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INCIDENCIA | Jueves, 11 de noviembre de 2010 Fecha del día de denuncia.

Título de denuncia. ¿Por qué?


Manifiesto de denuncia los hechos que se han desencadenado
desde el año 1980 acciones de violencia por parte de SL, MRT y
Fuerzas del Gobierno, actualmente por los delincuentes,
marcas, crimen organizado, narcotráfico, en nuestro país.
Las imágenes de prueba pueden ir como el ejemplo o al término de la denuncia como
anexo.

El cuerpo es la explicación de todos los hechos ocurridos.


La Asociación Catalana de Amigos del Pueblo Saharaui Denuncia los hechos que se han ido
desencadenando el Campamento de Gdeim Izik y en la ciudad ocupada de El Aaiún, a partir del amanecer
del pasado día 8 de noviembre, por parte del Ejército de Marruecos. Queremos denunciar la violencia
desatada por las fuerzas de ocupación que se dirigieron al Campamento de Gdeim Izik (a 15 kilómetros de El
Aaiún) y lo ocupó y desmontar con una violencia sin sentido, destruyendo las jaimas y agrediendo
salvajemente sus ocupantes, familias saharauis que intentaban denunciar la marginación social y económica
del pueblo saharaui en su propia tierra, además de reclamar su derecho a la autodeterminación.
Estas agresiones se han visto acompañadas por el empleo y la destrucción de las casas en los barrios
saharauis en El Aaiún, de detenciones arbitrarias por parte de la policía marroquí y sufrir agresiones de los
colonos marroquíes, con palos, cuchillos y otras herramientas, animados por los ocupantes marroquíes. Esta
agresión, hoy ya lo sabemos con mucha certeza, ha dejado miles de víctimas y más de 20 muertos entre los
civiles saharauis. En medio de esta barbarie, el gobierno de Marruecos, huye de sus responsabilidades, con
mentiras muy graves. Escondiendo a la comunidad internacional, la detenciones arbitrarias de jóvenes
saharauis, la desaparición de muchos saharauis tras ser detenidos, la extensión social de políticas de terror y
la destrucción de casas y todo tipo de propiedades de los saharauis.
Se menciona las la personas o grupo u organización, institución que denuncia
El ACAPS, junto a la Delegación del Frente Polisario en Cataluña y el conjunto del movimiento solidario con
el Sahara en Cataluña y España, quiere denunciar la situación ya sus responsables:
Se plantea que se denuncia.
- En primer lugar queremos denunciar las mentiras con las que el gobierno de Marruecos intenta esconder su
política sistemática de agresiones a los saharauis, intentando, además, crear un ambiente de confusión con
el que quiere culpabilizar a las víctimas, los saharauis que reclamaban , pacíficamente, no estar marginados
en su propia tierra y su derecho a la autodeterminación.
- Denunciamos la violencia desatada por las calles de El Aaiún, por las fuerzas de ocupación marroquíes.
Además, también denunciamos la política de desapariciones de jóvenes saharauis y de violación
permanente de los derechos humanos en el Sahara Occidental.
- Queremos denunciar la pasividad del gobierno español, que lejos de denunciar las agresiones y las graves
violaciones de los derechos humanos que han sufrido los saharauis, intenta jugar al juego de la confusión
promovido por el Reino de Marruecos, haciendo declaraciones sin sustancia y sin entrar nunca en la raíz del
problema: la acción genocida del Reino de Marruecos en el Sahara Occidental.
- Denunciamos la pasividad de la comunidad internacional, de la ONU y de la misión en la zona, la
MINURSO (Misión de la ONU en el Sáhara Occidental) que lejos de intervenir para defender los derechos de
los saharauis, permanece inactiva.
Se plantea las acciones a tomar para ser escuchados.
Desde ACAPS, animamos a las personas que creen en la justicia a participar en todas las movilizaciones que
apoyen al pueblo saharaui ya ir a la manifestación del próximo 13 de noviembre en Madrid.
El alma no sobrevive tras Lucanamarca

