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LAS REVOLUCIONES BURGUESAS.

INTRODUCCIÓN.
A lo largo de la historia las diferentes civilizaciones han ido cambiando en su
forma de organización ya sea política, social o económica. Ahora bien, esos cambios
solían ser muy lentos y prolongarse a lo largo de varias generaciones. Los cambios se
producían mediante reformas sucesivas y eran casi imperceptibles para las personas
de una época. Sin embargo, en otras ocasiones (muy pocas) el cambio es rápido,
incluso violento, y supone una transformación radical del sistema. Entonces se dice
que se produce una revolución política.
Las revoluciones que nos ocupan son de este tipo, con la particularidad,
además, de extenderse por gran parte de Europa Occidental y América del Norte. Esto
provoca que, aún siendo en esencia la misma revolución (el paso del Antiguo Régimen
al Liberalismo) cada país tuvo sus peculiaridades. No obstante, las ideas que
alimentaron todas estas revoluciones fueron las mismas.
En lo esencial todas las revoluciones fueron iguales: la burguesía, impregnada del
nuevo ideario de la Ilustración, quiso modificar la estructura política, económica y
social. Cuando los burgueses se dieron cuenta de que los reyes absolutos y los nobles
no iban a cambiar se plantearon alcanzar el poder para acabar con el antiguo régimen
e imponer el suyo (el liberalismo). No obstante, en este asalto al poder los burgueses
no siempre tuvieron éxito a la primera. Las fuerzas que defendían el Antiguo Régimen
eran muy poderosas y lograron, en ocasiones, frenar o paralizar la revolución liberal.
Sin embargo, a fines del siglo XX casi toda Europa Occidental se encontraba bajo
regímenes liberales. En Europa la Revolución se inició en Francia y desde ahí se
extendió al resto del continente. Sin embargo, el primer país donde tuvo lugar la
revolución liberal fue en las colonias inglesas en América del Norte. Esta revolución dió
origen a Estados Unidos cuyo sistema político sirvió de modelo a otras revoluciones.

La revolución americana. El nacimiento de Estados


Unidos.
Tras el descubrimiento de América España se reservó, durante mucho tiempo, la
conquista y colonización de este continente. Sin embargo, durante el siglo XVII y XVIII
el debilitamiento de la corona española permitió que territorios del Norte de América
fueran colonizados por otros países. Así a mediados del siglo XVIII Inglaterra poseía la
zona costera de América del Norte organizada en trece colonias dependientes de la
corona británica. La población de este territorio eran colonos que por unos motivos u
otros abandonaron las islas británicas para instalarse en este territorio en busca de
una nueva oportunidad. Las diferencias de riqueza entre ellos no era tan grande como
en la metrópoli (Inglaterra) y además no había nobles, todos formaban parte del
“Tercer Estado”, y, por tanto, obligados a pagar impuestos.
La revolución americana surgió por el descontento de esta población que veía como
la metrópoli aumentaba los impuestos que debían pagar (a esto se llama aumento de

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la presión fiscal) y, sin embargo, no tenían capacidad de decisión política. Asimismo, la
corona británica haciendo uso de su monopolio comercial no permitía a los colonos
comprar y vender libremente sus productos sino que estaban obligados a comprar los
productos que necesitaban a los ingleses, quienes se los vendían muy caros y a vender
los suyos también a los ingleses que pagaban lo que querían (normalmente menos de
lo que ellos pedían).Debido a ello poco a poco fue surgiendo entre los colonos una
conciencia independentista, pensaban que sin la corona británica ellos mismos podían
hacer las cosas mejor. En 1775 estalló la guerra entre los colonos y la corona Británica,
y, un año más tarde, se proclamó la Declaración de Independencia (4 de julio de 1776)
redactada por Thomas Jefferson. La victoria dió origen a un nuevo país: los Estados
Unidos que necesitaba organizarse como tal. Para ello hecharon mano de los
fundamentos políticos, económicos y sociales propuestos por los Ilustrados. Aparece
entonces, por primera vez en la historia del mundo, un país liberal.
Jefferson en la redacción de la Declaración de Independencia se inspiró en la
Declaración de los Derechos de Virginia, redactada por él mismo, donde se
enunciaban los principios de soberanía nacional (el poder reside en los ciudadanos),
división de poderes y sufragio (los ciudadanos eligen a sus gobernantes mediante el
voto). Asimismo se reconoce que los ciudadanos tienen una serie de derechos que el
poder político debe resptetar, reconoce la igualdad entre todos los hombres y también
reconoce las libertades para acceder a la propiedad o para expresarse libremente. En
1787 se redactó una Ley fundamental, una Constitución que instauraba la separación
de los tres poderes: el legislativo encargado de elaborar las leyes quedaba en manos
del Senado y la Cámara de Representantes; el ejecutivo encargado de gobernar queda
en manos del Presidente quien nombra a los Secretarios de Estado (el primer
presidente de Estados Unidos fue George Washington); y el poder judicial, formado
por jueces independientes del poder político, que vela por el cumplimiento de las
leyes. Este sistema político, con ciertos cambios, sigue vigente en la actualidad.
La Revolución americana tuvo mucha influencia posterior. Fue un modelo para la
francesa y para el resto de los países americanos.

