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AGROECOLOGIA Y DESARROLLO RURAL SOSTENIBLE: ASPECTOS

SOCIOECONÓMICOS A TENER EN CUENTA

E. Freyre

La Agricultura se manifiesta como un renglón económico en cuanto genera productos que han
de ser administrados, contabilizados vendidos y comprados, distribuidos y consumidos.
Pero también resulta un ámbito donde se establecen relaciones socioeconómicas entre las
personas, entendidas como agentes o sujetos económicos, sea un agricultor individual, una
familia campesina, una clase, una cooperativa, una empresa u otra institución social. Entre
estas se destacan las de tenencia, propiedad, cambio, distribución y consumo respecto tanto a
los recursos naturales como la tierra, las aguas, los animales y las plantas, así como los
productos e insumos necesarios (fertilizantes, plaguicidas, petróleo, etc.) y las producciones
que se obtienen.
Hoy pudiéramos hablar de recursos también susceptibles de interés económicos como la
información, el conocimiento, las tecnologías, en fin, el saber indispensable.
Las relaciones económicas generan intereses económicos y viceversa, en virtud de los
ingresos entre los sujetos económicos pueden existir tanto relaciones de cooperación y
solidaridad como discrepancias y conflictos. De ahí que por diversas circunstancias en la
agricultura hay quienes ganan y hay quienes pierden, es decir, beneficiados y perjudicados.
Suelen tener intereses económicos diferentes los agricultores, los propietarios de tierras, los
que patrocinan o financian las producciones, los comerciantes o mercaderes y los
consumidores.
El comportamiento de todos estos aspectos socioeconómicos de la agricultura tiene que ver
con las políticas económicas que se conciben para encausar su desarrollo en un sentido
determinado. Las políticas económicas no son más que dispositivos ideológicos conceptuales,
metodológicos y técnicos que se conciben para orientar, administrar, organizar, y formar las
actividades y relaciones económicas.
Una política económica en tal sentido contempla la percepción que tiene su promotor, por
ejemplo, de los beneficios económicos a conseguir en la agricultura de los costos, gastos y
riesgos y riesgos, de la forma de distribución o acceso a los recursos disponibles y generados.
A los efectos prácticos las políticas generan determinados marcos institucionales y viceversa
las instituciones con el objetivo de materializar sus intereses crean a su vez determinados
instrumentos como los de gestión, administración, planificación, auditoria, así como las
regulaciones normativas leyes y los mecanismos para su ejecución.
Pues bien, veamos en que medida todos estos aspectos socioeconómicos de la agricultura han
de ser tenidos en cuenta en la teoría y practica de la Agroecologia y la Agricultura Sostenible.
El crecimiento económico y la conservación del medio ambiente
La idea del Desarrollo Sostenible emerge de la preocupación por la degradación ambiental y la
concientización de que ha sido causado por el afán de crecimiento económico ilimitado y
desmedido. Este concepto comenzó a invocarse con gran fuerza internacional a partir de su
formulación en el Informe Brutland "Nuestro futuro común" que concibiera la Ministra Noruega
Karen Brutland en el contexto de la Cumbre de la Tierra celebrada en Estocolmo en 1972. Se
trata de un concepto que hay que analizarlo e interpretarlo como resultado de una especie de
pacto socioeconómico entre quienes por diversas razones no conciben la necesidad o
posibilidad de detener el conocimiento económico y quienes abogan por la conservación del
medio ambiente.
Este concepto puede interpretarse como aludiente al interés de que el crecimiento económico
es más factible siempre y cuando no comprometa el medio ambiente y el bienestar futuro.
Desde este punto de vista el concepto plantea un desafío legítimo que a fin de cuantas sugiere
el cuestionamiento del afán de crecimiento económico a toda costa y sin límites, así como de
una conservación del modo ambiente que afecte un crecimiento económico indispensable para
satisfacer necesidades humanas de hoy y de mañana. Por eso, si de mantener el afán de
crecimiento económico se trata, entonces el desarrollo sostenible consiste en lograr que este
no afecte la conservación del medio ambiente. Pero eso significa también que el crecimiento
económico no puede ser tomado como un fin siempre impostergable e innegociable. De ahí
que para muchos autores debe hablarse no de desarrollo sostenible, pues el desarrollo tiende a
interpretarse en términos de crecimiento económicos, sino más bien de medio ambiente o
biosfera sostenible.
