You are on page 1of 12

1

RESUMEN DE FILOSOFÍA
Texto: “Introducción a la Filosofía”. Juan Carlos Ballesteros.
¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA?
Según el autor, la Filosofía parece ser algo en lo que no existe acuerdo sobre nada, ni principios ni sobre las conclusiones
a las que llega. Existen muchas “definiciones” de la filosofía y cada autor adopta una que otro no la incluye. Esto sucede porque el
término no es unívoco sino análogo, es decir, se puede atribuir a distintas cosas conservando de alguna manera el mismo sentido.
La filosofía es un saber universal, que abarca la totalidad de lo real, con orden y rigor lógico y sistemático. Señala los
principios del hacer y del obrar.
En la búsqueda que implica la filosofía, el filósofo no concentra su interés en la apariencia de las cosas, sino que busca ir
más allá de la manifestación externa para indagar su esencia; busca el por qué y el para qué de todo cuanto sea posible pensar.
Cuando filosofa, el hombre considera la realidad como un todo y con lo real, y sus interrogantes no pueden ser planteados sin que
al mismo tiempo considere su relación con Dios, el hombre y el mundo. Esto implica una apertura al objeto bajo todos los aspectos
posibles. Explica Aristóteles que el hombre nunca alcanza la verdad de todo ni tampoco está absolutamente alejado de ella. La
causa de esta dificultad no reside tanto en las cosas sino más bien en nosotros mismos.
El filósofo dirige su mirada hacia las cosas cotidianas y comunes de una manera especial, no especula sobre una realidad
de la que están excluidos los no filósofos. La comprensión de los hechos que le presenta la experiencia es distinta, aunque estos
datos pueden ser captados por todos.
La palabra “filosofía” etimológicamente viene de dos voces griegas: philía (amor, amistad, inclinación) y sophía. Según
esto, philosophía quiere decir “amor a la sabiduría”. Este término surge en el siglo V a. C. con Heródoto.
Pitágoras no aceptó ser llamado sophos (sabio) porque reconocía que no conocía la naturaleza de las cosas, por lo que se
consideraba más bien un philósophos, un filósofo, alguien que busca, desea y quiere saber. Según esto, llamarse filósofo es una
prueba de humildad porque no busca saber el que ya sabe.
Para que fuera posible la “visión desocultante” de la realidad fue necesario que los filósofos adoptaran una actitud especial
ante las cosas. Y ésta fue el asombro que constituye el origen del filosofar. No hay filósofo sin asombro o admiración ante la realidad
que nos rodea, ya que el filósofo no se admira de cosas extraordinarias, sino de las realidades cotidianas de la vida.
Aparece así la filosofía como una búsqueda de la verdad sobre todas las cosas en la medida de lo humanamente posible,
es decir, hasta dónde puede llegar el hombre a la luz de su razón natural, la cual no es una búsqueda inofensiva, ya que no se trata
de satisfacer una simple curiosidad. Este es el mayor legado de los filósofos griegos: preguntarse si este mundo es absurdo o está
lleno de logos implica asumir la vida de una manera diferente a la del común de los hombres.
La filosofía es una forma de vida tal como la entendió Sócrates, para quien la filosofía se relaciona con la verdad que
permite el cuidado del alma y el conocimiento de sí mismo.
En la filosofía que asume un modo interrogativo se cuestionan conceptos o creencias, pero estos conceptos o creencias
no son privativos de un reservado núcleo de especialistas, sino que son los que comparten generalmente los participantes de la
vida diaria que tienen una educación superior y que los utilizan para dar alguna respuesta a los problemas vitales que la ciencia no
puede resolver.
Estos cuestionamientos son posibles toda vez que tomamos distancia de las suposiciones en las que hemos confiado hasta
ahora, sometiéndolas a un escrutinio crítico sistemático mediante las más fuertes objeciones disponibles. Y esto no lo hacemos
solamente con los pensamientos rivales, sino fundamentalmente con los propios, volviéndolos vulnerables y susceptibles de
cambios o mejoramientos. Todo filósofo es inconformista y los errores de los grandes filósofos enseñan mucho más que las
afirmaciones de los mediocres que repiten un pensamiento.
La filosofía se apartó de su larga y fecunda tradición cuando dio más primacía al conocimiento del pensar que al
conocimiento de la realidad, haciendo del filósofo un ser que razona con autonomía y neutralidad sobre un campo de conocimiento
cada vez más limitado. La filosofía no es solamente conocimiento, sino también una forma de vida.
La filosofía y la vida son un desafío cotidiano a ser cada vez mejores personas y a comprender mejor la verdad que
descubre nuestra inteligencia. La “visión del todo”, que constituye una nota esencial de la filosofía, no impide filosofar sobre un
ámbito determinado y particular de la realidad. Es así que aparece ya desde Platón diversas partes de la filosofía, especificada cada
una de ellas por sus respectivos objetos de estudio. Pero además de esta forma de ordenar los saberes filosóficos existe la
tradicional distinción entre filosofía teórica (se relaciona con la regularidad o inmutabilidad de los objetos, con aquello que siempre
y necesariamente es y sucede) y filosofía práctica (refiere a las acciones humanas, acciones que siempre pueden ser de manera
diferente).
La filosofía es un hacer personal, donde cada filósofo busca un conocimiento que nunca podrá alcanzar de una vez y para
siempre, ese saber total sobre Dios, el hombre y el mundo.
2

LA FILOSOFÍA Y LAS CIENCIAS


En la antigüedad la filosofía era considerada una ciencia. Pero lo que entonces se entendía por tal (conocimiento por las
causas) hoy tiene un significado diferente. Hoy entendemos que la filosofía y las ciencias son cosas distintas.
Aristóteles afirma que “la ciencia es una disposición demostrativa, cuando uno tiene de alguna manera seguridad sobre
algo y le son conocidos sus principios, sabe científicamente; porque si no los conoce mejor que la conclusión, tendrá ciencia sólo
por accidente”. Para los analíticos la ciencia es “el conocimiento por demostración. Así entonces, si el conocimiento científico
consiste en lo que hemos planteado, es necesario también que la ciencia demostrativa parte de premisas verdaderas, primeras,
inmediatas, más conocidas que la conclusión, anteriores a ella y de la cual son causas”. Entonces la ciencia en sentido estricto,
teórico es un saber universal, demostrativo, sobre el ser de las cosas explicado por sus causas. En el caso de la filosofía práctica
es un saber universal, demostrativo sobre el deber ser de las acciones humanas, explicado por sus fines que son las causas.
Pasa Aristóteles la ciencia (episteme) se refiere principalmente a lo que es universal, conocido demostrativamente. Esta
ciencia aristotélica en general coincide con las características de lo que él mismo llamaba filosofía o filosofía primera. Este concepto
de ciencia mantuvo vigencia hasta fines de la Edad Media.
Un nuevo sentido del término “ciencia” aparece en el “Tratado de la pintura” de Leonardo Da Vinci, quien escribe:

