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PRESENTACIÓN
El presente trabajo está dividido en tres partes y una conclusión. En la primera parte,
exponemos la noción de autoridad tal como la define J.M. Bochenski en su obra
¿Que es autoridad? Introducción a la lógica de la autoridad (1979). En ella se hace
un brillante estudio lógico-filosófico acerca de la naturaleza de la autoridad y de sus
clases.
Finalmente, desde la perspectiva del mismo autor, abordamos el tema del liderazgo,
íntimamente relacionado con el tema de la autoridad y la motivación.
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I. ¿QUÉ ES AUTORIDAD?
Bochenski analiza con detención la noción de autoridad comenzando por
preguntarse si la autoridad es una cosa, una propiedad o una relación. Después de
un interesante análisis concluye que es una relación.
P S
Es una relación ternaria, pues incluye tres relaciones binarias: la relación entre el
portador y el sujeto; la relación entre el portador y el ámbito y la relación entre el
sujeto y ese mismo ámbito.
Llamamos aquí portador (P) a quien tiene o detenta la autoridad y sujeto (S) a aquel
sobre quien se tiene o ejerce. Y llamamos ámbito (A) al campo en el cual se tiene
autoridad. El profesor de matemáticas tiene autoridad en el campo o ámbito de las
matemáticas y el coronel en cuestiones militares.
Así, pues,
1 Bochenski, J.M. (1979) ¿Que es autoridad? Introducción a la lógica de la autoridad. Ed. Herder, Barcelona. España,
p. 24
2 Bochenski, op. cit., p. 27
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1. El portador quiere comunicar algo al sujeto.
2. El portador comunica al sujeto ese algo, a modo de aserción.
3. El sujeto capta y comprende los signos.
4. El sujeto entiende el contenido que se le comunica en forma de aserción.
5. Entiende también que proceden del portador de autoridad.
6. Finalmente, reconoce o admite lo que se le ha comunicado.
Propiedades de la autoridad
Algunas de las propiedades de la autoridad que el autor explica con detalle aquí
solo las vamos a mencionar. Bochenski sostiene que la autoridad es irreflexiva, pues
nadie es autoridad para sí mismo; es asimétrica, pues si P es autoridad para S en
el ámbito A, S no lo es para P en el mismo ámbito, y transitiva, pues si P, en el
ámbito A, es autoridad para S y S lo es para C, en el mismo ámbito, entonces P es
también autoridad para C en el ámbito A. Las dos últimas propiedades, se dan
dentro de un mismo ámbito.
Abuso de autoridad
Especies de autoridad
Las proposiciones afirman lo que está ahí y pueden ser verdaderas o falsas. Las
órdenes no dicen lo que es, sino lo que se ha de hacer. Las órdenes no son ni
verdaderas ni falsas, sino, oportunas o inoportunas, adecuadas o inadecuadas.
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deontológica sea a la vez portador de autoridad epistemológica en el ámbito
respectivo, pero no coinciden necesariamente.
Autoridad epistemológica
Autoridad deontológica
En todos los casos, el sujeto cree que el cumplimiento de las órdenes es condición
indispensable para alcanzar el objetivo deseado.
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Fe o confianza: el sujeto debe creer que el cumplimiento de las órdenes es condición
necesaria indispensable para alcanzar el objetivo (independientemente de que esa
creencia sea acertada o equivocada).
Autoridad – grupo
Ya hemos dicho que para que exista autoridad deontológica 1) tiene que darse un
objetivo deseado y 2) el sujeto debe creer que el cumplimiento de las órdenes es
condición necesaria para el cumplimiento de los objetivos. Ambas cosas tienen que
coincidir.
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Hay que rechazar una autoridad deontológica que no esté fundada. La
fundamentación –al igual que en el caso de la autoridad epistemológica– puede
llegar por una intuición directa o por una conclusión, la cual puede apoyarse en la
experiencia personal o en la experiencia de otros.
1. Los objetivos últimos del portador y del sujeto son distintos, y si,
2. La conexión entre la conducta y el objetivo último del sujeto (evitar la sanción
o amenaza) se crea a través de la voluntad del portador.
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Autoridad deontológica de solidaridad
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II. LOS MOTIVOS PARA TRABAJAR
Visto ya el tema de la autoridad y de sus clases, vamos ahora a detenernos en el
tema de la motivación para el trabajo.
¿Para qué trabajar? Muchas personas no saben cómo responder a esta pregunta.
Tal vez la primera respuesta que suele acudir a la mente de muchos sea la de que
trabajamos para ganar dinero y para así mantenernos nosotros y a los que amamos.
También queremos ser reconocidos por los demás como personas capaces.
El dinero y el reconocimiento son -qué duda cabe- motivos reales por los que nos
movemos a trabajar. El tema que nos preocupa es si ésos han de ser los únicos o
principales motivos para trabajar.
