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C O L E C C I Ó N I N T E R S E C C I O N E S

27

La m i g r a c i ó n y
sus efectos en La
cultura

YERK O CASTRO N E IR A
Coordinador

MÉXICO
2012
Edición: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
Colección Intersecciones
Coordinación: Dirección General de Vinculación Culcural

Diseño de portada e interiores: Alejandra Sánchez Avilés


Cuidado de Edición: Myriam Rudoy

rüT E C n PLACSQ -KC

DR. © Y e rk o C a s t r o N e i r a . c o o r d J La migración y sus efectos en la cultura.

Primera edición: 2012


DR. © Consejo Nacional para la Cultura y las Artes

ISBN: 970-35-0758-1 (Colección)


ISBN: 978-607-455-926-2
D erechos reservados c o n fo rm e a la ley. Este libro n o p u ed e ser fotocopiado ni rep ro d u cid o to tal o parcialm en te, p o r n in g ú n m edio

o m é to d o m ecánico, ele ctró n ico o cibernético, sin la autorización p o r escrito d e los autores. Los anexos y fo rm a to s p o d rá n ser to ­
m ad o s co m o base para los p ro p io s proyectos, d a n d o el crédito co rresp o n d ien te a la fu e n te en caso d e publicaciones, talleres y cursos.

Impreso y hecho en México


S u m a r io

Introducción 9
P r im e r a a p r o x im a c ió n

E xtran eus y e x t r a r iu s .

L as b io p o l ít ic a s de l a m ig r a c ió n

B er n ar d o B o la ñ o s G u er r a 21

I C ultura , g én ero y g e n e r a c io n e s en la s m ig r a c io n e s 43
S u b j e t iv id a d e s j u v e n i l e s y m ig r a c ió n in t e r n a c io n a l .

Ecos desde l a S i e r r a N o rte de O a x a c a 43

A l e ja n d r a A q u in o M o r es c h i

M a t e r n id a d t r a n s n a c io n a l : e f e c t o s d e l a m a t e r n id a d a d is t a n c ia

EN LA SUBJETIVIDAD DE LAS MUJERES MIGRANTES CENTROAMERICANASEN MÉXICO 61

H ir o k o A s a k u r a

N iñ o s m ig r a n t e s y t r a b a j a d o r e s : u n a r e f l e x ió n s o b r e l o s m á r g e n e s

d el E stado y l a s n u e v a s m o d a l id a d e s d e g o b ie r n o 83

V a le n t in a G loc k n er F a g etti

II C u l t u r a , p o d e r y s u b je t iv id a d 109
E l ra n c h o y l a c iu d a d : u n a r e v is ió n h is t ó r ic a de l o s s ig n if ic a d o s

Y LAS EMOCIONES EN LA MIGRACIÓN MEXICANA HACIA ESTADOS UNIDOS 109

S h i n j i H ir a i

R a c is m o y s u b j e t iv i d a d . E fec t o s d e l rech a zo

Y EL DESPRECIO EN EL TRABAJO Y EN LA IDENTIDAD

DE LOS MIGRANTES EN ESTADOS UNIDOS Y MÉXICO 135

Y e r k o C as tr o N e ir a

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LA M I G R A C I Ó N Y SUS EFECTOS EN L A C U L T U R A

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clandestino de la frontera México-Guatemala”, en Agudo Sanchíz, Alejandro y Marco
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I m á g e n e s d e v io l e n c ia c o n t e m p o r á n e a : a p r o x im a c io n e s a l a r e a l id a d d e l
c o r r e d o r m ig r a t o r io M é x ic o - E s t a d o s U n id o s

S o le d a d A lv a re z V e la s c o 1

“El m undo en que vivimos en cualquier momenco dado es el mundo del pasado”.

Hannah Arendr
Entre 1970 y el 2009 el número de migrantes internacionales en nuestro pla­
neta se quintuplicó pasando de 45 a 214 millones ( o i m , 2010). Ese incremento
sin precedentes es una de las características que marcan la así llamada: “era de las
migraciones” (Castles y Miller, 2004). Otra de las particularidades de los actuales
procesos migratorios es la multiplicación de migrantes indocumentados que, sin
importar el nivel de riesgos y vulnerabilidad al que se exponen, transitan por rutas
clandestinas globales con el propósito de internarse en los principales destinos, casi
siempre hacia los países ricos. Al mismo tiempo, y como parte de la dinámica social
y política contemporánea, esos tránsitos indocumentados han estado signados por
formas complejas de violencia al punto de que es posible identificar una tendencia
generalizada a la deshumanización de las relaciones sociales y estatales que se tejen
en torno a los migrantes indocumentados.
El objetivo de este artículo es indagar en esa compleja relación, migración in­
documentada y violencia, que, de manera acelerada, al parecer estaría señalando
el modus operandi de los Estados y de las sociedades frente a los así llamados “sin
papeles”. Específicamente, interesa responder a una pregunta central: ¿por qué las
experiencias de los tránsitos migratorios indocumentados parecerían estar inevita­
blemente teñidas por formas de violencia? Para sugerir algunas respuestas críticas,
se analizarán dos imágenes que, de algún modo, sintetizan el conflicto que se cuece
1 Este trabajo contó con el apoyo del proyecto de Ciencia Básica 20 09 ( s e p - c o n a c y t ) adscrito al c i e s a s
“C onstrucción y efectos del m iedo en la m igración indocum entada: un estudio com parativo sobre fronteras,
vulnerabilidades y subjetividades”, cuyo responsable técnico es el D r. Shinji H irai (No. de referencia: c b -
2009-01-127972).
2 Esta cita, sin fuente ni fecha original, la tom é de la introducción de Jerom e K ohn al libro de H annah A rendt
(2007), Responsabilidad y juicio, Barcelona, Paidós Básica.

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LA MIGRACIÓN Y SUS EFECTOS EN LA CULTURA

por detrás de la migración indocumentada en tránsito: 1- el tren de la muerte que


carga a migrantes centro y sudamericanos hacia Estados Unidos; y, 2- los nuevos
desaparecidos centroamericanos en el tránsito migratorio por el corredor México-
Estados Unidos. Estas cruentas imágenes de violencia contemporánea, tomadas de
la dinámica cotidiana del corredor migratorio más dinámico del mundo, el México-
Estados Unidos, dan cuenta de que casualmente se han construido concepciones en
torno a los migrantes indocumentados como los otros no deseados, como si éstos
fuesen las amenazas al orden estatal y social de los países de tránsito y de destino.
Construcciones que muchas veces terminan justificando y legitimando la configura­
ción de relaciones sociales y políticas signadas por formas de violencia normalizada
hacia los indocumentados. Ambas imágenes también revelan la incapacidad que los
Estados y las sociedades contemporáneas, — sean de origen, tránsito o destino— ,
de cómo enfrentar la migración indocumentada, tenemos que mirar, cuestionar y
transformar decididamente una realidad marcada por el dolor y lo inhumano. Y algo
que todavía llama más la atención, es que en esas imágenes claramente se pueden
identificar rasgos de deshumanización que recuerdan a conflictos políticos pasados,
y lo que es todavía peor, a experiencias de la Segunda Guerra Mundial. Entonces,
inevitablemente habría que preguntarse, retomando aquello que atinadamente afir­
ma Hannah Arendt a propósito del Holocausto: dada la violencia contemporánea,
¿no será que el mundo en el que vivimos está lejos de superar el mundo del pasado?
1. Preámbulo: transitando entre la invisibilización y la violencia1
Si bien la interpretación de esas dos imágenes es un interesante recurso analítico
para aproximarse de manera crítica a la situación actual de los migrantes indocu­
mentados, dicha interpretación estaría incompleta, y de algún modo caería en la
banalidad, si no se comprende que esas “fotografías” de la violencia contemporá­
nea son producto de un momento histórico y político particular, y sobre todo que
tienen causas estructurales. De ahí que amerite una necesaria reflexión previa en
3 U na prim era versión m odificada de esta sección fue publicada en mi artículo de 2011: “¿G uerra en silencio?
U na aproxim ación etnográfica a la violencia norm alizada hacia los m igrantes indocum entados en tránsito
por la frontera sur chiapaneca”, incluido en A lejandro A gudo Sanchíz, y M arco E strada Saavedra (editotes),
(Trans)Formaciones del Estado en los márgenes de Latinoamérica. Imaginarios alternativos, aparatos inacabados
y espacios transnacionales, M éxico, El Colegio de M éxico y U niversidad Iberoam ericana.

