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Los

Seis Colores

Por

Sebastián Ponce Vidal




BLANCO

La primera parte de esta historia sucedió en un barrio en las afueras de la


ciudad en la casa de un niño llamado Claudio. Era un niño inteligente de ocho
años. Empezó a tomar clases de piano tres años atrás y ya estaba muy
avanzado. Soñaba con ser un pianista cuando fuera adulto. Sus padres estaban
muy orgullosos de él. César su padre, de niño también soñó con ser pianista
pero al morir el abuelo de Claudio tal sueño se disipó. Tenía la misma edad de
Claudio cuando perdió a su padre. César introdujo gentilmente a su hijo en el
mundo de la música. Él tocaba el piano de manera aficionada, cuando Claudio
tenía unos dos o tres años le fascinaba ver a su papá tocar el piano. Así pues
Claudio tomó clases a los cinco años empezando con canciones infantiles,
ejercicios básicos y piezas cortas. César llevaba a su hijo a recitales de piano
para conocer mejor la música y de esta manera entender las piezas que estaba
estudiando. Claudio era muy feliz tocando el piano durante dos o tres horas
diarias con la ayuda de su padre. Tenía una amable pero exigente maestra de
piano que le decía: -Ten paciencia, siempre procura mejorar lo que aprendes
hasta que estés plenamente satisfecho-. Ella veía en él un talento insuperable.
Un día durante una hora de práctica, Claudio dejó de tocar abruptamente y
gritó: - ¡No puedo tocar esta pieza! No quiero estudiar más piano en mi vida-.
Su padre corrió a la sala preocupado. -¿Qué te pasa hijo?-. Preguntó César.
–Nunca podré ser pianista. Me rindo papá. No logro tocar bien esta pieza-.
Respondió Claudio. César se enojó con su hijo: - ¿Qué estás diciendo
muchacho? me decepcionas Claudio, rendirse no es una opción en este
momento. Todo lo que has hecho ha sido formidable-. Luego el señor César se
tranquilizó y siguió hablando a su hijo en el sillón. Cecilia la mamá de
Claudio, se acercó a la sala cuando César decía lo siguiente: - Escucha hijo, tú
has sido muy juicioso con el piano, tu madre y yo estamos asombrados de tus
logros. Yo creo que estás agotado, por eso considero necesario que descanses
una semana, que salgas a jugar con tus amigos del barrio, que visitemos a tus
primos que están al otro lado de la ciudad, tal vez ir a cine, a la pista de
patinaje, al parque de diversiones y mucho más. No te rindas muchacho-.
Claudio pensó en lo anterior. –Tienes razón, es que me gusta mucho esta
pieza. Sentí que todo había terminado para mí papá-. Dijo Claudio. – Al
contrario hijo mío, estás empezando aún y el camino es largo y complicado.
No pierdas esta gran oportunidad de ser feliz con lo que haces-. Prosiguió
César.
– Recuerda la paciencia que debes tener como te dijo tu profesora, hijito-.
Añadió César. Después de esta charla, Claudio no se sentía tan molesto como
hacía rato. – ¿Por qué no sales a jugar al jardín Claudio? te sentirás mucho
mejor-. Afirmó la madre de Claudio. Cuando se dispuso a salir al jardín
empezó a llover. No tuvo más remedio que permanecer en casa. Colocó uno de
sus discos compactos favoritos en el equipo de sonido de su papá. Aprovechó
que su padre estaba en el estudio para sentarse en su sillón. A medida que
avanzaban las pistas musicales del disco, Claudio se quedaba dormido poco a
poco. Miraba el piano fijamente, no obstante sus ojos no se mantenían abiertos
y cabeceaba constantemente. Tenía en sus manos un libro de historietas que
pretendía leer mientras escuchaba la música. Al quedarse dormido el libro
cayó al suelo.
–Despierta Claudio-. Dijo una voz ensoñadora e inocente. Claudio despertó
y vio a escasos pasos de él otro niño de su misma edad. – Hola, vi la puerta
abierta y como estaba lloviendo pasé a secarme un poco-. Dijo el niño quien
estaba empapado.
–Voy a avisar a mis papás sobre tu presencia en la casa-. Dijo Claudio
levantándose del sillón. – Espera Claudio, solamente vine de visita. Estoy aquí
para decirte que me gusta como tocas el piano, pero no digas a tus padres que
me viste. Quizás no te crean. Solo quiero pedirte dos favores: Sigue
practicando el piano como lo has estado haciendo durante estos tres años,
aunque cada vez con mayor deseo -. Dijo el niño. – Gracias amiguito-. Replicó
Claudio. – El otro favor es el siguiente: toma esta hoja de papel blanca-. El
niño sacó de su bolsillo una hoja blanca sin rayas ni cuadrículas. Tenía escrito
lo siguiente: “LOGRA”. – ¿Qué significa esta palabra?-. Preguntó Claudio con
ávida curiosidad. – Tienes que conservar este papel hasta que encuentres los
otros que son de colores diferentes. No puedo decirte lo que significa, porque
solo tú y aquellos que tengan las otras partes podrán descifrar el misterio-.
Dijo el niño enfáticamente.
– Espera no diré nada a mis papás de ti niño. Haré todo lo que me dices
pero cuéntame más. No te vayas, te lo pido-. El niño dio la espalda a Claudio y
se fue de la casa. – Regresa niño, amigo. Déjame ayudarte-. Gritaba Claudio
sentado en el sillón. Había tenido un sueño. Su padre apareció: - ¿Con quién
hablabas Claudio?
–Yo…bueno…pues, es que tuve un sueño y perdón por sentarme en tu
sillón favorito, no lo volveré a hacer-. César se echó a reír: - No te asustes.
Estuve viendo como dormías la siesta en el sillón. Algún día será tuyo también
hijo mío. Tuviste un sueño. Estabas conversando con alguien-. Claudio dijo: –
Si, creo que soñé con un niño que me decía que tocaba el piano muy bien y
entonces se fue sin que yo pudiera hacer nada. Fue un sueño extraño. Papá
¿sabes algo? Tocaré un poco más antes de salir-. Dijo Claudio a su padre.
– Por supuesto. Ya dejó de llover-. Dijo César y con mucha serenidad
Claudio empezó a tocar la pieza que no le salía bien. La tocó sin errores, cosa
que lo sorprendió a él mismo. Al terminar de tocar el piano César dijo: - ¿Lo
ves hijo? Necesitabas descansar la mente. Lo hiciste muy bien. Ahora ve a
jugar con tus amigos. Mañana saldremos a trotar. Será un día fabuloso hijo.
Durante la semana haremos los planes que te comenté-. Dijo César y Claudio
corrió a abrazarlo: -Gracias papito, te quiero mucho-. – Yo también hijo mío-.
Respondió Cesar en medio del abrazo paternal. – No olvides recoger el libro
de historietas-. Dijo César contento. –Seguro, ya lo pongo en su sitio-.
Recogió el libro, lo puso en uno de los estantes y luego salió con su balón a
jugar con los amigos. Al salir, colocó la mano en el bolsillo izquierdo del
pantalón. Sintió algo extraño en él. Era el papel blanco con la palabra
“LOGRA”. No supo si tuvo un sueño o si fue algo real. – Guardaré esto en mis
cosas y no diré nada a mis padres. Para ellos fue un sueño, para mí fue una
señal. No te defraudaré querido amiguito, aparición, o lo que seas. Espero
encontrar las otras hojitas de colores y descifrar el misterio-. Dijo para sí
mismo.

