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NOTA INAM Nº 1415/2019.

BUENOS AIRES, 22 de abril de 2019.


REF: Libro V pág. 18 N° 4839 – 2018.
Superior Tribunal de Justicia
Provincia de Entre Ríos
S / D

MARÍA FABIANA TUÑEZ, en mi carácter Directora


Ejecutiva del Instituto Nacional de las Mujeres conforme al decreto número 45/2018,
organismo descentralizado del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación,
República Argentina, con domicilio en la calle Entre Ríos 181, C1079ABB, de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina (teléfono/FAX: 4331-5424. MAIL:
presidencia@inam.gob.ar), me presento ante usted y respetuosamente digo:

1. OBJETO.
Quien suscribe es titular del Instituto Nacional de las
Mujeres (INAM), organismo descentralizado del Ministerio de Desarrollo Social de la
Nación, República Argentina, conforme decreto Nro. 698/2017. En tal carácter, en
virtud de las obligaciones y facultades conferidas por la ley 26.485 de Protección
Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres, decreto
reglamentario 1011/2010, art. 9, inc. a), b), f), g), h), m) y r) arts. 16, 18 y concordantes.

2. ADMISIBILIDAD.
2. A. Capacidades del Instituto Nacional de las
Mujeres en presentarse.
Es necesario poner en vuestro conocimiento que el
Instituto Nacional de las Mujeres (INAM) se crea mediante el Decreto 698/2017,
como organismo descentralizado en la órbita del MINISTERIO DE DESARROLLO
SOCIAL DE LA NACIÓN, el cual asumió los cometidos asignados al CONSEJO
NACIONAL DE LAS MUJERES, de manera de potenciar los lineamientos de la Ley
N° 26.485, profundizando un modelo inclusivo y de participación con equidad,
suprimiendo en consecuencia al Consejo Nacional de las Mujeres. En este sentido
actualmente, el INAM es el organismo rector de la ley 26.485 de “Protección Integral
para Prevenir, Sancionar y Erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que
desarrollen sus relaciones interpersonales”. La Ley 26.485 establece en su artículo 9 que
una de las funciones de este organismo es la de “articular y coordinar las acciones
para el cumplimiento de la presente ley”, en este sentido, es responsabilidad y
obligación del, ahora Instituto Nacional de las Mujeres, presentarse en causas que
versan sobre hechos que infrinjan por acción u omisión alguna norma o principio
constitucional relativo a los derechos de las mujeres o de las leyes dictadas en su
consecuencia. Como complemento de esto, el decreto reglamentario 1011/2010, en su
art. 9, establece al Consejo Nacional de las Mujeres, actualmente INAM, como
autoridad de aplicación de la Ley Nº 26.485 el cual deberá instar a los distintos
poderes del Estado a la ejecución de las acciones previstas en la ley, extremando los
recaudos para que la coordinación con el Poder Judicial incluya además a los
Ministerios Público Fiscal y de la Defensa, tanto en el ámbito nacional como en las
jurisdicciones locales.

2. B. Admisibilidad de la Institución del Amicus


Curiae.
Vengo por el presente a interponer un “Amicus
Curiae”, en los términos de la Acordada 7/13 de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, atento la naturaleza del asunto en cuestión, la especial importancia que
reviste para nuestra entidad, la trascendencia colectiva y el interés general del mismo.
La institución del Amicus Curiae se define como herramienta, la cual consiste en
presentaciones que pueden realizar terceros ajenos a una disputa judicial pero con un
interés legítimo y claro en la misma. En este sentido, estos terceros interesados
expresan sus opiniones en torno al caso concreto, sin formar parte del mismo pero
con una opinión fundada en defensa de un interés público o de una cuestión
institucional relevante.
Los primeros antecedentes de esta institución se
ubican en el Derecho Romano y luego en el Derecho Inglés. Actualmente, ha sido
utilizado por órganos de protección de los Derechos Humanos del Sistema
Interamericano. En este sentido, diversos organismos de Derechos Humanos la han
utilizado como presentación para casos de su interés como parte del objeto para el
cual está direccionado dicha institución, entre estos se encuentran los delitos de lesa
humanidad.
En nuestro ordenamiento jurídico, la presentación de
dictámenes en carácter de amicus curiae no sólo ha sido receptada por numerosos
antecedentes jurisprudenciales, sino que además se encuentra reconocida por la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, a través de la acordada ya nombrada N° 7/2013, la
cual establece el Reglamento sobre Intervención de Amigos del Tribunal. En este
sentido, el Alto Tribunal ha expresado que la regulación de esta institución busca
procurar una mayor y mejor intervención de los actores sociales, a fin de “pluralizar y
enriquecer el debate constitucional, así como de fortalecer la legitimación de las
decisiones jurisdiccionales dictadas por esta Corte Suprema en cuestiones de
trascendencia institucional”.
En Argentina no existe una ley genérica que
institucionalice tal figura, sin embargo se observan ciertas normas que habilitan su
actuación en determinadas circunstancias. En este sentido, el art. 7 de la ley 24.488
refiere al Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto como
un organismo con facultad para intervenir como “amigo del tribunal” en los casos en
que existe una demanda contra un Estado Extranjero. Por otro lado, el art. 18, inc. ‘e’,
de la ley 25.875 refiere que los diferentes organismos pertenecientes a la
Administración Pública Nacional, personas físicas o jurídicas, públicas o privadas, se
encuentran obligadas a prestar colaboración con carácter preferente al Procurador
Penitenciario en carácter de “amigo del tribunal” brindando su opinión en cuestiones
de hecho y de derecho.
Como antecedente sumamente importante podemos
citar a la acordada Nº 28/2004 dictada por la Corte Suprema de Justicia, el 14 de Julio
del 2004. Esta define al “amicus curiae” como un provechoso instrumento al cual se lo
considera apropiado para que amigos del tribunal puedan tomar intervención como
“terceros ajenos a las partes, que cuenten con una reconocida competencia sobre la
cuestión debatida y que demuestren un interés inequívoco en la resolución final del
caso, a fin de que ofrezcan argumentos de trascendencia para la decisión del asunto”.
Desde esta reglamentación se establece un interpretación hermenéutica amplia y de
apertura frente a las demás instituciones, estipulando los siguientes lineamientos
generales que regirán la actividad de los mismos: pueden intervenir en calidad de
amigos del tribunal tanto las personas físicas como las jurídicas que no siendo parte
en el pleito, ostentan reconocida competencia sobre la cuestión debatida en el mismo.
En referencia a la jurisprudencia reciente podemos
citar el fallo “Soto, Juan Ramón s/homicidio agravado por el vínculo", en el cual la
Cámara Tercera en lo Criminal de Resistencia, Provincia del Chaco, al dictar
sentencia, consideró los argumentos vertidos del Consejo Nacional de las Mujeres en
una presentación como amicus curiae durante el juicio, luego del cual condenó al
imputado por homicidio triplemente agravado por el vínculo, alevosía y femicidio
(art. 80 inc. 1, 2 y 11 CPN). La presentación del amicus curiae procura aportar
argumentos jurídicos que deben ser tenidos en cuenta durante la investigación, ya
que de lo contrario estarían vulnerando los derechos fundamentales de las mujeres.
La finalidad es la de contribuir aportando fundamentos jurídicos y propuestas que
colaboren con el resolutorio en cuestión, desde el enfoque de los derechos humanos y
desde una perspectiva de género.

2. C. Interés del Instituto Nacional de las Mujeres


en presentarse como Amicus Curiae.
Respecto al interés del INSTITUTO NACIONAL DE
LAS MUJERES para presentarse en causas que versan sobre hechos que infrinjan por
acción u omisión alguna norma o principio constitucional relativo a los derechos de
las mujeres o de las leyes dictadas en su consecuencia, de conformidad con lo
establecido en los arts. 9 y 16 y de la ley nacional 26.485 de PROTECCIÓN
INTEGRAL PARA PREVENIR, SANCIONAR Y ERRADICAR LA VIOLENCIA
CONTRA LAS MUJERES EN LOS ÁMBITOS EN QUE DESARROLLEN SUS
RELACIONES INTERPERSONALES, se ha fijado como responsabilidad primaria del
INSTITUTO NACIONAL DE LAS MUJERES, entre otras, la de entender en la
observación activa, el seguimiento y la denuncia de casos y situaciones relativos a la
violencia de género y los derechos humanos de las mujeres, lesbianas, varones trans,
travestis.
Asimismo, el decreto reglamentario 1011/2010, en su
art. 9, establece que el INSTITUTO NACIONAL DE LAS MUJERES, como autoridad
de aplicación de la Ley Nº 26.485 deberá instar a los distintos poderes del Estado a la
ejecución de las acciones previstas en la ley para la Prevención, Asistencia y
Erradicación de la Violencia contra las Mujeres, extremando los recaudos para que la
coordinación con el Poder Judicial incluya además a los Ministerios Público Fiscal y
de la Defensa, tanto en el ámbito nacional como en las jurisdicciones locales. En su
art. 16, el decreto reglamentario 1011/2010 determina que la respuesta de los
organismos del ESTADO NACIONAL será considerada oportuna cuando implique la
sustanciación del proceso más breve, o la adecuación de los procesos existentes para
que la resolución de los mismos no sea tardía; y efectiva cuando dicha respuesta
prevenga la reiteración de hechos de violencia y repare a la víctima en sus derechos,
teniendo en consideración las características de la denuncia.
Como parte del PODER EJECUTIVO NACIONAL,
desde el INSTITUTO NACIONAL DE LAS MUJERES compartimos el deber e interés
de intervenir judicialmente para asegurar el cumplimiento del deber de garantía de
los derechos humanos de las mujeres, contenidos en los tratados por los que nuestro
país se halla obligado.
En función de la normativa vigente, este Instituto
tiene interés institucional en la resolución de este caso y cree poder someter a la
ilustrada consideración de usted argumentos pertinentes. En orden a las facultades
precedentemente referidas, surge con meridiana claridad el interés del INSTITUTO
NACIONAL DE LAS MUJERES, órgano rector de la ley 26.485, para presentarse en
causas que versen sobre hechos que infrinjan por acción u omisión alguna norma
referida a LA PREVENCIÓN Y ERRADICACIÓN DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO,
y por tales motivos, vengo a interponer el presente amicus curiae.