El desarrollo sostenible de la agricultura así entendido ha generado la necesidad de repensar
las políticas económicas (macro o micros) y también los temas, conceptos, métodos y técnicas
de las Ciencias Económicas.
Como se conoce existen diferentes definiciones de Desarrollo Sostenible, así como de
Sociedad Sostenible, Desarrollo Agrario y/o Rural Sostenible y Agricultura Sostenible (IICA,
1984) y no es difícil observar la tendencia a contemplar objetivos e ideales socioeconómicos
que van más allá de la cuestión de crecimiento, económico y la conservación del medio
ambiente. Por ejemplo, la definición de la FAO (1991) habla de una agricultura que no degrada
el medio ambiente, que sea económicamente viable y socioculturalmente aceptable. Es lógico
que la necesidad de articular objetivos no sólo ecológicos, económicos, sino también sociales
como la equidad, la identidad cultural, etc., constituye un desafío complejo para las ciencias y
políticas socioeconómicas de hoy en día.
Al incorporar la problemática ambiental las ciencias y las políticas económicas están ampliando
su objeto, temas y métodos. Por ejemplo, cuando se asume el interés por el bienestar futuro y
la sostenibilidad económica de un proceso productivo, aparece la exigencia de la valorización
económica del medio ambiente. Como instrumento de las políticas económicas ha aparecido el
interés por la evaluación económica del impacto ambiental. La ciencia económica ha
ensanchado el espectro de disciplina, al incorporar la Economía Ecológica, la Economía
Ambiental o la Administración de los Recursos Naturales, que tiene como foco de interés la
externalidades ambientales de las actividades económicas como la agricultura.
Paradojas socioeconómicas de la Agricultura Convencional
Ha sido de gran interés para quienes se han dedicado a la Agroecología, el debate sobre los
problemas socioeconómicos del modelo de desarrollo agropecuario industrial, moderna, de
altos insumos, de Revolución Verde, o simplemente convencional.
Tal es el caso de las políticas macroeconómicas y sectoriales que estipulan instrumentos
económicos como los precios, créditos, inversiones, presupuestos, tasas de interés, subsidios,
ingresos, medidas de acceso a recursos, sistema de tenencia de la tierra, formas de
distribución, plazos y monto de endeudamiento, normas sobre extensiones pequeña o grande
de las unidades productivas, y otros mecanismos, que a fin de cuentas inducen a
comportamientos, productivos ecológica, económica y socioculturalmente insostenibles. Las
políticas crean circunstancias económicas como los cambios de en la tenencia de la tierra, la
caída de los precios de los productos agrícolas, la fluctuación laboral en los campos, la
expansión de mercados de productos de la industria, etc., que pueden contribuir a la
insostenibilidad de la agricultura.
Esa Economía Agraria fue apoyo a la modernización de la agricultura partió del presupuesto
hoy cuestionable de que la economía campesina pequeña y familiar y inferior desde el punto de
vista técnico y productivo a la economía industrial. Entonces sugirió que la forma ideal de
superar esas desventajas es que la agricultura se subordine a la industria o que emite su
proceder y su lógica de gestión del desarrollo.
Dentro de lo que llamamos Economía Agraria Convencional podríamos incluir el pensamiento
económico neoliberal. No vamos aquí a realizar una crítica exhaustiva al ingreso, pero
indiquemos que su implementación globalizada se acompaña de conceptos y mecanismos de
política económica como la privatización y la anulación del papel económico interventor del
estado en la agricultura, que a fin de cuentas hacen que la misma quede supeditada a la lógica
del mercado transnacional y, por lo tanto, termina generando la insostenibilidad de la
agricultura.
No obstante, los promotores de medidas económicas neoliberales no pueden obviar la
necesidad de disminuir, evitar y contrarrestar la crisis ambiental y en tal sentido proponen
redimensionar los conceptos económicos y las políticas económicas de forma tal que
incorporen el interés ambiental, sin claro está cuestionar el alcance de las mismas (Gutman,
1986).
