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Versión b
1– INTRODUCCIÓN.
2– LA GRECIA ARCAICA.
3– LA GRECIA CLÁSICA: ENTRE LA DEMOCRACIA
ATENIENSE Y LA DICTADURA ESPARTANA.
4– EL PERÍODO HELENÍSTICO.
5– LA CULTURA EN GRECIA
6– LOS FUNDAMENTOS ROMANOS: LA ROMA
REPUBLICANA.
7– LA CONQUISTA DEL MEDITERRÁNEO Y LA CRISIS DE LA
REPÚBLICA.
8– EL IMPERIO Y LA "PAX ROMANA".
9– LA CRISIS DEL MUNDO ROMANO.
10– LA RELIGIÓN Y LA VIDA INTELECTUAL ROMANAS.
11– BIBLIOGRAFÍA
1– Introducción.
Sin Grecia y sin Roma, seríamos muy distintos a lo que somos. Sus conceptos y sus
valores pesan sobre nosotros con una insistencia demasiado compleja y polifacética para
que pueda resumirse con simples expresiones metafóricas relativas a la aportación, el
legado o la herencia que debemos a aquellos pueblos. En algunas materias, como la
contribución de los clásicos a nuestras concepciones políticas, o algunos aspectos centrales
de los mensajes de Virgilio o Cicerón, su acción sobre el mundo ha sido continua, de suerte
que es posible seguir eslabón tras eslabón la cadena directa de la herencia a través de los
siglos que nos separan de la Antigüedad. Y, sin embargo, incluso en tales puntos básicos, en
muchos períodos se han producido renacimientos, renovaciones debida más a una
resurrección intencional que a los lazos de continuidad. Cuando Cola di Rienzi, en el siglo
XIV, intentó restablecer la República Romana, lo hizo no sólo porque se sentía heredero de
una tradición continua, sino porque había "redescubierto" Livio. La mitología clásica nos
proporciona más de un atajo para llegar al conocimiento de cómo eran los griegos y los
romanos, y al tiempo ha servido como un poderosa elemento de transmisión entre las
culturas clásicas y las posteriores, como una forma de transmisión de valores implícita: así,
la figura del Buen Pastor es una adaptación de la figura de Orfeo, como muchas fiestas del
santoral cristiano consisten en un ligero cambio de nombres y, menos aún, de motivos
ornamentales, de las fiestas tradicionales apolíneas o dionisíacas (pese a la contradicción
aparente que pueda existir entre el talante respectivo). Los mitos, esa gran aportación de la
cultura grecolatina que son los mitos, tal vez respondan a prototipos universales, arquetipos
(para Eliade constituyen "toda imagen primordial... portadora de un mensaje que hace
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referencia a la condición humana"); pero muchos de los mitos definidos por dicha
civilización han influido de forma decisiva en nuestra conducta: tal es el caso del mito de
Edipo, el de Narciso, el de Prometo...
Roma, que había sido fundada, según la tradición, en el año 753 a.C., estuvo
gobernada hasta el 509 por una monarquía. A ésta le sucedió una república, bajo la cual se
unificó el espacio italiano. Después Roma entró en pugnan por los cartaginenses ("Guerras
Púnicas") y se lanzó a la conquista del Mediterráneo, lo que logró entre los siglos III y II
a.C.. El sistema republicano, en crisis en el siglo I, dio paso, con Augusto, a la formación
del Imperio, que alcanzó su máxima expansión en le siglo II, entró en el crisis en el siglo II
y desapareció en el siglo V.
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griega: aún a riesgo de no hacer la debida justicia a más de un experimento, debe añadirse
que los antiguos nunca llegaron a captar plenamente la idea del gobierno representativo.
Los intentos decimonónicos de ver en Grecia y Roma los antepasados de nuestra
"democracia", y no también de otros sistemas más autocráticos de los tiempos modernos,
van muy descarriados. Es verdad que el gobierno parlamentario occidental puede hacerse
remontar –con aditamentos teutónicos– a antiguos procesos evolutivos, pero mismo puede
hacerse con casi todas las clases de régimen autoritario, incluyendo el comunismo marxista
(¿heredero del sistema espartano?).
