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"Esto tiene que detenerse, piensen en sus vidas diarias. ¿Cómo se llevaron a casa la
comida sobrante la última vez que comieron en un restaurante? Es probable que [el
envoltorio] fuera espuma de poliestireno, se sirviera con un tenedor de plástico y
luego la pusieran en una bolsa de plástico", ha escrito Power en Facebook. La
publicación, del pasado 16 de octubre, ha sido compartida más de 2.770 veces y ha
tenido más de 1.100 reacciones en esa red social.
"El Gobierno de Honduras lamenta que a pesar de los distintos acercamientos ante el
Gobierno de Guatemala y los esfuerzos que se han venido realizando, los mismos no
han sido suficientes (...) y aún no se ven resultados concretos y palpables", ha
expresado la Secretaría hondureña de Relaciones Exteriores en un comunicado que
se divulgó el pasado 23 de octubre.
20 de junio de 2016
Debido a la inmensidad y profundidad de los océanos, hasta hace poco el hombre creía que
podría utilizarlos para verter basura y sustancias químicas en cantidades ilimitadas sin que
esto tuviera consecuencias importantes. Los partidarios de continuar con los vertidos en los
océanos incluso tenían un eslogan: «La solución a la contaminación es la dilución.»
En la actualidad, basta con fijarse en la zona muerta del tamaño del estado de Nueva Jersey
que se forma cada verano en el delta del río Mississippi, o en la extensión de 1.600
kilómetros de plástico en descomposición en el Pacífico Norte para darse cuenta de que esta
política de la «dilución» ha contribuido a llevar al borde del colapso lo que tiempo atrás fue
un ecosistema oceánico próspero.
Muchos de los contaminantes que encontramos en los océanos son liberados en el medio
ambiente mucho antes de llegar a las costas. Los fertilizantes ricos en nitrógeno que utilizan
los productores agrícolas en zonas de interior, por ejemplo, acaban en las corrientes, ríos y
aguas subterráneas locales, y más tarde se depositan en los estuarios, bahías y deltas. Este
exceso de nutrientes puede provocar un crecimiento masivo de algas que consumen el
oxígeno del agua, generando zonas en las que no puede haber vida marina o apenas existe.
Los científicos han descubierto 400 zonas muertas con estas características por todo el
planeta.
Los residuos sólidos como bolsas, espuma y otros desechos vertidos en los océanos desde
tierra o desde barcos en el mar acaban siendo con frecuencia alimento de mamíferos
marinos, peces y aves que los confunden con comida, con consecuencias a menudo
desastrosas. Las redes de pesca abandonadas permanecen a la deriva durante años, y
muchos peces y mamíferos acaban enredados en ellas. En algunas regiones, las corrientes
oceánicas arrastran billones de objetos de plástico en descomposición y otros residuos hasta
formar remolinos gigantescos de basura. Uno de ellos, situado en el Pacífico septentrional y
conocido como el Gran Parche de Basura del Pacífico, tiene una extensión que según las
estimaciones llevadas a cabo duplica la del estado de Texas. A principios de 2010, se
descubrió otra gigantesca isla de basura en el océano Atlántico.
Contaminación acústica
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Reconozcámoslo: somos adictos a nuestros teléfonos y eso nos trae problemas físicos y
relacionales
Andrés Cózar Cabañas, el principal autor del estudio y profesor de
biología en Cádiz, dijo que los resultados lo sorprendieron y le
preocupan las posibles consecuencias.
“La mayoría del plástico llega desde el norte del Atlántico”, dijo Cózar
Cabañas, “y mientras más sepamos sobre lo que provoca,
tendremos mejores posibilidades” de resolver el problema.
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JORGE COLOMA
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Alrededor de 45.000 objetos se agolpan en cada milla oceánica cuadrada, según los
datos medios que ofrece la Unesco, la Organización de Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura. Son restos de basura marina, oleajes de residuos
que no solo proliferan en la superficie, sino que también florecen bajo ella; y que
incluso germinan dentro de sus propios habitantes. En los últimos 40 años, la
cantidad de basura marina en la capa superficial de los océanos ha aumentado más
de un 100%. Hoy se celebra el Día Mundial de los Océanos, pero la visión del
panorama global marítimo genera una pregunta: ¿qué hay que celebrar exactamente?
Hoy, la Asociación Ambiente Europeo (AAE) celebró su conferencia Voces por una
Mar Sana, coincidiendo con la conmemoración de esta fecha. El director de la AAE,
Daniel Rolleri, defendió en su intervención que "el mundo sigue sin encontrar el
equilibrio entre la producción de recursos y la conservación del
medioambiente". "Arrojamos ocho millones de objetos diarios al océano, que, en
conjunto, alcanzan un peso total de siete millones de toneladas de basura anuales",
resaltó.
