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PRIMERA PARTE LA NORMATIVA CODICIAL.

1. Comentarios a los cc. 290-293


A. Canon 290
«Una vez recibida válidamente la ordenación sagrada, nunca se anula. Sin
embargo, un clérigo pierde el estado clerical: 1. º por sentencia judicial o decreto
administrativo, en los que se declare la invalidez de la sagrada ordenación; 2. º por
la pena de dimisión legítimamente impuesta; 3. º por rescripto de la Sede
Apostólica, que solamente se concede, por la Sede Apostólica, a los diáconos,
cuando existen causas graves; a los presbíteros, por causas gravísimas».
El número uno se refiere a la pérdida del estado clerical y sus derechos y
obligaciones al probar la invalidez de la sagrada ordenación. Sencillamente las
pruebas se orientan a encontrar la causa que provocó la invalidez. El derecho
procesal lo contempla en los cc. 1708-1712. En este tema no nos atañen las
causales, pues se vieron en su momento en otros expositores. Cabe mencionar
que no hay obligación de observar el celibato, pues realmente, al probar la
invalidez, no hubo ordenación, sea diaconal o sacerdotal.
La declaración de la invalidez de la sagrada ordenación está contemplada por
dos medios: por sentencia judicial o decreto administrativo. Sencillamente fue
un acto jurídico inválido.
En relación al número dos de este canon, encontramos que, el estado clerical
se pierde por una pena de dimisión legítimamente impuesta; es decir, supone
un delito gravísimo por el que el clérigo en cuestión se hace acreedor a una
pena que lo lleva a la pérdida del estado clerical. De igual modo, el
procedimiento está contemplado según el derecho procesal (cf. c. 1425, §1, n.
2).
Por motivos de exposición, sobre este canon, 290, n.2, conviene señalar los
casos contemplados por el CIC 83; todos ellos en el Libro sexto que se refiere
al derecho penal canónico. Veamos:
El c. 1364, contempla los delitos de apostasía, herejía y cisma, llegando, en
algunos casos, a la expulsión del estado clerical, según el párrafo segundo del
canon antes mencionado. El canon 1367 que se refiere a la profanación de las
especies consagradas. Enseguida tenemos el c. 1370, que se refiere a delitos
contemplados contra las autoridades eclesiásticas, que en este caso nos
referimos al uso de la violencia contra el Romano Pontífice, según el párrafo
primero. El c. 1387 se refiere al pecado de solicitación contra el sexto
mandamiento al penitente que se confiesa. El c. 1394, §1, se refiere al que
atenta matrimonio aunque sea sólo por el civil. Finalmente el c. 1395, que trata
los delitos del clérigo concubinario y otros delitos contra el sexto mandamiento.
En uno y otro caso, termina el c. 290, n.3, diciendo que esto se da «por
rescripto de la Sede Apostólica, que solamente se concede, por la Sede
Apostólica, a los diáconos, cuando existen causas graves; a los presbíteros,
por causas gravísimas». Es interesante notar que el canon no contempla a los
Obispos.
B. Canon 291
«Fuera de los casos a los que se refiere el can. 290, n. 1, la pérdida del estado
clerical no lleva consigo la dispensa de la obligación del celibato, que únicamente
concede el Romano Pontífice».
La antes llamada Sagrada Congregación del Santo Oficio, con fecha 2 de
febrero de 1964, envió una carta circular a los Ordinarios de lugar y
moderadores generales de religiosos, tocando el tema de las normas para
instruir los procesos que miran a los sacerdotes en referencia a la pérdida del
estado clerical.1 El tema se enfocaba al celibato. Tres años más tarde, aparece
otro documento, éste de Paulo VI, la encíclica Sacerdotalis caelibatus,2
haciendo énfasis en la doctrina que apoya el binomio sacramento del orden y
celibato, valiéndose de la historia de la Iglesia católica en occidente.
La riqueza de esta encíclica, a pesar de enfatizar sacramento y celibato,
consiste en mostrar en qué casos se concede la dispensa a pesar del dolor que
ello provoca a la Iglesia. Dice así el texto de la encíclica:
84. La Iglesia es sensibilísima a la triste suerte de estos sus hijos y tiene por
necesario hacer toda clase de esfuerzos para prevenir o sanar las llagas que se le
infieren con su defección. Siguiendo el ejemplo de nuestros inmediatos
predecesores, también hemos querido y dispuesto que la investigación de las
causas que se refieren a la ordenación sacerdotal se extienda a otros motivos
gravísimos no previstos por la actual legislación canónica (cf. CIC can. 214), que
pueden dar lugar a fundadas y reales dudas sobre la plena libertad y
responsabilidad del candidato al sacerdocio y sobre su idoneidad para el estado
sacerdotal, con el fin de liberar de las cargas asumidas a cuantos un diligente
proceso judicial demuestre efectivamente que no son aptos.3
El Concilio Vaticano II, que ya había terminado en el 1965, seguía influyendo
en los cambios rápidos que se daban en lo concerniente a la clerecía y las
cargas del celibato. Por ello, aparece otro documento en la SCDF, con fecha 13
de enero de 1971 que se intitulaba: Normas para proceder a la reducción al
estado laical en las Curias Diocesanas y Religiosas.4 La novedad de este
documento era la sencillez de una investigación y no precisamente de carácter
judicial. La finalidad era lograr la dispensa de las obligaciones relacionadas con

1
SACRA CONGREGATIO SANCTI OFFICII, Normae ad processus de sacerdotibus lapsis apparandos, 2
februarii 1964, en EV S 1, nn. 26-29, págs.., 16-21; Leges ecclesiae, nn. 3162 y 4119.
2
PAULUS pp. VI, Litterae encyclicae Sacerdotalis caelibatus de sacerdotali caelibatu, 24 iunii 1967, en
AAS 59 (1967), 657-697. EV 2, nn. 1415-1513, pp. 1186-1257.
3
PAULUS pp. VI, Litterae encyclicae Sacerdotalis caelibatus de sacerdotali caelibatu, 24 iunii 1967, en
EV 2, n. 1498, pp. 1244-1247.
4
SACRA CONGREGATIO PRO DOCTRINA FIDEI, I. Litterae circulares omnibus locorum Ordinariis et
Moderatoribus Generalibus Religionum clericalium Litteris encyclicis de reductione ad statum laicalem,
Prot. N. 128/61, 13 ianuarii 1971, en AAS 63 (1971), 309-312. II. Normae Antequam causam reductionis
ad apparandas in Curiis dioecesanis et religiosis causas reductionis ad statum laicalem cum dispensation
ab obligationibus cum sacra Ordinatione conexis, en AAS 63 (1971), 303-308. III. Declaratio Die XIII
ianuarii 1971 editis, statutae sunt, Prot. n. 128/61, 26 iunii 1972, en AAS 64 (1972), 641-643. Cf. EV 4,
nn. 72-111, pp. 54-81.
la ordenación sagrada.5 Las normas ampliaban las causales antes y después
de la ordenación. Veamos:
b) Causas y circunstancias de las dificultades que sufre el peticionario, o de la
defección, antes de la ordenación: como enfermedades, inmadurez, en el orden físico
o psíquico, caídas respecto al sexto mandamiento del decálogo en el tiempo de
formación del Seminario o en Instituto religioso, presiones por parte de la familia,
errores de los Superiores, tanto en el fuero interno (con tal de que haya licencia del
peticionario) como en el fuero externo, al juzgar sobre la vocación; después de la
ordenación: defectos de adaptación al ministerio sagrado, angustias o crisis en la vida
espiritual, o en la misma fe, errores acerca del celibato y del sacerdocio, costumbres
disolutas, y otras cuestiones de este tipo.6
Finalmente, las normas de 19807 que, tratando el mismo tema, pero que
volvían a la tramitación separada de la solicitud de dispensa del celibato y de la
pérdida del estado clerical. Fue notoria la distinción entre los papas Paulo VI y
Juan Pablo II. Las más recientes están en proceso con el Papa Benedicto XVI.
C. Canon 292
«El clérigo que, de acuerdo con la norma de derecho, pierde el estado clerical,
pierde con él los derechos propios de ese estado, y deja de estar sujeto a las
obligaciones del estado clerical, sin perjuicio de lo prescrito en el can. 291; se le
prohíbe ejercer la potestad de orden, salvo lo establecido en el can. 976; por esto
mismo queda privado de todos los oficios, funciones y de cualquier potestad
delegada».
Este canon ha de leerse en el tenor de las normas del 14 de octubre de 1980,
pues son fuente del presente canon. Sobre todo en lo que se refiere a algunas
prohibiciones una vez dejado el ministerio diaconal o sacerdotal y recibido la
dispensa del celibato y de la pérdida del estado clerical. Lo veremos en los
siguientes puntos.
D. Canon 293
«El clérigo que ha perdido el estado clerical no puede ser adscrito de nuevo entre
los clérigos, si no es por rescripto de la Sede Apostólica».
Conviene señalar dos aspectos importantes en torno a este canon: primero,
que el sacramento del orden imprime carácter, por lo que no se habla de una
reordenación, sino de una licencia para admitirlo y que recupere el estado
clerical perdido. Esto siempre y cuando hablemos de una ordenación válida.
Segundo, que para la readmisión, la persona en cuestión, haya superado su

