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ISSN: 0185-3716
Octubre 2008 Número 454

Desasosiego
■ Paul Valéry
■ Albert Caraco
■ Michael Ende
■ Jacques Lacarriere
■ E. M. Cioran
■ Stéphane Mallarmé
■ Marcel Schwob
■ J. M. Servín
■ Fedor Dostoyevski
■ Roberto Calasso
■ Fernando Pessoa
■ Giorgio Colli
■ Leopoldo Lezama
■ Adolfo Bioy Casares
■ Antonin Artaud
■ Lord Dunsany

Poema
■ Antonio Castilla Cerezo

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Sumario
Poema para no dormir 3
Antonio Castilla Cerezo
El alma y la danza 4
Paul Valéry
Breviario del caos 6
Albert Caraco
El espejo en el espejo 7
Michael Ende
El fuego oscuro 9
Jacques Lacarriere
Efigie del fracasado 11
E. M. Cioran
El fenómeno futuro 13
Stéphane Mallarmé
Las palabras de Monelle 14
Marcel Schwob
La búsqueda inútil de Alfred Chester 17
J. M. Servín
Apuntes del subsuelo 19
Fedor Dostoyevski
Hieroglyphice loqui 21
Roberto Calasso
Libro del desasosiego 24
Fernando Pessoa
Plenitud trágica 26
Giorgio Colli
Del insomnio 27
Leopoldo Lezama
Las vísperas de Fausto 28
Adolfo Bioy Casares
La raza de los hombres perdidos 30
Antonin Artaud
La venganza de los hombres 31
Lord Dunsany

Ilustraciones de portada e interiores de Roberto


Rébora

número 454, octubre 2008 la Gaceta 1


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“No hay cosa, sin duda, más mórbida en sí misma, no hay cosa más adversa a la natu-
Directora del fce
Consuelo Sáizar
raleza que ver las cosas como ellas son.” Esta sentencia de Valéry guiará todo el recorrido
de este número de la Gaceta. El desasosiego provocado por la terrible desnudez de lo
que se presenta a nuestras miradas, pero no sólo a nuestras miradas, sino sobre todo a
Director de La Gaceta nuestro entendimiento, a nuestra razón, es algo que difícilmente asumimos, preferi-
Luis Alberto Ayala Blanco
mos escondernos de tan terrible verdad detrás de nuestro insípido optimismo, pensan-
do que las cosas, la llamada “realidad” siempre es perfectible, y que una ligera torsión
Editor de nuestra mirada, un imperceptible cambio de ángulo nos protegerá del hastío que
Moramay Herrera Kuri
sobreviene inexorablemente con la claridad —cuando los velos caen pesados ante
nuestros pies—…, con la insobornable conciencia de que la vida es un asco sin reme-
Consejo editorial dio. Pero esto es algo que no debe escandalizarnos. Difícilmente contamos con la
Sergio González Rodríguez, Alberto suerte de tener la certeza absoluta de arrastrarnos en el fango de la existencia. Siempre
Ruy Sánchez, Nicolás Alvarado, Pa-
blo Boullosa, Miguel Ángel Echega- encontramos nuevas formas, nuevos velos que transfiguran el duro rostro de nuestra
ray, Martí Soler, Ricardo Nudelman, insoportable realidad. Algunos creen en el progreso, otros en la humanidad, en el
Juan Carlos Rodríguez, Citlali Ma- amor, en la belleza, en la verdad —pensando que ésta es lo contrario de lo que real-
rroquín, Paola Morán, Miguel Ángel
Moncada Rueda, Geney Beltrán Fé-
mente es—, en la amistad, en la justicia, los más despistados —y sólo por una cando-
lix, Víctor Kuri. rosa ignorancia que está de moda— en la democracia. Y así continúan el plástico
juego de sombras con el que Platón tanto se divirtió. El verdadero antídoto contra el
desasosiego sería un desasosiego hiperbólico, llevado al extremo, donde los contornos
Impresión
Impresora y Encuadernadora de su acerbo rostro se desdibujen en una mueca, en un rictus que trascienda las som-
Progreso, sa de cv bras y allende las sombras. Los gnósticos concibieron este sardónico rictus que des-
pués de un tiempo se transforma en una franca y sonora carcajada; la carcajada que
emerge una vez que el asco pierde su poder a fuerza de repetirse, de convertirse en lo
Formación que realmente es: una expresión de algo que está más allá de cualquier cosa. Es decir,
Miguel Venegas Geffroy donde las cosas ni siquiera son, y por lo tanto no importa más cómo las veamos.
A continuación podrán constatar que los textos aquí reunidos comparten un cier-
Versión para internet
Departamento de Integración to pathos, están vinculados por la magia analógica de un sentir que podría pensarse
Digital del fce oscuro, pero que con un poco de atención deja ver una luz cargada de humor, de un
www.fondodeculturaeconomica.com/ humor que desvela la verdadera faz de las cosas con el único fin de poder verlas en su
LaGaceta.asp
devastadora desnudez, sin dejar de reír y disfrutar de su encanto. Sólo el poder del
humor logra esto, únicamente el humor consigue acercarse al filo del abismo y bailar
La Gaceta del Fondo de Cultura Econó- sobre él.
mica es una publicación mensual edi- Aun en los números más serios de estos dos últimos años de la Gaceta, el humor
tada por el Fondo de Cultura Econó-
mica, con domicilio en Carretera ha tratado de ser el eje vector de su discurrir. Se ha tratado de ofrecer una especie de
Picacho-Ajusco 227, Colonia Bosques collage tanto de textos del fce como de otras editoriales y colaboraciones expresa-
del Pedregal, Delegación Tlalpan, mente pensadas para cada número, donde el sentido está cifrado no tanto en la nove-
Distrito Federal, México. Editor res-
ponsable: Moramay Herrera. Certifi- dad o no de los textos, sino en la expresión del todo. Mucho de lo que hemos inten-
cado de Licitud de Título 8635 y de tado hacer es rescatar, recuperar y difundir autores, editoriales y textos que, por la
Licitud de Contenido 6080, expedi- obviedad de su calidad, muchas veces son olvidados en esta carrera oligofrénica por
dos por la Comisión Calificadora de estar a la moda. Por todo lo anterior, este número festeja estos dos años con un toque
Publicaciones y Revistas Ilustradas el
15 de junio de 1995. La Gaceta del de lúdico desasosiego. G
Fondo de Cultura Económica es un nom-
bre registrado en el Instituto Nacio- El Director de la Gaceta.
nal del Derecho de Autor, con el nú-
mero 04-2001-112210102100, el 22
de noviembre de 2001. Registro Pos-
tal, Publicación Periódica: pp09-
0206. Distribuida por el propio Fon-
do de Cultura Económica.
ISSN: 0185-3716

Correo electrónico
moramay.herrera@fondodeculturaeconomica.com

2 la Gaceta número 454, octubre 2008

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Poema para no dormir*
Antonio Castilla Cerezo

Consumiste la noche sin saber que era nada


Aplastando los dedos contra el muro de cuarzo
En el que algún triangulo de amor
Te alejaba
De tus propios problemas malcriados
Amamantados con horas de visiones
Estériles como una esquina
Donde los cuerpos van a descansar después de una
amenaza
Sabiendo que jamás recobrarán el alma perdida

Ahora tienes miedo


Y el miedo resbala por los muros
Se superpone a tus ojos
Y los separa sin remedio
Entre ellos nace un abismo
Donde el mundo no existe
Ninguno de los objetos de este mundo existe
Más que para ser añadido a ese abismo en que se
pierden
y confunden
Incapaces de recibir la sepultura de un nombre
Incapaces de morir por amor a su dueño G

*Antonio Castilla Cerezo, Gracias por dudar, 1997.

número 454, octubre 2008 la Gaceta 3

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El alma y la danza*
Paul Valéry

Erixímaco. ¡Habla, oh maestro en el arte divino de fiarse de la es, ya esta consideración fría, exacta, razonable y moderada de
naciente idea!... ¡Autor siempre feliz de maravillosas conse- la vida humana en su real condición, amenaza inmediatamente
cuencias de un accidente dialéctico!... Habla, tira del hilo do- nuestra existencia.
rado… Tráenos de tus ausencias profundas alguna verdad vi- Fedro. La vida se ennegrece a su contacto con la verdad,
viente. como lo hace el hongo dudoso a su contacto con el aire, cuan-
Fedro. Está él acaso contigo… Y él cámbiase insensible- do se le aplasta.
mente en sabiduría a medida que con tu voz le persigues en el Sócrates. Erixímaco, preguntábate yo si algún remedio para
laberinto de tu alma. ese mal había.
Sócrates. Pues bien, ante todo consultar pretendo a nuestro Erixímaco. ¿A qué curar mal tan racional? No hay cosa, sin
médico. duda, más mórbida en sí misma, no hay cosa más adversa a la
Erixímaco. Lo que tú quieras, querido Sócrates. naturaleza que ver las cosas como ellas son. La claridad fría y per-
Sócrates. Dime pues, hijo de Acumeno, oh terapeuta Erixí- fecta, veneno es que será imposible combatir. Lo real, en el
maco, para quien amarguísimas drogas y aromas tenebrosos estado puro, detiene instantáneamente el corazón… Bastará
celan tan pocas virtudes que sin empleo los tiene. Tú, pues, que una gota de esa linfa glacial para distender en el alma los resor-
poseyendo tan bien como el mejor los secretos todos del arte, tes y la palpitación del deseo, exterminar todas las esperanzas,
así como los de la naturaleza, no con todo eso prescribes ni exterminar cuantos dioses en nuestra sangre hubiera. Las Vir-
preconizas bálsamos, ni cacharrotes, ni las almácigas misterio- tudes y los más nobles colores, por ella palidecen y se devoran
sas; tú, además, que no fías en elíxires y crees poco y mal en los paulatinamente. A un puñado de cenizas se reduce el pasado, a
filtros confidenciales; oh curador sin electuarios, oh desdeñoso breve carámbano el porvenir. El alma se aparece a sí misma
de todo cuanto —polvos, gotas, gomas, grumos, copos o gemas como vacía forma mensurable. Dimos ya, pues, con las cosas
o cristales—, pégase a la lengua, atraviesa las bóvedas olfativas, en su verdadero ser, las cuales se juntan, se limitan y se enca-
toca los resortes del estornudo o de la náusea, mata o vivifica; denan del modo más vigoroso y mortal… ¡Oh Sócrates, ni por
dime pues, querido amigo Erixímaco, el más versado, entre to- un instante puede sufrir el Universo no ser sino lo que es! Ex-
dos los yatros1, en la materia médica, dime con todo: ¿Acaso traño pensamiento: ¡Qué lo que es Todo no pueda bastarse! Su
conoces, entre tantas sustancias activas y eficientes, y entre esas espanto de ser lo que es, le ha movido a crearse y a pintarse mil
preparaciones magistrales que tu ciencia contempla como armas máscaras; la existencia de los mortales no tiene otra razón.
vanas o detestables, en el arsenal de la farmacopea —dime, pues, ¿Por qué existen los mortales? —Su negocio es conocer. ¿Cono-
conoces algún remedio específico, o algún cuerpo exactamente cer? ¿Y qué es conocer? —Es, seguramente, no ser lo que se es. ¡Y
antídoto para ese mal entre todos los males, ese veneno de los ahí tenemos a los humanos delirando y pensando, introducien-
venenos, esa ponzoña opuesta a toda la naturaleza… do en la naturaleza el principio de los errores ilimitados, y esa
Fedro. ¿Qué ponzoña? miríada de maravillas!
Sócrates. … que se llama: el tedio de la vida? —Me refiero, Los engaños, las apariencias, los juegos de la dióptrica del
entiéndelo bien, no al tedio pasajero; no al tedio por fatiga, o espíritu, profundizan y animan la lamentable masa del mundo…
aquel cuyo germen se distingue o cuyos hitos se conocen, sino En lo que es hace entrar la idea la levadura de lo que no es…
el tedio perfecto, el puro, el que no reclama al infortunio o a la Mas, con todo, la verdad se declara a las veces, detonante en el
invalidez por origen, y que se aviene a la condición que dé más sistema armonioso de las fantasmagorías y los errores… Todo al
gozo contemplar, el tedio, en fin, sin más sustancia que la vida punto amenaza perecer; ¡y Sócrates en persona viene a pedirme
misma ni más causa segunda que la clarividencia del viviente. un remedio para ese caso desesperado de clarividencia y tedio!
Este absoluto tedio no es en sí más que la vida enteramente Sócrates. Pues bien, Erixímaco, ya que no hay remedio,
desnuda, cuando claramente a sí propia se mira. ¿podrás siquiera decirme qué estado es el más contrario a ese
Erixímaco. Certísimo es que si nuestra alma se purga de estado horrible de pura repugnancia, de lucidez homicida y de
toda falsedad, y se priva de toda fraudulenta adicción a lo que inexorable nitidez?

*Paul Valéry, El alma y la danza. El hombre y el caracol, traducción de


José Carner, ediciones me cayó el veinte, México, 2006. 1 Yatro es voz griega por médico. (N. del T.)

4 la Gaceta número 454, octubre 2008

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Erixímaco. Veo, en primer lugar, a todos los delirios no magno tedio, es la embriaguez debida a los actos? Nuestros a
melancólicos. actos, y singularmente los que nuestro cuerpo lanzan al movi-
Sócrates. ¿Y después? miento, pueden hacernos entrar en un estado raro y admira-
Erixímaco. La embriaguez y la categoría de las ilusiones a ble… Tal estado es el más remoto de aquél, muy triste, en que
los vapores espirituosos debidas. dejamos al observador inmóvil, lúcido, que hace un momento
Sócrates. Sí. Pero ¿no hay embriagueces que no manen del imaginábamos.
vino? Fedro. ¿Y si, por algún milagro, empezaba éste de súbito a
Erixímaco. Sin duda. El amor, el odio, la avidez embria- apasionarse por la danza?... ¿Si quisiera dejar de ser claro para
gan… El sentimiento del poderío… convertirse en ligero; y si pues, en tentativas de diferir infinita-
Sócrates. Todo eso confiere gusto y color a la vida. Pero la mente de sí mismo, tuviese ánimo de cambiar su libertad de
ocasión de odiar o de amar o de adquirir copia de bienes, está juicio por la libertad de movimiento?
sujeta a todos los acasos de lo real… ¿No ves, Erixímaco, que Sócrates. Enseñaríamos entonces de una sola vez lo que
entre todas las embriagueces, la más noble, y la más adversa al ahora cuidamos de dilucidar… G

Trío

número 454, octubre 2008 la Gaceta 5

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Breviario del caos*
Albert Caraco

Tendemos a la muerte como la flecha al blanco, y no le fallamos ***


jamás, la muerte es nuestra única certeza y siempre sabemos Nosotros odiamos un mundo colmado de insectos, y aquellos
que vamos a morir, no importa cuándo y no importa dónde, no que juran que éstos son hombres mienten: la masa de perdición
importa la manera. La vida eterna es un sinsentido, la eternidad no ha sido jamás de hombres, sino de rechazados, y ¿desde
no es la vida, la muerte es el reposo al que aspiramos, vida y cuándo un autómata espermático debe ser mi prójimo? Si es
muerte están ligadas, aquellos que demandan otra cosa piden lo necesario que éste sea mi prójimo, yo digo que mi prójimo no
imposible y no obtendrán más que humo como su recompensa. existe y que mi deber es el de no asemejármele en nada. La
Nosotros, quienes no nos contentamos con palabras, consenti- caridad no es más que un engaño y los que me la enseñan son
mos en desaparecer y aprobamos este consentir, no elegimos mis adversarios, la caridad no salva un mundo repleto de insec-
nacer y nos consideramos afortunados de no sobrevivir en nin- tos que no saben más que devorarlo, manchándolo de su basu-
guna parte a esta vida, que nos fue impuesta más que dada, vida ra: no es necesario ni prestarles asistencia ni poner impedimen-
llena de preocupaciones y de dolores, de alegrías problemáticas to a las enfermedades que los diezman, mientras más mueran,
o malas. Que un hombre sea feliz, ¿qué prueba esto? La felici- será mejor para nosotros, pues no tendremos necesidad de ex-
dad es un caso particular y nosotros observamos sólo las leyes terminarlos nosotros mismos. Entramos en un futuro bárbaro
del género, razonamos a partir de ellas, sobre ellas meditamos y debemos armarnos de su barbarie, para estar a la medida de
y profundizamos, despreciamos a quienquiera que busca el mi- su desmesura y resistir a su incoherencia, no tenemos más que
lagro y no estamos ávidos de beatitudes, nuestra evidencia nos la elección de mantener o de abdicar, debemos golpear hoy a
basta y nuestra superioridad no se encuentra en otra parte. aquellos que golpearán mañana, tal es la regla del juego y esos
que nos imploran nos castigarían pronto por haberlo olvida-
*** do.