“Ninguna investigación humana puede recibir el nombre de ciencia sin pasar antes por demostraciones
matemáticas (…)”
Es manifiesto que de aquí en adelante ya no se entenderá por “ciencia” conocimiento por las causas o principios. Ahora
“ciencia” es algo diferente a lo que entendían por tal antiguos y medievales. Galileo Galilei también insiste en la matematización de
la ciencia natural. De modo que la época moderna trajo consigo el planteo de la diferenciación entre ciencia y filosofía. Poincaré
introdujo la idea de que las proposiciones científicas no son reproducciones fieles de la realidad sino solamente concesiones donde
la misma forma mental del científico es determinante para la estructura de la ciencia.
La noción de verdad (tal como se la entendía en la filosofía clásica) queda con esto seriamente comprometida y relativizada
en la referencia que el conocimiento tenga con un determinado sistema axiomático, donde incluso los axiomas mismos ya no son
considerados como principios evidentes que constituyen el fundamento de toda ciencia, “lo digno de ser creído”, sino simplemente
como postulados formales de los que no cabe decir que son “verdaderos”. Solamente exigen coherencia interna e independencia
del resto de los axiomas del sistema. La “física de los cuantos”, la “teoría de la relatividad” y el “principio de la indeterminación” que
conmovieron a la ciencia de la época, ahora quedarán comprometidas en una tendencia cada vez más manifiesta en desinteresarse
del criterio de verdad para reemplazarlo por uno de fecundidad, donde las teorías son útiles mientras que la realidad no las niegue.
Y con esto el determinismo fue sustituido por el probabilismo. Por eso se reemplazó la “verificación” de las teorías científicas por su
confirmación. Esto significa que la ciencia se conforma con utilizar aquellas teorías que al contrastarlas con la realidad no son
refutadas, lo que no significa que una teoría posterior no pueda mejorarla o superarla. Entendida de esta manera la ciencia, es
evidente que, a diferencia de su uso antiguo del término, ya no significa lo mismo que la filosofía. Estamos frente a una distinción
esencial.
Hoy hay bastante consenso, tanto de científicos como de filósofos en que existe una diferencia entre filosofía y ciencia,
pero cuál es la naturaleza de esa diferencia es una cuestión que plantea varias dificultades. El modo de conocer no constituye una
diferencia esencial; si bien la filosofía abstrae las formas o el ser de los objetos que le presenta la experiencia, llegando a un grado
de universalización al que no llegan las ciencias particulares, más ligadas a lo concreto, tanto en la filosofía como en la ciencia
particular interviene la experiencia sensible. La filosofía utiliza el método deductivo, pero también lo hace la ciencia. Más propio de
las ciencias particulares es la inducción, por la cual pasa de lo individual a hipótesis y leyes, pero la filosofía admite la inducción
para la captación de los primeros principios en la experiencia.
La filosofía utiliza el término “causa” para designar el principio del ser, del cual depende de alguna manera la existencia de
un ente. La ciencia actual usa el término “causa” con sentido muy distinto. En ella se ha restringido el concepto de causa a una
causación natural, como antecedente de un fenómeno. Por otra parte, algunos científicos afirman que la ciencia no puede limitarse
al conocimiento de las causas, pues en un sistema de referencia determinado el movimiento mecánico no tiene porqué ser causado,
es decir provocado por factores externos al sistema mismo.
En cuanto al objeto de estudio de ambos saberes, hay que comenzar por señalar que el científico y el filósofo tratan ambos
sobre la realidad, por lo que el filósofo no puede prescindir de algunos de los conocimientos alcanzados por la ciencia. Pero no es
apropiado decir que el científico estudia “fenómenos” y el filósofo el ser de las cosas. El conocer implica siempre alguna referencia
al ser. El científico no vuelve sobre cuestiones que considera resueltas- El filósofo, en cambio, vuelve una y otra vez sobre los
mismos problemas, pues cada respuesta no hace más que ahondar el misterio que envuelve el origen de donde todo procede. Con
todo, la distinción más evidente entre filosofía y lo que hoy se considera ciencia es que la primera tiene una visión totalizadora,
cualquiera sea la realidad que considere. La filosofía tiene por objeto la totalidad de lo real. Lo que hoy se entiende por ciencia, en
3

cambio, restringe su análisis a una parcela de la realidad y la analiza con sus propios métodos, en los que la experiencia, lo
cuantitativo, y las formulaciones matemáticas tienen una considerable importancia.
La discusión sobre la supremacía de alguno de estos saberes sobre el otro no tiene ningún sustento, ya que trata de
interrogantes distintos, no comparables. Sin embargo la filosofía y al ciencia deben ayudarse mutuamente, pues sus mutuos
interrogantes son estímulos para avanzar en el conocimiento. Una interacción fecunda entre las ciencias y la filosofía es posible
cuando los aportes científicos ofrecen nuevos materiales para la reflexión filosófica, y cuando ésta ayuda a su vez a elevar los
contenidos científicos a un nivel comprensivo más alto. Esta interacción es necesaria entre todos los capos de la filosofía y los
correspondientes de las ciencias, pero es más evidente en algunos de ellos.

LA FILOSOFÍA Y LA TEOLOGÍA SOBRENATURAL


La filosofía tiene por objeto la totalidad de la realidad. Y esto incluye a Dios, sobre quien la razón algunas cosas puede
afirmar o negar. Hay otro saber que centra su interés en Dios, aunque no lo hace a partir de lo que a razón humana puede llegar a
concebir sobre Él sino desde los datos de la Revelación, es decir, de lo que Dios mismos ha dicho de sí mismo, palabra que recibe
nuestra aceptación por medio de la fe. De modo que hay un relato posible sobre Dios que es filosófico y otro que no lo es.
Parménides, filósofo griego que nació a fines del S VI a. C. escribió en su poema: “Es necesario que sea lo que cabe que se diga y
se conciba. Pues hay ser, pero nada, no la hay”.
Lo que expresa este pensador es que algo que llama ser es el origen de todas las cosas, y que este ser es “ingénito e
imperecedero, eterno, único, inmutable y completo”. Y que “no fue una vez”, ni “será”, pues ahora es todo a la vez, uno y continúo.
Muy diferente es el contexto en el que el pueblo de Israel recibe la noticia de que Dios es el que es a través de Moisés en el Monte
Sinaí. Las dos afirmaciones, la de Parménides y la del Éxodo, son similares. Sin embargo, una es filosófica porque tiene su origen
en la razón humana (Parménides) y la del Éxodo no lo es porque tiene su fuente en la Revelación divina, la palabra de Dios.
La filosofía que se dedica al estudio de Dios se llama teología. Pero se trata de una teología natural, que se desarrolla a la
luz de la razón y que forma parte de la metafísica, que estudia a todos los seres (el ser en cuanto ser), incluso a Dios. A esta parte
de la filosofía que estudia a Dios le interesan fundamentalmente dos grandes problemas: la existencia de Dios y qué es Dios. La
Doctrina Sagrada o Teología Sobrenatural, en cambio, se apoya en la fe y parte de los datos revelados.

LOS FILÓSOFOS PRESOCRÁTICOS


Escuela de Mileto: Tales, Anaximandro y Anaxímenes.
Tanto la escuela jónica con Tales, como la escuela de Pitágoras en Italia meridional constituyen los antecedentes más
antiguos en relación con el nacimiento de la filosofía en Occidente.
Con Tales (624/526 siglo VI a. C.) surge el problema fundamental de explicar la totalidad del proceso de la Naturaleza
(Physis) a partir de una única sustancia material. Ese principio (arjé) de los entes no es algo separado del mundo natural, sino que
se identifica con él, y por ello, algunos especialistas en estos temas consideran que la Naturaleza es pata estos primeros pensadores
un principio y fin en sí mismo, inmanente a los entes.
Explica Aristóteles en Metafísica: “Tales, fundador de semejante género de filosofía, dice que es el agua (principio de los
seres) – y para ello demostraba que también la tierra estaba sobre el agua- -quizás derivando esta concepción de observar que lo
húmedo es la nutrición de todas las cosas, y hasta el calor se engendra de él y vive (…)”.
El concepto de “naturaleza” constituye para la filosofía griega, en particular algo muy importante. Significa,
etimológicamente, “lo que sale o brota de sí mismo” como designación del proceso de crecimiento biológico, con preferencia vegetal.
Los griegos han experimentado la physis como el principio originario por el que hay entes físicos, corpóreos, pero que al
mismo tiempo permanece oculto por detrás de la aparición de las cosas. Entonces la physis sería una especie de fuerza o energía
que hace existir a los seres, siendo así un substrato permanente que actúa por debajo de los entes.

