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PARADIGMAS EDUCATIVOS

Ensayo: Pedagogía Institucional y los


grupos operativos
Hacia la autogestión educativa
José Raúl de la Loza Ortega

2018

UNIVERSIDAD AZTLÁN
No cabe duda alguna que un pueblo culto tiene la gran posibilidad de establecer
interrelaciones sociales que le conduzcan a generar un modo de vida armónico, equitativo
y justo. También es claro que la pobreza de la gente impide el desarrollo social integral con
graves implicaciones éticas, económicas y políticas de primer orden. Desde hace más de
tres décadas, el mediano desarrollo que la sociedad mexicana había alcanzado después
de la estabilidad económica y social post revolucionaria, se ha visto detenido. Amplios
sectores de la población están afectados por el abandono y la marginalidad, un alto
porcentaje de mexicanos padecen hambre, desnutrición y enfermedades sin atender; el
desempleo cunde a lo ancho y largo del país. Esta situación lacera los derechos humanos
y coloca a la mayor parte de la población en un estado de indefensión muy difícil de romper.

En el mundo capitalista, educación sin calidad y bienestar social son elementos


mutuamente excluyentes y en nuestro país hemos padecido el infortunio de restarle calidad
al sistema educativo nacional. En la cúspide de la formación académica de los mexicanos
se reflejan todas las influencias de todos los grados escolares que cada individuo llevó a lo
largo de su historia personal en un conglomerado social que ha aprendido que en “tierra de
ciegos el tuerto es el rey”. El individualismo exacerbado con el que se genera una
ciudadanía apolítica se genera entre las aulas de un sistema educativo que se caracteriza
por ser, en palabras del lingüista Noam Chomsky (2007), fundamentalmente un
adoctrinamiento, que busca controlar a la población, reducir el activismo, la democracia y
el cuestionamiento de lo establecido.

El presente, es un ejercicio de valoración de la educación superior mexicana en el


marco del neo liberalismo mundial. La estructura del escrito se ha realizado a partir de los
trabajos elaborados durante el curso Paradigmas Educativos impartido por la Universidad
Aztlán durante el verano de 2018. Se toman en cuenta los rasgos generales del desarrollo
económico nacional como generador de una educación dirigida a egresar profesionales
aptos sólo para sostener el modelo económico dependiente del exterior. Se incluye como
aspecto ineludible el desempleo enorme que enfrentan los jóvenes universitarios al concluir
sus estudios como consecuencia de un modelo educativo que, reforma tras reforma,
mantiene un proceso de enseñanza aprendizaje centrado en cualquier cosa menos en los
estudiantes, quienes cuentan con necesidades específicas en entornos sociales
específicos a lo largo de una nación pluricultural que demanda una amplia gama de
perspectivas educativas. Finalmente se aborda la posibilidad de implementar otras
estrategias pedagógicas que tienen como característica esencial el respeto por las
individualidades de cada una de las personas que, a la vez, forman una comunidad al
sumarse en diversos conjuntos humanos, merecedores de aceptación, respeto y amor.

Desde la reestructuración postrevolucionaria del país, los diseños del Sistema


Educativo Nacional han respondido, o intentado responder, a cada modelo económico que
se ha instaurado en México. La lógica de generar profesionales mexicanos, se ha matizado
siempre desde los condicionantes económico-políticos que han determinado los derroteros
sociales de nuestro país. Así, la referencia que hace Cárdenas Caballero sobre los trabajos
del INEE en 2005, muestran, una vez más, las intenciones de formar operarios en lugar de
individuos críticos. El proceso inicia con la formación básica sostenida por las asignaturas
español, matemáticas y expresión escrita y culmina con la llamada “masificación
universitaria” que estuvo a cargo del sexenio foxista.

