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Bautismo –1-

EL BAUTISMO
SEGÚN LAS SAGRADAS ESCRITURAS

Un diálogo entre Juan Bautigrand y


Martín Infantini

¿Es bíblico el bautismo de infantes?

El bautismo: ¿un acto de Dios o de los hombres?

Bautismo y regeneración

¿De cuándo data la doctrina del bautismo?

¿Inmersión o aspersión?

¿Es verdad que, una vez salvada, la persona queda salvada para
siempre?

Por:
UURAS SAARNIVAARA, Dr. En Filosofía y Teología
Vantage press, Inc., Nueva York

Traducción: Erico Sexauer.


Revisión: Profesor, Dr. En teología bíblica: Jorge E. Groh
IELA
Bautismo -2-

PRÓLOGO

Durante siglos, la doctrina del El tratar el tema del bautismo, ha sido


bautismo cristiano ha sido objeto de y sigue siendo bastante frecuente
arduas discusiones. Y aún hoy día, la recurrir a la forma literaria de la
cristiandad se halla dividida, a este discusión, o del diálogo. Y más de una
respecto, en dos grandes sectores: las vez, este tipo de libros suscitó criticas
iglesias que practican el bautismo de basadas en el hecho de que es una y la
infantes y las que lo rechazan, misma persona la que tiene la palabra, y
ateniéndose al principio de que el que da tanto los argumentos en pro
bautismo se ha de administrar sola y como también en contra. A fin de evitar
exclusivamente a las personas que, una tal crítica, -ampliamente justificada, -
vez llegadas a la edad de todos los argumentos principales en
discernimiento, han experimentado y contra del bautismo de infantes y a
profesado la fe salvadora en Cristo. Si favor de la posición Bautista que
bien por ambas partes existe una aparecen en las paginas del presente
frondosa literatura acerca de esta libro, han sido tomado de la literatura
controversia, todavía hay mucha gente Bautista y en particular de obras
que quisiera tener una comprensión más recomendadas de exposición válida de
clara del problema. su punto de vista, por personas bautistas
de reconocida fidelidad a la palabra
El autor de leste libro está convencido bíblica.
de que la palabra de Dios, expuesta en
las Sagradas Escrituras, es la norma La posición Bautista es compartida
suprema y única para la enseñanza, la por diversos otros grupos o
vida y la práctica en la iglesia cristiana. denominaciones, tales como los
La iglesia no tiene ningún derecho de Pentecostales, los Adventistas, y los
modificar o cercenar parte alguna de lo Testigos de Jehová. Usaremos el
que enseña la Biblia y en especial el término “bautista”, con minúscula,
Nuevo Testamento. En este punto, tanto cuando se trata de una enseñanza que es
los que practican el bautismo de común a estos diferentes grupos, y
infantes como los que se oponen a él, “Bautista”, con mayúscula, cuando se
comparten el mismo criterio. hace referencia a esta denominación en
especial
.

En la oración y la esperanza del autor que las discusiones presentadas en este libro
conduzcan a los cristianos a un entendimiento mejor de la doctrina bíblica acerca del
bautismo, y a la obediencia a las verdades que el Señor nos ha revelado en su santa
Palabra.

Uuras Saarnivaara.
Hancock, Michigan, febrero de 1953
Bautismo -3-

CONTENIDO

PRÓLOGO 1
INRODUCCIÓN 2
I. EL BAUTISMO DE INFANTES
1. Circuncisión y bautismo
2. El bautismo de prosélitos y el bautismo de familias
3. Jesús y los niños
4. Niños de padres cristianos
5. El bautismo de Jesús
NOTA ( I. El bautismo de infantes).

II. EL SIGNIFICADO Y LAS BENDICIONES DEL BAUTISMO


1. El significado del bautismo conforme a las Escrituras
2. Bautismo y regeneración
3. Bautismo de infantes y salvación
4. Caer de la gracia, y retornar a ella
5. “¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?”
NOTAS (II. El significado y las bendiciones del bautismo).

III. EL TESTIMONIO DE LA HISTORIA


1. La iglesia primitiva
2. La Edad Media
NOTAS (III. El testimonio de la historia).

IV. EL MODO CÓMO SE BAUTIZA


NOTAS (IV. El modo cómo se bautiza).

CONCLUSIÓN

RESUMEN COMPARATIVO
Bautismo -4-
INTRODUCCIÓN

Martín Infantini y Juan Bautigrand vivían como vecinos en el pueblo de Sión. Martín
era miembro que practicaba el bautismo de infantes. Juan por su parte pertenecía a una
iglesia que enseñaba que el bautismo es un acto administrado en el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo, y consiste en sumergir en agua a una persona después de
que ésta hizo confesión de su fe en Cristo. 1.

En un principio, Martín y Juan habían sido miembros de la misma iglesia, y ambos


habían recibido en bautismo en su temprana infancia. Pero, luego, Juan se adhirió a
quienes se oponían al bautismo de infantes; mientras que Martín llegó a una fe personal
y al conocimiento de Cristo como su Salvador en su propia iglesia. Por algún tiempo,
también él había estado en dudas en cuanto al bautismo de infantes. Sin embargo, al
estudiar con detención las Escrituras y la literatura respecto del bautismo, se convenció
de que el bautismo que había recibido en su infancia era un bautismo tal como lo
describía la Biblia, y de que él no tenía ninguna necesidad de ser bautizado de nuevo.

En una y otra ocasión, Juan y Martín habían intercambiado opiniones acerca del
bautismo. Pero una noche decidieron discutir el asunto con más profundidad. Sin
embargo, no pudieron arribar a ninguna conclusión, por lo que acodaron seguir
dialogando el día siguiente. Entonces, fue Juan el que abrió la discusión.

Juan Bautigrand: Te acordarás, Martín, de los tiempos en que los dos éramos
miembros de tu iglesia ¿no? Recordarás también que después yo me afilié a la que
pertenezco ahora ¿no? La razón fue que el Señor me abrió un nuevo entendimiento de lo
que es su voluntad con respecto al bautismo. Yo quería ser obediente a su Palabra, y
tener un bautismo tal como lo enseña la Biblia. No te creas que me resultó fácil cortar
con los lazos que me unían a la iglesia de mi infancia y juventud, y afiliarme a otra
iglesia. Pero para obedecer al Señor, no me quedó otro remedio que dar este paso, y yo
sé que El siempre bendice a los que proceden de esta manera. Desde aquel entonces, mi
esperanza y mi ruego fueron que Dios te revelara también a ti su voluntad respecto del
bautismo. Como tú sabes, nosotros rechazamos el bautismo de infantes, porque no
cuenta con ninguna garantía, ni expresa ni implícita, por parte de las Escrituras.
Primero, no hay un mandamiento claro de que los niños debieran ser bautizados.
Segundo: no hay ningún ejemplo claro de un bautismo de infantes, y tercero: si se
interpretan en forma correcta los pasajes que según se supone aluden al bautismo de
niños, se ve que en realidad no hacen referencia a una practica de este tipo. 2

Martín Infantini: Agradezco sinceramente tu preocupación por mi persona. Antes de


entran en nuestra discusión acerca del bautismo, creo que debiéramos ponernos de
acuerdo en cuanto a los principios de interpretación de las Sagradas Escrituras. Acabas
de afirmar que hay pasajes en las Escrituras que, según dicen, aluden al bautismo de
infantes, pero que no contienen ninguna referencia a esa práctica, si se los interpreta en
forma correcta. Será necesario, entonces, que los dos estemos de acuerdo en cuanto a lo
que se entiende con “interpretación correcta” de la palabra de Dios. ¿Qué te parece si
aceptamos como principio básico de interpretación correcta la vieja regla: “si el sentido
literal liso y llano comunica una idea clara, no busques otro sentido”.
1-Ed. T. Hiscox, The new directori for Baptist Church (Filadelfia, Sociedad Bautista América de Republicanos, 1894) Paj.123.
2- Aug. Hopkins Strong, Systematic Theology (5ta. ed., Revisada y aumentada; N. York: A.C.Armstrong and Son, 1896, paj. 535
Bautismo -5-
Juan: De acuerdo. Sin duda, toda interpretación sana de las Escrituras debiera atenerse
a este principio.

Martín: ¿Aceptas también el principio de que la Biblia debe ser usada como intérprete
de sí misma, de manera que los pasajes que no son claros en sí, hay que interpretarlos
con la ayuda de otros pasajes que hablan del mismo asunto?

Juan: Sí; creo que este principio también es válido como interpretación correcta de la
Biblia. Nosotros lo usamos cada vez que estamos en aprietos con algún asunto.

Martín: Muy bien. Veo que tenemos un buen punto de partida para nuestra
conversación. A medida que vayamos estudiando las Escrituras, puede ser que
tropecemos con aparentes discrepancias entre lo que dice la Biblia y lo que enseña la
iglesia, o la denominación a la cual pertenecemos. Hay personas que en la práctica
piensan, aunque no lo digan tan abiertamente: “La Biblia tiene razón porque es la
palabra de Dios y nosotros tenemos razón porque nuestra doctrina es la correcta. Así
que si en las Escrituras hay una declaración que parece estar en conflicto con nuestra
doctrina, esa declaración, hay que interpretarla de acuerdo con nuestra doctrina”. ¿Crees
que esta postura es hasta sierto punto aceptable?

Juan: Por supuesto que no. ¿Quiénes son los que siguen un principio tan errado?

Martín: Se diría que lo sigue la mayor parte de las iglesias y denominaciones. Una
buena porción del trabajo teológico se está haciendo conforme a este principio, aunque
no quisieran confesarlo, y ni siquiera admitirlo. Pero yo creo que debiéramos fijarnos
primero en nuestro propio caso, no sea que nos atengamos también a este principio
engañoso. Tratemos primero de sacar la viga de nuestro propio ojo, y luego veremos
cómo sacar la paja del ojo ajeno. Todos tenemos la fuerte inclinación a seguir ese
principio equivocado sin que nos demos cuenta de ello, pero al mismo tiempo tenemos
una vista muy aguda para detectar que nuestro hermano lo está siguiendo.

Juan: Reconozco que tienes la razón al mencionar este peligro. La Biblia tiene que ser
suprema y única fuente y norma de nuestra fe y vida. No solo en principios sino también
en la práctica.

