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DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL EN EL EJERCICIO DE LA PROFESION DOCENTE

Por Rafael Sus Cabrera 1

Son muchas y de diversa índole las obligaciones legales que adquieren las
instituciones educativas, tanto públicas como privadas, al momento de suscribir el
contrato de educación con los alumnos y padres de familia. La primera y más importante
de ellas es, por supuesto, la de prestar el servicio público que corresponde a su objeto
social y misional, previa habilitación que el Estado les hace a través de la expedición de la
licencia de funcionamiento y de acuerdo con las normas que rigen la organización escolar
en el país. Dicha obligación apareja el deber del plantel de impartir enseñanza de
conformidad con los criterios y marcos generales establecidos por las autoridades
educativas nacionales y territoriales, al igual que ofrecer un proyecto educativo y un plan
de estudios acorde con los estándares curriculares prescritos por las diferentes
disposiciones, así como los demás deberes relacionados con la instalación y planta física
donde funciona el establecimiento. 2

Otra de dichas obligaciones y, tal vez la segunda en prioridad, por no decir que es
la más importante, es la que tiene que ver con el deber de garantizar la integridad y la
seguridad física, mental y emocional de los educandos. Esta obligación consiste en el
deber que tienen los establecimientos de enseñanza, así como sus directivos y
profesores, de devolver o retornar a los discentes en las mismas condiciones en que
fueron recibidos antes de dar inicio a la jornada escolar; esto es, la obligación de
protección y cuidado de los alumnos. Este deber comporta especial atención por parte de
los planteles educativos, como quiera que su inobservancia puede generar, además de
las sanciones de tipo administrativo a que haya lugar, por violación de las normas
jurídicas sobre condiciones mínimas de calidad, consecuencias judiciales de
indemnización por los daños y perjuicios irrogados tanto al estudiante como a sus
familiares y allegados. 3

Y es que los padres de familia y acudientes son cada vez más conscientes de la
obligación que tienen los centros educativos de devolverles a sus hijos y acudidos sanos y
salvos, razón por la que ya se está empezando a ver en nuestra cultura legal nacional un
creciente número de demandas contra distintas organizaciones escolares, reclamando el
pago de perjuicios materiales y morales como consecuencia de las faltas y fallas en la
prestación del servicio educativo. 4

1
Abogado experto en responsabilidad civil docente y en legislación educativa. Profesor de legislación
educativa en la Universidad de la Sabana y en la Universidad del Norte. Asesor jurídico de varias
organizaciones, entidades e instituciones educativas.
2
Con la entrada en vigencia de la Ley General de Educación, la matrícula adquirió verdadera connotación
contractual, al ser elevada por la regulación a la categoría de contrato de derecho privado, según lo dispone el
artículo 95 de la Ley 115 de 1994, en concordancia con el artículo 201 ibídem.
3
De acuerdo con Iñigo Martínez Echavarría Castillo, en su tesis doctoral “El complejo relacional educativo
como contrato a favor de tercero.”, la obligación de prestar servicios docentes comprende principalmente tres
deberes: el deber de instruir, el deber de educar y el deber de custodiar a los alumnos mientras se encuentran
en el centro escolar o desarrollando actividades organizadas por el mismo. En igual sentido, Miguel De
Zubiría Samper, en su obra “Formar, no solo educar”.
4
Albert Ituren Oliver, “Responsabilidad patrimonial de los centros de enseñanza por daños sufridos por los
alumnos”, en “Guía práctica de gestión para la dirección de centros de enseñanza secundaria.”
2

En efecto, si bien en nuestro país no son muchos los procesos judiciales


relacionados con el tema –a diferencia de otros países como España, en los cuales la
jurisprudencia es abundante en este tipo de sentencias- lo cierto es que nuestros jueces
están conociendo de un creciente número de pretensiones al respecto.

Precisamente, el propósito de este breve escrito es introducir al lector en el


interesante pero delicado tema de la responsabilidad civil en el ejercicio de la profesión
docente.

