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Los trastornos emocionales en los niños pueden afectar a sus relaciones con los demás, su conducta
y su estado de ánimo. Los padres deben ser capaces de detectar estas anomalías y solucionarlas lo
más rápido posible, ya que perjudican el desarrollo del niño en varios aspectos.
Estos aparecen cuando las emociones negativas tienen un impacto desmedido en la vida del
pequeño. Aunque esto no quiere decir que se deba subestimar su importancia.
Las emociones negativas son sumamente relevantes para las personas. Es mediante el miedo como
nos protegemos de amenazas, con el enfado nos defendemos ante ataques de otros y con la
adrenalina aumentamos nuestras capacidades cuando es necesario.
1. CAUSAS
Estos trastornos mentales son multicausales. Esto es, no aparecen por culpa de un solo factor, sino
que es la adición de varios factores los que pueden llegar a causar el trastorno.
1.1. Genética
Si existen antecedentes en la familia de personas que han sufrido trastornos emocionales, esto puede
indicar una predisposición biológica y genética. Distintas investigaciones concluyen que las personas
con familiares que han sufrido trastornos del estado de ánimo tienen entre 2 y 3 veces más
probabilidades de sufrir el mismo trastorno psicológico (Gershon, 1990).
Sin embargo, también hay casos en que se desarrolla un trastorno sin que existan o se puedan
comprobar antecedentes familiares. Por este mismo motivo muchos expertos indican que hay
factores ambientales y psicosociales que pueden estar íntimamente vinculados a la aparición de
enfermedades como la depresión.
1.2. Bioquímica
El cerebro y su bioquímica interna tienen unos efectos determinantes en la aparición (o no) de los
trastornos emocionales.
Neurotransmisores: los estudios demuestran que los bajos niveles de la hormona serotonina
en personas que sufren depresión. Este neurotransmisor regula nuestras emociones, y
cuando tenemos los niveles bajos tendemos a mostrarnos más inestables y vulnerables.
Sistema endocrino: varias investigaciones apuntan al vínculo entre la aparición de la
depresión y la hormona cortisol. Esta hormona aumenta en los momentos de estrés y, por lo
visto, también es inusualmente alta en las personas afectadas por trastornos del estado de
ánimo.
Cuando a un paciente de depresión se le pregunta por los acontecimientos vitales acaecidos justo
antes de caer en un estado depresivo, muchos de ellos refieren haber sufrido una ruptura amorosa,
haber tenido un hijo, haber sido despedido del trabajo, haber iniciado una carrera universitaria…
Con esto no hay que entender que el trastorno emocional aparece únicamente por ese trauma
psicológico, sino que la persona ya tenía una predisposición a padecer un trastorno del estado de
ánimo, y el estrés ha acelerado los mecanismos que conducen a él.
1.4. Personalidad
Ciertos individuos tienen pensamientos negativos recurrentes, autoestima baja, locus de control
externo y tienden a preocuparse excesivamente por las circunstancias que les presenta la vida. Este
tipo de personalidad les hace más propensas a sufrir un trastorno emocional.
Son individuos que incurren en un sesgo cognitivo muy común: la inferencia arbitraria. Es decir,
tienden a destacar los factores negativos de una situación o circunstancia por encima de los positivos.
Además, cometen sobre generalización, es decir, sacan conclusiones de corte general ante
situaciones puntuales y negativas que les hayan ocurrido.
2. SINTOMATOLOGIA
Cambios de humor. De pronto notas que tu hijo tiene cambios de humor bruscos o repentinos.
En un mismo día puede estar eufórico o enfadado, feliz o triste.
Más hostilidad. Tu hijo se muestra más arisco, más hostil. No acepta bromas, se muestra más
sensible y todo parece molestarle.
Pasotismo. Tu hijo, que antes mostraba pasión por determinadas actividades propuestas, de
pronto parece perder la ilusión, y muestra un gran pasotismo ante todo.
Desinterés. Pérdida de interés por actividades que antes le interesaban.
Violencia. Tu hijo de pronto se muestra más rebelde, e incluso agresivo. Contesta con algún
grito, no es capaz de controlar la ira.
Llamadas de atención. Cuando su comportamiento cambia y los profesores comienzan a
llamarte la atención, es porque está pidiendo ayuda. Sufre un 'desbarajuste' emocional y no es
capaz de controlar sus impulsos. De ahí que lance pequeñas 'llamadas de atención'.
