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ERIA, 1988, pp. 27.38 GASPAR FERNANDEZ CUESTA HACIA UNA ESTRUCTURA GENERAL DEL ESPACIO‘ RESUMEN - RESUME - ABSTRACT En la Geografia Generalista la definicién de «unidades espaciales objetivas» debe ocupar un lugar preeminente, ya que slo a partir de ellas se puede conseguir la definition de leyes sobre el funcionamiento espacial. En este sentido, en este articulo se trata {de exponer una estructura espacial teGtica que pudiera explicar el funcionamiento de los niveles inferiores de la jerarqula tertito- rial. Estructura, por otra parte, asumible por las tendencias sistémica y marxista Vers une structure generale de lespace.- La définition «d’unités spatiales objectives» doit occuper, en Géographie, une place préeminente puisque c'est seulement 4 partir de celles-ci que Ion peut defini des lois sur le fonctionnement spatial. Compte tenu de cette prémisse, on propose dans cet article une structure spatiale théorique qui pourrait expliquer le fonetionnement des ni ‘veaux inférieurs dans la higrarchie territoriale. Structure qui, d'autre part, est censée d'etre assumée par les tendances géograp- hiques sistémique et marxiste, respectivament. Towards a general framework of space.- The definition of «objective spatial units» must occupy a preeminent place in Geograp- hy, as only from them con be defined the laws about the spatial organization. This paper tries to expose a theoretical spatial {ra- ‘mework which would explain the functioning in lower levels of territorial hierarchy. This framework, elsewhere may be assumed by sistemic and marxist geographic trends, PALABRAS CLAVE: Tet a, estructura espacial, organizacion espacial, pensamiento geogrifico, OTS CLES: Théorie, structure spatiale, organisation spaciale, pensée géographique, KEY WORDS: Theory, spatial framework, spatial organization, geographical thought INTRODUCCION Todo estudio geografico esta referido, implicita © explicitamente, a un fragmento de espacio que no siempre esta bien delimitado y que tampoco suele ‘guardar una correspondencia rigurosa con las unida- des tedricas que debieran desprenderse del universo lobjetual que, atin de forma inconsciente, guia el ‘quehacer del investigador. En estas condiciones, pa- rece que la ausencia de delimitacidn de las unidades espaciales estudiadas y Ia falta de correspondencia entre éstas y las unidades teéricas, son dos problemas importantes de los muchos que en el momento actual afectan a la Geografia, los cuales se han traducido en la incapacidad de esta ultima para definir la estructu- rasustentadora del Universo Ontol6gico que, cuando menos, deberia tener. + Enel afio 85 publicamos, en el nimero9 de esta misma re- vista, un articulo ttulade «Problemas tedricos sobre la de- finicién de unidades espaciales de andlisis» con el que in- tentabamos aproximarnos al problema geogrdfico de la delimitacion de objetos de estudio, Expontamos entonces las razones que, bajo nuestro punto de vista, hacfan inte~ resante el problema abordado ademas de acercarnos a ‘tra cuestidn esencial como era el que la necesidad tedri- ‘co-abstracta de la delimitacion pudiera convertirse en po- sibilidad real El artfculo que aqui presentamos pretende ser tun pequefio eslabén en la futura construccién de ese Universo Ontol6gico, 10 que, sin duda, pensamos que se produciré por un ctimulo de circunstancias en- tre las que destacariamos el que, tal vez por primera vez en la historia del pensamiento geogréfico, dos de las corrientes con més fuerza en el momento actual —la de tradici6n marxista y la sistémica— estén bus- cando su Universo Ontol6gico utilizando unas mis- ‘mas premisas basadas en la concepcién holista de su objeto de estudio, 1. SOBRE LA NECESIDAD DE DEFINIR UNIDADES DE ANALISIS Si fijamos el objeto de estudio de la Geograffa, Las paginas que ahora siguen son fruto de la conti- nuada reflexion sobre el mismo tema, sobre todo a través dela investigacion en una via fundamental: lade la elabo- racidn de una estructura espacial que, siendo compatible on las concepciones implicitas en las teorias geograficas positivas més relevantes, sea capaz de asumir los princi pios aparentemente contradictorios de la especializacion- concentraci6n y de la jerarquizacisn, 27 tal y como parecen admitir hoy en dia fos gedgrafos de todas las escuelas, en el estudio de las estructuras espaciales determinadas por las