Pitágoras (350/270 a. C.) y su escuela: Surge con él, una nueva modalidad del pensamiento por la aceptación de un
determinado tipo de ideas establecidas, que se veía además acompañado por un cierto estilo de vida propio que
caracterizaba a los miembros de esta escuela. Pitágoras fue el fundador de una comunidad filosófica, religiosa y política
en Crotona hacia el 530; en esta escuela se enseñaban saberes tales como la matemática, música, astronomía, etc.,
además de la filosofía para transitar por medio de esos conocimientos, junto a la práctica de otros un camino de alejamiento
y separación de lo sensible.
El aporte filosófico de los pitagóricos consiste en considerar que el número es el principio de todas las cosas. Con esto se
pretende señalar un principio de orden que se refleja en el mundo, en la regularidad observable del movimiento de los
cuerpos celestes, por ejemplo. Sostenía que todo fenómeno natural puede ser predecible matemáticamente.
4

Heráclito de Éfeso (540-460 a. C): se introduce con él la idea fundamental de un único mundo que sigue por toda la
eternidad el ritmo constante del nacer y del perecer, en un permanente devenir que tiene su base en lo que ocurre en el
plano sensible (día y noche, verano e invierno). Surge así el problema de explicar el movimiento en los seres, para Heráclito
es el devenir constante lo que constituye el elemento originario del cosmos, poniendo en el “fuego que enciende y se apaga
según firmes medidas”. Según esto, la preocupación fundamental por el cambio del cosmos no se da aisladamente de
otros temas, como el de una justicia cósmica universal, por la que cada cosa ocupa un lugar dentro de un orden en el que
la tensión entre contrario (vivo/muerto; despierto/dormido) pone en marcha el movimiento, sin que por ello no se dé
simultáneamente una cierta permanencia armónica de los opuestos que permite explicar el sentido de cada uno de ellos.
Parménides (560/470 a. C.): La intuición parmenídea se sintetiza en la fórmula que recibe de la Diosa como una revelación
divina: “el Ser es, el no-Ser no es; es imposible otro pensamiento”. Este principio fue objeto de interpretaciones
contradictorias en gran extremo. Sin embargo, lo que hay que rescatar es el pensamiento originario y perenne hasta la
actualidad, en el que solamente cabe pensar que el Ser, sin mezcla de Nada, es lo unívocamente predicado en relación
con los entes, es decir, lo único inalterable e inmóvil, lo único eterno y subsistente. . Frente a él está el mundo de las
apariencias sensibles, en el cual Ser y no-Ser están mezclados y en perpetuo movimiento. De esta manera, la verdadera
realidad no es la que se orece a la percepción sensible como un conjunto de cosas que nacen, se mueven y perecen, sino
que la verdadera realidad es la del Ser, que está en una dimensión metafísica, trascendiendo al mundo físico. Es a partir
de Parménides que se realiza el hallazgo tan importante de aquello que va a constituir el objeto mismo del pensar
metafísico, esto es, “el ser en tanto ser” (Aristóteles, Metaf., lib. IV, cap. 1).
¿Qué significa preguntarse por el Ser? Significa preguntar por aquello que hace evidente a cada uno de los entes o cosas
reales, sin que, por ello, el Ser se identifique en particular con algunos de ellos. Y es por eso que no se lo puede definir,
puesto que la definición sólo puede recaer sobre lo limitado, mientras que el Ser hace referencia a un principio metafísico
por el cual se explica que haya cosas, es decir, diferentes clases de seres.

LA SOFÍSTICA
En el Siglo V a. C. se inicia en Grecia un nuevo período al que podría denominarse “Humanista”, puesto que se abandona
la especulación cosmológica de los primeros pensadores griegos y el pensar comienza a girar en torno al HOMBRE.
En la iniciación de esta época hay que destacar el fenómeno que se conoce en la historia como Sofística, el cual pudo
haberse engendrado fundamentalmente a partir del escepticismo que generó la imposibilidad de hallar una respuesta definitiva por
parte de los presocráticos respecto del principio último de las cosas. Esto hizo necesario volver los ojos hacia el sujeto como tema
de meditación. Y en este sentido, el cambio de enfoque que hizo posible el progreso tuvo lugar por primera vez con los sofistas.
Otro factor determinante que contribuyó a dirigir la mirada hacia el hombre fue la creciente reflexión sobre el fenómeno de
la civilización y la cultura a partir del contacto de los griegos con otros pueblos.
De este modo, la sofística se diferenció de la filosofía griega anterior al S. V a. C. por el objeto del que se ocupaba: el
hombre, su civilización y su costumbre, dando más atención al microcosmos, que al macrocosmos.
Se distinguió de la filosofía presocrática por el método (empírico-deductivo de los sofistas) que se basaba en la observación
empírica: reunir hechos, totalmente diferente al método presocrático que era más bien deductivo en el sentido de que hacían derivar
todo de la arché o principio establecido. Otra de las grandes diferencias consistía en que la finalidad de la filosofía presocrática era
establecer una verdad objetiva, mientras que los sofistas tenían fines prácticos como el de enseñar el arte de vivir y gobernar.
Lo que más atrajo la atención de los sofistas fueron sus habilidades retóricas y sus tendencias escépticas y relativistas,
sobre todo porque no querían poner nada nuevo ni sólido en lugar de las viejas convicciones que echaban abajo.
Según Guthrie, los sofistas eran maestros profesionales que por dinero impartían clases a los jóvenes, tenían un tema en
común: la RETÓRICA, arte de suma importancia ya que a mediados del S V a. C. ser orador significaba la clave para el poder, para
lograr una carrera política de éxito.
El método de examen que los sofistas utilizaron fue el denominado Antilógica. Su forma de argumentar y debatir consistía
en oponer un logos a otro. Protágoras fue el primero en proclamar que sobre cualquier asunto hay dos razonamientos capaces de
formulación verbal mutuamente opuestos, anticipándose así a la corriente que surgirá siglos más tarde con Pirrón de Elis. Por tanto
el método antilógico como método de argumentación, implica la defensa sucesiva de dos o más punto de vista contrario, es decir,
busca oponer dos argumentos opuestos para producir con ello una contradicción.

