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Procesos
atribucionales:
unaaplicación
enla intervención
familiar
JOSÉLUIS MARTORELL
INTRODUCCIÓN
Las teorías de la atribución se ocupan de las interpretaciones que hace el hombre común tanto de
su conducta como de las conductas de otros. De un modo general, una atribución puede tomar una de
las dos siguientes formas: 1) una inferencia de la causa del resultado de un acción, 2) una inferencia
sobre características de personalidad o disposicionales que posee uno mismo u otro. Los antecedentes
de las teorías atribucionales se encuentran en las investigaciones sobre percepción interpersonal
(Dymon, 1949, 1950; Estes, 1938; Vernon, 1933) y en la teoría de los constructos personales de Kelly
(1955) si bien estos estudios, como señalan Grzib y Briales (1996) tienen sus características propias.
En general, aunque no hay una unificación en las teorías de la atribución, los autores que se han ocupado
de estas teorías (Heider, 1958; Jones y Davis, 1965; Kelley, 1967; Weiner, 1972, 1982,1985,1986) coin-
ciden en señalar que las atribuciones se hacen con el propósito de lograr que el mundo social sea pre-
decible y controlable, y que el modo específico en el intento de alcanzar este objetivo consiste en la
atribución de causas. Desde el punto de vista de la aplicación que aquí se va a proponer, es interesante
resaltar las prennsas sobre las que se apoyan estas teorías (Palmero, 1997):
1) Un individuo intenta averiguar las causas de su conducta y las de la conducta de los otros.
2) La atribución de causas a una conducta no es al azar, sino que sigue unas reglas.
3) Las causas atribuidas a una conducta pueden desencadenar otras conductas.
Quizá la teoría de más impacto en el área sea la de Weiner (ops. cit.), quien propone que las di-
mensiones básicas en las que se sustenta la atribución de causas incluyen la intemalidad (el lugar de
control, causas internas vs. causas externas), la estabilidad (el grado en que las causas son constantes
o fluctúan en el tiempo) y la controlabilidad (referida a la percepción de la controlabilidad de las causas).
Posteriormente, Weiner (1985,1986) apunta la posibilidad de una cuarta dimensión, la globabilidad (el
grado en que la causa afecta a un número grande de situaciones o está circunscrita). En el terreno de
las aplicaciones clínicas, las teorías de la atribución pueden ser consideradas desde dos puntos de vista.
En primer lugar, desde el punto de vista del concepto general de atribución puede considerarse que el
trabajo sobre las atribuciones que las personas hacen (tanto en lo que se refiere a las causas de lo que
acontece, como a las atribuciones disposicionales o de modos de ser de uno mismo o de los otros) ha
estado presente, con diferentes grados de focalización explícita, en la mayoría de acercamientos tera-
péuticos. En s~gundo lugar, la incorporación explícita de terapia sobre las atribuciones se ha dado de
dos modos: como parte de tratamientos más amplios (Beck, Rush, Shaw y Emery, 1979; Ellis y Grieger,
1977) o específicamente centradas en esta cuestión (Brehm, 1976). En este último caso, los trabajos
de investigación se han centrado en los enfoques cognitivos y han seguido dos grandes líneas (Metalsky,
Laird, Heck y Joiner, 1995): a) los trabajos sobre misattribution, basados en una reformulación atri-
bucional (Ross, Rodin y Zimbardo, 1969; Storms y Nisbett, 1970) de la teoría de la emoción de Scha-
chter y Singer (1962), cuyo objetivo es el cambio de la atribución causal que la persona hace sobre sus
propios estados fisiológicos internos; b) la terapia de reatribución, basada originalmente en la teoría
de Bandura (1977, 1982) sobre auto-eficacia, en los análisis dI"Weiner (ops.cit) sobre el motivo de logro
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Dentro del ámbito de la intervención familiar, el estudio que presentamos propone la hipótesis
de que la percepción del conflicto por parte de las personas implicadas en él es un elemento determinante
de la existencia, duración, extensión y, en su caso, evolución del propio conflicto. Se realizó sobre fa-
milias que demandaron atención terapéutica, siendo esta circunstancia, su propia demanda, lo que per-
mitía suponer la existencia de un conflicto percibido al menos por algún miembro de la familia. Aunque
el estudio que presentamos es parte de una investigación más amplia (Martorell, 1988, 1994, 1998a)
que incluye la relación entre interacción y percepción, aquí nos vamos a centrar exclusivamente en los
procesos de atribución, tanto en lo referente a las atribuciones causales (las explicaciones de los fami-
liares de la causa del conflicto) como a las atribuciones disposicionales (la atribución de carácterísticas
de personalidad o de modos de ser que hacen los propios familiares a sí mismos o a otros) que aparecen
cuando la familia lleva su conflicto a la terapia.