2. D. Antecedentes del Instituto Nacional de las


Mujeres y sus presentaciones en el Poder Judicial.
El INSTITUTO NACIONAL DE LAS MUJERES, en
ejercicio de las competencias conferidas por la ley 26.485, realiza presentaciones en
causas con el claro objetivo de aportar perspectiva de género al momento en que el
Poder Judicial efectúe la valoración de los hechos y la normativa de aplicación que
corresponde a cada caso.
La finalidad es aportar a fin de obtener la resolución
de la materia objeto del proceso en claro respeto de la normativa nacional e
internacional. Es decir, asegurar que operadores/as del sistema judicial cuenten con
perspectiva de género a fin de valorar todos los elementos que presenta el caso.
Al tratarse de un organismo nacional, y en cabal
cumplimiento de la ley 26.485, el INSTITUTO NACIONAL DE LAS MUJERES se
presenta en todas las jurisdicciones e instancias del territorio nacional.

3. ENCUADRAMIENTO DE LOS HECHOS.


3. A. Hechos.
El viernes 22 de abril de 2016, alrededor de las 20,30
hs., Gisela LÓPEZ fue interceptada y atacada en forma intempestiva a la salida de la
escuela secundaria de jóvenes y adultos.
Gisela LÓPEZ fue sometida y abusada por un
hombre que luego la llevó a un predio para que otros hombres hicieran lo mismo.
Posteriormente, y con el objetivo de encubrir el delito e imposibilitar su
identificación, llevaron adelante el crimen de máxima expresión de la violencia
machista y terminaron con su vida.
Sus restos fueron hallados con fecha 10 de mayo de
2016, luego de 18 días de búsqueda, en un descampado muy cerca de su vivienda en
la zona de “El Bajo”.

3. B. Encuadre Jurídico.
Del análisis de los hechos, la prueba producida en la
causa y la acusación efectuada por el Fiscal, que se corresponde con la imputación
efectuada, nos encontramos ante un homicidio agravado por violencia de género. Es
decir, el femicidio de Gisela Alejandra LÓPEZ. La labor de la Fiscalía en la instrucción
de la causa permitió determinar quiénes son los autores intelectuales y materiales;
además del encubrimiento de la Sra. ALTAMIRANO.
El ataque y la violencia de género provocada han
sido la causa de que la Mujer sufriera heridas y dolor físico y psíquico que
produjeron su muerte. Tal es la violencia con la que se perpetró que el Sr. Fiscal
Santiago ALFIERI las encuadró en el tipo penal de homicidio con sus agravantes:
“ARTÍCULO 80. - Se impondrá reclusión perpetua o
prisión perpetua, pudiendo aplicarse lo dispuesto en el artículo 52, al que matare:
2º Con ensañamiento, alevosía, veneno u otro procedimiento insidioso.
7º Para preparar, facilitar, consumar u ocultar otro delito o para asegurar sus
resultados o procurar la impunidad para sí o para otro o por no haber logrado el fin propuesto
al intentar otro delito.
11. A una mujer cuando el hecho sea perpetrado por un hombre y mediare violencia de
género”.
En el caso de las presentes actuaciones, conforme es
definido por ACNUDH en el Modelo de Protocolo Latinoamericano de Investigación
de las muertes violentas de Mujeres por razones de género, se trata de un
FEMICIDIO DIRECTO “el asesinato misógino de las mujeres” y NO ÍNTIMO “…la
muerte de una mujer cometida por un hombre desconocido con quien la víctima no tenía
ningún tipo de relación. Por ejemplo, una agresión sexual que culmina en el asesinato de una
mujer a manos de un extraño…”. “Toda muerte violenta de una mujer en el que se evidencie
un componente sexual directo o simbólico debe considerarse un femicidio”.
El tipo maniobras perpetradas para proceder a ser
“captada por su condición de mujer para ser sometida a un trato sexual contra su voluntad;
evidencias que surgen del modo en que fue dispuesto su cuerpo y de las lesiones que sufrió en
vida”.
La acusación es acorde a un accionar intencional que
se sostuvo lo suficiente para causar la muerte y, de este modo, encubrir un ataque
sexual que no fue perpetrado. Por lo tanto, es válido extraer certeramente el
comportamiento activo de la/s persona/s en relación con dicho resultado lesivo.
Asimismo, se encuentran presentes factores que
hacen diferente el delito de femicidio con el homicidio de un hombre, e incluso con el
homicidio común de una mujer. ACNUDH destaca que “… a través de la muerte
violenta se pretende refundar y perpetuar los patrones que culturalmente han sido asignados a
lo que significa ser mujer: subordinación, debilidad… etc. Esto significa que el agente femicida
o sus actos reúne alguno o algunos patrones culturales arraigados en ideas misóginas de
superioridad del hombre, de discriminación contra la mujer y de desprecio contra ella y su
vida. Tales elementos culturales y su sistema de creencias le hacen creer que tiene el poder
suficiente para determinar la vida y el cuerpo de las mujeres, para castigarlas o sancionarlas, y
en última instancia, para preservar los órdenes sociales de inferioridad y opresión. Esos
mismos elementos culturales permiten que el victimario se vea reforzado como hombre a través
de la conducta realizada.”
“Los signos e indicios que aparecen asociados a los
femicidios en estas circunstancias son consecuencia de las ideas y emociones, como ira, rabia,
odio, venganza, desprecio, castigo, humillación, etc., que acompañan a la motivación de género
construida de manera individual (un hombre, una víctima, unas circunstancias) a partir de
los elementos que el contexto cultural y social pone al alcance de los agresores.” “En los
femicidios sexuales sádicos y vengativos la violencia se aplica para conseguir un objetivo que
pasa por el propio uso intenso de la violencia para satisfacer al victimario…(…)…la
violencia…se prolonga durante más tiempo y se escenifica…el agresor suele…practicarle
diferentes formas de tortura, como…introducción de objetos por los orificios naturales…La
violencia utilizada es definida como brutal, tanto por la intensidad, como por las formas y la
duración, y se dirige sobre todo a las zonas con un significado sexual, como genitales…”.
“Otro factor a considerar es el número de autores que haya
participado en la agresión sexual y posterior femicidio. Conforme el número de agresores es
mayor, aunque la violencia no forme parte de las fantasías sexuales y se utilice para vencer la
resistencia y dominar a la víctima, la rabia y el odio común a estos agresores pueden dar lugar
a un cuadro con lesiones muy intensas.”
El Tribunal de Juicios y Apelaciones absolvió a todas
las personas imputadas y frente a esta resolución el Ministerio Público de la
Acusación apeló y expresó sus agravios al momento de acceder a la vía casatoria “IV-
a. En el escrito interpuesto por la entonces Fiscal de Coordinación Interina, Dra. María
Carolina CASTAGNO y el Agente Fiscal, Dr. Santiago ALFIERI, los recurrentes se
agraviaron por entender que la sentencia adolece de “vicios in procedendo”, en la forma del
vicio de ilogicidad en la selección y valoración de la prueba, vulnerando las reglas relativas a la
merituación probatoria, dado que no se realizó un análisis sistemático del cúmulo de elementos
recabados para comprobar la autoría de los tres imputados, sino que se optó por realizar un
análisis fragmentario de la prueba producida, lo que condujo a una errónea conclusión
discriminatoria. Agregaron que cuando los mismos hechos probados permiten diversas
conclusiones o interpretaciones, el Tribunal debe explicitar las razones por las que elige la que
estima probada y ello es lo que agravia al Ministerio Público dado que la interpretación por la
que opta el Tribunal vulnera las reglas de razonabilidad en la interpretación probatoria”.
La Sala Nº 1 de la Cámara de Casación Penal que
ordenó declarar nula la sentencia dictada, con fecha 16 de mayo de 2017, y el reenvío
de “las actuaciones a la instancia de grado, a fin de que un nuevo Tribunal renueve los actos
invalidados”.
En este escenario, y ante un recurso interpuesto por
la Defensa, el día 20 de marzo de 2019 la Sala Nº 1 del Superior Tribunal de Justicia
de la Provincia de Entre Ríos revocó la sentencia de Casación. Así queda habilitada la
vía extraordinaria para garantizar el acceso, conforme el sistema republicano Federal,
a la Honorable Corte Suprema de Justicia de la Nación.

