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La caída de los precios es el antídoto de la deflación


Una conf usión económica desastrosa, que es compartida
casi universalmente, tanto por hombres corrientes como
por los economistas prof esionales, es la creencia en que
la caída de precios constituye def lación y por tanto debe
temerse y, si es posible, impedirse.

El artículo principal de portada del New York Times del


pasado 1 de noviembre of rece un ejemplo típico de esta
conf usión. Declara:

Mientras en docenas de países se agudizan sus


problemas económicos, puede estar cobrando
fuerza una nueva amenaza en la economía estadounidense: la perspectiva de que se
acumulen los bienes a la espera de compradores y caigan los precios, ahogando la nueva
inversión y empeorando el paro durante meses o incluso años.

La palabra para esto es deflación, o bajada de precios, un término que hace que se
estremezcan los economistas.

La deflación acompañó a la Depresión de la década de 1930. La caída persistente de los


precios también estivo en el centro de la llamada década perdida de Japón después del
catastrófico desplome de su burbuja inmobiliaria a finales de la década de 1980, un periodo con
el que algunos expertos encuentran hoy paralelismos con los aprietos estadounidenses.

Frente a lo que dice el Times y muchos otros, la def lación no es la bajada de precios, sino una disminución
en la cantidad de dinero o en el volumen de gasto en el sistema económico. Por decir lo mismo con distintas
palabras, la def lación es una caída general de la demanda. La caída de precios es una consecuencia de la
def lación, no el mismo f enómeno.

Completamente aparte de la def lación, la bajada de precios es asimismo una consecuencia de los
aumentos en la producción y la of erta de bienes, que es una característica esencial del progreso
económico y el creciente nivel de vida. En esas circunstancias, la bajada de precios no viene acompañada
de ninguna caída en los ingresos o benef icios de las ventas, de ningún aumento en la dif icultad de saldar
deudas o de ningún aumento de las quiebras. Todos estos f enómenos son el resultado pura y
simplemente de la def lación, no la bajada de precios.

De hecho, bajo un completo patrón oro con reserva al 100%, las bajadas de precios, causadas por un
aumento en la producción , probablemente se vean acompañadas con un modesto aumento en la tasa de
benef icio y cierta mayor f acilidad para saldar deudas, ambas cosas debidas al aumento de la producción y
la of erta de oro y por tanto del gasto de oro. Bajo esa patrón oro, los precios caen en la medida en que el
aumento en la producción y la of erta de bienes y servicios ordinarios aventaje al aumento en la producción
y of erta de oro y el consiguiente aumento en el gasto en términos de oro.

Aunque esto debe indudablemente sorprender al Times y a todo el que no entienda la naturaleza de la
def lación, la bajada de precios está tan lejos de ser def lación que es el antídoto de la def lación. Es lo que
permite recuperarse y posteriormente disf rutar de los f rutos del progreso económico a un sistema
económico que ha experimentado def lación.
Esta conclusión puede demostrarse socráticamente, por medio de una sencilla pregunta que podría
utilizarse en un examen de economía a estudiantes que acaben sus estudios primarios.

Así que imaginemos que ante de la presente crisis f inanciera, Bill solía ir de compras una vez por semana a
sus supermercado local. Cuando iba allí, podía permitirse comprar 10$ de agua embotellada. A un precio
normal de 1$ por botella, podía comprar 10 botellas. Ahora, en medio de la crisis, cuando Bill va al
supermercado, solo puede gastar 5$ en agua embotellada.

He aquí la pregunta: ¿A qué precio por botella de agua podrá Bill comprar por 5$ las 10 botellas de agua
que solía comprar por 10$? Respuesta: 50¢.

Como dejan claro esta pregunta y su respuesta, una bajada de precios permite que los fondos reducidos
disponibles para gastar compren tanto como podían comprar antes los mayores fondos.

