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la Psicopatología
Los diversos criterios de anormalidad se han venido plasmando de forma más o menos
consistente en modelos generales que tratan de dar cuenta sobre los diferentes problemas que
plantea la psicopatología. No todos los modelos revisten el mismo grado de cientificidad,
coherencia y poder predictivo y explicativo sobre la conducta anormal. Las diferentes
perspectivas teóricas sobre la conducta anormal, se basan en los criterios y se diferencian entre sí
en el mayor o menor énfasis que pongan en cada uno de ellos. Aunque es cierto que los procesos
biológicos afectan nuestros pensamientos y emociones, también estos se encuentran
influenciados por variables psicológicas y sociales. Nuestra vida mental es una interacción de
factores biológicos y no biológicos (psicológicos, sociales, culturales, ambientales, etc), por lo
que es más relevante explicar esa interacción que centrarse exclusivamente en las variables
biológicas.
El modelo biológico asume como principio fundamental que el trastorno mental es una
enfermedad, la causa es somática como en cualquier otra enfermedad física, en cuanto a las
alteraciones en el plano psicológico son debidas a una alteración estructural o funcional del
cerebro (anomalías bioquímicas, genéticas, neurológica) se observa que en grupos familiares
puede existir una predisposición genética hacia un trastorno, y se habla de grupos de riesgo. El
término enfermedad mental se utiliza como un recurso explicativo para comprender desde la
etiología del trastorno hasta la validez del pronóstico, se emplean términos como, signo el cual
es el indicador objetivo de un proceso orgánico anómalo; síntoma el indicador subjetivo de un
proceso orgánico o funcional; y síndrome a el conjunto de signos y síntomas que aparecen en
forma de cuadro clínico. Además de emplear el registro de datos en el cual se utilizan
esencialmente pruebas objetivas, y se realiza una historia clínica de enfermedades, contemplando
también la predisposición al estrés, y utilizando una clasificación categorial de los trastornos
mentales asumiendo una discontinuidad entre normalidad y anormalidad. En cuanto al
tratamiento empleado habitualmente es la farmacología y la neurocirugía para compensar la
anomalía orgánica, aunque a veces también la terapia conductual. Los tratamientos biológicos
han proporcionado significativas aportaciones en el tratamiento de distintos trastornos mentales.
Fueron dos los factores primarios que determinaron el surgimiento del modelo conductual, la
madurez alcanzada por la psicología del aprendizaje y la insatisfacción con el estatus científico y
modus operandi del modelo biológico. El modelo conductual se centra en la objetividad y la
experimentación en contraste con el modelo biológico centrado en la introspección, intuición y
especulación. Utiliza los principios del aprendizaje como base teórica pues la conducta
psicopatológica consiste en hábitos desadaptativos que han llegado a condicionarse a ciertos
estímulos, tales hábitos constituyen los síntomas clínicos y la propia conducta anormal, y son
generados de acuerdo con las leyes y principios del aprendizaje. El tratamiento debe basarse en
la aplicación de los propios principios del aprendizaje, terapia conductual, para extinguir las
conductas indeseables. Este modelo rechaza el concepto de enfermedad del modelo biológico
pues para este modelo este concepto de enfermedad no es aplicable a los trastornos de
comportamiento, en lugar de hablar de conductas anormales o enfermedades mentales se habla
de experiencias inusuales o anómalas las que definen como actividades mentales que no son las
que exhiben la mayoría de las personas en las mismas situaciones y no asume la existencia de
causas subyacentes, rechaza la conceptuación categorial de los trastornos psicológicos pues no
existen personas mentalmente enfermas y como alternativa al diagnóstico médico tradicional.
Para afirmar que una persona tienen una experiencia inusual, es preciso referirse a los fenómenos
subjetivos (introspección) o informes verbales obtenidos en situaciones experimentales o en
contextos naturales, es decir, interesa tanto el cómo se elabora la información (forma) como el
qué se elabora (contenido). Propone el diagnóstico funcional de la conducta en el cual la
clasificación debe hacerse según dimensiones en las que se sitúan los diferentes individuos. Por
tanto, la diferencia entre la conducta normal y la anormal es cuantitativa (no cualitativa).
Considera que la causa de los trastornos comportamentales obedece a factores ambientales que
se han ido condicionando a través de toda la experiencia del individuo. En el modelo conductual,
la explicación sobre las causas y el tratamiento de la conducta anormal, sus variables e hipótesis,
pueden ser contrastados empíricamente (verificadas o rechazadas). Las relaciones e hipótesis han
sido probadas de forma experimental y se ha demostrado la eficacia de la terapia conductual.
