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Ana Carolina Zegarra (2018). La vida después de la supervida. Arequipa.

Editorial
Aletheya, Pasto Verde Records.

La supervida no existe. Se la niega. Se la contradice. Se la olvida. A pesar de ello, en el


intento de desterrarla de la memoria, se la repiensa y se sigue habitando en ella. La
supervida si existe, en el pasado, y el saber que todavía hay un rastro de ella en algún punto
de la historia martiriza, duele. El tema principal del poemario no es ver como es la vida
después de la supervida, sino preguntarse: ¿Puede haber vida después de la supervida? Los
versos encadenan en su interior un proceso doloroso, del que no se puede escapar cuando
hay un fin y se quiere reiniciar. Y justamente el verdadero escenario del poemario es este:
El deber olvidar.

Nunca se nos muestra con muchos detalles como es la supervida y mucho menos la
esperanzadora “vida”. La lógica que el poemario nos muestra hace que lo que veamos se
niegue como real vida, sino que es enfocada como una jaula de la que uno debe escapar.
Para entender mejor ello, debemos diferenciar como es que están orquestadas las dos partes
del poemario y como confabulan para otorgarle un significado único. En la primera
fracción, podemos ver que ya hubo la irrupción y la supervida está en el pasado. El
sufrimiento es ya una constante en esta parte, pero la particularidad es que no hay un
método de escape. Constantemente se hacen menciones a un pasado del que ya no se refiere
como amor, sino del que se duele y aflige. Aquel sentir impide que se pueda pensar en un
accionar futuro, sino que el dolor es constante. El impedimento no huir de aquel fantasma
es la pesadumbre antes que las posibilidades de escape. La introspección se revela como
característica del sufrimiento. Las diferencias con la segunda parte no son notorias en un
inicio. El poemario huye del acto acontecimental en el que por una acción o un momento
dado, toda la personalidad del personaje cambia. El yo poético se mantiene constante en los
primeros poemas de la segunda parte, sin embargo, en la sutileza del cambio encuentra su
principal valor.

Habíamos definido en el primer párrafo que el momento en el que se da el poemario esta


escindido bajo el halo del deber olvidar el pasado. La importancia del deber es, porque,
exceptuando el poema final, no se revela un querer. La segunda parte del poemario trata
sobre el proceso paulatino del olvido hasta que se llega a la intención plena de olvidar el
pasado. La duda surge en que, si no había intención, ¿Cómo pudo haber un proceso de
olvido? La duda sera esclarecida de mejor forma en los siguientes puntos de l reseña, pero
la base de que pudiera haber olvido esta en que el olvido esta relacionado ek el poemario al
ambito de la naturaleza. La persona olvida porque es el proceso de la vida, no hay nrcesidsd
de voluntad para soterrsr los recuerdos.

Como se había dicho, el acto acontecimental es negado para el yo poético en el poemario;


sin embargo, ello no se condice con el juego que se hace con el lector. Las dos partes se
encuentran escindidas por una frase que hace que el lector :“viejo es el mar y sigue
moviéndose”. Este pasaje revela dos puntos fundamentales para el poemario: la necesidad
de avanzar, a pesar de cualquier eventualidad dolorosa y la pequeñez de nuestro yo ante un
mundo gigantesco. Hay una ejemplificación guiada por un tema de proporciones que revela
el espíritu posmoderno del poemario. La construcción de un yo que se fundamenta en sus
propios problemas se ve cortada de forma abrupta por un todo que lo engloba y lo hace
parecer diminuto. A pesar de ello, la construcción no se siente forzada, sino que su
naturalidad se da con la compenetración de la segunda parte del poemario. El yo lirico
sigue reflexionando sobre sus vicisitudes, sin importar aquella cita, pero igual se produce
un cambio. La importancia del deber no se da en el sentido de que es una obligación moral
el cambio, sino que es algo que va a pasar sin importar si la persona afectada quiera que
suceda. El olvido se convierte en algo inevitable, algo que le sucede tanto al vejo mar como
al minúsculo yo. Entonces es cuando comprendemos la importancia de la frase: genera que
en el lector no le parezca raro el cambio, sino entienda que es un proceso natural. El
hombre, por más que encuentre en sus problemas obstáculos gigantescos, siempre seguirá
siendo solo un punto más en la naturaleza.

