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Resumen
Palabras claves.
Introducción.
La obra de Sobrevilla es vasta, sobre todo aquella que dedica a la filosofía alemana
y a Manuel Kant: Escritos Kantianos. En torno a Kant, su obra e influencia (2006).
Igualmente, los trabajos sobre la filosofía en el Perú y América Latina: La Filosofía
Contemporánea en el Perú (1996); Repensando la tradición de nuestra América.
Estudios sobre la filosofía en América Latina (1999); Mariátegui y su aplicación a
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los “7 ensayos” (2005). Además, sus estudios acerca de las obras de Vallejo y
Basadre, entre otros temas de su abundante producción bibliográfica.
Sin embargo, en la Antigüedad no existió en rigor una estética, sino solo una teoría
de lo bello y el arte, que Sobrevilla estudia en el período arcaico, en la época
clásica y la helenística. El desarrollo del presente artículo se circunscribe a los
aportes hechos por la filosofía Platónica a la estética del período clásico griego y
que el autor destaca con el rigor que caracteriza a sus escritos filosóficos.
El período clásico abarca la segunda parte del siglo V y el siglo IV a.c, donde la
administración de Pericles favorece el ascenso de Atenas, entre los años 446-431
a.c. La acción política interna y externa y el esplendor de la cultura ateniense se
evidencian en el apogeo de las artes plásticas y la literatura. Se origina la
historiografía y se consolida la filosofía, determinando el desarrollo de la ciencia.
Además, el perfeccionamiento de sus instituciones favoreció el funcionamiento de
una democracia en la que se respetaba la igualdad de derechos de sus
ciudadanos, derechos establecidos por la ley. (Sobrevilla D.p. 31).
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Lamentablemente, la guerra del Peloponeso entre los años 431 y 404 a.c. que
constituyó el enfrentamiento entre Atenas y Esparta con la derrota de la primera,
determina la crisis política, filosófica, científica y artística, ampliamente demostrada
por el sistema filosófico Platónico.
El autor concluye que Platón sostiene la no posesión de una técnica, por parte de
los poetas, para componer poesía sino que escriben debido a la inspiración divina.
Además observa como Platón recoge en este diálogo la idea del filósofo pitagórico
Demócrito, quien en el fragmento 18 Diels afirma: “Lo que escribe un poeta por
inspiración divina y por un aliento sacro es hermoso”.
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En el diálogo Hipias Mayor la pregunta es por qué es la belleza. Hipias es un sofista
al cual Sócrates interroga sobre el tema, rechazando – como observa Sobrevilla
las respuestas de Hipias quien asegura que la belleza es lo adecuado o
conveniente, desembocando en la tesis de que lo bello es lo útil.
El tratamiento del arte lo realiza Platón en los libros III (Capts. 1-18) y X (Capts 1 -
8) con el objeto de determinar su posición dentro del Estado. Para Platón la poesía,
el arte y la gimnasia solo podrían admitirse en la ciudad – estado por su
contribución a formar el carácter moral de los ciudadanos, colaborando con la
organización política del Estado. (Libro II – República – citado por Sobrevilla, D. p.
55).
Ni sobre los hombres ni los dioses los poetas deben narrar cosas injustas y dañinas
para los jóvenes. Sobrevilla nos remite al interrogante hecho por Sócrates de si los
poetas deben hacer narraciones imitativas o no, y detalla cual debe ser la actitud
de los guardianes descrita por Platón.
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El libro X de la República contiene la doctrina filosófica o teoría de las Ideas y
Sobrevilla realiza un detenido análisis de esta para arribar a la posición de Platón
alrededor del arte como poseedor de un carácter fundamentalmente mimético, que
apela a la parte irracional del alma y por ello la poesía imitativa es peligrosa y debe
ser desterrada de la ciudad – estado.
La verdadera realidad es la de las ideas, los objetos no son otra cosa que copias
de esta y las obras de arte copias de copias. En consecuencia por su alejamiento
de la verdad y porque el arte apela a las pasiones no debe ser admitido en la
ciudad – estado.
La imitación poética produce en general los mismos efectos negativos que el amor,
la cólera y todos los otros movimientos anímicos, ya sean placenteros o dolorosos,
con lo que aquello que debiera ser gobernado se erige en gobernante. En este
sentido, podemos reconocer que Homero es el poeta más grande y el mayor de
los trágicos, pero no se debe admitir en la ciudad nada más que los himnos
homéricos a los dioses y los encomios a los héroes, si no es que queremos que el
placer y el dolor reinen en lugar de la razón (Sobrevilla, D.p. 65).
