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Tema 27

TEMA 27. NACIMIENTO Y EXPANSIÓN DEL ISLAM


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1 INTRODUCCIÓN

2 LA ARABIA PREISLAMICA
2.1 LA SITUACIÓN GEOGRÁFICA.
2.2 CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA POBLACIÓN.

3 MAHOMA Y SU DOCTRINA

4 LOS COMIENZOS DE LA EXPANSIÓN LOS CALIFAS ORTODOXOS.


4.1 LA ORGANIZACIÓN DE LAS CONQUISTAS.

5 LA MONARQUÍA ÁRABE DE LOS OMEYAS.


5.1 DESARROLLO POLÍTICO.
5.2 LA ORGANIZACIÓN ECONÓMICO-SOCIAL.

6 EL IMPERIO ABBASIDA.
6.1 ORGANIZACIÓN POLÍTICA DEL IMPERIO.
6.2 LA EVOLUCIÓN ECONÓMICO-SOCIAL.
6.3 LA DECADENCIA ABASÍ.

7 LA DESMEMBRACIÓN DEL IMPERIO.

8 LA CULTURA ISLÁMICA.
8.1 LA LITERATURA.
8.2 LA FILOSOFÍA.
8.3 LAS CIENCIAS.
8.4 EL ARTE.

9 CONSECUENCIAS DE LA EXPANSIÓN DEL ISLAM.

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1 INTRODUCCIÓN.

Mientras que Europa Occidental vivía un período crítico, en Arabia surgía una
civilización de extraordinaria importancia para el desarrollo de la humanidad. No sólo dio
origen a una nueva religión que congrega en la actualidad alrededor de 300 millones de
seres humanos, sino que también influyó sobre Occidente provocando trascendentes
cambios en diversos aspectos.

La denominación Islam, que designa la religión predicada por Mahoma, significa


sometimiento (en su acepción más amplia, sometimiento a Dios). A los fieles se les nombra
muslimes o musulmanes; el término mahometano es rechazado por éstos, ya que
significaría adoración a Mahoma, lo que no constituye parte de sus creencias ni de su culto.
Las características más sobresalientes de esta religión son las siguientes: es una religión
elevada, fuertemente monoteísta, tiene libro sagrado, carece de sacerdocio organizado, está
emparentada con el judaísmo y el cristianismo, se identifica en sus orígenes con el pueblo
árabe, pero tiene tendencias universalistas, y adjudica una gran importancia a la
observancia ritual.

2 LA ARABIA PREISLAMICA.

2.1 LA SITUACIÓN GEOGRÁFICA.

Al sur de Siria y Palestina, se extiende la mayor de las penínsulas, la de Arabia


(más de 3 millones de kilómetros cuadrados), limitada al oeste por el Mar Rojo, al sur por
el Golfo Arábigo y al este por el Golfo Pérsico y la Mesopotamia. La mayor parte de su
territorio está ocupado por estepas y desiertos; no tiene un solo río de importancia, ni ríos
navegables; su clima es de los más cálidos y secos del mundo. Sólo algunas pequeñas
regiones de la franja costera sudoccidental (Yemen), disfrutan de un régimen de lluvias que
fertiliza las tierras y hace posible el establecimiento de grupos humanos sedentarios; en el
resto, una red de oasis constituye el sustento para los viajeros y para los grupos nómadas
del desierto.

2.2 Características generales de la población.

La población de esta península era mayoritariamente semita; inclusive se la


considera como origen de estos pueblos. En cuanto a su cultura, diferían los pobladores del
desierto de aquellos que vivían en lo que dio en llamarse Arabia Feliz. En la zona sudoeste
(actual Yemen), poblada desde tiempos prehistóricos, floreció el reino de Saba que llegó a
tener importancia por su producción de incienso y mirra y por su comercio, que lo
colocaba como una de las etapas intermedias entre las Indias y Occidente. Después de un
período de auge, cayó bajo sucesivas dominaciones: primero la de los romanos, luego la de
los abisinios y más tarde la de los persas.

El litoral del Mar Rojo, con algunas zonas agrícolas como el Hedjaz, era el lugar de
tránsito de las caravanas de comerciantes que se dirigían desde el sur hacia Egipto y Siria,
sirviendo de enlace con el comercio marítimo de Oriente y Occidente.

En el resto de Arabia, vivían los nómadas del desierto, los beduinos (cinco sextas
partes de la población), cuyas ocupaciones principales eran la cría del camello, la oveja y

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el caballo, y fundamentalmente las correrías de asalto a las caravanas o a los grupos


sedentarios, así como las permanentes guerras intertribales. Sociedad patriarcal, cuya base
organizativa eran el clan y la tribu.

El clan era igualmente la organización de la mayoría de los árabes urbanos, con


excepción del reino del sur y de algunos reinos del norte (Petra, Palmira).

La religión de los árabes era politeísta, estaba vagamente emparentada con las
viejas creencias semíticas y Alá era uno de los dioses principales.

La importancia de la Meca: Ciudad situada en el Hedjaz, era el centro de un culto


especial que daba lugar a peregrinaciones periódicas procedentes de diversos lugares de
Arabia. La Kaaba, un cubo de piedra, con una Piedra Negra en un ángulo, considerada
sagrada, era el centro del culto. Varios ídolos rodeaban el templo alrededor del cual se
realizaban las ceremonias rituales. Tres meses sagrados establecían una especie de tregua,
interrumpiendo las guerras, a beneficio de las peregrinaciones y del comercio. La Meca era
también una ciudad comercial, punto de pasaje del tráfico comercial entre el Océano Indico
y el Mediterráneo, donde las diferencias sociales se habían acentuado, y dominaba una
poderosa oligarquía, los qurayshíes. Sin embargo, aunque la religión le daba más
importancia a La Meca, mucha gente estaba insatisfecha ante las creencias tradicionales y
comenzaban a abrirse paso algunas tendencias monoteístas, favorecidas por la influencia
de grupos judíos y cristianos que vivían en Arabia.

3 MAHOMA Y SU DOCTRINA.

Es muy difícil reconstruir exactamente la vida de Mahoma, debido a que muchas


veces permanece rodeada de un velo de leyenda, pese a que siempre, teóricamente, se lo
consideró como un mortal.

Se cree que nació en La Meca alrededor del año 570-571 d.C. Era descendiente de
una rama secundaria de una de las familias locales más poderosas, la tribu Koraich, que
controlaba el santuario de la Kaaba. Durante su juventud fue empleado de la rica viuda
Jadicha, 15 años mayor que él. Al cumplir los 25 contrajo matrimonio con ella y de esta
unión nacieron varios hijos. En 610, dedicado ya a la meditación, en la montaña de Hira,
Mahoma recibió la visita del arcángel Gabriel, quien le anunció que había sido elegido
como apóstol. En otra ocasión este mismo arcángel se le volvió a aparecer y le encargó que
advirtiese a los hombres del inminente juicio divino. Mahoma empezó a predicar
públicamente en la Meca en 613 lo que el arcángel le había enseñado: Alá es el único Dios
del universo; todos los creyentes son iguales ante Alá y, si bien es El quien determina el
destino de los hombres, estos tendrán que rendir cuentas de su conducta el día del Juicio
Final; los ricos deben compartir sus riquezas con los pobres. La nobleza de la ciudad, los
qurayshíes, le era hostil y presionaba sobre los humildes para impedir su conversión.
Temían que las predicaciones de Mahoma los perjudicara por su oposición a los diversos
dioses e ídolos, que eran producto de adoración para los árabes y de ingresos para los
mecanos.

