Professional Documents
Culture Documents
La Cruz Ortodoxa:
La más difundida en la Ortodoxia es la cruz de ocho brazos, que recibe también el nombre de
crucifijo. Sobre el eje central (vertical) se encuentran tres travesaños horizontales. El mediano es
grande, para las manos del Cristo crucificado. El travesaño horizontal superior recuerda la tablilla
con la inscripción “Jesús Nazareno, Rey de los Judíos”. Escrita en tres lenguas -griego, latín y
hebreo- fue colocada sobre la cruz de Cristo por orden de Pilato. Era costumbre romana escribir la
culpa del reo en estas tablillas. En la tradición ortodoxa, los pies de Cristo no están atravesados
por un solo clavo, como en la católica, sino con dos clavos: uno por cada pie. Como muestran las
investigaciones sobre la Sábana Santa de Turín, así era en realidad. El travesaño horizontal inferior
es para los pies del Crucificado. Uno de sus extremos está un poco alzado: muestra el cielo, hacia
el cual se dirigió el Buen Ladrón crucificado junto a Cristo. El otro extremo, en cambio, se dirige
hacia abajo: hacia el infierno, el lugar destinado al otro ladrón, que no se arrepintió.
Muchas veces, debajo de la cruz puede verse la imagen de una calavera: es la cabeza de Adán, el
cual, según la tradición, fue sepultado bajo el Gólgota, bajo el lugar donde fue crucificado Cristo.
En la hendidura de la roca, bajo la Cruz, cae sobre la cabeza de Adán una gota de la sangre de
Cristo. Se le devuelve así la vida a Adán: al hombre y a la humanidad.
Al lado de la cruz se representa muchas veces a la Virgen María y al discípulo amado por Cristo: el
apóstol Juan. Con frecuencia se incluyen también los instrumentos de la muerte de Cristo: la lanza
con la cual le atravesaron el costado, y la caña con la esponja en empapada vinagre que un
soldado romano le dio a Cristo.
El símbolo de la unión de lo terrestre con lo celeste se representa mediante la fusión de las dos
fuentes de luz que hay en el templo: la luz que se derrama desde lo alto (la parte inferior de la
cúpula) y la luz que viene de abajo, de las velas y lámparas, que simbolizan la oración de los
fieles.
En la acción que se lleva a cabo en el templo la luz desempeña la parte del dirigente:
precisamente, de la luz depende en gran parte cómo se percibe el espacio del templo y todo
cuanto lo llena y se realiza en él. Durante las celebraciones vespertinas, la luz se suele apagar,
dejando el templo en penumbra. Esto simboliza al mundo, inmerso en las tinieblas hasta la venida
de Cristo. Durante las celebraciones de la mañana, el sacerdote proclama: ¡Gloria a Ti, que nos
has mostrado la luz!, y se encienden los "panicadila" (grandes candelabros que cuelgan del techo),
se encienden las velas y el templo se llena de luz.
En cambio, para las grandes festividades, especialmente para la Pascua, el templo se inunda
de rayos de luz. La celebración de la Resurrección de Cristo se inicia el sábado, en plena
noche, en plena oscuridad. Precisamente a medianoche, los sacerdotes comienzan a cantar en el
santuario las alabanzas pascuales junto con los fieles. Se encienden las velas que lleva en la mano
cada uno de los presentes en la iglesia. Y así, de una vela a otra se pasa la llama viva, y el templo
se llena de cientos, de miles de llamas pequeñas que se funden en un río de fuego que no deja de
moverse, que gira en procesión en rededor de la iglesia. Resuena la voz del sacerdote: Cristos
voskries! ¡Cristo ha resucitado! y miles de voces responden con alegría: Voistinu voskries!
¡Verdaderamente ha resucitado! En la iglesia se encienden todos los candelabros, para que haya
la más luz posible. La Resurrección de Cristo la celebra la Iglesia como la victoria sobre la muerte,
sobre el mundo de las tinieblas y del pecado. La Pascua es una fiesta de luz.
El Sonido y El Templo:
El sonido es muy importante en el cosmos del templo. La acústica de los templos no suele ser igual
para todos. En los templos de madera, para reforzar las posibilidades acústicas, metían en los
muros recipientes y ánforas para aumentar el número de superficies esféricas que pudieran reflejar
el sonido. Por esto la voz, incluso la que no es muy fuerte, se oye bien aquí. El templo ortodoxo
está orientado para la voz humana, y orientado, como todo el universo, para el hombre.
El único instrumento musical del templo ortodoxo es la campana. Los Padres de la Iglesia preferían
la voz humana, por considerarla el instrumento más perfecto creado por Dios. Pero las campanas
perduraron. Al principio, su función era del todo secundaria: llamar a los fieles a la oración.
Las campanas, que parecen naturales para la tradición ortodoxa, proceden, en cambio, de
Occidente; mientras que el órgano, el inevitable instrumento de la celebración católica, fue llevado
a Europa desde Bizancio, donde se tocaba habitualmente en la corte del emperador.
Las campanas más grandes se usan pocas veces, sólo en momentos solemnes o trágicos.
En el campanario del templo ortodoxo cuelgan diferentes campanas de distintas medidas. En
la ortodoxia existe la tradición de anunciar mediante la polifonía de las campanas, cuando el
campanero pone en movimiento una decena de campanas y cada una de ellas suena por
separado, pero los sonidos se basan en una única armonía de alegre júbilo.
En la celebración ortodoxa no puede faltar el coro. El canto en la Iglesia Ortodoxa no tiene
acompañamiento instrumental, tal como la Iglesia Católica lo tenía en la época primitiva. El canto
del coro, unánime, dominante en la tradición rusa ortodoxa hasta finales del siglo XVII, es, en cierto
sentido, una escuela espiritual para el hombre, que somete su voz al sonido del coro. Así el hombre
aprendía la armónica coordinación de su mundo espiritual con el de las demás personas y, en
definitiva, con todo el universo, creado por Dios de acuerdo con las reglas de la armonía.
La parte musical de la celebración, como todas las demás, no tiene sólo un significado estético,
sino también un sentido profundo que ayuda a comprender con más intensidad la esencia de la fe
ortodoxa. Aquí las palabras y la melodia se unen mutuamente de forma muy estrecha, por ello los
Padres de la Iglesia enseñaban: “Que tu voz cante, y que tu mente reflexione diligentemente sobre
el canto”. El contenido de los cantos eclesiales tendría que ajustarse por completo a la dogmatica,
a los fundamentos de la fe. Muchos cantos desempeñan el mismo papel que las pinturas del
templo: explican, enseñan la verdad de la Ortodoxia.