Cuando los humanos sepan que no hay más remedio que en la ***
muerte, bendecirán a aquellos que los matan, para no tener que
destruirse ellos mismos. Al ser todos nuestros problemas inso- Una vez que la gente sea persuadida de que sus hijos serán más
lubles y con nuevos problemas agregándose sin cesar a aquellos infelices que quienes los engendraron, y sus nietos aún más
que no alcanzamos ya a resolver, será necesario que infelices, una vez que sean persuadidos de que no hay más re-
el furor de vivir, en el que nos consumimos, se agote y que el medio en el universo, de que la ciencia no hará milagros y de
abatimiento suceda al optimismo criminal, que me parece la que el Cielo está tan vacío como su bolsa, de que todos los
vergüenza de estos tiempos. Pues la prosperidad de los países religiosos son unos impostores y de que todos los gobernantes
ricos no durará eternamente en el seno de un mundo que se son estúpidos, de que todas las religiones están rebasadas y de
hunde en una miseria absoluta, y como es demasiado tarde que todas las políticas son impotentes, se abandonarán a la
para sacarlo de ahí, no tendrán más que la opción de extermi- desesperanza y vegetarán en la incredulidad, pero morirán es-
nar a los pobres o de ser pobres a su vez, ellos mismos no evi- tériles. Ahora bien, la esterilización parece ser la forma que la
tarán ya el caos y la muerte, si por ventura se deciden por la salvación toma, y sin la desesperanza y sin la incredulidad los
solución más bárbara. Así, por más que se emprenda, no se hombres no consentirán nunca en volverse estériles, las muje-
llegará más que al horror, y al no comunicarse con nosotros el res menos todavía, es el optimismo quien nos mata y el opti-
espíritu de las causas, seguiremos infaliblemente a Ícaro en su mismo es el pecado por excelencia. La negativa a confiar y la
caída o a Faetón en su abismo, yo no creo ya en el futuro de la negativa a creer acarrean indefectiblemente la negativa a en-
ciencia y al no ser la mutación del hombre más que una doble gendrar, es un nexo que se niega e incluso aquellos que quisie-
quimera, nuestros descendientes deberán recuperarse sobre el ran despoblar el mundo, antes de que sea demasiado tarde, no
caos y sobre la muerte, en la que nosotros vamos a perdernos. osarán profesar esta relación de conveniencia. He aquí por qué
nadie actúa sobre las causas ni deplora los efectos que éstas
implican como inevitables consecuencias. G

*Albert Caraco, Breviario del caos, traducción de Rodrigo Santos


Rivera, Sexto Piso, México, 2004.

6 la Gaceta número 454, octubre 2008

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El espejo en el espejo*
Michael Ende

Pesado paño negro perdiéndose hacia los lados y hacia arriba pero que todo eso era una ilusión de los sentidos, en una pala-
en la oscuridad cuelga en pliegues verticales que movidos por bra, que sin preocuparse lo más mínimo por la sensación que
una corriente de aire imperceptible ondean un poco de vez en tuviese, por si alguien le miraba o no, empezase, al mismo
cuando. tiempo que alzaba el telón, a bailar su solo.
Le habían dicho que ése era el telón del escenario y que en Así estaba, pues, allí, con una pierna cruzada sobre la otra,
cuanto empezase a alzarse, él debería iniciar inmediatamente la mano derecha colgando, la izquierda apoyada sueltamente
su baile. Le habían inculcado que no se dejase confundir con en la cadera esperando el comienzo. De tiempo en tiempo,
nada, pues desde allí arriba se tenía a veces la impresión de que cuando el cansancio le obligaba, cambiaba esa postura, convir-
el patio de butacas no era más que un oscuro abismo vacío, tiéndose, por así decirlo, en su imagen inversa reflejada.
otras veces parecía que se contemplaba el ajetreo de un merca- Todavía no quería alzarse el telón.
do o una calle animada, un aula de colegio o un cementerio, La poca luz que venía de algún lugar en lo alto, se concen-

Espejo
*Michael Ende, El espejo en el espejo, traducción de Anton y Geno-
veva Dieterich, Alfaguara, Madrid, 1986.

número 454, octubre 2008 la Gaceta 7

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traba sobre él, pero apenas era lo bastante fuerte para que él ¿Quién le había asignado además ese lugar? ¿Quién le había a
pudiese ver sus propios pies. El círculo de claridad que le ro- dicho que ése era el telón y que en cuanto se alzase debía ini-
deaba le permitía distinguir vagamente el pesado paño negro ciar su baile? Empezó a calcular cuántas veces se había conver-
que tenía delante. Ése era el único punto de referencia para la tido ya en su imagen reflejada y en el imagen reflejada de su
dirección que tenía que seguir, pues el escenario se hallaba en imagen reflejada, pero inmediatamente se lo prohibió para no
absoluta oscuridad y era vasto como una llanura. verse sorprendido por el súbito alzamiento del telón o quedar-
Se preguntó si había decorados y lo que podían representar. se mirando impotente al público sin recordar su papel. ¡No,
Para su baile no tenían mayor importancia, pero le hubiera tenía que permanecer tranquilo y concentrando! Pero el telón
gustado saber en qué entorno le iban a ver. ¿Un salón festivo? no se movía.
¿Un paisaje? Sin duda, al alzarse el telón cambiaría la ilumina- Poco a poco la feliz excitación inicial fue dando paso a una
ción. Entonces también se aclararía esa cuestión. Estaba de pie profunda amargura. Tenía la sensación de que estaban abusan-
esperando, con una pierna cruzada sobre la otra, la mano iz- do de él. Tenía ganas de echar a correr del escenario para
quierda colgando, la derecha apoyada descuidadamente en la quejarse enérgicamente en alguna parte, para gritar a alguien
cadera. De tiempo en tiempo, cuando el cansancio le obligaba, a la cara su desilusión, su rabia, para armar un escándalo. Pero
cambiaba de postura, convirtiéndose de nuevo en la imagen no sabía muy bien a dónde tenía que correr. Lo poco que veía
inversa de su imagen reflejada. del paño negro que tenía delante era su única orientación. Si
No debía dejarse distraer, pues en cualquier momento podía abandonaba aquel lugar, andaría a ciegas en la oscuridad y
alzarse el telón. Entonces tenía que estar presente con cuerpo perdería infaliblemente toda orientación. Y era muy posible
y alma. Su baile comenzaba con un poderoso golpe de timbal que precisamente en ese instante se alzase el telón y sonase el
y un furioso torbellino de saltos. Si se retrasaba en la entrada golpe de timbal del comienzo. Y entonces estaría en un lugar
todo estaba perdido, nunca recuperaría el compás inicial. Men- totalmente incorrecto, con las manos extendidas como un cie-
talmente repasó una vez más todos los pasos, las piruetas, los go, quizás incluso del espaldas al público. ¡Imposible! La idea
entrechats, jettés y arabesques. le hizo enrojecer de vergüenza. No, no, tenía que permanecer
Estaba satisfecho, tenía todo presente. Estaba seguro de que a toda costa donde estaba, quisiera o no, y esperar a que le
estaría bien. Ya oía crecer los aplausos como el dorado fragor diesen una señal, si es que se la daban. Así que estaba allí de
del mar. También repasó una vez más el saludo, pues era im- pie, con una pierna cruzada sobre la otra, la mano izquierda
portante. Quien lo hacía bien podía a veces prolongar conside- colgando lacia, la derecha apoyada pesadamente en la cadera.
rablemente el aplauso. Mientras pensaba todo esto estaba de De tiempo en tiempo, cuando el agotamiento le obligaba,
pie esperando, una pierna cruzada sobre la otra, la mano dere- cambiaba de postura, convirtiéndose por enésima vez en su
cha colgando, la izquierda apoyada ligeramente en la cadera. imagen reflejada.
De tiempo en tiempo, cuando el cansancio le obligaba, cam- En algún momento perdió la fe en que el telón se alzase
biaba de postura, transformándose de nuevo en la inversa ima- alguna vez, pero al mismo tiempo supo que no podía abando-
gen reflejada de su imagen reflejada. nar su sitio, ya que no podía descartarse la posibilidad de que a
El telón seguía sin alzarse y se preguntó cuál podría ser la pesar de todo se alzase, contra todo pronóstico. Hacía tiempo
causa. ¿Habían olvidado quizás que él ya estaba allí en el esce- que había desistido de abrigar esperanzas o de irritarse. Sólo
nario, listo para empezar? ¿Le buscaban quizás en su camerino, podía seguir de pie donde estaba, sucediera lo que sucediera.
en la cantina del teatro, o incluso en su casa, le buscaban an- Ya no le importaba su actuación, que se convirtiese en un éxito
gustiados y desesperados? ¿Debía hacerse notar en la oscuridad o un fracaso o que no tuviese lugar. Y como ya no le importaba
del escenario, avisar o hacer una señal con la mano? ¿O no le nada su baile, olvidó uno tras otro todos los pasos y saltos. De
buscaban y había sido aplazada la representación por algún tanto esperar, olvidó incluso por qué esperaba. Pero se quedó
motivo? ¿La habrían suspendido al final sin avisarle? Quizás se de pie con una pierna cruzada sobre la otra, ante sí el pesado
habían ido todos hacía tiempo sin acordarse de que él estaba paño negro que se perdía hacia arriba y hacia los lados en la
allí esperando su actuación. ¿Cuánto tiempo llevaba ya allí? oscuridad. G

8 la Gaceta número 454, octubre 2008

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El fuego oscuro*
Jacques Lacarriere
La injusticia rige al universo. Todo lo que se construye, todo lo que se marchita,
lleva huella de una fragilidad inmunda, como si la materia fuese
el fruto de un escándalo en el seno de la nada.
E. M. Cioran
Précis de décomposition

Conocer nuestra realidad, saber bajo qué masa de oscuridad telleo de las estrellas), es la intolerable sensación de que esta
fantástica de los mares, de los círculos sucesivos, estamos con- materia inhibitoria es el resultado de un error, de una desvia-
denados a vivir; en qué antros submarinos vegetamos, atrofia- ción de las estructuras cósmicas, que sólo es la imitación o la
dos y lisiados, como los proteos que viven en las aguas subte- caricatura de la materia original del hipermundo. El peso, el
rráneas, ciegos, desnudos y blancos, aunque tal vez sean embotamiento impartido a todo lo que vive y existe —del aire
albinos, ya que el blanco todavía es un color; saber todo esto, a la piedra, del insecto al hombre— es una coacción inadmisi-
es la primera etapa del pensamiento gnóstico. ble, una insoportable maldición. Sus consecuencias son múlti-
Esa mirada incisiva que los gnósticos dirigieron al cielo, ples, puesto que en la pesantez de la materia, en el peso de los
también la encaminaron hacia la tierra. La tierra de Egipto, seres vivos, se añade fatalmente el peso del espíritu. Nuestro
quemada por el fuego solar, constituida por desiertos y monta- pensamiento tiene las mismas prohibiciones que nuestro cuer-
ñas áridas. Las orillas del Nilo, en donde los pantanos dominan po, afronta los mismos muros, se entorpece con las mismas
la vida hormigueante de las hierbas; tal vez esto ha sido la cau- contingencias. La mayoría de los gnósticos tradujeron este
sa de sus imágenes de nuestro planeta, ya que esta tierra está embotamiento del espíritu —inherente a la materia que nos
repleta de contrastes violentos, de luchas implacables entre la compone— con una imagen simple y reveladora: el sueño. El
deslumbrante luz de los días y la sombra glacial de las noches, sueño es a la conciencia, como el peso es al cuerpo. Un estado
como si los mismos elementos no pudiesen enfrentarse, desa- de muerte, de inercia, una petrificación del psiquismo. Dormi-
fiarse en los ciclos del tiempo. mos, nos pasamos la vida durmiendo. Sólo aquellos que lo sa-
Recuerdo una excursión nocturna, a principios del otoño, ben, pueden romper los muros de la inercia mental, despertar
en los alrededores de Alejandría. Las estrellas brillaban con el brillo que reside en nosotros, como si fuese una división en
una nitidez impresionante. La tierra preparaba un vaho erran- la noche corporal.
te, en el cual se mezclaba el olor ambarino de las ciénagas. El Despertarse, estar despierto, vigilar, son los términos que
cielo cristalino, tan puro que ninguna estrella dejaba centellear, aparecen en los manuscritos gnósticos. Si Hermes era uno de
y el cielo ardiente, en donde la vida parecía matar los efluvios, los dioses favoritos de su panteón, es que él es por excelencia el
ofrecían dos aspectos de la realidad: el rigor mineral del infini- Despierto. Lo que Homero atribuía como el poder de “desper-
to celestial y la turbulencia confusa en donde se estremecía, tar, con su vara de oro, los ojos de los que duermen”. Como en
con el sudor de la tierra, aquel manto de olores y perfumes de la mitología antigua Hermes también era lo que llamaban un
la materia descompuesta. psicopompo, es decir, un acompañante de las almas en el reino
Aunque realmente no es el cielo, ni la tierra, los olores, ni de los muertos (en donde él las guiaba hasta el tribunal de los
incluso, más allá de las primeras ideas, la confusión de la histo- tres jueces infernales), pasaba como un guardián, hasta en el
ria y el desorden de los sistemas, en la época de los gnósticos, reino de las sombras, de los ojos abiertos de un ser vivo, que
los que pueden explicar totalmente esa mirada inquisidora que permanece despierto hasta la muerte. Qué importancia tienen
dirigían al mundo. Parece que su visión del hombre y de la los nombres, los atributos de los Iniciadores. Lo interesante es
tierra provenía de un sentimiento global de la materia, forma- leer, más allá de los artificios de la mitología o de los sistemas
do por repulsiones y encantos. No es que hayan sido incapaces teóricos, la existencia y la búsqueda de una ascesis y un poder
de sentir la belleza del mundo o del cielo. Un joven gnóstico precisos. Vigilar, los ojos abiertos, rechazar el sueño, desper-
alejandrino, muerto a los diecisiete años, Epifanio, escribió tarse con la verdadera conciencia de sí mismo.
sobre la tierra, el sol, la justicia y el amor, uno de los manuscri- Si el sueño era para los gnósticos el estado más nefasto de la
tos más profundos. Lo que les atormenta de esta materia, de su vida, no era porque fuese una muerte aparente, sino porque
opacidad, compacidad, densidad, pesantez (y esta pesantez, provoca un regreso a lo inmóvil, un abandono a la inercia del
esta materialidad, la descubrían en el aire, en los estados más mundo. Endimión, aquel joven y bello pastor de la mitología
sutiles, el movimiento del agua, el viento del desierto, el cen- griega que Selene, la Luna, sorprendió una noche cuando es-
taba durmiendo y se enamoró a tal grado que le suplicó a Zeus
lo dejase dormir —conservando su juventud, pero al precio de
un sueño eterno— este lirón precoz, este Embalsamado vivien-
*Jacques Lacarriere, Los gnósticos, traducción de Leopoldo Román te, era para los gnósticos la imagen de nuestra condición y la
Cuevas, Premia, México, 1990. prueba de la perversión evidente de los dioses o de los falsos

