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AUTORIDAD MORAL DEL DOCENTE

El término de autoridad descrito por la Real Academia de la Lengua Española, hace


referencia a este como «prestigio y crédito que se reconoce a una persona por su
legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia. Por tanto, en el ámbito
educativo, podemos entender la autoridad moral del educador como la habilidad
ostensible de este para expresar su dominio del saber, así como su capacidad de
transmisión a los alumnos, de modo que facilite su aprendizaje, a la vez que permita
el reconocimiento de su labor.
No cabe duda, en nuestras escuelas hay problemas que exigen políticas decididas,
transparentes y serias para mejorar algunas dificultades sociales que terminan
afectando la calidad del sistema en su conjunto.
Es cierto, niveles superiores de autoridad docente son exigibles, pero niveles de
autoridad moral, no de autoritarismo ni de militarismo. La autoridad moral emana de
la personalidad social en atribución de los que están en contacto directo con ella.
La autoridad moral del docente debería no discutirse por ser, en cada momento, la
mejor opción en el interior de la tarea común de enseñar y aprender. La autoridad
moral se consigue logrando que los docentes se perciban como ciudadanos
profesionalmente valorados, queridos y bien pagados, trabajando en escuelas bien
equipadas, que disponen de los recursos, humanos y materiales. Haciendo que las
ratios profesor-alumno sean más pequeñas, flexibles y adecuadas a la tarea
concreta.
El ámbito en el cual el docente ejerce su autoridad moral es el aula. Asimismo, como
parte de sus tareas administrativas, en algunos países se le pide que realice tareas
de cuidado del comportamiento de los estudiantes en patios, pasillos, entradas
y salidas. Pero su tarea primordial es en el aula. Allí, lo que hace o no
hace para mantener la convivencia es el resultado de sus convicciones,
creencias y actitudes; pero también, en gran medida, está determinado por
los reglamentos escritos y acordados de la escuela o por normas que, si
bien no están escritas, forman parte de la costumbre y se mantienen mediante
instrucciones o recomendaciones de sus autoridades.
Es fundamental que los reglamentos de la institución y su aplicación por parte de
las autoridades, refuercen la autoridad moral de los maestros y maestras, y no la
debiliten. Cuando un docente es desautorizado por su superior, se debilita la
autoridad de ambos, y quien pierde autoridad es la escuela como un todo. De allí la
necesidad de que los maestros y maestras participen activamente en la elaboración
-y actualización periódica- de los reglamentos, de tal forma que su aplicación
refuerce la autoridad tanto de los/las docentes como de sus autoridades y demás
miembros del plantel.
En este manual solamente se presentan algunas referencias a la necesidad de
coordinar la acción de los/las docentes de aula con las acciones de las autoridades
de las escuelas, y no se aborda la construcción de autoridad moral a nivel de las
instituciones, ya que sería necesario redactar un manual completo sobre ese tema
específico.
1. Las imágenes sobre el docente definen los cambios en los roles sociales del
maestro, dando sentido y autoridad a la práctica docente, en los distintos
contextos en que se desenvuelve.
2. Las circunstancias sociales que han ocasionado la desvalorización de la carrera
docente, así como los factores que permitan renovar o revalorar la imagen del
docente, están en función a la realidad cotidiana en que los y las docentes
desempeñan su formación y su práctica.

3. El perfil deseado, ofrecido por las instancias formadoras de docentes y el


Estado, así como en las imágenes que existen sobre la carrera, desde la opinión de
los maestros y la sociedad. Este perfil cuenta con atributos que lo “deberían”
caracterizar (es el “deber ser”: el maestro debe ser moralmente intachable,
responsable, etc.), cuyos matices iremos delineando desde distintos puntos de
vista.
4. El perfil estándar, manifiesto en las investigaciones y diagnósticos que han
abordado la realidad del docente. Este perfil representa el perfil mayoritario de la
docencia, es decir, constituye un conjunto de atributos “esperados” del docente (es
el “poder ser”: el maestro puede ser moralmente reprobable, incapaz, etc.), que
adquieren distintos significados en función del contexto en que se ejerce la docencia
LA AUTORIDAD MORAL DEL
PROFESORADO

UNA CUALIDAD EXTINTA


Numerosos estudios revelan diversos indicadores negativos de la educación en
España, entre los que se encuentran la escasa autoridad del profesorado y el
insuficiente reconocimiento de su labor por parte de los alumnos y las familias.

