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Efectos y causas de la Contaminación

atmosférica provocada por incendios


forestales
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España es el país europeo que más sufre los efectos perniciosos del fuego. La falta de
prevención es una de las claves que ha generado un peligroso aumento de incendios
forestales, provocados por el ser humano en la mayoría de los casos.

Los incendios forestales son considerados procesos de combustión natural. El fuego es


un elemento natural que necesita nuestro ecosistema para la regeneración de montes
y bosques. Estos incendios forestales consumen vegetación de diferente tipo, estado y
tamaño en un área geográfica determinada. Sin embargo, únicamente el 4% de los
incendios se producen por causas naturales, ya que detrás del 96 % restante está la
mano del hombre.

Durante la combustión los incendios forestales emiten monóxido de carbono y óxido de


nitrógeno, aumentando así la contaminación atmosférica. Con la acción de la luz solar
estos gases participan en reacciones químicas que producen ozono a nivel del suelo, un
peligroso contaminante.

El tamaño e intensidad de un incendio forestal depende directamente de variables como


condiciones climatológicas, tipos de vegetación, grado de humedad, carga de
combustible por unidad de área, etc.

El impacto en la salud de las personas expuestas a las emisiones de los incendios


forestales puede llegar a ser agudo, si las condiciones meteorológicas son favorables.
Asimismo, los incendios afectan de manera directa y clara a la visibilidad, debido a que
las emisiones de partículas pueden transportarse a grandes distancias.

En el fenómeno de contaminación atmosférica provocada por un incendio forestal el


componente crítico es el humo, provocado por las denominadas “partículas finas“. Este
es una amenaza directa para la salud humana, incluso durante exposiciones
relativamente cortas.

Los niveles de contaminación producidos por los incendios forestales son


extremadamente altos, tanto como para aumentar potencialmente la mortalidad en
poblaciones susceptibles, como ancianos, niños y aquellas personas con enfermedades
del corazón, así como aumentar las visitas a urgencias de enfermos de asma y personas
con problemas respiratorios.

España, a pesar de ser el país de la Unión Europea más afectado por los incendios
forestales, no cuenta a día de hoy con una política forestal adecuada. En lo que respecta
a EEUU, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) controla la concentración de
diferentes contaminantes en el aire que plantean riesgos para la salud o el medio
ambiente. De este modo, la EPA ha establecido límites de seguridad para estos
contaminantes, siendo las concentraciones que los excedan las no saludables para la
población.

Entre estos contaminantes están las partículas de reducido tamaño, sólidas y líquidas,
que se encuentran suspendidas en el aire. Estas partículas presentan un riesgo para la
salud, ya que pueden ser inhaladas, pasando por la garganta y entrando en los
pulmones.

Las partículas más peligrosas son aquellas clasificadas como “finas”. Estas tienen un
diámetro más reducido que 2,5 micras, o aproximadamente 30 veces más pequeño
que el de un cabello humano. Estas partículas microscópicas, conocidas como PM2,5,
son tan pequeñas que pueden penetrar profundamente en los pulmones, causando a
corto plazo problemas de salud, y trastornos respiratorios graves a largo plazo.
Concentraciones más altas de lo normal de PM2,5 pueden causar tos, enrojecimiento
de rojos, rinorrea, dolor de garganta, dificultad para respirar, etc.

Hace ya tiempo que se sabe que la exposición a largo plazo a las PM2,5 está asociado a
un aumento de la mortalidad, pero una investigación reciente ha demostrado que
incluso una exposición a corto plazo puede desencadenar ataques al corazón en la
población general.

La EPA ha establecido un Índice de Calidad del Aire, que refleja los estándares
nacionales de calidad del aire para varios contaminantes, incluyendo las PM2,5. La figura
que se muestra a continuación ilustra el Índice de Calidad del Aire de la EPA para las
PM2,5, incluyendo los distintos límites de concentración para cada nivel de peligrosidad.

Por otra parte, la NASA ha rastreado los efectos provocados por los incendios forestales
con sus satélites y se ha visto, por ejemplo, que el humo de los incendios que arrasaron
4,5 millones de hectáreas en Alaska, en 2004, se extendió por todo el hemisferio norte.
Asimismo, el nivel de ozono en la troposfera creció un 25% en EE UU y un 10% en Europa.
Los científicos estimaron que de junio a agosto el fuego produjo 30 millones de
toneladas de CO, una cifra que iguala al generado por la actividad humana en EE UU en
ese periodo.

De todo esto, se concluye que los incendios forestales son fuentes potenciales de
contaminantes atmosféricos, que deben ser considerados al intentar correlacionar las
emisiones de contaminantes con la calidad del aire.

Como ya se ha dicho, los incendios forestales son una causa natural de contaminación
atmosférica, y por lo tanto no se puede ni se debe acabar con ellos. Esta causa natural
se refiere únicamente al 4% de los incendios forestales que se padecen hoy en día. En
dónde sí se puede actuar es en evitar o por lo menos reducir el 96% de los provocados
de forma intencionada, y que están produciendo un aumento muy considerable de la
contaminación atmosférica, la disminución de la calidad de vida y el empeoramiento
de la salud de las personas.

Para conseguir esto, entre algunas de las propuestas que se están manejando están el
acabar con el uso cultural del fuego, sobretodo en el medio rural, y desarrollar una
gestión forestal eficiente con modelos de selvicultura que tengan en cuenta la variable
del cambio climático. Asimismo, no se debe olvidar el papel principal que tienen adoptar
las administraciones públicas, pues es necesaria una legislación, gestión, investigación y
mayor dotación de recursos. Por último e imprescindible, está el papel de la
colaboración ciudadana para identificar a incendiarios.

Autor: Juan José Graña. profesor del Máster Internacional en Ingeniería y Gestión
Ambiental

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