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dioses responsables del mundo. Obligar a un ser joven y bello a
huella del pecado original y por lo tanto la responsabilidad del
a dormir eternamente, ¿no es el colmo del sadismo que sólo un hombre, aparecía en los gnósticos como un estatuto impuesto al
dios puede concebir, ya que es más inteligente que el hombre? hombre. Nadie provocó esta maldición que nos azota. El verda-
A esto nos ha forzado el demiurgo, el innoble eón que al prin- dero culpable es este demiurgo sádico-perverso que osó imagi-
cipio de nuestro tiempo (pues con la pesantez el tiempo era nar, hasta en el más mínimo detalle, este mundo tan cruel.
para el gnóstico un estado propio de la materia maldita), per- Si el mundo es la obra de un dios de la bondad y la justicia
virtió la historia del mundo. Dormir durante toda nuestra vida, —no la de un demiurgo inexperto y perverso— tendríamos
sin saberlo, como Endimión, liberados de la muerte. que atribuirle entonces los pensamientos más bajos, los sueños
En otras palabras, parece que nuestro mundo, el del fuego más vergonzosos, las represiones más viles. ¿Cómo pudo con-
oscuro, es el dominio del mal. A esta palabra no hay que darle cebir un Dios supremo los increíbles encadenamientos, meca-
un sentido moral, sino biológico. El mal es la existencia de la nismos, destrucciones, masacres, aniquilamientos, que consti-
materia, como una creación paródica, una ordenación falsifica- tuyen el ejercicio de la vida? ¿Qué espíritu retorcido pudo
da de las semillas primitivas; es la existencia de este sueño del provocar en la hembra de la mantis religiosa, el deseo de ani-
alma que nos conduce a tomar por verdadero lo que sólo es el quilar al macho durante la reproducción? ¿Qué ser de sadismo
mundo ilusorio de los sueños. Son todas las bases —ahora se inconmensurable pudo imaginar la picadura paralizante de la
diría, todas las estructuras— de nuestro universo cotidiano. avispa amófila, en la carne de las orugas, devoradas por el in-
Exuda el mal por los poros y nuestra mente está ligada al mal, secto alado? ¿Quién se atrevió a crear, con le fin de trastornar
como nuestro físico lo está al carbón de nuestros núcleos. En los caminos de la cópula, el horroroso sexo —la cloaca— de las
este nivel, una especie de vértigo nos provoca un inventario en tortugas? ¿Quién es el demiurgo paranoico que creó las bonas,
los horrores del mundo, en las ramificaciones de este cáncer esos gusanos marinos, en los que la hembra, cien veces más
tentacular. Nos bañamos en el mal como en el seno de algún pequeña que el macho, vive en el esófago de su compañero, si
mar contaminado, ningún detergente del alma —esto es lo que se puede llamar a eso compañero? ¿Quién determinó, aseguró
propone la gnosis— es capaz de lavarnos. De ahí viene el ca- todos los procesos aberrantes, los rodeos, las bifurcaciones de
rácter viciado de todas las empresas y las instituciones huma- la vida? Esto lo he escrito con palabras contemporáneas. Los
nas. El tiempo, la historia, los poderes, los Estados, las religio- gnósticos ignoraban, sin duda, las costumbres de las avispas, las
nes, las razas, naciones, todas las nociones, todos los sistemas mantis y las bonas. Pero el mundo natural de su época les ofre-
que ha creado el hombre, están mancillados con este defecto. cía otros ejemplos, menos sutiles, aunque también probaban la
Por más que digan la mayoría de los historiadores de la afrenta universal. La propia existencia del sexo no podía ser
gnosis, creo que ciertos gnósticos llegaron a estas conclusio- más que la invención de un ser obsesionado; no es por casuali-
nes desalentadoras menos por espíritu del sistema, que por dad que algunos psicoanalistas han encontrado en los gnósticos
una observación del mundo natural y del comportamiento una actitud asombrosamente cercana a sus ideas de la creación
humando. El mínimo acontecimiento los conducía a pensar y la procreación.
que fuerzas malignas se desencadenaban sobre nuestras cabe- Este inventario de ramificaciones del mal, del cáncer plane-
zas. Así, el fenómeno más simple, el más ineluctable, como la tario que corroe hasta el cielo, impregna nuestras células, in-
nutrición, podría ser un ejemplo típico para los gnósticos de viste nuestros más insignificantes pensamientos, lo estudiare-
este mecanismo maléfico. Puesto que alimentarse, mantener mos con detalle en compañía de los gnósticos. Por el
la vida, aumenta el campo de la muerte. Es un círculo infinito, momento, parece que el círculo de fuego oscuro que reina en
vertiginoso como el torbellino de las estrellas o el ciclo del nuestra tierra es ante todo el domino del mal, un mal sutil,
tiempo. molecular, que cae de las estrellas como el rocío de las noches,
En este círculo sin fin, el simple hecho de vivir, respirar, recupera y obstruye hasta nuestras formas de pensar.
comer, dormir, soñar, provoca la existencia y el crecimiento del ¿Cómo se sentiría un gnóstico en este mundo carcomido
mal. Es lo que los darwinianos llamarán más tarde la lucha por por el orín, separado de las luces por un verdadero cerrojo
la vida; la selección natural apareció, a los ojos de los gnósticos, cósmico? ¿Acaso es un prisionero deportado a un planeta mal-
como una prueba flagrante del vicio fundamental del universo. dito, un exiliado, un extranjero perdido en el corazón de un
Este vicio natural, en el que los hebreos y los cristianos veían la mundo hostil? G

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Efigie del fracasado*
E. M. Cioran

Todo acto le horroriza y se repite a sí mismo: “¡El movimiento, siempre, del mismo modo que es siempre vencido en la acción:
menuda tontería!” No son tanto los acontecimientos lo que le tiene “razón”, lo rechaza todo y todo le rechaza. Ha compren-
irrita, sino la idea de tomar parte en ellos; sólo se agita para dido prematuramente lo que no se debe comprender para vivir
apartarse de ellos. Sus sarcasmos han devastado la vida antes de y como su talento era demasiado lúcido respecto a sus propias
que agotase su savia. Es un Eclesiastés de la encrucijada, que funciones, lo ha desperdiciado por miedo a que fluyese en la
extrae de la universal insignificancia una excusa para sus derro- bobería de una obra. Lleva la imagen de lo que hubiera podido
tas. Deseoso de encontrarlo todo sin importancia, lo logra fá- ser como un estigma o una aureola, enrojece y se congratula de
cilmente, pues toda la multitud de las evidencias está amplia- la excelencia de su esterilidad, por siempre extraño a las seduc-
mente de su lado. En la batalla de los argumentos vence ciones ingenuas, único liberto entre los ilotas del Tiempo.

Joven pensante

*E. M. Cioran, Breviario de podredumbre, traducción de Fernando


Savater, Taurus, Madrid, 1986.

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Extrae su libertad de la inmensidad de sus incumplimientos; es de autómata: poner cara de fervor y reírse secretamente; no a
un dios infinito y lastimoso a quien ninguna creación limita, a plegarse a las convenciones más que para repudiarlas a escon-
quien ninguna criatura adora, y a quien nadie disculpa. El des- didas; figurar en todos los registros, pero sin residencia en el
precio que derramó sobre los otros le es devuelto por éstos. tiempo; salvar la cara, cuando sería imperioso perderla…
Sólo expía los actos que no ha efectuado, cuyo número excede El que lo desprecia todo debe adoptar un aire de dignidad
sin embargo el cálculo de su orgullo dolorido. Pero finalmente, perfecta, inducir a error a los otros e incluso a sí mismo: cum-
a guisa de consolación, y al término de una vida sin títulos, plirá así más fácilmente su tarea de falso viviente. ¿Para qué
lleva su inutilidad como una corona. mostrar nuestra ruina si podemos fingir la prosperidad? El in-
fierno no tiene modales: es la imagen exasperada de un hombre
(“¿Para qué?”, adagio del Fracasado, de un simpatizante de la franco y grosero, es la tierra concebida sin ninguna supersti-
muerte… ¡Qué estimulante, cuando se comienza a sufrir un ción de elegancia y civismo.
acoso! Pues la muerte, antes de que hagamos excesivo hincapié Acepto la vida por cortesía: la perpetua rebelión es de tan
en ella, nos enriquece, y nuestras fuerzas se acrecientan a su mal gusto como lo sublime del suicidio. A los veinte años se
contacto; después, ejerce sobre nosotros su obra de destruc- truena contra los cielos y la basura que cubren; después se
ción. La evidencia de la inutilidad de todo esfuerzo, y esa sen- cansa uno. La facha trágica no corresponde más que a una
sación de cadáver erigiéndose ya en el presente y llenando el pubertad prolongada y ridícula; pero hacen falta mil pruebas
horizonte del tiempo, acaban por embotar nuestras ideas, para acceder al histrionismo del desapego.
nuestras esperanzas y nuestros músculos, de tal suerte que el Quien, emancipado de todos los principios de uso, no dis-
aumento de impulso suscitado por la recentísima obsesión se pusiera de ningún don de comediante, sería el arquetipo del
convierte, una vez implantada irrevocablemente en el espíritu, infortunio, el ser idealmente desgraciado. Es inútil construir
en un estancamiento de nuestra vitalidad. Así esta obsesión nos tal modelo de franqueza: la vida no es tolerable más que por el
incita a llegar a serlo todo y nada. Normalmente, debería po- grado de mistificación que ponemos en ella. Tal modelo sería la
nernos ante la única elección posible: el convento o el cabaret. ruina súbita de la sociedad, pues la “dulzura” de vivir en común
Pero cuando no podemos huir de ella ni por la eternidad ni por reside en la imposibilidad de dar libre curso al infinito de nues-
los placeres, cuando, hostigados en medio de la vida, estamos tros pensamientos ocultos. Gracias a que somos todos impos-
igualmente lejanos del cielo y de la vulgaridad, nos transforma tores, nos soportamos los unos a los otros. Quien no aceptase
en esa especie de héroes descompuestos que lo prometen todo mentir vería a la tierra huir bajo sus pies: estamos biológicamen-
y no cumplen nada: ociosos desriñonándose en el Vacío; carro- te constreñidos a lo falso. No hay héroe moral que no sea o
ñas verticales, cuya única actividad se reduce a pensar que de- pueril, o ineficaz o inauténtico; pues la verdadera autenticidad
jarán de ser…) es el emporcamiento en el fraude, en el decoro de la pública
adulación y la difamación secreta. Si nuestros semejantes pu-
diesen constatar nuestras opiniones sobre ellos, el amor, la
El autómata amistad, la devoción, serían por siempre tachados de los dic-
cionarios; y si tuviésemos el valor de mirar cara a cara las dudas
que concebimos tímidamente sobre nosotros mismos, ninguno
Respiro por prejuicio. Y contemplo el espasmo de las ideas, de nosotros proferiría un “yo” sin avergonzarse. La mascarada
mientras que el Vacío se sonríe a sí mismo… No más sudor en arrastra todo lo que vive, desde el troglodita hasta el escéptico.
el espacio, no más vida; la menor vulgaridad la hará reaparecer: Como sólo el respeto de las apariencias nos separa de las carro-
basta un segundo de espera. ñas, precisar el fondo de las cosas y de los seres es perecer;
Cuando uno se percibe existir, se experimenta la sensa- atengámonos a una nada más agradable: nuestra constitución
ción de un demente maravillado que sorprende su propia no tolera más que una cierta dosis de verdad…
locura y se empecina en vano en darle un nombre: la cos- Guardemos en lo más profundo de nosotros una certeza
tumbre embota nuestro asombro de existir: somos, y ya no le superior a todas las otras: la vida no tiene sentido, no puede te-
damos más vueltas, ocupamos nuestra plaza en el asilo de los nerlo. Deberíamos matarnos inmediatamente si una revelación
existentes. imprevista nos persuadiese de lo contrario. Si desapareciese el
Conformista, vivo, intento vivir, por imitación, por respeto aire, aún respiraríamos; pero nos ahogaríamos en cuanto se nos
a las reglas del juego, por horror a la originalidad. Resignación quitase el gozo de la inanidad… G

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El fenómeno futuro*
Stéphane Mallarmé

Un cielo pálido sobre el mundo que, decrépito, se extingue, a por ella nombrado su cabellera se pliega con la gracia de las
punto, acaso, está de partir con las nubes: los andrajos de pesa- estrofas alrededor de un rostro esclarecido por la desnudez
da púrpura de los ponientes se destiñen en un río que se duer- sangrante de los labios. En lugar del vestido vano, tiene un
me en el horizonte sumergido en fulgores y agua. Hastíanse los cuerpo, y los ojos ¡a piedras raras parecidos! No valen la mira-
árboles, y bajo su follaje albeado (por el polvo del tiempo antes da que brota de su carne feliz; pechos erguidos como si llenos
que por el de los caminos) álzase la mansión de lona del Expo- estuviesen de leche perpetua, con las puntas al cielo; piernas
sitor de la las Cosas Pasadas; muchos reverberos recogen el lisas que guardan la sal de la mar primera”. Recordando a sus
crepúsculo y avivan las faces de una desventurada multitud, pobres mujeres, calvas, enfermizas y llenas de horror los mari-
vencida por la enfermedad inmortal y el pecado de los siglos de dos se empujan; ellas también, por curiosidad melancólica,
hombres junto a sus ruines cómplices, preñadas de los frutos quieren ver.
miserables con que ha de perecer la tierra. En el silencio in- Cuando todos hayan contemplado a la noble criatura, vestida
tranquilo de todas las miradas suplicantes, de lejos, al sol, que de alguna época ya maldita, unos, indiferentes porque no ha-
bajo el agua se hunde con la desesperanza de un grito, ved el brán tenido fuerza para comprender; lastimados otros, con las
sencillo pregón: “Ninguna enseña os hace gracia del espectá- pupilas húmedas de lágrimas resignadas, se mirarán: en tanto
culo interior, porque ya no hay pintor capaz de figurarlo en que los poetas de entonces, sintiendo reinflamarse sus ojos ex-
una sombra triste. Traigo, viva (y preservada a través de los tintos, se encaminará hacia su lámpara, borracho un instante el
años por la ciencia soberana), una mujer de otro tiempo. Suer- cerebro de una gloria confusa, obsesionados por el Ritmo y en
te de locura, original e ingenua, un éxtasis de oro ¡qué sé yo! el olvido de existir en una edad que sobrevive a la belleza. G

*Stéphane Mallarmé, Antología, traducción de E. Diéz-Canedo,


Visor, Madrid, 2002.

