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Unidad 1: La Región del Tucumán y la conquista


Según Bazán La palabra región tiene distintas connotaciones que se sustentan en la geografía, la economía, la lengua, la
cultura y también en el marco político-institucional. Cuando todavía no existían las nacionalidades hispanoamericanas, la crónica
adopta como unidad de análisis a la región, aunque las palabras que utiliza para designarla sean otras como país, reino o provincia.
Esta comprobación tiene especial validez para el Tucumán, Río de la Plata y Cuyo. Así, la crónica indiana habla del reino o país
de Tucma cuando relata la incorporación de los pueblos aborígenes del Noroeste a la jurisdicción del Tawantinsuyo, e
implícitamente considera a ese ámbito geográfico como una unidad por encima de los particularismos étnicos y culturales.
Bernardo Canal Feijoó, partiendo del análisis sociológico y de la planificación socio-económica, acuñó la premisa de que
el Norte Argentino es la región “más histológicamente integrada de la Argentina”, a despecho de los limites interiores
convencionales creados por el hombre para estructurar políticamente a las provincias. ¿Cómo entender, pues, esa unidad
estructural, partiendo desde formas políticas que se constituyeron más tarde, a despecho de la misma? Esto nos impone la
necesidad de elaborar un método adecuado para investigar esa realidad estructural con rasgos homogéneos que es la región.
Puestos en esa tarea, trataremos de definir las categorías de análisis específicas de la historia regional a fin de hacer un abordaje
orgánico de la misma. Estas son las siguientes:
 El factor geográfico: no consiste necesariamente en la uniformidad de sus recursos naturales, sino que se expresa
también en la diversidad de zonas naturales contiguas y complementarias cuya disposición objetiva favorece la
integración social influyendo en la instalación humana, condicionando las formas de aprovechamiento de los recursos
naturales y generando fenómenos de complementación e interdependencia de las comunidades regionales.
 El factor étnico-social: La homogeneidad de una región histórica depende también del tipo étnico que protagoniza su
desarrollo. En el Noroeste ha sido y sigue siendo mayoritario el tipo humano producido por el primer mestizaje. El criollo
se plasmó en su ser físico y su idiosincrasia como producto del mestizaje del colonizador español –reducida minoría- con
el aborigen americano, estrato originariamente mayoritario, y con los grupos africanos incorporados masivamente a partir
del siglo XVIII. Esos elementos formaron la sociedad criolla que decantó su perfil en el siglo XIX, borrando los rasgos
identificatorios particulares de sus componentes primarios. Así se configuró un tipo étnico común para todas las
provincias del Noroeste, que tiene diferencias claramente perceptibles respecto del tipo étnico de la región pampeana.
Esta cambió su población con la incorporación masiva del inmigrante europeo desde la segunda mitad del siglo pasado,
donde fueron mayoría los contingentes italianos y españoles.
 El factor cultural: Comprende a la lengua; la religión, los usos y costumbres, las expresiones literarias y artísticas, el
folklore y la cosmovisión frente al pasado histórico y al medio geográfico. El camino del Inca fue un instrumento de
civilización, de igual modo que la lengua quechua que se difundió en el Tucumán y comenzó a ser hablada junto a las
lenguas autóctonas como el cacán de los diaguitas. Ese desarrollo cultural facilitó el mestizaje con el sistema español. En
el mundo de las creencias religiosas, las fiestas tradicionales con vigorosa vigencia, demuestran que bajo el ropaje del
catolicismo hay manifestaciones de genuina religiosidad popular de filiación indígena que la Iglesia Católica ha
terminado por aceptar. En orden a la expresión literaria, esta revela de manera significativa la impronta telúrica regional.
El paisaje, la fauna autóctona, los usos y costumbres; la tradición histórica, la problemática espiritual del hombre
lugareño constituyen la temática inspirativa de los autores más representativos en los géneros de la poesía, la narrativa y
el teatro. La identidad del noroeste se expresa también en la música y las artesanías. Así como el tango es la música
representativa del país aluvial, la zamba y la chacarera definen musicalmente al país tradicional. Las artesanías del tejido
y de la cerámica especialmente, dan ocupación a mucha gente y logran buena colocación en el mercado nacional e
incluso mundial: Verbigracia, alfombras, tapices y ponchos.
 El factor económico: En la etapa histórica, los estadios evolucionaron desde formas primarias de producción destinada
al autoabastecimiento y a la demanda de un mercado regional restringido, al nivel más complejo impuesto por la
formación de un mercado nacional y a la inserción de éste en el mercado europeo y mundial. El primitivo comercio de
trueque y la moneda de la tierra fueron suplantados progresivamente por la economía monetaria y capitalista.
 El factor político: Lo regional y lo nacional no son términos antitéticos. Lo regional denota una pluralidad estructural
que se resuelve sin violencia en la unidad nacional cuando ésta toma forma institucional. Existió antes de la organización
constitucional de la nación con nombres propios como Tucumán, Cuyo, Buenos Aires, Litoral. Esa estructura se
fragmentó políticamente en la época independiente cuando los municipios sufragáneos de las gobernaciones-intendencias
adquieren rango provincial por virtud de procesos autonómicos que diseñan el mapa político de la Argentina histórica.
Pero esta nueva realidad no hizo desaparecer la conciencia de unidad regional sustentada en comunes tradiciones,
problemas y necesidades. Sin perjuicio de reconocer la existencia de actitudes de suficiencia localista que privilegian a la
provincia sobre la región, los hombres más lúcidos saben que la verdadera satisfacción de las necesidades políticas y
económicas en el marco del sistema federal sólo podrá lograrse mediante la concertación regional.
Según Daniel Campi, la perspectiva regional no consiste en historiar un espacio al que se le imputa la condición de región
por la singularidad que le otorgan su conformación étnica, la religiosidad, la idiosincrasia de su población, "la historia", en
definitiva. Por el contrario, como hipótesis que es, es necesario trabajar sobre historicidad, referirse a las diversas coyunturas que
le dieron origen, en resumen, detectar cuáles fueron las claves de su desarrollo y transformaciones. Lo decisivo para definir una
región es su funcionamiento, su sistema de flujos, los diversos modos de relaciones sociales que se establecen en su seno. Por ello
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es necesario, privilegiar el estudio de la circulación de bienes y personas, el desarrollo y la dinámica de los mercados, pues allí se
establecen las articulaciones, las relaciones de interdependencia, las especializaciones, etc., articulaciones que remiten a las
estructuras sociales, a la producción, a las modalidades de la acumulación, a la formación de las clases y los sistemas de
dominación y poder, etc.
Según Sandra Fernández, la calificación de regional/local es polisémica y que, por lo tanto, múltiple es su utilización
terminológica. Desde una perspectiva histórica, durante varios años la encrucijada de los estudios regionales y locales se pensó
como la oposición, o mejor aún como el encuentro distorsionado, entre la formalización de tales estudios y la caracterización de
“lo nacional”. En paralelo, también pudo observarse un corrimiento regular y constante de las definiciones de lo regional y local
hacia un simple recorte administrativo, en un registro exclusivamente territorial. Desde este ángulo, en general, se adaptaba casi
mecánicamente una realidad social-económica-cultural a una forma de división política-administrativa. Así, la historia regional
tendría correspondencia directa con una historia ligada a lo provincial o departamental, y la historia local estaría identificada con
la comarca, la ciudad o el poblado, dejando a un lado cualquier tipo de consideración de los fenómenos urbanos o de los procesos
inherentes a la construcción social e identitaria de esos espacios. Además, en innumerables casos, la situación se agravaba en
virtud de un acercamiento a la problemática regional y local desde una forma de hacer Historia centrada en lo anecdótico, la
crónica o la mera descripción de sucesos y eventos. Para finalizar, nos resta remarcar que desde el punto de vista historiográfico y
también desde la producción en investigación, en nuestro país la historia regional y local se encuentra todavía distante de legitimar
lo que para nosotros representa la particularidad esencial de estas disciplinas: su capacidad analítica, o mejor aún microanalítica,
ligada además a las potencialidades científicas del estudio de caso.
Poblaciones Originarias (Torrago, Noemí - Nueva Historia)
La época de los desarrollos regionales se caracteriza por un fuerte crecimiento demográfico, por la aparición de
sociedades pujantes, territorios bien controlados y defendidos desde los pucarás. Se destacaron Calchaquí, Tastil, Yocavil y Belén
en las provincias de Salta, Tucumán y Catamarca. Al Norte, y en relación más estrecha con el altiplano estaban los núcleos de
Tilcara, Humahuaca, Yavi y Casabindo en la provincia de Jujuy. Más al sur operaban los centros de Sanagasta y Aimogasta, en La
Rioja, y de Angualasto, en San Juan.
Nuevas formas económicas y políticas se gestaron dando lugar a entidades sociales que entraron en competencia con
otras organizaciones semejantes, tanto por pastos, agua y rebaños, como por otros factores. La agricultura por irrigación, el control
de los recursos de diversos pisos ecológicos y una explotación ganadera intensiva estaban bien establecidos. Durante ese
desarrollo se asentaron las relaciones sociales desiguales tanto en la organización del trabajo como en la distribución y el consumo
de bienes. La instalación de talleres para la producción de objetos de alto valor social y simbólico, y la consolidación de elites
dentro de la sociedad.
El tránsito a la nueva época, más civil, llevó a un gran desarrollo regional. Estas sociedades presentaron como
característica la inhumación de niños en unas cerámicas, decoradas con caras antropomorfas o zoomorfos, y geométricos pintados.
Los lugares de vivienda eran villas con pocas casas. A mediados del siglo XIII estaban en funcionamiento centros poblados. En
esos núcleos con tendencia al desarrollo urbano se inició el clima de florecimiento regional.
Conquista y Colonización del Tucumán (Lazcano)
Tucumán fue descubierta en el S. XVI y colonizada por las corrientes conquistadoras provenientes del Perú y Chile. La
expedición de Almagro señaló las primeras referencias concretas de la existencia regional del noroeste, al regreso de la conquista
chilena.
En esa interconexión de antecedentes explicatorios del descubrimiento, confluyen las llamadas “guerras civiles” del Perú
entre sus grandes capitanes Francisco Pizarro y Diego de Almagro. Quiso Almagro establecer su autoridad en el Cuzco pero
vencido por Hernando de Pizarro en la Batalla de Las Salinas, fue condenado a muerte y estrangulado en 1538.
Diego de Almagro (hijo) juntos a sus partidarios terminaron con la vida de Pizarro, en su palacio limeño. Ante la llegada
del Licenciado Cristóbal Vaca de Castro, enviado para establecer una Audiencia en Lima y asumir el mando de la acefalia,
Almagro se retiró al Cuzco sin obedecerle.
Ideologías de la conquista (Bazán- Achával)
Existían dos ideologías de conquista según Levillier: Juan de Matienzo (oidor de Charcas) y Francisco de Toledo (virrey
del Perú). El primero, en su libro desarrollo un pensamiento muy claro sobre los objetivos que debían proponerse la conquista del
Tucumán y las ciudades que debían ser fundadas. En principio, recomendaba fundar Jujuy, un pueblo de españoles por estar
ubicado dicho distrito en la entrada de la provincia. Allí, estuvo precaria fundación de Juan Pérez Zurita. A él debían estar sujetos
los indios de Atacama, los diaguitas de Calchaquí y Salta;
El segundo, propone fundar otros dos pueblos en Gualasto (límite al sur del valle Calchaquí) y Famatina, ya que en esos
lugares había minas de oro y plata. Además, Famatina lindaba con una muy rica tierra y muy poblada. Cuando escribió su obra, ya
no existía la ciudad de Londres, fundada por Zurita.
Matienzo consideraba conveniente hacer una nueva fundación por las ventajas que representaba la abundancia de la
población diaguita. El funcionario juzga las fundaciones que se hicieron en Esteco, San Miguel y Santiago del Estero; sin
embargo, pone especial énfasis en las tierras de los comechingones (porque eran tierras de invierno y verano) sostiene que allí
debe fundarse un pueblo de españoles. Santiago del Estero, San Miguel, Jujuy, Salta, Córdoba y La Rioja a la que pronto se
agregaría Catamarca dieron forma definitiva a la provincia de Tucumán.
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Pero su ideología no se agota allí. Desde el país de los comechingones en dirección a la fortaleza Sancti- Spiriti (se abría
una tierra llana y despoblada). Las ciudades de Tucumán necesitaban un puerto que posibilitaba su más rápida comunicación con
España, centro del poder colonial, Matienzo había propuesto una solución: abrir un puerto en el Rio de la Plata, el puerto de
Buenos Aires sería un punto de convergencia de la relación comercial de Tucumán, Alto Perú y Chile con España. Esto se hizo
posible en 1580 con la segunda fundación de Buenos Aires.
Para Toledo, era necesario consolidar lo existente con nuevas fundaciones en sitios apropiados y no dispersos esfuerzos
en ambiciosas empresas de exploración y conquista.
Por otro lado, la colonización fue en España una verdadera cruzada nacional. Y esto se nota más claramente en la
conquista del actual territorio argentino, en donde la pobreza de la tierra la falta de riquezas minerales y la fundación de ciudades
alejadas de las costas oceánicas vienen a demostrarlo, si solo hubiera sido un interés económico no se hubieran establecido centros
de cultura y civilización, no se hubiera incorporado al reino de Castilla, no se hubieran preocupado de la suerte de los aborígenes,
no se habrían dictado leyes, ordenanzas, decretos para mejorar su condición social y económica. También tuvo como propósito
acabar con las guerras civiles en el Perú, por ello, Vaca de Castro, pregono una serie de expediciones con lo que la tierra quedaba
así “descargada” de ese potencial peligro.
Entrada de Diego de Rojas (Achával- Bazán)
Hacia 1542, después de la batalla de Chupas, el Perú quedó pacificado. Se nombró para la expedición de Tucumán a
Rojas, entre cuyos méritos pesaba su trato a los indígenas como signo de preocupación evangelizadora hispánica.
Con esos claros objetivos se organizó la expedición de Diego de Rojas a quien cabe el título de verdadero descubridor del
Tucumán.
Atravesaron la puna jujeña y por cuesta de Ancay llegaron a Chicoana donde se detuvieron un tiempo en los Valles
Calchaquíes, internándose después de cruzar el Aconquija en llanuras de Tucumán. Rojas con su columna, entraron a tierras de los
Juríes en jurisdicción santiagueña. Diego resulto herido por un flechazo en la pierna y, en pocos días, murió víctima de horribles
dolores a causa de un misterioso veneno usado por los indios, en Mocacaxa, denominación dada a Maquijata.
De allí surgieron los enfrentamientos entre los expedicionarios, tomo el mando don Francisco de Mendoza, quien siguió
rumbo al sudeste hasta encontrar el cauce del rio Dulce y marcho hacia Soconcho, allí fundo el real de Medellín, sin embargo, un
incendio destruyo esta ciudad y obligo seguir marcha hacia el sur, siendo abandonada la primera población levantada por
descubridores en Santiago del Estero.
Francisco de Mendoza mando de vuelta a Felipe Gutiérrez y su mujer, deshonrados por la injusta sospecha de envenenar
a don Diego. Se propuso seguir y llego al Paraná a la altura del fuerte Sancti Spiriti, desde donde emprendió el regreso
desalentado.
Se complotaron los soldados cuando el jefe propuso seguir tras las huellas de Irala al Paraguay, y uno de ellos, Diego
Alvares, terminó a puñaladas con la vida de Mendoza en Malaventura, decidiéndose volver desde el Valle de Calamuchita para
abastecerse en la provincia de los Juríes. A fines de 1545 la expedición emprendió el regreso al mando de Nicolás de Heredia,
quien legalizó el crimen y asumió el mando después de condenar a muerte a Mendoza por usurpador, y designar a Diego Alvares
maestre de campo.
Expedición y fundación de Núñez de Prado (Achával- Bazán)
Cuando los restos dispersos de la expedición de Rojas volvieron al Perú se encontraron con otra trágica noticia. Había
estallado nuevamente la guerra civil – en verdad la tercera y última de las guerras civiles entre españoles del Perú- como
consecuencia del intento de aplicar las nuevas leyes de Carlos I por parte del virrey Blasco Núñez Vela y la resistencia de
encomenderos y capitulares dirigidos por Gonzalo Pizarro.
El 18 de enero de 1546, luego de haber sido vencido en Añaquito, Blasco Núñez Vela fue decapitado en el campo de
batalla, quizá cuando Pizarro vislumbraba la posibilidad de constituirse en soberano de un reino independiente en el Perú.
Fue necesario el envío de una nueva autoridad con plenos poderes del rey. El Licenciado Pedro de La Gasca traía la
capacidad diplomática suficiente para volver las cosas a su lugar.
La pacificación del Perú trajo nuevamente la posibilidad de volver a Tucumán.
La Gasca obro con capacidad y cautela. Fruto de esa acción seria la fundación de La Paz, encomendada al Capitán
Alonso de Mendoza, el gobierno de Chile dado a Pedro de Valdivia, el envío de Diego Centeno con socorros al Paraguay y la
conquista de Tucumán confiada a Juan Núñez de Prado. Partió desde Potosí el 8 de octubre de 1549 acompañado de 60 hombres y
tres sacerdotes, el presbítero Hernando de Gomar y los dominicos Gaspar de Carvajal y Alonso Trueno.
Llego Núñez de Prado a Chicoana, lugar ya conocido que poblaban los pulares cerca de Cachi y siguió por los Valles
Calchaquíes la misma ruta de Rojas. La expedición penetro a territorio tucumano y Núñez de Prado fundo al sudoeste de la ciudad
de Monteros, la ciudad del Barco el 29 de junio de 1550. La bautizó en honor a su homónima hispana Del Barco de Ávila, Cuna
del Licenciado Pedro de La Gasca, presidente de la Audiencia de Lima. El lugar coincidía con el mismo valle donde después
estuvieron emplazado San Miguel de Tucumán y Cañete, cercanos del Rio Escaba.
La prolija investigación documental realizada por el licenciado Gastón Doucet concluyó que la fecha matriz que
engendró Santiago del Estero, bajo paternidad de Juan Núñez de Prado, ocurrió el 29 de junio de 1550.
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Conflictos y traslados (Achával- Bazán)


En noviembre de 1550, al hallarse explorando tierras de Tipiro, Prado recibió noticias de una partida hispana que
merodeaba en las proximidades y cometía vejámenes contra indios. Se trataba de una columna comandada por el Capitán
Francisco de Villagra en cargado de llevar socorro a Pedro de Valdivia desde el Perú.
Los ataco en la madrugada y tuvo un total fracaso. Se impuso en superioridad numérica los españoles invasores, cuyo
número desconocía Prado. Villagra exigió la firma de actas y documentos que lo hacían reconocer la jurisdicción chilena y la
autoridad de Valdivia.
Villagra le reconocía a cambio la tenencia de la gobernación a Prado. Apenas se hubo retirado Villagra, Núñez resolvió
su traslado. El 23 de mayo de 1551 se instaló en el valle salteño de Guasán o Quiri-Quiri junto al rio Calchaquí, tomando el
nombre de “Ciudad del Barco del Nuevo Maestrazgo de Santiago”
El asedio de los indios y el incendio de sus casas obligo a Núñez a realizar un nuevo traslado. El tercer traslado se
concretó posiblemente en junio de 1552, y se ubicó a orillas del Río Dulce a un cuarto de legua. Asiento primitivo de Santiago del
Estero.
Francisco de Aguirre y el nacimiento definitivo de Santiago del Estero (Lazcano)
Valdivia no aceptaba la renuncia de derechos y vasallaje obtenido violentamente por Villagra en su favor, para ampliar su
gobernación hasta Tucumán. La tesis de Valdivia se fundamentaba en que la Ciudad del Barco se le había ofrecido
voluntariamente y, en consecuencia, revocaba el poder dado a Núñez del Prado, mediante una provisión extendida el 8 de octubre
de 1551 se designaba “Teniente de Capitán General y Gobernador” de la ciudad del Barco a favor de Francisco de Aguirre.
La concesión otorgada a Valdivia por La Gasca aclaraba que en caso de conflictos jurisdiccionales la prohibición era
acudir a la fuerza, siendo obligatorio dejar a quien hubiere poblado.
Se emprendió la marcha en marzo de 1553 y luego de recorrer los traslados en busca de Prado, Aguirre llego en la noche
del 20 de mayo a la Ciudad del Barco.
Al día siguiente se hizo reconocer por el Cabildo, mandando devuelta al Perú a los partidarios de Prado, entre ellos los
frailes Carvajal y Trueno, celosamente custodiados, y cuando fue hallado Núñez lo envió preso a Chile.
Aguirre traslado la población y le cambio el nombre el 25 de Julio de 1553. Tres veces fue gobernador de Tucumán:
1553-1554, en 1563-1566, y en 1569-1570; durante su primer viaje de expedición careció de sacerdote, hecho inusual entonces, y
llegando al Barco expulsó a los frailes del lugar; en sus dos últimos gobiernos se granjeó una enemistad del clero y terminó
procesado por la Inquisición de Lima. Aunque resultara absuelto, se le acusaba de blasfemar contra la autoridad eclesiástica y
haber dicho que más importante para el bien de la República era un herrero que un cura.
Distintas Posturas Historiográficas (Achával)
Fray Eudoxio de Jesús Palacios, sacerdote mercedario y distinguido historiador, afirma “que toda traslación presupone la
existencia de la cosa trasladada”. Agregando Vicente Sierra que no es suficiente cambiarle el nombre y reemplazar a unos
miembros del cabildo por otros para estimar que el traslado sea una nueva fundación. Para los que vivieron aquellos años
fundacionales ambas ciudades son una sola y misma realidad.
 La resolución de la Audiencia de Lima de 1555 reestablece a Prado en su gobierno del Tucumán
 La información levantada por el procurador general Lorenzo Maldonado en la ya llamada Santiago del Estero, expone
refiriéndose a la reivindicación realizada por la Audiencia “Juan Núñez de Prado, Capitán de Justicia Mayor que fue de
esta dicha ciudad”.
 Juan de Cusio basándose en la información de servicios que el propio Aguirre hizo en Chile afirma “reedifico la ciudad
de Santiago del Estero”, Baltazar de Barrionuevo es más claro cuando dice “reedifico la ciudad del Barco que ahora se
llama Santiago del Estero”, y Diego Villarroel (sobrino de Aguirre) “llego a los llanos de los Juríes… reedificando la
ciudad del Barco que al presente se llama Santiago del Estero”.
 En octubre de 1585, la ciudad de Santiago del Estero realizo su propia información de servicios para ser elevada al rey
Felipe II y en ella el procurador dice: “esta ciudad de Santiago de estero le ha servido y sirve de 35 años a esta parte que
se fundó”. El cómputo de 35 años hace lógicamente la referencia a la fundación del Barco en 1550 por Núñez de Prado.
El Barco nunca desapareció, cambió de nombre como casi todas las ciudades no sola de Argentina si no de América.
En todos estos casos la crítica histórica indica como fundador al quien la pobló primero, nunca al que realizo traslados o
cambios de nombre. Solo Santiago del estero es el único caso en que resulta ser fundador quien solo traslado y dio nuevo nombre
a la ciudad.
Conviene saber que la ciudad de Santiago del Estero después del traslado efectuado por Aguirre 1553 sufrió otros. Así, el
gobernador Felipe de Albornoz, autorizado por real cedula, concreto el cuarto traslado, por las inundaciones, corriéndose hacia el
oeste a un kilómetro donde la asentó Aguirre.
Últimas investigaciones (Achával)
La comisión especial del Academia Nacional de la Historia dictaminó que la ciudad de Santiago de Estero fue fundada
por Francisco de Aguirre el 25 de julio de 1553, “a pedido del gobierno de la provincia”, fundamentándose en
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 Las actas del cabildo santiagueño con fechas del 14 de abril de 1774: señala que los cabildantes se han reunido para
organizar las fiestas del patrono de la ciudad, el apóstol Santiago, cuyo día era y es el 25 de julio “en memoria de que en
días semejantes introdujeron las armas españolas el santo evangelios y se hizo la primera fundación de esta dicha
capital”. El santo evangelio no fue introducido por Aguirre, sino por Núñez del Prado a quien acompañaron 3 sacerdotes,
Hernando de Gomar (murió) Trueno y Carvajal fueron expulsados por Aguirre por lo tanto no pueden referirse a este.
 Acta de 21 de julio 1779
 Actas capitulares del 25 de mayo de 1768 y 1 de junio 1771
 Tesis del fray Eudoxio J. Palacio sostiene que esta última era independiente de los anteriores traslados y sometida a una
jurisdicción distinta, inicia un nuevo periodo político, tiene nuevos vecinos y nuevas encomiendas,
 Carta de Aguirre a rey del 25 de enero 1558 en la que expresa “poblé un pueblo que llamé Santiago del estero todo a mi
costa y mención”.

El dictamen reconoce los méritos de Núñez del Prado sugiriendo en el futuro monumento en homenaje a Aguirre se dé un
lugar a la figura del primero “en hazañas a que le fueron comunes”
El concepto de trasladar no es sinónimo de fundar. Para que una ciudad pueda ser fundada de nuevo es necesario que,
previamente, haya desaparecido y ese no es el caso de la ciudad del Barco, que fue trasladada sin dejar de existir.
Aguirre encarta al rey de 23 de diciembre de 1553, dice: “porque habrá dos años escribimos a vuestra merced lo sucedido
en esta ciudad de Santiago del Estero. Porque Aguirre estando en Santiago dice que hace dos años (es decir en 1551) aún se
llamaba Barco por que el traslado y cambio ya sabemos que lo hizo Aguirre en 1553.
Levillier reafirma que: “Aguirre 1553 después de haberse apoderado del Barco III y haber trasladado ese pueblo
bautizándolo Santiago del Estero” y para cerrar estas citas documentales el testimonio de Guillermo Furlong, miembro de la
Academia, en su libro Arquitectos Argentinos durante la dominación Hispania, dice: “cuando Garay repobló la ciudad de Buenos
Aires en 1580, Núñez de Prado ya había fundado a Santiago del Estero en 1550”.
Y si como dice la Academia para justificar su dictamen que Santiago tuvo nueva jurisdicción, nuevos vecinos, nuevas
encomiendas, esto obedeció al hecho de fuerza obrado por Aguirre.
Debe tenerse como fundador de Santiago del Estero al capitán Juan Núñez de Prado, y como fecha fundacional la de 24
de junio de 1550 en que fue establecida la ciudad del Barco, y señalar la del 24 de diciembre de 1553 como la correspondiente del
traslado efectuado por el capitán Francisco de Aguirre.
Fundaciones en el Tucumán (Lazcano)
Santiago del Estero merece ser llamada “Madre de Ciudades” pues de su seno salieron los hombres, bienes y
expediciones fundadoras de las poblaciones del interior
1. En 1558 se fundó Londres, en el Valle de Quimil, expedición realizada por Juan de Zurita
2. En 1559 Córdoba de Calchaquí y Cañete, expedición realizada por Aguirre, en su segundo gobierno, y su sobrino
Diego de Villarroel.
3. En 1567 Diego de Pacheco funda Nuestra Señora de Talavera, luego llamada Talavera del Esteco, en1592 fue
trasladada por Ramírez de Velazco a Nueva Madrid de las Juntas. Al año siguiente desaparecería por un terremoto.
4. En 1573 Jerónimo Luis Cabrera funda Córdoba de la Nueva Andalucía y San Luis de Paraná (antigua “Torre de
Gaboto” o “Fuerte Sancti Spiriti”) sobre el rio Paraná, pero esta no sobrevivió.
5. En 1577 Gonzalo de Abreu fundo San Clemente en territorio salteño, y en territorio de Rosario de la Frontera, San
Clemente de la Nueva Sevilla.
6. En 1582, Hernando de Lerma funda San Felipe de Lerma en el Valle de Salta
7. En 1591 Ramírez de Velazco funda la Ciudad de Todos los Santos de la Nueva Rioja
8. En 1592 Nueva Madrid de las Juntas
9. En 1593 Francisco de Argañarás y Murguía (mandado por Ramírez de Velazco) San Salvador de Jujuy.
10. En 1683 Fernando de Mendoza y Mate de Luna funda Fernando del Valle de Catamarca
11. En 1685 traslado de San Miguel de Tucumán a La Toma
Creación del Obispado (Achával)
La diócesis de Santiago del Estero comprendía el territorio del antiguo Tucumán siendo su primer titular fray Francisco
de Victoria.
En 1570, fue creada la diócesis de Tucumán con sede en Santiago del Estero, en 1699 seria trasladada a Córdoba.
Así como Santiago del Estero ha sido denominada “Madre de Ciudades”, de igual modo le corresponde el “Madre de
Iglesia” en la Argentina, no solo porque aquí residieron los primeros sacerdotes y religioso que iniciaron el apostolado, sino
porque en ella tuvo sede el primer obispado de nuestra patria y su Catedral fue madre de todas las que después fueron erigiéndose
Conflictos en el poder político y religioso (Achával)
En 1577 el monarca español encontró en la persona de fray Francisco de Victoria el titular para proveer la sede de
Santiago del Estero que seguía vacante.
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El primer día de febrero de 1580, Victoria arribaba a la ciudad de Lima y en carta al gobernador Lerma le prometía
encontrarse en Charcas para septiembre a la vez que le designaba como su vicario al Pbro. Hernando Morillo y se entregaba, con
afán, a lograr los recursos necesarios para “socorrer a las paupérrimas iglesias de la provincia”, preocupación que lo tuvo en
Potosí más tiempo de lo prudente.
Lerma señala que el obispo más le interesaba los bienes materiales que los cuidados espirituales de sus diocesanos,
calificándolo como un codicioso.
Fueron muchos los conflictos entre Lerma y los clérigos, a pasar que el obispo trato de congraciarse con el gobernador.
Este encuentro tuvo lugar durante la fundación de la ciudad de Salta. Lerma llevaba prisioneros al deán Salcedo, al sacerdote
García y a los frailes mercedarios, por haber hecho frente a sus potencias y abusos de poder.
En 1583, el gobernador Hernando de Lerma era reemplazado por el ilustre Juan Ramírez de Velasco, este también choco
con Victoria, con quien desde un principio no se pudo entender.
El 6 de abril de 1584, Victoria le hacía presente su renuncia a Felipe II.
Fernando de Trejo y Sanabria: Obra (Achával- Lazcano)
El obispo Trejo y Sanabria, de la Compañía de Jesús, fue el promotor de la cultura santiagueña y nacional, amigo y
propulsor de las obras jesuíticas, a quienes lego sus bienes, y generoso donatario de recursos para dotar a Santiago de un centro de
educación superior. Comprendió el rey Felipe II la necesidad de la fundación que solicitaba obispo y gobernador desde tiempo
antes “donde pueden ser criados los mancebos en ciencia de virtud y letras”, según lo pedía monseñor Trejo y Sanabria y, por
decisión del 25 de julio de 1609, mando erigir un Colegio Seminario de Ciencias Morales bajo la dirección de los jesuitas de
Santiago del Estero.
El 17 de diciembre de 1611 quedo inaugurado el Colegio Seminario de Santa Catalina, Virgen y Mártir. He aquí el punto
de partida de toda la instrucción superior en la Argentina.
Desde ese año gobernaba don Luis de Quiñones Osorio, sucesor de Ribera y Zambrano, quien solemnizó la inauguración
junto al visitador de la provincia, el oidor de la Audiencia de Charcas don Francisco de Alfaro, recién llegado a Santiago.
Ratificándose las estipulaciones firmadas por el obispo Trejo con el jesuita padre Diego de Torres Bollo que regía la vida del
instituto.
Análisis demográfico (Pucci, Roberto)
Para Roberto Pucci corresponde afirmar que cincuenta años de investigación apenas influyeron en la historia demográfica
del Río de la Plata ya que, hasta la actualidad (a excepción de la propuesta perteneciente a Jane Pyle, poco conocida y menos
aceptada), prevalecen unas estimaciones de mínima, sumamente conservadoras y no debidamente fundadas, que ponderaron un
total de 300 a 400 mil habitantes para el territorio ocupado actualmente por Argentina.
En el caso de Tucumán, no resulta fácil establecer cuándo se produjo ese primer contacto entre los aborígenes y los
invasores europeos. Las estimaciones describen el tamaño de una población que ha ingresado hace tiempo en su fase de descenso;
vale decir, de la población del Tucumán en las décadas de 1580 y 1590, medio siglo después del contacto efectivo. En segundo
lugar, aun considerándolas como una medida de la población ya colapsada del noroeste, estas cifras nos proporcionan una
descripción sumamente incompleta, porque las fuentes de estimación excluyen a una gran parte de los habitantes de la región.
Como es sabido, la población que la habitaba no conformaba una unidad, sino un complejo de pueblos y culturas diversas, desde
los cazadores y recolectores de su borde oriental hasta los pueblos de alta cultura, agroalfareros, probablemente en los inicios de la
urbanización, de la región central y occidental. Las fuentes mismas identifican una infinidad de parcialidades aborígenes, de
diverso nivel de desarrollo cultural, por todo el territorio.
Para Pucci, la estimación de Jane Pyle constituye la mejor argumentada de toda la serie de estudios consagrados al tema,
aunque no deja de ser un cálculo excesivamente “personal”, debido a que mediatiza largamente los testimonios disponibles. Por su
parte, Jane Pyle derivó sus estimaciones de mínima y máxima siguiendo relaciones de 1:4 y 1:5. El criterio de Pucci partió como
en todo el análisis, teniendo en cuenta a las fuentes. De los padrones tucumanos del siglo XVII se desprenden relaciones de 1:4;
1:4,5; así como otras ligeramente menores.
Pucci propuso una nueva estimación del tamaño de la población del noroeste argentino, basada en las fuentes y con las
siguientes precisiones: primero, recurrir al mismo conjunto documental, escaso y clásico, empleado en los estudios precedentes,
pero con otros procedimientos y resultados. Segundo, la mención de “indios” es equivalente a “indios de servicio”, “indios de
tasa”, “indios de repartimiento”, “varones de encomienda”, o “indios de guerra”, son categorías que representan, todas, individuos
adultos o cabezas de familia. Además, las expresiones “almas”, “almas sin bautizar”, “naturales”, representan la población total.
Tercero, el empleo de una relación de 1:5 en la interpretación de los informes del noroeste, parece, para este autor, que representa
un cálculo medio ajustado a las fuentes. Y, por último, dado que las declaraciones numéricas contenidas en los informes del siglo
XVI no son coincidentes sobre diversos subconjuntos de población, Pucci consideró conveniente presentar las cifras alternativas
que surgen de la propia documentación, los que representarán su estimación de mínima, media y máxima.
Resulta documentado un notorio descenso de la población sometida en las regiones de más antigua ocupación por parte
de los españoles (atestiguado incesantemente en la correspondencia por los propios conquistadores), razón por la cual, si nuestro
objetivo es aproximarnos a la dimensión inicial de la población, corresponde darle mayor crédito a las cifras más tempranas, que
son también las mayores. Por lo tanto, nuestra sugerencia es que la cifra más aproximada para describir el tamaño de la población
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registrada del Tucumán hacia las dos últimas décadas del siglo XVI se sitúa entre las estimaciones intermedia y de máxima, es
decir, alrededor de medio millón de habitantes.
Nuevas aproximaciones, entre otras el desarrollo del conocimiento etnohistórico y arqueológico, y su empleo adecuado
con fines demográficos, permitirán contrastar las críticas de Pucci hacia otros autores o su propia propuesta.
Leyes protectoras (Achával)
 Ordenanzas de Abreu
Del gobierno de Abreu en el Tucumán han quedado las ordenanzas que dictara sobre el buen trato a los indios, y que,
entre otras, pueden recordarse entre los afanes de la Madre Patria por defender a los aborígenes.
Abreu tomo las ordenanzas del virrey Toledo, las que mejor se adaptan a Tucumán, y que no fueron otras que las que
dictara Toledo para los yanaconas de Charcas.
El servicio de los aborígenes era necesario para la subsistencia del Tucumán, porque si no se sembraba se perecía de
hambre.
Abreu acordó con los encomenderos el derecho de obligar a los indios a reducirse en pueblos, hacer la iglesia y trabajarla
tierra. Trabajaban una semana para el encomendero y la otra atendiendo su propia chacra. Tenían prohibido el amancebamiento y
la embriaguez. Se prohibía hacer trabajar a las indias embarazadas, comprar o vender indios.