5
Cf. EV 4, n. 86, pp. 64-65, que dice «2. Sin embargo, esta investigación no tiene las características de un
proceso judicial. No se ordena a demostrar, conforme a los can. 1993-1998, la invalidez de la ordenación
sacerdotal o de la asunción de las obligaciones, sino sólo a conceder la dispensa de las obligaciones, si
fuera el caso, del sacerdote, que a la vez es reducido al estado laical. Por esta causa, la autoridad
competente no debe constituir un tribunal propiamente dicho, sino que, por sí misma, o por un sacerdote
delegado, debe realizar una investigación que corresponde más bien a la misión pastoral».
6
EV 4, n. 87, pp. 66-67.
7
SACRA CONGREGATIO PRO DOCTRINA FIDEI, I. Litterae circulares Per Litteras ad universos ómnibus
locorum ordinariis et moderatoribus generalibus religionum clericalium de modo procedendi in examine
et resolutione petitionum quae dispensationem a caelibatu respiciunt, Prot. N. 128/61s, 14 octobris 1980,
en AAS 72 (1980), 1132-1135. II. Normae procedurales Ordinarius competens de dispensatione a
sacerdotali caelibatu, Prot. N. 128/61 (Sub secreto), 14 octobris 1980, en AAS 72 (1980), 1136-1137. Cf.
EV 7, nn. 572-586, pp. 550-567 Se agregan interrogatorios para la parte en cuestión y el formato del
Rescripto de dispensa del celibato.
crisis, tenga un Ordinario que lo reciba y se pueda probar que los conflictos que
provocaron su salida del estado clerical, mediante peritajes, estén resueltos.

SEGUNDA PARTE - NORMAS DE DELITOS GRAVES RESERVADOS A LA


CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE

I. La particular colocación de La Congregación para la Doctrina de la


Fe en la Curia Romana y en la vida de la Iglesia.

La Congregación para la Doctrina de la Fe, originalmente llamada Sagrada


Congregación de la Romana y Universal Inquisición, fue fundada por Pablo
III en 1542 con la Constitución "Licet ab initio", para defender a la Iglesia de
las herejías. Es la más antigua de las nueve Congregaciones de la Curia.

En 1908, el Papa San Pío X cambió su nombre por el de Sagrada


Congregación del Santo Oficio. Finalmente, en 1965, recibió el nombre
actual bajo el Pontificado de Pablo VI. Hoy, según el Artículo 48 de la
Constitución Apostólica sobre la Curia Romana "Pastor bonus", promulgada
por el Santo Padre Juan Pablo II el 28 de junio de 1988, «la tarea propia de
la Congregación para la Doctrina de la Fe es promover y tutelar la doctrina
de la fe y la moral en todo el mundo católico. Por esta razón, todo aquello
que, de alguna manera toca este tema, cae bajo su competencia».

La Congregación, en conformidad con su razón de ser, promueve


colegialmente encuentros e iniciativas para «difundir la sólida doctrina y
defender aquellos puntos de la tradición cristiana que parecen estar en
peligro, como consecuencia de doctrinas nuevas no aceptables».

II. Reglamento para el examen de las doctrinas.

Art. 1. La Congregación para la Doctrina de la Fe tiene la misión de promover y


tutelar la doctrina sobre la fe y las costumbres en todo el orbe católico.

Es un servicio a la verdad, salvaguardando el derecho del Pueblo de Dios a


recibir integralmente y en su pureza el mensaje del Evangelio. Tiene también el
deber de examinar los escritos y las opiniones que aparecen contrarios a la
recta fe o peligrosos.

Art. 2. preocupación pastoral, por otra parte, concierne a todos los Pastores de
la Iglesia, quienes tienen el deber y el derecho de vigilar, ya sea
individualmente, ya sea reunidos en Concilios particulares o en las
Conferencias Episcopales, para que no se lesionen la fe y las costumbres de
los fieles a ellos encomendados.

Para ese fin ellos pueden servirse también de las Comisiones Doctrinales, que
constituyen un órgano consultivo institucionalizado para ayudar a las mismas
Conferencias Episcopales y a cada uno de los Obispos, en su celo por la
doctrina de la fe.

De cualquier modo permanece firme el principio que la Santa Sede puede


siempre intervenir, y por norma interviene, cuando el influjo de una publicación
sobrepasa los límites de una Conferencia Episcopal, o bien cuando el peligro
para la fe reviste particular gravedad.

La ratio agendi para el examen de las doctrinas, tiene su proceso a observar


a través de un examen preliminar, seguido de un estudio de oficio y de
procedimiento, que concluye con unas disposiciones manifiestas, que dado el
caso si el Autor no haya corregido en modo satisfactorio y con adecuada
publicidad los errores señalados se `puede incurrir en delitos de: herejía,
apostasía o cisma, la Congregación procede a declarar las penas latae
sententiae incurridas

III. Normas para los delitos graves reservados a la Congregación para


la Doctrina de la Fe.

1. Necesidad de una nueva normativa:

La Congregación para la Doctrina de la Fe] examina los delitos cometidos


contra la fe y también los delitos más graves cometidos contra la moral, o en la
celebración de los sacramentos, que le sean denunciados y, en caso
necesario, procede a declarar o imponer sanciones canónicas a tenor del
derecho, tanto común como propio", era necesario en primer lugar definir el
modo de proceder en relación a los delitos contra la fe.

Ello fue realizado por medio de las normas tituladas Reglamento para el
examen de las doctrinas, ratificadas y confirmadas, junto con sus artículos,
aprobados en forma específica, por el Sumo Pontífice Juan Pablo II.

Casi al mismo tiempo la Congregación para la Doctrina de la Fe iniciaba, por


medio de una Comisión ad hoc, un estudio diligente de los cánones sobre los
delitos, tanto en el Código de Derecho Canónico como en el Código de
Cánones de las Iglesias Orientales,

Asi se determinar "los delitos más graves cometidos contra la moral, o en la


celebración de los sacramentos", y para preparar unas normas procesales
especiales para "declarar o imponer sanciones canónicas", pues la Instrucción
Crimen sollicitationis, vigente hasta el momento, emitida por la Suprema
Sagrada Congregación del Santo Oficio el 16 de marzo de 1962, requería ser
adecuada a los nuevos Códigos de derecho canónico promulgados.

La tutela de la santidad de los sacramentos, especialmente de la Santísima


Eucaristía y de la Penitencia, así como de los fieles en orden a la preservación
de los llamados por el Señor en la observancia del sexto precepto del
Decálogo, postulan que, para procurar la salvación de las almas «que en la
Iglesia debe ser siempre la suprema ley» (CDC, can. 1752), intervenga la
propia Iglesia en su solicitud pastoral para precaver los peligros de violación.
Y así, ya se ha provisto a la santidad de los sacramentos, especialmente de la
penitencia, por nuestros Predecesores mediante las oportunas Constituciones
Apostólicas, como la Constitución Sacramentum Poenitentiae del Papa
Benedicto XIV8, publicada el día 1 de junio de 1741; igualmente los cánones
del Código de Derecho Canónico promulgado en el año 1917, con sus fuentes,
que había establecido sanciones canónicas contra los delitos de esta especie,
perseguían esta finalidad9.
En tiempos más recientes, para prevenir estos delitos y conexos, la Suprema
Sagrada Congregación del Santo Oficio estableció el modo de proceder en
estas causas mediante la Instrucción que comienza por las palabras Crimen
sollicitationis, dirigida a todos los Patriarcas, Arzobispos, Obispos y otros
Ordinarios de lugar «incluso de Ritos orientales» del día 16 de marzo de 1962,
por la cual le era concedida en exclusiva la competencia judicial en esta
materia, tanto en la vía administrativa, como en la vía judicial.
Debe ser considerado que dicha Instrucción tenía fuerza legal cuando el Sumo
Pontífice, según la norma del can. 247 § 1 del Código de Derecho Canónico
promulgado en el año 1917, presidía la Congregación del Santo Oficio y la
Instrucción procedía de su propia autoridad, mientras que el Cardenal que
había en cada momento cumplía sólo una función de Secretario.