Por otra parte, la ciudad de Yatreb sufría las consecuencias de una guerra intertribal.
Para evitar algún intento de dominación judía sobre la ciudad, los árabes solicitaron a
Mahoma que actuará como árbitro y pacificador. Así, Mahoma entró en la ciudad en el año

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622 que en adelante se llamara Medina (Medinat al-Nabí, ciudad del profeta). Este
acontecimiento, que fue una emigración preparada en casi más de dos años, y no una fuga,
se conoce con el nombre de Hégira y es considerado el punto de partida del calendario
musulmán). En esta nueva etapa, Mahoma tuvo que combinar su predicación religiosa con
tareas políticas. Anunció que Dios quería medidas sociales y legislativas que mejoraran la
vida de la mujer árabe. Redujo la poligamia a cuatro mujeres. Sin embargo, tras la muerte
de Jadicha, Mahoma contrajo matrimonio con otras nueve mujeres. El Profeta intentó la
conversión de cristianos y judíos al Islam, por ello encontramos en el Corán concordancias
con el Antiguo y Nuevo Testamento. Bajo la dirección de Mahoma, el Islam evolucionó
hasta convertirse en la base de un estado teocrático que propiciaba un apostolado militante
y de vocación universal. Los musulmanes conquistaron La Meca en 630 y la transformaron
en centro espiritual de la nueva religión. Mahoma murió en 632, en Medina, durante una
peregrinación, a la edad de 62 años.

El Corán: Para los musulmanes el Corán es la palabra de Alá transmitida por el


arcángel Gabriel a Mahoma y recopilada diecinueve años después de la muerte del Profeta,
de acuerdo con diversos documentos escritos y las tradiciones orales. De esta manera se
elaboró un libro, que sería el libro oficial de la religión musulmana.

El libro está dividido en más de un centenar de capítulos, llamados suras,


organizados según su extensión y no teniendo en cuenta el orden cronológico. La palabra
Corán significa recitación, lectura, discurso. Por ello su contenido es recitado en lengua
árabe. El Corán, como palabra de Dios, no admite ninguna corrección ni alteración,
excepción hecha de los purificados que podían interpretarlo.

- Las cinco columnas del Islam: El creyente islámico tiene cinco obligaciones
que, reveladas por Ala, siguen siendo hoy plenamente válidas:

1. La fe se basa en el principio que dice: No existe más Dios que Alá y Mahoma es
su profeta. Si un creyente se acoge a este testimonio se convierte él mismo en musulmán,
sin necesidad de practicar otros ritos.

2. La oración, practicada cinco veces al día en unas horas preestablecidas y


orientada en dirección a la Meca. El creyente ha de realizar previamente sus abluciones
rituales, ya que sin ellas sus oraciones no tendrían validez alguna.

3. La limosna. Al principio era un acto voluntario de amor y relacionada con la


piedad. Más tarde con las necesidades del Estado, pasó a ser una tasa obligatoria.

4. El ayuno y la abstinencia en el mes del Ramadán. Durante el Ramadán, Alá


reveló a su profeta el texto sagrado del Corán, y en este mes, Mahoma consiguió su
primera victoria contra los qurayshíes. Durante el día se debe ayunar; la comida y bebida
sólo están autorizadas a partir de la puesta del Sol y hasta su salida.

5. La peregrinación a La Meca (se la llama hadj) por lo menos una vez en la vida,
de no existir impedimentos de real importancia. Esta práctica contribuyó a unificar el
mundo árabe.

6. La guerra santa es una obligación incorporada posteriormente, pero que no ha


sido exigida en todas las épocas. Le da carácter sagrado al patriotismo agresivo

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desarrollado durante los primeros tiempos del Islam. De acuerdo con esta creencia, los
fieles que mueren combatiendo en ella alcanzan el Paraíso.

4 LOS COMIENZOS DE LA EXPANSIÓN: LOS CALIFAS ORTODOXOS.

En el 632 muere Mahoma, y poco faltó para que su obra se viniera abajo, ante la
falta de un sucesor; entre las tensiones de distintos sectores para volver al antiguo sistema
tribal, y aquellos que querían el retorno a la Umma primitiva, fue elegido Abu Bakr, suegro
y compañero del profeta. Su título fue el de “sucesor del Enviado de Dios”, o califa. Sus
funciones, poco definidas, tendían a mantener intacta la herencia de Mahoma; su autoridad,
enriquecida, difiere de la del jeque tribal. Ya no era sólo jefe de una comunidad itinerante
tras sus rebaños, sino de una región. El “primero entre iguales” dejaba paso a un caudillo
con poderes ejecutivos y un ejército, y sin perder su carácter de cabeza de la congregación
de creyentes, se convertía en jefe del Estado dotado de la suprema autoridad. Lo primero
que tuvo que hacer fue tomar las armas contra diversas tribus unidas en un movimiento de
disidencia conocido como la Ridda. El sometimiento de la Ridda supone la primera acción
declaradamente política del incipiente estado musulmán, que se asienta en la integridad y
coherencia de la Umma. Para el 633, Abu Bakr había conseguido vencer las resistencias
locales e imponer el dominio del Islam en casi toda Arabia y realizar la unidad de la
península. Posteriormente dirige sus acciones contra Bizancio y contra Persia en la Baja
Mesopotamia, aprovechando el desgaste de los dos imperios por sus prolongadas guerras y
el descontento de los monofisistas de Siria.
Poco antes de morir Abu Bark autoriza expediciones contra Palestina e Iraq, que
muestran el camino hacia una nueva fuente de ingresos que compensarán el perdido
comercio de La Meca. Antes de morir asesinado nombra sucesor a Omar.

Omar (634-644) es una de las figuras más gloriosas del Islam y el verdadero
artífice y creador del Imperio árabe. Durante su califato las tropas musulmanas
conquistaron Siria, Palestina, Persia y Egipto. El hundimiento de Bizancio y Persia se
explica tanto por el desgaste de ambos en sus continuos enfrentamientos, como en las
tensiones internas, que en el Imperio Persa se traducían en una gran autonomía de las
distintas provincias y los enfrentamientos civiles entre los aspirantes al trono, y en el
Imperio Bizantino se reflejaba en las tensiones religiosas entre Constantinopla (que
intentaba imponer la ortodoxia y sus provincias (monofisistas, nestorianas o coptas).

En 637, la batalla de Qadisiyya y la de Yarmuq señalan el colapso de la


administración sasánida en Iraq y el abandono de Siria por los Bizantinos, los musulmanes
cuyo fin era conseguir botín se encontraban con amplias zonas vacías de poder político en
sus manos. La reducción de la Mesopotamia romana se realizó sin mucho esfuerzo (639-
646). El califa Omar instaló allí algo semejante a una administración y poner reglas para el
gobierno y hacienda de los pueblos nuevamente conquistados.

Después de las victorias del Yarmuk y Qadisiyya, la gran migración árabe alcanzó
sus plenas dimensiones. El Islam no significó ya la supremacía de Medina, sino un imperio
común de los árabes. Las expediciones se convirtieron en conquistas sistemáticas en las
que participaron todas las tribus, logrando enormes riquezas. Se rompió la austeridad del
Islam primitivo y se formó la aristocracia del botín.

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En el 628 los griegos habían reconquistado Egipto, en poder de los sasánidas. La


provincia era víctima de profundas disensiones, pues su población, en su mayoría copta, no
admitía la opresión religiosa del patriarca que quería conducirla al seno de la religión
ortodoxa, además estaba oprimida por los agentes del gobierno que percibían de ella
grandes impuestos y trigo destinado al aprovisionamiento de Constantinopla. Así pues, la
llegada de los árabes fue, como en Siria, acogida favorablemente.

- Las razones del éxito: Los ataques de saqueo habían sido hasta entonces un
fenómeno normal. La novedad mostrada por los musulmanes fue su rápida victoria y la
formación de un gran imperio. Las razones de este éxito son las siguientes:
- La confianza dada por la religión a los combatientes.
- La sorpresa de un ataque rápido que nadie esperaba.
- El debilitamiento de los dos grandes vecinos (persas y bizantinos), exhaustos ya
por las guerras que, durante largos años, habían sostenido entre si. La administración
interna se había desorganizado, la seguridad interna había disminuido y la población debía
pagar fuertes impuestos para sostener los crecientes gastos públicos.
- El descontento de los pueblos dominados por persas y bizantinos, debido a los
impuestos y la intolerancia religiosa. De esto último constituyen ejemplos los monofisistas
y los nestorianos. Había poblaciones semitas dominadas que tenían mayores afinidades con
los árabes que con los griegos y los persas.
- La movilidad introducida en las guerras por el uso del camello, que permitió a los
musulmanes realizar campañas sorpresivas a través del desierto.
- Las cualidades de asimilación y de organización que revelaron los árabes, aun
siendo pueblos nómadas y aventureros de tendencias anárquicas.

