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Un @ctivismo hipócrita

Julieta Lomelí Balver

Eres de los que consuela a sus amigos por inbox, les deseas que pronto recuperen la salud
por Facebook, o les muestras tu apoyo incondicional por Twitter, en vez de acompañarlos
al médico, visitarlos en su casa o tomarse un café en vivo.

Acostumbras publicar en redes sociales tu profunda tristeza por la muerte de alguna


persona cercana a la que no frecuentaste en meses, ni siquiera sabiendo que se encontraba
muy enferma.

Te das golpes de pecho a favor de causas animalistas, ambientalistas, indigenistas,


feministas, chauvinistas, y otras chairadas.

Te viene bien aparentar que defiendes causas sociales, compartiendo tweets de activismo
social, memes globalifóbicos, convocatorias en contra del neoliberalismo y las aguas negras
del imperialismo yanqui.

Disfrutas de los mensajes contra el poder en turno, los que promueven la consciencia de
clase, aquellos que denuncian la opresión de las masas y que abogan por la libertad de
expresión.

De verdad sientes que te reprime un imperio invisible, un ojo que todo lo ve desde la
supremacía capitalista. Uno que coarta tu creatividad para escribir, desde tu Mac, los más
mesiánicos y críticos textos que habrás de compartir con tus cuates en el Starbucks.

Si eres uno de estos aguerridos y comprometidos slacktivistas, aquí te cuento algo por lo
cual indignarte. Pues resulta que mañana, sábado 11 de octubre, se casa en Noruega, la
dulce Thea, una adolescente de doce años, con un atractivo caballero de treinta y siete,
llamado Geir. La noticia se dio a conocer por ella misma, en su blog, donde nos narra sobre
su vida cotidiana, sus gustos aún infantiles, combinándolos con el escabroso plan de elegir
el anillo perfecto, el vestido y el precoz proyecto de pronto tener hijos.

El soliloquio virtual de Thea ha levantado una gran conmoción e incluso en un día se han
registrado —según el famoso diario El País— más de medio millón de visitas al blog. Pero
también la indignación trascendió las redes sociales y algunos noruegos decidieron
denunciar a la policía el abuso del cual está siendo víctima la adolescente, con el fin de
evitar que se concrete dicho matrimonio.

El morbo mueve a las masas, y Thea es sólo una de muchas niñas que diariamente son
violentadas y obligadas a casarse siendo menores de edad. El caso de la adolescente
noruega, no es más que el ejemplo público de miles de realidades privadas.

Thea es el modelo perfecto para darnos cuenta que últimamente sólo volteamos y nos
indignamos de las injusticias tan sólo si nos las muestran en un blog, en una red social, o en
una cadena de correos electrónicos. La indignación frente a los grandes problemas es
superficial.

De la misma manera virtual en que nos encolerizamos frente a una violación de los
derechos humanos, desde esa forma nos comprometemos virtualmente en la comodidad de
nuestros sillones, también pasivamente queremos y demandamos justicia.

El caso de Thea lo creyeron muchos, pero al final es sólo una campaña organizada por Plan
(https://www.plan-norge.no/), una organización que pretende crear consciencia
internacional contra este tipo de crímenes hacia las niñas. Conociéndonos bien, sólo así se
podría captar la mirada global sobre un tema tan delicado, jugando un poco con el espíritu
chismográfico de los cada vez más fanáticos del Instagram, pero cada día más alejados de
la piel del otro.

El verdadero compromiso social empieza en cuanto te alejas de la comodidad de tu


activismo virtual y te arrojas a la aventura real de tratar de frente a los demás: de visitar al
amigo enfermo, de convivir con los demás, de trabajar en comunidad.

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