AZUL

Esta es la segunda parte de esta historia, la cual es un relato de una curiosa


niña de siete años llamada Clara que vivía en otro lugar de la ciudad. A ella le
gustaba leer libros de ciencias naturales y biología elemental, ya fuera en la
biblioteca del colegio, en la biblioteca del barrio o en su casa. Se interesó por
toda clase de animales domésticos y salvajes. Tenía un perro, un hámster y un
loro. Un día normal de Clara consistía en ir al colegio, sacar a pasear a su
perro; darle de comer al hámster, al perro y al loro; ir a la biblioteca del barrio
a leer libros de biología y luego cenar con sus padres en casa. A ella le
fascinaba ver caricaturas en la televisión que tuvieran que ver con animales,
como la de un elefante que cuidaba el huevo de una holgazana ave que
abandonó, así que a él le tocó empollar dicho huevo y cuando el cascarón se
rompió, salió un elefantito alado. Llegó la hora de dormir y en su cuarto estaba
su mamá, la señora Virginia. –Voy a buscarte un cuento para dormir-. Dijo
ella.
– No mami hoy creo que podré dormirme sin necesidad de cuentos-.
Afirmó Clara. –De acuerdo. Adivina pronto nos iremos de vacaciones, tal vez
a la selva o los llanos, como te gusta la naturaleza-. Virginia le dijo a su hija. –
¡Que divertido! Bueno mamá voy a dormir, mañana de seguro si me gustaría
oír un cuento antes de dormir-. Dijo Clara. Se despidieron y luego Virginia
apagó la luz de la alcoba de su hija. Clara se quedó dormida sonriendo
tiernamente. Estaba internándose poco a poco en la tierra de los sueños y de
pronto, se sintió caminando en una espesa y oscura selva africana con una
mochila azul. Había infinidad de estrellas en el horizonte. De un momento a
otro escuchó un gemido. Sonaba como una trompeta desafinada. Venía de un
claro a unos doscientos metros de ella. Corrió a inspeccionar lo que pasaba.
Era un pequeño elefante llorando. – ¿Qué te ocurre lindo elefantito?-.
Preguntó Clara. – No te asustes, no voy a hacerte daño. Solo quiero ayudarte-.
Dijo Clara quien notó nervioso al animal con su presencia. –Me pregunto
dónde están tus padres a esta hora. Es extraño que te hayan dejado solo-.
Reflexionó Clara. Tocó la frente del animal y se dio cuenta de que estaba
ardiendo en fiebre.
– Dios mío ahora comprendo tus llantos. Espera pequeñín. Tengo un jarabe
para la fiebre en mi mochila. Mamá dice que es efectivo. Además tengo mi
gorrito de lana, mantendrá caliente tu cabecita-. Vertió un poco del jarabe en
una cuchara. El elefantito sorbió el jarabe con su trompita y dejó de llorar.
Luego Clara colocó el gorro en su cabeza. El animal se sintió mucho mejor.
Clara lo cuidaba como si fuera una de sus mascotas. –Gracias Clara por
curarme-. Dijo el elefante. Ella saltó del susto al oír hablar al elefante. – No
puedo creerlo, me...me…alegra que…te…sientas mejor-. Tembló Clara. –Tu
amor por los animales y la naturaleza ha hecho que recobrara la salud. Mis
padres se fueron a buscar ayuda pero creo que se han perdido. Estoy muy triste
porque no sé si volveré a verlos-. Afirmó el elefantito. – Te cuidaré hasta que
tus padres aparezcan. Por nada de este mundo te abandonaré-. Dijo Clara,
quien empezó a arrullar al elefantito para que durmiera. Antes de dormir el
elefantito recogió del suelo con su trompa una hoja de papel azul, la cual tenía
escrito lo siguiente: “MOS”. –Te obsequio esta hojita azul antes de que te
alejes de mí. Tienes que encontrar las otras hojas de colores y sabrás el
significado de este papel que te estoy regalando en agradecimiento por tus
cuidados. Por cierto Clarita, no digas nada de esto a tus padres, te lo ruego-.
Dijo el elefantito. Clara acarició al elefante y entonó una de las nanas que su
madre le cantaba para dormir. El animal se quedó completamente dormido.
Clara guardó la hoja de papel azul en su mochila. No entendía este enigma, en
todo caso pensó: “Guardaré bien este papelito azul. Es muy bonito aunque no
entiendo lo que hay escrito en él. No dejaré que mis padres sepan esto”.
Nuestros personajes se encontraban dormidos cuando de repente aparecieron
los padres del elefantito. Eran dos grandes elefantes africanos que estaban
contentos de ver a su hijo curado y en compañía de Clara. El elefante padre
acarició continuamente a Clara con su trompa. Clara despertó de su sueño. Era
su perro que le lamía las mejillas para que despertara. –Vaya sueño, es hora de
ir al colegio-. Cuando se levantó encontró el papel azul en su mesita de noche.
Lo tomó y lo guardó en su mochila.
–Buenos días Clarita, el desayuno está listo-. Dijo su mamá. En la mesa
estaba toda la familia. -Anoche tuve un sueño muy extraño. Estaba en la selva
curando a un elefante bebé con fiebre y además lo arrullaba para que
durmiera-. Dijo Clara. Su padre el señor Vicente dijo: - ¡Qué bello sueño!
Seguro esa caricatura del elefante que empolló un huevo te llegó al corazón-.
Estaba un poco risueño. –Yo creo que nuestra hija quiere ser veterinaria
cuando sea grande-. Dijo Virginia. – Bueno, realmente quiero ser bióloga. Me
gusta mucho la naturaleza y para mí es importante preservarla para que
nuestros futuros niños puedan apreciarla tanto como nosotros-. Ambos
Virginia y Vicente no salían del asombro ante las palabras de su hija. Clara
salió de su casa hacia el colegio, pues ya se aproximaba el autobús escolar.
Pensó lo siguiente mientras lo abordaba: “Espero resolver el misterio de la
hoja de papel azul. No te defraudaré elefantito amigo. No sé si esto fue un
sueño o fue algo real. ¡Que cosas tan raras pasan a veces!”.

ROJO

La tercera parte de este relato está dedicada a un chico de ocho años


bastante travieso y rebelde, llamado Luís. No era muy aplicado en el colegio.
Lanzaba avioncitos de papel en la clase cuando los maestros estaban
distraídos; incitaba a los demás niños a hacer relajo en el salón de clase
cuando el profesor demoraba en llegar; le colocaba apodos a las niñas del
curso tales como “cuatro ojos” a la que usaba lentes, “marranita” a la niña
gordita, “enana” a la niña pequeña, “flacuchenta” a la niña delgada, entre
otros. Luís era bueno en deportes y en danza. En el resto de materias sacaba
muy malas calificaciones, situación que irritaba mucho a su padre y entristecía
a su madre. -Tendremos que mandar a ese niño revoltoso a una escuela
militar-. Afirmó Fernando su padre, disgustado por los llamados de atención
de los maestros y las malas notas de Luís. –Yo creo que hay que llevarlo al
psicólogo querido, ten en cuenta que Luís se destaca en deportes y danza-.
Dijo Luisa, su esposa y madre de Luís.
– ¿Psicólogo? ¡Pamplinas! A este niño le falta disciplina. Lo voy a inscribir
en la escuela militar. Allá habrá también clases de educación física y danza, lo
que le falta es disciplina-. Dijo el padre enérgicamente.
Luisa era una mujer conciliadora. Trataba por medio del diálogo hacer
entender a Luís que debía comportarse mejor y poner más esmero en las
materias reprobadas. Fernando como padre, deseaba imponer su autoridad y
estaba a punto de cumplir su amenaza de enviar al niño a un colegio militar.
Pero repentinamente algo que le sucedió a Luís hizo cambiar su actitud de
niño travieso, lo que a su vez cambiaría la decisión del padre.
El niño estaba tramando montarse a un árbol aledaño al salón de ballet para
lanzar a las niñas estudiantes bolitas de goma con su honda, el clásico
instrumento de todo niño revoltoso. Tenía en mente hacerlo al terminar la
clase de danza que había antes de la sesión de ballet. La clase de baile terminó
y el niño salió de primero. Llegó al árbol y de repente sintió mucho sueño.
–Descansaré aquí junto al árbol y después me divertiré con esas niñas
ridículas de la clase de ballet-. Dijo Luís para sí mismo con sonrisa burlona. Se
quedó dormido. Al rato sintió como si alguien más estuviera trepado en el
árbol puesto que escuchó la rama crujir. Subió a inspeccionar. Vio otro niño en
la rama. “Se me adelantó ese tonto. Ya verá”. Pensó. Al llegar a la rama gritó:
-Oye tú…-. –Shhh, no ves que están ensayando esas niñas-. Dijo el chico.
– Pero yo…-. Dijo Luís y el niño lo interrumpió: -Siéntate y observa este
ensayo de ballet tan hermoso. Déjate cautivar por la música y los movimientos
de las niñas-. Luís se quedó quieto al ver a las niñas bailando. Tiró su honda y
se concentró en el ensayo. Ya no quería hacer la broma planeada. Después de
una hora de ballet, el niño dijo:
-¿Ves lo hermoso que es el ballet?-. Dijo. –Si, es muy bonito. Creo que me
pasaré al curso de ballet o tomaré clases aparte. Me gusta mucho. Por cierto
esa niña pelirroja que estaba en la segunda fila bailaba muy hermoso. Me
pregunto si querrá hablar conmigo-. Afirmó Luís.
– Claro que sí, tienes que ser un niño juicioso de ahora en adelante; dejar
de fastidiar a todas las niñas de tu clase y poner más atención en las otras
materias. Toma esto-. Dijo el muchacho sacando de su bolsillo un papel rojo.
-¿Qué es esto?-. Preguntó Luís. –Guárdalo y no se lo digas a tus padres.
Tienes que encontrar las otras partes y sabrás lo que significa-. Respondió el
muchacho. – Vaya, dice “SER” ¿Qué significa esta palabra niño?-. Preguntó
Luís quien estaba absorto en la hoja roja y al alzar la mirada no vio a nadie.
–Niño ¿Dónde estás? ¿En dónde te has metido?-. Luís estaba hablando
dormido, cuando despertó aún se encontraba sentado al pie del árbol. Había
soñado. “Extraño sueño. Definitivamente esto de ser travieso no me llevará a
ninguna parte. Voy a recuperarme en las materias donde voy mal y empezaré a
estudiar ballet. Le pediré perdón a mis compañeras de clase y me portaré bien
con mis padres de ahora en adelante”. Pensó Luís. Sintió un objeto en su
bolsillo. Era el papel rojo con la palabra “SER”. -No diré nada a mis padres de
esto. Espero encontrar las otras partes-. Dijo Luís. A unos diez pasos del árbol
vio unas flores muy lindas. “Quizás la niña pelirroja de la clase de ballet le
guste esta flor”. Pensó Luís. Arrancó una de las flores. Subió al árbol y en vez
de llevar a cabo su broma, tiró la flor hacia la ventana y cayó a los pies de la
niña pelirroja. Al terminar el ensayo la niña vio esa flor cerca de ella entonces,
la recogió. Vio a Luís en el árbol por la ventana. Se miraron tiernamente el
uno al otro. Luego la niña se fue con la flor. “Además de querer bailar ballet,
siento algo extraño por la dulce niña pelirroja. Es como si tuviera mariposas en
mi estómago. Me gusta en todo caso. Es mucho mejor que hacer bromas
pesadas a las niñas”. Pensó Luís.

