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Hidalgo Burgos, Carlos Antonio

Universidad de Concepción
Asignatura: Historia Clásica
Curso: 1º / Año Académico: 2017
Profesor: Alejandro Bancalari Molina
Ayudante: Felipe Montanares Piña

Estela GARCÍA FERNÁNDEZ: “Ciudadanía e imperio”, Gerión, 2007, Vol. Extra, Madrid,
311-321pp.

La ciudadanía romana, desde inicios del periodo republicano formó parte de las
características claves que poseía el estado de Roma y fortaleció el proceso expansionista de
este. Pero, ¿cómo es posible que esta calidad jurídica, con derechos y beneficios exclusivos
de la naciente república haya socavado tanto el terreno de las próximas comunidades que se
integrarían al estado?, ¿qué no era el ejercito romano el principal protagonista de la expansión
de la república que acabaría de convertirse en imperio? Es merecido un análisis a valor y
consideración que se le daba a este “titulo”, y por qué causo la proliferación de Roma como
potencia expansionista.

En un principio, como parte de las medidas que realizaba Roma a sus habitantes a medida
que crecía como estado, surgió el concepto de “ciudadano” en la república, el cual era un
título de exclusividad en la época. Tener el título de ciudadano romano abarcaba una serie de
derechos “civiles” para los habitantes, que iban desde el derecho a voto en asambleas y
consejos, a postularse a cargos, a efectuar contratos legales y de matrimonio con otro
ciudadano romano con derecho a que la descendencia conserve la ciudadanía, como los
principales, hasta derecho a inmunidad de ciertos impuestos y derecho a apelación y juicio
en casos de tracción. Esta basta cantidad de beneficios daban el carácter de exclusivo y
distinción a la persona que los poseía, daba la oportunidad de pertenecer a la societas iuris
(comunidad con derechos y garantías civiles y procesales), los cuales se les consideraba como
“administradores del imperio” en época posterior.

Ya en el año 338 a.C. Roma comienza el desarrollo de instrumentos jurídicos para la


incorporación de las poblaciones y comunidades vencidas al estado romano, el cual tenía
como eje tres puntos principales: la integración, la exclusión y posteriormente la
“rehabilitación de ciudadanías”. Un fenómeno similar se compara con este proceso de
incorporación territorial: la tendencia expansionista de Esparta. El método espartano
consistía en un enfoque represivo, resaltando la esclavitud como forma de control de los
pueblos conquistados. Esto implicaba un “desorden” militar al distribuir la fuerza militar en
la expansión y en la represión de las comunidades vencidas, lo cual redujo la tendencia
expansionista progresivamente y jugo un papel fundamental en la posterior caída de Esparta.
Por otro parte, el caso de Roma es todo lo contrario, esta se concentró en la generación de
sociedades políticas, tanto de ciudadanos romanos como no romanos al igual que extranjeros,
en las que se les daban distintas calificaciones administrativas y de las cuales se emanaba un
aporte a la maquina expansionista romana, de forma militar y económica.
Este fenómeno se desarrolló de varias formas. En los primeros años de la republica con la
concesión de ciudadanía a comunidades derrotadas se extinguieron soberanías extranjeras,
mientras que a otras se le rehabilitaba su carácter político a cambio de la subordinación. A
pesar de tener diversas aristas este accionar, el instrumento jurídico para someter, clasificar
e instrumentalizar comunidades vencidas no era de mucha complejidad: se exigía antes de
cualquier diplomacia una rendición formal (deditio in fidem), lo que posteriormente se
conducía a la concesión de calificaciones para que las ciudades rendidas se incorporaran a la
red de pueblos neutralizados del estado, los cuales, a pesar de concederles personalidad
política y jurídica, estaban obligadas a estar al servicio de Roma como las que se calificaba
de adhesión total. Roma nunca se dedicó a regular relaciones sin que mediara una rendición
de parte de la ciudad, lo que daba por aceptado el carácter imperativo del estado romano, más
aún al consolidar su predominio en el mar Mediterráneo con la segunda derrota sobre
Cartago.

El método utilizado por Roma consistía en distintas calificaciones asignadas a los pueblos
vencidos, y de la cual se derivaba su libertad política, sus derechos jurídicos o su adhesión
definitiva al estado roma en una última etapa. Las dos clasificaciones de pueblos principales
eran: ciudades rehabilitadas políticamente, pero con derechos limitados, y ciudades
integradas definitivamente al estado. Se prefería de ante mano a estas calificaciones restaurar
las ciudadanías locales antes de conceder la ciudadanía romana a estos. De esta forma Roma
va generando en su proceso de expansión extranjeros, pero no externi (alejados de la órbita
romana), sino peregrini, población que por decisión del estado romano recuperan su
personalidad jurídica y política, aunque con libre acción solo en territorio romano con misión
de canalizar sus recursos militares y económicos a la consolidación y engrandecimiento de
Roma. A la par de las comunidades, también estaba el carácter individual de la ciudadanía,
en la que se estableció que son ciudadanos romanos aquellos extranjeros a quienes se les
concedió su propia ciudadanía a título personal o de forma colectiva a una comunidad (García
Fernández, 2007).

A pesar de su carácter exclusivo y beneficiario con aquellos que la poseían, la ciudadanía era
vista como una sanción en el s. IV a.C. por los no romanos, los cuales consideraban preferible
conservar su ciudadanía independiente, con sus propios beneficios, que adquirir una externa
y subordinarse al estado romano. Esta concepción de sanción presente en los no romanos
cambio en el s. II a.C., una vez finalizada la Segunda Guerra Púnica y la conquista de Grecia,
la que se comenzó a concebir la ciudadanía romana como un beneficio y privilegio al
pertenecer a la Roma ya hegemónica en el Mediterráneo.

En síntesis, todas estas consideraciones, valoraciones e interpretaciones de la ciudadanía


como objeto de exclusividad, como instrumento y como castigo forjaron el proceso que
derivo en el imperio romano: la república y su carácter expansionista. Y de este último punto
se puede inferir que la clave de la expansión territorial romana no descansó únicamente en el
éxito militar de su ejército, sino que también en los usos jurídicos empleados. Incorporando
y excluyendo, creando y rehabilitando ciudadanías fue neutralizando política y jurídicamente
a las comunidades derrotadas, asentando aún más su predominio tanto en el mediterráneo de
manera posterior, como en la península de forma primigenia.

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