En cuanto al modelo psicoanalítico es un modelo que posee como fin, sin pretenderlo, la
transformación de la patología en el momento en el que se produce. Este modelo es, en un primer
instante, una tentativa para buscar desde fuera de la medicina, y muchas veces apoyándose en
una ideología de carácter biológico, de carácter físico pero trascendiendo esa ideología, es un
intento de buscar explicación al problema de la locura que Freud entiende que la medicina no
explica. Para eso, obviamente, Freud va a partir de un hecho que es fundamental, y es buscar la
locura en sus manifestaciones específicas, en sus producciones específicas. Quizás los tres
aspectos que puedan ser más importantes a la hora de analizar las vicisitudes del modelo
analítico serían: por un lado el análisis del yo, por otro el problema de la angustia y en tercer
lugar el problema de las relaciones objetales. A partir de estos tres niveles se puede dar cuenta
del modelo analítico en todas y cada una de sus dimensiones. En efecto, dar cuenta de la realidad
es un poco fijarse en el aspecto más destacado de la locura, aquel que tiene que ver con la
función del yo.
Para finalizar el modelo biológico plantea que toda la conducta humana se explica en términos
biológicos y por tanto puede ser tratado con técnicas biológicas así las alteraciones
psicopatológicas se producen porque existen anormalidades biológicas subyacentes. El
tratamiento deberá corregir esas anormalidades orgánicas. Nos recuerda que los problemas
psicológicos pueden tener causas biológicas dignas de evaluación y estudio, y que las
investigaciones sobre las bases biológicas de la conducta anormal son cada vez más abundantes,
además de que los nuevos fármacos son, por sí mismos, instrumentos de investigación sobre las
causas biológicas de los trastornos.
Las variables que incrementan el riesgo de depresión se pueden clasificar en factores personales,
sociales, cognitivos, familiares y genéticos.
Los rasgos neuróticos de la personalidad se asocian con una mayor incidencia de casos y
recaídas de depresión mayor y probablemente, aumentan la posibilidad de desarrollar depresión
ante los acontecimientos adversos de la vida. También se asocian a otras formas de
psicopatología, especialmente con los trastornos de ansiedad ya que estos son en general factores
de riesgo para el desarrollo del primer episodio de depresión mayor y también la distimia se ha
visto como un importante predictor del desarrollo posterior de un cuadro depresivo mayor. Por
otra parte, se ha observado que pacientes, fundamentalmente varones, con antecedentes de
ataques de pánico, tienen mayor riesgo de desarrollar depresión mayor. Dicha correlación no se
ha encontrado con otros trastornos mentales.
Se ha descrito una asociación entre migraña y depresión, de manera que los pacientes con
depresión mayor presentaban mayor riesgo de sufrir migraña y a su vez, los que presentaban
migraña (no otro tipo de cefalea) tenían mayor riesgo de depresión mayor. También, la presencia
de enfermedad cardiaca y diversas patologías endocrinas, como la diabetes, el hipo o
hipertiroidismo, el síndrome de Cushing, la enfermedad de Addisson y la amenorrea
hiperprolactinémica, parecen aumentar el riesgo de depresión.
Dentro del papel atribuido a las circunstancias sociales se ha destacado el bajo nivel de recursos
económicos y las circunstancias laborales. Las personas en desempleo y baja laboral presentan
depresiones con mayor frecuencia. En un estudio de cohortes prospectivo publicado
recientemente se desprende que las personas de los grupos socioeconómicos y ocupacionales
más desfavorecidos tienen índices más altos de depresión, indicando que el riesgo de depresión
sigue un gradiente socioeconómico.
Para los factores familiares y genéticos se encuentra que los descendientes de pacientes con
depresión constituyen un grupo de riesgo tanto para enfermedades somáticas como para
trastornos mentales. Así, los familiares de primer grado de pacientes con trastorno depresivo
mayor tienen el doble de posibilidades de presentar depresión que la población general,
proporción también importante en los de segundo grado. El patrón de presentación del cuadro
también puede ser diferente, encontrando como señal más temprana un trastorno de ansiedad. No
obstante, estos estudios familiares por sí mismos no pueden establecer qué cantidad de riesgo
proviene de los factores genéticos y qué cantidad del ambiente familiar compartido.
A pesar que cada modelo propone un tratamiento diferente, numerosos ensayos controlados han
demostrado que la psicoterapia, en particular la terapia cognitivo-conductual y la terapia
interpersonal, es eficaz en pacientes con trastorno depresivo mayor, tanto para el tratamiento de
los síntomas agudos como para disminuir la probabilidad de recaída aunque para los expertos el
mejor enfoque del tratamiento para el trastorno depresivo mayor es la combinación de la
psicoterapia y la farmacología, llevando a cabo un tratamiento en donde se mezclan las
propuestas de los distintos modelos psicopatológicos.