PÚRPURA

La cuarta parte de esta narración sucedió en un país lejano donde la nieve


caía copiosamente todos los días, puesto que era invierno. Se trataba de la
historia de una niña llamada Fanny, quién estaba viviendo en dicho país
debido al trabajo de su papá el señor Aquiles, geólogo. Fanny le daba mucho
miedo la nieve, pensaba que los copos de nieve se la iban a devorar. Cuando
llegaron a ese país no era invierno, era otoño. Al llegar la gélida estación
Fanny le dijo a su papá: -Tengo miedo del invierno. Quiero volver a casa
pronto. No me gusta este lugar-. Estaba asustada. –No podemos hijita,
regresaremos a casa en seis meses cuando haya terminado la investigación que
la empresa me encomendó-. Dijo Aquiles. –Entiendo que le temas a la nieve,
pero ¿sabes algo Fanny? Para ser valientes hay que enfrentar nuestros propios
miedos. Al enfrentarlos, salimos adelante-. Añadió Aquiles. La pequeña Fanny
de ocho años no entendió nada de lo que le dijo su padre. –No comprendo
padre. Creo que quieres que venza mi temor a la nieve ¿cierto?-. Dijo Fanny. –
Si, esa es la idea. Voy a prepararte la cena y mientras tanto ponte al lado de la
chimenea para que te calientes-. Dijo Aquiles pensativo por no haber sido lo
suficientemente claro con su hija. La pequeña Fanny con su abrigo, bufanda y
cobija extra se acomodó al lado de la chimenea la cual daba una calidez
acogedora.
Afuera nevaba suavemente. Los copos caían gentilmente separados unos
de otros parecían bolitas blancas bailando en el aire. Fanny empezó a mirarlos
fijamente. De repente se quedó dormida. Alguien tocó la puerta de la casa.
Fanny abrió los ojos y corrió a ver quién era, sin embargo recordó su miedo a
la nieve: -¿Cómo hago para abrir si está nevando?-. Pensó un momento y dijo:
-Creo que ya sé lo que mi padre quiso decir. Debo enfrentar mis miedos así
que voy a abrir la puerta para ver quien es-. Y corrió a la puerta. Cuando abrió,
se quedó sin aliento al ver a un peculiar hombrecito en el umbral: era un niño
muy parecido a su padre cuando éste tenía ocho años. Tenía puesto un abrigo,
camisa, zapatos, guantes y bufanda, todos blancos. No parecía tener frío.
Entonces el niño aquel dijo: -Buenas tardes señorita. Disculpe usted, estoy
buscando un papel púrpura que se me extravió en la nieve por aquí cerca ¿Por
ventura no lo ha visto usted?-. Fanny no comprendió lo que dijo el muchacho,
se limitó a decir:
-No niño, no he visto nada. Su cara me es familiar-. –Bueno, muchas
gracias hermosa niña, me retiro-. Replicó el niño. –Espera niño, si buscamos
juntos en la nieve lo encontraremos. Dos encuentran más que uno-. Dijo
Fanny. -¿En serio? ¿No temes a la nieve?-. Preguntó el niño de manera
burlona. Fanny cruzó sus brazos y dijo:
-Por supuesto que no amiguito. En lugar de hacer preguntas tontas
busquemos tu papelito púrpura-. –De acuerdo. No te enojes-. Dijo el niño.
De esta forma, los niños salieron a buscar el papel de color púrpura en la
nieve. Fanny trajo un par de palas para escarbar en la nieve. El niño tenía una
linterna para poder ver mejor. Estuvieron cavando durante media hora pero no
encontraron nada. Fanny lucía más cansada que temerosa. –Hemos estado
haciendo agujeros en todo el jardín y no encontramos ese papelito púrpura.
Como lo siento niño. Aunque valió la pena. Me recuerdas a mi papá cuando
era niño y…-. Comentó Fanny y el niño la interrumpió: - Mira Fanny, debajo
de tu botita-. Fanny bajó la mirada y vio algo púrpura junto a ella. – Es el
papel púrpura. Espera yo lo recojo por ti-. Dijo el niño. Después de tomarlo
del suelo le quitó la nieve. – Esto es lo que estaba buscando. Gracias por tu
ayuda Fanny, no sé cómo agradecértelo-. Afirmó el niño loco de alegría. –
Toma el papel. Ahora es tuyo te lo mereces Fanny. No es gran cosa, pero
ponme atención. Debes encontrar las otras hojas de colores y descifrar el
enigma. Esas otras hojas las tienen otros niños en este momento. No digas
nada a tu papá-. Dijo el niño colocando el papel en las manitos de Fanny. –No
sé que decirte. Espera, aquí dice “FELICES” ¿Qué significa esto de felices? y
además ni siquiera sé tu nombre-. El niño solamente le respondió: -Adiós
Fanny. Recuerda mantener tu promesa y buscar las partes que faltan-. El niño
desapareció con la brisa de invierno. Fanny estaba asustada entonces empezó a
gritar: -Regresa niño. Gracias a ti ya no le temo más a la nieve. Quiero
ayudarte, regresa-. Fanny se encontraba de nuevo en la sala de su casa al lado
de la chimenea. Su padre fue a ver que le pasaba. –Cielos, has tenido una
pesadilla. Te quedaste dormida al lado de la chimenea. La cena está lista. Esas
recetas que me enseñó tu mamá son geniales. Por cierto, me llamó por
teléfono cuando estabas dormida y va a venir pasado mañana a acompañarnos.
Regresaremos en dos meses-. Dijo Aquiles. La noticia animó a Fanny
profundamente. –Papi ya no le tengo miedo a la nieve. Este lugar es fantástico,
lo que me dijiste sobre el miedo me llegó al corazón y bueno, el sueño que
tuve también me ayudó a tener valor-. Dijo Fanny. -¿Qué soñaste, mi pequeña?
-. Preguntó Aquiles interesado. –Tú eras un niño vestido de blanco que…
estaba perdido en la nieve y yo te ayudaba a encontrar tu casa-. Aquellas
palabras le sacaron las lágrimas a Aquiles, estaba conmovido ante la ternura
de su hija. Aunque Fanny no dio detalles exactos del sueño, el señor Aquiles
no podía sentirse más orgulloso de su hija. –Me gustaría ser geóloga como tú
papá-. Añadió Fanny. Pasaron la noche juntos en la casa. Al día siguiente hubo
un hermoso cielo azul en aquel lugar a pesar de la nieve en las aceras, en las
calles y las casas. Aquiles salió al parque con Fanny para que ella se divirtiera
jugando en la nieve. Mientras iban caminando Fanny recordó mentalmente lo
que le dijo el niño de blanco. “Encontraré las hojas de colores que faltan. Me
pregunto que querrá decir la palabra FELICES”. Al regresar a casa y
cambiarse de ropa, cual no sería su sorpresa al encontrar en una de sus botas el
papelito púrpura, se sorprendió pues pensó que solo había sido un sueño.