SÓCRATES
5

Nació en el año 469 o 470 a. C. en Atenas, hijo de un escultor y una partera. Perteneció a una clase media entre los
hombres libres atenienses, con un modesto patrimonio. Los principales datos sobre Sócrates se los debemos a Aristófanes, Platón,
Jenofonte y Aristóteles.
Cierta vez, un amigo de Sócrates, Querefón, hizo un viaje a Delfos donde oyó al oráculo que afirmaba que nadie era más
sabio que Sócrates. Éste reflexionó sobre esto largo tiempo, hasta que descubrió su sentido: los hombres creen saber algo, pero él
estaba convencido de no tener ninguna sabiduría. La afirmación de que “nada sé” es reiterada en Sócrates.
Sócrates toma la actitud de no saber sobre lo que se discute, aunque algo sepa. Es una suerte de ignorancia fingida, su
famosa ironía que se justifica en su concepción de que el saber no es algo de una especie tal que “de lo que está más lleno pueda
fluir a lo que está más vacío”, pues cada uno debe descubrir la verdad por sí mismo. Sócrates como no sabe siempre se ofrece a
participar de esta búsqueda.
Sócrates nunca se atribuyó la paternidad de ninguna doctrina sino más bien el ayudar a otros que la descubran, lo que ha
sido denominado mayéutica. En varios diálogos Platón atribuye a su maestro este “método”, pero sin duda el texto más claro es el
de Teeteto donde Sócrates comienza recordándole a su interlocutor, de quien toma su nombre la obra, que es hijo de una
renombrada partera, y que él, es como ella, con la diferencia de que no atiende a los cuerpos sino a las almas en el momento de
su alumbramiento. Además sostiene, tiene en común con las parteras ser estéril en sabiduría. Sin duda la mayéutica está en
subordinación a lo que Sócrates entiende por filosofía.
La filosofía se relaciona con la verdad que permite el cuidado del alma y el conocimiento de sí mismo, pero debemos ser
capaces de “estar en condiciones de dar cuenta”, de dar una justificación racional a lo que se afirma. Este es el “cuidado del alma”
Sócrates lo tomó como una misión suprema y como un “servicio a Dios”. Jenofonte asegura que Sócrates afirmó que “he trabajado
constantemente para hacer mejores a los que me han tratado”. Esta “sabiduría” constituye un cierto modo de vida superior, un cierto
estilo ético que diferencia al filósofo y lo eleva por encima de las banalidades del hombre común.
Esta misión de la filosofía como camino de purificación del alma no es otro que el de conocerse a sí mismo, no en un mero
sentido intelectual sino como una suerte de imperativo moral que transforma a la filosofía en una forma de vida que excluye la
hipocresía.
Tenía Sócrates setenta años cuando fue acusado, juzgado y sentenciado a muerte por sus conciudadanos atenienses.
Que lo acusaron de quebrantar las leyes negando la existencia de los dioses que la ciudad tiene recibidos, e introduciendo otros
nuevos; y obra contra las mismas leyes corrompiendo la juventud. La pena debida es la muerte, aunque las verdaderas causas de
la acusación quedarán en el misterio.
Normalmente la sentencia era ejecutada inmediatamente pero Sócrates tuvo que esperar un tiempo mayor debido a que
hasta que no volverá un barco que anualmente los atenienses mandaban a Delos por razones religiosas no se podían cumplir las
sentencias de muerte.
La filosofía, para Sócrates, es una tarea personal, pero al mismo tiempo es una búsqueda común que supone la honestidad
intelectual y la humildad. Es la búsqueda de la verdad que perfecciona al hombre, y esta verdad tiene que ser alcanzada por la
fuerza del diálogo. El filósofo busca la verdad porque no la tiene, al menos de una forma que lo satisfaga plenamente. Tal vez la
mejor manifestación en Sócrates en que se aúnan la filosofía como búsqueda de la verdad y como forma de vida son las últimas
palabras de la Apología: “Y no digo más, porque es hora de partir; yo he de marchar a morir, y vosotros a vivir. ¿Sois vosotros, o
soy yo quien va a una situación mejor? Eso es oscuro para cualquiera, salvo para la divinidad”.

PLATÓN
Nació en 428 o 427 a. C. en Atenas, ciudad en la que desplegó su mayor actividad intelectual como director de la Academia
y en la que también murió en el 347 a. C.
Desde muy joven se orientó hacia la vida política, vocación que se vio favorecida por sus altas dores y por su ascendencia
real, pues su padre era descendiente del rey Codro y su madre miembro de la familia de Solón. Según testimonio de Aristóteles, en
su formación intelectual influyeron sucesivamente Crátilo y Sócrates, a quien se unió a la edad de veinte años, buscando una
adecuada preparación para la vida política a través de la filosofía.
Sus primeros contactos con la política resultaron decepcionantes. En 399 a. C. las leyes atenienses a expensas de los
demócratas que habían reconquistado el poder, condenaron a muerte a Sócrates, el hombre más noble e íntegro que había
conocido. Después de este incidente, se trasladó a Megara donde permaneció por poco tiempo bajo la hospitalidad de Euclides.
Su producción escrita comprende treinta y seis obras, la hermenéutica de estos escritos plantea una serie de problemas y
aporías que en conjunto integran lo que se conoce como la “cuestión platónica”.
Platón ha sido considerado tradicionalmente como un pensador asistemático, opinión que resulta anacrónica porque intenta
proyectar sobre un escritor de la antigüedad ciertas exigencias literarias propias de la Modernidad.
Lo cierto es que, así como Platón se negó a escribir sobre los primeros principios, también se rehusó a ser “sistemático”
en aquellos temas que sí consideró necesario comunicar por escrito. Pero aun en este caso, intentó reproducir el modelo de la
6

oralidad socrática, caracterizada por el diálogo que va llevando al interlocutor a encontrar por sí mismo las respuestas a sus
preguntas.
La gran novedad de la filosofía platónica respecto de las anteriores sobre la physis, consiste en la búsqueda de un principio
suprasensible, una dimensión suprafísica del ser, de la cual depende todo lo que es físico y sensible. Los anteriores filósofos de la
naturaleza habían intentado explicar los fenómenos recurriendo a causas físicas y mecánicas (agua, tierra, aire, fuego). Platón se
preguntó si estas causas mecánicas no serían más que con-causas que responden a otras más elevadas, a las que habría que
buscar en un plano suprasensible de la realidad.
El sol durante un eclipse indica la realidad sensible, la que resulta inferior comparada con otra realidad a que se refieren
de manera incompleta. Los ojos representan los sentidos, mientras que la imagen reflejada en el agua, por la cual se capta el sol
durante el eclipse, significa los razonamientos que resultan mucho más certeros que las sensaciones. Este pensamiento, condujo
a Platón a reconocer la existencia de dos planos uno fenoménico y visible y otro metafenoménico capaz de ser captado sólo con la
mente, es decir, puramente inteligible. Se puede esclarecer más su sentido recurriendo a un ejemplo de Platón: cuando se quiere
explicar por qué es bella una cosa, los filósofos de la naturaleza recurren a elementos físicos (color, figura, etc.) Platón, en cambio,
afirma que estas no son verdaderas causas, sino medios. De ahí resulta preciso reconocer la realidad de una causa superior, que
por ser verdadera causa será de carácter no sensible, es decir, inteligible. Esta no será otra que la Idea de belleza, que establecerá
una relación determinante con las cosas empíricas para que éstas resulten bellas, y se realice a través del color, la figura, etc. que
requiere para ser bella. Las cosas del plano sensible son mutables, y se las puede percibir con los sentidos. En cambio aquellas
realidades que permanecen siempre idénticas no pueden ser captadas por otro medio que los razonamientos.
El verdadero ser se encuentra en el plano inteligible de lo real. Por lo tanto la naturaleza y el cosmos dejan de ser la
totalidad de las cosas que son, para pasar a ser consideradas como la totalidad de las cosas que aparecen.
Platón indica que las ideas constituyen el modelo de lo que cada cosa debe ser- Es preciso distinguir entre “idea” y
“concepto”, ya que las Ideas platónicas no sin simples representaciones. Las cosas sensibles son mutables, mientras que las Ideas
permanecen. Las cosas bellas pueden volverse feas pero la causa última por la cual las cosas bellas son bellas, es la idea de
“Belleza” no puede cambiar, pues dejaría de ser causa suprema.
Las características fundamentales de las Ideas son:
✓ Inteligibilidad: la Idea es objeto sólo del intelecto y no puede ser captada por ninguna otra facultad.
✓ Incorporeidad: la Idea pertenece a una dimensión totalmente distinta del orden sensible.
✓ El ser en sentido pleno: las Ideas son el ser que verdaderamente es, el óntos ón, lo “verdaderamente real”. Las cosas son
realidades disminuidas.
✓ Inmutabilidad: las Ideas se sustraen a cualquier forma de cambio; no nacen ni perecen; son aquello que nunca nace y
siempre es. Las cosas nacen y nunca son.
✓ Perseidad: las Ideas son “en sí” y “por sí”, es decir, absolutamente objetivas.
✓ Unidad: cada una de las Ideas es una unidad que unifica la multiplicidad de las cosas que participan en ella.
El conjunto de ideas con sus rasgos característicos no debe llevar a la confusión de que éstas ocupan un “lugar” espacial
determinado, pues son poseedoras de rasgos que no las hacen susceptibles de espacialidad. Se trata de una expresión con la cual
Platón quiere enfatizar la trascendencia de las ideas respecto del orden sensible, ya que solo pueden ser captadas con la parte más
elevada del alma, esto es, por la inteligencia.
La división de la realidad en dos órdenes, inteligible y sensible, deja sin resolver dos grandes problemas: la existencia de lo
múltiple y la realidad del “no-ser”. Platón se pregunta ¿cómo una cosa puede participar de ideas diversas si no hay comunicación
de las ideas entre sí? Y responde que lo uno no puede existir sin los muchos así como éstos no pueden existir sin lo uno. La
afirmación de Parménides de que “el no-ser no es”, resulta correcta siempre y cuando se entienda al no-ser como sinónimo de vacío
ontológico o negación absoluta del ser. Pero Platón le otorga otro sentido entendiendo al no-ser como “lo distinto”, “lo otro de”, es
decir, la alteridad. Así una idea es idéntica a sí misma porque no es otra idea. De este modo, la realidad del no-ser resulta
indispensable para salvar la característica principal de las ideas, que es su identidad. Esta sólo es posible por la diversidad, de ahí
que cada idea tiene una pequeña cantidad de ser, pero está rodeada de una infinita cantidad de no ser.