En esa medida, sea preciso señalar que la responsabilidad civil es un principio


legal establecido en el Código Civil colombiano, según el cual, quien cometa un daño
debe reparar a la víctima. 5

De igual forma, conviene aclarar que la responsabilidad civil puede ser de


naturaleza contractual y extracontractual. La primera surge con causa o con ocasión de la
celebración y/o ejecución de un contrato. Así por ejemplo, cuando dos personas celebran
un contrato de arrendamiento, el arrendador se obliga a poner a disposición del
arrendatario un bien inmueble para su uso y disfrute, y a su vez el arrendatario se obliga,
entre otras cosas, a pagar un canon de arrendamiento. Si el arrendatario incumple su
obligación de cancelar a tiempo el canon y los servicios públicos, es responsable
contractualmente y debe indemnizar al arrendador los daños que su incumplimiento haya
podido ocasionarle al dueño del bien, tales como los gastos de reconexión de los servicios
y los costos del proceso judicial de restitución de inmueble arrendado. Su denominación
de contractual proviene de la suscripción, acuerdo o ejecución de un contrato. En cambio,
si por ejemplo el conductor de un vehículo automotor se pasa un semáforo en rojo y
atropella a un peatón, causándole lesiones personales, en principio podemos afirmar que
el conductor y el propietario del vehículo incurren en responsabilidad civil extracontractual,
como quiera que la eventual obligación de indemnizar los perjuicios, no nace de un
contrato o acuerdo, sino de la culpa 6 de quien iba manejando el carro de manera
imprudente.

Para que se estructure la responsabilidad civil, o sea para que se pueda pregonar
el deber de reparar el daño causado a la víctima, necesariamente deben concurrir tres
elementos, a saber: el hecho dañoso, el perjuicio, y el nexo de causalidad entre uno y
otro.

El hecho dañoso constituye una conducta o acción desplegada por una persona,
como cuando un docente impone castigos físicos a los estudiantes y estos resultan
afligidos. Este hecho dañoso en ocasiones puede consistir en una omisión, como cuando
un alumno resulta quemado con ácido en el laboratorio de química durante la ausencia
del profesor, o cuando un estudiante termina lesionado mientras realiza algún ejercicio en
clase de educación física, sin que el educador haya dado instrucciones precisas sobre la

5
Naturalmente, existen muchas otras definiciones más elaboradas de lo que es la responsabilidad civil; sin
embargo, el objetivo de este artículo no es reflexionar sobre intrincadas tesis jurídicas, sino comprender los
alcances de esta institución legal en el campo de la educación, especialmente en el de la educación prestada
por colegios.
6
Aquí el término “culpa” tiene un verdadero significado legal, el cual quiere decir, “sin diligencia, sin pericia,
violando las normas de tránsito, sin cuidado”, por oposición a dolo, entendido genéricamente como la
intención de causar daño. En ese sentido, como afirma Philippe Le Tourneau, en su obra “La responsabilidad
civil”: “El institutor sería culpable por dejar que sus alumnos se entreguen a juegos peligrosos o por dejar
degenerar un juego de apariencia pueril y anodina en una batalla campal.”
3

forma de realizar dicha actividad. También se puede presentar cuando un alumno perece
ahogado en el río, durante un paseo organizado por el colegio, en el que los profesores
dejan pernotar a los alumnos por sí mismos, sin prestar la debida atención a los
educandos.

En estos casos, como el docente tiene el deber legal de garantizar la seguridad


física de los estudiantes, se puede afirmar que la omisión del deber de vigilancia por parte
del maestro pudo ser la causa de las respectivas lesiones, pues de haber estado presente
el profesor, probablemente ellas no se hubieran producido.