VERDE

La quinta parte de la narración tuvo lugar en un sitio cálido y húmedo, en


otras palabras en una tierra tropical. Era la historia de un niño dedicado al
pastoreo en sus ratos de ocio. Vivía en una humilde finca con sus abuelos. Iba
a la escuela del pueblo. Era huérfano de nacimiento y a pesar de la avanzada
edad de los abuelos, ellos estuvieron dispuestos a dar educación a su nieto
cuyo nombre era Ernesto. Cuidar las ovejas era su mayor deleite. No deseaba
tener un televisor o un dispositivo de juegos para divertirse. Mientras velaba
las ovejas se sentaba en el pasto a contemplar unas flores de colores durante
unos minutos. “Como quisiera saber el lenguaje de las flores”. Pensó Ernesto.
De repente, notó algo bien extraño en aquellas flores. Las flores se mecían de
un lado a otro. –No entiendo lo que sucede con las flores, se agitan sin haber
viento. De hecho hace mucho calor-. Dijo Ernesto secándose el sudor. Al lado
suyo tenía una botella plástica de agua que recogió y destapó. Empezó a
caminar con la botella, entonces tropezó con una piedrita en el camino y
terminó en el suelo. El agua de la botella cayó sobre las flores empapándolas
completamente. En ese momento dejaron de agitarse. El niño no sufrió ningún
daño, se levantó poco después:
-Esto es extraño, ya no se mueven, pero están todas mojadas. Espero no
haberlas lastimado-. Tenían todos sus pétalos caídos y lucían inmóviles.
Ernesto se asustó, creyó haberlas marchitado. –Se me olvida que a las flores
hay que regarlas y seguramente se agitaban porque querían agua-. Dijo
Ernesto. Se sentía tranquilo ahora. –Tendré que buscar más agua allá en la
casa, pero ahora reposaré en la sombra-. Se fue a la pesebrera. –Luego iré por
el agua-. Añadió.
Debido al intenso calor de la tarde, el pequeño Ernesto se quedó dormido y
logró hacerlo rápidamente. Sintió un zumbido en su oído derecho. Pensó que
era una mosca o un mosquito fastidiándolo. – ¡Basta ya! estúpido bicho
déjame tomar la siesta-. Vociferó Ernesto y estrelló su mano contra la oreja.
Efectivamente había una criatura rondando su oído, sin embargo no era un
insecto. Lo que iba a ver Ernesto lo dejaría sin habla: un ser humano de diez
centímetros a lo sumo era quien estaba caminando sobre su oreja. Se trataba de
una niña (de unos diez u once años) con un vestido azul y blanco. Tenía un
moño en su cabello rubio que resaltaba su candidez. Sus ojillos eran azules
como el cielo de aquella tarde. –No me pises enorme niño por favor. No me
hagas daño-. Dijo la niñita llorando. – ¿Quién eres y por qué eres tan chiquita?
No voy a lastimarte. Quiero ser tu amigo. Si hay algo que pueda hacer por ti,
solo dímelo-. Afirmó Ernesto. La niña dejó de llorar y se postró ante él como
si fuera un monarca. – Yo soy un personaje que ha vivido en ti durante varios
años. Desde que empezaste a leer, habité en tu alma y hoy hiciste algo
grandioso por mí. Que importa si soy pequeña, la genialidad de las personas
no tiene tamaño ya que lo que cuenta es el bien que hagan a sus semejantes-.
La diminuta niña respondió a las preguntas iniciales de Ernesto. El niño estaba
confundido ante la respuesta de la niña, la cual parecía sentirse feliz de estar
con Ernesto. -¿Y qué fue lo grandioso que hice por ti?-. Preguntó Ernesto.
– Cuando te caíste y se derramó el agua de aquella botella que traías, le
diste una lección a esas flores vanidosas-. El niño estaba sorprendido. – Ellas
estaban molestándome porque decían que yo era una mala hierba, una de ellas
derramó agua sobre mí, luego tú al rato les echaste el agua de tu botella y
todas rompieron a llorar. Les diste su merecido sin querer por mí. Por esa
razón estaban agitándose todo el tiempo. Estaban mofándose de mí hasta que
interviniste. Eres un niño adorable-. Ernesto se sonrojó ante las palabras de la
pequeña niña. – No creía que mi torpeza fuera de gran ayuda para alguien. Es
que me distraje y tenía la botella en la mano, tropecé y…-. – Si, ya sé el resto-.
Ernesto fue interrumpido por la niña. – ¡Qué graciosa eres! claro que hace un
rato estabas llorando de miedo-. Dijo Ernesto. De pronto, la niña creció al
instante. Tenía la estatura de una niña normal. Su interlocutor saltó del
asombro: -¿Cómo hiciste ese truco? Acaso tomaste una poción mágica para...-.
– No, no y no. No puedo explicarte este prodigio-. La niña volvió a
interrumpir a Ernesto. – Solamente puedo darte esto como recompensa por lo
que hiciste-. Dijo la niña mientras sacaba de su bolsillo un papel verde. La
hoja de papel tenía escrito lo siguiente: “SIENDO”. -¿Me podrías explicar lo
que significa esta palabra?-. Preguntó Ernesto con tono suspicaz. –Debes
encontrar las otras hojas de colores y sabrás el significado de la palabra-.
Respondió inmediatamente la niña. – Bueno, me tengo que ir. Que seas feliz-.
Dijo la niña y se alejó de Ernesto, bailando y cantando. Los cabellos rubios de
la niña se agitaban mucho mientras ella felizmente corría tarareando una
tonada infantil y bailando de vez en cuando. -Santo cielo, ya sé quién eres,
regresa por favor cuéntame más sobre ti, vuelve-. Gritó el niño pero ella se
alejaba más y más hasta desaparecer en el horizonte.
– Ven acá. No me dejes hablando solo-. Ernesto hablaba dormido hasta que
despertó. Todo había sido un sueño. Salió corriendo a ver como estaban las
ovejas. Se tranquilizó al ver a sus ovejas pastando sin ser amenazadas por
alguna fiera de la campiña. Ernesto regresó a casa con las ovejas para que
éstas descansaran en el redil. Quería contar a su abuelo el señor Lotario lo que
había soñado. “No sé si sea buena idea contarle a mi abuelo”. Pensó Ernesto y
recordó que llevaba en el bolsillo de su pantaloneta el papel verde que la niña
le entregó. “Esto es absurdo, soñé con esa pequeña niña rubia y tengo este
papel conmigo ¿Realidad o sueño? Desde que empecé a leer ese libro, estoy
imaginando mucho”. Volvió a pensar. Después de verificar que todas las
ovejas estuviesen en el redil y no faltase ninguna, Lotario el abuelo apareció: -
¿Qué tal estuvo el pastoreo, Tico?-. Preguntó a su nieto. – Hizo mucho calor
hoy, sin ninguna novedad en cuanto a las ovejas abuelo. Tuve un sueño muy
extraño durante la hora de la siesta-. Respondió Ernesto. -¿Qué soñaste, hijo?-.
Preguntó Lotario curioso. –Soñé con el personaje principal del libro que estoy
leyendo-. – ¿Alicia en el país de las maravillas?-. Preguntó Lotario.
- Exactamente, abuelo. La vi del tamaño de una oruga luego, creció de un
momento a otro, era un poco más pequeña que yo y era muy bonita. Abuelo,
creo que quiero ser escritor cuando sea grande-. Prosiguió Ernesto. –El campo
es una fuente de inspiración importante para mí así como el cuento de Alicia-.
Añadió Ernesto. El señor Lotario estaba impresionado. –Querido nieto, solo
me queda decirte que cuando tu abuela y yo nos vayamos de este mundo esta
linda finca será tuya, por lo tanto cuídala siempre. Por último, persigue tus
sueños y los verás hacerse realidad-. Dijo el abuelo. Era un hombre sabio y
solía darle consejos valiosos a su nieto.
Ernesto fue a casa con su abuelo a cenar y más tarde a leer el libro que le
fascinaba es decir, Alicia en el país de las maravillas, libro que por cierto
había leído muchas veces en su corta vida. “Tendré que conservar este papel
verde para saber que significa la palabra SIENDO, escrita en él”. Pensó el
niño en su alcoba que tenía una espléndida vista hacia su amado campo verde.