 Ordenanzas de Alfaro
Alfaro oidor de Charcas visito el territorio en 1610 y 1611.
Llego a Santiago del Estero el 2 de marzo de 1611 reuniéndose con el gobernador Luis de Quiñones Osorio, su antecesor
Alonso de Ribera y Zambrano, el jesuita padre Diego de Torres Bollo y el obispo Trejo y Sanabria, de quienes tomó parecer y
consejo.
En esta junta se estudiaron las ordenanzas dictadas años atrás por el gobernador Abreu, resolviéndose modificar el
sistema de las encomiendas y servicios personales, por ser considerados injustos, y ante esta junta, Alfaro hizo aprobar las
ordenanzas para el Tucumán.
El cabildo secular de Santiago del Estero y los cabildos de las otras ciudades se dirigieron al rey apelando ya que los
indios no trabajaban, no se había sembrado, el hambre y la peste hacían sentir su amenaza.
Economía y sociedad indígena desde el tiempo colonial hasta el siglo XIX (Palermo, Miguel Ángel- Nueva Historia)
Las sociedades indígenas que, en el siglo XVI, los conquistadores encontraron en el actual territorio argentino,
sucumbieron pronto en su mayoría. Algunas arrasadas por epidemias; otros exterminados, sufrieron drásticas bajas en la
población debido a las condiciones laborales realizadas para los encomenderos, y su cultura se diluyo junto con la sociedad
tradicional. Así ocurrió en Córdoba, Santiago del Estero, el Litoral y muchos grupos del Noroeste que no llegaron al siglo XVII.
Pero otras sociedades conservaron la independencia, así ocurrió hasta 1667 con los calchaquíes y hasta la década de 1880
con las tribus pampeano-patagónicas, centro chilenas y chaquenses.
Estas adoptaron voluntariamente mucho de lo traído por los conquistadores.
El noroeste argentino, de larga tradición agrícola, hizo lugar a nuevas plantas entre sus maíces, porotos, zapallos y ancas,
quínoa, papas y otros tubérculos. Fue probablemente temprano el uso de hortalizas europeas, especialmente arvejas y habas.
Adicionales
LA ECONOMIA: PRIMERAS PRODUCCIONES Y EXPORTACIONES
LOS INDIOS EN EL PERIODO DE LA CONQUISTA
Según el abordaje de Assadourian y Chiaramonte, la encomienda constituía el vínculo jurídico impuesto al indio y que la
Corona concedía a los particulares españoles en compensación por determinados servicios. El titular de la encomienda obtenía
como beneficio el tributo pagado generalmente en especies, o bien en servicios que el vasallo indígena debía al rey; a su vez el
encomendero estaba obligado (al menos teóricamente) a velar por los indígenas, darles instrucción, protegerlos y además debía
afrontar diversas cargas de tipo militar (defensa de la zona), civil, religioso y económico.
La encomienda, para el indígena, se convierte en trabajo forzado, pues en lugar de cobrar el tributo, los encomenderos, en
su gran mayoría, preferían el servicio personal. Ahora bien, cuando ya no fue posible continuar con él, subsistió de todos modos
bajo la forma de asignación de trabajadores aborígenes para realizar tareas de cultivo, construcción, y otras, en beneficio de los
españoles. Es así como los indígenas, encomendados o no, estarán sujetos a este repartimiento de trabajo que se transforma en
sinónimo del término peruano mita.
La mita, que se generaliza ampliamente, consistía en turnos de trabajo que debía realizar la sexta parte de los indios
tributarios de un pueblo. La mitad de esta proporción debía cumplir los trabajos propios de la mita, según lo indicaran los
miembros del cabildo; en cuanto a los integrantes de la otra mitad podían elegir a quien alquilarse. La duración de los turnos
laborales variaba con arreglo al lugar en que debían realizarse. El trabajo en las estancias duraba seis meses; el servicio doméstico,
tres; la construcción de edificios, un mes. Una vez que el turno llegaba a su término, el indio mitayo podía regresar a su pueblo
para realizar otros tipos de labor, o bien alquilarse nuevamente.
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En el Río de la Plata la mitad de los indios tributarios estaban sujetos a la mita y los trabajos que realizaban consistían en
guardar ganado, cultivar chacras, construir edificios y desempeñar oficios manuales. Teóricamente no podían ser obligados a
trabajar en las minas, domar mular, potros o novillos, transportar cargas de demasiado peso ni a trasladarse a lugares alejados de
sus pueblos.
A los yanaconas, indígenas capturados en campañas guerreras, los repartía el gobernador en forma individual o bien por
familias. La condición en que se hallaban se parecía mucho a la esclavitud: debían prestar sus servicios permanentemente (y no
por períodos) sin percibir forma alguna de pago.
A través del tiempo, la política indiana de España apuntó a concentrar en comunidades (o reducciones) a los indígenas
esto facilitaba la tarea de supervisión (y también la evangelizadora), como asimismo evitaba, o al menos disminuía, la dispersión
indígena que atentaba contra los intereses de la Corona. Paralelamente, diversas medidas trataron de mantener las comunidades de
los naturales aisladas de las que no lo eran. Una ley de 1550 indicaba que los encomenderos, sus mujeres, padres, hijos, deudos,
huéspedes, criados y esclavos no entren ni residan en los Pueblos de su encomienda.
Mientras tanto, el virrey Toledo del Perú, al organizar las reducciones originó verdaderos depósitos de mano de obra.
Restableció además la mita incaica, pero modificada en función de la necesidad de intensificar la explotación minera bajo control
estatal. El virrey destinó 95.000 indios, voluntarios y encadenados para que trabajaran en turnos de 4500 cada uno en las
explotaciones de Potosí. También se dispuso que el tributo indígena fuera abonado en pesos ensayados y no en especies, lo que
obligaba al indio a trabajar a cambio de un salario que le permitiera cumplir la tributación.
Abreu tomó las ordenanzas del virrey Toledo, las que mejor se adaptaban a Tucumán, y que no fueron otras que las que
dictara Toledo para los yanaconas de Charcas. El servicio de los aborígenes era necesario para la subsistencia del Tucumán,
porque si no se sembraba se perecía de hambre. Abreu acordó con los encomenderos el derecho de obligar a los indios a reducirse
en pueblos, hacer la iglesia y trabajarla tierra. Trabajaban una semana para el encomendero y la otra atendiendo su propia chacra.
Tenían prohibido el amancebamiento y la embriaguez. Se prohibía hacer trabajar a las indias embarazadas, comprar o vender
indios.
En 1598, Hernandarias reiteró en sus ordenanzas las normas anteriores y prohibió además alquilar los indígenas
encomendados. Con la disposición de 1601 la Corona prohibió el trabajo forzoso pero hizo llegar instrucciones secretas para que
continuara el sistema si la medida hiciera decaer la producción.
Alfaro oidor de Charcas visito el territorio entre 1610 y 1611. Llegó a Santiago del Estero el 2 de marzo de 1611
reuniéndose con el gobernador Luis de Quiñones Osorio, su antecesor Alonso de Ribera y Zambrano, el jesuita padre Diego de
Torres Bollo y el obispo Trejo y Sanabria, de quienes tomó parecer y consejo. En esta junta se estudiaron las ordenanzas dictadas
años atrás por el gobernador Abreu, resolviéndose modificar el sistema de las encomiendas y servicios personales, por ser
considerados injustos, y ante esta junta, Alfaro hizo aprobar las ordenanzas para el Tucumán. Además quedó establecido que los
vecinos o mercaderes podían viajar con indios dentro de la gobernación, y que se estipularía el número de éstos, los jornales y el
tiempo de ausencia; se darían fianzas garantizando el regreso de los indios en el término señalado; además fue incrementando el
radio de trabajo. Se entendió que era excesivo el pago de jornales; el tipo de trabajo debía ser señalado por el gobernador según su
criterio: los indios debían estar rígidos, depender de alguien que los gobernase y administrase (un mayordomo o poblero
nombrado por el gobernador) que cobraría su salario al encomendero; se estipulaba la tasa que debían abonar los indios y la
equivalencia entre el pago en especie y el pago en metálico; según la nueva disposición, eran indios de tasa únicamente los
varones entre los 18 y 50 años.
Los pueblos de indios debían estar gobernados por alcaldes y regidores; los caciques repartían las mitas que se ejecutaban
por la justicia mayor o por los alcaldes ordinarios españoles; los alcaldes indios debían ser electos, en presencia del cura, por el
cabildo al finalizar su período. También el cabildo debía elegir al alcalde mayor de los pueblos que daban mita para que los
gobernase.
En general, la explotación se mantuvo. La supuesta libertad del indio (de trabajar o no) se vio harto restringida en los
hechos. Según Ana María Lorandi, si hablamos del avance del estado colonial en relación con políticas referidas a la población
indígena tenemos la visita del oidor Don Antonio Martínez Luján de Vargas entre 1692/93 a todas las encomiendas de la
gobernación del Tucumán, quién muestra las prácticas ilegales como el servicio personal, la saca de indios y la presencia de
poblero o mayordomos en los pueblos de indios continuaban vigentes a pesar de los intentos oficiales de regular la condición
socio laboral de las poblaciones indígenas.
La Corona, que a lo largo de la época colonial fue haciendo sentir cada vez más claramente una política general
centralista afectó también, en esa tendencia, al régimen de encomiendas. La violenta caída demográfica sacudió las bases del
sistema de encomiendas pero a pesar de las diferentes disposiciones de la Corona española para suprimirlas, sólo en 1803 fueron
disueltas las pocas encomiendas aún existentes en América.
Grupos Sociales y Raciales (Presta, Ana María)
Los conquistadores intentaron imponer en el nuevo mundo, el viejo orden nobiliario de Europa. Cada grupo debía tener
su rol y determinadas posesiones a su favor para justificar su status. Ana María Presta distinguía en 3 clases sociales y raciales a la
población colonial. Pero ciertas cuestiones iban a modificar esta división: en primer lugar, la adquisición de status iba a necesitar
algo más que honor, fama, gloria, títulos y propiedad de la tierra: el comercio y el dinero. En segundo lugar, la obsesión de los
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españoles era participar en una gesta de conquista, pacificar algún territorio y ser recompensado con alguna merced que proveyera
el ansiado estilo de vida noble: poseer casa y propiedad rural, hombres a quienes mandar (encomienda), suficiente caudal para
mantener una familia extensa y sirvientes, armas siempre dispuestas para pelear y conexiones para presumir y ostentar.
La primera división (españoles, indios y esclavos) fue modificada a medida que los criollos, mestizos e hidalgos sin
fortuna comenzaron a obtener títulos y prestigio en la sociedad. Este grupo heterogéneo estaba dispuesto a ganar por la fuerza, lo
que le estaba negado por cuna. En tercer lugar, la sociedad no era ni racial ni étnicamente homogénea. En poco tiempo,
“españoles” e “indios” fueron términos antagónicos que con el tiempo se iban a complejizar cuando ciertas variables (pertenencia
étnica, clase y género) profundizaron las diferencias iniciales entre conquistadores y conquistados.
Y, por último, Ana María Presta destaca que los altos dignatarios religiosos arribaron con los conquistaron y conforme a
los espacios de ejercicios abiertos por los centros urbanos, obispos y arzobispos se hicieron cargo de la dirección de las provincias
eclesiásticas, residiendo en las ciudades capitales en Catedrales y Basílicas que mostraban el esplendor de las economías
regionales. Capillas, púlpitos, retablos, lámparas y ornamentos llevaban la impronta de la élite que contribuía con su dinero, al
igual que los indios con su trabajo, a la fundación y a la construcción de los grandes templos. Precisamente las iglesias de las
órdenes religiosas (dominicos, franciscanos, agustinos y mercedarios) sirvieron a la construcción de capillas y mausoleos pagados
por las familias encumbradas para que sus patriarcas y sucesores fueran enterrados en espacios privados que recordaron al público
la categoría de sus linajes. Judith Farberman y Raquel Gil Montero analizan que uno de los objetivos de los repartimientos de la
tierra era facilitar la tarea de evangelización y su misma estructura urbana estaba organizada en torno de la iglesia y capilla. El
grupo humano que se aspiraba a proteger era, además, una comunidad de creyentes, sostenida esencialmente a través de la
participación colectiva en los oficios religiosos.
Pueblos de Indios: Pervivencia y desestructuración (Farberman, Judith)
Feudatarios y tributarios a fines del siglo XVII, tierra y tributo y servicio personal en la visita de Luján de Vargas a Santiago del
Estero (1693): el padrón de 1778 ordenado por Carlos III que contabiliza a los naturales de la jurisdicción en casi 5000 individuos,
algo más del 30% de la población que había complejizado su estructura socio- étnica, merced al mestizaje y a los aportes
africanos. De estos cerca de 3000 integraban la casa tributaria y seguían adscriptos a los pueblos de indios munidos de tierras de
comunidad y autoridades.
La pluralidad de naciones mencionadas (tonocotés, Juríes, lules, sanavirones) se subsumía en un colectivo indiferenciado
o clasificado de acuerdo a categorías fiscales (tributarios, libres, originarios, forasteros) o culturales (civilizados/ cristianos,
gentiles/ no sometidos) produciendo mutaciones en los patrones de asentamiento y de acceso a los recursos, la difusión del sistema
de encomiendas y la presión sobre la territorialidad indígena comportaron traslados a unidades productivas de españoles.
La crisis demográfica y la erosión de las entidades étnicas pueden verificarse a lo largo de todo el imperio español.
El proceso colonial estuvo signado por una duradera injerencia de los intereses privados. Se analiza a través de la visita
del oidor Antonio Martínez Luján de Vargas a las encomiendas del Tucumán entre 1693 y 1694.
Metodología de la Visita: Luján de Vargas escogía un sitio en el cual recibir los encomenderos y encomendados. En Santiago, fue
el pueblo de Soconcho, sobre el Río Dulce, el visitador sólo escuchó a quienes se trasladaron hasta allí. Interrogó a los tributarios
sobre un cuestionario fijo de 5 preguntas:
 Cuántos eran los tributarios, si tenían pueblo y capilla con los debidos ornamentos para celebrar la misa. Si se les
enseñaba la doctrina cristiana.
 Qué tributo pagaban, cómo y cuál era su composición. Si el encomendero repartía como lo indicaban las ordenanzas de
Alfaro, las cosechas de las cementeras comunitarias con los indios.
 Si se hacía hilar a las mujeres. Si el encomendero tenía a su servicio mujeres o muchachos.
 Si se le infligían malos tratamientos a los encomendados.
 Si se alquilaba o prestaba indios para viajes de carreterías.
El cuestionamiento apuntaba a corroborar el cumplimiento de las ordenanzas de Alfaro. En Santiago, 4 encomenderos
fueron eximidos de cargos por sus indios, el visitador se vio obligado a juzgar a los responsables y a dictar sentencia. Los
encomenderos tenían que defenderse de acusaciones concretas, se vieron obligados a dar su propia versión, a proporcionar detalles
y a justificar sus modos de actuar. Luján de Vargas no parece conmovido.
La visita sugerían dos cambios: en primer lugar, una declinación considerable del poder encomendil, obligado a disputar
el control de la mano de obra y de la producción indígena con sectores antes subordinados de la élite. En segundo lugar, el
aprovechamiento que los indios supieran hacer de esa situación un beneficio individual o colectivo.
Capilla y Tierras: los objetivos del repartimiento era facilitar la tarea de la evangelización y su misma estructura urbana estaba
organizada en torno a la Iglesia o la capilla.
Luján de Vargas había constatado por doquier “la falta de doctrina y enseñanza en nuestra santa fe católica, que tienen los
indios sustentada en la poca asistencia que los domingos hay en la compañía de Jesús. El oidor ordenó concurrencia a misa los
días de precepto y las fiestas, también castigos para quienes durante los oficios se encontraban en los juegos o en los ranchos
donde suelen concurrir a las bebidas de chicha.
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El oidor sancionó dos reiteradas infracciones vinculadas al espacio del pueblo: la apropiación por parte de los deudatarios
del producto total de las cementeras comunitarias y la permanencia de encomenderos o administradores en el ámbito del
repartimiento. La primera contradecía dos de las ordenanzas de Alfaro, la prohibición del servicio personal y lo que disponía el
reparto por mitades del producto de las cementeras comunitarias.
¿Qué tierras le correspondían a los indios? Las ordenanzas de Alfaro eran imprecisas respecto de sus dimensiones y la
ambigüedad se sumaba a dificultades de localización, ya que la tierra arable dependía de la extensión de los bañados.
La visita refleja dos representaciones contradictorias del espacio, una que conduce a un patrón de asentamiento disperso y
de control de territorios amplios y otro que pretendía fijar a una población móvil, sacando ventaja de los límites de las cementeras
y potreros asignados al pueblo.
Tributo y servicio personal: el servicio personal había sido suprimido por las ordenanzas de Alfaro y reemplazado por un tributo.
El tributo incluía una mínima parte del trabajo o del producto que los encomenderos aspiraban a controlar.
Los alquileres de indios: las declaraciones indígenas permiten confeccionar una lista de una veintena de españoles que a
través de préstamos, alquileres y conciertos accedieron a los servicios de los tributarios como troperos.
La visita nos descubre a un puñado de notables que se beneficiaba del trabajo indígena, por dentro y por fuera de las
obligaciones tributarias, compitiendo a su vez por este recurso con otros vecinos, muchos de ellos no encomenderos. Tal situación
se acompaña de la transformación del servicio personal en un verdadero tributo, transformación operada en el contexto del pasaje
de los indígenas de vasallos del encomendero a vasallos de la corona.
La diferencia entre el viejo sistema y el posterior se vuelve evidente en la estipulación de los tributos en productos:
hilado, tejido, miel y cera.
El sistema de la frontera: La frontera aparece como el espacio más dinámico de Santiago. Por lo menos por tres razones:
 Los conflictos de la guerra de fronteras eran intermitentes y no impedían las relaciones entre las parcialidades reducidas y
las gentiles.
 El Salado era el escenario de un activo mercadeo de productos de recolección, principalmente miel, grana y cera.
 El tributo textil aparece a finales del siglo XVII como una especialización de los pueblos de encomienda del Salado.
Sobre el servicio personal y la desestructuración (Lorandi, Ana María)
 Si hablamos del avance del estado colonial en relación con políticas referidas a la población indígena tenemos la visita del
oidor Don Antonio Martínez Luján de Vargas entre 1692/93 a todas las encomiendas de la gobernación del Tucumán, quién
muestra las prácticas ilegales como el servicio personal, la saca de indios y la presencia de poblero o mayordomos en los
pueblos de indios continuaban vigentes a pesar de los intentos oficiales de regular la condición socio laboral de las
poblaciones indígenas.
 El término desnaturalización parece haber caracterizado una amplia gama de situaciones que dependieron de coyunturas
específicas y del modo que se concretaron en deportaciones, algunas fueron compulsivas y otras negociadas. Desnaturalizar
implicaba “no solo sacarlos de su asiento original sino quitarles su naturaleza indómita y rebelde, y pretender a que vivieran
en buena policía y bajo el dominio español. Esa política apuntaba a la conversión de indios autónomos y resistentes al avance
español en indios coloniales, mano de obra a disposición de vecinos, encomenderos y ciudades.
Salamanca de Lorenza (Farberman, Judith)
La jurisdicción santiagueña formaba parte de una dilatada gobernación: la de Tucumán, que coincidía aproximadamente
con el conjunto de todas las actuales provincias del noroeste argentino. Tucumán colonial articulaba su economía a aquella más
dinámica que giraba en torno de las argentíferas de Potosí.
El Río y el monte:
 Siglo XVI: El Dulce y el Salado enhebraban en sus orillas, de una y otra banda, numerosas aldeas indígenas. Señaló el rumbo
del poblamiento. Entre noviembre y diciembre las crecientes avanzaban sobre el terreno y los bañados. Cuando las aguas se
retiraban, las poblaciones procedían a sembrar las lonjas perpendiculares al río. El maíz, el zapallo y trigo, también proveía a
los pobladores de pescado y atraían las aves acuáticas y a los sedientos animales del monte, improvisando un transitorio
territorio de caza.
 La agricultura era azarosa, esclava de las crecientes o de las lluvias en las zonas de secano. Algunas crecientes fueron
memorables como la que provocó la destrucción parcial de la ciudad de Santiago del Estero en 1673. La diagonal fluvial
delineó también el trazado de los caminos. El paso de los caminantes dependía estrechamente de la buena voluntad del río.
 Los importantes depósitos de alimentos que abastecieron a las huestes españolas en el proceso de la conquista y la disposición
amistosa de la población nativa favorecieron una ocupación rápida y sólida del área del Dulce hacia el Sur.
 El monte cubría la mayor parte de la superficie actual de la provincia. Quebracho, algarrobo, chañar, mistol y brea son
algunas de las especies más relevantes del bosque chaqueño típico. El agua escaseaba, crecía el Atamisqui y el chaguar, el
quimil y el cardón.
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 Entre diciembre y enero, pequeños grupos de hombres y mujeres se internaban en el monte para recoger las nutritivas vainas.
El fruto podía almacenarse durante varios meses, quejando el hambre cuando las cosechas eran insuficientes los campesinos
podían vender su trabajo como peones y carreteros.
Feudatarios y Tributarios: Los indios tienen un amo a quien por cesión real le deben un tributo y algunos servicios. Esta relación
formal de dependencia, con un feudatario o con un administrador que recauda en nombre de la Corona, hacen de los pueblos una
corporación específica.
La distribución de la encomienda comienza junto con la fundación de Santiago del Estero. Soconcho y Manogasta cobran
importancia por la abultada población que sirve de recompensa a los primeros gobernadores de Tucumán. La institución de la
encomienda se impone a su estilo más brutal y deja lugar a formas alternativas de apropiación de la energía indígena.
A fines del siglo XVI el trabajo de los indios repartidos se traduce en un amplio abanico de bienes. Por ejemplo,
Soconcho y Manogasta, el gobernador Abreu obtiene de sus encomendados ropa y lienzos de algodón, alpargatas, calcetas, trigo,
maíz, palomas, tocino, entre otros; sin contar los fletes, el servicio doméstico, y la mita que se sustancia en trabajos públicos de la
ciudad y que implica la participación de todos los miembros del grupo encomendado.
En el siglo XVII el visitador Alfaro procurará suprimir el servicio personal.
Si en algo coincidieron feudatarios y tributarios fue en la vigencia efectiva del tributo, sustanciado en el trabajo agrario
en sementeras del pueblo, y en la existencia de un pago suplementario que retribuía servicios que escapaban de su esfera. Los
indios reclamaban el haber servido contra su voluntad, coercitivamente a los amigos del encomendero cuando otros vecinos
estaban dispuestos a pagar mejor por los mismos servicios.
Con esta entrevista se puede advertir una adaptación relativamente exitosa de los indios a los mercados de bienes y de
mano de obra. Los encomenderos siguen ocupando los cargos más importantes en el cabildo y sus comerciantes de algún peso, los
vínculos entre feudatarios y tributarios se han aflojado en beneficio de los segundos. Son los varones adultos los más favorecidos,
las mujeres solas y las más jóvenes siguen sometidas a un dominio señorial más directo.
A mediados del siglo XVIII la autoridad y el control parecen no estar ya depositados en los encomenderos o poblero. Los
pueblos parecen gobernarse con relativa autonomía.
Caciques, Alcaldes, Puebleros y Curas: La función principal de los caciques locales se limitaba a fraguar alianzas con otros grupos
y mediar en caso de conflictos. Los conquistadores no encontraron en ellos un interlocutor válido durante la primera ocupación
colonial. La debilidad del sistema de autoridades se transformó en un óptimo pretexto para legitimar la sobreexplotación de los
grupos indígenas.
El visitador Alfaro: en las ordenanzas apuntaban a la instauración de un sistema colonial indirecto, con nuevas
autoridades indígenas: alcaldes y regidores.
El alcalde se ocuparía de que los indios vayan entrando en policía, ejerciendo atributos de justicia y de gobierno. Los
caciques y los alcaldes gozaban de la exención del tributo y eran elegidos por el cabildo de indios en presencia de un cura.
Los cabildos de indios se limitaron a la elección de los alcaldes, una operación manipulaba por doctrineros y feudatarios.
Sabido es que en la realidad cotidiana de la encomienda indiana el encomendero solía, en ocasiones, brillar por su
ausencia delegando en otros la facultad de administrarla y atender parte o todos los aspectos relacionados con ella. Los agentes o
personeros designados por los encomenderos para tal fin recibieron, en América, distintos apelativos; calpixques, administradores,
mayordomos, sayapayas y en la Gobernación del Tucumán, el nombre de poblero. Interpuestos entre el encomendero y los
indígenas confiados a su tutela, aquéllos terminaron por constituirse en una pieza clave en el engranaje de la encomienda. Si la
variedad e importancia de las tareas confiadas a los administradores y mayordomos los convirtieron en colaboradores
insustituibles de los encomenderos, el contacto permanente y cotidiano con los aborígenes a su cargo acabó por hacer de ellos
eficaces agentes de aculturación y mestizaje en el medio rural latinoamericano.
El único español autorizado a vivir en el pueblo: el cura doctrinero, una vez puestas en vigor las ordenanzas de Alfaro,
cada feudatario tenía la obligación de construir una capilla para que sus indios pudieran concurrir al oficio divino.
Los doctrineros tienen una significativa injerencia en la vida política de las de adentro. Alfaro había dispuesto que la
elección de los alcaldes quedara en manos del cabildo indígena, pero esta debía hacerse en presencia del cura. Algunos sacerdotes
terminaron por convertirse en una suerte de representantes políticos de los tributarios.
UNIDAD 2: LA COLONIZACION EN EL NOROESTE
El mundo indígena en el siglo XVI-XVII (Palomeque, Silvia- Nueva Historia)
Desde el S. XVI los españoles conquistaron y sometieron a parte de los pueblos que habitaban el actual territorio
argentino. Los tres siglos del periodo colonial concluyeron con la población indígena diezmada por guerras, epidemias, exceso de
trabajo y malos tratos, y con la mitad de los indios.
Las distintas zonas ambientales que habitaban los grupos indígenas no se corresponden con los actuales límites
internacionales, ni interprovinciales, ya que estas sobrepasan las fronteras y atraviesan el territorio argentino.
 Los pueblos de la Puna: dentro de la gobernación de Tucumán estaban los casabindos y cochinocas, lipes, atacamas, chichas
y apatamas. Caracterizados por sus condiciones climáticas extremas, por el predominio del frio y la aridez, tenía como
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principal recursos los numerosos rebaños de camélidos andinos (vicuñas, guanacos y llamas que servían para carga y carne),
la caza y la recolección de huevos y vegetales. La agricultura era posible en reducidos lugares
 Los pueblos de valles y quebradas: corre desde Jujuy por el norte hasta San Juan por el sur. Tilcaras, Omaguaca, osas y
ocloyas en el norte y en el sur los diaguitas. Zonas de excelentes recursos debido a que sus tierras y clima se adecuaba a las
prácticas agrícolas y el regadío.
Hubo una resistencia a la intervención incaica que culmino dejando múltiples conflictos entre distintos pueblos. Los
españoles no lograron su colaboración y tuvieron que enfrentar la tenaz resistencia durante largos años. En esas luchas con los
españoles, estos, utilizaran a su favor los antiguos enfrentamientos entre los grupos indígenas.
 Los pueblos de la Mesopotamia santiagueña: son los primeros pueblos asentados en las tierras bajas, estaba situada en las
tierras bañadas por ríos Salado y Dulce en la actual provincia de Santiago del Estero, esta zona consistía en una extensa
planicie cubierta por un denso monte de algarrobos y chañares, que estaba bañada por dos importantes ríos.
Sus relaciones con otros pueblos eran muy frecuentes, y los españoles se sorprendieron de sus habilidades y buena
predisposición hacia los intercambios. Su asentamiento aldeano era más inestable debido al oscilante curso del rio que, en
cada inundación, obligaba al desplazamiento.
Los andinos incas llamaban “Juríes” a los pobladores de Santiago, los consideraban gente salvaje y semi-sedentaria,
el inca estableció una alianza con ellos, para que colaboraran con la defensa de la frontera oriental del imperio, contra los
avances de los chiriguanos.
Frente a los españoles los Juríes tuvieron un comportamiento ambivalente, enfrentándolos o negociando con ellos,
pero luego fueron los aliados que le permitieron establecer el primer sentamiento permanente: la ciudad de Santiago del
Estero.
Los españoles dejaron de llamarlos Juríes y los diferenciaron por tonocotés y lules de acuerdo a su lengua.
 Los pueblos de las sierras centrales en Córdoba: en medio de tierras bajas situadas al sur de la Mesopotamia santiagueña
estaban los pueblos de lengua sanavirona y, yendo hacia el sur luego de cruzar una extensa zona con salares, seguían los
mismos pueblos que paulatinamente se iban entremezclando con otros de lengua comechingones que habitaban las sierras
centrales en la actual provincia de Córdoba. Practicaban la agricultura temporal y a veces con riego, también la caza y la
recolección cobraba importancia.
 Los pueblos de la zona cuyana: los indios huarpes estaban en la zona seca cuyana, los cursos de agua determinaban la
formación de oasis húmedos que permitían una instalación humana que aprovechaban recursos muy dispares según las
estaciones. El territorio ocupado por las actuales provincias de San Juan, Mendoza y quizás parte de La Rioja.
Se relacionaron pacíficamente con los primeros españoles que llegaron a Chile y no ofrecieron ninguna resistencia.
Las rebeliones indígenas (Achával- Lazcano- Bazán)
Los Valles Calchaquíes en el corazón demográfico y económico del Noroeste. En los valles calchaquíes residían jefaturas
importantes, los pueblos se escalonaban entre la Puna y el fondo del valle, o entre los pisos altos de la cierra y las yungas
(vertientes cálidas y boscosas) orientales.
Los caciques del Tucumán habrían disfrutado de un poder más débil, con mayor fragmentación del poder ocasionando
mayores dificultades al conquistador para dominarlos, los españoles tardaron bastante tiempo en reconocerlos en comprender que
frente a esa fragmentación política no podían aplicar los mismos recursos de dominio y colonización que habían utilizado los
Andes Centrales.
La fragmentación política dio como resultado una multietnicidad, que se vio acrecentada porque, durante el periodo de
dominio inca, el Cuzco instalo en la región varias miles de colonos (mitimaes) que controlaban a las poblaciones locales. Esta
situación multiplico los conflictos en tiempos coloniales, porque los originaros trataban de recuperar los territorios que el inca les
había mutilado y provocaban constantes guerras interétnicas.
Ni la fragmentación política ni la multietnicidad con sus consecuentes conflictos impidieron que emergieran liderazgos
capaces de convocar a varios grupos diferentes incluso a los colonos, para participar mancomunadamente en una resistencia
orgánica.
Entre 1550-1593 se lograron instalar varias ciudades que a pesar de su precaria existencia en los primeros decenios,
permitieron organizar un arco de fundaciones que abarcaban desde San Salvador de Jujuy en el norte hasta La Rioja en el sur. En
el centro del territorio quedaba una importante región sin conquistar: los Valles Calchaquíes, que serían el foco de las
preocupaciones de los invasores hasta mediados del S. XVII.
Es que los aborígenes estaban hartos del mal trato que se le daba el aprovecharse los encomenderos de su trabajo y del
constante avance de los blancos sobre las tierras de los indios, en busca de agua y pastos. En el S. XVII los indios disminuyeron
notablemente, mientras aumentaban los encomenderos y las necesidades, el aborigen sufrió las consecuencias. La opresión se hizo
sentir cada vez con mayor fuerza, tanto que los servicios que presentaban los indios se hacían duros, crueles y excesivos. Cuando
Alfaro dicto sus famosas Ordenanzas, por reacción, los indios, libres de los servicios obligatorios y gratuitos, no quisieron servir
ni por una paga.
Las ciudades más amenazadas fueron Londres y La Rioja, cuyos vecinos habían sido mal culpados en las causas que
motivaron la rebelión. Las parcialidades de andalgaláes, famatinas, capayanes y guandacoles fueron aliados más decididos de
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Chalemín y los calchaquíes. Los indios del pueblo Malcachisco atacaron la estancia, mataron a todas las personas mayores,
cautivaron a las tres hijas de Urbina y a la de Fajardo. Saquearon e incendiaron la casa y capilla y se volvieron luego contra el
pueblo de Atapsi, amigos de los españoles, matando allí a 60 personas.
Desde el gobernador Ramírez de Velasco la política de los gobernadores tuvo que ser una forzosa coexistencia pacífica,
hasta la acción de Albornoz. Las guerras calchaquíes, iniciadas en 1630, se prolongaron con algunas pausas durante treinta y seis
años, causando la destrucción de Londres, y poniendo en graves aprietos a La Rioja. Las causas de la guerra se transparentan en el
pensamiento del gobernador Albornoz expuesto al rey en carta, declaraba que tenía la intensión de fundar una ciudad en el Valle
Calchaquí, para que los indios quedaran sujetos y en obediencia.
Las consecuencias de esta guerra seria el exterminio de los pueblos del Valle, los que quedaron fueron extrañados a
haciendas u otras localidades, obligados a trabajar, siendo separados de su familia y comunidades.
Se ha sostenido que las comunidades indígenas de los sectores centrales del Tucumán no producían el excedente
suficiente para cumplir con la tributación en bienes y por eso se había adoptado en tributo en energía personal. El modelo de
encomienda de servicio personal produjo notables alteraciones en las comunidades indígenas. La desestructuración de la
comunidad fue un proceso irreversible porque no se pudo impedir que los indios abandonaran sus pueblos o escaparan cada vez
que eran convocados para cubrir sus turnos. Proceso que se acrecentó por el traslado de indios en viajes comerciales hasta Potosí o
Chile.
Un tercer factor de desestructuración provenía lisa y llanamente de que los hombres eran enviados con frecuencia a
trabajar en las haciendas del encomendero que estaban alejadas de su pueblo y que sus mujeres e hijos quedaban abandonados por
lapsos muy prolongados.
Los incas habían invadido su territorio desde comienzos del S. XIV. Las poblaciones de los Valles Calchaquíes
ofrecieron una feroz resistencia. Los incas debieron realizar tres campañas para dominarlos. Finalmente en la última, optaron por
una gran matanza que hizo posible un prolongado control de la región. Sus cacicazgos fueron desarticulados y fragmentados
quedando bajo el control de los colonos.
Estas guerras le permitieron acumular experiencia y sabiduría. Por ejemplo, que una hábil resistencia podría dar frutos,
demorando, tal vez por decenios, el desenlace final.
Primer periodo de Guerras Calchaquíes (1630-1633)
Chalimín, cacique de Hualfín, mandó a uno de sus hijos con 200 indios a saludar al gobernador Albornoz cuando éste
llegó a Santiago, siguiendo una vieja costumbre. El gobernador “por no sé qué desmán mandólos azotar y cortar el cabello,
agravio el mayor que se le podía hacer a aquella gente altiva que volvieron despechados y resueltos a vengarse.
Ese agravio fue la causa inmediata del Gran Alzamiento organizado por Chalimín y propagado por toda la región
diaguita. Las ciudades más amenazadas fueron Londres y La Rioja. Las parcialidades de andalgalas, famatinas, capayanes y
guandacoles fueron los aliados más decididos de Chalimín y los calchaquíes.
Hacia 1631 los indios del segmento sur (valle del Yocavil), liberados por Utimpa, confederados con los centros de
Catamarca (Andalgalá y Aconquija) que combatieron bajo el liderazgo del cacique Chalemín dieron la señal de alzamiento
general. Asesinaron a 10 encomenderos que se encontraban en sus haciendas. Se ha denominado el primer periodo de esta guerra
(1630-1633).
En 1632 la refundación de Londres fue asediada por los indios malfines, encabezados por Chalemín. Todos los indígenas
serranos de la provincia de Tucumán se confederaron para expulsar a los españoles. La rebelión se extendió hasta La Rioja, esta
fue incendiada cuando sus pobladores la desampararon.
En esos combates Cabrera cautivo y descuartizo a uno de los caciques, mientras tanto los calchaquíes atacaron Salta y
San Miguel. La situación del valle se complicó por la deslealtad de los pulares, viejos aliados de los incas, estos abandonaron el
valle y se trasladaron a Salta a cambio de la alianza con los encomenderos que los libraron de tributo.
En una tercera campaña Cabrera logro recuperar Catamarca y La Rioja.
Segundo periodo (1635-1637)
En 1635 Albornoz entro al Valle Calchaquí afirmando que lo pacificaron completamente, con excepción de cacique
Utimpa del sector Yocavil (estos estaban aliados con Chalemín). El objetivo principal de Albornoz era que los indios cumplieran
las encomiendas. Chalemín había atacado a los de famatina, que se habían transformado en “indios amigos”, fueron derrotados en
Abaucán.
Chalimín cayó sorpresivamente en Famatina donde asaltó la reducción de indios asentada en el lugar.
Desde Pomán vino en socorro de Núñez de Ávila el maestre de campo Pedro Ramírez de Contreras. Se reunieron en
Guatungasta y desde allí se dirigieron al valle de Hualfín para atacar a Chalimín en su propio reducto.
Ramírez de Contreras con 63 españoles y más de 300 indios amigos se internó resueltamente en el valle de Hualfín.
Consiguió entonces tomar prisionero al gran caudillo de la raza india. Lamentablemente no conocemos las circunstancias en que
el hecho se produjo. Fue condenado a muerte, ahorcado y descuartizado en su propio pueblo.
Trasladó 800 andalgaláes, confinándolos al norte de La Rioja en el fuerte del Pantano. El resto de los indígenas se
refugiaron en sitios mejor protegidos y se inició una tregua en este año 1637 termina el segundo periodo de la guerra.
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Tercer periodo (1657-1659)


Los efectos de la guerra se reflejaron en un descenso general de la producción. Por esta época varias pestes asolaron a las
poblaciones que, además, carecían de alimentos por las incursiones contra sus cultivos. En 1657, llego al Tucumán el andaluz
llamado Pedro Bohórquez, diciendo que había descubierto el Paytiti, fabuloso país de maravillas oculto en el corazón verde de la
América del sur.
Bohórquez ingreso en el Valle Calchaquí al amparo del cacique de los paciocas, del pueblo de Tolombón. Se presentó
con un doble discurso: a los indios diciendo que era descendiente de Paulo el ultimo inca (coronado) por los españoles, y a estos
que si le permitían usar el título de rey de los incas les arrancaría a los indios los secretos sobre sus minas y tesoros.
Bohórquez había llegado a Lima en 1620 y luego de una vida entre los indígenas serranos del centro del Perú donde
aprendió el quechua y recogió vitales informaciones para su vida posterior, decidió emprender la aventura de localizar el Paytiti.
Tras largar aventuras en oriente peruano en busca del Paytiti, aventuras en muchos aspectos ilegales Bohórquez fue
apresado y enviado al fuerte de Valdivia en Chile. Al encontrar la oportunidad para escapar llego a Mendoza y subió luego hacia
el norte.
A mediados del siglo XVII la resistencia de las poblaciones de los Valles Calchaquíes se prolongaba por más de 100 años
y los españoles estaban dispuestos a darle término definitivo. La llegada de Bohórquez fue importante para los indios por la
ausencia de un líder capaz de oponerse a la conquista, la mayoría de los caciques aceptaron aliarse con él.
El gobernador Alonso de Mercado y Villacorta decidió invitarlos a un encuentro en Pomán, antes de la cita Bohórquez y
el gobernador intercambiaron cartas negociando.
Una vez que se agotaron las tratativas, y los homenajes al inca Bohórquez, sus indios regresaron a Calchaquí. Bohórquez
prometió al gobernador inducir a los indios para cumplir las mitas y encomiendas, revelar los tesoros y minas que descubriesen.
Apenas culminado el encuentro de Pomán, el gobernador recibió cartas del virrey Conde de Alba y Aliste por lo cual le
reprochaba que hubiera iniciado negociaciones con el ex presidiario y le ordenaba que lo apresase, de modo que Mercado decide
borrar con el codo lo que había firmado con su mano.
Mientras el gobernador tramaba la mejor manera de expulsarlo del Valle, Bohórquez realizo un viaje por su jurisdicción,
donde dirigió violentos discurso a los indios, incitándolos a una rebelión general.
A comienzo de 1659 la relaciones entre Bohórquez y el gobernador habían llegado a su punto de máxima tensión debido
al incendio de las misiones jesuitas en los valles. A su vez Bohórquez pidió negociar con el virrey.
En medio de todas estas diatribas, se produjo un encuentro armado entre los indios comandados por Bohórquez y la
fuerza del gobernador. El combate tuvo lugar en el fuerte de San Bernardo. Los españoles lograron desbaratar las fuerzas
enemigas, pero Bohórquez continuo refugiado en el valle hasta que finalmente llego al Tucumán don Juan de Retuerta, (oidor de
la Audiencia de Charcas), este le convence de deponer las armas y entregarse, asegurándole el perdón. El resto de las poblaciones
continuaron en rebeldía y el gobernador invadió Calchaquí, a partir de allí comenzó a conquistar pueblo por pueblo, se dirige
directamente hacia los Quilmes quienes cercaron y rindieron por hambre, atacando a los restantes grupos.
En el siglo XVII era repoblado con encomenderos instalando sus haciendas. Solamente los tolombones tuvieron permiso
para cultivar parte de las tierras que le habían pertenecido.
El obispo mercadillo y el traslado de la diócesis a Córdoba (Achával- Lazcano)
La larga vacancia del obispado se cubrió recién con la presentación de Carlos II en favor del dominico toledano Fray
Manuel Mercadillo que llego a su sede en 1698. Fue este el más negativo acontecimiento a finales del siglo y el pastor más
perjudicial para Santiago.
La codicia y el autoritarismo del prelado le llevaron a múltiples incidentes. Persiguió a jesuitas y franciscanos, puso
tienda y pulpería con insaciable afán comercial y busco empeñosamente, sin entender razones, trasladar la Catedral y el Seminario
a Córdoba fundado en conveniencias económicas e intereses que venían de tiempo antes.
Nombró rector al doctor Pedro Martínez de Lezama y puso el establecimiento bajo la advocación de Santo Tomas de
Aquino al cuidado de la orden de santo domingo, a que pertenecía monseñor Mercadillo.
Decidió excluir de la enseñanza a los jesuitas. La entrega del Colegio Seminario en 1699, mejor dicho su extinción en la
ciudad, estuvo a cargo del último rector licenciado Cosme del Campo Ibáñez, junto con sus colaboradores jesuitas y seculares.
Concluía la etapa más fecunda de la cultura santiagueña.
Expulsión de los jesuitas: causas y consecuencias (Lazcano)
Las realizaciones espirituales, culturales y materiales reseñadas en diversos ciclos de nuestro desarrollo histórico por la
compañía de Jesús, se vieron abruptamente interrumpidas en la noche del 9 de agosto de 1767 por el allanamiento del juez
ejecutor de las reales órdenes, capitán Juan Martínez, y su irrupción en el Colegio e iglesia santiagueños.
Las órdenes del gobernador de Bs As don Francisco de Paula Bucareli, al del Tucumán, establecían las normas a seguirse
en todo el territorio.
Resignados a su suerte, calladamente, confiados en la voluntad de dios, dejaron bienes y afectos y los llevaron con lo
imprescindible para no perecer, cual si fueran delincuentes y culpables de los peores males, a los padres de la compañía, después
de dos siglos de inundar de bienes y de luz al pueblo santiagueño.
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Organización institucional: principales autoridades (Lazcano)


El Virrey: Representante directo del monarca, era una de las máximas autoridades en América. El desempeño de su cargo solía
durar entre tres y seis años. Entre sus facultades y prerrogativas estaban el presidir la Audiencia, supervisar la hacienda real y
tener control sobre la Iglesia.
Gobernadores y Capitanes Generales: Los gobernadores tenían funciones políticas y administrativas y estaban subordinados a la
autoridad del virrey. En los territorios fronterizos, las provincias estaban a cargo de un capitán general, que además de las
funciones de gobierno se encargaba de la defensa de la región.
Los Corregidores: Las provincias estaban integradas por distritos a cargo de los corregidores. Los corregidores se encargaban del
gobierno local. Los pueblos de indios estaban a cargo de un “corregidor de indios”. Estos funcionarios terminaron con el poder de
los encomenderos sobre los aborígenes.
Las Audiencias: Organismos creados por Fernando el Católico para la administración de justicia en América. Intervenían en los
juicios civiles, criminales y administrativos. Vigilaban el desempeño de virreyes y gobernadores e informaban a la monarquía
sobre su conducta.
El cabildo constitución y funciones (Lazcano)
Se encargaban de la administración de la ciudad y sus alrededores. Cuidaban, entre otras cosas, el abastecimiento de
alimentos, la justicia, la salud y la seguridad de los habitantes.
Lo presidian dos alcaldes (de primero y segundo voto) que tenían a su cargo la administración de justicia en los asuntos
de menor importancia. Ante situaciones extraordinarias o de peligro, se convocaba un Cabildo Abierto, al que concurrían los
vecinos, “la parte principal y sana de la población”, para deliberar sobre las soluciones posibles ante la emergencia. En los inicios
de la Conquista, los miembros del cabildo eran designados por los conquistadores. A partir de la segunda mitad del siglo XVI, se
extendió la costumbre de comprar estos cargos a la corona o eran designados por sus predecesores.
La existencia de un cabildo distinguía una ciudad de un simple pueblo, la corona con sus disposiciones incitaba a los
súbditos en América a agruparse en pueblos, dentro de estos trazaba una línea jurisdiccional respecto a los transeúnte o blancos de
más baja condición. Dentro del conjunto que reunía a españoles de toda condición, nacidos en Europa o en América, y más tarde
también en mestizos.
La jerarquía interna de la comunidad de vecinos se organiza sobre la base de criterios de fuerte contenido nobiliario.
Dichos méritos y distinciones nacían de las proezas en la conquista, los servicios al monarca, las cualidades nobiliarias heredadas
o todo al mismo tiempo. No debe entenderse como una norma, pero si como un principio que podía invocarse con cierta fuerza en
los inicios de la instalación europea.
Las características de la legislación indiana, fomentaba la existencia del ritual de atacamiento que permitía negociar el
cumplimiento de las órdenes reales. El cabildo fue la única institución colonial, cuyos miembros eran electivos y mostro una gran
habilidad para conservar el dominio en la esfera local mediante la instauración de una rotación ficticia de funcionarios, eludiendo
las reglas que impedía reelecciones o coexistencia de parientes durante el mismo año de gobierno, fomentando un cerrado
nepotismo.
Economía en el siglo XVII-XVIII: agricultura, ganadería, manufacturas y comercio (Franklin, Raúl- Nueva Historia)
El mundo rural colonias
La estructuración del espacio: Los espacios rurales se estructuraron en torno a las ciudades que constituyeron los mercados para
sus productos. Las sociedades que se conformaron fueron básicamente sociedades agrarias. Ello se pone en evidencia en los
productos que la red de asentamientos urbanos hacía circular a través del espacio porque eran primordialmente productos agrarios
a excepción de los efectos importados, los metales preciosos y algunas pocas artesanías de origen urbano. Incluso, las diferentes
producciones textiles eran en su mayor parte realizadas por unidades sociales agrarias como obrajes, pueblos de indios y,
especialmente, por los hogares campesinos. La constitución del sistema colonial (impregnado por una lógica económica
excedentaria, extractiva y mercantilista) supuso una profunda innovación en los ecosistemas y trajo consigo implicancias solo
amortiguadas por la reducida densidad de los primeros centros de colonización. Junto con la difusión de nuevas especies de
animales y vegetales tuvieron lugar profundos cambios en la utilización de los recursos y en la estructuración del espacio.
La nueva agricultura no sólo suponía la introducción de especies diferentes sino también de nuevas técnicas de
producción como las herramientas de hierro (azadas, azadones, arados) y nuevos animales de tiro.
Una mirada a largo plazo de la estructuración de los espacios coloniales y la conformación de los mundos rurales permite
reconocer tres fases principales:
 Primera fase: estructuración de relaciones sociales agrarias, con apropiación de recursos, fuerza de trabajo y excedentes.
 Segunda fase: (1650-1750) tomaron forma característica de sociedades regionales, se estabilizo la relación ciudad-
campo. Durante ese periodo se produjeron transformaciones y el proceso de mestizaje, la conformación de un
campesinado colonial, implantación de nueva agricultura con un avance creciente en la mestización de herramientas. La
nueva ganadería, por su parte, también implico profundas transformaciones en los ecosistemas, alterando la dieta
alimenticia de las sociedades.
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 Tercera fase: (siglo XVIII) incremento de la producción rural regional, una creciente mercantilización de las relaciones
sociales, se emplearon las áreas territoriales de colonización y tendieron a endurecerse las condiciones y las relaciones
interétnicas en las fronteras. En esta fase se reasento la reorientación de los circuitos de intercambio hacia el Atlántico y
se evidenciaron signos de creciente actividad, prosperidad y enriquecimiento urbano, con una mayor liberalización del
comercio exterior.
Un mosaico de diferencias regionales: En el norte y el oeste el asentamiento hispánico se estructuró principalmente en los valles y
buscó asegurarse el control de los cursos de agua. En las llanuras del litoral, en cabio, el patrón de asentamiento fue esencialmente
costero. El dominio colonial no se alejó demasiado de las costas y se conformaron reducidos enclaves portuarios como Corrientes,
Santa Fe o Buenos Aires.
El amplio espacio sobre el cual habría de conformarse la Argentina presentaba diferencias en cuanto a sus patrones de
poblamientos. En el centro, el norte y el oeste, el poblamiento fue más denso y concentrado, y las sociedades incluían una
importante proporción de indígenas, especialmente zonas como la Puna salto-jujeña, la quebrada de Humahuaca, los valles
Calchaquíes o las áridas tierras santiagueñas; en las llanuras del litoral, en cambio, el poblamiento rural fue más disperso y la
población indígena fue menor. Tanto en Chaco como en las planicies pampeano-patagónicas la capacidad de resistencia indígena
frente al avance de la sociedad hispano-criolla se mantuvo hasta fines del siglo XIX y las fronteras coloniales solo tuvieron
variaciones locales.
En Tucumán colonial el mecanismo inicial para poner en funcionamiento las unidades agrarias de producción fue la
encomienda. Se mantuvo en vigencia hasta entrando el siglo XVIII.
En el Litoral, los intentos de organizar la producción agraria en torno a la institución de la encomienda fueron
infructuosos y su decadencia fue más temprana que en el interior, por la ausencia de núcleos indígenas, sedentarios y el fracaso de
las relocalizaciones. Esto abrió paso a una variedad de formas de trabajo que implico una mayor difusión del conchabo y de
diferentes formas de asociación entre propietarios y productores.
En Santiago del Estero perduró más firmemente la estructura de pueblos de indios. Hacia fines del periodo colonial en
una región extremadamente pobre, las tierras más fértiles estaban en el territorio irrigado y si bien estuvieron en su mayor parte en
manos de la elite mercantil urbana su propiedad llegó a estar sustancialmente dividida, mientras a población indígena en buena
medida sustentaba la reproducción en los recursos del bosque y en sus cultivos tradicionales: los bañados y las tierras de pastoreo.
En Salta se conformó una estructura agraria con mayor predominio de la gran propiedad y era frecuente la presencia de
arrenderos indígenas
Dinámicas y transformaciones de las economías y sociedades regionales: Hacia fines de la década de 1780 las dos áreas más
importantes eran Buenos Aires y la Banda Oriental. A principios del siglo XIX Córdoba había pasado a ocupar un segundo lugar
después de la capital y que el Tucumán. Córdoba a fines del XVIII tiene varios renglones exportables: las mulas, que buscaban los
mercados norteños hasta la crisis de 1806, los cueros y los tejidos, que se orientaban al Litoral y Buenos Aires, y el crecimiento de
la cría de vacunos, que se dirigía a Chile; por el contrario, Santiago del Estero era la zona de menor importancia económica en el
conjunto regional y Catamarca, Salta y San Miguel de Tucumán representaban la situación intermedia.
El impacto de las medidas liberalizadoras del comercio y la circulación se hizo sentir en las zonas productoras de textiles
que utilizaban el algodón como materia prima. En el Tucumán su crisis se vincula a la lenta erosión de la encomienda y, en el
Paraguay, se explica más por la desarticulación del sistema misional jesuita que por el libre comercio. Córdoba, San Luis y
Catamarca e incluso las sociedades indígenas de la pampa, siguieron participando activamente de los mercados, incluido el
porteño.
Visto en conjunto el panorama general es de crecimiento, tanto de la producción como de la población. En algunas
regiones el ritmo de crecimiento de la población superaba al de la producción. Buenos Aires evidenciaba la creciente prosperidad
del centro mercantil y burocrático virreinal, en Cuyo expresaba los obstáculos de la producción agrícola. En otras regiones como
Córdoba o el nuevo litoral, el ritmo de crecimiento de la producción es mucho mayor que el de la población. Este panorama de
prosperidad mitigado por aquellas economías regionales con dificultades crecientes: aquellas en las que primaba la agricultura
algodonera o la de vino y aguardiente.
Situación demográfica jurídica
La sociedad colonial: raza, etnicidad, clase y género (Funes, Patricia- Ansaldi, Waldo)
Siglos XVI-XVII
La sociedad colonial tucumana se caracterizó por su multietnicidad, multiculturalidad y multiplicidad de niveles sociales
jerárquicamente estructurados. Cuando hablamos de multietnicidad, nos referimos no solo a la existencia de diferentes grupos de
población nativa; también a los distintos orígenes regionales de los peninsulares. Como resultado de estos dos grupos mayores se
encontraban los mestizos, entre los cuales debemos incluir al producto de las uniones entre indios y españoles, al de distintos
grupos étnicos entre si y a los de estos con los africanos.
La multietnicidad tuvo muy diversos orígenes por una parte implementar diversos tipos de relaciones políticas, sociales y
económicas con los conquistadores y que fueron modelando nuevos patrones culturales. Este sector se amplió, a poco de andar
con los nacidos en la tierra ósea los criollos.
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Los españoles de largo arraigo en el nuevo mundo, sus hijos legítimos y los mestizos, fueron configurando un nuevo
núcleo de población, se construyeron identidades que culminaron en la definición de los diversos perfiles regionales. No fue por
azar que los peninsulares recién llegados se asombraran de las nuevas costumbres de estos americanos, entre los que debe
incluirse a los españoles que pasaron la mayor parte de sus vidas en estas tierras, que fueron dando forma a un creciente
“Acriollamiento”.
También debe considerarse la llegada de los esclavos africanos, un nuevo componente étnico que tuvo diferentes
impactos según las distintas regiones. En la provincia de Tucumán el número de esclavos aumento a la medida que la economía se
fortalecía.
Los indígenas hicieron perder valor tanto económico, como simbólico a la antigua institución de la encomienda,
obligando a reformular la producción.
En el mundo colonial la estructura de base estaba compuesta por una multitud de grupos indígenas sometidos al control
español por medio de las encomiendas de servicio personal. La encomienda provoco la desestructuración de la comunidad
indígena mediante: el desplazamiento de los tributarios con la obligación de las mujeres para entregar cuotas fijas de hilado y
tejidos, el reemplazo de los hombres en las tareas rurales durante sus ausencias, las migraciones forzadas para instalarlos en las
propiedades de sus encomenderos. Estos factores causaron la desarticulación social y la pérdida de derechos sobre las tierras
originarias.
Hacia mediados del siglo XVIII el número de encomiendas, como la cantidad de familias encomendadas había
disminuido consideradamente. La resistencia de los indígenas culmino en una política de desnaturalizaciones después del Gran
Alzamiento de 1630-43 todo el contexto se puede resumir como de desarticulación de obligada convivencia multiétnica y
descenso brusco del número total de encomendados.