4.1 LA ORGANIZACIÓN DE LAS CONQUISTAS.

Aunque la comunidad musulmana conocía sus reglas esenciales a la muerte del


profeta, no existe en el Corán estipulación alguna relativa a los pueblos vencidos, por lo
que se tuvo que recurrir al ejemplo de Mahoma. Sin embargo, ya se podía hacer una
distinción entre los paganos que deberían convertirse, sin que por ello fuesen considerados
auténticos musulmanes, y las “gentes de la escritura” que, por medio de ciertas
obligaciones, podían continuar practicando su religión bajo la protección musulmana. La
historiografía musulmana ha atribuido al califa Omar la organización de las tierras
conquistadas. De hecho, parece ser que, según los documentos, los califas utilizaron
bastante ampliamente las instituciones locales adaptándolas a la nueva forma definitiva.
Sin embargo, no podemos negarle a Omar el privilegio de haber estructurado cierto
número de instituciones y de haber enumerado las reglas destinadas a regir a los súbditos
del joven estado musulmán.

Los protegidos fueron obligados al pago de una tasa de protección llamada yizya,
que variaba según la fortuna y las rentas del protegido. Mucho más importante fue la
organización del régimen de las tierras conquistadas, régimen que variaba en función de la
rendición de los vencidos con o sin condiciones.
Según Cahen se puede dividir en:
- Las que continuaron en manos de sus propietarios autóctonos, que pagaban al
conquistador una renta sobre la tierra (jaray).
- Tierras que fueron patrimonio del Estado liquidado o cuyos antiguos propietarios
habían desaparecido. La administración musulmana dividía estas tierras estatales en dos

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grupos: uno quedaba bajo el dominio y la administración califal y el otro era dividido en
parcelas que se concedían en arrendamientos, pero en cierto modo bajo el control del
Estado. Estos arrendamientos pagaban también un impuesto.

No obstante, estas medidas destinadas a lograr una organización legal de las


conquistas eran muy rudimentarias, se tomaban según los problemas planteados por las
circunstancias de las distintas sociedades conquistadas y según el modo en que se había
realizado la conquista. La cuestión es que la mayor parte de la tierra siguió en manos de los
nativos.

A la cabeza de cada provincia, el califa nombró un Valí, gobernador con funciones


civiles y militares, ayudado por un Amil, encargado de las finanzas; en general se mantuvo
la organización y los funcionarios de la época bizantina o persa. El control de las
provincias conquistadas se realizó mediante la creación de ciudades, convertidas en centros
comerciales en los que se realizaban los contactos entre las provincias y la ciudad de
Medina. Para la recaudación de todos los tipos de tributos mencionados se valían de los
escalafones de los nativos, de modo que, si bien hubo un cambio notable en la cúspide de
la jerarquía social, a nivel local se tiende a mantener los dispositivos administrativos
autóctonos. Incluso los puestos de la administración central que se crearon en esta y en las
sucesivas etapas de la conquista son una imitación de los que existían anteriormente en los
territorios invadidos.

Desde el punto de vista económico hubo una mejoría del comercio, ya que las
tradicionales rutas comerciales que habían padecido las antiguas luchas entre Persia y
Bizancio ahora podían funcionar con regularidad. Los beneficios de este comercio, así
como el de los impuestos, revertía en los conquistadores, lo que a la vez garantizaba la
pervivencia en la zona de este numerario, es decir, la reinversión en ella. Las bases de la
administración y de la organización económica se sentaron, por tanto, en esta primera fase
de la expansión sin que se modificaran sustancialmente durante los gobiernos de la dinastía
Omeya y Abasí.

5 LA MONARQUÍA ÁRABE DE LOS OMEYAS.

5.1 DESARROLLO POLÍTICO.

A la muerte de Omar fue elegido califa el omeya Otmán (644-656), con el que
resurgirán las viejas rivalidades de tribu y de clan desde el momento en que, abandonando
su papel de unificador, favoreció a los habitantes de La Meca y más concretamente a los
miembros de su clan, y les confió los cargos más importantes en la administración central y
provincial. En la oposición a Otmán se mezclan motivos religiosos y políticos no siempre
diferenciables. Por una parte, Alí (primo y yerno de Mahoma) y sus partidarios se
consideran postergados y afirman el derecho del familiar más directo del profeta a la
sucesión, y niegan validez a la versión del Corán aceptada por el califa, al que acusan de
haber suprimido los párrafos desfavorables a los omeyas y los que benefician a Alí. Los
clanes de La Meca no favorecidos en el reparto de cargos y tierras se unen a los
disconformes, y los medinenses, al verse relegados por los de La Meca resucitan la vieja
rivalidad entre tribus del sur y del norte de Arabia, que será una de las constantes en la

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historia musulmana. Durante el califato de Otmán se plantean, pues, los tres grandes
problemas de la primera época del Islam:

1. Diferenciación religiosa, provocada por Alí y sus partidarios, frente a la


“ortodoxia” del califa.

2. Enfrentamiento entre los poderosos clanes de los omeyas y los abbasíes por el
dominio del imperio, igual que se habían enfrentado por el control de La Meca.

3. Oposición entre árabes del norte (quraysíes) y del sur (yemeníes).

En medio de los descontentos se produjo el asesinato de Otman por un grupo de


soldados, y Alí fue proclamado califa, por lo que se corrió el rumor de que Alí era el
principal instigador del asesinato, que se confirmó al no conceder el castigo que pedía
Muawiya, perteneciente al clan de los Omeyas, para los culpables. De esta forma, apareció
una grave escisión en el mundo islámico: a Muawiya, perteneciente al clan de los Omeyas,
para los culpables. De esta forma, apareció una grave escisión en el mundo islámico: a
Muawiya se unieron los quraysíes y los medinenses. A favor de Alí se encontraban los
viejos creyentes fieles a la familia de Mahoma. Después de un enfrentamiento que no
resolvió nada, ambas partes aceptaron someterse a un arbitraje. Pero el aceptar el arbitraje
era para Alí situarse en una posición de inferioridad, por lo que gran parte de sus
seguidores no lo aceptaron y abandonaron a Alí, de esta forma surgió la secta de los
jariyíes. Las negociaciones del arbitraje se llevaron a cabo en 658, se declaró culpable a
Alí, y quizás llegaron a deponerle como califa; pero en cualquier caso nunca se designó a
Muawiya como tal. Finalmente Alí fue asesinado en 661 por un jariyí. Le sucedió
Muawiya, con el que comienza la dinastía de los Omeya (661-750).

Un grupo de seguidores de Alí formó un partido “sia” (de ahí el nombre de siismo o
chiismo), en el que se mezclaba una fe casi mística en el profeta y en un Alí
semidivinizado. De esta forma Alí dio origen a dos de los principales movimientos
secesionistas del Islam: jariyismo y siismo.

Las guerras de los últimos años dividieron profundamente al Islam y disminuyeron


la autoridad del califa. Dadas las circunstancias, no puede sorprender que Muawiya,
hombre enérgico y con una firme voluntad de gobernar, eligiera la solución de la
preeminencia del califa. Lo importante era, en efecto, si se quería evitar el retroceso
político del Islam, y en consecuencia también un retroceso de tipo religioso, restablecer la
unidad de mando. Ello tendría una serie de consecuencias de tipo político. En primer lugar,
la prioridad dada a la centralización gubernamental: todo dependía del califa, pues si bien
los gobernadores de las provincias disponían de amplios poderes, no eran completamente
independientes del soberano, cuyas órdenes debían ejecutar; en este sentido los califas
omeyas supieron rodearse de personalidades que les eran aliados incondicionales, con lo
que se restablecía lazos naturales propios del arabismo. También era importante contar con
una administración central apta para cumplir sus objetivos y desligada de querellas
intestinas, de rivalidades personales tales como las que se habían producido en Medina y
en la Meca. Muawiya, que fue durante largo tiempo gobernador de Siria, pudo apreciar las
excelencias de la administración bizantina y ganarse la simpatía de los sirios. Por ello
instaló la capitalidad en Damasco, gracias a ello el califato omeya se organizó como una
monarquía centralizada, lo que aseguró su existencia. Al frente de ella Muawiya, segundo
fundador del Estado, aunque sobre bases muy distantes de la teocracia de Omar, ejercía una

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soberanía esencialmente árabe. Su autoridad, en principio, pretendía ser resumen y


extensión de la de los jefes de las comunidades preislámicas. La novedad la constituyó la
introducción del principio hereditario como medio legal de sucesión. Aunque aprobada por
el consejo de jeques, la medida contó con una fuerte oposición, sobre todo entre los shiitas,
viejos partidarios de Alí, que no daban por perdida la batalla de la legitimidad en el poder.
La persuasión y el soborno, cuando no la represión brutal, se encargaron de dominarla.