Martín: Estamos de acuerdo entonces en cuanto a este punto. Las Escrituras Sagradas
hay que interpretarlas según su obvio sentido literal, dondequiera que esto dé un buen
significado, y hay que usarla como su propio intérprete. Nuestra confesión de fe y
nuestra enseñanza hay que ajustarlas la palabra de Dios, y no la palabra de Dios a la
enseñanza de nuestra iglesia. Sin embargo, hay una pregunta más que requiere una
respuesta, o sea, el asunto del uso de nuestra razón en la interpretación de las Escrituras.
Me parece que este punto ya lo tocaste al hablar de una “interpretación correcta”. Creo
que los dos aceptamos el principio de que la razón humana jamás se deben poner por
encima de las afirmaciones de las Escrituras Sagradas. Si parece haber un conflicto
entre la Biblia y nuestra razón, o los aparentes resultados de la ciencia humana, la
sicología, etc., en cuestiones relacionadas con la fe cristiana, debemos dar crédito a las
Escrituras, no a la razón humana, a la sicología o a la ciencia. ¿Estás de acuerdo
conmigo en esto también?
Bautismo -6-
Juan: Completamente. Si nos basamos en todo esto seríamos racionalistas y no
cristianos.

Martín: Me alegra que haya tanto acuerdo entre nosotros respecto de todas estas cosas.
No hay dudas que la razón humana ocupa un lugar legítimo y muy importante en la
interpretación de las Escrituras y en la teología, porque es el medio que le da al ser
humano la capacidad de percibir y reflexionar. Cuando Dios nos habla en su palabra, se
vale del lenguaje humano. Lo que quiero decir es que usa la lógica y la gramática,
porque de otra manera no podríamos entender su mensaje. El Espíritu Santo sigue las
reglas de la lógica y de la gramática al comunicarse con nosotros mediante los hombres
que escribieron la Biblia. La Biblia y la fe cristiana son lógicas, y en este sentido son
razonables. Por lo tanto, toda interpretación de las Escrituras, para ser correcta, tiene
que ser lógica y gramatical. El que yerra en la gramática, por fuerza errará también en
la doctrina que extrae. Toda interpretación bíblica que está reñida con las simples reglas
de la gramática y la lógica, tiene que ser una interpretación incorrecta. ¿De acuerdo?

Juan: De acuerdo. ¿Cómo habríamos de conocer el significado el significado del texto


bíblico si no lo tomamos en su simple sentido gramatical – siempre que ese sentido dé
un “buen sentido”?

Martín: ¿Aceptarías como buen sentido un sentido un sentido gramatical que va en


contra de la razón humana natural y de la sicología?

Juan: ¡Por su puesto! Porque la razón humana no es capaz de entender las cosas de
Dios. Por eso, para entender la verdad y la voluntad de Dios, es necesario que a esa
razón del hombre la ilumine el Espíritu Santo.

Martín: Se habla mucho de “razón iluminada, sentimiento interior cristiano,


experiencia cristiana, convicción cristiana” - ¿crees que todo eso puede servir como
sustituto de la palabra de Dios en su sencillo sentido gramatical?

Juan: No, en absoluto. Como cristianos fieles nos corresponde atenernos a la palabra
de Dios. Nuestra razón, el sentimiento interior cristiano, la experiencia y la convicción
hay que ponerla en armonía con las Sagradas Escrituras, y no al revés.

Martín: Un punto más. Hay muchas cosas acerca de las cuales la Biblia no dice nada,
y que no obstante pertenecen a la religión cristiana, o al menos son cosas necesarias en
la vida de la iglesia. Por ejemplo, en el Nuevo Testamento no se dice en ninguna parte
que las mujeres hayan participado de la santa cena. Tampoco se habla de escuelas
dominicales, ni de edificios eclesiásticos, ni del uso de automóviles para ir a la iglesia.
¿Te parece que la iglesia tiene un derecho a poseer tales cosas, e incluso de
considerarlas encuadradas dentro de la voluntad de Dios, aunque la Biblia no las
menciona para nada?
Juan: ¡Pero seguro! En todos aquellos casos en que la Biblia no da órdenes ni
instituciones, tenemos la libertad de actuar como queramos, siempre que nuestro actuar
condiga con el espíritu de la palabra de Dios.

Martín: “Condigo con el espíritu de la palabra de Dios”- ¿crees que algo condice con
el espíritu de la palabra de Dios si se lo puede inferir lógicamente de las claras
declaraciones de la Biblia, aunque no figure allí con palabras expresas?

Juan: ¡Claro! Por ejemplo: Aunque no hay ninguna mención de que una mujer haya
participado de la santa cena, podemos sin embargo deducirlo del hecho de que tampoco
hay ninguna prohibición al respecto. Y además, según lo que se nos enseña en el Nuevo
Testamento, no hay ni hombre ni mujer, sino que todos son uno en Cristo.

Juan: Quisiera mencionar un punto más. Algunos defensores del bautismo de infantes
admiten que en el Nuevo Testamento no hay ni un claro mandato ni ejemplo que se
pueda tomar como recomendación de la práctica del bautismo de niños. Sin embargo,
sostienen que el espíritu general del evangelio favorece dicha práctica. Allí, en el
evangelio, se enseñan verdades fundamentales, y de estas se puede deducir que lo del
bautismo de niños es una práctica legítima.3. Y bueno: me parece que si basamos
nuestra enseñanza y práctica en lo que consideramos el espíritu general o enfoque de las
Escrituras, podemos probar cualquier cosa, y tomar cualquier doctrina por doctrina
bíblica. Yo por mi parte estoy convencido de que cualquier doctrina tiene que estar
basada en afirmaciones claras y directas de las Escrituras. El “espíritu” de las Escrituras
podemos conocerlo solo mediante sus afirmaciones claras.

Martín: En esto estoy plenamente de acuerdo contigo. Todos los que falsificaron las
verdades cristianas usaron esta treta: los hombres que la inventaron o desarrollaron,
pusieron en el lugar de las claras enseñanzas de la palabra de Dios en su simple sentido
gramatical lo que ellos suponían que era el “espíritu” o el “enfoque general” de las
Escrituras.
Y bien: ya que estamos de acuerdo en cuanto a los principios de interpretación de las
Escrituras y en el que la Biblia es la fuente y norma de la fe cristiana, pongámonos a
discutir el problema del bautismo de infantes.
3. Hiscox, op. ct., pág. 486

EL BAUTISMO
SEGÚN LAS SAGRADAS ESCRITURAS

Un diálogo entre Juan Bautigrand


Y Martín Infantini

I. EL BAUTISMO DE INFANTES

Juan Bautigrand: La cuestión del bautismo de niños es el principal punto de


disensión entre nosotros dos. Como ya te dije, el bautismo de infantes no cuenta con
ninguna garantía, ni expresa ni implícita, por parte de las Escrituras. No hay ningún
mandamiento expreso de que se tenga que bautizar a los niños, ni tampoco hay un claro
ejemplo de que se haya echo tal cosa. Los pasajes que supuestamente aluden al
bautismo de infantes, si se los interpreta en forma correcta, no contienen ninguna
referencia a una práctica de esa naturaleza.

