, hace de el restaurante un lugar original y único.
Es una construcción redonda hecha de troncos de madera, con
un acogedor patio interior y techo vivo.
5. Room Escape
Sumérjase en el primer juego de escape de la vida real en el Ecuador, donde
el protagonista es usted. Si no conoce este tipo de juegos se sorprenderá, y si
ya los conoce, se sorprenderá aún más. La habilidad mentaly el ingenio son
las llaves para salir, pero sobre todo el éxito dependerá de su colaboración y
trabajo en equipo.
Debe buscar pistas, resolver enigmas, armar rompecabezas y descifrar
jeroglíficos para lograr un único objetivo: escapar...
Está localizado en las calles Guanguiltagua y Diego Noboa, en Batán alto,
frente al Parque Metropolitano, en el norte de Quito.
Poco importa que no haya mesas ni techo ni baños... Una parrilla en medio
de la vereda o una gran olla envuelta en telas para mantener el calor bastan
para que cientos de personas hagan fila para comprar las delicias que se
venden en una hueca.

Son las 20:30 y en la av. Real Audiencia, por la Iglesia de techo rojo, hay
cuatro carros estacionados frente a una vivienda que tiene la puerta abierta,
una parrilla con choclos sobre la vereda y la luz encendida. Mauricio Checa
se baja de su Ford 150 y frente a la ausencia de la dueña del puesto, quien
entró a sacar servilletas, se hace espacio entre el resto de comensales. Elige
un choclo -el más grande- y lo pone sobre el carbón. Él mismo le da la vuelta,
lo inspecciona y cuando aparece doña Amada Cisneros, de 53 años, sonríe.
“Hola mi veci. Ya elegí mi choclito”, le dice y la mujer, con alegría, hasta
con cariño, le da la bienvenida.

Esta amistad entre ambos se centra en el choclo. Desde hace cuatro años, él
es uno de sus clientes. No sabe cuántos, pero a la mayoría le identifica como
‘veci’. Ella no estudió gastronomía ni administración de empresas, pero en
los últimos siete años, su negocio ha crecido. Empezó con empanadas y
morocho y el miedo de no venderlos. Hoy, prepara cada día cerca de 100
choclos.
Bueno, bonito y barato. El precio y la atención personalizada son dos de las
características de las huecas. Manuel Kigman, miembro del Colectivo La
Selecta, quien ha investigado este tema, cuenta que usualmente la hueca es
un lugar pequeño o empieza siéndolo, pero algunas, por lo bien que les va,
crecen y se modernizan. “El mejor ejemplo son los Encebollados del
Triángulo, en el sur de la ciudad. Vendían en la calle con ollas pero hoy
tienen tres pisos de establecimiento”, recuerda el hombre. Además, cuenta
que otra de las características de las huecas es que se mantiene la relación
cliente-dueño y que son negocios familiares. “Los hijos aprenden el oficio y
lo mantienen de generación en generación”.

Amada todos los días tiene clientes. Hace tres meses instaló cuatro mesas en
el pequeño patio delantero de su casa. “Todos son buenos conmigo, pero
entre ellos son bravos. Saben pelearse por los choclos. Por eso me toca
decirles que por favor cuiden su choclo que la casa no se responsabiliza si se
lo ganan”, comenta-

El choclo de Mauricio está listo. Se arremanga un poco la leva del terno y le


da su primer mordida. No entra a su auto. Con cuidado de no manchar su
corbata con el queso que chorrea se lo termina, tras la despedida de Amada,
se marcha. No han pasado 10 minutos.

Si se habla de las huecas en el norte, no se puede dejar de mencionar a Las


Tripas del Coliseo, en Carcelén. Están allí desde hace 30 años. Antes vendían
en la vereda. Pero, desde hace tres años, rentaron un local. Son las 21:30 y
la cocina del local humea e inunda el lugar con un olor generado por la
cocción. El menú es variado: empanadas de viento, tripas con papa y mote,
menudo, secos, caldo de 31, tortillas con caucara y más

Kigman comenta que en su investigación salió a la luz que se habla de huecas


desde 150 años. No se sabe con certeza de dónde salió su nombre, pero
podría ser, dice, porque comúnmente los negocios empiezan en zaguanes,
lugares pequeños y ocultos. A pesar de que usualmente una hueca no tiene
locales de primera, ni la gente aniñada, ni los famosos de la tele pueden
decirle no a su exquisito sabor. Hasta Carcelén, por ejemplo, ha llegado,
según Jorge Valencia, yerno de la dueña, Ulises de la Cruz, Fausto Miño,
Marlon Ayoví y más.

Cuenta Kigman que encontraron 86 huecas en el Distrito, pero advierte que


hay muchas más. Entre las más antiguas están la heladería de San Agustín,
donde además de los tradicionales helados de paila, se preparan platos
tradicionales como el cebiche de concha y el salpicón de naranjilla.

Además, están las bonitísimas de Mama Pancha, que empezó en 1941. Son
tortillas de maíz usualmente acompañadas de café o jugo. Están también Los
Caldos del Gil, en la Alameda.

Efraín Bustos, historiador, asegura que en la hueca, además de vender


comida sabrosa y económica, los clientes encuentran cierto aire familiar.
“Relacionan la comida con su niñez. Recuerdan que de niños sus padres los
llevaban a tal lugar y ellos llevan a sus hijos”, explica. Hay, por lo tanto,
cierta emotividad que vincula al cliente con la hueca.

Juan Carlos Fernández, miembro de la asociación de Chefs del Ecuador,


explica que las huecas son lugares de trayectoria y no se forman de la noche
a la mañana. “Tienen recetas antiguas, secretos de las personas que
manejan los negocios. Tiene su sabor especial, la fórmula para mantener esa
fama. Es difícil hacerles las competencia”, sostiene.

Otra de las características, es que algunas huecas trabajan, sobretodo en la


noche. Los secos del Veci, en la av. De la Prensa, tienen más de 12
años. Menestras, secos, guatita, caldo de pollo... Por USD 3,50 se puede
degustar estos platos incluso en la madrugada, después de una farra. Buena
parte de sus clientes están ‘bien alegres’, por decirlo de algún modo, dice.
Empezaron en la calle, y hace seis años, rentaron un local. Hoy tienen 15
mesas y los viernes y sábados, pasan llenos. Trabajan toda la noche hasta a
06:00.

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