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RESUMEN DE FILOSOFÍA
Texto: “Introducción a la Filosofía”. Juan Carlos Ballesteros.
¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA?
Según el autor, la Filosofía parece ser algo en lo que no existe acuerdo sobre nada, ni principios ni sobre las conclusiones
a las que llega. Existen muchas “definiciones” de la filosofía y cada autor adopta una que otro no la incluye. Esto sucede porque el
término no es unívoco sino análogo, es decir, se puede atribuir a distintas cosas conservando de alguna manera el mismo sentido.
La filosofía es un saber universal, que abarca la totalidad de lo real, con orden y rigor lógico y sistemático. Señala los
principios del hacer y del obrar.
En la búsqueda que implica la filosofía, el filósofo no concentra su interés en la apariencia de las cosas, sino que busca ir
más allá de la manifestación externa para indagar su esencia; busca el por qué y el para qué de todo cuanto sea posible pensar.
Cuando filosofa, el hombre considera la realidad como un todo y con lo real, y sus interrogantes no pueden ser planteados sin que
al mismo tiempo considere su relación con Dios, el hombre y el mundo. Esto implica una apertura al objeto bajo todos los aspectos
posibles. Explica Aristóteles que el hombre nunca alcanza la verdad de todo ni tampoco está absolutamente alejado de ella. La
causa de esta dificultad no reside tanto en las cosas sino más bien en nosotros mismos.
El filósofo dirige su mirada hacia las cosas cotidianas y comunes de una manera especial, no especula sobre una realidad
de la que están excluidos los no filósofos. La comprensión de los hechos que le presenta la experiencia es distinta, aunque estos
datos pueden ser captados por todos.
La palabra “filosofía” etimológicamente viene de dos voces griegas: philía (amor, amistad, inclinación) y sophía. Según
esto, philosophía quiere decir “amor a la sabiduría”. Este término surge en el siglo V a. C. con Heródoto.
Pitágoras no aceptó ser llamado sophos (sabio) porque reconocía que no conocía la naturaleza de las cosas, por lo que se
consideraba más bien un philósophos, un filósofo, alguien que busca, desea y quiere saber. Según esto, llamarse filósofo es una
prueba de humildad porque no busca saber el que ya sabe.
Para que fuera posible la “visión desocultante” de la realidad fue necesario que los filósofos adoptaran una actitud especial
ante las cosas. Y ésta fue el asombro que constituye el origen del filosofar. No hay filósofo sin asombro o admiración ante la realidad
que nos rodea, ya que el filósofo no se admira de cosas extraordinarias, sino de las realidades cotidianas de la vida.
Aparece así la filosofía como una búsqueda de la verdad sobre todas las cosas en la medida de lo humanamente posible,
es decir, hasta dónde puede llegar el hombre a la luz de su razón natural, la cual no es una búsqueda inofensiva, ya que no se trata
de satisfacer una simple curiosidad. Este es el mayor legado de los filósofos griegos: preguntarse si este mundo es absurdo o está
lleno de logos implica asumir la vida de una manera diferente a la del común de los hombres.
La filosofía es una forma de vida tal como la entendió Sócrates, para quien la filosofía se relaciona con la verdad que
permite el cuidado del alma y el conocimiento de sí mismo.
En la filosofía que asume un modo interrogativo se cuestionan conceptos o creencias, pero estos conceptos o creencias
no son privativos de un reservado núcleo de especialistas, sino que son los que comparten generalmente los participantes de la
vida diaria que tienen una educación superior y que los utilizan para dar alguna respuesta a los problemas vitales que la ciencia no
puede resolver.
Estos cuestionamientos son posibles toda vez que tomamos distancia de las suposiciones en las que hemos confiado hasta
ahora, sometiéndolas a un escrutinio crítico sistemático mediante las más fuertes objeciones disponibles. Y esto no lo hacemos
solamente con los pensamientos rivales, sino fundamentalmente con los propios, volviéndolos vulnerables y susceptibles de
cambios o mejoramientos. Todo filósofo es inconformista y los errores de los grandes filósofos enseñan mucho más que las
afirmaciones de los mediocres que repiten un pensamiento.
La filosofía se apartó de su larga y fecunda tradición cuando dio más primacía al conocimiento del pensar que al
conocimiento de la realidad, haciendo del filósofo un ser que razona con autonomía y neutralidad sobre un campo de conocimiento
cada vez más limitado. La filosofía no es solamente conocimiento, sino también una forma de vida.