Juan Antonio Pérez López, un pensador español, ya fallecido, sostiene que motivos
como el dinero, el poder, el prestigio son motivos extrínsecos. Los llama
extrínsecos, porque son exteriores al trabajo: el interés se centra no en el trabajo
mismo ni en sus consecuencias en los demás, sino sólo en su utilidad, se trabaja
por lo que se obtiene, por el resultado, que se recibe después, una vez que el trabajo
está ya terminado. Por ejemplo si alguien tuviese como principal motivación de su
actividad su remuneración, el prestigio o el aplauso, el reconocimiento de su familia
y amigos... esa persona se movería por motivos extrínsecos al trabajo. El que
trabaja así no hace lo que hace porque le gusta. Incluso es posible que le desagrade
o que lo haga porque no le queda otra cosa que asumir aquella fatalidad.
Sin desconocer que los motivos extrínsecos son válidos y perfectamente nobles,
porque corresponden a una dimensión real de la persona, nos atrevemos a firmar
que sólo se le otorga al trabajo una dimensión humana si el que lo realiza, además
de moverse por motivos extrínsecos -que son verdaderos motivos, aunque no los
más elevados- también lo hace por motivos intrínsecos. Hay motivación intrínseca
si se trabaja porque gusta hacerlo. Y, ¿por qué me puede gustar hacer lo que hago?
11Polo Barrena, Leonardo, (1991), El Hombre en la Empresa: Trabajo y Retribución. En Empresa y Humanismo,
Cuadernos de Extensión Nº 1, Universidad de los Andes, Santiago, Chile.
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¡He aquí el punto clave! Me gusta hacerlo porque la persona está hecha de tal
manera que es la que más se beneficia cuando trabaja. Nuestra actividad, junto con
tener un efecto exterior, producir un resultado fuera, también tiene un efecto hacia
adentro, es decir, perfecciona al mismo sujeto que la realiza. Por eso gusta trabajar.
Porque cuando trabajamos bien adquirimos experiencia, aprendemos a analizar y
resolver problemas, a relacionarnos con los demás, dominamos cada vez más el
lenguaje... El trabajo bien hecho deja una huella en el que lo realiza mucho más
importante que el sueldo o la paga: el propio crecimiento personal. El sueldo no me
hace mejor. No soy mejor persona por el hecho de ganar más o de ser muy bien
considerado o por disponer de tecnología de punta para realizar mis actividades.
Ojalá disponga de esos bienes, pero hay otros bienes mucho más valiosos.
Seguramente más de una vez ante una pregunta como ésta "¿qué tal tu nuevo
trabajo?" hemos escuchado respuestas del tipo: "salvaje, lo paso fantástico", o, "me
encanta, es lo que siempre quise hacer". Estas son respuestas que reflejan
motivación intrínseca. Motivos intrínsecos son aquellos en los cuales el interés
recae sobre la acción misma que se realiza, pues se trabaja en lo que a uno le gusta
e interesa. Quien trabaja así, trabaja más y mejor, a la vez que se vuelve inventivo
y creador.
El trabajo humano sólo alcanza su dimensión plena cuando quien lo realiza es capaz
de salir de sí, de abrirse a los demás, de buscar, junto con su desarrollo personal,
el bien de otros: de sus socios, de sus colaboradores, de sus clientes, de la sociedad
entera. El hombre que tiene en cuenta a los demás, ése se mueve por motivos
trascendentes.
Muchas personas trabajan para servir a los demás, incluso sin recibir remuneración
alguna o recibiendo una muy pequeña. Pensemos en los bomberos, enfermeras,
profesores... Sin duda encontramos allí una clara vocación de servicio que merece
todo nuestro reconocimiento y admiración. Sin embargo, esta vocación de servicio
puede realizarse en cualquier actividad humana noble: también si está muy bien
remunerada. Un empresario, un alto ejecutivo de una transnacional, quien sea,
puede realizar su trabajo teniendo en cuenta a los demás, procurando servir y no
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sólo buscando su propio beneficio: sólo de ese modo le es posible realizar un trabajo
hecho a escala humana.
Lo que hace que el trabajo no sea un esfuerzo motivado sólo por razones egoístas
son los motivos trascendentes, es decir, en los que el interés de la acción no reside
únicamente en ella misma o en su utilidad, sino que se tienen en cuenta las
consecuencias de la propia actividad sobre los demás. Quien tiene entre sus
motivaciones para trabajar contribuir con su aporte a los demás y a la empresa en
la que trabaja, esa persona se mueve por motivos trascendentes.
Los motivos extrínsecos e intrínsecos no son malos ni menos nobles, pero han de
complementarse con los trascendentes. No se trata de ahogar los motivos
extrínsecos, pero sí de enfatizar los verdaderos motivos.