UNIDAD 3: LIBERTAD E INDEPENDENCIA


El mundo rural en transición (Gelman, Jorge- Nueva Historia)
La suerte que conocen las distintas regiones agrarias a fines del periodo colonial es muy diversa, ya que se ven afectadas
de muchas maneras por una serie de acontecimientos importantes como la creación del Virreinato del Rio de la Plata en 1776; el
libre comercio que instauran los Borbones favorece la llegada de textiles europeos de consumo más masivo y sobre todo los
productos agrarios del mediterráneo español; los levantamientos del mundo andino a inicio de los años 80; las guerras intra-
europeas que afectan toda la circulación del Atlántico; las invasiones inglesas y la crisis final de la monarquía española.
El crecimiento del comercio Atlántico con las leyes borbónicas a fines del S. XVII habría tenido efectos positivos para as
regiones litorales, que recibían bienes manufacturados, vinos y aceites de mejor calidad y precios más bajos que los de las
regiones interiores. Mientras la economía pecuaria crecía al volcar cantidades crecientes de cueros y otros derivados vacunos en el
mercado mundial, sin mayores inversiones. El Interior productora de bienes que competían mal con las importaciones, habría
sufrido una aguda crisis, de la cual ya no se recuperaría en largo tiempo.
Las regiones que padecieron la competencia extranjera fueron productoras de textiles de algodón, pero este proceso se
había iniciado antes del libre comercio, sobre todo por la crisis de las misiones jesuitas, su principal productor regional, cuando
los religiosos fueron expulsados por los Borbones en 1767.
Los productores mendocinos, especializados en vino, irán perdiendo terreno en los mercados regionales, mientras que los
sanjuaninos, más orientados al aguardiente, conservaron importantes cuotas de mercado. Esto estimulara a los mendocinos hacia
la ganadería u otros rubros.
Distinta es la situación de las regiones productoras de textiles de lana, desde Santiago del Estero hasta Córdoba,
Catamarca, San Luis continuaran haciéndose presentes en todos los mercados regionales, incluyendo los litoraleños. Sus familias
tenían a veces las pequeñas majadas de ovejas que criaban y esquilaban. Lavaban la lana, la hilaban y tejían sin recurrir al
mercado.
La contra cara de la situación del interior la presenta el litoral. La capitalidad de Buenos Aires refuerza su rol articulador
de todo el espacio y su propia magnitud demográfica la convierte en uno de los mercados más preciados para todas las regiones
virreinales. Conocerán una expansión impensada: Entre Ríos comienza a poblarse de gente, estancias y animales y quizá sobre
todo la campaña de la Banda Oriental conoce una expansión sin precedentes. La cría para abasto de carne a los cada vez más
importantes mercados locales. Pero además se desarrolló la cría de mular, del lanar y de una pujante agricultura, destinada a esos
mercados locales en que se destacaba el trigo. Buenos Aires concentraba los beneficios máximos del sistema.
La revolución: cambios y continuidades en el mundo rural (Bazán)
Las provincias del Noroeste padecen la guerra de manera aguda y también la ruptura de los vínculos con los mercados
alto peruanos, si bien esa ruptura no fue drástica, la fuerza de los mercados andinos ya no será la misma que en la época colonial
y, por otra parte, el noroeste pierde definitivamente su carácter de intermediario entre estas regiones andinas y el litoral, ahora
volcado masivamente hacia el Atlántico.
En Santiago del Estero la situación es compleja: por un lado se continua practicando la agricultura de aluvión en las
zonas inundables de los ríos Dulce y Salado. La ganadería, por su parte, parece conocer una cierta expansión desde los años ’30
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(vacunos y mulares). Se produce un proceso de privatización y concentración de las mejores tierras de cultivo y ganadería que
parece acentuar las dificultades de subsistencia de una porción importante de la población.
El fabuloso crecimiento demográfico del litoral se hizo en parte a expensas del interior, que le enviaba cantidades
crecientes de migrantes, que provenían de buena medida de Santiago, San Luis, Córdoba, Misiones o incluso la Banda Oriental,
aceptando trabajar como asalariados en las nuevas estancias ganaderas del litoral.
Santiago del Estero se encontrará a inicios de S. XIX con una población mayormente femenina, una parte importante de
los hogares encabezados por mujeres y aumento de las familias complejas, con muchos miembros parentales o no, que crecen
como respuesta a una economía frágil y cada vez más desigual. Se nota una proliferación de dependientes en el interior de algunas
familias, sobre todo “criadas o agregadas”, que reflejan la necesidad de protección de familias incompletas y sin acceso a la tierra.
Contraste económico (escrito)
La economía en esta etapa colonial se extiende desde el siglo XVI al XVIII, en la cual los españoles conquistaron y
sometieron a los pueblos indígenas, en un proceso de cambios, transformaciones y permanencias, que concluyeron con la
población indígena diezmada por guerras, epidemias, exceso de trabajo y malos tratos. Además, asistimos a la conformación de un
mercado regional cuyo eje económico de las ciudades del Tucumán fue Potosí, que desde 1550 cuando comenzó el auge minero,
se produjo en el Alto Perú una gran demanda de medios de producción y de subsistencia.
Judith Farberman nos señala que la economía de la región del Tucumán giraba en torno a las minas del Potosí. Farberman
destaca que en Santiago encontramos la cosecha de grana como industria textil importante, la cera y la miel (como actividades del
bosque) para comercializar en los centros artesanales; siendo exportadas a Chile y el Alto Perú. Como actividad ganadera, se
practicaba el engorde de ganado que conducían a Salta para la feria anual o para el Perú. Asimismo, existía un comercio activo
entre las ciudades de la región del NOA; Tucumán poseía el tráfico de carretas, la cría de bueyes como medio de transporte y el
tabaco. Córdoba a fines del XVIII tiene varios renglones exportables: las mulas, que buscaban los mercados norteños, los cueros y
los tejidos, que se orientaban al Litoral y Buenos Aires, y el crecimiento de la cría de vacunos, que se dirigía a Chile. Catamarca
destacaba por el algodón, ají, varas de hilos y lienzos. La Rioja por el vino, aguardiente y vinagre.
Con la creación del Virreinato del Río de la Plata, los circuitos económicos sufren un gran cambio donde todo quedará
subordinado al puerto de Buenos Aires. La expulsión de los jesuitas y el libre comercio instaurado por los borbones, perjudicó
notablemente las regiones del interior, ya que no pudieron competir con los productos manufacturados del Atlántico (de mejor
calidad y precio)
El gran crecimiento del Litoral se hizo en parte a expensas del interior, que enviaba gran cantidad de hombres a trabajar
como asalariados. Según Jorge Gelman, a partir del proceso revolucionario y las guerras civiles, significó la ruptura de los
circuitos mercantiles, además de costear buena parte del abastecimiento del ejército libertador.
Raúl Bazán destaca que las provincias del Noroeste padecen la guerra de manera aguda y también la ruptura de los
vínculos con los mercados alto peruanos, si bien esa ruptura no fue drástica, la fuerza de los mercados andinos ya no será la
misma que en la época colonial y, por otra parte, el noroeste pierde definitivamente su carácter de intermediario entre estas
regiones andinas y el litoral, ahora volcado masivamente hacia el Atlántico. En Santiago del Estero la situación es compleja: por
un lado, se continua practicando la agricultura de aluvión en las zonas inundables de los ríos Dulce y Salado. Por otro lado, se
produce un proceso de privatización y concentración de las mejores tierras de cultivo y ganadería.
Según Tulio Halperín Donghi, los comerciantes de la capital y los dueños de las escasas tierras serán los sectores más
perjudicados por las consecuencias de la Revolución, producto de las ruinas del comercio altoperuano y la escasez de la mano de
obra.
El Tucumán y Santiago del Estero en vísperas de la revolución (Bazán)
Si la capital, Salta, era residencia del gobernador, en Córdoba tenía la suya el obispo. Aquí estaban también la
universidad y las principales comunidades religiosas y, finalmente, Jujuy, era la sede de las cajas matrices de la Real Hacienda.
Buenos Aires quedó erigida en cabeza de una dilatada jurisdicción que comprendía las gobernaciones de Buenos Aires, Paraguay,
Tucumán, Potosí, Charcas, Cochabamba y La Paz a las que pronto se agregaría Cuyo. Con la aprobación del Reglamento de
Comercio Libre (1778) y la creación de la aduana, se crearon posibilidades insospechadas al comercio rioplatense.
En 1776 se creaban el Virreinato del Río de la Plata y Nueva Granada de acuerdo a las Reformas Borbónicas. En 1782 se
dicta la Real Ordenanza de Intendentes que contribuyó a polarizar en Buenos Aires las energías. La creación de la Intendencia de
Salta separó a Córdoba y La Rioja de su jurisdicción y convirtió a la primera en cabeza de otra provincia que llevó consigo a La
Rioja y a las ciudades de Cuyo, segregadas de la Capitanía General de Chile. La provincia de Tucumán quedó dividida y esto
debilitaba su peso político quitándole dos de sus ciudades, sobre todo Córdoba, la más populosa del Río de la Plata.
La última etapa de dominio español en América se caracterizó por el liderazgo de cuatro ciudades: Chuquisaca en el Alto
Perú, Salta en el Norte, Córdoba en el centro y Buenos Aires en el sud.
Estado de las ciudades en el momento de la Revolución
Si Potosí fue el polo económico del sistema colonial español, cabe a Chuquisaca o Charcas el importante papel de eje
administrativo y cultural. Ser sede de la Real Audiencia y de un arzobispado metropolitano, la fama extendida de su Universidad
(Universidad de San Javier) y las dulzuras del clima contribuyeron a hacer de Chuquisaca una cuádruple corte eclesiástica,
forense, literaria y social.
19