Muawiya, pese a todo, supo asegurar la paz en su imperio, incluso en el turbulento


Irak, donde los partidarios de Alí ocupaban fuertes posiciones. A pesar de estas
dificultades, los omeyas continuaron la expansión musulmana, llegaron a asediar en tres
ocasiones la ciudad de Constantinopla, se extendieron hasta la India, donde dominan
buena parte del Pendjab y ocuparon Africa del Norte tras diversas expediciones
infructuosas.

Le sucede su hijo Yacid (680-683) y a partir de él se suceden califas muy


rápidamente: Muawiya II (683-684) y Marwan (684-685). Tras morir este último, se
produjo una nueva lucha civil (fitna) entre su sucesor Abd al-Malik (685-705) y los
shiitas, dirigidos pro Al-Mutjar, que engrosaban sus bases con musulmanes conversos.
Pedían igualdad en nombre de los principios doctrinales del Islam, lo que equivalía a
modificar profundamente la organización estructurada por la conquista árabe: el
movimiento fue derrotado, pero no supuso la liquidación del problema, pues los
planteamientos de al-Mutjar surgirían con fuerza invencible en la revolución abbasí.

El califato de Abd al-Malik se caracteriza por la centralización y jerarquización del


Estado. Para ello hizo varias reformas que constituirán la base del califato omeya:

1. Creación de un ejército profesional con el cual se prolonga la expansión por el


norte de África (695 se toma Cartago que iba a ser sustituida por la nueva ciudad de Túnez)
y por Asia Central.
2. Arabizar la administración imperial hasta entonces en manos de la aristocracia
premusulmana, fundamentalmente estableciendo la obligación del árabe en los documentos
oficiales.
3. Reforma monetaria: estableció una reducción del peso del dinar respecto al solio
bizantino conforme a los patrones arábigos.

Los sucesores de Abd- al-Malik continuaron la expansión: en el 711 se toma


Hispania, cuya dinastía visigoda, minada por querellas familiares, se hundió en el acto. Y
dos años después, quedaba proclamada en Toledo la soberanía del Califa de Damasco. La
expansión por este frente llega a su fin con la victoria del franco Carlos Martel en el 732 en
Poitiers. Al mismo tiempo, el Islam penetraba también en Asia Central. En 711, la cuenca
del Indo, cuyo fraccionamiento feudal la hacía fácil presa, fue ocupada.

Los fracasos en Europa, la vasta extensión del imperio, el descontento de los shiitas
y jariyitas, así como las luchas entre los musulmanes de diversas zonas debilitaron la
autoridad califal. El principio de que un soberano debería ser descendiente directo o
indirecto de Mahoma, fue utilizado por la oposición para reivindicar el poder para los
descendientes de Alí, yerno del Profeta. Un descendiente de Abbas, tío de Mahoma,
apoyado por un misionero de Jorasan (ciudad ubicada en el nordeste del Irán). Abú
Muslim, concentró las fuerzas opositoras contra los Omeyas y en el 750 fundó la nueva

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dinastía abasida. De la familia califal solo pudo escapar con vida Abd al-Rahman, que
huiría a al-Andalus, donde fundó el emirato independiente.

Califas de la Dinastía Omeya.

Muawiya (661-680) Omar II (717-720)


Yacid (680-683) Yacid II (720-724)
Muawiya II (683-684) Hisam (724-743)
Marwan (684-685) Walid II (743-744)
Abd al-Malik (685-705) Yacid III (744)
Walid (705-715) Ibrahim (744-745)
Slayman (715-717) Marwan II (745-750)

5.2 LA ORGANIZACIÓN ECONÓMICO-SOCIAL.

La economía se basaba fundamentalmente en la agricultura, cuyas condiciones


variaban mucho de unas regiones a otras. Por regla general los árabes se habían quedado
con las mejores tierras. Una de las características agrícolas de la época fue la difusión de
los métodos de irrigación. Pero el principal carácter de la economía musulmana de la época
es el comercial. Las rutas comerciales llegaban a Rusia, el Báltico y Escandinavia por el
Norte, y al mar Rojo, Ceilán, India y China por el sur y sudeste. La moneda se basó en el
modelo de plata impuesto por los sasánidas. Ante lo gravoso de los impuestos para la
población no musulmana se produjo un movimiento de conversiones antes de finalizar el s.
VII (mawalí).

En la estructura social los conquistadores musulmanes formaban la clase superior,


una especie de aristocracia bajo la autoridad del califa. Se beneficiaban de un régimen
fiscal preferente y se les daban tierras y rentas. Por debajo de éstos se encontraban los
mawalí, que desde muy pronto intentaron asimilarse a los árabes, pero chocaron con la
reacción de éstos. Los dimmí, protegidos, conocieron durante cierto tiempo una vida
tranquila; los cristianos gozaron al principio de una situación privilegiada que poco a poco
fue deteriorándose con la arabización de la administración, al ser gravados con cargas
fiscales muy duras, lo que provocó un movimiento de conversión. Los esclavos, reclutados
por compra, botín de guerra o razzia, constituían una clase en continua evolución, ya que el
Islam favorecía la manumisión y el liberto se convertía en un mawla (cliente) de su antiguo
señor.

6 EL IMPERIO ABBASIDA.

6.1 ORGANIZACIÓN POLÍTICA DEL IMPERIO.

La victoria abasida corresponde a los árabes de Irak que se opusieron a la dinastía


siria. El imperio deja de ser árabe para hacerse musulmán. Arabia perdía su papel
predominante. La Meca continuaría siendo un lugar de peregrinación, pero la capital del
imperio era Bagdad, sobre el Tigris, heredera de la antigua Babilonia y de la Tesifonte de
los partos. Como era natural, el califato abásida se erigió en sucesor de la monarquía
sasánida, tomando de ella sus instituciones, el ceremonial de su corte, su arquitectura y
hasta sus riquezas.

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El primer califa fue Abul-Abbas (750-754), a quien sucede Al-Mansur, creador de


la ciudad de Bagdad, quien destacó por ser el organizador de la administración del Estado,
situándola bajo la dirección de los visires. La teocratización del estado se hace más patente,
afirmándose el carácter religioso de la comunidad por encima de diferencias étnicas. El
califa abbasí se rodea de complejos rituales de estilo persa para subrayar su inaccesibilidad
y diferencia del resto de la comunidad. Si el califa omeya era el jefe de la tribu y un rey
cuyo poder residía en el ejército, el califa abbasí, al pertenecer a la familia del Profeta, dio
preeminencia a su prestigio religioso, era el jefe espiritual, pero también temporal, lo que
lo convertía en monarca absoluto por derecho divino. Pero al mismo tiempo, la igualdad
de todos los fieles ante Dios les daba la igualdad civil en el imperio; no hubo, bajo los
abasidas, ni privilegios, ni castas, ni nobleza hereditaria, excepto la que constituían los
descendientes de Alí y los miembros de la familia reinante. Todo súbdito del califa, aunque
fuese esclavo, podía ascender a las más altas funciones por razón de sus méritos
personales.