La revolución francesa.
La revolución que se inició en Francia tuvo, en Europa, una mayor repercusión que la
americana alterando por completo la historia del continente. En Francia, sí nos
encontramos con unas estructuras de Antiguo Régimen plenamente asentadas que van
a hacer todo lo posible por evitar la revolución. Además el resto de los países
europeos, con miedo a que las ideas liberales llegasen a sus territorios, saldrán en
ayuda de los estamentos privilegiados franceses para acabar con la revolución de los
burgueses. Estas circunstancias provocan que la revolución en Francia y Europa tarde
más tiempo en tener éxito y sea más compleja en su evolucion. Normalmente se
distinguen varias fases para un estudio más ordenado de los acontecimientos.

Los Estados Generales y la Asamblea Nacional (1789-1791).

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Básicamente la Revolución se inició con una crisis de subsitencia (malas cosechas).
Consecuentemente los precios de los productos de primera necesidad subieron. Al no
existir beneficios en el campo los campesinos no puedieron hacer frente al pago de sus
impuestos lo que condujo a una disminución de las arcas de los nobles y de la Corona.
La Monarquía, inmersa en una espiral de gasto (guerras, gastos suntuosos,
despilfarros, corrupción, etc.), no pudo hacer frente a la compra de cereal para evitar
la rebelión del pueblo pues no tenía dinero ni forma de obtenerno. La Hacienda
rápidamente se encontró en una situación de déficit y se iniciaron las revueltas. El Rey
nombró varios ministros para solucionar el problema pero todos acabaron
concluyendo que era necesario que los privilegiados pagaran impuestos. Ante la
negativa de éstos y la bancarrota del Estado el Rey decidió convocar los Estados
Generales, que era una asamblea formada por representantes de los tres estamentos
pero que no se reunía desde hacía más de 150 años, para que aprobaran nuevos
impuestos y resolver el problema.
En los Estados Generales inmediatamente se presentó el problema sobre el método
de votación si por estamento (lo que daba la victoria a los privilegiados) o por persona
(lo que daba la victoria al tercer estado). Mientras esta circunstancia se producía y el
Rey intentaba buscar una salida que permitiera mantener las estructuras del A.
Régimen, el tercer estado (la burguesía) fue tomando conciencia de que eran mayoría
y representaban a gran parte de la nación. Ante la oposición de los privilegiados y la
legitimidad que ellos pensaban que les concedía el ser mayoría, los representantes del
Tercer Estado se declararon en Asamblea Nacional. Estos representantes se reunieron
en el Juego de la Pelota donde se comprometieron a no separarse hasta elaborar una
Constitución. Así la Asamblea Nacional se convirtió en una Asamblea Constituyente.
Paralelamente, el Rey Luis XVI, que no reconocía el poder de la Asamblea, concentró a
sus tropas en Paris. Ante esto, los ciudadanos asaltaron la prisión real: la Bastilla el 14
de julio de 1789, pues la consideraban el símbolo del absolutismo. Finalmente el rey se
vió obligado a aceptar la Asamblea Nacional.
Entre 1789 y 1791 la Asamblea Nacional llevó a cabo tres iniciativas:
1. La supresión de los privilegios: Se aprueba el Decreto de abolición de los
derechos feudales, mediante el cual los campesinos dejaban de ser vasallos de
los nobles y, por tanto, no están sujetos al pago de impuesto o a la obligación
de trabajar sus campos.
2. La aprobación de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano,
donde se proclama la libertad personal, la igualdad ante la ley y la Soberanía
Nacional.
3. Aprobación de la Constitución de 1991, que es la culminación del proceso
revolucionario. Tiene las siguientes características:
 El régimen político era la monarquía parlamentaria. Se reconoce la soberanía
nacional y los derechos fundamentales de los ciudadanos.
 División de poderes: el legislativo para la Asamblea Nacional, el ejecutivo el Rey
(quien debe someterse a la ley) y el judicial los tribunales.
 Se aprueba el derecho a voto, el sufragio pero de carácter censitario, esto es los
votantes debían tener una determinada renta o propiedades lo que aleja a los
elementos más populares de la participación en la política.

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Estas medidas supusieron el fin del Antiguo Régimen y el inicio de la monarquía
constitucional. A continuación, el rey Luis XVI juró la Constitución y se celebraron
elecciones para nombrar la Asamblea Legislativa.