AMARILLO

Lo que sucedió en esta parte de la narración fue durante un viaje de placer


de una familia que había ganado el primer premio de un concurso en la
televisión. Con el dinero del premio los miembros de la familia viajaron a una
ciudad en un continente lejano. La familia estaba compuesta por el señor
Pedro, su esposa Alejandra y sus dos hijas Violeta y Patricia de siete y nueve
años respectivamente. La ciudad a la que llegaron era toda una jungla de
asfalto. Había miles de personas circulando de un lado a otro. Filas de
automóviles congestionaban las calles durante las horas pico. El aire era
bastante denso debido a la gran cantidad de gente que allí circulaba. Más allá
de estos inconvenientes, Pedro y su familia pudieron encontrar tranquilidad en
un barrio pintoresco donde se encontraban varios restaurantes, cafés y
monumentos históricos. Llegaron al sitio en plena primavera, época del año
donde los árboles y las plantas muestran todo su verdor después de varios
meses de nieve, frío y ventiscas heladas. –Papá, este lugar es precioso. Quiero
mudarme acá cuando sea grande-. Dijo Patricia la niña mayor, quien era
extrovertida y habladora, en cambio su hermana Violeta era tímida y le
costaba trabajo hablar con los demás.
– ¿Violeta te gusta este lugar?-. Preguntó Pedro a su hija. La niña estaba
distraída hasta que por fin, dio su respuesta: -Oh si, es bonito. Perdón, es que
estaba pensando en otra cosa-. –Seguro en su amigo imaginario Alberto ¡Que
risa!-. Se rio Patricia.
–Patricia, no molestes a tu hermana. En cuanto a ti Violeta, no te aísles
tanto. El propósito de este viaje es para contemplar el mundo que nos rodea y
ustedes puedan interactuar con otros niños y niñas.- Dijo la señora Alejandra
madre de las pequeñas. Ella estaba preocupada por la timidez de Violeta, de
hecho ella era su hija preferida. La de Pedro era Patricia.
–Vamos cariño, Patricia solo jugaba con su hermana. No te enojes-. Dijo
Pedro en tono conciliador. –Además estamos de vacaciones familia, debemos
disfrutar de esta bella ciudad-. Agregó.
Todo esto sucedió en el hotel que reservaron para sus vacaciones. Pedro
decidió llevar a un museo a Patricia, mientras que Alejandra se fue con Violeta
a uno de los cafés de la zona. Eran las diez de la mañana cuando salieron a
pasear. –Nos vemos a las cinco de la tarde en el hotel ¿Ok?-. Dijo Pedro a
Violeta y a su mamá. –Me parece bien. Cuida a Patricia y no dejes que haga de
las suyas-. Afirmó Alejandra. – ¡Mamá!-. Exclamó Patricia. Violeta reía con
disimulo. Le causaba gracia cuando Patricia era regañada. En el fondo las dos
hermanas se llevaban bien. Era una relación cordial no exenta de diferencias.
Alejandra y Violeta fueron a un café llamado “Don Postre”. El aviso del
café tenía la imagen de un gato color amarillo con rayas y vestido de frac
comiendo una torta de cereza sosteniendo una taza de café con el meñique
levantado.
– ¿Ves lo decente que es el gato del anuncio? La atención del lugar debe
ser excelente-. Dijo Alejandra a Violeta. El café era acogedor; tenía un
ambiente familiar; había fotos de personas famosas que habían entrado a
comer en este sitio; en el lugar había mesas y cabinas, cómodas y limpias. En
cuanto escogieron la mesa, sonó el teléfono celular de Alejandra:
-¡Caramba! Tenía que llamar tu papá en este momento. Espero que no sea
nada malo. Voy a la terraza del café a hablar con él Violeta. Espérame
quietecita aquí-. Dijo su mamá. Violeta no dijo nada. Ya que ella era
obediente, permaneció en la mesa mientras Alejandra contestaba la llamada de
su esposo.
Violeta se quedó mirando un cuadro del gato que aparecía en el anuncio
del café ubicado en la barra del lugar. Parecía llamarle la atención el dibujo del
gato. De pronto de un momento a otro vio que tenía compañía en su mesa, era
el gato del anuncio, vestido de frac con una taza de café y torta de cereza.
–Disculpa, es mi mesa favorita del café-. La niña se asustó. –No puede ser.
Tú eres solo un personaje en un anuncio. Me iré de aquí-. Dijo Violeta a punto
de levantarse de su silla. El gato aguantó su brazo.
–Espera Violeta ¿no me reconoces? Soy yo, Alberto tu amigo imaginario.
Verás, tomé la apariencia del gato del anuncio del café porque me di cuenta
como observabas a ese gato así que quise aparecer de esta manera-. El gato le
regalaba una cálida sonrisa a Violeta. –He visto como tu hermana Patricia se
burla de ti, en especial por mi culpa. También he notado lo preocupada que
está tu mamá por ti, me refiero a la timidez. Estoy aquí para decirte que
aproveches este viaje para hablar más con tu familia. No sientas pena de
hablar de tus sentimientos o temores con tus papás. Trata de buscar amigos eso
sí, los que de verdad valgan la pena. Me refiero aquellos que te apoyen y te
guíen por el buen sendero-. Concluyó el gato su discurso. Al terminar la torta
y el café, dijo lo siguiente:
-Antes de irme toma-. Sacó del bolsillo de su frac una hoja amarilla que
decía: “NIÑOS”. –Extraño obsequio Alberto ¿Y qué debo hacer con él?-.
Preguntó Violeta.
–Bien. Debes encontrar las demás hojas, las cuales son de otros colores.
Luego con la hoja que te di y las otras hojas, conocerás la respuesta a este
acertijo. Recuerda lo que te dije anteriormente, adiós-. Respondió el gato a
Violeta. Acto seguido, el gato desapareció del lugar como si la tierra se lo
hubiese tragado. Una voz dijo a Violeta: -Despierta Violeta. Te dormiste muy
pronto-. Era su mamá quién vio a su hija tomando una siesta con la cabeza
puesta en la mesa. La niña se incorporó rápidamente. Tenía el papel amarillo
guardado en el bolsillo de su chaquetita de cuero color café.
–Discúlpame mamá si me dormí-. –Mas bien te pido perdón a ti por dejarte
sola en la mesa mucho tiempo. Cuando hablé con tu papá Patricia quiso
hablarme y no paraba de hacerlo. Estaba contenta en el museo-. Dijo
Alejandra. – ¿Por qué no vamos a ese museo en cuanto terminemos nuestra
merienda, mamá?-. Sugirió Violeta. –Buena idea tomaremos un taxi, no está
muy lejos de aquí-. Alejandra estuvo de acuerdo con su hija. Violeta pidió una
tarta de cereza y su mamá una de limón. –Ahora entiendo la importancia de
relacionarse con los demás mamá. Todo este tiempo fui una tonta-. Dijo
Violeta. –No te sientas mal hija. Necesitamos estar a solas a veces, pero no es
bueno aislarnos tanto ya que empezamos a englobarnos, perdemos la noción
de lo que hacemos y quien sabe, tal vez de lo que somos. Cuando era niña
también tuve un amigo imaginario-. Afirmó Alejandra. – ¿Y cómo era tu
amigo?-. Preguntó Violeta, mostrando interés. –Era una especie de felino.
Creo que era como el gato del anuncio. Ahora veo porque me llamó la
atención este lugar antes de entrar. Les contaré a tu papá y a tu hermana de
este sitio para que vengamos todos a comer. Son deliciosas las tortas y las
bebidas-.
Después de comer, Alejandra y Violeta abordaron el taxi rumbo al museo.
Pedro y Patricia aún seguían en dicho lugar. La pequeña Violeta contempló
por última vez, el letrero del café desde la ventanilla del taxi. “Me pregunto si
Alberto también fue el amigo imaginario de mamá. ¿Cuándo encontraré los
otros papeles de colores? así poder conocer la respuesta del misterio de la
palabra escrita en este papel amarillo que llevo aquí guardado”. Reflexionó
Violeta.