Cambios de apetito. La relación con la comida es un indicador de cómo está tu hijo a nivel
emocional. Si cambia su alimentación, si de pronto come con ansiedad o por el contrario
rechaza la comida o muestra una pérdida de apetito, es un síntoma de que algo le perturba a
nivel emocional.
Cambios en los hábitos del sueño. De pronto tu hijo tiene más ojeras, bosteza con mucha
frecuencia, le cuesta dormir, sufre de insomnio o tiene más pesadillas.
Es la ansiedad excesiva relacionada con la separación de las personas a las que está vinculado el
niño (normalmente los padres y especialmente la madre), con la separación del hogar o de otros
familiares.
Sus síntomas se manifiestan a nivel
• Cognitivo (preocupación excesiva y persistente a perder las figuras de apego o a que les
suceda algo malo.
• Conductual (resistencia o rechazo a acudir a la escuela u otro lugar, negarse a dormir solo o
fuera de casa si no está cerca la figura de vinculación).
• Somáticas (dolores de estómago, cabeza, pesadillas recurrentes, náuseas).
• Emocional (llanto, irritación, ansiedad y angustia).
Este trastorno suele interferir en su desarrollo y en las relaciones con sus iguales ya que estos niños
suelen tener dificultades para participar en juegos, actividades, deportivas.
Cuando están fuera del hogar o sin el acompañamiento de los padres, suele cursar con un elevado
malestar y perturbación en el niño que lo padece, siendo frecuentes los síntomas fóbicos, de
ansiedad, quejas somáticas e incluso sintomatología depresiva. La edad de comienzo más frecuente
se ha situado en la niñez media, entre los siete y nueve años de edad, aunque suele también
presentarse en la edad preescolar.
Miedo y desconfianza a extraños que produce una ansiedad excesiva y le impide mantener relaciones
sociales normales, este trastorno se da antes de los seis años de edad. Incluye el trastorno por
evitación.
El trastorno aparece unos meses después del nacimiento del hermano menor. El hermano mayor
manifiesta celos y rivalidad contra el hermano menor e intenta competir constantemente para llamar
la atención de sus padres. En los casos graves se acompaña de hostilidad, maldad e infamias contra
el hermano menor y pudiendo mostrar comportamientos pueriles como es enfrentarse con los padres,
llamar la atención con la comida, rabietas.
Hablamos del Trastorno del vínculo cuando se han producido rupturas traumáticas en el lazo afectivo
niño madre desde las etapas más tempranas.
Diversas pueden ser las causas: abandono, maltrato, separaciones, Hogares para niños sin amparo
filial y posteriormente adoptado, niño que han estado en incubadoras, o ingresados en los primeros
años de vida.
La sintomatología puede ser variada, desde retraimiento extremo a conductas disruptivas que cursan
con hiperactividad, déficit atencional e impulsividad.
Pero no siempre hacen falta grandes traumas para que un niño pueda desarrollar problemas de
vinculación. Las largas horas de trabajo de muchos padres, los sustitutos temporales, las instituciones
internas en etapas anteriores al segundo año de vida, no facilitan que se establezcan en su momento
tiempos y la calidad de relación que muchos niños necesitan.
La mayoría de niños que presentan alteraciones en el vínculo afectivo suelen poner a prueba
constantemente el amor de sus padres y los lazos que tienen en común. Lo más paradójico es que lo
hacen mediante un proceso sutil de exigencias, manipulaciones, mentiras e, incluso, utilizando
comportamientos agresivos y violentos hacia las personas que quieren. También, a veces, contra
ellos mismos.
La función primordial del llamado vínculo o apego establecido por el niño, en sus primeras etapas
evolutivas con las figuras que lo cuidan (en especial madre y padre), obedece a una necesidad vital
de reducir la ansiedad que permita el afrontamiento de situaciones generadoras de ansiedad.
Temor excesivo a ser evaluado negativamente, a ser rechazado, humillado o avergonzado frente a
los demás
Episodios de ataques de pánico, que cursan con síntomas como falta de aire, palpitaciones,
hormigueo y sensaciones de adormecimiento, oleadas de frío o calor, o terror al encontrarse en
ciertos lugares o situaciones.
Presencia de obsesiones o compulsiones que el niño siente que no puede controlar y que son lo
suficientemente graves como para interferir en las actividades de su vida diaria. Las obsesiones son
pensamientos reiterados e indeseados que a menudo se relacionan con miedos de contaminación.
Las compulsiones son conductas reiteradas y sin sentido, que se manifiestan para intentar neutralizar
pensamientos o impulsos. Los rituales de control y lavado son particularmente comunes en los niños.