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Y E R K O CAST R O N E I R A COORD.

torno a cómo el modus operandi del actual sistema capitalista detona esos procesos
migratorios, y particularmente, esa relación, supuestamente inquebrantable, entre
migración indocumentada y violencia.
El incremento de ese tipo de migración debe comprenderse como parte intrín­
seca de la: “desigual integración capitalista global”, como acertadamente llama Da­
vid Harvey al momento histórico-político contemporáneo (2004). La instauración,
hacia finales de la década de 1970, del nuevo régimen de acumulación capitalista
flexible incidió directamente en una polarización acelerada y cada más honda entre
países ricos y pobres. A partir de esa misma década, la adopción de nuevas formas de
trabajo desregulado y flexible; la consolidación de la economía de libre mercado; la
emergencia de economías informales; el surgimiento de nuevas prácticas de consu­
mo; el desarrollo — sin precedentes— de nuevas tecnologías de la comunicación y
de la información ( t i c s ), así como de medios de transporte; se han extendido a nivel
planetario. Y, derivado de ese reacomodo hacia la acumulación capitalista flexible, la
desigual integración económica-financiera global se ha acrecentado traduciéndose
en un aumento enorme en la disparidad de ingresos, en las condiciones sociales, en
el cumplimiento de derechos humanos y en la seguridad social existente entre unos
países y otros. Así, la pobreza, el desempleo, la falta de oportunidades profesionales
y vitales, y el crecimiento de la economía informal han permeado en las realidades
sobre todo de los países pobres (Harvey, 2004). La consecuencia obvia de ese contex­
to de desigualdad, complejo y nada alentador, ha sido, entre otras, la permanente y
creciente movilidad humana de millones de hombres y mujeres que buscan solventar
sus necesidades de supervivencia básica emigrando desde sus lugares de origen hacia
destinos aparentemente promisorios en las regiones más ricas del mundo.
Una pieza esencial del modus operandi del capitalismo contemporáneo, también ha
sido la integración entre países bajo los llamados: “tratados marco”. En las últimas tres
décadas, a nivel global se ha privilegiado explícitamente la integración con fines estric­
tamente comerciales. Así, se han adoptado políticas macroeconómicas mundiales y
medidas estatales (entre normas, leyes y políticas públicas) que permiten que las fron­
teras nacionales “selectivamente” se abran y den paso al libre comercio global (Sassen,
2001). No obstante, a la par y de manera conflictiva, la integración social y cultural ha
sido poco impulsada. Es más, una serie de medidas de contención migratoria han sido

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LA MIGRACIÓN Y SUS EFECTOS EN L A CULTURA

incorporadas y las fronteras lejos de abrirse para el libre paso de personas, salvo si se
trata de ciertos tipos de flujos migratorios (calificados, turistas, inversionistas, agentes
económicos, diplomáticos, etc.), cada vez se han vuelto más restrictivas, por decir lo
menos, y más bien son altamente violentas (Sassen, 2001).
De hecho, un giro generalizado hacia la securitización de las políticas migratorias
y al exacerbado control fronterizo ha primado a nivel global, particularmente en los
países ricos, principales destinos de la migración proveniente de los países pobres. La
“guerra contra el terror” de la era Bush, derivada del contexto post-septiembre 11 de
2001, justificó y legitimó dicho giro, y Estados Unidos, desde entonces, ha desple­
gado una campaña internacional, sobre todo en Europa central y Canadá, con el fin
de restringir el ingreso a los así considerados: “actores clandestinos transnacionales”
(Andreas, 2008:79), es decir, a todos aquellos hombres y mujeres considerados como
“amenazas” a la seguridad interna de los países. Dependiendo del contexto histórico y
político nacional, esos “actores clandestinos”, sin mayor distinción, bien podrían ser
migrantes indocumentados, incluso refugiados, tratantes y traficantes de personas,
de drogas, de armas, contrabandistas, terroristas, entre otros. El giro a la securitiza­
ción migratoria ha tenido una directa repercusión en el incremento “justificado” de
una mayor estigmatización, criminalización, discriminación, y, por su supuesto, de la
ejecución de “legítimas” formas de violencia estatal y social en contra de esos “actores
clandestinos” particularmente de los migrantes indocumentados.
Siendo así, si en la época contemporánea sólo se prioriza la integración económica,
evitando la integración social y cultural, y si sólo se apunta a la acumulación econó­
mica y a una desigual integración entre países ricos y pobres, los costos sociales cada
vez serán mayores y por ende los procesos migratorios difícilmente se reducirán. Es
más, a pesar de ese giro a la securitización, el número de migrantes indocumentados
sólo ha venido en aumento (Sassen, 2001, Balibar, 2005). Debido a la clandestinidad
y a la permanente movilidad de este tipo de migración, no es posible dar cifras exactas
del número de migrantes indocumentados a nivel global. Los sistemas estadísticos
nacionales únicamente suelen arrojar aproximaciones que las obtienen a partir del
número de migrantes efectivamente detenidos y deportados. Sólo para tener una idea,
en Estados Unidos, el mayor destino migratorio a nivel mundial, entre el2000y2010
el número de indocumentados incrementó de 8.4 a 11.2 millones (Passel, 2006).

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Y E R K O CAST RO N E I R A COORD.

Si bien las condiciones de desigualdad socio-económicas globales, son una causa


estructural para comprender ese incremento, existe una consecuencia inesperada de
este contexto y en específico del giro a la securitización: la inevitable multiplicación,
a nivel mundial, de verdaderas “industrias migratorias”' clandestinas. Estas a través
de redes ilegales transnacionales “habilitan” el cruce de fronteras y la internación
de los sin papeles en los destinos migratorios. Esto ha traído como consecuencia la
configuración de rutas globales invisibilizadas para el tránsito de migrantes y, con
ello, la expansión del tráfico y de la trata de personas, uno de los tres negocios ilí­
citos que, junto con el narcotráfico y el tráfico de armas, es de los más redituables
en el mundo. De hecho, sólo la industria del coyoterismo mueve alrededor de 48
billones de dólares anualmente (Munduate, 2008). La configuración de esas redes
clandestinas ocurre como consecuencia de la creciente desigualdad, el empobreci­
miento y la falta de oportunidades, pues el dinero que circula por el tráfico y la trata
de personas, constituye una economía paralela que permite la subsistencia de todos
aquellos actores (entre coyotes, enganchadores, pasadores, agentes migratorios, co­
merciantes, transportistas, entre tantos otros) que están involucrados en ese negocio
ilícito. Aunque el funcionamiento de esta industria, genere cuantiosos ingresos no
regulados por el Estado, muchas de sus actividades son asumidas por funcionarios
estatales, desdibujándose así la frontera entre lo legal y lo ilegal, y lo lícito e ilícito
(Nordstrom, 2007). Así, a la sombra, en la cara oculta de la globalización capitalista
contemporánea, una industria clandestina en torno a la migración que “emplea” en
la ilegalidad a muchos actores sociales y estatales, configura economías paralelas,
tiene normativas propias para su funcionamiento, y, reproduce formas de violencia.
Ahora bien, aun cuando la reflexión previa ya arroja algunos elementos impor­
tantes para comprender esa relación supuestamente inquebrantable entre migración
indocumentada y violencia gestada en el capitalismo contemporáneo, todavía queda
algo más. La vulnerabilidad tan grande que tienen los indocumentados se debe, en
4 Stephen Castles y M ark J. M iller (2004: 41), explican que dentro del proceso m igratorio rransnacional ge­
neralm ente em erge una ‘ind ustria de las m igraciones’ que consiste en la conform ación de una red articulada
de organizaciones de reclutam iento, abogados, agentes, contrabandistas y otros interm ediarios. A dem ás de
individuos, grupos, organizaciones e instituciones públicas o privadas, políticas o económ icas. Las industrias
m igratorias, p u ntu alizan los autores, no necesariam ente actú an para el beneficio de hom bres y mujeres que
m igran, p o r el contrario, su objetivo puede ser explotar y sacar provecho de la inm igración.

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LA MIGRACIÓN Y SUS EFECTOS EN LA CULTURA

gran medida, a que transitan por rutas violentas clandestinas y sin la protección de
Estado nacional alguno: ni sus Estados de origen velan por ellos, menos aún los de
tránsito o de destino. Son algo así como individuos invisibilizados, sin Estado (state­
lessperson) que no cuentan con ninguna garantía estatal, ni con el reconocimiento de
sus derechos, y que, por ende, están expuestos a un permanente, e incluso “justifica­
do” ejercicio de formas de violencia estatales y sociales en su contra’. Esa condición
de statelessness no es casual, todo lo contrario, responde a un constructo social que
se deriva del paradójico y excluyen te contexto global. Construir “amenazas” sociales
encarnadas en los migrantes indocumentados, parecería ser el mayor argumento que
legitima el giro a la securitización y, por tanto, a la aplicación de medidas de control
y seguridad nacional. El lenguaje político y jurídico, que suele traducirse en políticas
públicas, en leyes y normativas, termina construyendo su objeto de intervención e
incluso del ejercicio de formas de violencia, aparentemente “legítimas”. Así, en el
caso de la migración indocumentada hay una deliberada construcción estatal y so­
cial de ésta como una “amenaza” al orden social del país en tránsito y, por supuesto,
de destino. La fabricación de los indocumentados como los otros no deseados, que
dependiendo del contexto histórico-político se los relaciona con enfermos, débiles,
sucios, delincuentes, guerrilleros, terroristas, criminales, narcotraficantes, y cuanto
otro calificativo despectivo se pueda, sostiene la ideología dominante y justifica esa
tendencia hacia la integración global, donde sólo se privilegia la libre circulación de
mercancías y no así la de personas, la puesta en marcha de políticas que ante todo
priorizan la seguridad nacional, aún cuando implique altos costos humanos y per­
manentes violaciones a los derechos de los migrantes (Sassen, 2001). De este modo,
esa “selectiva” apertura fronteriza se sostiene gracias a la construcción ideológica de
lo que es deseado, y de lo que no es deseado.
Así, analizada desde una perspectiva que trasciende la acumulación de datos y
cifras sobre lo inmediatamente perceptible, la migración indocumentada expresa
5 Saskia Sassen y Z ygm unt B aum an, investigadores que han sido críticos sobre la relación que se teje entre los
procesos m igratorios globales y el rol de los E stados capitalistas, utilizan el térm ino: statelessness para referirse a
la condición social y legal de ser un individuo sin Estado. Los m igrantes indocum entados por excelencia caerían
dentro de esta condición. Esto significa que no tienen un a pertenencia legal al E stado del país de acogida, y
por ende, su reconocim iento com o sujetos de derecho, queda en entredicho. E sta com pleja condición deriva
entonces, autom áticam ente en la ausencia de ciudadanía, dando paso abierto a la perm anente violación de sus
derechos y al ejercicio de violencia en su con tra (Sassen, 2008', B aum an, 2005).