Ya desde décadas pasadas (dos últimas del S. XX) se escuchaban voces


reaccionarias que exigían la desaparición de la educación superior pública y la tecnificación
del sistema educativo. Los resultados de esa iniciativa combatida por una buena parte del
sector intelectual nacional, terminaron en la creación del bachillerato tecnológico
(CONALEP, CEBETIS, CBTA, etc.) y la ya mencionada masificación universitaria que
consistió en el otorgamiento desmedido del REVOE a instancias particulares. En este último
caso se modificaron los tiempos y contenidos de las asignaturas de las distintas
licenciaturas ofrecidas; del sistema semestral se pasó al cuatrimestral como una estrategia
mercadológica para ayudar a la iniciativa privada a no sucumbir y se eliminó gran parte de
los contenidos humanísticos necesarios para la formación de las, no competencias, sino
habilidades cívicas a las que se refiere la autora de la lectura Enfoque sociológico de la
educación.

A lo largo de tres décadas, se ha procurado que el Sistema Educativo Nacional sea


el principal bastión ideológico que nos conduzca a una de las mejores posiciones en el
ámbito de la manufactura mundial, bajo el membrete de justicia y bienestar social. Los
dirigentes educativos que han desfilado por las principales instancias rectoras del ramo han
ofrecido realizar y jurado haber cumplido con denodados esfuerzos para mejorar la calidad
y eliminar la falta de equidad que ha sufrido la enseñanza en el país.

Hoy en día es común escuchar decir que el objetivo central del sistema educativo
del país es lograr mayores niveles de calidad en la enseñanza. Para ello, se ha afirmado
sucesivamente, que es necesaria una nueva reforma, principalmente en el nivel básico.
Una gran cantidad de estudios realizados por varios especialistas pertenecientes a distintos
corrientes de investigación, apuntan a que la persistencia de un modelo de gestión,
burocrático y jerarquizado; la obsolescencia de planes, programas y materiales de estudio;
la insuficiente formación y actualización de los maestros y los altos índices de reprobación,
deserción y rezago; son los indicadores que denuncian la baja calidad de la educación.

Para solventar dichas limitaciones se señala la urgencia de reducir la burocracia


otorgando mayor autonomía de gestión a las escuelas, observar con detenimiento los
resultados del aprendizaje, incorporar las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación a los procesos educativos y aumentar las exigencias a los docentes.

En el contexto de la llamada reforma educativa, los resultados se han convertido en


el punto nodal de todas las iniciativas que se han emprendido desde que se puso en marcha
el nuevo proyecto del sistema educativo nacional. Si bien desde hace décadas el
presupuesto para la educación ha sido mínimo y se ha enfocado en la selección de recursos
y metodologías, ahora el centro de atención y de la acción radica en los resultados de los
esfuerzos aplicados en todos los niveles educativos. Se argumenta que no sólo la
evaluación es lo que se involucra en dichos resultados sino la eficiencia del quehacer diario
de los estudiantes en el nivel que procede al que éstos mismos hayan concluido. El modelo
educativo para las generaciones futuras habrá de fortalecer las capacidades individuales
rpara, al mismo tiempo, converjan en una sola fuerza. Para ello, es necesario, se afirma,
diseñar e implementar un currículo dirigido hacia el desarrollo de las competencias de cada
persona, que les permita una mejor inserción en un mundo cambiante en el cual los
recursos materiales, tecnológicos, físicos, intelectuales, cognitivos y emocionales puedan
ser empleados como herramientas de aprendizaje que satisfagan las necesidades del
entorno social, político, económico y cultural

El nuevo modelo educativo mexicano, será tomado o construido a partir de las


experiencias, una vez más, ajenas a nuestra realidad, pues, se piensa, que ha de ser
diseñado a partir de entender a las competencias como lo hace la Dirección General de
Educación y Cultura de la Comisión Europea: combinación de destrezas, conocimientos,
aptitudes y actitudes, y a la inclusión de la disposición para aprender además del saber
cómo, posibilitándose que el educando pueda generar un capital cultural desarrollo
personal, un capital social que incluye la participación ciudadana, y un capital humano o
capacidad para ser productivo (2004).