El Sumo Pontífice Pablo PP. VI, de feliz memoria, confirmó, mediante la


Constitución Apostólica sobre la Curia Romana Regimini Ecclesiae Universae,
publicada el día 15 de agosto del año 1967, la competencia judicial y
administrativa en el procedimiento «según sus normas enmendadas y
aprobadas»10.
Y por fin, mediante Nuestra autoridad, en la Constitución, expresamente
establecimos: «los delitos contra la fe, así como los delitos más graves
cometidos tanto contra las costumbres como en la celebración de los
sacramentos, que le fueran comunicados, los conoce [la Congregación para la
Doctrina de la Fe], y procede, cuando sea necesario, a declarar o irrogar
sanciones canónicas, según la norma del derecho, tanto común como
propio»11, confirmando posteriormente y determinando la competencia judicial
de la misma Congregación para la Doctrina de la Fe como Tribunal Apostólico.
Aprobada por Nosotros la Ratio de actuar en el examen de doctrinas12 era
necesario definir con más precisión no sólo «los delitos más graves cometidos
tanto contra las costumbres como en la celebración de los sacramentos» para
los cuales permanece en exclusiva la competencia de la Congregación para la

8
BENEDICTO PP. XIV, Constitución Sacramentum Poenitentiae, del de junio de 1741, en Código de
Derecho Canónico, compilado por mandato de Pío X Máximo Pontífice, promulgado por autoridad de
Benedicto PP. XV, Documentos, Documento V, en AAS 9 (1917), Parte II, pp. 505-508.
9
Cfr. Código de Derecho Canónico promulgado en el año 1917, cans. 817, 2316, 2320, 2322, 2368 § 1,
2369 § 1.
10
PABLO PP. VI, Constitución Apostólica Regimini Ecclesiae Universae sobre la Curia Romana, 15 de
agosto del año 1967, n. 36, en AAS 59 (1967), 898.
11
JUAN PABLO PP. II, Constitución Apostólica Pastor Bonus sobre la Curia Romana, 28 de junio de
1988, art, 52, en AAS 80 (1988) 874.
12
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Agendi ratione in doctrinarum examine, 29
de junio de 1997, en AAS 89 (1997) 830-835.
Doctrina de la Fe, sino también las normas procesales especiales «para
declarar o irrogar sanciones canónicas».
Así pues, por estas Nuestra Carta Apostólica dada en forma de Motu Proprio,
realizamos, y mediante ella promulgamos, las Normas de los Delitos más
graves reservados a la Congregación para la Doctrina de la Fe, divididas en
dos partes, la primera de las cuales contiene Normas sustanciales, y la
segunda Normas procesales, ordenando a todos los que tienen interés que las
observen eficaz y fielmente.

IV. La nueva normativa del 2001.

Para el cumplimiento de la ley eclesiástica, que en el artículo 52 de la


Constitución Apostólica de la Curia Romana enuncia: «los delitos contra la fe,
así como los delitos más graves cometidos tanto contra las costumbres como
en la celebración de los sacramentos, que le fueran comunicados, los conoce
[la Congregación para la Doctrina de la Fe],
La Congregación para la Doctrina de la Fe procede, cuando sea necesario, a
declarar o irrogar sanciones canónicas, según la norma del derecho, tanto
común como propio»13 era necesario ante todo definir el modo de proceder en
los delitos contra la fe: lo cual fue realizado mediante las normas, que se
titulan Ratio de actuar en el examen de doctrinas, promulgadas y confirmadas,
e igualmente aprobadas en forma específica en los artículos 28-2914.
Casi al mismo tiempo la Congregación para la Doctrina de la Fe daba obra,
mediante una Comisión constituida a este efecto a un diligente estudio de los
cánones de los delitos, tanto en el Código de derecho canónico, como en el
Código de los Cánones de las Iglesias Orientales.
Estudio que determina «los delitos más graves tanto contra las costumbres
como contra la celebración de los sacramentos» para adecuar también normas
procesales especiales «para declarar o irrogar sanciones canónicas», porque la
Instrucción Crimen sollicitationis hasta ahora en vigor, promulgada por la
Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio el día 16 de marzo del año
196215, debía ser reconocida por los nuevos Códigos canónicos.
Examinados atentamente los votos particulares y hechas las oportunas
consultas, el trabajo de la Comisión llegó a su fin; los Padres de la
Congregación de la Doctrina de la Fe lo examinaron gravemente, sometiendo
al Sumo Pontífice las conclusiones acerca de la determinación de los delitos
más graves y el modo de proceder para declarar o irrogar sanciones,
permaneciendo firme la competencia exclusiva del Tribunal Apostólico de la
misma Congregación.

13
JUAN PABLO PP.II, Constitución Apostólica Pastor Bonus sobre la Curia Romana de 28 de junio de
1988, art. 52, en AAS 80 (1988), 874.
14
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Ratio de actuar en el examen de doctrinas, de
29 de junio de 1997, en AAS 89 (1997), 830-835.
15
SUPREMA SAGRADA CONGREGACIÓN DEL SANTO OFICIO, Instrucción Crimen sollicitationis,
Ad omnes Patriarchas, Archiepiscopos, Episcopos aliosque locorum Ordinarios «etiam Ritus orientales:
del modo de proceder en el caso de solicitación, 16 de marzo de 1962, Typis Polyglottis Vaticanis
MCMLXII.
Aprobado todo ello por el Sumo Pontífice, se confirman y aprueban por Letras
Apostólicas dadas Motu Proprio, cuyo inicio se toma de las palabras
Sacramentorum sanctitatis tutela.
Los delitos más graves tanto en la celebración de los sacramentos como contra
las costumbres, reservados a la Congregación para la Doctrina de la Fe, son:

Delitos contra la santidad y el Sacrificio y sacramento de la Eucaristía,


1º Llevar o retener con fines sacrílegos, o arrojar las especies consagradas16;
2º Atentado de la acción de la liturgia del Sacrificio eucarístico o su
simulación17;
3º Concelebración prohibida del Sacrificio eucarístico simultáneamente con
ministros de comunidades eclesiales, que no tienen sucesión apostólica ni
reconocen la dignidad sacramental de la ordenación sacerdotal18.
4º Consagración con fin sacrílego de una materia sin la otra en la celebración
eucarística, o también de cualquiera de las dos, fuera de la celebración
eucarística19;
Delitos contra la santidad del sacramento de la Penitencia, es decir:
1º Absolución del cómplice en pecado contra el sexto precepto del decálogo20;
2º Solicitación en el acto, o con ocasión, o con el pretexto de la confesión, a un
pecado contra el sexto precepto del Decálogo, si se dirige a pecar con el propio
confesor21;
3º Violación directa del sigilo sacramental22;
Delitos contra la moral, es decir: delitos contra el sexto precepto del
Decálogo con un menor de dieciocho años cometido por un clérigo.
Se reservan al Tribunal Apostólico de la Congregación para la Doctrina de la Fe
sólo estos delitos, que se indican arriba con su definición.
Cada vez que un Ordinario o Superior tenga noticia al menos verosímil de un
delito reservado, una vez realizada una investigación previa, comuníquelo a la
Congregación para la Doctrina de la Fe, la cual, a no ser que por las peculiares
circunstancias de la causa avoque a sí, ordena al Ordinario o Superior a
proceder mediante el propio Tribunal emanando normas oportunas; el derecho