INTERMEDIO

Veinte años después, los niños y niñas del relato se volvieron adultos.
Claudio el niño de la primera parte de la historia, era un pianista entregado a
su oficio, el cual desempeñaba ofreciendo conciertos en la ciudad y en varios
países. Alternaba sus giras artísticas con la docencia musical en un prestigioso
conservatorio. La pequeña Clara era una reconocida bióloga que llevaba a
cabo una investigación sobre la preservación de la fauna en una universidad de
la ciudad. El niño travieso Luís estaba perfeccionando el ballet con su novia
cuyo nombre era Leticia. En la tercera parte de la narración, ella era la niña
que recibió la flor que Luís tiró al aula de ballet. Él se enamoró de ella. Eran
inseparables, puesto que tenían en mente casarse cuando tuvieran su primera
actuación exitosa en el teatro de la ciudad.
Fanny se encontraba trabajando en el extranjero como geóloga sin
embargo, tenía pensado regresar al país en un par de días para visitar a sus
padres. En cuanto a Ernesto, él trabajaba como columnista literario en un
periódico local. Publicaba novelas y ensayos sobre el campo y la fantasía
infantil. Violeta vivía con su hermana Patricia en la ciudad donde estuvieron
de vacaciones con sus padres, hecho que se pudo apreciar en la parte anterior
de la narración. Eran administradoras de un restaurante de comidas típicas
cuyo nombre era “Minino Gourmet”. La gente del lugar le gustaba comer allí.
Eran aparentemente adultos felices y exitosos con lo que hacían. Quizás
habían olvidado lo que soñaron de niños. No recordaban el propósito que
hicieron de hallar las hojas de colores, debido a que ya eran adultos y la
capacidad de imaginar prácticamente había desaparecido en ellos. Como
Ernesto estaba dedicado a la literatura, él si tenía vivo el recuerdo del acertijo
de las hojas de colores. Una noche en su estudio estaba planeando como hallar
las otras hojas. “Debe haber una forma de encontrar a las otras personas que
tengan esas hojas”. Reflexionó arduamente a la luz de la lámpara de su
escritorio.
Una hora más tarde tuvo una idea: escribir cuidadosamente una especie de
cuento de ficción sobre lo que había soñado hacía veinte años en el campo. Al
final del cuento, a manera de acertijo colocar el siguiente mensaje: “Es mi
deber moral conseguir las otras hojas de colores. Sé que otros adultos en este
momento han de tener las susodichas hojas. A esos señores o señoras les
agradezco contactarme para poder descifrar el misterio de las hojas de colores.
Muchas gracias”. Por último, publicar todo el relato en el periódico de la
ciudad y en diarios foráneos, con el fin de llegar a muchas personas en todo el
mundo. Escribió toda la noche la narración incluyendo el mensaje especial.
Durmió un par de horas en la madrugada, luego se levantó a corregir el escrito.
No quería dejar pasar ningún detalle, para que su audiencia tuviera claro el
mensaje final, en especial las personas que tenían las hojas de colores en su
poder y no se acordaban. Entrada la mañana, Ernesto fue al periódico a
publicar su cuento. Primero fue al despacho del jefe de redacción: -Aquí tengo
mi nuevo trabajo señor Oscar. No me creerá que trabajé en él toda la noche y
esta madrugada-. Dijo Ernesto quién tenía ojeras y cara sin rasurar. Oscar el
jefe de Ernesto, leyó minuciosamente el relato. Minutos después dijo: -Esto es
realmente asombroso y tierno diría yo. Es como si sucediera algo fabuloso si
aparecieran las personas que tienen esas hojas de colores. Tienes una gran
imaginación Tico. Publiquemos tu nuevo trabajo. Tal vez recibas un premio
por esto-.
Ernesto ni siquiera sabía lo que podía pasar si encontrara las hojas y las
personas que las tenían. Por supuesto él no le dijo a su jefe que era una historia
real de la infancia. Él tenía la hoja verde pero ignoraba los colores y el
contenido de las hojas restantes. -¿De qué colores crees que sean esas hojas?-
Preguntó Oscar con actitud inquisitiva. –Eh…la verdad no lo sé, señor-.
Respondió lentamente Ernesto. – No hay problema. Dejemos que haya un
factor sorpresa en el relato-. Dijo Oscar. En horas de la tarde el relato de
Ernesto fue publicado en el periódico. Fue divulgado en la prensa
internacional. El artículo del cuento fue leído por más de tres millones de
personas en el país y en el mundo aquella tarde. Al día siguiente fue leído por
seis millones de personas más. Quedaron cautivadas por el relato de Ernesto,
quién recibió no menos de cincuenta llamadas telefónicas de felicitaciones.
Era la sensación del momento.
Transcurrió un mes y aunque el cuento fue todo un éxito, el mensaje final
no llegó a las personas que tenían las hojas de colores es decir, Claudio, Clara,
Fanny, Violeta y Luís. Posiblemente no habían visto el cuento, más Ernesto no
perdió la fe. En cualquier momento captarían el mensaje en el cuento y
entonces buscarían a Ernesto para reunir las hojas de colores y así descifrar un
misterio de la infancia de todos ellos. Un día los personajes estaban pasando
por crisis personales en sus vidas. Claudio sintió que su talento se había ido al
drenaje. No era capaz de tocar una sola nota; había cancelado un concierto a
última hora, cosa que molestó a su manager e irritó a los patrocinadores del
evento; permanecía encerrado en su estudio, sentado en el sillón de su padre
deprimido y poco conversador. Se negaba a recibir llamadas o visitas de sus
padres, hecho que los entristecía mucho. La investigación de Clara en la
universidad fue cancelada, lo que supuso su despido inminente de la
institución. No tenía valor para decir a sus padres la noticia. Para sostener el
hogar Clara consiguió trabajo como profesora de biología en un colegio
pequeño pero no le gustaba para nada ese cargo dado que ella había dado su
vida entera por la investigación universitaria sobre la conservación de la fauna.
Un día tuvo que contar a sus padres los detalles de su despido. Ellos fueron
conscientes del empeño que Clara le puso a la investigación. -No te sientas
triste. Pronto tendrás mejores proyectos-. Dijo Vicente el padre de Clara. –Tu
padre tiene razón. A lo mejor podrás salvar miles de elefantes pronto y
reconocerán tu labor-. Afirmó la mamá de Clara, la señora Virginia. Hubo un
momento de silencio hasta que Clara dijo: -Espero poder retomar mi
investigación pronto. Este trabajo de docente de colegio no es lo que yo
quiero. Salvar animales es lo mío-.
Por otro lado, la feliz pareja de bailarines, Luís y Leticia pasaba por
momentos críticos. Discutían todos los días por los gastos de la casa. Estaban
viviendo en un apartamento pequeño, hacinados y pasando dificultades debido
a que no conseguían la anhelada presentación de ballet. Leticia tenía que
vender discos compactos y revistas en el mercado para obtener algo de dinero.
Luís seguía con la esperanza de conseguir esa presentación. –Ya estoy cansada
de que estés en ese sillón tumbado pensando en la presentación. Yo deseo con
toda mi alma la presentación pero tenemos muchas deudas que pagar, así que
párate ya de ahí y haz algo por Dios que las cuentas no se pagan solas,
consigue un trabajo-. Dijo Leticia llegando de la calle bastante cansada. Temía
que les pidieran el apartamento. -No puedo seguir viviendo en este cuchitril-.
Agregó Leticia. En cuanto a Luís, estuvo a punto de romper en llanto:
-Amor tienes razón soy un bueno para nada. Tienes que entender que no
puedo vivir sin bailar. Acuérdate que te conocí bailando y por esa razón me
animé a estudiar ballet-. Sollozó amargamente. Leticia empezó a lloriquear
también. –Voy a tomar el periódico y buscaré un trabajo así sea de lustrabotas
para salir de esta situación-. Dijo Luís. Se sentaron y se abrazaron. –Me
disculpo por haber discutido contigo diariamente-. Dijo Luís. –Yo también te
pido perdón por todo lo que te he dicho. Saldremos adelante-. Afirmó Leticia.
En cuanto a la geóloga Fanny, después de visitar durante dos semanas a sus
padres partió al extranjero y esto fue lo que le sucedió: estaba a punto de
contraer nupcias con un empresario de bienes raíces. Al momento de hablar
con sus padres sobre su decisión, se dio cuenta de que su prometido fue
arrestado por negocios turbios en el país. Ella creía ciegamente en su novio.
Pensaba que era un hombre honesto que había trabajado muy duro en la vida
para llegar hasta donde estaba. Fanny lo conoció en una junta de geólogos con
inversionistas y entre los invitados estaba él.
El nuevo temor que sentía Fanny en estos momentos era estar implicada en
las acusaciones de su prometido. Deseaba volver a casa pero eso complicaría
más la situación. Después de una serie de investigaciones por parte de la
policía y el gobierno, Fanny resultó ser inocente más su ex-novio tuvo que
pagar veinte años de prisión. Ella estaba destrozada, no creía en el amor. –Me
siento tan pequeña al haber entregado mi corazón a un ser deshonesto-. Dijo
ella para sí misma en la habitación del apartamento donde residía.
Violeta y su hermana tenían su negocio próspero de comidas típicas en el
exterior. Desafortunadamente hubo un terremoto de gran magnitud en la
ciudad. Alrededor de cuarenta personas murieron y 600 personas estaban
heridas. Violeta y Patricia pudieron ponerse a salvo durante la tragedia. Por
desgracia perdieron su local de comidas y varios de los fallecidos eran clientes
del restaurante. Las dos hermanas vivieron en un albergue durante tres
semanas hasta que pudieron regresar a casa. El desastre dejado por aquel
terremoto horrorizó a las hermanas. Patricia pensaba que era el fin del mundo,
lloraba todos los días con su hermana Violeta quién había hecho todo lo
posible para proteger a su hermana mayor. De hecho Patricia arrodillada, le
dijo esto: -Ten piedad de mí, hermana. No me dejes nunca, sé que te he
humillado toda la vida con mi comportamiento arrogante y quiero que me
perdones todo el mal que te he ocasionado-. Violeta le replicó: -No tienes que
pedirme perdón. Somos hermanas y estamos para apoyarnos
incondicionalmente. Demos gracias a Dios que estamos vivas. Quien sabe que
hubiese sido de nuestros padres si hubiésemos muerto. Recuperaremos nuestro
negocio o más bien lo reconstruiremos en nuestro país con el apoyo de papá y
mamá-. Patricia encontró paz en las palabras de Violeta.
Sobre el escritor Ernesto, Oscar su jefe lo convenció para que hiciera un
libro con sus cuentos incluyendo especialmente el del sueño de infancia. Era el
libro más vendido en las librerías del país. A la gente le fascinaba el libro,
sobre todo el cuento que había publicado en diarios un mes antes, más Ernesto
estaba triste porque aún no había descifrado el acertijo. “¿Es mucho pedir
hallar esas hojas alguna vez? ¿Tendré que esperar otros veinte años para dar
con esas dichosas hojas de colores?”. Pensó Ernesto. Era un escritor famoso e
insatisfecho sin mostrarlo a sus lectores, debido a que aún no había
descubierto el misterio de las hojas de colores. La suya era la verde y decía
“SIENDO”. “No me dice nada esta palabra. ¿Siendo qué? ¿Tonto?”.
Reflexionó con ira.
Por fin, un día sucedió lo que Ernesto ansiaba. Claudio, Clara, Luís, Fanny
y Violeta adquirieron el libro de Ernesto y leyeron el cuento especial sin que
ninguno de ellos se conociera personalmente y lo hicieron al mismo tiempo sin
que lo supieran. Hay que recordar que el cuento tenía una nota adicional, la
cual era la solicitud de Ernesto de hallar las hojas de colores. Todos los
personajes pusieron atención a la nota del cuento y cada uno recordó su propia
vivencia. “Vaya, yo tengo la hoja blanca guardada dentro del asiento del piano.
Debo contactar al autor de este cuento al señor Ernesto”. Analizó Claudio en
su estudio. Clara buscó en la mochila de los años infantiles y encontró el papel
azul: -Al fin podré saber la verdad de este papel, así no sea un tesoro o una
herencia-. Dijo sarcásticamente. Luís no dejaba de saltar de la felicidad
exclamando lo siguiente: -Tal vez esto de las hojas de colores sea una señal del
cielo Leti. Vamos a tener nuestra presentación pronto-. -¿Tú crees?-. Preguntó
Leticia. – Pues claro solo tenemos que contactar a Ernesto el autor de este
cuento. Voy a buscar entre mis cosas el papel rojo-. Respondió Luís y corrió a
buscar la hoja de papel roja en un baúl de recuerdos que poseía.
Fanny tenía la hoja color púrpura en un estuche donde guardaba objetos
familiares tales como retratos de familia pequeños, alhajas y anillos. –Aquí
está, no puedo creer que aún lo tenga guardado. Tiene pedacitos de escarcha
en los bordes-. Dijo Fanny. Luego empacó maletas y reservó un vuelo de
avión para el día siguiente. “Debo hablar con ese Ernesto, él puede ser de gran
ayuda”. Pensó.
Violeta se sentía motivada al leer el relato sin embargo creyó haber perdido
en el terremoto el papel amarillo. –Violeta, mira este es el papel amarillo de la
historia. Lo encontré en una de las maletas. Lo habías guardado pero lo
olvidaste-. Dijo Patricia.
–Gracias hermanita-. Dijo Violeta y la abrazó. –Ahora tenemos que
encontrar a Ernesto, quien seguramente reunirá a las personas que tienen las
demás hojas-. Añadió Violeta. Para poder contactar a Ernesto los personajes
tuvieron que llamar a su representante artístico. –Señor Ernesto, recibí cinco
llamadas esta mañana. Son cinco individuos dos hombres y tres mujeres,
quieren comunicarse con usted personalmente. Dicen tener lo que pide en la
nota final de su cuento-. Le comunicó el representante artístico a Ernesto, por
teléfono.
–Dígales que estoy encantado de charlar con ellos por favor-. Respondió
Ernesto. –Deles el teléfono de mi casa, voy a organizar una cita con todos
ellos. Para mí es vital poderme reunir con ellos-. Agregó.
Ernesto atendió las llamadas de cada uno de los poseedores de las hojas de
colores. Aunque no los conocía, sentía que había un vínculo fraternal entre
ellos. Preparó una cena especial en su casa y luego adecuó el jardín para un
evento más adelante. Tenía lista la hoja verde la cual debía unir con las hojas
de colores restantes. Era un momento trascendental para él. En la sala había un
gran piano de cola.

