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Avería

Luis Miguel Bascones,


18/04/2019

Le tocó avanzar a saltos entre las rodillas del público, mayores y


niños, para poder llegar a la tarima donde sus compañeros montaban
ya los pertrechos, como banderas en colina, con que cubrirían el
acto. El impulso de brincar la última rodilla coincidió con que el niño
se levantó y, al no encontrar la resistencia esperada, Arturo
Pantanrico Juárez voló estirando los brazos por reflejo, soltando lo
que llevaba, para amortiguar la caída. Su cuerpo ancho y joven
resonó a baqueta envuelta en paño, el bulto de los instrumentos
chasqueó metálico. Al torpe aterrizaje siguieron, como ondas en el
agua, un asombro redondo y un coro de risas infantiles.

-Ya te vale, Pantan, el primero como siempre… ¡y esa manera tan


tuya de abrirte paso! Pero mira, hoy estás de suerte. No han llegado
todavía- Le dijo, con una palmada en el hombro, otro reportero. Se
veía bien que era de la competencia, por la diferente composición de
logotipos que, como colcha de retales, estampaban su traje.

A simple vista la cámara estaba bien, y respondía a las indicaciones


de la tableta. Era una automática, de tercera generación, aunque
todavía útil. Una vez cargados los comandos de política editorial,
podía detectar el ambiente y poner la mira en cualquier punto a
360°, con distinto ángulo de apertura y profundidad de campo, lo
mismo para los sonidos. Así se generan directamente las noticias,
que se envían a la redacción o, como hoy, se emitirá en directo.
Pantanrico Juárez se apresuró a desplegar el trípode y atornillar
sobre él la cámara, a comprobar los giros y el volumen.

El rumor envolvente de la música baja estrés subió en decibelios: era


la señal de comienzo del acto. La alcaldesa Alcalá Rolex entró por el
lateral del escenario, del brazo del presidente del Grupo Novo, que
levantaba una de las tarjetas verdes que hoy se entregarían a una
selección de niños, para que pudieran cubrir sus necesidades en la
cadena comercial. Al subir por la rampa de tribuna y saludar al
público, el aplauso se amplificó y armonizó hasta casi sentir en la
cara y en los costados el aleteo de una bandada de palomas.
La alcaldesa y el presidente, al pie del atril, empezaron a hablar a
dúo. La mesa de mezclas combinaba el habla maternal aunque
agresivo y castizo de la alcaldesa con la voz de piel de elefante,
encallecida y rugosa, del presidente. Dirigidos a un visoauditorio de
todas las edades y orientaciones sexuales, acostumbrado a
seleccionar y filtrar según sus preferencias, la mezcla de voces es la
manera de llegar al mayor número de corazones.

-Así como ustedes nos eligen cada día -comenzaron entonando-, en el


perfume SeductOne, en los sabores enriquecidos Natural+, también
nosotros los elegimos como premio a la fidelidad…

A su espalda, un mosaico formado por pantallas iba proyectando las


imágenes de las distintas tomas, como una lluvia de opciones en las
que fijarse a placer: la mirada templada de la alcaldesa, las manos
abiertas como soles marcando el aire, del presidente, combinados
con paisajes de palmeras o cucuruchos de helado de vainilla y fresa
con esquirlas de chocolate. En un rincón de la pantalla, de interés
publicitario marginal, se proyectaba una loma rojiza sembrada de
cráteres en movimiento, y sobre ella dos agujeros que expulsaban
nubes de vapor al ritmo de las palabras, en cada pausa. La imagen se
alejó y se fue girando hasta convertirse en la mismísima nariz del
presidente. En ese momento se escuchó un murmullo atado y una
carcajada infantil.

-¡Juárez! ¿Qué le pasa al equipo? O corrige o cancelamos. Es la


última, se juega contrato. -La voz de su jefe retumbó en el oído a
través del pinganillo, tan agitada que lo hizo saltar fuera de la oreja.
Arturo Pantanrico Juárez revisaba como podía, con los dedos al
borde del espasmo, el control a distancia del aparato.

-Estas tarjetas son la manera de devolver a la comunidad…


-continuaba el discurso, mientras iba pasando en la pantalla el corte
del traje de la alcaldesa con su cuello del año, las mangas semicortas
acanaladas "nada por aquí", el reloj para multitarea del presidente…
En una de las placas bailaba una construcción geométrica de fibra
como el arco iris, circular y elástica, con perlas brillantes en la unión
de los lazos, una mandala vibrante al ritmo de las palabras… al
tomar distancia, la imagen tomó la apariencia de una tela de araña
que tejía, sube y baja por el hilo, en uno de los rincones del techo de
la carpa. Los niños miraban a lo alto en todas direcciones, algunos
señalaban con el dedo, creyendo haber encontrado el bicho.

La alcaldesa y el presidente se interrumpieron, extrañados por este


movimiento del público, no entendían nada. Se miraron a ojos de
hula hop, preguntándose qué hacer. También se giraron hacia mesa
donde los técnicos asentían, como teniendo todo controlado. Como
no se les ocurría algo mejor, y querían recuperar la atención,
volvieron a la lectura del discurso, que pasaba en transparencias
entre sus ojos y el público.

Entre tanto, Pantanrico, dejando a un lado la tableta de control


remoto, se había levantado corriendo hacia la cámara. La golpeó con
los nudillos, en una maniobra técnica desesperada. Recordó
entonces, se lo habían contado los viejos de la redacción, que las
máquinas antiguas tenían un botón de "reinicio" para casos como
éste, que cuando se ganó en seguridad de los aparatos se quitó por
innecesario. Levantó la tapa y allí estaba. Un ronroneo mecánico y
volvió a funcionar como las demás.

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