16
Cfr. Código de Derecho Canónico, can. 1367; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can.
1442. Cfr. también PONTIFICIO CONSEJO PARA LA INTERPRETACIÓN DE LOS TEXTOS
LEGISLATIVOS, Respuesta a una duda propuesta, 4 de junio de 1999.
17
Cfr. Código de Derecho Canónico, can. 1378 § 2, n.1; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales,
can. 1443.
18
Cfr. Código de Derecho Canónico, can. 908 y 1365; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales,
can. 702 y 1440.
19
Cfr. Código de Derecho Canónico, can. 927.
20
Cfr. Código de Derecho Canónico, can. 1378 § 1; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales,
can. 1457.
21
Cfr. Código de Derecho Canónico, can. 1387; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can.
1458.
22
Cfr. Código de Derecho Canónico, can. 1388 § 1; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales,
can. 1456 § 1.
de apelar válidamente contra la sentencia de primer grado, sea por parte del
reo o de su Patrono, sea por parte del Promotor de Justicia, permanece
únicamente y sólo ante el Supremo Tribunal de la misma Congregación.
Debe recordarse que la acción criminal de los delitos reservados a la
Congregación para la Doctrina de la Fe, se extinguen por prescripción a los
diez años23.
La prescripción corre según las normas del derecho universal y común24; en el
delito cometido por un clérigo con un menor la prescripción comienza a correr
desde el día en que el menor cumple dieciocho años.
En los Tribunales constituidos ante los Ordinarios o Superiores, solamente
sacerdotes pueden cumplir válidamente para estas causas el oficio de Juez, de
Promotor de justicia, de Notario y de Patrono. Terminada la instancia de
cualquier modo en el Tribunal, todas las actas de la causa se deben transmitir
de oficio cuanto antes a la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Todos los Tribunales de la Iglesia Latina y de las Iglesias Orientales Católicas
están obligados a observar los cánones de los delitos y de las penas tanto en lo
que se refiere al proceso penal de sus respectivos Códigos, como las normas
especiales emanadas para cada caso singular por la Congregación para la
Doctrina de la Fe.
Todas estas causas están sometidas al secreto pontificio.
Mediante esta Carta, enviada por mandato del Sumo Pontífice a todos los
Obispos de la Iglesia Católica, a los Superiores Generales de los institutos
religiosos clericales de derecho pontificio, y de las sociedades de vida
apostólica clericales de derecho pontificio y a otros Ordinarios y superiores con
interés, se tiene el deseo no sólo de evitar en absoluto los delitos más graves,
sino principalmente que se tenga una solícita cura pastoral por parte de los
Ordinarios y Superiores, procurando la santidad de los clérigos y fieles también
mediante las necesarias sanciones.

V. Correcciones aportadas a esa normativa en 2010.

Modificaciones a las Normas de los delitos más graves


En el nuevo texto de las Normae de gravioribus delictis, modificado por
decisión del Romano Pontífice Benedicto XVI del 21 de mayo de 2010, se
encuentran varios cambios tanto en la parte que concierne a las normas
sustanciales como en la que se refiere a las normas procesales.
Las modificaciones introducidas en el texto normativo son las siguientes:
A) Siguiendo la concesión del Santo Padre Juan Pablo II en favor de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, de algunas facultades, confirmadas

23
Cfr. Código de Derecho Canónico, can. 1362 § 1 n.1; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales,
can. 1152 § 2, n.1.
24
Cfr. Código de Derecho Canónico, can. 1362 § 2; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales,
can. 1152 § 3.
después por su sucesor Benedicto XVI el 6 de mayo de 2005, han sido
introducidos:
1. El derecho, previo mandato del Romano Pontífice, de juzgar a los Padres
Cardenales, a los Patriarcas, a los Legados de la Sede Apostólica, a los
Obispos y a otras personas físicas a las que se refieren los cc. 1405 §3 del CIC
y 1061 del CCEO (art. 1 §2).
2. La ampliación del plazo de la prescripción de la acción criminal, que ha sido
llevado a 20 años, salvando siempre el derecho de la Congregación para la
Doctrina de la Fe de poder derogarlo (art.7).
3. La facultad de conceder al personal del Tribunal y a los abogados y
procuradores la dispensa del requisito del sacerdocio y del requisito del
doctorado en derecho canónico (art. 15).
4. La facultad de sanar los actos en caso de violación de leyes procesales por
parte de los tribunales inferiores, salvo el derecho de defensa (art. 18).
5. La facultad de dispensar de la vía procesal judicial, es decir, de poder
proceder por decreto extra iudicium: en tal caso, la Congregación para la
Doctrina de la Fe, evaluados los hechos, decide caso por caso, ex officio o a
instancia del Ordinario o del Jerarca, cuándo autorizar el recurso a la vía
extrajudicial (en todo caso, para imponer una pena expiatoria perpetua es
necesario el mandato de la Congregación para la Doctrina de la Fe) (art. 21 § 2
n. 1).
6. La facultad de presentar directamente al Santo Padre para la dimissio e statu
clericali o para la depositio, una cum dispensatione a lege caelibatus. En tales
casos, salvado siempre el derecho de la defensa del acusado, debe resultar
manifiesta la comisión del delito que se examina (art. 21 § 2 n. 2).
7. La facultad de recurrir a la instancia superior de juicio, esto es, a la Sesión
Ordinaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en caso de recursos
contra decisiones administrativas emanadas o aprobadas por las instancias
inferiores de la misma Congregación, concernientes a delitos reservados (art.
27).
B) Se han introducido en el texto otras modificaciones, a saber:
8. Se han introducido los delicta contra fidem, es decir, apostasía, herejía y
cisma, en relación a los cuales, a tenor del derecho, ya estaba prevista la
competencia propia del Ordinario para poder proceder judicialmente en primera
instancia o extrajudicialmente, incluido el derecho de apelar o de recurrir ante la
Congregación para la Doctrina de la Fe (art. 1 § 1 y art. 2).
9. Los delitos contra la Eucaristía de “quien atenta realizar la acción litúrgica del
Sacrificio Eucarístico” (can. 1378 § 2 n. 1 CIC) y la simulación de la Eucaristía
(can. 1379 CIC y el can. 1443 CCEO) (art. 3 § 1 nn. 2 e 3) no serán
considerados unitariamente bajo el mismo número, sino separadamente.
10. En relación a los delitos contra la Eucaristía, se han eliminado dos incisos
del
texto precedentemente en vigor: “alterius materiae sine altera”, y “aut etiam
utriusque extra eucharisticam celebrationem”, sustituidos respectivamente,
por: “unius materiae vel utriusque” y por: “aut extra eam” (art. 3 § 2).
11. En los delitos contra el sacramento de la Penitencia, se han introducido los
delitos a los que se refiere el can 1378 §2 n. 2 del CIC (“quien, fuera del caso
de que se trata en el §1, no pudiendo administrar válidamente la absolución
sacramental, trata de darla, u oye una confesión sacramental”) y los cc. 1379
CIC y 1443 CCEO (“quien simula la administración de un sacramento”) (art. 4 §
1 nn. 2-3).
12. Se han introducido los delitos de la violación indirecta del sigilo sacramental
(art. 4 § 1 n. 5) y de la captación o divulgación maliciosa de las confesión
sacramental (según el decreto de la Congregación para la Doctrina de la Fe del
23 de febrero de 1988) (art. 4 § 2).
13. Se ha introducido como un tipo de delito penal la atentada ordenación
sagrada de una mujer, según quedó establecido en el decreto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe del 19 de diciembre de 2007 (art. 5).
14. En los delitos contra la moral, se ha equiparado al menor la persona adulta
que habitualmente posee un uso imperfecto de la razón, con expresa limitación
al número de que se trata (art. 6 § 1 n. 1).
15. Se han añadido como delitos la adquisición, la posesión y la divulgación por
parte de un clérigo, con finalidad libidinosa, en cualquier modo y con cualquier
tipo de medio, de imágenes pornográficas de menores de edad inferior a los 14
años (art. 6 § 1 n. 2).
16. Se ha aclarado que las labores procesales preliminares pueden, y no
necesariamente deben, ser efectuadas o realizadas por la Congregación para
la Doctrina de la Fe (art. 17).
17. Se ha introducido la posibilidad de adoptar las medidas cautelares, a las
que se refieren los cc. 1722 del CIC y el 1473 del CCEO, también durante la
fase de la investigación previa (art. 19).

