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Procesos atribucionales: una aplicación en la intervención familiar

Article · November 1999

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José Luis Martorell


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Procesos
atribucionales:
unaaplicación
enla intervención
familiar
JOSÉLUIS MARTORELL

INTRODUCCIÓN

Las teorías de la atribución se ocupan de las interpretaciones que hace el hombre común tanto de
su conducta como de las conductas de otros. De un modo general, una atribución puede tomar una de
las dos siguientes formas: 1) una inferencia de la causa del resultado de un acción, 2) una inferencia
sobre características de personalidad o disposicionales que posee uno mismo u otro. Los antecedentes
de las teorías atribucionales se encuentran en las investigaciones sobre percepción interpersonal
(Dymon, 1949, 1950; Estes, 1938; Vernon, 1933) y en la teoría de los constructos personales de Kelly
(1955) si bien estos estudios, como señalan Grzib y Briales (1996) tienen sus características propias.
En general, aunque no hay una unificación en las teorías de la atribución, los autores que se han ocupado
de estas teorías (Heider, 1958; Jones y Davis, 1965; Kelley, 1967; Weiner, 1972, 1982,1985,1986) coin-
ciden en señalar que las atribuciones se hacen con el propósito de lograr que el mundo social sea pre-
decible y controlable, y que el modo específico en el intento de alcanzar este objetivo consiste en la
atribución de causas. Desde el punto de vista de la aplicación que aquí se va a proponer, es interesante
resaltar las prennsas sobre las que se apoyan estas teorías (Palmero, 1997):
1) Un individuo intenta averiguar las causas de su conducta y las de la conducta de los otros.
2) La atribución de causas a una conducta no es al azar, sino que sigue unas reglas.
3) Las causas atribuidas a una conducta pueden desencadenar otras conductas.
Quizá la teoría de más impacto en el área sea la de Weiner (ops. cit.), quien propone que las di-
mensiones básicas en las que se sustenta la atribución de causas incluyen la intemalidad (el lugar de
control, causas internas vs. causas externas), la estabilidad (el grado en que las causas son constantes
o fluctúan en el tiempo) y la controlabilidad (referida a la percepción de la controlabilidad de las causas).
Posteriormente, Weiner (1985,1986) apunta la posibilidad de una cuarta dimensión, la globabilidad (el
grado en que la causa afecta a un número grande de situaciones o está circunscrita). En el terreno de
las aplicaciones clínicas, las teorías de la atribución pueden ser consideradas desde dos puntos de vista.
En primer lugar, desde el punto de vista del concepto general de atribución puede considerarse que el
trabajo sobre las atribuciones que las personas hacen (tanto en lo que se refiere a las causas de lo que
acontece, como a las atribuciones disposicionales o de modos de ser de uno mismo o de los otros) ha
estado presente, con diferentes grados de focalización explícita, en la mayoría de acercamientos tera-
péuticos. En s~gundo lugar, la incorporación explícita de terapia sobre las atribuciones se ha dado de
dos modos: como parte de tratamientos más amplios (Beck, Rush, Shaw y Emery, 1979; Ellis y Grieger,
1977) o específicamente centradas en esta cuestión (Brehm, 1976). En este último caso, los trabajos
de investigación se han centrado en los enfoques cognitivos y han seguido dos grandes líneas (Metalsky,
Laird, Heck y Joiner, 1995): a) los trabajos sobre misattribution, basados en una reformulación atri-
bucional (Ross, Rodin y Zimbardo, 1969; Storms y Nisbett, 1970) de la teoría de la emoción de Scha-
chter y Singer (1962), cuyo objetivo es el cambio de la atribución causal que la persona hace sobre sus
propios estados fisiológicos internos; b) la terapia de reatribución, basada originalmente en la teoría
de Bandura (1977, 1982) sobre auto-eficacia, en los análisis dI"Weiner (ops.cit) sobre el motivo de logro

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de Bandura (1977, 1982) sobre auto-eficacia, en los análisis de Weiner (ops.cit.) sobre el motivo de logro
y en el trabajo de Kelley (1967) sobre el proceso atribucional en psicología social, siendo el objetivo
de esta terapia la modificación de las atribuciones causales que la persona hace tanto de su compor-
tamiento y el de otros, como de los acontecimientos que suceden en su vida. Desde presupuestos di-
ferentes, pero igualmente interesado en los procesos atribucionales y, en este caso, su relación con el
conflicto familiar destacamos a Laing por los puntos de contacto con las propuestas que haremos pos-
teriormente. Este autor centró una buena parte de su teorización sobre la familia en el concepto de mis-
tificación (Laing, 1961, 1965, 1967, 1969; Laing y Esterson, 1964; Laing, Phillipson y Lee, 1966), con-
cepto que, de un modo amplio, incluye las atribuciones sobre procesos, experiencias, comportamientos
y modos de ser de los miembros de la familia y los vincula a los conflictos y síntomas que la familia
y sus miembros representan.
En el campo específico de la intervención familiar quizá se pueda afirmar con mayor seguridad
que en el terreno genérico de la terapia que el trabajo sobre los procesos atribucionales ocupa un lugar
importante: la atribución de la causa de los conflictos a los comportamientos o modos de ser de dife-
rentes familiares. La importancia dada a la definición del problema en la escuela interaccional (Watz-
lawick, Beavin y Jackson, 1967), determinados contenidos en la petición de información desde el man-
tenimiento de la circularidad y determinadas intervenciones paradójicas de la escuela de Milán (Sel-
vini-Palazzoli, Boscolo, Cecchin y Prata, 1980), un buen número de las técnicas que propone De Shazer
(1982) o los desafíos o las matrices de identidad de la escuela estructural (Minuchin, 1974), muestran
cómo los procesos atribucionales han sido tenidos en cuenta por los principales enfoques de terapia fa-
miliar. Si bien, derivado de lo que acabamos de comentar, es muy posible que la mayoría de los te-
rapeutas familiares tengan incorporado a su arsenal de técnicas de intervención algunas que específi-
camente aborden los procesos atribucionales (ver, por ejemplo, Ríos, 1994), esto no implica necesa-
riamente que asuman explícitamente alguna teoría de la atribución. Por esta razón, la ubicuidad prag-
mática y la, en general, "transversalidad" conceptual con que los procesos atribucionales como tales
son tenidos en cuenta en el área de la intervención familiar, pensamos que pudiera resultar de interés
un análisis específico de las atribuciones que se dan en la familia en relación con el conflicto dentro
del contexto de la intervención familiar.