La filosofía y la vida son un desafío cotidiano a ser cada vez mejores personas y a comprender mejor la verdad que
descubre nuestra inteligencia. La “visión del todo”, que constituye una nota esencial de la filosofía, no impide filosofar sobre un
ámbito determinado y particular de la realidad. Es así que aparece ya desde Platón diversas partes de la filosofía, especificada cada
una de ellas por sus respectivos objetos de estudio. Pero además de esta forma de ordenar los saberes filosóficos existe la
tradicional distinción entre filosofía teórica (se relaciona con la regularidad o inmutabilidad de los objetos, con aquello que siempre
y necesariamente es y sucede) y filosofía práctica (refiere a las acciones humanas, acciones que siempre pueden ser de manera
diferente).
La filosofía es un hacer personal, donde cada filósofo busca un conocimiento que nunca podrá alcanzar de una vez y para
siempre, ese saber total sobre Dios, el hombre y el mundo.
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“Ninguna investigación humana puede recibir el nombre de ciencia sin pasar antes por demostraciones
matemáticas (…)”
Es manifiesto que de aquí en adelante ya no se entenderá por “ciencia” conocimiento por las causas o principios. Ahora
“ciencia” es algo diferente a lo que entendían por tal antiguos y medievales. Galileo Galilei también insiste en la matematización de
la ciencia natural. De modo que la época moderna trajo consigo el planteo de la diferenciación entre ciencia y filosofía. Poincaré
introdujo la idea de que las proposiciones científicas no son reproducciones fieles de la realidad sino solamente concesiones donde
la misma forma mental del científico es determinante para la estructura de la ciencia.
La noción de verdad (tal como se la entendía en la filosofía clásica) queda con esto seriamente comprometida y relativizada
en la referencia que el conocimiento tenga con un determinado sistema axiomático, donde incluso los axiomas mismos ya no son
considerados como principios evidentes que constituyen el fundamento de toda ciencia, “lo digno de ser creído”, sino simplemente
como postulados formales de los que no cabe decir que son “verdaderos”. Solamente exigen coherencia interna e independencia
del resto de los axiomas del sistema. La “física de los cuantos”, la “teoría de la relatividad” y el “principio de la indeterminación” que
conmovieron a la ciencia de la época, ahora quedarán comprometidas en una tendencia cada vez más manifiesta en desinteresarse
del criterio de verdad para reemplazarlo por uno de fecundidad, donde las teorías son útiles mientras que la realidad no las niegue.
Y con esto el determinismo fue sustituido por el probabilismo. Por eso se reemplazó la “verificación” de las teorías científicas por su
confirmación. Esto significa que la ciencia se conforma con utilizar aquellas teorías que al contrastarlas con la realidad no son
refutadas, lo que no significa que una teoría posterior no pueda mejorarla o superarla. Entendida de esta manera la ciencia, es
evidente que, a diferencia de su uso antiguo del término, ya no significa lo mismo que la filosofía. Estamos frente a una distinción
esencial.
Hoy hay bastante consenso, tanto de científicos como de filósofos en que existe una diferencia entre filosofía y ciencia,
pero cuál es la naturaleza de esa diferencia es una cuestión que plantea varias dificultades. El modo de conocer no constituye una
diferencia esencial; si bien la filosofía abstrae las formas o el ser de los objetos que le presenta la experiencia, llegando a un grado
de universalización al que no llegan las ciencias particulares, más ligadas a lo concreto, tanto en la filosofía como en la ciencia
particular interviene la experiencia sensible. La filosofía utiliza el método deductivo, pero también lo hace la ciencia. Más propio de
las ciencias particulares es la inducción, por la cual pasa de lo individual a hipótesis y leyes, pero la filosofía admite la inducción
para la captación de los primeros principios en la experiencia.
La filosofía utiliza el término “causa” para designar el principio del ser, del cual depende de alguna manera la existencia de
un ente. La ciencia actual usa el término “causa” con sentido muy distinto. En ella se ha restringido el concepto de causa a una
causación natural, como antecedente de un fenómeno. Por otra parte, algunos científicos afirman que la ciencia no puede limitarse
al conocimiento de las causas, pues en un sistema de referencia determinado el movimiento mecánico no tiene porqué ser causado,
es decir provocado por factores externos al sistema mismo.