Salta tenía como ciudades sufragáneas con Cabildo a Jujuy, San Ramón de la Nueva Orán y Tarija. Desempeñaba la
gobernación don Nicolás Severo de Isasmendi. A partir de 1807 se erigió en Salta un nuevo obispado que ocupó el Dr. Nicolás
Videla del Pino. Isasmendi no pudo evitar choques con el obispo y el Cabildo que le obligaron primero a solicitar su relevo y
luego a renunciar al cargo en vísperas del pronunciamiento de Mayo.
El fermento separatista había llegado a Salta y era cultivado por miembros de la clase dirigente, gente ilustrada. La
propaganda revolucionaria llegó a la capital de la Intendencia por una doble vía. En ese momento ya se habían producido los
movimientos altoperuanos de Chuquisaca y La Paz que indicaron la voluntad de un cambio político asumiendo diversas formas
contestatarias y provocaron la dura represión de los funcionarios del rey. Parece evidente que esos movimientos altoperuanos
tuvieron repercusión en el Norte, especialmente en las ciudades de Salta, Jujuy y Tucumán. También tenemos noticia de la
propaganda revolucionaria desarrollada por el coronel Moldes, hijo de un fuerte comerciante salteño que había cursado estudios
en España. Allí se comprometió con la logia independentista de Cádiz que organizaron americanos residentes a fin de promover la
causa de la independencia en los países de América.
A comienzos de 1809 llegó a Buenos Aires donde se reunió con el grupo de criollos que trabajaba por la independencia.
Luego pasó a Córdoba donde exploró sin fruto la voluntad de Tomás Allende, jefe de milicias; estuvo en Santiago donde conversó
con el capitán Juan Francisco Borges, hombre voluntarioso e inquieto, y estableció contacto en Tucumán con el doctor Nicolás
Laguna. Finalmente, en su ciudad natal realizó activa propaganda en favor de la revolución.
La ciudad de Jujuy, puente geográfico y comercial de Tucumán con el Alto Perú, tenía estrechos contactos con
Chuquisaca y a ella llegaron las nuevas ideas que estaban cambiando el rumbo político de Europa y también las noticias sobre la
situación española.
Respecto de Tucumán y Santiago se ha visto que el doctor Nicolás Laguna y el capitán Juan Francisco Borges,
respectivamente, compartían las ideas del cambio político. Sin embargo, carecemos de datos suficientes sobre el estado de opinión
en Tucumán que indiquen si la actitud de Laguna contaba con otros adeptos. Si hay motivos verosímiles para aceptar que en
Santiago la decisión revolucionaria de Borges originó la formación de un partido adicto al cambio.
En Catamarca, las cosas estaban en favor del Rey. El comandante de armas don Francisco de Acuña, español, era
subdelegado de la Real Hacienda y notario del Santo Oficio, sus atribuciones eran tan extensas y diversas. Era buen funcionario y
tenía una vasta parentela originada en su casamiento con una mujer del país. Sin embargo, algunos vecinos importantes veían con
fastidio ese monopolio del poder por un español, considerándose con títulos suficientes para ejercerlo ellos mismos.
La Rioja, que hasta 1782 formó parte de la gobernación de Tucumán, había pasado a ser distrito subordinado a la
intendencia de Córdoba. En la esfera eclesiástica siguió dependiendo del obispado de Córdoba. En la sociedad riojana
predominaba en forma incontestable el patriciado criollo formado por los descendientes de los beneméritos de la conquista.
Tenían la tierra, base del poder económico, prestigio social y poder político.
Las provincias del noroeste y la revolución de mayo
La tesis desarrollada por Castelli en favor de la retroversión de la soberanía al pueblo por la vacancia del trono español
(22 de mayo) no computaba la consulta a las ciudades del Virreinato. Buenos Aires estaba decidida a reasumir dicha soberanía en
nombre de todas las demás. Estaban jugados por la causa del gobierno propio y si bien cautelosamente invocaban la conservación
de los derechos del amado Fernando VII.
Era muy importante el pronunciamiento de Salta, cabeza de gobernación intendencia, dada la rebeldía de Córdoba y
Montevideo, y la actitud de decidida beligerancia que asumieron las intendencias altoperuanas, especialmente Chuquisaca y
Potosí. Moldes y el grupo de abogados subversivos denunciados por el virrey Cisneros al gobernador Isasmendi. Fueron los que
en 1810 precipitaron el pronunciamiento de Salta por la causa de la Revolución.
El gobernador intendente Nicolás Isasmendi manifestó su complacencia por la generalizada aceptación de los
asambleístas a las determinaciones de la capital. Instalado Chiclana en el gobierno, el Cabildo convocó a reunión para el 29 de
agosto donde fue elegido diputado el bachiller Francisco de Gurruchaga, hombre de probada adhesión al nuevo régimen.
En Jujuy se recibieron los pliegos de Buenos Aires en la misma fecha que en Salta. Pero también habían llegado noticias
de que Liniers, opuesto al nuevo gobierno, se dirigía con sus fuerzas hacia Jujuy, de paso al Alto Perú, para reunirse con las tropas
abanderadas de la reacción realista. Los cabildantes se vieron en un aprieto. Por un lado, la noticia que llegaba de Buenos Aires,
eran un poco las que muchos deseaban, y por el otro no podían olvidar la represión de Chuquisaca y La Paz, tan reciente. La
elección del diputado no se produjo enseguida. Demoró cuando llegó Chiclana investido de su cargo de gobernador. Fue elegido
diputado por mayoría de 48 votos el Dr. Juan Ignacio Gorriti, cuyas ideas en favor del gobierno de los criollos, eran notorias.
En Tucumán se recibieron las notas de la Junta y del Cabildo de Buenos Aires y ello promovió el cabildo abierto del 11
de junio donde se resolvió esperar el pronunciamiento del gobernador intendente de Salta. La elección se practicó el 27 de junio
en la persona del Dr. Manuel Felipe Molina. Su juramento se dilató hasta noviembre.
En Santiago la elección de diputado practicada el 2 de julio en la persona del bachiller Juan José Lamí, generó la
disconformidad de un sector. El capitán Juan Francisco Borges, que estuvo en inteligencia con la prédica revolucionaria de José
Antonio Moldes, se perfila como inspirador de la facción descontenta. En el cabildo argumentó que se abstenía de dar su voto por
haber sido excluidos de la convocatoria varios vecinos principales. Lamí representaba la continuidad del viejo sistema político. La
elección fue comunicada a la Junta el 9 de julio. Pero enseguida Borges envió a Buenos Aires una extensa presentación acusando
a los cabildantes de haber manifestado que la Revolución no era más que una borrachera de cuatro tunantes que salían de un café
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y alborotaron al pueblo para su ruina. Atendiendo esa reclamación la Junta solicitó copia del acto de elección y en vista de ese
testimonio la aprobó el 31 de agosto. En desacuerdo con dicha resolución, Mariano Moreno dio traslado de la nota de Borges al
intendente de Salta para que informara reservadamente, lo que así hizo Chiclana ratificando la procedencia de la objeción sobre la
inasistencia del clero y de muchos vecinos que no fueron citados.
La Junta ordenó nueva elección, realizada en 1811 con la presidencia del alcalde de 1er voto de Tucumán como delegado
del gobierno nacional. 47 votos fueron para Pedro Francisco de Uriarte, cura de Loreto y 30 para el bachiller Lami. Uriarte se
dirigió a Buenos Aires donde fue sorprendido a los pocos días de su llegada por los sucesos de la disolución de la Junta
Conservadora por el Triunvirato. Así, el diputado santiagueño no llegó a tomar ninguna intervención en el gobierno nacional.
En Catamarca, Francisco de Acuña (comandante de armas y subdelegado de la Real Hacienda) resolvió esperar órdenes
de la capital de la Intendencia. El 23 de julio se convocó al vecindario para elegir representante. Sufragaron por el comandante de
armas. Acuña prestó juramento. Pero, el 25 de agosto la Junta indicó que debía efectuarse nueva elección debido a que Acuña no
reunía los requisitos de ser americano de nacimiento y no tener empleo rentado de la Corona. El cabildo abierto eligió a José
Antonio Olmos por 39 votos sobre 31 que obtuvo el Dr. Pedro Ignacio Olmos, hijo del comandante de armas. Con entusiasmo y
presteza organizó su viaje y pudo incorporarse al gobierno nacional en la sesión del 8 de diciembre, la primera a la que asistieron
los diputados del interior.
En La Rioja desde abril de 1809, Domingo Ortiz de Ocampo detentaba la función de subdelegado de la Real Hacienda
desplazando al español Vicente Bustos. El 28 de agosto de 1810, la ciudad eligió diputado al coronel Francisco Ortiz de Ocampo,
quien había sido designado por la Junta, jefe de la División Auxiliar del Alto Perú. En septiembre, el comandante de armas,
Vicente Bustos, fue reemplazado nuevamente por Domingo Ortiz de Ocampo. La política riojana no puede ser comprendida si no
se la correlaciona con las situaciones de predominio familiar lugareño. Los Ocampo eran una antigua familia vinculada por lazos
de parentesco con otras de arraigo como los Bazán y Villafañe. En La Rioja se había dado la situación de predominio de los
criollos que Mariano Moreno recomendara a Chiclana favorecer.
La revolución de mayo en Santiago del Estero (Achával)
Por Real Ordenanza del 28 de enero de 1782 Santiago del Estero había pasado a integrar, dentro del nuevo ordenamiento
político originado por la creación del Virreinato del Rio de la Plata, la Gobernación Intendencia de Salta del Tucumán, que
comprendía el territorio de las actuales provincias de Salta, Jujuy, Catamarca, Tucumán y Santiago del Estero.
Conforme a las prescripciones legales los cabildantes Santiagueños se habían reunido el 1 de octubre de 1809 para
proceder a la elección de quienes habían de reemplazarlos en 1810. Se desempeña por entonces como gobernador intendente, con
sede en Salta, don Nicolás Severo de Isasmendi.
El día 10 de junio de 1810 fueron recibidos en el Cabildo dos oficios:
 El primero: era la circular que la Junta Provisional Gubernativa, erigida en Buenos Aires el 25 de Mayo.
 El segundo: oficio enviado por el Cabildo de Buenos Aires, donde en forma de muy explícita se daba cuenta de los
sucesos acaecidos en España por la invasión de Napoleón, y en Buenos Aires.
Estos oficios fueron recibidos por el Alcalde de Primer Voto don Domingo Palacio quien, ante la ausencia de la ciudad
de los otros regidores, dejo constancia en el libro de actas acerca de las comunicaciones que se habían recibido.
De acuerdo con la convocatoria formulada por el Palacio, el Cabildo se reunió el 25 de junio con la presencia de los
miembros José Manuel de Achával, Francisco Solano de Paz y Pedro Lamí presididos por el Alcalde de Primer Voto don
Domingo de Palacio.
El 29 de junio de 1810 el cabildo santiagueño había recibido un oficio en el que el gobernador intendente de Salta
comunicaba haberse resuelto en Cabildo Abierto la obediencia a las autoridades que nos gobiernan, a la Junta de mayo y al rey.
Por lo que nuestro cabildo resolvió “que siguiendo el mismo orden y obedeciendo a la expresa junta se dé cuenta con esta misma
fecha de haberlo así efectuado”.
Primeras luchas políticas (Achával)
Decidido el pronunciamiento santiagueño, restaba efectuar la elección del diputado a la junta gubernativa.
El candidato oficial, sacerdote bachiller Juan José Lamí López de Velazco estaba impulsado por su hermano el regidor
llano Pedro José Lamí y los Alcaldes Domingo de Palacio y José Manuel Achával, siempre distanciados de Borges. Lamí obtuvo
23 votos sobre 31 asistentes. No lo votaron los militares Cumulat ni Araujo, ni Ignacio Arias y, llegado el momento de elegir el
suyo, denuncio la exclusión del vicario.
Si hasta entonces la naturaleza civil de la lucha entablada en Bs As mantenía dentro de la legitimidad formal, sin
intervenir divisiones nacionales, Borges le dio a ella un tono distinto y premonitorio en Santiago del Estero.
Esa oposición fue llevada ante la misma junta gubernativa y Borges dirigió una larga misiva a Bs As el 15 de julio.
Contribución de los pueblos del Norte al Ejército Auxiliar del Perú
Los sucesos de Mayo forzaron a los funcionarios y vecinos principales a definir su actitud frente a un hecho político
revolucionario aunque ambiguamente explicitado en los documentos oficiales. La sociedad criolla de las ciudades del Norte
formada por labradores, hacendados, comerciantes, artesanos y mineros, tenía en el momento de la revolución una población de
140000 almas; compuesta por blancos (españoles y americanos), negros y mulatos, indios y mestizos. Para las masas indígenas del
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Alto Perú, la revolución significó un verdadero mensaje de liberación, como lo prueba el alzamiento en masa de las poblaciones
rurales que suscitó la aparición de caudillos dispuestos a ofrendar su vida como efectivamente aconteció.
Esta aseveración sobre el entusiasmo inicial hacia la revolución en los pueblos del Norte se apoya en datos concretos que
surgen de los papeles de la época. Soldados y oficiales se incorporaron al Ejército Auxiliar del Perú por decisión espontánea sin
necesidad de reclutamientos compulsivos. La abnegación fue la regla. Ante las bajas o deserción, nuevos contingentes se
incorporaban al ejército lo cual produjo la casi extinción de la mano de obra para las tareas rurales. Las primeras contribuciones se
concretaron en los cabildos abiertos que resolvieron reconocer al nuevo gobierno y designar los diputados que se integrarían al
mismo.
En Santiago del Estero, desde el momento mismo en que el ejército del Perú pisó tierra santiagueña el pueblo prestó
ayuda desinteresada y entusiasta cooperación. Germán Lugones, desde la posta del Portezuelo (donde comenzaba la comprensión
territorial de Santiago), prestó auxilios con hombres, animales, carros y bueyes. En Silípica y Manogasta, don Francisco Lami,
Domingo de Palacio y Francisco Solano Paz sirvieron en el abasto de las postas que debió recorrer la expedición hasta la ciudad.
El capitán Francisco Borges fue recomendado por Hipólito Vieytes para promover el alistamiento de soldados. Reunió 317
hombres de los escuadrones reglados y milicias urbanas, completamente uniformados de su peculio con cargo de reintegro. El
general Ortiz de Ocampo dio razón de los donativos recibidos por la expedición a su paso por Santiago. El recibimiento que se
brindó al ejército en la ciudad fue “un desbordante exponente de patriotismo”, nos dice Alfredo Gargaro. “Jamás el pueblo había
vivido momentos tan intensos de júbilo patriótico como en aquellas horas iniciales de la libertad”.
En Catamarca refiere Ramón Rosa Olmos, “el entusiasmo patriótico había cundido en todas las capas sociales y los
vecinos se disputaban el honor de contribuir al éxito de la campaña libertadora”. La magnitud de las contribuciones personales es
pequeña, lo cual indica que se trata de gente de escasos recursos, algunos provenían de cabos y sargentos de las milicias de cada
lugar. En 1814, el teniente gobernador Domingo Ortiz de Ocampo remitió una relación detallada de la cooperación de Catamarca
al Ejército Auxiliar del Perú. Catamarca entregó, entre 1813 y 1814, 1433 reclutas, 415 milicianos, 2204 caballos, 1229 mulas,
946 novillos, 2781 arrobas de harina, 1069 arrobas de pasa de higo y además suelas cobre, pólvora, cueros y 9671 pesos.
La Rioja, durante la gestión de Francisco Pantaleón de Luna, remitió a Córdoba un cargamento de plata piña sacada de
las minas de Famatina por valor de 3495 marcos, 3 onzas y 1 adarme, o sea más de 800 reales de plata. También se preocupó de
conseguir soldados para la revolución, disponiendo para tal efecto el rescate y la donación de esclavos y el adiestramiento de
reclutas. La Rioja había despachado más de 800 reclutas.
El Cabildo tucumano solicitó contribuciones voluntarias. Entre quienes hicieron donaciones figuran Manuel Pose con
100 pesos, el comerciante más fuerte de la plaza; el vicario foráneo, 25 pesos; el diputado Manuel Felipe Molina, 50 pesos. Luego
vendrán empréstitos reintegrables, contribuciones patrióticas en forma de verdaderos impuestos de guerra. Feliciano Rodríguez
ofreció además de su persona y la de sus esclavos, 150 caballos, 6 reses y 5 mulas; Francisco Figueroa donó 500 cajas de fusil y a
nombre de su hijo, el cadete José Figueroa, 500 cajas más. Varios vecinos donaron carretas para transporte de tropas, municiones
y equipajes. 33 vecinos reunieron 431 caballos. Estas contribuciones se concretaron en los primeros meses de 1811.
Salta era la plaza comercial más importante del Norte por su provechoso intercambio con el alto y bajo Perú y ser eje del
tráfico de mulas que practicaban casi todas las ciudades del virreinato con aquella zona. La guerra interrumpió ese comercio. Con
Jujuy fueron el teatro de operaciones de la guerra, soportando invasiones sucesivas de los ejércitos realistas desde 1812 hasta
1821, y también el trajinar repetido del Ejército Auxiliar en las tres campañas que emprendió sobre el Alto Perú.
Chiclana opinaba que en Salta la mayoría de la población era inicialmente contraria a la revolución, y que su obediencia
era sólo inspirada por el temor. Para desmentir esa apreciación, el pueblo salteño tributó un eufórico recibimiento al representante
de la Junta de Buenos Aires, Dr. Juan José Castelli. El prelado diocesano se manifestó con modo propio de su dignidad en ciega
adhesión al nuevo gobierno; y el pueblo todo repetía en los transportes de su alegría la siguiente letrilla: "Que viva la Patria/
muera el que es traidor”
La vanguardia del Ejército Auxiliar llegó a Jujuy a fines de septiembre. Jujuy se convierte, de la noche a la mañana, en un
inmenso cuartel; todos sus habitantes contribuyen al equipamiento de las tropas: ropa, armas, dinero, víveres, cabalgaduras, etc. A
los materiales hay que agregar los hombres, con gran número y calidad. En el Cabildo abierto recaudaron 637 pesos. Casi todos se
sintieron comprometidos a contribuir para el sostenimiento del ejército de la Patria. A medida que el ejército se internó en el Alto
Perú, después de su triunfo en Suipacha se recibieron los aportes de las ciudades y lugares que transitaba en su itinerario.
Lástima fue que tanto despliegue de generosidad, se desperdició de golpe con el desastre de Huaqui, ocurrido el 20 de
junio de 1811, donde el Ejército Auxiliar se perdió casi enteramente. Sus restos puestos bajo las órdenes de Pueyrredón primero, y
de Belgrano después, no sólo perdieron el Alto Perú sino que fueron incapaces de sostenerse siquiera en Jujuy. Al respecto dice
Emilio Bidondo: “Las consecuencias de la derrota de Huaqui, y el posterior repliegue del ejército patriota a Yatasto son funestos
para la región altoperuana y Jujuy. Estas provincias quedaron abandonadas a su suerte y las fuerzas realistas ocuparon la región
sofocando con mano dura los intentos que en ella persistían, tal el caso de la heroica Cochabamba.
Los pueblos del norte y el ejército auxiliar del Perú (Bazán)
La carencia de un proyecto político por parte del gobierno criollo hizo de la guerra el principal argumento para su
cimentación. La hostilidad de los realistas de Montevideo adictos al Consejo de Regencia, el retraimiento del Paraguay que rehusó
acatamiento a Buenos Aires y la decisión del virrey del Perú de agregar a su jurisdicción las provincias altoperuanas preservando
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en ellas la autoridad real por medio de la fuerza, crearon a la Junta Provisional Gubernativa la necesidad perentoria de sostener la
causa revolucionaria en el terreno militar.
Desvanecida la resistencia en Córdoba, el objetivo fue dirimir la posesión del Alto Perú donde estaban las ciudades más
importantes del Virreinato por su riqueza, población y prestigio, caso de Potosí y Chuquisaca. Esto fue advertido con claridad por
el nuevo gobierno rioplatense cuando resolvió organizar el Ejército Auxiliar del Alto Perú. En Cochabamba hubo reunión de
cabildo abierto los días 12 y 14 de septiembre y la asamblea dio por resultado el nombramiento de Francisco del Rivero como
gobernador intendente, quien manifestó su reconocimiento al nuevo gobierno y organizó militarmente las fuerzas para defender el
pronunciamiento contra los realistas. Desde Chuquisaca, Ramón García Pizarro (ex presidente de la Real Hacienda), comunicaba
su puntual jurada obediencia a ese superior gobierno, y el propio arzobispo Benito María Moxó ofreció su tributo de obediencia.
El mérito mayor fue de Tarija y Cochabamba, que no esperaron resultados militares favorables para pronunciarse por la
Revolución.
Fue en los pueblos del Alto Perú donde la Revolución halló acogida más entusiasta, especialmente en la población
indígena que era inmensa mayoría. La revolución fue recibida como un mensaje de liberación social.
El Ejército Auxiliar del Perú demostró su incapacidad para aferrar esa vasta jurisdicción pese a la colaboración en
hombres y recursos que le brindaron sus pueblos. El gobierno criollo desnudó su impotencia para defender a los altoperuanos y
garantizarles que su fidelidad revolucionaria no les acarrearía el doloroso tributo de vidas, confiscaciones, extrañamientos y
migraciones forzosas que debieron pagar frente a la represión realista.
Dicho proceso bélico tuvo dos aspectos: la guerra regular o convencional, sostenida por el Ejército Auxiliar contra el
ejército del Rey; la guerra de recursos o de guerrillas, que se desarrolló a veces simultáneamente con la convencional, sobre todo
en el Alto Perú y más definidamente desde 1815 cuando la suerte de la Revolución quedó supeditada a la acción de las guerrillas.
Este tipo de acción militar asumió dos formas: la llamada guerra de Republiquetas, en el Alto Perú, y la Guerra Gaucha, en la
provincia de Salta.
Se registran tres campañas del Ejército Auxiliar del Perú. La primera fue conducida por Juan José Castelli, delegado de la
Junta, y Antonio González Balcarce, dualidad de mando donde el poder político prevaleció sobre el militar originando falta de
unidad en la conducción, confusión e indisciplina. Se inició con el combate de Cotagaita (27 de octubre de 1810) donde el ejército
patriota tuvo que retirarse del campo de batalla sin ser perseguido por el ejército realista. Enseguida jugó su suerte en Suipacha
donde obtuvo una victoria decisiva quedando allanado todo el territorio altoperuano a la autoridad del gobierno patriota. Hubo un
triunfo convincente que permitió al Ejército Auxiliar ocupar las cuatro intendencias altoperuanas y capitalizar el decidido apoyo
popular. Castelli se ocupó de los aspectos políticos y administrativos. Se reorganizaron los cuerpos, se eligieron autoridades
adictas y, cumpliendo las instrucciones secretas recibidas de la Junta, mandó ejecutar a los jefes realistas Vicente Nieto, Francisco
de Paula Sanz y José Córdova. Castelli fue recibido en Potosí con grandes manifestaciones de entusiasmo; pero su fanatismo
político le hizo cometer acciones de inútil crueldad porque ordenó se fusilasen como traidores al gobernador Sanz y a los
generales Nieto y Córdova. Disponiendo, además, que los dineros de las cajas reales de Potosí fueran a sumarse a los fondos de la
revolución con daño del movimiento administrativo de la localidad. Luego pasó a Chuquisaca a incrementar sus fondos y de allí
se dirigió a La Paz.
El ejército patriota avanzó lentamente hacia Oruro e instaló su campamento en el pueblo de La Laja, sobre el
Desaguadero. Castelli entabló negociaciones con el general Goyeneche, comandante de las fuerzas realistas, firmando un
armisticio de 40 días el 16 de mayo de 1811. Tal pacto fue burlado por ambas partes y mejor aprovechado por los realistas, ya que
en el campamento patriota cundió la indisciplina y los actos licenciosos, y además se acentuó la división entre saavedristas y
morenistas.
Se produjo la batalla de Huaqui (20 de junio de 1811) que fue un verdadero desastre para el Ejército Auxiliar. Sus
pérdidas fueron estimadas en más de mil hombres. No hubo retirada sino dispersión y fuga, quedando la artillería y el parque en
poder de los vencedores. Los restos se retiraron sin ser perseguidos hasta Potosí, donde intentaron reorganizarse pero debieron
replegarse hacia Jujuy. Juan Martín de Pueyrredón fue designado nuevo líder, quien atinó a retirar los caudales de la Casa de
Moneda. Goyeneche quedó dueño del territorio. Se dirigió a Cochabamba donde había una sublevación patriota encabezada por
los caudillos Esteban Arce y Mariano Antezana. El resto del ejército realista, al mando del brigadier José Pío Tristán, continuó su
avance sobre Jujuy.
Pueyrredón comenzó la ardua tarea de remontar y reorganizar la tropa, oficialidad y estado mayor. Escribió al Triunvirato
(19 de octubre) señalando las condiciones en que se encontraba el ejército, resultaba necesario designar un comandante en jefe de
mayores conocimientos técnicos. Su sucesor fue el doctor Manuel Belgrano.
Belgrano y la defensa del Norte en la primera invasión realista: Belgrano se puso a organizar los despojos del ejército creando
nuevos cuerpos y compañías, estableciendo el parque y maestranza, los servicios de sanidad y de intendencia, contando para ello
con el apoyo moral y material de los jujeños, quiso solemnizar el segundo aniversario del 25 de Mayo con una tocante ceremonia
para retemplar el espíritu revolucionario de los pueblos. Luego de la ceremonia religiosa, frente a las tropas y al pueblo reunidos
en la plaza mayor, presentó la bandera celeste y blanca que había creado. La enseña fue bendecida por el canónigo Gorriti y luego
hizo jurar a las tropas defenderla hasta morir. El efecto moral de esta iniciativa fue impresionante y denota en Belgrano la fina
percepción de los nobles estímulos que los dirigentes deben ejercitar en un pueblo libre, necesitado de persuasión y no de temor.
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En razón de noticias recibidas del Alto Perú, según las cuales Goyeneche con todo su ejército se disponía a ocupar la
provincia de Salta. El pueblo en masa debía abandonar su tierra y reunirse con el ejército para seguirlo en su marcha retrógrada.
Todo debía ser sacado y transportado: armas, ganados, cosechas, mercaderías. Aquellos que no lo hicieran serían tenidos por
traidores a la Patria. El 23 de agosto se inició el operativo conocido con el nombre de Éxodo Jujeño.
La batalla de Tucumán, dada en el campo de La Ciudadela (24 de septiembre), fue la más nacional de todas las que se
libraron en la guerra de la Independencia.
Tucumán fue la batalla de la unión nacional y por eso se ganó frente al temido ejército de Tristán. Emoción patriótica,
bravura, fe religiosa, todo ayudó. Esta batalla y la de Salta (20 de febrero de 1813) marcan el punto más alto del Ejército Auxiliar
del Perú. Eso fue un ejército popular y no un comité político como había sido en Huaqui y lo sería posteriormente en Sipe-Sipe.
Tucumán salvó a la Revolución.
Belgrano instaló su cuartel general en Potosí (21 de junio) y en esta ciudad cumplió una doble función: remontar el
ejército y organizar la administración de la región. Dividió al país en ocho provincias en lugar de cuatro, designó gobernadores,
entre ellos Ortiz de Ocampo en Potosí, Arenales en Cochabamba y Warnes en Santa Cruz de la Sierra. Rehabilitó la Casa de la
Moneda y estableció claras normas para las relaciones con el clero, los vecinos y los indígenas para evitar que se repitieran las
quejas que hubo contra la gestión de Castelli. Envió al coronel Zelaya a Cochabamba para organizar un regimiento de lanceros y
estimuló a Padilla y Arenales, quienes, por su conocimiento del terreno y ascendiente sobre los caudillos locales, fueron de gran
utilidad para movilizar a las poblaciones. Su actitud con los altoperuanos fue fraternal y no de conquistador arrogante.
En el campo realista se había producido la renuncia de Goyeneche apesadumbrado por la derrota de Salta. El virrey
Abascal aceptó la dimisión y nombró en su reemplazo al teniente general Juan Henestrosa, pero éste exigió tantas cosas que el
virrey no pudo conceder y tras acaloradas discusiones presentó su renuncia. Le sucedió el brigadier Joaquín de la Pezuela,
experimentado oficial de artillería.
El 27 de septiembre Belgrano llegó a la Pampa de Vilcapugio y, ese mismo día, Pezuela se situó en los altos de Condo-
Condo, a distancia de 20 kms. El jefe patriota espera la llegada de Zelaya y Cárdenas. Pero éste fue atacado por una columna de
infantería y caballería a las órdenes del coronel Saturnino Castro, salteño, siendo derrotado con gran matanza de los soldados
indígenas. El 1° de octubre se libró la batalla de Vilcapugio, reñida, por largo tiempo indecisa, donde finalmente el Ejército
Auxiliar debe retirarse del campo con grandes pérdidas. Entre muertos y prisioneros se pierden más de 1000 hombres, todo el
parque y la artillería. También fueron elevadas las bajas en el ejército realista: 500 a 600 hombres.
El 12 de noviembre el ejército español se sitúa en la meseta de Taquiri que domina la Pampa de Ayohuma. Belgrano, que
ha logrado reunir 3400 hombres, decide atacar luego de un consejo de guerra donde la mayoría se decide por una retirada a Potosí.
Pero después de Jujuy el general nunca quiso saber de retiradas. El 14 de noviembre se produce la batalla de Ayohuma, más
sangrienta que la anterior y que constituyó nueva derrota para los independientes.
Las provincias altoperuanas quedaron nuevamente libradas a su suerte. El ejército patriota no pudo siquiera hacer pie en
Jujuy, que cayó nuevamente en poder del enemigo el 17 de enero de 1814, Belgrano solicitó su relevo ya que se consideraba física
y moralmente impedido para continuar en el mando del Ejército.
San Martín y la estrategia defensiva: La defensa del Norte era el problema más urgente. Las tropas de Pezuela ocuparon las
ciudades de Jujuy y Salta, obligando a los restos del Ejército Auxiliar a refugiarse en Tucumán. Accediendo al pedido de relevo de
Belgrano, el gobierno nacional designó general en jefe al coronel José de San Martín. El 30 de enero se hizo cargo de sus
funciones en Tucumán.
Resolvió que la línea de avanzada sobre el río Pasaje fuera cubierta solamente por las milicias salteñas que puso a las
órdenes del Tte. Coronel Martín Güemes. Dicho frente fue dividido en dos sectores: el del Este, camino de las postas, a cargo de
Francisco “Pachi” Gorriti, y el del Oeste, camino de los Valles Calchaquíes, a cargo de Pedro José Saravia. No olvidó de ayudar a
Arenales y Warnes, quienes en Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra sostenían la resistencia contra los realistas.
Ordenó construir en Tucumán un recinto fortificado, La Ciudadela, con el objeto de defender la ciudad, disciplinar a las
tropas y servir de depósito para el parque y elementos de sanidad. Lamentablemente, motivos de salud le obligaron a solicitar
licencia en su mando. Quedó como jefe interino el mayor general Francisco Fernández de la Cruz. Previamente, San Martín había
propuesto para el gobierno civil al coronel de milicias Bernabé Aráoz. Posadas lo nombró y el 4 de abril tomó posesión del
gobierno.
La estrategia definida por San Martín era muy clara. La tarea que el ejército regular estaba incapacitado para afrontar
sería desempeñada por las milicias gauchas de Güemes. Aquél debía reorganizarse y quedar en Tucumán para entrar en
operaciones en caso de que fuera desbordado Güemes en la línea defensiva del río Pasaje. Se abandonaba el rol ofensivo de dicho
cuerpo por ser impracticable o muy dudosa la reconquista del Alto Perú. Esto era militarmente correcto pero con el tiempo tendría
su costo político.
Las tropas realistas conducidas por el brigadier Juan Ramírez y Orozco, jefe de la vanguardia, donde revistaban los
coroneles Saturnino Castro, salteño, y Guillermo Marquiegui, jujeño, fracasaron en su empeño de avanzar al sud del río Pasaje.
Pero alentado por la noticia de la victoria obtenida en el combate de San Pedrito (4 de febrero de 1813) sobre la división de
Arenales, el propio Pezuela se adelantó a Salta el 11 de junio. Mandaba una fuerza de 3200 hombres con 12 piezas de artillería.
Tercera campaña al Alto Perú. Sipe-Sipe: el 19 de julio, Fernández de la Cruz entregó el mando al general José Rondeau, retirado
por Posadas de la Banda Oriental donde conducía el sitio de Montevideo con el argumento de que el retiro de San Martín hacía
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necesaria su presencia en el Norte. No tiene importancia saber si la secreta motivación del Director Supremo fue para dar
colocación destacada a su sobrino Carlos María de Alvear, reemplazante de Rondeau.
Las circunstancias se presentaban auspiciosas para Rondeau. Obtuvo del gobierno nacional y de las autoridades
provinciales todos los recursos pedidos para llenar su objetivo. Y en cuanto al aumento de los efectivos, se ordenó desde Buenos
Aires la salida del regimiento 9 de infantería a las órdenes del coronel Manuel Pagola. El secretario de Guerra, Francisco Javier de
Viana, le informó que sucesivamente marcharían otros cuerpos destinados a reforzar el Ejército Auxiliar hasta completar la
cantidad de 3000 hombres.
Rondeau anunció a Posadas que se proponía marchar a Saltar y Jujuy (21 de agosto) y que esperaría los refuerzos que le
permitieran avanzar sobre el Perú. Consideraba que su principal problema era la falta de cabalgaduras.
El 24 de septiembre arribó a Jujuy donde instaló su cuartel general. Ese mismo día los revolucionarios altoperuanos
tomaban por asalto la ciudad de La Paz. Estaban en camino los refuerzos de dos regimientos: 6 y 9 de infantería con 1500
hombres.
En los primeros días de enero de 1815, Rondeau resolvió continuar su marcha. Traslada su cuartel general a Huacalera
(16 de febrero) y designa a Martín Rodríguez, jefe de la vanguardia en Humahuaca. Desde allí intenta un reconocimiento y es
sorprendido en la acción de El Tejar, cayendo prisionero con su tropa, 40 granaderos a caballo.
La situación del frente altoperuano era la siguiente: Pezuela, con su cuartel en Cotagaita, se encuentra debilitado para
presentar una batalla formal; de los 4500 hombres disponibles casi la mitad están distribuidos en distintos lugares enfrentando a
las guerrillas. La división de Ramírez con 1200 hombres debe ocuparse de la insurrección de Pumacahua en el Cuzco. El ejército
patriota, luego de El Tejar, pierde dos meses de la mejor época para entrar en el altiplano y se desaprovecha el apoyo de los focos
revolucionarios extendidos desde el Cuzco hasta Santa Cruz. La única acción feliz de toda esta campaña sucede en Puesto del
Marqués (17 de abril) donde una columna de 500 hombres y las milicias de Güemes derrotan al coronel Vigil tomándole 100
prisioneros. Entonces Pezuela decide retirarse a Challapata (al sur de Oruro) para reagrupar sus fuerzas. Ahí ordena la
incorporación de Ramírez, vencedor de Pumacahua en Huachiri.
Rondeau avanza lentamente como si tuviera plomo en los pies. El 30 de abril apenas está en Cotagaita y consta que el 20
de mayo se halla en Potosí. En todo ese tiempo más parecen preocuparle las noticias de Buenos Aires, donde la asonada de
Fontezuelas ha decretado la caída de Alvear. Él ha sido encumbrado al cargo de Director Supremo donde lo subrogará Álvarez
Thomas, porque prefiere seguir al frente del ejército. Tiene ahora poder político y militar. Se ocupa de ascender a Martín
Rodríguez a brigadier y a negociar con Pezuela el canje de prisioneros de El Tejar. Gestiona la reivindicación de sus apreciados
compañeros de armas por la sublevación del 7 de diciembre que habían quedado con la nota de insubordinados, infieles y
calumniantes.
Después de la acción de Puesto del Marqués se produce una divergencia entre Rondeau y Güemes. Éste solicita
autorización para regresar a Salta invocando razones de salud.
Pero ese retiro debidamente autorizado adquiere otra implicación cuando, a su paso por Jujuy, exige se le entreguen los
fondos de esa tenencia de gobernación y se apodera de 600 fusiles y 300 tercerolas depositadas en el parque. Rondeau lo conmina
a devolver esas armas y ante su negativa lo declara traidor a la causa de la Revolución en un manifiesto fechado en Mondragón,
agosto de 1815. Esa apropiación de armamento era un acto de grave indisciplina que Güemes intentó justificar diciendo que lo
necesitaba para defender a Salta. Pero el mote de traidor era una desmesura.
La división se movió al fin por el camino real que de Potosí conduce a Oruro y se detuvo en Chayanta, septiembre de
1815. Por las enfermedades, la deserción y la disminución que significó el retiro de Güemes, el ejército quedó reducido a 4000
hombres con el refuerzo de Arenales.
Pezuela mueve sus tropas a Sora-Sora. Así protege a Oruro y La Paz y destaca, una vanguardia a Venta y Media, a 20
kms de la avanzada patriota. Nuevamente el inefable Martín Rodríguez tiene la ocurrencia de dar un ataque por sor sorpresa
contando con la aprobación inconcebible de Rondeau pese al fresco antecedente de El Tejar. La maniobra, mal planeada y
ejecutada, termina en un desastre perdiendo toda la infantería. Rondeau intenta alcanzar Cochabamba, situada a 120 kms de Venta
y Media, donde quiere pasar a la defensiva hasta el arribo de un refuerzo de 1200 hombres que conduce Domingo French. La
incorporación de la misma al Ejército Auxiliar fue seriamente entorpecida por Güemes, gobernador de Salta, quien desconfiaba
sobre las reales intenciones de esa fuerza. Este incidente impidió que el refuerzo llegara al Alto Perú.
Rondeau ubica sus fuerzas sobre un cerro que domina el campo de Sipe-Sipe buscando una posición que cree
inexpugnable. El ejército de Pezuela desciende sin ser estorbado de las alturas de Viluma y avanza por la llanura en posición de
ataque. El 29 de noviembre se efectúa la batalla. Producido el choque, toda el ala derecha del ejército patriota se retira
desordenadamente. Rondeau no consiguió hacerse obedecer. 1500 hombres entre muertos y heridos, 800 prisioneros, pérdida de
1500 fusiles y la artillería. Un ejército de 3500 hombres quedó reducido a poco más de mil incluyendo oficiales, clases y tropa.
Así terminó la tercera expedición al Alto Perú, que significó el fracaso político y militar del Ejército formado en 1810.
Sipe-Sipe o Viluma, nombre éste dado por los españoles, significó en los hechos la pérdida de los territorios altoperuanos que
pasaron a ser controlados por los realistas con sus regimientos y funcionarios.
Cambios políticos (Bazán)
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En septiembre de 1811 se constituyó el primer Triunvirato (Feliciano Chiclana, Juan José Paso y Manuel Sarratea). La
Junta Grande pasó a denominarse “Junta Conservadora” y a ejercer funciones legislativas. Luego, por la politica rivadaviana, la
Junta Conservadora fue subordinada y se disolvió. En reemplazo de la misma, debía reunirse una asamblea general (1812),
presidida por el Cabildo de Buenos Aires, e integrada por los representantes de las provincias. El Cabildo santiagueño eligió como
comisionado de la provincia a Juan Francisco Borges, fiel defensor de las ideas federalistas. La fulminante reacción del triunvirato
se hizo sentir pronto: el 31 de marzo comunico que consideraba nulo, criminal y atentador el nombramiento de Borges. El
Triunvirato le pedía elegir al reemplazante sin ninguna participación del cabildo santiagueño. Finalmente hizo saber el 3 de abril
la designación del doctor Félix Ignacio Frías, sobre las vísperas de constituirse la asamblea.
El Triunvirato, que no pudo dominar el cuerpo legislativo, Rivadavia disolvió la asamblea, ordenaba a los asambleístas
que se retiren sin otro carácter que simples ciudadanos y les amenazaba con la pena de muerte. Pero como necesitaban simular la
existencia de una institución nacional se invitó en junio a los cabildos, a elegir nuevos representantes al futuro congreso
extraordinario. El día 3, el cabildo santiagueño unido a los 12 vecinos y presidios por el teniente gobernador Vargas eligió a Pedro
Francisco Carol. El triunvirato decidió que no podía desempeñarse. El 31 de agosto y practicado el mismo sistema, los cabildantes
santiagueños consagraron un nombre imparcial. Borges seguía detenido en Bs As. Fue votado don Antonio José Escalada, a quien
posiblemente no conocían y cuyo mayor mérito lo daría el casamiento de su hija remedios con el recién llegado teniente coronel
José de San Martin. El futuro suegro del libertador tampoco alcanzo a ocupar la banca; el 8 de octubre los Granaderos de San
Martin encabezaron la protesta civil y militar contra los excesos del Triunvirato y defenestraron a sus miembros eligiendo para
reemplazarlos a Rodríguez Peña, Paso y Álvarez Jonte. La revolución del 8 de octubre trajo también la libertad de Borges al
anularse el inicuo proceso.
En Catamarca la situación política era distinta. El pleito por el poder ya estaba definido a favor del partido que declaro su
adhesión a la causa del gobierno propio. El intento de los realistas de prolongar su influencia había sido desbaratado en 1810
cuando la Junta provisional gubernativa rechazo la elección de Francisco de Acuña, español europeo y Comandante de armas del
Rey para representar a la ciudad como diputado. Surgió entonces el nombre de José Antonio Olmos, patriota decidido que
encabezo junto a otros el partido de los criollos.
Desde abril de 1812 desempeñó la función de Teniente gobernador Domingo Ortiz de Ocampo, riojano, quien colaboro
eficazmente con la revolución y actuó con prudencia en los asuntos internos de Catamarca. Su hermano Francisco Antonio,
protagonista de un agrio pleito con el santiagueño Borges, ocupaba en ese momento la gobernación intendencia de Córdoba,
permaneció en el cargo de teniente hasta julio de 1814, cuando fue reemplazado por el coronel Francisco Pico. Pico quedo
solamente tres meses y su reiterada renuncia dio ocasión a Mota Botello para acceder a la función que estaba apeteciendo y para la
cual había acreditado meritorios servicios. Ese nombramiento afianzo su gravitación política que culminara en 1817 con su
designación como gobernador de Tucumán. La situación descripta explica el normal funcionamiento del gobierno y la
administración.
Las autoridades catamarqueñas no dejaron de defender los derechos y conveniencias de los habitantes de su jurisdicción.
El 8 de octubre del 1814. Posadas decidió dividir la Intendencia de Salta para crear una nueva provincia, Tucumán. Los
motivos que se dieron oficialmente fueron que era necesario “remediar los quebrantos de Salta, como teatro de la guerra” y
“distinguir de algún modo al glorioso pueblo de Tucumán”.
Primero queremos referirnos al alcance político de este decreto, el cual se inscribe en el marco de la idea de la creación
de nuevas provincias. Meses antes se había creado la provincia de Cuyo, separándola de la Intendencia de Córdoba, cuyo gobierno
fue confinado a San Martin.
Desde el punto de vista histórico, la medida alteraba una cuestión político-administrativa, consolidada a través de dos
siglos y medio, desde la Real Cedula de 1563 dictada por Felipe II que resolvió la creación de la gobernación de Tucumán.
El eje político y comercial del Norte fue la ciudad de Salta, donde residieron los gobernadores desde mucho antes de la
implantación del régimen de intendencias. Por consiguiente, el decreto de Posadas lesionaba los intereses salteños y no contribuía
para nada a “remediar sus quebrantos, como escenario de la guerra” pese a que ese era el objetivo oficialmente invocado.
Otra consecuencia que tuvo el decreto sobre la división de la provincia de Salta se relaciona con la disconformidad de los
catamarqueños con la agregación del pueblo de Santa María a la jurisdicción salteña. Su intencionalidad fue eminentemente de
carácter estratégico militar y se basó en el plan de operaciones trazado por San Martin para la frontera Norte. El avance realista
desde el Alto Perú había convertido en teatro de la guerra a las ciudades y campañas situadas al norte del Rio Pasaje, Tarija, Jujuy,
Salta y Oran.
Desde Enero hasta Noviembre las autoridades civiles se vieron obligadas a residir en Tucumán durante la gestión de
Fernández de la Cruz y de Bernabé Araoz, Tucumán, Santiago del estero y Catamarca pasaban a ser la retaguardia política y
militar del frente de operaciones. La notificación oficial sobre la división de la intendencia fue recibida por Araoz.
El 14 de Noviembre el directorio produjo ese nombramiento y también procedió a designar a Hilarión de la Quintana
gobernador intendente de Salta. Este no tomo posesión inmediata del cargo con motivo de las noticias que llegaron sobre la
resistencia de los salteños a aceptar su designación “Quintana era el décimo gobernador que en el espacio de cuatro años habían
designado las autoridades nacionales sin que ningún nombramiento hubiera recaído en un hijo de Salta”
Además, esta nueva división no agradó a los santiagueños por tratarse de un mandato inconsulto que sellaba la
dependencia a Tucumán, provincia con la que mantenía una tradicional rivalidad. También se debe tener en cuenta que por
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entonces, y en virtud de la prédica de Artigas desde la Banda Oriental, había comenzado a gestarse un movimiento autonomista
que hizo eclosión en 1815.
Primer intento autonomista de Borges (Achával)
Desde el 11 de enero de 1815 el nuevo teniente gobernador era Pedro Domingo Isnardi. Bernabé Araoz estaba apoyado
por un grupo dirigido por los Taboada, mientras que otro grupo secundado por Borges venía trabajando por la idea autonomista.
El gobernador Araoz sospechaba de la simpatía que Isnardi sentía por la causa autonomista, por lo que presentó una denuncia
contra él, desterrándolo al fuerte de Abipones, sustituyéndolo por Tomás Juan de Taboada, el cabildo recibía el mando político y
el teniente coronel Mariano Díaz, el militar. El cabildo santiagueño reclamó la deposición de Isnardi, al igual que las milicias
locales y el alcalde, por lo que se convocó a un cabildo abierto.
Las adhesiones al gobernador Araoz habían activado viejos alineamientos: enfrentar a Tucumán y además localmente
surgía la poderosa familia Taboada, aliada a Araoz para ejercer su dominación. La situación fue dada a conocer al Directorio de
Álvarez Thomas, el cual contestó que no estaba en sus atribuciones el resolver el conflicto y que se debía esperar que el congreso
general acuerde para todos los pueblos el sistema que más convenga a sus intereses.
La reacción a la elección de Taboada no se hizo esperar. El día 2 de septiembre de 1815, Borges apresó al coronel
Antonio Ortiz de Ocampo, éste fue el prólogo de la revolución que se inició en nuestra ciudad el 4 de septiembre, cuando Borges
secundado por otros líderes civiles y frente a una numerosa pueblada reunida ante el cabildo, proclamaron al comandante
Gobernador político y militar. Este primer intento autonomista, obtuvo la rápida renuncia de Taboada. Borges, comenzó entonces
un efímero gobierno propio, de cortos días.
El 5 de septiembre, Borges comunicó los hechos al director supremo con la promesa de ejercer el gobierno provisional
hasta la convocatoria de una asamblea provincial definitiva. Pero los miembros del cabildo enviaron mensajeros a Tucumán y
solicitaron auxilios al gobernador Araoz. Por primera vez Borges buscaba establecer el gran principio de la soberanía popular sin
cortapisas, a través de la adhesión de los movimientos federales artiguistas, dar participación especial a las masas de todo el
territorio santiagueño y luchar por la autonomía provincial. Había convocado a una gran asamblea que debía reunirse el 20 de
septiembre, pero en la noche del día 8 la ciudad fue invadida por contingentes tucumanos a manos de Francisco Lobos con el
apoyo de un piquete que reclutaran los Taboada. Atrincherado frente a la plaza, Borges resistió junto a sus hombres en duro
combate. Llegada la madrugada le vieron caer ensangrentado y comenzó la dispersión, dándole por muerto. Sin embargo,
recuperado de sus heridas, busco los cuidados hogareños y allí llegaron las tropas oficiales a detenerlo y conducirle preso a
Tucumán el día 11 apenas repuesta su salud. El proceso quedo trunco al fugar en noviembre Borges rumbo a Salta.
En Salta, Borges fue asilado por Güemes, que fue elegido gobernador (1815) popularmente contra los directoriales y
oligarquía lugareña. El caudillo gaucho sostenía una guerra sin ningún apoyo de las armas nacionales y movilizaba los pueblos
interiores en un plan emancipador.
La pacificación santiagueña posterior, respuestas la viejas autoridades, permitió reunir los días 2 y 3 de octubre
subsiguientes, la asamblea electoral en cabildo abierto que presidio el teniente gobernador Taboada con representantes de los 9
curatos rurales, para elegir los diputados para el próximo Congreso en Tucumán. Resultaron electos el padre Franciscano Juan
Ignacio Garay, definidor de su orden en Bs As, a quien sustentaría el pueblo santiagueño, y el párroco de Loreto don Pedro
Francisco de Uriarte.
La precaria salud del P. Garay le hizo declinar la honrosa representación, lo cual se conoció en Santiago el 21 de febrero.
La asamblea logro reunirse recién el 4 de abril y eligió por mayoría l presbítero Pedro León Gallo, de distinguida tradición social
y cultural. Gallo y Uriarte se incorporaron a la sesión del 20 de abril y suscribieron el acta emancipadora como dignos y legítimos
representantes santiagueños. Taboada debió renunciar ante la impopularidad creciente.
Quedaba pendiente la designación del nuevo teniente gobernador y a propuesta del general Belgrano el Congreso nombro
el 30 de agosto al sargento mayor Gabino Ibáñez. A su vez, el reglamento de 1816 se limitó a reproducir el Estatuto de 1815,
haciendo escasas reformas y disponiendo que los gobernadores y sus tenientes sean elegidos por el Director Supremo. Una vez
más el centralismo porteño llevaría a los pueblo a tomar graves decisiones.
Actuación de los diputados en el congreso de Tucumán (Achával)
Un cuerpo electoral formado por los miembros del cabildo más doce electores, todos de Bs As, nombro Director
Supremo al General Rondeau, ausente en el alto Perú, y director sustituto a Álvarez Thomas.
El cambio fue bien recibido en el Norte, el 4 de Junio, el cabildo de Santiago del Estero se dirige al de Bs As
manifestándole su satisfacción y resuelve jurar el Estatuto. Ese mismo mes hace lo propio el cabildo de Tucumán, y en ejercicio
del derecho de aprobación que se reconocía a las provincias, se convocó a elecciones “para resolver lo que convenga sobre el
Estatuto del 5 de mayo sancionado en la capital de Bs As” y ratificar la elección celebrada en la persona de José Rondeau para
Director del estado y para suplente suyo a Alvares Thomas. Respecto de la Banda Oriental, el nuevo Director tentó un acuerdo
con Artigas. El caudillo oriental reitero su conocida posición manifestada en las instrucciones a los diputados en 1813 y las
propuestas a los comisionados Amaro Y Candioti. “La Banda Oriental entra en el rol, para formar el estado denominado
Provincias Unidas Del Rio de la Plata sobre la base de igualdad de derecha con las demás provincias y sujeta a la constitución que
organice el congreso general de estados legalmente reunido”. Quería la organización constitucional asegurando un régimen
federativo para el estado que se constituyera. Los comisionados directorales hicieron una histórica propuesta: Bs As reconocería la
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independencia de la Banda Oriental renunciando a los derechos que por el antiguo régimen le pertenecían. Se reiteraba de ese
modo la política directorial de Alvear, agravada si cabe, invitando a tres provincias a retirarse de las Provincias Unidas y negando
la autonomía conquistada por Santa Fe. No hubo acuerdo y el conflicto litoral “renace de sus aun calientes cenizas” determinando
la ausencia de todas ella en el Congreso de Tucumán.
En Catamarca la elección de realizo el 21 de Agosto, resultaron electos el cura párroco de Belén Dr. Manuel Antonio
Acevedo, nativo de Salta y José Antonio Olmos, primer diputado a la junta de Mayo. Se les confirió un poder amplio y general
“allí o en el punto que la soberana asamblea tenga por conveniente”. Respecto de la forma del gobierno no había determinación
expresa sino la que fuera “más adaptable a nuestros países” y en cuanto a la constitución que debía regir a las Provincias Unidas
quedaron comprometidos a “sostener la igualdad de los pueblos” y constituir una Nación. Como fundamento de la constitución
debía consagrarse la religión Católica Apostólica Romana como única en las Provincias Unidas.
La Rioja nombro a fines de diciembre a Pedro Ignacio De Castro Barros. En su nombramiento anduvo la influencia de los
Dávila adheridos a la tendencia directoral y opositores a la influencia artiguista. A los pocos días de su elección Castro Barros se
puso en camino a Tucumán antes de que el Congreso abriera sus sesiones, sus colegas Juan Martin de Pueyrredón y Antonio
Saena alineados con el grupo de la Logia que había prevalecido después del derrocamiento de Alvear, le confiaron una misión
conciliatoria ante el general Güemes para negociar importantes asuntos relativos a materias de decisión en el Congreso. Aseguro
al gobernador salteño que el general Rondeau sería reemplazado por Belgrano en la jefatura del ejército del Perú. Güemes se
comprometería a no sostener la candidatura del coronel José de Moldea, comprovinciano suyo, como Director Supremo. La
misión de Castro Barros fue exitosa y esto influyo posteriormente en las decisiones del Congreso.
En Tucumán la decisión fue conflictiva Bernabé Araoz promovió una gran asamblea reunida en el campo de La
Ciudadela congregando a la gente que le era adicta. La asamblea dio su aprobación al Estatuto y a la elección de Director de
estado, y ratifico en el cargo de gobernador a Araoz y procedió a nombrar diputados al Congreso general. Fueron elegidos los
doctores Pedro Miguel Araoz, José Agustín Molina y Bautista Paz. El cabildo cuestiono enérgicamente la validez del acto
alegando que se había realizado sin las formalidades requeridas. El director Alvarez Thomas derivó el asunto al Congreso y este
mando practicar nuevas elecciones, lo cual demoro la incorporación de los diputados tucumanos.
Araoz consiguió ser reelecto y se aseguró el nombre del Dr. Serapino de Arteaga quien renuncio en la sesión del 10 de
Junio de 1816, lo cual dejo a Tucumán con un diputado menos.
En Santiago del Estero la elección se realizó el 3 de Octubre. Fueron elegidos dos sacerdotes, Ignacio Garay y Francisco
de Uriarte. La renuncia del primero hizo necesario su reemplazo por el presbítero Pedro León Gallo.
El coronel José de Moldes, decidido por la causa del federalismo y candidato a la jefatura del gobierno nacional Dr. José
Ignacio de Gorriti, amigo de Güemes, y el Dr. Mariano Boedo, que figuro en el grupo de abogados comprometidos con el cambio
político antes de mayo de 1810.
Constituía en tercer grupo, los diputados alto peruanos nombrados por los emigrados refugiados en Tucumán, Salta y
Jujuy después de la derrota de Sipe-Sipe. Su jefe era el Dr. Marino Serrano, el más joven de los congresistas y en la opinión de
Bernardo Frías, el primer orador de aquella asamblea. Este grupo sustento inicialmente el proyecto restaurador de la hegemonía
del Perú con la coronación de un descendiente de los incas y haciendo del Cuzco la capital de las provincias unidas. No todos los
diputados norteños siguieron la inspiración federalista liderada por los cordobeses. Los porteños definieron respectivamente las
tendencias unitaria y federal que entraron en pugna y casi provocan la disolución del congreso. El grupo de Córdoba no tuvo
apoyo suficiente de sus colegas norteños y alto peruanos y por eso los porteños ganaron la partida.
La Asamblea del año XIII había sido convocada en medio de la euforia suscitada por los triunfos de Tucumán y Salta,
ahora los Congresales debieron reunirse con el desaliento de una derrota militar aplastante en el alto Perú y teniendo la frontera
prácticamente desguarnecida. Todavía las cosas se agravaron por la imprudencia de Rondeau que marcho sobre Salta para dirimir
su pleito con Güemes planteado una lucha fratricida con el enemigo a la vista.
El Congreso de Tucumán en la mañana del 24 de Marzo de 1816 se reunió. La ceremonia de instalación fue solemnizada
con una misa en la iglesia de San Francisco donde se escuchó la memorable oración sagrada del diputado catamarqueño Manuel
Antonio Acevedo. Concluido el acto religioso, los diputados regresaron a la casa del Congreso cedida por la familia Bazán
Laguna y allí con la presidencia del Dr. Medrano prestaron juramento “conservar y defender la religión católica, apostólica,
Romana y de promover todos los medios de conservar la integridad del territorio de las provincias unidas contra toda invasión
enemiga”
Segunda revolución de Borges (Achával)
Borges que ya había preparado un plan autonómico que inició el 10 de diciembre de 1816, arrestó a Gabino Ibáñez
(contando con el apoyo de clases populares urbanas y el medio rural), llevándolo preso a Loreto. Araoz, al ser informado, dispuso
que el general Belgrano adoptara medidas; este designo al comandante Gregorio Araoz de Lamadrid con cien hombres.
Borges fue proclamado gobernador y jefe militar. Desde Loreto, Borges y sus compañeros, no sintiéndose seguros,
pasaron a Santa Lucía, desde allí se dirigieron a Pitambalá, estableciendo allí su campamento. En ese lugar fueron sorprendidos
por las fuerzas al mando de Lamadrid. Las fuerzas de Borges se desbandaron, siendo su jefe perseguido hasta Sabagasta, cayendo
prisionero al ser denunciado por Leandro Taboada. No hubo lucha porque la sorpresa no lo permitió. Belgrano una vez enterado
de los sucesos dispuso que Borges fuera fusilado.
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Enterado de su sentencia pidió que se trajese de la capital a su confesor, por ello se dirigieron hacia Santo Domingo,
donde estaba José Ibarzabal. Fue fusilado el 1 de enero de 1817. Su muerte sin proceso previo, era acorde con la política de mano
dura implantada por el congreso de Tucumán, según el decreto del 1 de agosto de 1816: se autorizaban las penas de destierro y de
muerte para sancionar a quienes promovieran alteraciones del orden público.
La constitución de 1819 (Bazán)
El 1 de agosto se puso a votación la proposición de si convenía o no dar la Constitución. El 11 de agosto fue designada la
comisión redactora la cual quedó integrada por los diputados Serrano (Chuquisaca), Diego Estanislao Zavaleta (Buenos Aires),
Sánchez de Bustamante (Jujuy), Juan José Paso y Antonio Sáenz (Buenos Aires).
La comisión redactora resolvió que jurada la independencia debía: “usar la circunspección necesaria para no sacrificar a
nuevas teorías o al plurito de ideas originales, aquellos principios de organización social que concibiese fundados en las sólidas
razones de la experiencia combinada con los cálculos profundos sobre las pasiones humanas y los medios más capaces de
precaver sus efectos”.
Basados en estos principios, resolvieron utilizar los aspectos más salientes de las Constituciones de Inglaterra y Estados
Unidos. También tuvieron en cuenta como antecedentes los proyectos elaborados por la Asamblea del año XIII, el Estatuto de
1815, la Constitución francesa de 1791 y la española de 1812.
El 25 de mayo de 1818, la comisión entregó el proyecto a Pueyrredón.
La capital y las ciudades del Interior juraron solemnemente la Constitución. Los Ejércitos del Norte, de los Andes y de
Observación sobre Santa Fe la juraron el 25, 26 y 28 de mayo respectivamente. Los pueblos del Norte le dieron su aceptación.
En Tucumán, el sistema directorial contaba con la obediencia del gobierno y del ejército. Feliciano de la Mota Botello,
promovido al cargo de gobernador por Belgrano marchaba en un todo de acuerdo con éste.
Belgrano regresaba a Tucumán después de haber firmado con Estanislao López el armisticio de San Lorenzo (12 de abril
de 1819), que concedió una tregua al gobierno nacional en el conflicto del Litoral. En Santiago del Estero, aplastado el partido
autonomista de Borges, no había oposición a la política nacional y su diputado Pedro León Gallo se sostuvo en el Congreso hasta
el momento de su disolución. No hubo ningún problema para que la Constitución fuera jurada y lo propio sucedió en Catamarca,
que mantenía en el Congreso a su diputado Manuel Antonio Acevedo. La situación riojana estaba en manos de los directoriales y
Castro Barros era su autorizado vocero en el Congreso. Cuando el Tte. Gobernador Barrenechea recibió la Constitución se dispuso
a hacerla jurar por las autoridades y el pueblo. El día 25 de mayo se tomó el solemne juramento.
En nuestra modesta opinión (Bazán), la causa principal de su fracaso no fue tanto el sistema institucional que adoptaba
sino las condiciones políticas imperantes en el Litoral. Sucedió la paradoja de que, habiendo sido aceptada por todas las provincias
representadas en el Congreso, no pudo tener vigencia por un factor externo: la disidencia artiguista que había minado las bases del
gobierno nacional. las provincias litorales que no participaron en su sanción, ni siquiera entraron a discutirlas, sencillamente la
ignoraron y produjeron hechos políticos y militares para voltear al gobierno que la había engendrado, lo que sucedió en Cepeda (1
de febrero de 1820). Lo que preocupaba a Artigas no era la Constitución sino la guerra contra los portugueses adueñados de la
Banda Oriental; cuando Rondeau, sucesor de Pueyrredón, tentó un arreglo, la condición que impuso fue la ruptura del Directorio
con los portugueses y como eso no se produjo prosiguió su ofensiva. Y el régimen directorial que no tenía ya autoridad ni fuerza
militar debido a la sublevación de Arequito y a la negativa de San Martín para mezclar al Ejército de los Andes en la guerra civil,
no pudo sostenerse. El tiempo político no estaba maduro para una Constitución que pudiera ser prenda de unión para las
Provincias desunidas del Río de la Plata.
Existían los localismos municipales de Jujuy respecto de Salta, de Santiago del Estero con Tucumán y de La Rioja con
relación a Córdoba. Pero esta aspiración autonómica de los distritos subordinados no connotaba todavía una ideología
verdaderamente federal como la que tenía robusta vigencia en el Litoral desde 1813. Ni Güemes ni Aráoz, los dirigentes de mayor
influencia en el Norte, eran federales.
Aquellos criollos que protagonizaron nuestra azarosa historia de los albores de la nacionalidad, se movieron muchas
veces por otras motivaciones. Lealtades nacidas de la amistad personal, simpatías o rechazos invencibles, adhesión sincera y
emocional a una causa y también cálculo y oportunismo.
Desde el punto de vista de las ideas y normas contenidas en la Constitución de 1819, no cabe duda que erigía un sistema
centralista, aristocratizante y abierto a la posibilidad de una monarquía constitucional que varias misiones diplomáticas negociaron
en Europa y también en América.
Desde otra perspectiva, parécenos coherentes (Bazán) que los congresales de 1819 hayan plasmado una constitución
aristocrática y de inspiración monárquica. Casi todos se habían manifestado partidarios de la monarquía constitucional o
“temperada”. Ése también era el sentir de San Martín y de Belgrano. Así lo recomendaba el sistema inglés y en el resto de las
potencias europeas imperaba un agresivo absolutismo monárquico. La república federal como propugnaba Artigas sólo
funcionaba en los Estados Unidos y en ese momento las provincias rioplatenses estaban adscriptas al área de influencia del mundo
europeo.
UNIDAD 4: AUTONOMIAS PROVINCIALES
Los orígenes del federalismo (Goldman, Noemí- Nueva Historia)
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Con la caída del poder central en 1820 emergió una nueva realidad: el esfuerzo por afirmarse por parte de los estados
autónomos provinciales. Este proceso demuestra los problemas en la cuestión de organización nacional argentina, así como
permite modificar algunos enfoques y rever simplificaciones en el análisis de los fenómenos del caudillismo y del federalismo
rioplatense.
La provincia autónoma no fue una prolongación de la antigua provincia de intendencia, sino una ampliación del papel
político de las ciudades soberanas.
Las “provincias” no surgieron así como partes integrantes de un estado superior a ellas, sino como estados independientes
que llegaron incluso progresivamente a asumirse como sujetos de derecho internacional.
La caída del poder central y la formación de estados provinciales (Goldman, Noemí- Nueva Historia)
En julio de 1819 Rondeau reemplazo a Pueyrredón en el cargo de Director.
Buenos Aires intento doblegar al Litoral con invasiones a Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos. Consolidándose así aún más
los partidarios artiguistas, como Estanislao López (Sta. Fe) y Francisco Ramírez (Entre Ríos).
En febrero de 1820, el ejército porteño fue vencido en los campos de Cepeda por las fuerzas del Litoral, conducidas por
Ramírez y López que exigían la disolución del Congreso y la renuncia del Director Rondeau.
El cabildo de Buenos Aires asumió en febrero de 1820 la función de gobernador y proclamo la disolución del poder
central, renunciando en nombre de Buenos Aires a su rol de Capital de las Provincias Unidas. Surgió entonces una nueva entidad
política: la provincia de Buenos Aires, que, en febrero de 1820, firma el tratado de Pilar para alcanzar un acuerdo de paz con las
fuerzas del Litoral. El tratado suscripto por Ramírez y López propuso como sistema de gobierno del país el de “federación”,
aunque su organización se postergaría hasta la reunión con el Congreso en San Lorenzo, en el que los representantes deberían ser
libremente elegidos por “los pueblos”.
La desaparición del directorio no hizo más que acelerar el proceso de disgregación de la antigua estructura virreinal que
los gobiernos revolucionarios ya había iniciado, para dar nacimiento a verdaderas soberanías autónomas.
Santiago del Estero, en 1820, y Catamarca en 1821, decide declarar su independencia del Tucumán. La Rioja se separa en
1820 de Córdoba y Jujuy de Salta en 1834.
El caudillismo: legalidad y legitimidad (Goldman, Noemí- Nueva Historia)
El caudillo aparecía, así como el jefe de tropas que no eran profesionales sino que compuestas por grupos armados,
organizados sobre la base de un sistema informal de obediencia.
Los caudillos fueron considerados representantes de las fuerzas “anárquicas” e “inorgánicas” de las provincias, que
habrían impedido el proceso de organización nacional iniciado en 1810, y la que sostenía que los caudillos impulsaron proyectos
de organización constitucional de carácter federal.
Si se ubica a los caudillos dentro del proceso de desarrollo de las tendencias autonómicas, se puede adoptar una mejor
perspectiva a entender, así como explicar porque tendieron a basar su dominio en formas republicanas y representativas de
gobierno. El conjunto de la soberanías provinciales adoptó, según se vio, ciertas formas “republicanas representativas”, a las
cuales no se escaparon los mismos regímenes de caudillos, como solución provisional para legitimar un orden social y político
luego de las luchas de la independencia, pero también para resistir a la tendencia hegemónica de Buenos Aires. Una nueva y
compleja relación se establecióasí en la legalidad, coerción e incluso terror (régimen de Rosas) en los regímenes de caudillo.
Junto al poder de caudillo existieron afectivas funciones de gobierno, parte de ellas de origen colonial, articulando las
relaciones militares entre las milicias del caudillo y el gobierno provincial, reconociendo una relación entre legalidad y
legitimidad en los regímenes de caudillos, en un periodo en la que la formación de liderazgos políticos se vinculó con la
afirmación de soberanías provinciales que coexistieron conflictivamente con proyectos de organización nacional.
La republica del Tucumán y el federalismo provincial (Bazán)
En Salta, desde 1810 hasta 1814 se sucedieron en el mando diez gobernadores designados por el Gobierno central. Sólo
en mayo de 1815, ante la renuncia de Quintana, el pueblo reunido en cabildo abierto eligió por votación al coronel Martín
Güemes, quien retuvo el poder casi sin solución de continuidad hasta su muerte, junio de 1821. Fue un caso excepcional. Güemes
era una pieza clave para la estrategia de la guerra en el Norte y aprovechando esa coyuntura supo forjarse un mando extraordinario
con absoluta autonomía del gobierno general.
Más acentuada fue la injerencia porteña en el caso de Tucumán. San Martín recomendó ante Posadas el nombramiento de
Bernabé Aráoz. Fue leal colaborador del gobierno central en todo lo que significara conseguir el sacrificio de las ciudades de su
jurisdicción para sostener la guerra emancipadora. Pero el gobierno directorial lo desautorizó en varias ocasiones y en 1817 lo
reemplazó con Feliciano de la Mota Botello.
La reunión del Congreso en Tucumán fue una concesión a los pueblos del Interior que se sentían agraviados por el
centralismo.
La injerencia de poderes de ajena jurisdicción fue más compleja e irritante en Santiago del Estero. La Revolución
provocó una división de su vecindario en dos facciones que durante varios años disputaron el poder local. El partido encabezado
por Juan Francisco Borges vio con fastidio la excesiva intromisión de Buenos Aires en los asuntos santiagueños. En octubre de
1810, el Cabildo tuvo que suspender la elección de oficios concejiles por orden de Ortiz de Ocampo, Jefe del Ejército Auxiliar, y
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poco después el Ayuntamiento debió someterse a directivas terminantes de Castelli sobre la nómina de elegibles. La repulsa de los
santiagueños no era sólo contra las intromisiones de Buenos Aires, sino que se alimentaba de celos localistas contra sus vecinos
los tucumanos. Cuando Posadas resolvió colocar a Santiago bajo la dependencia política de Tucumán, al dividir la provincia de
Salta (octubre de 1814), hubo una indignada protesta de parte muy representativa del vecindario. En Catamarca y La Rioja, no
hubo manifestaciones ostensibles de descontento contra la conducción política de Buenos Aires porque la estrategia de los grupos
dominantes fue armonizar sus apetencias de mando con los cambios que se producían en el orden nacional.
El nudo de la discordia fue la relación política con Córdoba, cabeza de la gobernación desde 1782. Cuando en Córdoba
asumió el gobierno de José Javier Díaz, la ideología artiguista estaba haciendo pie en el corazón de las Provincias Unidas. El 24
de mayo de 1815 una Asamblea declaró la autonomía y designó gobernador a Ramón Brizuela y Doria. Los Ocampo y Villafañe
no podían admitir que la autonomía sirviera de pretexto para el encumbramiento de sus enemigos. Los Ocampos provocaron un
motín el 15 de abril de 1816 que derroca a Brizuela y Doria y restituye a La Rioja a su dependencia de Córdoba. El Congreso de
Tucumán hallábase reunido y en su seno brillaba el talento del Dr. Castro Barros, elegido diputado con el auspicio de los Dávila.
Enseguida planteó el anárquico comportamiento de los revolucionarios riojanos y obtuvo la designación de Tte. Coronel
Alejandro Heredia. Interesaba al Cuerpo y al Directorio revertir la situación para quitar influencia al artiguismo. Heredia repuso a
Brizuela y Doria pero de momento no se restituyó a La Rioja a su dependencia de Córdoba. Cuando José Javier Díaz fue
reemplazado por Ambrosio Funes, el Congreso volvió sobre sus pasos y dispuso restituir a La Rioja a su antigua dependencia, el
15 de diciembre de 1817. Los dirigentes riojanos habían vivido prematuramente la novedad del gobierno propio y la aventura
resultaba tentadora.
Las intenciones autonómicas se manifestaron tardíamente en Catamarca. Sus dirigentes acataron sin resistencia la política
centralista del Directorio.
El sentimiento de autonomía nace más como reacción por la injerencia abusiva de las ciudades vecinas en sus asuntos
internos. Su territorio fue convertido en campo de contienda de los conflictos político- militares de Aráoz y Güemes, quienes
dirimían el liderazgo de la región.
En su correspondencia con Bustos (gobernador de Córdoba), José Pío Zisneros, expresa el sentimiento de perplejidad de
los catamarqueños frente a su ambigua situación política. Artigas los había invitado a participar en el Congreso general que
patrocinaba para organizar constitucionalmente a la Nación, lo cual colocaba a Catamarca en un pie de igualdad con las demás
ciudades. Pero enseguida, Bernabé Aráoz cursó invitación al Cabildo para que enviara diputados junto con los de Tucumán y
Santiago del Estero, a fin de tratar la cuestión del gobierno que debía regir a la provincia interinamente.
En Santiago del Estero, un cabildo abierto reunido el 31 de marzo había proclamado la autonomía provincial de facto,
eligiendo gobernador provisional al Comandante Juan Felipe Ibarra. En La Rioja, el 1 de marzo una asamblea declaró a la
jurisdicción en provincia independiente hasta la reunión del Congreso bajo la forma federal proclamada por los demás pueblos
hermanos.
Zisneros confiesa que él y el Pueblo de su mando se encuentran perplejos y no saben qué hacer. Dice a Bustos: 1° Si
Catamarca es pueblo libre e independiente de Tucumán y debe declararlo como lo hizo Santiago; 2° Si en consecuencia deberá
retirar sus diputados; 3° Si procedía o no a la elección del representante para el congreso de San Lorenzo aunque no coincida en
ello lo que se resuelva en Tucumán.
La República del Tucumán y el Federalismo Provincial: El Congreso se formó solamente con los diputados de Tucumán y
Catamarca. El Congreso Constituyente del Tucumán, se constituyó el 17 de mayo de 1820 y una vez aprobados los poderes de sus
miembros, eligió presidente al diputado Arteaga (Tucumán). Fue cometido primordial del Cuerpo sancionar una Constitución para
la Provincia del Tucumán, hecho que se concretó el 6 de septiembre de 1820. Fue publicada y jurada el día 24, aniversario de la
Batalla de Tucumán.
Se declara por su representación legítima una República libre e independiente, unida sí con las demás que componen la
Nación Americana del Sud…”
El Gobierno Nacional había caducado con la caída del Directorio y jurídicamente la Nación estaba disuelta con el
rechazo de la Constitución de 1819. Esto imponía a Tucumán la necesidad imperiosa de reasumir sus derechos hasta el momento
en que el Congreso General, que debía reunirse en virtud del Tratado del Pilar y del Pacto de Benegas, estableciera la forma de
gobierno y la organización de la Nación en conjunto.
Ernesto H. Celesia sostiene que la Constitución de la República del Tucumán “no es otra cosa que una copia de la
Nacional de 1819, con las variantes de forma necesarias para su adaptación a la Provincia y algunas variantes, aunque pocas, de
fondo”. Comprende cinco secciones: religión, poder legislativo, poder ejecutivo, poder judicial y declaración de derechos.
En cuanto a religión declara que la “Católica, Apostólica, Romana es la del Estado” agregando que “es la única Religión
de la República”, norma ajustada al espíritu de la época que se oponía a la libertad de culto.
En la sección relativa al Poder Legislativo adopta el sistema unicameral, en la forma de las Legislaturas o Salas de
Representantes, que aquí se denominan “congreso provincial”, integrado de un diputado de cada pueblo con prescindencia del
número de habitantes. El sistema electoral era el mismo que el del Regimiento de 1817: sistema indirecto, votando el ciudadano
por electores que una vez reunidos debían elegir el diputado.
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Las normas relativas al Poder Ejecutivo determinan que será ejercido por el Presidente Supremo con mandato por cuatro
años, elegido por el Congreso en votación unánime. Entre sus atribuciones figura la de ser jefe de la fuerza militar de la Provincia
y nombrar los enviados ante las demás provincias y recibir los de ellas.
La sección del Poder Judicial, crea una Corte Suprema de Justicia de tres miembros sin exigencia expresa del título de
abogado para los mismos. Completa al Poder Judicial la formación de la Corte Primera de Justicia que sustituye a los Cabildos.
Quedan suprimidos y enteramente abolidos en la Provincia, los Cabildos o Ayuntamientos o Municipalidades, y establecida en su
lugar la Corte Primera de Justicia. La Corte asumió el rol de los viejos Cabildos; gobernantes y pueblo le dieron en los negocios
públicos la intervención que la práctica le había dado a aquéllos.
Duró lo que el gobierno de Aráoz. Derrocado, Abrahan González (28 de agosto de 1821) desapareció la República del
Tucumán. Al día siguiente el propio González fue elegido gobernador intendente y se procedió a la recomposición del Cabildo,
volviéndose a las instituciones tradicionales. Y como Catamarca acababa de proclamar su separación de Tucumán, quedó también
disuelta la provincia creada por el Directorio el 8 de octubre de 1814.
El sentido de las autonomías y la formación de las nuevas provincias: cabe reconocer a los jujeños la paternidad de la idea
autonomista. El pleito de jurisdicción planteado a comienzos de 1811 entre el gobernador de Salta y el Cabildo jujeño, dio motivo
para que Manuel F. Espinoza, alcalde mayor de Jujuy, sostuviera la necesidad de cortar la dependencia funesta de Jujuy respecto
de Salta, en un todo de acuerdo con la idea autonomista expuesta por Gorriti ante el gobierno central.
Se ha dicho que los escritos de Gorriti son los primeros documentos de nuestro federalismo criollo. En rigor, los jujeños
expresan la voluntad autonomista de Jujuy respecto de Salta, capital de la provincia, pero no avanzan sobre la cuestión más
compleja del federalismo, como sistema político. Esos mismos dirigentes, cuando años más tarde se plantean el problema de la
organización constitucional de la Nación, son partidarios del régimen de Unidad, o sea del centralismo querido por Buenos Aires.
Sería más apropiado decir que la cuestión de las autonomías municipales, replanteada en 1820 como consecuencia de la
disolución de los Poderes Nacionales, sienta las bases de nuestro federalismo donde gravitan situaciones e ideas que se plantearon
en el Litoral y en donde es figura vertebral Artigas.
En nuestro sentir cabe distinguir dos formas de federalismo: el federalismo provincial que bregaba por conservar la
integridad de las jurisdicciones virreinales, con centro en las cabezas de intendencia. A este proyecto adherían Bustos y Aráoz.
Pero en varios casos hubo tensiones entre las capitales y ciudades sufragáneas que cavaron hondo en el sentimiento autonomista
municipal. Es lo que sucedió entre Tucumán y Santiago del Estero y también entre Jujuy y Salta. La disolución política del
Gobierno Central aceleró el proceso autonomista que se nutría en profundos sentimientos localistas y era irreversible en la
práctica. Durante los años 1820 y 21 la estructura de las antiguas intendencias se fractura para dar lugar a la formación de nuevas
provincias sobre la base de los municipios coloniales. En el Norte, La Rioja fue la primera en trasponer el umbral del nuevo ciclo;
la siguió Santiago del Estero pese a la tenaz oposición de Aráoz; los cautelosos catamarqueños la consiguieron después de
explorar bien sus posibilidades. Y curiosamente, los precursores del autonomismo, los lúcidos jujeños, no la consiguieron en ese
momento, quizá porque conservaron intacta su fe en el derecho para armonizar su voluntad autonómica con la existencia de un
gobierno nacional que representara a todas las partes.
En Córdoba, el pueblo reunido en Cabildo Abierto declaró independiente a la provincia y eligió gobernador interino al
artiguista José Javier Díaz sustituido posteriormente por Juan Bautista Bustos como gobernador propietario. En Tucumán estalló
una sublevación en noviembre de 1819, encabezada por el capitán Abrahan González, oriental, y los capitanes Felipe Heredia y
Manuel Caínzo, tucumanos. El ayuntamiento resolvió aceptar el gobierno interino e hizo llamar a Bernabé Aráoz que se hallaba
en sus propiedades de Río Seco. El 13 de noviembre, un Cabildo Abierto procedió a elegir Gobernador Intendente al propio
Aráoz, a quien por razones de grado correspondió también el gobierno militar de la provincia.
A diferencia de lo que sucedió en Córdoba, la revolución tucumana no manifestó propósitos separatistas.
En La Rioja, en la noche del 24 de enero, Francisco Villafañe cumpliendo instrucciones del general Francisco Ortiz de
Ocampo, al frente de una partida armada, destituyó al teniente de gobernador Gregorio José González. El 26, un grupo de vecinos
nombró a Diego Barrenechea gobernador interino. La Rioja se convirtió en provincia independiente hasta la reunión del Congreso
“bajo la forma federativa proclamada por los demás pueblos hermanos”. La asamblea eligió gobernador intendente al promotor
del movimiento, coronel mayor Ortiz de Ocampo, primer jefe del Ejército Auxiliar del Perú.
Santiago del Estero tenía viejos agravios con el centralismo porteño y tampoco se allanó a la dependencia de Tucumán
que le impuso el decreto de Posadas. Para que el objetivo se concretara ayudó la situación nacional, no cabe duda, pero también
los errores de Bernabé Aráoz.
El Cabildo convocó a elecciones en la capital y campaña y el 23 de marzo se reunió la asamblea electoral. Enseguida se
planteó una disidencia: la mayoría quiso hacer en forma inmediata la elección de los diputados pero hubo impugnación de los
electores Gorostiaga, Alcorta, Frías, Andrade y Rueda, quienes alegaron como cuestión de previo pronunciamiento la validez del
acto electoral. La mayoría hizo prevalecer su criterio y sin más impuso como diputados al Lic. Juan José Lami y al Cap. Santiago
Palacios. La elección fue aprobada rápidamente por Aráoz pero el partido desafecto llamó en su ayuda al Comandante de la
frontera de Abipones, Juan Felipe Ibarra. Éste se puso en marcha hacia la Capital.
El Cabildo entregó la defensa del vecindario. Mientras se preparaba para la guerra, el ayuntamiento adicto a Aráoz quiso
negociar la paz designando un parlamentario ante Ibarra, pero este exigió que Echuari desalojara la ciudad con sus tropas. Éste
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atacó a Echuari y lo venció obligándolo a retirarse a Tucumán. Las autoridades fueron depuestas y se procedió a elegir un teniente
de gobernador propietario en la persona del comandante Ibarra y también un nuevo Cabildo.
Los diputados en comisión llegaron a un principio de acuerdo con Aráoz quien aparentemente se allanaba a la elección de
nuevos representantes al congreso provincial. Si Aráoz hubiera flexibilizado su actitud se podía evitar la ruptura. Pero cuando le
informaron sobre la anulación de la elección anterior de hombres que sabía seguros para sus miras políticas, tuvo un arrebato de
indignación y fulminó a los santiagueños con un manifiesto agraviante.
Estando elegidos los nuevos electores, el 25 de abril constituyóse la asamblea con la presidencia del licenciado Manuel
Frías. En dicha sesión se eligió diputado al Congreso de San Lorenzo al doctor Mateo Saravia, amigo de confianza y asesor de
Ibarra. El día 27 volvió a reunirse la asamblea y procedió a declarar la Autonomía Provincial.
La Autonomía tuvo que ser defendida con las armas. Ibarra contaba con la solidaridad de Bustos y López y la ayuda
militar de Güemes, para quien Aráoz era enemigo común. Pero el gobernador tucumano no se resignaba a aceptar su derrota y
motorizó distintas reacciones contando a veces con la ayuda de gente santiagueña.
En Catamarca, la declaración de la Autonomía demoró hasta el 25 de agosto de 1821. Si bien en principio había
participado en la formación de la República del Tucumán no lo hizo por convicción sino por necesidad. Ni las atinadas reflexiones
del gobernador de Córdoba ni las amenazas de Aráoz consiguieron torcer una decisión donde la conciencia de autodeterminación
se conjugaba con motivaciones emocionales y con las reacciones simpáticas de los pueblos del Interior empeñados en no ser
menos ni estar por debajo del vecino.
54 vecinos reunidos en asamblea resolvieron declarar la Autonomía de Catamarca el 25 de agosto de 1821. No hubo
fisuras ni disidencias y tampoco fue necesario sostener la decisión con el peso de las armas. El gobierno de Aráoz estaba llegando
a su término y con ello concluía ese interesante ensayo de federalismo regional que fue la República de Tucumán. De la mano de
las autonomías, el federalismo municipal había prevalecido sobre el federalismo que Aráoz y Bustos quisieron fundar sobre la
estructura de las antiguas provincias. Solamente Jujuy quedó dependiendo de Salta.
El comercio y las finanzas públicas en los estados provinciales (Schmit, Roberto- Nueva Historia)
La Argentina luego de la revolución de mayo de 1810, en materia económica lograra poner en marcha una tibia
integración al mercado atlántico como proveedor de materias primas, inaugurando el proceso de inserción de “la Argentina” en el
mundo industrial del S. XIX.
Sin embargo, no existieron luego de la revolución, una economía de carácter nacional. Por el contrario, en el espacio territorial del
ex Virreinato rioplatense se produjo apartir de 1810 una gran disgregación política. Y fue recién a partir de la década de 1820
cuando comenzó a configurarse un nuevo orden estatal a través de gestación de Estados provinciales, que a partir de 1831
conformaron una Confederación de provincias.
Mientras algunas provincias experimentaron importantes transformaciones en sus patrones de desarrollo económico, en
sus nexos mercantiles y en sus esquemas financieros, otras, en cambio, apenas manifestaron una limitada reestructuración,
manteniendo una orientación de la economía similar a la de los tiempos coloniales.
Con la llegada de las guerras de la independencia y la crisis de la producción minera, aquel conjunto de vínculos
comerciales y financieros que unían el territorio virreinal comenzó a agonizar, para luego desaparecer. La revolución provoco una
gran fragmentación del espacio político- administrativo del ex Virreinato, reduciendo y entorpeciendo los negocios que habían
sostenido esas economías durante varios siglos.
Los conflictos bélicos llegaron a todos los territorios rioplatenses, comerciantes y productores tuvieron que costear buena
parte del abastecimiento de los ejércitos libertadores. A ello se sumó la creciente pobreza de recursos fiscales que afectaron los
gobiernos revolucionarios, ya que la dislocación política y el mantenimiento del poder español en el Alto Perú tornaron
irrecuperables la provisión de recursos financieros procedentes de la actividad minera alto peruana.
El Estado revolucionario se quedaba sin recursos financieros, su economía sufría la alteración de los patrones mercantiles
que daban vida a sus producciones, afectando los capitales de comerciantes y hacendados. En medio de tantas perdidas algunas
economías empezaban a encontrar un nuevo rumbo, que consistía en fortalecer a través del libre comercio, decretado en 1813, una
acelerada inclusión de las producciones rurales rioplatenses. La producción pecuaria, pasaba ahora a jugar un rol preponderante,
en un intento por paliar la pérdida de las remesas de plata alto peruana, aunque no todas ellas estaban en condiciones de
aprovechar de igual manera las nuevas oportunidades.
Las características principales de la evolución económica fue la inserción pecuaria porteña en el mercado atlántico, este
exitoso crecimiento, que se evidencio en la expansión territorial, económica y comercial. Los vínculos comerciales de la región
bonaerense-litoraleña se modificaron, que cuando estas guerras finalizaron, se habían quebrado definitivamente el eje comercial
entre Buenos Aires y Potosí. Se tejieron nuevos nexos comerciales con los mercados de ultramar, beneficiándose principalmente
el comercio rioplatense, colocando productos primarios en las plazas mercantiles europeas que estaban en pleno proceso de
industrialización.
Pero para el resto de las provincias del “Litoral de los ríos” (Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe) las cosas no cambiaron