relaciones que conti- nuamente se producen entre el hombre y el medio, no parecen caber muchas dudas en el hecho de que la inica «totalidad» directamente aprehensible por el gedgrafo sea la constituida por el conjunto de todos los hombres y todos 10s medios, es decir por el con- junto del Planeta Tierra. Hecho éste que no supone negar la existencia de otras unidades espaciales mas pequefias, cuya realidad parece ser una necesidad de- rivada de la enorme complejidad y diversidad de las estructuras espaciales, y cuya existencia condiciona ademas la propia viabilidad de la Geograffa como ia. En efecto, si el mundo fuese una totalidad “inica incapaz de ser dividida en los elementos que la ‘componen, parece evidente que el objeto de la Geo- graffa seria incognoscible, debido tanto a su comple- jidad como a su dimensi6n indivisible. Que el espacio pueda dividirse en unidades es, pues, una realidad que parece demostrarse por su di- versidad estructura! pero, ademas, es una necesidad «sine qua no para que pueda ser conocido. Sin em- bargo, aun admitiendo estos supuestos el problema de la delimitacién de unidades de anélisis no queda resuelto, ya que una cosa es afirmar que existen uni- dades espaciales y otra muy distinta el poder definir- las. En efecto, nada hace pensar —mis bien al con- trario— que aquéllas tengan que coincidir con las di- visiones administrativas 0 cualquiera otra de las divi- siones espaciales existentes. Pero entonces ;eusles son y cOmo podemos definir dichas unidades? ‘Naturalmente, puede defenderse que las distin- tas partes en las que se divide la Tierra son aquéllas cuya existencia viene dada por el mero hecho de que un investigador afirme que se trata de su objeto de anilisis. En este caso, no existirian unidades absolu- tas y la superficie de la Tierra serfa Jz simple suma de las partes en que cada investigador individual hubiese querido dividirla. El investigador estarfa afirmando, implicitamente, {a imposibilidad de aislar unidades de anilisis objetivas y, en consecuencia, que estamos ‘abocados a efectuar descripciones de espacios que ca- recen de existencia propia. Naturalmente, en estas condiciones, no tendria sentido la delimitacion, pero ‘tampoco las afirmaciones que pudieran efectuarse so- bre unos objetos de andlisis que, por carecer de exis- tencia real, no tienen interés cientifico, Desde nuestra perspectiva particular desecha- ‘mos tal imagen de la Tierra y pensamos que ésta esté constituida por unidades objetivas, por totalidades, resultantes de una dinémica general que tiende a faci- litar el funcionamiento del conjunto y a posibilitar las capacidades de desarrollo que lleva implicitas. Ade- més, pensamos que estas totalidades son definibles a partir de la integracién analitica de los mecanismos fundamentales que darian lugar a su aparicién, pero que para ello es necesario partir de una concepcién general del espacio construida de forma logica. II, LA CONCEPCION DEL ESPACIO, ELEMENTO IMPRESCINDIBLE PARA CONVERTIR LA NECESIDAD DE DEFINIR UNIDADES DE ANALISIS EN POSIBILIDAD REAL La importancia que tiene la explicitacién de la 28 concepcién del espacio que debe sustentar la defini- cin de unidades de andlisis puede quedar justificada por el solo hecho del elevado niimero de ellas que han sido defendidas, por los distintos autores y las distin- tas tendencias, a Io largo de la Historia del Pensa- miento Geogratfico. Maxime si consideramos que ta- les diferencias se constituyen muchas veces en el eje central de la diferenciacién conceptual entre escuelas y en elemento fundamental que permite comprender las contradicciones internas de algunos autores. Eneste sentido, bien merece la pena recordar al- ‘unas de estas concepciones pues, ademds de servir- nos para justficar la importancia de tal reflexi6n, ser- viré para comprobar que la estructura que presenta- remos més adelante se apoya en las ya definidas por discintas corrientes de pensamiento y, por ende, para que cada lector pueda situar dicha estructura dentro de las coordenadas epistemolégicas apropiadas, 1, ALGUNAS CONCEPCIONES DEL. ESPACIO A LO LARGO DE LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO GEOGRAFICO ‘Obviando las concepciones del mundo subya- centes en el quehacer geografico anterior al siglo XIX, cuando la Geografia estudiaba un objeto que nada tenia que ver con el derivado de fas relaciones, hombre-medio defendido en la actualidad