SÓCRATES Y LOS SOCRÁTICOS MENORES


Sócrates y la fundación de la filosofía moral occidental
7

Sócrates nació en Atenas en el 470/469 a. C. y murió en el 399 a. C., condenado a muerte por impiedad (acusado de no
creer en los dioses y corromper a los jóvenes, tras esas acusaciones se encontraban resentimientos y maniobras políticas). Fue
hijo de un escultor y una partera. Enseño en lugares públicos, como una especie de predicador laico, ejerciendo una enorme
fascinación no sólo en los jóvenes, sino también sobre hombres de todas las edades, lo cual le ganó notables aversiones y
enemistades.
En la vida de Sócrates hay que distinguir dos fases; como semana A. E. Taylor los dos momentos de la vida de Sócrates
tienen sus raíces en la etapa histórica en la que le tocó vivir, más que en hechos de su vida individual. La juventud y madurez de
Sócrates transcurrieron en una sociedad separada de aquella que formó a Platón y Jenofonte. Sócrates no escribió nada, ya que
sostenía que su obra debía comunicarse a través de la palabra viva, del diálogo, y la oralidad dialéctica. Sus discípulos establecieron
por escrito una serie de doctrinas que se le atribuyen. Sin embargo, a menudo no coinciden y, a veces, incluso se contradicen.
Los diversos socráticos, fundadores de las llamadas “escuelas socráticas menores”, poco dejaron y este poco no sirve más
que para iluminar un aspecto parcial de Sócrates.
Cabe constatar que a partir del momento en que Sócrates actúa en Atenas la literatura y la filosofía en particular
experimentan una serie de novedades de alcance considerable.

El descubrimiento de la esencia del hombre (el hombre es su “psyche”)


Después de un lapso dedicado a escuchar la enseñanza de los últimos naturalistas, pero sin hallarse satisfecho, Sócrates
centró definitivamente su interés en la problemática del hombre.
Los naturalistas buscaban responder qué es la naturaleza y cuál es la realidad última de las cosas; en cambio Sócrates
trata de responder al siguiente problema: “¿Cuál es la naturaleza y la realidad última del hombre?” “¿Cuál es la esencia del
hombre?”. Llega a una respuesta precisa e inequívoca: el hombre e su alma, puesto que su alma es precisamente aquello que lo
distingue de cualquier otra cosa. Sócrates entiende por alma nuestra razón y la sede de nuestra actividad pensante y ética. En
pocas palabras: el alma es el yo consciente, es decir, la conciencia y la personalidad intelectual y moral.
Si el alma es la esencia del hombre, cuidar de sí mismo significa cuidar no el propio cuerpo, sino la propia alma, y enseñar
a los hombres el cuidado de la propia alma es la tarea suprema del educador, que fue la tarea que Sócrates consideró haberse sido
encomendada por Dios.
A la pregunta de ¿qué es el hombre?, no se podrá responder que es su cuerpo, sino que es aquello que se sirve del cuerpo,
la psyche, el alma (inteligencia) es la que se sirve del cuerpo, de modo que la conclusión es: “Nos ordena conocer el alma aquello
que nos advierte: *Conócete a ti mismo*” Sócrates llevó esta doctrina hasta tal punto de coincidencia y reflexión crítica, que logró
deducir de todas las consecuencias que surgen de ella.

Las paradojas de la ética socrática


La tesis socrática implica dos consecuencias que pronto se consideran paradojas: 1) la virtud (todas y cada una de las
virtudes: sabiduría, justicia, fortaleza, templanza) es ciencia y el vicio (todos); 2) Nadie peca voluntariamente y quien hace mal lo
hace por ignorancia del bien. Estas dos proposiciones resumen lo que sido denominado “intelectualismo socrático”, en la medida
en que reducen el bien y no hacerlo.
Las dos proposiciones contienen elementos importantes:
1) Hay que señalar la poderosa carga sintética de la primera proposición. La opinión común de los griegos antes de Sócrates
consideraba las diversas virtudes como una pluralidad (justicia, santidad, prudencia, sabiduría, son diferentes entre sí).
Sócrates trata de someter la vida humana y sus valores al dominio de la razón, puesto que para él la naturaleza misma del
hombre es su alma y las virtudes son aquello que perfecciona y actualiza planamente la naturaleza del hombre se vuelve
evidente que las virtudes resultan ser una forma de ciencia y del conocimiento, dado que la ciencia y el conocimiento son
lo que perfecciona el alma y la razón.
2) Las motivaciones que se hallan en la base de la segunda paradoja son más complejas. Sin embargo, Sócrates ha visto
con mucha claridad que el hombre por su propia naturaleza busca siempre su propio bien y que, cuando hace el mal, en
realidad no lo hace porque sea un mal, sino porque espera obtener de ello un bien. Decir que el mal es involuntario significa
que el hombre se engaña al esperar que de él surja un bien, y que en realidad comete un error de cálculo y por lo tanto se
equivoca. Con lo cual en última instancia es víctima de la ignorancia.
Sócrates tiene razón cuando afirma que la condición necesaria para hacer el bien consiste en el conocimiento (porque si no
conozco el bien, no lo podré hacer); pero se equivoca cuando considera que, además de condición necesaria, es condición
suficiente- Cae en un exceso de racionalismo. Para hacer el bien, en efecto se requiere también el concurso de la voluntad.
Para Sócrates es imposible decir “veo y apruebo lo mejor, pero cuando actúo hago lo peor” porque quien ve lo que es mejor,
necesariamente lo realiza. Por consiguiente para Sócrates el pecado se reducirá a un error de cálculo, error de la razón, una
ignorancia del verdadero bien.
8

El método dialéctico de Sócrates y su finalidad


El método de Sócrates se halla vinculado con su descubrimiento de la esencia del hombre como psyche, porque aspiran
de un modo completamente consciente a despojar el alma de la ilusión del saber, logrando curarla, con objeto de convertirla en
idónea para recibir la verdad. Los fines del método socrático son de naturaleza ética y educativa, y sólo secundariamente lógica y
gnoseológica. El diálogo con Sócrates llevaba a un examen del alma y a un dar cuenta de la propia vida, es decir, a un examen
moral. Sócrates halla la verdadera razón que le costó la vida: para muchos hacer callar a Sócrates condenándolo a muerte
significaba liberarse de tener que desnudar la propia alma.
La dialéctica socrática coincide con el dialogar mismo, que consta de dos momentos esenciales: la refutación y la
mayéutica. Al llevar a cabo esto, Sócrates se valía del disfraz del “no saber” y de la temible arma de la ironía.