TODOS LOS COLORES


Llegó la hora de la velada y todos asistieron. Claudio llevaba una partitura;


Clara trajo a su mascota una perrita chihuahua muy educada y cariñosa
llamada Trudy. Traía un lazo azul; Luís llegó con su prometida Leticia,
halagados por la gentil invitación de Ernesto; Fanny llegó con un portafolio
negro y estaba muy bien arreglada para la ocasión; Violeta vino con su
hermana Patricia. Trajeron botanas para la cena, gesto que Ernesto agradeció a
las hermanas. –Buenas noches, estimadas damas y estimados caballeros. Les
doy una cordial bienvenida a mi casa, les agradezco mucho su asistencia. Sé
que la vamos a pasar muy bien esta noche. La cena está servida, pueden pasar
al comedor. Nuestras invitadas Violeta y Patricia nos trajeron exquisitos
pasabocas para hacer de esta velada un momento especial-. Dijo Ernesto y
todos aplaudieron.
En la cena cada uno de los asistentes conversó a gusto. La perrita de Clara
cenaba en la terraza también. Ernesto pensó en todo. Cada uno de los
personajes confirmó a Ernesto que llevaría compañía. Como él también era un
amante de la música, le dijo a Claudio que sería un gran placer que tocara el
piano. –Su casa es hermosa señor Ernesto. Definitivamente su éxito como
escritor es notable-. Afirmó Luís. –No me digas señor, estamos entre amigos-.
Dijo Ernesto manifestando confianza a su invitado. –Muchas gracias por tu
cumplido Luís. Les confieso que nunca en mi vida imaginé tener una casa
como esta. Es más, llegué a pensar que el cuento que escribí sería un relato
más del montón y no le interesaría a nadie en este mundo, ni siquiera a
ustedes-. Dijo Ernesto. -Cuando terminemos de cenar mis queridos amigos, los
invito a mi jardín. Espero que hayan traído las hojas de colores-. Todos
asintieron.
–No olvidamos el elemento clave de la velada-. Dijo Claudio. Hubo chistes
y anécdotas entre los invitados, más no hablaron de la forma en que
obtuvieron sus hojas de colores.
La cena terminó por lo tanto todos se dirigieron al jardín e hicieron una
especie de círculo alrededor. –Hay un problema ¿Quién de nosotros debe
empezar por mostrar su hoja?-. Dijo Clara. Se miraron entre sí durante un
momento.
–Propongo que Claudio empiece, tal vez nos dé una idea-. Afirmó Ernesto,
entonces Claudio comenzó y mostró su hoja la cual era blanca y decía:
“LOGRA”. –Parece que no está completa. Yo cuando era niño me dormí en la
sala de mi casa, un niño apareció de la nada, elogió mi trabajo como estudiante
de piano y me entregó este papel. Después de despertarme, toqué mucho mejor
una obra que no me salía bien.- Dijo Claudio exponiendo como la hoja de
papel blanca llegó a él. –Ya está, mi hoja de papel tiene la continuación de la
palabra que en realidad es una sílaba, la cual si tomamos mi pedazo que es
también una sílaba, se obtiene una palabra-. Intervino Clara y sacó de su
bolsillo el papel azul que decía “MOS”. –Muy bien Clara, esto significa que al
unir el papel blanco con el azul, tenemos la palabra: LOGRAMOS. Vamos
progresando-. Dijo Ernesto a Clara. –Cuando era niña una noche soñé que
curaba a un elefantito con fiebre y me entregó este papel azul. Al levantarme
no lo podía creer. Lo guardé en la mochila que usaba en ese entonces sin que
mis padres lo supieran-. Concluyó Clara.
- Muy interesante pero ¿Qué logramos?-. Luís dijo con ansias. – ¡Oh!
esperen creo que es mi turno aquí esta-. Mostró su papel el cual era rojo.
Decía: “SER”. –Hasta ahora tenemos LOGRAMOS SER. Se refiere a lo que
fuimos en el pasado. Bueno yo era un chico muy travieso, gastaba bromas
pesadas a las niñas del colegio y tú sabes el resto Leti-. Dijo Luís refiriéndose
a su compañera quien reía sonrojada. -Y bueno a mí solo me gustaba el baile
popular. Un día antes de lanzar bolas de goma a las niñas de la clase de ballet,
me dormí y un niño como el del sueño de Claudio, impidió que hiciera tal
travesura mostrándome lo encantador que es el ballet. Me entregó el papel rojo
así que dejé de ser un chico pesado, obtuve muy buenas notas en aquellas
materias en las que me iba mal y desde entonces me dediqué al ballet…-.
Prosiguió Luís pero hizo una pausa mirando a Leticia. – Y te conocí a ti mi
amor -. Se dieron un besito. Los asistentes a la reunión estaban maravillados.
–Añado que cuando conocí a mi adorada Leti en la clase de ballet, mi
primer gesto amoroso con ella fue lanzarle una linda flor. Era una adorable
pelirroja bueno todavía lo es-. Dijo Luís asombrando aún más a los asistentes.
–Gracias Luís por compartir tu historia y la hoja que tienes. Tenemos tres
hojas de colores hasta el momento, blanca, azul y roja y en las hojas tenemos
la frase LOGRAMOS SER, la cual todavía no dice nada-. Dijo Ernesto.
–Quizás mi parte nos diga algo más. Miren, aquí en mi portafolio la tengo-.
Fanny intervino ahora con su hoja la cual era púrpura. Todos vieron los
pedacitos de escarcha en la hoja. – Recuerdo que le tenía mucho miedo a la
nieve y gracias a un niño vestido de blanco que vi en un sueño tuve el valor
para ir al jardín mientras nevaba. El niño buscaba un papel púrpura, el cual
encontramos debajo de mi bota de invierno. Me dio el papel y se esfumó, se
perdió en medio de la nieve. No sé si fue un sueño o un hecho real, pero lo que
sí sé es que he vencido el miedo a la nieve y a muchas cosas, también he
superado una decepción amorosa que sufrí gracias a una persona que obró
deshonestamente-. Dijo Fanny. Continuó: -Mi papel dice FELICES. Eso
significa que si unimos los otros papeles tenemos la frase LOGRAMOS SER
FELICES. Mi inquietud es ¿Cómo logramos ser felices?-. –Me gustó mucho
tu historia Fanny, eres una verdadera luchadora. Has sabido superarte en
momentos de crisis-. Dijo Ernesto.
–Gracias Ernesto-. Replicó ella. –En cuánto a tu pregunta final, yo tengo la
palabra SIENDO en mi hoja, que es verde-. Dijo Ernesto. -De manera que si
colocamos las otras hojas con la mía, dice LOGRAMOS SER FELICES
SIENDO-. Prosiguió Ernesto y en ese instante Violeta iba a participar: -Sé que
sigues tú Violeta, solo quiero resumirles como obtuve mi hoja. Estaba en el
campo tomando una siesta con mis ovejas. Como se darán cuenta fui
campesino de niño y vivía con mis abuelos. Vi a una niña del tamaño de una
oruga. Era mi personaje literario favorito: Alicia en el país de las maravillas.
Derramé accidentalmente una botella plástica de agua que iba a beber debido
al calor que hacía aquel día. Según ella le di una lección a unas flores que la
estaban fastidiando. En recompensa la niña, es decir Alicia me dio el papel
verde que les estoy enseñando. Cuando me lo dio recuperó su tamaño normal.
No quiso decirme como creció, quizás se había tomado un brebaje o había
comido algo que la encogía y después la regresaba a su tamaño real. Después
de este sueño o aparición quise ser escritor con todo mi ser y eso fue lo que
logré-. Ernesto no dejó que Violeta pronunciara una palabra, pues él hizo un
resumen de su vivencia.
–Violeta es tu turno ahora y te ruego que me excuses por haberte
interrumpido-. Dijo Ernesto a Violeta. –No te preocupes. Todos ustedes saben
lo devastador que fue el terremoto en la ciudad donde vivíamos y teníamos un
restaurante mi hermanita y yo. Años atrás cuando éramos niñas durante las
vacaciones yo estaba con mi mamá en un café llamado Don Postre, mientras
tanto mi hermana y mi papá se fueron al museo de la ciudad. Mi mamá me
dejó sola en una mesa del restaurante para contestar su teléfono celular. Yo me
quedé mirando absorta un afiche del café ya que en él, había un gato muy
tierno vestido de frac sujetando una taza de café con el meñique arriba. El gato
apareció ante mí. Como yo tenía un amigo imaginario llamado Alberto, éste se