Pronto los califas abasidas tuvieron que enfrentarse a diversos problemas en parte
heredados por de los omeyas:

1. Por un lado, los siitas, a los que habían usurpado el poder, se sublevaron, dando
lugar a importantes levantamientos, sobre todo en tiempos del califa Harum al-Raschid.

2. El problema sucesorio, ya que no había una norma claramente esbozada, lo que


dio lugar a luchas en el seno de la propia familia real.

3. Descontento social, pues con los abásidas se ponen de manifiesto algunas


revueltas entre las distintas capas de población; entre los humildes, los campesinos
naturalmente, pero también entre los insatisfechos de la política religiosa del califato.

4. La detención total de las conquistas hizo disminuir los ingresos del Estado. Y, por
último, los levantamientos a favor de los omeyas, particularmente fuertes en Siria y Egipto.

No obstante, los califas abásidas dispusieron de un fuerte poder espiritual y


temporal que llegó a su cumbre en el califato de Al-Mammun (s. IX) con el
reconocimiento oficial del mutasilismo, doctrina que afirmaba que el Corán es una realidad
creada que debe ser interpretada por la razón. La plasmación de la razón es la existencia
del Estado, cuyo fin es ordenar el bien, por lo que debe ser reforzado. Con el sucesor de
Al-Mammun, Al-Mutasib, se hicieron reformas que provocaron la crisis del califato, la
más importante fue la reforma del ejército. Se creó un nuevo ejército formado por esclavos.
Supuso las ventajas de una mayor eficacia, fidelidad, pero las desventajas de que, al ser
extraños, crean inquietud e inseguridad entre la población por su extrema crueldad. La
formación de una guardia pretoriana turca en tiempos de Al-Mutasib hizo que el califa
fuera perdiendo libertad de acción, dependiendo cada vez más de sus propias fuerzas. En el
908 se abre el período llamado del “Emir de los emires”, en que un jefe de la guardia se
alza con el título, dejando al califa la función religiosa. El debilitamiento del poder califal
dio nueva vida a los movimientos separatistas que se ajustan en general a las
nacionalidades o regiones del Islam, como el de los tahires en Irán, saffaríes al este del
imperio persa y al norte de África los ichises y fatimíes.

6.2 LA EVOLUCIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL.

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Tema 27

En la administración se continúa el modelo de los omeyas, aunque con una mayor


influencia de los funcionarios persas; es original la creación del puesto de visir, en el que
los califas delegaban una parte de su autoridad; el poder de los visires fue en aumento y se
transformó en un cargo hereditario, creándose dinastías de visires. La administración
estaba centralizada en Bagdad. Las funciones de justicia las seguía ejerciendo el qadí, pero
sus tareas se fueron haciendo más numerosas y tuvieron que ser asistidos por el adil, que se
convirtió en un notario asesor; los qadis eran nombrados por el califa.

El principal hecho de la evolución económica es el gran auge de las relaciones


comerciales; el Imperio abbasi conoció una gran prosperidad económica que estuvo ligada
a la creación de Bagdad, cuya situación favoreció la atracción de mercancías hacía Irak y la
distribución desde esta ciudad hacia Oriente Medio.

La mayor parte de la población vivía de la agricultura y de la ganadería en


condiciones menos favorables que en épocas anteriores, sobre todo en el Próximo Oriente,
donde una burguesía mercantil había invertido una parte importante de sus beneficios en la
compra de tierras que hacían explotar a campesinos mal pagados y a esclavos importados
del África Negra. Los abbasíes se ocuparon de mantener y desarrollar los sistemas de
irrigación existentes, puesto que la base impositiva sobre la tierra variaba si ésta era de
regadío o no. El agricultor practicaba poco la tendencia cada vez más marcada a la
concentración de la propiedad y un empeoramiento en la condición de los campesinos, que
contraían deudas con los grandes propietarios y se sometían a su recomendación,
cediéndoles las tierras que seguían cultivando como simples tenedores. Esta es la principal
causa de éxodo hacia la ciudad y la aparición del bandolerismo que se produce a mediados
del s. IX.

El comercio fue la manifestación más tangible de la expansión musulmana. Desde


el Golfo Pérsico los mercaderes llegaban hasta la India occidental, llegando incluso a
Ceilán y entrando en contacto con los mercaderes chinos. El Mediterráneo pasó a dominio
árabe y el comercio marítimo se desarrollaba sin Siria. Íntimamente ligado con este
comercio aparecía la actividad industrial y el comercio del dinero; se habían creado
industrias a partir de las materias primas existentes en el Imperio: plata, oro, hierro,
productos textiles. Se introdujeron otros productos que tuvieron gran éxito, como el papel
de China. También existían otro tipo de industrias (alfarería, cerámica, perfumería) cuya
finalidad era el aprovisionamiento del mercado interior. Por lo general el Estado se
atribuyó el monopolio de las principales industrias, como en la fabricación de los “tiraz”,
telas de seda originarias de Egipto que alcanzaron un gran desarrollo. El Estado también
controlaba el comercio para obtener ingresos a través de los derechos de aduanas y otras
tasas y para evitar la especulación sobre los productos de primera necesidad; en las
ciudades estas tareas recaían en un funcionario especial, el mutasib (mostassaf o
almotacén).

El mundo musulmán tuvo una moneda sana cuyo valor se mantuvo prácticamente
estable hasta poco después de las Cruzadas; también se crearon diversos procedimientos de
pago; letra de cambio, cheque, operaciones bancarias.

6.3 LA DECADENCIA ABBASÍ.

A partir de la muerte de Al-Mutawkil (861) surgieron una serie de revueltas sociales


que fueron tomando una gran amplitud; la primera y más grave fue la de los zany, esclavos

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Tema 27

negros, cuyo jefe, Alí ibn Muhammad al-Alawi, negaba la legitimidad de todos los califas
posteriores a Abu Bakr y predicaba doctrinas jariyíes anarquistas; la revuelta estalló en
869 y alcanzó una gran amplitud, pues se unieron los campesinos arruinados del bajo Irak,
los esclavos de las ciudades, tropas negras del ejército califal y algunas tribus beduinas
atraídas por el posible botín. Mientras se desarrollaba esta guerra civil, estallaron
movimientos separatistas en el Jerasán, en el Turquestán y en Egipto, lugar este último que
se llegó a separar hasta su posterior conquista fatimí en 969. Otra insurrección de
inspiración jariyí estallo en la misma época en el Tabaristán entre 864 y 884, siendo
también de carácter comunitario y llegando a la constitución de un emirato que duró poco
tiempo. A fines del s. IX se constituyó otro emirato zaydí en el Yemen, encabezado por el
teórico del zaydismo, doctrina que dejaba la designación del imán a la elección de la
comunidad, pero reservaba el imanato a los descendientes de Fátima. Los siies aparecieron
a principios del s. X en dos movimientos: los garmatas y los fatimíes.

Las luchas religiosas: En la concepción sii el jefe de la comunidad era el imán y


no el califa. La creencia en el imán oculto dio lugar a dos tendencias dentro del siísmo: la
tendencia moderada estaba representada por los “imaníes” que reconocían como imanes a
los descendientes de Musa; la tendencia de los extremistas se manifestó claramente en el s.
X y se conoce con el nombre de “ismailismo”, estos afirmaban que la existencia del mundo
se basa en cierto número de ciclos y que hubo siete profetas, y entre cada profeta siete
imanes, por lo que esperan al siguiente profeta.
Alrededor del 890, en el bajo Irak, un ismailí, Qarmat, sublevó a los campesinos y
logró extender su influencia sobre gran parte del territorio iraquí, sirio y palestino;
proclamaron califa a uno de los suyos, pero este califato desapareció en 904.
Posteriormente un discípulo de Qarmat fundó hacia el 900 un estado gármata con el apoyo
de los supervivientes de la revuelta de los zany. Pero el mayor éxito de los ismailíes fue el
de los fatimíes que lograron instaurar un califato, primero en el norte de África y luego en
Egipto. La conquista del norte de África llevada a cabo por el general Yawhar, les permitió
alejar cualquier amenaza proveniente de los Omeyas de España, les dio el control de las
rutas de las caravanas y les facilitó el reclutamiento de tropas con miras al ataque contra
Egipto. En 973 el califa fatimí Al-Muizz (952-975) abandonó Ifrigiya y se instaló en la
nueva capital, El Cairo. El siísmo no fue implantado en Egipto por la fuerza, sino que se
siguió una política tolerante, incluso concediendo favores a cristianos. Con el deseo de
acabar con los abbasíes, hicieron aparecer su propaganda en todas las provincias
gobernadas por éstos y provocaron una serie de revueltas.

