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Da con alegría

Gloria Copeland
“Cada uno dé como había pensado y propuesto en su corazón: no con pesar o
con tristeza, o por obligación, porque Dios ama (Él se complace en premiar
sobre todas las cosas, y no está dispuesto a abandonar o despreciar) al dador
alegre (gozoso, ‘pronto para actuar’)… Y poderoso es Dios para hacer que
abunde en ustedes toda gracia (cada favor y bendición terrenal)”
(2 Corintios 9:7,8 AMP)

Algunos te dirán que necesitas “dar hasta que duela”. No lo creas. Dios no quiere regalos

entregados con sufrimiento. ¡Él quiere regalos ofrecidos con gozo! De hecho, ésas son las únicas

dádivas que a Él le agradan.

Es por eso mismo que Dios añadió Su promesa de abundancia a Su mandato de dar con alegría.

Ambos están conectados.

La llave que abre la tesorería de Dios es una ofrenda gozosa, llena de fe y regocijo. ¿Has visto

alguna vez un grupo de personas dando de esa manera? Yo lo he visto. Nunca lo olvidaré. Hace

algunos años estaba en una campaña cuando el tiempo de la ofrenda se convirtió en una

celebración sobrenatural y espontánea. Kenneth entonaba el canto llamado “Bread upon the water”

(Pan sobre el agua), y la gente danzaba por los pasillos mientras se acercaban a ofrendar. El gozo

en ese lugar fue maravilloso. Sanidades y milagros grandiosos sucedieron esa noche.

Pero lo que más me impresionó fue la forma alegre y entusiasta en que la gente trajo sus ofrendas a

Dios. La ofrenda no era extraída de ellos como cuando un dentista extrae una muela. La ofrecieron

alegremente.

El concepto de “dar hasta que duela” no proviene de Dios. Él prefiere que le des diez pesos con esa

clase de regocijo que veinte con dolor. En 2 Corintios 8:11-12 (NVI), el apóstol Pablo insta a la

iglesia de Corinto a dar con buena voluntad. Buena voluntad. ¡Eso es lo que Dios busca!

Si no has dado de esa manera en el pasado, toma la firme decisión de comenzar a hacerlo.

Arrepiéntete de las veces en que has dado de mala gana. Luego, pasa un tiempo especial en

oración con Dios y Su Palabra, para que la próxima vez que ofrendes, lo hagas con un corazón

dispuesto.

Olvídate del “dolor” de dar. Sé un dador alegre, gozoso y dispuesto. Créeme—¡tus

bendiciones abundarán!

Lectura bíblica: 2 Corintios 9:6-15

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