La justificación que se da para ser proclives al modelo por competencias, se haya


en los altos índices de fracasos escolares que se identifican como grandes porcentajes de
deserción y obtención de calificaciones mínimas aprobatorias y reprobatorias. Por lo
anterior, se cree que podría entenderse como la construcción de los conocimientos
diversificados (teóricos, metodológicos, relacionales, técnicos) que fortalecen la autonomía
y eficiencia de las acciones de una persona situada, es decir, inmersa en un entorno de
estudio, función, trabajo o misión. Ya que el desarrollo de las competencias no es abstracto,
sino que se trata de prácticas concretas, en lugares concretos, con y por individuos
concretos, a través de actividades “concretas” que forman parte del quehacer del
educando. Es así que la generación de una competencia implica la adquisición de una
serie de saberes (conocimientos, habilidades, valores, actitudes, emociones, etc.), por parte
del estudiante (Coll, 2007. Citado por García, 2011).

México cuenta con un sistema de educación que ha cumplido la función de una


institución de formación para la sociedad capitalista, en el ámbito del neoliberalismo mundial
y la globalización. La escuela es una institución social que estructura y prescribe
sistemáticamente la operatividad general de la educación a nivel nacional.
Consiguientemente, las prácticas y situaciones educativas que se dan entre profesores y
estudiantes se colocan inevitablemente al interior de un marco institucional. Dentro de la
institución escuela se distinguen, como señala Lapassade (1999), las instituciones externas
al aula: modelo educativo, planes y programas de estudio, currículum, estructura y
normatividad, etc.; y las instituciones internas del aula: atmósfera de enseñanza (entorno
físico y psicológico), las interacciones entre estudiantes y profesor y los recursos y
potenciales comunicativos de todos los participantes. Se incluye todo lo que sucede en el
aula, entendiendo a ésta como cualquier entorno físico-intelectual en el que se desarrollen
las prácticas y situaciones educativas. Son los protocolos, diálogos, exposiciones, lecturas,
tareas, ejercicios, prácticas, investigaciones, aplicaciones, juegos, etc.

Así, las instituciones externas se imponen en la internas como un sistema


indiscutible, inamovible. El modelo educativo, los planes y programas de estudio y las
reglamentaciones de procesos y procedimientos son diseñados y establecidos en lo más
alto del sistema educativo nacional, la burocracia pedagógica. Posteriormente se transmite
jerárquicamente descendiendo hasta los profesores y los estudiantes. A decir de Lapassade
(1999), la burocracia pedagógica cuenta con dos niveles, el externo a la escuela o
institución educativa, es decir, la burocracia estatal (en Morelos IEBM y la Dirección General
de Estudio Medio Superiores y Superiores) y mediadores burocráticos (inspectores e
inspecciones académicas) y el nivel interno a la escuela constituido por rector, secretario
académico, directores de área, coordinadores académicos, gerencias, etc. Esta última
instancia, es una segunda influencia externa que matiza las determinaciones iniciales de
las instituciones pedagógicas externas, ya mencionadas.

