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Viven en zonas abiertas de bosques de eucaliptos, cuyas hojas constituyen la mayor parte de su
dieta. Debido a que esta dieta aporta una cantidad escasa de nutrientes y calorías, los koalas
llevan una vida sedentaria y suelen dormir hasta 20 horas al día. Son animales asociales y solo se
da un vínculo entre las madres y sus crías dependientes. Los machos adultos se comunican con
fuertes rugidos que intimidan a los rivales y atraen a las hembras. Los machos señalan su
presencia con secreciones de unas glándulas odoríferas ubicadas en su pecho. Como en los demás
marsupiales, sus crías nacen sin estar desarrolladas por completo y de inmediato se suben al
marsupio de sus madres, donde permanecen durante sus primeros seis o siete meses de vida; los
jóvenes se destetan por completo cuando tienen un año de edad. Tienen pocos parásitos y
depredadores naturales, aunque están amenazados por varios patógenos, como las infecciones
por clamidias y el retrovirus koala, así como por los incendios forestales y las sequías.
Existen pruebas de que los aborígenes australianos ya cazaban estos animales y aparecen
representados en sus mitos y arte rupestre desde hace milenios. El primer encuentro registrado
entre un europeo y un koala se produjo en 1798 y el naturalista George Perry publicó una imagen
de este animal en 1810. El botánico Robert Brown escribió la primera descripción científica
detallada del koala en 1814, aunque su obra permaneció inédita durante 180 años. El ornitólogo y
artista John Gould ilustró y describió estos animales, dando a conocer la especie al público
británico en general y a lo largo del siglo XIX otros científicos ingleses revelaron más detalles sobre
su biología.