3. C. Sistema Interamericano de Protección de los


Derechos Humanos.
El enfoque de Derechos Humanos se relaciona con la
promoción de la realización de los mismos en la forma establecida en la Declaración
Universal de Derechos Humanos y los restantes instrumentos internacionales de
Derechos Humanos los cuales deben seguir la normativa de los Estados Parte del
Mercado Común del Sur. Para nutrir esta mirada, la comunidad internacional
reconoce hoy los siguientes principios como rectores para la correcta lectura y
aplicación de los instrumentos internacionales de Derechos Humanos, que deben
impregnar todo análisis jurídico: la universalidad, inalienabilidad, indivisibilidad,
interdependencia e interrelación de los derechos humanos y la igualdad y no-
discriminación. Es importante remarcar entonces que todos los individuos son
iguales como seres humanos en virtud de la dignidad inherente de toda persona y
que todos ellos y ellas deben gozar de los derechos sin discriminación de ninguna
clase, en función de la raza, color, sexo, orientación sexual, etnia, edad, idioma,
religión, opinión política o de otra índole, origen nacional o social, discapacidad,
propiedad, nacimiento u otra condición, según ha sido explicado por los órganos de
vigilancia de los tratados de derechos humanos.
Desde este paradigma, los Estados deben responder
por la garantía de los derechos humanos; en este sentido, tienen que cumplir con las
normas legales y estándares contenidos en los instrumentos de derechos humanos.
En caso de no respetar estos deberes, los titulares de derechos están facultados para
iniciar procesos judiciales dirigidos a obtener una reparación apropiada e integral
ante un juez competente, según las reglas y procedimientos legales.
Es importante remarcar que los sistemas
internacionales de protección avanzan cada vez con mayor firmeza hacia un concepto
de igualdad sustantiva, prisma del enfoque de derechos humanos. Esta mirada
emerge como imprescindible en materia de derechos de las mujeres. En este sentido,
la igualdad de género está en el centro mismo de los derechos humanos y los valores
de las Naciones Unidas. Un principio fundamental reconocido por la Carta de las
Naciones Unidas (1945), es “derechos iguales para hombres y mujeres” y la protección y el
fomento de los derechos humanos de las mujeres como responsabilidad de todos los
Estados. Luego de aprobarse la Declaración Universal en 1948, la Comisión de
Derechos Humanos redactó dos tratados de derechos humanos: Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos y Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales. Estos dos instrumentos junto con la Declaración Universal,
constituyen la Carta Internacional de Derechos Humanos y sus disposiciones tienen
carácter de obligatoriedad para los Estados que los ratifican o se adhieren a ellos.
Ambos prohíben la discriminación por motivos de sexo, así como proclaman que los
Estados deben garantizar a los hombres y a las mujeres la igualdad en el goce de
todos los derechos enunciados en ellos.
En 1967, los Estados Miembros de las Naciones
Unidas aprobaron la Declaración sobre la Eliminación de la Discriminación contra la
Mujer, instrumento fundamental el cual establece que la discriminación contra la
mujer constituye una ofensa a la dignidad humana y pide a los Estados que adopten
medidas para “abolir las leyes, costumbres, reglamentos y prácticas existentes que
constituyan una discriminación en contra de la mujer, y para asegurar la protección jurídica
adecuada de la igualdad de derechos del hombre y la mujer”. Este instrumento, define la
“violencia contra la mujer” como “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo
femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o
psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación
arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”.
En este camino por el reconocimiento de los derechos
de las mujeres como pieza fundamental para asegurar el cumplimiento y el respeto
de los derechos humanos, en 1979 la Asamblea General de Naciones Unidas aprueba
la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la
Mujer. En el preámbulo de esta Convención se hace alusión a la divergencia que
existe entre la igualdad formal que proponen numerosos instrumentos jurídicos
internacionales y a la igualdad real, es por esto que se propone una igualdad
sustantiva. Esta Convención requiere que los Estados parte, adopten todas las
medidas necesarias para “modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y
mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias
y de cualquier otra índole que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de
cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres”. Una cuestión
importante de esta convención es que pone atención a problemáticas sociales
concretas como la trata de personas con fines de explotación sexual, cuyas víctimas
son con exclusividad, las mujeres.
Dentro de la órbita regional, en 1994 la Organización
de los Estados Americanos aprobó la Convención Interamericana para Prevenir,
Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de Belém do Pará). La
misma reconoce que la violencia contra las mujeres constituye una violación de los
derechos humanos y libertades fundamentales que trasciende todos los sectores de la
sociedad, también reconoce que la violencia contra las mujeres es una manifestación
de las relaciones de poder históricamente desigual entre mujeres y hombres.
Abramovich analiza la existencia de un avance hacia
la igualdad sustantiva en el referido caso, de la siguiente forma: “Así, se avanza desde
una idea de igualdad entendida como no discriminación, hacia una noción de igualdad como la
protección de grupos subordinados. Eso significa que se evoluciona desde una noción clásica de
igualdad, que apunta a la eliminación de privilegios o de diferencias irrazonables o arbitrarias,
que busca generar reglas iguales para todos, y demanda del Estado una suerte de neutralidad o
“ceguera” frente a la diferencia. Y se desplaza hacia una noción de igualdad sustantiva, que
demanda del Estado un rol activo para generar equilibrios sociales, la protección especial de
ciertos grupos que padecen procesos históricos o estructurales de discriminación. Esta última
noción presupone un Estado que abandone su neutralidad y que cuente con herramientas de
diagnóstico de la situación social para saber qué grupos o sectores deben recibir en un
momento histórico determinado medidas urgentes y especiales de protección”.
3. D. Enfoque de género.
En atención al referido concepto de igualdad
sustantiva, el cual como se ha nombrado en esta presentación ha sido ampliamente
desarrollado por los sistemas internacionales de protección de derechos humanos, es
el prisma con el cual se debe entender el caso particular, utilizando el enfoque de
género y de los derechos humanos de las mujeres. Además se debe entender que el
femicidio es la muerte violenta de una mujer por el simple hecho de serlo en manos
de un hombre.
El género, según el Comité de Naciones Unidas
contra la discriminación de la mujer (CEDAW) “se refiere a las identidades, las funciones
y los atributos construidos socialmente de la mujer y del hombre, y al significado social y
cultural que la sociedad atribuye a esas diferencias biológicas”. Cuando se habla de
diferencias biológicas se refiere al sexo, en contraposición al género el cual hace
alusión a las características adquiridas en función de la cultura imperante. El
patriarcado, en tanto sistema histórico de dominación construye modelos de
conductas atribuidos a mujeres y varones en los cuales la mujer ocupa un lugar
subordinado. Son las instituciones, prácticas y organizaciones los pilares de la
sociedad desde donde se reproduce y transmite la desigualdad entre los géneros.
Teresa de Lauretis fue quien introdujo el concepto de
“tecnología de género”, para hacer referencia al hecho de que el género es el resultado
de un complejo dispositivo de poder cuyos efectos se materializan en los cuerpos, los
comportamientos y las relaciones sociales. La autora tiene como finalidad desvincular
la definición de género de categorías rígidas y que esta pudiera albergar otras
“diferencias”, buscando ir más allá de lo biológico. Ya en los años noventa del siglo
XX, la filósofa Judith Butler definió al género y al sentido de las conductas emanadas
de ese régimen de normalización, como la suma de actos, la repetición constante de
los gestos y enunciados que lo acompañan. De acuerdo con esta definición de género,
cuando se afirma “esto es una niña o un niño” en realidad no se está describiendo un
hecho (tener tal o cual sexo), sino que se está produciendo una verdad. No existe por
tanto una esencia o naturaleza previa al género, no hay un referente anterior al
discurso del que derivar su significado, sino una serie de dispositivos que lo regulan
y lo construyen como algo natural. En este sentido, el sexo no es un dato “real” del
cual partir, sino un producto de los efectos del género. Esta teoría cuestiona la
legitimidad y las relaciones de poder que acompañan esas normas y aparece
haciendo visibles subjetividades que evidencian el carácter contingente y construido
de las “normalidades”. Definir el género como la reiteración de actos permite pensar
sus relaciones y cuáles son sus efectos sobre los modos de ver y comprender la
realidad, efectos reales y materiales. Esto conduce a cuestionar los modos en los que
las realidades y situaciones llegan a presentarse como estables e inamovibles.
Consideramos que solo se podrá realizar un análisis
acabado e integrador de los derechos humanos y entre ellos de los derechos de las
mujeres, solo si se tiene en cuenta la perspectiva de género. Para poder realizar este
tipo análisis, se debe tener en cuenta dos conceptos básicos: el de género previamente
explicado y el de femicidio como tipo penal.
El femicidio es un concepto acuñado desde
aproximadamente la década de los 90, entendiéndolo al mismo como una acepción
amplia que defiende los derechos de las mujeres en cuanto a seguridad y libertad.
Caputi Jane, definió el femicidio como asesinato de mujeres realizado por hombres
motivados por odio, desprecio, placer o un sentido de propiedad de las mujeres. El
femicidio es el resultado extremo de la violencia de género basado en el sistema
patriarcal, el cual va más allá de la relación que la víctima y victimario podrían tener,
sino que por el contrario se relaciona con el rol subordinado de la mujer dentro de la
sociedad.