VI. Examen de la normativa vigente.

1. Normas Sustanciales.

Artículo 1
§1. La Congregación para la Doctrina de la Fe, a tenor del art. 52 de
la Constitución ApostólicaPastor Bonus[1], juzga los delitos contra la fe y los
delitos más graves cometidos contra la moral o en la celebración de los
sacramentos y, en caso necesario, procede a declarar o imponer sanciones
canónicas a tenor del derecho, tanto común como propio, sin perjuicio de la
competencia de la Penitenciaría Apostólica[2] y sin perjuicio de lo que se
prescribe en laAgendi ratio in doctrinarum examine.[3]
§ 2. En los delitos de los que se trata en el § 1, por mandato del Romano
Pontífice, la Congregación para la Doctrina de la Fe tiene el derecho de juzgar
a los Padres Cardenales, a los Patriarcas, a los legados de la Sede Apostólica,
a los Obispos y, asimismo, a las otras personas físicas de que se trata en el
can. 1405 § 3 del Código de Derecho Canónico[4]y en el can. 1061 del Código
de Cánones de las Iglesias Orientales[5].
§ 3. La Congregación para la Doctrina de la Fe juzga los delitos reservados
de los que se trata en el § 1 a tenor de los siguientes artículos.
Artículo 2
§ 1. Los delitos contra la fe, de los que se trata en el art. 1, son herejía,
cisma y apostasía, a tenor de los cáns. 751[6] y 1364[7] del Código de Derecho
Canónico y de los cáns. 1436[8] y 1437[9] del Código de Cánones de las
Iglesias Orientales.
§ 2. En los casos de que se trata en el § 1, a tenor del derecho, compete al
Ordinario o al Jerarca remitir, en caso necesario, la excomunión latae
sententiae, y realizar el proceso judicial de primera instancia o actuar por
decreto extra judicial sin perjuicio del derecho de apelar o de presentar recurso
a la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Artículo 3
§ 1. Los delitos más graves contra la santidad del augustísimo Sacrificio y
sacramento de la Eucaristía reservados al juicio de la Congregación para la
Doctrina de la Fe son:
1º Llevarse o retener con una finalidad sacrílega, o profanar las especies
consagradas[10], de que se trata en el can. 1367 del Código de Derecho
Canónico[11] y en el can. 1442 del Código de Cánones de las Iglesias
Orientales[12];
2º Atentar la acción litúrgica del Sacrificio Eucarístico, de que se trata en el
can. 1378 § 2 n.1 del Código de Derecho Canónico[13];
3º La simulación de la acción litúrgica del Sacrificio Eucarístico de la que se
trata en el can. 1379 del Código de Derecho Canónico[14] y en el can. 1443 del
Código de Cánones de las Iglesias Orientales[15];
4º La concelebración del Sacrificio Eucarístico prohibida por el can. 908 del
Código de Derecho Canónico[16] y por el can. 702 del Código de Cánones de
las Iglesias Orientales[17], de la que se trata en el can. 1365 del Código de
Derecho Canónico[18]y en el can. 1440 del Código de Cánones de las Iglesias
Orientales[19], con ministros de las comunidades eclesiales que no tienen la
sucesión apostólica y no reconocen la dignidad sacramental de la ordenación
sacerdotal.
§ 2. Está reservado también a la Congregación para la Doctrina de la Fe el
delito que consiste en la consagración con una finalidad sacrílega de una sola
materia o de ambas en la celebración eucarística o fuera de ella[20]. Quien
cometa este delito sea castigado según la gravedad del crimen, sin excluir la
dimisión o deposición.
Artículo 4
§ 1. Los delitos más graves contra la santidad del Sacramento de la
Penitencia reservados al juicio de la Congregación para la Doctrina de la Fe
son:
1º La absolución del cómplice en un pecado contra el sexto mandamiento
del Decálogo del que se trata en el can. 1378 § 1 del Código de Derecho
Canónico[21] y en el can. 1457 del Código de Cánones de las Iglesias
Orientales[22];
2º La atentada absolución sacramental o la escucha prohibida de la
confesión de las que se trata en el can. 1378 § 2, 2º Código de Derecho
Canónico[23];
3º La simulación de la absolución sacramental de la que se trata en el can.
1379 del Código de Derecho Canónico[24] y en el can. 1443 Código de
Cánones de las Iglesias Orientales[25];
4º La solicitación a un pecado contra el sexto mandamiento del Decálogo
durante la confesión o con ocasión o con pretexto de ella, de la que se trata en
el can. 1387 del Código de Derecho Canónico[26] y en el can. 1458 del Código
de Cánones de las Iglesias Orientales, si tal solicitación se dirige a pecar con el
mismo confesor[27];
5º La violación directa e indirecta del sigilo sacramental, de la que se trata
en el can. 1388 § 1 del Código de Derecho Canónico[28] y en el 1456 § 1 del
Código de Cánones de las Iglesias Orientales[29].
§ 2. Sin perjuicio de lo dispuesto en el § 1 n.5, se reserva también a la
Congregación para la Doctrina de la Fe el delito más grave consistente en la
grabación hecha con cualquier medio técnico, o en la divulgación con malicia
en los medios de comunicación social, de las cosas dichas por el confesor o
por el penitente en la confesión sacramental verdadera o fingida. Quien comete
este delito debe ser castigado según la gravedad del crimen, sin excluir la
dimisión o la deposición, si es un clérigo[30].
Artículo 5
A la Congregación para la Doctrina de la Fe se reserva también el delito
más grave de la atentada ordenación sagrada de una mujer:
1º Quedando a salvo cuanto prescrito por el can. 1378 del Código de
Derecho Canónico, cualquiera que atente conferir el orden sagrado a una
mujer, así como la mujer que atente recibir el orden sagrado, incurre en la
excomunión latae sententiaereservada a la Sede Apostólica;
2º Si quien atentase conferir el orden sagrado a una mujer o la mujer que
atentase recibir el orden sagrado fuese un fiel cristiano sujeto al Código de
Cánones de las Iglesias Orientales, sin perjuicio de lo que se prescribe en el
can. 1443 de dicho Código, sea castigado con la excomunión mayor, cuya
remisión se reserva también a la Sede Apostólica;
3º Si el reo es un clérigo, puede ser castigado con la dimisión o la
deposición[31].
Artículo 6
§ 1. Los delitos más graves contra la moral, reservados al juicio de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, son:
1º El delito contra el sexto mandamiento del Decálogo cometido por un
clérigo con un menor de 18 años. En este número se equipara al menor la
persona que habitualmente tiene un uso imperfecto de la razón;
2º La adquisición, retención o divulgación, con un fin libidinoso, de
imágenes pornográficas de menores, de edad inferior a 14 años por parte de
un clérigo en cualquier forma y con cualquier instrumento.
§ 2. El clérigo que comete los delitos de los que se trata en el § 1 debe ser
castigado según la gravedad del crimen, sin excluir la dimisión o la deposición.
Artículo 7
§ 1. Sin perjuicio del derecho de la Congregación para la Doctrina de la Fe
de derogar la prescripción para casos singulares la acción criminal relativa a los
delitos reservados a la Congregación para la Doctrina de la Fe se extingue por
prescripción en 20 años.
§ 2. La prescripción inicia a tenor del can. 1362 § 2 del Código de Derecho
Canónico[32] y del can. 1152 § 3 del Código de Cánones de las Iglesias
Orientales[33]. Sin embargo, en el delito del que se trata en el art. 6 § 1 n. 1, la
prescripción comienza a correr desde el día en que el menor cumple 18 años.

2. Normas procesales

Título I Constitución y competencia del tribunal


Artículo 8
§ 1. La Congregación para la Doctrina de la Fe es el supremo tribunal
apostólico para la Iglesia latina, así como también para las Iglesias Orientales
Católicas, para juzgar los delitos definidos en los artículos precedentes.
§ 2. Este Supremo Tribunal juzga también otros delitos, de los cuales el reo
es acusado por el Promotor de Justicia, en razón de la conexión de las
personas y de la complicidad.
§ 3. Las sentencias de este Supremo Tribunal, emitidas en los límites de su
propia competencia, no son sujetas a la aprobación del Sumo Pontífice.
Artículo 9
§ 1. Los jueces de este supremo tribunal son, por derecho propio, los
Padres de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
§ 2. Preside el colegio de los Padres, como primero entre iguales, el
Prefecto de la Congregación y, en caso de que el cargo de Perfecto esté
vacante o el mismo prefecto esté impedido, su oficio lo cumple el Secretario de
la Congregación.
§ 3. Es competencia del Prefecto de la Congregación nombrar también
otros jueces estables o delegados.
Artículo 10
Es necesario que los jueces nombrados sean sacerdotes de edad madura,
con doctorado en derecho canónico, de buenas costumbres y de reconocida
prudencia y experiencia jurídica, aun en el caso de que ejerciten
contemporáneamente el oficio de juez o de consultor de otro dicasterio de la
curia romana.
Artículo 11
Para presenta y sostener la acusación se constituye un promotor de justicia
que debe ser sacerdote, con doctorado en derecho canónico, de buenas
costumbres y de reconocida prudencia y experiencia jurídica, que cumpla su
oficio en todos los grados del juicio.
Artículo 12
Para el cargo de notario y de canciller se pueden designar tanto sacerdotes
oficiales de esta Congregación como externos.
Artículo 13
Funge de Abogado y Procurador un sacerdote, doctorado en derecho
canónico, aprobado por el Presidente del colegio.
Artículo 14
En los otros tribunales, sin embargo, para las causas de las que tratan las
presentes normas, pueden desempeñar válidamente los oficios de Juez,
Promotor de Justicia, Notario y Patrono solamente sacerdotes.
Artículo 15
Sin perjuicio de lo prescrito por el can. 1421 del Código de Derecho
Canónico[34] y por el can. 1087 del Código de Cánones de las Iglesias
Orientales[35], la Congregación para la Doctrina de la Fe puede conceder la
dispensa del requisito del sacerdocio y también del requisito del doctorado en
derecho canónico.
Artículo 16
Cada vez que el Ordinario o el Jerarca reciba una noticia al menos
verosímil de un delito más grave hecha la investigación previa, preséntela a la
Congregación de la Doctrina de la Fe, la cual, si no avoca a sí misma la causa
por circunstancias particulares, ordenará al Ordinario o al Jerarca proceder
ulteriormente, sin perjuicio, en su caso, del derecho de apelar contra la
sentencia de primer grado sólo al Supremo Tribunal de la misma
Congregación.
Artículo 17
Si el caso se lleva directamente a la Congregación sin haberse realizado la
investigación previa, los preliminares del proceso, que por derecho común
competen al ordinario o al Jerarca, pueden ser realizados por la misma
Congregación.
Artículo 18
La Congregación para la Doctrina de la Fe, en los casos legítimamente
presentados a ella, puede sanar los actos, salvando el derecho a la defensa, si
fueron violadas leyes meramente procesales por parte de Tribunales inferiores
que actúan por mandato de la misma Congregación o según el art. 16.
Artículo 19
Sin perjuicio del derecho del Ordinario o del Jerarca de imponer cuanto se
establece en el can. 1722 del Código de Derecho Canónico[36] o en el can.
1473 del Código de Cánones de las Iglesias Orientales[37], desde el inicio de la
investigación previa, también el Presidente de turno del Tribunal a instancia del
Promotor de Justicia, posee la misma potestad bajo las mismas condiciones
determinadas en dichos cánones.
Artículo 20
El Supremo Tribunal de la Congregación para la Doctrina de la Fe juzga en
segunda instancia:
1º Las causas juzgadas en primera instancia por los Tribunales inferiores;
2º Las causas definidas en primera instancia por el mismo Supremo
Tribunal Apostólico.