Para el autor, la posición de extremo rechazo del arte, por parte de Platón, se
explica desde su condicionamiento histórico. Sobrevilla expresa que antes de
aparecer la filosofía, Grecia había vivido sobre la base creada por su arte y este
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formó su lenguaje, su mundo de dioses y su visión de vida. Sin embargo, los graves
problemas en la Atenas del siglo IV a.c. determinan que Platón responsabilice de
ellos al arte que según él no había otorgado a la polis fundamentos firmes para la
vida. La posición de Platón respecto al arte es una posición adoptada desde la
filosofía y que parte de la preeminencia de la filosofía sobre el arte. Si la realidad
es la del mundo de las ideas, como afirma el filósofo en su período intermedio,
tenía que quedar necesariamente desvalorizado el arte que posee un ingrediente
sensible innegable. (Sobrevilla, D.p. 96).
Según el autor, Eros es un dios o por lo menos, un figura de origen divino, servidor
de Afrodita. Esta representa el poder de la belleza subyugante, es el objeto del
amor, la amada que excita la pasión, mientras Eros representa el poder de la
pasión.
Por ello sostiene Sobrevilla, que en el caso de Eros la esencia y poder divinos
parten del sujeto amante que cae subyugado por el encanto de la visión deparada
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por Afrodita. Lo primero es la pasión que el sujeto siente y lo eleva al amado y solo
luego y en tanto el amante está sometido a un poder divino, adquiere el individuo
una forma de vida que hace que el objeto de su amor se le aparezca no solo como
su objeto, sino simultáneamente bajo la luz de los poderes cósmicos (Sobrevilla,
D. pp. 67-68).
A este estado de la exégesis del texto, el autor enfatiza que cuando Platón se
refiere a los efectos positivos de la pasión lo hace en relación a la pasión liberadora
y no a la pasión que ciega. Por ello el filósofo acepta la pasión filosófica más no la
poética. Sobrevilla señala que para Platón la pasión filosófica apela a los afectos
y a la vez a la razón, lo que no ocurre con la pasión poética. De donde es posible
concluir que en el diálogo Banquete Eros es pasión y razón simultáneamente.
El autor compara esta pasión Platónica con la presentada en el Ion, donde Platón
considera a los poetas como posesos y animados por Dios y mediadores entre lo
divino y lo humano, pero sin tener clara conciencia de lo que hacen lo que ya no
ocurre en el diálogo Banquete, diálogo del período maduro Platónico.
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que está entre la divinidad y lo mortal (Banquete (202 d). cit por Sobrevilla, D. p.
70).
Sobrevilla interpreta este pasaje como la distancia que existe entre los dioses
olímpicos y el Eros Platónico, que solo se explica como la crisis religiosa clásica
que se estaba produciendo dado que desde antiguo se había considerado a los
dioses olímpicos como potencias mundanas, fuerzas inmanentes al cosmos.
Recuerda a Nietzsche quien denunciaba en el platonismo el elemento antigriego
como “precristiano, escapista del mundo, enemigo de la vida, decadente, nihilista”
(pp. 72-73).
Eros es el guía en el camino hacia lo alto en cuya cima el hombre tiene una visión
que llena su alma de una alegría infinita: la de la belleza. Esta visión lo hace
plenamente feliz. Unicamente la contemplación de la belleza hace a la vida digna
de ser vivida (Banquete 211 b). Quien ve a la belleza con el órgano con que esta
es visible no engendrará apariencias de virtud, ya que no estará en contacto con
una figurilla o fantasma, sino que dará origen a virtudes verdaderas, puesto que
estará en contacto con la verdad. Ahora bien, quien provee y cultive la verdadera
virtud (areté) deberá ser amado de los dioses. Si a algún hombre le corresponde
ser inmortal es a éste. (Sobrevilla, D. p. 74).
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Ocupándose del diálogo Fedro, Sobrevilla hace mención al debate sobre la
datación de la obra compartiendo con Heidegger la teoría de que se trata de un
diálogo del período medio, cercano a la República y al Banquete. El autor se
ocupará de analizar el segundo discurso de Sócrates de la primera parte de la obra
que ha recibido diversas denominaciones: “De la Belleza”, “Del Amor” y “Del Alma”.
El análisis se iniciará desde la posición Platónica sobre la teoría de las ideas para
arribar a la idea más resplandeciente entre todas, que no es otra que la idea de la
belleza.