Método
Sujetos
El estudio se realizó sobre 15 familias que habían demandado asistencia psicológica, en su primera
sesión de terapia. El número de sujetos que componen estas familias (teniendo en cuenta sólo a padres
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e hijos) es de 66, con un mínimo de 3 familiares y un máximo de 6, siendo la media de 4,4 (DT= 0,8).
Esto supone que en todas las familias había hijos, con un mínimo de 1 y un máximo de 4, siendo la
media de 2,4 (DT= 0,8).
El número de familiares que asistieron a la sesión de terapia fue de 53 (80,30%), el mínimo de
asistentes por familia fue 2 y el máximo 5, siendo la media de asistentes por familia 3,53 (DT= 0,88).
De los 30 padres asistieron 27 (90%), en 12 familias asistieron ambos y en 3 familias asistió uno sólo.
De los 36 hijos asistieron 26 (72,22%), la media de hijos asistentes a la sesión fue de 1,73 (DT= 0,67)
con un mínimo de O (esto sucedió en una sola familia) y un máximo de 4.
La media de edad de los padres fue de 44,2 años (DT= 6,57) siendo el menor de 26 años y el mayor
de 52. La media de edad de las madres fue de 39,4 años (DT= 7,88) siendo la menor de 28 años y la
mayor de 52. La media de edad de los hijos fue de 14,75 años (DT= 5,12), siendo el menor de 3 años
y el mayor de 25. La media de edad de los hijos que asistieron a la sesión fue de 15,30 años (DT=4,80),
siendo el menor de 8 años y el mayor de 25. La media de edad de los hijos que no asistieron a la sesión
fue de 13,3 (DT= 5,62), siendo el menor de 3 y el mayor de 22.
De los 36 hijos, 22 son mujeres (61,1%) Y 14 son varones (38,9%). De los 10 hijos que no asisten
6 son mujeres y 4 son varones.
Las ocupaciones laborales de los padres eran: empleados (6) profesionales libres (3), oficios ma-
nuales (3), industriales (2), funcionario (1). Las ocupaciones de las madres eran: amas de casa (10),
empleadas (3), funcionario (1) y oficio manual (1). Todos los hijos con edad igual o inferior a los 18
años estaban escolarizados. De los 9 hijos mayores de 19 años, 4 realizaban estudios superiores y 5
tenían estudios medios (2 trabajaban, 2 estaban en el paro y 1 estaba realizando el servicio militar).
El motivo, tal como lo expresó el familiar que realizó la demanda, de la demanda de terapia fue
en 12 familias de problemas de comportamiento de uno de sus miembros que afectaban a la convivencia.
En estas 12 familias, ese motivo principal se dio junto con reacciones depresivas (4 familias), pro-
blemas escolares (3), inmadurez (1) y sexualdad precoz (1). Las otras tres familias alegaron problemas
de drogadicción (1), tics (1) y desavenencias conyugales (1).
Material
El material consistió en 15 cintas de vídeo con las grabaciones de la primera sesión de otras tantas
familias. Las cintas fueron grabadas todas ellas en el mismo centro, dedicado exclusivamente a la orien-
tación y terapia familiar (<<Stirpe».Madrid). En este centro se graban en vídeo la mayoría de las sesiones
de terapia. La selección de las cintas fue realizada por un miembro del centro ajeno a esta investigación,
con la única restricción de que fueran primeras sesiones y que se descartasen aquellas cintas que tuvieran
problemas de reproducción, tanto en la imagen como en el sonido.
La duración de las grabaciones varió entre los 62 minutos de la más corta y los 103 minutos de
la más larga, con una duración media de 78,41 minutos (DT= 11,80).
Las condiciones de grabación de las cintas fueron las siguientes: previamente a la realización de
la primera sesión, un miembro de la familia era informado de que aquella sería grabada en video, re-
quiriéndole para que informase de esta circunstancia al resto de la familia y que comunicasen su con-
formidad o no. Si la familia daba su conformidad la sesión era grabada situando la cámara detrás de
un espejo unidireccional, de tal modo que no estaba a la vista en la sala de terapia.