El daño como tal, que es el perjuicio que sufre una persona, se entiende como el
resultado de la acción, o sea del primer elemento de la responsabilidad. Este daño puede
ser material y moral. El daño material comprende el daño emergente, o sea el valor o el
costo de volver las cosas al estado anterior a la consumación del evento dañino, como por
ejemplo el pago de los gastos hospitalarios y de medicamentos para que los órganos
recobren las funciones vitales, y el lucro cesante, que representa lo que se deja de
percibir con ocasión del hecho dañoso, como cuando un vehículo tiene que estar
estacionado mientras es reparado y a causa del estacionamiento el dueño deja de recibir
ingresos por su usufructo. El daño moral es el sufrimiento o el dolor que se le causa a
una persona, como el padecido por un padre de familia cuando el bus del colegio que
transporta a su hijo se estrella con otro vehículo y el estudiante resulta lesionado o
fallecido. 7

El tercer elemento de la responsabilidad civil es el nexo de causalidad, entendido


como la relación causa – efecto entre la conducta y el perjuicio.

Ahora bien, desde el punto de vista de la normatividad jurídica, encontramos una


norma en el Código Civil, aplicable a la responsabilidad de los centros educativos. En
efecto, el Art. 2347 prescribe lo siguiente:

“RESPONSABILIDAD POR EL HECHO AJENO. Toda persona es responsable, no


solo de sus propias acciones para el efecto de indemnizar el daño,
sino del hecho de aquellos que estuvieren a su cuidado.

Así, los padres son responsables solidariamente del hecho de los


hijos menores que habiten en la misma casa. .......

7
No cabe duda de que la responsabilidad civil que adquieren los establecimientos de educación, por los daños
causados a sus alumnos, en desarrollo de actividades del servicio que prestan, es de naturaleza contractual,
puesto que la obligación de vigilar y cuidar a los estudiantes y garantizarles su seguridad, dimana
directamente del contrato de servicios educativos, independientemente de que tal obligación no se haya
pactado de manera expresa en el documento que incorpora el acuerdo de voluntades, pues ella constituye un
elemento de la naturaleza del contrato. De esta forma, aun cuando no de manera reiterada y uniforme, se ha
pronunciado la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, en varios fallos, entre ellos, el del 12 de
Septiembre de 1985. Ver también el fallo de la Sala de Casación Civil, del 30 de junio de 1947. En igual
sentido, la doctrina se ha mostrado partidaria de esta posición. Así se puede ver, entre otros, a Lasarte,
Carlos, “La responsabilidad civil en el ámbito de los centros docentes.”; Novellino, Norberto José,
“Responsabilidad por daños de establecimientos educativos.”; Iñigo, Martínez Echavarría Castillo, “El
complejo relacional educativo como contrato a favor de tercero.”; Tamayo Jaramillo, Javier, “Tratado de
Responsabilidad Civil, Tomo I”. En cambio, la responsabilidad civil de los establecimientos de enseñanza,
por los daños cometidos por sus alumnos frente a terceros, es de naturaleza extracontractual, puesto que en
estos casos la víctima no tiene ningún vínculo con el centro de enseñanza.
4

Así, el tutor o curador es responsable de la conducta del pupilo


que vive bajo su dependencia y cuidado.

Así, los directores de colegios y escuelas responden del hecho de


los discípulos mientras están bajo su cuidado (.....)” (Subrayas
fuera de texto.)

De esta norma se desprende una regla muy importante en materia de


responsabilidad civil docente, en cuanto señala como responsables a los directores de
instituciones educativas por los daños cometidos por sus respectivos alumnos. 8

No obstante que esta es de las pocas normas jurídicas que asignan


responsabilidad civil a los directores de los establecimientos de enseñanza, la
jurisprudencia se ha encargado de precisar el sentido y el alcance de dicha disposición en
cada caso en particular.

