Professional Documents
Culture Documents
La expansión del imperio romano, desde el 100 a.C hasta el 200 d.C,
coincidió con una estabilidad climática y un nivel bajo de actividad
volcánica. Los estudios indican que bajo el mandato del emperador
Augusto las temperaturas estivales medias eran, al menos, un grado
superior a la media climática actual.
Esta plaga afectó al Imperio Romano desde el año 250 al 271 d.C. en pleno caos político y
económico conocido gran crisis del siglo III. Todavía estaba en su apogeo en el año 270, cuando
se cobró la vida de emperador Claudio II el Gótico. La plaga causó escasez de mano de obra
generalizada en la agricultura y el ejército romano. Algunos eruditos modernos consideran
que esta plaga puede haber sido una fuerza motriz fundamental en la difusión del cristianismo
en el Imperio.
Algunos historiadores aseguran que la Peste de Cipriano fue una de las primeras enfermedades
infecciosas transmitida de animales a humanos, siendo probablemente viruela o sarampión,
aunque el consenso moderno parece favorecer la teoría de que fue un brote de viruela. Este
último punto de vista, parece más probable dado un reciente estudio que estima que el virus
del sarampión , probablemente se separó genéticamente de su pariente más cercano -la peste
bovina- en los siglos 11 y 12. Sin embargo, una posibilidad para nada descartable es que la plaga
de Cipriano (y otras plagas antiguas) podrían haber sido causadas por un ancestro común
del sarampión y de la peste bovina, y que las dos enfermedades -tal como las conocemos
actualmente- hayan evolucionado de forma diferente en siglos posteriores.
Plaga de Justiniano, la pandemia que apareció en 541 diezmando a los habitantes de Constantinopla y a
una buena parte del resto del Imperio Bizantino.
La causa más aceptada de esta epidemia es la peste bubónica, recurrente en los puertos mediterráneos
hasta aproximadamente mediados del siglo VIII. Tuvo varios brotes, el primero apareció en 541 y duraría
hasta el 547-548, el segundo des 558 al 561 y el tercero entre el 594 y el 597.
Su virulencia fue tal que solo en la ciudad de Constantinopla mató a 10.000 personas al día. Esto generó
un gran problema ya que cantidad de cuerpos quedaban apilados a la intemperie debido a la falta de espacio
y tiempo para enterrarlos.
Para el final del brote, casi la mitad de los habitantes de la ciudad estaban muertos. Se estima que mató a
entre 30 y 50 millones de personas, casi la mitad de la población mundial que se extendía a través de Asia,
Norte de África, Arabia y Europa.
Con esta reconstrucción se sabe que el origen de la plaga no fue África, sino Asia y desde allí se expandió
siguiendo vías comerciales como la ruta de la seda.
la plaga de Justiniano fue lo que los expertos llaman “un callejón sin salida”. Esto quiere
decir que, tras desatar el caos, el patógeno murió y desapareció sin dejar rastro. Según
el estudio, la plaga la causó una variante de Yersinia pestis que no está emparentada
con las de la gran peste negra medieval y su resurgimiento decimonónico.
el patógeno de la plaga de Justiniano es el más antiguo del que se ha obtenido el
genoma completo
En total, hubo tres oleadas que convirtieron un pequeño brote localizado en una
pandemia mundial que, según Procopio, mató a 100 millones de personas y estuvo a
punto de “extinguir” al ser humano de la faz de la Tierra. Por eso es irónico que fuera
Justiniano el que le haya puesto nombre a la plaga, pues él sobrevivió a ella.
Aproximadamente a partir del año 300 y hasta cerca del año 500 d.C, el ecotono fue
progresivamente retrayéndose hacia el sur. Entre 500 y 900 d.C., el ecotono se estabilizó muy
hacia el sur, tan lejos, de hecho, que el Nilo se cubrió de nieve en el año 829. Otra vez se situó
aproximadamente a lo largo de la costa del norte de África.