Título II El orden judicial

Artículo 21
§ 1. Los delitos más graves reservados a la Congregación para la Doctrina
de la Fe se persiguen en un proceso judicial.
§ 2. No obstante, la Congregación para la Doctrina de la Fe puede:
1º en ciertos casos, de oficio o a instancia del Ordinario o del Jerarca,
decidir que se proceda por decreto extrajudicial del que trata el can. 1720 del
Código de Derecho Canónico[38] y el can. 1486 del Código de Cánones de las
Iglesias Orientales[39]; esto, sin embargo, con la mente de que las penas
expiatorias perpetuas sean irrogadas solamente con mandato de la
Congregación para la Doctrina de la Fe.
2º presentar directamente casos gravísimos a la decisión del Sumo
Pontífice en vista de la dimisión del estado clerical o la deposición junto con la
dispensa de la ley del celibato, siempre que conste de modo manifiesto la
comisión del delito y después de que se haya dado al reo la facultad de
defenderse.
Artículo 22
El Prefecto constituya un Turno de tres o de cinco jueces para juzgar una
causa.
Artículo 23
Si, en grado de apelación, el Promotor de Justicia presenta una acusación
específicamente diversa, este Supremo Tribunal puede, como en la primera
instancia, admitirla y juzgarla.
Artículo 24
§ 1. En las causas por los delitos de los que se trata en el art. 4 § 1, el
Tribunal no puede dar a conocer el nombre del denunciante ni al acusado ni a
su Patrono si el denunciante no ha dado expresamente su consentimiento.
§ 2. El mismo Tribunal debe evaluar con particular atención la credibilidad
del denunciante.
§ 3. Sin embargo es necesario advertir que debe evitarse absolutamente
cualquier peligro de violación del sigilo sacramental.
Artículo 25
Si surge una cuestión incidental, defina el Colegio la cosa por decreto con
la máxima prontitud.
Artículo 26
§ 1. Sin perjuicio del derecho de apelar a este Supremo Tribunal, terminada
de cualquier forma la instancia en otro Tribunal, todos los actos de la causa
sean cuanto antes trasmitidos de oficio a la Congregación para la Doctrina de
la Fe.
§ 2. Para el Promotor de Justicia de la Congregación, el derecho de
impugnar una sentencia comienza a partir del día en que la sentencia de
primera instancia es dada a conocer al mismo Promotor.
Artículo 27
Contra los actos administrativos singulares emanados o aprobados por la
Congregación para la Doctrina de la Fe en los casos de delitos reservados, se
admite el recurso, presentado en un plazo perentorio de sesenta días útiles, a
la Congregación Ordinaria del mismo Dicasterio, o Feria IV, la cual juzga la
sustancia y la legitimidad, eliminado cualquier recurso ulterior del que se trata
en el art. 123 de la Constitución Apostólica Pastor Bonus[40].
Artículo 28
Se tiene cosa juzgada:
1º si la sentencia ha sido emanada en segunda instancia;
2º si la apelación contra la sentencia no ha sido interpuesta dentro del plazo
de un mes;
3º si, en grado de apelación, la instancia caducó o se renunció a ella;
4º si fue emanada una sentencia a tenor del art. 20.
Artículo 29
§ 1. Las costas judiciales sean pagadas según lo establezca la sentencia.
§ 2. Si el reo no puede pagar las costas, éstas sean pagadas por el
Ordinario o Jerarca de la causa.
Artículo 30
§ 1. Las causas de este género están sujetas al secreto pontificio[41].
§ 2. Quien viola el secreto o, por dolo o negligencia grave, provoca otro
daño al acusado o a los testigos, a instancia de la parte afectada o de oficio,
sea castigado por el Turno Superior con una pena adecuada.
Artículo 31
En estas causas junto a las prescripciones de estas normas, a las cuales
están obligados todos los tribunales de la Iglesia latina y de las Iglesias
Orientales Católicas, se deben aplicar también los cánones sobre los delitos y
las penas, y sobre el proceso penal de uno y de otro Código.
TERCERA PARTE – EXPULSIÓN DEL ESTADO CLERICAL EN VIRTUD DE LAS
FACULTADES ESPECIALES DE LA CONGREGACIÓN PARA EL CLERO

Congregación para el Clero sobre nuevas facultades concedidas

La carta circular enuncia dos motivos para los que se concedieron las Facultades
especiales: un indirecto: honrar la misión y la figura de los sacerdotes que se
esfuerzan por ser fieles a su propia vocación y misión; y otro directo: socorrer a los
Obispos diocesanos que luchan por conservar y promover la disciplina eclesiástica
en beneficio de la sociedad eclesial, ayudándolos a resolver aquellos casos
especiales que se van encontrando durante el ejercicio de su ministerio pastoral y
que no han podido solucionar con medios pastorales y canónicos, previstos ya en el
Código de derecho canónico, o que estos recursos no sean suficientes ni idóneos
para alcanzar la finalidad de la pena, es decir, reparar el escándalo, restablecer la
justicia y lograr que el acusado se enmiende (c. 1341).

Sin embargo, la concesión de estas facultades parece situarse en un contexto


histórico-eclesial más amplio, que ha constituido la preocupación del Papa
Benedicto XVI, a saber, salvaguardar la integridad y la aplicación coherente de la
disciplina de la Iglesia25

1. El sacerdocio ministerial tiene sus raíces en la sucesión apostólica, y


está dotado de una potestad sagrada26, la cual consiste en la facultad y la
responsabilidad de actuar en la persona de Cristo Cabeza y Pastor27.
En esta perspectiva, «la dimensión misionera del presbítero nace de su
configuración sacramental con Cristo Cabeza: trae con ella, como