Los niños con TOC pueden desempeñarse satisfactoriamente a nivel académico, pero pueden tener
dificultad para realizar sus tareas, ya que suelen necesitar que todo salga perfecto. Los síntomas que
son graves y consumen tiempo pueden comprometer la autoestima e interferir en el desempeño con
sus amistades y familiares.
Un niño o adolescente puede desarrollar este trastorno, después de presenciar o estar expuesto a
una situación traumática extrema en la que el mismo menor o una persona importante se ve
involucrada en una amenaza de lesión o muerte o incluso en un hecho real de lesión o muerte que
causa miedo, desprotección u horror intenso. En la mayoría de los casos, la conmoción y angustia
inicial provocadas por el trauma disminuyen con el transcurso del tiempo, y las heridas emocionales
se procesan y disipan. Cuando el recuerdo del trauma no disminuye y la perturbación provoca
trastorno en diferentes áreas de la vida, el niño se encuentra en riesgo de desarrollar trastorno de
estrés postraumático (TEPT).
A veces un niño o adolescente se queja continuamente de una molestia o un dolor , sin que pueda
encontrarse una causa médica que lo explique. Sin embargo, el dolor o la molestia son muy reales
para el joven. El niño o adolescente puede estar sufriendo una enfermedad psicosomática (trastorno
somatomorfo) y puede estar expresando sus conflictos emocionales a través de las quejas físicas.
Los trastornos somatomorfos diagnosticados en niños incluyen el trastorno de conversión, trastorno
de somatización, trastorno dismórfico corporal, hipocondría y trastorno del dolor.
Los niños que sufren depresión pueden acusar síntomas característicos como pueden ser desánimo,
baja autoestima, desesperanza y culpa, pero muy a menudo también pueden mostrarse irritables,
imposibles de complacer, con mal humor y oscilan de la tristeza profunda a la ira repentina. En casos
más graves puede acompañarse también de dificultades para concentrarse, cansancio, problemas
para dormir, problemas de apetito, retraimiento social, intranquilidad o aletargamiento, disminución
del interés o del placer en las actividades, pensamiento de muerte. A veces los jóvenes sienten que el
suicidio es la única forma de detener el dolor. Los padres deben tomar en serio cualquier
conversación sobre suicidio o muerte, y consultar de inmediato a un especialista en salud mental.
Se caracteriza por cambios de humor persistentes e intensos que van desde la depresión hasta la
manía. Estos estados de ánimo son fuertemente intensificados o claramente diferentes de la
personalidad habitual del niño, y su intensidad y duración son muy exageradas y desproporcionadas
a los hechos que las pueden precipitar. La persona con trastorno bipolar experimenta los signos
típicos de depresión (ya descritos) al igual que los signos de manía (euforia, sentimientos de
grandiosidad y invencibilidad, energía inusual, disminución de la necesidad de sueño, conductas de
riesgo e incluso una pérdida del contacto con la realidad) que producen alteraciones en el
funcionamiento. Cada fase puede durar varios días o meses. El trastorno es poco frecuente en niños
menores de doce años de edad, y a menudo se diagnostica en la adolescencia.
Se refiere a una falta de control esfinteriano, que lleva a los niños a orinarse (enuresis) o defecar
(encopresis) involuntariamente sin que exista una enfermedad orgánica que lo genere. Para su
diagnóstico requiere que haya pasado el tiempo en que el control intestinal y urinario es
fisiológicamente posible, momento que coincide habitualmente con la edad en que el niño ya logra
usar el inodoro, en general los 4-5 años de edad. Este diagnóstico es más común en niños pequeños,
pero puede darse hasta los 10 ó 12 años. La experiencia clínica sugiere que no suele durar más allá
de la adolescencia.
Nos referiremos fundamentalmente a todos aquellos trastornos que son consecuencia de alteraciones
endógenas en los mecanismos del ciclo sueño-vigilia, y que con frecuencia se ven agravados por
factores de condicionamiento. Se incluyen como los más frecuentes: los terrores nocturnos, las
pesadillas, las dificultades para conciliar el sueño, los despertares frecuentes y/o precoces, el
sonambulismo,…
También existe la posibilidad de que algunos trastornos del sueño surjan como consecuencia de
malos hábitos (dificultad para dormir solo) y/o sean secundarios a otros problemas
psicológicos/psiquiátricos (ansiedad/miedos, depresión,…)
TRASTORNOS DE LA CONDUCTA
En la definición de estos trastornos influyen una serie de factores propios de la psicopatología infantil
que complican la caracterización de los problemas, su curso y su resultado final (Luciano, 1997;
Olivares
Entre estos factores figuran la edad del niño, su nivel de desarrollo cognitivo, su ambiente familiar y
otros aspectos socioculturales. Las conductas valoradas como síntomas de un trastorno en una
determinada edad pueden ser evaluadas como normales en otra. De la misma manera, conductas
potencialmente problemáticas suelen presentarse en distinto grado a lo largo del tiempo y su
manifestación varía en función de la edad.