Una aplicación en la intervención familiar

Dentro del ámbito de la intervención familiar, el estudio que presentamos propone la hipótesis
de que la percepción del conflicto por parte de las personas implicadas en él es un elemento determinante
de la existencia, duración, extensión y, en su caso, evolución del propio conflicto. Se realizó sobre fa-
milias que demandaron atención terapéutica, siendo esta circunstancia, su propia demanda, lo que per-
mitía suponer la existencia de un conflicto percibido al menos por algún miembro de la familia. Aunque
el estudio que presentamos es parte de una investigación más amplia (Martorell, 1988, 1994, 1998a)
que incluye la relación entre interacción y percepción, aquí nos vamos a centrar exclusivamente en los
procesos de atribución, tanto en lo referente a las atribuciones causales (las explicaciones de los fami-
liares de la causa del conflicto) como a las atribuciones disposicionales (la atribución de carácterísticas
de personalidad o de modos de ser que hacen los propios familiares a sí mismos o a otros) que aparecen
cuando la familia lleva su conflicto a la terapia.
Método
Sujetos

El estudio se realizó sobre 15 familias que habían demandado asistencia psicológica, en su primera
sesión de terapia. El número de sujetos que componen estas familias (teniendo en cuenta sólo a padres

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e hijos) es de 66, con un mínimo de 3 familiares y un máximo de 6, siendo la media de 4,4 (DT= 0,8).
Esto supone que en todas las familias había hijos, con un mínimo de 1 y un máximo de 4, siendo la
media de 2,4 (DT= 0,8).
El número de familiares que asistieron a la sesión de terapia fue de 53 (80,30%), el mínimo de
asistentes por familia fue 2 y el máximo 5, siendo la media de asistentes por familia 3,53 (DT= 0,88).
De los 30 padres asistieron 27 (90%), en 12 familias asistieron ambos y en 3 familias asistió uno sólo.
De los 36 hijos asistieron 26 (72,22%), la media de hijos asistentes a la sesión fue de 1,73 (DT= 0,67)
con un mínimo de O (esto sucedió en una sola familia) y un máximo de 4.
La media de edad de los padres fue de 44,2 años (DT= 6,57) siendo el menor de 26 años y el mayor
de 52. La media de edad de las madres fue de 39,4 años (DT= 7,88) siendo la menor de 28 años y la
mayor de 52. La media de edad de los hijos fue de 14,75 años (DT= 5,12), siendo el menor de 3 años
y el mayor de 25. La media de edad de los hijos que asistieron a la sesión fue de 15,30 años (DT=4,80),
siendo el menor de 8 años y el mayor de 25. La media de edad de los hijos que no asistieron a la sesión
fue de 13,3 (DT= 5,62), siendo el menor de 3 y el mayor de 22.
De los 36 hijos, 22 son mujeres (61,1%) Y 14 son varones (38,9%). De los 10 hijos que no asisten
6 son mujeres y 4 son varones.
Las ocupaciones laborales de los padres eran: empleados (6) profesionales libres (3), oficios ma-
nuales (3), industriales (2), funcionario (1). Las ocupaciones de las madres eran: amas de casa (10),
empleadas (3), funcionario (1) y oficio manual (1). Todos los hijos con edad igual o inferior a los 18
años estaban escolarizados. De los 9 hijos mayores de 19 años, 4 realizaban estudios superiores y 5
tenían estudios medios (2 trabajaban, 2 estaban en el paro y 1 estaba realizando el servicio militar).
El motivo, tal como lo expresó el familiar que realizó la demanda, de la demanda de terapia fue
en 12 familias de problemas de comportamiento de uno de sus miembros que afectaban a la convivencia.
En estas 12 familias, ese motivo principal se dio junto con reacciones depresivas (4 familias), pro-
blemas escolares (3), inmadurez (1) y sexualdad precoz (1). Las otras tres familias alegaron problemas
de drogadicción (1), tics (1) y desavenencias conyugales (1).

Material

El material consistió en 15 cintas de vídeo con las grabaciones de la primera sesión de otras tantas
familias. Las cintas fueron grabadas todas ellas en el mismo centro, dedicado exclusivamente a la orien-
tación y terapia familiar (<<Stirpe».Madrid). En este centro se graban en vídeo la mayoría de las sesiones
de terapia. La selección de las cintas fue realizada por un miembro del centro ajeno a esta investigación,
con la única restricción de que fueran primeras sesiones y que se descartasen aquellas cintas que tuvieran
problemas de reproducción, tanto en la imagen como en el sonido.
La duración de las grabaciones varió entre los 62 minutos de la más corta y los 103 minutos de
la más larga, con una duración media de 78,41 minutos (DT= 11,80).
Las condiciones de grabación de las cintas fueron las siguientes: previamente a la realización de
la primera sesión, un miembro de la familia era informado de que aquella sería grabada en video, re-
quiriéndole para que informase de esta circunstancia al resto de la familia y que comunicasen su con-
formidad o no. Si la familia daba su conformidad la sesión era grabada situando la cámara detrás de
un espejo unidireccional, de tal modo que no estaba a la vista en la sala de terapia.