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Las palabras de Monelle*
Marcel Schwob

Monelle me encontró en la llanura, por donde yo andaba para ir a ver al presidiario Dostoievsky y, agonizando de fiebre,
errante, y me tomó de la mano: lo miró largamente con sus grandes y temblorosos ojos negros.
—No te sorprendas —dijo—, soy yo y no soy yo. Me volve- La pequeña Sonia (ella existió, como todas las demás) abrazó al
rás a encontrar y me perderás. asesino de Rodión después de confesarle éste su crimen. “¡Está
Una vez más volveré entre vosotros; pues pocos hombres usted perdido!”, le dijo con acento desesperado. Y levantándo-
me han visto y ninguno me ha comprendido. se súbitamente, se arrojó a su cuello y lo abrazó… ¡No, en este
Y me olvidarás y me recordarás y me volverás a olvidar. momento no hay sobre la tierra un hombre más desdichado
Y añadió Monelle: Yo te hablaré de las pequeñas rameras, y que tú!”, exclamó en un impulso de piedad; y de pronto estalló
tú sabrás el comienzo. en sollozos.
Cuando Bonaparte el asesino tenías dieciocho años, halló Como Ana y como aquella muchacha sin nombre que en-
bajo las puertas forjadas del Palais Royal a una pequeña pros- contró el joven y triste Bonaparte, la pequeña Nelly se sumer-
tituta. Tenía la tez pálida y tiritaba de frío. Pero “era necesario gió en la bruma. Dostoievsky no dijo qué fue de la pequeña
vivir”, le dijo ella. Ni tú ni yo sabemos el nombre de esa peque- Sonia, pálida y demacrada. Ni tú ni yo sabemos si pudo ayudar
ña a quien Bonaparte llevó, una noche de noviembre, a su a Raskolnikof hasta el término de su expiación. No lo creo. Se
cuarto del hotel de Cherburgo. Era de Nantes, en Bretaña. apagó suavemente en sus brazos, después de haber sufrido y
Estaba débil y cansada, y su amante acababa de abandonarla. amado en exceso.
Era sencilla y buena; su voz sonaba muy dulcemente. Bonapar- Compréndelo: ninguna de ellas puede permanecer junto a
te recordó todo esto. Y creo que, más tarde, el recuerdo del vosotros. Se sentirán demasiado tristes y además tienen ver-
sonido de su voz lo emocionó hasta las lágrimas y la buscó güenza de quedarse. Una vez que vuestro llanto ha cesado, ellas
largo tiempo, durante las noches de invierno, sin volverla a no se atreven a miraros. Os enseñan su lección y luego se van.
encontrar nunca más. Vienen en medio del frío y de la lluvia para besar vuestra
Porque sabrás que las pequeñas rameras sólo salen una vez frente y enjugar vuestros ojos; después, las espantosas tinieblas
de la muchedumbre nocturna para cumplir una misión de bon- vuelven a tragarlas. Pues tal vez deben irse a otra parte.
dad. La pobre Ana acudió en auxilio de Thomas de Quincey, No las conocéis sino cuando se compadecen de vosotros.
el fumador de opio, que desfallecía en una ancha calle de No debéis pensar en otra cosa. No debéis pensar en lo que
Oxford bajo los grandes quinqués encendidos. Con los ojos hayan podido hacer en las tinieblas. Nelly en esa horrible casa,
húmedos le acercó a los labios un vaso de vino dulce, lo abrazó Sonia ebria sobre el banco del Bulevar y Ana devolviendo el
y le prodigó caricias. Luego volvió a sumergirse en la noche. recipiente vacío en el comercio de vinos de una oscura calle-
Tal vez murió poco después. “Tosía —dice de Quincey— la juela, eran quizá crueles y obscenas. Eran criaturas de carne.
última noche que la vi.” Quizá erraba aún por las calles; pero, Pero cuando salían de un oscuro callejón para dar un beso de
a pesar de su apasionada búsqueda y de haber arrostrado las piedad bajo el farol encendido, de la ancha calle, en ese mo-
burlas de las gentes a las cuales interrogaba, Ana se perdió para mento se tornaban divinas.
siempre. Más tarde, cuando pudo disfrutar de una vivienda Hay que olvidar todo el resto.
abrigada, pensó muchas veces, con lágrimas en los ojos, que la Callóse Monelle y me lanzó una mirada:
pobre Ana hubiera podido vivir allí, junto a él. En cambio, se He salido de la noche —dijo— y volveré a la noche. Pues yo
la imaginaba enferma, moribunda o desolada, en la negrura también soy una pequeña ramera.
central de un burdel de Londres, habiendo llevado consigo Y Monelle dijo después:
todo el amor piadoso de su corazón. Tengo piedad de ti, tengo piedad de ti, mi amado.
Has de saber que ellas lanzan un grito de compasión por Sin embargo, volveré al seno de la noche; pues es necesario
vosotros y os acarician la mano con la suya descarnada. No os que me pierdas, antes de volverme a encontrar. Y si me en-
comprenden sino cuando sois desgraciados; lloran con voso- cuentras, huiré de ti nuevamente.
tros y os consuelan. La pequeña Nelly salió de su infame casa Pues yo soy la que está sola.
Y dijo luego Monelle:
Porque estoy sola tú me darás el nombre de Monelle. Pero
*Marcel Schwob, El libro de Monelle, traducción de Teba Brons- no olvidarás que tengo todos los otros nombres.
tein, Ediciones Coyoacán, México, 2003. Y yo soy ésta y aquélla y la que no tiene nombre.

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Y te conduciré entre mis hermanas, que son yo misma, y Piensa en levantar construcciones nuevas a los menores a
semejantes a rameras sin inteligencia. impulsos de tu alma.
Y tú las verás atormentadas por el egoísmo, la voluptuosi- Para todo deseo nuevo, crea dioses nuevos.
dad, la crueldad, el orgullo, la paciencia y la piedad, sin haber- Y siguió diciendo Monelle: Te hablaré de los dioses.
se encontrado todavía a sí mismas. Deja que mueran los antiguos dioses; no te quedes sentado,
Y las verás irse a lo lejos, para buscarse a sí mismas. junto a sus tumbas, semejante a una plañidera;
Y tú mismo me encontrarás y yo me encontraré a mí misma; Pues los antiguos dioses escapan de sus sepulcros;
y me perderás y yo me perderé. Y no protejas a los dioses jóvenes rodeándolos de ligadu-
Porque soy la que se pierde tan pronto como se la encuen- ras;
tra. Que todo dios vuele, tan pronto como se lo haya creado;
Y añadió Monelle: Que toda creación perezca, tan pronto como se la haya con-
Ese día, una mujercita tocará tu mano y huirá. Porque todas cebido;
las cosas son fugaces; pero Monelle es la más fugaz. Que el antiguo dios ofrezca su creación al joven dios, a fin
Y, antes de que me encuentres nuevamente, te instruiré en de que éste la reduzca a polvo;
esta llanura y tú escribirás el libro de Monelle. Que todo dios sea dios del momento.
Y Monelle me tendió una férula ahuecada en la que ardía un Y Monelle agregó: Te hablaré de los momentos.
filamento rosado. Contempla todas las cosas bajo el aspecto del momento.
—Toma esta antorcha —dijo— y prende fuego. Quema Deja ir tu yo al capricho momentáneo.
todo lo que hay sobre la tierra y en el cielo. Quiebra la férula Piensa en el momento. Todo pensamiento que dura es con-
y apágala cuando lo hayas quemado todo, pues nada debe tradicción.
transmitirse. Ama el momento. Todo amor que dura es odio.
A fin de que seas el segundo nartecóforo y destruyas me- Sé sincero con el momento. Toda sinceridad que dura es
diante el fuego, y el fuego descendido del cielo suba nueva- mentira.
mente al cielo. Sé justo con el momento. Toda justicia que dura es injusti-
Y Monelle dijo luego: te hablaré de la destrucción. cia.
He aquí la palabra: Destruye, destruye. Destruye en ti mis- Actúa en función del momento. Toda acción que dura es un
mo, destruye a tu alrededor. Haz lugar para tu alma y para las reino difunto.
otras almas, Siente la felicidad del momento. Toda felicidad que dura es
Destruye todo bien y todo mal. Los escombros son simila- desgracia.
res. Ten respeto por los momentos y no establezcas relaciones
Destruye las antiguas moradas de los hombres y las antiguas entre las cosas.
moradas de las almas; las cosas muertas son espejos que defor- No prolongues el momento; podrías fatigar la agonía.
man. Mira: todo momento es una cuna y un ataúd: que toda vida
Destruye, pues toda creación proviene de la destrucción. y toda muerte te parezcan extrañas y nuevas.
Para lograr la bondad superior hay que aniquilar la bondad Y Monelle volvió a decir: Te hablaré de la vida y de la muer-
inferior. Y así el nuevo bien parece saturado de mal. te.
Para imaginar un nuevo arte hay que destrozar el arte viejo. Los momentos son como bastones: mitad blancos y mitad
Y así el nuevo arte parece una especie de iconoclasia. negros.
Pues toda construcción está hecha de ruinas y nada hay No ordenes tu vida por medio de dibujos hechos con las
nuevo en este mundo sino las formas. mitades blancas.
Y agregó Monelle: Te hablaré de la formación. Pues encontrarás enseguida los dibujos hechos con las mi-
El mismo deseo de lo nuevo no es más que la apetencia del tades negras.
alma que desea formarse. Que cada negrura esté atravesada por la espera de la blan-
Y las almas desechan las formas antiguas, así como las ser- cura venidera.
pientes sus viejas pieles. No digas ahora vivo y mañana moriré. No dividas la reali-
Y los pacientes coleccionistas de viejas pieles de serpiente dad entre la vida y la muerte. Di: ahora vivo y muero.
entristecen a las serpientes jóvenes porque tienen sobre ellas Agota en cada momento la totalidad positiva y negativa de
un poder mágico. las cosas.
Pues aquel que posee las viejas pieles de serpiente impide la La rosa de otoño dura una estación; cada mañana se abre;
transformación de las serpientes jóvenes. todas las noches se cierra.
He aquí por qué las serpientes desnudan su cuerpo en el Sé como las rosas: ofrece tus hojas para que las arranquen la
verde sendero de una espesura profunda; y una vez al año, las voluptuosidad y la pisoteen los dolores.
jóvenes se reúnen en círculo para quemar las viejas pieles. Que todo éxtasis esté en ti agonizante y que toda voluptuo-
Sé, pues, semejante a las estaciones destructoras y forma- sidad desee morir.
doras. Que todo dolor sea en ti como el paso de un insecto que va
Construye tu propia casa y quémala con tus manos. a volar. No te cierres sobre el insecto roedor. No te enamores
No arrojes escombros detrás de ti; que cada uno se sirva de de esos cárabos negros.
sus propias ruinas. Que toda alegría sea en ti como el paso de un insecto pron-
No construyas en la noche pasada. Deja que tus obras huyan to a volar. No te cierres sobre el insecto chupador. No te ena-
a la deriva. mores de esas cetoínas doradas.

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Que toda inteligencia brille y se extinga en ti con la breve- No confieses las cosas pasadas, pues están muertas; confiesa a
dad de un relámpago. ante ti mismo las cosas futuras.
Que tu felicidad se divida en fulguraciones. Así, tu parte de No bajes a recoger las flores que crecen a lo largo del cami-
alegría será igual a la de los otros. no.
Contempla el universo como un atomista. Conténtate con toda apariencia. Pero abandona la aparien-
No resistas a la naturaleza. No apoyes sobre las cosas los cia y no te des la vuelta.
pies de tu alma. Que tu alma no vuelva su rostro como lo hace No te vuelvas jamás: detrás de ti acuden jadeantes las llamas
el niño malo. de Sodoma, y podrías convertirte en estatua de lágrimas petri-
Vive en paz con la roja luz de la mañana y el resplandor gris ficadas.
del atardecer. Sé el alba mezclada al crepúsculo. No mires detrás de ti. No mires demasiado delante de ti. Si
Mezcla la muerte con la vida y divídelas en momentos. miras en tu interior, que todo sea blanco.
No esperes la muerte: está en ti. Sé su camarada y apriétala No te asombres de nada por la comparación del recuerdo;
contra ti; ella es como tú mismo. asómbrate de todo por la novedad de la ignorancia.
Muere de tu muerte; no envidies las muertes antiguas. Varía Asómbrate de todas las cosas; pues todas las cosas son dife-
los géneros de muerte con los géneros de vida. rentes en la vida y semejantes en la muerte.
Considera toda cosa incierta como viviente y toda cosa se- Construye en las diferencias; destruye en las similitudes.
gura como muerta. No te dirijas a las permanencias; no están ni sobre la tierra
Y dijo luego Monelle: Te hablaré de las cosas muertas. ni en el cielo.
Quema cuidadosamente a los muertos y expande sus cenizas La razón era permanente; ahora tú la destruirás y dejarás
a los cuatro vientos del cielo. cambiar tu sensibilidad.
Quema cuidadosamente las acciones pasadas y aplasta las No temas contradecirte; no hay contradicción en el mo-
cenizas; pues el fénix que renacería de ellas sería el mismo. mento.
No juegues con los muertos ni acaricies su rostro. No te rías No ames tu dolor, puesto que no ha de durar.
ni llores sobre ellos; olvídalos. Reflexiona acerca de tus uñas que crecen y de las pequeñas
No confíes en las cosas pasadas. No te ocupes de construir escamas que se desprenden de tu piel.
bellos ataúdes para los momentos pasados: piensa en matar los Sé olvidadizo de todas las cosas.
momentos que vendrán. Con un punzón acerado ocúpate de matar pacientemente
Desconfía de todos los cadáveres. tus recuerdos, así como el antiguo emperador mataba las mos-
No abraces a los muertos; porque ellos ahogan a los vivos. cas.
Ten hacia las cosas muertas el respeto que se tiene a las co- No hagas durar la dicha del recuerdo hasta el porvenir.
sas destinadas a construir. No recuerdes ni preveas.
No ensucies tus manos en los cauces gastados. Purifica tus No digas: Trabajo para adquirir; trabajo para olvidar. Sé
dedos en las aguas nuevas. olvidadizo de la adquisición y del trabajo.
Aspira tu propio soplo y no los hálitos muertos. Rebélate contra todo trabajo; contra toda actividad que
No contemples las vidas pasadas más que tu propia vida trascienda el momento, rebélate.
pasada. No colecciones sobre vacíos. Que tu marcha no se dirija de un extremo a otro, pues no
No lleves en ti el cementerio. Los muertos producen pesti- hay tal cosa; pero que cada uno de tus pasos sea una proyección
lencia. rectificada.
Y Monelle siguió diciendo: Te hablaré de tus acciones. Borrarás con el pie izquierdo la huella de tu pie derecho.
Que toda copa de arcilla transmitida se pulverice en tus La mano derecha debe ignorar lo que acaba de hacer la
manos. Quiebra toda copa en la que hayas bebido. mano izquierda.
Sopla la lámpara de vida que te tiende el trotamundos. Pues No te conozcas a ti mismo.
toda lámpara antigua desprende humo. No te preocupes de tu libertad: olvídate de ti mismo.
No te legues nada a ti mismo: ni placer ni dolor. Y Monelle añadió: Te hablaré de mis palabras.
No seas esclavo de ropaje alguno; ni del alma ni del cuer- Las palabras son tales mientras se las pronuncia: las palabras
po. conservadas están muertas y engendran pestilencia.
Nunca golpees con el mismo lado de la mano. Escucha mis palabras habladas y no actúes según mis pala-
No te contemples en la muerte; deja que tu imagen sea lle- bras escritas.
vada por las aguas que corren. Habiendo hablado así en la llanura, Monelle quedó callada
Huye de las ruinas y no corras entre ellas. y triste; pues debía regresar al seno de la noche.
Cuando dejes tus ropas por la noche, despójate de tu alma Y me dijo desde lejos:
diurna; desnúdate en todos los momentos. Toda satisfacción te Olvídame y te seré devuelta.
parecerá mortal. Fustígate de antemano. Y al mirar a través de la llanura, vi levantarse a las hermanas
No digieras los días pasados. Nútrete de las cosas futuras. de Monelle. G

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La búsqueda inútil de Alfred Chester*
J. M. Servín

El 29 de julio de 1971 un judío de 42 años nacido en Brooklyn Uno bien podría limpiarse los zapatos pateando a una vasta
fue encontrado muerto en su departamento de Jerusalén, Israel. cantidad de reseñistas y críticos literarios. Son raros los casos en
Las causas, conectadas a su angustia y a su adicción a cócteles de que resultan brillantes y mordaces no sólo para poner a los impos-
calmantes y alcohol, tuvieron más que ver con la enorme crisis de tores en su lugar, sino también para ubicar a los consagrados en su
identidad que sufría su obra como narrador. Alfred Chester justa dimensión, y ponerse a lado de cualquiera con una obra na-
(1929), uno de los críticos literarios más punzantes de la escena rrativa tan respetable como la de aquellos a quienes se pone en el
literaria neoyorquina y narrador elegante con destellos celinia- ojo del huracán. Semejante atrevimiento se suele pagar con el os-
nos, moriría en el olvido casi por completo y con la insatisfacción tracismo y el olvido. Ser juez y parte en el Reino de las Letras re-
de no haber completado la gran obra. sulta peligroso. Tanto las novelas Jaime is my heart’s desire (1957) y

Vieja

*J. M. Servín, Periodismo charter, Nitro/Press, México, 2002.