En cuanto al objeto de estudio de ambos saberes, hay que comenzar por señalar que el científico y el filósofo tratan ambos
sobre la realidad, por lo que el filósofo no puede prescindir de algunos de los conocimientos alcanzados por la ciencia. Pero no es
apropiado decir que el científico estudia “fenómenos” y el filósofo el ser de las cosas. El conocer implica siempre alguna referencia
al ser. El científico no vuelve sobre cuestiones que considera resueltas- El filósofo, en cambio, vuelve una y otra vez sobre los
mismos problemas, pues cada respuesta no hace más que ahondar el misterio que envuelve el origen de donde todo procede. Con
todo, la distinción más evidente entre filosofía y lo que hoy se considera ciencia es que la primera tiene una visión totalizadora,
cualquiera sea la realidad que considere. La filosofía tiene por objeto la totalidad de lo real. Lo que hoy se entiende por ciencia, en
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cambio, restringe su análisis a una parcela de la realidad y la analiza con sus propios métodos, en los que la experiencia, lo
cuantitativo, y las formulaciones matemáticas tienen una considerable importancia.
La discusión sobre la supremacía de alguno de estos saberes sobre el otro no tiene ningún sustento, ya que trata de
interrogantes distintos, no comparables. Sin embargo la filosofía y al ciencia deben ayudarse mutuamente, pues sus mutuos
interrogantes son estímulos para avanzar en el conocimiento. Una interacción fecunda entre las ciencias y la filosofía es posible
cuando los aportes científicos ofrecen nuevos materiales para la reflexión filosófica, y cuando ésta ayuda a su vez a elevar los
contenidos científicos a un nivel comprensivo más alto. Esta interacción es necesaria entre todos los capos de la filosofía y los
correspondientes de las ciencias, pero es más evidente en algunos de ellos.
Pitágoras (350/270 a. C.) y su escuela: Surge con él, una nueva modalidad del pensamiento por la aceptación de un
determinado tipo de ideas establecidas, que se veía además acompañado por un cierto estilo de vida propio que
caracterizaba a los miembros de esta escuela. Pitágoras fue el fundador de una comunidad filosófica, religiosa y política
en Crotona hacia el 530; en esta escuela se enseñaban saberes tales como la matemática, música, astronomía, etc.,
además de la filosofía para transitar por medio de esos conocimientos, junto a la práctica de otros un camino de alejamiento
y separación de lo sensible.
El aporte filosófico de los pitagóricos consiste en considerar que el número es el principio de todas las cosas. Con esto se
pretende señalar un principio de orden que se refleja en el mundo, en la regularidad observable del movimiento de los
cuerpos celestes, por ejemplo. Sostenía que todo fenómeno natural puede ser predecible matemáticamente.
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Heráclito de Éfeso (540-460 a. C): se introduce con él la idea fundamental de un único mundo que sigue por toda la
eternidad el ritmo constante del nacer y del perecer, en un permanente devenir que tiene su base en lo que ocurre en el
plano sensible (día y noche, verano e invierno). Surge así el problema de explicar el movimiento en los seres, para Heráclito
es el devenir constante lo que constituye el elemento originario del cosmos, poniendo en el “fuego que enciende y se apaga
según firmes medidas”. Según esto, la preocupación fundamental por el cambio del cosmos no se da aisladamente de
otros temas, como el de una justicia cósmica universal, por la que cada cosa ocupa un lugar dentro de un orden en el que
la tensión entre contrario (vivo/muerto; despierto/dormido) pone en marcha el movimiento, sin que por ello no se dé
simultáneamente una cierta permanencia armónica de los opuestos que permite explicar el sentido de cada uno de ellos.