Así, en sentencia del 11 de Diciembre de 1992, el Consejo de Estado, en relación


con la demanda presentada por los familiares de un joven estudiante de grado séptimo en
un plantel de Bogotá, quien se resbaló por las escaleras del colegio, inmediatamente
después de ser limpiadas con ACPM, señaló que los colegios adquieren una obligación
de resultado con los padres de familia respecto de los hijos matriculados en el plantel, lo
cual quiere decir que los planteles de enseñanza no solamente deben suministrar los
medios para evitar que se produzcan accidentes escolares, sino que además deben
responder objetivamente por los accidentes ocurridos a sus alumnos. Esto fue lo que dijo
el alto tribunal:

“FALLA DEL SERVICIO DE EDUCACION / OBLIGACION DE RESULTADO


A. Está probado en el proceso que XXXX y XXXX, contrajeron
matrimonio el 24 de noviembre de 1973 y que en él procrearon a
XXXXX (agosto 12 de 1974), y a XXXX (Enero 11 de 1977) y XXXX
(Febrero 17 de 1981), hermanos sobrevivientes; por consiguiente, la
legitimación en la causa de los demandantes no se discute.

B. Además están probados los hechos siguientes:

8
Hay que tener en cuenta que el responsable no es solamente el director del centro educativo; lo es también el
profesor, el coordinador de disciplina, el coordinador académico, el empleado administrativo, entre otros, en
la medida que su acción o su omisión haya contribuido a la generación del daño. Lo que sucede es que en la
práctica la demanda se presenta contra la entidad propietaria del establecimiento, la cual, en caso de ser
condenada al pago de perjuicios, podrá repetir contra el directamente responsable del daño. En ese sentido,
Javier Tamayo Jaramillo, en su “Tratado de la Responsabilidad Civil”, comentando esta norma, señala lo
siguiente: “Si se aplicara literalmente esta disposición, ni los establecimientos educativos como tal ni los
maestros que manejan directamente a los alumnos serían responsables por el hecho ajeno, ya que la
responsabilidad solo recaería sobre los directores de dichos establecimientos. Sin embargo, creemos que la
interpretación que debe darse a la norma es diferente.” En la misma línea de interpretación, Philippe Le
Tourneau, en su obra “La responsabilidad civil”, refiriéndose a la figura del institutor en el derecho francés,
afirma: “El término institutor tiene aquí un sentido muy amplio. No es simplemente el docente o maestro de
primer grado sino toda persona que da una enseñanza a título oneroso o gratuito. Así, la jurisprudencia ha
considerado como institutor al director de una guardería de niños; al de un centro de entrenamiento de
pilotos de aviones; al de un establecimiento de educación vigilada o de reeducación; al de una colonia de
vacaciones, etcétera. Una sola condición es exigida para reconocerle a una persona la calidad de institutor:
debe tener la vigilancia efectiva de los niños.”
5

1. Que XXXXX, el 6 de noviembre de 1987 estaba matriculado y


asistía al Colegio SERGIO ARBOLEDA; certificación expedida por el
rector del plantel (fl. 16).

2. Que el menor XXXXX, murió el 7 de noviembre de 1987, a causa


de "HERNIA CEREBRAL Y CEREBELOSA SECUNDARIA A EDEMA CEREBRAL
PRODUCIDA POR EMATOMA EPIDURAL A CONSECUENCIA DE TRAUMA CRANEANO
CONTUNDENTE.", según consta en el certificado de necropsia otorgado
por el Instituto de Medicina Legal del Hospital Central Policía
Nacional (fl. 50 y 51).

3. Que el trauma cerebral, fue ocasionado por la caída que sufrió


el menor en el establecimiento donde cursaba sus estudios el día
anterior a su muerte. Esta circunstancia se verifica con la
concordancia entre los testimonios de XXX (fi. 41), y XXX (fl. 42
del expediente).

4. Con los mismos testimonios se probó que en dicho plantel


educativo el piso era limpiado con A.C.P.M. (fl. 4 1, y 42).