Tras el paréntesis medieval (en el que sin embargo persisten poderosos influjos de
las formas de organización y gobierno romanas: no hay un salto radical entre tiempos de
finales del Imperio y los del dominio de los pueblos germánicos, perviviendo además el
Derecho romano parcialmente), el Renacimiento recuperará a nivel de formas de
pensamiento, estética y vida un amplio elenco de influencias grecolatinas. Nuestra forma
de vestir, los gustos cromáticos (el sentido de armonía), los gustos arquitectónicos, buena
parte de nuestro sistema legal, el racionalismo y no pocas de nuestras señas de identidad
actuales hunden sus raíces en las civilizaciones griega y romana de la antigüedad.
2– La Grecia arcaica.
Mientras Creta desarrollaba la cultura de los palacios, las gentes del Heládico
medio se preocupaban por establecerse en la Grecia continental. No sabemos de qué parte
llegaron a Grecia los invasores del Heládico medio ni los constructores del nivel VI de
Troya. El pueblo del Heládico medio era guerrero, como ponen de manifiesto las
fortificaciones de Egina, en Malti, Micenas y Torinto. Hacia el 1600 a.C. la cultura cretense
fue adoptada de pronto en Micenas, alcanzando un gran nivel de riqueza, que resulta difícil
explicar por la gran rapidez con que se produce. No parece que el pueblo Heládico medio
dispusiera de los medios suficientes como para producir la riqueza que Schiliemann y otros
arqueólogos encontraron, por lo que puede deducirse que hubo una invasión extrajera que
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se impuso a la población indígena. ¿Quiénes podían ser dichos extranjeros? La tradición
griega recordaba los nombres de dos pueblos que gobernaron en Micenas: los danaos y los
aqueos.
La invasión de los aqueos, a mediados del segundo milenio a.C., dio lugar al
nacimiento de la denominada civilización micénica (pues su principal ciudad es Micenas).
Tras someter a las poblaciones indígenas, los aqueos destruyeron la civilización cretense
(1400 a.C.). Hacia el 1450 a.C. se había establecido en Cnosos una nueva dinastía belicosa,
sin duda procedente de la Grecia continental, a la que correspondería otro tipo de escritura
(denominada lineal B), tumbas de guerreros en forma de tholos iguales a las de Micenas,
etc., que se supone corresponden a una invasión aquea. Sin embargo, hacia el 1400 a.C. fue
destruido el palacio de Cnosos, tal vez porque los aqueos micénicos temieran el creciente
poder de la dinastía cretense, o bien porque los cretenses se alzaran contra los dominadores
griegos, período al que sucederá en todo caso una decadencia de la isla.
Hacia el 1300 a.C. Micenas era, con mucho, la más rica de las ciudades de Grecia:
estaba provista de sólidas murallas, suntuosas tumbas, lujosos palacios... Ni siquiera Tebas
podía comparársele. Micenas domina a las ciudades del entorno. Sin que se conozcan
exactamente las razones, los aqueos micénicos destruyeron Troya. Según la Ilíada, la lucha
se debió al interés por rescatar a Helena, esposa de Melenao, que había sido raptada de
Esparta por el troyano Paris. Más bien podría pensarse en motivos de tipo estratégico, por
la disputa de los mismos territorios.
El Estado micénico se parecía más a las grandes burocracias del Próximo Oriente
que a cualquier ciudad griega anterior a la época helenística.
Pero hacia el 1200 a.C., una nueva invasión, la de los dorios, puso fin a su vez a la
civilización micénica: las complejas sociedades de los palacios aqueos fueron barridas en
el curso de unas invasiones de efectos tan desastrosos que Grecia necesitó cuatro siglos
para recobrarse por entero. Tras el esfuerzo de la invasión de Troya, la economía micénica
acusaba las aportaciones a la guerra. Según Homero, muchos de los dirigentes y héroes
aqueos, como Ulises o Melenao, con frecuencia se encontraban en aventuras de conquista
por el Mediterráneo. Los nuevos invasores, los dorios (descendientes de Heracles, según
Homero), eran griegos, pero no parece que estuvieran fuertemente influidos por la cultura
minoica, como había ocurrido por los micénicos. Cuando invadieron el Peloponeso,
destruyeron los grandes palacios de Pilos y Micenas y expulsaron a la mayor parte de los
habitantes. Los invasores llegaron en dos grupos principales: los primeros se asentaron en
Argos, y los segundos en Esparta. Sólo después los dorios de Esparta empezaron a extender
su territorio mediante la conquista de sus vecinos. Los dorios poseían armas de hierro, lo
que le proporcionaba una superioridad militar neta sobre los aqueos, quienes se vieron
obligados a huir, asentándose en Asia Menor. No obstante, la ocupación de Grecia por los
dorios no fue total: en el Ática, por ejemplo, vivían los jonios.