1. Circuncisión y Bautismo

Martín Infantini: Sí, esto fue lo que dijiste: que en la Biblia no existen pasajes que
aluden al bautismo de niños. Nosotros en cambio creemos que si hay tales pasajes: son
los que hablan de la circuncisión y el bautismo.
Juan: Yo sé que según lo que enseñan ustedes, el bautismo de infantes tomó el lugar
de la circuncisión que figuraba en el pacto que Dios con Abraham. A esto respondemos
que esa opinión es contraria al concepto neotestamentario de “iglesia”, pues la convierte
en algo que tiene que ver con herencia, en un cuerpo donde que lo califica a uno para
ser miembro es el nacimiento físico, carnal, no el nuevo nacimiento espiritual. La
interpretación correcta de este asunto es otra: así como Israel como nación era una
tipificación del Israel espiritual así la circuncisión que se practicaba inmediatamente
después del nacimiento físico, y no antes, nos indica que debemos bautizar a los niños
después de su nacimiento espiritual. O la iglesia cristiana es un cuerpo natural, digamos
hereditario, o fue meramente tipificada por el pueblo de Israel. En el primer caso, es
algo que corresponde hacer extensivo a todos los hijos de padres cristianos, con lo que
la iglesia ya no se distingue del mundo. En el segundo caso, corresponde hacerlo
extensivo solo a los descendientes espirituales, y por lo tanto, solo a los que en verdad
son creyentes.1.
Martín: Concuerdo contigo en casi todo lo que acabas de decirme. Es muy cierto: la
iglesia cristiana no es un cuerpo del que uno llega a ser miembro por simple herencia.
Es un cuerpo espiritual, y la persona que es miembro del mismo, lo es por causa de
haber nacida de nuevo. También nosotros creemos, al igual que ustedes, que la iglesia
cristiana es la comunidad de los santos donde se enseña correctamente el evangelio y
donde se administran los sacramentos de acuerdo con la institución de Cristo. A esa
iglesia la componen los creyentes, los santos, las ovejas que oyen la voz de su Maestro
y la siguen.2. Y también concuerdo contigo en que la iglesia cristiana solo es tipificada
por el pueblo de Israel, puesto que Pablo habla del “Ismael según la carne” y del “Israel
de Dios”, o sea, la iglesia cristiana (ga.6:16; 1 co. 19:18).
Arranquemos con esta idea bíblica que expresaste, de que el Israel según la carne era
una tipificación del Israel espiritual con lo es la nación Israelita de la iglesia cristiana.
Al hacer su pacto con Abraham, Dios le mandó que llevara como señal de dicho pacto
la circuncisión. Abraham era un hombre ya bastante entrado en años cuando se aplicó es
señal del pacto. Era para él como dice Pablo, el sello de la justicia de la fe que tuvo
estando aún incircunciso (ro.4:11)primero, él tuvo la fe que justifica. Luego recibió la
señal del pacto como sello de justicia de la fe. El orden de los acontecimiento s era
correcto, según tu manera de pensar. Pero los hijos de esa gran familia que vivía en la
casa de Abraham, habían de ser cincuncidados a la edad de ocho días, es decir, los que
no habían sobrepasado ya esa edad. Así que, si bien la circuncisión era una señal de la
justicia de la fe que Abraham ya tenia antes de recibir la señal en si, la misma señal fue
puesta también en los niños pequeños. Dios quería hacerlos participes de los privilegios
de su pacto ya en su temprana infancia. ¿Qué me dices a esto, hermano Juan?
Juan: Lo que dices con respecto a la circuncisión es la clara verdad bíblica, y no
tengo nada en especial que agregar. Pero no tiene nada que ver con el bautismo, porque
este no vino simplemente a ocupar el lugar que antes ocupaba la circuncisión. El
bautismo no tiene ninguna conexión con la circuncisión, ni hace referencia a ella. Si el
bautismo, una institución de Cristo, hubiera sido implantado como reemplazante de la
circuncisión, que era un rito mosaico, ¿no te parece que Cristo lo habría establecido de
esta manera, o que los apóstoles habrían mencionado ese hecho? Pero en ninguna parte
se encuentra una alusión en este sentido. La circuncisión era una señal exterior de una
unión exterior con una congregación integrada por un pueblo determinado, para
garantizar la separación de los judíos de todas las demás naciones y razas, y su unidad
como pueblo. El bautismo en cambio es la señal exterior de una obra espiritual ya
efectuada en el corazón del hombre por la gracia de Dios, e indica no una separación de
razas, sino la unidad del verdadero pueblo de Dios, congregado de entre todas las razas,
como creyentes en Cristo, sin distinción de sangre o de idioma. Los cristianos de origen
judío insistieron por algún tiempo en la práctica tanto de la circuncisión como del
bautismo, lo que prueba que no habían entendido que el bautismo en realidad había
desplazado la circuncisión.
Martín: Yo no afirmé que el bautismo ocupó el lugar de la circuncisión. Pero no
estará demás que hagamos una investigación acerca de si el bautismo tiene alguna
conexión con la circuncisión, o si hace referencia a la misma. Veamos lo que dice Pablo
al respecto: “ En él (Cristo) también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a
mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo,
sepultados con el en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él mediante
la fe, (Colosenses 2:11) Pablo llama al bautismo “ la circuncisión de Cristo”.¿Cómo
puedes decir entonces que el bautismo no hace referencia a la circuncisión?
Juan: Admito que mi afirmación fue demasiado categórica. Según estas palabras de
Pablo, se ve que hay una especie de analogía entre la circuncisión y el bautismo.
Martín: En lo que acabas de afirmar hay otro punto más que necesita una corrección.
Dijiste que la circuncisión era un rito mosaico. Un poco antes habíamos hablado de la
circuncisión como de un rito perteneciente al pacto que Dios hizo con Abraham. ¿No lo
recuerdas?.
Juan: Evidentemente, estuve mal informado, por seguirlo a Hiscox. No se me había
ocurrido que esa afirmación de Hiscox era incorrecta.
Martín: Pasa muchas veces que repetimos las palabras de personas que
consideramos autoridades en la materia, sin analizar si son correctas o no. La
circuncisión formaba parte no del pacto mosaico sino del pacto abrahámico. Es por eso
que tuvo una aplicación mucho más prolongada que aquel. Estaba íntimamente ligada
con la justificación por fe y con la promesa del Salvador que habría de venir.
Dijiste que como los cristianos de origen judío insistieron por un tiempo en practicar
tanto la circuncisión como el bautismo, éste no pudo haber desplazado a aquélla ¿Te
parece que los judeo-cristianos estuvieron en lo correcto con su insistencia? ¿No se
basaron mas bien un error? En otras palabras: ¿Estuvo su actitud en armonía con el plan
de Dios, o en conflicto con él?
Juan: Por su puesto que aquellos judíos cristianos estuvieron equivocados. De otra
manera, los cristianos judíos deberían ser circuncidados aún hoy en día.
Martín: ¿Podemos aprobar algo con una idea y practica equivocadas?
Juan: Pienso que no. Acepté el argumento de Hiscox sin tomar en cuenta el hecho
de que una idea errónea no prueba nada.
Martín: Dijiste que la circuncisión era una señal exterior de una unión exterior con
una congregación integrada por un pueblo determinado, para garantizar la separación de
los judíos de todas las demás naciones y razas, y su unidad como pueblo. Al decir esto
se te habrá escapado que la circuncisión no era parte tan solo del pacto mosaico, sino
del pacto abrahámico y por lo tanto, no estaba limitada a Israel. Además de Israel, la
usaron también las diversas naciones descendientes de Abraham. Pero esto tiene poco
que ver con nuestro discutido debate. En sierto sentido es verdad que la circuncisión
intentaba asegurar la separación de Israel de las demás naciones y unirlos como pueblo
de Dios. Por eso justamente me parece que en estos aspectos hay una analogía entre
circuncisión y bautismo ¿Acaso no está destinado el bautismo a asegurar la separación
del pueblo de Dios de las demás personas de esta mundo y a unir a estas al pueblo de
Dios como dijo Jesús?: “Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt. 28:19-20).
Juan: Así es, sin duda alguna. Parece haber una analogía ente circuncisión y
bautismo en estos aspectos. Por desgracia, el bautismo sirvió para separar a los diversos