Variables observadas
Las variables observadas fueron las atribuciones causales y las atribuciones de modos de ser. Es-
pecíficamente, se consideró una atribución causal las explicaciones causales de lo que está sucediendo
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Variables controladas
Las variables controladas fueron: A) el modelo de intervención y formación del equipo terapéutico.
Todas las sesiones fueron realizadas por el mismo equipo, que caracteriza su modelo como sistémico.
Las sesiones fueron realizadas con anterioridad a la investigación y sin ningún conocimiento de esta
por parte del equipo terapéutico. B) El comienzo de la terapia. Se utilizaron exclusivamente primeras
sesiones con el fin de garantizar en lo posible la no mediación de la intervención terapéutica. Este es
un criterio muy restrictivo puesto que no hay por qué suponer que toda la información relevante referente
a los procesos atribucionales tenga que aparecer en una primera sesión. C) La consideración de paciente
designado. Siendo este un concepto importante en la terapia de familia, se mantuvo esta consideración
exclusivamente con la información que proporcionó la familia tal como era percibida por el equipo te-
rapéutico. D) Entrenamiento de los observadores Se formaron 7 parejas de observadores, una para cada
una de las categorías. Se contó, por lo tanto, con 14 observadores diferentes. Los observadores fueron
entrenados tanto en el manejo del marco conceptual en el que se inscribe el sistema de categorías como
en la identificación de la categoría específica que cada uno de ellos iba a observar. El entrenamiento
se llevó a cabo con explicaciones y discusiones teóricas y con el uso de materiales tales como textos
que ejemplificaban interacciones en la terapia, trascripciones de fragmentos de sesiones y, fundamen-
talmente, vídeos de primeras sesiones de terapia de familia distintos de los utilizados en nuestro estudio.
El entrenamiento y la evaluación de la competencia de los jueces fue llevado a cabo por un terapeuta
con más de quince años de experiencia en terapia, con la categoría de Supervisor Docente por la FEATF
(Federación Española de Asociaciones de Terapia de Familia), autor de este artículo.
Procedimiento
Una vez concluido el período de entrenamiento, a los observadores se les entregaban 15 fichas
cada una de ellas con información referente a una de las familias que iban a observar. Con el fin de
controlar la posible influencia que, la ordenación de la información y las hipotetizaciones que el equipo
terapéutico tuviera sobre los observadores, a éstos se les facilitaba información exclusivamente sobre
los motivos aducidos por la familia para demandar terapia, sobre quiénes constituían la familia, sobre
quién se presentaba y quién no a la sesión y, si se conocía previamente, la razón por la que los ausentes
no acudían. Los observadores trabajaban directamente sobre las cintas de video. Para ello, disponían
de una sala preparada para tal [m. Podían parar, rebobinar y volver a visionar la cinta a su discreción,
y anotaban por escrito sus observaciones de acuerdo a las condiciones que cada categoría requería. Cada
uno de los componentes de cada pareja de observadores visionaba la cinta por separado. Después de
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completar la observación, ambos observadores se reunían para discutir aquellos puntos donde hUbiera
una diferencia parcial. Es decir, si una identificación había sido realizada por un observador y por otro
no, no se discutía y quedaba computada como desacuerdo. Por el contrario, si había un acuerdo parcial
en una identificación se discutían las diferencias viendo si era posible llegar a un acuerdo o no. Así,
de cada categoría quedan computados tanto los acuerdos completos entre observadores, que son los que
se considerarán identificaciones, como los desacuerdos. Todo este proceso de recogida de datos resultó
muy laborioso por la combinación del número de categorías (en la investigación original se manejaron
7 categorías aunque aquí se presentan sólo los datos de 2) empleado, el número de observadores re-
querido, el número de familias observadas y la cantidad de interacciones entre una media de casi 6 par-
ticipantes por sesión (3,53 familiares más 2 terapeutas). De hecho, el tiempo que llevó este proceso fue
de cuatro años.