3. E. Violencia de género.
En relación con esta situación en particular, se hace
necesario desarrollar qué entendemos por violencia contra las mujeres. La misma
representa una violación a los derechos humanos y constituye uno de los principales
obstáculos para lograr una sociedad igualitaria y plenamente democrática.
La Asamblea General de las Naciones Unidas, en la
Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, definió a la misma
en su artículo 1º, como: “Todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino
que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para
la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la
libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”. Por su parte, la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha dicho: “Se entiende
por violencia de género el ejercicio de la violencia que refleja la asimetría existente en las
relaciones de poder entre varones y mujeres, y que perpetúa la subordinación y desvalorización
de lo femenino frente a lo masculino. Ésta se caracteriza por responder al patriarcado como
sistema simbólico que determina un conjunto de prácticas cotidianas concretas, que niegan los
derechos de las mujeres y reproducen el desequilibrio y la inequidad existentes entre los
sexos”. Esta Comisión ha puesto de relieve que: “A pesar que existen factores como la
etnia, la clase social, la preferencia sexual, las discapacidades y las afiliaciones políticas y
religiosas, que inciden en la victimización de la población femenina, en general toda agresión
perpetrada contra una mujer tiene alguna característica que permite identificarla como
violencia de género. (…) La diferencia entre este tipo de violencia y otras formas de agresión y
coerción estriba en que en este caso el factor de riesgo o de vulnerabilidad es el sólo hecho de ser
mujer”.
Dicho esto, el avance en la legislación Argentina llevó
a la incorporación de la figura de FEMICIDIO como tipo de homicidio agravado; la
misma encuentra su justificación en la necesidad de sancionar adecuadamente
conductas cuya complejidad no logran ser contenidas en los tipos penales género-
neutrales, develando así “el sustrato sexista o misógino de estos crímenes que permanece
oculto cuando se hace referencia a ellos a través de palabras neutras como homicidio o
asesinato”.
El femicidio tipificado en el inciso 11 del art. 80 limita
sus posibilidades comisivas respecto del sujeto activo (hombre) y el sujeto pasivo
(mujer), puede comprender diferentes tipos de femicidio: femicidio íntimo, el no-
íntimo, el familiar, el infantil, los producidos en contexto de prostitución (u
ocupaciones estigmatizadas), trata y/o tráfico de migrantes; el femicidio sexual, entre
otros.
No cualquier asesinato de una mujer por parte de un
hombre será considerado femicidio, sino que éste debe responder a un acto de
violencia de género, es decir, a las distintas formas de agresión que padece una mujer
en el contexto de una sociedad que la coloca en un lugar jerárquicamente desigual e
históricamente desaventajado respecto del hombre. ACNUDH define al femicidio
como “…la muerte violenta de mujeres por razones de género, ya sea que tenga lugar dentro
de la familia, unidad doméstica o en cualquier otra relación interpersonal, en la comunidad,
por parte de cualquier persona, o que sea perpetrada o tolerada por el Estado y sus agentes, por
acción u omisión”.
Al igual que la tortura, los ataques sexuales sádicos
con frecuencia implican alguna forma de brutalidad física en aumento. “Las
consecuencias incluyen el dolor y el sufrimiento físico y mental, la desfiguración, las
incapacidades temporales y permanentes…el mutilamiento y la muerte […] la violación y el
abuso sexual se presentan en muchas formas…”. Respecto de la brutalidad psicológica,
ella consiste en: “…angustia, humillación, debilitamiento y temor causados por la brutalidad
física, la violación, el abuso sexual, por las amenazas de tales brutalidades y las amenazas de
muerte, y por métodos de privación sensorial y estrés y manipulación diseñados para quebrar
la voluntad…El control de las funciones orgánicas y la desnudez forzada…[…] Otros métodos
dependen totalmente de lo psicológico […] a través de amenazas de muerte… y alternación de
brutalidad activa y pasiva […] para agotar la resistencia y manipular la dependencia…”.
Resulta clave la adecuada acreditación y valoración
judicial de la violencia de género como elemento del tipo penal para poder condenar
conforme las agravantes con la que acusó el Fiscal Dr. ALFIERI, así como la teoría del
caso que da sentido a la prueba directa e indiciaria respecto de la autoría del abuso
sexual con acceso carnal agravado por la pluralidad de autores, en concurso ideal con
homicidio agravado por tratarse la víctima de una mujer en situación de violencia de
género.
Tal como sintetizó la En este escenario, el día 20 de
marzo de 2019 la Sala Nº 1 del Superior Tribunal de Justicia revocó la sentencia de la
Sala Nº 1 de la Cámara de Casación Penal que ordenó declarar nula la sentencia
dictada, con fecha 16 de mayo de 2017, por el Tribunal de Juicios y Apelaciones y el
reenvío de “las actuaciones a la instancia de grado, a fin de que un nuevo Tribunal renueve
los actos invalidados”.

4. MARCO NORMATIVO.
En este acápite, se analizará la normativa vigente en
la materia y aplicable al presente caso con respecto al ámbito del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos.

4. A. Normativa internacional.
El Derecho Internacional de los Derechos Humanos
se ha constituido en la principal herramienta para los movimientos de mujeres, los
cuales en su mayoría abordan el respeto y garantía de los derechos humanos de un
modo género-neutral, sin contener referencias sobre las relaciones de dominación
entre hombres y mujeres. Estos instrumentos deben ser analizados desde una
perspectiva de género, es decir desde la condición de las mujeres, como sector de la
población históricamente desaventajado respecto de los varones.
En los años 70 comienza un proceso en el cual se
incluye a las mujeres, niños/as, grupos originarios, personas con discapacidad y a los
adultos mayores, como parte de sectores altamente vulnerados en la sociedad. En
consecuencia, tanto en el ámbito del sistema universal de protección de derechos
humanos (ONU) como en el sistema interamericano de protección (OEA) se han
adoptado tratados específicos de protección de los derechos de las mujeres, a los
cuales el Estado Argentino ha adherido.

4. A. 1. Sistema Universal de Protección de


Derechos Humanos.
Es importante ampliar en los instrumentos ya
aludidos en el ámbito internacional global y especificar la normativa elemental y eje
transversal de la problemática en cuestión. En la primera Asamblea General de las
Naciones Unidas en San Francisco, las mujeres delegadas exigieron una atención
especial a sus demandas. Es por este motivo, que el Consejo Económico y Social
(ECOSOC) creó una subcomisión sobre la Condición de la Mujer, la cual aprobó por
unanimidad la instalación de una comisión que se dedicara exclusivamente al análisis
de la condición de la mujer. En el preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas de
1945 se declara la “fe en los derechos humanos fundamentales del hombre […] en la igualdad
de derechos de hombres y mujeres”. En 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas
adopta y proclama la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la cual
menciona en su artículo 2 que: “Toda persona tiene todos los derechos y libertades
proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión,
opinión política o de cualquier índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento
o cualquier otra condición”. En su Artículo 3 define que “Todo individuo tiene derecho a la
vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. La Primera Conferencia Mundial del
Año Internacional de la Mujer, realizada en 1975, dio paso a la Declaración de México
sobre la Igualdad de la Mujer y su Contribución al Desarrollo y la Paz y el Plan
Mundial de Acción para la Puesta en Práctica de los Objetivos del Año Internacional
de la Mujer. En ese marco, se convocó a la preparación y adopción de la Convención
sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer
(CEDAW, por sus siglas en inglés), incluyendo procedimientos efectivos para su
implementación.
En 1979 la Asamblea General aprobó la CEDAW,
instrumento considerado como la Convención de los Derechos Humanos de las
Mujeres, la cual propone garantizar el pleno desarrollo de las mujeres con el fin de
modificar las estructuras sociales y culturales fundadas en estereotipos de género, y
asegurar la igualdad de derechos para la mujer en todas las esferas de su vida. Con
referencia puntualmente a una de las problemáticas que más afecta a las mujeres, el
enfoque internacional estaba dirigido especialmente a la lucha contra la violencia en
la familia, haciendo hincapié en que la resolución de los problemas familiares podía
garantizar la igualdad y seguridad de todos los miembros de la familia. El Comité
para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer se creó
para supervisar el cumplimiento de la CEDAW, en su Recomendación Nº 19
menciona que “la violencia contra la mujer es una forma de discriminación que inhibe
gravemente la capacidad de la mujer de gozar de derechos y libertades en pie de igualdad con el
hombre”.
La Tercera Conferencia Mundial de Naciones Unidas
sobre la Mujer, realizada en Nairobi en 1985, revisó y evaluó los logros y los
obstáculos de la Década y recomendó a los Estados acciones para la eliminación de
prácticas discriminatorias que mantienen subordinadas a las mujeres. Estas acciones
se explayaron en las Estrategias de Nairobi orientadas hacia el futuro para el adelanto
de la mujer, Igualdad, Desarrollo y Paz.

4. A. 2. Sistema Interamericano de Protección de los


Derechos Humanos.
En el ámbito regional, la Declaración Americana de
los Derechos y Deberes del Hombre define en su Artículo 2 que: “Todas las personas
son iguales ante la Ley y tienen los derechos y deberes consagrados en esta declaración sin
distinción de raza, sexo, idioma, credo ni otra alguna”. La Convención Americana sobre
Derechos Humanos “Pacto de San José” en su Artículo 5 inc. 1 y 2 mencionan que
“Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral (...)”. En
este sentido, existe una particular importancia sobre el derecho a la igualdad, del cual
se sustenta el derecho a la no discriminación que tiene como objetivo evitar toda
distinción, de hecho y de derecho, que produzca diferencias de trato que afecten a las
personas en relación a la vulneración de sus derechos y especialmente de su
dignidad.
Con respecto a lo desarrollado regionalmente en
referencia a la temática de género, la Convención Interamericana para Prevenir,
Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de Belem do Pará), ha
sido un punto de partida para el desarrollo de la Legislación Nacional. Esta
Convención, en su art. 1, define la violencia contra las mujeres de la siguiente manera:
“Para los efectos de esta Convención debe entenderse por violencia contra la mujer cualquier
acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o
psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado”. El instrumento se
estructura en cuatro capítulos, y contempla los derechos de la mujer, los deberes de
los Estados al respecto y los mecanismos de protección internacional. De manera
análoga a la CEDAW, la Convención de Belém do Pará prevé la obligación de los
Estados miembros de presentar informes sobre las medidas legales y administrativas
adoptadas para cumplir sus compromisos convencionales, a saber, las medidas para
prevenir y erradicar la violencia contra la mujer, para asistir a las mujeres afectadas
por la violencia, así como las dificultades que observan en la aplicación de las mismas
y los factores que contribuyen a la violencia.
De esta manera, se ha dado cuenta de la amplitud de
derechos que establece la normativa regional, profundizando sobre la protección a las
mujeres en tanto población históricamente desfavorecida. Se trata de un avance hacia
una igualdad en términos sustantivos reconociendo distintos sectores y garantizando
derechos para el conjunto de la sociedad.