Esto se aplica incluso cuando precios más bajos no generen mayores compras del producto concreto cuyo
precio ha caído. Así, supongamos que el precio de un galón de leche es de 8$ y ahora baja a 4$. Aún así, Bill
y su f amilia no necesitan más de un galón en una semana cualquiera y por tanto no comprarán ninguna
mayor cantidad de leche a su precio ahora inf erior. La caída en su precio sigue ayudando a la recuperación
económica. Lo hace liberando 4$ de los f ondos de Bill para hacer posible la compra de otras cosas que
quiere pero de otra f orma no podía permitirse a causa de la f alta de f ondos disponibles.

Otro ejemplo similar es el de la bajada en el precio de la gasolina o el el gasóleo de calef acción, que ayuda
a aumentar la capacidad de la gente de gastar en la compra de productos en todo el sistema económico.

Como hemos indicado, el f uerte contraste con la bajada de precios, la def lación es un proceso de
contracción f inanciera. En nuestra crisis actual, es una contracción del crédito y del gasto que depende del
crédito. Una bajada de precios, y por supuesto también una bajada de salarios, es el medio esencial para
adaptarse a esta def lación y superarla.

Sin embargo, la predominante extraña conf usión de la bajada de precios con la def lación, se interpone en
el camino a la recuperación económica. Respecto de las bajadas de precios, que son el ef ecto de la
def lación, se lleva a la gente a conf undir la solución del problema con el problema que tiene que resolverse.

Basándose en esta conf usión, def ienden la intervención del gobierno para impedir que bajen los precios.
Los precios que quieren impedir que caigan son variopintos: viviendas, materias primas y agropecuarias y,
sobre todo, salario. En la medida en que estos esf uerzos tengan éxito y se impida que caigan los precios,
el ef ecto será impedir la recuperación económica. Impide la recuperación económica impidiendo el nivel
reducido de gasto que representa la def lación, el comprar la mayor cantidad de bienes y servicios que se
habría podido comprar a precios y con salarios más bajos.

Igual que las bajadas de precios están tan lejos de ser def lación que resultan ser el remedio para ésta,
también impedir que bajen los precios está tan lejos de impedir la def lación que en realidad la empeoran.
Porque llevan a la gente retrasar la compra incluso en casos en que tienen la capacidad de comprar. Dejan
de comprar ante la expectativa de ser capaces de comprar en mejores términos más adelante, cuando
hayan caído precios y salarios en el grado necesario como para permitir la recuperación económica.

Por la misma razón, cuando f inalmente los precios y salarios caigan lo suf iciente como para permitir la
recuperación económica, casi con seguridad habrá un aumento en el gasto en el sistema económico. Esto
es porque los f ondos que la gente ha estado dejando de gastar a la espera de la bajada de precios y
salarios, se gastarán ahora, en vista de la necesaria bajada. Así que la necesaria bajada en precios y
salarios consigue la recuperación económica al crear un mayor poder de compra por cantidad reducida de
gasto. También produce una restauración parcial del gasto y por tanto acaba def initivamente con la
def lación.

La medida en que tienen que bajar los precios y salarios para conseguir una recuperación económica
depende del cambio que haya tenido lugar en lo que Mises llamaba “la relación monetaria”. Ésta es la
relación entre la of erta de dinero y al demanda de dinero en ef ectivo.

Durante el auge, la inf lación y la expansión del crédito aumentan la of erta de dinero y al mismo tiempo
reducen la demanda de dinero en ef ectivo. Luego, en la posterior f ase de declive del ciclo económico, la
demanda de dinero en ef ectivo aumenta y la of erta de dinero puede caer en la realidad. Ambos f actores
suponen un declive en el gasto total en el sistema económico y por tanto la necesidad de un nivel de
salarios y precios igualmente inf erior para conseguir una recuperación económica.