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The Exquisite corpse (1967) así como el libro de relatos Behold Go- ster despotricó contra la raza humana, sus mentiras, su fatuo a
liath (1964) fracasaron en obtener el reconocimiento del medio enaltecimiento de la razón y el humanismo, contra esa cultura
que hiciera de Chester guía obligada de la literatura de esos años. guerrera culpable de los más atroces crímenes y falacias bende-
Alfred Chester cargó toda su vida el estigma del desarraigado. cidas por el Cristianismo.
Jamás perteneció a ningún grupo literario ni supo lo que era te- Iconoclasta, Chester renegó hasta lo último de sus raíces y re-
ner un lugar de residencia definitivo. Su carrera literaria estuvo chazó absolutamente sus valores, tradiciones y enseñanzas, que
marcada por una fuerte dosis de contradicciones. De niño fue consideró cuando menos hipócritas y genocidas. La misantropía,
expulsado de las escuelas judías por blasfemo y perezoso y dura- nomadismo e inconclusa producción literaria dan buena cuenta de
mente castigado por su padre, quien lo consideraba imbécil. alguien que decidió no cargar con el fardo de su cultura: “Cuando
Como crítico fue solicitado por las más influyentes publicaciones uno mira a la carnicería del mundo cristiano —los indios america-
de su tiempo, como narrador sufrió del ninguneo de quienes nos, los negros, los musulmanes, los cristianos mismos, los asiáti-
opacó con su lucidez corrosiva y renuente a seguir modas y cri- cos y los africanos—, seis millones de judíos son tan sólo una gota
terios establecidos. En los años cincuenta, mientras residía en en la cubeta sangrienta. Hitler no fue una casualidad en la mujeril
París, Chester tomó cargos como free lance y recibió del editor historia de Europa. Él personificó a la despiadada Europa en su
Maurice Girodias 500 dólares por una novela pornográfica pu- último jadeo. Y si no sabemos acerca de los crímenes humanistas,
blicada en Olympia Press, editorial perseguida y censurada den- es únicamente porque éstos ganaron la guerra…”
tro y fuera de Francia por sacar a la venta obras de los entonces Sin embargo, la escena literaria neoyorquina haría de él una
desprestigiados y polémicos Henry Miller (Trópico de Cáncer), referencia ineludible por un corto periodo comprendido entre
Nabokov (Lolita) y Ferry Southern- Mason Hoffenberg (Candy). 1962 y 1964, años posteriores a su regreso de París, en los que
Tras un breve regreso a Estados Unidos, Chester experi- volcaría creatividad y erudición al bajar del pedestal a narradores
mentó la crisis definitiva que lo llevaría a expatriarse nueva- considerados intocables. Esta continua fricción con su trayecto-
mente apenas unos años después de su regreso de París. En ria como autor lo llevó al destierro, pues Chester consideraba
Marruecos pasaría nueve de sus diez últimos años de vida. ¿Un que el ejercicio de la crítica lo dañaba como novelista.
judío en un país árabe? O mejor dicho, ¿qué tiene de atractivo Los editores exigían de él algo más que simples reseñas, que-
Marruecos para escritores expatriados?: Bowles, Burroughs rían exprimir su potencial provocador exhibiendo a las grandes
y prácticamente toda su generación fue en busca de dátiles, figuras de su de tiempo. Mientras residió en Tánger, Chester
hashish y exorcismos cartesianos. Marruecos fue el edén que hizo inquietantes interpretaciones a la obra de Nabokov, Miller,
trajo a Chester algunos años de respiro para dedicarse a escri- Burroughs, Salinger y Genet, entre muchos otros. Y a excepción
bir sin presiones antes de su éxodo involuntario a Israel (le fue del último, por quien sentía especial respeto, a todos les dijo dos
negada la renovación de su visa como residente sin ninguna o tres verdades recopiladas en Looking for Genet.
causa justificada), donde, en sus propias palabras, se llevó una Chester no se fue ileso de este mundo. En más de una ocasión
de las peores decepciones de su vida, entre gente transa, co- tuvo que soportar los ataques viscerales de parte de detractores y
rrupción y hostigamiento. Su experiencia en “la tierra prome- del status quo literario, quienes en no pocas ocasiones aludirían a
tida” quedó como testimonio póstumo en una extensa crónica su homosexualidad para calificarlo de histérico y menospreciar
que jamás pudo publicar mientras vivió: “Carta de un judío sus puntos de vista y su actitud.
errante”, en ella junto con otros ensayos reunidos póstuma- Irreverente, lúcido y solitario. Alfred Chester, víctima de su
mente en Looking for Genet (Black Sparrow Press, 1922), Che- propia agudeza. G

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Apuntes del subsuelo*
Fedor Dostoyevski

Soy un hombre enfermo… Un hombre malo. No soy agrada- No sabría explicar, naturalmente, a quién fastidio en este caso
ble. Creo que padezco del hígado. De todos modos, nada en- con mi rabia. Sé muy bien que ni a los doctores podría “per-
tiendo de mi enfermedad y no sé con certeza lo que me duele. judicar” por no tratarme. Sé mejor que nadie que el único
No me cuido y jamás me he cuidado, aunque siento respeto perjudicado sería yo y nadie más. Sin embargo, si no me cuido
por la medicina y los médicos. Además, soy extremadamente es por rabia. Que me duele el hígado, ¡pues que duela, que
supersticioso, cuando menos lo bastante para respetar la me- duela todavía más!
dicina. (Tengo suficiente cultura para no ser supersticioso, Hace ya mucho tiempo que vivo así, unos veinte años, poco
pero lo soy.) Sí, no quiero cuidarme por rabia. Esto, segura- más o menos. Ahora tengo cuarenta. Antes trabajaba, ahora no.
mente, ustedes no lo puedan entender. Pero yo sí lo entiendo. Era un funcionario malhumorado. Trataba groseramente a los

*Fedor Dostoyevski, Apuntes del subsuelo, traducción de Lidia


Kuper de Velazco, Bruguera, Barcelona, 1980.

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demás y sentía placer al hacerlo. Como no me dejaba sobornar, dome rabiar con el maligno consuelo, completamente inútil, a
debía recompensarme de este modo. (El chiste es malo, pero de que un hombre inteligente no puede en realidad convertir-
no pienso borrarlo. Lo escribí creyendo que sería muy inge- se en nada; sólo el tonto lo consigue. Sí, un hombre inteligen-
nioso, pero ahora me doy cuenta de que mi único propósito era te del siglo diecinueve debe y moralmente está obligado a ser,
presumir ignominiosamente. No lo borro adrede.) Cuando en lo fundamental, un individuo sin carácter. En cambio, un
algún solicitante se acercaba a mi mesa en busca de informes, individuo dotado de carácter y activo es, en la mayor parte de
lo recibía rechinando los dientes y experimentaba un gozo ine- los casos, un ser limitado. Ésta es mi cuadragenaria convicción.
fable si lo conseguía. En su mayor parte eran hombres tímidos, Tengo ya cuarenta años y cuarenta años es ya toda la vida, es la
solicitantes, en una palabra. Entre los petimetres había sobre más profunda vejez. Vivir más de cuarenta años es indecente,
todo un oficial a quien odiaba. No quería resignarse en modo vulgar e inmoral. ¿Quién vive más de cuarenta años? Respon-
alguno y hacía un ruido asqueroso con su sable. Luché contra dedme sincera y honradamente. Yo les diré quiénes son: los
él un año y medio y todo por culpa de ese sable. Por fin, pude tontos y los ruines. Puedo decírselo sin rodeos a todos esos
con él. El sable dejó de sonar. Por lo demás, todo esto ocurrió venerables ancianos, a todos los ancianos que peinan canas y se
en mi juventud. Pero, ¿saben ustedes, señores, en qué consistía perfuman. Se lo diré al mundo entero. Tengo derecho a decir-
el punto principal de mi maldad? Pues lo más vil radicaba en el lo porque yo mismo llegaré a los sesenta. ¡A los setenta! ¡A los
hecho de que yo, avergonzado de mí mismo, me daba cuenta a ochenta!... ¡Esperen!, déjenme que tome aliento…
cada instante, incluso en los momentos de máxima rabia, de Se engañan, señores, si creen que quiero hacerles reír. Tam-
que no sólo no era malo, sino ni siquiera rabioso, únicamente bién en esto andan equivocados. No soy, ni mucho menos, un
pretendía asustar y con ello me contentaba. Cuando más furio- hombre tan jovial y alegre como les parece o como tal vez
so parecía, la más leve atención, hasta una simple taza de té pueda parecerles. Por lo demás, si, irritados por esta charla, (y
azucarado, habría bastado para calmarme. Incluso me habría ya me doy cuenta de que lo están), se les ocurre preguntar
sentido enternecido, aunque después hubiera rechinado de quién soy yo en realidad, les responderé que soy un asesor
rabia los dientes al recordarlo y de vergüenza no hubiera podi- colegiado. Serví en la administración para poder comer (por
do dormir durante varios meses. Así era yo. ello únicamente), y cuando el año pasado un pariente lejano
Hace un momento, al decir que era un funcionario malhu- me dejó de herencia seis mil rublos, pedí la excedencia en el
morado, mentía. He mentido por rabia. En realidad hacía el acto y me instalé en mi rincón. Antes también vivía en este
tonto tanto con los solicitantes como con el oficial; de hecho rincón, pero ahora estoy instalado en él. Mi cuarto, malo, de-
jamás pude ser malo. A cada instante sentía en mí la presencia testable, se halla en las afueras de la ciudad. Mi criada es una
de numerosos elementos diametralmente opuestos. Sentía mujeruca aldeana, vieja, perversa por estupidez, y siempre hue-
cómo bullían en mí esos contradictorios elementos. Sabía que le mal por añadidura. Me dicen que el clima de Petersburgo
siempre, toda la vida, habían bullido en mí ansiando que les empieza a ser nocivo para mí y que, teniendo en cuenta la in-
diese salida, pero yo no los dejaba salir adrede. Me avergonza- significancia de mis recursos, me resulta sumamente caro vivir
ban dolorosamente, me producían convulsiones y acabaron en esta ciudad. Todo esto lo sé mejor que mis sabios y expertos
por cansarme. ¡Cómo me cansaron! ¿No creerán, señores, que consejeros. Pero me quedo en Petersburgo. ¡No saldré de Pe-
me estoy arrepintiendo de algo ante ustedes, que les pido per- tersburgo! Y no saldré por… ¡Eh!, pero si da exactamente lo
dón por algo?... Estoy seguro de que así lo creen… Pero les mismo que me quede o que me vaya.
aseguro que a mí me da lo mismo lo que piensen… Por lo demás, ¿de qué puede hablar con el máximo placer
No sólo no he podido hacerme malo, sino que tampoco una persona decente?
ninguna otra cosa: ni malo, ni bueno, ni canalla, ni honrado, ni Respuesta: de sí misma.
héroe ni insecto. Ahora acabo misa días en un rincón, hacién- Así, pues, hablaré de mí mismo.G

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Hieroglyphice loqui*
Roberto Calasso
Porque en realidad hablar con jeroglíficos no es más que
revelar la naturaleza de las cosas humanas y divinas.
Piero Valeriano, Hieroglyphica, Basilea, 1575.

Hablar por medio de jeroglíficos: parece ésta una ambición Descubrimos en él insospechadas ramificaciones, tenden-
bastante común en el siglo xvii. A cada nivel, en formas diferen- cias divergentes, analogías improbables. Y todo gravita alrede-
tes y con diversas referencias, nos remontamos a Egipto y a su dor de algunos axiomas constantes, sujetos a varias interpreta-
lenguaje. Es la edad en la cual la literatura de los emblemas y de ciones en diferentes niveles. Pero la historia de aquellos
las hazañas tiene su último florecimiento:1 los emblemas más axiomas inicia mucho antes del humanístico renacimiento jero-
frívolos y los más devotos son llamados jeroglíficos (en España, glífico. Los primeros textos a los cuales es preciso referirnos
inclusive, emblema se dice jeroglifo); así también son definidas pertenecen a la antigüedad clásica.6
las enigmáticas gestas de los nobles, de los doctos y de los reyes; “Ustedes los griegos son siempre unos niños; un griego no
en la poesía encontramos frecuentes metáforas sobre los jero- es nunca viejo”, dice el sacerdote egipcio a Solón en el Timeo.7
glíficos; los científicos leen los jeroglíficos de la naturaleza y los Estos griegos niños, “jóvenes en el alma”, que no tienen “una
libros de alquimia hablan mediante jeroglíficos;2 al margen de antigua tradición, ni doctrinas encanecidas”, que no guardan
diagramas herméticos y ocultos encontramos los Hieroglyphica; memoria de las cíclicas catástrofes cósmicas,8 nos dejaron tes-
la gran summa de la época, el Oedipus Aegyptiacus3 de Athanasius timonios en muchos textos de su respeto y admiración por los
Kircher, ofrece un desciframiento y una teoría de la lengua bárbaros egipcios. Esos textos ponen en evidencia al mismo
egipcia; se multiplican los comentarios sobre las antigüedades tiempo la fama de la antigua sabiduría egipcia y el carácter fa-
egipcias, verdaderas o supuestas, como es la Mensa Isiaca.4 Se buloso y extraño de esa civilización, según una imagen que ya
trata del extremo difundirse y extenuarse de un renacimiento je- se encuentra integralmente en Herodoto y será confirmada,
roglífico iniciado dos siglos antes;5 movimiento vasto y comple- entre otros, por Plutarco y Diódoro Sículo. “Los egipcios son
jo, que es difícil representar con unidad. extraordinariamente religiosos, bastante más que todos los
otros hombres”,9 “en muchas cosas tienen costumbres y leyes
contrarias a las de los demás seres humanos” y Egipto “posee
*Adelanto de Los jeroglíficos de Sir Thomas Browne de Roberto muchas cosas maravillosas y superiores por encima de cual-
Calasso, que publicará próximamente Sexto Piso/ fce. La traducción quier relato, en comparación con todos los otros países”.10 Tal
del italiano fue hecha por Valerio Negri, mientras que la traducción vez la imagen de la perfecta reverencia antigua sean esos graffiti
de las notas en latín, inglés y francés estuvo a cargo de Juan Carlos
Rodríguez.
1 Para una bibliografía de la literatura de los emblemas, vid. Mario