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Y E R K O CA S T R O N E I R A COORD.

una contradicción generada por la desigual integración capitalista global. Los países
ricos requieren de la mano de obra barata ofrecida por inmigrantes indocumen­
tados provenientes de países pobres. Sin su trabajo, el proceso de acumulación de
sus economías no sería posible. A su vez, los migrantes salen de países en los que
las condiciones de vida son poco o nada alentadoras, apostando a la migración,
prácticamente, como si fuese la última vía para asegurar su reproducción social y
productiva. Sin embargo, los Estados ricos, mayores receptores de indocumentados,
insisten en detener a este tipo de migración, aludiendo a una supuesta “amenaza”
para su seguridad nacional que deriva en un incremento de controles fronterizos, en
el impedimento a ingresos legales y documentados y, por supuesto, en una multi­
plicación de la violencia ejercida en contra de los indocumentados. Emerge así una
tensión entre la demanda de mano de obra barata, la necesidad vital de emigrar y el
imperativo de detener la migración.
A partir de esa tensión se producen una serie de consecuencias que parecerían
imprevistas y contradictorias. Por ejemplo, que a mayor control fronterizo, mayor es
la emergencia de vías clandestinas que, inexorablemente, alojan formas de violencia.
O que, en la medida en que se requiera de mano de obra migrante en las economías
de países ricos, menos medidas estatales se tomarán para regularizar su condición
migratoria. No obstante, como varios autores han argumentado, estas aparentes
paradojas son constitutivas del proceso migratorio y del modo en el que funciona
la economía capitalista flexible global (Sassen 2001). M antener a una gran masa de
migrantes indocumentados expuestos a formas de violencia parecería ser, aunque
parezca alarmante, uno de los elementos constitutivos de los Estados capitalistas
contemporáneos. Estas paradojas de nuestro tiempo se pueden ejemplificar anali­
zando experiencias de tránsito de indocumentados.
2. Dos imágenes de la violencia contemporánea
Susan Sontag (2005) en su libro: Ante el dolor de los demás, afirma que las imáge­
nes, las fotografías particularmente, pueden ser una potente vía para dar a conocer
el sufrimiento de los otros. Sin ellas, por ejemplo, poco se hubiera conocido sobre
la crueldad de dolorosos episodios modernos, como la Guerra Civil Española o
la Segunda Guerra Mundial. “Algo se vuelve real — para los que están en otros

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LA MIGRACIÓN Y SUS EFECTOS EN L A CULTURA

lugares siguiéndolo como noticia— al ser fotografiado”, dice Sontag. Y esto se


debe, a que la fotografía — en un solo encuadre— congela y simultáneamente
expone realidades que al instante desaparecen (Sontag, 2005:31). Sin embargo,
las imágenes no sólo existen por haber sido impresas sobre papel fotográfico. Tal
como sugiere Sontag: “la memoria congela los cuadros; su unidad fundamental es
la imagen individual”, de tal modo que: “cada cual almacena mentalmente cientos
de fotografías, sujetas a la recuperación instantánea” (Sontag, 2005: 32-33). Así,
los relatos y los testimonios permiten rememorar, y a la par, recuperar y reconstruir
imágenes de situaciones vividas. La memoria y la palabra, oral o escrita, también
pueden producir permanentemente imágenes, y al igual que las fotografías, pueden
dar cuenta de las atrocidades que diariamente se infligen y que de otro modo no
sería posible conocer (Sontag, 2005). Por tanto, recurrir a imágenes, no sólo como
registros visuales sino también a las imágenes que la palabra produce, es una po­
tente vía para dar a conocer situaciones extremadamente violentas que debido a su
clandestinidad, invisibilidad, fugacidad y peligrosidad son difíciles de aprehender
e interpretar, tal es el caso de las que se relacionan con la realidad de la migración
indocumentada en tránsito.
La reflexión de Sontag ilumina el análisis propuesto y alienta a utilizar imáge­
nes para situarse: “ante el dolor de los demás”, en este caso, ante el dolor de los
indocumentados en tránsito, y preguntarse por sus causas. Reflexionar a partir de
imágenes no debe entenderse como un análisis sincrónico, aislado de un proceso
histórico y político, y menos aún que termine reificando la realidad, objetivándola
y transformando esas formas de violencia en un simple: “hecho violento” distan­
ciado de las relaciones sociales y políticas humanas. Todo lo contrario, recurrir a
imágenes creadas a partir de remembranzas, relatos o de registros visuales es un
recurso analítico para comprender cómo las formas de violencia contemporánea
tienen causas estructurales ligadas a la desigual integración capitalista global y par­
ticularmente al modus operandi de los Estados y sociedades contemporáneas frente
a ese tipo de migración.
De las dos imágenes que se interpretarán, la primera fue construida a partir de
los relatos de migrantes indocumentados centro y sudamericanos entrevistados
durante el trabajo de campo realizado entre 2008 y 2009 en la frontera sur de

188
Y E R K O CAST RO N E I R A COORD.

Chiapas, México1'. La segunda, en cambio, deriva del testimonio y análisis de Lucy


Acevedo, secretaria general del Comité de Familiares de Migrantes Fallecidos y
Desaparecidos de El Salvador, , y también de elementos obtenidos a
c o f a m id e

partir de fuentes secundarias y de revisiones hemerográficas de los principales


periódicos mexicanos, salvadoreños, guatemaltecos y hondureños. Estas “fotogra­
fías” han sido captadas de la realidad migratoria del corredor México-Estados
Unidos que debido a su ubicación geopolítica, desempeña un papel clave dentro
de los tráficos globales contemporáneos de sur a norte. Su cercanía con Estados
Unidos, el mayor demandante de drogas (sobre todo de marihuana y cocaína) y
uno de los principales receptores de víctimas de trata a nivel mundial, ha converti­
do al territorio mexicano en un espacio atravesado por las rutas más utilizadas por
el narcotráfico y por redes de trata de personas (Acharya, 2009). Asimismo, esta
vecindad con el mayor destino migratorio mundial, ha situado a México, desde
las primeras décadas del siglo xx, como uno de los principales países emisores de
migrantes (Castles y Miller, 2004: 115). Por esta misma razón, México también
constituye un ineludible lugar de tránsito, y por ende una frontera prelimina!,
para los miles de migrantes indocumentados, provenientes de diversos países po­
bres, sobre todo de Centro y Sudamérica, quienes emprendiendo extraordinarios
periplos migratorios, llegan clandestinamente al país con el afán de cruzar sus
fronteras sur y norte. De ahí que no sea casual que este corredor geográfico sea el
más transitado a nivel mundial: entre 2000 y 2005 lo atravesaron 10.4 millones
de personas, incluyendo a migrantes documentados e indocumentados (Banco
Mundial, 2008). Este último dato, a su vez, arroja pistas para comprender por qué
Estados Unidos en las últimas décadas ha recibido la mayor cantidad de migrantes
indocumentados. Retomando aquello que se dijo previamente, entre 2000 y 2010
el número de inmigrantes indocumentados viviendo en ese país se incrementó
de 8.4 a 11.2 millones. De esa gran cantidad de personas, 9.3 millones (el 78%)
provinieron de América Latina — 2.5 millones de México (el 22%) y 6.8 millones
6 E ntre 2008 y 2009 y en el m arco del desarrollo de la tesis: Frontera sur chiapaneca: el muro hum ano de la
violencia. Análisis de la normalización de la violencia hacia la migración indocumentada en tránsito en el espacio
fronterizo Tapachula-Arriaga (2010), se llevó a cabo una etnografía m ulti-situada y espacialm ente localizada
en esas zonas fronterizas. Este texto fue presentado para la obtención del grado de m aestra de antropología
social en la U niversidad Iberoam ericana de M éxico.