El hasta dónde podrían llegar estos procesos en nuestras circunstancias actuales y lo que podría hacerse,
de acuerdo con el principio de la libertad económica, para mitigarlos, es un tema demasiado largo como
para explicarlo en este artículo.[1] Debo decir aquí que puede impedirse completamente una disminución en
la cantidad de dinero y que esto limitaría drásticamente el grado de disminución del gasto general en el
sistema económico.

Sean cuales sean los niveles reducidos de gasto que la nueva relación monetaria pueda apoyar, la libertad
de bajada salarios y precios puede conseguir no solo una recuperación económica, sino más que eso.
Puede conseguir la contratación de todo el que sea capaz y esté dispuesto a trabajar, es decir, el pleno
empleo. Y podría hacerlo de hecho sin disminuir los salarios reales del trabajador medio en el sistema
económico, con un aumento signif icativo en sus salarios reales. Por desgracia, también éste es un tema
demasiado largo como para explicarlo más en el presente artículo.[2]

Rescates
Antes de acabar, debo decir unas pocas palabras acerca de los esf uerzos actuales del gobierno de
superar la crisis mediante “rescates” y su f inanciación asociada por déf icits presupuestarios. En último
término, estos esf uerzos son un intento de superar los ef ectos de un aumento en la demanda de dinero
en ef ectivo por medio de un aumento suf icientemente grande en la of erta de dinero. En esta campaña, al
gobierno no parece preocuparle nada salvo superar la crisis del momento, sin considerar el combustible
que está proporcionando para la siguiente crisis.

El gobierno tiene hoy poderes ilimitados de creación de dinero. Así que es muy probable, dada su evidente
voluntad de utilizar sus poderes y el abrumador apoyo público que existe para que los use, que el aumento
en la of erta de dinero que produzca acabe superando el actual aumento en la demanda pública de dinero
en ef ectivo. En la medida en que ocurra eso y cuando ocurra eso y los ingresos por ventas y benef icios
empresariales empiecen a aumentar y hagan lo mismo las tasas de empleo y los salarios, la demanda de
dinero en ef ectivo de nuevo empezará a caer.

En este momento, el aumento masivo en la cantidad de dinero que el gobierno está creando actualmente
alimentará f uertemente la subida de precios y dará lugar a una nueva crisis. Esta vez, un crisis de inf lación.
Entonces el gobierno tendrá que contentarse con una economía de EEUU que se asemeje al sistema
económico de un país latinoamericano o tendrá que controlar su inf lación. Si elige rápidamente esto último,
volveremos a la situación que prevalecía a principios de la década de 1980 y tendremos que suf rir una
nueva contracción económica, aunque probablemente de mucho mayor tamaño que entonces, a acusa de
los negocios inacabados sobrantes de la presente crisis.

Si el gobierno retrasa demasiado el control de la inf lación, entonces, cuando acabe haciéndolo, puede
encontrarse no solo con precios subiendo tan rápidamente como lo hicieron en Latinoamérica hace
décadas, pero también con el desempleo masivo que acompañaba a los esf uerzos de controlar esa gran
inf lación. En ese momento, como precios aumentando a un ritmo del 20%, 30% o 50% o más se verían
acompañados por tasa de paro igualmente altas. (Para entender cómo puede pasar eso, imaginemos que
tanto el gasto total como los precios crezcan al ritmo de, digamos, un 50% anual. Ahora el gobierno, en un
intento por controlar la inf lación, consigue reducir el aumento en el gasto en un 15%. Si el aumento en lo
salarios y precios tiene algún tipo de inercia signif icativa, como continuar en el 40%, el ef ecto sería una
caída en la producción y el empleo a un nivel equivalente a 1,15/1,4, lo que representa una caída de
alrededor del 18%. En el f uturo a muy corto plazo, el desempleo se verá potenciado por cualquier poder
adicional que pueda dar el gobierno a los sindicatos, que lo usarían para aumentar los salarios incluso en
medio de un desempleo masivo, como hicieron a partir de 1932 en la Gran Depresión).