Sócrates sostiene que para hablar sobre el alma debe recurrir a símiles. El alma
es semejante a cierta fuerza natural que mantiene unidos un tiro de caballos y su
auriga. Los caballos y auriga de los dioses son todos ellos buenos y de buena
procedencia, mientras los de los demás están mezclados. En el caso humano, el
auriga guía dos caballos: uno hermoso, bueno y de excelente origen, en tanto que
el otro es de mala procedencia y conducción. Por ello la faena de conducir en este
caso es tan dura y difícil. (246 a - b).
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adquirir una existencia humana. Ello se debe a que el hombre no permanece, como
el animal, en el campo de la percepción, sino que es necesario que él comprenda
según lo que se llama “idea”, yendo de numerosas percepciones a una unidad
comprendida por el razonamiento. (lo que no sucede con el animal). En esto
consiste la reminiscencia: en recordar lo que una vez vió nuestra alma cuando
estaba en camino acompañando a la divinidad, y miró alzando la cabeza y vió lo
que es en realidad.
Es por eso que solo el entendimiento del filósofo está alado, ya que según el
recuerdo y según sus fuerzas no se aparta de aquello que hace a Dios ser divino.
Unicamente sirviéndose de tales recuerdos puede el hombre llegar a ser perfecto.
El hombre rememora las ideas cuando sale del olvido gracias al Eros. Unicamente
la idea de la belleza tiene la capacidad de despertar al Eros, porque solo ella
conserva su brillo más allá de las imágenes, por ser la más resplandeciente y la
más amable de todas las ideas. A la belleza le ha caído en suerte ser a la vez la
más deslumbrante y más amable (251-d), es esplendentemente clara, resplandece
para la más diafana de nuestras sensaciones, la de la vista, porque ella es la más
aguda de las que nos llegan a través del cuerpo (Sibrevilla, D. pp 75 – 85).
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Para Sobrevilla esta interpretación es en general incorrecta porque traspone
problemas y soluciones neokantianas a la filosofía Platónica. En el caso del Fedro
no se trata simplemente de una narración simbólica cuyo sentido cabal hubiera
que buscar en otros diálogos fundamentados en forma más científica.
Para el autor es innegable que la doctrina Platónica postula una relación original
entre las ideas y el hombre, una relación que es característica del hombre y sin la
cual este no sería el ser que es y no tendría una figura humana, como sostiene
Platón, porque no habiendo visto la verdad en el mundo de las ideas ningún alma
que no la haya contemplado llegará jamás a adquirir una figura humana. El hombre
no permanece como el animal en el campo de la percepción, sino que para él es
necesario comprender según lo que se llama “idea”: yendo de numerosas
percepciones a unidad una comprendida por el razonamiento. Por ello, el hombre
tiene una relación originaria con la belleza, la justicia, la verdad y puede
comprender las cosas como bellas, como justas, como verdaderas. (Sobrevilla, D.
pp. 83-84).
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estudio: el cálculo y los números (matemáticas); el arte de la medida, de la
extensión, de la superficie y la profundidad (geometría) y el estudio de la revolución
de los cuerpos celestes (astronomía).
Sobrevilla coincide con Crombie, I.M (1962), cuando este afirma que Platón no ha
dejado suficientes pistas como para estar seguros de que es lo que quiso decir en
el pasaje mencionado Sin embargo, sostiene la pertinencia de subrayar en el texto
Platónico la importancia que el filósofo asignó a las formas matemáticas y
geométricas y a las sensaciones puras (Sobrevilla, D. p. 91 - 92).
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El autor manifiesta la influencia que la concepción estética de Platón tuvo sobre el
pensamiento posterior. En relación a la belleza originó planteamientos cuya
influencia se ha reflejado en la estética posterior: la belleza como esplendor de la
idea y la belleza como proporción o simetría de las partes, concepción proveniente
del pitagorismo. No menos importante es el aporte Platónico de que la belleza se
vincula estrechamente a la idea del bien. En cuanto a la obra de arte, desde Platón
la mímesis dejó de tener el sentido de expresión de sentimientos en la danza y
pasó a tomar el de la imitación de una idea paradigmática o de una cosa (Sobrevilla
D. pag. 95).
Conclusiones
Por último, el autor se ocupa del período tardío, donde Platón tomó del
pensamiento pitagórico la concepción de la belleza como proporción o simetría de
las partes. Es posible observar el giro pitagórico del pensamiento Platónico gracias
a la claridad y precisión con la que Sobrevilla trata esta etapa tan importante en la
doctrina Platónica.
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El trabajo que Sobrevilla dedicó a la estética Platónica ha permitido reconocer al
valor y aporte de una documentada exégesis de la doctrina filosófica de Platón.
Referencias.
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