Parménides (560/470 a. C.): La intuición parmenídea se sintetiza en la fórmula que recibe de la Diosa como una revelación
divina: “el Ser es, el no-Ser no es; es imposible otro pensamiento”. Este principio fue objeto de interpretaciones
contradictorias en gran extremo. Sin embargo, lo que hay que rescatar es el pensamiento originario y perenne hasta la
actualidad, en el que solamente cabe pensar que el Ser, sin mezcla de Nada, es lo unívocamente predicado en relación
con los entes, es decir, lo único inalterable e inmóvil, lo único eterno y subsistente. . Frente a él está el mundo de las
apariencias sensibles, en el cual Ser y no-Ser están mezclados y en perpetuo movimiento. De esta manera, la verdadera
realidad no es la que se orece a la percepción sensible como un conjunto de cosas que nacen, se mueven y perecen, sino
que la verdadera realidad es la del Ser, que está en una dimensión metafísica, trascendiendo al mundo físico. Es a partir
de Parménides que se realiza el hallazgo tan importante de aquello que va a constituir el objeto mismo del pensar
metafísico, esto es, “el ser en tanto ser” (Aristóteles, Metaf., lib. IV, cap. 1).
¿Qué significa preguntarse por el Ser? Significa preguntar por aquello que hace evidente a cada uno de los entes o cosas
reales, sin que, por ello, el Ser se identifique en particular con algunos de ellos. Y es por eso que no se lo puede definir,
puesto que la definición sólo puede recaer sobre lo limitado, mientras que el Ser hace referencia a un principio metafísico
por el cual se explica que haya cosas, es decir, diferentes clases de seres.
LA SOFÍSTICA
En el Siglo V a. C. se inicia en Grecia un nuevo período al que podría denominarse “Humanista”, puesto que se abandona
la especulación cosmológica de los primeros pensadores griegos y el pensar comienza a girar en torno al HOMBRE.
En la iniciación de esta época hay que destacar el fenómeno que se conoce en la historia como Sofística, el cual pudo
haberse engendrado fundamentalmente a partir del escepticismo que generó la imposibilidad de hallar una respuesta definitiva por
parte de los presocráticos respecto del principio último de las cosas. Esto hizo necesario volver los ojos hacia el sujeto como tema
de meditación. Y en este sentido, el cambio de enfoque que hizo posible el progreso tuvo lugar por primera vez con los sofistas.
Otro factor determinante que contribuyó a dirigir la mirada hacia el hombre fue la creciente reflexión sobre el fenómeno de
la civilización y la cultura a partir del contacto de los griegos con otros pueblos.
De este modo, la sofística se diferenció de la filosofía griega anterior al S. V a. C. por el objeto del que se ocupaba: el
hombre, su civilización y su costumbre, dando más atención al microcosmos, que al macrocosmos.
Se distinguió de la filosofía presocrática por el método (empírico-deductivo de los sofistas) que se basaba en la observación
empírica: reunir hechos, totalmente diferente al método presocrático que era más bien deductivo en el sentido de que hacían derivar
todo de la arché o principio establecido. Otra de las grandes diferencias consistía en que la finalidad de la filosofía presocrática era
establecer una verdad objetiva, mientras que los sofistas tenían fines prácticos como el de enseñar el arte de vivir y gobernar.
Lo que más atrajo la atención de los sofistas fueron sus habilidades retóricas y sus tendencias escépticas y relativistas,
sobre todo porque no querían poner nada nuevo ni sólido en lugar de las viejas convicciones que echaban abajo.
Según Guthrie, los sofistas eran maestros profesionales que por dinero impartían clases a los jóvenes, tenían un tema en
común: la RETÓRICA, arte de suma importancia ya que a mediados del S V a. C. ser orador significaba la clave para el poder, para
lograr una carrera política de éxito.
El método de examen que los sofistas utilizaron fue el denominado Antilógica. Su forma de argumentar y debatir consistía
en oponer un logos a otro. Protágoras fue el primero en proclamar que sobre cualquier asunto hay dos razonamientos capaces de
formulación verbal mutuamente opuestos, anticipándose así a la corriente que surgirá siglos más tarde con Pirrón de Elis. Por tanto
el método antilógico como método de argumentación, implica la defensa sucesiva de dos o más punto de vista contrario, es decir,
busca oponer dos argumentos opuestos para producir con ello una contradicción.
SÓCRATES
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Nació en el año 469 o 470 a. C. en Atenas, hijo de un escultor y una partera. Perteneció a una clase media entre los
hombres libres atenienses, con un modesto patrimonio. Los principales datos sobre Sócrates se los debemos a Aristófanes, Platón,
Jenofonte y Aristóteles.