Quien sólo se moviese por motivos extrínsecos e intrínsecos, podría ser un egoísta
que sólo busca su propio bien. Por eso el orden de la naturaleza humana, impone
que una persona para desarrollar en el trabajo todas sus dimensiones debe superar
el plano de la fabricación de objetos o de su propio perfeccionamiento y tener en
cuenta las consecuencias de su trabajo en los demás. Siempre se trabaja con otros
y para otros.
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III. NATURALEZA DEL LIDERAZGO
Vistas, pues, algunas ideas acerca de la autoridad y de la motivación, pasamos
ahora a considerar el tercer elemento de nuestro estudio, el liderazgo, que, como
veremos, está íntimamente relacionado con los temas anteriores.
Y un líder puede ser al mismo tiempo duro y exigente y, de hecho, lo será en algunos
puntos esenciales, pero estos puntos siempre estarán relacionados con la defensa
de los derechos de otras personas.
Y los líderes llegan a serlo –se hacen– a través de sus esfuerzos personales, a
través del largo proceso en el que van adquiriendo la capacidad de moverse por
motivos trascendentes y de sacrificar su propio egoísmo. Esta tarea implica
aprender a usar el poder de que dispone en beneficio de todos, evitando la tentación
de usarlo únicamente con fines egoístas.
Pérez López, Juan Antonio, (1994). Fundamentos de la Dirección de Empresas. 2ª edición. Ediciones Rialp S.A.
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Naturaleza del liderazgo
Los resultados que le interesan al líder en cuanto tal se refieren a los motivos que
han de tener las personas que actúan bajo su dirección. El líder espera que actúen
movidos por motivos trascendentes, esto es que actúan porque así quieren hacerlo,
debido al valor que su acción tendrá para otras personas.
Un directivo haciendo uso del poder coactivo, puede imponer acciones, pero lo que
no puede imponer son las intenciones que llevan a actuar de un modo u otro. Pero
son precisamente esas intenciones las que busca mejorar el liderazgo.
Siendo tal la condición del liderazgo, es evidente que ni siquiera el “líder perfecto”
puede tener absoluta certeza respecto al logro de sus propósitos, pues éstos no
dependen solo de la calidad de las metas que proponga a los colaboradores, sino
también de las intenciones que mueven la acción de esas otras personas. Aunque
la acción puede ser impuesta, la intención depende únicamente de su propia
libertad.
Nadie puede obligar a nadie a moverse por motivos trascendentes, pero se puede
ayudar desde fuera a que una persona capte el valor real de sus acciones y los
efectos de éstas en los demás y, en consecuencia, mejore la calidad de su
motivación.
“lo primero que un directivo puede hacer en cuanto líder es muy fácil de
formular, ya que es algo puramente negativo. Podríamos expresarlo
diciendo: no ser un obstáculo para que sus subordinados actúen movidos
por motivos trascendentes cuando quieran hacerlo”13.
Esta condición no es nada fácil de cumplir. No hay que olvidar que las motivaciones
–extrínsecas, intrínsecas y trascendentes– suelen estar en conflicto dentro de una
persona. Tampoco hay que olvidar que un directivo a través del uso del poder está
manejando el plano de distintos tipos de motivos. Es fácil que con su actuación
pueda incrementar la actuación por motivos extrínsecos o intrínsecos de una
persona en desmedro de los motivos trascendentes.
13 Pérez López, J. A., op. cit., p. 136. Las cursivas son del original.
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Ningún directivo normal buscará deteriorar las estructuras de motivación, pero es
frecuente que aquellas acciones que tienen un alto grado de eficacia inmediata,
tengan también un valor negativo para el logro de motivos trascendentes.
La segunda cosa que un directivo puede hacer para aumentar el compromiso con
la organización es:
Se trata de ayudarles a pensar. En este plano, los esfuerzos del líder se orientan a
ayudar a sus subordinados a enfrentarse con las posibles consecuencias de sus
acciones en otras personas. Este es el camino para difundir los valores en la
organización.
El tercer tipo de actuación directiva respecto del liderazgo –que es condición para
las anteriores– es lo que podríamos llamar la ejemplaridad del directivo.
“Tan sólo un directivo que se esté esforzando seriamente por actuar por
motivos trascendentes, tendrá la posibilidad de influir sobre sus
subordinados para que también lo hagan así”15.
El desarrollo de la autoridad
La ejemplaridad del directivo no es un modo más eficaz para conseguir que sus
subordinados actúen por motivos trascendentes. En realidad, es el único modo de
conseguirlo.
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La ejemplaridad de un directivo es el único medio para alcanzar autoridad.