rápidamente, ya que quedaban subordinadas al puerto de Buenos Aires.
A partir de 1820 comenzó este proceso de expansión, mostrando Entre Ríos similitudes con la evolución económica
porteña, aunque más retardada, Santa Fe recién consolidaría el control apartir de 1870 logrando su expansión sobre la frontera
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indígena, Corrientes seria perjudicada por la economía librecambista de Buenos Aires al tener los productos brasileños como
competencia.
Córdoba y Tucumán encontraron nuevos rumbos para sus economías, mientras que los territorios del Noroeste y Cuyo
reconstruyeron antiguos circuitos comerciales similares a los del periodo colonial.
Para 1815 desaparecerían los vínculos mercantiles permanentes que unían a Tucumán con el Alto Perú, Paraguay y Chile,
acentuándose su rol de intermediaria de productos europeos entre Buenos Aires y las provincias del Noroeste.
En el caso del Noroeste sufrirían un largo periodo de largo reacomodamiento mercantil. El comercio salto jujeño de
1810-1825 se mantendría el comercio de la época colonial, pero desde 1825, a partir de la independencia de Bolivia los bienes
importados serían llevados desde Arica. La mayoría del Noroeste a partir del fin de las guerras independentistas volverá a los
perfiles productivos heredados de la época colonial.
Las provincias del actual territorio argentino luego de la revolución tuvieron una orientación bifronte, en la que
convivieron las economías fuertemente vinculadas al mercado atlántico con otras constituidas fundamentalmente por modestos
mercados.
Las producciones regionales extra-pampeanas (Campi, Daniel y Jorba, Rodolfo Richard- Nueva Historia)
Uno de los procesos que caracterizaron a la historia del área rioplatense durante el S. XIX fue el lento pero paulatino
afianzamiento de la orientación atlántica de su economía, con el cuero y el sebo, en un primer momento; el tasajo y la lana de
oveja avanzando el S. XIX, fueron los productos en torno a los que se organizó la prospera economía ganadera de las pampas
rioplatenses, especialmente de las provincias de Buenos Aires.
Diferente era la situación de las regiones no pampeanas, en particular las provincias norteñas y cuyanas. Vinculadas por
circuitos comerciales forjados en la colonia, su relación con los mercados andinos y del Pacifico eran muy fuertes. Tanto Mendoza
como San Juan, Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca y La Rioja habían desarrollado una serie de producciones que satisfacían la
demanda de las economías chilena y boliviana. La conexión con Buenos Aires, no era menos fuerte, siento uno de los puntos de
aprovisionamiento de productos de ultramar, función en la que competía con Valparaíso, Cobija y otros puertos del Pacifico.
Tucumán poseía una ubicación estratégica que le permitía ser la bisagra de los mercados andinos con el litoral atlántico,
sus recursos naturales como el quebracho, el cebil y otras maderas de sus bosques posibilitaban el desarrollo de la construcción de
carretas y la curtiembre; en sus campos cereales, tabaco, azúcar y agua ardiente daban una intensa actividad comercial local y
regional, era el centro de operaciones comerciales donde también se concentraban “ingenios de destilación”.
También producía quesos, aperos, botas, sillas de montar, caronas, cordobanes, pellones, etc., que eran enviados a los
mercados del litoral
Adicional
Nivel de Historia y otras proposiciones- (Feijóo, Canal) - (sobre Ibarra)
Desde el último Taboada, el régimen de la política de Santiago ha sido la intervención. En los Taboada, hay una
pluralidad, Ibarra es la unidad absoluta.
Por febrero de 1820 llegó a Santiago con el destacamento que acompañaba al general Belgrano, el capitán Echauri. Era
un agente del gobernador Aráoz de Tucumán enviado para propagar la idea de la República de Tucumán, a la que Santiago se
mostraba reacio. La impaciencia llevó al capitán a cometer un acto de fuerza en la elección del Cabildo de aquel año, lo que irritó
a los hombres de Santiago, que resolvieron llamar al comandante de la guarnición fronteriza de Abipones, don Juan Felipe Ibarra.
Él batió en retirada al capitán y fue elegido por unanimidad Teniente Gobernador.
Figueroa exclama: así pagó este pueblo la falta inconsciente de anticipar un suceso tan importante, declarando su
autonomía, cuando no contaba con los medios ni los hombres capacitados para el gobierno, poniendo al frente de sus destinos un
militar sin condiciones y que muy luego había de transformarse en déspota, sumiéndola en una noche de 30 años donde se estancó
lastimosamente su evolución hacia el progreso y la vida civilizada.
Aquel período debería denominarse Ibarra o la autonomía. Ibarra fue la autonomía, no la autonomía que nace como
concepto de cerebros civiles, sino la autonomía vasta y áspera que nace del corazón del pueblo.
Durante sus 30 años, su programa de gobierno se realiza en una lucha personal constante con gobiernos limítrofes y con
el indio. Hay que salvar las fronteras: la frontera política y la frontera de la nueva raza. En el orden político interno fue un tirano,
lo que le eximia de todo programa formal.
AUTONOMÍA Y CONSTITUCIÓN FEDERAL (Canal Feijóo)
Habíamos planteado que el período 1816-1820 es un momento interesante del federalismo. Porque Artigas alcanza su
cenit y porque la resistencia a la Constitución de 1819 surge de caudillos del interior. Hasta 1820 el territorio actual de nuestro
país no había conocido otra forma de organización que la centralizada: con la eliminación del “sillón de Posadas”, las provincias
van a encontrarse en una situación inédita y desafiante.
Para Bernardo Canal Feijóo este es el momento de la improvisación de la autonomía. Una improvisación que, según el
historiador Andrés Figueroa, fue un error fatal, porque por apresurados y adelantados nos tuvimos que bancar 30 años de tiranía
feroz, dice don Andrés. Pero Canal Feijóo, siempre atento, recoge el guante y le contesta que no hubo ningún apresuramiento, que
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era la decisión que requería el momento y que ese caudillo autocrático supo encarnar mejor que nadie los deseos del pueblo
santiagueño.
Pero cuando decimos que es un momento interesante del federalismo, ¿en qué estaban pensando los actores de la época
cuando utilizaban este término? Había, a grandes rasgos, cuatro modelos de confederación hasta el siglo XIX. La primera era la
liga de provincias independientes que se unían en caso de agresión extranjera (por ejemplo el caso de la Federación Helvética). En
segundo término tenemos a la confederación de EEUU entre 1781 y 1787, con un débil gobierno central para arbitrar relaciones
exteriores. En tercer término estaba el proyecto de un pensador liberal como Benjamín Constant, quien pensaba en un federalismo
para una monarquía constitucional en el que se apuntara a expandir libertades municipales y aprovechar el localismo para
fortalecer la totalidad. Y por último el caso del federalismo norteamericano a partir de la Constitución de 1787.
Una rápida mirada al caso norteamericano nos recuerda que en 1777, apenas un año después de su declaración de
independencia, los estados angloamericanos ya habían aprobado una unión de carácter confederal. En 1787 esta Confederación
fue reemplazada por un gobierno de Estado federal. En el caso de latinoamérica, luego de los procesos de independencia, la lucha
por el federalismo ocupó buena parte del siglo XIX. En los países en los que el federalismo no fue derrotado como opción de
organización estatal, su implementación definitiva se demoró bastante y llegó a través de las constituciones nacionales. Argentina
adoptó el federalismo en 1853, México en 1856, Venezuela en 1864 y Brasil en 1889.
El historiador José Carlos Chiaramonte destaca una doble dificultad al momento de sancionarse la Constitución de 1853.
En un plano de carácter económico remarca que la Argentina no se encontraba en condiciones de competir con el mercado
internacional, mientras que las provincias tampoco tenían las condiciones para un ejercicio pleno de las atribuciones soberanas
que se habían reservado a los fines de lograr un funcionamiento de la maquinaria federal. Este autor sostiene como una de sus
hipótesis que buena parte de los vicios actuales tienen raíces en la conformación de un régimen federal por parte de provincias
muy débiles ante el poder del Estado nacional conformado en ese momento.
Sobre la misma temática escribe y reflexiona el mencionado Canal Feijóo, uno de los ensayistas más lúcidos del siglo
XX. A fines de los años cincuenta publicó un libro titulado La frustración constitucional. Un título alternativo podría haber
sido: El fracaso del federalismo. Canal se propone hacer un “examen de conciencia constitucional” poniendo el foco en el
federalismo. Y no puede más que concluir que ese ideal federal (“la función federalista debe articular una integración de gran
plano de una pluralidad de elementos de tal modo que lo integrativo no anule la diversificación”) ha quedado postergado. Quizás
haya pocos libros que aborden este tema con la profundidad que lo hace Canal vinculando “federalismo y sociología”,
“federalismo y psicología”, “federalismo e imperialismo” y diseccionando el texto constitucional y el pensamiento alberdiano en
el siglo XIX.
Ahora bien, ¿por qué creemos que habría que insistir y profundizar en el federalismo? Porque el federalismo tiende a la
libertad ya que divide al poder. En este sistema de gobierno la figura del ciudadano cobra fuerza y, según plantean especialistas
como George Anderson, el federalismo es la mejor manera de coordinar lo uno con lo diverso. En una federación todo el tiempo
hay que armonizar diferencias. En cambio, en los sistemas centralistas resulta difícil hacer escuchar las voces desde la periferia.
En el federalismo, con la descentralización que propone, la sociedad civil cobra vigor. Anderson sostiene que para lograr
el éxito federal es necesaria una sociedad que sirva de sostén a una forma democrática. Canal Feijóo lo decía de otra manera: “el
ideal federalista es la constitución a partir de la sociedad, no del gobierno. La constitución del gobierno de la sociedad para ella,
no para el gobierno”.
La autonomía y el Sistema federal de gobierno (Tenti, María Mercedes)
La Constitución de 1819 centralista rechazada por los caudillos del Litoral, Francisco Ramírez de Entre Ríos y Estanislao
López de Santa Fe, fue el detonante que determinó la marcha de las tropas federales hacia Buenos Aires, con el propósito de
derrocar al gobierno directorial de Rondeau. Los ejércitos se enfrentaron el 1 de febrero de 1820 en la batalla de Cepeda y terminó
con el triunfo de los gauchos López y Ramírez. No había autoridades nacionales.
Repercusiones en el Noroeste: a fines de 1819 en Tucumán se produjo una sublevación de los partidarios de Bernabé Aráoz, que
derrocaron al gobernador Mota Botello y pusieron en la gobernación al propio Aráoz. En Santiago continuaba Gabino Ibáñez,
como teniente gobernador, pero ante la intromisión de los tucumanos en las elecciones de oficios concejiles para 1820 hecho
repudiado por los partidarios de la autonomía, Ibáñez se vio obligado a renunciar por la enemistad manifestada del pueblo. Aráoz
quería conformar un núcleo territorial autónomo, integrado por Tucumán, Catamarca y Santiago del Estero. Juan Bautista Bustos,
intercedía para la reunión de un Congreso Federal en Córdoba, con el objeto de organizar el país.
Para asegurarse una elección favorable el gobernador tucumano envió una fuerza de 50 hombres al mando del Capitán
Juan Francisco María de Echauri. Realizada la elección, resultaron electos Juan José Lami y Santiago Palacio. La oposición llamó
al comandante de la frontera de Abipones, el general Juan Felipe Ibarra.
El combate se dio en las inmediaciones de la Iglesia Santo Domingo y concluyó con el rotundo triunfo de Ibarra y el
retiro de Echauri rumbo a Tucumán. Una asamblea popular presidida por Pedro Pablo Gorostiaga, eligió por unanimidad al
comandante Juan Felipe Ibarra como Teniente Gobernador interino y proclamó un nuevo cabildo adicto a la causa de la
autonomía.
Ibarra juró su cargo el 25 de abril. Se eligió el diputado santiagueño ante el congreso que debía reunirse en San Lorenzo,
según el Tratado de Pilar, y recayó en el Dr. Mateo Saravia, salteño, suegro de Ibarra.
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Declaración de la Autonomía: como culminación del proceso autonomista, el 27 de abril de 1820, los electores, reunidos en el
cabildo, proclamaron solemnemente la autonomía de la provincia. La autonomía santiagueña fue posible por la férrea voluntad de
un pueblo que se negaba a ser sometido sin su consentimiento al poder de otro pueblo, al que consideraba su igual, no su superior.
El día 25 de marzo, Ibarra solicita al Cabildo, convoque a los electores para que se constituyan, los que así se cumplió, en
la Sala Capitular con la presencia de dicho gobernador interino. Nombrándose secretario a Fernando Bravo y por último, se eligió
como diputado para el congreso que debía constituirse en San Lorenzo, en virtud de pacto de Pilar, a Mateo Saravia.
En la sesión del día 27 de abril de 1820, la asamblea procedió, solemnemente, a declarar la autonomía política de la
provincia de Santiago del Estero.
El acta no reconoce “otra soberanía ni superioridad sino la del congreso de nuestros co-estados que van a reunirse para
organizar nuestra federación”
En el artículo tercero se ordenaba “que se nombre una junta constitucional para formar la constitución provisoria y
organizar la economía interior de nuestro territorio, según el sistema provincial de los Estados Unidos de la América del Norte en
tanto como lo permitan nuestras localidades”
Aráoz no se conformó con el estado de las cosas imperantes. En enero de 1821, mandó huestes tucumanas a las órdenes
del capitán Gregorio Iramain. Ambas tropas lucharon en Los Palmares, enfrentamiento que concluyó con el triunfo de los
santiagueños. Güemes envió auxilios a Ibarra, el choque se produjo esta vez en territorio tucumano, en el Rincón de Marlopa, y
favoreció al ejército local. Ibarra acampó en Vinará. Por mediación de Juan B. Bustos, se suscribió el 3 de junio de 1821 el
denominado Tratado de Vinará, que detuvo las hostilidades. Firmaron el pacto, el Pbro. Pedro León Gallo por Santiago, Miguel
Aráoz por Tucumán y el Dr. José Antonio Pacheco de Melo en representación de Córdoba. Ambas provincias se comprometían a
la búsqueda de la organización institucional y a elegir diputados que concurrirían al Congreso que se reuniría en Córdoba ante el
fracaso de San Lorenzo.
El Gobierno de Ibarra (1820- 1830): en septiembre de 1820, reglamentaba la entrada y salida de personas del territorio provincial,
que no podían hacerlo sin el correspondiente pasaporte, para combatir el ocio y la holgazanería, todo individuo que no fuese
propietario de un terreno y no tuviese como mantener a su familia era obligado a conchabarse. Quien no contase con la papeleta
de conchabo era recluido, y enviado a la frontera de Abipones hasta que se estableciese su destino final. También combatía los
juegos de azar tales como los juegos de naipes, dados y taba, penando a quienes violasen la orden al pago de una multa en dinero
o al servicio en obras públicas por el término de dos años. El robo de ganado era castigado con cien azotes, por la introducción en
propiedades ajenas para campear, melear, etc., se castigaba con cincuenta azotes.
Medidas económicas: La provincia se encontraba empobrecida, con su comercio reducido prácticamente al tráfico de cueros. Con
el propósito de proteger las industrias artesanales, que habían mermado su producción como consecuencia de la invasión de
mercaderías importadas, especialmente inglesas, dictó el 6 de agosto de 1822 un decreto por el que se recargaba con impuestos
elevados a las mercaderías de ultramar que compitiesen con la producción local. En 1823 decidió realizar una acuñación propia de
monedas de plata con 25% de valor, que se denominó plata ibarrista.
Las Instituciones: Ibarra se basó en el Reglamento Provisional Nacional de 1817. La Junta electoral, que sin constituir legislatura
sesionaba en el Cabildo, eligió los representantes santiagueños ante el Congreso Nacional que se reunió en Bs. As., en 1824,
fueron electos Pedro Carol, Vicente Mena, Pedro León Gallo y Félix Ignacio Frías.
En 1826 se formó la Junta de Representantes de la Provincia, que dictó un reglamento interno y eligió nuevos diputados,
entre ellos Manuel Dorrego, Juan José Lami y Antonio María Taboada. Los diputados electos eran de distintas tendencias
(unitarios y federales). La Nueva Legislatura formó una comisión para elaborar un proyecto de Constitución Provincial. Pero
debió aplazarse por las luchas intestinas.
El proyecto Federal y el proyecto Unitario: en 1820, las provincias se organizaron como Estados autónomos frente a la
disgregación del gobierno nacional. El Federalismo aspira a la igualdad de derechos y de trato entre las provincias. Se desarrolló
un espíritu localista, contrario a la intromisión de otras provincias y en especial de Buenos Aires. La organización social estaba
basada en la tenencia de la tierra con poca movilidad entre las clases. La población era numerosa, aunque residía especialmente en
el campo. La política económica apoyada por las provincias era el proteccionismo. Se centraban en fijar aranceles para las
aduanas interiores y expandir la ganadería.
El proyecto unitario se desarrolló a partir de la consolidación del centralismo porteño. La administración monopólica de
la aduana le otorgaba a Buenos Aires el ingreso de grandes sumas al tesoro público, hecho que la condujo al predominio
económico y a la supremacía política. Los unitarios eran partidarios del libre comercio, buscaban inversiones extranjeras y la
colonización de tierras a través del fenómeno de la inmigración.
El caudillo: el afianzamiento del sistema federal fue posible gracias a la figura del caudillo, quienes reunían atributos de líderes
como jefes militares y políticos locales, con influencia en las masas populares. Por lo general pertenecían a familias tradicionales,
integrantes de las clases dirigentes provinciales.
El Caudillismo se contempla como un sistema social estructurado sobre bases de dependencia en recompensa de sus
leales servicios. Las interpretaciones más sofisticadas contemplan al caudillo como una figura que emerge de algún rincón
regional y que la red que los sostiene se compone de los propietarios locales. Los lazos caudillistas de patrón- cliente a menudo
formaban elaboradas pirámides en la que los caciques locales, con sus seguidores personales, prometían lealtad a los jefes
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regionales quienes a cambio concedían al menos un apoyo temporal y condicional a los caudillos o a otros líderes que operaban a
nivel nacional.
El Congreso de 1824: la elección de diputados debía realizarse en forma directa, a razón de uno por cada 15000 habitantes o
fracción no menor de 7500, a Santiago le correspondían cuatro representantes, los diputados Frías, Mena, Gallo y Carol.
En 1826 el Congreso resolvió duplicar el número de diputados, Santiago debía contar con ocho. Dentro de ellos descolló
sin dudas, Manuel Dorrego. La Junta de representantes se pronunció por el sistema federal de gobierno y la independencia
económica de la provincia.
La mayoría de los representantes aprobó la Constitución de 1826 que establecía un gobierno representativo, republicano
basado en la unidad del régimen. La tendencia centralista había triunfado. Una vez aprobado el Congreso envió emisarios a las
provincias para su aprobación, con esa misión llegó en enero de 1827 el Dr. Manuel de Tezano Pinto. Ibarra le dio 24 hs para salir
de la provincia. Los unitarios no pudieron imponer la Constitución que iba en contra del sentir popular de la mayoría de los
pobladores y dirigentes del interior.
Ibarra y Quiroga contra Lamadrid (Lazcano): Ante el rechazo de la Constitución del 26, los unitarios trataron de imponer sus ideas
por la fuerza con una serie de invasiones desde Catamarca y Tucumán. Ibarra se alió con Facundo Quiroga y unidos lograron
vencer a las fuerzas invasoras.
Habían comenzado las invasiones ante el rechazo de Ibarra a la Constitución unitaria. Primero fueron las tropas del
gobernador catamarqueño Gutiérrez queriendo dar muerte a Ibarra y cambiar la voluntad popular santiagueña.
Luego llego Lamadrid seguido de un millar de hombres, cometieron crímenes y vejaciones contra la población
abandonaron la provincia el 16 de junio ante la proximidad de refuerzos dirigidos por Quiroga.
Desde el campamento de saladillo, Quiroga e Ibarra denunciaron los atropellos en patética carta al gobernador Bustos,
revelando asesinatos, robos estupros e incendios de poblaciones victimas del saqueo autorizado escandalosamente por el
presidente de la Republica.
La reacción popular se hizo sentir en las victorias finales de Palma Redonda (26 de junio), lugar limítrofe santiagueño-
tucumano y Rincón de Valladares (6 de julio de 1827). Los triunfos de Quiroga e Ibarra terminaron con Lamadrid y precipitaron
la caída del institucionalismo unitario, falto de sustentación militar interior.
El interregno unitario (Lazcano): La paz interior se había asegurado mediante el retiro gubernativo de Ibarra. El convenio
establecido con las fuerzas sitiadoras comandadas por el general Javier López y más de 1500 veteranos de Tucumán, Salta y
Córdoba, resolvía de común acuerdo elegir a don Miguel Alcorta gobernador de la provincia. La legislatura se limitó a acatar esa
disposición y en el mismo acto que acepto la renuncia de Ibarra, tomo juramento al sucesor el 27 de Mayo de 1830. Solo Rosas y
Estanislao López mantenían principios federales desde el litoral. El general Paz organizaba su liga unitaria en Córdoba y con su
ejército victorioso después de La Tablada y Oncativo promovía invasiones y deposiciones de los gobiernos provinciales.
La vida santiagueña se desenvolvía en medio de sobresaltos continuos y levas de sus mejores hijos para incorporarlos
forzadamente al ejército y llevarlos hacia Córdoba. Los unitarios urbanos solamente se preocupaban de las formalidades
institucionales y para ello promovieron una renovación legislativa concentrada el 8 de julio con la elección del nuevo cuerpo, que
ahora presidia Felipe Ferrando, don Santiago de Palacio era su vice y Tomas Juan de Taboada secretario
Primer reglamento político de 1830 (Achával): El 26 de julio de ese mismo año, siendo gobernador Alcorta, la legislatura
sanciono el Primer Reglamento de Organización Política al no haber Constitución, organizándose los tres poderes clásicos;
Ejecutivo seria ejercido por un gobernador, a la vez Capitán General, por tres años, ayudado por dos ministros, uno de Gobierno,
Guerra y Relaciones Exteriores y otros de Hacienda. El Legislativo estaría ejercido por la Sala de Representantes, uno por cada
curato y dos por el rectoral, durando cuatro años en cargo, y el poder Judicial integrado por el gobernador y dos vecinos
designados.
Duraría este reglamento hasta que fuese sancionada la Constitución.
Regreso de Ibarra: El General José María Paz, desde Córdoba, reinició las irrupciones unitarias desde las provincias limítrofes.
Ibarra envió a la legislatura provincial el 27 de mayo de 1830 la renuncia a su cargo de gobernador.
El cuerpo legislativo, aceptó la dimisión y tomó juramento a Manuel Alcorta como nuevo gobernador, quien aprobó el
primer reglamento de organización política que establecía el gobierno provincial teniendo en cuenta la división de los poderes
políticos.
Ibarra se había refugiado en Santa Fe y desde allí planeaba la invasión para recuperar el poder. Santiago se incorporó por
la fuerza a la Liga del Interior de carácter unitaria.
El pueblo en abril de 1831, reunido en un Cabildo abierto designó como gobernador provisorio a Santiago Palacio.
Durante su gobierno la provincia se adhirió al Pacto Federal, firmado por Bs. As., Santa Fe y Entre Ríos.
El Pacto Federal era una alianza ofensivo- defensivo ante el ataque extranjero o de otras provincias, establecía la igualdad
de derecho de los nativos de cada una. Creaba una comisión representativa para firmar tratados de paz, declarar la guerra y
conformar los ejércitos. El 19 de julio la Legislatura eligió nuevamente como gobernador a Juan Felipe Ibarra, pero este, no
acepto hasta no tener la autorización del General en Jefe de la Liga del Litoral Estanislao López.
Mientras tanto, don Santiago Palacio seguía, aparentemente, al frente del gobierno, aunque en verdad el poder lo
detentaba Ibarra. El 21 de enero de 1832, palacio se dirigía a Ibarra instándolo a aceptar el gobierno.
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El 16 de febrero de 1832, prestó juramento ante la cámara de Representantes como gobernador de la provincia. Se le
otorgaba además del mando político, la autoridad militar, en enero de 1833 suprimió el Cabildo y en 1835 disolvió el poder
legislativo.
Segunda etapa Ibarrista: a Ibarra le preocupaba lograr la organización nacional a través de una constitución que organizase un
gobierno nacional y lograse la unidad entre los pueblos. Ibarra le pedía a Rosas por el dictado de una Constitución Nacional
aunque a nivel provincial no daba los pasos necesarios para el dictado de la ley fundamental de la provincia.
En 1832 la municipalidad de la ciudad de Santiago del Estero y reglamentó el funcionamiento de la policía provincial.
Mandó a reconstruir las iglesias de la Merced y Loreto. Sus funciones como gobernador duraba tres años. Ibarra fue reelecto en
1835 por asambleas populares en la campaña, sin límites a su mandato. Eso implicaba un gobierno vitalicio con la suma del poder
público.
Medidas económicas: en 1840 Ibarra recurrió nuevamente a la acuñación de monedas con iguales características que la anterior,
las declaró en 1846 moneda feble. Los productos industriales del Reino Unido que ingresaban a todo el territorio a través del
puerto de Buenos aires. Las artesanías textiles santiagueñas y muchas de otras provincias quebraron en consecuencia.
La Ley de Aduanas dictada por Rosas en 1835 gravaba con altos impuestos los productos importados que competían con
los producidos en el país, tales como cueros, sebo, lana, cuernos, hueso, tasajo y en especial azúcar, café, té, cacao, tabaco, ropa,
calzado, muebles, vinos y aceite. Ibarra adoptó una serie de medidas tendientes a proteger la decadencia de la industria provincial.
Comenzaba a desarrollarse en pequeña escala, la producción de manufacturas en cuero. En 1839, Ibarra directamente prohibió la
introducción de cualquier tipo de tejido que se elaborase fuera de la provincia y pudiese competir con los ponchos, frazadas y
alfombras autóctonos. Además, de los cargamentos de ferretería.
Nuevos conflictos: Ibarra participó en un conflicto suscitado entre los gobernadores de Salta y Tucumán. Manuel Vicente Maza,
gobernador de Buenos Aires, había enviado a Facundo Quiroga como mediador a Santiago en 1835. Se produjo el asesinato del
gobernador salteño. Ante la amenaza de los unitarios refugiados en Bolivia, los gobernadores de Salta, Tucumán y Santiago
firmaron el 6 de febrero de 1835 en la ciudad de Santiago del Estero un tratado de paz y unión al que se adhirieron posteriormente
Catamarca y La Rioja. Luego de permanecer un mes en Santiago, Quiroga emprendió regreso y fue sorprendido por una
emboscada en Barranca Yaco.
Revolución de 1840: Libarona que ha trascendido por la fortaleza de su esposa, vino desde Canarias a BS AS donde trabajo como
escribiente de la casa de comercio de Lezica, y de allí se trasladó a Tucumán. Oficiaba también de copista o secretario comercial y
tenedor de libros de importantes comerciantes cuando conoció a la grácil hija menor de don Santiago de Palacio que visitaba
frecuentemente a Tucumán para sus negocios. Libarona ahora traía mensajes desde Tucumán favorables a un pronunciamiento
planificado para el 24 de Septiembre.
Ibarra toma medidas precautorias, entre ellas hizo bajar desde Abipones un contingente de 500 hombres, recluto soldados
dispersos en las proximidades de la ciudad y puso esas fuerzas bajo el mando de su hermano Francisco Antonio Ibarra. En el
campamento militar revistaban Santiago Herrera, Mariano Cáceres y Ramón Roldan, secretamente complotados con Lamadrid, en
la madrugada del 24 al 25 de septiembre, reunieron a la tropa e incitaron un pronunciamiento contra el gobernador Ibarra. Un
soldado fiel a su jefe aprovecho la euforia y monto presuroso en busca del coronel Francisco Ibarra el cual dormía en su casa
frente a la iglesia San Francisco. Don Pancho monto de inmediato en su caballo y ordeno comunicar la novedad a su hermano. Sin
vacilaciones y demostrando el valor que siempre le distinguiera, marcho solo hasta el campamento sublevado. En tono severo
recrimino la traición. Los ánimos se exaltaron. Herrera reacciono enfurecido mientras los sublevados rodeaban al coronel Ibarra y
lo atacaban a lanzazos ensañándose hasta dejarle muerto. Ni siquiera pudo sacar su espada ante el alevoso ataque y quedo tendido
en el suelo hasta morir desangrado mientras el comandante Rodríguez presenciaba la escena impasible. Después del asesinato de
don Pancho, los jefes rebeldes en misionaron al capitán Herrera para que acompañado de 100 hombres se encargaran de tomar
prisionero al gobernador.
Los sublevados acampados sobre la acequia urbana hicieron compadecer a la plaza al juez Pedro Únzaga quien
conferencio con Rodríguez y acordaron la convocatoria popular para elegir nuevo gobernador. Instalado en el antiguo edificio
capitular, Únzaga fuertemente custodiado logro el concurso del alguacil Manuel Arana para que a son de campana se convocara al
vecindario. Un reducido concurso ciudadano eligió gobernador interino a Rodríguez, quien sería confirmado según la intención de
los sublevados, por una nueva cámara legislativa. A las 4 de la tarde Rodríguez firmo el acta de sunción gubernativa y presto
juramento ante el juez Únzaga. Dieron lectura a una proclama de adhesión a la coalición del norte redactada por Libarona.
El acta revolucionaria contiene solamente 41 firmas y la suscriben algunos parientes de Ibarra. Don Tomas Juan de
Taboada y Ángel Carranza no perdieron por ello la consideración familiar. Ni los padres Felipe Ferranóz ni Ángel Lobo, o los
Palacio rompieron definitivas relaciones con Ibarra. Delego el mando en Únzaga y mando reunir un empréstito para distribuir esos
fondos a la tropa en previsión de reacciones populares. Rodríguez el día 27 hizo abandono de la ciudad. Quedo el gobernador
delegado Únzaga con una pequeña guardia destinada a mantener el tambaleante orden público, en cuanto Rodríguez llegaba al día
siguiente a la localidad de Quisca, cerca de Tucumán en busca de ayuda proveniente del campamento unitario. Ibarra en la
campaña logro reagrupar sus fuerzas. Reunió más de 400 hombres en su campamento de Pitambalá y desde allí mando un avance
de 200 soldados comandados por el capitán Simón Luna para retomar la capital. El día 28 posibilitó a Ibarra dominar los
alrededores, luego penetrar en Santiago y hacerse cargo nuevamente del gobierno sin encontrar oposición. La deserción masiva
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había diezmado las filas rebeldes. El caudillo volvía sediento de rencor y dispuesto a cumplir el juramento de vengar la muerte de
su hermano.
Ibarra actuó sin misericordia cada vez que era apresado alguno de los cabecillas. Tal el caso de Santiago Herrero, que
dignamente asumió toda la responsabilidad del complot, el cual fue cocido a un cuero de buey en posición de cuclillas y poco
menos que convertido en una masa informe, atado a un caballo que lo llevo rondando por las calles. Únzaga y Libaren, retobados
en cueros y atados a los naranjales del campamento militar existente sobre la acequia de la ribera, sobrevivieron para ser
confinados en el fortín del Bracho donde Libarona enloqueció antes de morir en 1841. Su compañero Únzaga logró huir pero lo
recapturaron y trasladaron a Salavina donde murió degollado en agosto de 1844. El capitán Mariano Cáceres encontró refugio en
Catamarca hasta que la provincia cayo dominada por el ejército federal de Oribe y este jefe lo envió prisionero ante Ibarra en
1841. Al gobernador Domingo Rodríguez lo detuvieron en Salta y murió también degollado en el Bracho el año 1845.
Ibarra y la Coalición del Norte: Santiago sufrió durante un año, la ofensiva de la Coalición del Norte. Ninguna pudo hacer frente a
la táctica de Ibarra de tierra arrasada. El excesivo calor y la falta de agua conspiraban a favor del caudillo santiagueño. Ibarra
empleaba la estrategia de las montoneras: en el momento menos esperado un grupo de gauchos atacaba por los flancos y luego
volvía a desaparecer en la espesura de los montes. Muy pocas veces les permitía a los contrincantes un enfrentamiento frontal. Los
ejércitos unitarios abandonaron derrotados la provincia, finalmente la Coalición del Norte fue deshecha en la batalla de Famaillá,
en Tucumán, donde Ibarra participó con un ejército santiagueño.
Como consecuencia de la terrible sequía que azotó la provincia entre los años de 1847 y 1848, el gobernador santiagueño
recurrió al de Buenos Aires solicitándole ayuda para su pueblo acosado por el hambre, que encontraba en el éxodo, la única salida.
Rosas decidió mandar el monto de dinero equivalente a los 30000 vacunos. Ibarra nombró una comisión encargada de administrar
los fondos.
Los últimos años de su vida, pasó el caudillo santiagueño acosado por una enfermedad que iba minando su salud. En
1848 le escribió una carta a Rosas, solicitándole amparo para el pueblo santiagueño por la proximidad de su muerte, debido a lo
avanzado de su edad y sus dolencias. Su deceso recién se produjo el 15 de julio de 1851.
Revolución y Guerra (Halperin Donghi, Tulio)
En el régimen de Ibarra, la gravitación de las tropas de frontera tiene consecuencias políticas complejas. Son sobre todo
los comerciantes de la capital y las familias también capitalinas dueñas de las escasas tierras que alimentan rivalidad dentro del
dominio sobre el cabildo santiagueño que viene del pasado colonial. Es este sector el que será más perjudicado por las
consecuencias de la Revolución. Las ruinas del comercio altoperuano, la escasez de la mano de obra y una decadencia que es
exhibida en las actas del cabildo y tiene su manifestación en el terremoto de 1817.
El sector ganadero ha sido el menos perjudicado, la remonta y alimentación de los ejércitos patriotas, así la coyuntura
económica resulta más favorable que en los tiempos coloniales: la apertura del comercio libre y la devastación de la ganadería
litoral aseguran una demanda más sostenida para los pueblos santiagueños. El equilibrio económico lo acompaña el político
militar. 1814 ha colocado a Santiago bajo la directa dependencia de Tucumán, ahora cabeza de la intendencia desgajada a Salta.
La creación de la República de Tucumán agravó la situación, Santiago parece entregada sin remedio a la gobernación de su rival.
La oposición de la ciudad y de las tierras inmediatas se hace sentir en las elecciones para electores de los dos diputados de
Santiago. “los ciudadanos de mejor representación” se abstienen a votar y la mayor parte de los que resultan elegidos se apuran a
denunciar la irregularidad del entero proceso. Solo el lector de Matará protesta que todo ha sido normal, Matará es el centro
principal de la frontera de Abipones. Desde 1818 reside allí Juan Felipe Ibarra. Francisco Ibarra es el alcalde para 1814. Román
Ibarra lo es en 1817.
La República de Tucumán se disuelve para dejar paso a tres provincias separadas, en Santiago del Estero la posición de
Ibarra se hace particularmente fuerte. Los custodios serán durante el gobierno de Ibarra la base de su poder, poder que se apoya en
una fuerza armada permanente, no en milicias movilizadas en los momentos de crisis.
Ha sido el gobierno de Pueyrredón el que ha hecho a Ibarra comandante de la Frontera de Abipones, ha sido el Cabildo
santiagueño que en 1818 propuso su nombre para llenar la vacante de Teniente de Gobernador.
La estabilidad del gobierno de Ibarra proviene del apoyo que le brinda la fuerza militar de la que ha surgido; su
predominio es a la vez el de una región dentro de la provincia, la militarización de esa región cumple funciones que como la
defensa contra el indio son necesarias a la entera comarca santiagueña. En Santiago la emergencia de la fuerza de frontera como
base del poder político proviene, a la vez del predominio militar de ésta, de la crisis de las que podrían ser bases rivales del poder
y en primer término de la ciudad.
UNIDAD 5: LA ORGANIZACIÓN CONSTITUCIONAL
Caseros y el cambio de orientación política (Bazán)
Como en 1820, el vértice del poder había pasado nuevamente al litoral. Todos estaban en la nueva etapa, antiguos
rosistas, federales auténticos y emigrados unitarios que pudieron regresar a su patria gracias al triunfo del 3 de febrero de 1852.
Manuel Vicente Bustos, Celedonio Gutiérrez y Manuel Taboada, asistieron a San Nicolás y suscribieron el acuerdo junto
al hombre que tanto habían denostado en los papeles oficiales. Debió haber sido consuelo verse acompañados por los rosistas
cuyanos Nazario Benavidez, Pedro Pascual Segura y Pablo lucero. En Salta se había producido cambio de gobierno. Un
movimiento popular derroca a José Manuel Saravia (3 de marzo) y elije como sucesor a Tomas Arias. Arias viajo a San Nicolás,
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pero no pudo llegar a tiempo para firmar con sus colegas el documento del acuerdo. En Jujuy ocurrió una situación similar,
Mariano Iturbe fue desplazado del mando por una asamblea que el convoco, donde resulto elegido el Dr. José Benito de la
Bárcena.
En Catamarca la transición de opero sin sacudimientos bruscos, casi naturalmente.
Navarro tenía la intención de acudir a San Nicolás, pero enfermo gravemente y falleció el 4 de mayo. La sala eligió como
nuevo gobernador a don Pedro José Segura, hombre de militancia federal y eternamente respetable por sus avicas.
El clima de libertad y tolerancia inauguraba la era urquicista y salvo la disidencia ruidosa de Buenos Aires manifestada
en su rechazo del acuerdo de San Nicolás, y en agresivos actos posteriores, todas las provincias se aprestaron a participar del
congreso constituyente.
¿Quiénes fueron los diputados que las provincias del norte mandaron a Santa Fe? Salta recurrió a sus figuras patricias: el
general Rudecindo Alvarado, sucesor de San Martin en el Ejército del Perú y el doctor Facundo Saravia, líder del partido Patria
Nueva.
Los diputados jujeños también salieron de las filas del partido unitario.
Tucumán designo diputados al Sr. Salustiano Zavalía y al Fray José Manuel Pérez. El primero había pertenecido al grupo
de ideólogos de la asociación de mayo con Marco Avellaneda y Benjamín Villafañe, activos promotores de la coalición del norte
contra Rosas.
Santiago Del Estero estuvo representado lucidamente en Santa Fe. El Dr. José Benjamín Gorostiaga tenía escasamente 29 años y,
si bien no podía escribir larga ejecutoria, su talento y saber jurídico fueron la mejor recomendación para asumir semejante
responsabilidad. El otro diputado santiagueño fue el Pbro. Benjamín Lavaysse, hijo de un militar francés, era hombre adinerado y
de tendencia liberal.
En Catamarca Fueron designados diputados el presbítero Pedro Alejandro Zenteno y Don Samuel Molina. Este resigno
su mandato y el gobierno decidió su reemplazo con Manuel Leiva.
No hubo más remedio que buscarle un sustituto. No había tiempo ya para designar a un hombre del medio. Zenteno
sugirió la designación del General Pedro Ferre, ex gobernador de Corrientes y uno de los principales voceros del federalismo del
Litoral en contra de Juan Manuel de Rosas.
La Rioja envió a Santa Fe al Dr. Regio Martínez.
En el Congreso estaban también todas las ideas políticas viejas unitarias como Zuviría y Del Carril, antiguos federales,
como Leiva, Ferre y Zenteno, hombres de la generación del 37 como Gutiérrez y Zavalía, jóvenes liberales como Gorostiaga,
Seguí y Zapata. Eran una síntesis de la historia nacional.
Disputas por la herencia de Ibarra (Lazcano)
El mismo día del fallecimiento de don Juan Felipe Ibarra fue convocado el pueblo frente a la plaza mayor por el juez
Felipe Santillán para elegir en Asamblea Directa al suceso gubernativo. Tenían como protagonistas a los propios sobrinos del
caudillo, interesados en la gobernación provincial. Reunido el pueblo desde las 15 y pese a las protestas de los efectos del sector
Taboadista, resultó elegido don Mauro Carranza, una afiebrada carrera de nombramientos, ordenes oficiales y festejos tendientes a
consolidar el nuevo gobierno.
Los Taboadas reunían elementos rurales y buena parte de la juventud santiagueña, ansiosa de un cambio que permitiera
respirar nuevos aires políticos, rodeaba a don Manuel Taboada en una fuerza opositora que se organizaba para disputar el poder a
los Carranza. Mauro actuó como ministro y gobernador delegado después de la renuncia de Gondra, tuvo un campo en sociedad
con su tío Ibarra, y se sintió naturalmente obligado a sucederle. Buscó afinidades familiares y convocó la solidaridad política de
los amigos del caudillo ante quienes se presentó como su fiel heredero.
Frente a los Carranza se alzaban con similar prestigio los Taboada. Prometían mayores libertades y una transformación
del viejo sistema exclusivista federal, a tono con algunos antecedentes unitarios de la familia y los cambios que presagiaba el
pronunciamiento de Urquiza contra Rosas. A Ramón Antonino Taboada lo mandaron a estudiar a Buenos Aires, donde se vinculó
con la conspiración unitaria y en 1940 formó parte de las tropas de Juan Lavalle derrotadas en la batalla de Quebracho Herrado.
Una solicitud de Ibarra ante Rosas le salvó la vida, pero no de la prisión. Huyó a Montevideo y Chile retornando a Santiago
alrededor de 1850 con el perdón tolerante de su tío. Manuel Baldomero fue constantemente protegido de Ibarra. Actuaba como
secretario privado, con poder suficiente para mover los hilos epistolares y armar la sucesión oficial.
El Gobierno de Mauro Carranza (Lazcano)
Mauro Carranza, fundado en su condición de albacea (persona encargada de hacer cumplir la última voluntad del difunto
y de custodiar sus bienes hasta que se repartan los herederos) testamentaria, su primera comunicación a los comandantes rurales
englobaba en una misma circular la noticia del fallecimiento de Ibarra, su carácter de albacea, y su elección para sucederle en el
mando, entre protestas de lealtad a la causa federal. Por esta fecha se recibieron en Santiago las copias (después de la muerte de
Ibarra) del pronunciamiento de Ibarra; en medio de la difícil situación que enfrentaba Carranza, todavía inestable en el mando y
sin prestar mucha atención a los sucesos nacionales.
El primer acto importante fue la convocatoria a elecciones legislativas con el objeto de reinstalar la junta de
representantes que ratificaría su mandato como gobernador efectivo. Pero la mayoría de los electos respondían a Taboada y la
configuración parlamentaria sería opositora al gobernador. Entonces, el 25 de septiembre de 1851 decretó la nulidad de dichas
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elecciones. Estos desaciertos exacerbaron los ánimos. Frente a ello, los Taboada ofrecían las alternativas de un cambio. Los
jóvenes de la época, llámense Gorostiaga, Alcorta, Palacio, Lazcano, entre otros (algunos de formación liberal), coincidían en su
aspiración renovadora alrededor de Manuel Taboada, el único en condiciones de encauzarla sin despertar sospechas de antifederal.
Manuel Taboada abandonó la ciudad y llegó a la localidad de Remes. Allí le esperaban algunos partidarios y marchó
luego a Guasayán hasta reunir tropas para marchar sobre la ciudad. El 1 de octubre de 1851 llegaron a los alrededores y pusieron
sitio a la capital. El 4 de octubre el gobernador Carranza y su hermano Ángel, partieron a buscar ayuda en Tucumán, y delegaron
el poder en don Carlos Achával, pero ante la inutilidad de la resistencia llegó a un acuerdo con los sitiadores. Resolvieron el cese
de las hostilidades, la elección del nuevo gobernador provisorio y el olvido de mutuos agravios. El día 5 una entusiasta Asamblea
formada por 158 vecinos, ante el mismo juez Santillán, eligió gobernador a Manuel Taboada y de inmediato tomó posición del
cargo.
La época rosista de Manuel Taboada (Lazcano)
Taboada comunicó a don Juan Manuel de Rosas su ascensión al mando. No olvidó tampoco la adhesión y lealtad al
restaurador, el repudio a las actitudes del loco, traidor y salvaje Urquiza. El 11 de octubre, reunido el pueblo y el ejército en acto
público hicieron el voto solemne de reconocer únicamente a Rosas como jefe supremo de la Nación investido con la suma del
poder, seguida del nombramiento de un representante de la provincia (Eduardo Lahite) ante el gobierno confederado con el objeto
de convertir a Rosas en una suprema autoridad nacional.
Taboada dio posesión a los electos en aquellos comicios anulados por Carranza y constituyó la legislatura con quienes
notoriamente estaban de su lado. Después de 16 años de su extinción, ordenada por el general Ibarra, quedó reinstalado el poder
legislativo santiagueño bajo la presidencia de Pedro José Alcorta y el secretario Damaso Palacio, el 10 de noviembre de 1851.
Taboada fue elegido gobernador en propiedad por un período de 3 años.
En esta carrera interminable de adhesiones rosistas y la legislatura se hizo tiempo para considerar vigente el reglamento
provisorio de 1830 y propiciar el estudio de su reforma. Pero de inmediato aprobó el 1 de diciembre dos proyectos remitidos por
el gobernador. En el primero, declaraba crimen de alta traición a los actos cumplidos por Urquiza, desconociendo su grado militar
y su autoridad gubernativa. El segundo testimoniaba el regocijo oficial ante el retiro de la renuncia del General Rosas que todo el
país y la legislatura bonaerense obtuvieran de éste.
Los Taboada parecían ansiosos por precaverse de las amenazas hostilizantes de Gutiérrez, decidido a restaurar en el
poder a Carranza. Don Antonino tomó entonces la jefatura militar. En el paraje de Tronco Rabon destruyó las montoneras de
Ramón Ibarra y en Gramilla, a las fuerzas de don Pío Achával, con lo cual concluyeron las invasiones auspiciadas por Carranza y
Gutiérrez.
Días después llegó el parte victorioso de Caseros. Urquiza escribió antes a Santiago. Prometía respetar el orden interno de
las provincias y aseguraba que la lucha se dirigía exclusivamente contra Rosas por la organización constitucional. Y Antonino
recién contestará el 18 de febrero de 1852 poniéndose a sus órdenes, una vez conocido el resultado de la batalla de Caseros.
Manuel envió a la legislatura los documentos referidos al triunfo urquicista y reconociendo a Urquiza libertador de la
República. El día 13 de marzo de 1852, por otra ley, se dispuso la confiscación de los bienes del general Ibarra bajo la acusación
de haber administrado los caudales de la provincia arbitrariamente, desatendiendo sus deberes. Lograban anular los efectos del
discutido testamento. En el mismo golpe, liquidaban las funciones de Carranza y cumplían una venganza mitad política, mitad
familiar, congraciándose igualmente con Urquiza. Taboada estuvo en magníficas condiciones para viajar el siguiente mes de mayo
al Acuerdo de San Nicolás. Suscribirlo, hacerlo ratificar y elegir en agosto los diputados al Congreso Constituyente. Los dos
representantes santiagueños fueron el doctor Benjamín Gorostiaga y Benjamín Lavaisse.
Santiago en la Confederación urquicista (Lazcano)
Manuel Taboada necesitaba afianzarse y el único obstáculo era la continua oposición del gobernador de Tucumán
Gutiérrez. Comenzaron a consolidar vínculos con la oposición interna de los liberales tucumanos, aprovechando el viaje de
Gutiérrez al acuerdo de San Nicolás para tramar una revuelta en junio de 1852 y reemplazarlo con el coronel Manuel Alejandro
Espinosa. La caída de Gutiérrez fue oficializada por el tratado de Huacra, el 7 de agosto, suscripto entre Santiago, Tucumán y
Catamarca con promesas de mutuo auxilio destinado a destruir las últimas montoneras opositoras. Gutiérrez logró retomar el
poder al año siguiente y provocar otros dolores de cabeza a los Taboada.
El gobernador mantenía, por ahora, su alienación con Urquiza y denunciaba a la legislatura la sonada que desconocía la
autoridad nacional. En sesión del 20 de octubre se dispuso por ley poner a disposición de Urquiza los recursos de la provincia,
para respetar las resoluciones del Congreso Constituyente, contra la secesión porteña.
Santiago juró la Constitución Nacional el 9 de julio de 1853, aunque el conflicto tucumano- santiagueño subsiguiente
impidió que en ambas provincias se efectuara las elecciones nacionales del 1 de noviembre consagratorias de la primera formular
presidencial en el inicio constitucional argentino. Urquiza no contó con los votos del colegio electoral de Santiago y cuando hubo
de elegirse la representación parlamentaria, Antonino hizo ofrecer a través de su amigo Amancio Alcorta, en Buenos Aires, un
diputado nacional, al general Mitre. Éste no aceptó semejante despropósito y entonces el mismo Taboada propuso que los
diputados y senadores santiagueños se eligieran previa consulta entre Mitre y Paz.
Urquiza contemporizó con los Taboada y les hizo objeto de especiales atenciones. En 1855 fue reconocido don Antonino
en el grado de coronel mayor del ejército y dirigió la expedición al río Salado desde Matará donde recibió medallas y premios del
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gobierno nacional. En 1856, Urquiza también nombró a don Antonino comandante general de fronteras y jefe de las tropas sobre
el Salado.
Todavía estaba en mora la sanción constitucional prescripta por la Carta Magna de 1853 que mandaba en su art. 5° dictar
las constituciones provinciales. La legislatura santiagueña trató de cumplirlo al año siguiente y el objeto se vio demorado hasta
una ley del 4 de junio de 1856 que ordenaba la elección de una convención de diputados constituyentes que debía sesionar en el
mes de julio. En las sesiones preparatorias del 30 de julio se eligió presidente a Juan Francisco Broges (hijo), vice a Manuel
Palacio y secretario al médico Domingo E. Navarro, verdadero artífice del texto santiagueño.
La Constitución de Santiago del Estero establecía la división de poderes. Desempeñaría el ejecutivo un gobernador
elegido por la legislatura como cuerpo elector con mandato de dos años irreelegible. El poder legislativo unicameral se integraría
con representantes departamentales y de la capital, eligió bianualmente. Los miembros del Poder Judicial se desempeñarían el
tiempo a fijarse por una ley orgánica. Y se adopta el régimen municipal de tipo rural a funcionar en cada departamento con
atribuciones educacionales, asistenciales, de policía, salubridad y caminos, elegido por los ciudadanos de cada departamento. Un
total de 58 artículos divididos en 7 capítulos, y una ley de elecciones complementarias donde se declaraba elector a todo
ciudadano argentino mayor de 20 años e inscripto en la guardia nacional, integraba el texto de la primera constitución. Las
autoridades provinciales debían respeto y protección a la religión católica, apostólica, romana.
Aprobado el texto constitucional sin observaciones el 29 de agosto en Paraná, la Constitución fue jurada en la provincia
el 25 de mayo de 1857. Nadie recordaba que Taboada había sido elegido gobernador por un período de tres años en 1851.
Necesitaron transcurrir seis años para que la legislatura eligiera nuevo gobernador y una sucesión pacífica permitiera por primera
vez la transición legal del mando gubernativo en la provincia. Cumplido el mandato constitucional, resultó electo el 23 de
noviembre de 1857 don Juan F. Borges. Fue el primero de ese carácter y asumió el día 26 iniciando así su período legal. La
Legislatura quedó presidida por Gaspar Taboada. De este modo se consolidó un régimen propio del autoritarismo liberal bajo los
más ortodoxos cánones legales, destinado a perdurar hasta 1875, inspirado en la política del mitrismo, que encontró un sólido
puntual en Santiago del Estero.
Imposición de un nuevo régimen (Lazcano)
Mitre resolvió con firmeza llevar adelante su programa. A su juicio, el único objetivo de la guerra fue conseguir la caída
del gobierno federal, el empleo de la violencia era inútil contra aquellos gobiernos que estaban dispuestos a aceptar el cambio
producido. Tampoco adhería a la posición de quienes propugnaban intervenciones federales indiscriminadas, abuso que, a su
juicio había desacreditado al partido federal. Mitre sintetizo su política en los principios de Nacionalidad, Constitución y Libertad.
Precisando su programa respecto al Noroeste, contaba como su base de poder a Santiago del Estero donde estaban los Taboada,
sus principales aliados.
En Catamarca, la renuncia de Molina y al apartamiento de Navarro, quisieron dar cumplimiento a la estrategia pacifista
de los federales. Fue elegido gobernador Francisco Ramón Galíndez, hombre alejado de los partidismos, un término medio entre
liberal y constitucional. Hasta Pavón el liberalismo no había existido en Catamarca como fuerza opositora.
Mitre ratifico su pensamiento acerca de la inutilidad de la violencia. Marcos Paz siguió el camino limítrofe de Santiago y
Catamarca con la intención de coordinar sus operaciones con Taboada. Hubo una conferencia donde se acordó el nombramiento
de Gregorio Moreno y Carmen Gigena para obtener la renuncia de Galíndez. Los informes de estos agentes sirven para conocer el
clima político que se vivía en la Capital. Cuando se publicó el bando que reconocía al comisionado nacional, la tropa dio vivas a
Navarro y a Peñaloza y mueras contra los liberales. Moreno tuvo miedo y esto lo movió a pedir urgente presencia de Marcos Paz
con su columna de 600 hombres.
Restablecida la calma, el 25 de febrero se realizaron las elecciones de gobernador interino que favorecieron a José Luis
Lobo, hambre que gozaba de buena opinión, cuya candidatura había sido aconsejada por Mitre.
Se firmó un tratado por la invasión que había realizado Navarro a Tucumán y Santiago, fue suscripto por Isidoro López
(Catamarca), Agustín de la Vega (Tucumán) y Juan pablo Borges (Santiago), en virtud de cual Catamarca debía devolver el
armamento requisado en Tucumán, reconociendo el derecho de sus vecinos para reclamar ante los tribunales federales contra
Navarro y Molina como responsables de la invasión. Llama la atención que Catamarca haya estado representada por un salteño en
la firma de ese tratado.
Al iniciarse el mes de abril ya funcionaba la nueva legislatura. El cuerpo procedió a elegir senadores nacionales para
permitir la reorganización del gobierno federal.
Cuando estas elecciones se produjeron Marcos Paz se había ausentado, no sin antes intentar un arreglo con Peñaloza cuya
colaboración estimo indispensable a fin de pacificar a Catamarca y demás provincias del Norte.
Peñaloza marcho a Tucumán solicitado por Gutiérrez, quien quería recuperar el gobierno. Los liberales pidieron a Marcos Paz su
urgente intervención.
La batalla del Rio Colorado librada entre las fuerzas de Peñaloza y las milicias de Tucumán del gobernador Campo no
fue decisiva. La infantería tucumana quedo dueña del terreno, pero la caballería fue deshecha en las primeras cargas. Esta
circunstancia permitió al Chacho reorganizar sus efectivos y amargar un ataque a la capital. La amenaza existió durante varios
días, hasta que Peñaloza comprendió que carecía de fuerzas suficientes para tomar el gobierno y además controlar el territorio
provincial.
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Inicio la retira a La Rioja, mientras, su aliado Gutiérrez, acompañado de reducida comitiva, trataba de llegar a Salta para
buscar a protección de su amigo José María Todd. El Chacho no encontró resistencia en ninguna parte y cuando se internó en
Catamarca causo el pánico de los dirigentes liberales.
Levantamiento de La Rioja (Bazán)
La política liberal hallo en la Rioja su más grande tropiezo. Las condiciones políticas y sociales vigentes en La Rioja
hacían difícil que se lograra sin violencia un cambio favorable al liberalismo, ya que este partido constituía una pequeña minoría
formada por la gente ilustrada de la ciudad., mientras que Peñaloza era apoyado por la multitud campesina y un grupo de tenientes
distribuidos en el territorio provincial y en las zonas limítrofes de las vecinas provincias.
El general Paunero trazo desde Córdoba la estrategia de dominación militar, la invasión no solo provenía desde Córdoba.
Desde San Luis se desprendió otra columna. El gobernador, Daract puso 200 hombres al mando del coronel Loyola, sumándose
un avance de la fuerzas de Rivas desde San Juan. Ante esta situación Villafañe se rindió. Pocos días después decreto que La Rioja
reasumía todas sus facultades y que se encontraba en paz con Buenos Aires, desautorizando los procedimientos militares de
Peñaloza en Catamarca y Tucumán.
La invasión en marcha produjo reacciones de elemento federal. El guerrillero Lucas Llanos, con un puñado de hombres,
se pronunció por la resistencia armada, inmovilizo a las fuerza de Loyola, intercepto las comunicaciones con Paunero y tomo
prisionero al Dr. Abel Bazán (ministro general, liberal), una fuerte suma de dinero que este traía paso a manos de Peñaloza,
Paunero ordeno a Rivas que actuara con energía desde San Juan, pero este mando al comandante Aguilar en apoyo a Loyola y al
teniente Sandez hacia Famatina, donde Carlos Ángel se reunía con su gente.
Peñaloza regreso a La Rioja. El gobernador había abandonado la Capital buscando la protección de la fuerza desprendida
por Rivas y dejo como delegado oficial mayor Luis Brac. El caudillo ofreció a Brac su cooperación a contribuir a la defensa de la
provincia y el gobernador delegado ordeno la movilización de todas las fuerzas poniéndolas al mando de Peñaloza. La montonera
se puso en campaña. El 11 de marzo sorprendió a Ambrosio Sandez en Aguada de los Valdeses.
Las bajas montoneras fueron numerosas el triunfo de Rivas alentó a este a movilizarse hacia los llanos, posicionándose
en Olta buscando al chacho. Todo este plan de aniquilamiento se completó con el avance desde Catamarca de Arredondo y envió
una misión diplomática a cargo del vicario José Facundo seguro este entrevisto a Peñaloza en los Llanos, no pudo llegar a un
acuerdo, puntualizando que solo podría entenderse con marcos paz a quien iba a dirigirle un oficio.
Las montoneras de Carlos Ángel y Severo Chumbita controlaban los caminos e interceptaban la correspondencia. El
gobernador Villafañe regreso el 10 de abril y cumpliendo órdenes recibidas convoco a elecciones de diputados nacionales.
A fines de mayo, la capital fue sitiada y atacada por la montonera de Ángel y Puebla. Durante nueve días se prolongó ese
asedio “sitio del 62”. Arredondo, con la colaboración de Tristán Dávila y Manuel Vicente Bustos, organizo trincheras protegiendo
las manzanas que rodeaban a la plaza. Ambos bandos pelearon duramente. Felizmente, la llegada desde Catamarca del mayor
Julio Campos con la compañía de 60 hombres cambio una situación que se hacía insostenible. Valido de su mejor organización,
campos desbarato un ataque llevados por los montoneros, numéricamente superiores. El sitio quedo así levantado con gran alivio
de la población.
Concluida la tregua impuesta por la misión Segura, Rivas fracaso en un intento de envolver a Peñaloza. En el paraje
Casas Viejas derroto al coronel Iseas que quiso interceptarlo al frente de 400 guardias nacionales y quedos sin obstáculos para
avanzar hacia la capital puntana. En pocos días pudo reunir 2000 hombres.
Paunero dio órdenes enérgicas a sus subordinados. Rivas debía marchar hasta Quines en apoyo de Iseas y dejar un
contingente en Catuna para prevenir el regreso de Peñaloza a sus predios llanistas.
El 21 de abril ataco Peñaloza a San Luis poniendo en mayor conflicto a su población y gobierno. Ante la demora de los
auxilios y la carencia de agua, decidieron a gobernador Juan Barbeito a negociar con Peñaloza un tratado. El gobierno puntano se
comprometió a obtener de Mitre una amnistía para el caudillo, sus oficiales y tropas, y se obligó a proveerlo de la reses necesarias
para el consumo y de un auxilio pecuniario para los soldados. Peñaloza cumplió lo pactado pero cuando el caudillo se retiraba
hacia el norte fue atacado por Rivas, quien le deshizo la retaguardia e inicio una persecución. El Chacho pudo refugiarse en los
llanos.
Paunero decide encarar negociaciones buscando una paz honrosa para las armas nacionales enviando a Eusebio Bedoya y
a don Manuel Recalde, viejo amigo de Peñaloza. El 30 de mayo suscribieron un tratado de Paz en la estancia la Banderita. Se
reconocía a Peñaloza el carácter de beligerante y se le conservaba el grado de general de la nación. Por su parte él se comprometía
a obedecer al gobierno de Mitre, a disolver los grupos armados y a ser entrega del armamento a la primera requisitoria.
Paunero y Rivas recibieron con beneplácito de Banderitas, pero Mitre objeto a Paunero que se hubiese consentido la
permanencia de Peñaloza en la Rioja. Al concluir la guerra La Rioja presentaba un estado calamitoso. Las funestas consecuencias
de la guerra afectaban al campo social y económico, con un estado de miseria.
Los primeros gobiernos constitucionales (Lazcano)
El gobierno de don Juan F. Borges se cobijó bajo la protección y los propósitos partidistas de los Taboada. Tuvo
adecuada preocupación por el fomento de la educación pública. Fue creada la Junta Central de Instrucción Pública. Dejó fundada
la Escuela para Niñas 9 de Julio, dirigida por la educacionista Fructuosa López, la cual debía admitir dos niñas de cada
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departamento. Según un informe oficial, existía en la ciudad 4 escuelas de varones con 261 alumnos y 5 de mujeres con 89
asistentes.
Coincidió la actividad educativa con la aparición, el 17 de septiembre de 1859, del primer periódico santiagueño “El
Guardia Nacional”, dirigido por Ezequiel N. Paz. En vísperas de finalizar este período, se efectuaron las lecciones para la
renovación presidencial de 1860. El Colegio Electoral santiagueño presidido por Alejandro Montes otorgó el total de 12 electores
a la fórmula Mariano Fraguerio- Marcos Paz, en otra prueba de la sutil oposición de los Taboada a Urquiza. Ya próximo a cumplir
el gobierno Borges, la legislatura eligió nuevo gobernador al General Antonino Taboada. Hallándose fuera de la provincia el
electo, debió prorrogarse el mandato de Borges hasta el regreso e inmediata renuncia de Taboada. La elección de don Pedro
Ramón Alcorta el 19 de diciembre de 1859, puso término a los interinatos.
Alcorta tomó en serio su gobernación. Actuó o pretendió hacerlo independientemente de los Taboada. Los legisladores
taboadistas destituyeron al gobernador Alcorta, quien terminó buscando protección en Tucumán. La crisis institucional obligó al
presidente Derqui a decretar la intervención federal a Santiago el 30 de octubre de 1860. El gobernador de Tucumán Dr.
Salustiano Zavalía tuvo a su cargo esta primera intervención destinada al restablecimiento de las autoridades destituidas. Alcorta
no aceptó reintegrarse, temeroso de la venganza taboadista y sin solucionar el problema renunció el interventor Zavalía. La
legislatura renovada y dominada por los Taboada eligió gobernador el 24 de enero de 1861 a don Pedro Gallo provocando la
airada reacción de Alcorta quien entrevistó al presidente Derqui en Córdoba y demandó mayor auxilio militar. Esta confusa crisis
llevó al vicepresidente Pedernera a decretar el 6 de julio una nueva intervención y encomendar al coronel Octaviano Navarro la
reposición armada de Alcorta.
Navarro invadió la provincia desde Catamarca, donde le sorprendieron las noticias del triunfo mitrista en Pavón el 17 de
septiembre. Antonino Taboada, envalentonado por la derrota federal, persiguió a las fuerzas nacionales derrotándolas en el Seibal.
Manuel Taboada resultaba elegido gobernador de la provincia por segunda vez y asumía el mando el 8 de junio de 1862. La
Legislatura taboadista sancionó el 12 de enero una ley que disponía reasumir la soberanía provincial ante la caducidad del
gobierno nacional. Debian retirarse los senadores y diputados del Congreso de Paraná y se delegaba en el gobernador de Buenos
Aires, Mitre, la facultad de convocar un nuevo congreso y los atributos correspondientes al poder ejecutivo nacional.
El General Taboada se ocupó de reprimir los alzamientos de Chacho Peñaloza en el noroeste, asolado por las invasiones
militares de Sarmiento, Paunero, Rivas y Sandes, enviadas desde Buenos Aires. Taboada obtuvo el triunfo en Mal Paso contra el
gobernador chachista el 3 de mayo gracias al cual tomó la capital riojana. Mitre designó jefe del Ejército de Norte al general
Anselmo Rojo, su profesional de mayor confianza. Reconocido en el Mando por Antonino, los Taboada se retiraron de la campaña
contra Peñaloza, circunstancia que les salvó de participar en la ignominia del crimen implacable.
Los Taboada procuraron varias medidas destinadas a lograr numerosas inversiones de capital extranjero en beneficio del
progreso popular. La canalización y navegación de los ríos santiagueños y el impulso a la agricultura.
Habían transcurrido ya los 6 años mínimos que la Constitución de 1856 establecía necesarios como impedimentos de su
reforma, y el gobernador Taboada se propuso impulsar la primera modificación del texto legal. La Legislatura sancionó sin
objeciones el 29 de enero de 1864, la ley respectiva, y a partir del 13 de febrero, sesionó en convención presidida por Juan F.
Borges. Esta reforma mantuvo la configuración del Poder Legislativo ampliada con las atribuciones de una comisión permanente
que actuaba durante el receso, como tribunal de juicio político. Aumentó el período gubernativo a tres años y creó una cámara de
Justicia convertida en autoridad superior del Poder Judiacial.
Finalmente, terminó don Manuel Taboada su segundo mandato. La Legislatura presidida por Gaspar Taboada eligió
sucesor a don Absalón Ibarra quien asumió el 18 de junio de 1864. Don Manuel pasó a desempeñarse como ministro porque
siempre fue remiso a salir de la provincia.
El gobernador Absalón Ibarra y la guerra al Paraguay (Lazcano)
El nuevo gobierno daba la impresión de constituirse mediante un trueque repetido de cargos, Ibarra dejó el ministerio de
su primo y pasó a la gobernación. Taboada dejó la gobernación y se convirtió en ministro de su primo. Esta fue la modalidad
predominante del reiterado intercambio de puestos durante el tiempo de los Taboada.
Una nueva conmoción traerá problemas, críticas y dolores de cabeza a los Taboada: la guerra contra el Paraguay. En
1865, Mitre solicitó reiteradamente la contribución santiagueña. Solicitó a Taboada una división más destinada a la caballería. Al
mes siguiente, desde Concordia, el presidente solicitaba el urgente envío de los batallones santiagueños y tucumanos puestos bajo
mando del general Taboada, y estos iniciaron la marcha en agosto rumbo a Santa Fe por el Paso del Tío. Ibarra prometía ante
Mitre que Santiago mandaría unos centenares más de sus hijos para lavar la ofrenda de Basualdo, lugar de la concentración
entrerriana sublevada en favor de Paraguay. El orden instaurado por los vencedores de Pavón sufrió entonces los primeros y
mayores reveses por la guerra impopular. Urquiza no pudo dominar esas rebeldías y sus reclutas se desbandaron en Toledo y
Basualdo. Deserciones masivas afectaron los contingentes Cuyanos, Riojanos, Cordobeses y Santafesinos. Los Taboada, no
obstante, sus bases populares, sufrirán también la más fuerte desautorización a su liderazgo con la sublevación incontenida.
Los dos batallones santiagueños de 800 plazas y el tucumano acampados en el Fortín La Viuda con don Antonino, se
diezmaron en la madrugada del 9 de septiembre de 1865, al darse la orden de ensillar para la marcha, y el grito de “vamos
vendidos compañeros” los soldados abandonaron el fuerte y ganaron los campos en procura de la frontera cordobesa. La rebelión
fue sofocada y allí comenzó una inclemente represión.
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El vicepresidente Paz consideró conveniente suspender nuevos reclutamientos en atención a la sequía padecida en la
provincia, liberándose a los estoicos santiagueños de participar en las horrendas matanzas de los esteros paraguayos.
El canciller Rufino de Elizalde volvió a solicitar el urgente envío de 500 hombres que debía traer el general Taboada hata
Rosario para ser armados y uniformados allí. Las gentes sin discernimientos volverían a las revueltas con tal de no ser sacados de
sus hogares. Estas rebeliones tomaron forma orgánica en Cuyo y el Noroeste. Fue su punto inicial la revolución de los colorados
en Mendoza el 9 de noviembre de 1866, extendida luego a San Juan, San Luis y La Rioja por la acción de Juan Saá, Juan de Dios
Videla y el coronel Felipe Varela, ha llegado desde Chile para acaudillar el movimiento, inspirado en un gran programa de
reconstrucción política y económica federal cuyas bases difunde en un manifiesto que reafirma sus luchas e favor de la Unión
Americana. Esta verdadera y compleja guerra interior se extendió luego a Catamarca y conquistó simpatías cordobesas. Mitre
debió dejar el mando del ejército aliado en febrero de 1867 y bajar hasta Rosario con más de 3000 hombres decidido a enfrentar la
sublevación.
Antonino es designado inspector de armas en La Rioja y Santiago, e Ibarra debe movilizar la guardia nacional en la
provincia. Los gobernadores de Santiago y Tucumán, Absalón Ibarra y Wenceslao Posse conferenciaron el 23 de enero en
Pozuelos para proveer a la defensa de Catamarca y La Rioja acordaron reclutar 3000 hombres de infantería y caballería. El general
Taboada debía comandar las fuerzas unificadas y de ahí la sorpresa de Ibarra cuando el ministro del Interior le informó a
designación del general Rojo.
Rojo era el hombre más próximo al mitrismo; su nombramiento no cayó bien. La rectificación vino a través de la
aprobación del pacto de Posuelos. Rojo conservaba la jefatura del ejército, esa jefatura se encomendó a los Taboadas y, al
aprobarse dicho documento, aceptaban también sus resoluciones. Rojo marchó a Catamarca en espera de Taboada, y
diplomáticamente se enfermó a tiempo para no participar en la campaña ulterior. Taboada recién en marzo logró reunirse con
todos los hombres del ejército y desde Catamarca marchar sobre La Rioja en espera de Felipe Varela.
La Batalla de Pozo de Vargas (Lazcano)
Aquel encuentro tuvo lugar en La Rioja donde Taboada se había fortificado adueñándose del pozo de agua que constituía
la única fuente del vital elemento, cuyo propietario, un señor Vargas, lo utilizaba para la fabricación de Adobes. Aprovechada por
el mitrismo probrasilero y centralista que ingeniosamente logró enfrentar a provincianos de ambos bandos: santiagueños,
tucumanos, catamarqueños, riojanos y cuyanos, pelearon como bravos en la estéril contienda. Plena de equívocos fue así mismo la
campaña de Felipe Varela. Estableció su cuartel general en Chilecito, encontrándose con las represas vacías, agobiado por el calor
e ignorante de la derrota del general Juan Saá. Su destrucción en San Ignacio por el coronel José Miguel Arredondo, el 1 de abril,
significara la pérdida de Cuyo y el aislamiento de Varela sin auxilios ni contactos en la región.
El Ejército del Norte sumaba 2000 soldados entre caballería e infantería. La primera estuvo comandada por el mayor
Pablo Irrazábal, intensamente odiado en las provincias por la ferocidad con que participó en el asesinato del general Chacho
Peñaloza. El ala izquierda fue puesta bajo el mando de Antonino Taboada, designado jefe del Estado Mayor, y el ala derecha del
ex ministro y abogado santiagueño Amancio González Duran. Dio comienzo la batalla. Varela acababa de ver morir de sed a su
lado tres soldados, cuando mandó romper el fuego y uno de sus dos cañoncitos bocones disparó el primer cañonazo de la jornada.
Taboada terminaba de rechazar el último de varios parlamentos regociadores ofrecidos por sus adversarios y debió soportar a pie
firme las cargas de la caballería de Sebastián Elizondo que rompió todas las defensas hasta arrasar con parque, tropas y
documentos del Estado Mayor. Después de tres horas de larga y dura batalla, Taboada quedó dueño del campo pero sin caballería,
e impedido de perseguir a Varela, el cual se retiraba hacia Mesillas.
Finalizada la campaña en La Rioja, y pacificada por el ejército taboadista con la elección gubernativa de don Cesáreo
Dávila, Mitre designará al General Antonino Taboada interventor federal en Catamarca. Desde Santiago también le reclamaban,
pues finalizado el período de Absalón Ibarra, la legislatura lo eligió gobernador el 8 de mayo de 1867 y fue encargado del mando
provisorio su hermano Gaspar. El 23 de octubre don Antonino hizo efectiva su renuncia definitiva, y el 20 de noviembre resultó
electo en su reemplazo Manuel Taboada.
Se dio protección e impulso al periodismo local. Se sancionaron leyes jubilatorias y organizativas del poder judicial en
1864, reorganizándose al año siguiente la Junta Central de Instrucción Pública presidida por el presbítero Sebastián Jesús
Gorostiaga. La provincia comenzó a recibir subvenciones nacionales destinadas a fomentar la educación pública, aplicadas al
sostenimiento de 22 escuelas fiscles registradas en el territorio santiagueño. El Cabildo, que sería la nueva casa de gobierno,
constituyó una magnífica obra pública, de dos plantas, que inauguró en 1868 don Manuel Taboada. Mucho del Santiago moderno
se le debe a don Absalón Ibarra quien quiso completar su progreso edilicio con la nueva Iglesia matriz destinada a redondear los
contornos de la plaza central, y cuya fábrica comenzó Taboada en 1868.
Santiago frente a la sucesión presidencial (Lazcano)
La renovación presidencial de 1866 puso a prueba el prestigio de los Taboada y la significación política santiagueña en el
escenario nacional. Su vinculación con Mitre se mantuvo inalterable pues pensaban que el enfrentamiento sería De Elizalde y
Urquiza, sin darle chance a la candidatura de Sarmiento. Rodo resultó en vano. Ni el poder oficial de Mitre, ni el prestigio y
maniobras de los Taboada pudieron superar la impopularidad de De Elizalde, y el círculo se fue cerrando contra los caudillos
santiagueños que por primera vez en mucho tiempo erraron la partida. Solamente les quedó el protectorado sobre Tucumán, donde
una revuelta taboadista llevó al gobierno a don Octavio Luna, oficial de confianza en Pozo de Vargas, y una reducida parcialidad
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amiga de Catamarca. La Rioja estaba perdida por intromisión del coronel José Miguel Arredondo, decidido en favor de Sarmiento.
Sus choques con el general Taboada terminaron en un largo pleito de acusaciones mutuas sobre la actuación de ambos en territorio
riojano. En 1868 jugaron la partida en forma total.
Los comicios de electores presidenciales tuvieron lugar el 12 de abril: la reunión del Colegio el 12 de junio. Domingo
Faustino Sarmiento obtuvo 79 votos para presidente de la República, Urquiza 28, De Elizalde 22. Sólo votaron por el candidato de
Mitre los electores de Santiago, Tucumán, Catamarca. Sarmiento no olvidó nunca que estos resultados se debieron a la influencia
taboadista. Sin embargo, el gobernador santiagueño intentó un acercamiento al presidente. El 27 de noviembre le escribe y
previene los peligros de una nueva invasión varelista desde la frontera boliviana. Sarmiento, prometido en su respuesta de
abstención del gobierno nacional en política provinciana, aunque enviara al joven oficial Julio A. Roca a Salta. Taboada
denunciaba la conducta de Roca en su tránsito por Santiago, reunido con opositores antitaboadistas para anunciar inminentes
cambios políticos.
Taboada sospechaba del plan presidencial contra las situaciones norteñas pues la conducta del coronel Ribas,
reemplazante de Roca, despertó recelos en Tucumán y Catamarca. En mayo de 1869 llegó a Santiago don Regulo Martínez,
enviado con el pretexto de traer dinero para pagar tropas fronterizas. Taboada le confió ácidas críticas contra Sarmiento y los
disensos volvieron a tomar estado público.
Aún en medio de sus excesos Sarmiento debe respetar a Taboada. Eran verdaderas protestas contra Roca pues entregó
armas a los opositores del régimen. Pero el complot fue descubierto en los últimos días de 1869, fueron llevados ante la Justicia
los hermanos Jaime y Pedro Vieyra, Conrado Alcorta, Gregorio Santillán, y los jóvenes Jesús Fernández y Absalón Rojas entre
otros cómplices, y muchos huyeron de Santiago. No podía ignorarse los ataques de la prensa oficialista porteña contra los
Taboada, y al mismo Sarmiento se le adjudicaron muchos de sus artículos.
Los términos presidenciales recorrerían el país y nutrirán el arsenal contra Taboada, a quien acusa de gobernador
perpetuo de Santiago y llama con befa, Presidente del Norte. La habilidad del ministro Vélez Sarfield hizo entrar en razón al
mandatario. Era peligroso e inútil crear un conflicto provincial pues los Taboada coacervaban su prestigio. Además, el ministro de
Hacienda José Benjamín Gorostiaga, pariente de los Taboada, influyó también dentro del gabinete para calmar los ánimos.
Sarmiento debió limitarse a ejercitar venganza aislando a Santiago de sus cambios civilizadores. En 1869 mandó realizar los
estudios y el trazado ferroviario entre Córdoba y Tucumán. La construcción del ferrocarril Central Norte, buscaba conectar las
provincias del Norte con el centro y el Litoral argentino. Resuelto técnicamente el itinerario seguido, el presidente lo modificó
desviándolo en una recta por las salinas cordobesas. Apenas si contemplaba su paso en territorio santiagueño de Quilino a Frías,
límite oeste de Santiago y Catamarca. La capital más antigua del país quedó marginada del trazado férreo orientado por el propio
Estado argentino.
En lo personal, Sarmiento separó al General Antonino Taboada de la comandancia de Fronteras, al nombrar nuevo
comandante en jefe, el 13 de febrero de 1870, al coronel Manuel Obligado. Fue otro acto mezquino que permitió el deterioro y
abandono de los fortines defensivos, la desprotección fronteriza, pérdida de haciendas tierras labradas, con graves consecuencias
para la campaña santiagueña, norte santafesino y Córdoba. El primer Censo Nacional efectuado en 1869, dio a Santiago una
población de 132898 habitantes y 7775 a su capital. Ocupa el cuarto puesto de la demografía argentina después de Buenos Aires,
Córdoba y Entre Ríos.
El fin de una dinastía (Lazcano)
Ávidos de incorporarse al progreso nacional, los Taboada suscribieron a la provincia con acciones en empresas
ferroviarias. La Legislatura autorizó 500 acciones con la empresa constructora del ferrocarril Gran Chaco en 1870. El 25 de julio
se firmó contrato con esta empresa para el tendido de un ramal entre Santiago y la Esperanza (Santa Fe), y al mes siguiente la
provincia otorgó concesión a otro emprendimiento ferroviario que, por la costa del Paraná, unirá Santiago con Goya (Corrientes).
Durante su mandato, Don Manuel Taboada inauguró el canal de Loreto entre el Río Dulce y el Río Manso, se dieron
concesiones para cultivar el nopal y la elaboración de cochinilla, para establecer un molino a vapor, y una línea telegráfica
Santiago-Catamarca. La provincia participó en la exposición Nacional de Córdoba con sus productos típicos y el 1 de diciembre
de 1870 terminó lo que sería el último período gubernativo de Manuel Taboada. Pacíficamente transmitió los atributos del mando
a su ex ministro Alejandro Montes.
Montes aprovechó la primera ocasión y viajó a Córdoba en procura de otros aires e incurrió en las sospechas oficialistas.
Una manifestación celebrada el 21 de junio de 1871 marcó la ruptura abrupta al encabezar el mandatario los vivas a la libertad
efectuados ante la columna de la plaza santiagueña. Sus amigos solicitaron prontamente cesantías administrativas y requirieron
nuevas lealtades políticas. El 23 de junio, Montes abandonó la ciudad y la Legislatura le destituyó mediante juicio político.
Montes intentó convocar la solidaridad de los gobiernos provinciales, la intervención de Sarmiento y el apoyo del
ministro del Interior, a quienes hizo saber que los caudillos Taboada le habían derrocado. El 14 de julio, Sarmiento contestó
acongojado porque la existencia del Congreso le impedía intervenir Santiago.
La Legislatura ya había elegido gobernador el 26 de junio a don Juan Frías. Asumió el día 27 decidido a completar el
período local. El 7 de septiembre dejaba de existir don Manuel Taboada (después de un violento ataque de neumonía). Así terminó
la figura más representativa de aquella dinastía familiar. Privado ahora de su mejor cabeza política, el sistema taboadista siguió
funcionando con bastante inseguridad. Don Antonino, siempre en sus estancias, velaba las armas como comandante general de las
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milicias provinciales, y Gaspar veía acrecentar sus negocios, gozoso de la paz lugareña. Absalón Ibarra dejaba la senaduría
nacional y volvía al ministerio de gobierno en 1872 para suceder a Luciano Gorostiaga. Terminado el período constitucional de
Frías, la Legislatura eligió gobernador por segunda vez al mismo Ibarra, y este asumió el mando el 1 de diciembre de 1873.
Frías fue recompensado con la consabida banca del senado, que ocupó de 1874 a 1883, a su paso por el gobierno dejó
concretadas la inauguración del telégrafo nacional y se creó la Escuela Superior de Niñas 9 de Julio. Una ley provincial dispuso la
formación de distritos escolares en cada departamento encargado de vigilar y hacer cumplir las normas referidas a la instrucción
pública. Ibarra sucedió a Frías en mandato acortado por los acontecimientos nacionales conmovidos ante la sublevación mitrista,
sus acciones militares y el triunfo presidencial de Nicolás Avellaneda. En su breve gobierno promovió reparaciones de los templos
de la Merced y Santo Domingo, la construcción de un Hospital y asilo de mendigos, la instalación de sucursales de los Banco
Nacional e Hipotecario, el embellecimiento de la plaza principal, y el trazado de nuevos pueblos en la campaña delineados por el
ingeniero Alberto Monnier. Los correos nacionales vincularon la capital interior con un sistema regular y eficiente de
comunicaciones.
Caída del Taboadismo y persecución oficial (Lazcano)
Los acontecimientos nacionales precipitaron la caída del taboadismo y su sistema político. Acusado de perpetuo
nepotismo, mantenía la adhesión de las masas santiagueñas para quienes las amenazas a la libertad, la represión opositora y la
persecución del adversario no eran acusaciones válidas. Absalón Ibarra debió afrontar la ardua lucha de la renovación presidencial
requerida por Mitre o las posibilidades de acercarse al oficialismo, ahora que Sarmiento buscaba adhesiones y quería imponer su
sucesor.
Necesitado del voto taboadista, el mitrismo buscó a través del ex gobernador correntino Santiago Baibiene la adhesión
del general Antonino Taboada. Sorpresivamente respondió este en marzo de 1874 declarándose prescindente en la lucha electoral.
No obstante, esa actitud pública, el gobernador Ibarra hizo votar a los electoral santiagueños por la fórmula Mitre-
Torrent que alcanzó 79 votos de Santiago, Buenos Aires y San Juan, frente a los 145 que Avellaneda- Acosta lograron en las
provincias restantes. Estos resultados no serían reconocidos por el mitrismo, lanzado a la conspiración revolucionaria estallada el
24 de septiembre. Las fuerzas de Arredondo en Cuyo, de Mitre y Rivas en la provincia de Buenos Aires, esperaron entonces el
refuerzo de los santiagueños para caer sobre Córdoba, aunque Ibarra y don Antonino desmintieron ofrecimiento alguno. El
gobierno santiagueño se llamó a silencio.
Quizás Ibarra pensó en otra hábil evolución hacia el presidencialismo. Pero Ibarra debió renunciar como mal menor el 31
de diciembre. La Legislatura eligió gobernador ese mismo día al doctor Octavio Gondra, amigo de los Taboada y también de
Avellaneda. Gondra nombró sucesivamente ministros a don Martín Ruíz Moreno y después a don Lisandro Santa Ana, don Rafael
de la Plaza y don Gregorio Santillán en el último intento de congraciarse con la oposición. El día de su designación Santillán fue
elegido gobernador en reemplazo de Gondra.
El gobierno santiagueño ya había nombrado al comandante Félix Cordero comisario general encargado de asegurar la
libertad comisional, pero todo resultó en vano. Avellaneda y Alsina, sin decreto legal ni sanción legislativa, resolvieron una
intervención militar a la provincia, atentatoria de sus derechos autonómicos. Ello ocurrió el 28 de marzo de 1875 fecha consagrada
por sus enemigos como del derrocamiento definitivo de los Taboada, y elevada a categoría histórica al bautizar con misma un
departamento de la provincia.
Las fuerzas militares ejercieron una cruel represión contra el Taboadismo. El general Antonino Taboada debió fugar por
los montes de Salta, y austeramente empobrecido, fijó residencia en Tucumán donde murió en 1883. Su hermano Gaspar buscó
refugio en Catamarca para huir de las partidas asesinas que invadieron sus propiedades, arrearon haciendas y los cueros de sus
barracas. Murió en 1890. El ex gobernador Ibarra permaneció detenido en el Batallón 9 e insolentemente vejado, abandonó la
provincia para siempre. Acosado por las deudas y por la crisis del 90, se suicidó.
Las tropas tomaron como cuartel la casa de los Taboada frente a la plaza y un nuevo elenco formado en gran medida por
los jóvenes emigrados comenzó a ocupar cargos públicos: ministro el doctor José Baltasar Olaechea, y Pablo Lazcano, presidente
de la Cámara de Justicia Manuel Cornet, fiscal del Estado Juan Francisco Iromain. Entre los diputados e influyentes figuras como
Absalón Rojas, Francisco Olivera, Damaso Palacio, etc., integraban una nueva generación liberal, de corte pragmático y
positivista cuyo signo político coincidirá después con el roquismo, aunque también sufrirá divisiones, construcciones y enmiendas
al paso del tiempo.
Proto-Estado: al indagar sobre la conformación del Estado santiagueño “como un aspecto constitutivo del proceso de
construcción social, al decir de Oszlak, emerge una etapa previa q la que denomino el Proto-Estado taboadista. Indudablemente,
no se puede llamar Estado provincial al frágil sistema que se fue conformando en un periodo de reacomodamiento a un nuevo
orden (matizado con guerras civiles), en donde faltaba todo por hacerse, en el que imperaba el desorden.
Arnaud (desde una perspectiva marxista) sostiene que el Estado recién se forma cuando se integra económicamente en el
mercado mundial y se introducen las relaciones capitalistas de producción. Desde esta perspectiva, teniendo en cuenta esta
premisa, no se puede considerar a las instituciones gestadas durante el taboadismo como pertenecientes propiamente a un Estado.
La formación del Estado supone la conformación de instancias políticas que articulen la dominación en la sociedad y la creación
de instituciones independientes que materialicen su ejercicio. Durante la dominación taboadista todavía no se había logrado
consolidar totalmente la ruptura con el sistema institucional existente, en el que perduraban instituciones y prácticas del antiguo
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régimen y del caudillismo ibarrista, favorecidos por la precariedad institucional, el aislamiento, los insuficientes recursos
económicos, la escasa y dispersa población, la falta de unidad idiomática y monetaria y, especialmente, por la pervivencia de
antiguos modos de producción pre-capitalistas. La continuidad de formas caudillistas y el sistema de patronazgo, puesto de
manifiesto en las prácticas políticas, reforzaban las condiciones preexistentes.