El “no saber” socrático


Los sofistas asumían la soberbia del que todo lo sabe; Sócrates, al contrario, se colocaba ante su interlocutor en situación
del que no sabe y del que tiene que aprenderlo todo. Sin embargo, este “no saber” ha provocado muchas confusiones. En realidad,
quería ser un planteamiento de ruptura a) con respecto al saber de los naturalistas; b) con respecto al saber de los sofistas, que era
simple sabiondez; y c) con respecto al saber de los políticos y de los cultivadores de las diversas artes.

La ironía socrática
La ironía es la característica peculiar de la dialéctica socrática y no sólo desde un punto de vista formal, sino también desde
una perspectiva substancial. Eb general “ironía” significa “simulación”. En este caso indica juego bromista, múltiple y diverso, de las
dicciones estratagemas utilizadas por Sócrates para obligar a su interlocutor a dar razón de sí mismo.
A veces en sus simulaciones irónicas Sócrates fingía adoptar como propios los métodos de su interlocutor, sobre todo si
éste era hombre culto y filósofo. A continuación se dedicaba al juego de exagerarlos hasta sus límites, para después invertirlos con
la lógica peculiar de dichos métodos, de forma que se hiciese patente la contradicción.

La refutación y la mayéutica socráticas


La refutación constituía en cierto sentido la parte negativa del método, es decir, la fase durante la cual Sócrates llevaba al
interlocutor a reconocer su propia ignorancia. Obligaba a definir el tema sobre el cual versaba la indagación, después profundizaba
de distintas maneras en la definición ofrecida, explicando y subrayando las carencias y las contradicciones que implicaba, exhortaba
a intentar una nueva definición y mediante el mismo procedimiento la criticaba y refutaba, continuaba actuando de este modo hasta
llegar al momento en que el interlocutor se declaraba ignorante.
En los sabihondos la discusión provocaba irritación, en los mejores, en cambio, la refutación servía para purificar de las
falsas certidumbres, para purificar la ignorancia.

PLATÓN: El conocimiento, la dialéctica, la retórica, el arte y la erótica.


Cómo el hombre puede acceder cognitivamente a lo inteligible, al conocimiento. El Menón enuncia la doctrina desde un
doble punto de vista: mítico y dialéctico. El primer punto de vista, (mítico-religioso), se relaciona con las doctrinas pitagóricas, según
las cuales el alma es inmortal y renace en diversas ocasiones- por lo tanto el alma ha contemplado y ha conocido toda la realidad,
la del más allá y la de este mundo, debido a ello es fácil comprender cómo puede conocer y aprender el alma. Lo único que debe
hace es extraer de sí misma la verdad que posee desde siempre.
Sin embargo en el mismo Menón las partes se invierten de modo absoluto: lo que era conclusión se convierte en
interpretación filosófica de un dato de hecho, experimentado y comprobado. Lo que antes era suposición mitológica con funciones
de fundamente se transforma en conclusión. Después de la explicación mitológica, Platón realiza un experimento mayéutico.
Interroga a un esclavo, que no sabe geometría y consigue que solucione, limitándose a interrogarlo socráticamente, un complejo
problema geométrico. En consecuencia argumenta Platón, puesto que el esclavo no había aprendido geometría y puesto que
ninguno le había transmitido la solución, dado que él la ha obtenido por su cuenta, no cabe concluir más que la ha extraído del
interior de sí mismo, de su propia alma, se ha acordado de ella.
Una vez expuesto lo anterior, se aprecia que en la génesis de esta doctrina tuvo un peso similar la mayéutica socrática. Es
evidente que para lograr que surja mayéuticamente la verdad desde el alma, dicha verdad debe permanecer en el alma.
Platón expone que gracias a los sentidos constatamos la existencia de cosas iguales, mayores o menores, cuadradas o
circulares. Mediante una atenta reflexión, sin embargo, descubrimos que los datos que nos ofrece la experiencia jamás se ajustan
de un modo exacto a las nociones correspondientes que, no obstante, poseemos de manera indiscutible. Ninguna cosa sensible es
perfecta y absolutamente y sin embargo nosotros poseemos estas nociones de igualdad, de cuadrado, y de círculos absolutamente
perfectos.
Platón insiste en el mismo razonamiento a propósito de las nociones estéticas y éticas (hermoso, justo, bueno, etc.) que
no pueden explicarse más que como una posesión originaria sensorial, pura y de nuestra alma, es decir, como reminiscencia. Esta
9

supone, de modo estructural, una impronta que la idea deja en el alma, una originaria visión metafísica del mundo ideal que
permanezca siempre, aunque velada, en el alma de cada uno de nosotros.
Las ideas son realidades objetivas absolutas que se imponen como objeto de la mente. Puesto que la mente a través de
la reminiscencia capta las idea pero no las produce, ya que las capta con independencia de la experiencia.

Los grados del conocimiento: la opinión y la ciencia:


La anamnesis explica la raíz del conocimiento, porque explica que el conocer se hace posible en la medida en que tenemos
en nuestra alma una intuición originaria de lo verdadero. Se deben determinar posteriormente las fases y los modos específicos del
conocer. En la República, Platón parte desde el principio según el cual el conocimiento es proporcional al ser, de modo que sólo lo
que es máximamente ser resulta perfectamente cognoscible, mientras que el no-ser es absolutamente incognoscible. Existe una
realidad intermedia entre el ser y el no-ser, porque está sujeto al devenir. Platón concluye que existe un conocimiento intermedio
entre ciencia e ignorancia, un conocimiento que no es conocimiento propiamente dicho y que se llama “opinión” (doxa), la cual casi
siempre es falaz, puede ser correcta, pero jamás poseer en su interior la garantía de la propia corrección. Según afirma Platón, en
el Menón, para otorgar un fundamento a la opinión sería preciso vincularla con el conocimiento causal, es decir, consolidarla
mediante el conocimiento de la causa (de la idea). Entonces, sin embargo, dejaría de ser una opinión y se transformaría en ciencia
o episteme.
Especifica más aún Platón que tanto la doxa como la episteme poseen dos grados distintos. La opinión se divide en la
mera imaginación y creencia, mientras que la ciencia se divide en conocimiento medio y en pura intelección. De acuerdo con este
principio, cada grado y forma de conocimiento posee una forma y un grado correspondientes de realidad y de ser. La imaginación
y la creencia se corresponden con dos grados de lo sensible; el conocimiento medio y la pura intelección hacen referencia a dos
grados de lo inteligible o dos modos de captar lo inteligible.

La dialéctica
Los hombres comunes se detienen en los dos grados primeros de la primera forma de conocer, en el opinar. Los
matemáticos se elevan hasta el conocimiento medio y sólo el filósofo accede a la pura intelección. El intelecto, dejando de lado las
sensaciones captan las ideas puras y sus nexos positivos y negativos, es decir, todos sus vínculos de implicación, elevándose de
idea en idea hasta llegar a captar la Idea suprema, lo Incondicionado. Este procedimiento mediante el cual el intelecto avanza de
idea en idea, constituye la dialéctica y por ello el filósofo es dialéctico.
Existe una dialéctica ascendente, que es aquella que libera de los sentidos y lo sensible, lleva hasta las ideas y más tarde
de idea en idea, hasta la suprema. Y habrá también una dialéctica descendente que recorre el camino opuesto: parte de la Idea
suprema y avanzando por la división de ideas particulares contenidas en las generales llega a determinar cuál es el lugar que una
idea en particular ocupa dentro de la estructura jerárquica del mundo ideal.
La dialéctica constituye la captación, basada en la intuición intelectual, del mundo ideal, de su estructura y del lugar que
cada idea ocupa en dicha estructura, en relación con las demás.