grupos del pueblo de Dios en el Nuevo Pacto, en lugar de unirlos. La culpa no la tiene
el bautismo, sino los cristianos, por no seguir la enseñanza de la bíblica acerca del
bautismo.
Martín: En esto tienes mucha razón. Y esto mismo nos motivó a entablar nuestra
discusión: Ambos queremos descubrir qué enseña la Palabra de Dios en realidad acerca
del bautismo, a fin de que un mismo bautismo pueda unirnos también a nosotros dos
como hermanos.
Así como tú lo ves, la circuncisión era una señal exterior de una unión exterior con una
congregación compuesta por un determinado pueblo, mientras que el bautismo es la
señal exterior de una obra espiritual ya efectuada en el corazón del hombre por la gracia
de Dios. En el caso de Abraham, ¿te parece que también allí, la circuncisión era una
señal exterior de su pertenencia a una congregación formada por un pueblo
determinado? ¿no era más bien, como dice Pablo, el sello de la justicia de la fe que
Abraham tuvo estando aún incircunciso? Y esta justicia de la fe, ¿acaso no era algo
obrado en el corazón de Abraham por la gracia de Dios?
Juan: Seguro. Pero ¿no era la circuncisión también una señal exterior de una unión
exterior con una con una congregación integrada por un pueblo determinado, como lo
formulé yo?
Martín: Abraham fue el primer hombre que fue circuncidado. ¿No crees que su
circuncisión es la que nos da la pauta para conocer el significado de ese rito?
Juan: Tenés razón. Nunca se me ocurrió enfocar el asunto desde ese punto de vista.
Martín: Aceptas entonces que también la circuncisión era una señal exterior de una
gran espiritualidad interior. Esto lo prueba asimismo el hecho de que la circuncisión era
la señal del pacto que incluía la promesa “para ser tú Dios, y el de tu descendencia
después de ti” (Gn.17:7). Al decir de Pablo, el provecho de la circuncisión era “que les
ha sido confiada la palabra de Dios” (Ro.3:1-2). La promesa de ser su Dios, y la palabra
de Dios, ciertamente significaba mucho más que una mera unión exterior con una
congregación formada por cierto grupo de étnicos.
¿Acaso no leíste Juan en las Escrituras como Moisés insistió en que la circuncisión
exterior no era suficiente? Se necesitaba una circuncisión del corazón para llegar a ser
del verdadero pueblo de Dios. “Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón, y no
endurezcáis más vuestra cerviz” (Dt.10:16). En otra oportunidad, Moisés prometió:
“Jehová tu Dios circuncidará tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames
a Jehová tu Dios con todo tu corazón” (Dt.30:6). Jeremías (4:4; 6:10; 9:26) y el apóstol
Pablo (Ro.2:28, 29; 15:8; Fil. 3:3) hablan también de la “circuncisión del corazón como
significado espiritual y cumplimiento del rito de la circuncisión. ¿No ves, hermano
Juan, que la Biblia entera enseña que la circuncisión es una señal exterior de una gracia
interior?
Juan: ¿Otra vez tengo que darme por vencido! Sin dudas, viendo con atención los
detalles que estamos viendo ahora se llega a ver con claridad que la circuncisión
significa una gracia interior.
Martín: Quedamos entonces con que la circuncisión significaba una gracia espiritual
interior. Y eso, ¿qué era? Era una renovación que ocurría en el corazón: “un corazón
renovado es un corazón lleno de fe, de amor a Dios, y del deseo de cumplir con la
voluntad del Señor. Al tratar el asunto de la circuncisión, Pablo demuestra que si bien
ésta requiere fe, una fe que muchos israelitas no tenían, no obstante el pacto quedó
firme de parte de Dios. Solo fue violado por parte de los hombres. “Pues qué, si algunos
de ellos han sido incrédulos? ¿su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de Dios?”
(Ro.3:3).
Estas palabras dejan bien en claro que el pacto de Dios, y su fidelidad al mismo, eran
realidades inmutables y objetivamente válidas, pero que los hombres podían gozar de
los beneficios de este pacto solo por medio de una fe y obediencia personales. En otras
palabras, las bendiciones subjetivas dependían de la fe. En el caso de Abraham, el
prerrequisito personal, o sea, la fe, precedió al rito; pero en el caso de los demás, la
circuncisión interior, o ese cambio renovador que producía fe y obediencia, siguió
después.
Juan: No puedo negar que tu explicación sigue muy de cerca lo que afirma la Biblia.
Martín: Un tiempo atrás admitiste que la circuncisión y el bautismo son cos cosas
análogas, dado que Pablo llama al bautismo “la circuncisión de Cristo”, o la
circuncisión cristiana. En el caso de Abraham, la circuncisión fue el sello de la justicia
de la fe que él tuvo estando aún incircunciso. Esto se corresponde con el bautismo de
personas que han sido convertidas antes de ser bautizadas, como sucedió con Cornelio y
los de su casa. También sucede con mucha gente de hoy en día. Pero la mayoría de los
israelitas recibieron la circuncisión siendo bebés recién nacidos. Luego al haber llegado
a una edad fijada por la ley, tenían que apropiarse de las bendiciones del pacto y
cumplir con los requisitos como acto posterior, si bien la mayoría de ellos jamás lo
hacia. En este sentido, la circuncisión es análoga al bautismo de infantes ¿O no,
hermano Juan?.
Juan: Sí, así es. Pero una simple analogía co basta para sentar una doctrina cristiana.
Martín: Tienes razón; una simple analogía no basta, en este caso. Pero permíteme
agregar un dato más en cuanto a la relación entre circuncisión y bautismo. El apóstol
Pablo habla del bautismo como de la circuncisión de Cristo; y es un hecho indiscutible
que según el plan de Dios, que el uso de la circuncisión tuvo que cesar cuando se
comenzó a practicar el bautismo en su pleno sentido cristiano, lo que sucedió después
de Pentecostés. Tú niegas que el bautismo que el bautismo haya desplazado a la
circuncisión. En cambio así como lo entiendo yo, esto queda implicado en los dos
hechos que acabo de mencionar yo. Por su puesto, no puedo obligarte a que leas y
entiendas las Escrituras como las entiendo yo. Pero según mi punto de vista, lógica e
inevitablemente tenemos que llegar a eso.
Juan: Ahora veo que la idea de que el bautismo tomó el lugar de la circuncisión
puede defenderse con argumentos válidos de la Biblia. Ya no me puedo cerrar del todo
a esa manera de entender las Escrituras, ya que es una forma de pensar en concordancia
con ella.
Martín: Me alegra mucho poder ver que entiendes y aceptas ciertos hechos, auque
estén en conflicto con tu forma anterior de ver las cosas. Tal vez opines que la actitud de
Dios hacia los infantes en el tiempo del Nuevo Pacto, ya no es la misma que en tiempos
del Pacto Antiguo. ¿Acerté?
Juan: Bueno: Creo que acertaste. Los dos pactos son tan diferentes que si bien la
circuncisión había que aplicarla a los infantes, el bautismo debería administrarse a los
niñitos recién nacidos que no entienden lo que se les dice ni lo que se hace con ellos.
Martín: Es verdad que hay diferencias entre el Pacto Antiguo y el Nuevo, pero
también hay similitudes. Son análogos en más de un aspecto, no sólo en lo que se
refiere a la circuncisión y al bautismo. Esas similitudes se deben al hecho de que el
Pacto Nuevo no es enteramente nuevo, sino que está construido sobre los fundamentos
del Pacto Antiguo. El Pacto Antiguo fue en su totalidad una etapa preparatoria para el
Pacto Nuevo. En ambos pactos, los hombres son salvos por la gracia sola, mediante la
fe, y en ambos, los creyentes han de dar expresión a su fe por medio del amor y la
obediencia. ¿O crees que Abraham, David y los demás santos hombres del Pacto
Antiguo fueron salvados por sus obras, y no por la gracia, mediante la fe en el Mesías
que habría de venir?
Juan: En ningún momento creí tal cosa. En lo que se refiere a este puno, los dos
pactos son iguales.
Martín: Una de las diferencias es que en el Pacto Antiguo, el pueblo tenia su
esperanza puesta en el Salvador venidero, mientras que en el Nuevo pusieron y ponen la
esperanza en el Salvador que ya vino. El Espíritu Santo estuvo activo en el Pacto
Antiguo, pero no fue enviado a habitar en el corazón de los creyentes del mismo modo
como en el Pacto Nuevo. – Pero estamos discutiendo la actitud de Dios para con los
infantes. ¿Por qué no pasamos a hablar de este asunto a la luz del Pacto Nuevo?