Cierta vez, un amigo de Sócrates, Querefón, hizo un viaje a Delfos donde oyó al oráculo que afirmaba que nadie era más
sabio que Sócrates. Éste reflexionó sobre esto largo tiempo, hasta que descubrió su sentido: los hombres creen saber algo, pero él
estaba convencido de no tener ninguna sabiduría. La afirmación de que “nada sé” es reiterada en Sócrates.
Sócrates toma la actitud de no saber sobre lo que se discute, aunque algo sepa. Es una suerte de ignorancia fingida, su
famosa ironía que se justifica en su concepción de que el saber no es algo de una especie tal que “de lo que está más lleno pueda
fluir a lo que está más vacío”, pues cada uno debe descubrir la verdad por sí mismo. Sócrates como no sabe siempre se ofrece a
participar de esta búsqueda.
Sócrates nunca se atribuyó la paternidad de ninguna doctrina sino más bien el ayudar a otros que la descubran, lo que ha
sido denominado mayéutica. En varios diálogos Platón atribuye a su maestro este “método”, pero sin duda el texto más claro es el
de Teeteto donde Sócrates comienza recordándole a su interlocutor, de quien toma su nombre la obra, que es hijo de una
renombrada partera, y que él, es como ella, con la diferencia de que no atiende a los cuerpos sino a las almas en el momento de
su alumbramiento. Además sostiene, tiene en común con las parteras ser estéril en sabiduría. Sin duda la mayéutica está en
subordinación a lo que Sócrates entiende por filosofía.
La filosofía se relaciona con la verdad que permite el cuidado del alma y el conocimiento de sí mismo, pero debemos ser
capaces de “estar en condiciones de dar cuenta”, de dar una justificación racional a lo que se afirma. Este es el “cuidado del alma”
Sócrates lo tomó como una misión suprema y como un “servicio a Dios”. Jenofonte asegura que Sócrates afirmó que “he trabajado
constantemente para hacer mejores a los que me han tratado”. Esta “sabiduría” constituye un cierto modo de vida superior, un cierto
estilo ético que diferencia al filósofo y lo eleva por encima de las banalidades del hombre común.
Esta misión de la filosofía como camino de purificación del alma no es otro que el de conocerse a sí mismo, no en un mero
sentido intelectual sino como una suerte de imperativo moral que transforma a la filosofía en una forma de vida que excluye la
hipocresía.
Tenía Sócrates setenta años cuando fue acusado, juzgado y sentenciado a muerte por sus conciudadanos atenienses.
Que lo acusaron de quebrantar las leyes negando la existencia de los dioses que la ciudad tiene recibidos, e introduciendo otros
nuevos; y obra contra las mismas leyes corrompiendo la juventud. La pena debida es la muerte, aunque las verdaderas causas de
la acusación quedarán en el misterio.
Normalmente la sentencia era ejecutada inmediatamente pero Sócrates tuvo que esperar un tiempo mayor debido a que
hasta que no volverá un barco que anualmente los atenienses mandaban a Delos por razones religiosas no se podían cumplir las
sentencias de muerte.
La filosofía, para Sócrates, es una tarea personal, pero al mismo tiempo es una búsqueda común que supone la honestidad
intelectual y la humildad. Es la búsqueda de la verdad que perfecciona al hombre, y esta verdad tiene que ser alcanzada por la
fuerza del diálogo. El filósofo busca la verdad porque no la tiene, al menos de una forma que lo satisfaga plenamente. Tal vez la
mejor manifestación en Sócrates en que se aúnan la filosofía como búsqueda de la verdad y como forma de vida son las últimas
palabras de la Apología: “Y no digo más, porque es hora de partir; yo he de marchar a morir, y vosotros a vivir. ¿Sois vosotros, o
soy yo quien va a una situación mejor? Eso es oscuro para cualquiera, salvo para la divinidad”.
PLATÓN
Nació en 428 o 427 a. C. en Atenas, ciudad en la que desplegó su mayor actividad intelectual como director de la Academia
y en la que también murió en el 347 a. C.
Desde muy joven se orientó hacia la vida política, vocación que se vio favorecida por sus altas dores y por su ascendencia
real, pues su padre era descendiente del rey Codro y su madre miembro de la familia de Solón. Según testimonio de Aristóteles, en
su formación intelectual influyeron sucesivamente Crátilo y Sócrates, a quien se unió a la edad de veinte años, buscando una
adecuada preparación para la vida política a través de la filosofía.