Resultados
Atribuciones causales
Identificación de atribuciones causales
Dado que la atribución causal, siguiendo a Laing, es el intento de evitación o control de un conflicto
por medio de una interpretación plausible'pero falsa de la realidad, es interesante saber de quién parten
las atribuciones causales, sobre todo teniendo en cuenta que al tratarse de familias en terapia no es arries-
gado suponer que las atribuciones causales ya han tomado carta de naturaleza en la construcción que
la familia hace de la realidad. El número de atribuciones causales que emiten los diferentes familiares
queda reflejado en la Tabla 1 (a partir de aquí se utilizaran las siguientes siglas para referirse a los dis-
tintos familiares: M, madre; P, padre; PD, paciente designado; H, hermanos):
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Se utilizó Ji2 para determinar la significación de las diferencias entre el número de atribuciones
causales que emite cada familiar. Resultó una distribución no homogénea (Ji2=46,60 ; gl= 3 ; p<O,OO1),
siendo la tendencia a una mayor emisión de atribuciones causales por parte de la madre, luego del padre
y finalmente del PO y los hermanos. Contemplando solamente las atribuciones causales emitidas por
la triada que forman el padre, la madre y el PO, también resultó una distribución no homogénea (Ji2=
22,95 ; gl= 2 ; p<O,OOI),con la misma tendencia que la indicada anteriormente. Atendiendo a los di-
ferentes pares que se pueden formar dentro de esta triada, todas las distribuciones resultantes resultaron
no homogéneas: entre la madre y el padre (Ji2= 6,33 ;gl= 1 ; p<O,02), con una tendencia a emitir más
atribuciones causales por parte de la madre; entre la madre y el PO (Ji2= 21,35 ; gl= 1 ; p<O,OOI),con
una tendencia a emitir más atribuciones causales por parte de la madre; y entre el padre y el PO (Ji2=
5,53 ; gl= 1 ; p<0,OO2).
Como se ve el grueso de las atribuciones causales corresponde a los padres. Entre ambos emiten
el 86,35% de ellas. La participación del PO en esta categoría es muy pequeña y la participación de los
hermanos es irrelevante.
Oentro del subsistema conyugal es la madre, como se acaba de ver, la que emite más atribuciones
causales, sobrepasando la mitad del total de atribuciones causales emitidas por cualquier familiar. Las
atribuciones causales están en el centro de la narrativa familiar. En torno a ellas se construye la historia
del problema que en no pocas ocasiones coincide con la historia de la familia. Nuestros datos parecen
sugerir que los padres, y en particular la madre, son los encargados de construir esta historia, de llevar
adelante la narración dominante de la familia.
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Sólo en dos ocasiones se dieron rechazos a las atribuciones causales. Es decir, un familiar diferente
del emisor explicitó su desacuerdo con la explicación que se estaba dando. Esto no indica necesaria-
mente el acuerdo con las otras 64 intervenciones, pero recordemos que un índice de equilibrio es la ca-
pacidad de rechazo de los intentos de atribución causal. En un proceso de cambio se puede considerar
un signo positivo la aparición de rechazos (aun sin éxito) a las atribuciones causales imperantes. En
nuestro caso aparecen sólo en dos ocasiones, lo que es coherente con una primera sesión, en el sentido
de que en ella se puede suponer el problema lejos de su resolución.
La relación de los rechazos en estas dos familias con otros elementos de la información disponible
nos indicará SItienen la potencialidad de cambio que se acaba de comentar o si son confrontaciones
entre intentos opuestos de mistificar.
La identificación de una atribución de modo de ser supone señalar un adjetivo calificativo, o frase
que funcione como tal, que un familiar aplica a otro o a sí mismo. Los observadores tienen que señalar
el contenido, el momento de emisión, el familiar emisor y el destinatario. Los observadores señalaban,
también, si la atribución era rechazada explícitamente por el destinatario o por otro familiar.
Se identificaron 121 intervenciones, acordadas en cuanto al momento de emisión, la atribución
específica, el emisor y el destinatario (M= 8,06 ; DT= 4,382 ; max= 16 ; min= 1).El control de fiabilidad
fue establecido por medio del índice de porcentaje de acuerdo, con un resultado de 93,07%.
La diferencia en la cantidad de atribuciones entre una familia y otra debe ser interpretada con cau-
tela. En principio, una mayor cantidad de atribuciones indican una mayor necesidad de definir en algún
sentido concreto a la o las personas destinatarias de las atribuciones. Ahora bien, dado que nos movemos
en el contexto de una primera sesión, no es descartable que las familias con un menor número de atri-
buciones identificadas en esta sesión expresasen un número mayor en sesiones sucesivas.
Por otra parte, aún una única atribución identificada puede estar informándonos sobre un elemento
importante en una familia determinada.