189
LA MIGRACIÓN Y SUS EFECTOS EN LA CULTURA

(el 56%) de países de Centro, Sudamérica y el Caribe— y 2.7 millones (el 22%)
de Asia, Africa o Europa (Passel, 2006). Se conjetura que alrededor de la mitad de
todos los inmigrantes indocumentados registrados en 2005 habría ingresado de
manera legal y documentada y que, probablemente, sólo a partir de la caducidad
de su visa habrían permanecido de forma ilegal en Estados Unidos. Los otros seis
millones posiblemente utilizaron vías clandestinas para atravesar la frontera sur
de México, recorrer el territorio mexicano, cruzar la frontera norte y, finalmente,
internase en Estados Unidos.
Siendo así, todo el territorio mexicano y, en particular, su frontera sur, consti­
tuyen una suerte de bisagra entre los países pobres del centro y sur del continente
y del mundo (los mayores expulsores de migrantes), y Estados Unidos, el mayor
receptor de migrantes en el mundo. Y asimismo, México, evidentemente, ocupa un
lugar decisivo en el proceso de las migraciones internacionales, e indiscutiblemente
su frontera sur es un punto clave dentro de este complejo escenario contemporáneo.
Por razones geográficas, aproximadamente el 95% de las detenciones que se realizan
en esta frontera son a inmigrantes guatemaltecos, salvadoreños, hondureños y nica­
ragüenses; sin embargo, por este límite político administrativo también son deteni­
dos anualmente migrantes provenientes de más de cincuenta países de Sudamérica,
de Africa, de Asia y de Europa ( i n m , 2011). Hecho que constata que estamos ante
una frontera global particularmente importante dentro de uno de los corredores
migratorios más dinámicos del mundo.
Ahora bien, si hay algo que define a ese mismo corredor geográfico, además de su
alto dinamismo en términos comerciales y de la alta movilidad humana, es la violen­
cia que lo recorre. La diversidad de rutas migratorias clandestinas de sur a norte que
se recorren son consideradas como: “las rutas más peligrosas del mundo” (Amnis­
tía Internacional [a i ] , 2010). Y dentro de éstas, los espacios fronterizos, como por
ejemplo, la frontera sur chiapaneca, son puntos rojos: se estima que el 70% de los
migrantes que cruzan este límite político administrativo es víctima de algún tipo de
violencia y que de ese total, un 80% la sufre en México y sólo un 20% en Guatemala
(Bronfman et al., 2001). La permanente violación a los derechos de los migrantes ha
llevado a que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ( c i d h ) califique a la
realidad que viven los migrantes indocumentados en tránsito por México como una

190
Y E R K O CA S T R O NE 1 R A COORD.

verdadera: “tragedia humanitaria” (Declaraciones del Presidente, c id h, 25 de marzo

2010 en Cruz Martínez, 2010). Las imágenes del tren de La muerte y de los nuevos
desaparecidos, son una clara muestra de ello.
Diariamente cientos de migrantes indocumentados, sudamericanos y sobre todo
centroamericanos, cruzan la frontera sur chiapaneca con el anhelo de tomar el tren
carguero que sale desde la dudad de Arriaga, Chiapas, y así avanzar en la ruta mi­
gratoria hacia el norte. Ese medio de transporte, que data desde inicios del siglo xx,
sin regulación oficial estatal alguna, transporta en el techo, en las escaleras laterales
en y entre los vagones, a hombres y mujeres adultos, a adolescentes, niños y niñas,
todos ellos indocumentados. Los testimonios de quienes han subido y sobrevivido al
tren son escalofriantes: asaltos, hacinamientos en los vagones, accidentes, mutilacio­
nes, violaciones, torturas, secuestros masivos, asesinatos y caídas mortales son parte
inexorable del viaje férreo.
¿Cómo es posible que un tren destinado al transporte de minerales, petróleo y sus
derivados, productos agrícolas y para la industria maquiladora también lleve perso­
nas, sin ninguna seguridad, en condiciones inhumanas? Una posible respuesta podría
ser que la compleja dinámica del tren es reciente, o poco conocida. Sin embargo, a
la hora de interpretar esas imágenes de violencia contemporánea, urge dejar de lado
cualquier argumento ingenuo o que apele al sentido común. Las experiencias de los
indocumentados en torno a la “Bestia”, como también se le llama al tren, desde hace
por lo menos una década, han sido ampliamente difundidas en medios de comu­
nicación escrita, en documentales, a través de estudios académicos y por denuncias
públicas, y a pesar de ello, las respuestas estatales y sociales han sido prácticamente
nulas. De hecho, parecería que lo que ha prevalecido es más bien una estratégica
ceguera colectiva frente a esa cruenta realidad.
Los migrantes sólo por tomar un tren que no está destinado a llevar pasajeros y que
además se encuentra en malas condiciones, tienen el enorme riesgo de sufrir acciden­
tes o de morir en el camino. Y a esos riesgos se suman las diversas formas de violencia
ejercida por un enjambre de ilegalidad que se ha configurado en torno a la dinámica
del tren. Desde 2005 y como consecuencia del paso del huracán Stan, el tren carguero
parte del municipio de Arriaga, por lo menos, tres veces por semana. Con total nor­
malidad, como si se tratase de un tren de pasajeros, mientras los migrantes esperan

1 91
LA MIGRACIÓN Y SUS EFECTOS EN LA CULTURA

la salida del tren, negocios ambulantes rondan en las vías férreas: venta de comida,
de agua, de frutas o de plásticos para la temporada de lluvia. Además, no falta gente
solidaria que les regale comida, bebida o incluso les ofrezca posada. Generalmente
son personas de recursos bajos quienes se solidarizan con los migrantes en tránsito.
Muchas veces son arriaguenses que también tienen familiares fuera de México y que
se solidarizan con los migrantes". El día previo a la partida, las vías férreas suelen irse
llenando de migrantes que prefieren dormir a la intemperie para ganar un buen puesto
en el techo y sobre todo en un vagón vacío, algo que puede ser determinante para no
accidentarse o morir en el camino. Pero en las noches es muy frecuente que bandas de
asaltantes, miembros de la Mara Salvatrucha, 13, Barrio 18, que suelen pulular
o m s o

la ruta del tren, o coyoteros, encuentren entre los migrantes a sus víctimas. Así mismo,
es posible que algún miembro de los tres tipos de policía (federal, estatal o municipal),
soldados o agentes migratorios, con total impunidad, paseen por el lugar buscando
sacar alguna ventaja económica o de otro tipo. El testimonio de Margarita, una mi­
grante salvadoreña de 27 años que fue abusada sexualmente por un soldado mientras
esperaba en las vías y que se recoge en el informe: Víctimas invisibles, migrantes en
movimiento elaborado por a ida cuenta de ello:
(2 0 1 0 ),

Uno no se im agina que el sueño se puede acabar en un ratito en e s te


camino ( . . . ) [El militar] me llevaba de la mano por el m onte. Me llevó lejos de
Las vías del tr e n , e stá b a m o s solos. Me dijo de quitarme la ropa para ver si traia
droga. Me dijo que me dejaba ir si hacía lo que él decía (Margarita (nombre
ficticio), m ig rante salvadoreña de 27 años. Tomado de Amnistía In terna ciona l,
2 0 1 0 ).

Ir en un vagón resulta mucho más seguro, pues, tal como lo afirma Mercedes,
una migrante guatemalteca entrevistada en 2008: “así sólo se oye lo que pasa con la
gente cuando la secuestran o cuando se caen del tren, pero no se ve nada” (Mercedes,
/ O tro ejem plo de la solidaridad que tam bién se puede encontrar en las rucas m igratorias, es el trabajo que
hacen las “Pacronas”. Son un grupo de mujeres que viven en un poblado llam ado La Patrona, perteneciente a!
m unicipio de A m atlán de los Reyes, V eracruz. Por este poblado tam bién pasa el tren carguero, y com o ellas
m ism as dicen, esa tam bién es: “una región que vive fuerces historias con el tren y sus m igrantes”. Estas mujeres,
a pesar de ser pobres, diariam ente, y desde hace más de diez años, ofrecen agua, com ida, ropa y m edicinas
a los m igrantes. M uchas ellas tam bién tienen fam iliares m igrantes en Estados U nidos. Véase: http://w w w .
lapacrona.org/index.htm l.

192
Y E R K O C A S T R O N E I R A COORD.

migrante guatemalteca, Arriaga, junio 2008). Sin embargo, dentro de los vagones
también suelen suceder cosas: gente hacinada, y a veces, revuelta con mercancías,
abusos sexuales, sobre todo a mujeres o niños, perpetrados por los mismos migran­
tes o por “infiltrados” (delincuentes, coyoteros, o miembros de la Mara, m s 13, o
Barrio 18). Cuando ya no hay espacio en los vagones los migrantes van sentados en
el techo, amarrados con cinturones o telas a las vigas metálicas del tren, colgados de
las escaleras laterales de los vagones o sentados en las barras de metal que los unen.
Cualquiera de estas formas de viaje son en extremo peligrosas por el riesgo de las
caídas, mutilaciones o de la muerte.
La “administración” de las vías férreas y de los “lugares para pasajeros” están a
cargo de los maquinistas o de los garroteros (empleados de ferrocarriles) quienes
fungen como cobradores de pasajes, y, en ciertas ocasiones, también como aparta­
dores de lugar. El pasaje individual puede variar, dependiendo de las necesidades de
los maquinistas o garroteros, de 50 a 200 pesos. Un cálculo aproximado da una idea
de lo estratégico que resulta para los empleados del tren dejar subir a migrantes. Si
el tren lleva en cada viaie que hace, a mínimo cincuenta migrantes desde Arriaga,
y suponiendo que el maquinista cobre 100 pesos a cada uno, esto implicaría una
ganancia neta de $ 5.000 pesos por viaje, que a no dudarlo redondean su salario.
Además, usualmente estos empleados del ferrocarril tienen nexos con coyoteros o
mareros, se sabe que hay acuerdos con la policía local, con agentes migratorios y
con los jefes de las estaciones de trenes para repartirse el total por los “pasajes” de
migrantes.8 El dinero que ganan los maquinistas en algunas ocasiones es comparti­
do sólo con los jefes de las estaciones o con trabajadores de las mismas, sobre todo
con los guardias privados. Estos últimos suelen también cobrar a los migrantes que
duermen y/o se guarecen en las vías cercanas al paso del tren.
Testimonios de migrantes entrevistados, así como reportajes e investigaciones
de prensa e informes de organizaciones de derechos humanos locales y nacionales,
8 El diario La Jornada, del 22 de noviem bre de 2008 reportó precisam ente que en la ruta A rriaga-Ixtepec, el
m aquinista y dos garroteros del tren fueron cóm plices del secuestro de 12 m igrantes. Estos últim os después
de haber sido liberados relataron que el m aquinista, en la estación de A rriaga, cobró 100 pesos a cada uno
y si no se pagaba ese m o nto se: “arriesgaban a ser tirados a las vías”. A dem ás, se inform a que el tren salió a
las ocho de la m añ an a de A rriaga y que ai pasar po r el m unicipio de Las A nonas se detuvo y fue cuando los
secuestraron. Este hecho es m uy com ún y ya es parte de la dinám ica local del tren (Vélez Ascencio, 2008: 37).