Sus primeros contactos con la política resultaron decepcionantes. En 399 a. C. las leyes atenienses a expensas de los
demócratas que habían reconquistado el poder, condenaron a muerte a Sócrates, el hombre más noble e íntegro que había
conocido. Después de este incidente, se trasladó a Megara donde permaneció por poco tiempo bajo la hospitalidad de Euclides.
Su producción escrita comprende treinta y seis obras, la hermenéutica de estos escritos plantea una serie de problemas y
aporías que en conjunto integran lo que se conoce como la “cuestión platónica”.
Platón ha sido considerado tradicionalmente como un pensador asistemático, opinión que resulta anacrónica porque intenta
proyectar sobre un escritor de la antigüedad ciertas exigencias literarias propias de la Modernidad.
Lo cierto es que, así como Platón se negó a escribir sobre los primeros principios, también se rehusó a ser “sistemático”
en aquellos temas que sí consideró necesario comunicar por escrito. Pero aun en este caso, intentó reproducir el modelo de la
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oralidad socrática, caracterizada por el diálogo que va llevando al interlocutor a encontrar por sí mismo las respuestas a sus
preguntas.
La gran novedad de la filosofía platónica respecto de las anteriores sobre la physis, consiste en la búsqueda de un principio
suprasensible, una dimensión suprafísica del ser, de la cual depende todo lo que es físico y sensible. Los anteriores filósofos de la
naturaleza habían intentado explicar los fenómenos recurriendo a causas físicas y mecánicas (agua, tierra, aire, fuego). Platón se
preguntó si estas causas mecánicas no serían más que con-causas que responden a otras más elevadas, a las que habría que
buscar en un plano suprasensible de la realidad.
El sol durante un eclipse indica la realidad sensible, la que resulta inferior comparada con otra realidad a que se refieren
de manera incompleta. Los ojos representan los sentidos, mientras que la imagen reflejada en el agua, por la cual se capta el sol
durante el eclipse, significa los razonamientos que resultan mucho más certeros que las sensaciones. Este pensamiento, condujo
a Platón a reconocer la existencia de dos planos uno fenoménico y visible y otro metafenoménico capaz de ser captado sólo con la
mente, es decir, puramente inteligible. Se puede esclarecer más su sentido recurriendo a un ejemplo de Platón: cuando se quiere
explicar por qué es bella una cosa, los filósofos de la naturaleza recurren a elementos físicos (color, figura, etc.) Platón, en cambio,
afirma que estas no son verdaderas causas, sino medios. De ahí resulta preciso reconocer la realidad de una causa superior, que
por ser verdadera causa será de carácter no sensible, es decir, inteligible. Esta no será otra que la Idea de belleza, que establecerá
una relación determinante con las cosas empíricas para que éstas resulten bellas, y se realice a través del color, la figura, etc. que
requiere para ser bella. Las cosas del plano sensible son mutables, y se las puede percibir con los sentidos. En cambio aquellas
realidades que permanecen siempre idénticas no pueden ser captadas por otro medio que los razonamientos.
El verdadero ser se encuentra en el plano inteligible de lo real. Por lo tanto la naturaleza y el cosmos dejan de ser la
totalidad de las cosas que son, para pasar a ser consideradas como la totalidad de las cosas que aparecen.
Platón indica que las ideas constituyen el modelo de lo que cada cosa debe ser- Es preciso distinguir entre “idea” y
“concepto”, ya que las Ideas platónicas no sin simples representaciones. Las cosas sensibles son mutables, mientras que las Ideas
permanecen. Las cosas bellas pueden volverse feas pero la causa última por la cual las cosas bellas son bellas, es la idea de
“Belleza” no puede cambiar, pues dejaría de ser causa suprema.
Las características fundamentales de las Ideas son:
✓ Inteligibilidad: la Idea es objeto sólo del intelecto y no puede ser captada por ninguna otra facultad.
✓ Incorporeidad: la Idea pertenece a una dimensión totalmente distinta del orden sensible.
✓ El ser en sentido pleno: las Ideas son el ser que verdaderamente es, el óntos ón, lo “verdaderamente real”. Las cosas son
realidades disminuidas.
✓ Inmutabilidad: las Ideas se sustraen a cualquier forma de cambio; no nacen ni perecen; son aquello que nunca nace y
siempre es. Las cosas nacen y nunca son.