1. CAUSAS
Las condiciones que contribuyen al desarrollo del trastorno de la conducta se consideran que son
multifactoriales, lo que significa que muchos factores contribuyen a la causa. Las pruebas
neuropsicológicas han demostrado que los niños y adolescentes con trastornos de la conducta tienen
un deterioro en el lóbulo frontal del cerebro que interfiere con su capacidad para planear, evitar el
daño y aprender de experiencias negativas. Se considera que el temperamento en la infancia tiene
una base genética. Los niños o adolescentes a quienes se consideran que tienen un temperamento
difícil tienen más probabilidades de desarrollar problemas conductuales. Los niños o adolescentes de
ambientes de hogares desfavorecidos, disfuncionales y desorganizados tienen más probabilidades de
desarrollar trastornos de la conducta, aunque se puede encontrar en todos los grupos
socioeconómicos. Se ha encontrado que los problemas sociales y el rechazo del grupo de pares
contribuyen a la delincuencia. El estatus socioeconómico bajo ha sido asociado con los trastornos de
la conducta. Los niños y adolescentes que exhiben comportamientos delincuentes y agresivos tienen
perfiles cognitivos y psicológicos distintivos cuando se comparan con niños con otros problemas
mentales y grupos de control. Todos los factores contribuyentes influyen en cómo los niños y
adolescentes interactúan con otras personas.
2. SINTOMATOLOGIA
Sin embargo, en niños con trastorno de la conducta, estos síntomas ocurren con más frecuencia e
interfieren con el aprendizaje, ajuste escolar, y, algunas veces, con las relaciones del niño con otros.
Los siguientes son los síntomas más comunes del trastorno de la conducta. Sin embargo, cada niño
puede experimentar los síntomas de manera diferente. Los 4 grupos principales de comportamientos
son los siguientes:
• Conducta agresiva. La conducta agresiva causa o amenaza con daño físico a otros y
puede incluir lo siguiente:
Comportamiento intimidatorio
Acoso
Peleas físicas
Crueldad con otros o con animales
Uso de armas
Forzar a alguien a actividad sexual, violación o acoso sexual
Conducta destructiva. La conducta destructiva puede incluir las siguientes:
Vandalismo; destrucción intencional de la propiedad
Incendio provocado
• Falsedad. El comportamiento deshonesto puede incluir los siguientes:
Mentir
Robar
Hurto en tiendas
Delincuencia
• Violación de reglas. La violación de reglas ordinarias de conducta o normas apropiadas a
la edad pueden incluir las siguientes:
Ausentismo escolar (no asistir a la escuela)
Escapar
Burlas
Maldades
Actividad sexual muy temprana
Los síntomas del trastorno de la conducta pueden parecerse a otras condiciones o problemas
médicos. Siempre consulte con el médico de su hijo para un diagnóstico.
Si bien muchas personas pueden ser o estar intranquilas y distraídas, estas cualidades deben ser
más intensas, persistentes y perturbadoras para poder acreditar un diagnóstico de TDAH. Los
síntomas nucleares del trastorno son el déficit de atención, la impulsividad y la falta de atención y
éstos deben causar dificultades en múltiples áreas, por ejemplo, en la escuela, el hogar o con
amigos.
Es un patrón de comportamiento desafiante hacia las figuras de autoridad, junto con discusiones,
negativa a cumplir sus responsabilidades y enfados con otros niños o con los adultos.
Además, para considerar su diagnóstico, estas conductas tienen que crear dificultades en varios
contextos (por ejemplo, en casa y en el colegio) durante al menos 6 meses. Su frecuencia estimada
se encuentra entre el 3 y el 8 %.
La edad de aparición se encuentra sobre los 8-10 años, aunque se puede observar en edades más
tempranas.