Así pues, siguiendo los designios de las máximas autoridades educativas, mismas
que dan continuidad a los derroteros político-económicos del país, la educación mexicana
se ha desarrollado como un medio de formación para la sociedad de consumo. Generando
personas que egresan de los diferentes niveles educativos, cada vez más despolitizados e
indiferentes hacia la ciudadanía, preferenciando el individualismo y el sectarismo.
Desde la lógica de la burocracia pedagógica, cabe la reflexión sobre si las nuevas
planificaciones viajan hacia una verdadera calidad educativa vía la búsqueda de resultados.
La manera para señalar el éxito en el modelo por competencias, sí, se diferencia de los
modelos tradicionales de aprendizaje, ya que los estudiantes son evaluados de acuerdo el
dominio que demuestren tener sobre las habilidades y/o los resultados de aprendizaje que
obtengan. Por eso, el ritmo de aprendizaje es mucho más individualizado. La experiencia
demuestra que el modelo por competencias en realidad pretende salvar al sistema
capitalista de su crisis actual ofreciendo eliminar el enorme desempleo que enfrentan las
poblaciones de las naciones en vías de desarrollo. Es la panacea educativa empleada para
justificar las reformas educativas ordenadas por el Banco Mundial, incluyendo, además del
diseño curricular académico, a las relaciones laborales con los profesores. Desde esta
perspectiva, el concepto competencias transita de ser competente en un área de
conocimiento, hacia competir por un puesto de trabajo; lo triste es que mientras el sistema
económico no sane, la pretensión de ofrecer suficientes fuentes de trabajo seguirá viviendo
en la fantasía.

Es muy probable que muchos de los jóvenes que iniciarán sus estudios superiores,
así como quienes ya lo hicieron, se imaginen o esperan que al término del largo y difícil
camino que tienen enfrente y que culminará cuando reciban su cédula profesional, su
proyecto de vida inicie con un puesto laboral correspondiente a su área de estudios y con
un sueldo decoroso que les permita ir cumpliendo sus sueños más preciados. También es
muy probable que nadie les haya informado que ese futuro no está tan cerca como los 3 a
5 años que puede durar su formación profesional escolarizada. Y es que el país pasa de
crisis en crisis y los gobiernos neoliberales no han hecho más que ofrecerle a la población
placebos de distintos tipos.

Mucha saliva y tinta se han empleado para referirse a la crisis educativa nacional, a
los modelos educativos progresistas como el finlandés, a la necesidad de reforzar los
niveles de calidad en las áreas de matemáticas, lectura, escritura y expresión oral; a la
ineficaz gestión; a la insuficiente cobertura, a la ínfima calidad; a los escasos recursos. En
este contexto, la situación de la educación universitaria es consecuencia de una planeación
que no corresponde a la realidad mexicana.

El desarrollo económico de corte neoliberal genera una diferenciación de funciones


notable entre el sector público y el privado; campus sobrepoblados en el primero y
comercialización desmedida en el segundo. Es una crisis profunda del desarrollo
económico nacional que se manifiesta en todos los renglones de la vida social mexicana.
En cuanto a la educación universitaria, repercute en la actividad laboral de profesionales y
la movilidad social. Las políticas y reformas educativas impuestas por más o menos treinta
años, no han sido capaces de desaparecer el fantasma de la mediocridad, el analfabetismo,
la despolitización, y la incapacidad de empatizar con el otro; un fantasma que acecha a la
mayor parte de la población. La educación mexicana carece del grado necesario de calidad,
pero no para garantizarle a las naciones depredadoras mano de obra barata y para engrosar
las filas del desempleo. El principal destino de los egresados de estudios profesionales es
el desempleo, una plaza de vendedor, o un volante de taxi. Es necesario decirlo, las
políticas educativas neoliberales han mostrado su ineficacia en la misma magnitud de la
incapacidad de sus creadores para transformar la realidad imperante desde hace más de
un cuarto de siglo. Ya no más reformas educativas generadas en el seno del Estado
neoliberal mexicano. Necesitamos una revolución educativa, una transformación radical de
la manera de ver la vida, de sentir la existencia.
Es urgente determinar el cuerpo de profesiones estratégicas para el desarrollo de
los tres sectores productivos del país y que no sea el terciario, ni ningún otro a menos que
fuera necesario para el equilibrio productivo, el que predomine concentrando el mayor
porcentaje de la oferta laboral a todos los niveles. Es necesario distinguir los segmentos de
formación superior de los que surjan los profesionales que el mercado laboral demande con
extrema urgencia para re direccionar la productividad en un proceso en el que gradualmente
se deje cualquier tipo de dependencia hacia otras naciones.