por los gedgrafos de todas las escuelas (CAPEL SAEZ, H., 1981; GOMEZ MENDOZA, J. y OTROS, 1982; MURCIA NAVARRO, E., 1978; etc.), nos encon- tramos con que las primeras concepciones definidas por la Geografia Moderna son aquéllas que se en- cuentran implicitas en las «Totalidades Orgénicas» humboldtianas y en el «Todo» ritteriano. Estas con- cepciones tienen en comiin la consideracién de un ob- jeto holista y teleolégico, sin embargo se contrapo- nen por el hecho de que cada una de ellas ocupa un polo opuesto en la dualidad que, a lo largo de la His- toria, ha existido entre los defensores de la unicidad y los de la generalidad de los fenémenos geograticos. De esta forma, mientras las «totalidades orginicas» humboldtianas estarfan caracterizadas por la interre- lacién dindmica de los elementos que las componen y por el cardcter generalizable de dichas interrelacio- nes, el «todo» ritteriano que tendria igualmente un cardcter holista y teleol6gico, estarfa constituido por unidades sintéticas, dnicas e irrepetibles, resultantes del proceso hist6rico particular caracteristico de cada una de ellas. Vemos, pues, que la visién holista del mundo esti latente en el pensamiento geografico desde el na- cimiento de la Geografia Moderna; sin embargo, no ha sido la tinica defendida por los gedgrafos. Es més, debemos decir que muchas veces se han defendido si. multéneamente —por un mismo autor— concepcio- res del mundo distintas ¢ incluso incompatibles deri- vadas de contradicciones anteriores entre objeto y método utilizado. Es el caso de los propios cientificos citados. Tanto Humboldt como Ritter desarrollaron su obra durante uno de los perfodos algidos del paradig- ‘ma mecanicista de la Fisica, cuando ésta haba logra- do una perfecta coherencia entre su objeto, su méto- do, su concepcién del mundo y sus objetivos, y se ha- bia situado en el punto de mira de todos los cientifi- ‘cos. En estas condiciones, era légico que los dos pre- cursores de la Geografia Moderna intentaran asumir sus principios te6ricos y, en particular, su objetivo de cientificidad —basqueda de leyes generales— y su método —el inductivo-deductive—. Ocurrié, sin em- bargo, que por ser la Geografta una ciencia diferente alla Fisica, el cardcter de su objeto también podia ser- lo, raz6n por la cual tanto Humboldt como Ritter se lanzaron a la definici6n de un nuevo objeto, cuya ca- racterfstica principal, como ya ijimos, era su cardc- ter holista. No se dieron cuenta, claro esta, de que el método analitico de la Fisica, y sus objetivos de bus- queda de leyes generales, s6lo resultaban adecuados sise aplicaban a una concepcién mecanicista del mun- do (ver ORTEGA CANTERO, 1986), sustentacia en la descomponibilidad de cualquier objeto de estudio cen sus elementos integrantes. Es deci, justamente lo contrario de lo que defendiaa Humboldt y Ritter. La contradicciéa fundamental de estos dos cien- tificos entre 1s concepcién del mundo derivada del objeto que definian y la que se encontraba implicita em el método y los objetivos que pretendfan copiar de la Fisica, explica el largo letargo en el que quedaron sumidas sus obras a lo largo de casi todo el siglo XIX, pero ademés nos sirve para avalar la enorme impor- tancia que tiene la explicitacién de la concepeién del espacio, previa ala definicion de unidades de andlisis y para el futuro desarrollo de métodos de andlisis y objetivos cientificos que sean arménicos entre si y con el objetivo tiltimo que se busca. Es decir, el estu- dio de las unidades de andlisis definidas y delimitadas con anterioridad. idad a las obras de Humboldt y Ritter la Geografia sufriré el impacto directo de las dos corrientes més importantes de pensamiento siste- ‘matizadas durante la segunda mitad del siglo XIX: el positivismo y el historicismo (ver CAPEL SAEZ, 1981, o GOMEZ MENDOZA, J. y OTROS, 1982). EI positivismo corresponder4, en realidad, a la sistematizacién, en un marco tinico, del objeto, el método, los abjetivos y la concepcién del mundo que se habfa ido construyendo al amparo del desarrollo det paradigma mecanicista (ver COMPTE, 1984), por lo que su aplicacién en el campo concreto de la Geografia se tradujo en la defensa a ultranza de un determinismo causal que, si bien no introducfa con- tradiceiones entre objeto y objetivos, imposibilitaba el desarrollo geogratico al reducir la complejidad on- toldgica derivada de las relaciones hombre-medio, al simple