193
LA MIGRACIÓN Y SUS EFECTOS EN LA CULTURA

dan cuenta de que últimamente los maquinistas trabajan para el cartel de sicarios
y narcotraficantes de los Zetas ( , 2010). Así, una vez que el tren ha partido desde
ai

Arriaga, en el medio de la ruta, los maquinistas suelen estratégicamente reducir la


velocidad del tren en ciertos puntos de la ruta donde estas redes de criminales los
esperan, e irrumpen para robar, violar o secuestrar a los migrantes. Gravísima pro­
blemática que trata, entre otras denuncias públicas, aquella hecha por la Comisión
Nacional de Derechos Humanos entre 2009 y 2011. Miembros de la Mara Salva-
trucha también rondan este paraje. Buscan víctimas para robarlos, secuestrarlos o
para sus despiadados rituales de iniciación. Se sabe que las violentas prácticas perdu­
ran y muchas veces asesinan a migrantes sobre el techo, violan a mujeres, o los lazan
afuera del tren después de contar hasta 13 o 18, dependiendo de si su clica es parte
de la 13 o de la Barrio 18.
ms

El simple hecho de que este violento enjambre de corrupciones exista y opere en


torno al tren y a los migrantes, da cuenta de la impunidad y colusión que existe con
las autoridades locales. Reportajes de prensa y denuncias en informes de derechos
humanos señalan, a las autoridades locales, sobre todo a la policía municipal y a los
agentes migratorios, como los principales aventajados del entramo que se ha con­
figurado en la contracara del tren ( , 2005,
cd h fm c , 2010). Testimonios afirman
ai

que ellos extorsionan directamente a los migrantes, trabajando coludidos con los
maquinistas para obtener dinero e incluso operan a favor de los Zetas y no sólo eso.
Información recabada en reportajes de prensa y en informes de derechos humanos,
documentales y sobre todo a partir de experiencias de migrantes, se sostiene que
cuando hay operativos de detención en torno al tren, las así llamadas volantas, la
fuerza pública usa toda la violencia física para detenerlos y que incluso ni siquiera
los detiene, sino que los “caza”: los extorsiona, abusa física y/o sexualmente de ellos
y ellas e incluso los empuja hacia afuera del tren con total impunidad’.
El modus operandi de este entramado apenas se empieza a evidenciar, y tal como
se ha descrito, las actividades ilícitas monopolizan la escena, y plasman claramente
9 En el inform e “Crisis de derechos hum anos en la Frontera S u r” (2008) elaborado por d p l f et al (2008), se
hace referencia a tres operativos que el in m jun to con soldados y elem entos de la policía hicieron en 2003,
2005 y 2008 con el fin de detener a m igrantes y m areros. Según se detalla los m iem bros de la fuerza pública
agredieron física y verbalm ente a los m igrantes, les pegaron con garrotes, los em pujaron del tren, atentando
contra su integridad y vida. Véase: d p l f , 2008.

194
Y E R K O C A S T R O N E I R A COORD.

concepciones históricas de los migrantes como los no deseados, y como los posibles
blancos para todo y todos. Las imágenes de miedo y horror que deja el tren cargue­
ro cuando parte de Arriaga son difíciles de imaginar. Generalmente, en el medio de
parajes de la ruta férrea, la Bestia suele parar y, los Zetas, muchas veces en colusión
con los maquinistas o con las propias autoridades locales, toman el dominio de la
escena y es ahí cuando dan paso a los violentísimos secuestros colectivos. Al parecer
sin control alguno, un tren en decadencia va llevando la monstruosidad de la época
contemporánea. Monstruosidad que sólo se comprende como parte de la desigual
integración capitalista contemporánea, la cual requiere y permite que esos tráficos
globales (drogas, armas, personas y contrabando) se cuelen entre los vagones del
ferrocarril. El tren lleva violencia y dolor. Es la m áquina que acerca a los nuevos
“parias” del siglo xxi, a los migrantes indocumentados, a su destino final. Y, en ese
periplo, son muchos los que se benefician, lucran y, sobre todo, violentan im pu­
nemente a los migrantes. Todo esto en silencio, y más aún en una época en la que
pocos son sujetos de derechos y, donde cada vez y con más frecuencia, la violencia
se ha vuelto la “normal” forma de convivencia.
Las imágenes que deja el tren de la muerte inevitablemente nos rem iten al H o­
locausto. Hace seis décadas en la Alemania de la guerra, los trenes de carga tam ­
bién llevaban en sus vagones a los parias de aquella época, los judíos, que irían a
parar a los campos de exterminio nazi. Primo Levi, un judío italiano sobreviviente
de la planta petroquímica en Auschwitz, rememora lo que ocurrían en los “Tre­
nes hacia la muerte”, como se conocía a los trenes cargueros durante la Segunda
Guerra Mundial. Para él, la imagen epítome del horror nazi, no era el campo de
concentración, sino la del tren de carga. A partir de su propia experiencia, esto se
debía a que en los vagones los presos perdían su voluntad, se volvían inermes, ya
no tenían la capacidad para distinguir la violencia, de la no violencia, e incluso
perdían su humanidad y se acercaban a la barbarie. Para Levi, las condiciones del
transporte en vagones: “era uno de los síntomas más claros de la voluntad nazi de
reducir a los humanos a bestias” (Levi, 2002). Esa violencia del tren era lo que
producía, en palabras de Levi: “muertos vivientes” o “cadáveres ambulantes”, esos
cuerpos indefensos, sin voluntad alguna, que más tarde eran depositados en los
campos de concentración.

195
LA MIGRACIÓN Y SUS EFECTOS EN LA CULTURA

Después del análisis que he realizado, sin equipararlos, es difícil no reparar en


que, insólitamente, hay muchas coincidencias entre los “Trenes hacia la muerte”
que atravesaban Alemania durante la Segunda Guerra Mundial y el tren de la muerte
que hoy atraviesa México. Resulta fundamental traer a colación la memoria históri­
ca y tener presente que la guerra y los genocidios humanos, para nuestra sorpresa y
alarma, no sólo existen en los regímenes totalitarios sino también en los así llama­
dos: “tiempos de paz”.
“La historia se vuelve a repetir”. Lucy Acevedo, secretaria general del C O f a m i d e ,
pronunció esa sugerente frase casi al cierre de una de las tantas ponencias que desde
hace algunos años viene dando ante diversos públicos latinoamericanos sobre uno
de los hechos más estremecedores que ahora también forma parce de los procesos
migratorios contemporáneos: la desaparición de migrantes indocumentados en las
rutas de tránsito por el corredor México-Estados Unidos1". Mientras esta salvado­
reña, hermana de un migrante desaparecido, con argumentos críticos confirmaba
ciertas coincidencias históricas, se proyectaban cuatro imágenes simultáneamente.
En todos los casos se trataban de fotografías grandes de los rostros de hombres y
mujeres colocadas en cartones con palos de madera que eran sostenidos por grupos
de personas. Aquello que diferenciaba unas fotos de otras era primero, el color, unas
eran en blanco y negro, y otras no; luego, la fecha en que habían sido tomadas, y
por último; el lugar de procedencia. Las imágenes en blanco y negro habían sido
captadas entre 1970 y 1980, unas en Argentina y otras en Chile. Las que eran en
color, en cambio, databan del periodo 2009-2011 y provenían de El Salvador y de
México. Todas eran imágenes de protestas públicas de familiares de desaparecidos.
Con ese trasfondo, Lucy Acevedo continuó su exposición: “El término desapare­
cidos se volvió cotidiano durante las dictaduras latinoamericanas de las décadas de
1970 y 1980. Hoy ese mismo término también acompaña la cotidianeidad de los
familiares de migrantes centroamericanos. Con nuevos patrones, enfrentamos a una
situación similar” (Acevedo, 2011). Efectivamente parecería que ciertos rasgos de la
historia del siglo xx, con las variaciones del caso, se vuelven a repetir. Los regímenes
10 La ponencia a la que se hace referencia en este artículo es: “Los nuevos desaparecidos. Consecuencias de la
m arginación y vulnerabilidad de los m igrantes centroam ericanos." Fue presentada en el sem inario: M éxico
Frontera G lobal: jornadas sobre m igración y derechos hum anos. U niversidad A utónom a M etropolitana de
M éxico, C iudad de M éxico, septiem bre de 2011.