Solo cuando una persona se siente segura acerca de las intenciones de otra, acerca
de que esta última intenta conseguir no solo algo que sea bueno para ella misma,
sino que lo sea también para la primera, puede ésta confiar en aquella y otorgarle
autoridad (reconocimiento de su liderazgo). Solo cuando una persona sabe que su
propio bien no es indiferente para otra y que, por tanto, va a ser ponderado en las
decisiones de esta última, se da el fundamento para reconocer su autoridad y
aceptar “a priori” su decisión. Es decir, aceptarla incluso antes de conocer cuál
puede ser dicha decisión.
La pérdida de autoridad.
El poder puede ser usado incorrectamente de tres maneras distintas, cada una de
las cuales representa desprecio por los motivos de otras personas y la ausencia de
motivación trascendente en el directivo:
a) Uso injusto del poder. El poder, en este caso, se usa para quitar a alguien
algo que le pertenece. En cuanto los individuos se dan cuenta de lo que pasa
pierden la confianza en las intenciones del que manda y se destruye el liderazgo.
b) No usar el poder cuando debe usarse. Es deber del directivo usar el poder
de que dispone, a fin de asegurar los mínimos de eficacia en su organización. En la
medida en que fracase en este empeño, sus subordinados dejarán de confiar en su
competencia profesional. Dejar de usar el poder de que se dispone cuando está en
juego el logro de los resultados que son necesarios para todos los que componen
la organización revela grave falta de competencia en el directivo.
17 Pérez López, J. A., op. cit., p. 139. Las cursivas son del original.
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El uso del poder no se opone al liderazgo, sino que, por el contrario, un líder puede
verse obligado, precisamente por ser líder, a usarlo con verdadera fortaleza. Un
directivo tiene que esforzarse por conseguir ciertos resultados mínimos, incluso a
través de procedimientos coactivos, si no tiene otro modo de conseguirlos. Una vez
que esos mínimos estén asegurados, la dimensión de liderazgo le impulsará a
apelar a los motivos trascendentes para buscar resultados superiores a esos
mínimos.
c) Uso inútil del poder. Consiste en un uso del poder tendiente a establecer
demasiadas restricciones a la actuación de los subordinados. “Demasiadas” quiere
decir innecesarias. Es decir, que no se justifican en función de los resultados. El
proceso da lugar a una pérdida de confianza en la capacidad ejecutiva del directivo
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CONCLUSIONES
El líder es aquél que con su actuación no solo obtiene que las personas a las que
dirige hagan lo que él quiere que hagan, pues para eso, por lo general no es
necesario poseer especiales condiciones personales, sino contar con una cierta
cuota de poder. Es equívoco, por tanto, medir o evaluar a un líder según criterios de
eficacia o de logro. Un jefe puede ser eficaz al mismo tiempo que carece por
completo de condiciones para el liderazgo. El líder es quien actúa en el plano de la
libertad, es decir, aquel cuya intención es hacer que sus subordinados quieran lo
que él quiere que quieran, es quien puede con su actuación y su ejemplo influir en
las intenciones de sus subordinados ayudándolos a apreciar el valor real de sus
acciones, permitiendo que se muevan por motivos trascendentes y asuman como
propias –internalizándolas- las indicaciones que se les dan.
En principio, podríamos decir que lo más razonable es que uno quiera lo que uno
mismo quiere. ¿Por qué he de querer lo que quiere el líder? Ahí está la compleja
tarea del líder: conseguir que sus hombres quieran lo que quiere él, que se
identifiquen o internalicen los objetivos de la organización.
La única razón que las personas podemos tener para querer lo que quiere otro –
salvo que el querer del otro coincida con nuestros intereses egoístas– es que el otro
se mueva por motivos trascendentes, es decir, que el querer del líder sea el bien
del grupo, de la organización, de los clientes, de la sociedad entera. Si percibimos
que tales son sus intereses, bien los podemos hacer nuestros y querer lo que él
quiere. Esta es la razón por la cual una condición para ser líder es moverse por
motivos trascendentes.
Si advirtiéramos que nuestro jefe se mueve por motivos egoístas, buscando su bien
personal a costa del de la organización o de sus subordinados, nos revelaríamos
ante sus órdenes, pues nadie acepta ser utilizado, que es lo que entonces estaría
ocurriendo: “no estoy para hacerle la carrera al jefe”, diríamos.
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A la luz de las palabras citadas y de las consideraciones anteriores podemos
concluir:
2. El sujeto cree que las órdenes del jefe/líder son condición necesaria
para alcanzar el objetivo. Esta condición reclama la competencia
profesional del líder. No basta con tener carisma o un extraordinario
atractivo personal: se requiere que los subordinados adviertan su
capacidad para dirigir, pues las órdenes son adecuadas para alcanzar
los objetivos. El liderazgo exige que los subordinados crean y
reconozcan las competencias de quien los dirige.
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BIBLIOGRAFÍA
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