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para destruir una civilización, la nuestra claro. Todos los puntos que vienen a
continuación son derivados del actual ideario progresista, que incluye la amalgama
ideológica que abarca desde el socialismo democrático hasta el comunismo
nostálgico, pasando por todos los sectores, incluido el individualismo a ultranza,
que de una forma más o menos velada pretenden acabar con cualquier asomo de
identidad colectiva.
Dicho esto quisiera finalizar con una reflexión quizá incómoda, porque una cosa es
sentir respeto por cualquier persona de cualquier cultura o religión que se muestre
fiel y respetuoso con ella, y que trate de seguirla y venerarla en cualquier lugar del
mundo donde esté y otra, no incompatible con lo anterior, es defender la propia
identidad y los símbolos de la tradición política y cultural autóctona.
Por último, es cierto que nuestra identidad cultural colectiva y nuestra tradición
deben evolucionar y en ella ya no puede haber lugar ni para el racismo ni para la
homofobia ni para ningún tipo de discriminación hacia la mujer, pero es necesario
volver a recuperar esa identidad, regenerarla, elevarla y darle total y absoluta
prioridad.
He decidido seguir ahondando en lo que escribí, porque ahí está la clave real de un
posible cambio de sociedad. Éste fue el texto: “Por último, es cierto que nuestra
identidad cultural colectiva y nuestra tradición deben evolucionar y en ella ya no
puede haber lugar ni para el racismo ni para la homofobia ni para ningún tipo de
discriminación hacia la mujer, pero es necesario volver a recuperar esa identidad,
regenerarla, elevarla y darle total y absoluta prioridad”.
Sin ánimo de polémica, pero con la intención de suscitar cierta reflexión en los
lectores, quisiera plantear algunas cuestiones:
2. Europa ha sufrido durante el pasado siglo dos terribles guerras mundiales más la
presencia de dos regímenes totalitarios y criminales: el comunismo y el nazismo.
· ¿Estamos por un cambio del modelo de sociedad que se produzca a través del
odio, la discriminación y la violencia? O ¿estamos por un modelo de sociedad que
recupere nuestra identidad cultural, nuestras tradiciones y un espíritu colectivo que
vaya más allá del mercadeo y de la individualidad alienante, y que acepte a todas
aquellas personas que quieran hacer un esfuerzo de integración, sea cual sea su
raza, su género o su condición sexual?
· ¿Queremos contar con el apoyo del cinco por ciento de la población o con el del
cincuenta por ciento en ese proceso de cambio?
· ¿Deseamos mirar hacia el futuro, hacia la Europa del siglo XXI, o hacia la España o
la Europa de los cuarenta?
· ¿Podemos, por ejemplo, defender la familia tradicional sin que ello suponga el
desprecio hacia otros sectores de la población?
· ¿Podemos, por ejemplo, defender la vida sin que eso suponga entender que en
determinadas y específicas circunstancias una mujer puede tener derecho a
abortar?
Quien no entienda estas premisas podrá crear su propio ideal de sociedad, pero se
alejará de la verdadera posibilidad de promover un cambio auténtico en la realidad,
y mientras tanto la progresía seguirá deteriorando el territorio lenta y
subrepticiamente.
Entre otras cosas porque todo aquello que se pretenda que sea perdurable es
imprescindible basarlo en cuatro aspectos: equilibrio, rigor, firmeza y buena
voluntad.