Variables observadas

Las variables observadas fueron las atribuciones causales y las atribuciones de modos de ser. Es-
pecíficamente, se consideró una atribución causal las explicaciones causales de lo que está sucediendo

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o de lo que se hace. Ejemplos de lo anterior serían frases como "todo viene desde que empezó a juntarse
con amigas raras" o "un psiquiatra dijo que tiene algo genético, que tiene algo malo dentro". La iden-
tificación de una atribución causal suponía señalar el momento de emisión, el familiar emisor y el con-
tenido. Los observadores señalaban, también, si la intervención era rechazada (no aceptada) explíci-
tamente por otro familiar.
Se entiende por atribución de modo de ser, en este contexto, cualquier adjetivo que califique o
describa el modo de ser o de comportarse de uno mismo o de otro. A veces, las atribuciones pueden
aparecer en forma de frases que implican un adjetivo: "no se puede uno fiar de él", " no sabe comunicarse
con su familia". Ejemplos de atribuciones serían: ladino, torpe, nervioso, brillante, "listo para lo que
quiere" . La identificaciónde una atribuciónde modode ser suponeseñalarun adjetivo,o frase que fun-
cione como tal, que un familiar aplica a otro o a sí .mismo, el momento de la emisión, el familiar emisor
y el destinatario, así como si la atribución era explícitamente rechazada por el destinatario u otro familiar.

Variables controladas

Las variables controladas fueron: A) el modelo de intervención y formación del equipo terapéutico.
Todas las sesiones fueron realizadas por el mismo equipo, que caracteriza su modelo como sistémico.
Las sesiones fueron realizadas con anterioridad a la investigación y sin ningún conocimiento de esta
por parte del equipo terapéutico. B) El comienzo de la terapia. Se utilizaron exclusivamente primeras
sesiones con el fin de garantizar en lo posible la no mediación de la intervención terapéutica. Este es
un criterio muy restrictivo puesto que no hay por qué suponer que toda la información relevante referente
a los procesos atribucionales tenga que aparecer en una primera sesión. C) La consideración de paciente
designado. Siendo este un concepto importante en la terapia de familia, se mantuvo esta consideración
exclusivamente con la información que proporcionó la familia tal como era percibida por el equipo te-
rapéutico. D) Entrenamiento de los observadores Se formaron 7 parejas de observadores, una para cada
una de las categorías. Se contó, por lo tanto, con 14 observadores diferentes. Los observadores fueron
entrenados tanto en el manejo del marco conceptual en el que se inscribe el sistema de categorías como
en la identificación de la categoría específica que cada uno de ellos iba a observar. El entrenamiento
se llevó a cabo con explicaciones y discusiones teóricas y con el uso de materiales tales como textos
que ejemplificaban interacciones en la terapia, trascripciones de fragmentos de sesiones y, fundamen-
talmente, vídeos de primeras sesiones de terapia de familia distintos de los utilizados en nuestro estudio.
El entrenamiento y la evaluación de la competencia de los jueces fue llevado a cabo por un terapeuta
con más de quince años de experiencia en terapia, con la categoría de Supervisor Docente por la FEATF
(Federación Española de Asociaciones de Terapia de Familia), autor de este artículo.

Procedimiento

Una vez concluido el período de entrenamiento, a los observadores se les entregaban 15 fichas
cada una de ellas con información referente a una de las familias que iban a observar. Con el fin de
controlar la posible influencia que, la ordenación de la información y las hipotetizaciones que el equipo
terapéutico tuviera sobre los observadores, a éstos se les facilitaba información exclusivamente sobre
los motivos aducidos por la familia para demandar terapia, sobre quiénes constituían la familia, sobre
quién se presentaba y quién no a la sesión y, si se conocía previamente, la razón por la que los ausentes
no acudían. Los observadores trabajaban directamente sobre las cintas de video. Para ello, disponían
de una sala preparada para tal [m. Podían parar, rebobinar y volver a visionar la cinta a su discreción,
y anotaban por escrito sus observaciones de acuerdo a las condiciones que cada categoría requería. Cada
uno de los componentes de cada pareja de observadores visionaba la cinta por separado. Después de

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completar la observación, ambos observadores se reunían para discutir aquellos puntos donde hUbiera
una diferencia parcial. Es decir, si una identificación había sido realizada por un observador y por otro
no, no se discutía y quedaba computada como desacuerdo. Por el contrario, si había un acuerdo parcial
en una identificación se discutían las diferencias viendo si era posible llegar a un acuerdo o no. Así,
de cada categoría quedan computados tanto los acuerdos completos entre observadores, que son los que
se considerarán identificaciones, como los desacuerdos. Todo este proceso de recogida de datos resultó
muy laborioso por la combinación del número de categorías (en la investigación original se manejaron
7 categorías aunque aquí se presentan sólo los datos de 2) empleado, el número de observadores re-
querido, el número de familias observadas y la cantidad de interacciones entre una media de casi 6 par-
ticipantes por sesión (3,53 familiares más 2 terapeutas). De hecho, el tiempo que llevó este proceso fue
de cuatro años.

Resultados

Atribuciones causales
Identificación de atribuciones causales

En esta categoría, la identificación suponía señalar el momento, el familiar emisor y el contenido.


El contenido hace referencia a la explicación causal que desde el punto de vista de un familiar concreto
da cuenta de los síntomas o comportamientos que se señalan como problemáticos. Los observadores
señalaban, además, si la intervención era rechazada (no aceptada) explícitamente por otro familiar.
Se identificaron 66 intervenciones como atribuciones causales, con acuerdo en cuanto al momento,
el familiar emisor y el contenido (M= 4,4; DT= 2,720 ; max= 10 ; min= O).El control de fiabilidad,
establecido por medio del índice de porcentaje de acuerdos, dio un resultado de 91,66%.
En 14 de las 15 familias se identifican atribuciones causales. Obviamente, los análisis individua-
lizados cualitativos son de un gran interés pero el hecho de que en una primera sesión se obtengan iden-
tificaciones en 14 de las 15 familias indica que esta puede ser una categoría de análisis que permita
disponer de información desde el principio de la terapia De nuevo hay que remitirse al análisis indi-
vidualizado para ver el significado de una gran cantidad de atribuciones causales o de una única o nin-
guna atribución causal.