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territoriales, tenía la fuerza militar (sólo ellos podían mantener un caballo y disponer de un
armamento muy costoso), y acaparaban el poder político, especialmente tras la
desaparición de los reyes, que sólo subsistieron y con un poder exclusivamente simbólico,
en algunas ciudades. Era una sociedad belicosa, tal como la describe la Ilíada, en la que la
masa popular no desempeñaba un papel significativo. Los aristócratas justificaban su
predominio con el hecho de que únicamente ellos pertenecían a los genos (agrupación de
todos los que descendían de un antepasado común). Pero, al parecer, los genos fueron
creados artificialmente por los propios aristócratas con la finalidad de dar apariencia legal a
su posición: tal vez por eso las genealogías, casi interminables, llenan buena parte de las
obras literarias citadas.
La vida espiritual también se vio conmovida por los profundos cambios que estaba
experimentando el mundo griego. Si en los primeros siglos la epopeya homérica había
simbolizado los ideales del helenismo, en la época de la colonización y de la génesis de la
democracia se desarrollaron nuevas fueras de expresión literaria, como la lírica. Al mismo
tiempo nació el teatro, que brotó de los diritambos que se celebraban en torno al altar de
Dionisos, dios del vino. Pero la gran conquista intelectual de la época arcaica fue el
nacimiento de la filosofía. Los principales focos de la vida intelectual se localizan en Jonia
(zona costera del Asia Menor). Tales de Mileto insistía en el principio único (la existencia
de un "generador" universal), Heráclito en el cambio ("el río es agua que fluye": nada
permanece quieto), Parménides en lo permanente. Lo importante es que por primera vez se
había aplicado la razón y rechazado la mitología, pese a lo precario de las primeras teorías
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filosóficas y cosmovisiones.
Después de salvar los griegos la dura prueba que supuso el enfrentamiento con los
persas (guerras médicas), se inició el período más brillante de su historia, la época clásica
por excelencia, en la cual crearon las obras más importante que han legado a la posteridad.
Una de éstas fue la democracia, nuevo concepto de la organización política de la
comunidad, que contrastaba con los regímenes despóticos del antiguo Oriente. No obstante,
esta nueva concepción socio–política no será general, persistiendo en otras ciudades el
viejo sistema de gobierno aristocrático.
Cuando se habla de la democracia ateniense hay que tener en cuenta que ésta sólo
afectaba los ciudadanos, y dentro de ellos a los varones de más de 18 años de edad, lo que
venía a constituir una vigésima parte del total de habitantes.
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Asamblea (aún sin tener armadura), y que los 9 arcontes anuales (el principal o regente –
epónimo–, el rey de asuntos religiosos –basileus–, y los seis arcontes judiciales de inferior
categoría) serían elegidos por la Asamblea –aunque fueran de la clase ecuestre– y la
debieran rendir cuentas (en caso se ser aprobada su gestión, pasarían a formar parte del
Areópago o consejo de ex– arcontes). Para evitar un excesivo poder de los eupátridas, creó
el Consejo, órgano encargado de preparar los asuntos de la Asamblea, compuesta pro 400
ciudadanos –luego 500– elegidos por sorteo entre quienes se prestaban a ello y habían sido
previamente investigados por el Areópago. En una segunda fase, Pericles, se profundizó en
dicho sistema.