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"Pero el impacto no termina en el mar", detalló Rolleri, "sino que empieza a alcanzar
ámbitos como la economía, o la salud personal". "El zooplancton, la base de la
cadena trófica marítima, se come las microfibras de plástico que expulsamos. Y a su
vez, los peces se comen al zooplancton. Uno de cada seis peces comerciales de las
costas españolas tiene plástico en su sistema. Y aunque la situación ha mejorado,
tanto que ahora la sociedad nos presta atención, este es un fenómeno sumamente
complejo", añadió.
Las tortugas son unas de las especies más afectadas. A menudo ingieren y se enredan en
bolsas plásticas, lo que puede causarles pérdida de aletas o muerte por asfixia.
Foto:
Pierre Huguet / AFP
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PLÁSTICO RECICLADO
Los gobiernos y varias organizaciones internacionales han empezado a tomar medidas para
contener la contaminación de las bolsas plásticas, que son el elemento principal de este
daño ecológico que amenaza a unas 600 especies de animales marinos.
Debido a la preocupación que genera la presencia de plástico en los mares, en febrero de
este año la Unep lanzó la campaña Clean Seas (mares limpios), una iniciativa global que
busca atacar las principales fuentes de basura marina para el 2022. La idea es que
tanto los gobiernos como las industrias y los consumidores se alineen para reducir la
producción y el uso excesivo de plástico.
Un estudio, adelantado en el marco de esta campaña, revela que este material está causando
graves daños, los cuales, al ser convertidos en dinero, cuestan unos US$ 8.100 millones
cada año. Los principales afectados son los ecosistemas marinos, la pesca y el turismo.
El impacto del plástico es tan grave que, según estimaciones hechas por la Unep, para el
2050 los océanos tendrán más plástico que peces y aproximadamente el 99 por ciento de las
aves marinas lo habrán ingerido en sus sistemas digestivos. De hecho, en la actualidad, se
calcula que más del 60 por ciento de todas las especies marinas tienen rastros del
material en sus intestinos.
Malas prácticas
Las bolsas plásticas son la médula del asunto, porque son usadas por un corto tiempo y,
muy a menudo, una sola vez. Lo dramático es que después de utilizadas, pueden
permanecer hasta 1.000 años en el medioambiente sin degradarse.
A la larga vida del material se suma su capacidad de flotar fácilmente en el aire y el agua:
“Las bolsas plásticas son confundidas con alimentos por los animales, especialmente
cuando llevan residuos de comida”, asegura un estudio de la Autoridad de Protección
Ambiental del Territorio del Norte de Australia (NTE EPA), que proporciona
asesoramiento y servicios de regulación para fomentar la gestión eficaz de los desechos y
las prácticas sostenibles.
Esta entidad advierte que una gran variedad de animales terrestres y marinos pueden
ahogarse hasta morir con las bolsas de plástico que consumen, ya sea por inanición al
quedar bloqueadas sus vías digestivas o por infecciones.
Los gobiernos del mundo han lanzado estrategias para limitar la venta de bolsas de plástico,
como cobrárselas a los clientes o cargar con impuestos (como ha sucedido en Europa) a
productores y tiendas que las distribuyen. Un estudio reciente de la Universidad de
Dalhousie, en Canadá, indica que en África y Asia ya hay países que las prohibieron por
completo.
Lo que resalta en este estudio es que en Suramérica las políticas de regulación de las
bolsas de plástico son limitadas. De acuerdo con la investigación, no son muchos los
países que se han ocupado en atender el problema, entre ellos Colombia, que planea reducir
el uso de bolsas de plástico en un 80 por ciento para el año 2020 y eliminar su uso para el
2025. Argentina es otro ejemplo, ya que Buenos Aires prohibió a los supermercados
emplear bolsas plásticas a partir de este año.
Los ecologistas sostienen que el océano es la sangre de nuestro planeta y que contaminarlo
despiadadamente es algo que tarde o temprano terminará afectando nuestra salud. Lo
positivo es que en estos casos es posible comenzar a dar una mano por voluntad
propia, usando bolsas biodegradables (que ya empiezan a ser fabricadas) o las
llamadas ‘bolsas verdes’, que son lavables y pueden reutilizarse hasta 100 veces. Todo
esto sin nombrar la alternativa de las bolsas de tela. Estos pueden ser un pequeño pero
efectivo paso para reducir los peligros de la vida silvestre y, en especial, de los animales
marinos.
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Medellín ‘se calienta’ aún más por mucho cemento y poco verde
Playa de Versova, la limpieza más grande de la historia
Esto significa que las bolsas pequeñas y muy delgadas ya no serán ofrecidas en los
grandes almacenes. La resolución también pide a los distribuidores promover un mensaje
de concientización orientado al uso racional de bolsas plásticas y ofrecer como alternativa
las bolsas biodegradables en los puntos de pago.
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