Es así que, si las causas de la crisis universitaria, y del sistema educativo en su


conjunto, se encuentran fuera de los campus y las aulas, se impone buscar fuera de las
universidades las posibilidades de encontrar soluciones viables para que la recomposición
universitaria sea reflejo de una recomposición del sistema productivo nacional. En este
sentido, Hernández proporciona una descripción del proceso de saturación de la demanda
de profesionales en los sectores productivos en los que se requiere de capital humano con
habilidades y capacidades posibles de desarrollar mediante los estudios universitarios. Esa
tendencia se produjo a partir de dos ejes de suma importancia que inició en la década de
los años noventa, por un lado el incremento de egresados de las instituciones de estudios
superiores en especialidades imperantes en el sector terciario, prestación de servicios;
además el desempeño ineficaz del modelo económico mexicano en términos de desarrollo
económico, mismo que está dirigido, precisamente, hacia el ámbito de los servicios; pues,
sigo sosteniendo, se sigue provocando que prevalezca una gran dependencia,
principalmente tecnológica, hacia las empresas multinacionales.

Es en este punto en el que se sitúa la realidad del país en lo general, y del panorama
universitario en lo particular. Es sabido que el sector primario de una nación tiene el
potencial necesario para generar un desarrollo económico sostenido. Sin embargo, en
México, a partir de los años ochenta, se ha presentado un estancamiento debido al
ineficiente desempeño de dicho sector que desde aquella época sólo ha proporcionado una
contribución negativa a la generación del Producto Interno Bruto.

Asimismo, las tendencias educativas en México se caracterizan por intentar seguir


la corriente modernizadora mundial. La globalización sigue siendo la panacea que dirige las
visiones de secretarios de educación y comisiones del mismo ramo en las cámaras de
diputados y senadores. La información que llega del extranjero, por ejemplo de Forbes y
Sipse, indica que el analista informático, los médicos y cirujanos, ingenieros, asesores
financieros, analistas de gestión, abogados y especialistas en energías alternativas serán
los profesionales del futuro inmediato mexicano.

Es fácil observar que de esas profesiones sólo el análisis informático, la ingeniería


y la generación de nuevas formas de obtener energía son profesiones que pueden dirigirse
al sector secundario, el primario sigue olvidado. Además, el análisis informático, a decir de
los especialistas, tendrá una tendencia hacia el sector terciario, una vez más, pues se
enfocará a la construcción de redes de comunicación y protección de documentación
empresariales. En tanto que la ingeniería será aplicada, principalmente, al desarrollo de
software, comunicación móvil y cloud computing; como se puede observar se trata de
servicios a través de la conectividad y gran escala de Internet, otra vez, los servicios. Y qué
decir de las nuevas energías, con la enorme carencia de desarrollo científico-tecnológico,
quienes egresen de esas carreras tendrán como opción laboral la manufactura y
comercialización de productos fabricados por firmas extrajeras asentadas en el país.
Ese panorama excluye la ganadería, la agricultura, el aprovechamiento forestal, la
construcción, la minería, la industria en general. Por qué no se piensa en generar más y
mejores profesionales que sustituyan a especialistas de otras naciones contratados por
empresarios mexicanos. Si se impulsan los sectores primario y secundario mediante
empresas nacionales, se requerirán profesionales a la altura de los nuevos retos que
representará apoyar a un desarrollo económico propio. Es imperioso subrayar la urgente
necesidad de reorientar la formación profesional la matrícula universitaria hacia las áreas
del conocimiento que logren reactivar los sectores primario y secundario y reestructuren,
en concordancia con dicha reactivación, el terciario para que los profesionales mexicanos
sean verdaderamente profesionales y no operarios con título de licenciatura, incluso de
maestría.