Por supuesto, dada la extendida disposición masiva a expandir los poderes del gobierno para ocuparse de
crisis a corto plazo, también es posible que el gobierno aplique controles de salarios y precios en sus
esf uerzos por luchar contra las consecuencias de su inf lación. Cuando se eliminen los controles, habrá de
nuevo una crisis de precios al alza que, si no se ve acompañada de aún más inf lación, se verá seguida por
una gran contracción f inanciera. Si no se eliminan los controles de precios, el sistema económico se
paralizará y acabará destruyéndose.

El resultado es que no hay una f orma buena de salir de la presente crisis de otra f orma que no sea
af rontándola con los medios del libre mercado de una bajada en salarios y precios, mitigada en la mayor
medida posible de f ormas coherentes con el principio de libertad económica. Lo que hace f alta es una
salida que acabe de una vez y para siempre con el ciclo de auge y declive de la inf lación y la expansión del
crédito seguida por la def lación y la contracción. El libre mercado, un mercado más libre del que ahora
tenemos, es la única solución.

Tanto la libertad como la recuperación económica requieren que los precios y salarios sean libres para
bajar y que todos los obstáculos legales en el camino de la bajada se eliminen inmediatamente. Para que
ocurra eso, tanta gente como sea posible debe entender que la bajada de precios no es def lación, sino el
antídoto de la def lación.

PS: Tengo que ocuparme brevemente de dos puntos de los que no pude tratar en el cuerpo de mi artículo.
Uno se ref iere al ef ecto de la perspectiva de bajadas de precios en la postergación de los gastos. La
postergación solo se aplica al caso en que la caída de los precios sea en respuesta a una caída en la
demanda, no a un aumento en la producción y la of erta. En este caso, si los precios no bajan, la demanda
cae aún más, como he explicado.

Sin embargo, la perspectiva de una bajada de precios resultante de un aumento en la producción y la of erta
no implica una postergación de las compras. Porque en este caso la perspectiva de una bajada de precios
no es el resultado de una disminución ni en el gasto ni en cualquier otro gran agregado monetario. Por el
contrario, aquí la perspectiva de bajadas de precios signif ica un aumento en la perspectiva del poder
adquisitivo de todos los ahorros acumulados así como de las rentas a ganar en el f uturo. De esta manera,
el proceso del progreso económico presagia un mejor estado f inanciero en el f uturo que en el presente.
Esto compensa el benef icio a obtener esperando a aprovechar precios más bajos en el f uturo. En otras
palabras, las bajadas de precios debido a un aumento en la producción y la of erta son esencialmente
neutrales en sus ef ectos generales en la elación entre gasto para el consumo presente f rente al ahorro
para el consumo f uturo.

El segundo punto de tiene que tratarse se ref iere a los precios de las viviendas. Se af irma a menudo que
las bajadas en los precios de las viviendas son responsables de quiebras bancarias y que la continuación
de las bajadas de precios en la vivienda debe generar más quiebras de ese tipo y por tanto deben
detenerse.

Las bajadas en los precios de las viviendas no son de hecho responsables de las quiebras bancarias,
como no lo es el envejecimiento de los automóviles. El hecho de que los propietarios de viviendas puedan
deber más sobre sus casas de lo que valen éstas no tiene más conexión f undamental con los impagos de
las hipotecas que el hecho de que muchos o la mayoría de los automóviles comprados con préstamos
personales valgan menos de lo que les atribuye la deuda remanente en sus préstamos. De hecho, el mero
acto de conducir un coche nuevo recién sacado del concesionario es a menudo suf iciente como para poner
su precio de venta por debajo de la deuda del préstamo para su pago.