Dado que las atribuciones defmen o tratan de definir a las personas, se puede intentar un primer
acercamiento a la función de las atribuciones viendo con qué signo tratan de definir a los destinatarios.
Se ha utilizado el criterio más simple posible, pero que al mismo tiempo nos parece más revelador: dis-
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El número de atribuciones que emite cada familiar (emisor) a cada uno de los miembros de su
familia (destinatario), incluyendo las autoatribuciones, se muestra en la Tabla 3.
DESTINO
EMISOR
PADRE MADRE PD HERM. TOTAL
PADRE 5 3 36 2 46
MADRE 7 6 38 3 54
PD 1 O 4 3 8
HERM. 2 O 10 1 13
TOTAL 15 9 88 9 121
Tabla 3. Emisores y destinatarios de las atribuciones
En lo referente a los emisores, destaca en el cuadro anterior el papel del subsistema conyugal, es
decir, la intervención de los padres como emisores de las atribuciones. Entre ambos emiten 100 de 121
totales, quedando el resto para PD y hermanos; agrupando así a los familiares (padres vs. PD + her-
manos), resulta esta una distribución no homogénea (Ji2= 51,57 ; gl= 1 ; p<ü,OOl), inclinada hacia el
lado de los ~adres. Estos, por su parte, presentan una distribución homogénea en la emisión de atri-
buciones (Ji =0,64 ; gl= 1 ; n.s.). Cuandoel padre actúa como emisor de atribucionestiende a elegir
al PD como destinatario de estas, incluso si agrupamos a los familiares distintos del PD esta falta de
homogeneidad se mantiene (Ji2= 17,04 ; gl= 1 ; p<ü,OOI). Del mismo modo, la madre en cuanto que
emisora de atribuciones tiende a elegir al PD como destinatario e igualmente incluso si agrupamos a
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Atribuciones sobre el PD
El PO, como ya se ha señalado, recibe 88 de las 121 atribuciones totales, el 72,72%, siendo el
familiar que recibe, con una diferencia significativa, más atribuciones. El signo de las atribuciones que
recibe es el siguiente (Tabla 4, contabilizando las atribuciones de otros más las autoatribuciones):
Es interesante hacer constar que las 13 atribuciones positivas que recibe el PO, 6 son emitidas
después de la petición expresa de los terapeutas, con una intervención específica que básicamente
tomaba la siguiente forma: "concretamente, qué le gusta a usted de su hijo". Los terapeutas uti-
lizaron esta intervención en 13 de las 15 familias estudiadas y obtuvieron respuestas que suponían
una atribución positiva únicamente en 3 de esas 13 familias (con un total de las 6 atribuciones
señaladas). El fracaso en responder podía consistir en el silencio, pero más frecuentemente en res-
puestas del tipo "me gusta todo", "antes era un niño ideal", "si quisiera podría ser estupendo", o
bien, contestar directamente con una atribución negativa. Utilizando la terminología del AT, la au-
sencia de caricias positivas para el PO y, probablemente, para la familia como sistema, resultó ser
una característica de esta primera sesión.
En cuanto al signo de las atribuciones que cada familiar emite sobre el PD, los datos son los re-
flejados en la Tabla 5.
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Autoatribuciones
Se ha asumido que las atribuciones tienen una influencia grande en la interacción familiar. Esta
asunción implica un contexto de poder que lleva al destinatario de la atribución a hacerla propia o, al
menos, a ser confundido por ella. Por ello, en la medida en que el poder en la familia pueda ser retado,
no es descartable el rechazo de la atribución. Sin embargo, en el caso de las autoatribuciones parece
lícito considerar que la persona ya ajusta su percepción y su comportamiento al contenido de ella. Tam-
bién hay que considerar la cuestión de que al expresar una autoatribución esta lleva la connotación de
mensaje a los otros familiares para ser percibido a través de ella. El número de autoatribuciones y el
signo que cada familiar se aplica quedan reflejadas en la Tabla 8
El número total de autoatribuciones es de 16,lo que supone sólo eI13,22% de todas las atribuciones
identificadas. Esto parecería implicar que, en general, es preferida la atribución sobre otro que la autoa-
tribución para incidir en este aspecto de la interacción familiar. Sin embargo, la comparación entre algunos
datos parecen matizar esta aseveración. En el caso del PD emite tantas atribuciones a otros (4) como au-
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toatribuciones (4), si bien el dato más relevante, como se señaló, es el escaso número de ambas frente
a las que recibe de otros (84). Aun siendo un número muy pequeño el de las autoatribuciones como para
sacar conclusiones, se puede señalar que tampoco en este terreno el PD escapa a la tendencia a vivir entre
atribuciones negativas.Por su parte, en el caso de los padres, resulta interesante la comparación entre las
que reciben de otros y las autoatribuciones. La suma de ambas indicarían las veces que su modo de ser
es señalado y calificado. En este sentido, el primer dato es que este señalamiento sucede pocas veces (15
veces en el caso de P y 9 veces en el de M) en comparación con las que recibe PD (88, de otros + auto).