2. El Bautismo de Prosélitos y el Bautismo de Familias


Martín: (continúa): Para tener un contexto histórico apropiado para nuestra discusión
en cuanto a la actitud de Cristo y la Iglesia apostólica respecto de los niños convendrá
mirar un poco más de cerca el así llamado “bautismo de prosélitos”.
Como tú sabes, prosélitos eran los gentiles convertidos al judaísmo, o sea, a la religión
de Israel. El Pacto Antiguo nunca era exclusivamente un pacto nacional, limitado tan
solo a los descendientes de Jacob. En sus orígenes fue un pacto religioso, y toda persona
que aceptaba la religión de Israel, llegaba a ser miembro y gozaba de todas las
prerrogativas que el pacto otorgaba. En tiempos de Cristo, los judíos desplegaron un
celo misional llevado casi al extremo, en especial los fariseos y escribas. “Recorrían
mar y tierra para hacer un prosélito”, como dice Jesús según el evangelio según San
Mateo 23:15.
Tres cosas se exigían para quienes llegaban a ser “prosélitos de la justicia” o “israelitas
perfectos” en todo sentido: 1. Circuncisión de los varones. 2. Bautismo y 3. Sacrificios
de todos, tanto hombres como de las mujeres. La literatura rabínica se explaya con tanta
amplitud en el bautismo de prosélitos que si juntáramos todas las declaraciones
pertinentes, podríamos componer un libro bastante voluminoso. Este bautismo estaba en
uso ya antes de Cristo, y se siguió aplicando durante todo su ministerio público
dondequiera que hubo gentiles que se convirtieron al judaísmo.
Juan: Hay voces autorizadas que dicen que el bautismo de prosélitos no existía entre
los judíos antes del tiempo de Cristo. Otros, sostienen que no se sabe nada definitivo al
respecto. 4
Martín: Sé que esto es lo encontrarás en buena parte de la literatura de orientación
bautista. Pero tal vez merezca tu confianza el Dr. Strong, que uno de los teólogos
bíblicos Bautistas más prominentes del siglo 19. El Dr. Strong cita el siguiente pasaje
del libro ‘La vida en tiempos de Jesús el Mesías’ escrito por Alfredo Edershein:
“Tenemos testimonios de que el bautismo de prosélitos existía en tiempos de Hillel y
Shammai. En efecto: se dice que la escuela de Shammai permitía participar en la pascua
un prosélito que había sido circuncidado en las vísperas de la pascua y luego bautizado,
mientras que la escuela de Hillel negaba tal permiso. Esta controversia debe
considerarse como prueba de que en aquel entonces (en un tiempo anterior a Cristo) el
bautismo de los prosélitos era algo acostumbrado”. 5 En base de esta afirmación, el Dr.
Strong sostiene que el bautismo de prosélitos se practicaba durante el tiempo de Cristo,
e incluso ya anteriormente a él.
Juan: Bueno; con esto el asunto queda en claro. Pero ¿qué significado tiene este
bautismo para nuestro problema con el bautismo de infantes?
Martín: Ya lo verás enseguida. Los gentiles convertidos eran, por su puesto,
personas adultas. Pero si tenían hijos, y expresaban el deseo de que éstos también
fuesen llevados junto con ellos al pacto con Dios, también estos eran bautizados. Los
judíos argumentaban así: Abraham fue circuncidado como hombre de edad ya avanzada,
Ismael lo fue a los trece años y, los infantes a los ocho días. El bautismo de los
prosélitos debía ajustarse a la misma norma.
Los gentiles tenían por costumbre abandonar a las criaturas no deseadas y, los judíos a
menudo se hacían cargo de estos niños expósitos y los bautizaban. Por supuesto, a los
varoncitos también los circuncidaban.
Según la “tradición de los antiguos”, un prosélito de sexo femenino era considerado
igual a la mujer israelita nativa en lo que al matrimonio se refiere, siempre que esta
hubiera sido bautizada antes de tener tres años y un día. La explicación que daban los
rabinos era: “Si una cosa es de provecho dudoso, no hay que hacerla a una persona que
no es conciente de ello. Pero sí está permitido hacer algo beneficioso a una persona
aunque dicha persona ignore el valor de lo que se le está haciendo; y por otra parte, no
se le debe infligir un daño a una persona sin su conocimiento.” Como el bautismo y el
ser recibido en el pacto de Dios eran cosas beneficiosas, y el dejar a un niño sin estos
beneficios significaba un daño para éste. Los rabinos declaraban que había que bautizar
a los infantes .
En un aspecto, sin embargo, el bautismo de prosélitos se diferenciaba de la
circuncisión: Los hijos de los prosélitos nacidos después de que estos recibieran el
bautismo, no eran bautizados, porque habían nacido “en santidad” ya que sus padres ya
eran considerados verdaderos adoradores de Jehová. 6
A causa de los tenaces esfuerzos misionales de os judíos, el número de prosélitos era
bastante elevado, tanto en Palestina como en las regiones en donde habitaban israelitas
en dispersión. Por lo tanto, el bautizo de familias, o sea, de padres junto con sus hijos,
en edad infantil o ya mayores, era algo común en el tiempo del ministerio público de
Cristo. Los judíos creían que en el bautismo, los gentiles eran lavados de la impureza
del paganismo, y que eran regenerados. Llegaban a ser hombres y mujeres nuevos, hijos
del pacto, y miembros del pueblo de Dios, dedicados al servicio del único Dios
verdadero. Cuando Juan el Bautista se dirigió a los judíos con la exhortación de que
también ellos debían arrepentirse y ser bautizados, éstos se deben haber sentido
confusos y lo miembros del Sanedrín no lo compartía, ya que creían que ellos por ser
israelitas eran de por sí puros, por ello envían mensajeros a Juan preguntándole por qué
bautizaba (Jn.1:25).
Con esto ahora tenemos un trasfondo histórico necesario para entender correctamente
la situación en que el bautismo cristiano fue instituido y comenzó a ser practicado.
Mediante el bautismo fue integrado al pacto de Dios el grupo familiar entero, los padres
con sus hijos en edad infantil y también los ya mayores. Cristo estaba bien al tanto de
las prácticas misionales judías, y criticó en términos severos a los fariseos y escribas
porque hacían a los prosélitos “dos veces mas hijos del infierno que ellos mismos”
(Mt.23:15), pero nunca criticó el bautismo de infantes. Si Él, o los Apóstoles no lo
hubieran aprobado, de seguro que las advertencias acerca de este tema no hubieran
faltado en las Sagradas Escrituras. Cristo habló de todos los demás errores doctrinales y
usanzas incorrectas de los fariseos, sin embargo, jamás dijo una palabra en cuanto al
bautismo de infantes. Eso no puede ser pura casualidad.
En este contexto histórico veamos en una nueva luz el hecho de que la iglesia
apostólica también bautizaba familias enteras, como la de Cornelio (Hch.10:1-2), la de
Lidia (Hch.16:14-15), del carcelero en Filipos (Hch.16:33-34), la de Estéfanas en
Corinto (1Cor.1:16). Si miramos las cosas sin prejuicios, nada más natural que suponer
que la iglesia cristiana siguió con una practica parecida a la que era habitual entre los
judíos. La iglesia heredó muchas cosas de la sinagoga – no solo el Antiguo Testamento,
sino también más de una particularidad en su forma de obrar y organización. El libro de
los Hechos nos informa que incluso bastante tiempo después de Pentecostés, la vida y la
obra de la iglesia apostólica se desarrolló dentro del marco de la sinagoga. Aún cuando
Pablo tuvo que retirarse de la sinagoga en Grecia, y separar de ella a los cristianos. En
Jerusalén y en muchos otros lugares la sinagoga siguió proveyendo el marco exterior
para la iglesia. Los cristianos judíos fueron muy lentos en asimilar todas las
implicaciones del Pacto Nuevo, y en consecuencia continuaron por bastante tiempo con
algunas de las practicas del Antiguo Testamento. Hace poco que mencionamos que
seguían con la practica de la circuncisión, aunque esto no estaba en armonía con el plan
y la voluntad de Dios. ¿No era lo mas natural, entonces, que los primeros cristianos que
estaban habituados a vivir dentro del marco de la sinagoga, y que seguían usando
muchas de sus practicas entre ellas la del bautismo de los hijos de los padres
convertidos? Repito: Cristo y los apóstoles jamás dijeron palabra alguna en contra del
bautismo de infantes, si bien era una practica común en la sinagoga; y en la iglesia
apostólica se bautizaban a grupos familiares, al igual que en la sinagoga. ¿No es algo
totalmente antinatural pensar que Cristo y la iglesia apostólica habrían rechazado el
bautismo de infantes, de uso común en aquel entonces, sin decir nada al respecto en la
Biblia? ¿No resulta mucho más razonable pensar que no se hizo una prohibición (la cual
hubiera quedado escrita en las Escrituras) del bautismo de infantes porque se lo
consideraba algo natural, tan común y corriente que no hacía falta mencionarlo? Cuando
se bautizaba a familias enteras, todo el mundo entendía que en este punto la iglesia
seguía en los pasos de la sinagoga.
Juan: Nunca se me ocurrió mirar el asunto del bautismo de infantes y el bautismo de
familias por ese lado. Pero a pesar de tus válidos argumentos ¿cómo me puedes probar
que en estas familias que citaste habían niños en edad tempana? Hay ciertos indicios
que nos permiten concluir que pudo NO haber niñitos o bebés en esas familias. Pablo
predicó el Evangelio a la familia del carcelero en Filipos antes de que fueran bautizados,
y ellos escucharon el mensaje de Pablo y creyeron en Dios. Y luego se regocijaron de
esa nueva esperanza que había surgido en ellos. ¿Cómo se puede hacer un informe de
esta naturaleza tratándose de niños que todavía no pueden hacer uso de la razón? Los
que fueron bautizados, fueron los que después de haber escuchado la palabra, la
creyeron y se regocijaron. En el caso de la familia de Cornelio ocurrió lo mismo, y de la
familia de Estéfanas leemos que fueron las primicias de Acaya y que se dedicaron al
servicio de los santos. Lo mismo sería el caso de Lidia y su familia. Esto no puede
referirse a criaturas bautizadas; salta a la vista que aquí se describe la actividad cristiana
de creyentes adultos. 7
Martín: Supongamos que hayas asistido a un culto celebrado por tu pastor en la casa
de una familia compuesta por los padres y algunos hijos, el menor de ellos de unas
pocas semanas de edad, el mayor de diez años para arriba. Comentas con tus amigos lo
que ocurrió. Les dirás: “Nuestro pastor guió un culto en la casa del hermano Francisco
Rodríguez, y predicó a la familia entera. Ellos creyeron la palabra, y se regocijaron de
su fe en Dios.” O contarías la historia así: “Nuestro pastor guió un culto en la casa del
hermano Francisco Rodríguez y les predicó la palabra a todos, menos a los nenes y a los
hijos menores, que de todos modos no habrían entendido nada. Ellos creyeron la palabra
del evangelio, y se regocijaron de su fe en Dios, excepto los chiquillos, que por
supuesto ni creyeron ni se regocijaron.”
Juan: Por supuesto que el primer relato sería lo mas común. Yo contaría la historia
así, aunque me mantendría muy cauteloso en cuanto al error del bautismo de infantes.
Martín: Pongamos otro caso: Un misionero Bautista regresa de un cierto distrito de
la India donde abrió un nuevo campo misional. Relata su experiencia con una familia
recién convertida al cristianismo, cuyos miembros llegaron a ser muy activos en la viña
del Señor, con un deseo ferviente de ayudar y servir a otros. Qué te parece: ¿Darías a
esa historia la idea siguiente?: “ La familia Pandita fue el primer fruto de mi trabajo en
la India, excepto, por supuesto, los hijos pequeños que aún no estaban en condiciones de
entender y creer. Ellos, es decir, los miembros mayores de la familia, se consagraron al
servicio a los demás de aquella región.” O no dirías mas bien: “La familia Pandita fue el
primer fruto en la India, y sus miembros se dedicaron a servir a los demás de la región”?
Juan: Te estás burlando de mi. Claro que la segunda de estas dos formas es la mas
común y corriente.
Martín: Ustedes, los defensores del punto de vista bautista, son los que hacen que
las cosas suenen a burla, y a algo no natural, cuando creen que los que escribieron el
Nuevo Testamento, usaron una forma tan antinatural y artificial de expresarse al hablar
de la conversión y del bautismo de familias. Si usarían los mismos principios
“antinaturales” llegarían a negar también la Trinidad de Dios. Yo no asevero que
podemos probar la existencia de infantes pequeños en esas familias que se mencionan
en el Nuevo Testamento. Solo quise demostrar que en las expresiones naturales de los
escritos Sagrados, no se pueden hacer deducciones en cuanto a la no-existencia de
niñitos en esas familias citadas. Pero, como ya dije, como el bautismo de familias,
incluidos los infantes, era habitual en la sinagoga, que en la mayoría de los lugares era
el marco externo en el cual se desarrollaba la vida de la iglesia apostólica, no hay nada
extraño en que se siguiera con los principios que regían en la sinagoga, a lo que
podemos agregar que en ninguna parte se afirma lo contrario. O sea, la prohibición del
bautismo de infantes. Parece mas bien que toda la evidencia de las circunstancias nos
llevan hacia el uso del bautismo de infantes en la iglesia apostólica primitiva.
Juan: No puedo decir que todo eso no sea cierto. Sin embargo, simples evidencias
circunstanciales no bastan para establecer un adoctrina o practica cristiana.
Martín: Tienes toda la razón al decir que las evidencias circunstanciales no bastan.
Pero tampoco las podemos dejar de lado o ignorarlas totalmente. Sabes bien que a
veces, tal evidencia es importante y juega un papel decisivo, incluso en una corte de
justicia. Pero vayamos a las enseñanzas expresas del Nuevo Testamento. Comencemos
por el relato que se hace en el Evangelio de aquella niñitos que fueron llevados a Jesús
para que él los bendijera.

3- JESÚS Y LOS NIÑOS

Juan: Este acontecimiento no prueba nada en cuanto al bautismo de infantes, porque