25
Cf. J.I. ARRIETA, «El cardenal Ratzinger y la revisión del sistema penal canónico en tres cartas inéditas
de 1988. Un papel determinante», en L’Osservatore romano 42/49 (2010), 10.
26
Cfr CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Cost. dogm. Lumen gentium, nn. 10, 18, 27, 28;
Decr.Presbyterorum Ordinis, 2, 6; Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1538, 1576.
27
Cfr JUAN PABLO II, Exhort. ap. post-sinodal Pastores dabo vobis (25 marzo 1992), n. 15: AAS
84 (1992), pp. 679-681; Catecismo de la Iglesia Católica, n. 875; CONGREGACIÓN PARA EL CLERO,
PONTIFICIO CONSEJO PARA LOS LAICOS, CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE,
CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS,
CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, CONGREGACIÓN PARA LA EVANGELIZACIÓN DE LOS
PUEBLOS, CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS
SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA, PONTIFICIO CONSEJO PARA LA INTERPRETACIÓN DE
LOS TEXTOS LEGISLATIVOS, Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los
fieles laicos en el ministerio de la Iglesia Ecclesiae de mysterio (15 Agosto 1997): AASZ9 (1997), pp. 860
ss.
consecuencia, una sincera y total adhesión a lo que la tradición eclesial ha
identificado como la apostolica vivendi forma.
2. La Iglesia, como Esposa de Jesucristo, desea ser amada por el sacerdote
del modo total y exclusivo con el que Jesucristo, Cabeza y Esposo la ha
amado. El celibato sacerdotal, por lo tanto, es el don de sí mismo en y con
Cristo a su Iglesia y expresa el servicio del sacerdote a la Iglesia en y con el
Señor28. El celibato sacerdotal, así como -en general- el celibato apostólico es
un don que la Iglesia ha recibido y quiere custodiar, convencida de que es un
bien para sí misma y para el mundo29. En este sentido el can. 277 CIC
establece:
«§1.1 Los clérigos están obligados a observar una continencia perfecta y
perpetua por el Reino de los cielos y, por tanto, quedan sujetos a guardar el
celibato, que es un don peculiar de Dios mediante el cual los ministros
sagrados pueden unirse más fácilmente a Cristo con un corazón entero y
dedicarse con mayor libertad al servicio de Dios y de los hombres.
§ 2. Los clérigos han de tener la debida prudencia en relación con
aquellas personas cuyo trato puede poner en peligro su obligación de guardar
la continencia o ser causa de escándalo para los fieles.
§ 3. Corresponde al Obispo diocesano establecer normas más concretas
sobre esta materia y emitir un juicio en casos particulares sobre el
cumplimiento de esta obligación».
3. El obispo tiene, entre otros, el deber de recordar la obligación de los
presbíteros, libremente asumida en el momento mismo de la ordenación, de
observar la perfecta y perpetua continencia por el reino de los cielos. Y más en
general el Obispo debe vigilar siempre para que el sacerdote sea fiel en el
cumplimiento de sus deberes ministeriales (cf. cáns 384 y 392).
En este contexto, «dado que tiene obligación de defender la unidad de la
Iglesia universal, el Obispo debe promover la disciplina que es común a toda la
Iglesia, y por tanto exigir el cumplimiento de todas las leyes eclesiásticas» (c.
392, § 1 CIC) y debe vigilar para que no se insinúen abusos en la disciplina
eclesiástica (cf. can. 392, § 2 CIC).
De hecho, el Obispo diocesano debe seguir con especial solicitud a los
presbíteros, también tutelando sus derechos (cf. can. 384). La inmensa
mayoría de los sacerdotes vive serenamente, a diario, su identidad y desarrolla
fielmente su ministerio, pero «en los casos en que se verifiquen situaciones de
escándalo, especialmente por los ministros de la Iglesia, el Obispo debe ser
fuerte y decidido, justo y sereno en sus intervenciones.
El Obispo tiene la obligación de actuar con prontitud, de acuerdo con las
normas canónicas establecidas, tanto para el bien espiritual de las personas

28
Cfr Cfr JUAN PABLO II, Exhort. ap. post-sinodal Pastores dabo vobis (25 marzo 1992), n. 29: l.c. p.
704.
29
Ibid; Cfr CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decr. Presbyterorum Ordinis, n. 16; PABLO VI,
Litt. Enc.
involucradas, como para la reparación del escándalo, y para la protección y
asistencia a las víctimas»30.
En este contexto, también la sanción eventualmente impuesta por la autoridad
eclesiástica «debe ser vista como un instrumento de comunión, es decir, como
un medio de recuperación de aquellas carencias del bien común y del bien
individual, que se han revelado en el comportamiento antieclesial, delictivo y
escandaloso, de los miembros del Pueblo de Dios»31.
Cabe señalar, sin embargo, que el presbítero diocesano tiene un espacio de
autonomía en la toma de decisiones tanto en el ejercicio del ministerio como en
su vida personal y privada. En este ámbito responderá personalmente de los
actos relativos a su vida privada y también de los realizados en el ejercicio del
ministerio.
El Obispo no puede ser considerado jurídicamente responsable por los actos
cometidos por el presbítero diocesano que transgreden las normas canónicas,
universales y particulares. Este principio, que siempre ha sido patrimonio de la
Iglesia, implica, entre otras cosas, que la acción delictiva del presbítero, sus
consecuencias penales y también el eventual resarcimiento de daños sean
imputados al presbítero que ha cometido el delito y no al Obispo o la diócesis
de la que el Obispo tiene la representación legal (cf. can. 393)32.
4. Por lo tanto, se reitera que en el ejercicio de la función judicial, el Obispo
puede utilizar los siguientes criterios generales:
a) A condición de que esto no cause prejuicio de la justicia, el obispo
debe asegurarse de que los fieles resuelvan de una manera pacífica sus
disputas y se reconcilien a la mayor brevedad posible, incluso si el proceso
canónico ya hubiera comenzado, evitando así las permanentes animosidades a
las cuales las causas judiciales suelen dar lugar (cf. can. 1446 CIC).
b) El obispo observe y haga observar las normas de procedimiento
establecidas para el ejercicio de la potestad judicial, desde el momento en que
sabe bien que estas reglas, lejos de ser un obstáculo meramente formal, son
un medio necesario para verificar los hechos y obtener la justicia (cf. cáns. 135
§ 3 y 391 CIC).
c) Si tiene noticia de comportamientos que perjudican gravemente el
bien común eclesial, el obispo debe investigar con discreción, por sí mismo o
mediante un delegado, sobre los hechos y la responsabilidad de su autor (cf.
can. 1717 CIC). Cuando considere que ha recogido pruebas suficientes de los
hechos que dieron origen al escándalo, proceda a reprender o amonestar
formalmente al interesado (cf. cáns. 1339-1340 CIC). Pero si esto no fuera
suficiente para reparar el escándalo, restablecer la justicia y lograr la enmienda

30
CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Directorio para el ministerio pastoral de los
ObisposApostolorum Successores (22 febrero 2004), n. 44.
31
JUAN PABLO II, Discurso a la Rota Romana (17 febrero 1979): Insegnamenti di Giovanni Paolo II
(1979/2), p. 412.
32
Cfr. PONTIFICIO CONSEJO PARA LOS TEXTOS LEGISLATIVOS, Nota explicativa Elementi per
configurare l'ambito di responsabilitá canónica del Vescovo diocesano nei riguardi dei presbiteri
incardinati nella propria diócesi e che esercitano nella medesima il loro ministero (12 febbraio
2004): Communicationes 36 (2004), pp. 33-38.
de la persona, inicie el obispo el procedimiento para imponer sanciones, el cual
se puede hacer de dos maneras (cf. cc. 1341 y 1718 CIC):
- mediante un juicio penal ordinario, en el caso en que, por la gravedad de la
sanción la ley canónica lo exija o el Obispo lo considere más prudente (cf. 1721
CIC);
- mediante un decreto extrajudicial, conforme al procedimiento establecido en la
ley canónica (cf. can 1720 CIC)»33.
5. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que puede haber situaciones de grave
indisciplina por parte del clero, en las que cualquier intento de resolver los
problemas con los medios pastorales y canónicos ya previstos en el Código de
Derecho Canónico no se demuestran suficientes e idóneos para reparar el
escándalo, restaurar la justicia y hacer enmendar al reo (cf. can. 1341 CIC).

NUEVAS FACULTADES DE LA CONGREGACIÓN PARA EL CLERO


Básicamente, son tres las Facultades especiales recibidas por la Congregación y
tienen relación directa con la dimisión del estado clerical y la dispensa de las
obligaciones propias de dicho estado, incluyendo el celibato. Cada una de las
facultades se distingue por la causa motiva y los procedimientos que deben
emplearse para su aplicación. Desde el n. 5, la Carta circular expone las facultades
especiales concedidas a la Congregación, que a la larga repercuten en la actuación
de los Ordinarios.

I. La facultad especial de tratar y presentar al Santo Padre, para la


aprobación en forma específica y decisión, los casos de dimisión del
estado clerical “in poenam”, con la relativa dispensa de las obligaciones
derivadas de la ordenación, incluido el celibato, de los clérigos que
hayan atentado el matrimonio, aunque sea solo civilmente, y que
amonestados no se arrepientan y continúen en una vida irregular y
escandalosa (cf. can. 1394, § 1); y de los clérigos culpables de graves
pecados externos contra el 6º mandamiento (cf. can. 1395 , §§ 1-2).
II. La facultad especial de intervenir conforme a la norma del can. 1399
CIC, bien actuando directamente o bien confirmando las decisiones de
los ordinarios, cada vez que los ordinarios competentes lo pidan, por la
especial gravedad de la violación de las leyes, y por la necesidad y
urgencia de evitar un escándalo objetivo.
Esto es concedido juntamente con la derogación de las prescripciones
de los cánones 1317, 1319, 1342, § 2 y 1349 CIC, respecto a la
aplicación de penas perpetuas, que se deben aplicar a los diáconos por
causas graves y a los sacerdotes por causas gravísimas, siempre

33
CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Directorio para el ministerio pastoral de los
ObisposApostolorum Successores (22 febbraio 2004), n. 68.
llevando los relativos casos directamente al Sumo Pontífice para su
aprobación en forma específica y decisión.
III. La facultad especial de tratar los casos, comprobándolos y declarando la
pérdida del estado clerical, con la relativa dispensa de las obligaciones
sacerdotales, comprendido el celibato, de los clérigos que han
abandonado el ministerio por un período de más de 5 años
consecutivos, y que después de una atenta verificación en la medida de
lo posible, persisten en tal ausencia voluntaria e ilícita de su ministerio.
En este sentido, se formulan los siguientes puntos de vista y se señala el
procedimiento a seguir por parte de los prelados que, cumpliendo las
condiciones, consideran oportuno su uso.