presentó en la forma del gato. Mi aparición fue la más extraña de todas las
relatadas por ustedes-. Dijo Violeta. –Bueno, recuerda que a mí se me apareció
un elefante bebé-. Dijo Clara.
–Puede ser pero la considero extraña por tratarse de mi amigo imaginario.
El asunto es que después de la aparición dejé de ser una niña tímida y pude
interactuar más con mi hermana, mis padres y mis amigos. El gato o sea
Alberto, me entregó el papel amarillo y dice: NIÑOS-. Relató Violeta.
–Mencioné lo del terremoto porque fue un hecho doloroso para mi
hermana y yo. Nos dimos por muertas. Afortunadamente estamos aquí-.
Agregó Violeta. Las hermanas rompieron en lágrimas y los invitados las
acompañaron en su dolor. –Todos acá supimos lo trágico que fue el terremoto-.
Dijo Ernesto.
-Creo que es hora de colocar la hoja amarilla con las otras-. Dijo Violeta
decidida.
Todos los papeles fueron colocados en la grama y reunidos, se leía lo
siguiente: “LOGRAMOS SER FELICES SIENDO NIÑOS”.
Los huéspedes y el anfitrión permanecieron en silencio durante media
hora. Se quedaron observando los papeles de colores. Aquello era una especie
de funeral, hasta que Ernesto dijo: -Ver reunidas estas hojas de colores en la
grama para mí es un bello acontecimiento-. –Estas hojas coloridas nos hicieron
recordar la etapa más bella de la vida de todo ser humano, me refiero a la
infancia-. Intervino Clara. –Yo pensé lo mismo Clara-. Dijo Fanny mirándola.
Los demás estuvieron de acuerdo. –Yo fui muy feliz tocando mi piano y
escuchando música con mi papá, por cierto lo llamaré para pedirle perdón por
ignorarlo todo este tiempo, al igual que a mi mamá. Jugar fútbol con mis
amigos del vecindario me llenaba de satisfacción en aquellos días-. Afirmó
Claudio.
–Cuando iba a la biblioteca del barrio encontraba un libro interesante de
biología o zoología. Lo leía entusiasmada y gracias a ello amé y sigo amando
a las mascotas y especies animales sobre todo aquellas que están en vías de
extinción.- Dijo Clara. Hubo un corto momento de silencio.
- En el ballet, en las flores y en mi amada Leticia pude encontrar plena
felicidad y como saben fuimos novios desde niños porque hacíamos lo que nos
gustaba más: el ballet. Al principio no comprendía nada y era lógico ya que
era un niño malcriado-. Dijo Luís.
–Mis padres también me ayudaron a cambiar, mi papá me ayudó a ser
disciplinado y mi mamá a ser obediente-. Añadió Luís.
-Yo también creo que mis padres son lo máximo, sobre todo mi papá quien
me ayudó a superar el miedo a la nieve. Viajar con él fue algo que me llenó de
alegría. Conocí muchos lugares en el mundo, por eso vivo agradecida con
ellos-. Dijo Fanny. –A pesar de la pobreza en que viví, fui un niño
verdaderamente feliz en el campo con mis abuelos. Pude dejar volar mi
imaginación para relatar historias fantásticas como la que publiqué y es
además la historia de nosotros presentes acá, plasmada en las hojas de colores
con silabas y palabras que desciframos hoy. Ahora que recuerdo en el colegio
nos pusieron la película animada de Alicia en el país de las maravillas de Walt
Disney así que lo que soñé venía de una de las escenas de la película y no
precisamente del libro. De todos modos fueron años muy felices para mí-.
Ernesto dijo en su turno de intercambiar experiencias.
-Yo era muy tímida de niña pues no me gustaba congeniar con otros niños,
era de pocas palabras. Sin embargo, mi amigo imaginario Alberto fue un
aliado incondicional. Cuando apareció en mis vacaciones en aquel café con
buenas comidas y bebidas, me alentó a ser más sociable y fui una persona
realmente feliz. Así fue como emprendí el negocio de comidas típicas con mi
hermana. Por desgracia el terremoto acabó con nuestras metas hace un mes,
pero aún siguen vivas y con mucho entusiasmo las lograremos-. Habló Violeta
e inmediatamente Ernesto dijo: -Podemos ser felices como somos y con lo que
hacemos. No perdamos la fe. Hemos pasado por momentos difíciles e
inevitables. Lo que debemos hacer es dejarlos atrás, desempeñar nuestras
actividades felizmente, con honradez y justicia para poder garantizarnos todos,
un futuro mejor. Finalmente, dediquemos un tiempo de nuestro diario vivir a la
familia porque ahí es donde el ser humano se realiza-. Las palabras de Ernesto
llegaron al corazón de todos los asistentes. Para muestra de ello después de la
reunión del jardín Claudio tocó magistralmente la obra de infancia para su
pequeño público. –Muchas gracias por todo su apoyo. Me siento genial, he
recobrado mi calidad artística. Creo que encontrar las hojas de colores ha sido
una experiencia grata, no sólo he mejorado mi interpretación pianística sino
que conocí personas llenas de valores humanos como ustedes-. Dijo Claudio.
–Es hermoso lo que has dicho Claudio, este es el comienzo de una bella
amistad más allá de la riqueza, el poder y la fama-. Replicó Ernesto. -¿Qué tal
un abrazo de grupo?-. Preguntó Violeta y se abrazaron todos juntos.
Una semana después de la reunión, Claudio hizo un recital especial donde
sus amigos Ernesto, Luís, Leticia, Fanny, Clara, Violeta y Patricia fueron
invitados. Al final del recital, la ovación era total, el público pedía que tocara
una de las obras otra vez, y era la obra que tocó cuando era niño para su padre.
Clara fue admitida en una universidad ubicada en otra ciudad como
investigadora y con este cargo pudo continuar su investigación sobre la
conservación de los animales. Los académicos extranjeros se interesaron
bastante en la investigación, por esta razón la Organización de las Naciones
Unidas invirtió en el trabajo de Clara con el fin de que éste fuese
implementado en todo el mundo. Ernesto escribió un artículo sobre el logro de
Clara en el periódico. Todos los amigos enviaron notas de felicitación a Clara
en ese mismo día. La pareja Luís y Leticia debutó en el teatro principal de la
ciudad, presentando una obra de ballet que mezclaba lo clásico con lo
folclórico. Invitaron a sus amigos como era de esperarse. El resultado de la
función fue un éxito rotundo. Tuvieron ofertas para presentar su ballet en todo
el mundo. Luego pudieron pagar deudas y vivir en una casa grande, en las
afueras de la ciudad. Al poco tiempo contrajeron nupcias.
Patricia y Violeta abrieron un exitoso restaurante en la ciudad. En las
columnas de opinión culinaria recibieron críticas positivas en cuanto a
platillos, calidad de la comida, higiene y servicio al cliente. Estaban felices
porque vivían cerca de sus padres.
Ernesto decidió regresar a la antigua casa de sus abuelos y la convirtió en
una villa campestre. Tenía caballerizas, prados y huertos con varias clases de
vegetales y frutas, las cuales eran vendidas a varias empresas de alimentos en
el país. Ernesto ayudaba con alimentos, educación y trabajo a las personas más
pobres del lugar. El dinero que recibía de los cultivos lo destinó para tales
propósitos. Era su nuevo hogar. Todas las mañanas contemplaba el amanecer
del campo. Era un espectáculo acogedor e inspirador, puesto que escribía
historias y poesías basándose en los amaneceres de la campiña. –Buenos días
querido, el desayuno está servido-. Dijo una voz. –Ya voy esposa mía-.
Respondió Ernesto. He aquí otro acontecimiento, Ernesto se casó y lo hizo
nada más y nada menos que con Fanny. Ella encontró en Ernesto el compañero
ideal después de su amarga experiencia en el exterior. El amor al campo fue lo
que los unió. Sellaron su compromiso nupcial durante un atardecer en la
campiña.
-Qué hermoso es el campo verde, nada comparado con la blanca nieve del
norte-. Dijo Fanny a su esposo. –En eso tienes razón, querida mía-. Afirmó
Ernesto contemplando el amanecer campestre.

FIN.

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