nadie hubiera estorbado a los padres que querían traer a sus niños a Jesús, si él y sus
discípulos hubieran tenido la costumbre de bautizar infantes. 8. Además Cristo no los
bautizó. Solamente los bendijo. Y lo mismo debiéramos hacer nosotros.
Martín: ¿No te parece que las palabras del Señor son una demostración de que los
discípulos estaban equivocados con sus ideas en cuanto a los niños y su relación con él?
Juan: ¡Y bastante equivocados! Por eso el Señor los reprendió también por esa
forma de proceder. Obraron mal en cuanto a eso niños. No debían haber tratado de
impedir a que Jesús los bendijera.
Martín: Ese error de los discípulos ¿no creo que haya surgido de que Jesús no tenía
la costumbre de recibir a los niños?
Juan: Hace apenas un minuto, afirmé que nadie había estorbado a los padres que
querían acercar a sus niños a Jesús. Si él y sus discípulos hubieran tenido la costumbre
de bautizar infantes. Bien podría ser, entonces, que la actitud de los discípulos se debió
a que Jesús no acostumbraba recibir a los niños.
Martín: Dudo. El relato del encuentro de los niños con Jesús se halla en el capítulo
19 de San Mateo. En el capítulo anterior se nos dice que “llamando Jesús a un niño lo
puso en medio de ellos, y les dijo: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis
como niños, no entrareis en el reino de los cielos” (Mt.18:2-6). ¿No es eso una prueba
de que muy poco antes, Jesús había manifestado su amor por los niños, y los había
puesto como ejemplo en cuanto a la actitud correcta para poder entran en el reino de
Dios?
Juan: Tienes razón. Ahora que lo decís, recuerdo que aquella escena con el
muchachito ocurrió antes de que los niños fueran llevados a Jesús.
Martín: Los primeros discípulos, como también nosotros tardamos muchos años en
entender la verdadera voluntad del Señor. Ellos, los discípulos aún no habían entendido
la voluntad del Señor con respecto de los niños pequeños. ¿No podría ser, hermano
Juan, que los discípulos de hoy día tienen un tendencia similar a entender mal los
caminos del Señor, y que por eso no siempre hacen lo que él quiere?
Juan: Somos concientes que conocemos solo en parte. Mientras vivamos en este
mundo de imperfecciones, siempre corremos el peligro de interpretar mal la voluntad de
Dios revelada en su santa Palabra. Me parece, sin embargo, que el que entiende mal este
asunto de los infantes eres tú. Nosotros seguimos el ejemplo de Jesús y los bendecimos,
y en esto no puede haber ningún mal entendido.
Martín: Por su puesto, esta cuestión hay que decidirla a base de un estudio de las
enseñanzas de Cristo. Por eso Juan, quisiera que me respondas a una pregunta: En la
enseñanza y en la practica de tu iglesia, ¿qué es lo decisivo: el tiempo del bautismo o el
estado del alma? En otras palabras: El factor decisivo es la edad de la persona bautizada,
o su fe?
Juan: La fe, claro está, es el factor decisivo, no la edad.
Martín: ¿Piensas que es correcto bautizar a los niñitos que creen, o será que deben
llegar a cierta edad?
Juan: Repito: lo decisivo no es la edad. El único límite es la capacidad de entender
el evangelio, y de creer. Nosotros bautizamos a niños que tienen una fe salvadora
personal.
Martín: Tengo otra pregunta más: ¿Cómo, o de qué manera, recibimos el reino de
Dios?
Juan: ¿Cómo? ¡Por la fe! Solamente por medio de la fe se puede recibir el reino de
Dios.
Martín: Estás convencido, entonces, de que una persona que recibe el reino de Dios,
tiene una fe salvadora?
Juan: Sí. Como el reino de Dios se recibe por fe, la persona que lo recibe tiene que
ser una persona creyente. Y ya que los infantes no pueden creer, tampoco pueden recibir
el reino de Dios.
Martín: ¿No te parece una conclusión un tanto precipitada? Veamos que dice el
texto, cuando trajeron los niños a Jesús. Él dijo, refiriéndose a ellos: “De los tales es el
reino de los cielos.” Y luego siguió diciendo: “De cierto os digo, que el que no recibe el
reino de Dios como un niño, no entrará en él.” ¿No piensas que de acuerdo con estas
palabras, los niñitos recibieron el reino de Dios?
Juan: No, no lo pienso. El Señor no dijo que recibieron el reino. Sólo dijo que la
gente tiene que volverse y hacerse como niño, pequeño y humilde, para poder recibir el
reino de Dios.
Martín: Supongamos que hemos sufrido un naufragio, cerca de la costa, y yo le digo
a uno de los náufragos: A menos que nades como nada Juan, no llegarás a la costa. O
digo: Si no lees y escribes como lo hace Juan, no te admitirán en la escuela. ¿Crees que
Juan servir de ejemplo para algo que aquél otro es incapaz de hacer?
Juan: Reconozco que argumenté con muy poca reflexión. Pero tengo otro
argumento. Cristo dice: “De los tales es el reino de los cielos.” No dijo que ellos reciben
el reino de Dios, sino que el reino de los cielos es de ellos, o sea, ya lo tienen.
Martín: ¡Juan! Cada vez estas apartándote mas de tu propio punto de vista. Hace un
momento me dijiste que la persona que ha recibido el reino de Dios es un creyente.
Ahora dices que los niños pequeños ya poseen el reino de Dios. Quiere decir, afirmas
que eran creyentes. Y además, dijiste que a los niñitos creyentes había que bautizarlos.
Juan: Pero tal vez las palabras de Jesús no implican que los niños ya eran creyentes,
o que lo eran en aquella ocasión. Quizás, Jesús quería decir simplemente que estos
niños tenían una relación con el reino de Dios. Qué clase de relación, se enseña en otra
parte, a saber: ellos están bajo el cuidado de los padres creyentes, y de la iglesia.
Martín: ¿Es eso lo que realmente dice el texto? A mi, el texto no me dice que los
niños sólo estaban en una relación con el reino, El Señor recalca: “El que no reciba el
reino de Dios como un niño”. Los niñitos no poseen el reino por eso, por ser niñitos,
como piensan algunos. Cristo dice con palabras expresas y muy enfáticas: “Lo que es
nacido de la carne, carne es” (Jn.3:6). El reino de Dios pertenece a los niñitos en el
sentido de que son aceptables para ese reino, y capaces de recibirlo cuando les es
ofrecido. Son bienvenidos para Cristo, como él mismo lo dice: “Dejad a los niños venir
a mi.” Cuando vienen a él o son llevados a él, él les da el reino, y ellos lo reciben. Y
esto lo hacen en virtud de la fe, porque esta es la única manera cómo se puede recibir el
reino.
Hace unos instantes admitiste que los niños creyentes pueden ser bautizados y
debieran serlo. Ya que aquellos niñitos eran niñitos creyentes, ¿acaso no era correcto
bautizarlos?
Juan: Admito que pudieron haber sido bautizados. Pero ¿por qué no se los bautizó?
Martín: No se lo bautizó porque eran muy chiquitos. Esto ya lo admitiste. Ni
tampoco porque hayan sido no-creyentes. Yo lo atribuyo al hecho de que el bautismo
cristiano, en su sentido pleno y real, en aquel entonces todavía no había sido instituido,
ni tampoco existía la iglesia cristiana tal como fue fundada después en Pentecostés y es
ahora, en su significado pleno. Es verdad que Juan el Bautista bautizaba, pero el
bautismo de él era inferior al que instituye Jesús cuando envía a sus discípulos a hacer
discípulos (Mt.28:19-20).
Juan: ¿No? Nosotros creemos que el bautismo de Juan era un bautismo cristiano, si
bien la gente no entendía su significado cabal antes de la muerte y resurrección de Jesús.
9.
Martín: ¿Quieres decir entonces que el bautismo cristiano lo instituyó Juan y no
Cristo?
Juan: Bueno; tanto como esto, no. Pero el bautismo de Juan era un bautismo de fe
en el Mesías que habría de venir, y un bautismo de arrepentimiento para perdón de los
pecados. La única diferencia entre el bautismo de Juan y el nuestro de ho día consiste
en que Juan bautizaba a quienes profesaban su fe en el Mesías venidero y nosotros
profesamos la fe en el Mesías que ya vino. 10.
Martín: Es cierto que Juan señalaba hacia Jesús, y exhortaba a la gente a que se
dirigieran a ese Jesús y creyeran en Él. Pero la pregunta es: ¿Qué se nos enseña en el
Nuevo Testamento? ¿Qué fue Juan, el que instituyó el bautismo cristiano, y Jesús siguió
luego con esa práctica? O ¿Fue Jesús quien instituye el bautismo, siendo el papel de
Juan preparar el camino para Jesús y para el bautismo que éste instituyó?
Juan: Creo que lo más correcto es decir que Jesús fue el que instituyó el bautismo
cristiano, y Juan fue el que preparó el camino.
Martín: Juan fue el precursor de Jesús, y el bautismo fue el bautismo del precursor,
un bautismo preparatorio, no el bautismo cristiano actual. Esto lo vemos en Hechos
capítulo 18 y 19. Apolos era un hombre elocuente y se dice de él “que enseñaba
diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solo conocía el bautismo de Juan”
(Hch.18:24-25). Esto demuestra que había otro bautismo, diferente al bautismo de Juan,
a saber, el bautismo cristiano. Mientras Apolos estaba en Corinto, Pablo se encontró en
Éfeso con doce discípulos que habían sido bautizados con el bautismo de Juan, y que no
sabían nada del Espíritu Santo. A éstos se los instruyó acertadamente entre la relación
de Juan y Jesús, y luego fueron bautizados con el bautismo cristiano. ¿No es esto un
prueba de que el bautismo de Juan no era lo mismo que el bautismo cristiano? En la
iglesia cristiana ya no era suficiente; las personas que habían recibido sólo el bautismo
de Juan fueron bautizadas con el bautismo cristiano al ser recibidos en la iglesia
cristiana.
Juan: Nosotros entendemos que el bautismo de aquellos doce discípulos en Éfeso no
fue un nuevo bautismo sino el primer bautismo de ciertas personas que habían recibido
una enseñanza incorrecta en cuanto a la naturaleza de la doctrina de Juan el Bautista, y
que a raíz de esto se habían sometido, en su ignorancia, a un mero rito exterior que en sí
no tenía ninguna relación con Jesucristo ni tampoco era una expresión de fe en Él como
el salvador. No era, pues, el bautismo de Juan; en realidad, de ninguna manera se lo
podía llamar un bautismo verdadero, por esta razón Pablo dispuso que se los bautizara
en el nombre del Señor Jesús. 11
Martín: A esos doce hombres que Pablo halló en Éfeso se los llama discípulos, un
título usado para cristianos, y ellos mismos se consideraban tales. Tu afirmación de que
el bautismo que habían recibido no tenía ninguna referencia a Cristo no encuentra apoyo
en el mismo texto. Allí sólo se que no tenían conocimiento del Espíritu Santo, pero no
que tampoco conocían a Jesús. Es posible que en tiempos de Pentecostés hayan vivido
en un región a la cual todavía no había llegado la noticia de los sucesos ocurridos en
Jerusalén. 12
Juan: Puede ser que tengas razón. Pero ¿qué tiene que ver esto con nuestro