anélisis de los elementos aislados que se re- ‘g/an por el principio de causalidad. Se rompfa asf con las «totalidades» preconizadas por Humboldt y Ritter cuya complejidad estaba, sin duda, més cerca de la realidad derivada de las relaciones existentes en el ‘campo de los hechos humanos y sociales. EI Historicismo, por su parte, romper con la tradicién ciemtfista para retomar el concepto holista, sin embargo lo va a hacer renunciando explicitamen- te a la biisqueda de leyes, ya que éstas no pueden existir en una disciplina, como la Geografia, dedicada al estudio de objetos tinicos e irrepetibles (DILT- HEY, W., 1986). Se resolvia asf la contradiccion existente entre 10s objetivos y el método de la Geo- graffa, por un lado, y la concepcidn del mundo, por otro, mediante la adecuacién de los primeros a esta ‘ultima. Sin embargo, también es cierto que esta ade- cuacién se lograba extrayendo a la Geografia del 4m- bito de las «ciencias normales», y convirtiéndola en una disciplina dedicada a la simple descripcién de he- ‘chos tinicos. La sistematizacién geografica del historicismo realizada por Vidal de la Blache (1955) recoge las ideas fundamentales de esta corriente, y a través del concepto de regién asume todas sus ventajas e incon- venientes. De esta forma, la regién, entendida como unidad de andlisis, quedabs enmarcada dentro de ‘una concepeién dinamica del espacio social, cuyas ba- ses teoricas y filos6ficas habjan sido expuestas por Dilthey (1986), y euyo motor fundamental era la his- toria. Si bien es cierto que la influencia del Historic mo confiere cardctet y originalidad al paradigma re- gional, no es menos cierto que para poder entender las caracteristicas generales de la regidn vidaliana ne- cesitamos recurrit a la influencia de autores como ‘Humboldt o Ritter. En estas condiciones, la influen- cia de Humboldt y Ritter permite comprender el ca- récter de totalidad de la regiGn, y la de Dilthey el ca- rcter tinico e irrepetible de la misma, derivado de la Historia particular vivida por cada una de las re Unicidad y holismo se constituyen asf en los pil res fundamentales sobre los que se asienta la concep cin general del espacio implicita en el paradigma re- gional, la cual se encuentra estructurada en unidades espaciales que se comportan coms totalidades pero que, entre sf, se comportarian como elementos aisla- dos y absolutos sin relaciones mutuas capaces de ge~ nerar otras unidades espaciales de mayor escala. La regiGn se terminarfa justamente allf donde se consa- igrara la existencia de un «género de vida» (VIDAL DE LA BLACHE, 1955) determinado por las rela- ciones inicas ¢ irrepetibles que se establecen entre los elementos que lo componen. Es evidente que, en estas circunstancias, resultaria ocioso intentar aplicar el método analitico, y también que el tinico método capaz de descubrir las particularidades de cada una de las regiones era el historicista que, de esta forma, se constituye en sustentador de esta corriente y en elemento superador de las contradicciones ritter nas, precursoras de esta nueva forma de entender el objeto y el quehacer geograticos. La escuela regional, con todos sus planteamien- tos, ejercerd una profunda influencia en la Geograffa de la primera mitad del siglo XX, sobre todo a través el equilibrio que parecfa haber encontrado entre su ‘concepcién holista del mundo ye} método historicis- ta. Sin embargo, su influencia entrard en declive, a mediados de este siglo, cuando las corrientes cient fistas y generalistas vuelvan a irrumpir en el campo de la Geografia a instancias del nuevo auge de las ideas positivistas en el mbito general de la ciencia. En ‘efecto, en la década de los cincuenta, una vez supera- da la crisis cientifica derivada de la defensa a ultranza del determinismo causal, vuelven a adquirir fuerza los defensores de la ciencia tinica cuyo objetivo uilti- ‘mo seria la buisqueda de leyes generales. Sin embar- 0, algo habja cambiado respecto a los planteamien- tos decimonénicos comptianos (1844) y nada menos {que la concepeién del mundo. Para el positivismo el mundo era la simple suma de elementos que establecfan relaciones entre si fécil- mente reconocibles (COMPTE, 1984), a pesar del caos consustancial a la falta de organizacion que se presuponia (BERTALANFFY, 1981). Sin embargo, esta concepcién ya no era defendible en la segunda 29

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