5. Que el día en que ocurrió el accidente las directivas del


plantel prestaron poca atención al mismo; de tal manera que el
menor no fue enviado a una institución médica para que se le
hiciera un diagnóstico adecuado, (testimonios visibles a fols. 40.
41, 429 y 44).

En estas circunstancias la Sala considera acertada la decisión del


Tribunal al deducir responsabilidad patrimonial a la Nación por los
daños ocasionados a los demandantes; es claro que la causa de la
muerte del joven estudiante fue el descuido de las personas
encargadas de regentar dicho plantel.

El descuido es ostensible, por partida doble; primero porque, en


tratándose de un sitio que debe albergar adolescentes inquietos por
naturaleza, necesitados por la propia exigencia del crecimiento y
desarrollo de su cuerpo de una actividad física desbordante, lo
indicado es disminuir, hasta donde sea posible, la peligrosidad que
puedan revestir las instituciones escolares.

El caso revela, sin embargo que la conducta fue precisamente la


contraria; se incrementó la peligrosidad de las escaleras cuando se
hizo su limpieza con A.C.P.M., dejándolas resbaladizas, razón que
determinó la caída del estudiante.

La negligencia fue más lejos: luego del accidente, cuando lo normal


y lo aconsejable era acudir a un centro hospitalario, que de los
exámenes médicos necesarios, indicase el tratamiento a seguir para
tranquilidad de todos, la enfermera del plantel se limitó a
suministrar un sedante, sin más precauciones, perdiendo varias
horas, lo cual sin exageraciones permite pensar que el estudiante
pudo haber salvado su vida con una atención médica oportuna.

Las directivas de los colegios y, en general las personas


encargadas de su guarda, adquieren con los padres una obligación de
resultado respecto de sus pupilos para cuya custodia deben utilizar
el máximo de cuidado posible como lo exige su condición.
6

Lo dicho es suficiente para confirmar el fallo consultado.” (Subrayas


y negrillas fuera de texto.)

En otra decisión, del 21 de febrero de 2002, el Consejo de Estado manifestó que la


obligación de vigilancia y cuidado no solamente se hace efectiva durante el transcurso de
la jornada escolar, sino que además se extiende a las actividades extraescolares, tales
como las salidas pedagógicas. Esta tesis fue sentada por la corporación judicial en los
siguientes términos:

“FALLA DEL SERVICIO EDUCATIVO - Ahogamiento de estudiante en


desarrollo de una labor académica. Ausencia de vigilancia.

De los hechos demostrados se concluye que los directivos y


profesores del ente demandado al organizar la salida no tomaron las
medidas preventivas tendientes a garantizar la seguridad de los
alumnos quienes conocían el sector y muy posiblemente se sentirían
tentados a darse un baño en la “pozeta natural” del arroyo de
Venado. La administración al desarrollar su labor educativa, olvidó
que simultáneamente debía garantizar la seguridad en la salida
pedagógica, ya que no incluyó el apoyo en la vigilancia del grupo
para evitar que se pusiera en peligro la vida de los alumnos.
Tampoco aparece acreditado que se hubieran previsto los riesgos a
los cuales se exponía a los alumnos al llevarlos al lugar donde
ocurrieron los hechos, evento que por ser organizado y autorizado
por las autoridades educativas debía presumirse brindaba las
mínimas condiciones o garantías para una estadía libre de riesgos.
En cuanto a la afirmación del apoderado del ente demandado de que
el hecho se debió a la culpa exclusiva de la víctima por haber
desobedecido la prohibición del profesor de tomar un baño en el
arroyo, motivo por el cual se rompe el nexo de causalidad, la Sala
estima que aunque la prohibición existió la responsabilidad del
demandando se ve comprometida, ya que fue la ausencia de vigilancia
la que provocó la tragedia. Tampoco podría hablarse de concurrencia
de culpas, por cuanto el menor que resultó muerto no desobedeció la
orden del profesor, ya que lo que pretendía era sólo limpiar su
pantalón y no exponerse a los normales riesgos de una corriente de
agua. En síntesis, se encuentra plenamente demostrada la omisión
de la entidad demandada en el cumplimiento del deber legal y
constitucional de garantizar las condiciones necesarias de
seguridad encaminadas a proteger la vida e integridad de los
alumnos cuando se desarrollan labores de complementación académica,
lo cual generó la muerte del menor XXXXXX. Por tanto se dan los
presupuestos requeridos para imponer la obligación indemnizatoria
al municipio demandado.” (Subrayado fuera de texto.)