Los niños y adolescentes que sufren estos trastornos pueden perder contacto con la realidad y son
incapaces de controlar su pensamiento o su conducta. Hay casos de afectación severa donde se
pueden llegar a tener pensamientos de hacerse daño a uno mismo o a otras personas.
La esquizofrenia supone el cuadro más grave y de peor pronóstico, puede tener un inicio gradual, con
síntomas de aislamiento y alteraciones del lenguaje que se tornan evidentes con el transcurso del
tiempo, o puede tener un inicio repentino en la adolescencia.
En la mayoría de los casos, estos comportamientos desafiantes y hostiles se dirigen hacia las figuras
de autoridad. Este trastorno es más frecuente en los niños que en las niñas. La edad de inicio del
trastorno es a los 8 años, aunque se han encontrado casos de inicio en la etapa de preescolar.
Agresiones a otras personas (intimidar, iniciar peleas, ocasionar daño físico, ser cruel con
otras personas)
Dañar la propiedad de otros (incendios, destrucción deliberada)
Violaciones graves de normas (transgredir normas pateras, salidas-escapadas nocturnas sin
permiso, hacer novillos en la escuela)
Estos comportamientos suelen ir unidos a una serie de situaciones familiares, sociales y escolares
que influyen tanto en el origen como en el mantenimiento del trastorno.
3.6. Depresión
El inicio del trastorno se produce entre los 15 y 45 años, produciéndose un gran impacto en la
educación, productividad, relaciones sociales y funcionamiento de la persona. Suele presentarse con
mayor frecuencia en mujeres que en hombres.
Los síntomas de la depresión pueden incluir: sentirse triste o “vacío”, perdida de interés en sus
actividades favoritas, aumento o pérdida de apetito, sentirse muy cansado, dolores de cabeza,
calambres o problemas digestivos, no poder dormir o dormir demasiado, ideas de muerte o suicidio.
La Discapacidad Intelectual o Trastorno del Desarrollo Intelectual, es una afección que incluye un
funcionamiento intelectual general por debajo del promedio y una carencia de las destrezas
necesarias para la vida diaria. Es entendido como una condición en la que las personas que la
padecen tienen limitaciones y deficiencias en el funcionamiento intelectual, teniendo problemas en el
razonamiento, la planificación, la resolución de problemas o el aprendizaje.
Son un grupo de afecciones en las cuales una persona tiene un patrón prolongado de
comportamientos, emociones y pensamientos que es muy diferente a las expectativas de su cultura.
Estos comportamientos interfieren con la capacidad de la persona para desempeñarse en las
relaciones interpersonales, el trabajo y otros contextos.
Suelen comenzar en las primeras etapas de la edad adulta. Dentro de estos encontramos los
Trastornos de la Personalidad: Paranoide, Esquizoide, Esquizotípica, Antisocial, Límite, Histriónico,
Narcisista, Evasiva, Depresiva y Obsesiva-Compulsiva.
Las psicosis de inicio temprano son más graves e incapacitantes y tienen peor pronóstico que las de
inicio en la edad adulta. El inicio se produce durante un periodo crucial del desarrollo y debido a la
superposición de síntomas se puede confundir con otros diagnósticos, lo que conlleva a un retraso en
el mismo.
Los síntomas más frecuentes son: trastornos de lenguaje, dificultad para entablar y mantener
relaciones sociales, dificultad para distinguir el mundo oniŕ ico y real, alucinaciones visuales y
auditivas, ideas y pensamiento extraños, disminución del interés, pensamiento desorganizado,
comportamiento extrano ̃ , estereotipias, desinhibición, comportamiento regresivo, auto y
heteroagresividad, ansiedad y temerosidad severas, labilidad afectiva, confusión de la televisión con
la realidad /tecnología.
La conducta de oposición puede tomar diferentes formas, desde la pasividad extrema (no obedecer
sistemáticamente mostrándose pasivo o inactivo), hasta verbalizaciones negativas, insultos, hostilidad
o resistencia física con agresividad hacia las figuras de autoridad, ya sean los padres, maestros o
educadores.
La conducta desafiante y de oposición de inicio temprano suele ser persistente y puede ir asociada a
diferentes tipos de patología infantil y adolescente. Este trastorno, al igual que la ansiedad de
separación, suele encontrarse, en el abandono real o virtual del niño en la primera infancia por parte
de los padres. Los lazos afectivos (apego) insuficientes y negativos, no lograron el crecimiento
psicológico, el validismo y vínculos emocionales sanos y estables con la separación segura, en la que
el niño estará preparado y activo en su propio desarrollo.