6. Esta congregación ha estudiado los casos de clérigos, sacerdotes y


diáconos, que:
- atentan el matrimonio, aunque solo sea civilmente, y, amonestados, no se
arrepienten perseverando en una conducta irregular y escandalosa (cf. can.
1394 § 1);
- viven en concubinato y cometen otros delitos graves contra el sexto
mandamiento del Decálogo (cf. can. 1395, § § 1-2) y no muestran ningún signo
de arrepentimiento, a pesar de las repetidas amonestaciones, ni manifiestan
ninguna intención de pedir la dispensa de las obligaciones derivadas de la
sagrada Ordenación.
A menudo en estos supuestos la pena de «suspensión» y la irregularidad de
acuerdo con el can. 1044 § 1, 3° no ha sido suficiente e idónea para reparar el
escándalo, restablecer la justicia y hacer enmendar al reo (cf. can. 1341 CIC).
De hecho, sólo con la pérdida del estado clerical, conforme a la norma del can.
292 CIC, el clérigo pierde también los derechos y no queda vinculado por
ninguna obligación de este estado.

CUARTA PARTE – EN EL PROCESO ADMINISTRATIVO Y PENAL

Cualquier eventual caso deberá ser instruido por medio de legítimo


procedimiento administrativo, con respeto siempre al derecho de defensa.
Por cuanto se refiere a la realización del procedimiento administrativo (cf. cáns
35-58, 1342, 1720 CIC), que en este caso solo se puede realizar por clérigos,
se deberá proveer a:
1º Notificar al acusado las acusaciones que se le imputan y las pruebas
relativas, dándole la facultad de presentar sus defensas, excepto que
legítimamente citado, no haya querido presentarse.
2º Examinar atentamente, con la asistencia de dos asesores (cf. 1424 CIC),
todas las pruebas, los elementos reunidos y las defensas del acusado;
3º Emitir el decreto, de acuerdo con los cc. 1344 - 1350 CIC, si sobre el delito
cometido no hay duda y la acción penal no se ha extinguido conforme al canon
1362. El decreto, emitido de acuerdo con los cc. 35-58, deberá estar
debidamente motivado, exponiendo en él, aunque sea en forma sumaria, las
razones de hecho y de derecho.
7. Además, se debe tener en cuenta que se pueden verificar situaciones de
indisciplina grave por parte del clero y que cualquier intento de resolver los
problemas con medios pastorales y con los canónicos ya previstos por el
Código de Derecho Canónico en ocasiones no producen resultados positivos y
la situación tiene el riesgo de que continúe excesivamente, con grave
escándalo en los fieles y daño al bien común.
En estas circunstancias, a menudo los Ordinarios han pedido a la Santa Sede
actuar directamente o que confirme sus decisiones, para abordar las
cuestiones con mayor eficacia y autoridad, a veces conminando la imposición
de penas perpetuas, sin excluir la dimisión del estado clerical, si las
circunstancias particulares así lo requieren.
Por lo tanto, Su Santidad se ha dignado conceder a la Congregación para el
Clero la facultad especial de intervenir de acuerdo con el c. 1399 CIC, bien
actuando directamente o bien confirmando las decisiones de los Ordinarios, en
la medida en que los Ordinarios competentes lo pidan, por la especial gravedad
de la violación de las leyes, y por la necesidad y urgencia de evitar un
escándalo objetivo.
Esto ha sido concedido con derogación de lo prescrito en los cánones 1317,
1319, 1342 § 2 y 1349 CIC, respecto a la aplicación de penas perpetuas que se
deban aplicar a los diáconos por causa grave y a presbíteros por causas
gravísimas, siempre llevando los relativos casos directamente al Sumo
Pontífice para su aprobación en forma específica y decisión.
Esto comporta la facultad especial de intervenir de acuerdo con el can. 1399
CIC, actuando directa o confirmando las decisiones de los Ordinarios, si lo
piden, para infligir una justa pena o penitencia por una violación externa de la
ley divina o canónica. En casos verdaderamente excepcionales y urgentes, y
de falta de voluntad de arrepentimiento por parte del reo, se podrán también
infligir penas perpetuas.
Cualquier eventual caso deberá ser instruido por medio de legítimo
procedimiento administrativo, dejando siempre a salvo el derecho de defensa.
8. Esta congregación tiene experiencia de casos de presbíteros y diáconos que
han abandonado el ministerio por un período prolongado y continuo. En los
casos en que, después de una atenta verificación, siempre que sea posible, se
ha confirmado la persistencia de tal ausencia voluntaria e ilegal del ministerio,
una intervención de la Santa Sede garantizaría el orden en la sociedad eclesial
y protegería a los fieles de incurrir en el error communis (cfr. can.144 CIC)
sobre la validez de los sacramentos.
Por lo tanto, Su Santidad se ha dignado conceder a la Congregación para el
Clero la facultad especial de:
tratar los casos, tomando nota de ellos y declarando la pérdida del estado
clerical, con la relativa dispensa de las obligaciones sacerdotales, incluido el
celibato, de los clérigos que han abandonado el ministerio por un período de
más de 5 años consecutivos, y que después de una atenta verificación, en la
medida de lo posible, persisten en la ausencia voluntaria e ilícita de su
ministerio.
Cualquier eventual caso, ocurrido incluso antes de la concesión de esta
facultad, debe ser instruido de acuerdo con el siguiente procedimiento:
Art. 1 El Ordinario de incardinación puede pedir a la Sede Apostólica un
rescripto con el que se declara la pérdida del estado clerical, con la relativa
dispensa de las obligaciones sacerdotales, incluido el celibato, del clérigo que
ha abandonado su ministerio por un período de más de 5 años consecutivos y
que, después de una atenta verificación, en la medida de lo posible, persiste en
tal ausencia voluntaria e ilícita de su ministerio.
Art. 2 § 1. Es competente el Ordinario de incardinación del clérigo.
§ 2. El Ordinario competente podrá encomendar la instrucción de este
procedimiento bien establemente o bien en cada caso a un sacerdote idóneo
de su diócesis o de otra diócesis.
§ 3. En este procedimiento debe intervenir siempre el Promotor de Justicia,
para la debida tutela del bien público.
Art. 3 La declaración a que se refiere el art. 1 puede ser efectuada solo
después de que el Ordinario competente, llevadas a cabo las oportunas
investigaciones, sobre la base de la eventual declaración del mismo clérigo, o
del testimonio de testigos o de la fama o de indicios, haya alcanzado la certeza
moral del abandono irreversible del clérigo.
Art. 4 La notificación de cualquier acto debe realizarse a través de los servicios
postales o de otro modo seguro.
Art. 5 El instructor, terminada la instrucción, debe transmitir todas las actas al
Ordinario competente con un apropiado informe; este debe expresar su voto
según la verdad.
Art. 6 El Ordinario competente debe transmitir a la Sede Apostólica todas las
actas junto con su voto y las observaciones del Promotor de Justicia.
Art. 7 Si, a juicio de la Sede Apostólica, se requiere un suplemento de
instrucción, esto será señalado al Ordinario competente indicando la materia
sobre la cual debe ser completada la instrucción.
Art. 8 El rescripto de la pérdida del estado clerical, con la relativa dispensa de
las obligaciones derivadas de la ordenación, incluyendo el celibato, será
transmitido por la Sede Apostólica al Ordinario competente, que se encargará
de darlo a conocer.
9. Después de la pérdida del estado clerical, en casos excepcionales, el clérigo
que pidiese la rehabilitación deberá presentar a la Sede Apostólica la debida
solicitud a través de un obispo benévolo.
La esperanza de esta congregación es que cada Ordinario se aplique cada vez
más con auténtica paternidad y caridad pastoral para asegurar que sus
colaboradores propios más preciados sepan vivir la disciplina eclesiástica como
discipulado, con profundas motivaciones internas, recordando que nada vale el
afán del «dar» cotidiano sin un «ser en Cristo».

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