La Asamblea Legislativa y la Convención (1791-1795).

Tras las elecciones comenzaron las diferencias entre los distintos grupos que
componían el tercer estado: los más conservadores (a veces se les llama girondinos)
que eran contrarios a grandes cambios; la izquierda (llamados jacobinos o
montañeses) que apostaban por grandes reformas sociales y el centro grupo sin
ideología propia que fluctuaba entre los dos anteriores. Además el nuevo régimen
tenía muchos enemigos: los nobles y el clero, muchos de los cuales se habían exiliado y
buscaban el apoyo de los reyes absolutos y los nobles de otros países dando orígen a la
guerra entre los países absolutistas y la Francia revolucionaria y la familia real
defensores del Antiguo Régimen. Otros grupos estaban descontentos porque querían
reformas más radicales, entre estos destacaban los sans-culottes.
Así el desacuerdo entre los grupos de la Asamblea, las actuaciones de los grupos
opuestos a la revolución y las guerras que Francia debe mantener con el resto de los
países europeos conducen a Francia a una situación de inestabilidad que culmina con
un golpe de Estado de los más radicales (los jacobinos) cuyo líder era Robespierre.
Surge así un dictadura que aplicó una política de terror: toda persona sospechosa de
no apoyar a la república fue guillotinada. Finalmente la Convención, atemorizada por
los excesos de Robespierre ordenó su ejecución.

El fin de la Convención y el imperio napoleónico (1795-1815).

A pesar de la crisis financiera, la guerra contra las potencias europeas, apoyadas por
los nobles franceses, evolucionaba favorablemente para los revolucionarios franceses.
Los éxitos en la guerra dieron un gran prestigio al ejército y el poder acabó siendo
controlado por un militar Napoleón Bonaparte, que dió un golpe de Estado en 1799 y
fue haciéndose paulatinamente con todo el poder hasta convertirse en emperador.
Napoleón encaminó su política interior a consolidar las conquistas revolucionarias y
evitar el retorno de la monarquía, aunque sin concesiones a los radicales. Su propósito
fue crear un Estado moderno, para ello inició una serie de reformas que consolidaron
el liberalismo en Francia. Modernizó las leyes, mediante la elaboración del código civil
y reformó la economía francesa, creando el Banco de Francia y el código de comercio.
También promovió la eduación pública creando un sistema educativo centralizado y
estatal, desde la escuela primaria hasta la universidad, finalmente pacificó la sociedad
francesa permitiendo el regreso de los exiliados. En definitiva, consolidó todas las
conquistas revolucionarias que se habían impuesto desde la Asamblea Nacional.
En política exterior Napoleón continuó la guerra contra los países europeos, quienes
se organizaban entre ellos formando coaliciones. Por tierra, Napoleón invadió Italia y
se impuso a Prusia y al imperio austriaco. Otros territorios directa e indirectamente
estaban controlados por Napoleón (la actual Alemania, Polonia, Bélgica y Holanda,
España y parte de Rusia). Por mar Napoleón fracasó en su intento de invadir Inglaterra

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y de hundirla económicamente mediante el bloqueo continental, convirtiéndose en el
principal promotor de las distintas coaliciones que finalmente vencieron a Napoleón
en la batalla de Waterloo (1815).
Pero, sin duda, lo mas importante de esta política expansiva fue la exportación de las
ideas revolucionarias al resto de Europa. Napoleón, una vez conquistado un territorio
suprimía las instituciones de Antiguo Régimen, redactaba una Constitución liberal y
garantizaba el ejercicio de la libertad, la igualdad, etc. De esta manera, los principios
liberales fueron siendo asumidas paulatinamente por la población europea.

La Restauración y las nuevas oleadas revolucionarias.

Tras la derrota de Napoleón, se inició una época de reacción antiliberal que


denominamos Restauración. Durante la época de la Restauración volvieron al poder
los monarcas del Antiguo Régimen, quienes actuaron como si la Revolución nunca
hubiera existido. Asimismo, las potencias europeas intentaron crear un sistema que
impidiera nuevas revoluciones en Europa. Dichos acuerdos tuvieron lugar en el
llamado Congreso de Viena (1815) que supuso el intento de retornar al Antiguo
Régimen.
Sin embargo, el orden de la Restauración duró poco. El liberalismo se había
afianzado como la ideología de la burguesía europea, y resultaba inevitable que esta
semilla acabase germinando y la burguesía terminara obteniendo el poder político.
Esto sucedió con una nueva oleada de revoluciones que se vivieron en los diferentes
países de la Europa Occidental en 1820, 1830 y 1848, que supusieron la desaparición
del A. Régimen y el triunfo definitivo del liberalismo.

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