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LA BRÚJULA Y EL RELOJ

Por ROLO

La Brújula y el reloj se parecen mucho entre sí, y a simple vista. Pero cumplen
funciones muy distintas. La brújula nos conecta con una dirección; el reloj con el
tiempo.
Hoy, en la Era de la Fugacidad, nada perdura, todo debe ocurrir ya. Ni en el trabajo,
ni en los vínculos, ni en cualquier actividad humana hay capacidad de espera, de
recorrer y experimentar los procesos. En la época del Fast-Food tendemos a creer que
todo puede conseguirse hecho, con sólo marcar un número. Hemos quedado, casi sin
darnos cuenta, a merced del reloj. Llevamos una vida cronológica (de cronos, palabra
griega que define el tiempo real). Y perdemos contacto con la profundidad de la
experiencia existencial (con kairos, término también griego que equivale al tiempo
vivido, preñado de sentido). Cuando cronos desplaza a kairos, nuestras acciones dejan
de ser guiadas por nuestros valores y principios más trascendentes. Lo urgente se
impone, lo importante se diluye, lo que más importa es llegar, aunque no se sepa a
dónde, aunque no se sepa para qué.
Esto equivale a querer llegar sin haber viajado. O a confundirse el destino con la
dirección. El destino nos cierra el horizonte, elimina las posibilidades, no nos permite
fluir, nos aleja del misterio y del descubrimiento, es rígido, debe alcanzarse sí o sí (y
además en un tiempo determinado). La dirección es abierta, nos conecta con el
momento, con la vivencia, sabemos que estamos marchando hacia aquello que interior y
profundamente buscamos, pero no nos desvive la urgencia, confiamos, somos capaces
de probar más de un camino, nuestra vista está puesta en la brújula, no en el reloj.
El reloj nos sustrae del más rico de los aprendizajes, el que conduce a la sabiduría. El
aprendizaje proveniente del estar inmersos en el aquí y ahora, en lo que estamos
viviendo, el que florece ante nuestros ojos sin estar predeterminado, el que abre puertas
interiores. Llegar a un destino es la consecuencia de haber viajado. En el viaje está la
riqueza, en lo que ocurre durante, mientras; en el proceso. Vivir una relación, participar
del crecimiento de un hijo, aprender mientras se trabaja, disfrutar de la creación de algo
nuevo. Para esto la brújula importa más que el reloj. Nuestros valores (el amor, la
armonía, la empatía, la solidaridad, la comprensión, la honestidad) nos permitirán
iniciar la búsqueda, y la brújula nos mantendrá orientados en ella. Mientras la aguja
señale el Norte (y nunca deja de hacerlo), iremos haciendo nuestras experiencias.
Cuando los medios (éxito, dinero, poder, posesiones, relaciones) empiezan a desplazar a
los fines, el reloj expulsa a la brújula. Nos hacemos adictos a lo urgente. Y nos
desorientamos. Llegamos, sí, pero sólo para reiniciar la carrera porque, insatisfechos y
ansiosos, seguimos apurados aunque sin dirección.
Brújula y reloj. Dos pequeñas cajitas cilíndricas con agujas en su cuadrante, cubiertas
por un cristal. Tan parecidas, tan fáciles de confundir en una primera mirada. Y tan
diferentes. ¿Cuál llevamos en este momento de nuestro viaje existencial?

El filósofo Jacob Needleman autor de una bella obra reflexiva (El Tiempo y el
Alma) escribe en ella:”El tiempo del corazón no corre, se repite una y otra vez
por ciclos, como un grito o una risa cuyo eco resuena en la noche infinita o en
el día infinito. Hemos aislado el tiempo del corazón del tiempo del mundo físico
(...).Un corazón tranquilo nunca es derrotado por el tiempo”.
Comentarios a cuerdalaire@hotmail.com

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