Al anterior panorama, se habría de integrar, inevitablemente, el avance tecnológico


que con pasos de gigante ha alcanzado fronteras insospechadas hasta hace algunas
décadas. Sin embargo no se debe olvidar que la tecnología es la aplicación del progreso
científico y su desarrollo es impulsado por el cuestionamiento que alcanza el desafío de las
doctrinas vigentes o del orden establecido. La certeza de encontrar alternativas mediante
la estimulación de la creatividad y el trabajo colaborativo para educar a la juventud es una
iniciativa que no debería tener fecha de caducidad.

En el ámbito de la Aldea Global, la educación profesional demanda urgentemente


diseñar nuevos derroteros acordes a los actuales tiempos en los que los cambios en todos
los órdenes son moneda corriente. Hoy la enseñanza se inserta en un contexto sumamente
complejo y de mayor amplitud, ahora su papel crece inexorablemente, enfrentando las
modificaciones que se enfrentan en el ámbito de la educación científica y tecnológica, cuyas
repercusiones se manifiestan en el sector económico y en las relaciones políticas y
socioculturales de la sociedad mexicana. Y ha de ser que desde las instituciones educativas
internas, las trincheras de la enseñanza, emerjan voces que, por distintas no serán
distantes, voces que surgirán desde el mismísimo epicentro de las prácticas y situaciones
educativas, voces que advertirán que la vida no es un modelo absoluto, fatal.

La posibilidad del cambio social se encuentra en el reconocimiento de la educación


como un factor de cambio social, de liberación social. Desde esa perspectiva existen varias
propuestas educativas que ven en el estudiante el centro del proceso educativo y diseñan
múltiples estrategias y modelos distantes de la educación tradicional.

El Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP o PBL, Project-based learning) es una


estrategia pedagógica fundamentada en la aplicación de proyectos altamente motivadores,
apegados a la realidad de los estudiantes y basados en una situación o problema
relacionado estrechamente con ese contexto.

Además del ABP existen otras propuestas como el Constructivismo, Pensamiento


crítico y habilidades, Escuela nueva, Aprendizaje basado en problemas; toda ellas con
aportes muy valiosas. Sin embargo, resulta muy atractiva la idea de que sean los propios
estudiantes quienes determinen, a partir de sus intereses, dar satisfacción a sus inquietudes
y curiosidad para conocer su entorno y buscar los procedimientos más adecuados para
resolver su vida. Es así que la autogestión educativa ofrece en mayor medida herramientas
y procesos mediantes los cuales se logre la satisfacción de aquella clase de aprendizaje,
anteponiendo esta actividad, el aprendizaje, a la enseñanza. Lo que resulta una visión
realmente revolucionaria pues invierte las prioridades que la educación tradicional ha
impuesto por un largo periodo de tiempo. En dichos términos, la Pedagogía institucional ha
desarrollado una metodología extensa que se dirige a excluir los verdaderos obstáculos de
la autogestión educativa, el sistema educativo represor que impone una educación
homogénea y distante de las varias realidades de quienes la reciben. El propósito de la
Pedagogía institucional es la creación de conocimientos que sean empleados para
establecer una vida armónica, equitativa y justa. Para la Pedagogía institucional, la
investigación y la creatividad son la base de la construcción del conocimiento; conocer el
pasado para emplearlo en la actualidad asimilando sus aspectos más significativos.

Se ha de educar desde la Pedagogía institucional para realizar prácticas educativas


