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El presente escrito busca aclarar ambos cuestionamientos. Por tal motivo, en primer lugar
estableceremos el horizonte político al cual apuntala el proyecto de investigación que
propusimos. A continuación, estableceremos las potencialidades y limitaciones de la
memoria biocultural, la historia ambiental y la ecología política respecto a dicho horizonte
político. Finalmente, reuniendo los aprendizajes obtenidos, plantearemos una primera
aproximación al concepto de memoria ambiental.
Esto corresponde con las lógicas dicotómicas que fundamentan la modernidad y que siguen
operando como espacios de dominación ser humano-naturaleza, sujeto-objeto y
masculino-femenino. Dichas dicotomías se encuentran presentes en la mayoría de
instituciones que regulan nuestras sociedades, y deterioran los lazos en cuanto que se
menosprecia el cuidado, se depreda la vida y sus fuentes, y se anula todo conocimiento que
no sea racional-científico.
Adicionalmente, con ese “conocer diferente” va ligado el hecho de situarse diferente, pues
uno ya no es el animal superior, tan superior que ya no se entiende a sí mismo como animal.
Comprender que cada vida tiene cognición, redimensiona lo que es relevante -y por lo tanto
merecedor de ser narrado- en una investigación. Finalmente, el cuidado como modo de
cooperación para sobrevivir, porque el más fuerte es el que se alía con otras formas de vida,
también es clave en la comprensión integral de la importancia de la vida.
Dadas estas reflexiones buscamos diseñar un marco metodológico que permita generar
procesos de apropiación, pertenencia e identidad respecto al territorio. La atomización de
los lazos sociales está vulnerando la vida no sólo de los miembros de las comunidades, sino
de los ecosistemas con los que se relacionan. La ausencia de lazos con los espacios
geográficos que habitamos permite la apropiación de los mismos por instituciones,
empresas, redes o grupos que no lo habitan, y que por lo mismo pueden propender por
dinámicas contrarias al bienestar de toda vida.
Claramente, esto debe empezar por un proceso de reconocimiento de la vida que les rodea,
sin reconocimiento no hay amor y sin amor no hay cuidado. A partir de dicho
reconocimiento se propendería por facilitar dinámicas de organización y gobernanza que
mejoren -cualitativamente- la gestión del territorio. La idea es llevar a cabo este proceso a
través de diálogos intergeneracionales, que sean un punto de confluencia de narraciones,
identidades, vivencias, aprendizajes y retos. Así pues es este el punto de partida para la
búsqueda teórica que viene a continuación: una categoría que logre recoger el sentipensar
político, ecológico y estético de lo que hasta ahora es un sueño.
En el texto de memoria biocultural, Victor Toledo y Narciso Barrera nos proponen entender
la memoria como un mecanismo mediante el cual se recuerdan sucesos del pasado. Para la
especie humana, dicho mecanismo comprende las dimensiones lingüística, genética y
cognitiva; siendo las dos primeras expresiones del relacionamiento ser humano-naturaleza
y la tercera una serie de elementos que permiten evaluar el trasegar de lo lingüístico y lo
genético. (Toledo & Barrera, 2008)
Así pues, los autores resaltan que como seres humanos existimos en razón de los vínculos
que establecemos entre nosotros y con la naturaleza. En el marco de estas relaciones somos
una especie exitosa en términos de adaptabilidad y supervivencia, pero no por el
establecimiento de relaciones de dominación frente a lo que consideramos otro, sino por
la capacidad de diversificación con la que contamos, aunada a nuestra capacidad de
aprovechar la diversidad brindada por la naturaleza misma. Ambos procesos responden a
la permanencia de memorias individuales y colectivas que facilitan la interacción. (Toledo
& Barrera, 2008)
La historia ambiental “intenta profundizar nuestro entendimiento de cómo los humanos han
sido afectados por el medio ambiente a través del tiempo y, a la vez, cómo ellos han afectado
el medio ambiente y con qué resultados” (Gallini, 2005, pág. 6). Por tal motivo es una
corriente de pensamiento que incorpora más de una disciplina en su ejecución.
Del ámbito historiográfico, recoge los aprendizajes de la escuela de los anales, en materia
de observación de la mutua afectación entre el ambiente y el ser humano. Sin embargo, se
distancia de ella al posibilitar un análisis relacional en cuanto que incorpora la noción de
ecosistema, abriendo paso a que se re sitúe el lugar del ser humano frente a la naturaleza
a la hora de narrar la historia. De este modo, ya no se comprende al ambiente como un
frágil contenedor sino como un socio cooperante. (Gallini, 2005)
Este último punto ha sido objeto de álgido debate entre los más conservadores de la
disciplina. La historia se centra en los seres humanos, busca generar relatos universales y es
llevada a cabo por académicos con algún grado de experticia. No obstante algunos
académicos, ecologistas radicales, producen estudios situados, en los que el ser humano se
pierde y que son constituidos a partir de los componentes no humanos principalmente
(Gallini, 2009). No ha habido un consenso fructífero en materia metodológica al respecto.
De estas líneas han salido estudios fructíferos que desmitifican cuestiones como que todas
las comunidades originarias hubiesen sido guardianas del medio ambiente, o sobre los
relatos que contemplan a la naturaleza como fuente de vida o no de recursos, o sobre temas
de extractivismo y su afectación en un cierto periodo de tiempo. (Gallini, 2004)
Ahora bien, las potencialidades que aporta a nuestra investigación radican en el énfasis que
brindan a la relación ser humano-naturaleza como un espacio de co-construcción. Si la
naturaleza es un “socio cooperante”, nos coloca en un lugar de enunciación/acción
diferente al del investigador o de la comunidad intervenida.
La lectura de las dinámicas de poder tiene como problema principal que operan bajo la
misma lógica de la modernidad: se encuentran estructuradas en Estados, administraciones
locales, empresas privadas y en el caso de Colombia, en ejércitos y bandas para o contra
estatales. El caso es que bajo esa óptica se siguen invisibilizando a las comunidades, o
colocándolas en el papel de víctimas. Ninguno de los dos caminos nos aparece como
posible.
Proceso de recordar sucesos del pasado a través de las vivencias subjetivas de elementos
humanos y no humanos que hacen parte de un sistema socioecológico. Su carácter político
radica en el reconocimiento de sabedores otros y relatos otros que merecen y necesitan ser
reconocidos, contados y reproducidos en el marco de dicho sistema, con el fin de generar
lazos de apropiación e identidad. Por su parte, el carácter ecológico radica en su capacidad
de entender las relaciones más allá de lo humano, sin perder de vista lo humano,
reconociendo la mutua afectación entre todos los elementos vivos y no vivos, presentes en
el territorio.
Bibliografía
Toledo, V., & Barrera, N. (2008). La memoria biocultural. Barcelona: Icaria.
Gallini, S. (2005). Invitación a la historia ambiental. Centro de Estudios Latinoamericanos
"Justo Arosemena", 5-27.
Gallini, S. (2009). Historia, ambiente, política: el camino de la historia ambiental en
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Gallini, S. (2004). Problemas de métodos en la historia ambiental de América Latina.
Anuario IHES, 147-171.
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