Praz, Studies in Seventeenth-Century Imagery, vol. ii, A Bibliography of vol. xxxii, fascículo i, Viena, 1915. Sobre los jeroglíficos y los emblemas,
Emblem Books, Londres, 1947. vid. Ludwig Volkmann, Bilderschriften der Renaissance, Leipzig, 1923;
2 Michael Majer, Arcana arcanissima, hoc est hieroglyphica aegyptio Mario Praz, Studi sul concettismo, Florencia, 1946. Sobre los jeroglíficos
graeca, Oppenheim, 1614; vid. también los emblemas alquímicos de la y la mnemotecnia, vid. Ludwig Volkmann, “Ars Memorativa”, en Jahr-
Atalanta fugiens, Oppenheim, 1618. buch der Kunsthistorischen Sammlungen, nueva serie, vol. iii, 1929; Johann
3 Athanasius Kircher, Oedipus Aegyptiacus, vol. i-iv, Romae [Roma], Christoph Freyherr von Aretin, Systematische Anleitung zur Theorie und
1654. Praxis der Mnemonik, Sulzbach, 1810. Sobre la historia de los jeroglíficos
4 Fue llamada Mensa Isiaca o Tabula Bembina una mesa egipcia en Occidente, vid. Erik Iversen, The Myth of Egypt and its Hieroglyphs,
grabada, que se consideraba una pieza de la más remota antigüedad. Copenhagen, 1961 y “The Hieroglyphic Studies of the Renaissance”,
Según las más recientes dataciones, debería remontarse al siglo i en Burlington Magazine, enero de 1958; Ragna Enking, Der Apis-Altar
d.C. Sobre la historia de la Mensa Isiaca, vid. E. Scamuzzi, La Mensa Johann Melchior Dinglingers, Glückstadt, 1939. Sobre el renacimiento
Isiaca, Roma, 1939; N. Pevsner y S. Lang, “The Egyptian Revival” , hermético y jeroglífico, vid. Frances Yates, op. cit. Sobre el desciframien-
en Architectural Review , vol. 119, núm. 712, 1956. Goropius Becanus to de los jeroglíficos, vid. Madeleine V. David, Le Débat sur les écritures et
reprodujo y comentó la Mensa Isiaca en sus Hieroglyphica (1580); para l’hiéroglyphe aux XVII et XVIII siècles, París, 1965.
otras interpretaciones, vid. Herwart von Hohenburg, Thesaurus hiero- 6 Muchos textos de la antigüedad clásica sobre Egipto y los jeroglí-

glyphicorum; Pignorius, Vetustissimae tabulae Aeneae Sacris Aegyptiorum ficos fueron recopilados por Hopfner en las Fontes Historiae Religionis
simulachris caelatae accurata explicatio, Venecia, 1605. Aegyptiacae, Bonn, 1924.
5 El texto que dio inicio a los estudios modernos sobre los jeroglífi- 7 Platón, Timeo, 22b.

cos en Occidente es el artículo de Karl Giehlow, “Hieroglyphenkun- 8 Ibid., 22b-23c.

de des Humanismus in der Allegorie der Renaissance”, en Jahr- 9 Herodoto, Historias, ii, 35.

buch der Kunsthistorischen Sammlungen des allerhöchsten Kaiserhauses, 10 Loc. cit.

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a
grabados por anónimos viajeros griegos en la piedra de monu- do humanístico. Plotino se refiere al lenguaje de los “sabios a
mentos egipcios: “Vine y me maravillé”.11 egipcios” en el curso de una demostración sobre la naturaleza
Pero la suprema maravilla de Egipto es el lenguaje. Un len- de la sophia. “Todas las cosas que nacen, tanto las obras del arte
guaje sagrado, por imágenes, que implica en su constitución como las obras de la naturaleza, son producidas por una sophia
una cosmología, una ciencia de la naturaleza y de la divinidad. y es siempre una sophia la que rige su producción”. “Sophia que
Según diversos mitos es también el lenguaje más antiguo y no está hecha de teoremas, sino que es total y una, no por estar
Platón refiere en el Fedro la leyenda del dios egipcio Theuth, compuesta de diversos términos reconduce a la unidad; sino
inventor de las artes y de la escritura.12 más bien, partiendo de aquella unidad, se disuelve en la multi-
Las fuentes clásicas relativas a la lengua egipcia presentan plicidad.”18
una curiosa concordancia: en términos diversos, se afirma que Gracias a esta sophia podemos contemplar la belleza inteli-
la escritura jeroglífica es simbólica y sagrada; que en ella está gible en la naturaleza y en el arte. “Las cosas naturales”, de
encerrada una doctrina religiosa secreta; que los jeroglíficos hecho, “son imágenes de otras cosas”. Son imágenes de reali-
representan directamente cosas, seres o principios; que, por lo dades invisibles, anteriores y superiores, que pertenecen al
tanto, ellos significan su forma y no tienen valor fonético.13 Lo mundo inteligible. “La sophia es justamente la potencia de la
anterior será un elemento fundamental en las diversas inter- manifestación: y ya que la totalidad de los seres existe en pri-
pretaciones de los jeroglíficos hasta Champollion. Así escribe mer lugar en otro lado (en el mundo inteligible)”,19 la sophia
Diodoro Sículo: “Sus palabras no se expresan mediante la con- nos ofrece una copia de eso. Y esta copia no puede ser más que
formación de sílabas ni mediante letras sino mediante la forma una imagen, porque “no hay que creer que allá los dioses y los
de imágenes cuyo significado se ha transmitido usando la me- beatos contemplan proposiciones; allá no hay una fórmula ex-
moria de los hombres”.14 En un pasaje de las Metamorfosis de presa que no sea una bella imagen, como nos representamos las
Apuleyo, los jeroglíficos son presentados como lenguaje secre- que se encuentran en el alma del sabio, y no unos dibujos de
to. Se trata de la escena en la cual Lucio es iniciado en los imágenes sino imágenes reales. Por lo tanto, los antiguos de-
misterios de Isis: “Y posando su mano derecha en mi espalda el cían que las ideas son seres y sustancias”.20 En este punto
viejo, muy amable, me condujo directamente hasta las puertas Plotino hace referencia a los jeroglíficos: “Es esto lo que en-
del gran templo, las abrió con un rito solemne, llevó a cabo el tendieron, según me parece, los sabios de Egipto, ya sea por
sacrificio matutino y extrajo de un lugar secreto del santuario ciencia exacta o por doctrina natural: para designar las cosas a
ciertos libros escritos con caracteres desconocidos: en parte través de la sophia no se sirven de letras dibujadas, que se desa-
eran figuras de animales de todo tipo que sugerían palabras que rrollan en discursos y proposiciones y representan sonidos y
abreviaban algún concepto de la expresión y en parte caracte- palabras; dibujan en cambio unas imágenes, cada una de una
res nudosos y sinuosos como ruedas, intrincadamente rebusca- cosa diferente; las graban en los templos para designar todos
dos de manera que se vedaba la lectura a la curiosidad de los los caracteres de aquella cosa; cada signo grabado es por lo
profanos”.15 tanto una ciencia, una sophia, una cosa real, captada inmediata-
La interpretación simbólica de los jeroglíficos es afirmada mente, y no (una cadena de pensamientos) como un razona-
varias veces también en el De Iside et Osiride de Plutarco, donde miento o una deliberación”.21
se hace alusión además a la relación entre los grandes filósofos Por lo tanto, la discursividad de los lenguajes comunes no es
griegos y los sacerdotes egipcios: “Pitágoras, según parece, fue una característica propia de los jeroglíficos; como las imágenes
muy admirado y a su vez admiró mucho a los sacerdotes egip- de la naturaleza, ellos participan, en cambio, de la sophia que
cios, y copiando su doctrina oculta y misteriosa, inscribió sus permite acceder por conocimiento inmediato al mundo inteli-
principios en enigmas; de hecho, muy cercanos a los llamados gible. Son así de algún modo el lenguaje platónico por excelen-
jeroglíficos están muchos de los preceptos pitagóricos”.16 cia, y como tal serán interpretados en el Renacimiento.22
Pero la página más reveladora sobre los jeroglíficos y al Lo que importa, entre otras cosas, en el pasaje de Plotino,
mismo tiempo la que tendrá mayor influencia en las especula- es la alusión a la superioridad de los jeroglíficos sobre el len-
ciones sucesivas se encuentra en Plotino.17 En ella encontra- guaje discursivo.
mos los fundamentos del renacimiento jeroglífico en el perio- Ellos representarían el correspondiente más aproximado, en
nuestro mundo, al conocimiento divino. Así como los dioses
desdeñan las proposiciones y contemplan imágenes, así los je-
11 Frankfort, Kingship and the Gods, Chicago, 1948, p. ix. roglíficos se ofrecen inmediatamente a la contemplación, omi-
12 Platón, Fedro, 274c-275b. Sobre los orígenes egipcios del mito, tiendo la mediación del lenguaje articulado.
vid. Maréstaing, Les Écritures Égyptiennes et l’antiquité classique, París, Por eso ningún autor clásico mencionó el hecho, elemental
1913. y fundamental, de que los jeroglíficos deben ser leídos como
13 Sobre la lengua del antiguo Egipto y las representaciones que
cualquier lenguaje alfabético, donde a cada letra corresponde
de ella hacen las fuentes clásicas, vid. Erik Iversen, op. cit., primero y un sonido (incluso si la lengua egipcia incluye algunas posibi-
segundo capítulos.
14 Diódoro Sículo, Biblioteca, iii, 4, 1-3. La traducción citada es la

de Poggio Bracciolini, que tanta importancia tuvo en el Renacimien-


to. Vid. también Tácito, Anales, xi, 14. 18 Ibid., 8. 5.
15 Apuleyo, Metamorfosis o El asno de oro, xi, 22. 19 Ibid., 8. 7.
16 Plutarco, Isis y Osiris, 354 e-f. Una interpretación simbólica 20 Ibid., 8. 5.

parecida se encuentra en Clemente de Alejandría, Misceláneas, v, iv, 21 Ibid., 8. 6.

20-21. 22 Se verá más adelante cómo la interpretación de Ficino relativa a


17 Plotino, Enéadas, v, 8, “Sobre la belleza inteligible”. los jeroglíficos estuvo determinada por estos pasajes de Plotino.

22 la Gaceta número 454, octubre 2008

a
lidades del todo particulares, como por ejemplo la escritura sirvieron a los griegos como pantalla para elaborar un ficticio a
criptográfica).23 Ahora, este curioso y común silencio no pue- y maravilloso mecanismo de teoría lingüística. En todo caso,
de ser explicado con argumentos apresurados, como sería la en las fuentes clásicas se encuentra en estado embrionario
suposición de un equívoco continuo y generalizado, debido al aquel mito de los jeroglíficos que las edades sucesivas seguirán
efectivo desconocimiento del lenguaje. Demasiado complejo y desarrollando.
enigmático es el conjunto de esos hechos, para que se pueda Según una de las definiciones menos inadecuadas, el mito
dejarlo de lado tan fácilmente.24 —o fabulación fundadora de realidades— es una construc-
Pero cualquiera que sea la explicación histórica de este elu- ción formal que media entre opuestos fundamentales e irre-
sivo problema, lo cierto es que el mosaico de las fuentes clási- ductibles.26 Se tratará, por lo tanto, de considerar si esa
cas sobre los jeroglíficos nos muestra la imagen acabada de un imagen del lenguaje jeroglífico que perdura hasta el descifra-
lenguaje simbólico. Dicha imagen ha tenido una importancia miento de Champollion, no tiene un significado mitológico
enorme en la cultura europea. Sabemos que no corresponde adicional al más obvio aspecto de repetición que parte de un
propiamente a la lengua egipcia; pero se puede estudiarla en sí, malentendido inicial. Y si el mito es un metalenguaje, será en
como forma de un lenguaje hipotético, es decir como mito de este caso el metalenguaje de esa errónea descripción. Nues-
un lenguaje. tra hipótesis es que aquella interpretación “platónica” de los
“La tenacidad con la que los autores clásicos se aferraban a jeroglíficos funge en Occidente como mito mediador entre
sus interpretaciones erróneas y, por así decirlo, desdeñaban las oposiciones implícitas en la escritura alfabética. Y si,
deliberadamente cualquier evidencia que entrara en conflicto como muchos opinan, Occidente es la “civilización de la es-
con sus ideas alegóricas preconcebidas es verdaderamente critura”,27 no sorprende que nuestra cultura haya sido y se
asombrosa”.25 Con base en estas palabras del egiptólogo Iver- encuentre todavía particularmente sensible a “cuestiones al-
sen, se podría casi suponer que Egipto y los jeroglíficos les fabéticas”. G

Familia obscura
25 Ibid., p. 49.
26 C. Lévi-Strauss, “L’Analyse Morphologique de contes russes”,

en International Journal of Slavic Linguistics and Poetics, iii, 1960, pp.


23 Vid. Pierre Lacau, Sur le système hiéroglyphique, El Cairo 1954; 147-149.
27 Vid. Marshall McLuhan, The Gutenberg Galaxy, Londres,
Étienne Drioton, La Cryptographie Égiptienne, Nancy, 1934.
24 Vid. Erik Iversen, op. cit., pp. 41-49. 1962.

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a
a
Libro del desasosiego*
Fernando Pessoa

232 Toda mi vida ha sido querer adaptarme a esto sin sentir en


exceso su crudeza y su abyección.
Es necesario cierto coraje intelectual para que un individuo
Diario lúcido reconozca valerosamente que no pasa de ser un harapo huma-
no, aborto superviviente, loco todavía fuera de las fronteras de
la internabilidad; pero es preciso todavía más valor de espíritu
Mi vida, tragedia fracasada bajo el pateo de los dioses1 y de la para, reconociendo esto, crear una adaptación perfecta a su
que sólo se ha representado el primer acto. destino, aceptar sin rebeldía, sin resignación, sin gesto alguno,
Amigos, ninguno. Sólo unos conocidos que creen que sim- o esbozo de gesto, la maldición orgánica que me ha impuesto
patizan conmigo y que tal vez sentirían pena si un tren me la Naturaleza. Querer que no sufra con esto es querer dema-
pasase por encima y el entierro fuese un día de lluvia. siado, porque no cabe en el ser humano el aceptar el mal,
El premio natural de mi distanciamiento de la vida ha sido viéndolo bien, y llamarle bien; y, aceptándolo como mal, no es
la incapacidad, que he creado en los demás, de sentir conmi- posible no sufrir con él.
go. En torno a mí hay una aureola de frialdad, un halo de Concebir desde fuera ha sido mi desgracia: la desgracia para
hielo que repele a los demás. Todavía no he conseguido no mi felicidad. Me he visto como me ven los demás, y he pasado
sufrir con mi soledad. Tan difícil es conseguir esa distinción a despreciarme, no tanto porque reconociese en mí un orden
de espíritu que permite al aislamiento ser un reposo sin an- tal de cualidades que mereciese desprecio por ellas, sino por-
gustia. que he pasado a verme como me ven los demás y he sentido un
Nunca he concedido crédito a la amistad que me han mos- desprecio cualquiera que ellos sienten por mí. He sufrido la
trado, como no lo habría concedido al amor, si me lo hubiesen humillación de conocerme. Como este calvario no tiene noble-
mostrado, lo que, además, sería imposible. Aunque nunca haya za, ni resurrección unos días después, no he podido sufrir con
tenido ilusiones respecto a quienes se decían mis amigos, he la innobleza de esto.
conseguido siempre sufrir desilusiones con ellos: tan complejo He comprendido que le era imposible a nadie amarme, a no
y sutil es mi destino de sufrir. ser que le faltase del todo el sentido estético; y, entonces, yo le
Nunca he dudado de que todos me traicionasen; y me he despreciaría por ello; y que incluso simpatizar conmigo no
asombrado siempre que me han traicionado. Cuando llegaba podía pasar de ser un capricho de la indiferencia ajena.
lo que yo esperaba, era siempre inesperado para mí. ¡Ver claro en nosotros y en cómo nos ven los demás! ¡Ver
Como nunca he descubierto en mí cualidades que atrajesen esta verdad frente a frente! Y, al final, el grito de Cristo en el
a nadie, nunca he podido creer que alguien se sintiese atraído Calvario, cuando vio, frente a frente, su verdad: Señor, Señor,
por mí. La opinión sería de una modestia estulta, si hechos ¿por qué me has abandonado?2
sobre hechos —esos inesperados hechos que yo esperaba— no
viniesen a confirmarla siempre.
No puedo concebir que me estimen por compasión, por- 437
que, aunque sea físicamente desmañado e inaceptable, no ten-
go ese grado de encogimiento orgánico con que entrar en la
órbita de la compasión ajena, ni tampoco esa simpatía que la Todo el día, en toda su desolación de nubes leves y tibias, ha
atrae cuando no es patentemente merecida; y para lo que en mí sido ocupado por las informaciones de que había una revolu-
merece piedad, no puede haberla, porque nunca hay piedad ción. Estas noticias, falsas o ciertas, me llenan siempre de un
para los lisiados del espíritu. De modo que he caído en este desaliento especial, mezcla de desden y de nausea física. Me
centro de gravedad del desdén ajeno en el que no me inclino duele en la inteligencia que alguien crea que altera algo agitán-
hacia la simpatía de nadie. dose. La violencia, sea la que fuere, ha sido siempre para mí

*Fernando Pessoa, Libro del desasosiego, traducción de Ángel Cres- 2 Publicado en la revista Mensagem, n.° 1, abril de 1938, casi tres

po, Seix Barral, Barcelona, 1987. años después de la muerte del autor. La atribución al heterónimo
1 “anjos” (ángeles). Vicente Guedes es de la exclusiva responsabilidad de dicha revista.