problema?
Martín: Una cosa más. Antes de que volvamos a la pregunta de por qué Jesús no
bautizó a aquellos niñitos. Jesús, al menos en la etapa inicial de su ministerio público,
convirtió a personas en discípulos suyos haciéndolos bautizar por los discípulos que ya
tenía, como leemos en los capítulos 3 y 4 del Evangelio de Juan. Y si bien su bautismo
entraba en la fase preparatoria del cristianismo, parece que gozaba de plena validez en
la iglesia, porque no tenemos ninguna noticia acerca de personas bautizadas entonces y
rebautizadas después. Se trataba de un bautismo dado por orden de Jesús, y las personas
llegaban a ser discípulos de Jesús mediante ese mismo bautismo.
Juan: Y entonces, ¿Por qué Jesús no bautizó a los niños cuando se los presentaban?
Martín: Hay tres razones probables para ello. Primero: aquellos a quienes Jesús
llamaba a ser sus discípulos, habían de ser los testigos de Su enseñanza, sus milagros,
pasión, muerte y resurrección. A niñitos pequeños no se los podía encargar una tarea tal.
Segundo: cuando le presentaron a Jesús los niñitos aquellos, todavía no existía la iglesia
cristiana en su sentido pleno. Niños creyentes necesitaban hogares cristianos y un
iglesia cristiana. Jesús se hallaba en comino hacia Jerusalén, quizás al este del Jordán,
porque los niños fueron traídos a él poco ante de su llegada a Jericó. Es muy difícil que
en esta región Jesús haya tenido un número significativo de discípulos entre la gente
adulta. Era necesaria la existencia de la iglesia cristiana antes de que se pudiera bautizar
a infantes, pues si bien éstos eran aceptables para el reino de Dios, les era
imprescindible el cuidado de cristianos de más edad. Tercero: dado que Jesús se hallaba
en su último viaje a Jerusalén, solo faltaba unos pocos días para pasión y muerte. No
tenemos ningún dato acerca de bautismos hechos en este tiempo. Incluso los que habían
sido bautizados antes y se habían afirmado un poco en su discipulado, apenas se
hallaban en condiciones de hacer frente a lo que en aquellos días estaba sucediendo en
Jerusalén. La práctica de bautizar resurgió una vez que los discípulos habían recibido el
Espíritu Santo, y la iglesia cristiana había nacido en toda su plenitud.
Juan: Tu explicación me parece bastante plausible.
Martín: Así que: el hecho de que los niños presentados a Jesús no fueron
bautizados, no es un argumento válido contra el bautismo de infantes creyentes.
¿Admites esto?
Juan: Lo admito. Pero todo esto no tiene que ver con el bautismo de infantes. Es
obvio que los niños que los niños traídos a Jesús tenían la edad suficiente como para
entender la palabras del Señor y creer en él. No se opusieron para nada que se los
llevara a Jesús. En el caso del bautismo de infantes, el problema es que se los lleva al
bautismo cuando aún son demasiado jóvenes como para que puedan acercarse por su
propia voluntad. No hay derecho para hacer tal cosa. 13 No somos quienes para llamar
“creyentes” a niños chiquitos.
Martín: Ahora estamos llegando a un momento crucial: la edad de los niños que
fueron presentados a Jesús. Tú supones que habrán tenido de cuatro a diez años por lo
menos. Pero lo que nosotros suponemos, aquí no es suficiente. Tenemos que basar
nuestra opinión en un texto definido. No en suposiciones. Un texto como ese
encontramos en el capítulo 18 de Lucas, versículo 15. “Traían a él los niños para que los
tocase”. En el original griego se usa el término brephos (en plural brephe). Según los
léxicos griegos, esta palabra tiene solo dos aceptaciones: Feto en el seno materno y
criatura recién nacida, o sea, infante. Se sobreentiende que aquí cabe tan solo el segundo
sentido “criatura recién nacida”. De estas criaturas o niñitos como los llama el texto,
Jesús dice: “De los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no recibe el
reino de Dios como un niño, no entrará en él”.
¿No vez hermano Juan que tu teoría respecto de la edad de los niñitos no tiene bases
en el texto bíblico?
Juan: No puedo menos que reconocerlo. Nunca he analizado este texto partiendo del
griego.
Martín: Es justamente por eso que los errores doctrinales abundan en las iglesias: no
se estudian con suficiente profundidad las Escrituras. Hace poco concordabas conmigo
en que los niños traídos a Jesús eran creyentes, y que se los podía haber bautizado si las
circunstancias lo hubiera permitido. Si quedaron sin bautizar, fue por ciertas razones
circunstanciales, pero no po una cuestión de principios.
Juan: A pesar de que no puedo encontrar una falla en tu interpretación y en tu
lógica, sin embargo me resisto a creer que los infantes puedan tener un fe salvadora. La
fe viene por el oír. Un infante es incapaz de oír y entender el evangelio. Suponer que los
infantes pueden creer es contrario al sentido común, a la experiencia y a la sicología.
Jesús no dijo que estos infantes tenían fe. Lo que sí dijo fue que llegará el tiempo en que
los infantes, ya no brephe, criaturas, creerán, a saber, cuando hayan crecido y llegado a
una edad en que la fe es posible. Con ninguna palabra, Jesús declaró que los niños
habían recibido el reino de Dios.
Martín: Ahora niegas lo que antes habías admitido. El texto dice que traían a Jesús
brephe, criaturas recién nacidas. Mas tarde se los llamará paidía, niños pequeños.
Pareces pensar que esta última palabra se refiere a la vida posterior de estas criaturas.
Sin embargo, el texto no contiene nada que apunte a esta dirección. El verbo recibe no
está en tiempo futuro, sino en aoristo, que denota una acción cumplida en un
determinado momento del pasado. Yo no dije que los niños habían recibido el reino de
Dios. Las Palabras de Cristo demuestran que estaban en condiciones de recibirlo, y en
efecto lo recibieron cundo el reino les fue ofrecido y dado. Estoy del todo de acuerdo
contigo en que la idea de la fe infantil va en contra del sentido común, racional, de la
experiencia y de la sicología.
Mi razón no logra entender cómo es posible esto. Un pensamiento de esta índole le
resulta más bien chocante. Y hasta donde llegan mis conocimientos de la psicología, a
la luz de esa ciencia, la idea de la fe infantil es una tontería.
Juan: Entonces, ¿por qué defiendes semejante punto de vista?
Martín: Qué te parece, hermano Juan: si hay un conflicto entre la razón humana, la
experiencia, y la psicología por una parte, y la clara enseñanza de Cristo por la otra, ¿a
cual de ellas debemos dar crédito, si somos cristianos?
Juan: Por su puesto, la enseñanza de Cristo debe ponerse por encima de todo lo que
diga la razón humana, la experiencia y la psicología. No queremos ser racionalistas,
para quienes no hay nada superior a su propia razón, ni siquiera la palabra de Dios.
Martín: Ahí tenemos un caso donde Cristo enseña una cosa, y la razón humana, la
experiencia y la psicología enseñan lo contrario. Cristo dice que los infantes, brephe,
están en condiciones de recibir el reino de Dios – este reino es de ellos. También, indica
que lo reciben, ya que incluso gente adulta tiene que recibirlo “como niños”. Y la única
vía por la cual pueden recibirlo, es la fe.
La razón humana y la psicología niegan que un infante pueden tener fe. Jesús dice que
sí la pueden tener. Tienes que elegir, por lo tanto, hermano Juan, entre seguir a tu propia
razón y la psicología humana, o a Cristo. Yo prefiero creer lo que dice Cristo en cuanto
a los niñitos, aunque no lo puedo entender. Puesto que el Señor dice que los niños
pueden recibir el reino de Dios, es obvio que también pueden ser bautizados, como tu
mismo ya lo admitiste.
Juan: No puedo negar que si partimos del sentido literal de las palabras de Cristo,
tu razonamiento es lógico. En todo caso, está claro que los destinatarios apropiados del
bautismo son aquellos que dan muestras evidentes y creíbles de que han sido
regenerados por el Espíritu Santo, o en otras palabras, que han entrado mediante la fe en
la comunión con la muerte y resurrección de Cristo. Hay que bautizar solamente a
aquellos que con anterioridad se arrepintieron y creyeron. La iglesia tiene la obligación
de exigir del candidato al bautismo una prueba razonable de su arrepentimiento y fe. La
muerte y resurrección del creyente, representadas en el bautismo implican: primero, la
confesión del pecado y la consiguiente humillación. Por cuanto el pecado merece la
muerte; segundo, la declaración de que Cristo murió por el pecado, y que el creyente la
obra substituyente de Cristo; y tercero, el reconocimiento de que el alma ha llegado a
ser partícipe de la vida de Cristo, y ahora vive sólo en y por él. 14 ¿Cómo pueden los
niños cumplir con estos prerrequisitos del bautismo?
Martín: No, no pueden-si es que ese arrepentimiento y esa fe conscientes, y esa
confesión oral de la fe se exigen como prerrequisitos.
Pero quiero hacerte una pregunta. Cuando le trajeron a Jesús aquellos niños, ¿él les
preguntó: “Se humillaron reconociendo su estado pecaminoso? ¿Están dispuestos a
aceptar mi obra substituyente y mi reconciliación? ¿Confiesan su fe en mi divinidad?
¿Me pueden dar muestras creíbles de que se han arrepentido, de que han sido
convertidos, y de que han entrado en la comunión con mi muerte y resurrección?
Juan: Tu pregunta me parece bastante tonta. ¿Cómo Jesús podía haber planteado
semejantes cuestiones a un grupo de chiquilines?
Martín: Claro que no lo hizo. Pero ¿ no ves que él los recibió simplemente así
como se los trajeron, y que declaró, con un enfático y divino y firme “De cierto”, que
estos niños estaban en condiciones de recibir el reino de Dios, y que incluso la gente
adulta tenía que llegar a ser igual a ellos? Tú admitiste que se los podía haber
bautizado, si las circunstancias lo hubiesen permitido.¿No nos dice este ejemplo de
Cristo cuáles son los prerrequisitos para el bautismo en el caso de los infantes? No hay
que venirles con pregunta alguna en cuanto a su arrepentimiento y su fe. Simplemente
se los debe recibir, mediante el bautismo, en el reino de Dios, la iglesia cristiana, así
como Jesús recibió a aquellos niñitos.
Juan: Sin embargo no los bautizó; únicamente los bendijo.
Martín: Estás volviendo a ese tantas veces repetido argumento de quienes se oponen
al bautismo de infantes. ¿Ya olvidaste que estuvimos de acuerdo en que los niños que
tienen fe, pueden ser bautizados, y debieran ser bautizados - y que a los niñitos que
fueron presentados a Jesús, no se los bautizó, pero por razones de conveniencia, no por
alguna cuestión de principios?
Juan: Acerca de este punto no me queda nada por decir. Pero tengo otro argumento
en contra del bautismo de infantes.

