los establecimientos que se consideran competentes para el tratamiento de
estos estados, se da oportunidad de aplicar esta técnica con éxito. Se
propone a elección del llamado paciente que decida según su criterio, si quiere o no tomar parte en sesiones de grupo. Si dice: «gracias, no», se le pide con aire altruista y serio que dé sus razones. Lo que diga es bastante indiferente, pues en todo caso será una manifestación de su resistencia y, por tanto, patológico. En definitiva, la participación en la terapia de grupos es la única alternativa viable, pero debe guardarse mucho de dar a entender que no tuvo más remedio que aceptar, pues ver de este modo su propia situación significaría una nueva resistencia y falta de juicio. Así pues, tiene que querer participar «espontáneamente», y, a su vez, con su participación, admite estar enfermo y necesitado de terapia. En los grandes sistemas sociales con carácter de manicomios, este método es conocido bajo el nombre irrespetuoso y reaccionario de «lavado de cerebro». Estas indic