Nuevos estudios de la historia de Santiago del Estero (Carrizo, Julio)


Las finanzas en la etapa taboadista se identifican dos períodos entre los años 1858 y 1875. El primer período
comprendido entre los años 1858 y 1864, preveía un elevado desequilibrio presupuestario ya que los ingresos eran
sustancialmente inferiores a los gastos, en el segundo período entre 1858 y 1875 se estima un equilibrio presupuestario. Un tercer
período, se identifica entre los años 1851 (desde el momento en que los Taboada asumen el poder de la provincia) y 1857
(comienza a aplicarse un nuevo esquema impositivo por los cambios generados por la Constitución Nacional de 1853).
A la muerte de Juan Felipe Ibarra, la familia Taboada se hizo cargo de la gobernación de la provincia, si bien hubo
gobernadores con otros apellidos, o estaban emparentados con las familias dominantes o respondían a su influencia; sin este
último requisito no podían permanecer en el poder, la etapa comprendida entre el ascenso al gobierno por parte de Manuel
Taboada (1851) y la intervención militar que los desalojó del poder (1875) puede ser denominada como la etapa de la hegemonía
taboadista.
Dice Tenti, quienes gobernaron la provincia era un grupo familiar en cuya cabeza se encontraba Manuel Taboada (el
político) acompañado de sus hermanos Antonino (el militar) y Gaspar (el financista) junto a sus otros parientes, Juan Francisco
Borges, y Absalón Ibarra, entre ellos alternaban el poder en los cargos de gobernador, ministro, diputados (nacionales y
provinciales) y la jefatura militar.
Manuel Taboada se hizo cargo del gobierno el 5 de octubre de 1851, luego de derrotar a las milicias de Mauro Carranza,
después de la muerte de Juan Felipe Ibarra. Hasta 1853 se mantuvo el mismo esquema impositivo de la etapa ibarrista, basado en
la percepción de tributos indirectos aplicados al comercio, aunque con una caída importante en la recaudación de los ingresos
ordinarios (efectos ultramar, derecho de tránsito, papel sellado, venta de tierras públicas, etc.) La importancia de los impuestos
indirectos aplicados al comercio durante la época de Ibarra, donde tres tributos, efectos de ultramar, frutos del país y derecho de
tránsito, concentraban más del 77% de la recaudación total.
Según Silvia Palomeque, los diversos impuestos al comercio fijaban tasas a la exportación de productos santiagueños
como trigo, maíz, cueros, suelas, maderas, ponchos, grana, cera, mulas, caballos y yeguas con destino a Salta, Tucumán, Córdoba
y Bs. As.; a su vez, desde Santiago se importaba alumbre, aguardiente, vinos y pasas desde San Juan y La Rioja; tabaco, azúcar,
suelas, ajíes, pasas, vinos y áperos desde Tucumán y Catamarca, y efectos de ultramar desde Bs. As. En la percepción del derecho
al tránsito de carretas era importante la recaudación que se lograba por el tráfico comercial entre Tucumán y Bs. As.
En cuanto al gasto público en 1852 y 1853, hubo un claro predominio del gasto militar. Estos primeros años del gobierno
de Manuel Taboada, las erogaciones en el área militar y en gobierno representaron entre el 60 y 80% del gasto total. Al entrar en
vigencia la Constitución Nacional de 1853 se modificó el sistema impositivo vigente en las provincias y en la Nación. Con la
libertad de circulación y libre tránsito interior, quedaban abolidas y prohibidas las aduanas de provincia.
La Constitución santiagueña de 1856, en su artículo 17 otorgó a la Sala de Representantes las siguientes atribuciones
fiscales: imponer contribuciones directas, indirectas, y extraordinarias, siempre que el bien de la provincia lo exija. Dar o negar su
aprobación a los contratos o empréstitos que afectan al Tesoro Provincial, y autorizar al Ejecutivo para la compra de objetos de
utilidad pública. Disponer y reglamentar la venta de tierras de propiedad pública. Crear o suprimir empleos o arbitrar medios para
la creación y fomento de escuelas, hospitales y otros establecimientos de utilidad pública. Sancionar el presupuesto de gastos de la
administración y aprobar o desechar las cuentas del año económico anterior. Por el artículo 29 se concedía al Poder Ejecutivo
atribuciones de índole fiscal; es el administrador de las rentas públicas, siendo el responsable ante la Sala de Representantes de su
inversión. Presenta todos los años a este cuerpo a más tardar ocho días después de abierta sus sesiones, el presupuesto de gastos y
la cuenta de inversión de fondos del año económico anterior.
Las transformaciones impulsadas desde el Gobierno Nacional afectaron al Estado santiagueño, en 1854 ya no se continúa
cobrando la alcabala a los efectos de ultramar, la alcabala a los frutos del país y el derecho de tránsito, obedeciendo a las
disposiciones constitucionales.
Cobraron importancia como fuentes de recursos los ingresos extraordinarios: empréstitos voluntarios y forzosos, venta de
tierras fiscales y el dinero remitido por el Gobierno de la Confederación, que se había comprometido a financiar el déficit que
generaría en las provincias el nuevo sistema tributario establecido por la Constitución Nacional. Esos ingresos extraordinarios
cubrieron el 51% del gasto total en 1854, y entre 1856 y 1859 representaron el 80% de la recaudación total del período. Los
tributos directos de patentes y contribución directa, apenas recaudaron el 8,6% de los ingresos totales de 1859. Como los recursos
totales no alcanzaban a cubrir los gastos aprobados, se fue acumulando la deuda pública provincial.
La estructura burocrática del Estado santiagueño para recaudar tributos era mínima. En primer lugar, se encontraba el
Tesoro General, funcionario a sueldo del gobierno, luego una comisión de Hacienda, integrada por el tesorero general, el juez de
Alzada y el Fiscal de Estado.
Manuel Taboada en 1869 dispuso la creación del cargo de Inspector de Rentas para mejorar el control sobre los
receptores de rentas. Los otros impuestos directos fueron el de patentes y el de sellos. El de patentes fue sancionado en 1857; se
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cobraba a todo individuo que ejerciera en la provincia un ramo de comercio, arte, industria o profesión. En cuanto al impuesto
sobre el papel sellado, fue sancionado en 1859 y se aplicaba a todo documento que contenga obligación, promesa o acto de
cualquier naturaleza que se refiera a dinero, a cosas apreciables en dinero o que importe un interés o un derecho; este también se
abonaba en función de la cantidad de dinero implicada. En todo el territorio de la provincia, debía usarse el papel sellado de cinco
clases y según una escala cuyo valor variaba con el monto que se estipulaba en el documento. Otros ingresos importantes en 1863,
eran los aportes del Tesoro Nacional, cuyos valores oscilaron entre el 20 y 35% de los ingresos desde 1865 hasta 1875 y la venta
de tierras públicas que ascendía a más del 50% de la recaudación efectiva, por lo que fue el ingreso principal de la etapa
taboadista.
El Estado santiagueño realizó modificaciones en la legislación tributaria y en la organización burocrática para hacer más
eficiente la recaudación. Los impuestos municipales se aplicaban a carretas, venta de cueros, derechos de pontazgo, de piso, de
degolladura, compraventa de ganado, de uso del agua de las acequias, de alumbrado, corrales públicos, a los animales de carga, de
barracaje, al consumo de bebidas espirituosas.
Los resultados fiscales durante la etapa taboadista: fue Manuel Taboada quien hizo sancionar la Constitución santiagueña
de 1856, donde se estableció la obligación de que el Poder Ejecutivo hiciera aprobar anualmente los presupuestos de la
administración provincial. La evolución de los ingresos, de los egresos, y los saldos, durante la etapa de 1858-1875. Se puede
identificar dos períodos: el primero se extiende desde 1858 hasta 1864; y el segundo desde 1865 hasta 1875, la principal
diferencia es la magnitud del déficit fiscal. En el primer período, los ingresos apenas alcanzaban a cubrir el 36 y 64% de los
gastos, mientras que para el segundo se estimaba en los presupuestos que los ingresos cubrirían entre el 95 y 100% de los egresos
anuales.
Sobre la deuda pública, a principios de 1859 el Estado tenía una deuda de $69223 plata bolivianos, correspondientes al
período de 1851-1858. El gobierno de Borges redujo este monto a $41000 mediante la cancelación de deuda por $29879 de la
venta de tierras fiscales. Responsabilizó a la Nación por $12977 de la deuda por gastos militares e incrementó en $8537 la deuda
por no abonar todos los sueldos a los empleados del Estado. Para saldar la deuda el gobernador Borges emitió billetes de Tesorería
por $45000 que podrían ser utilizados para pagar impuestos y para comparar tierras fiscales, y que rendirían un interés anual del
6%. El gobernador Luis Farías pudo decir en 1873 que la provincia es la primera en la República que da el ejemplo de tomar sobre
sí y pagar, incluso los intereses, las deudas de la época de la guerra civil. En 1873 se contrajo un crédito de $120000 con el
gobierno Nacional, para construir obras de defensa que protegían a la ciudad capital de las inundaciones del Río Dulce. Se hace
presente la venta de tierras públicas para acceder al endeudamiento y para cumplir con las obligaciones que la misma imponía.
Los Taboada en el Poder o el Poder de los Taboada (Tenti, María Mercedes)
La muerte de Ibarra en 1851 y las disputas entre sus parientes, su sobrino Mauro Carranza y los hermanos Taboada por la
sucesión de poder terminó con la derrota del primero y el triunfo absoluto de los segundos que les permitió controlar la provincia
por más de dos décadas. El clan Taboada estaba fuertemente consolidado y distribuidas las funciones entre sus integrantes.
Manuel el político, había aprendido el manejo de la cosa pública al lado de Juan Felipe; Antonino el militar; y Gaspar el
financista, manejaba el patrimonio familiar con habilidad poco común para la época, en una provincia como Santiago del Estero,
sujeta todavía a una economía tradicional, ganadera y comercial.
Con los Taboada encontramos al nuevo orden liberal, comenzado a delinear a partir de la sanción de la Constitución de
1853 y afianzado con el triunfo de Mitre en Pavón en 1861. Antonino se transformó en el brazo armado del mitrismo en el norte.
Tanto Manuel como Antonino ambos representaban sus intereses propios y los de la familia, que hacían coincidir con los de la
provincia, manejada por ellos, sus amigos y parientes, dominaba la hegemonía militar. El fenómeno del caudillismo va de la mano
del clientelismo y de las relaciones familiares. En el caso de los Taboada, la red familiar jugó un rol importante ya que muestra
conexiones que permiten interpretar los juegos de alianzas y de poder que se dieron a lo largo de la dominación taboadista. El tipo
de organización respondería a lo que se denomina Familia Patriarcal en la que la cabeza familiar sería Manuel Taboada.
Santiago del Estero a comienzos de la segunda mitad del siglo XIX: el aislamiento en que se encontraba la provincia, su
decadencia económica, su frontera estaba amenazada por los ataques de los indios, con una población eminentemente rural, había
consolidado a una clase dirigente compuesta por hacendados y comerciantes que subordinan a los campesinos, mano de obra
barata y abundante, con los que establecían relaciones paternalistas. Poblada de los bosques de quebrachos, algarrobos, talas y
otras especies arbóreas, las maderas eran utilizados para la construcción de viviendas y para leña. En las salinas crecía en jume,
con el que se fabricaba ceniza y jabón. Aprovechando las inundaciones se cultivaban cereales para el autoabastecimiento y la
obtención de ciertos excedentes que permitía el comercio harinero. En las zonas cercanas a la capital se cultivaba caña de azúcar.
Se consumía tabaco de Tucumán y de la cochinilla se obtenía el color grana para teñir los tejidos artesanales: la cochinilla también
era utilizada como producto comercial. Se obtenía la denominada miel de palo; el ganado vacuno se criaba en menor cantidad, su
reproducción a veces se veía limitada por las sequías que asolaban la zona por largos meses. Había pocos caballos y grandes
rebaños de cabras y ovejas, se domesticaba la chuña, ave apreciada por sus plumas y su carne. La industria manufacturera no se
había desarrollado, “las mujeres de Santiago tienen una gran habilidad en el bordado, en ningún lado se borda servilletas, enaguas,
puntillas de algodón. De una delicadeza tan notable. Se fabrican también ponchos, colchas teñidas con ricos colores, estos tejidos
son hechos con la ayuda de un telar”.
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A la margen izquierda del Salado, el “desierto” habitado por tribus nómades, al sur las salinas creaban una frontera
natural, difícil de avanzar. En 1857 se asignaba a la provincia 77575 habitantes. En el primer censo durante la presidencia de
Sarmiento, la cifra total para la provincia era de 132898. El número de extranjeros era ínfimo, la provincia permaneció al margen
de las grandes corrientes inmigratorias. La mayoría de la población hablaba quichua.
Luego que Manuel Taboada asumió la primera gobernación se produjo el derrocamiento de Rosas. Así firmó el acuerdo
de San Nicolás y envió como representantes santiagueños al Congreso Constituyente a José Benjamín Gorostiaga y al clérigo
Benjamín José Lavaisse (liberal). La difícil transición de la etapa ibarrista a la taboadista se centró en la figura de Manuel Taboada
que detentaba un poder hegemónico, al tener subordinaba la Legislatura y al Poder Judicial. Un mínimo grupo dirigente alternaba
en los principales cargos y persistían rasgos de violencia política en contra de los opositores, muchos de los cuales tuvieron que
buscar el exilio como alternativa. La fuerte alianza consolidada por la potestad política, económica y militar, se ampliaba con sus
allegados que conformaban una variada clientela, perteneciente al grupo de notables y, además a sectores subalternos.
No descuidó la articulación con los sectores populares. Se dio lo que se denomina la “ruralización de las bases del poder
y militarización y barbarización de la cultura política de la revolución”.
El ordenamiento político sustentado en el apoyo del poder central, durante la presidencia de Mitre, el control militar y
parte del político del noroeste pasó a la familia Taboada. Su poderío militar se basaba en el control de la Guardia Nacional
asignada a la protección y avance sobre la frontera del Chaco y por otro, a la tarea de pacificación, organizada por el mitrismo, en
las provincias de Tucumán, Catamarca, La Rioja y Córdoba. La relación armoniosa entre la élite nacional y la local comenzó a
deteriorarse a partir de la presidencia de Sarmiento, y culminó con la intervención armada mandada por Avellaneda, en 1875,
luego de la muerte de Manuel.
Las estrategias empresariales frente a los nuevos modelos productivos (Nueva Historia)
El conjunto de factores, entre los que se destacan el desarrollo del sistema ferroviario y el afianzamiento del mercado
nacional y del Estado-Nación, el debilitamiento y desestructuración de los antiguos circuitos mercantiles que producirá una crisis,
de la cual surgirán dos nuevos modelos, el agroindustrial vitivinícola en Mendoza y San Juan y el azucarero en Tucumán, las
restantes provincias del Norte, que posibilitaron a ambas regiones adaptarse notablemente a las nuevas condiciones del mercado y
acoplarse con el relativo éxito al modelo agroexportador cuyo auge despuntaban esos años.
El sector azucarero se perfilaba ya en los cincuenta y los sesenta como el más dinámico y rentable, atribuyéndole al
ferrocarril el haber desempañado la función de disparador de ese proceso.
En 1861 las expectativas en torno a la explotación industrial de la caña de azúcar eran generalizados, los testimonios son
coincidentes es destacar la elevada rentabilidad que ofrecía la actividad.
El abaratamiento de los fletes con la irrupción del Ferrocarril Central Norte, su gran capacidad de carga y el efectivo
acortamiento de las distancias desde el puerto de rosario facilitaron la importación de maquinarias eximidas de todo impuesto
aduanero en 1876.
El rol de Estado fue clave en la protección y fomento del nuevo modelo productivo. No solo hacerse cargo de la
construcción de línea férrea desde Córdoba, sino que también modernizando el sistema financiero, reduciendo las elevadas tasas
de interés y otorgando los créditos para solventar las cada día mayores inversiones que exigía la importación de maquinaria, las
obras civiles y la extensión del área de cultivo.
La trascendencia de los mismos podrá aquilatarse mejor si se considera que también se manifiesta en Jujuy, Salta y
Santiago del Estero, provincias en las cuales entre los setenta y los ochenta se pusieron en marcha o se modernizaron totalmente
más de una decena de ingenios azucareros.
El ferrocarril promovió, además, la valorización de las tierras, así como la introducción de equipo técnico, agregado a
ello, el libre flujo de la mano de obra, los altos salarios iniciales que abrieron posibilidades de ahorro y capitalización, la difusión
del crédito institucional.
La inserción de los empresarios en el nuevo modelo productivo respondió a estrategias lógicamente concebidas: la
utilización del crédito y la inversión en la etapa agrícola, distribuida en explotaciones de distinta localización para minimizar el
riesgo de desastres naturales y para mantener las formas de control social, con grandes ganancias por la demanda creciente y los
subsidios del estado.
El perfil azucarero y el vitivinícola mendocino significaron la consolidación de una economía capitalista.
La educación (Bazán)
La constitución nacional sancionada en Santa Fe, art 5°, imponía como obligación de las provincias asegurar la educación
primaria gratuita junto con la administración de justicia y el régimen municipal.
Hasta ese momento, la enseñanza elemental había sido atendida generalmente por escuelas conventuales pertenecientes a
las órdenes religiosas. Pero ahora la educación primaria pasaba a ser obligación de los Estados provinciales en virtud de la norma
positiva acordada en Santa Fe. El problema no fue de fácil solución debido a las carencias presupuestarias, la supresión de las
aduanas interiores abrogo los derechos de transito que ellas recaudaban y constituían el principal ingreso de la renta provincial.
Las provincias debieron crear su propio sistema rentístico para sufragar los gastos concernientes al funcionamiento de su
administración.
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La actividad del puerto de Rosario, el cobro de derechos diferenciales para el comercio de importación y la gestión de
empréstitos fueron arbitrios con que el gobierno de la Confederación quiso resolver sus estrecheces financieras.
En las provincias del Noroeste, el cumplimiento de la obligación constitucional de sostenerdicho sistema fue tarea ardua
como lo fue también organizar las instituciones y la administración de las provincias de Santa Fe, al dictar la Constitución,
aprobaron normas cuyos cumplimientos no estaban todavía preparadas. La política y la guerra habían sido durante muchos años
las preocupaciones dominantes y no era fácil cambiar esos hábitos de la noche a la mañana. Muchos gobernantes no
comprendieron que la educación popular era el camino para producir el cambio, fue preciso organizar un sistema desde sus
cimientos: dotarlo de un fondo propio, crear escuelas, formar maestros, sancionar una legislación escolar y aprobar planes y
programas de estudio.
Catamarca fue la primera provincia que formulo una política educativa orgánica y logro sostenerla, pese a su progresivo
empobrecimiento, hasta la nación acudió en ayuda de las provincias mediante la creación de las escuelas Laínez.
UNIDAD 6: EL ORDEN CONSEVADOR
Las burguesías regionales (Fernández, Sandra- Nueva Historia)
Los espacios regionales argentinos fueron redefinidos en la segunda mitad del siglo XIX, por alta diversificación en
inversiones, actividades económicas y especulativas.
Un nuevo grupo social dominante comenzó a consolidarse de manera lenta y sistemática en este mismo periodo formado
por distintos sectores de comerciantes, hacendados y financistas.
La construcción de un modelo de desarrollo centrado en la producción de bienes primarios, en donde la idea de progreso
dejo en manos de una burguesía de propios y extraños, que no dudo en desplegar una amplia trama y estrategias de inversión, y en
ocupar espacios públicos.
El conjunto de las actividades económicas de estos grupos se caracterizó por una ductilidad y polivalencia extremas que
le permitieron disfrutar hasta el límite los recursos del mercado.
La periodización de este proceso tuvo como base la particular coyuntura iniciada en la Confederación y cuyo limite la
consolidación en los ochenta del régimen oligárquico. El periodo va desde 1850 a 1880 es una estructura previa para el sostén de
un indiscutido modelo social, económico y político oligárquico.
Las estrategias familiares fueron las formas más comunes de asociación y relación, la familia representaba una institución
económica decisiva, acumulación constante y sistemática de los distintos grupos comerciantes y productores. Los burgueses eran
personajes interdependientes y jerárquicos, validada por mecanismos y estrategias en acción.
Los burgueses del periodo resolvieron con la regla de oro su economía “cargos públicos igual a negocios privados”.
Las distintas burguesías provinciales conformada por estos viejos hombres, identificados con sus raigambre colonial y
consolidado durante el primer periodo independiente, fueron constante mente mixturados por la agregación persistente de algún
que otro extranjero, y de los numerosos viandantes internos, durante las décadas anteriores a Caseros.
En Santiago del Estero, según María Cecilia Rossi, la presencia de Ibarra marca el fracaso de la burguesía provincial en
su intento por garantizar la gestación de sistemas representativos modernos y resignar su poder ante el del caudillo –un emergente
histórico de lo que podríamos llamar baja burguesía- que se apoyaba en sectores rurales fuertemente movilizados y armados, y la
decisión de pasar a ocupar lugares políticamente secundarios en las próximas tres décadas. Accionar que facilitaba la aparición en
la historia local del fenómeno del caudillismo y la ruralización de las bases del poder. Pero una lectura más detenida de sus
movimientos nos muestra un segmento sociopolítico cuyos intereses, en tanto grandes propietarios, aparecían veladamente
protegidos por el accionar del caudillo. De modo que podemos interpretar que Felipe Ibarra se constituyó en un elemento
funcional a los intereses de la elite y también que fue un funcionario de la elite.
Los hombres nuevos en general fueron los inmigrantes que se instalaron de manera inicial en una ciudad, y que pudieron
crecer en ellas como comerciantes, o bien que pasaron de una a otra en busca de oportunidades estableciendo un eslabonamiento
de relaciones comerciales y sociales.
La prosperidad y la expansión de los mismos posibilitaron su futura radicación en un lugar estable, desde donde
organizar su dinastía y su acumulación.
Las oligarquías provinciales (Bazán)
Cuando se puso en marcha la Constitución Nacional y de las provinciales, dictadas en consecuencia, las cosas no
cambiaron en lo sustancial. El ejercicio de los derechos políticos siguió siendo el privilegio de las minorías. Había elecciones pero
la libertad de sufragio no existía y siendo así el poder residía en los gobernantes y no en los gobernados. Tal fue el sistema que
impero en nuestro país hasta la promulgación de la ley Sáenz Peña. Esto Patentizo claramente en la formación de la Liga de
Gobernadores que impulso las candidaturas presidenciales de Nicolás Avellaneda, Julio Argentino Roca y Miguel Juárez Celman.
Cuando ese control peligraba se apeló al sistema del Acuerdo de Notables que hizo naufragar la postulación de Roque Sáenz Peña
y encumbro a su padre en la presidencia, y más tarde decreto el ascenso de Manuel Quintana.
Julio A. Roca forjador de ese sistema para frenar la escalada política del radicalismo, genuinamente popular. El sistema
presidencialista implícito en la constitución favorecía a este sistema.
Estos parámetros políticos contribuyeron a la consolidación de las Oligarquías provinciales que ya existían en forma de
un patriciado criollo formado en la época colonial. El régimen fundado en el 80 posibilito la inserción de hombres nuevos que
anteriormente no tenían figuración por su humilde origen social (ejemplo Rojas en Santiago del Estero). El régimen Oligárquico
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presidia del pueblo como protagonista de la vida política, sustentándose en grupos familiares que negociaban las principales
funciones públicas y se turnaban en su ejercicio: gobernaciones, senadurías, diputaciones, bancas legislativas. Los comicios eran
solamente un simulacro de participación para aprobar lo que ya estaba decidido por los grupos Oligárquicos.
Dominación política y redes familiares (Ibarra, Sonia)
A partir de 1880 Santiago del Estero asistió a un florecimiento de la agricultura comercial, actividad que estuvo
delimitada a una zona específica, la zona de regadío. Las implicancias políticas, económicas y sociales que generó esta actividad
no permiten que pase desapercibida para su estudio y análisis histórico. La nueva estructura productiva estaba al servicio de un
grupo, integrado por redes de familia y caracterizado por la autora como burguesía agraria, utilizó todos los recursos de
dominación política y económica para sostener y afianzar una estructura productiva que respondía y se complementaba con el
modelo agroexportador. La puesta en práctica de esta alternativa fue lograda mediante la apropiación de los mecanismos de
actuación del naciente Estado Provincial.
Es a través del Estado que un grupo dominante (burguesía agraria) intenta establecer e imponer a los demás un modo de
producción determinado. El Estado invierte en una infraestructura que permite un tipo de producción. Además es responsable de
brindar el marco jurídico necesario para el funcionamiento de las actividades productivas. También es el portavoz de una
ideología dominante que utiliza la educación y la prensa como instrumentos de socialización y de imposición del discurso oficial.
El positivismo proporciona a las elites un justificativo para gobernar la sociedad sin la intervención de ésta, mediante un programa
de progreso indefinido sostenido por la educación. Este espíritu campea en los discursos de los gobernadores, en las Memorias
Descriptivas de Fazio y Gancedo, en la prensa y en el ánimo de una sociedad que cree llegado el momento de una era de bonanza.
En todos los discursos y mensajes predomina la idea de orden, prosperidad y cambio que incluía también a las masas
populares. Las mismas debían ser llevadas por el camino del orden e integradas a las fuerzas productivas. La organización del
trabajo también entraría a la órbita estatal, el Estado proveerá de una legislación que estará al servicio de los modos de producción
de la clase dominante. Existía un antecedente en cuanto a la legislación laboral, era de tipo paternalista y pertenecía al gobierno de
Ibarra. Pero en 1888 la legislación elaborada durante el gobierno de Absalón Rojas, tenía un fin claramente económico, contar con
suficiente mano de obra para las unidades de producción. La Ley de Prestación de Servicios reglamentaba que la policía era como
un órgano ejecutor del Estado, es la que vigila y obliga a tener empleo, ejerce la represión en caso de huelga, y es en las
comisarías en donde se expiden las papeletas de conchavo. Esta ley consideraba al patrón como un magistrado doméstico
revestido de autoridad policial para resguardar el orden, podía disponer al peón en caso de enfermedad. Una legislación similar
fue sancionada en Tucumán durante el gobierno de Lidoro Quintero.
Pero el Estado no sólo legislaba para captar mano de obra por coacción, también regulaba la administración de un recurso
siempre escaso, el agua. La Ley de Irrigación sancionada en 1887, centralizaba en el Estado, funciones que en un primer momento
estuvieron en manos de corporaciones o particulares. Además establecía que pertenecían al Estado todos los cursos de agua, la
cual sería utilizada como fuerza motriz siempre y cuando su uso no afectase a la agricultura. La misma ley regulaba el
funcionamiento de las acequias cuyo número había aumentado a más de cien desde 1880; los regantes solo accederían al riego
derivado de canales comunales por turnos de cumplimiento estricto. El cumplimiento o no de estos artículos se transformó en una
fuente i9nagotable de conflictos entre miembros de la elite y también entre aquellos que no participaban de los beneficios del
poder.
Fueron creados organismos como el Departamento Topográfico, la Oficina de Renta y Contabilidad, los cuales
permitieron al Estado disponer de la totalidad de los medios de control y explotación, liberando los mismos de manos de
particulares. La exención de impuestos a determinados cultivos favoreció a numerosos emprendimientos agroindustriales. En
noviembre de 1876 fue dictada una ley que eximía del pago de impuestos por diez años a los establecimientos de caña de azúcar y
vitivinícola, otorgando además premios a los mayores cosecheros de determinados productos.
Frívola y Casquivana, mano de hierro en guante de seda. Una propuesta para conceptualizar el término oligarquía en
América Latina (Waldo Ansaldi)
En América Latina el término tiene, a partir de las últimas dos décadas del siglo XIX, una notable difusión, por lo general
con valoración negativa y carga despectiva. Su uso se ha generalizado en el ensayo, la prensa, el discurso de los políticos, el
lenguaje popular y en las ciencias sociales. A veces (1) aparece como un subterfugio para esquivar el incómodo problema teórico
e histórico de las clases sociales en las sociedades latinoamericanas; en tales interpretaciones se reconoce la existencia de
contradicciones económicas, sociales y políticas, pero ellas no se entienden en términos de clases, sino entre dos polos (el de la
oligarquía y el del pueblo), a menudo de modo maniqueo (el mal, una; el bien, el otro). Otras veces (2), el término designa
explícitamente a una clase social, por lo general terrateniente (aunque también puede ser de propietarios mineros), cuando no (3)
una alianza de clases o fracciones, e incluso es posible encontrar autores en los cuales (4) designa una confusa combinación de
clase y de forma de dominación por parte de un sector social reducido, cuando no apenas un mero grupo cerrado de personas o
familias. Así, se habla de la oligarquía opuesta a la burguesía, o aliada a ésta y/o, preferentemente al imperialismo (lo cual sirve
para rescatar la existencia de una “burguesía nacional” antioligárquica y antiimperialista), o bien de Estado oligárquico como
forma diferente y previa de Estado burgués o capitalista. También están quienes hablan de democracia oligárquica.
Estimo conveniente una redefinición teórica del término oligarquía, con el objeto de convertirlo en un concepto, en una
categoría analítica consecuentemente, sostengo aquí que:
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1) Oligarquía no es una clase social;