Familiar emisor de la atribución causal:

Dado que la atribución causal, siguiendo a Laing, es el intento de evitación o control de un conflicto
por medio de una interpretación plausible'pero falsa de la realidad, es interesante saber de quién parten
las atribuciones causales, sobre todo teniendo en cuenta que al tratarse de familias en terapia no es arries-
gado suponer que las atribuciones causales ya han tomado carta de naturaleza en la construcción que
la familia hace de la realidad. El número de atribuciones causales que emiten los diferentes familiares
queda reflejado en la Tabla 1 (a partir de aquí se utilizaran las siguientes siglas para referirse a los dis-
tintos familiares: M, madre; P, padre; PD, paciente designado; H, hermanos):

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Familiar Cantidad Porcentaje
Padre 19 28,78%
Madre 38 57,57%
PO 7 10,60%
Hermanos 2 3,03%
Tabla l. Atribuciones causales emitidas por familiar

Se utilizó Ji2 para determinar la significación de las diferencias entre el número de atribuciones
causales que emite cada familiar. Resultó una distribución no homogénea (Ji2=46,60 ; gl= 3 ; p<O,OO1),
siendo la tendencia a una mayor emisión de atribuciones causales por parte de la madre, luego del padre
y finalmente del PO y los hermanos. Contemplando solamente las atribuciones causales emitidas por
la triada que forman el padre, la madre y el PO, también resultó una distribución no homogénea (Ji2=
22,95 ; gl= 2 ; p<O,OOI),con la misma tendencia que la indicada anteriormente. Atendiendo a los di-
ferentes pares que se pueden formar dentro de esta triada, todas las distribuciones resultantes resultaron
no homogéneas: entre la madre y el padre (Ji2= 6,33 ;gl= 1 ; p<O,02), con una tendencia a emitir más
atribuciones causales por parte de la madre; entre la madre y el PO (Ji2= 21,35 ; gl= 1 ; p<O,OOI),con
una tendencia a emitir más atribuciones causales por parte de la madre; y entre el padre y el PO (Ji2=
5,53 ; gl= 1 ; p<0,OO2).
Como se ve el grueso de las atribuciones causales corresponde a los padres. Entre ambos emiten
el 86,35% de ellas. La participación del PO en esta categoría es muy pequeña y la participación de los
hermanos es irrelevante.
Oentro del subsistema conyugal es la madre, como se acaba de ver, la que emite más atribuciones
causales, sobrepasando la mitad del total de atribuciones causales emitidas por cualquier familiar. Las
atribuciones causales están en el centro de la narrativa familiar. En torno a ellas se construye la historia
del problema que en no pocas ocasiones coincide con la historia de la familia. Nuestros datos parecen
sugerir que los padres, y en particular la madre, son los encargados de construir esta historia, de llevar
adelante la narración dominante de la familia.

Contenido de las atribuciones causales

La intervención concreta que se utiliza para explicar un síntoma o un comportamiento determi-


nado, es decir, el contenido de la atribución causai, nos pone en contacto con la narrativa (a veces, con
las narrativas) de la familia. LQs contenidos de las atribuciones causales, descritos con detalle en otro
lugar (Martorell, 1998b) resultaron consistir mayoritariamente en la atribución a otro o a alguna ca-
rácterística de otro de lo que sucede (desde lo genético, el parecido a la familia del cónyuge, un rasgo
de carácter, el haber sido dejado de lado en las preferencias, hasta lo comportamental).
En algunos tipos de atribuciones se incluyen en la responsabilidad de lo que ocurre elementos o
factores externos a la familia: los amigos del hijo o, por ejemplo, presentar como causa de un com-
portamiento el hecho de que el hijo haya ido a la guardería quince años atrás.
Las excepciones a esta atribución a otros son negar el problema) y aceptar la culpa. En realidad,
negar el problema resultó ser un modo indirecto de atribuírselo a otro: otro está mal por creer que hay
un problema. En cuanto a la aceptación de culpa, aparece una vez y la expresa el PO. Específicamente,
lo que expresa el PO no es su responsabilidad en los acontecimientos, sino su culpa. Según Laing (1965)
el resultado de una relación mistificada es la confusión y la culpa; si como hemos visto el grueso de

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las atribuciones causales parten de los padres es de esperar que , en la medida en que se impongan,
causen culpa.
La madre y el padre utilizan casi todos los tipos de atribuciones causales, lo que es lógico al ser
ellos los que aportan la mayoría de ellas. Señalemos que el más utilizado por ambos es la atribución
del problema al comportamiento del PD; la madre utiliza este contenido en 14 ocasiones y el padre
en 5; las 2 únicas veces que aparecen los hermanos utilizan también este tipo.
Frente a las 57 atribuciones causales que emiten los padres el PD sólo emite 7. A pesar del número
pequeño (dato significativo en sí mismo, como se ha comentado más arriba), puede ser interesante se-
ñalar que 5 de las 7 veces que el PD intenta explicar lo que sucede señala una carencia sentida en tér-
minos de preferencia por otros-rechazo en el trato con los padres.

