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Ambiente, urbanismo, y transporte

Dr. Gabriel Moreno Viqueira


© Derechos Reservados.
Moreno-Viqueira, G. 2007.Ambiente, urbanismo y transporte, 26 de abril
de 2007
El Nuevo Día, San Juan de Puerto Rico.

Existe una necesidad de una conexión más explícita entre el


urbanismo, la movilidad y la preocupación por el medioambiente en
nuestras prácticas profesionales y en el pensamiento ambiental.

Dos asuntos ponen de manifiesto la interrelación entre ambiente,


urbanismo y transporte: El uso del suelo y la generación de gases
relacionados al calentamiento global. Ambos asuntos están
directamente relacionados a nuestros patrones de movilidad, y estos a su
vez están ligados a la forma de nuestras ciudades y asentamientos
urbanos.

Gracias al tipo de urbanismo desparramado y suburbanizado que


tenemos en Estados Unidos y Puerto Rico, y su asociada dependencia del
automóvil, el sector de transporte es el mayor responsable de los gases
relacionados al calentamiento global. Es decir, el sector de transporte
contribuye más al calentamiento global que el sector industrial,
residencial o comercial.

El automóvil privado como medio de movilidad urbana también


genera un urbanismo con un uso muy ineficiente del suelo que tiende a
tragarse grandes extensiones de áreas naturales y agrícolas. El automóvil
privado requiere una gran cantidad de espacio en términos de superficie
de rodaje y de almacenamiento o parking de vehículos durante el día o
la noche. También permite una ciudad dispersa, donde pocas personas
utilizan grandes extensiones de terreno. En términos de uso de suelo y
espacio el automóvil es el método más ineficiente de transporte en
masa.

De esta manera, cualquier política pública ambiental que


proponga un uso eficiente del suelo y una reducción de los gases con
efecto invernadero, debe estar asociada a un urbanismo que apoye al
peatón y el transporte colectivo entre otros medios de movilidad
sostenible. La ciudad compacta, caminable y con buen transporte
colectivo debe ser reconocida como un elemento central de la
estrategia ambiental de cualquier política pública.

Esto implica un reajuste en nuestras formas tradicionales de


entender el objetivo ambiental, urbanístico y de transporte. A pesar del

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Ambiente, urbanismo, y transporte
Dr. Gabriel Moreno Viqueira
© Derechos Reservados.
Moreno-Viqueira, G. 2007.Ambiente, urbanismo y transporte, 26 de abril
de 2007
El Nuevo Día, San Juan de Puerto Rico.

gran impacto ambiental asociado al automóvil y su urbanismo


desparramado, apenas asociamos el urbanismo dirigido al peatón y al
transporte colectivo como estrategias ambientales. Por ejemplo, ni el
Tren Urbano ni la AMA han capitalizado la importancia internacional
actual que tiene el cambio climático para anunciarse como formas
ecológicas de movilidad. Una guagua no tiene que ser híbrida para ser
ecológica, porque lo que la hace fundamentalmente ecológica es el
hecho de que reduce los viajes en automóvil. Igualmente todo el
esfuerzo del rescate de los centros urbanos, o incluso la idea de vivir en
centros urbanos, apenas se entiende como la estrategia ambiental que
va de la mano con el rescate de las áreas naturales que tanto queremos
conservar en Puerto Rico.

Igualmente, existe una falta de integración de los proyectos de


revitalización de centros urbanos a proyectos de transporte colectivo. El
transporte colectivo debe entenderse como una infraestructura básica
de los centros urbanos y zonas urbanas de alta densidad poblacional, así
como lo es el agua potable o la electricidad. Mientras el suburbio puede
sobrevivir a base del automóvil privado como medio de movilidad, los
centros urbanos y las zonas urbanas densas no pueden subsistir sin el
transporte colectivo. En el caso de nuestra capital, podríamos
considerar que tenemos una Gran Zona Urbana que va desde Viejo San
Juan hacia Santurce, Condado, Sector Calle Loíza, Sector del Caño
Martín Peña, Hato Rey hasta Río Piedras. La zona más densa del área
metropolitana de San Juan carece de un sistema efectivo de transporte
colectivo. Esto ocurre porque las prácticas urbanistas actuales en Puerto
Rico muchas veces no ven el transporte colectivo como un elemento
fundamental de la infraestructura de las zonas urbanas densas. La
revitalización de Santurce está incorporando más de 4,000 viviendas
nuevas sin un plan de transporte colectivo. Debemos trabajar para
proveer a esta gran zona urbana con un buen sistema de transporte
colectivo. De poco nos sirve rescatar centros urbanos como estrategia
ambiental si todo el mundo va a moverse en carro. No incluir el
transporte colectivo en estos proyectos no solo no tiene los resultados
ambientales deseables, sino que va a resultar en lugares imposibles para
vivir y tener comercios y servicios.

Por otro lado, dentro de un nuevo pensamiento que integre el


urbanismo, la movilidad y el ambiente, todo acto en contra del peatón

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El Nuevo Día, San Juan de Puerto Rico.

debe ser visto como un acto en contra del ambiente, además de ser un
acto anti urbano y anti social. Si la ciudad caminable es la ciudad
sostenible, nuestra cultura antipeatonal es a la misma vez una cultura
antiambiental. El parking en la acera es un acto tan antiambiental como
cortar árboles porque va creando una ciudad que penaliza al peatón y
favorece al automóvil.

Sin embargo este asunto no se percibe de esa manera. Nuestro


discurso ambientalista protege las áreas verdes pero no protege las
aceras ni el espacio público peatonal porque este espacio se entiende
como “infraestructura gris” y no como un asunto verde. Mi propuesta es
que las aceras y el espacio público peatonal deben considerarse
también como elementos integrales del asunto ambiental porque son
parte fundamental del urbanismo sostenible.

Es interesante que aun no exista un discurso de defensa del


espacio público peatonal equivalente al discurso ambientalista que
defiende el espacio natural. Han existido movimientos ciudadanos muy
fuertes en defensa del medioambiente natural pero no ha habido
movimientos ciudadanos de igual fuerza y visibilidad en defensa del
espacio público peatonal.

Por último, dentro de este contexto, debemos comenzar a valorar


la siembra de árboles en las aceras (no solo en los parques y en áreas
verdes) como un gesto ambiental, particularmente en países como el
nuestro, porque los árboles en las aceras ayudan a proveer la sombra
necesaria para lograr una ciudad en la que la gente opte por caminar.
Debemos dejar de ver la función de una siembra urbana únicamente en
los términos biológicos de proveer aire limpio y oxígeno, y considerar su
función en el contexto del urbanismo sostenible. Actualmente nuestra
legislación solo considera el aspecto biológico de los árboles urbanos.
Debemos crear legislación que proteja los árboles como un elemento
urbano cuya función es crear una ciudad más amigable para el peatón
y por ende, más ecosostenible.

El autor es profesor de ambiente y urbanismo en el Recinto de Río Piedras de la


Universidad de Puerto Rico y miembro de la Junta Asesora de Urbanismo

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