7 LA DESMEMBRACIÓN DEL IMPERIO.

Así pues, en el s. XI encontramos el mundo musulmán dividido en tres califatos, el


omeya de Córdoba, el fatimí de El Cairo y el abásida de Bagdad. Pero esta disgregación
política comenzó en el s. VIII; la extensión del imperio hacia imposible la administración
efectiva y la represión acentuó los particularismos regionales. Paralelamente, la creación
de gobiernos militares regionales creaba un principado independiente del poder central.

El Califato Omeya, creado por Abd al-Rahmman I, se hundirá irremisiblemente en


la primera mitad del s. XI, desintegrándose en los denominados “reinos de Taifas”. Esta
debilidad es aprovechada por los reinos cristianos del norte peninsular. Por su parte en
Oriente, el califato abásida, dominante en Persia e Irak, era una mera ficción: el poder
efectivo no pertenecía a los califas, sino a la familia persa de los “buyíes”, y en muchas

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Tema 27

provincias actuaban con casi total independencia las dinastías locales. Los fatimíes del El
Cairo, aunque más firmes, también tenían problemas, entre ellos el de asegurar el control
de Siria. Pero el panorama sufrió una radical transformación en Oriente y Occidente
gracias a la intervención de nuevos pueblos, los trucos y los beréberes. Los turcos
seljúcidas, nómadas de Asia central, convertidos a la fe musulmana, celosos partidarios de
la ortodoxia sunnita, aportarán una savia renovadora al envejecido Califato abásida. Con
los seljúcidas el Islam de Oriente es nuevamente expansivo, lo que provocó de rechazo las
cruzadas de la Cristiandad latina.

En Occidente la renovación partió de los beréberes de los confines del Sahara y del
Sudán, organizados en el movimiento “almorávide”. Un siglo más tarde fueron los
“almohades” quienes toman la antorcha de la intolerancia religiosa y del espíritu de
cruzada.

El gobierno abbasí había intentado por todos los medios contener las fuerzas de
desintegración que aparecieron en todo el Imperio. Para asegurar su defensa los generales
trucos y sus tropas mercenarias recibieron tierras a condición de que pagaran unas rentas al
tesoro: era el sistema de la iqta. En los últimos años del s. X el sunnismo (ortodoxia)
volvió a la ofensiva en todo el oriente musulmán con los turcos gaznavíes, ofensiva que
continuó en el s. XII.

Por su parte los bizantinos, que durante el s. X habían pasado a la ofensiva,


reemprendieron el ataque a comienzos del s. XI al mando de Basilio II. Cuando quisieron
continuar las conquistas, tuvieron que enfrentarse ya no a las dinastías árabes, sino al
poderío de los turcos seljúcidas. Estos, tras un período de asentamiento en el Kurasán,
aplastaron a los gaznavíes en 1040, asegurándose de esta forma el dominio del Kurasán y
de Persia. Este es el comienzo del Imperio Seljúcida. Para completar su obra solo faltaba
eliminar la resistencia de los buyíes. La entrada de los seljúcidas en Bagdad (1055) les
proporcionó el control definitivo del Irak y de los resortes del poder en el califato abbásida.
Pero el éxito no podía ser total si quedaban en las fronteras del oeste enemigos tan
poderosos como los fatimíes y los bizantinos. La lucha contra unos y otros se desarrolló
durante los sultanatos de Alp Arslan (1063-1072) y Malik Shah (1072-1092). La victoria de
Manzikert (1071) sobre los griegos abrió a los seljúcidas las puertas de Asia Menor. A los
fatimíes los seljúcidas les arrancaron Siria (Damasco cayó en el año 1076). En poco más de
treinta años se había formado un fabuloso Imperio en el Islam oriental. En teoría los
seljúcidas se habían presentado como restauradores del Califato abbásida. Pero en la
práctica lo que se impuso fue una tajante separación entre el poder espiritual del califa y la
autoridad civil y militar, que recaía en los sultanes. Por otra parte, al generalizar los
seljúcidas el sistema de la “iqta”, éstos estaban favoreciendo la progresiva descomposición
de su propio Imperio, ya que los beneficios de este sistema tendieron a convertir sus tierras
en hereditarias, con lo cual, de hecho, escapaban a la jurisdicción del sultán; los jefes
militares poseían extensos dominios que recordaban a los principados territoriales del
feudalismo postcarolingio. Así, al comenzar el s. XI el Imperio seljúcida era en realidad
una especie de confederación de príncipes autónomos. En líneas generales puede decirse
que el Imperio seljúcida se fraccionó desde finales del s. XI en tres grandes conjuntos: Asia
Menor, Persia y Siria. Siria sería el escenario por excelencia de la pugna de los
musulmanes con los cruzados de Occidente hasta el s. XIV.

El golpe definitivo del imperio islámico se produjo en 1235, cuando el mogol


Huqaku acabó con el último califa abásida. Otro abbasí tomo entonces el poder en El Cairo

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Tema 27

hasta la conquista otomana de 1517. Así, la primera mitad del s. XI terminó con la
desaparición de la primacía árabe, pasando el poder a manos de no árabes, pero sí
musulmanes, los turcos al este y los beréberes al oeste.

8 LA CULTURA ISLÁMICA.

La cultura islámica no es producto únicamente de los árabes, sino que también


participan en ella los pueblos persas, egipcios y griegos, entre otros. Tampoco fue sólo
musulmana ya que participaron muchos cristianos, judíos y zoroastras.

Sin embargo el principal medio de expresión era la lengua arábiga y la cultura


estuvo dominada por el Islam y su concepto de la vida. El lenguaje y la fe fueron las dos
grandes contribuciones de los árabes a la nueva y original civilización que surgió y se
desarrolló bajo su dominio.

El árabe es entre los idiomas semíticos el más rico. Los árabes preislámicos habían
desarrollado un lenguaje y una tradición poética de notable riqueza, una poesía de métrica,
de rima y dicción delicada y perfecta. Las conquistas hicieron del árabe un lenguaje
imperial y luego el idioma de una cultura; pero para eso la lengua árabe debió adaptarse a
las nuevas circunstancias, no precisando para eso la influencia de otras lenguas, sino que lo
hizo desarrollándose dentro de sí misma.

El lenguaje arábigo, así enriquecido, subsistió como el único instrumento de cultura


durante bastante tiempo después de la caída del reino árabe propiamente dicho. En el s. XI
había llegado a ser, no sólo el principal idioma de su diario desde Persia a los Pirineos, sino
también el instrumento principal de cultura, reemplazando el lenguaje de antiguas culturas
como la copta, aramea, griega y latina.

El Islam no sólo fue un sistema de creencia y culto, sino también un sistema de


Estado, sociedad, ley, pensamiento y arte: una civilización con la religión como factor
unificador, a veces dominante. El Islam significó al principio ciudadanía árabe, y
posteriormente, la ciudadanía de primera clase del Imperio.
A la cultura islámica se incorporaron muchos elementos de diverso origen: ideas
cristianas, judías y zoroástricas; prácticas administrativas e imperiales, sasánidas y
bizantinas; influencias helenísticas especialmente en ciencia, filosofía, arte y arquitectura.
Sin embargo, esta diversidad y complejidad de orígenes, no disminuyó el valor de la
cultura islámica; al contrario, lo acentuó. La civilización islámica no fue una mera
superposición de culturas, sino más bien una nueva creación en la que todos estos
elementos fueron fundidos en una nueva y original civilización por la transposición en
formas arábigas e islámicas, reconocibles y características en cada fase de su realización.