4. B. Normativa nacional.
A fin de dar cumplimiento a las obligaciones
suscritas a nivel internacional, y con el objetivo de adecuarlas a la legislación local, se
verifica que tanto la legislación Provincial como Nacional hicieron propios estos
preceptos de protección a las Mujeres.
La Provincia de Entre Ríos, con fecha de publicación
en el B.O. el día 11 de marzo de 1999, sancionó la Ley provincial Nº 9198/99 de
“Prevención de la Violencia Familiar, Protección y Asistencia Integral de las personas
involucradas en la problemática”1. Un avance normativo precursor en materia de
reconocimiento de derechos de protección a las Mujeres a nivel nacional.
En el año 2009, el Honorable Congreso de la Nación
Argentina sancionó la Ley Nacional No. 26.485 de “Protección integral para prevenir,
sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus
relaciones interpersonales”, publicada en el B.O. el día 14 de abril de 2009, donde se
plasmaron todos los derechos reconocidos en las Convenciones Internacionales antes
citadas. A su vez, se aprobó el Decreto Reglamentario 1011/2010 (B.O. 20/07/2010).
A fin de garantizar pisos mínimos de derechos, se
dispuso que la Ley Nacional No. 26.485 es de orden público2. Esto brinda la
particularidad de ser imperativa e irrenunciable para todos los Estados Provinciales;
también asegura que no pueda ser dejada sin efecto por acuerdo de partes.
Es aplicable en todo el territorio de la Nación, y con
el objeto de garantizar la aplicación del Capítulo II, Título III relativo a los
procedimientos tanto administrativos como judiciales de las jurisdicciones locales, a
través de la Ley 10.058 la Provincia de Entre Ríos firma la adhesión Provincial al
Decreto Nacional N° 1011/2012 Reglamentario de la Ley 26.485 y se publica en el
Boletín Oficial con fecha 7 de diciembre de 2012.
La protección a Gisela LÓPEZ se encontraba
asegurada a doble nivel estadual y con normativa constitucional y convencional de
protección de los derechos de las Mujeres.

5. EL PRESENTE CASO
5. A. Antecedentes.
Teniendo en cuenta las obligaciones que ha asumido
el Estado al ratificar tratados de derechos humanos y en particular con la Convención
sobre la Eliminación de toda forma de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) a la

1 http://www.jusentrerios.gov.ar/biblioteca/ley-9198-b-o-110399-de-prevencion-de-la-violencia-
familiar-proteccion-y-asistencia-integral-de-las-personas-involucradas-en-la-problematica/
2 ARTICULO 1º — Ambito de aplicación. Orden Público. Las disposiciones de la presente ley son de

orden público y de aplicación en todo el territorio de la República, con excepción de las disposiciones
de carácter procesal establecidas en el Capítulo II del Título III de la presente.
que ratificó el 15 de julio de 1985 y, posteriormente, dotó de jerarquía constitucional
con la reforma a la Carta Magna en 1994 es que se exige el cumplimiento de deber de
cuidado con la causa judicial de la Sra. Gisela LÓPEZ.
Los avances en la cristalización de derechos deben
ser llevados a su operatividad a partir del momento en que comienzan a regir en el
territorio de la Nación. A su vez, debe darse la respectiva recepción tanto en la
legislación como en las políticas públicas que se llevan adelante. Los cambios de
paradigma que se dan en las sociedades, como así también en el ámbito académico y
legislativo, son siempre fruto de los movimientos de derechos humanos que protegen
a los colectivos más desventajados.
Respecto de la discusión que se da en el ámbito penal
en torno a si los tipos penales específicos sobre violencia contra las mujeres y de
género protegen un bien jurídico diferente que justifiquen su existencia separada o
independiente de otras figuras penales similares y de carácter neutro, como el
homicidio, la violación, el secuestro, las lesiones, y demás, consideramos las
siguientes palabras: “En términos generales, respecto de la violencia contra las mujeres se ha
dicho que afecta bienes jurídicos fundamentales como la vida, la integridad física y psíquica, la
libertad sexual, etc. Sin embargo, el argumento de fondo que impulsa a la adopción de leyes
penales especiales en esta materia es que la violencia contra las mujeres no sólo afecta la vida,
la integridad física, psíquica o la libertad sexual de las mujeres, sino que existe un elemento
adicional que se encuentra dado precisamente por la discriminación y subordinación implícita
en la violencia de la cual ellas son víctimas”.
Asimismo, es importante dirigir el análisis sobre la
víctima a detectar los elementos de vulnerabilidad, accesibilidad y oportunidad
respecto a un agresor que está planificando llevar a cabo una acción típica con el
objeto de lesionar el bien jurídico vida, o a determinar las circunstancias que desde el
punto de vista cultural o individual lo llevan a justificar dicha agresión, pero de
ningún modo pueden dirigirse a responsabilizar a la víctima por lo sucedido ni a
juzgar su conducta sexual o modo de vida.
5. B. Deber de Garantes de la República Argentina
conforme la Jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
La causa judicial cuenta con una imputación
conforme a derecho y con perspectiva de género, lo que se visualiza con claridad es la
falta de análisis de las pruebas presentadas a lo largo del procedimiento por el
Tribunal de Juicios y Apelaciones y por la Sala Nº 1 del Superior Tribunal de Justicia
de la Provincia de Entre Ríos.
Argentina cuenta con un modelo de control judicial
de constitucionalidad difuso receptado del modelo estadounidense William Marbury
vs. James Madison (1803). De tal, se desprendieron premisas que fueron receptadas en
la jurisprudencia nacional en el fallo Sojo, Eduardo c/ Cámara de Diputados de la Nación
s/ habeas corpus (1887) y, aún, se encuentran vigentes, ampliadas o reguladas, en
nuestro sistema. Por lo tanto, la Constitución es la Ley Suprema y el Poder Judicial
efectúa un control difuso ya que tiene la obligación de aplicar la norma
constitucional. Consecuentemente, conforme lo habilita la Constitución en el Art. 43 a
partir de la Reforma de 1994, en todas las instancias se puede declarar la
inconstitucionalidad de una norma. 1. Cuando existen normas contradictorias y una
de ellas tiene rango constitucional, prevalece la norma consagrada en Carta Magna. 2.
Los Tribunales analizan el caso concreto presentado por las partes. Exceptuando,
C.A.B.A. que en su Constitución habilita la posibilidad en abstracto. 3. Los Tribunales
no analizan en el control judicial de constitucionalidad las razones de oportunidad,
mérito o conveniencia de las decisiones. 4. Los efectos son sólo oponibles para las
partes y no erga omnes. En el supuesto de declararse la inconstitucionalidad es sólo
para el caso, ya que la norma continúa en vigencia. Así también, a partir de la
Reforma Constitucional de 1994, se pueden iniciar amparos colectivos.
El Máximo Tribunal delimita su análisis e
intervención siempre que las políticas no excedan el marco constitucional y se
respeten los pisos mínimos, conforme estableció en el caso “Verbitsky, Horacio s/
habeas corpus”3. De este modo, tal análisis debe ser sostenido por las distintas
instancias que se encuentran habilitadas para actuar siempre que se vulneren las
garantías y/o se lesionen derechos que la Constitución consagra a todos los/as
habitantes de la Nación.
En el presente caso corresponde la habilitación de la
máxima instancia toda vez que, conforme el análisis que se viene llevando adelante,
no solo se evidencian violaciones a principios del derecho penal sino que además
desconocimiento de la normativa nacional e internacional de protección de los
derechos de las Mujeres.

5. C. Deber de Garantes de la República Argentina


en la Jurisdicción del Sistema Interamericano de Protección de los Derechos
Humanos.
Al momento de otorgarle jerarquía constitucional a la
CADH, la República Argentina asume los compromisos y ante su incumplimiento
reconoce la competencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la
Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Es así que asume en el Artículo 1 la Obligación de
Respetar los Derechos “1. Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar
los derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda
persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por motivos de raza, color,
sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social,
posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social”.
Gisela LÓPEZ fue víctima de abuso sexual y de
femicidio. El tipo penal (Art. 80 inc. 11 CP) tutela no sólo el bien jurídico vida, sino la
igualdad y el derecho humano de las mujeres a vivir una vida libre de violencia.
El Estado, como garante genuino, omitió su deber de
asegurar su bienestar físico y psíquico, asumido en diversas convenciones