En otro caso, sentenciado el 20 de febrero de 2003, el Consejo de Estado se refirió


a la falla del servicio educativo en la que incurrieron los directivos y la profesora de un
alumno de grado tercero cuyo cuerpo se encontró en un río, quien por su constante
indisciplina fue retirado del aula por la profesora de religión, y al mismo tiempo fue
devuelto para la casa con una nota remisoria suscrita por la docente dirigida al papá.
Este pronunciamiento es de suma importancia ya que el apoderado de la entidad
demandada adujo en el proceso como estrategia de defensa, que faltaba el nexo de
causalidad entre la conducta achacada a la institución y el daño padecido por el menor
estudiante, puesto que el padre de familia había autorizado al colegio a devolver al
7

alumno para la casa en el evento de presentar mal comportamiento. Frente a esta


circunstancia, la corporación judicial sentenció que dicha autorización no eximía de
responsabilidad a la entidad demandada. Esto fue lo que dijo el Consejo de Estado en
dicho fallo:

“FALLA DEL SERVICIO POR OMISION - Desaparición y muerte de alumno


FALLA DEL SERVICIO EDUCATIVO - Desaparición y muerte de menor luego
de aplicar medidas disciplinarias de salida de la institución antes
de terminar el horario normal / FALLA DEL SERVICIO DE VIGILANCIA -
De institución educativa sobre alumno / DOCENTES - Deber de
vigilancia

De los hechos demostrados se concluye que los directivos y


profesores del ente demandado no actuaron diligentemente al tratar
de adoptar las medidas correctivas, disciplinarias, preventivas y
educativas, tendientes a garantizar el correcto desarrollo del
proceso educativo y la seguridad del alumno, de quién conocían sus
antecedentes tanto académicos como disciplinarios. En efecto,
aunque las versiones sobre los motivos que dieron lugar a que el
alumno XXXX fuera enviado a su casa son contradictorias, coinciden
en afirmar que antes de la hora de salida normal en la jornada de
la mañana, el menor fue enviado a su casa. La administración al
desarrollar su labor educativa, olvidó que simultáneamente debía
garantizar la seguridad del menor al aplicarle las medias
disciplinarias correctivas y sancionatorias, ya que no previó que
al permitir la salida de un menor sólo de las instalaciones del
plantel dentro del horario de clase, sin avisar a sus padres o
acudientes, podría poner en peligro su vida e integridad, pues es
apenas natural que un niño ante la inminencia de un castigo trate
de evitarlo, más con los antecedentes de indisciplina que se le
conocían y sabiendo que a dichas horas en su casa no extrañarían su
presencia.

En cuanto a la afirmación del juez de primera instancia, de que se


encuentra demostrado que existía autorización del padre del menor
para que cuando su hijo se portara mal lo enviaran a la casa con
una nota remisoria, en cumplimiento de la solicitud que él mismo
hiciera de conformidad con el reglamento escolar, debe resaltarse
que no existe prueba dentro del expediente de tal autorización y
aunque existiera, si bien en el reglamento estudiantil (fl. 52 y 53
del c.2), se estableció como deber de los padres o acudientes
“hacer las sugerencias que estime convenientes para buscar las
soluciones adecuadas en los casos de bajo rendimiento académico o
de indisciplina” y como derechos a “que las peticiones sean
atendidas oportunamente”, esto no conducía necesariamente a que las
sugerencias realizadas por los padres fueran de obligatorio
cumplimiento, es decir, que forzosamente el plantel deba acceder a
lo propuesto, pues está de por medio el correcto desarrollo del
proceso educativo y por supuesto, la vida e integridad de los
alumnos.