8.1 LA LITERATURA.

La primera manifestación cultural en el orden cronológico y en importancia para los


árabes fue la poesía. La poesía preislámica había tenido una función pública y social, con
el poeta apareciendo a menudo como panegirista o satírico, con un importante papel
político.

El propio Corán es el primer documento de literatura en prosa arábiga y fue el más


rico en bellas letras y en el ensayo literario. En un principio la poesía islámica tuvo

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Tema 27

exclusivamente una finalidad expansiva y propagandística de los principios contenidos en


el libro sagrado. Más tarde, durante el período de los abbasíes, la influencia persa hizo de
la literatura árabe un prodigio de refinamiento y elegancia, además de una gran perfección
técnica. Bagdad será entonces el centro del período clásico de esta literatura, que en todo
momento muestra una decidida preferencia por la expresión lírica.

Pero también existían destacados prosistas que trataban la narración breve (de gran
tradición en el mundo islámico), la prosa gramatical o la historia. Persas, egipcios e
hispanos configuran en gran medida este florecimiento que se extiende hasta el s. XIII. De
entonces data la obra más conocida, titulada “Calila e Dimna”. Ya en el período de
decadencia surge la fundamental figura de Ibn Khaldún en poesía y, en el plano narrativo,
la más conocida de las obras de literatura árabe, la excepcional colección de narraciones
breves contenidas en el volumen que lleva por título “Las Mil y Una Noches”. Esta reúne
tradicionales cuentos de origen árabe, persa, judío y egipcio, escritas en lenguaje popular y
posiblemente obra de una recopilación colectiva. Las versiones hoy conocidas son
posteriores al s. XVI, pero con absoluta seguridad la elaboración de la obra corresponde a
mucho tiempo atrás, ya que debió ser compuesta a lo largo de mucho tiempo como un
acopio de relatos que hoy nos ilustran de la forma más perfecta acerca de la vida y
costumbres de los musulmanes en su período de esplendor.

La poesía lírica seguiría manteniendo, su vigencia como forma expresiva preferida


de los musulmanes.

8.2 LA FILOSOFÍA.

En filosofía, la influencia griega fue fundamental. Podemos encontrar dos grandes


corrientes, aunque esto no implica una clasificación. Una, en la que se encontraban los
pensadores que se basaban en la razón y la sabiduría antigua. Influidos por el aristotelismo
y el neoplatonismo sustentaban que la razón era superior a la fe como fuente de
conocimiento.

La otra corriente afirmaba que la fe era la base del conocimiento, y sólo aceptaba la
razón cuando ésta estaba al servicio de la fe. Los más destacados filósofos se encontraban
preferentemente en Oriente (Irán) y en Al-Andalus. Sobresalieron entre ellos al Kindi, al-
Farabi, Avicena y Averroes.

Por mediación de España e Italia, los filósofos del occidente cristiano se fueron
interesando por las obras de los árabes. Gracias a estas obras, el occidente medieval volvió
a encontrarse con la cultura griega, aunque tales contactos e influencias se produjeron aún
a pequeña escala.

8.3 LAS CIENCIAS.

En tiempos de los Omeyas comenzó un movimiento de traducción, dedicó a la


traducción de obras sobre química. Los traductores eran generalmente cristianos y judíos,
especialmente sirios. En esta primera etapa la traducción fue espontánea e individual. Bajo
los abasíes fue organizada y oficialmente alentada. Los califas enviaron eruditos a
diferentes sitios en busca de manuscritos e hicieron una traducción masiva de obras
científicas y filosóficas que aumentaron el material bibliográfico de las numerosas
bibliotecas existentes en el imperio. También el uso del papel, conocido a través de los

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Tema 27

chinos a partir de finales del s. VIII, facilitó la difusión de las obras escritas por sabios y
literatos árabes.

Estos fueron esencialmente los principales avances en las distintas ramas


científicas:

En Astronomía obtuvieron sorprendentes avances utilizando los conocimientos que


en esta materia poseían los antiguos mesopotámicos, aunque también se instruyeron en
Ptolomeo y en los conocimientos sasánidas e hindúes. Realizaron observaciones sobre
eclipses, prepararon tablas astronómicas y catálogos de estrellas fijas. Conocieron el
movimiento de los planetas y admitieron la posibilidad de que la Tierra rotará sobre su
propio eje girando alrededor del Sol.

En las Matemáticas se centran sobre los estudios griegos de Trigonometría plana y


esférica y desarrollarán el álgebra. Adoptaron el su de las cifras hindúes y la numeración
decimal, utilizando el cero. Por intermedio de los árabes este sistema llegó a Occidente con
las consecuencias que ello implicó.

La Química fue una derivación de la alquimia, mezcla de observaciones prácticas y


preocupaciones místicas. Con ello se iniciaron en la experimentación e indirectamente
descubrieron nuevas sustancias y compuestos, entre ellos los álcalis y los ácidos. También
descubrieron los procesos químicos de la destilación, la filtración y la sublimación.

En Física, los estudios más importantes fueron realizados en la rama de la óptica.


Arribaron a un considerable número de conclusiones respecto de los lentes de aumento y
acerca de la velocidad de la luz. Inventaron gran cantidad de útiles y artilugios automáticos
como los relojes.

Quizá la ciencia en la que los musulmanes hayan obtenido los resultados más
sorprendentes fue la Medicina. Tuvieron conocimiento de la medicina china y de la
helenística, en especial de Hipócrates y Galeno; pero además realizaron un original
esfuerzo de creación. Organizados en corporaciones, los médicos exigían el dominio de la
profesión para ejercerla. Estas corporaciones, junto con el Estado, estaban a cargo de
hospitales muy bien organizados donde se realizaba una correcta asistencia, a la vez que
fueron centro de estudios de medicina experimental.

Entre los principales médicos encontramos nuevamente a Avicena, quien descubrió


la naturaleza contagiosa de la tuberculosis y describió la pleuresía (inflamación de la
pleura, que es una membrana serosa que tapiza el tórax y envuelve los pulmones). El
Cannon fue su obra capital; llegó a ser el texto para la educación médica en Europa durante
cinco siglos. Razes es considerado el más fecundo y original de los médicos musulmanes.
Sus publicaciones relativas a diversas enfermedades como la viruela, así como una gran
enciclopedia del conocimiento médico, gozaron de gran autoridad durante varios siglos.
Otros hombres de ciencia diagnosticaron el cáncer de estómago, prescribieron antídotos en
caso de envenenamiento, e hicieron grandes progresos en el tratamiento de las
enfermedades oculares.

El legado científico del mundo árabe presenta, por tanto, un riquísimo panorama
general como transmisor de conocimientos anteriores, de elaborador de nuevos ámbitos de

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Tema 27

investigación y, finalmente, de comentador de aquellos textos que las circunstancias


históricas habían mantenido al margen del progreso.

8.4 EL ARTE.

Antes de comenzar la rápida expansión que les permitió formar su gran imperio, los
árabes carecían de tradiciones artísticas. En los territorios conquistados, la situación era
completamente distinta: el arte bizantino, el persa, el sirio, el copto, ejercían una gran
influencia. Así, el arte islámico es un conjunto de estilos diferentes que, sin embargo,
consiguen un falto grado de unidad. Téngase presente, que normalmente los árabes no
destruyeron las antiguas culturas, sino que las adaptaron a la vida de esa nueva comunidad
tomando sus valores más importantes.

Las prohibiciones religiosas se hicieron sentir fuertemente sobre el desarrollo


artístico. La representación de animales o seres humanos estaba proscrita por la doctrina
musulmana. Sin embargo, sobre este aspecto hay muchas discusiones. En el Corán se da la
primacía a los elementos arquitectónicos y decorativos, pero no dice nada de la pintura
figurativa. Probablemente lo que se pretendía impedir era todo retorno al antiguo
paganismo árabe. Sin embargo, en el Islam existen numerosas obras de arte donde abundan
las representaciones de seres humanos y animales diversos, contradiciendo así las
supuestas costumbres iconoclastas. Así, podemos hacer una diferenciación de un arte
sagrado que no utiliza imágenes y el arte profano que se utilizaba para el embellecimiento
de la existencia cotidiana.
Respecto de este último, hombres y animales animaban los frescos de los castillos
omeyas. Es más, los califas no tuvieron ningún inconveniente en hacerse retratar en sus
monedas. Los tejidos, las cerámicas y las miniaturas reafirman aún más la utilización de las
imágenes en el arte.