En el 431 a.C. se produjo la guerra entre una potencia marítima y otra terrestre,
Atenas y Esparta, ninguna significativamente más poderosa que la otra. Atenas, bajo
excusa de la amenaza médica, había articulado una estructura militar (la Liga del
Peloponeso) que había acabado por constituir una fuente de dominio ateniense sobre otras
polis (administraban el Tesoro de dicha liga en beneficio propio). Los peloponesos
pudieron invadir el Ática con su irresistible fuerza y arruinar los pueblos y caseríos, pero
no pudieron hacer nada con la Atenas comercial, unida al mar por medio de sus
inexpugnables "muros largos"; Atenas tampoco pudo hacer otras cosas que tomarse una
revancha sin consecuencia saqueando las costas del Peloponeso.
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ocasiones, el asesinato de hilotas sospechosos de rebeldía. Desde el punto de vista político,
aunque había una asamblea integrada por todos los ciudadanos (la Apela), el poder lo
ejercía un grupo de ancianos, que formaban la Gerusía, y cinco éforos, especie de
magistrados. Los dos reyes, que se encontraban a la cabeza de la ciudad, tenían sólamente
un papel honorífico. Este sistema de gobierno se perpetuó durante siglos.
4– El período helenístico.
Salvo en esta última etapa de la historia de Grecia, nunca hubo unidad política entre
los griegos (aunque sin embargo pronto tuvieron conciencia de pertenecer a una misma
cultura, pues hablaban la misma lengua y tenían las mismas creencias religiosas: el miedo a
caer bajo dependencia personal –esclavitud– o colectiva –dominio, conquista– de otros,
una de sus peores pesadillas, hacía de los griegos unos celosos guardianes de su
autonomía)
La rivalidad que estalló entre las ciudades griegas y que desembocó en la guerra del
Peloponeso, con la ruina de todos los combatientes, facilitó la conquista final de Grecia por
los macedonios. Macedonia era un territorio situado al norte de Grecia, con un sistema de
gobierno monárquico y unas formas de vida bastante arcaicas. A mediados del siglo IV
a.C., Filipo, rey de Macedonia, apoyado por su ejército (las famosas falanges), conquistó
toda Grecia. Su hijo Alejandro (conocido como Alejando Magno), no sólo consolidó la
unidad griega, sino que se lanzó a una campaña contra los persas que culminó en la
creación de un imperio de dimensiones gigantescas, pues llegaba hasta la India. Alejandro
Magno había pretendido fundir a los antiguos enemigos, griegos y persas. Pero cuando
murió, en plena juventud, su imperio se disgregó, fragmentándose en las llamadas
monarquías helenísticas. No obstante, desde esas fechas hasta la conquista romana floreció
en las tierras del antiguo imperio de Alejando un tipo uniforme de civilización, denominada
helenística, caracterizada por la difusión de l griego en un ámbito universal, si bien influido
por elementos orientales.
Como consecuencia de esa actividad económica surgió un grupo social (una especie
de burguesía) que acaparó las grandes fortunas y podía hacer espléndidas donaciones para
obras culturales. Pero paralelamente se acentuó el empobrecimiento de la capas populares,
perjudicadas por la inflación y la concurrencia de mano de obra esclava. Por tanto, se
agudizó el contraste entre rico y pobres, y con ello aumentó la tensión social.
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como una simple imitación por los griegos de los modelos de las monarquías absolutas de
Oriente. Los reyes helenísticos tenían un poder omnímodo, se consideraban propietarios de
todos los bienes de su reino, utilizaban distintivos orientales y obligaban a sus súbditos a
arrodillarse en su presencia. Pero al mismo tiempo había en esas monarquías elementos
helénicos. Los monarcas se rodeaban de amigos y cortesanos y de una burocracia, por lo
general, insuficiente, aunque en algunos países (caso de Egipto), bastante densa. En cuanto
a la división territorial se mantuvo el sistema persa de las satrapías, pero colocando a su
frente a un estratega, magistrado de raigambre helénica. La vida política emanaba de la
corte, habiendo perdido las antiguas polis griegas toda su vitalidad. En general, la época
helenística supuso un declive del espacio propiamente griego, en beneficio de nuevos
reinos (Macedonia, Egipto, Asia Menor o Pérgamo)
5– La cultura en Grecia
Entre todos los dioses destacaba Zeus, el dios del rayo, que se hallaba a la cabeza
de todos los demás; Atenea, diosa de la inteligencia; Apolo, dios del Sol; Afrodita, diosa
del amor; Hermes, dios del comercio; Ares, dios de la guerra; Demeter, de la agricultura;
Dionisos, dios del vino, etc. Las creencias eran bastante simples. El hombre corriente
procuraba pensar lo menos posible en la muerte. El cuerpo, después de la muerte, derivaba
como el humo hacia un mundo subterráneo de consumidora oscuridad. Los griegos
inicialmente repudiaban la idea del infinito: sostenían que el Universo tenía un ciclo
concreto de creación–destrucción–creación, cada 30.000 años, lo que evitaba pensar en la
inmortalidad. No obstante, desaparecida la sociedad homérica de vigorosos combatientes,
comilones y amadores los griegos de la época clásica tenían la necesidad de cara una
respuesta a su preocupación por la vida de ultratumba. Por eso penetraron en el mundo
helénico las celebraciones dionisíacas, culto de origen oriental, los mitos órficos y los
misterios de Eleusis, en honor de Demeter, en los cuales se simboliza el ciclo del
nacimiento y la muerte, y que proporcionaba a los iniciados el secreto del más allá.