✓ Perseidad: las Ideas son “en sí” y “por sí”, es decir, absolutamente objetivas.
✓ Unidad: cada una de las Ideas es una unidad que unifica la multiplicidad de las cosas que participan en ella.
El conjunto de ideas con sus rasgos característicos no debe llevar a la confusión de que éstas ocupan un “lugar” espacial
determinado, pues son poseedoras de rasgos que no las hacen susceptibles de espacialidad. Se trata de una expresión con la cual
Platón quiere enfatizar la trascendencia de las ideas respecto del orden sensible, ya que solo pueden ser captadas con la parte más
elevada del alma, esto es, por la inteligencia.
La división de la realidad en dos órdenes, inteligible y sensible, deja sin resolver dos grandes problemas: la existencia de lo
múltiple y la realidad del “no-ser”. Platón se pregunta ¿cómo una cosa puede participar de ideas diversas si no hay comunicación
de las ideas entre sí? Y responde que lo uno no puede existir sin los muchos así como éstos no pueden existir sin lo uno. La
afirmación de Parménides de que “el no-ser no es”, resulta correcta siempre y cuando se entienda al no-ser como sinónimo de vacío
ontológico o negación absoluta del ser. Pero Platón le otorga otro sentido entendiendo al no-ser como “lo distinto”, “lo otro de”, es
decir, la alteridad. Así una idea es idéntica a sí misma porque no es otra idea. De este modo, la realidad del no-ser resulta
indispensable para salvar la característica principal de las ideas, que es su identidad. Esta sólo es posible por la diversidad, de ahí
que cada idea tiene una pequeña cantidad de ser, pero está rodeada de una infinita cantidad de no ser.
Sócrates nació en Atenas en el 470/469 a. C. y murió en el 399 a. C., condenado a muerte por impiedad (acusado de no
creer en los dioses y corromper a los jóvenes, tras esas acusaciones se encontraban resentimientos y maniobras políticas). Fue
hijo de un escultor y una partera. Enseño en lugares públicos, como una especie de predicador laico, ejerciendo una enorme
fascinación no sólo en los jóvenes, sino también sobre hombres de todas las edades, lo cual le ganó notables aversiones y
enemistades.
En la vida de Sócrates hay que distinguir dos fases; como semana A. E. Taylor los dos momentos de la vida de Sócrates
tienen sus raíces en la etapa histórica en la que le tocó vivir, más que en hechos de su vida individual. La juventud y madurez de
Sócrates transcurrieron en una sociedad separada de aquella que formó a Platón y Jenofonte. Sócrates no escribió nada, ya que
sostenía que su obra debía comunicarse a través de la palabra viva, del diálogo, y la oralidad dialéctica. Sus discípulos establecieron
por escrito una serie de doctrinas que se le atribuyen. Sin embargo, a menudo no coinciden y, a veces, incluso se contradicen.
Los diversos socráticos, fundadores de las llamadas “escuelas socráticas menores”, poco dejaron y este poco no sirve más
que para iluminar un aspecto parcial de Sócrates.
Cabe constatar que a partir del momento en que Sócrates actúa en Atenas la literatura y la filosofía en particular
experimentan una serie de novedades de alcance considerable.
La ironía socrática
La ironía es la característica peculiar de la dialéctica socrática y no sólo desde un punto de vista formal, sino también desde
una perspectiva substancial. Eb general “ironía” significa “simulación”. En este caso indica juego bromista, múltiple y diverso, de las
dicciones estratagemas utilizadas por Sócrates para obligar a su interlocutor a dar razón de sí mismo.
A veces en sus simulaciones irónicas Sócrates fingía adoptar como propios los métodos de su interlocutor, sobre todo si
éste era hombre culto y filósofo. A continuación se dedicaba al juego de exagerarlos hasta sus límites, para después invertirlos con
la lógica peculiar de dichos métodos, de forma que se hiciese patente la contradicción.
supone, de modo estructural, una impronta que la idea deja en el alma, una originaria visión metafísica del mundo ideal que
permanezca siempre, aunque velada, en el alma de cada uno de nosotros.
Las ideas son realidades objetivas absolutas que se imponen como objeto de la mente. Puesto que la mente a través de
la reminiscencia capta las idea pero no las produce, ya que las capta con independencia de la experiencia.