Sin embargo, en el caso de los padres el peso de las autoatribuciones es mayor: 1/3 de las de P son au-
toatribuciones y 2/3 de las de M. Esto hace que en el caso de M la mayor parte de las veces que se señala
su modo de ser lo haga ella misma, abundando en la idea de que se hurta a las atribuciones de los otros.
En cuanto al signo, es interesante el hecho de que Putilice autoatribuciones negativas (4 de 5) y M utilice
exclusivamente positivas. P utiliza las negativas como excusa de sus posibles errores de comportamiento,
y M utiliza las positivas como refuerzos de su visión de la realidad.
Discusión
Un primer dato a señalar es el del número de identificaciones. En todas las familias se identificaron
atribuciones de modos de ser y en 14 de las 15 atribuciones causales. Ya se ha señalado que se ha uti-
lizado un criterio muy restrictivo en cuanto al lapso temporal de análisis -la primera sesión- pero incluso
con esa restricción las familias aportan información con respecto a estas dos categorías. Su vinculación
con el conflicto para cada familia concreta no ha sido desarrollada aquí, aunque quedó establecida en
otro lugar (Martorell, 1998a).
Tanto en lo que se refiere a las atribuciones causales como a las atribuciones de modos de ser los
datos globales dibujan un cierto pérfil de estas familias que consistiría en una mayoritaria intervención
en el terreno de las atribuciones por parte de los padres, y dentro del subsistema parental, una prepon-
derancia de las intervenciones de la madre. En la medida en que estas atribuciones vayan ligadas a ele-
mentos de poder determinarán la percepción del conflicto en la familia y, por tanto, segmentos impor-
tantes de la interacción en tomo a dicho conflicto.
En lo referente a las atribuciones causales, es de destacar también el hecho de que su contenido tienda
a excluir de la responsabilidad del conflicto a quien la emite. En la medida en que estos datos se puedan
generalizar, acercan a la percepción del conflicto como algo amenazador de lo que se responsabiliza a
otro, lo que nos acerca al tema de la función de las atribuciones causales en este contexto. Yase ha señalado
cuando se presentó el concepto de atribución su afinidad, en el contexto de un conflicto familiar, con el
de mistificación (Laing, 1965). Para decidir si una atribución puede considerarse una mistificación hay
que analizarla en el contexto de un conflicto concreto. De hecho, serán los análisis individualizados de
cada familia los que decidan el carácter mistificador de una determinada explicación. Sin embargo, cree-
mos que los datos que hemos presentado aquí nos permiten una primera aproximación. Al analizar los
tipos de contenidos de las explicaciones que los familiares aportan sobre la situación que viven acabamos
de comentar que, con las excepciones no contradictorias que se señalaron, todos ellos atribuyen a otro
distinto del emisor, a lo heredado o a lo externo la causa de los comportamientos, sucesos y, en defmitiva,
problemas que la familia padece. No se ha identificado una sola explicación que implique al emisor como
corresponsable activo en los problemas de la familia (una vez el PD se considera culpable, no correspon-
sable). Esto encaja perfectamente con el tipo de explicación específica que es la mistificación: es una na-
rración puntuada, trata de evitar un conflicto, elude la propia responsabilidad, intenta forzar la realidad
de la familia unilateralmente y, como consecuencia, crea confusión sobre lo que realmente está pasando.
El hecho, decisivo, de que el emisor no se implique en la responsabilidad de los sucesos no debe
hacer pensar que el contenido de su explicación sea rechazable en bloque. La mistificación lo espor
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RESUMEN
ABSTRACT
This artide presents the attribution theories in order to use them as a theoretical fra-
me to understand and to intervene within the family conflict. A research was undertaken
in order to study causal and dispositional attributions in 15 families under therapy.
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