con el propósito de promover nuevos modelos de comunicación y de relaciones humanas
que alejen del burocratismo educativo a los estudiantes y a profesores. Se tendrá que
aceptar que los estudiantes son individuos pensantes y que poseen ideas y sentimientos
valiosos, incluso de mayor valía que la de las ideas de los propios profesores en ciertas
circunstancias y momentos; quienes estudian son el centro de las decisiones. De esa
manera, se logrará propiciar que el grupo sea responsable de sí mismo y actúe bajo los
principios de la autogestión educativa. En no pocas ocasiones, los resultados no serán los
esperados, a pesar de que el profesor deje a un lado los privilegios que tradicionalmente
adquiere y acepte el papel o función que los estudiantes le otorguen al mentor. Ya en la
situación educativa horizontal los procesos de comunicación se depurarán y resultan más
efectivos, así, el profesor sólo aportará su bagaje de conocimientos y destrezas y será
considerado un estudiante más, aprovechando su experiencia para alcanzar una
metacognición. En esta perspectiva, el empleo del método “grupo operativo”, iniciado por
Pichón-Rivère y continuado profusamente por José Bleger, será de gran utilidad al analizar
las prácticas educativas y mejorarlas constantemente y llegar algún día a que se den en el
marco de la autogestión educativa.

Es necesario mencionar que un grupo operativo conforme la concepción de Pichón-


Rivière, “es un conjunto de personas con un objetivo común”, al que se observa y cuya
estructura sólo se logra al momento en que opera como equipo; en este caso, el grupo
operativo será cada uno de los grupos en cada clase, cuya gran parte del trabajo consistirá
en aprender y ello sucederá sólo en los casos en que los alumnos construyan sus propios
conocimientos significativos, es decir, mientras opere cada grupo. Los estudiantes que
pongan en práctica este procedimiento tendrán propósitos, problemas, recursos y
conflictos, los que deberán ser analizados y atendidos por ellos mismos, en la medida en
que se presenten. Los análisis y evaluaciones de resultados se llevarán a cabo conforme
las tareas y en función de los objetivos fijados en cada caso. Bleger señala al respecto:

“En la enseñanza, el grupo operativo trabaja sobre un tópico de estudio dado, pero,
mientras lo desarrolla, se adiestra en los distintos aspectos del factor humano. Aunque
el grupo esté concretamente aplicado a una tarea, el factor humano, tiene una
importancia primordial, ya que constituye el “instrumento de todos los instrumentos.

No hay ningún instrumento que funcione sin el ser humano. Nos oponemos a la vieja
ilusión, tan difundida, de que una tarea se realiza mejor cuando se excluyen los
llamados factores subjetivos y sólo se la considera “objetivamente” por el contrario,
afirmamos y sostenemos operativa, prácticamente, que el más alto grado de eficiencia
en una tarea se logra cuando se incorpora sistemáticamente a la misma al ser humano
total. 1961”

Se enfrentarán muchos tropiezos y fracasos, por supuesto, y es que la capacitación


del grupo operativo para trabajar de manera cooperativa depende de la integración
oportuna de cada momento del aprendizaje en la totalidad del proceso, de tal suerte que,
como totalidad, se obtenga un aprendizaje y una realización de las tareas de un nivel alto.
Para ello, la comunicación propiciará que cada integrante incorpore al “otro generalizado”,
como lo denomina G. Mead, a la introyección de los momentos de los demás miembros.
Así, cada uno incorporará momentos de los demás y corregirá gradualmente su
estereotipia. De esa manera se logrará, además de un alto rendimiento grupal, que la
información, el aprendizaje y el yo de cada participante se integren. De manera progresiva,
uno a uno, los integrantes alternarán sus momentos, “juegan” los roles de los demás,
incorporando de tal manera todos los momentos del aprendizaje, y el grupo alcanza una
mayor integración del yo.