196
YE R K O C A S T R O N E I R A COORD.

dictatoriales de derecha en el Cono Sur, y también en Centroamérica, sobre todo


en Guatemala, El Salvador o República Dominicana, entre 1970 y 1990, desde el
aparato estatal, desplegaron dispositivos de control y castigo en contra de los así
concebidos como “amenazas” a sus regímenes. Usualmente se trataba de militantes
o de simpatizantes de movimientos políticos de izquierda. Si bien el retorno a la
democracia tuvo lugar en América Latina, hoy, rasgos de esa funesta época dicta­
torial vuelven a emerger, en particular, frente a la multiplicación de esos: “nuevos
desaparecidos”, los migrantes centroamericanos indocumentados en tránsito por el
corredor México-Estados Unidos. No se puede afirmar que actualmente los Estados
centroamericanos, el mexicano o el estadounidense, al igual que esos regímenes dic­
tatoriales, deliberadamente desplieguen aparatos de control y castigo para la iden­
tificación y desaparición de indocumentados, pero aquello que sí se asemeja es la
construcción de los indocumentados como los otros no deseados, como “amenazas”
a la seguridad nacional, mismos que legítimamente pueden ser violentados desde el
Estado o desde la sociedad. Es más, la poca o nula acción de estos Estados involu­
crados ante esa aciaga realidad contemporánea, de algún modo los vuelve cómplices,
y lo que es peor, confirma cómo en el mundo del presente existen rasgos, al parecer,
no superados de las violencias del pasado.
La se conformó en 2006, y a partir de entonces, recopila información
c o f a m id e

sobre migrantes “perdidos”. Hasta el momento, a partir de testimonios de familiares,


se han creado 300 expedientes de salvadoreños desaparecidos. De ese total, sólo 59
casos han sido resueltos: 50 correspondían a migrantes que habían muerto, asesina­
dos o por accidentes en la ruta, y los otros 9 migrantes que fueron encontrados con
vida en algún paraje del corredor México-Estados Unidos (Acevedo, 2011). Lucy
Acevedo afirma que el trabajo que realiza el Comité permite apenas aproximarse a la
realidad que viven los indocumentados en tránsito y dar cuenta de que las desapa­
riciones no son algo reciente. Según Acevedo, por lo menos desde hace una década
se han venido registrando casos de migrantes indocumentados centroamericanos
pobres que salieron en busca del: “sueño americano” y nunca más aparecieron. Sin
embargo, continúa Acevedo, aquello que sí ha cambiado son los niveles de violencia
a los que se enfrentan los migrantes en las rutas clandestinas: la violencia se ha incre­
mentado muchísimo (posiblemente como producto del contexto de la guerra con­

197
LA MIGRACIÓN Y SUS EFECTOS EN LA CULTURA

tra el narcotráfico desatada en este último sexenio en México) y consecuentemente


también lo ha hecho el número de desapariciones. La gran mayoría de desaparecidos
han sido víctimas de diversas formas de violencia mientras transitaban por las rutas
clandestinas sobre todo en aquellas localizadas en térrico rio mexicano. De hecho,
estos migrantes no en pocos casos desaparecen antes, durante o después de la ruta del
tren de la muerte. Así, la compleja realidad que se deriva de la interpretación de la pri­
mera imagen, fácilmente podría ser el contexto en donde ocurren esas desapariciones
contemporáneas. “Será que el dolor que cargamos los familiares de los desaparecidos
es tan grande que ya no podemos permitir que se siga ocultando esta tragedia” (Lucy
Acevedo, conversación personal. México . ., septiembre 2011). Efectivamente,
d f

siguiendo la atinada reflexión de Lucy, al parecer la violencia contemporánea está


desbordada y ya no es posible que los Estados ni las sociedades de origen, tránsito o
destino continúen ciegos y en silencio frente a la permanente deshumanización de las
relaciones sociales en torno a los indocumentados.
Para muestra comentaremos que en 2009, la Comisión Nacional de Derechos
Humanos de México, cn d h, hizo la primera denuncia pública en torno al incre­

mento de secuestros y desaparición de migrantes indocumentados en tránsito por


parte de bandas del crimen organizado, como los Zetas, los cuales probablemente
operarían de forma coludida con las autoridades locales y con redes de tráfico y trata
de personas (sobre todo con coyotes) obteniendo cuantiosos réditos económicos por
este negocio ilícito. Según detallaba ese primer informe, entre septiembre de 2008 y
febrero de 2009, más de 9,700 indocumentados fueron secuestrados. Se calcula que
el beneficio que la delincuencia organizada y la policía obtuvieron de esos crímenes,
fue de 25 millones de dólares. Y, según lo presagiaba la , si ninguna medida
cn d h

estatal era tomada inmediatamente, esa cifra sólo aumentaría. Y efectivamente eso
fue lo que sucedió. A pesar de la existencia de contundentes evidencias, como las
que mostraba ese primer informe y las que daban organizaciones de la sociedad civil
como la , además de las continuas denuncias también mostradas en repor­
c o f a m id e

tajes periodísticos, en investigaciones académicas, o por decenas de otros migrantes,


prácticamente ninguna medida pública eficaz se tomó para combatir esos crímenes
y evitar su propagación. El segundo informe de la , publicado en febrero de
cn d h

2011, confirmó esos presagios: entre abril y septiembre de 2010, es decir, un año

198
Y E R K O CAST R O N E I R A COORD.

después de la primera denuncia, más de 11,300 migrantes fueron secuestrados en


México. Esto implica que de un año al otro el número de casos se incrementó
aproximadamente en 2,000, y que la cifra total de migrantes secuestrados, entre
2009 y 2010, asciende a 20,000. Por supuesto, todos ellos también fueron víctimas
de diversas formas de violencia que van desde abusos de poder, intimidación, gol-
pes, torturas, secuestros colectivos, violaciones, hasta asesinatos ( c n d h , 2011). En
muchos casos esos secuestros colectivos derivan, inevitablemente, en la desaparición
de migrantes.
Según la c o f a m i d e las condiciones de clandestinidad; la inclemencia de las tem­
peraturas extremas y del contexto geográfico de las rutas; el reclutamiento forzado
de migrantes por parte de la delincuencia organizada; la propagación cada vez ma­
yor de redes de tráfico y trata de migrantes; la existencia de “controladores” en las
rutas clandestinas, y, sobre todo, la permanente impunidad e inacción de los Esta­
dos involucrados son las causas que han detonado el incremento de secuestros y por
ende, la producción de esas imágenes de migrantes desaparecidos. “Ante la inacción
de los Estados centroamericanos, en particular del salvadoreño, y del mexicano para
poner en marcha procesos de búsqueda eficiente de nuestros familiares, creamos la
c o f a m i d e , y como nosotros existen otros comités en Honduras, Nicaragua y en El
Salvador” (Lucy Acevedo, conversación personal. México D .E, septiembre 2011).
El rol que han cumplido estos comités de familiares desaparecidos ha sido clave para
interrumpir ese silencio público frente a una tragedia contemporánea que perma­
nece irresuelta y a la sombra. Es más, las madres que forman parte de los diversos
comités centroamericanos han creado, a su vez, la Caravana “Sigo tus huellas con
la esperanza de encontrarte”. Desde la frontera sur de México hasta la norte, estas
mujeres siguen los caminos de extravío frecuentados por los indocumentados, visitan
los albergues para migrantes, las cárceles, e incluso los depósitos de cadáveres para
revisar las fotografías de muertos no identificados con la esperanza de encontrar a
sus hijos migrantes y denunciar de forma pública y pacífica las continuas agresiones
que los indocumentados sufren en su tránsito por México. M artha Sánchez, parti­
cipante de la última caravana que recorrió ese país en noviembre de 2011, afirmó
que todas las madres quieren justicia: “que nos digan dónde están nuestros hijos”
(Sánchez, en el diario La Jornada, 14 de noviembre de 2011).