Inicialmente, los griegos creían que los muertos retenían poder para bien o para mal, lo que
se traduce en el culto a los héroes, predecesor del culto de más de un santo cristiano, y
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dando a menudo la misma importancia a las reliquias. Las ciudades de la época clásica
tenían sus héroes–patronos.
Existía un culto familiar y un culto ciudadano, atendido este último por los
sacerdotes, Los templos eran numerosos. A los grandes santuarios panhelénicos (como el
de Olimpia, dedicado a Zeus) acudían gentes de todos los rincones, lo que contribuía a
mantener el sentimiento de unidad entre los griegos. Un cierto sentido religioso tenían
también los juegos olímpicos, que se celebraban cada cuatro años, y las fiestas, de las que
sobresalían las Panateneas. Otro lugar famoso de encuentro de los griegos era el oráculo de
Delfos.
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manifestación de la actividad de la polis. El pueblo participaba al mismo tiempo en las
tareas políticas y en los cultos religiosos.
Los progresos realizados para crear la Historia son también mérito griego, en
concreto de Heródoto de Halicarnaso, quien recorrió los límites de las colonias griegas y
recopiló informaciones de sus viajes sobre civilizaciones tan dispares como Egipto, Tracia,
norte de África, India y Babilonia. Partiendo de los géneros literarios de trasfondo
histórico, se diferencia de sus predecesores en la inclusión de las informaciones en un
único cañamazo histórico; la narración de la lucha entre Grecia y Persa, base de sus libros,
sirve de hilo conductor a través de la cual desarrolla un plan histórico que culmina con la
caída de los medos, sintiendo una gran pasión por los detalles que singularizan a cada
civilización. A partir de estas bases, el general Tucínides (20 años desterrado de Atenas por
considerársele culpable de una derrota) tuvo una inmejorable posición de observador,
centrando su atención en los sucesos históricos más recientes: acontecimientos militares y
motivación de los mismos, con lo que implícitamente estaba introduciendo un concepto de
causalidad que se encuentra en la base de la Historia científica.
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se Samos imprimió al a filosofía un nuevo sesgo al considerarla como el fundamento de un
modo de vivir y de una comunidad establecida con fines políticos tanto como intelectuales.
Además, intentó explicar la Naturaleza desde un punto de vista matemático.
No obstante, esta tradición de pensamiento científico quedó relegada, pasando a
primer plano una filosofía de tipo especulativa, preocupada, ante todo, por el hombre
interior (la moral, la felicidad). Sus más destacados representantes fueron Sócrates, Platón
y Aristóteles. A la teoría del Mundo de las Ideas platónica le sucedió el materialismo
aristotélico. En contraste con el desarrollo de la retórica y la elocuencia (no importa tanto
la verdad como la forma de presentar un discurso), Platón (427 a.C.) y Aristóteles (384–
322 a.C.) formulan un conjunto de teorizaciones sobre el pensamiento humano: desde la
Poética de Aristóteles (cuya influencia en el pensamiento literario actual es indiscutible), a
los diálogos (de fondo dialéctico) de Platón.