La vida, o aquel supuesto terreno de paz, son puestos en cuestión en el poemario. El


trascurrir de los versos hacen pensar al lector en que, después de aquel sufrimiento por la
separación de la supervida, el yo lirico podrá encontrar paz, aunque eso no pase. En ningún
poema se nos hace mención de que puede esperar más allá del proceso de purgación que
sufre el personaje a lo largo del poemario. El ultimo poema no predice lo que vaya a pasar,
pero muestra que finalmente aquel deber de olvidar se mezcla con un querer. Luego de todo
el tiempo de sufrimiento, por fin debe regresar la paz. Pero el querer mostrado no refleja
realmente una intención de cambio para buscar la felicidad, sino que muestra como la
sumisión hacia un orden mucho más grande: la naturaleza. A pesar de que la temática
principal sea el olvido, esta se encuentra ligada a una ley natural que se coloca como
superior a cualquier ser vivo. Este agregado no se muestra mucho, pero su casi invisibilidad
se compenetra con el carácter que esta entidad debe tener. El único consciente de esta
situación es el lector, a quien se le da pistas de la existencia de esta naturaleza imbatible.

Las huellas dejadas por lo natural son inentendibles hasta cierto punto. Incluso para el
lector, poder discernir entre todas ellas y hallarle un sentido se le vuelve difícil,
incrementando de esta forma el enigma. Las pistas mencionadas son tres: al inicio se
menciona a la madre del yo lirico, la cual tuvo una familia, vivo una vida cotidiana y ya
murió. La segunda pista hallada es aquella ya mencionada en la que se refiere a la
naturaleza: “”. La tercera, finalmente, es en la que se afirma que ella tendrá un hijo, lo
criara y morirá. La comprensión de estos detalles que se revelan en el poemario (la posición
de estos es hasta anecdótica, no formando parte de los poemas, sino que se encuentran en la
parte inicial, intermedia y final, como si el editor hubiera olvidado borrarlas) no es
entendible por separado, sin embargo, al posicionarlas como unidad revelan una verdad que
se ha querido ocultar en todos los otros poemas. Aquella “vida” apacible que se esperaría
encontrar al final del sufrimiento, no existe.

El amor es otro de los grandes temas del poemario, aunque no el central. Como ya se había
dicho al inicio de la reseña, son muy pocas cosas las que sabemos de aquella supervida
pasada. Una de las únicas cosas que se deja a entrever es que esta estuvo relacionada con un
amor pasado, el cual se fue y del que se prefiere olvidar. El amor es mostrado en el
poemario, pero como el sufrimiento por culpa de este. El desamor confronta al yo lirico y lo
sumerge en un estado catatónico. Nunca se hace una real mención a que hubo una persona a
la que sigue amando, pero si se muestra el sufrimiento en el no poder escapar de la
situación en la que se está. La construcción del amor y desamor esta redondeado por la
sutileza. El lector tiene que darse cuenta del amor pasado mediante las acciones, no
mediante

El gran logro del poemario es manejar los contrastes sin que se sienta sobrecargado o que
en algún punto del poemario haya un desbalance en alguno de los polos. La naturaleza,
imbatible y voraz, se encuentra aislada, como si fuera marginal. Opuesto a ello, los
problemas del yo lirico sientan la focalización del poemario, a pesar de que estos sean
endebles y regidos a la ley natural. El amor, que en realidad es interpretado como un
señuelo que esconde el anhelo por la supervida, funge como un hilo que compagina todos
los hechos y que puede confundir al lector, pero sin que esto sea algo malo. El poemario
esta demarcado constantemente por la sutileza. La ley natural y como esta desarrollada en
el poemario es claro ejemplo de ello. Las menciones de estas se encuentran alli, pero
pueden resultar imperceptible en algunos casos porque la naturaleza también lo es para el
yo lirico. Ella piensa que el olvido se da por su intención, sin saber que en realidad
comenzó a olvidar antes que supiera que lo hacia.

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