La mitad del rostro de Eufrasia Quichua se rindió ante los recuerdos de 1983. La parálisis le dificulta hablar pero no recordar.
Fueron chiquillos que empezaron a pregonar en Lucanamarca una lucha a favor de los pobres y, bajo esa excusa, robaban ganado y
mataban a la primera queja.
Todos sabían que Oligario Curitumay y su familia eran senderistas. “Decían que el partido tenía mil ojos, mil oídos y así han hecho callar,
pues. Pero cuando Marciano [comunero con más bienes] fue muerto por reclamar el robo de sus vacas, nos levantamos”.
Oligario fue asesinado y quemado. Y ese solo fue el principio. El 3 de abril de 1983 la mitad del pueblo estaba en la puna, trabajando, hasta
que alguien gritó: ¡Vienen los terrucos! Unos bajaron por sus hijos, otros fueron al cerro Calvario, a defenderse. “Mi esposo era exmilitar y
con la honda le sacó el ojo a un terruco”, recuerda. Solo tenían palos y huaracas, los senderistas machetes, cuchillos y armas de fuego.
“Nos agarraron. A los hombres los echaron al suelo y con machetes y cuchillos les daban en la cabeza, en el cuerpo, como si no fueran
gente. Yo gritaba y era peor. Disparaban a los que corrían a la iglesia. Unas vecinas se lanzaron llorando sobre los cuerpos y han tapado
con sus polleras a mi esposo… Si no hubiera sido por un niño que gritó: ‘¡Ahí vienen los sinchis!’, todos moríamos”.
Ese día no perdió a su esposo, Mauro Huancahuari, sino en diciembre, cuando él y otras autoridades acudieron a una citación del cuartel
militar Pampa Cangallo. “¿Qué hemos hecho para que mi pueblo sufra así? Mejor en la matanza hubiera muerto, aunque sea lo hubiese
enterrado”.
Ella recuerda que su esposo se fue un sábado a las 4 a.m. Recuerda cómo le sobrevino el derrame por la desesperación. Recuerda que en
1990 escapó a San Juan de Lurigancho, harta de oír que iba a morir como un perro porque sus hijas se casaron con policías. Recuerda
mucho, y siempre.
Su boca semidormida ha hilvanado todo lo que no le permitió decir a la Comisión de la Verdad ni a otra entidad. Pero sus recuerdos no
caben en estas líneas.
Huir de la pesadilla para ir a Huaycán
Lo primero que Delfina Raucana recuerda en su natal Atacocha es cuando los senderistas reunían al pueblo en la plaza para que vieran
cómo morían sus paisanos. “Preguntaban si cortaban cuello o daban balazo, no tenían asco”.
Tenía 15 años cuando SL se la llevó. “Me hacían gritar por la lucha armada. No podía cargar el arma y en la noche dormí en un hueco, a
golpes. Un día estuve y escapé”. Sus familiares juntaron dinero para enviarla a Lima. Vivió en una invasión, en Ate, pero regresó a los dos
meses a Atacocha: su madre había sido herida.
Los militares la golpearon, la habían dejado como muerta, toda sangre. Una señora dijo que seguro ella era terruca porque yo me había
escapado y la han dejado así, moribunda, sin pruebas”.
Delfina y su madre llegaron a Huaycán con lo que tenían puesto, sin saber que el terrorismo también se había apoderado de la zona.
“¿Adónde íbamos a ir? Aprendió español a la fuerza, a lidiar contra los que señalan a los ayacuchanos como terrucos. “Acá también los
militares nos hacían marchar y luego venía Sendero a amenazarnos por hacer eso”.
Ha tratado de regresar, pero no tiene papeles para reclamar sus tierras que fueron tomadas por terceros, y los ancianos que se quedaron
las tratan de cobardes por no quedarse a luchar. Delfina se quiebra, no habla más. Ella y otros 282 desplazados de varias provincias se
han unido en la asociación Mama Quilla. Sus trabajos de arpillería y lana guardan más historias y luchas de las que me puede contar.
Los ladridos son la antesala del miedo
“Así que este es el futuro guerrillero”. Vidalina Salcedo no olvida la sentencia que le lanzó una senderista a su recién nacido. Era 1992 en
Parinachocas y con su esposo celebraba la llegada del bebe hasta que los terroristas sacaron a la gente de sus casas para que vieran un
nuevo ajusticiamiento.
El miedo que recorrió su cuerpo la acompañaba desde mediados de los 80, cuando el alcalde y los concejales de su pueblo huyeron y le
dejaron la municipalidad al secretario: su hermano de 19 años. Él también terminó huyendo. “En la noche dejábamos de hacer las tareas
cada vez que ladraban los perros. Eso era señal de que los terroristas bajaban de los cerros y mis hermanitos debían esconderse en el
follaje, para no ser reclutados. Hablábamos bajito y mirábamos por los huecos del adobe hasta que se iban”.
Vidalina y su esposo resistieron casi dos años más. “Una tarde vimos un bus militar detenido. Llevaba 10 senderistas capturados, les
pateaban en la cabeza. Allí estaba ella, la senderista que entró a mi casa. Eso fue lo último que supe del terrorismo”, dice Vidalina y su voz
apenas se percibe. Afuera, en su casa de Villa María
del Triunfo, los perros ladran.
Antes rondero, hoy artesano
El rondero Alfredo está inflado de arcilla y empuña un arma de madera. Gedeón Fernández dice que no lo conoció, pero su historia es
similar a la suya. Él fue obligado a integrar el Comité de Autodefensa en su natal Quinua y ser parte de los 66 mil ronderos que hasta ese
entonces se contaban en Ayacucho y Huancavelica.
Su designación fue sorpresiva. Era 1989 y se alejaba de Cangallo, donde trató de enseñar cerámica en los colegios desde 1985, cuando
fue becado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) por su don de artesano. “Los terroristas habían copado los colegios y nos
obligaban a incluir sus cánticos y arengas”.
Se levantaba de madrugada para hacer rondas, vigilar desde las punas o pedir identificación a los transeúntes. “Los ronderos iban en
primera fila cuando el ejército buscaba terrucos. Cualquiera podía morir”. Él y decenas de artesanos que migraron a Ate hablan poco de su
pasado, pero expresan todo en la arcilla. Fue su mejor terapia.
Los que callan…
Los desplazados de Ayacucho viven en los conos de Lima sin atención psicológica y buscan surgir. Muy pocos tienen el certificado del
Estado que los acredita como víctimas, aunque este solo les sirve para colgarlo en la pared.
Su principal posesión es el miedo. El miedo de F. porque sus hijos no saben que de adolescente fue secuestrado por Sendero. O el temor
de T., que cree que en su barrio hay infiltrados. No quieren hablar, no quieren fotos. Los que callan son muchos y su miedo no ha sido
sanado.

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