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Italia central, Etruria y la Magna Grecia. Al final del proceso, Roma había unificado Italia.
La prosperidad económica de que gozó Roma bajo los reyes etruscos tuvo por
resultado la creación de un sistema de dos clases: los ricos y los pobres, los patricios y la
plebe. Los patricios fueron probablemente los organizadores de la revolución que expulsó a
los reyes; en lugar de éstos eligieron dos magistrados anuales conocidos con el nombre de
cónsules, y el poder político pasó gradualmente a manos del Senado, un consejo formado
enteramente por patricios.
En los primeros siglos de su historia Roma era un país de agricultores, sin apenas
actividades artesanales y con muy escaso comercio. Hasta mediados del siglo IV a.C. no se
introdujo la moneda. Desde el punto de vista social existía una clara división entre dos
grupos, los patricios y los plebeyos. Los patricios formaban parte de las familias o genes.
Loa gens estaba integrada por todos los descendientes de un antepasado común, y a su
cabeza se encontraba el pater familias, que poseía un poder absoluto. La riqueza de los
patricios se basaba en la propiedad territorial y en los rebaños. Los patricios tenían plenos
derechos políticos y a su servicio se encontraban los clientes, hombres de humilde
condición que recibían protección y alimento a cambio de servir con fidelidad a los
miembros de las gentes. Frente a los patricios estaban los plebeyos, población de origen
muy diverso, pero en general, de posición económica débil y excluida del poder político.
Por debajo de los plebeyos se encontraban los esclavos, aunque, al parecer, en esta época
eran bastante escasos. Los plebeyos lucharon enconadamente contra los patricios, con el
propósito de poner fin al monopolio que éstos ejercían. Después de una dura pugna, en el
curso de la cual se redactó la famosa Ley de las XII Tablas, se estableció la igualdad de
derechos entre patricios y plebeyos. Con ello se había puesto fin a la república dominada
por la oligarquía de los patricios, pero también a la primacía del sistema gentilicio. En
adelante, la división social se establecería en función de la riqueza de los individuos y no
de su pertenencia a las gentes.
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gobierno Roma se apoyaba ante todo en las aristocracias locales.
Desde mediados del siglo III a.C., Roma inició una formidable expansión, que
culminó con la conquista de la cuenca del Mediterráneo. El punto de partida fue la pugna
con los cartaginenses, herederos de los fenicios. Después de tres duras guerras, en las
cuales se hizo famoso el caudillo cartaginés Aníbal, Cartago fue destruida y su imperio
anexionado a Roma. Las legiones romanas eran superiores a los ejércitos mercenarios que
los cartaginenses sostenían en Sicilia, pero, en cambio, Roma tuvo que adaptarse a la
táctica de la guerra naval, e la que tenía muy escasa experiencia.
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deslumbramiento de los romanos ante las brillantes culturas que encontraron en Oriente.
Roma abrió ss puertas a las divinidades orientales y a los cultos de misterios. El teatro, de
inspiración helénica, floreció con autores como Plauto y Terencio. Un griego asentado en
Roma, Polibio, fue el más destacado historiador de su tiempo. También brilló a gran altura
la elocuencia, que tuvo su principal cultivador, ya en los últimos años de la República, en
Cicerón.
Desde mediados del siglo II a.C., Roma se vio envuelta en conflictos sociales y
políticos de diversa índole, que pusieron fin al sistema republicano. La dura condición de
los esclavos motivó revueltas, dirigida la más importante por Espartaco en el año 73 a.C., y
duramente aplastada. Por su parte, la abundancia de campesinos despojados de sus tierras
incitó a los hermanos Gracos, tribunos de la plebe, al luchar por una reforma agraria; pero
su intento fracasó. Asimismo, el conflicto de intereses entre la nobleza y los caballeros
desembocó en un enfrentamiento radical, protagonizado por Mario y Sila.
Junto a las contradicciones sociales había otra no menos flagrante: las instituciones
vigentes en la Roma republicana estaban pensadas para gobernar una ciudad, pero no un
territorio de las dimensiones del conquistado por Roma. Al mismo tiempo, al calor de las
guerras civiles y de las nuevas luchas en Oriente (Mitrídates), era cada vez más destacado
el papel de los generales victoriosos. Uno de ellos, César, conquistador de las Galias,
después de haber formado parte del primer triunvirato, estuvo a punto de instaurara el
poder personal. Aunque fracasó, pues fue asesinado, su ideario fuer recogido por Octavio,
quien después de incorporar Egipto y de poner fin a un segundo triunvirato, inauguró una
nueva forma de gobierno, el Imperio.