La Sala estima que aunque era costumbre del menor desplazarse sólo
al colegio y llegar a su casa entre las 12 y 12:15, esto es, que
tenía unos horarios que hacían fácilmente controlable su conducta,
en las condiciones particulares que rodearon los hechos la
responsabilidad de la entidad demandada se ve comprometida, ya que
8

fue la orden de salir del colegio antes de terminar el horario


normal, bajo la presión de un castigo, la que provocó que el menor
no se dirigiera a su casa sino que se expusiera a los peligros
normales de la calle, acentuados por la existencia del río en el
sector. La entidad demandada vulneró el deber de vigilancia que
tenía sobre el alumno durante el tiempo de la jornada escolar, lo
cual se extendía no sólo a evitar que terceras personas le causaran
daño o que éste le causara daños a éstas o a los bienes ajenos
sino, además, para impedir que el menor se causara un daño a sí
mismo. En relación con el deber de vigilancia que corresponde a los
maestros, ha dicho la doctrina: “Para encontrarse en condiciones de
reprochar una falta de vigilancia al demandado, la víctima debe
probar que aquél soportaba esa obligación de vigilancia en el
momento preciso de la realización del daño (...) La obligación de
vigilancia se extiende incluso a las horas consagradas al recreo y
a los paseos; comienza desde que el alumno queda autorizado para
entrar en los locales destinados a la enseñanza y cesa desde el
instante en que sale de ellos, a menos que el profesor se encargue
de la vigilancia de los alumnos durante el trayecto entre el
colegio y la casa; subsiste también aunque no sea ejercida
efectivamente, si el profesor se ausenta sin motivo legítimo”. No
hay duda de que los maestros y directivos de la escuela tenían la
obligación de vigilancia del menor y que al no haber llamado a los
padres para que lo recogieran, lo expusieron a un riesgo
innecesario. En síntesis, se encuentra plenamente demostrada la
falla del servicio por omisión de la entidad demandada en el
cumplimiento del deber legal y constitucional de garantizar las
condiciones necesarias de seguridad, encaminadas a proteger la vida
e integridad de los alumnos cuando de imponer correctivos o
sanciones disciplinarias se trata, lo cual condujo a la
desaparición y muerte del menor XXXXX. Por tanto se dan los
presupuestos requeridos para imponer la obligación indemnizatoria
al municipio demandado.” (Subrayas fuera de texto.)

Adicionalmente, debe tenerse en cuenta que los establecimientos educativos son


civilmente responsables por los daños y perjuicios que cometan sus agentes, cuando no
toman las medidas necesarias para garantizar un adecuado proceso de selección de su
personal, especialmente de sus profesores, que son quienes tienen a su cargo la atención
directa de los estudiantes.

Así por ejemplo, en un caso conocido por la Sala Penal del Tribunal Superior de
Bogotá, en el que un docente fue procesado por el delito de acceso carnal abusivo con
menor de catorce años agravado -delito cometido en la casa de uno de sus alumnos
durante una actividad denominada piyamada- y el plantel para el cual laboraba como
titular de quinto de primaria fue vinculado como tercero civil responsable, la corporación
judicial, mediante sentencia del 10 de junio de 2008, señaló:

“(....) Ahora, el hecho de que la piyamada hubiere tenido lugar


fuera de las instalaciones del colegio, resulta inane a efectos del
deber de elección, vigilancia y control, que frente a uno de sus
docentes, estaba compelido a emplear el Colegio Psicopedagógico
Cacique de Inga. Pues, en tratándose de una institución educativa
que presta el servicio público de educación a niños de preescolar y
básica primaria, le era exigible tener un mayor cuidado en la
diligencia y cuidado al contratar el personal que se va a vincular
9

a la institución, dada la importancia que tiene la educación en


estos niveles; recuérdese que de acuerdo con el artículo 15 de la
Ley 115 de 1994: “La educación preescolar y la primaria es ofrecida
al niño para su desarrollo integral en los aspectos biológico,
cognoscitivo, sicomotriz, socio-afectivo y espiritual, a través de
experiencias de socialización pedagógicas y recreativas”, lo que
requiere de un personal idóneo no solo a nivel intelectual, de ahí
que el colegio al seleccionar el personal docente le es exigible
analizar la personalidad, la forma de comportarse familiar, laboral
y socialmente de los docentes, es decir, sus antecedentes de todo
orden, al igual que corroborar su trayectoria profesional, todo lo
cual se ignora, pues ninguna prueba se adujo con el fin de
demostrar ese grado de exigencia en la escogencia del referido
profesor.” (Subrayas fuera de texto.)

Así las cosas, de conformidad con las normas legales antes mencionadas, así
como teniendo en cuenta la jurisprudencia transcrita, es claro que a las instituciones de
enseñanza les corresponde prestar el servicio público educativo bajo los más altos
estándares de seguridad, de tal forma que los estudiantes conserven las condiciones de
vida, salud e integridad en las que fueron matriculados e ingresados al respectivo
establecimiento. No proceder de esta manera puede acarrear consecuencias legales de
especial gravedad, tanto para las directivas como para los docentes y por supuesto para
el plantel mismo, afectando con ello la buena marcha y gestión al igual que la imagen
institucional. 9

Hasta aquí nos hemos referido a la responsabilidad civil que adquiere una
institución educativa, cuando el incumplimiento del deber de garantizar el cuidado y la
integridad de los alumnos les acarrea a estos daños en su integridad física, mental o
emocional, fundamentalmente por el descuido de quienes tienen a su cargo velar por la
seguridad de los discentes.

Ahora bien, existe otro tipo de responsabilidad civil para quienes prestan servicios
de educación, capacitación, formación y enseñanza, que es la responsabilidad que nace
por el incumplimiento de los otros deberes básicos que emanan del contrato educativo,
esto es, el deber de educar y el deber de formar. 10

Ciertamente, aun cuando no han sido suficientemente abordados por los autores y
doctrinantes de Derecho Civil, la responsabilidad por prestación defectuosa de servicios
educativos no solo ocurre por el incumplimiento del deber de velar y cuidar a los

9
Hay que tener en cuenta que los colegios en Colombia no tienen personería jurídica, y por lo tanto el rector
no es el representante legal de la institución. La circunstancia de que la Ley 715 de 2001 establezca como
funciones del rector, entre otras, la de “representar al establecimiento ante la comunidad educativa y ante las
autoridades”, no tiene el alcance de convertir a la entidad de enseñanza en sujeto de derechos y obligaciones,
esto es, con capacidad jurídica para responder por sus actos, pues en tratándose de centros e instituciones
educativas oficiales, la responsabilidad recaerá en la entidad nacional o territorial a la cual esté adscrito el
respectivo plantel, mientras que en establecimientos de gestión privada, la responsabilidad será de la persona
natural o jurídica dueña del correspondiente centro escolar. En ese sentido, el Consejo de Estado ha
expresado que la licencia de funcionamiento que expiden las secretarías de educación no constituye el acto de
reconocimiento de personería jurídica a quien pretende hacer valer la condición de propietario del
establecimiento. En ese sentido, ver entre otros, auto de la Sección Primera, del 25 de abril de 1996.
10
En efecto, la educación como contrato genera fundamentalmente tres obligaciones, la de educar o instruir,
la de formar y la de vigilar y cuidar a los estudiantes.
10

estudiantes, sino también por el incumplimiento o cumplimiento imperfecto del deber de


enseñar y de educar.

Sobre esta clase de responsabilidad civil nos referiremos en la próxima versión de


este artículo.

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