3
Corte Suprema de Justicia de la Nación “Verbitsky, Horacio s/ habeas corpus”, Sentencia del
3 de Mayo de 2005.
internacionales como: “Convención Americana de Derechos Humanos”, “Convención para
la Eliminación de todas formas de Discriminación Contra la Mujer” (CEDAW), “Convención
Interamericana para prevenir sancionar y erradicar la Violencia Contra la Mujer”
(Convención de Belém do Pará) y en la normativa nacional con la sanción de la Ley
26.485 de “Protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las
mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales”.
Es así que los derechos y garantías consagrados en
los Tratados Internacionales deben ser operativos para las personas que habitan el
suelo de la Nación Argentina, para esto existe el Deber de Adoptar Disposiciones de
Derecho Interno (Artículo 2), “Si el ejercicio de los derechos y libertades mencionados en el
artículo 1 no estuviere ya garantizado por disposiciones legislativas o de otro carácter, los
Estados Partes se comprometen a adoptar, con arreglo a sus procedimientos constitucionales y
a las disposiciones de esta Convención, las medidas legislativas o de otro carácter que fueren
necesarias para hacer efectivos tales derechos y libertades”.
Este Instituto, con las competencias a su cargo, tiene
el deber de velar por una vida libre de violencia de todas las Mujeres que habitan el
territorio de la República Argentina. Más aún dado que a partir de 1994 los tratados
de derechos humanos a través de un acto complejo federal cuentan con jerarquía
constitucional. Este procedimiento cuenta con dos etapas a fin de afianzar el sistema
federal de gobierno que rige en la República Argentina. Es así que cuenta con una
doble etapa: el Poder Ejecutivo de la Nación concluye y firma los Tratados
Internacionales de los DDHH es efectuada por el Poder Ejecutivo de la Nación (art.
99, inc. 11 C.N.); su ratificación es a través de mayorías especiales requeridas para las
Cámaras que integran el Honorable Congreso de la Nación, Poder Legislativo
desecha o aprueba tratados mediante leyes federales (Art. 75, inc. 22).
Es así que al momento de ratificar, tanto los/as
Representantes de los/as ciudadanos/as y los/as habitantes de la Nación expresan
su voluntad en la Cámara Baja y los/as Representantes de las Provincias sostienen su
compromiso en la Cámara Alta.
Este procedimiento obliga al Estado Nacional, como a
los Estados Provinciales, a garantizar su efectivo cumplimiento luego de este acto.
El deber de este Organismo instar la investigación
toda vez que los compromisos asumidos lo exigen. Desde 1979, la Convención para la
Eliminación de todas formas de Discriminación Contra La Mujer (“CEDAW”) define
a la discriminación contra la mujer como toda distinción, exclusión o restricción
basada en el sexo que tenga por objeto o resultado menoscabar, anular el
reconocimiento goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil
sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las
libertades fundamentales en las esferas política, económica social, cultura y civil o en
cualquier otra esfera.
En 1994, la Convención Interamericana para prevenir
sancionar y erradicar la Violencia Contra La Mujer (“Convención de Belem Do Pará”)
define a la violencia contra la mujer, como cualquier acción o conducta basada en su
género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer,
tanto en el ámbito público como privado.
A partir de este precepto de la normativa
internacional es que el Estado –Nacional y Provincial- debe consolidar sus
obligaciones para con las mujeres que habitan la República Argentina garantizando
un nivel de igualdad al momento del ejercicio de sus derechos.
Se garantiza en el Artículo 4 el Derecho a la Vida “1.
Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y,
en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida
arbitrariamente” y en el Artículo 5 el Derecho a la Integridad Personal “1. Toda persona
tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral”.
El Estado -Nacional y Provincial- es responsable
debido a que fue quien asumió los compromisos internacionales de protección hacia
las mujeres y en el presente caso a Gisela LÓPEZ.
Por tal motivo, y toda vez que el Estado no garantizó
una vida libre de violencia es que con posterioridad a su femicidio debe asegurar que
el debido proceso sea efectivo en un plazo razonable y con una sentencia ejemplar
que condene a las personas responsables. Lo contrario, situación que se corrobora con
la denegatoria de justicia, implica no garantizar el Artículo 8 “Garantías Judiciales. 1.
Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo
razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con
anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella,
o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de
cualquier otro carácter” y la Protección Judicial del Artículo 25 “1. Toda persona tiene
derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o
tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales
reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea
cometida por personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales. 2. Los Estados Partes
se comprometen: a) a garantizar que la autoridad competente prevista por el sistema legal del
Estado decidirá sobre los derechos de toda persona que interponga tal recurso; b) a desarrollar
las posibilidades de recurso judicial, y c) a garantizar el cumplimiento, por las autoridades
competentes, de toda decisión en que se haya estimado procedente el recurso”.
Las obligaciones asumidas internacionalmente por
los Estados conllevan no sólo la responsabilidad de adoptar en su normativa interna
los principios y directrices internacionales, sino también el deber de capacitar y
formar a los /as Magistrados/as, así como a los/as Fiscales y los/as empleados/as
que conforman el Poder Judicial. Tienen a su cargo llevar adelante los procesos de
investigación judicial en virtud de los que se aplican los ordenamientos legales
mencionados.
En tal sentido, si bien los artículos 8 y 25 de la CADH
exigen la existencia de procesos judiciales que velen por las garantías consagradas,
con su debida protección en el debido proceso, no basta con que existan recursos
judiciales disponibles, sino que los mismos deben ser sencillos, rápidos y efectivos.
Para que un recurso sea efectivo se requiere que el mismo “sea realmente idóneo para
establecer si se ha incurrido en una violación a los derechos humanos y proveer lo necesario
para remediarla. No pueden considerarse efectivos aquellos recursos que, por las condiciones
generales del país o incluso por las circunstancias particulares de un caso dado, resulten
ilusorios4”.
Al respecto ha dicho la Corte Interamericana de
Derechos Humanos “que la violencia contra la mujer no solo constituye una violación de los
Derechos Humanos, sino que es una ofensa a la dignidad humana que trasciende todos los
sectores de la sociedad y afecta negativamente sus propias bases (…) que ante un hecho de
violencia contra una mujer, resulta particularmente importante que las autoridades a cargo de
la investigación la lleven adelante con determinación y eficacia, teniendo en cuenta el deber de
la sociedad de rechazar la violencia contra las mujeres y las obligaciones del Estado de
erradicarla y de brindar confianza a las víctimas en las instituciones estatales para su
protección5”.
De este modo, la falta de una reparación judicial
efectiva implica, dado que ya en dos de las tres instancias se absolvió a las personas
imputadas, es una violación de un derecho sustantivo a la protección judicial
defendida por el sistema interamericano de derechos humanos.
“La obligación del Estado de investigar debe cumplirse
diligentemente para evitar la impunidad y que este tipo de hechos vuelvan a repetirse. En este
sentido, la Corte recuerda que la impunidad fomenta la repetición de las violaciones de
derechos humanos6”.
La Provincia de Entre Ríos no sólo incumplió con su
obligación de prevenir prácticas de violencia contra la mujer, sino también a través
del Poder Judicial con el deber de valorar correctamente los hechos y la prueba
presentada por el Ministerio Público Fiscal al momento de acusar, transgrediendo lo
contemplado en el art. 7 de la Convención de “Belem do Pará” cuando expresa que
“Los Estados Partes condenan todas las formas de violencia contra la mujer y convienen en
adoptar, por todos los medios apropiados y sin dilaciones, políticas orientadas a prevenir,

4
Corte I.D.H., Caso Mejía Idrovo Vs. Ecuador, Sentencia del 5 de julio de 2011, Serie C No. 228, párr.
94.
5
Corte I.D.H., Caso Inés Fernández Ortega Vs. México, Sentencia del 30 de agosto de 2011, Serie C No.
215, párr. 193.
6
Corte I.D.H., Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, Sentencia del 22 de septiembre de 2009, Serie C No.
202, párr. 179 y Caso Garibaldi Vs. Brasil, Sentencia del 23 de septiembre de 2009, Serie C No. 203, párr.
141.
sancionar y erradicar dicha violencia y en llevar a cabo lo siguiente: a. abstenerse de cualquier
acción o práctica de violencia contra la mujer y velar por que las autoridades, sus funcionarios,
personal y agentes e instituciones se comporten de conformidad con esta obligación; b. actuar
con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer; g.
establecer los mecanismos judiciales y administrativos necesarios para asegurar que la mujer
objeto de violencia tenga acceso efectivo a resarcimiento, reparación del daño u otros medios de
compensación justos y eficaces”.
La Justicia debió accionar en tiempo y forma
logrando así su efecto reparador haciendo claro el reconocimiento del dolor de las
víctimas y procurando justo castigo a las personas responsables. Su mora, distorsión
u omisión en el debido proceso de juicio y castigo tiene consecuencias directas en los
familiares, ya que sumará desamparo judicial a la profunda vivencia de
vulnerabilidad. Tal situación exige al Instituto Nacional de las Mujeres expresarse al
respecto y solicitar se cumpla con un fallo que analice la totalidad de las pruebas y
pericias incorporadas.
Por último, el Artículo 24 garantiza la Igualdad ante
la Ley “Todas las personas son iguales ante la ley. En consecuencia, tienen derecho, sin
discriminación, a igual protección de la ley”. De acuerdo a lo establecido en este precepto,
es deber del Estado brindar a las mujeres la misma protección legal de la que gozan
los demás individuos.
“El derecho de igualdad ante la ley no significa que las
disposiciones sustantivas de la ley serán las mismas para todos, sino que la aplicación de la ley
debe ser igual para todos, sin discriminación”7, es decir que las medidas que impliquen
una acción afirmativa son necesarias para garantizar este derecho. El Estado debe
tomar las medidas pertinentes para hacer efectivo el goce de los derechos de las
mujeres, protegiéndolas no solo de la misma forma que al resto de los habitantes del
suelo argentino, sino aún más por tratarse de un grupo social históricamente
vulnerado.

7
CIDH, Informe Nº 40/04, Caso 12.053, Comunidades Indígenas Mayas Del Distrito De Toledo, Belice,
12 de Octubre de 2004. Párr. 166.
El principio de no discriminación constituye una
protección particularmente significativa, que incide en la garantía de todos los demás
derechos y libertades consagrados en el derecho interno y el derecho internacional.
Asimismo, este derecho difícilmente puede escindirse del principio de igualdad ante
la ley. Precisamente, la Corte expresó que “la no discriminación, junto con la igualdad
ante la ley y la igual protección de la ley a favor de todas las personas, son elementos
constitutivos de un principio básico y general relacionado con la protección de los derechos
humanos8”.
“Los representantes señalaron que más allá de la violencia
por su género, las niñas y las mujeres juarenses sufren una doble discriminación, ya que el
origen humilde de Claudia, Laura y Esmeralda, como las niñas y mujeres asesinadas o que son
reportadas como desaparecidas, así como de las madres y familias de estas mujeres, también
genera una discriminación de clase social”. Añadieron que los daños generados por los
hechos del caso “se intensifican porque tienen como causa mantener la desigualdad y la
discriminación de las mujeres” y que “entre otras condiciones de vulnerabilidad, los daños se
amplían pues la impunidad creada y propiciada desde el Estado [m]exicano sustenta y legitima
los patrones de discriminación y violencia contra las mujeres9”.
Si el poder judicial de la Provincia de Entre Ríos
reproduce entre sus empleados/as, funcionarios/as y magistrados/as, como así
también en sus sentencias estereotipos propios de una sociedad patriarcal, entonces
se encuentra desobedeciendo el compromiso asumido de prevenir, sancionar y
erradicar la violencia contra la mujer.
Es por todo este análisis y las vulneraciones
identificadas, buscando siempre salvaguardar al Estado Nacional de recaer en
responsabilidad internacional que se torna imperioso que el Máximo Tribunal de la
Nación entienda en la presente causa.