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elevadísima (quizá un millón de habitantes) y en su mayor parte ociosa.
A fines del siglo II comenzaron a quebrar las bases en que se había asentado el
Imperio. El Mediterráneo se vio sacudido en el siglo III por una profunda crisis económica,
que fue especialmente grave en las regiones occidentales. La población se estancó a raíz de
la peste del año 180 y de los nuevos brotes epidémicos que le siguieron. En el campo, las
duras condiciones de trabajo de los cultivadores, lo mismo si eran esclavos que los
campesinos jurídicamente libres, degeneraron en revueltas. Las ciudades entraron en
decadencia y la producción artesanal descendió. La devaluación monetaria, practicada por
el Estado, y la inflación, tuvieron también consecuencias negativas. Las prestaciones
exigidas por el Estado eran cada día más elevadas, lo que provocaba el descontento de los
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contribuyentes. En el terreno político el rasgo dominante de la época fue la inestabilidad
del poder imperial, que estaba al alcance de cualquier militar ambicioso. La expansión
exterior quedó detenida. Por su parte, los pueblos que se hallaban al otro lado de la
frontera, los germanos, comenzaron su presión sobre Roma.
En los últimos años del siglo III el emperador Diocleciano puso en práctica una
serie de reformas, con las que intentaba detener el colapso del mundo romano. Alentó la
divinización del a figura del emperador, que en adelante sería considerado un dominus (de
ahí la expresión Dominado con que se conoce a esta etapa del Imperio romano). Para evitar
las querellas sucesorias, y contar al tiempo con eficaces colaboradores, instituyó la
tetrarquía, que consistía en un gobierno compartido por dos emperadores o augustos y dos
césares, herederos suyos. Con el propósito de mejorar la administración imperial potenció
la burocracia. Para hacer frente a la crisis económica y social fijó, mediante un edito, los
precios máximos de venta de los artículos y decidió la adscripción de todos los trabajadores
a sus oficios. Los cristianos, considerados enemigos peligrosos del imperio, y que ya en
tiempos anteriores habían sido atacados, sufrieron una feroz persecución.
Los romanos tenían, desde los primeros tiempos de su historia, numerosas fuerzas
divinizadas, numina, que intervenían constantemente en todos los actos de su vida. A ellas
se superpusieron las divinidades orientales, con las que entraron en contacto a raíz de su
expansión militar. Los dioses griegos triunfaron plenamente en Roma, donde sólo se les
cambió el nombre. Los dioses, que vivían en los templos, eran los protectores de la ciudad
y de la familia; de ahí la necesidad de rendirles culto. Para conocer su voluntad era preciso
acudieron a la adivinación, auscultando los más mínimos presagios. El culto estaba
minuciosamente reglamentado. Para rendir culto a los dioses e interpretar su voluntad
estaban los sacerdotes, que se hallaban agrupados en colegios (los pontífices, dirigidos por
el pontifex máximus, los flamines, las vestales, etc.), aunque nunca constituyeron una casta
cerrada como en otras civilizaciones.
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adivinos y los cultos orientales alcanzaron una enrome popularidad, que puede
simbolizarse con el éxito de Mitra.
11. BIBLIOGRAFÍA:
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431 Se inicia la guerra del Peloponeso
367 Los plebeyos acceden al Senado
338 Filipo domina Grecia
334 Campañas de Alejandro
281 Formación reinos helenísticos
264 Inicio guerras púnicas
167 Roma destruye Macedonia
82 Dictadura de Sila
59 Primer triunvirato
43 Segundo triunvirato
27 a.C. Principado de Augusto
Edicto de Caracalla: ciudadanía
212 d.C
romana
235 Se inicia la anarquía militar
285 Gobierno de Diocleciano
313 "Edicto de Milán"
395 Teodosio divide el Imperio
476 Fin imperio romano de occidente
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