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una forma desencajada de la estupidez humana. Además, todos mundo para nosotros. Esa justicia íntima debido a la cual a
los revolucionarios son estúpidos como, en menor grado, por- escribimos una página fluyente y bella, esa reforma verdadera
que menos incómodo, lo son todos los reformadores. mediante la que tornamos viva a nuestra sensibilidad muerta
Revolucionario o reformador, el error es el mismo. Impo- —esas cosas son la verdad, nuestra verdad, la única verdad.
tente para dominar y reformar su propia actitud para con la Lo demás que hay en el mundo es paisaje, marcos que encua-
vida, que es todo, o su propio ser, que es casi todo, el hombre dran sensaciones nuestras, encuadernaciones de lo que pensa-
huye hacia el querer modificar a los demás y al mundo exterior. mos. Y lo es, ya sea el paisaje colorido de las cosas y de los
Todo revolucionario, todo reformador es un /evadido/. Com- seres —los campos, las casas, los carteles y los trajes—, ya sea
batir es no ser capaz de combatirse. Reformar es no tener en- el paisaje incoloro de las almas monótonas, que sube un mo-
mienda posible. mento a la superficie en palabras viejas y gestos gastados, y
El hombre de sensibilidad justa y recta razón, si se encuen- baja otra vez al fondo en la estupidez fundamental de la ex-
tra preocupado con el mal y la injusticia del mundo, busca presión humana.
naturalmente enmendarla, primero, en aquello en que más ¿Revolución? ¿Cambio? Lo que yo quiero de verdad, con
cerca se manifiesta; y eso lo encontrará en su propio ser. Esa toda la intimidad del alma, es que cesen las nubes átonas que
obra le llevará toda la vida. enjabonan cenicientamente al cielo; lo que yo quiero es ver al
Todo reside, para nosotros, en nuestro concepto del mun- azul empezar a surgir de entre ellas, verdad segura y clara por-
do; modificar nuestro concepto del mundo es modificar el que nada es ni quiere. G

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Plenitud trágica*
Giorgio Colli

Empédocles se presenta como un hombre completamente reali- leyenda del suicidio no debe ser probablemente una leyenda. Una
zado. En cuanto dominador sin sombra en la vida, él es el vence- plenitud de vida tal fatalmente debe acabar por encontrar insufi-
dor del agón absoluto, el primer griego que se proclama un dios, ciente y pesada la condición misma de la existencia individuada: el
aclamado por la multitud, cuando ese título era bastante más difí- autor, que es a la vez un personaje, conduce con seguridad la tra-
cil de asumir que unos siglos más tarde. El dominio sobre los gedia hacia su conclusión. El drama se recita con una máscara in-
hombres y las cosas se le ofrece sin esfuerzo, para él no vale el alterable, una sonrisa ausente y melancólica acompaña la revela-
principio de que el éxito es algo que se conquista. Por ello su mi- ción de las verdades más desgarradoras.
rada es transparente y piadosa, desconoce el phthonos helénico, La política, dominada y despreciada, no puede representar ya
aunque sabe matar para apagar la hybris. El destino lo ha puesto en el valor supremo. Grecia cumple su acmé constatando su propia
la ebria vida siciliana del siglo v, y Empédocles bebe esta riqueza locura, y concede la palma al nuevo vencedor que le ha mostrado
de formas y de impulsos, permaneciendo siempre más fuerte que un poder más allá de lo conocido. Empédocles recorre todo el
cuanto le circunda, y expresando mediante apariencias inmutables camino, de la posición democrática, que tiene la simple función
la interna fuente predominante. Esta arquitectura humana admi- negativa de salvaguardia de la hybris, a la actitud del profeta reli-
rable no acepta ninguna afirmación, en cierto modo le rondan, gioso, que enseña la vanidad de la vida, sin creer en ello, con el
pero las desdeña apenas las ha saboreado. Es un conquistador de único fin de desencantar a los hombres de sus pasiones y humillar-
reinos que renuncia a la corona, cuando ya se le ha asignado, y su los con una superioridad incomparable, siempre consciente de
renuncia no es romántica, no se debe ni a la debilidad ni al tedio. estar afectado todavía por la avidez política, hasta la actividad má-
El que no pueda afirmar ninguna determinación se debe a un ex- gica, que olvidándose de los hombres domina la naturaleza, inclu-
ceso de potencia interior, que no tolera dominarse en la apariencia so más todavía, hasta el suicidio que libera la actividad de un poder
dominada más allá del momento de la conquista. Apoyándose en nouménico, subyugador de la realidad entera, visible e invisible.
la segunda ciudad más poblada de la helenidad, y aplicando a una Empédocles no pretende ser poeta o filósofo, lo es tan sólo para
religión de masas los métodos pitagóricos, combinación explosiva expresar en ciertas ocasiones los planteamientos citados —su ver-
que estaba en sus manos, tiene la posibilidad de modificar el curso dadera expresión es su bios—, pero nosotros no podemos conside-
de la historia humana, pero incluso esto desdeña. Empédocles rarlo directamente, sino a través de este aspecto colateral. Es na-
encarna así al personaje trágico por excelencia, porque expresa con tural que no se le haya concedido un lugar destacado en la historia
su existencia la esencia de la tragedia misma, que es heterogenei- de la poesía o en la de la filosofía, porque sus versos, aunque vívi-
dad de la individuación fenoménica respecto de sus raíces. La in- dos, inmediatos, plásticos, son heterogéneos a los de la poesía co-
dividuación asume en la apariencia determinaciones que no afec- mún; no expresan imágenes o vivencias, ni siquiera sentimientos
tan a su naturaleza nouménica, y de las que no se libera si no es a implicados en el tiempo o en el espacio, sino que traducen una
través de su propia disolución como fenómeno. La lucha apolínea realidad nouménica anterior, que se le escapa al poeta, mediante
del hombre para alargar su potencia intenta en vano abolir estas visiones no simbólicas sino expresiones directas, no expresiones de
determinaciones, que conciernen a la apariencia como tal (ananke). expresiones, y porque su filosofía sigue siendo su poesía, despro-
Como regla la individuación nouménica está separada de lo que le vista de abstracciones casi, constituida por intuiciones cargadas de
rodea y su expresión en la apariencia no hace sino reflejar esta si- significados implícitos, cuyo dibujo unificador es apenas percepti-
tuación; pero aunque una individuación prevalezca sobre el resto ble, y precisa ser desarrollado. Estas expresiones poéticas se van
de la realidad, y en esto consiste la condición suprema de la trage- agrupando según las disposiciones interiores fundamentales de
dia y su ineluctabilidad, la localización fenoménica disminuirá y Empédocles, transmitiéndose a través de una variación de formas
perderá su predomino, por lo que, imposibilitada para actuar, de- desde la apariencia a la plenitud nouménica. De este modo la ex-
berá regresar a su propia naturaleza nouménica. La vida de Empé- presión pierde su fijeza muerta, abriéndose en matices siempre
docles permite anticipar su fin, como los sonetos de los Eroici fu- renovados que lentamente agotan la riqueza interior, y vibra con
rori aluden a una muerte que ya se da por supuesta. Por ello la una vida autónoma que supera los límites intuitivos en los que se
ha dado. El planteamiento es completamente musical: un único
impulso fundamental se articula en individuaciones expresivas,
*Giorgio Colli, La naturaleza ama esconderse, traducción de Miguel motivos siempre nuevos. Los grupos de los motivos se pueden
Morey, Siruela, Madrid, 2008. (Esta edición es únicamente para el indicar sintéticamente con cada uno de los cuatro elementos,
mercado español.) En enero de 2009 Sexto Piso publicará la edición Aphrodite, Neikos, Sphairos. El milagro de esta poesía consiste en
para México y el resto de América. mostrar mediante una variedad plástica la raíz indecible. G

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Del insomnio
Leopoldo Lezama

Podría durar un poco más acaso, extenderse a la velocidad de Poseída por un letargo azulino la concentración ha ido ma-
las plantas, guardar una pausa de siglos para observar el meca- durando: ahora oprime las cosas con más fuerza, las asfixia. Ha
nismo preciso en que crece la madera; todo pareciera como comenzado una persecución a ciegas; poco a poco va desarro-
una nota falsa de una pieza antigua que se alarga hasta deshi- llando el hábito de andar despierta entre la niebla: alzó un
dratar el ruido. A fuerza de venir repitiéndose las ideas se han brazo, abrió la mano y comenzó a aprehender la madrugada
tornado demasiado claras; por alguna razón los sentidos siguen entre sus dedos rígidos.
alerta, la oscuridad se prolonga; un surco en la piel, cinco lí- La especulación tiene mucho trabajo retrasado, crea posibi-
neas verticales en el nudillo izquierdo y sobre los párpados lidades que no habrán de realizarse; las recorre todas, una a
quisieran poblar hierbas informes. El amanecer va llegando, una, se asoma, se queda pensando, vuelve a comenzar; la ven-
debajo de la piel camina un rencoroso fantasma, y sobre los tana sigue aclarando los pasillos en voz baja, cada minuto que
nervios, un ferrocarril inmóvil ha dejado caer la pesadez de sus pasa el cristal se disemina, su pierna entumida resiste los pri-
metales. El cuarto es una espalda fría, la cama un faro atento, meros brillos, una cadena de diminutas piedras lloverá sobre su
recostado; la lucidez avanza como un teorema arbóreo crecien- frente, y a estas alturas no sabremos cómo evitar que sus ángu-
do rápido, hace que las espirales se vuelvan legibles; se excita, los se dispersen.
eyacula pero no descansa. Las imágenes se sostienen apenas de Al parecer ciertas nociones aprendieron a caminar dormi-
un imperceptible vidrio; las cosas han ido adquiriendo la textu- das; una raíz crecía hacia los lados con una lentitud de blanca
ra de fuego desahuciado: un espasmo crece adentro, las llama- página. Pero nadie sabe bien qué cosa es aquello de dejar pasar
radas salieron a brincar en el patio muy temprano. El sueño el tiempo, el problema es que ya nada puede participar de una
recorre la conciencia como una gran hoja seca, quiere entrar, vitalidad cualquiera: la idea, limpia, cerca de su máxima ampli-
invade a intermitencias mudas, comienza a beber las presencias tud, va decayendo. Llega un momento en que los músculos se
a sorbos entumidos pero no se encuentra. rinden, pero la conciencia sigue mirando ansiosa desde un
Los sentidos fueron a corretear pájaros y los brazos se han balcón altísimo; se distrae, mira un par de nubes, rasca el ba-
vuelto más espesos para que el cansancio no se olvide que va randal hasta dejarlo en huesos.
rumbo a un letargo. Las manos aumentan el volumen de su Una reticente pesadez en la memoria hace que las cosas
tacto, tocan a lo lejos, moldean una arcilla acuosa sin mover un retrasen su estructura; se confunden los tejidos, las orillas
ligamento; la percepción, agotada, hambrienta, adelgaza las continúan inflamadas, no se sabe si esa superficie a lo lejos es
presencias y el tiempo parece un viejo caballo huyendo a paso producto del tedio o de la bruma pero sigue palpitando. La
de cangrejo con los tobillos deshebrados. quietud permanece haciendo bultos bajo la mano tembloro-
El debilitamiento de las formas comenzó a dilatar todos los sa, sin embargo el armario es más discreto que hace algunas
contornos; en algún momento comenzaron a surgir varias op- horas; los sonidos de la calle llegan exhaustos y un tañido de
ciones para cada objeto: si pensábamos en el armario se obser- oro joven los recorre. Los colores se humedecen y se arras-
varían quietos los abrigos, pero también hallaríamos una baila- tran como luciérnagas heridas, todo podría concluir pero las
rina muerta. Una lámpara quería leer algunos manuscritos, cosas quieren esperar, ahí, sentadas. La vigilia batalla por
pero su flujo era de polvo, nada veía, nada descifraba. concebir una rutina, la noche nunca terminó de quitarse las
Perseguido por una prisa de absoluto el pensamiento se es- sandalias.
condió tras las paredes, creyó que allá levantaría mapas y edifi- Luego del cansancio el pensamiento determina vagabun-
cios; volvió en algún lugar de la cama, pálido, con el vientre dear entre matorrales de agua seca; sube por una cuesta peli-
acalambrado. Su propósito era endurecer hasta un extremo grosa, libra los desfiladeros, se acuesta debajo de unas ramas.
orgánico las ideas para después desmantelarlas, pero su evolu- A unos pasos, alterado, el espejo respira con dificultad una
ción marchó como la línea de un obsesivo pincel soltando puerta entreabierta; está a punto de caer dormido pero des-
martillazos y todo se volvió espiral de nuevo. pierta; sigue observando. G

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Las vísperas de Fausto*
Adolfo Bioy Casares

Esa noche de junio de 1540, en la cámara de la torre, el doctor Debajo de la mesa dormía Señor. La inocente respiración
Fausto recorría los anaqueles de su numerosa biblioteca. Se del perro afirmaba, tranquila y persuasiva como un amanecer,
detenía aquí y allá; tomaba un volumen, lo hojeaba nerviosa- la realidad del mundo. Fausto pensó en el infierno.
mente, volvía a dejarlo. Por fin escogió los Memorabilia de Je- Veinticuatro años antes, a cambio de un invencible poder
nofonte. Colocó el libro en el atril y se dispuso a leer. Miró mágico, había vendido su alma al Diablo. Los años habían co-
hacia la ventana. Algo se había estremecido afuera. Fausto dijo rrido con celeridad. El plazo expiraba a medianoche. No eran,
en voz baja: “Un golpe de viento en el bosque.” Se levantó, todavía, las once.
apartó bruscamente la cortina. Vio la noche, que los árboles Fausto oyó unos pasos en las escaleras; después, tres golpes
agrandaban. en la puerta. Preguntó: “¿Quién llama?” “Yo —contestó una

*Adolfo Bioy Casares, La invención y la trama, fce, México, 1988.