1 99
LA MIGRACIÓN Y SUS EFECTOS EN LA C U L T U R A

El recorrido de estas inquebrantables y ejemplares mujeres les ha permitido lo­


grar aquello que los Estados centroamericanos y el de México hasta ahora no han
hecho: identificar a migrantes desaparecidos. Por ejemplo, en la última caravana
una madre hondurena encontró a su hijo desaparecido en el penal de Tapachula,
Chiapas. Ella no lo veía desde el 2004 (Henríquez, en el diario La Jornada, 14 de
noviembre de 2011)". Si bien el número de identificaciones es mínimo frente a la
cantidad de desaparecidos, estos pequeños logros son muestras de que la ausencia
de voluntad política para transformar la realidad de los indocumentados en tránsito
por México es lo que prima. Otro de los logros que la actividad de los Comités de
familiares y de la Caravana ha tenido es el posicionamiento público de la problemá­
tica que entraña a los nuevos desaparecidos, y, con ello, la visibilización del grado
de deshumanización que existe en torno a los indocumentados. Si bien desde hace
11 años la Caravana recorre el corredor México-Estados Unidos, sólo en los últimos
años ha tenido una importante presencia mediática. Esto posiblemente se relacione
con el efecto inevitable que tuvo la matanza de los 72 migrantes en Tamaulipas
para la comunidad internacional, así como el descubrimiento de fosas clandestinas
en los estados mexicanos norteños donde miembros del crimen organizado suelen
enterrar a migrantes centroamericanos que han sido sus víctimas (Taniguchi, 8 de
noviembre de 2011, en en español). Al parecer los Estados y las sociedades
cnn

contemporáneas sólo logran condolerse, y por momentos, ante actos de extrema


violencia, como esa matanza, y no ante una realidad que en la cotidianeidad destila
dolor y crea continuamente imágenes de horror.
No obstante, aquello que ni los Comités, como el , ni la Caravana
c o f a m id e

han logrado todavía es que la desaparición de migrantes indocumentados sea un


tema urgente dentro de las agendas estatales y, que por ende, se cumpla el derecho
al acceso de justicia y se revierta esa enraizada impunidad frente a la violencia de la
migración. Ante la ausencia de una decidida respuesta estatal, el Equipo Argentino
de Antropología Forense ( ) recientemente ha puesto en marcha el proyecto
eaaf

11 Este ejem plo es tan sólo uno de los más de 6 m il hondureños que se han “perdido” en su transito por M é­
xico. Según datos del Foro N acional para las M igraciones ( f o n a m ih ) , con el afán de llegar a Estados U nidos,
desde el 2005, cada año alrededor de 100,000 hondureños cruzan el corredor m igratorio y de ese total 6,000
han desaparecido en M éxico, es decir, el 6% de los m igrantes indocum entados hondureños en tránsito (En el
diario La Jornada, 23 de enero de 2011).

200
Y E R K O CAST RO N E I R A COORD.

para conformar el Instituto Regional sobre Migrantes no localizados y restos no


identificados, con el apoyo de la c o f a m i d e , de la Caravana de madres de migrantes
desaparecidos y recientemente de ciertos sectores gubernamentales sensibles en los
países centroamericanos involucrados. Increíblemente la injerencia del e a a f vuelve
a recordarnos el dolor que dejó la dictadura argentina: en 1984 se creó esta institu­
ción para investigar los casos de los más de 9,000 desaparecidos durante el régimen
militar ( e a a f , 2007) dictatorial argentino. Si bien las condiciones políticas en las
que emergió el trabajo de la e a a f difieren de las actuales, aquello que es similar es la
recurrente y, al parecer, imparable violencia y violación de derechos que se comete
en contra de ciertas personas, en este caso, los migrantes indocumentados, y que
provoca su desaparición. Dadas las coincidencias históricas que entraña la realidad
de estos nuevos desaparecidos, el e a a f trabaja precisamente en las rutas migratorias
del corredor México-Estados Unidos, incluyendo a los países centroamericanos de
origen, en la búsqueda e identificación de migrantes. El propósito de este proyecto
es crear un bancos de datos, incluyendo un banco genético, sobre migrantes no lo­
calizados, analizar el a d n de los cuerpos encontrados en fosas comunes, depósitos de
cadáveres o en la ruta y así localizar a los indocumentados que están siendo buscados
por sus familiares (Zavala, 2011). Así mismo, se espera que la puesta en marcha de
ese proyecto impulse a que los Estados involucrados tomen cartas en el asunto, pues
hasta ahora esta enorme problemática sigue estando invisibilizada, no hay cifras del
número de desaparecidos y, sobre todo, no hay ninguna acción estatal que avizore
un posicionamiento frente a estos hechos.
Las imágenes de la violencia contemporánea, como las de los nuevos desapareci­
dos, recuerdan cada vez más al pasado, y confirman cómo los Estados y sociedades
hemos sido y seguimos siendo capaces de enceguecernos frente a los otros, y de
concebirlos como verdaderos: “sujetos desechables”, como diría Zygmunt Bauman
(2005). El silencio, la falta de posicionamiento crítico y la inacción parecen ser las
condiciones básicas para que el pasado violento sólo se siga repitiendo.
3. ¿Enemigos objetivos?
La interpretación de ambas imágenes es una prueba fehaciente de la compleja
relación que existe entre la migración indocumentada y la violencia. Tanto en la

201
LA MIGRACIÓN Y SUS EFECTOS EN LA CULTURA

dinámica del tren de la muerte como en la de los nuevos desaparecidos es posible


identificar dos rasgos que se encuentran directamente entrelazados: la ausencia de
respuestas escatales decididas, sea de los países de origen, del Estado mexicano o del
estadounidense, para transformar radicalmente esa acelerada deshumanización de
las relaciones sociales y estatales en torno a los indocumentados; y, con las distancias
del caso, la repetición de cruentas experiencias que nos remiten al pasado, en parti­
cular, a las dinámicas de regímenes dictatoriales, e incluso totalitarios, y de la guerra.
¿Por qué perduran estos rasgos?
En el ejercicio de la violencia hay una intención de dominio frente a un otro. La
perpetración de ésta, en sus diversas formas, implica una decisión intencionada de
controlar y/o de perpetuar, dependiendo del caso, ciertas distinciones o jerarquías
.sociales, políticas o económicas, frente a un otro. Esto se logra a través del uso de di­
versos medios, sean éstos físicos o simbólicos. Y esta forma de dominio intencional
puede ser consciente, puede estar fundada en la ley o no, ser legítima o ilegítima, o
incluso, puede haberse normalizado como parte de la rutina cotidiana. Siendo así,
la intencionalidad sería entonces el rasgo que distingue a la violencia de un mero
accidente (Nordstrom, 2007: 60-61). Este punto es clave ya que implica que para
que existan relaciones sociales violentas debe necesariamente existir una otredada la
que intencionalmente se espera dominar. Raymond Williams (2003) hace una inte­
resante puntualización con respecto a la violencia y, en particular, sobre este último
punto. Williams afirma, que si bien las formas en las que se expresa la violencia,
sobre todo en términos físicos, tienden a acaparar nuestra atención, lo fundamen­
tal reside en comprender que por detrás de esas evidencias, la violencia: “entraña
un sentido de los no autorizados”, quienes “legítimamente” han de ser violentados
pues cargan un “comportamiento indócil” que debe ser dominado (Williams, 2003:
324). Así, esa intencionalidad de dominio, que define a la violencia, exige a la par la
determinación de qué o quién es lo “no autorizado” y lo “indócil”, en oposición con
aquello que se autoriza y es dócil y que no merece ser violentado.
Siguiendo esta misma línea reflexiva Michel Foucault (2001) sugiere que el poder
estatal es por antonomasia el creador y controlador de lo indócil, de lo carente de
“gobierno”, al que se le domina no sólo con el uso explícito de la fuerza “legítima”;
sino también a través de formas invisibles en la vida cotidiana. El poder y sus apara­

202
Y E R K O CAST R O N E I R A COORD.

tos de control se incorporan de diversos modos para crear y dominar a esos cuerpos
indóciles que bien pueden venir desde fuera, como los migrantes indocumentados,
o ser .parte del flujo de la acción estatal y social, por ejemplo, los locos, los enfer­
mos, los desviados, ios marginados, los delincuentes, etc. (Foucault, 2001). Así,
los Estados modernos crean continuamente a cuerpos: “no autorizados”, indóciles,
que pueden tener muchas caras, para aplicar acciones estatales, dominarlos y legiti­
mar su soberanía y existencia. Históricamente los migrantes han sido parte de esos
otros, es decir, han sido “cuerpos indóciles”, como dijera Foucault, a quienes se debe
intencionalmente dominar. Siendo así, existiría una relación que si bien parecería
tácita, es construida, entre Estado-violencia y migración indocumentada. Ineluc­
tablemente a la hora de analizar la migración indocumentada, estamos entrando
en un análisis respecto de las formas en las que opera el Estado, y cómo éste crea
intencionalmente cuerpos indóciles que deberán ser dominados para legitimar la
existencia y permanencia estatal.
Es más, en el proceso histórico de construcción de las fronteras geográficas, uno de
los elementos “fundantes” de los Estados nación modernos, también se dio una suer­
te de: “determinismo ambiental”, territorial y con él, la supuesta aparición “natural”
de la otredad (Harvey, 2004: 279). El otro sería el ajeno, el distinto e incluso, en la
mayoría de los casos, el que podría suponer una amenaza. Así, el lugar que le corres­
ponde necesariamente estaría fuera de los límites nacionales, o fuera del centro del
poder; es decir, en los “márgenes”. Por tanto, las fronteras “naturalmente” habrían de
ser erigidas para contener a los otros (Harvey, 2004: 279). Usualmente, dirá Etienne
Balibar (2005), los otros son todos los que cargan una identidad predefinida, supues­
tamente fija e inamovible, la de ser los no nacionales. Todo aquel que cae del lado
de lo no nacional puede ser inmediatamente vinculado con amenazas a la seguridad
nacional y frente a él, el Estado podrá hacer uso de dispositivos de control fronterizo
y territorial. Así, desde la creación de los Estados modernos: “los aparatos de control
fronterizo se vuelven instrumentos estatales de discriminación y selección” y también
para la aplicación de formas de violencia justificadas en contra de esa otredad “na­
turalmente” no deseada (Balibar, 2005: 79-81). Sin embargo, esa “naturalidad” que
configura distancias sociales entre unos y otros, que más tarde pueden derivar en el
ejercicio de una violencia normalizada, tendría que ser cuestionada. La otredad no