8
Opinión Consultiva OC-18/03, “Condición jurídica y derechos de los migrantes indocumentados”, 17
de septiembre del 2003, párr. 83.
9
Corte I.D.H., Caso González y otras (“Campo Algodonero”) Vs. México, Sentencia del 16 de
noviembre de 2009, Serie C No. 205, párr. 391.
5. D. Debida Diligencia.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha
manifestado, al interpretar la obligación de garantía, que los Estados deben actuar
con la debida diligencia frente a violaciones de derechos humanos. Este deber
comporta, a su vez, cuatro obligaciones: la prevención, la investigación, la sanción y
la reparación de las violaciones de los derechos humanos.
En este sentido, la Corte tiene dicho que: “Esta
obligación implica el deber de los Estados Partes de organizar todo el aparato gubernamental
y, en general, todas las estructuras a través de las cuales se manifiesta el ejercicio del poder
público, de manera tal que sean capaces de asegurar jurídicamente el libre y pleno ejercicio de
los derechos humanos. Como consecuencia de esta obligación los Estados deben prevenir,
investigar y sancionar toda violación de los derechos reconocidos por la Convención y
procurar, además, el restablecimiento, si es posible, del derecho conculcado y, en su caso, la
reparación de los daños producidos por la violación de los derechos humanos10”.
Frente a la vulneración de un derecho, el Estado está
obligado a investigar y, eventualmente, sancionar a los responsables de las
violaciones de los derechos protegidos por la Convención Americana. En este sentido,
“el Estado tiene la obligación de combatir la impunidad por todos los medios legales
disponibles, ya que ésta propicia la repetición crónica de las violaciones de derechos humanos y
la total indefensión de las víctimas y sus familiares”.
La Corte Interamericana también tiene dicho, en
relación a la responsabilidad internacional de los Estados por violaciones a los
derechos humanos cometidas por particulares, que: “dicha responsabilidad internacional
puede generarse también por actos de particulares en principio no atribuibles al Estado. [Las
obligaciones erga omnes de respetar y hacer respetar las normas de protección, a cargo de los
Estados Partes en la Convención] proyectan sus efectos más allá de la relación entre sus
agentes y las personas sometidas a su jurisdicción, pues se manifiestan también en la
obligación positiva del Estado de adoptar las medidas necesarias para asegurar la efectiva
protección de los derechos humanos en las relaciones inter-individuales. La atribución de

10
Corte I.D.H., Caso Valásquez Rodríguez Vs. Honduras, Sentencia del 29 de julio de 1988, Serie C No.
4, párr. 166.
responsabilidad al Estado por actos de particulares puede darse en casos en que el Estado
incumple, por acción u omisión de sus agentes cuando se encuentren en posición de garantes,
esas obligaciones erga omnes contenidas en los artículos 1.1 y 2 de la Convención11”.
La Convención Interamericana para Prevenir,
Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer —más conocida como Convención
de Belem do Pará—, sirvió de marco para la elaboración de la legislación nacional y
provincial que se adoptó con posterioridad. La Convención da una respuesta
superadora e integral a la violencia contra las mujeres que implica, además de
establecer un marco jurídico formal, incluir cuestiones culturales, sociales y
económicas que rodean la problemática.
Esta Convención, en su art. 1, define la violencia
contra las mujeres de la siguiente manera: “Para los efectos de esta Convención debe
entenderse por violencia contra la mujer cualquier acción o conducta, basada en su género, que
cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito
público como en el privado”.
Sobre la interpretación y aplicación de la Convención
De Belém do Pará es de referencia obligada la sentencia de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos en el célebre caso conocido como “Campo Algodonero”. En éste,
la Corte Interamericana de Derechos Humanos examina una situación estructural de
violencia basada en el género correspondiente al tipo de violencia que define el
artículo primero de la Convención de Belém do Pará, Convención a la cual el Estado
Argentino ha ratificado a través de la Ley 24.632.
Llega a análisis de la Corte la situación estructural de
violencia contra las mujeres basada en su género y al momento de resolver aplicó el
estándar de debida diligencia respecto de la obligación estatal de protección de los
derechos frente a actos de particulares. También fijó los criterios jurídicos que
permiten atribuir esos crímenes de particulares al Estado. Para resolver, tuvo en
cuenta especialmente los datos del contexto social de las víctimas y su integración a

11
Corte I.D.H., Caso de la “Masacre de Mapiripán” Vs. Colombia, Sentencia del 15 de septiembre de
2015, Serie C No. 122, párr. 111.
colectivos o grupos sociales discriminados. De este modo se define el alcance de las
obligaciones estatales de respeto, garantía y protección.
Todos estos estándares consagrados deben ser
acatados por los Estados Parte que han adherido a la Convención Interamericana de
Derechos Humanos, a partir de la cual se reconocen las competencias y funciones de
la Corte IDH.
La Corte IDH define algunos puntos para el examen
final sobre la imputación de responsabilidad a los Estados. Sostiene que: “Los Estados
deben adoptar medidas integrales para cumplir con debida diligencia en casos de violencia
contra las mujeres. En particular, deben contar con un adecuado marco jurídico de protección,
con una aplicación efectiva del mismo, con políticas de prevención y prácticas que permitan
actuar de una manera eficaz ante las denuncias. La estrategia de prevención debe ser integral,
es decir, debe prevenir los factores de riesgo y a la vez fortalecer las instituciones para que
puedan proporcionar una respuesta efectiva de los casos de violencia contra la mujer.
Asimismo, los Estados deben adoptar medidas preventivas en casos específicos en los que es
evidente que determinadas mujeres y niñas pueden ser víctimas de violencia. Todo esto debe
tomar en cuenta que en casos de violencia contra la mujer, los Estados tienen, además de las
obligaciones genéricas contenidas en la Convención Americana, una obligación reforzada a
partir de la Convención de Belém do Pará12”.
El artículo 7 de la Convención de Belém do Pará
establece las obligaciones inmediatas del Estado en casos de violencia contra las
mujeres, que incluyen procedimientos, mecanismos judiciales y legislación para
evitar la impunidad.
Ello confluye en el deber de diligencia reforzado que
el Estado tiene frente a la protección de las víctimas de violencia de género y la
prevención del femicidio. En materia de violencia de género, el Estado tiene un deber
de diligencia reforzado, que lo coloca en una posición de garante ante el riesgo de
violencia basada en el género, lo que lo obliga a examinar los factores de
previsibilidad y evitabilidad de ciertos hechos.

12
Corte I.D.H., Caso González y otras (“Campo Algodonero”), Op. Cit.
“Desde 1992, el Comité de la CEDAW estableció que los
Estados podrían ser responsables por los actos privados de las personas “si no adoptan
medidas con la diligencia debida para impedir la violación de los derechos o para investigar y
castigar los actos de violencia e indemnizar a las víctimas.
El estándar de debida diligencia fue luego integrado en la
Declaración de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en
la Plataforma de Acción de Beijing, en la Convención de Belém do Pará (artículo 7, apartado
b), así como en el Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia
contra las mujeres y la violencia doméstica (Convenio de Estambul, artículo 5)”.
Asimismo, el deber estatal de prevención de la
violencia de género abarca “…el deber de “fortalecer la capacidad institucional de
instancias judiciales […] para combatir el patrón de impunidad frente a casos de violencia
contra las mujeres, a través de investigaciones criminales efectivas que tengan un seguimiento
judicial apropiado, garantizando así una adecuada sanción y reparación”. Implica también
prever recursos judiciales accesibles, “sencillos, rápidos, idóneos e imparciales de manera no
discriminatoria” para investigar, enjuiciar, sancionar y reparar las violaciones y prevenir la
impunidad…los Estados deben adoptar medidas integrales destinadas a prevenir los factores
de riesgo y a la vez fortalecer las instituciones para que puedan proporcionar una respuesta
efectiva…la Corte IDH definió un deber de protección estatal reforzado” en materia de
violencia contra las mujeres, tomando en cuenta la situación estructural de subordinación,
discriminación y violencia que deben enfrentar las mujeres en el continente. Dicho deber
reforzado se basa en la doctrina del riesgo previsible y evitable, adoptado por el sistema europeo
de protección de los derechos humanos, según el cual la imputación de la responsabilidad
internacional del Estado está condicionada “por el conocimiento de una situación de riesgo
real e inmediato para un individuo o grupo de individuos determinado, y por la posibilidad
razonable de prevenir o evitar ese riesgo13”.
Los Estados deben asumir seriamente la obligación
de investigar y “…no como una simple formalidad condenada de antemano a ser

13
Modelo de protocolo latinoamericano…, cit, pág. 23, Comité CEDAW, Comunicación Nro. 20/2008,
Violeta Komova v. Bulgaria: “Es preciso que la voluntad política expresada en la legislación específica sea
apoyada por todas las instancias del Estado, incluidos los tribunales” (Párr. 9.4)
infructuosa14”. La Corte IDH ha establecido que los Estados se encuentran igualmente
obligados cuando particulares cometen violaciones de derechos humanos, “pues, si
sus hechos no son investigados con seriedad, resultarían, en cierto modo, auxiliados por el
poder público, lo que comprometería la responsabilidad internacional del Estado… La Corte
también ha afirmado que si el Estado no cumple con el deber de debida diligencia en una
investigación penal, puede conllevar a la falta de elementos de convicción suficientes para
esclarecer los hechos materia de investigación, identificar a los posibles responsables, y
determinar las eventuales responsabilidades penales a nivel interno15”.
En este caso pesa el derecho a la verdad tiene un
nivel de análisis. Abarca tanto el deber del Poder Judicial de la Provincia de Entre
Ríos de investigar y sancionar a las personas responsables como el que afecta a la
Familia LÓPEZ, de conocer la verdad de lo sucedido.
El Estado asumió los estándares internacionales de
trabajar con el objetivo de generar “políticas sociales, de acciones preventivas, de
protección y atención que contribuyan a la erradicación de todas las formas de violencia, en los
espacios públicos y privados, especialmente contra las mujeres y las niñas”16. Ante el
incumplimiento, que dio como resultado el femicidio de Gisela LÓPEZ es que surge
la obligación de investigar y sancionar a los responsables. “Los bienes jurídicos sobre los
que recae la investigación obligan a redoblar esfuerzos a fin de lograr el objetivo de la
investigación, pues el paso del tiempo guarda una relación directamente proporcional con la
limitación -y en algunos casos, la imposibilidad- para obtener las pruebas y/o
testimonios…17”.
Seguidamente, la obligación de establecer la verdad
de lo sucedido, conforme lo ha entendido la Corte IDH, se centra en la Familia
LÓPEZ. Lo que busca es “aliviar la angustia y sufrimiento causados por la incertidumbre”

14
Corte IDH, Caso Anzualdo Castro Vs. Perú, 2009, párr. 123; Id., Caso Garibaldi Vs. Brasil, pág. 252,
párr. 113; Id., Caso González y Otras (“Campo Algodonero”) Vs. México, 2009, párr. 289.
15
Modelo de protocolo latinoamericano…, op. cit, pág. 23 (Párr. 9.4).
16
Directriz No. 3 MERCOSUR/CMC/REC Nº 05/15 de MUERTE VIOLENTA DE MUJERES POR
RAZONES DE GÉNERO (FEMICIDIO/FEMINICIDIO).
17
Corte I.D.H., Caso Contreras y otros Vs. El Salvador, Sentencia del 31 de agosto de 2011, Serie C No.
222, párr. 145.
de años de investigación sin establecer lo sucedido no contribuye a cerrar el proceso
de duelo.
Es por todo esto que considerando los compromisos
asumidos es que se torna imperioso asegurar el cumplimiento de dichos estándares
en la presente investigación.