La concepción dualista del hombre


Platón considera que el cuerpo no es tanto el receptáculo del alma, a quien debe vida y capacidades, sino más bien la
tumba y la cárcel, es decir, un lugar de expiación del alma.
La concepción platónica de las relaciones entre alma y cuerpo es dualista porque además del elemento metafísico-
ontológico se introduce un factor religioso que transforma la distinción entre el alma (suprasensible) y el cuerpo (sensible) en una
oposición.

ARISTÓTELES y el Peripato
Vida de Aristóteles
Aristóteles nación en el 384/383 a. C. en Estagira. Se sabe con certeza que a los dieciocho años viajó a Atenas e ingresó
casi enseguida en la Academia platónica. Fue precisamente allí donde Aristóteles maduró y consolidó su propia vocación filosófica.
No cabe duda de que en los veinte años que pasó en la Academia, Aristóteles captó la esencia de los principios platónicos y los
defendió a través de algunos escritos. Al mismo tiempo los sometió a profunda revisión, tratando de avanzar en nuevas direcciones.

Definición de metafísica
Aristóteles dividió las ciencias en tres grandes sectores: a) ciencias teóricas, las que buscan el saber por sí mismo; b)
ciencias prácticas, las que buscan el saber para lograr por su intermedio la perfección moral; y c) ciencias creadoras, aquellas que
buscan el saber con vistas a un hacer, con el propósito de producir determinados objetos.
10

¿Qué es la metafísica? El término (=más allá de la física) no es aristotélico. Aristóteles utilizaba la expresión “filosofía
primera” en oposición a la filosofía segunda o física, pero término metafísica fue considerado más expresivo. En definitiva, la filosofía
primera constituye precisamente la ciencia que se ocupa de las realidades que están por encima de las realidades físicas.
Aristóteles definió la metafísica con cuatro maneras diferentes: a) la metafísica indaga las causas y los principios primeros;
b) indaga el ser en cuanto ser; c) indaga la substancia; d) indaga a Dios y la substancia suprasensible. Las cuatreo definiciones
aristotélicas no solo se hallan en armonía con la tradición filosófica sino que están también en perfecta armonía entre sí. Una lleva
estructuralmente a la otra y cada una de ellas conduce hacia las otras tres, en perfecta unidad. Quien busca las causas primeras
debe necesariamente encontrar a Dios, porque Dios es la causa y el primer principio por excelencia.

Las cuatro causas


La metafísica es la búsqueda de las causas primeras; por lo tanto debemos establecer cuántas y cuáles son estas causas.
Las cuales deben ser, según Aristóteles, finitas en cuanto a su número y ha establecido que, por lo que respecta al mundo del
devenir, se reducen a: 1) causa formal; 2) causa material; 3) causa eficiente y 4) causa final. Las dos primeras no son más que la
forma y la materia, que constituyen todas las cosas, y son suficientes para explicar la realidad desde un punto de vista estático. En
cambio, si las consideramos dinámicamente, en su devenir, entonces ya no basta con esos dos elementos. Es evidente que si se
considera a un hombre determinado estáticamente, ese hombre se reduce a su materia (carne y huesos) y a su forma (alma). En
cambio si se lo considera desde una perspectiva dinámica y nos preguntamos “cómo ha nacido” o “por qué se desarrolla y crece”,
entonces se hacen precisas otras dos causas, la eficiente o motora (los padres que lo han engendrado) y la causa final (objetivo al
que se encamina el devenir del hombre).
Hay una ciencia que considera el ser en cuanto ser y las propiedades que le corresponden en cuanto ser. No se identifica
con ninguna otra de las ciencias particulares. La metafísica considera el ser entero, mientras que las ciencias particulares
únicamente consideran partes de él. La metafísica quiere llegar hasta las causas primeras del ser en cuanto ser, al “porqué” que da
razón de la realidad en su totalidad.
¿Qué es el ser? Parménides lo entendió como algo unívoco. Y la univocidad implica también la unicidad. Ahora Aristóteles
introduce su gran reforma, que comporta una total superación de la ontología de Parménides: el ser posee múltiples significados y
no uno solo. Todo lo que no sea pura nada pertenece con justo motivo a la esfera del ser, tanto si se trata de una realidad sensible
como de una inteligible. La multiplicidad y diversidad de significados del ser no implica una pura homonimia, porque todos y cada
uno de los significados del ser comportan una referencia común a una unidad.
Por tanto el ser es substancia, o un accidente de la substancia, o una actividad de la substancia: siempre y en todos los
casos, es algo que se relaciona con la substancia. Aristóteles efectúa una enumeración que abarca todos los posibles significados
del ser y distinguió así cuatro grupos fundamentales: 1) el ser en categorías (representan el grupo principal de significados-
Constituyen las divisiones del ser originarias); 2) el ser como acto y potencia (son significados originarios, que no se pueden definir
haciendo referencia a otros elementos, sino exclusivamente en una recíproca relación entre ambos); 3) el ser como accidente (es
el ser causal y fortuito –aquello que ocurre- depende de otro ser y que además no está vinculado con éste de una manera esencial)
y 4) el ser como verdadero -y el no ser como falso- (es el tipo de ser característico de la mente, que piensa las cosas y sabe unirlas
tal como están unidas en la realidad o separarlas tal como están separadas en la realidad).

La problemática relacionada con la substancia


Aristóteles considera que son dos los principales problemas relativos a la substancia: 1) ¿qué substancias existen? 2) ¿qué
es la substancia en general, qué debe entenderse cuando se habla de substancia en general? Los naturalistas afirman que el
principio substancial reside en los elementos materiales; los platónicos lo atribuyen a la forma; en cambio los hombres corrientes
dicen que son substancias el individuo y la cosa concreta, hechos al mismo tiempo de forma y material. Para Aristóteles todos tienen
razón y al mismo tiempo ninguno dado que estas respuestas, por separado, resultan parciales. En conjunto, por el contrario,
configuran la verdad.
La materia es un principio constitutivo de las realidades sensibles, porque sirven de substrato de la forma (madera substrato
del mueble). Si se elimina la materia, se eliminan todas las cosas sensibles. No obstante, la materia por sí misma es potencialidad
indeterminada y únicamente puede actualizarse y transformarse en algo determinado si recibe tal determinación de una forma.
La forma en la medida en que es el principio que determina, realiza la materia, constituye aquello que es cada cosa, su
esencia, y por lo tanto es substancia de pleno derecho. El sentido del ser se halla plenamente determinado. El ser, en su significado
más fuerte, es la substancia.

La substancia, el acto, la potencia


La materia es potencia, potencialidad, en el sentido de que es una capacidad de asumir una forma. El bronce es potencia
de la estatua. La forma, en cambio, se configura como acto. El compuesto de materia y forma, si se considera en cuanto tal, será
11

predominantemente acto; si se considera en su forma, será sin duda acto, si se considera en su materialidad, en cambio, será
mezcla de potencia y acto.
El alma, en tanto que esencia y forma del cuerpo, es acto del cuerpo; en general, todas las formas de las substancias
sensibles son acto y entelequia (acto=perfección). Dios es pura entelequia. El acto posee absoluta prioridad y superioridad sobre la
potencia. Esta no se puede conocer, en cuanto tal, si no se lo relaciona con el acto del cual es potencia.

La substancia suprasensible. Procedimiento de Aristóteles para demostrar la existencia de la substancia suprasensible.