2) En tanto categoría histórica (descriptiva o identificatoria), oligarquía es un término polisémico, unívoco;
3) Oligarquía es una categoría política que designa una forma de ejercicio de la dominación, caracterizada por su
concentración y la angosta base social, es decir, por la exclusión de la mayoría de la sociedad de los mecanismos de
decisión política; es fundamentalmente coercitiva y cuando existe consenso de las clases subalternas, éste es pasivo;
4) La dominación oligárquica puede ser ejercida por clases, fracciones o grupos sociales (incluyendo redes familiares)
diversos, terratenientes no capitalistas, terratenientes capitalistas, burgueses y/o una alianza de clases o fracciones de
ellas;
5) Siendo una forma de organización y ejercicio de la dominación y no una clase, oligarquía define un tipo de régimen o de
Estado, el régimen o Estado oligárquico, al cual no se opone el régimen o Estado burgués o capitalista, sino el
democrático; dicho de otro modo, la forma contradictoria de la oligarquía como dominación política es la democracia;
6) La dominación oligárquica se construye a partir de la hacienda, considerada matriz de las sociedades latinoamericanas;
en tal sentido, la institución familia constituye el locus inicial de gestación de las alianzas de “notables”, transferido
luego a otras instituciones semipúblicas o prolongación pública del espacio privado (clubes de diverso tipo) y/o
esencialmente públicas (“partidos” y sobre todo el Parlamento);
7) El ejercicio oligárquico de la dominación genera un modo de ser también oligárquico, en cuya definición intervienen
valores tales como linaje, tradición, raza, ocio, dinero.
Provisoriamente definido, el concepto oligarquía designa una forma o un modo de ejercicio de la dominación política por
un grupo minoritario perteneciente a clases sociales que detentan poder económico y social, modo cuyas características son:
1- Base social angosta (burgueses, hacendados, plantadores, mineros, comerciantes);
2- Reclutamiento cerrado de los designados para funciones de gobierno, basado en criterios de apellido o linaje,
tradición, familia o parentesco (carnal, espiritual-compadrazgo-, o de alianza por unión matrimonial), prestigio,
amistad, dinero, a los que pueden añadirse, en algunos casos, ascensos por habilidad política, méritos militares y/o
matrimonio (de un modo diferente al antes señalado casamiento de consortes pertenecientes ambos a familias
tradicionales), núcleo reducido de integrantes (notables);
3- Exclusión de los disidentes o de la oposición considerada (con razón o sin ella) radical o peligrosa y cooptación de
los individuos (transformismo molecular) o grupos potables, moderados o asimilables (transformismo orgánico);
4- Combinación de centralización y descentralización en el ejercicio del poder político, mediante clientelismo,
burocracia y mecanismos de control intraoligárquico.
5- Mecanismos de mediaciones y de lealtades familiares o grupales- personales, más que partidarios;
6- Autoritarismo, paternalismo, verticalismo;
7- Autopercepción positiva de la condición de naturalmente elegidos para ejercer el gobierno de los hombres y de la
sociedad;
8- Limitación efectiva (no siempre ni necesariamente en términos legales o jurídicos) del derecho de sufragio, de elegir
y de ser elegido;
9- Predominio de la dominación sobre la dirección en el plano político, no reducido a la coerción o violencia física,
pues ésta va acompañada de una constante, cotidiana violencia simbólica;
10- Frecuente organización del Estado como “Estado capturado”, lo que se traduce, entre otras consecuencias, en un
Estado central, más que nacional.
11- La definición de un pacto oligárquico que expresa ciertos tipos de relaciones interregionales, que a veces es un
delicado equilibrio entre ellas (caso de Brasil durante la República Velha), mientras otras es la subordinación de
varias regiones a una más dinámica que se constituye en espacio articulador de un bloque histórico de alcance
nacional (tempranamente en el caso del valle central en Chile, más tardía y costosamente en el de Buenos Aires en
Argentina) o bien combina más mal que bien espacios conflictivos (con diferentes características, en Colombia,
Ecuador y Perú)
La dominación oligárquica es una red tendida vertical, jerárquicamente, combinando centralización y descentralización
entre grupos dominantes de diferente alcance (nacional, regional, provincial o estadual o departamental, local), clientelismo y
burocracia, con mecanismos de control intraoligárquico. Oligarcas, coroneles, gamonales, caudillos, caciques, compadres y
clientes constituyen los sujetos partícipes de la forma oligárquica de ejercicio de la dominación política.
En la dominación oligárquica, en términos generales, la concentración del poder en un núcleo pequeño de personas es
muy alta, más el espacio de aplicación de ese poder es reducido. De allí la necesidad de articular poder central y poderes locales.
Se trata, entonces, de una estructura piramidal en la cual cada nivel dispone de capacidad de dominio altamente concentrado y de
alcance limitado, variables según la posición que se ocupe en tal pirámide, pero también según las sociedades.
La dominación oligárquica es simultáneamente concentrada y fragmentada y en ella el espacio público es privatizado. Tal
privatización ocluye la posibilidad de estructurar la vida pública (la política como res pública) y de intervención estatal para
administrar democráticamente los conflictos más significativos de la sociedad, coherente con la “captura” del primero por la clase
o fracción dominante.
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El proceso que culmina en la instauración de la dominación oligárquica a escala nacional suele ser el pasaje de una
situación de dominios oligárquicos provinciales, estaduales o regionales enfrentados entre sí (luchas inter oligárquicas) a una
situación de confluencia en una única estructura de dominio que se expande y es reconocida como tal en todo el espacio
geográfico- social del país, lo que hace desaparecer o, más a menudo, atenúa la lucha inter oligárquica, que se convierte en lucha o
conflicto intra oligárquico. Este pasaje no es igual en todas las sociedades, ni se construye simultáneamente (temprano en Chile,
tarde en Bolivia y Perú), pero siempre es un proceso violento (militar) que concluye estatuyendo un pacto de dominación (el pacto
oligárquico), estructurado de modo muy simple mediante un trípode 1) representación igualitaria de las oligarquías provinciales
estaduales o departamentales (tal como se expresa en la composición del Senado), sin dejar de reconocer la desigualdad real que
existe entre ellas (la que es consagrada en los criterios de designación del número de diputados, en los cuales el quantum
demográfico tiende a coincidir con poderío económico y/o político), 2) papel moderador del gobierno central, para el caso de
exacerbación del conflicto intra oligárquico, 3) Parlamento, y más específicamente el Senado, como garante del pacto de
dominación, instrumento útil en caso de veleidades reformistas más o menos audaces por parte del Poder Ejecutivo (como se
aprecia paradigmáticamente en el caso peruano, o en el argentino durante la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen), sin excluir
la posibilidad de una “solución” fuera de la institucionalidad política, jurídicamente normada, como la recurrencia al golpe de
Estado (destitución del presidente peruano Guillermo Billingürst), o al asesinato (tal el caso del boliviano Manuel Isidoro Belzú) o
a una combinación de uno y otro (como en el del también boliviano Mariano Melgarejo, aunque estos dos ejemplos, de 1865 y
1871, en rigor corresponden al período de pasaje a un único poder oligárquico). El golpe de Estado es la vía por excelencia en, y
desde, la crisis de 1930.
La revolución pasiva que protagonizan las clases dominantes latinoamericanas tiene componentes que van más allá de lo
estrictamente político- estatal, resuelto en el modo de dominación oligárquica, y definen imaginarios sociales y símbolos, como
también comportamientos colectivos, sintetizables en la expresión modo de ser oligárquico, donde la frivolidad es una nota
distintiva, como lo son la posesión y el uso de los valores fundamentales: el apellido, el ocio, el dinero, la raza. La frivolidad se
aprecia en el comportamiento cotidiano: vestimenta, lenguaje, poses, hábitos, modas… Pero esa apariencia frívola, que semeja
una actitud de laisser passer, esconde, detrás de la seda, una mano férrea
Intervenciones federales (Lazcano)
Durante los 15 primeros años del régimen en Tucumán no pudo armonizar su marcha con la política nacional provocando
reiteradas intervenciones. La Oligarquía lugareña estuvo dividida esto origino conflictos. En 1886, los electores tucumanos dieron
su voto a la candidatura presidencial de Bernardo de Irigoyen, hecho que disgusto profundamente a Miguel Juárez Celman. En
1887 los juaristas tucumanos Lindoro Quinteros y Silvano Bores prepararon una revolución que derroco al gobernador Posse. El
atentado constitucional fue aprobado por el presidente y el Congreso como una intervención federal a cargo de Salustiano Zavalía
llamando a comicios, siendo elegido Lindoro Quintero, quien no completo su periodo sucediéndole Silvano Bores quien asumió el
cargo en 1890 coincidiendo con la revolución que provocó la renuncia de Juárez Celman debiendo renunciar. Su sucesor Prospero
García quien no logro conformar a los radicales, privándolo de su libertad. Esto provocó el envío de una misión militar a cargo del
general Bosch. Entonces se resolvió intervenir la provincia, renovando la legislatura y el colegio electoral.
Asumió Benjamín Araoz sin completar su periodo por su muerte repentina en 1895, siendo elegido Lucas Córdoba
estabilizando la situación.
La clase dirigente jujeña había dado testimonio de su ponderación para adaptarse a las cambiantes circunstancias que
afectaban la política nacional. Solamente en la década del 70 la provincia se vio convulsionada por enfrentamientos partidarios.
En Santiago del Estero el régimen Taboadista había asegurado a la provincia 25 años de estabilidad suprimiendo la
libertad política. El enfrentamiento de este y Sarmiento provocaran su derrocamiento en la presidencia de Nicolás Avellaneda
quien impulso la caída del taboadismo.
El cambio encumbro la influencia de Absalón Rojas. Pero esa tutela permanente de la vida política local y un manejo
exclusivista del poder irrito a los grupos taboadistas, mitristas y modernistas. Santiago se vio sacudida por revoluciones que
provocaron la intervención del gobierno nacional. Y ese estado de inestabilidad persistió aun después de la muerte del caudillo
Rojas.
En Catamarca, la política local estuvo manejada por el navarrismo hasta el comienzo de la década del 80. En 1882
gobernaba Joaquín Acuña (yerno de Navarro). Cuando la sucesión de Acuña, Roca confió la misión de imponer un “gobierno
amigo” al interventor general Onésimo Leguizamón, imponiendo la candidatura del coronel José Silvano Daza. Este hizo fecundas
iniciativas, con gran sensibilidad social, sin entender las reglas de la libre discusión democrática realizando un atropello a
Bernardo de Irigoyen.
La política riojana durante el régimen estuvo dominada por dos personalidades de muy distinta formación y
temperamento. Desde 1880 hasta 1898, fue árbitro de su destino político Francisco Vicente Bustos. Fue gobernador en 3 periodos
y 2 veces Senador nacional. Cuando se preparaba para volver al Senado en la banca que le había conservado su sobrino (Antonio
García), a quien postulo para gobernador, una revolución lo derroco en mayo 1898. Remplazándolo por el doctor Joaquín V.
González.
La política santiagueña (Achával)
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Al producirse las sublevaciones de los contingentes que con destino a la Guerra del Paraguay enviaba Taboada en 1867,
Absalón Rojas, muy joven aun, pues apenas tenía 22 años, fue puesto en prisión. Alcanzo a huir con la ayuda de un guardia y, a
caballo, se dirigió a Tucumán, y después a Salta.
Regresando luego a Tucumán con su hermano Segundo. En esta ciudad conoció y estrecho muy finos lazos de amistad
con Roca. Estrecho vínculos con Juárez Celman y Antonio de Viso.
En ocasión de la renovación presidencial los Taboada apoyaron la candidatura de Mitre-Torrens, equivocándose una vez
más. Mitre se levantó en armas en 1874, al considerar fraudulentas las elecciones que llevaron al poder a Avellaneda y Roca se
encumbro en derrotar a los revolucionarios. Esta situación motivo a la renuncia de Absalón Ibarra y su sustitución por Gondra,
partidario de Avellaneda.
El ejército, al mando del coronel Navarro, logro el objetivo del gobierno nacional, pues Absalón Ibarra y Antonino
Taboada debieron dejar Santiago para siempre, lo que a Absalón Rojas le permitió regresar a su provincia.
Así el roquismo gano adeptos en Santiago y alcanzo un fuerte predominio que duro hasta 1910 aproximadamente, siendo
Absalón Rojas el artífice político de todo ello.
Después del 28 de marzo: la adscripción a los oficialismos nacionales (Lazcano)
Diversas medidas completaron el tomo de la liberación santiagueña operada el 28 de marzo de 1875. Pensiones
especiales a familiares de las víctimas del taboadismo, cesantías policiales y militares, separación de diputados desafectos y
formación de comisiones investigadoras del estado patrimonial del fisco, dieron ese año la pauta del nuevo régimen. Un decreto
del 11 de junio autorizaba al Estado a resarcirse de los gastos ocasionados por las montoneras opositoras con los bienes de sus
autores o cómplices.
En septiembre se nombró presidente de la Junta de Instrucción Pública a don Absalón Rojas quien despertaría a una
fecunda vocación educacional reflejada en su vida pública. En octubre se recibió la obra del mercado Armonía y fue comisionado
al doctor Pedro Rueda para redactar la demorada Ley Orgánica de Tribunales y el Código de Procedimiento Civil, Criminal y
Comercial, de verdadera trascendencia jurídica.
En los últimos meses del gobierno de Gregorio Santillán ocupó el ministerio general don Pedro Únzaga, y la provincia
recibió alborozada el ingreso ferroviario a su territorio. El anhelado ferrocarril Córdoba- Tucumán inauguró el 25 de noviembre de
1875, su tercer tramo desde San Antonio en Catamarca, que pasaba por la estación Frías y allí se construían depósitos, edificios
auxiliares e importantes viviendas para el núcleo urbano formado a su vera.
Llegaba el final gubernativo ocupado por Gregorio Santillán y se hizo necesaria una política conciliadora con la figura
del presbítero José Baltasar Olaechea. Un elevado propósito de bien común le hizo aceptar el nombramiento del 30 de octubre.
Asumió el gobierno el 1 de diciembre de 1876 y nombró ministro al doctor Misael Hernández.
Poco pudo hacer el eminente sacerdote por una aguda crisis económica. La reducción presupuestaria y numerosas
cesantías administrativas impedían al gobierno central pensar en las necesidades provinciales. El presidente prefirió cumplir con
los acreedores británicos y descuidar el bienestar interno, que incluía los ignorados requerimientos provinciales.
La Instrucción Pública registró en el gobierno del presbítero Olaechea un notable impulso. El presidente Avellaneda y su
ministro Onésimo Leguizamón autorizaron el funcionamiento de una Escuela Normal anexa al Colegio Nacional, primera con tal
jerarquía en la provincia, que comenzó sus clases en 1876 dirigida por el profesor José Benjamín Ábalos.
La preocupación gubernativa quedó legislada con la ley del 14 de marzo de 1877, que creaba la Dirección General de
Escuelas de la provincia. El 1 de noviembre de 1878 dictaron el primer reglamento escolar, que establecía los requisitos para el
funcionamiento de escuelas, construcción de edificios con vivienda destinada al personal, motivaciones pedagógicas y enseñanza
cristiana a cargo de los sacerdotes que quisieran impartirla.
Las múltiples actividades y funciones no impidieron la elección de Absalón Rojas y Francisco Olivera en los comicios de
1878 y su consagración como diputados nacionales. Ambos ya se destacaron frente a importantes sectores políticos y tuvieron
desde entonces gravitación en el civismo santiagueño. Rojas (liberal) fue el jefe partidario que llenó toda una época de la historia
política local. El francés Pedro San Germés, propietario de un molino harinero, a vapor, inició los cultivos de caña de azúcar en el
establecimiento adquirido en Contreras el año 1876.
La sucesión política y las divisiones en el nuevo régimen (Lazcano)
El gobernador Olaechea afrontó las divisiones políticas. Uno de sus primeros enfrentamientos en los comicios nacionales
de la renovación legislativa de febrero de 1876. Los círculos gobernantes volcaron el peso oficial para imponer sus candidatos
Ramón Neirot y Lino Palacio, con oposición de Absalón Rojas quien impugnó infructuosamente esos discutidos resultados, y se
quedó en la Legislatura provincial en actitud opositora. Rojas formó el Club Libertad con sus propios adherentes entre los que se
hallaban Jesús Fernández, Jaime y Pedro Vieyra, contra las fracciones del ex gobernador Santillán, o de los hermanos Luis y
Jaime Pinto, surgidos de las últimas disidencias.
Al mismo tiempo de acrecentar vínculos con el oficialismo avellanedista, supo vislumbrar el brillante provenir del
General Julio A. Roca, amistad nacida del antitaboadismo que Roca coadyuvó a organizar en la presidencia de Sarmiento.
Comenzó a ser para el señor Olaechea un poco indomable el gobierno. Se produjo la primera renuncia del mando, y
meses después la segunda renuncia y por último, meses más tarde, la tercera y decisiva del 30 de octubre de 1878. A fin de
completar el período Olaechea, fue elegido don Mariano Santillán el 30 de octubre de 1878, hermano del ex gobernador Gregorio
55