6. PROTOCOLOS Y LÍNEAS DE
INVESTIGACIÓN.
6. A. Modelo de protocolo latinoamericano de
investigación de las muertes violentas de mujeres por razones de género.
El Modelo de protocolo latinoamericano de
investigación de las muertes violentas de mujeres por razones de género ofrece
directrices para una investigación penal eficaz de las muertes violentas de mujeres
por razones de género, de conformidad con las obligaciones internacionales suscritas
por los Estados.
Proporciona orientaciones generales y líneas de
acción dirigidas a mejorar la práctica de fiscales, forenses, policías, órganos
especializados, durante la investigación y enjuiciamiento de las muertes violentas de
mujeres a fin que se sancione a los responsables y se repare a las víctimas.
Asimismo, promueve la incorporación concreta de la
perspectiva de género en las instituciones a cargo de la investigación, sanción y
reparación de estos crímenes, incluyendo a los y las testigos, forenses, peritos,
ministerio público, defensas, policía, juzgados y tribunales, querellantes, y otros
actores que intervengan, brindando herramientas prácticas para garantizar los
derechos de las víctimas, sobrevivientes, familiares, y otros afectos.
El Protocolo específicamente establece que sus
directrices “…pueden servir para orientar la investigación de otros homicidios, en especial los
perpetrados en contra de personas con orientación sexual, identidad de género, o expresión de
género diversas, como es el caso de las personas trans u homosexuales”. Asimismo, este
protocolo establece explícitamente su complementariedad con otros protocolos y
directrices aplicables, entre ellos, las Directrices sobre la función de los fiscales, El
Código de Conducta para Funcionarios Encargados de hacer cumplir la Ley (Decreto
637/2003), entre otros.

6. B. Directrices de la Comisión y Corte IDH.


Tanto la Comisión como la Corte interamericana de
Derechos Humanos han emitido directrices sobre cómo llevar a cabo investigaciones
efectivas y minuciosas sobre muertes violentas de mujeres, incluyendo la necesidad
de identificar a las víctimas y testigos, recuperar el material probatorio, hacer una
búsqueda exhaustiva en la escena del crimen, y preservar de manera adecuada las
pruebas en toda la cadena de custodia de las pruebas. “La Comisión resalta que, además
del deber de abrir líneas de investigación que desde el inicio tomen en cuenta la posible
existencia de motivaciones prejuiciadas, y llevar a cabo investigaciones que estén libres de
estereotipos relacionados con la orientación sexual y la identidad de género de la víctima, los
Estados Miembros de la OEA deben tomar en consideración el contexto general de prejuicios y
violencia contra personas LGBT en sus países, el cual puede ser más profundo en lugares fuera
de las grandes ciudades.
Asimismo, al llevar a cabo estas investigaciones, las
autoridades del Estado deben apoyarse en peritos que sean capaces de identificar la
discriminación y prejuicio contra la diversidad sexual y de género, que se encuentra arraigada
en las sociedades de la región. La investigación de las muertes y otros actos de violencia contra
las personas LGBTI debe comenzar rápidamente y sin demoras indebidas, y debe constituir un
esfuerzo por parte del Estado de tomar todas las medidas necesarias en la búsqueda de la
verdad, con el fin de aclarar lo sucedido y desenmascarar posibles motivos discriminatorios18”.
Es necesario plantear las líneas lógicas de
investigación acorde con las modalidades del femicidio; las mismas serán
confirmadas o refutadas según la investigación avance. La Corte IDH ha manifestado
la obligación de que los Estados tienen el deber de asegurar que en las
investigaciones “…se valoren los patrones sistemáticos que permitieron la comisión de
18
CIDH. Violencia contra personas lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersex en América.
OAS/Ser.L/V/II.rev.1. Doc. 36, 12 noviembre 2015, párr. 509.
graves violaciones a los derechos humanos…en aras de garantizar su efectividad, la
investigación debe ser conducida tomando en cuenta la complejidad de los hechos y la
estructura en la cual se encuentran las personas posiblemente involucradas en los mismos, de
acuerdo al contexto en que ocurrieron, evitando así omisiones en la recaudación de la prueba y
en el seguimiento de líneas lógicas de investigación…ciertas líneas de investigación, cuando
eluden el análisis de los patrones sistemáticos en los que se enmarcan cierto tipo de violaciones
a los derechos humanos, pueden generar ineficacia en las investigaciones19 ”.
Tanto la Comisión y Corte IDH como el ACNUDH
hacen hincapié en las diferentes dimensiones de la violencia de género que los
organismos estatales responsables de la investigación y sanción de estos crímenes
deben tener en cuenta. La dimensión estructural de la violencia de género da sustento
al deber reforzado de debida diligencia ante estos crímenes, como ha sido
desarrollado Ut Supra.

6. C. Participación de víctimas, testigos y


organizaciones sociales y gubernamentales.
Los femicidios y homicidios en los que median
situaciones de violencia de género afectan bienes jurídicos individuales y colectivos.
Es por ello que se promueve en este campo la participación amplia de familiares,
amigas/os y organizaciones sociales y oficiales que representan estos intereses tanto
particulares como colectivos en la investigación y sanción de los crímenes.
En cuanto a la intervención de familiares, amigas/os
y organizaciones oficiales y sociales en los procesos penales, se recomienda que
las/os mismas/os puedan tomar parte del proceso como querellantes o particulares
damnificados, acorde a la denominación procesal de cada jurisdicción. Así, el Modelo
de Protocolo… “reconoce que en el sistema acusatorio, la víctima “dejó de ser un tercero
ajeno al desarrollo del proceso para convertirse en un sujeto procesal de carácter
independiente, bajo la forma de actor civil en el procedimiento penal, querellante adhesivo en

19
Corte I.D.H., Caso Masacres de Río Negro Vs. Guatemala, Sentencia del 4 de septiembre de 2012,
Serie C No. 250, párr. 194.
los delitos de acción pública o de interviniente especial, que participa de forma activa en el
trámite judicial”. Deben respetarse y considerarse tanto para víctimas directas como
indirectas las facultades procesales de intervención que el marco legal y
reglamentario de cada provincia le asigna a la víctima cuando participa en el proceso
penal como actor civil, querellante adhesivo en delitos de acción pública, o como
interviniente especial. Ello así, dado que la distinción de víctimas directas e indirectas
no debe afectar los derechos de las cuales son titulares en tanto víctimas; esta
distinción es meramente instrumental a fin de identificar la direccionalidad
teleológica de las acciones u omisiones criminales, pero no puede ser utilizada para
conculcar derechos humanos.
Finalmente, destacamos la necesidad y posibilidad
que los órganos judiciales y de investigación tienen para solicitar la intervención en
calidad de peritos, amicus curiae, y otras figuras, de organizaciones sociales y
gubernamentales especializadas en violencia de género y violencia contra personas
LGTBI. La incorporación de estos informes específicos puede servir para profundizar
la investigación, tanto en lo que hace a la recolección de pruebas, la configuración de
hipótesis y líneas de investigación, y el marco jurídico aplicable.
Vale señalar que, en nuestro ordenamiento jurídico,
la presentación de dictámenes en carácter de amicus curiae no sólo ha sido receptada
por numerosos antecedentes jurisprudenciales sino que ha tenido consagración
nacional a través del Reglamento de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, a
través de las Acordadas 28/04 y 7/13.

7. PETITORIO.
Por todo lo expuesto, y con la intención de que
nuestro aporte pueda contribuir a una justa resolución del caso y al cabal
cumplimiento de los compromisos internacionalmente asumidos por la República
Argentina, solicitamos que sean considerados los argumentos expuestos, sin perjuicio
de futuras presentaciones que desde este organismo se pudieran realizar.
● Se tenga al INSTITUTO NACIONAL DE LAS
MUJERES por presentado en esta causa.
● A estos fines se autoriza a la Directora Nacional
de Protección Integral y Articulación de Acciones
Directas Dra. Nicole NEIMAN DNI. 18.858.288, al
abogado Pablo Andrés FISCARELLI DNI
29.280.503 y a la Asesora Legal María Laura
NOVO DNI. 32.480.328 a tomar conocimiento de
las actuaciones.
● Se eleven las presentes actuaciones al Máximo
Tribunal a fin de obtener su valoración.
● Sean notificadas todas las medidas destinadas a la
prosecución de las presentes actuaciones, en
particular las audiencias a celebrarse
oportunamente, teniéndose por constituido el
domicilio denunciado y presente la autorización
conferida; y
● Sean considerados los argumentos expuestos y se
resuelva el caso en consecuencia.
Aprovechamos la oportunidad para saludar a V.E.
con distinguida consideración.

Proveer de conformidad,
SERÁ JUSTICIA.

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