Rechazo de las atribuciones causales

Sólo en dos ocasiones se dieron rechazos a las atribuciones causales. Es decir, un familiar diferente
del emisor explicitó su desacuerdo con la explicación que se estaba dando. Esto no indica necesaria-
mente el acuerdo con las otras 64 intervenciones, pero recordemos que un índice de equilibrio es la ca-
pacidad de rechazo de los intentos de atribución causal. En un proceso de cambio se puede considerar
un signo positivo la aparición de rechazos (aun sin éxito) a las atribuciones causales imperantes. En
nuestro caso aparecen sólo en dos ocasiones, lo que es coherente con una primera sesión, en el sentido
de que en ella se puede suponer el problema lejos de su resolución.
La relación de los rechazos en estas dos familias con otros elementos de la información disponible
nos indicará SItienen la potencialidad de cambio que se acaba de comentar o si son confrontaciones
entre intentos opuestos de mistificar.

Atribuciones de modos de ser


Identificación de atribuciones

La identificación de una atribución de modo de ser supone señalar un adjetivo calificativo, o frase
que funcione como tal, que un familiar aplica a otro o a sí mismo. Los observadores tienen que señalar
el contenido, el momento de emisión, el familiar emisor y el destinatario. Los observadores señalaban,
también, si la atribución era rechazada explícitamente por el destinatario o por otro familiar.
Se identificaron 121 intervenciones, acordadas en cuanto al momento de emisión, la atribución
específica, el emisor y el destinatario (M= 8,06 ; DT= 4,382 ; max= 16 ; min= 1).El control de fiabilidad
fue establecido por medio del índice de porcentaje de acuerdo, con un resultado de 93,07%.
La diferencia en la cantidad de atribuciones entre una familia y otra debe ser interpretada con cau-
tela. En principio, una mayor cantidad de atribuciones indican una mayor necesidad de definir en algún
sentido concreto a la o las personas destinatarias de las atribuciones. Ahora bien, dado que nos movemos
en el contexto de una primera sesión, no es descartable que las familias con un menor número de atri-
buciones identificadas en esta sesión expresasen un número mayor en sesiones sucesivas.
Por otra parte, aún una única atribución identificada puede estar informándonos sobre un elemento
importante en una familia determinada.

Signo de las atribuciones de modos de ser

Dado que las atribuciones defmen o tratan de definir a las personas, se puede intentar un primer
acercamiento a la función de las atribuciones viendo con qué signo tratan de definir a los destinatarios.
Se ha utilizado el criterio más simple posible, pero que al mismo tiempo nos parece más revelador: dis-

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tribuir las atribuciones en positivas (define al destinatario con un calificativo que lleva la connotación
de que está bien ser así) y negativas (define al destinatario con un calificativo que lleva la com.lQw'ción
de que está mal ser así). Para asignar el signo positivo o negativo a una atribución se ha tenido en cuenta
el significado habitual y el contextual. Este criterio se ha aplicado restrictivamente: allí donde cabía
alguna duda se ha dejado la atribución sin signo. Esto ha sucedido en 13 ocasiones y siempre con atri-
buciones que podían plantear la duda de si eran negativas o "neutras", en ningún caso se ha planteado
la duda con posibles atribuciones positivas. Se ha procedido de este modo intentando minimizar los
posibles sesgos de nuestra interpretación.
La distribución de las atribuciones según que su signo fuera positivo (+), negativo (-) o sin calificar
(=), queda reflejada en la Tabla 2.

Total de atribuciones 121 100%

Atribuciones positivas 27 22,31%


Atribuciones negativas 81 66,94%
Atribuciones sin calificar 13 10,74%
Tabla 2. Signo de las atribuciones

La aplicación de Ji2 mostró que la distribución de atribuciones según su signo no es homogénea


(Ji2= 63,97 ; gl= 2 ; p<O,OOl),siendo la tendencia a la identificación mayoritaria de atribuciones ne-
gativas. Si agrupamos las atribuciones positivas y las atribuciones sin calificar (es decir, en la suposición
restrictiva de que estas últimas pudieran ser interpretadas como positivas) la no homogeneidad de la
distribución y la tendencia a la identificación mayoritaria de atribuciones negativas se mantiene (Ji2=
13,89; gl= 1 ; p<ü,OOl).
Si estos datos son representativos del modo en que las familias se atribuyen modos de ser en el
momento en que comienza la terapia, estamos ante una cuestión que entendemos como muy importante.
Revela la existencia de lo que podríamos llamar un ambiente relacional tóxico. Lo que sucede -los pro-
blemas, el síntoma- queda vinculado al modo de ser de determinados familiares, modo de ser que es
presentado como mayoritariamente negativo. No es infrecuente, como se verá en los análisis familiares
individuales, el mensaje paradójico de pedir un cambio en el comportamiento mientras se mantiene,
y se refuerza, una atribución incompatible con dicho comportamiento.
Sólo en dos casos el destinatario rechazó alguna de las atribuciones que recibía. Como no es des-
cartable que el rechazo aparezca en posteriores sesiones o que hubiera aparecido si los terapeutas hu-
bieran preguntado al destinatario sobre su aceptación, nos limitamos a señalar el escaso número de veces
que en una primera sesión y de modo espontáneo se da el rechazo a la atribución recibida.
Además del nivel explicativo que puede proporcionar el análisis de las atribuciones en una familia
dada, su concreción puede permitir trabajar sobre ellas. La desaparición o disminución de atribuciones
negativas y la aparición o incremento de atribuciones positivas, o también la pérdida de peso de las ne-
gativas al recontextualizarse junto con atribuciones positivas, podrían ser considerados índices de cam-
bio, así como la no variación en lo que hemos llamado ambiente relacional tóxico debería hacer dudar
de la relevancia o estabilidad de aquello que se presente como cambio.

Contenido de las atribuciones

Manteniendo la división según el signo, vamos a presentar el contenido de las atribuciones.