Santillán, cuya influencia política resultaba ponderable, durante su breve mandato vivió al influjo de los acontecimientos
nacionales tendientes a asegurar la futura presidencia de Roca.
Las preocupaciones políticas de Santillán terminaron cuando asumió la gobernación don Pedro Gallo, electo por la
legislatura, e inauguró su nuevo período constitucional el 1 de diciembre de 1879 con su ministro Telasco Castellanos.
Los roquistas santiagueños todavía desconfiaban del gobernador Gallo. Él venía de presidir la IV Convención
reformadora de la Constitución provincial que el 9 de mayo introdujo reformas menores a la organización judicial, propuestas por
una comisión redactora que integraba Absalón Rojas, representante del departamento Banda. Llamado a garantizar el comicio
presidencial, hizo posible el voto del colegio electoral santiagueño pronunciado el 12 de junio de 1880 en favor unánime de la
fórmula Julio A. Roca- Francisco Madero.
Las mismas intrigas localistas frustraron un posterior intento de reforma constitucional recogido por el gobernador Gallo,
haciéndose eco de las necesidades jurídicas Modernas. Pero la Convención fracasó ante la oposición de Absalón Rojas.
El 31 de julio de 1879 se efectuó la inauguración pública del ingenio Contreras con sus modernas maquinarias para la
fabricación de azúcar de inmejorable calidad. En la década del 80 surgieron en territorio provincial los ingenios de Luis Pinto, en
Colonia Pinto, Robles; el Nueva Trinidad, de Silva y hermano, en Banda; Santa María, de Berdaguer y Maza; establecimiento
Azucarero, de Schaffer y Cía. Ingenio azucarero Esperanza, de Jaime Vieyra y Cía., etc. Pablo Lazcano y Alejandro Gancedo
tenían en sociedad otro ingenio cerca de la capital. Y derivados de la industria azucarera prosperaban establemientos vitivinícolas
y productores de alcohol. Fábricas importantes generaban luz eléctrica por medio del sistema Jablocoff.
La industria del curtido de pieles registraba cuatro fábricas, propiedad de Napoleón Zavalía, Santillán y Cía, Nagel Hnos,
y G.F. Lacoste.
Las variadas actividades industriales santiagueñas, unidas a una etapa floreciente de la productividad agro ganadera,
acusaron grandes esperanzas de un desarrollo económico capaz de superar el estancamiento crónico.
Esa realidad material y esas perspectivas no podían verse nítidamente por el juego incesante de las intrigas políticas
facciosas puestas en ebullición contra Gallo. El gobernador tenía el único apoyo del ministro Castellanos ante el presidente Roca,
pero el Partido Autonomista Nacional se organizaba dividido en tres sectores contrapuestos: el oficialista del gobernador,
empeñado en dejar como sucesor a su hijo político Juan Pinto, con apoyo de su hermano el diputado Luis G. Pinto y del
gobernador de Córdoba doctor Miguel Juárez Celman, futuro presidente argentino. El del diputado nacional Francisco Olivera,
recostado sobre el ministro del interior Bernardo de Irigoyen. Y el de Absalón Rojas con la fuerza de hombres nuevos, de reciente
ascenso social, decidido accionar político e inquietudes culturales.
Gallo estaba decidido a garantizar la estabilidad del roquismo y su consolidación política. Tomó medidas enérgicas
contra la oposición. Gallo dispuso la detención de los ex ministros Larsen del Castaño y Genaro Martínez, acusados de ser
instrumento de los Santillán y organizadores de un siniestro complot. Reemplazó al ministro Castellanos por el doctor Pedro
Olaechea y Alcorta.
El 30 de octubre sucedió a Olaechea en el ministerio don Juan F. Iramain. La inestabilidad caracterizó los tramos finales
del gobierno de Pedro Gallo.
El 28 de abril de 1881 nombró nuevo ministro a Remigio Carol. La legislatura inició juicio político al mandatario y este
contraatacó inmediatamente. Pero no pudo evitar que el juicio político fuera adverso y la legislatura lo destituyera el 21 de agosto
de 1882. Gallo impugnó la decisión y denunció maniobras de sus adversarios tendientes a elegir una nueva Cámara complaciente
que debía imponer a su sucesor según los deseos e intereses políticos de Rojas.
Gallo acusó la existencia de dobles mesas comiciales y la Constitución defectuosa de la Cámara, reclamando al Congreso
Nacional la intervención de la Provincia. La legislatura elegía a su presidente don Pedro Lami para completar el período
constitucional de Gallo al frente del poder ejecutivo. Gallo se atrincheró con tropas dispuesto a resistir y Lami solicitó ayuda
militar del ejército de línea que hizo posible su asunción del cargo en forma efectiva el 27 de agosto de 1882. En su breve
gobernación de dos meses, designó ministro a don José Gorosito.
Las crisis políticas del 80
El conflicto santiagueño preocupaba al gobierno nacional y se decidió nombrar al juez doctor Filemon Posse en calidad
de comisionado amistoso. Posse llegó a Santiago en octubre y logró una renovación legislativa destinada a posibilitar la elección
del gobernador en forma armónica. Se eligió gobernador a Luis Pinto que asumió el 1 de diciembre de 1882. Pinto nombró
ministro a Pablo Lazcano.
Surgió en oposición otra legislatura. Los antiguos legisladores del período Gallo, desplazados por el comisionado Posse,
volvieron a reconstruir el cuerpo bajo la presidencia de Pedro Vieyra, como forma de obstaculizar al nuevo gobierno de Pinto.
Ambas cámaras eligieron senadores nacionales para la vacante que dejaba Luis Frías. Pedro Lami surgió con mandato de la nueva
legislatura, diríamos legal, y Pedro Vieyra de la antigua y resucitada cámara. El senado rechazó ambos diplomas en junio de 1883,
y estos desgraciados episodios convencieron sobre la necesidad de intervenir legalmente la provincia. Discutido el tema, fue
sancionada la ley 1282 del 10 de julio 1883 y nombrado interventor federal el presidente de la Cámara de Diputados, doctor Isaac
Cheverría. Asumió su cargo el 4 de agosto decidido a procurar un entendimiento conjunto de Rojas, Olivera y Gorostiaga, del cual
debía surgir un gobernante consensuado.
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Logrados los acuerdos mínimos, Chavarría convocó a elecciones y la nueva legislatura eligió gobernador constitucional a
Pedro Únzaga que asumió el 1 de octubre. Únzaga nombró ministro al joven jurista tucumano José Nicolás Matienzo.
El nuevo mandatario tenia antecedentes conflictivos. Era hijo del conspirador Pedro Ignacio Únzaga.
Fruto de la efímera unión que presagiaba el acuerdo de Únzaga con Rojas fue la ley del 11 de enero de 1884, que dispuso
la demorada reforma constitucional a partir del 11 de febrero. Matienzo tendría oportunidad de concretar sus ideas jurídicas dentro
de la ideología predominante en el 80. Roca al ministro le felicitaba por esa Modernización Constitucional que significaba, en
suma, incluir a Santiago en los beneficios del liberalismo político, el positivismo pedagógico y el capitalismo dependiente, para
marchar inserta en el unicato del centralismo imperante. Todo ello debía ser consagrado constitucionalmente.
Se designó una comisión que discutió el anteproyecto del poder ejecutivo, sancionado finalmente el 28 de abril de 1884.
Frente al liberalismo oficial, la oposición católica liderada por el convencional Manuel Gorostiaga atacó la virtual separación entre
la Iglesia y el Estado adoptada en la nueva Constitución. Se eliminó la exigencia de pertenecer al culto católico para ser elegido
gobernador y creó el Registro del Estado Civil de las personas “sin distinción” de creencias religiosas. Adoptó el voto secreto,
escrito y optativo, y nueva organización comunal con la base del municipio urbano formado por departamentos ejecutivo y
deliberativo. Creó el sistema bicameral: senadores y diputados, elegidos popularmente. El vicegobernador, ahora instituido,
presidiría el senado provincial y la fórmula titular del Poder Ejecutivo seria elegida por un colegio electoral, votado directa y
popularmente.
La legislatura no solamente perdía sus atributos electorales, sino también su poder reformador de una constitución
flexible. Ahora se establecía el régimen rígido y las reformas deberían hacerse con una convención especial. La reorganización del
Poder Judicial se ponía bajo la autoridad de una Corte Suprema de Justicia compuesta por tres miembros, que durarían 6 años, y
jueces de pez en los distritos del interior. Organizó el Concejo de Educación dependiente del ejecutivo, las funciones de contador
y tesorero de la provincia, y la delimitación de las divisiones departamentales. Su técnica jurídica la situaba en el mejor nivel de
las constituciones del país.
Absalón Rojas recomenzó su disidencia con el gobernador Únzaga sospechado de adherir a don Bernardo de Irigoyen.
Rojas quería el control de las fuerzas policiales y en ocasiones denunciaba la tolerancia de Únzaga con mitristas y rochistas. “Se
hace indispensable retirarlo a Únzaga del gobierno y elegir a otro que le inspire confianza a Usted” le escribía Rojas a Roca, en
esos días, y aseguraba: “tenemos en la legislatura que destituye y elige gobernadores las tres cuartas partes del total de votos
disciplinarios e inconmovibles que me reconocen como jefe único lo mismo que todo el partido”.
Armada la trama para derrocar a Únzaga, este cometió el error de destituir al jefe policial y de proclamarse imparcial ante
los trabajos destinados a la proclamación de Juárez Celman. El ex jefe de policía Mariano Maza solicitó juicio político al
gobernador, y la legislatura que esperaba ese pretexto, hizo lugar a la formación de causa. No se consiguieron los dos tercios
necesarios pero tampoco se pararon en pruritos legales. Únzaga fue suspendido el 31 de julio, y el presidente del cuerpo, Sofanor
de la Silva asumió el mando. Únzaga quiso resistir, y un piquete policial lo persiguió causando de un custodio. Infructuosamente
solicitó la Intervención Federal, mientras la Corte Judicial declaraba nula la decisión legislativa. Nada los arredraba, Únzaga fue
separado del cargo el 24 de octubre y la Intervención a Santiago desechada por influencia del mismo Roca.
Santiago y el orden del progreso (Lazcano)
Entre 1875 y 1885, Santiago quedó incorporado al régimen del centralismo liberal impuesto por Buenos Aires. La
autoridad presidencial del jefe único, creó el unicato político al cual supeditaban su obediencia los gobernadores provinciales,
perdido todo afán autonomista.
Durante esa década, la legislatura sancionó en 1880 la primera ley de educación común, durante el gobierno de don Pedro
Gallo. Reformada el 15 de junio de 1882, creaba la Comisión General de Educación. La reforma constitucional sostuvo la
gratuidad y obligatoriedad de la enseñanza. Este progreso se completaba en lo económico con la apertura de los primeros canales
de Riego.
El gobierno de De la Silva y la llegada del ferrocarril (Lazcano)
Desde el 1 de agosto de 1884 hasta el 7 de octubre de 1886, completó el período gubernativo de Pedro Firmo Únzaga,
don Sofanor de la Silva, presidente de la legislatura y reemplazante constitucional del mandatario exonerado. Su actuación política
y legislativa anterior le mostraba como un fiel seguidor de Absalón Rojas, prenda de garantía para concluir su gobierno. Le tocó
instrumentar las primeras leyes consecuentes a la nueva constitución y organizar una situación política destinada a llevar en
triunfo a Rojas en su ansiada ambición por ocupar el gobierno santiagueño.
De la Silva designó ministro al doctor Benjamín Jiménez. Quedó en la presidencia legislativa don Milton Bruchman,
realizando el oficialismo, como en los criticados tiempos de Taboada, el milagro de gobernar en reiterado trueque de cargos con
un puñado de hombres, siempre los mismos, y al servicio incondicional del unicato nacional.
De la Silva reactualizó la idea de construir un hospital público, propuso licitar una línea tranviaria hasta la zona
suburbana, organizó una exposición industrial en la provincia, reflejo de la mentalidad industrialista dominante, y proyectó aguas
corrientes y mejoras edilicias, sin concretar muchas iniciativas plausibles. Mandó construir el nuevo cementerio santiagueño.
Adaptada al espíritu constitucional resultó la ley de Educación Común, sancionada el 22 de enero de 1885, y la autorización al
Concejo General de Educación para enajenar 50000 has.
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La mayor satisfacción del período la constituyó el arribo del primer ferrocarril a Santiago del Estero, el 12 de octubre de
1884. Culminaba el anhelo de vincular la capital con la red ferroviaria argentina y acortar distancias en el largo trayecto a Buenos
Aires. Rojas abrazó la causa ferrocarril como una bandera impostergable de los santiagueños. La línea debía pasar por Villa
Loreto, pero no se cumplió ese requisito. A partir de Frías se instalaron las estaciones de Choya, Laprida, Loreto, Simbol, Zanjón
y Santiago; ninguna tocaba los antiguos pueblos, preexistentes y centenarios. En su reemplazo surgieron estaciones ferroviarias
con poblaciones improvisadas, a 10 y 15 km.
Las vías fueron tendidas hasta la casa de gobierno todo a lo largo de la calle Libertad. La mentalidad agro exportadora
satelitaria del capital extranjero orientó en forma de abanico convergente en los grandes puertos de Buenos Aires y Rosario la
explotación ferroviaria argentina. El noroeste sufrió la muerte de poblaciones enteras, el ferrocarril llegó con sus productos
importados para volcarlos contra las artesanías locales, y extrajo lo único importante a sus fines: la madera, los postes y
durmientes que expoliaron el bosque santiagueño.
La firma Juan y Ruperto Figueroa instaló el servicio telefónico local. Acordaba la suma de $150 mensuales durante cinco
años, a cambio de facilitar 20 aparatos sin cargo que la empresa ponía al servicio de las oficinas gubernativas. Dentro del dividido
panorama político santiagueño el oficialismo estuvo siempre alineado con el unicato digitado desde Buenos Aires. El círculo de
Rojas asumió la candidatura del doctor Juárez Celman. El gobernador concluyó su mandato en octubre de 1886,
contemporáneamente a la asunción presidencial de Juárez Celman.
Las inmediatas preocupaciones del final del año estuvieron motivadas en la aparición de una terrible epidemia de cólera.
Ocho comisiones médicas colaboraron con el Concejo de Higiene presidido por el doctor Juan F. Borges. El 10 de diciembre se
creó la Cruz Roja y una botica pública debió habilitarse en dependencia del Colegio Nacional para proveer medicamentos a la
población.
El gobierno de Absalón Rojas (Lazcano)
Fue el tercero de los grandes conductores y gobernantes santiagueños del siglo XIX. La historia federal de la región
durante el siglo XIX comprende tres personalismos progresivos: Ibarra, Taboada, Rojas, sincrónicos de la evolución; el caos
primero, enseguida la edad pastora y militar; al fin, los comienzos del período agrícola y civil.
El ideario de Absalón Rojas se resume en una de sus frases parlamentarias: “yo quiero para las provincias lo que Buenos
Aires ha tenido desde su fundación: el capital, los medios de impulsar su progreso, aunque no quiero para ellas, tanto como ha
tenido Buenos Aires, que llegó en momentos de orgullo al querer sobreponerse a la Nación”.
A su llegada al gobierno encontró una provincia modernizada con ferrocarril, teléfono y telégrafo. Le faltaba educación.
Organizó la Intendencia Municipal de la Capital (adaptada al régimen constitucional de 1884). El 1 de mayo de 1887 pudo
inaugurar la asamblea legislativa con sus autoridades completas. Con la ley del 25 de agosto de 1887 que organizaba y fijaba las
divisiones departamentales definitivas de la provincia. El primer antecedente se remontaba a un decreto de enero de 1864 dictado
por Manuel Taboada, que dividía el territorio provincial en 17 departamentos. Ahora quedaron establecidos: Capital, Banda,
Robles, Silípica, Loreto, Atamisqui, etc. Comenzaron a explotarse los ingentes bosques santiagueños.
Para proveer al Ferrocarril Norte llegaron a emplear más de 10000 obreros en la elaboración de postes, durmientes,
carbón y leña preferentemente destinados a los ferrocarriles. La empresa del F. C. Central Argentino línea Sunchales hizo su
entrada al territorio provincial en 1888, llegó a Selva, en la ruta Rosario- Tucumán, que sería completada en 1890 con el ingreso a
La Banda, y termina con el Ramal Santiago- La Banda inaugurado el 4 de febrero de 1891.
El 15 de enero de 1888 quedó habilitado el Teatro Recreo, primera sala artística de la ciudad, construida junto a la sede
gubernativa. El 6 de febrero de 1889 pudo el gobernador inaugurar el servicio de luz eléctrica urbana que hizo de Santiago la
primera ciudad del país con electricidad. Fue sancionada el 26 de agosto de 1889 la primera legislación sobre Estado Civil y
meses después se instaló la primera oficina municipal del Registro Civil. En el terreno educacional, durante el período 1886-1889
se destinó la mitad del presupuesto provincial para Instrucción Pública. Se aumentaron a 215 las escuelas públicas, se
construyeron 17 modernos edificios escolares, 4 de ellos monumentales en la capital.
Maestros e intelectuales dieron vida la sociedad Adolfo Alsina en 1886, presidida por José del C. Guzmán; la sociedad
literaria Coronel Borges, de 1887, que dirigió el profesor Maximio S. Victoria y la Sociedad Sarmiento fundada el 28 de octubre
de 1888 por don Belisario Flores, entidad madre de la cultura santiagueña que después instaló su propia biblioteca pública en
1893.
Dinámicos colaboradores, propugnaron el levantamiento del plano topográfico de la ciudad, ensanche y delimitación de
calles, además de la ley de Creación del primer Banco de la Provincia, en 1888. Rojas siempre estuvo vinculado con los
problemas asistenciales y sociales, después de vencida la epidemia de cólera continuó manifestándo otras preocupaciones del
mandatario. Para difundir la caridad y la asistencia social, promovió Rojas en los comienzos de su período, reorganizar la
Sociedad de Beneficencia fundada localmente el 27 de septiembre de 1880 a iniciativa del ministro Pedro Olaechea y Alcorta. La
asociación mantendría un asilo de mendigos, cuidaría de la mujer desprotegida y la caridad cristiana.
Absalón Rojas, refundador de Santiago (Lazcano)
Rojas aprovechó los beneficios inmediatos del sistema sin medir sus consecuencias de subdesarrollo futuro para la
provincia. Una relación de intercambio servicial parecida a la de los Taboada con Mitre, fue establecida en esta etapa histórica por
Rojas y Roca.
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Volcó toda su influencia en las elecciones presidenciales de abril de 1886, aun bajo el gobierno de Sofanor de la Silva,
obediente a sus designios, que reafirmaron la supeditación al unicato con el triunfo del doctor Miguel Juárez Celman. Santiago
reiteró un cuadro de oficialistas opresores, violencias electorales, empastelamiento de la prensa opositora y atropellos
fraudulentos, que no diferían del resto del país.
Rojas, con la carta ganadora, acentuó la rigida uniformidad en torno de Juárez Celman valido del aparato gubernativo.
Recuérdese que sus mayorías parlamentarias impidieron sistemáticamente el gobierno normal de quienes se mostraron
independientes a su dominio político, y allí se encontraran los hilos de asesinato del diputado opositor José Arrisola. En junio de
1885 fue asaltado y vejado hasta morir, víctima de los esbirros policiales. En las vísperas comiciales secuestraron al periodista
Nicolás Gigena del diario “El Pueblo”, detuvieron a los doctores Martín Herrera, y Manuel Argañaraz, engrillados sin
consideración; y Manuel Gorostiaga, director de “El País”, sufrió idéntico castigo, documentado en la publicación de unas Tablas
de Sangre con los crímenes del roquismo en Santiago. El juez federal doctor Pedro Olaechea y Alcorta debió condenar a las
autoridades inscriptoras de muchos departamentos por negarse a inscribir en los padrones a ciudadanos notoriamente opositores al
régimen.
La pasión republicana no impidió al gobierno bautizar a las cinco escuelas recién fundadas en la ciudad con los nombres
de Belgrano, Sarmiento, Benjamín Zorrilla (por el presidente del Concejo Nacional de Educación), Miguel Juárez Celman y
Absalón Rojas (por el gobernador). Solamente existía la plaza principal, diseñada por el ex gobernador Absalón Ibarra, a la cual
ahora se la bautizaba como plaza Libertad. Además, se crearon las nuevas plazas: Belgrano, Independencia, San Martín, Julio A.
Roca y Absalón Rojas, en cada uno de los barrios urbanos.
El progreso edilicio exigía abrir nuevas calles y avenidas, ampliar las existentes, prolongarlas a barrios de reciente
urbanización, etc. Para ello, se tomaba como eje central, de Este a Oeste, la calle Libertad, demarcatoria del nacimiento de cada
arteria. De norte a sur, sería la avenida Belgrano. Pero bajo tan progresistas iniciativas se introducía ese manejo político de la
historia que el régimen mantuvo la colonización pedagógica del país y surgieron los nombres próceres del historial oficialista:
sendas calles se bautizaron Sarmiento, Alberdi, Mitre, Roca, Pellegrini, etc., todos vivos.
En 1886 aprobó la ley de expropiación del Mercado Armonía, explotado hasta entonces por una sociedad privada
constituida a iniciativa del ex gobernador Octavio Gondra. Se fijaron las atribuciones y competencia de la Intendencia Municipal.
Pasó a jurisdicción municipal la organización administrativa del cementerio local. En 1887 se aprobó la pavimentación de las
nuevas avenidas, y el embaldosado de la plaza Libertad con sus senderos interiores.
El poder ejecutivo dispuso partidas para construcción de obras defensivas contra los avances del río Dulce: en diciembre
de 1887 quedó resuelto contratar una línea de tranvías urbanos y rurales; iniciándose los edificios para Tribunales, Legislatura y
Municipalidad, control de la matrícula de negocios, industrias y profesiones a objeto de fiscalizar la renta pública.
Suprimida toda oposición interna, Rojas convocó a elección de electores de gobernador y vice para el 7 de abril de 1889.
Resultó triunfante la fórmula oficial que él mismo impuso; Maximio S. Ruíz- Manuel Beltrán. El oficialismo santiagueño no
perdía oportunidad de reafirmar su adhesión a Roca. Maximio Ruíz, elegido gobernador renunció a la representación
parlamentaria. Absalón Rojas era electo senador nacional en dicha vacante. El último gobernador que completó un período
constitucional completo antes de Rojas, fue Manuel Taboada, 1867-1870.
Maximio Ruíz, sucesor de Rojas en las vísperas del 90 (Lazcano)
Maximio Ruíz se presentó como fiel continuador de don Absalón Rojas. Poco tiempo después de iniciado el nuevo
gobierno, se sancionó la ley de creación del Registro de Bienes Raíces sujetos al dominio privado.
Se inició así el año 90 sin que aparentemente la crisis nacional preocupara a las autoridades santiagueñas. Seguros de la
permanencia y eficacia del sistema, no advirtieron el próximo derrumbe.
La revolución del 26 de julio de 1890 tomó desprevenidos en su estallido cívico-militar a la mayoría de los políticos
oficialistas y opositores santiagueños. Unos, confiados en la perduración del sistema; otros, alejados del gran movimiento
multipartidario animado por la Unión Cívica. La conciencia ciudadana pronto se canalizó en el nuevo cauce político. Producida la
caída del presidente Juárez Celman, se organizó una manifestación jubilosa que celebraba su caída. Pocas veces se vio tanto fervor
patriótico como en aquella marcha triunfal por las calles santiagueñas.
Entre tanto, Maximio Ruíz telegrafiaba al presidente reemplazante doctor Carlos Pellegrini y reafirmaba su adhesión a las
nuevas autoridades nacionales. En la presidencia, Pellegrini nombró de inmediato “ministro de Interior a Roca, que se convirtió en
el gran triunfador”, asevera el historiador Ramallo, porque había logrado desalojar a Juárez Celman del poder, que ya no
respondía a su influencia, y al mismo tiempo evitar el triunfo de la Unión Cívica con su programa renovador. Los opositores
locales coincidieron en la necesidad de organizar esa nueva fuerza política y un triunvirato directivo fue elegido para concretar la
Unión Cívica de Santiago del Estero. Lo integraban Rafael de la Plaza y los doctores Manuel Argañaraz y José Manuel Corvalán.
Contagiados del entusiasmo momentáneo, celebraron a través de una declaración pública la nueva era que prometía
Pellegrini, y alarmaron las esferas gubernativas temerosas de la formación opositora denunciada desde el oficialismo como un
producto malicioso de la unión de mitristas y bernanrdistas, ahora resucitados políticamente. Ruíz buscó entonces un acercamiento
a Manuel Gorostiaga, jefe del Partido Liberal (denominación que respondía a sus antecedentes mitristas derivados de la adoptada
por los unitarios porteños en 1852 opositores a Urquiza, y sin parentesco con las reformas liberales laicistas de Roca y Juárez
Celman). De acuerdo a nivel provincial quedaron excluidos los partidarios de la Unión Cívica, diferenciados del oficialismo según
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los lineamientos nacionales adoptados por esta fuerza. Para rubricarlo, apareció en octubre el diario “Unión Cívica” fundado por
Baltasar Olaechea y Alcorta y redactado por el ingeniero electo Corvalán, joven figura de indeclinable solidaridad con las
directivas de Leandro Alem.
Segundo Gob. Absalón Rojas (Lazcano)
Se había producido la revolución y a los pocos días Juárez Celman presentó su renuncia, estas situaciones repercutieron
en el interior, y en Santiago del Estero ya que Absalón era roquista y defensor de Juárez Celman, sufrió en carne propia los
favores recibidos del gobernante caído.
Al finalizar el periodo de Don Máximo Ruiz, fue electo gobernador por segunda vez Absalón Rojas. Ocurría algo
semejante a los cambios y recambios entre Manuel Taboada y Absalón Ibarra, su primo hermano. Absalón Rojas fue derrocado, a
los pocos días de asumir la presidencia Luis Sáenz Peña, señalando como responsables a los gorostiaguistas y a los radicales.
Rojas solicito la intervención federal y se entregó preso para el cese de toda resistencia, obligando a renunciar el
vicegobernador y los diputados.
Fue designado interventor Eduardo Acosta, quien ordeno la libertad de Rojas, con la caducidad de los poderes ejecutivos
y legislativos. El interventor convoco a elecciones saliendo electo gobernador Gelasio Lagar y vice Mariano Gorostiaga.
Fin del rojismo: balance del periodo (Lazcano)
Proyecto obras grandiosas para su tiempo. El periodo 1886-1889 merece una consideración especial pues marchan
parejas las iniciativas educacionales y realizaciones de orden material. Se criticó el personalismo absorbente de Absalón Rojas, su
peso político había contribuido al afianzamiento del unicato roquista. Este aprovecho los beneficios inmediatos del sistema sin
medir sus consecuencias de subdesarrollo futuro para la provincia.
La ley de 4 de agosto de 1887, organizativa de las plazas públicas santiagueñas. Su inspiración era loable pues la ciudad
no tenía espacios verdes, solo la plaza principal.
Absalón Rojas: reformas y obras: Fundo el Banco Provincia. Resolvió cuestiones de limites interprovinciales. Creo el
Departamento Topográfico y el Registro de Bienes Raíces. Organizo los municipios; trazo caminos, diques, canales, puentes, etc.
Prolongo la red telefónica, inauguró el alumbrado eléctrico. Fundo Villas. Hizo mejoras edilicias, entre ellas la pavimentación.
Alentó la agricultura, ganadería e industria. Organizo asistencia social. Se construyó el edificio del Hospital Mixto. Se levantó el
teatro Recreo. Se preocupó por la epidemia de cólera extendida desde Buenos Aires. Reglamento el Registro Civil. Dio gran
empuje a la educación popular, organizando el magisterio, dictando cursos de perfeccionamiento, actualización de material
didáctico, construcción de 5 edificios escolares en Capital. Construcción de cuatro plazas públicas para ornamento de la Ciudad
(Plaza Independencia, Plaza General Roca, Plaza Absalón Rojas, Plaza Belgrano). Obras en defensa del Rio Dulce
Gobierno bajo la egida de Rojas: Máximo Ruiz; Crea el Registro General de Propiedad. Obras de reparación del dique.
Adquisición de 4 carros para la recolección de basura. Ley para la compra de medicamentos del Hospital Mixto. Sanción de la ley
de impuesto de riego y alumbrado eléctrico. Otorgo becas a tres maestros normales para continuar su perfeccionamiento en la
Escuela Normal del Paraná. Rehabilitación del canal de riego de villa Loreto. Construcción de la acequia por la avenida Belgrano
y obras de agua corriente. Donación de terreno para el correccional de mujeres. Construcción de edificios escolares en La Banda,
San Pedro de Choya y Sumampa. Surgen como consecuencia del trazado del ferrocarril, Clodomira, Villa Atamisqui, etc.
La revolución del 90: sus repercusiones (Lazcano)
La manipulación de la sucesión política, el truque de funciones representativas y el fraude electoral que caracterizaron el
régimen conservador, impedían la vigencia autentica del sistema representativo, republicano y federal consagrado por la
Constitución Nacional. Esto trajo como consecuencia, el comicio sangriento, primero, y la apatía electoral después.
Ese sistema que parecía sólidamente establecido, hizo crisis en 1890 cuando la corruptela política se vio agravada por
causas morales, financieras y administrativas que hicieron zozobrar al gobierno en la presidencia de Juárez Celman.
Un gobierno que multiplico las concesiones de obra pública y la emisión monetaria, fomentando la especulación,
desataron la reacción violenta de partidos y sectores de opinión por vía de la revolución armada. Ahí coincidieron casi todos en
una condenación unánime que reivindico los valores subversivos: mitristas, católicos, republicanos, un sector de los autonomistas
y también las fuerzas armadas, fenómeno novedoso en nuestra historia. Dicho sentimiento de repudio al unicato juarista genero la
irrupción de la juventud.
Esa coalición era heterogénea por su composición y perfil ideológico. Y también por sus motivaciones. Algunos
elementos solo quisieron cambiar al presidente para mantener el régimen, porque ellos habían contribuido para forjarlo. Otro
sector se proponía sincero y ambicioso objetivo de cambio revolucionario. La Revolución del Parque (26 de julio de 1890),
hábilmente manipulada por Roca y Pellegrini, consiguió en el corto plazo los acotados objetivos que ellos se propusieron: derrocar
a Juárez Celman para que el sistema siguiera intacto. Y así quedaron burlados los auténticos revolucionarios: Leandro N. Alem y
Aristóbulo del Valle.
Crisis institucionales (Lazcano)
La revolución del 90 no fue un sacrificio inútil. Fue una clarinada de alerta para los hombres del régimen conservador,
los frutos demoraron en llegar. El 15 de enero de 1891, durante la presidencia de Carlos Pellegrini, se reunió en Rosario la
Convención Nacional de la Unión Cívica. El movimiento vivía todavía la etapa de la conciliación de sus tendencias internas que
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habían alumbrado la revolución del parque; cívicos mitristas y cívicos intransigentes, y así surgió la fórmula presidencial
Bartolomé Mitre-Bernardo de Irigoyen.
En el mes de marzo, el general Mitre, que regresaba de Europa, fue recibido en el puerto de Buenos Aires por el general
Roca, Ministro del Interior y los dirigentes estrechan en una abrazo. Ahí comenzó a gestarse el “Acuerdo” para frenar nuevamente
a Alem y a los intransigentes.
El 26 de junio se reúne en Buenos Aires el Comité Nacional de la Unión allí se resolvió someter a la Convención
Nacional la propuesta del “Acuerdo” pero una minoría de filiación mitrista se reúne por separado y desconoce la convocatoria. En
su carácter de presidente del Comité Nacional, Leandro Alem se dirige a los comités de distritos previniéndoles que una minoría
del cuerpo “compuesta en su mayor parte de miembros que no tienen representación de las provincias, acaba de separarse para
constituir un nuevo centro usurpando el nombre de nuestra gloriosa institución”. En esas deliberaciones se aprueba por
unanimidad una propuesta del delegado salteño, Joaquín Castellanos, para separar del partido a los miembros firmantes del
manifiesto separatista.
El día 2 de Julio quedo formalizada la división de la UniónCívica. Alem lanzo un manifiesto sentando los principios
rectores de la agrupación política. El documento señalo, también, el carácter nacional e impersonal del movimiento cuya lucha no
se dirigía contra individuos determinado sino contra un régimen que había subvertido las leyes de la nación.
Frente a la separación de Mitre como cabeza de la UniónCívica Nacional, que había integrado formula con el roquismo.
Fue necesario elegir nuevos candidatos para la elección presidencial. Alem impulso el nombre del doctor Bernardo de Irigoyen y
como compañero de fórmula Juan M. Garro, que venía de la UniónCatólica.
La inusitada acogida popular hacia predecir un triunfo resonante de la UniónCívica Radical en los comisios
presidenciales. Pero los hombres del régimen sabrían encontrar los medios para contrarrestar la ola de adhesión al radicalismo. Ya
habían demostrado esa habilidad cuando los rochistas, enfrentados a Roca desde un lustro antes, formaron el partido modernista,
lanzando la candidatura de Roca en Sáenz Peña. Entonces, Roca y Pellegrini, hicieron la jugada maestra de oponerle la
candidatura de Luis Sáenz Peña en coincidencia con su hijo Roque que retiro su postulación, dejando allanado el camino para el
“Acuerdo” entre la UniónCívica Radical y el partido de Roca.
El 2 de Abril, una semana antes de las elecciones, el presidente Pellegrini denuncia una conspiración subversiva; en
consecuencia, decreta el estado de sitio en todo el país, detiene y confina en un buque de guerra a los dirigentes radicales, los
comités son clausurados, así también los diarios de la oposición. Los miembros del Comité que quedaron libres, declararon la
abstención. El estado de sitio se levantó por 24 horas, el 10 de Abril, para permitir las elecciones con el resultado previsible: el
triunfo sin oposición del binomio Luis Sáenz Peña-José Evaristo Uriburu
La economía de la región, antes y después del ferrocarril (Lazcano)
El ferrocarril, la inmigración y el aprovechamiento económico de la pampa húmeda, esgrimidos como poderosos
argumentos civilizadores por los gobiernos de la organización nacional estructuran un sistema político-económico que tiene
Buenos Aires como eje y algunas zonas del Interior como áreas de economía complementaria de la Argentina de los cereales y de
las carnes. Se ha sostenido entonces que cuando se organiza un verdadero “mercado nacional” conforme a los principios de la
división internacional del trabajo. En dicho sistema, la Argentina debía ser proveedora de alimentos de materia prima y
consumidora de manufacturas importadas, principalmente inglesas.
En 1870 se inaugura la línea Central Argentino, que unía el puerto de Rosario con Córdoba. El empeño de Sarmiento y
Avellaneda hicieron posible el ambicioso proyecto de llevarlo hasta Tucumán a costa de un máximo sacrificio financiero y
construido en un tiempo record.
El optimismo era generalizado, pero nadie advirtió cuales serían las consecuencias que soportarían las partes del territorio
nacional que quedaron aisladas o no servidas a tiempo por esas líneas de esa nueva frontera que creaba el ferrocarril.
Las corrientes inmigratorias que habían comenzado a radicarse en el Litoral no pertenecen al Noroeste ni entonces, ni
después, al menos en forma masiva. La sociedad se componía de una clase principal cuyo origen entroncaba con vecinos
feudatarios del tiempo colonial y una burguesía prospera llegada a fines de S. XVIII y pioneras décadas de XIX. Este grupo
monopolizaba la tierra, la actividad comercial, el prestigio social y el poder político. En un nivel inferior de participación y
posibilidades estaban los labradores y peones rurales, arrieros de tropa, empleados de tiendas, pulperos y artesanos. Ciertas
profesiones técnicas como ingenieros, arquitectos, agrimensores y mineros estaban eficientemente servidas por extranjeros.
La economía de la región tenía una estructura productiva diversificada. Ella resolvía en buena medida los requerimientos
del consumo local y proveía de saldos exportables para el comercio interregional y a la demanda de los mercados de Bolivia, Perú
y Chile, asegurando fuentes de trabajo estables a la mano de obra nativa, los presupuestos fiscales eran pequeños. En ese
panorama se insinuaba el ascenso de Tucumán respecto de las otras provincias, Catamarca y Salta contaban con una relativa
prosperidad, mientras que Santiago y La Rioja eran provincias que soportaban situaciones económicas más críticas.
Tucumán producciones más significativas la caña de azúcar, el tabaco, el arroz y las maderas, la ganadería orientada
hacia la cría de vacunos y mulares, siendo escasos los productores que poseían plateles de gran volumen. La llegada del ferrocarril
redujo el número de ingenios pero incorporo maquinaria de gran capacidad de molienda y elaboración. Otro cultivo industrial de
significación era el tabaco. El productor tenía muy buena calidad pero los métodos culturales eran rutinarios y deficientes. La
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exportación más ventajosa que tenía era la curtiembre, procesando la materia local y también la que se adquiría en Santiago,
Catamarca y Salta. Otro recurso importante era la explotación forestal.
La provincia de Salta tenía como producciones los cueros y sus derivados industriales. El comercio de las mulas a Bolivia
y Perú había declinado pero se compensaba en parte con los arreos de hacienda vacuna a esos mismos mercados y también a
Tucumán y Santiago del Estero. La ganadería era sin duda, la riqueza de Salta.
Jujuy era una provincia de escasa población, la más baja del Noroeste, y de comercio limitado. Bolivia y Salta eran sus
mercados. La principal riqueza era la ganadería, con una producción de azúcar que estaba en alza, abastecía el consumo local y se
vendía en Salta, pues esta provincia todavía no había desarrollado su industria azucara. También se exportaba el maíz en grano, la
papa, el charqui, las naranjas y el agua ardiente de caña. También se explotaba el oro en pepitas.
Santiago del Estero padecía una situación de aguda pobreza. Era la provincia más poblada del Noroeste pero no había
podido desarrollar una economía acorde con sus necesidades y también con sus recursos. Se hacía sentir la falta de agua para el
riego, el gobierno carecía de fondos para obras públicas. Tenía una explotación ganadera primitiva, agricultura de subsistencia,
manufactura artesanal del tejido y del cuero. La ganadería proveía de animales para el consumo y la explotación de hacienda y
cueros a Tucumán y Córdoba. Se confeccionaban primorosas colchas, ponchos y jergas se vendían en Santa Fe, Entre Ríos,
Corrientes y Buenos Aires. Cubierto en vastas extensiones por bosques de quebracho brindaba prodigo un material que estaba
necesitando la expansión del ferrocarril.
El santiagueño del común sobrellevaba su pobreza y a veces su miseria gracias a la gran fragilidad. Su dieta alimentaria
consistía en la algarroba, mistol y maíz. Se complementaba con zapallo y melones de estación que se cultivaban en las chacras y
huertas familiares.
Un francés emprendedor, Pedro Saint Germes, instalo a cinco kilómetros de la ciudad, un moderno ingenio azucarero en
un campo d 800 hectáreas, era el ingenio más moderno que existía en el país. La iniciativa fue contagiosa, estas inversiones
produjeron una valorización crecida de las tierras.
Catamarca era la provincia minera más importante del país, seguida por San Juan y La Rioja.
La Rioja los pocos recursos hídricos y las frecuentes sequias asolaba la escasa producción agropecuaria, carecía de ríos
importantes que pudieran ser aprovechados, los cultivos se reducían a pequeños oasis de riego al abrigo de montañas empinosas.
El estado de guerra casi permanente que vivió desde 1820 a 1868 hizo de ella un baluarte del federalismo agresivo.
Los riojanos vendían sus vinos tan acreditados en el Noroeste, cultivaban trigo y molían harina, también desarrollaban
pasturas para la alfalfa. Muchos seguían apostando por lo minería el problema radicaba en la falta de capitales.
Antes que el ferrocarril cambiara nuestro sistema de comunicaciones, el N.O. estaba estructurado sobre los ejes de
circulación establecidos durante la época colonial. Cuando irrumpió llego a Tucumán en medio de la euforia colectiva en 1876.
Desde ese momento aumento considerablemente el cultivo de caña de azúcar, se introdujo moderna maquinaria y la producción
registro un crecimiento significativo. La expansión tucumana estaba en marcha.
La primera desventaja que soportaría el Noroeste del ferrocarril fue su marginación respecto a la red ferroviaria. Santiago
del Estero solo la recibió en 1884, en forma de ramal secundario derivado de la estación Frías. Catamarca tuvo tren a mediados de
1889 con las desventajas consiguientes al ser punta de riel. Ese mismo año, la primera locomotora entro en la ciudad de Salta,
aunque en este caso la estación quedo emplazada sobre la línea troncal que venía de Tucumán. Tarde, muy tarde, se le dio
ferrocarril a La Rioja, donde llego a fines de siglo. La nueva frontera de hierro no vinculo a las provincias andinas con Tucumán y
tampoco con Santiago del Estero siguiendo el trazado de caminos tradicionales. El riel corto la realidad económica- social
preexistente, margino pueblos y cambio la geografía política.
Las consecuencias fueron en muchos casos negativas. Para sacar sus producciones, los pueblos marginados siguieron
durante cierto tiempo con su locomoción a mula, pero este sistema no podía resistir la competencia del tren. En Catamarca y
Santiago comenzó un éxodo de trabajadores a los ingenios tucumanos atraídos por mejores salarios. Era el comienzo del fin de la
industria azucarera e Santiago. Si bien el ferrocarril modernizo algunas partes de las comunicaciones, la rigidez del riel aprisiono
al sistema económico del N.O., desarticulando la integración de sus partes constitutivas. También desalentó los antiguos ejes de
circulación que vinculaban a la región con Chile, Bolivia y Perú, subordinándola a los puertos del Litoral. Esto reporto una
decadencia generalizada, con excepción de Tucumán, centro de economía complementaria del nuevo sistema, que hizo de Buenos
Aires el punto de convergencia necesario y forzoso. La región paso a ser consumidora de las manufacturas que se introducían del
exterior, por los puertos del Litoral, desplazaron a los artículos producidos por las industrias y artesanías regionales.
La inmigración (Lazcano)
La gran extensión territorial baldía era el problema de la República Argentina, era imperioso hacer desaparecer el
desierto aplicando la formula “gobernar es poblar”, lo cual significaba abrir las puertas de la inmigración, asegurándole libertad y
bienestar. Esta inmigración debía venir de Europa. Ella traería la civilización en sus hábitos de trabajo, de libertad y de cultura.
La mayoría liberal había sancionado un proyecto que concedía a la inmigración todos los derechos civiles y también la
posibilidad de adquirir ciudadanía para gozar de derechos políticos, con excepción de la presidencia y vice de la nación.
Los primeros contingentes de colonos extranjeros comenzaron a llegar enseguida, por gestión de los gobiernos
provinciales.
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El proceso de colonización no se detuvo, como es sabido pero la nación demoro bastante el dictado de la ley
reglamentaria sobre inmigración y colonización. Esto sucedió solo en la presidencia de Avellaneda cuando se dicta la ley n° 817.
Le ley creo el Departamento General de Inmigración con la misión de promover el ingreso de la inmigración. También dispone la
creación de Comisiones de Inmigración en las provincias para facilitar en el interior del país la radicación de los inmigrantes. El
proceso de inmigración demoro bastante en las provincias del Noroeste, y fue mucho más reducida.
Tucumán fue la provincia que más inmigrantes había receptado. La colectividad más numerosa era la española,
siguiéndole la italiana, árabes y franceses. Era la provincia con mayor desarrollo económico y ofrecía mejores oportunidades
laborales a los inmigrantes que querían radicarse en ella. Salta ocupaba el segundo lugar, venia después Santiago del Estero, más
reducida en Catamarca, La Rioja y Jujuy.
La escasa atracción de inmigración se debió a
 la distancia geográfica en que se hallaba respecto a los puertos del litoral
 la demanda de Buenos Aires y Rosario de mano de obra tanto para operaciones calificadas como para obreros comunes
 las mejores tierras para el aprovechamiento económico habían sido repartidas en merced real de los primeros
colonizadores (S. XVI-XVII)
 no hubo una política sostenida de gestión oficial para la promoción de la inmigración.
 La falta de establecimiento de colonias, aunque se intentó.
Primeros antecedentes de la legislación social reaccionaria (Lazcano)
La mentalidad de la oligarquía reservaba sus grandes conquistas culturales y las obras gubernativas para el goce
exclusivo de esa clase social predominante. La legislación debía tender a una verdadera alteración de raza mediante el fomento de
la población anglosajona. La exclusión del nativo sería resultante de esa política inmigratoria que trataba de fundar una nación
prescindiendo de sus nacionales. Todo este sistema fundado en una ideología descreída del país y su pueblo, constituye el
régimen, de esencia anti nacional.
Los antecedentes legislativos de su andamiaje socialmente reaccionario podrían remontarse a los primeros estatutos y
reglamentos directoriales que negaban los derechos políticos a domésticos y asalariados. Quien no acreditara la posición de
propietario pasaba a engrosar las filas de los vagos, susceptibles del enganche militar, la leva forzosa o el servicio de fronteras. La
mentalidad burguesa trasplantada del liberalismo reservaba la democracia de los pudientes, a quienes podían pagar impuestos y
hacerse acreedores a intervenir en los negocios públicos porque contribuían a sostener el Estado.
Esta ideología también llegó a Santiago. En la primera constitución de 1856 se estableció entre los requisitos para ser
diputado o senador “tener una posición independiente”. La reforma de 1864 exigía al titular del poder ejecutivo “tener un capital
propio que no baje de cinco mil pesos”.
A imitación de otros antecedentes nacionales y regionales, la legislatura santiagueña sancionó un primer ordenamiento
social y laboral el 7 de julio de 1860, durante el gobierno de don Pedro R. Alcorta, aun bajo influencia de los Taboada. Las
relaciones entre peones y patrones correspondían al Intendente General de Policía en la órbita del reglamento de policía dictado en
la fecha. Todo contrato de trabajo debía efectuarse ante el Intendente de Policía quien daba al peón la papeleta certificante, cuya
falta le condenaba a servir en las obras públicas. El Cap VI legislaba sobre los “conchabados” a partir del principio de que todo
aquel que no tuviera una propiedad, profesión o industria estaba obligado a conchabarse, a jornal o servicio doméstico. Ningún
peón, jornalero o sirviente podría obtener nuevo conchabo sin presentar la papeleta firmada por su anterior patrón. El Cap. VII
consideraba vagos y mal entretenidos a cuentos, sin tener propiedad, profesión, arte u oficio, tampoco tuviera conchabo en la
forma prescripta por el reglamento. Los varones serían detenidos y mandados a conchabar; las mujeres, destinadas al servicio
doméstico. Esas normas restrictivas eran las corrientes en su época. La libertad personal resultaba ilusoria para quien no tuviera
papeleta de conchabo, y esta obligatoriedad facilitaba mano de obra servil a los grandes propietarios.
Si esta fue la situación social con los Taboada, se agravó más con Rojas. Resultado de estas incidencias fue la ley
sancionada el 23 de noviembre de 1887 y promulgado por el gobernador Absalón Rojas. Establecía el mecanismo de las
relaciones laborales, siempre bajo jurisdicción policial. Obligaba a tomar conchabo a todas las personas sin rentas propias, oficio,
industria y ocupación; excluía a hijos de familia menores de edad bajo tutela paterna. En caso de huelga, los obreros serían
penados como vagos: y la policía expediría las papeletas haciendo constar su relación laboral, jornales percibidos y cuentas entre
patrón y peón. El patrón es un magistrado doméstico revestido de autoridad policial para velar por el orden de su casa haciendo
que peones y sirvientes les presten obediencia y respeto, y que cumplan puntualmente sus deberes.
El patrón podría exigir resarcimiento por daños causados por mal servicio de sus peones, o ausencia indebida del trabajo.
Los jornaleros debían trabajar de sol a sol, descansando dos horas en el mediodía en los meses de diciembre, enero y febrero; y a
excepción de los meses de junio, julio y agosto, una hora en los demás restantes hasta terminar el año. No podría disolver el
contrato de servicio, ni negarse a continuarlo sin causa bastante (pena de 30 días a trabajos forzados), normas también aplicadas a
las sirvientas.
Como consecuencia de esta ley, el 29 de diciembre de 1887 se dispuso crear una oficina de servicios a jornal, adscripta al
departamento de policía y encargada de expedir las papeletas de conchabo, llevar los registros de trabajo, ajustes de salario y
contratos de servicio.
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Estado, Educación y Género en Santiago (1874-1914) – (Soifo, Marta)


Diferencias de currículum según el sexo: para las mujeres, las labores incluían costura, bordado, tejidos de mano. En cuanto a las
escuelas normales nacionales, el plan de estudios tuvo una reformulación en virtud de las críticas formuladas por el ministro
Eduardo Wilde en 1883, éste aconsejó un plan de instrucción de tres años para la formación de maestros y maestras, y de cinco
para los profesores, se introdujo Historia Patria en el plan de maestros primarios, así también Geografía argentina e Instrucción
Cívica. Se clasificaba a las escuelas normales en elementales, para la formación de maestros para las escuelas primarias y
superiores para la de profesores. La de Santiago se encontraba entre la primera.
El programa educativo de la élite dominante inscribió los proyectos de escuelas profesionales en el propósito de alejar a
otros sectores ascendientes de la posibilidad de acceder al poder, en tanto perseguía la perpetuación de las funciones dirigentes de
una élite, a quien tampoco convencía el ingreso de las mujeres de los sectores bajos a la Escuela Normal.
Graciela Morgade señala que, según el censo de 1869, el 58,4% de las mujeres desarrollaban tareas agrícolas y
artesanales, integrando así la población económicamente activa, gran parte se dedicaba a la actividad doméstica, así como
costureras, cocineras, lavanderas, sirvientas, entre otras.
Se ofrecía en la oferta educativa de Artes y Oficios, cocina, lavado, planchado, cría de aves, limpieza y aseo del hogar,
costuras, obras de industria local, lo que pudo significar la posibilidad de obtener el aprendizaje de un oficio para las mujeres, los
saberes reproducían el orden social, lo cual unido al escaso prestigio explica la merma en la concurrencia de las alumnas.
Escolarización, docencia y afianzamiento de la nacionalidad: el Estado- Nación, marca a la escuela como difusora de la cultura
hegemónica. El orden patriarcal del Estado nacionalista de fines de siglo necesitaba de un instrumento que transmita sus valores,
requería la consolidación del Estado y la incorporación de la Argentina al mercado mundial. Este instrumento fue la escuela
pública cuya función primordial fue un orden moral orientado a la formación y garantía de la unidad nacional ante la doble
amenaza del nuevo orden: el arribo de inmigrantes y conflictos regionales. La asistencia a la escuela garantizaba hábitos, normas
de conducta, una lengua común e identidad nacional, el docente fue moldeado como agente en esa labor de ciudadanización. La
construcción de la identidad de la docencia se entretejió con la construcción de la identidad nacional.
En 1900 aproximadamente, el 68% del personal docente de la provincia estaba constituido por mujeres.
La escuela es la llamada a formar en los niños el sentimiento de la propia nacionalidad. Esta necesidad es mucho más
sentida en los pueblos jóvenes que reciben mucha inmigración como la República Argentina. Según Alberto Tasso, si bien la
inmigración en Santiago tuvo un reducido peso demográfico, su influencia social y económica, resultó de mayor relevancia y no
duda en afirmar que no fue grata para la élite.

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