Durante el primer milenio a.C., pueblos celtas ocuparon la mitad septentrional de la extensión del
ecotono mediterráneo-continental. Al sur de los celtas, a lo largo del litoral septentrional del
Mediterráneo, vivían griegos, etruscos y romanos. Alrededor del siglo V a.C., durante un período
en que el ecotono se localizaba hacia el sur, los celtas hicieron avanzar sus asentamientos en
Italia y Grecia, llegando a poner cerco a Roma y a incendiar la ciudad en el año 391 a.C. Hacia
el año 300 a.C., cuando el ecotono se desvió súbitamente hacia el norte, las cosas cambiaron
de manera espectacular. Roma dominó las rutas marítimas que antes dominaban los griegos y
convirtió en provincia la franja meridional de los estados célticos en Francia. Hacia finales del
siglo I a.C., Roma había conquistado toda la región del Mediterráneo y de la Europa occidental,
hasta el Rin, aproximadamente la localización norte del ecotono.
La extensión y la duración de la Pax Romana en Europa fueron grandemente facilitadas por unas
condiciones climáticas que favorecieron la organización económica, social y política romana, en
contraste con la celta. El tipo romano de asentamiento y uso de la tierra no sólo era
marcadamente distinto de la de los celtas, sino que era especialmente apropiado para el clima
mediterraneizado de Europa.
El uso que los romanos daban al espacio, su agricultura y horticultura, sus relaciones entre las
clases, y sus formas de gobierno, asociado todo ello a los ecosistemas mediterráneos, se
desplazaron hacia el norte junto con sus legiones, siguiendo el ecotono.
Cuando en el siglo V d.C. la retracción del ecotono se hizo palpable y el clima continental pasó
a dominar la mayor parte de Europa, el imperio europeo de Roma decayó, sus legiones
retrocedieron hacia el sur y las culturas del norte avanzaron hacia al sur. Los pictos y los
escoceses traspasaron la muralla de Adriano en Britania a finales del siglo IV. Hacia principios
del siglo V, los visigodos invadieron Roma y, hacia finales de este mismo siglo, en el año 476,
un jefe germánico llamado Odoacro depuso al último emperador romano, el joven de 15 años
Rómulo Augústulo.
Cabe hacer notar la estrecha asociación entre el avance del poder militar, político, económico y,
sobre todo, agrícola de Roma y el avance de un régimen climático mediterraneizado por Europa
Occidental. También cabe notar la retirada del poder romano junto con la retirada del clima
mediterraneizado hacia el sur. Sin duda muchos factores desempeñaron un papel importante en
el auge y la caída del imperio romano. El clima es, ciertamente, uno de estos factores.
En el siglo I a.C una inusual clase de malaria afectó los distritos pantanosos de los
alrededores de Roma causando una gran epidemia en el año 79 d.C (poco después de la
erupción del Vesubio).
Una de las hipótesis es que la infección quedo circunscripta a Italia, pero causó estragos en
varias ciudades y muchas muertes en Campania, la zona de cultivos donde Roma se
proveía.
Se produjo una caída de la tasa de nacimientos de los romanos en un momento en que los
territorios conquistados aumentaban. Esto, sin duda, se debió a la malaria, pero también a
la disminución de la expectativa de vida a causa de las enfermedades mal curadas, que
debilitaban a la gente.
A fines del siglo I d.C. los hunos invadían las fronteras del Este. Con la llegada de los hunos
también se produjeron nuevas infecciones, que causaron una serie de epidemias conocidas
por los historiadores como “plagas”. A su vez, ellos mismos se encontraron con
enfermedades desconocidas.
Otra de las epidemias a considerar es la plaga de Antonino conocida también como plaga
del médico Galeno. La misma comenzó en el año 164 entre las tropas del segundo
emperador, Lucio Aurelio Vero situadas en el límite este del Imperio,causando estragos en
el ejército comandado por Ovidio Claudio, enviado a sofocar una rebelión en Siria. A su
vez, la infección acompañó a los legionarios en el camino de regreso y se expandió por los
territorios del recorrido llegando hasta la propia Roma dos años después. Con celeridad el
vasto territorio se vio infectado. La mortalidad fue considerable en todo el Imperio de tal
manera que los cadáveres debían ser sacados en carretas de las ciudades.
En este sentido, la plaga hizo estragos hasta el año 180; una de sus últimas víctimas fue, el
emperador Marco Aurelio, que murió en el séptimo día de la enfermedad, habiéndose
negado a ver a su hijo por temor a contagiarlo. indicaba a los que lo acompañaban: «¿Por
qué me lloráis y no pensáis más en la peste y en la muerte ante la que todos caeremos?»