Aunque algunas atribuciones son sinónimos, es posible establecer agrupaciones por temas. Des-

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taquemos que en las atribuciones negativas la que más aparece es la de "rara", 9 veces, (lO veces si
le sumamos la de "diferente"). Es esta una atribución coherente con el concepto de paciente designado:
la diferencia es vivida como amenaza y se constituye en falta, connotación que a su vez remarca la di-
ferencia. Otra agrupación posible se da alrededor del concepto de ir contra la norma o la autoridad: "re-
belde", "indócil", "irrespetuoso". El señalamiento de la incapacidad como perteneciente al ser de la per-
sona es otra área importante: "torpe", "tonto", "incapaz", "no espabilado", "inútil". La percepción de
hostilidad o de inaccesibilidad da lugar a atribuciones como "mal carácter", "gritón", "malhumorado",
"cerrado", "agresivo", "violento", "cabezota" .la utilización de diagnósticos como atribuciones: "depre-
sivo", "doble personalidad", "epiléptico". Atribuciones que inciden en la debilidad: "sin voluntad", "in-
tluenciable", "ingenuo", "inhibido", "inmaduro", "miedoso", "indefenso". También se puede señalar por
su fuerte potencial destructivo las atribuciones que descalifican, o tratan de hacerlo, inapelablemente
al destinatario: "anormal", "indigno", "cerdo", "loco".
Entre las positivas parece que hay una agrupación en tomo a la capacidad: "inteligente", "listo",
"buen estudiante", y otra en tomo a lo que se suele llamar una bella persona: "bueno", "cariñoso", "sen-
sible", "dulce".
Las 13 atribuciones que no se interpretaron ni como positivas ni como negativas (aunque el con-
texto las acercaba más a lo negativo que a lo positivo se prefIrió no forzar la interpretación) giran todas
ellas en tomo al mismo tema: "callado", "reservado", "introvertido", "tímido".

Emisores y destinatarios de las atribuciones

El número de atribuciones que emite cada familiar (emisor) a cada uno de los miembros de su
familia (destinatario), incluyendo las autoatribuciones, se muestra en la Tabla 3.

DESTINO
EMISOR
PADRE MADRE PD HERM. TOTAL
PADRE 5 3 36 2 46
MADRE 7 6 38 3 54
PD 1 O 4 3 8
HERM. 2 O 10 1 13
TOTAL 15 9 88 9 121
Tabla 3. Emisores y destinatarios de las atribuciones

En lo referente a los emisores, destaca en el cuadro anterior el papel del subsistema conyugal, es
decir, la intervención de los padres como emisores de las atribuciones. Entre ambos emiten 100 de 121
totales, quedando el resto para PD y hermanos; agrupando así a los familiares (padres vs. PD + her-
manos), resulta esta una distribución no homogénea (Ji2= 51,57 ; gl= 1 ; p<ü,OOl), inclinada hacia el
lado de los ~adres. Estos, por su parte, presentan una distribución homogénea en la emisión de atri-
buciones (Ji =0,64 ; gl= 1 ; n.s.). Cuandoel padre actúa como emisor de atribucionestiende a elegir
al PD como destinatario de estas, incluso si agrupamos a los familiares distintos del PD esta falta de
homogeneidad se mantiene (Ji2= 17,04 ; gl= 1 ; p<ü,OOI). Del mismo modo, la madre en cuanto que
emisora de atribuciones tiende a elegir al PD como destinatario e igualmente incluso si agrupamos a

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los familiares distintos del PD se mantiene esta falta de homogeneidad (Ji2= 20,08 ; gl= 1 ; p<O,OOI).
En cuanto a los destinatarios considerados globalmente, el número de atribuciones que recibe el PD,
88 sobre 121, es mayor que el que recibe cualquier otro familiar, incluso agrupando a todos los demás
familiares la distribución no es homogénea (Ji2= 12,50 ; gl= 1 ; p<O,OOI).
Estos datos parecen permitir suponer que el uso de las atribuciones en estas familias durante la
primera sesión de terapia consiste mayoritariamente en que los padres atribuyan un modo de ser al PD.
Sucede así el 61,15% de las veces si consideramos las atribuciones totales, y el 70,47% de las veces
si excluimos las autoatribuciones.
Dado el alto número de atribuciones que recibe el PD pasamos a desglosarlas.

Atribuciones sobre el PD

El PO, como ya se ha señalado, recibe 88 de las 121 atribuciones totales, el 72,72%, siendo el
familiar que recibe, con una diferencia significativa, más atribuciones. El signo de las atribuciones que
recibe es el siguiente (Tabla 4, contabilizando las atribuciones de otros más las autoatribuciones):

Total de atribuciones 88 100%

Atribuciones positivas 13 14,77%

Atribuciones negativas 73 73,86%


Atribuciones sin calificar 10 11,36%
Tabla 4. Signo de las atribuciones sobre el PO

Es interesante hacer constar que las 13 atribuciones positivas que recibe el PO, 6 son emitidas
después de la petición expresa de los terapeutas, con una intervención específica que básicamente
tomaba la siguiente forma: "concretamente, qué le gusta a usted de su hijo". Los terapeutas uti-
lizaron esta intervención en 13 de las 15 familias estudiadas y obtuvieron respuestas que suponían
una atribución positiva únicamente en 3 de esas 13 familias (con un total de las 6 atribuciones
señaladas). El fracaso en responder podía consistir en el silencio, pero más frecuentemente en res-
puestas del tipo "me gusta todo", "antes era un niño ideal", "si quisiera podría ser estupendo", o
bien, contestar directamente con una atribución negativa. Utilizando la terminología del AT, la au-
sencia de caricias positivas para el PO y, probablemente, para la familia como sistema, resultó ser
una característica de esta primera sesión.
En cuanto al signo de las atribuciones que cada familiar emite sobre el PD, los datos son los re-
flejados en la Tabla 5.