2 03
LA MIGRACIÓN Y SUS EFECTOS EN LA C U L T U R A

es más que una categoría vacía que dependiendo del contexto histórico y político
fabrica individuos no deseados, cuerpos indóciles, amenazas estatales que han de ser
controladas, que pueden ser legítimamente violentadas, e incluso desaparecidas. In­
dagar en las prácticas sociales para comprender cómo se han fabricado esos espacios,
y sobre todo esos: “estigmas impuestos y naturalizados sobre los otros” que los habi­
tan. Estigmas que en nuestro caso se construyen en relación al migrante como aquel
que por excelencia representaría la otredada ser negada (GofFman, 2008: 13-15).
Siendo así, y a partir de la reflexión hecha, esa inacción estatal frente a la violencia que
entraña la migración indocumentada y la deshumanización de las relaciones sociales y
estatales que se tejen en tomo de estos tipos de migrantes se explicaría el porqué hay una
clara construcción y estigmatización de los indocumentados como los otros no deseados,
como las amenazas estatales a quienes no se los reconoce como sujetos de derecho y, por
ende, a quienes se los puede “justificada” y legítimamente violentar. Sólo así se com­
prende por qué los indocumentados transitan por rutas clandestinas sin la protección
de ningún Estado nacional, y por qué parecería, a su vez, que existe una ceguera colec­
tiva ante su situación crítica. Para el caso analizado implicaría que históricamente se ha
dado un proceso de construcción de los indocumentados como los otros no deseados.
Si bien en este espacio no cabe referirse a detalle sobre ese proceso, un análisis histórico
efectivamente confirma que desde la definición de la frontera sur de México a finales
del siglo xrx, los indocumentados fueron concebidos como la otredad que justifica cier­
tas acciones estatales. Así han sido concebidos como posible invasor, como el ajeno, el
débil, el vulnerable, y el blanco de todo abuso. Registros históricos, que datan de finales
del siglo xrx, demuestran cómo los migrantes eran considerados como los explotables,
sobre todo los jornaleros guatemaltecos en las plantaciones de café. A principios del
siglo xx, ese otro también será visto como el no deseado en oposición directa al extran­
jero europeo deseado y promisorio que llegó a la frontera como parte de las políticas
de colonización de tierras (De Vos, 1996). En las últimas tres décadas del siglo pasado,
esa construcción estuvo marcada tanto por el contexto de las guerras centroamericanas
como por concepciones estadounidenses que desde entonces ya estigmatizaban a los
migrantes como amenazas relacionadas con la guerrilla, con posibles refugiados, con el
narcotráfico, con pandillas juveniles violentas, con la Mara Salvatrucha centroamericana
( m s 13, o Barrio 18) o con el terrorismo (Aguayo, 1985).

2 04
Y E R K O C A S T R O N E I R A COORD.

La estigmatizadon de los migrantes se ha traducido, y de algún modo ha inspirado,


el diseño y ejecución de políticas de contención migratoria, como el Plan Sur, Ope­
raciones (u operativos) antimaras Acero i, n, m, o la imposición de visados a ciertas
nacionalidades de países pobres, en particular, de los que son emisores de emigrantes
a Estados Unidos. A esto se suma que, a lo largo de más de medio siglo, entre 1947
y 2008, en la antigua Ley General de Población, se concebía a la migración indocu­
mentada como una: “conducta delictiva” y como una falta penal, argumento legal que
dio paso a una abierta criminalización hacia los migrantes (Artículo 103, Ley 1947,
c n d h , 1997: 49-50). Así, revertir esa construcción histórica de la otredad que estig­
matiza y “legítimamente” violenta es uno de los desafíos centrales de cara a resolver la
crítica situación de la migración indocumentada que transita por esa frontera.
Ahora bien, ese proceso de construcción de los indocumentados como la otredad,
no es una seña particular de la dinámica del corredor México-Estados Unidos. Este
hecho se repite a lo largo y ancho del planeta. Por ejemplo, las imágenes de indo­
cumentados africanos cruzando el estrecho de Gibraltar, en el mar Mediterráneo,
es una muestra de ello. Si sumáramos las diversas “fotografías” de la realidad indo­
cumentada en el mundo, obtendríamos un collage que en realidad fungiría como
un síntoma de la época contemporánea: la construcción de los indocumentados
como los otros, los sujetos sin Estado, los sujetos desechables (Bauman, 2005). Esa
construcción estatal de la otredad no se debe pasar por alto. Todo lo contrario habría
de ser indagada a profundidad, cuestionada y si es posible transformada pues ese
mecanismo estatal es el que justifica el ejercicio de “legítima” violencia contra cier­
tos grupos de individuos. De hecho, este rasgo de la dinámica contemporánea nos
remite a épocas pasadas. Hannah Arendt en su libro: Los orígenes del totalitarismo,
señala que el antisemitismo y el imperialismo fueron los elementos que originaron
regímenes totalitarios como el nazismo. De la crítica que hace esta filósofa alemana,
llama la atención que en las bases del antisemitismo también está la construcción de
los judíos como la otredad. En el caso del régimen nazi, esa otredad derivó en: “ene­
migos objetivos” prefigurados y prefabricados por el poder hasta en sus mínimos
detalles para justificar la guerra, las fábricas de la muerte, las cámaras de gases, los
“Trenes hacia la muerte”, en definitiva para sostener una cacería en contra de esos
otros y dar una “solución final” a la cuestión judía (Arendt, 1998).

205
LA MIGRACIÓN Y SUS EFECTOS EN LA CULTURA

Bajo ningún punto de vista podemos afirmar que en la época contemporánea se


vive un proceso similar al que detonó la barbarie de la Segunda Guerra Mundial
ni que los indocumentados sean concebidos como “enemigos objetivos”; sin em­
bargo, aquello que sí debe ser señalado es que existen ciertos rasgos, entre ellos, la
construcción de los migrantes indocumentados como los otros no deseados, que si
no son identificados, visibilizados, nombrados, cuestionados y transformados nos
podríamos estar encaminando a un proceso de complejización todavía mayor de la
violencia que se ejerce en su contra, y lo que es todavía peor, a la normalización de
la misma. Cuando las sociedades y los Estados pierden la capacidad de distinguir
la violencia ejercida hacia un grupo humano, y por el contrario, asumen que ésa
es la forma “normal” de relacionarse, podrían estar acercándose a situaciones ex­
tremas como las vividas en el pasado. Arendt en su reflexión señala algo más: si las
sociedades y los Estados no son capaces de identificar a los responsables de actos de
violencia, de enjuiciarlos y de castigarlos, están condenados a la deshumanización y
a la repetición de un pasado violento. “Cuando todos son los culpables, nadie lo es”,
afirma Arendt (op.cit.,), por tanto, es fundamental dar cuenta de la responsabilidad
personal ante la violencia. En el caso de la migración indocumentada, y la violencia
que ésta entraña, urge entonces que la impunidad sea transformada y que todos esos
actores sociales y estatales que forman parte de esos enjambres de ilegalismos que
violentan a los migrantes sean responsabilizados y enjuiciados. De lo contrario en el
corredor migratorio México-Estados Unidos se configurará un permanente estado
de excepción donde la violencia es la forma “normal” de relacionarse.
Finalmente, en el medio de esas imágenes de violencia, la fortaleza y lucidez de
los Comités de familiares de migrantes desaparecidos fungen como una luz que
confirma la existencia de posibilidades para transformar una funesta realidad. Preci­
samente con su acción, los familiares de indocumentados han optado por interrum­
pir esa relación entre migración indocumentada y violencia y exigir a los Estados
involucrados que asuman su responsabilidad y respondan decididamente ante esta
tragedia contemporánea. Si bien la ausencia de respuestas estatales es lo que prima,
y día tras días los indocumentados siguen siendo violentados, sólo levantando una
voz crítica será posible modificar esa compleja realidad. Tanto los Estados como las
sociedades de origen, de tránsito y de destino tienen responsabilidad sobre estos

206
YE R K O CAST RO N E I R A COORD.

cruentos hechos pues los migrantes indocumentados de manera directa o indirecta


terminan beneficiándolos. En los lugares de destino los indocumentados son mano
de obra barata que asegura el funcionamiento y crecimiento de sus economías, en
los de tránsito en torno a ellos se han gestado economías clandestinas que suponen
réditos económicos para actores sociales y estatales, y, por último, en los de origen,
los indocumentados, envían remesas que sostienen las economías locales. Siendo
así, parecería que mantener una masa de: “sujetos desechables” que trabajan en el
proceso de acumulación capitalista es estratégico para los Estados contemporáneos.
De ahí que el desafío resulta todavía mayor, pues como afirma Arendt: “el mal hu­
mano carece de límites cuando no provoca remordimiento alguno, cuando sus actos
se olvidan tan pronto como se comenten” (Arendt en Kohn, 2003: 28). No olvidar
la situación cotidiana de los indocumentados en tránsito, no dejar pasar esas imá­
genes de violencia contemporánea y cuestionar de manera crítica esa relación entre
violencia y migración indocumentada es ahora una de los mayores llamamientos
para evitar que el mundo del presente se parezca cada vez más al del pasado.

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