La dialéctica
Los hombres comunes se detienen en los dos grados primeros de la primera forma de conocer, en el opinar. Los
matemáticos se elevan hasta el conocimiento medio y sólo el filósofo accede a la pura intelección. El intelecto, dejando de lado las
sensaciones captan las ideas puras y sus nexos positivos y negativos, es decir, todos sus vínculos de implicación, elevándose de
idea en idea hasta llegar a captar la Idea suprema, lo Incondicionado. Este procedimiento mediante el cual el intelecto avanza de
idea en idea, constituye la dialéctica y por ello el filósofo es dialéctico.
Existe una dialéctica ascendente, que es aquella que libera de los sentidos y lo sensible, lleva hasta las ideas y más tarde
de idea en idea, hasta la suprema. Y habrá también una dialéctica descendente que recorre el camino opuesto: parte de la Idea
suprema y avanzando por la división de ideas particulares contenidas en las generales llega a determinar cuál es el lugar que una
idea en particular ocupa dentro de la estructura jerárquica del mundo ideal.
La dialéctica constituye la captación, basada en la intuición intelectual, del mundo ideal, de su estructura y del lugar que
cada idea ocupa en dicha estructura, en relación con las demás.
ARISTÓTELES y el Peripato
Vida de Aristóteles
Aristóteles nación en el 384/383 a. C. en Estagira. Se sabe con certeza que a los dieciocho años viajó a Atenas e ingresó
casi enseguida en la Academia platónica. Fue precisamente allí donde Aristóteles maduró y consolidó su propia vocación filosófica.
No cabe duda de que en los veinte años que pasó en la Academia, Aristóteles captó la esencia de los principios platónicos y los
defendió a través de algunos escritos. Al mismo tiempo los sometió a profunda revisión, tratando de avanzar en nuevas direcciones.
Definición de metafísica
Aristóteles dividió las ciencias en tres grandes sectores: a) ciencias teóricas, las que buscan el saber por sí mismo; b)
ciencias prácticas, las que buscan el saber para lograr por su intermedio la perfección moral; y c) ciencias creadoras, aquellas que
buscan el saber con vistas a un hacer, con el propósito de producir determinados objetos.
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¿Qué es la metafísica? El término (=más allá de la física) no es aristotélico. Aristóteles utilizaba la expresión “filosofía
primera” en oposición a la filosofía segunda o física, pero término metafísica fue considerado más expresivo. En definitiva, la filosofía
primera constituye precisamente la ciencia que se ocupa de las realidades que están por encima de las realidades físicas.
Aristóteles definió la metafísica con cuatro maneras diferentes: a) la metafísica indaga las causas y los principios primeros;
b) indaga el ser en cuanto ser; c) indaga la substancia; d) indaga a Dios y la substancia suprasensible. Las cuatreo definiciones
aristotélicas no solo se hallan en armonía con la tradición filosófica sino que están también en perfecta armonía entre sí. Una lleva
estructuralmente a la otra y cada una de ellas conduce hacia las otras tres, en perfecta unidad. Quien busca las causas primeras
debe necesariamente encontrar a Dios, porque Dios es la causa y el primer principio por excelencia.
predominantemente acto; si se considera en su forma, será sin duda acto, si se considera en su materialidad, en cambio, será
mezcla de potencia y acto.
El alma, en tanto que esencia y forma del cuerpo, es acto del cuerpo; en general, todas las formas de las substancias
sensibles son acto y entelequia (acto=perfección). Dios es pura entelequia. El acto posee absoluta prioridad y superioridad sobre la
potencia. Esta no se puede conocer, en cuanto tal, si no se lo relaciona con el acto del cual es potencia.
El bien supremo que puede realizar el hombre, y por tanto la felicidad, consiste en perfeccionarse en cuanto hombre, es
decir, en aquella actividad que distingue al hombre de todas las demás cosas. No puede consistir en un simple vivir. El hombre que
vive bien, debe vivir de acuerdo a la razón, siempre.
Aristóteles proclama que los valores del alma son los valores supremos, si bien, con su acusado sentido realista, reconoce
una utilidad incluso a los bienes materiales en cantidad necesaria. Éstos, aunque con su presencia no están en disposición de dar
la felicidad, puede comprometerla en parte con su ausencia.