(+) (-) (=) Total


Padre 6 28 2 36
Madre 6 25 7 38
Hermanos 1 9 O 10
Total 13 62 9 84
Tabla 5. Atribuciones sobre el PO

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papel principal en la construcción de la realidad de la familia, y es posible que hurtarse a las redefi-
niciones de los demás sea tanto parte de este papel como señal de que se ha logrado construir la realidad
en un determinado sentido. De nuevo, aparece como relevante la diferencia entre la cantidad de atri-
buciones que reciben los hermanos y las que recibe el PD, 8 frente a 84; es decir, los hermanos aparecen
sólo muy tangencialmente, al menos en lo que se refiere a la primera sesión. Tras esto, es digno de des-
tacar que las atribuciones que reciben los hermanos, dicho con la prudencia que exige el escaso número
de atribuciones que reciben, presentan una tendencia contraría a la del resto de familiares, puesto que
la mayoría son de signo positivo (+6; -2).
Todos los familiares muestran una tendencia a emitir más atribuciones negativas que positivas.
En este sentido parece que todos los familiares, dejando aparte el diferente peso de cada uno en cuanto
al número de atribuciones que emite, son simultáneamente contaminados y contaminadores de lo que
hemos llamado el ambiente relacional tóxico general en estas familias tomadas como un todo.
Insistiendo en que el número de atribuciones en cada caso es, como ya se ha comentado, diferente
y es un dato importante a atender, se puede ver que P y PD dan Yreciben mayoritariamente atribuciones
negativas, así como M, aunque en el caso de esta última es de destacar su práctica ausencia como blanco
de atribuciones. Sin embargo, en el caso de H reciben mayoritariamente positivas mientras que emiten
mayoritariamente negativas. Esto parecería indicar que el PD se constituye como tal en contraste con sus
hermanos, si bien esta interpretación vendría limitada en su validez por el escaso número de atribuciones
que estos reciben, aunque ya se vio que esta diferencia de número es en sí misma un dato importante.

Autoatribuciones

Se ha asumido que las atribuciones tienen una influencia grande en la interacción familiar. Esta
asunción implica un contexto de poder que lleva al destinatario de la atribución a hacerla propia o, al
menos, a ser confundido por ella. Por ello, en la medida en que el poder en la familia pueda ser retado,
no es descartable el rechazo de la atribución. Sin embargo, en el caso de las autoatribuciones parece
lícito considerar que la persona ya ajusta su percepción y su comportamiento al contenido de ella. Tam-
bién hay que considerar la cuestión de que al expresar una autoatribución esta lleva la connotación de
mensaje a los otros familiares para ser percibido a través de ella. El número de autoatribuciones y el
signo que cada familiar se aplica quedan reflejadas en la Tabla 8

(+) (-) (=) Total


Padre O 4 1 5
Madre 6 O O 6
PD O 3 1 4
Hermanos 1 O O 1
Total 7 7 2 16
Tabla 8. Autoatribuciones

El número total de autoatribuciones es de 16,lo que supone sólo eI13,22% de todas las atribuciones
identificadas. Esto parecería implicar que, en general, es preferida la atribución sobre otro que la autoa-
tribución para incidir en este aspecto de la interacción familiar. Sin embargo, la comparación entre algunos
datos parecen matizar esta aseveración. En el caso del PD emite tantas atribuciones a otros (4) como au-

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toatribuciones (4), si bien el dato más relevante, como se señaló, es el escaso número de ambas frente
a las que recibe de otros (84). Aun siendo un número muy pequeño el de las autoatribuciones como para
sacar conclusiones, se puede señalar que tampoco en este terreno el PD escapa a la tendencia a vivir entre
atribuciones negativas.Por su parte, en el caso de los padres, resulta interesante la comparación entre las
que reciben de otros y las autoatribuciones. La suma de ambas indicarían las veces que su modo de ser
es señalado y calificado. En este sentido, el primer dato es que este señalamiento sucede pocas veces (15
veces en el caso de P y 9 veces en el de M) en comparación con las que recibe PD (88, de otros + auto).
Sin embargo, en el caso de los padres el peso de las autoatribuciones es mayor: 1/3 de las de P son au-
toatribuciones y 2/3 de las de M. Esto hace que en el caso de M la mayor parte de las veces que se señala
su modo de ser lo haga ella misma, abundando en la idea de que se hurta a las atribuciones de los otros.
En cuanto al signo, es interesante el hecho de que Putilice autoatribuciones negativas (4 de 5) y M utilice
exclusivamente positivas. P utiliza las negativas como excusa de sus posibles errores de comportamiento,
y M utiliza las positivas como refuerzos de su visión de la realidad.