Violencia en las aulas


Actualmente se ve que existe la pérdida, por parte del profesorado, de una de las
claves para la correcta transmisión del saber: la autoridad. Solo basta con
mencionar este ejemplo del titular de prensa sobre esta materia.
«Una alumna de 14 años agrede a su profesora en un instituto de Villareal ». (El
Periódico Mediterráneo, 31/01/2012).
Este suceso requiere, de parte de la comunidad escolar analizar la autoridad y la
capacidad de liderazgo que todo docente no debe perder en su relación con el
alumnado y sus familias.
En busca de la verdadera autoridad
El término de autoridad descrito por la Real Academia de la Lengua Española, hace
referencia a este como «prestigio y crédito que se reconoce a una persona o
institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia».
Por tanto, en el ámbito educativo, podemos entender la autoridad moral del
educador como la habilidad ostensible de este para expresar su dominio del saber,
así como su capacidad de transmisión a los alumnos, de modo que facilite su
aprendizaje, a la vez que permita el reconocimiento de su labor.
Actualmente se puede apreciar la ausencia del reconocimiento del docente de su
saber, que fue robado por el alumnado, las familias y, en definitiva, toda la
sociedad.
Como posible solución, es preciso que la comunidad educativa establezca unas
líneas de trabajo como fórmula para realzar la autoridad moral, de los educadores,
necesaria para que logren ser considerados como profesionales valorados por la
ciudadanía.

El papel de la motivación en el aprendizaje


La necesidad que siente en la actualidad el discente por el aprendizaje, así como
por las causas de la escasa dependencia de los más respetables agentes
transmisores del saber: el profesor.
Esta teoría puede justificar que la falta de motivación y ganas de aprender existente
en nuestras aulas se deba a una posible insuficiente seguridad familiar o moral, a
necesidades de aceptación o afecto, a una pobre autoimagen, a sentimientos de
rechazo, etc., factores elementales que se traducen en impedimentos para el
aprendizaje y, por ende, el desarrollo del alumnado que manifieste los deseos más
elevados de mejorar sus potencialidades inherentes.
La escasez de motivos para el aprendizaje y la autorrealización es una causa directa
del fracaso escolar. Dicha premisa requiere la implementación de proyectos
educativos entregados, con un marcado carácter innovador y creativo.
Donde, a través de una metodología de enseñanza activa, participativa y atractiva,
se logre alcanzar el apremio de este factor estrechamente vinculado con el
rendimiento académico.
Son intenciones que realzarán la capacidad de los educadores para hacer llegar los
conocimientos al alumnado de una manera interesante, creativa y, ante todo,
promovedora de un aprendizaje constructivo que redundará, en el mejor de los
casos, en el reconocimiento de su labor instructiva y en el refuerzo de su autoridad
moral como transmisores de unos aprendizajes llenos de significados.
Competencias emocionales y resolución de conflictos
el proceso de alfabetización de los centros educativos, encaminado primordialmente
a la enseñanza de contenidos teóricos, en muchas ocasiones, vacíos de
significados y faltos de funcionalidad, debe dejar un espacio, como recurso
favorecedor de un clima de convivencia positiva entre docentes y alumnos,
el profesor, como ya hemos sugerido, demanda al que la ostenta un compromiso
con el trabajo, la innovación, la dedicación, etc. esta intención radica en hacer a los
discentes los más fieles admiradores de sus profesores, atribuyéndoles esa
autoridad moral como conocedores y buenos transmisores del conocimiento,
logrando centros educativos ricos y rebosantes de estímulos positivos que hagan
del aprendizaje una tarea interesante para el educando, un trabajo que guarda
estrecha relación con el esfuerzo de los centros y el profesor.

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