Las substancias son las realidades primeras, en el sentido de que todos los demás modos de ser dependen de la
substancia. Por lo tanto si todas las substancias fuesen corruptibles, no existiría absolutamente nada que fuese incorruptible. El
tiempo y el movimiento son incorruptibles. El tiempo no ha sido engendrado y tampoco se corromperá. Antes de la generación del
tiempo, tendría que haber existido un “antes” y con posterioridad a la destrucción del tiempo, debería haber un “después”. Entonces,
antes y después no son otra cosa más que tiempo, lo mismo es válido para el movimiento. Tanto tiempo como movimiento son
eternos.
¿Con qué condición podrá subsistir un movimiento (o un tiempo) eterno? Fundándose en los principios establecidos por él
al estudiar las condiciones del movimiento responde: sólo en el caso de que subsista un primer Principio que sea su causa. ¿Y
cómo debería ser ese principio? A) El Principio tiene que ser eterno: si el movimiento es eterno, también debe serlo su causa; B) el
Principio debe ser inmóvil: solo lo inmóvil es causa absoluta de lo móvil. Todo lo que está en movimiento, es movido por otro; este
otro, si es movido a su vez, es movido por otro. Para explicar cualquier movimiento, hay que apelar a un principio que, en cuanto
tal, no se ha movido, por lo menos en relación a aquello que él mueve; C) el principio debe estar totalmente exento de potencialidad,
es decir, debe ser puro acto. Si tuviese potencialidad resultaría que no siempre sería movimiento en acto. Esto es algo
absolutamente absurdo, en tal caso, no existiría un movimiento eterno de los cielos, un movimiento siempre en acto. Este es el
motor inmóvil, la substancia suprasensible que estábamos buscando.

El alma y sus tres partes


La física aristotélica no sólo indaga el universo físico, sino también los seres que están en el universo, los inanimados
carentes de razón y los animados dotados de razón (los hombres).
En su célebre tratado Sobre el alma Aristóteles plantea que los seres animados se distinguen de los inanimados porque
poseen un principio que les otorga vida y tal principio es el alma. ¿Qué es el alma? Aristóteles apela a su concepción metafísica
hilemórfica de la realidad, según la cual todas las cosas en general son un compuesto de materia y forma, donde la materia es
potencia, mientras que la forma es entelequia o acto.
Puesto que los fenómenos de la vida, suponen determinadas operaciones constantes y tajantemente diferenciadas,
también el alma, que es principio de vida, debe poseer capacidades, funciones que presidan dichas operaciones y las regulen. Los
fenómenos y las funciones fundamentales de la vida son: a) de carácter vegetativo (Alma vegetativa: nacimiento, nutrición y
desarrollo); b) de carácter sensitivo-motor (Alma sensitiva sensación y movimiento); y c) de carácter intelectivo (Alma racional
conocimiento, deliberación y elección).
• Alma vegetativa: es el principio más elemental de la vida, que gobierna y regula las actividades biológicas, preside la
reproducción, objetivo de toda forma de vida finita en el tiempo.
• Alma sensitiva: los animales, además de las funciones vegetativas, poseen sensaciones, apetitos y movimiento. Por lo
tanto habrá que admitir otro principio que presida esas funciones.
• Alma intelectiva: La sensibilidad no puede reducirse a la mera vida vegetativa y al principio de nutrición. El acto intelectivo
es análogo al acto perceptivo en función de las categorías metafísicas de potencia y acto. La inteligencia, por sí misma, es
capacidad y potencia de conocer las formas puras.

El fin supremo del hombre: la felicidad


En la sistematización del saber, después de las ciencias teóricas aparecen las ciencias prácticas, que hacen referencia a
la conducta de los hombres y al fin que se proponen alcanzar. El estudio de la conducta o finalidad del hombre es el de la ética.
Todas las acciones humanas tienden hacia fines, que constituyen bienes. El conjunto de las acciones humanas y de los
fines particulares a los que tienden éstas se hallan subordinados a un fin último, que es el bien supremo, que todos los hombres
coinciden en llamar “felicidad”.
¿Qué es la felicidad? A) Para la mayoría consisten en el placer y el gozo, sin embargo una vida que se agota en el placer
es una vida de esclavos, o digna de los animales; B) Para algunos es el honor. No obstante, el honor es algo extrínseco que en
gran medida depende de quien lo confiere; C) Para otros, la felicidad reside en acumular riquezas. Pero ésta, según Aristóteles, es
la más absurda porque la riqueza sólo es un medio para conseguir otras cosas.
12

El bien supremo que puede realizar el hombre, y por tanto la felicidad, consiste en perfeccionarse en cuanto hombre, es
decir, en aquella actividad que distingue al hombre de todas las demás cosas. No puede consistir en un simple vivir. El hombre que
vive bien, debe vivir de acuerdo a la razón, siempre.
Aristóteles proclama que los valores del alma son los valores supremos, si bien, con su acusado sentido realista, reconoce
una utilidad incluso a los bienes materiales en cantidad necesaria. Éstos, aunque con su presencia no están en disposición de dar
la felicidad, puede comprometerla en parte con su ausencia.

Las virtudes éticas como justo medio o centro entre extremos


El hombre es principalmente razón, pero no sólo razón. En el alma hay algo que es ajeno y se opone y se resiste a ella,
pero que sin embargo participa de la razón. El dominio de esta parte del alma y el sometimiento de ésta a los dictados de la razón
es la virtud ética, la virtud de la conducta práctica.
Este tipo de virtud se adquiere mediante la repetición de una serie de actos sucesivos, esto es, mediante hábito:
“”Adquirimos las virtudes gracias a una actividad anterior, como sucede también en las otras artes. Las cosas que hay que haber
aprendido antes de hacerlas, las aprendemos haciéndolas (…). Las virtudes se convierten así en una especie de costumbres,
estados o modos de ser, que nosotros mismos hemos creado de la manera antes mencionada. Puesto que son numerosos los
impulsos y tendencias que debe moderar la razón, también son muchas las virtudes éticas, pero todas tienen en común una
característica esencial. Los impulsos, las pasiones y sentimientos tienden al exceso o defecto. Al intervenir la razón debe indicar
cuál es la justa medida, que es la vía media entre dos excesos. El valor, por ejemplo, es una vía media entre la temeridad y la
cobardía. La virtud es una especie de intermedio, ya que tiende constantemente hacia el medio. Además es posible errar de muchos
modos, pero obrar rectamente sólo es posible de un modo. Y por tales razones, el exceso y el defecto son propios del vicio, mientras
que el medio es propio de la virtud: se es bueno de un único modo, pero malo, de diversas maneras.
Este medio no consiste en una especie de mediocridad, sino una culminación, un valor, en la medida en que es un triunfo
de la razón sobre los instintos.
Entre todas las virtudes éticas destaca la justicia, que consisten en la justa medida según la cual se distribuyen los bienes,
las ventajas y las ganancias y sus contrarios.

Las virtudes dianoéticas y la perfecta felicidad


Aristóteles denomina “virtud dianoética” a la perfección del alma racional en cuanto tal. El alma racional posee dos aspectos,
según se dirija a las cosas cambiantes de la vida del hombre o las realidades inmutables y necesarias, las verdades y los principios
supremos. En consecuencia, las virtudes dianoéticas serán fundamentalmente dos: la prudencia, que consiste en dirigir bien la vida
del hombre, esto es, deliberar con corrección acerca de lo que es el bien o el mal para el hombre; y la sabiduría, que es el
conocimiento de aquellas realidades que están por encima del hombre: la ciencia teórica y de un modo especial, la metafísica.
Precisamente en el ejercicio de esta última virtud, que constituye la perfección de la actividad contemplativa, el hombre alcanza la
máxima felicidad y llega a rozar lo divino.

You might also like