Los economistas neoliberales proponen analizar el medio ambiente como origen de insumos y
recursos y también como lugar de disposición de los residuos. Como esta condición puede
generar conflictos, ellos sugieren insistentemente la imposición en materia de política
económica de medidas como las tarifas, los subsidios, precios, normas, etc., a fin de que los
agentes económicos internalicen en sus cálculos monetarios los costos y beneficios del
deterioro ambiental. Eso implica también la creación de un mercado ambiental, es decir, el
ambiente se ve como una mercancía más con valor de objeto económico cuya explotación,
contaminación y conservación pueden negociarse en el mercado. De ahí que los economistas
neoliberales apuestan al alcance de instrumentos económicos como el principio del quien
contamina paga. Si bien este principio pudiera contribuir a incentivar procesos productivos más
sostenibles, tiene el inconveniente de autorizar la continuación del deterioro ambiental, puesto
que la hace depender de la capacidad de pago del agente económico. Por eso entre otras
cosas tiene razón Gutman cuando plantea que esta propuesta no hace más que identificar el
problema con su solución.
En los últimos tiempos, los economistas neoliberales han sugerido la evaluación de los costos y
beneficios de la preservación del ambiente natural en función ya no sólo de la Agricultura, sino
también de actividades de recreación y ocio, así como los valores paisajísticos rurales. Pero
esta evaluación adquiere un Matiz Mercantilístico.
Es por todo eso que podemos afirmar que las propuestas económicas por mucho que nos
parezcan bien intencionadas o neutrales desde el punto de vista ideológico, ético y político, a la
larga encarnan puntos de vistas e intereses económicos, instrumentos, disposiciones y
mecanismos institucionales que pudieran o no atentar contra el desarrollo Sostenible de la
Agricultura.
Hacia la conformación de una Economía Agraria que contribuya al Desarrollo Sostenible
de la Agricultura
Esta sería una economía agraria que no pierda de vista que las catástrofes ecológicas de hoy
en día emergen de procesos de crecimiento económico fundados en la acumulación de capital,
en los patrones tecnológicos y en los modelos de distribución y consumo, que han sostenido y
orientado el desarrollo de fuerzas sociales de producción sobre la base de una apropiación
desigual de la naturaleza (Montes y Leff, 1986).
Cuando no se toma en serio la crítica de esa concepción de la racionalidad económica que
acompaña a las políticas económicas convencionales, lo más que se llega es a propuestas de
solución remédiales y paliativas de los problemas económicos, ecológicos y sociales de la
agricultura como por ejemplo, la valoración mercantil del medio ambiente, la detección del
crecimiento económico o democrático.
Una posición más retante y viable para lograr el Desarrollo Sostenible es precisamente ya no
sólo el cuestionamiento de esa economía convencional, sino también instituir políticas
económicas que tengan como eje fundamental el aprovechamiento nacional y sostenible de los
recursos naturales y la equidad económica, en función sobre todo de la erradicación de la
pobreza y la prosperidad económica, social y cultural rural.
Esta exigencia implicaría reconsiderar los objetivos de la planificación del desarrollo agrario,
asociándoles a una nueva concepción teórica de la relación naturaleza-sociedad que norma a
todo proceso productivo y que genera una percepción de los recursos potenciales para el
desarrollo social, fundado en la articulación de los procesos económicos, ecológicos, culturales
y tecnológicos, y orientado hacia la construcción de una racionalidad productiva alternativa
(Leff, 1984).
Existen muchas propuestas en tal dirección entre las que se pudieran destacar la economía
agraria que sugiere la concepción del ecodesarrollo, (Sachs, 1996), como el ecomarxismo (Leff,
1994), la ecología de los pobres y la concepción agroecológica del Congreso Latinoamericano
de Agroecología y Desarrollo Sostenible (Vander Weid, 1996, Altieri, 1994, Yurjevich, 1996,
Rosset, 1999).
Cada una de estas tendencias aporta recomendaciones importantes y factibles a ser tomadas
en cuanto para la potenciación de procesos económicos, productivos, de mercado, distribución,
consumo, así como de disposiciones organizativas, administrativas y gerenciales, en función
del Desarrollo Sostenible de la Agricultura.

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