Lo que lleva a las quiebras, ya sea en préstamos para vivienda o para automóviles, es la incapacidad o
indisposición de los prestatarios de cumplir sus obligaciones f inancieras, no el valor de mercado de casas
o coches.
Solo décadas de inf lación y expansión del crédito podrían hacer posible que la gente pensara en las casas
que viven como una inversión. En realidad, la casa es un bien de consumo, igual que un automóvil o una
nevera. La única dif erencia es que se deprecia más lentamente que éstos. Solo una larga concatenación de
años en que la inf lación f ue más rápida de lo que se depreciaban las casas permitía que sus precios
aumentaran cada año y la gente las considerara como una f uente de ganancias f inancieras. Si no f uera por
la inf lación y el aumento en precios que produce, estaría muy claro que la vivienda en un activo que se
deteriora, un activo que se deteriora muy lentamente, es cierto, pero en todo caso un activo que se
deteriora.

Si no f uera por la inf lación no aumentaría el precio de las nuevas viviendas. Probablemente incluso bajaría
cada año. Además, el precio de una casa que tuviera 5, 10 o 20 años sería signif icativamente menor que el
precio de una casa nueva. Así que incluso precios constantes en las nuevas casas, no digamos la bajada
de precios en las nuevas casas, implican que el precio de una casa disminuya con los años. Es la situación
normal. Es la situación en ausencia de inf lación.

La acelerada expansión del crédito de años recientes y el rápido aumento en los precios de las casas que
causó hicieron que pareciera durante un tiempo que era rentable comprar casas nada más que para
revenderlas rápidamente. También hizo que pareciera que la gente podía vivir del aumento en el valor de
sus casas, tomando prestado contra ellas. La locura de la burbuja inmobiliaria f ue tal que ene su apogeo el
precio de la vivienda media solo podía af rontarlo gente que estuviera n el 15% superior de las rentas.

No hay razón para mantener artif icialmente altos los precios de las viviendas ni para rescatar a los
prestamistas y prestatarios que f ueron responsables de ello. Además, el intento de hacerlo debe perpetuar
la sospecha de que los prestamistas siguen siendo básicamente insensatos y no puede contarse con que
sean capaces de cumplir con sus propias obligaciones f inancieras. Esos malos préstamos deben asumirse
y liquidarse de las cuentas de los bancos y las demás instituciones f inancieras que los otorgaron antes de
que pueda restaurarse la conf ianza en el sistema f inanciero.

La bajada que está teniendo lugar en los precios de la vivienda tiene que ser mayor. El precio medio de la
vivienda sigue siendo considerablemente más alto que la renta media. Las llamadas a estabilizar los precios
de las viviendas son reclamaciones de intervenciones públicas a f avor de prestamistas y prestatarios
imprudentes, pagadas por los contribuyentes.

Los precios más bajos de las viviendas como consecuencia de la libertad en el mercado inmobiliario f rente
a la intervención pública reducirían el tamaño de las hipotecas que hacen f alta para comprar viviendas. Si
una casa se vende a medio millón de dólares en lugar de a un millón o por cien mil dólares en lugar de
doscientos mil, entonces la cantidad a f inanciar por la hipoteca necesaria para comprarla se verá reducida
correspondientemente y el mercado inmobiliario se alinearía con la of erta general reducida de crédito que
está disponible.

[1] Para una explicación del tema, ver, del autor, Capitalism: A Treatise on Economics , pp. 959-962.

[2] He explicado esto con detalle en Capitalism; ver pp. 580-587.

Publicado el 14 de enero de 2009. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se
encuentra aquí.

“Los miles de jóvenes que hoy en día descubren por primera vez las ideas de la libertad deben permanecer
f uera de la máquina del Estado y de todo su encanto y f ascinación letal. En lugar de tratar de inf iltrarse en
el Estado, deben perseguir sus ideales a través del comercio, la educación, el espíritu empresarial, las
artes, la dif usión de ideas, el debate, etc. Liderar y ejercer inf luencia a través del respeto alcanzado por
sus logros. Estas son áreas que of recen promesas reales y altos rendimientos.” — Lew Rockwell.

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