Discusión

Un primer dato a señalar es el del número de identificaciones. En todas las familias se identificaron
atribuciones de modos de ser y en 14 de las 15 atribuciones causales. Ya se ha señalado que se ha uti-
lizado un criterio muy restrictivo en cuanto al lapso temporal de análisis -la primera sesión- pero incluso
con esa restricción las familias aportan información con respecto a estas dos categorías. Su vinculación
con el conflicto para cada familia concreta no ha sido desarrollada aquí, aunque quedó establecida en
otro lugar (Martorell, 1998a).
Tanto en lo que se refiere a las atribuciones causales como a las atribuciones de modos de ser los
datos globales dibujan un cierto pérfil de estas familias que consistiría en una mayoritaria intervención
en el terreno de las atribuciones por parte de los padres, y dentro del subsistema parental, una prepon-
derancia de las intervenciones de la madre. En la medida en que estas atribuciones vayan ligadas a ele-
mentos de poder determinarán la percepción del conflicto en la familia y, por tanto, segmentos impor-
tantes de la interacción en tomo a dicho conflicto.
En lo referente a las atribuciones causales, es de destacar también el hecho de que su contenido tienda
a excluir de la responsabilidad del conflicto a quien la emite. En la medida en que estos datos se puedan
generalizar, acercan a la percepción del conflicto como algo amenazador de lo que se responsabiliza a
otro, lo que nos acerca al tema de la función de las atribuciones causales en este contexto. Yase ha señalado
cuando se presentó el concepto de atribución su afinidad, en el contexto de un conflicto familiar, con el
de mistificación (Laing, 1965). Para decidir si una atribución puede considerarse una mistificación hay
que analizarla en el contexto de un conflicto concreto. De hecho, serán los análisis individualizados de
cada familia los que decidan el carácter mistificador de una determinada explicación. Sin embargo, cree-
mos que los datos que hemos presentado aquí nos permiten una primera aproximación. Al analizar los
tipos de contenidos de las explicaciones que los familiares aportan sobre la situación que viven acabamos
de comentar que, con las excepciones no contradictorias que se señalaron, todos ellos atribuyen a otro
distinto del emisor, a lo heredado o a lo externo la causa de los comportamientos, sucesos y, en defmitiva,
problemas que la familia padece. No se ha identificado una sola explicación que implique al emisor como
corresponsable activo en los problemas de la familia (una vez el PD se considera culpable, no correspon-
sable). Esto encaja perfectamente con el tipo de explicación específica que es la mistificación: es una na-
rración puntuada, trata de evitar un conflicto, elude la propia responsabilidad, intenta forzar la realidad
de la familia unilateralmente y, como consecuencia, crea confusión sobre lo que realmente está pasando.
El hecho, decisivo, de que el emisor no se implique en la responsabilidad de los sucesos no debe
hacer pensar que el contenido de su explicación sea rechazable en bloque. La mistificación lo espor

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lo que omite, lo que extrapola y, sobre todo, por como liga o puntúa los acontecimientos. También hay
que tener en cuenta que en una sesión de terapia pueden aparecer frases que hagan pensar en una im-
plicación del emisor en los acontecimientos: "quizá yo lo haya hecho mal como padre", "se ve que no
he sabido entenderla". En general, el elemento para discriminar si estas frases suponen una verdadera
implicación es ver si forman parte de una explicación completa y ligada, lo que no ha sucedido en nues-
tros casos. En definitiva, nos parece que las explicaciones identificadas por los observadores cumplen
los requisitos para ser consideradas mistificaciones, aunque insistimos en que su valor para el tratamien-
to lo adquirirán en relación con el resto de información proporcionada por cada familia.
Por lo que respecta a las atribuciones de modos de ser, la aparición mayoritaria de los padres y
en particular de la madre como emisores ya ha sido señalada. También aquí, de nuevo, el destinatario
por excelencia es el paciente designado (recuérdese que el PD emite el 6,61% de las atribuciones y recibe
el 72,73% de ellas). Esto parecería implicar, en principio una posición de no poder, lo que ya sería por
sí mismo relevante, pero si, junto a esto, recordamos que el 73,86% de las atribuciones que recibe son
negativas (sólo el 14,77% fueron positivas y el resto sin calificar) nos encontramos con una situación
que es definida por sus participantes como que alguien crea el conflicto y además lo crea por sus ca-
racterísticas disposicionales negativas. El escaso número de confrontaciones que el PD realiza tanto a
las atribuciones causales como a las disposicionales lleva a pensar que, desde un punto de vista sis-
témico, el PD participa de esta percepción. Hemos definido esta situación como un ambiente relacional
tóxico, en el que no es imposible pensar que el conflicto tienda a perdurar.
Como conclusión, podemos decir que la percepción del conflicto y la percepción interpersonal
en el conflicto puede ser abordada desde la teoría de los procesos atribucionales, y, por lo tanto, la in-
tervención sobre las atribuciones, tanto causales como disposicionales, sería un factor importante en
la resolución del conflicto familiar.

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RESUMEN

En el presente trabajo se proponen las teorías de la atribución como un marco teórico


a partir del cual interpretar e intervenir en el conflicto familiar. Se presenta una investi-
gación sobre 15 familias en terapia en la que se trataron de identificar tanto las atribuciones
causales como las atribiciones disposicionales.

PALABRAS CLAVE: Atribución, percepción interpersonal, percepción del con-


flicto, conflicto familiar, terapia de familia.

ABSTRACT

This artide presents the attribution theories in order to use them as a theoretical fra-
me to understand and to intervene within the family conflict. A research was undertaken
in order to study causal and dispositional attributions in 15 families under therapy.

KEY WORDS: Attribution, interpersonal percepcion, conflict perception, family


conflict, fami1y therapy.

XX CONGRESO NACIONAL DE I CONGRESO EUROPEO


TERAPIA FAMILIAR: «LA PSICOTERAPIA EN UNA
LA INTERVENCION EN EUROPA UNIFICADA»
DISTINTOS SISTEMAS Barcelona, 5 al 9 de
septiembre del 2000
Cádiz, 28 al 31 de octubre de 1999
Co-organizado por la Federación
Española de Asociaciones de
Organizado por la FEAT y la
Psicoterapeutas (FEAP), Intemational
Asociación Andaluza de Terapia Familiar
Federation for Psychotherapy (IFP) y
Información European Federation for Psychotherapy
(EFP), antes EAP~Bruselas
Secretaría del Congreso: Información
Avda. Cruz del Campo, 19
41005 SEVILLA Secretaría del Congreso:
Fax: 95 457 77 92 Mensa-Molinos Relacions Publiques.
Portal de l' Angel, 4, ].O B
08022 BARCELONA
E-mail: secretar@arrakis.es y
aatfash@arrakis.es Te1fs: 93 301 65 78 Y 93 412 57 97
Fax: 93 301 65 78
E-mail: mensa-mo1inos@bcn.servicom.es

(Más información en el próximo número)

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