El proceso que los individuos como alumnos han de desarrollar para la construcción
de su aprendizaje significativo, ha de partir de una relación en la que se debe suprimir la
relación jerárquica vertical descendente tradicional, en la que el profesor le enseña los
conocimientos al alumno. Esa relación es deshumanizante pues en lo más profundo de su
esencia el papel del alumno es el de una máquina a la que se le programa para realizar en
el campo laboral operaciones previamente determinadas. Y no será fácil trabajar en esta
lógica. Inicialmente, la sustitución de las interacciones en las nuevas prácticas docentes,
llegará a generar en ambas partes del aprendizaje, en los alumnos y en los docentes, un
estado de ansiedad, debido al abandono del confort en que se encontraban en las
experiencias de la enseñanza tradicional, uno señalando lo que hay que hacer y otros
haciendo lo que se les señalaba. Si la experiencia, si la historia así lo muestra, se pensará,
ha de ser porque no existe otra manera de realizarlo. Por supuesto, las reglas son, en las
personas, conductas que se transforman en roles; el sostenimiento y repetición de tales
normas y comportamientos conlleva a una posición ventajosa de eludir cambios y, por ende,
se elimina la ansiedad.

Sin embargo, es necesario aceptar que salvaguardar las ventajas de la enseñanza


tradicional obstaculiza la enseñanza e inhibe el aprendizaje de los estudiantes, convirtiendo
a los recursos pedagógicos en su propia némesis: un medio alienante del ser humano. Por
ello, se ha de insistir en trastocar ese procedimiento alienante en un precursor del
aprendizaje, en un proceso en el que el primer término de la relación de la educación fuera
el que pertenece al rol del estudiante y no al del profesor.

La imagen idealizada del profesor omnipotente y omnisciente perturba el


aprendizaje, en primer lugar, del maestro mismo. Es imprescindible aclararlo, lo más
importante en todo campo de conocimiento no es disponer de información acabada sino
poseer instrumentos para resolver los problemas que se presentan en dicho campo; quien
se sienta poseedor de información acabada tiene agotadas sus posibilidades de aprender
y de enseñar en forma realmente provechosa. En la enseñanza y el aprendizaje en grupos
operativos no se trata solamente de transmitir información, sino también lograr que sus
integrantes incorporen y manejen los instrumentos de indagación. Y esto sólo es posible a
partir de que el profesor lo obtenga para él mismo.

Finalmente, es necesario subrayar que lo más importante en un campo científico no


es el cúmulo de conocimientos adquiridos, sino el manejo de los mimos como instrumentos,
para indagar y actuar sobre la realidad. Hay gran diferencia entre el saber acumulado y el
utilizado; el primero enajena (inclusive al sabio), el segundo enriquece la tarea y al ser
humano mismo. Además, no se trata sólo de aprender en el sentido limitado de recoger
información explicitada, sino de convertir en enseñanza y aprendizaje toda conducta y
experiencia, relación o quehacer. Aprendizaje y enseñanza están tan solidariamente
relacionados que, con frecuencia, en los grupos operativos que se ocupan de este tema se
acuñó un neologismo: aprendizaje-enseñanza, que primero apareció como lapsus, y que
integra ambos términos: Bleger. 1961.

Adaptando la teoría de Pichón-Rivière y Bleger, al proceso de aprendizaje-


enseñanza, se co-trabaja, se co-piensa con los alumnos y si esta situación llevara a que los
estudiantes creyeran que hay cosas que el profesor desconoce, éste ha de admitirlo como
verdad. La manera en que se organiza la enseñanza en grupos operativos demanda que
se elimine una gran cantidad de estereotipos, que se han perpetuado a lo largo de la historia
de la educación participando como defensa de la ansiedad y que detienen u obstaculizan
el proceso tradicional de enseñanza-aprendizaje. Para alcanzar la transformación de la
educación actual en una relación dialéctica aprendizaje-enseñanza, no se han de falsear
las imágenes, ni de los educadores, ni de los estudiantes investigadores, y la transmisión
de la información correspondiente no ha de ser manipulada ni tergiversada, aun cuando
haya hechos dudosos, contradictorios o irresueltos.

No intentarlo implica complicidad con lo que agriamente se critica. No actuar sugiere


aceptación de la mediocridad y de la realidad a la que asistimos hoy.

REFERENCIAS.

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y Psicoterapia de Grupo.; Ed. Nueva Visión.

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