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voz que el monosílabo no descubría—, yo.” El doctor la había Wagner, y el criado y el perro salieron. Cerró la puerta y miró a
reconocido, pero sintió alguna irritación y repitió la pregunta. a su alrededor. Vio la habitación, la mesa de trabajo, los ínti-
En tono de asombro y de reproche contestó su criado: “Yo, mos volúmenes. Se dijo que no estaba tan solo. El reloj dio las
Wagner.” Fausto abrió la puerta. El criado entró con la bande- doce menos cuarto. Con alguna vivacidad, Fausto se acercó a
ja, la copa de vino del Rin y las tajadas de pan y comentó con la ventana y entreabrió la cortina. En el camino a Finterwalde
aprobación risueña lo adicto que era su amo a ese refrigerio. vacilaba, remota, la luz de un coche.
Mientras Wagner explicaba, como tantas veces, que el lugar “¡Huir en ese coche!”, murmuró Fausto y le pareció que
era muy solitario y que esas breves pláticas lo ayudaban a pasar agonizaba de esperanza. Alejarse, he ahí lo imposible. No ha-
la noche, Fausto pensó en la complaciente costumbre, que bía corcel bastante rápido ni camino bastante largo. Entonces,
endulza y apresura la vida, tomó unos sorbos de vino, comió como si en vez de la noche encontrara el día en la ventana,
unos bocados de pan y, por un instante, se creyó seguro. Re- concibió una huida hacia el pasado; refugiarse en el año 1440;
flexionó: “Si no me alejo de Wagner y del perro no hay peli- o más atrás aún; postergar por doscientos años la ineluctable
gro.” medianoche. Se imaginó al pasado como a una tenebrosa re-
Resolvió confiar a Wagner sus terrores. Luego recapacitó: gión desconocida; “pero —se preguntó—, si antes no estuve
“Quién sabe los comentarios que haría.” Era una persona su- allí ¿cómo puedo llegar ahora?” ¿Cómo podía él introducir en
persticiosa (creía en la magia), con una plebeya afición por lo el pasado un hecho nuevo? Vagamente recordó un verso de
macabro, por lo truculento y por lo sentimental. El instinto le Agatón, citado por Aristóteles: “Ni el mismo Zeus puede alte-
permitía ser vívido; la necedad, atroz. Fausto juzgó que no rar lo que ya ocurrió.” Si nada podía modificar el pasado, esa
debía exponerse a nada que pudiera turbar su ánimo o su inte- infinita llanura que se prolongaba del otro lado de su naci-
ligencia. miento era inalcanzable para él. Quedaba, todavía, una escapa-
El reloj dio las once y media. Fausto pensó: “No podrán toria. Volver a nacer, llegar de nuevo a la hora terrible en que
defenderme. Nada me salvará.” Después hubo como un cam- vendió el alma a Mefistófeles, venderla otra vez y cuando lle-
bio de tono en su pensamiento; Fausto levantó la mirada y gara, por fin, a esta noche, correrse una vez más al día del na-
continuó: “Más vale estar solo cuando llegue Mefistófeles. Sin cimiento.
testigos, me defenderé mejor.” Además, el incidente podía Miró el reloj. Faltaba poco para la medianoche. Quién sabe
causar en la imaginación de Wagner (y acaso también en la desde cuándo, se dijo, representaba su vida de soberbia, de
indefensa irracionalidad del perro) una impresión demasiado perdición y de terrores; quién sabe desde cuándo engañaba a
espantosa. Mefistófeles. ¿Lo engañaba? ¿Esa interminable repetición de
—Ya es tarde, Wagner. Vete a dormir. vidas ciegas no era su infierno?
Cuando el criado iba a llamar a Señor, Fausto lo detuvo y, Fausto se sintió muy viejo y muy cansado. Su última re-
con mucha ternura, despertó a su perro. Wagner recogió en la flexión fue, sin embargo, de fidelidad hacia la vida; pensó que
bandeja el plato del pan y la copa y se acercó a la puerta. El en ella, no en la muerte, se deslizaba, como un agua oculta, el
perro miró a su amo con ojos en que parecía arder, como una descanso. Con valerosa indiferencia postergó hasta el último
débil y oscura llama, todo el amor, toda la esperanza y toda la instante la resolución de huir o de quedar. La campana del
tristeza del mundo. Fausto hizo un ademán en dirección de reloj sonó… G

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La raza de los hombres perdidos*
Antonin Artaud

Al Norte de México, a cuarenta y ocho horas de la Ciudad de Que uno les dé o que uno no les dé, siempre se van al cabo
México, hay una raza de puros indios rojos, los tarahumaras. del mismo espacio de tiempo. Si uno les da algo, no dan las
Allá viven cuarenta mil hombres, en un estado como antes del gracias. Porque darle al que nada tiene para ellos no es propia-
diluvio. Ellos son un desafío a este mundo donde uno no habla mente un deber, sino una ley de reciprocidad física que el
tanto de progreso, porque sin duda uno pierde la esperanza de Mundo Blanco ha traicionado. Su actitud parece decir: “Al
progresar. obedecer la ley, tú mismo te haces bien, no tengo, pues, que
Esta raza, que debiera estar físicamente decaída, resiste des- darte las gracias.”
de hace cuatrocientos años todo lo que ha venido a atacarla: la El dinero ganado mendigando les sirve para comprar comi-
civilización, el mestizaje, la guerra, el invierno, los animales, da para el regreso, porque en el bosque tarahumara para nada
las tempestades y la selva. En el invierno vive desnuda, en las les sirve el dinero.
montañas obstruidas de nieve, desafiando todas las teorías mé- Esta ley de reciprocidad física que nosotros llamamos cari-
dicas. El comunismo existe como un sentimiento de solidari- dad, los indios la practican naturalmente y sin lástima. Los que
dad espontáneo. nada tienen, porque han perdido la cosecha, porque se les que-
Tan increíble como parezca, los indios tarahumaras viven mó el maíz, porque su padre no les dejó nada o por cualquier
como si ya estuvieran muertos… No ven la realidad y sacan otra razón, sin necesidad de justificarse, llegan al amanecer a
fuerzas mágicas del menosprecio que tienen por la civiliza- las casas de los que algo tienen. Inmediatamente, la dueña de
ción. casa les trae todo lo que tiene. Nadie se mira, ni el que da, ni
Ellos vienen algunas veces a las aldeas, empujados por un el que recibe. Después de haber comido, el mendigo se va sin
ansia de viajar, de ver, dicen ellos, cómo son los hombres que han dar las gracias y sin mirar a nadie.
errado. Para ellos, vivir en las aldeas es errar. Toda la vida de los tarahumaras gira alrededor del rito eró-
Vienen con su mujer y sus hijos, por vericuetos imposibles tico del peyote.
que animal alguno osaría seguir. La raíz del peyote es hermafrodita. Tiene, como se sabe, la
Al verlos andar derechos el camino, cruzando torrentes, forma del sexo del hombre y de la mujer en cópula. En ese rito
deslizamientos de tierras, bosques espesos, escalinatas de roca, reside todo el secreto de estos indios salvajes. La fuerza me
muros perpendiculares, yo no puedo menos que pensar que pareció simbolizada por un rallador, una especie de madero
ellos supieron conservar la fuerza de gravitación natural de los encorvado cubierto de incisiones sobre el cual, durante noches
primeros hombres. enteras, los hechiceros del peyote hacen sonar rítmicamente
A primera vista, el país tarahumara es inaccesible. Apenas sus bastoncillos. Lo más extraño es la manera en que se recluta
unos vagos rastros que, a cada veinte metros, desaparecen bajo a los hechiceros. Un día, un indio se siente llamado a manejar
tierra. Llegada la noche, es necesario detenerse si uno no es un el rallador. Va a buscarlo a un rincón sagrado de la montaña,
hombre rojo. Porque entonces, sólo un hombre rojo ve dónde donde desde hace miles de años duerme una colección increí-
hay que pisar. ble de ralladores que otros hechiceros enterraron. Son de ma-
Cuando los tarahumaras bajan a las aldeas, mendigan. Es dera, de madera de tierra cálida, dicen ellos. El tarahumara va
sorprendente. Se detienen frente a las puertas de las casas y se a pasar tres años sobre esta plantación de ralladores y, al cabo
ponen de perfil con una actitud de desprecio absoluto. Parecen del tercer año, regresa ya dueño del rito esencial.
decir: “Por ser rico, eres un perro, yo valgo más que tú, escupo Así es la vida de este extraño pueblo sobre el que jamás nin-
sobre ti.” guna civilización tendrá influencia. G

*Antonin Artaud, México y viaje al país de los Tarahumaras, fce,


México, 2004.

30 la Gaceta número 454, octubre 2008

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La venganza de los hombres*
Lord Dunsany

Muerte

Antes del Comienzo, los dioses dividieron la tierra en pasto y los dioses de Pegana volvieran a acordarse de ellos. Y sus jefes
yermo. Crearon pastos agradables que cubriesen la faz de la Yoth y Haneth, haciendo de dioses, siguieron guiando a su
tierra, hicieron huertos en los valles, y parajes pelados en lo pueblo aunque eran acosados por todas las tribus. Por último,
alto de los montes; pero a Harza la condenaron, sentenciaron llegaron a Harza, donde no había tribus, y descansaron al fin
y predestinaron a ser eternamente erial. de la guerra; y dijeron Yoth y Haneth: “La tarea ha concluido;
Cuando, al atardecer, el mundo rezaba a los dioses, los dio- ahora, sin duda, los dioses de Pegana se acordarán de noso-
ses escuchaban sus plegarias; pero se olvidaban de las oracio- tros”. Y construyeron una ciudad en Harza, y cultivaron el
nes de las tribus de Arim. Así que los hombres de Arim eran suelo, y el verdor se propagó por el erial como se propaga el
agobiados por las guerras, y arrojados de una tierra a otra, viento en el mar; y entonces hubo frutos y ganado en Harza, y
aunque no se dejaban aplastar. Y el pueblo de Arim se dio sus rumor de miles de ovejas. Allí descansaron de su constante
propios dioses, erigiendo en dioses a sus hombres, hasta que huir de todas la tribus, y elaboraron fábulas sobre sus sufri-

*Lord Dunsany, En el país del tiempo, traducción de Francisco


Torres Oliver, Siruela, Madrid, 1988.

número 454, octubre 2008 la Gaceta 31

a
mientos, hasta que todos los hombres sonrieron en Harza, y tiempo que con las otras dos le agarraba por la cintura; y así, lea
los niños rieron con alegría. miró intensamente a los ojos.
Entonces dijeron los dioses: “No es la tierra lugar para Pasaban dos hombres por la calle; y uno le dijo al otro:
reír”. Tras lo cual salieron a las puertas de Pegana, donde dor- “Mañana cenaré contigo”.
mía encogida la Pestilencia; y despertándola, le señalaron hacia Y la Pestilencia esbozó una sonrisa que nadie llegó a ver,
Harza. Y la Pestilencia cruzó el cielo a saltos entre aullidos. enseñando sus dientes goteantes, y corrió a ver si al día si-
Esa noche llegó a los campos cercanos a Harza; se internó guiente cenaban juntos aquellos dos hombres.
en la yerba, se tumbó, miró airadamente las luces, se lamió las Y dijo un viajero al llegar: “Esto es Harza. Aquí descan-
zarpas, y volvió a quedarse mirando las luces. saré”.
Pero a la noche siguiente, invisible, recorrió la ciudad entre Pero esa jornada, su vida viajó más allá de Harza.
la alegre muchedumbre, entró solapadamente en las casas, una A todos tenía amedrentados la Pestilencia; y aquellos a quie-
tras otra, y se asomó a los ojos de los hombres, penetrando nes hería, la veían. Pero nadie veía las grandes figuras de los
incluso sus párpados; de manera que cuando llegó la mañana dioses, a la luz de las estrellas, azuzando a Su Pestilencia…
siguiente, los hombres miraron ante sí, y exclamaron que veían Entonces los hombres abandonaron Harza; y la Pestilencia
la Pestilencia, aunque otros no, y murieron a continuación; acosó a los perros y las ratas, y saltó sobre los murciélagos al
porque los ojos verdes de la Pestilencia se habían asomado a pasar por encima de ella, todos los cuales morían y quedaban
sus almas. Fría y húmeda era; aunque brotaba un calor de sus esparcidos por las calles. Pero no tardó en dar la vuelta, y per-
ojos que abrasaba las almas de los hombres. Entonces vinieron seguir a los hombres que huían de Harza; y se apostó junto a
los físicos y los hombres versados en artes mágicas, e hicieron los ríos donde se acercaban a beber, lejos de la ciudad. Enton-
el signo de los físicos y el signo de los magos; asperjaron agua ces regresó a Harza el pueblo de Harza, todavía perseguido por
azul sobre yerbas medicinales, y salmodiaron conjuros; pero la la Pestilencia, y se congregó en el Templo de Todos los dioses
Pestilencia siguió visitando casa tras casa, y asomándose a las excepto Uno; y dijo el pueblo al Sumo Profeta: “¿Qué pode-
almas de los hombres. Y las vidas de las gentes escapaban en mos hacer ahora?” A lo que éste respondió:
bandada de Harza; y en muchos libros se consigna adónde —Todos los dioses se han burlado de las plegarias. Este
iban. Sin embargo, la Pestilencia seguía cebándose en la luz pecado debe ser castigado para venganza de los hombres.
que irradian los ojos de los hombres, y nunca acababa de saciar Y el pueblo se sintió aterrado.
su hambre; y se volvía más fría y húmeda, y el calor de sus ojos El Sumo Profeta subió a la torre bajo el cielo donde conver-
aumentaba mientras, noche tras noche, galopaba por la ciudad gían las miradas de todos los dioses a la luz de las estrellas. Allí,
sin cuidarse ya de disimulos. a la vista de los dioses, alzó la voz para que le oyesen, y dijo:
Entonces los hombres de Harza rezaron a los dioses, di- “¡Altos dioses! Os habéis mofado de los hombres. Sabed, pues,
ciendo: que está escrito en la tradición antigua, y bien fundado en la
—¡Altos dioses! Sed clementes con Harza. profecía, que hay un fin que aguarda a los dioses, los cuales
Y los dioses escucharon sus plegarias; pero a la vez que es- saldrán de Pegana en galeras de oro, y bajarán por el Río Si-
cuchaban, señalaron con el dedo y animaron a la Pestilencia a lente hasta el Mar del Silencio, donde Sus galeras se elevarán
seguir. Y, a las voces de sus amos, la Pestilencia se volvía más en la niebla, y dejarán de ser dioses. Y los hombres encontrarán
osada, y acercaba el hocico a los ojos de los hombres. finalmente protección de las burlas de los dioses en la tierra
Nadie podía verla, sino aquellos a quienes atacaba. Al prin- húmeda y cálida; en cuanto a los dioses, jamás dejarán de ser
cipio dormía de día acurrucada en oscuras cavidades; pero Seres que fueron dioses. Cuando el Tiempo y los mundos y la
cuando su hambre aumentó, empezó a salir incluso a la luz del muerte se hayan ido, nada quedará, sino cansados remordi-
sol; y se agarraba al pecho de los hombres, y les hundía su mientos y Seres que en un tiempo fueron dioses.
mirada en los ojos hasta secarles el alma, al extremo de que ”Digo esto a la vista de los dioses.
casi la podían ver confusamente los que no eran golpeados por ”Para que lo oigan los dioses”.
ella. Entonces los dioses gritaron al unísono, señalaron con la
Hallábase Adro, el físico, en su aposento, confeccionando mano la garganta del Profeta, y la Pestilencia se abalanzó
en un cuenco, a la luz de una vela, una mixtura que ahuyentase sobre él.
a la Pestilencia, cuando entró por la puerta un soplo que hizo Hace mucho que ha muerto el Sumo Profeta, y los hombres
parpadear la llama. han olvidado sus palabras; y los dioses no saben si es cierto que el
Dado que el aire era frío, el físico se estremeció, se levantó fin está esperando a los dioses, pues han dado muerte a quien
y cerró la puerta; pero al volverse para regresar a su silla, vio a podía habérselos dicho. Y los Dioses de Pegana sienten que el
la Pestilencia dando lengüetadas a la mixtura; a continuación miedo ha caído sobre Ellos para venganza de los hombres; pues
saltó y echó una zarpa al hombro de Adro y otra a su capa, al no saben cuándo vendrá ese fin, ni si es cierto que llegará. G

32 la Gaceta número 454, octubre 2008

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