La decoración: la prohibición de imágenes tuvo vigencia con respecto al arte


religioso. A consecuencia de ello carece de representaciones figurativas de hombres o
animales y se dedica solamente a composiciones geométricas de gran complejidad. Los
elementos vegetales se entremezclan aquí con textos del Corán o laudatorios del Califa. El
material utilizado, desde el yeso hasta el estuco y la escayola. Los azulejos también fueron
elemento destacado en estas labores decorativas. Los conjuntos obtenidos resultan
especialmente impresionantes por su belleza y variedad de formas.

Si consideramos la distribución de la decoración en el arte islámico podemos hacer


notar dos singularidades. Por un lado la decoración tapiza todas las superficies, y por otro,
los mismos temas se repiten continuamente. Esto es consciente y tiene una determinada
finalidad. La innovación repugna al espíritu musulmán, que para él tenía un doble peligro:
una ruptura con la tradición y un desafío a la comunidad. De ahí la repetición continua de
los temas.

La arquitectura musulmana que se inició en el s. VII hizo su aparición en el


momento en que las artes bizantinas se hallaban plenamente constituidas. Sin embargo, la
influencia de la arquitectura bizantina no fue predominante, pues en Siria, asiento del
imperio, ésta no había echado raíces muy profundas. En el momento de la conquista, el
modo de construcción que imperaba en Siria era el de las terrazas sobre arcada que era de
origen persa. La mezquita abovedada apareció sólo tardíamente y marcó, en la historia de
la arquitectura musulmana, una segunda época de influencias persas. Las conquistas de

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Tema 27

Mesopotamia y Egipto pusieron a los árabes en contacto con la cultura y las escuelas
artísticas de Oriente, más adaptables a su espíritu.

Las mezquitas se hallan construidas, según las épocas, sobre la base del sistema de
los techos sobre arcadas, o el de cúpulas, presentando dos tipos sucesivos: el uno en forma
de basílica, el otro en forma de edificio abovedado.

En cada región, las mezquitas asumieron una forma propia de construcción, aunque
respetando las características básicas. La aparición de los diferentes estilos se debe a la
existencia, en cada región, de escuelas artísticas, regularmente constituidas, durante el
intervalo de por lo menos un siglo de distancia entre la llegada de los árabes y el
florecimiento de su arquitectura. Las producciones originales responden al momento en
que el pueblo conquistador comienza a mezclarse con los pueblos indígenas.

LA ESCUELA DE SIRIA Y EGIPTO.- Dentro de estas dos regiones se pueden


observar períodos diferentes:

- El período de los Primeros Califas (639-971) conoce en Siria dos grandes etapas
de esplendor: el de la mezquita de Damasco y el de las construcciones de Sakhra. La
mezquita de planta rectangular incluye un patio con pórticos y fuente, y una sala de
oración. Las naves son muchas. La cubierta es plana. Los capiteles suelen ser corintios
reutilizados y los alminares cuadrados. En la decoración se usan materiales policromos
para el revestimiento mural o la alternancia de las dovelas, mosaicos de técnica bizantina
con decoración vegetal o arquitectónica. En Egipto los tulunidas, con algunas
particularidades estilísticas, utilizan, en general, los mismos principios artísticos que en
Siria.

- El período Fatimita (972-1170) realiza un arte robusto, fecundo y más perfecto, de


influencias sirias y mesopotámicas. En decoración se afirma en los arcos mixtilíneos, de
herradura, en carena; en el desarrollo de las arquerías ciegas; en el arabesco geométrico,
absorbiendo el elemento floral que se mezcla dentro de ella y en las inscripciones
ornamentales de las letras. En el Cairo se levantó la mezquita El Azhar transformada
pronto en madrasa (escuela de derecho y teología).

- El período de los Sultanes Mamelucos (1250-1516) posee una arquitectura de gran


elegancia. Se desarrolla el empleo de la piedra de sillería, de la bóveda (de medio cañon,
de arista, estrellada). Los arcos son variados, las cúpulas son exteriormente curvilíneas o
rectilíneas. La decoración se caracteriza por la utilización excesiva de materiales lujosos.

- LA ESCUELA DE PERSIA: El arte de la Persia musulmana tomó elementos


procedentes de su arte propio anterior. El arte de esta zona, entre el s. VII y el s. XV es el
menos conocido, debido a la destrucción de un gran número de monumentos. El período
Safávida de los s. XVI y XVII, es el más brillante. La decoración esta realizada, en
general, de revestimiento cerámico, aunque a partir del s. XII comienza a utilizarse el
azulejo de porcelana de incomparable calidad. El principal tema de la decoración es la
floral, tratada con libertad en un estilo naturalista, donde se marca el gusto por la repetición
de un mismo motivo.
- LA ESCUELA HISPANOMORISCA Y DEL MAGREB: La mezquita de Córdoba
(785) es una de las manifestaciones más relevantes del arte omeya en España. La
arquitectura civil omeya es conocida por los importantes restos arqueológicos de Medina

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Tema 27

Azahara, amplia residencia principesca. La riqueza de la decoración busca su inspiración


en la hoja de la viña, en el acanto y en algunos motivos geométricos. El arte de Córdoba y
Medina Azahara formó en parte el arte del s. XI y comienzos del XII caracterizado por sus
fortalezas y sus palacios hábilmente decorados con composiciones geométricas y florales.
Con los almorávides y los almohades adquiere el arte hispanomusulmán una estética
nueva, al recibir aportes de la escuela de Magreb (Túnez, Argelia y Marruecos). De este
período señalar el Alcazar de Sevilla, aunque su reconstrucción es mudejar. En decoración
se utiliza mucho el yeso y los mosaicos de porcelana.

Estas escuelas nombradas no son las únicas. Sólo hemos tomado algunas para dar
una idea del regionalismo del arte musulmán donde se reúne toda la herencia del Próximo
Oriente.

9 CONSECUENCIAS DE LA EXPANSIÓN DEL ISLAM.


La principal consecuencia, que Pirenne analizó en su obra Mahoma y Carlomagno,
fue la ruptura de la unidad mediterránea. Hasta Mahoma, el Mediterráneo, a pesar de la
crisis sufridas por Occidente a raíz de las invasiones germánicas, había sido el aglutinante
y centro de toda la civilización que seguía siendo en lo esencial romana, pero a partir de la
expansión musulmana, al sur del Mediterráneo se rompe la unidad cultural en torno a
Oriente y Occidente (que se mantiene sólo a través de Bizancio), con lo que las ciudades
costeras del norte de la cuenca desaparecen, y el centro político y cultural de Europa se
desplaza más al norte; con la dinastía carolingia, de rudas y ásperas formas, que
comportará un cambio en todos los aspectos, desde las costumbres hasta la estructura
económica ahora esencialmente rural. Pero no todas las consecuencias fueron negativas;
hay que tener en cuenta que la civilización musulmana fue la más floreciente de la Alta
Edad Media. En ella se desarrolló el comercio, las rutas de caravanas, que se extendían
desde el Indo hasta Al-Andalus y a lo largo de las mismas florecían las ciudades y la
civilización urbana artesanal, comercial y culta. Este intercambio entre regiones tan
diferentes llevó consigo el intercambio de ideas; de esto y del bienestar logrado por una
sociedad eminentemente mercantil surgió la refinada cultura árabe.

BIBLIOGRAFÍA.

CAHEN, C: El Islam, I. Desde los orígenes hasta el comienzo del Imperio Otomano, ed.
s. XXI. Col. Historia Universal Siglo XXI, Madrid, 1972.

FOSSIER, ROBERT (dir.): La Edad Media, vols. 1 y 2, ed. Crítica, Barcelona, 1989.

TUÑON DE LARA, M (Dir.): Historia Universal, vol. 2, ed. Labor, Barcelona, 1986.

Ver la Bibliografía de mi Tema 27PD (G.R.A.)

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