NIÑOS DE PADRES CRISTIANOS

Juan: (continúa): En la primera carta a los Corintios, capítulo 7, versículo 14, el


apóstol Pablo escribe: “El marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer
incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras
que ahora son santos”.
Considero que este texto es un testimonio válido en contra del bautismo de infantes;
pues si en aquel entonces se hubiera practicado el bautismo de infantes, Pablo
seguramente habría mencionado este bautismo como prueba de que los niños
bautizados son santos. Y es más: en este caso, el pasaje en cuestión estaría enseñando el
bautismo del marido incrédulo de una mujer creyente. Pero lo que el texto prueba es
esto: que los niños de padres cristianos no eran bautizados, y que su conexión con la
iglesia cristiana no era más estrecha que la de los cónyuges incrédulos de personas
creyentes. 15
Martín: Tanto lo opositores del bautismo de infantes como sus defensores usan este
mismo pasaje como argumento a favor de su punto de vista. Habrá que ver qué es, en
realidad, lo que el apóstol quiere decir con estas palabras.
Pablo enseña en este pasaje que si uno de los cónyuges, el padre o la madre, es un
creyente, el resto de la familia se halla en un estado en que impera una relación
santificadora, o sea, vive en un hogar cristiano, aún cuando un miembro de la familia
sea un incrédulo. Esta relación santificadora, o calidad de miembro de un hogar
cristiano, no es un factor que garantice la salvación del cónyuge incrédulo o de los hijos
incrédulos.
El Dr. A. T. Robertson, un Bautista afamado muy conocedor del Nuevo Testamento,
dice acerca del pasaje que estamos discutiendo: “Este versículo no arroja ninguna luz
sobre la cuestión del bautismo de infantes”. 16 Así que una autoridad Bautista en cuanto
al Nuevo Testamento te refuta en tu uso de este pasaje como argumento en contra del
bautismo de infantes. ¿Qué me dices de esto?
Juan: Tal vez, el Doctor Robertson tenga razón. Retiro mi afirmación dicho pasaje
pueda usarse en contra del bautismo de infantes. Pero tampoco se lo puede usar a favor
del mismo.
Martín: Si quieres aguantarme un ratito, trataré de explicarte brevemente como
entienden este pasaje los que defienden el bautismo de infantes. 17 Veremos en tonces
si lo aceptas, o si lo rechazas.
En la iglesia de los tiempos apostólicos se bautizaba sólo a los niños de padres
cristianos, porque solo para estos se podía esperar una educación cristiana, dado que
vivían en la “relación santificadora” de un hogar cristiano. En el pasaje de 1º Corintios,
Pablo dice que la fe de uno de los dos cónyuges es suficiente para producir esa relación
santificadora. Por consiguiente, aún cuando uno solo de los dos padres era creyente, los
hijos podían ser bautizados.
Por su puesto, a menudo ocurría que la parte no creyente se oponía a que los hijos
fueran bautizados. Por eso, en algunos casos se los bautizaba, y en otros no, cuando solo
uno de los padres era cristiano. Y como no había una regla general a ese respecto, Pablo
no podía decir, en aquel pasaje, así, categóricamente, que los niños debían ser
bautizados, o que no debían serlo. Y por eso se limitó a decir que los niños vivían en
una relación santificadora, en un hogar cristiano, cuando uno de los padres era cristiano.
Como lo expresó Charles H. Spurgeon, tales niños “cuentan con la ventaja de que
reciben una educación como Dios quiere que sea, y de que se los acerca a la palabra del
Evangelio”. 18
Yo no digo, pues, que con 1º Corintio 7:14 podamos probar o defender el bautismo
de infantes. Pero sí se lo puede probar de otra manera, este texto de todas formas se
adapta bien al cuadro general. ¿Estás de acuerdo hasta ahí, Juan?
Juan: Creo que sí. A propósito de la relación entre padres cristianos y su hijos,
quiero hacerte una pregunta. ¿Te parece que hay que bautizar al infante en virtud de
una conexión orgánica del hijo con los padres, que permite a éstos declararse
responsables del niño y hacer profesión de fe por él – fe que ya existe en el niño por
nacimiento, a causa de esta unión orgánica, y que ciertamente, por la misma razón, debe
ser desarrollada a medida que ese niño llegue al estado de madurez? Tengo la impresión
de que algunos de los que creen en el bautismo de infantes sostienen este punto de vista.
Nosotros rechazamos esta idea, porque confunde inadmisible la personalidad del niño
con la del padre, y prácticamente ignora la necesidad de la influencia regeneradora del
Espíritu Santo en el caso de hijos de padres cristianos, y además supone en tales niños
un estado de gracia, suposición para la cual se basa en hechos que concretamente no
existían. 19
Martín: Puede ser que algunos párvulo bautistas abrigan ideas como las que acabas
de mencionar. Sin embargo, deben ser muy pocos, porque nunca me encontré con
personas que tenían tales opiniones, ni hallé algo semejante en la literatura. Hay, por
supuesto, una cantidad enorme de literatura acerca del bautismo que jamás llegó a mis
manos, de modo que no sé lo que contiene.
Yo, por mi parte, creo haber dejado en claro que la relación santificadora en que viven
incluso los miembros no creyentes de un hogar cristiano no está basada en ninguna
conexión natural orgánica, sino que es una cuestión de educación conforme a la
voluntad de Dios, y vida en la esfera del Evangelio, como bien dice Spurgeon. Toda
persona tiene que tener su propia fe personal, y esta siempre nace por la influencia
regeneradora del Espíritu Santo.
Juan: Pero ¿no dice Lutero que los párvulos reciben ayuda por la fe ajena, o sea, por
parte de los que los presentan para el bautismo? 20 Al parecer, Lutero opina que de
alguna manera, en forma natural, los que presentan a los párvulos para el bautismo,
también los re-presentan en este acto. Sin embargo, es obvio que los padres creyentes
no tienen un átomo de mérito respecto de la salvación de sus hijos. Ni tampoco hay un
átomo de demérito en los padres no creyentes que pueda condenar a sus hijos, porque
Jesús es todo en todos. 21
Martín: Me temo que estás introduciendo tus propias ideas en las palabras de
Lutero. Mirando bien la frase de Lutero, verás que no dice nada acerca de que los padres
estén ahí en representación de su hijo, o que su presencia tenga algún significado en
cuanto a la salvación de sus hijos a causa de la relación natural que tiene con ellos.
Lutero no dice más que esto: que el párvulo recibe ayuda por la fe de los que lo
presentan para el bautismo. Si lees la cita en su contexto, descubrirás que Lutero se
refiere a la historia de aquel paralítico que fue llevado por sus amigos a la presencia de
Jesús. De un modo más o menos similar, la fe, las oraciones y la actividad de padres
creyentes son una ayuda para sus hijos. ¿O no crees que la fe de los padres ayudó a los
niñitos a ir al encuentro de Jesús en el caso del que estábamos hablando?
Juan: Sí que les ayudó.
Martín: Me temo, además, que fuste un poco irreflexivo al hablar del mérito y del
demérito de los padres en cuanto a la salvación o perdición de sus hijos. Supongo que lo
que en realidad querías decir que el mérito de los padres creyentes de ninguna manera
puede sustituir la fe personal de los hijos, y que el demérito de padres incrédulos no
puede destruir la salvación de los hijos que creen en Cristo. Pero por otra parte, ¿no te
parece que las oraciones, las lágrimas, las instrucciones y la solicitud de padres y
madres son de algún significado para los hijos en lo que concierne a su salvación? Y
que la vida impía y el mal ejemplo de padres no creyentes puede de alguna manera
contribuir a la perdición de sus hijos? 22
Juan: Sin dudas, así es. Soy plenamente conciente del gran valor de una educación
cristiana, y de los daños que implica el ejemplo de padres que viven su vida sin Dios.
Lo único que objeto es la idea de que la fe de los padres puede considerarse una
sustitución por la fe de sus hijos. Pero como en este punto estamos de acuerdo, pasemos
a otro tema.

EL BAUTISMO DE JESÚS
Juan: (continúa): Como sabemos, Jesús fue bautizado cuando tenía alrededor de
treinta años de edad. ¿No nos demuestra su ejemplo que hay que bautizar a los hombres
de adultos?
Martín: Jesús fue bautizado por Juan. ¿Sabes cuantos años le llevaba Juan a Jesús?
Juan: Me parece que la diferencia de edad entre uno y el oro era de unos seis meses,
es decir, que tenía mas o menos la misma edad.
Martín: ¿Sabes además cuantos años tenía Juan cuando comenzó a predicar y a
bautizar?
Juan: Andaba según la Biblia alrededor de los treinta años.
Martín: ¿Cómo Jesús podría haber sido bautizado a una edad mas temprana, dado
que en aquel entonces el bautismo de Juan todavía no existía? Si los primeros conversos
paganos, bautizados por los misioneros en un campo nuevo, tenían treinta años, ¿es esto
una prueba de que estos misioneros nunca bautizaron infantes? Yo diría que no. Los
misioneros que consideran correcto el bautismo de infantes, a su tiempo seguramente
bautizaban a los hijitos de padres creyentes.
Juan: Pero, ¿qué significado tenía entonces el bautizo de Jesús?
Martín: Existen unas cuantas opiniones al respecto. Algunos comentaristas dicen
que nuestro Señor se sometió a esta ordenanza para evidenciar su identificación esencial
con la raza humana, e identificarse así con los pecadores. Otros dicen que fue ante todo
un acto de humildad, destinado a ser un ejemplo para nosotros. Aún otros parecen
opinar que el Señor se sometió a ese rito con el propósito de indicar cuál es la manera
apropiada para administrar el bautismo, es decir, que debe hacerse por inmersión. 23
Juan: ¿Acaso no es verdad que el ejemplo de nuestro Señor nos indica cuál es la
manera apropiada de administrar el bautismo?
Martín: Puede ser que tengas la razón. Pero dejemos esta cuestión para más tarde,
cuando discutamos el modo de aplicar el bautismo.
Espero que mi explicación te producirá un efecto más positivo si me atengo a lo que
dice un autor Bautista. A mi entender, el Doctor A. F. Williams ofrece una buena
interpretación del significado del bautismo de Jesús. En efecto, según el Doctor
Williams, Jesús mismo no da una clave para la comprensión correcta de lo que significa
si bautismo cuando dice: “Así conviene que cumplamos toda justicia” (Mt.3:15). Estas
palabras se han interpretado de dos maneras diferentes: o que Cristo fue bautizado para
cumplir la justicia que se requería de él, o que quería demostrarnos lo importante que es
le bautismo si nosotros queremos cumplir toda justicia. Daremos con la interpretación
correcta si prestamos atención a lo que es la justicia que Dios requiere de nosotros, y
que Jesús vino a cumplir.
Dios es santo y justo, y ante él, ninguno que sea pecador e injusto puede permanecer
en pie. Pero, conforme a las Escrituras, el hecho es que todos los hombres son
pecadores e injustos, y merecen ser apartados para siempre de la santa presencia de
Dios. Sin embargo, Dios en su gran misericordia proveyó para nosotros la justicia que
su ley requiere, y lo hizo por medio de la muerte y resurrección de su Hijo. Según
Pablo, “bautismo” significa ser sepultados y resucitados juntamente con Cristo (Ro.6:
4). Jesús describió su pasión, muerte y resurrección como “bautismo” (Lc.12: 50).
Cuando Jesús fue bautizado por Juan, indicó con ello que toda justicia había de ser
cumplida y proveída en beneficio de los hombres mediante su muerte y resurrección – si
bien esto pudo comprenderse sólo cuando lo anunciado por Jesús ya estaba sucediendo.
De esta manera, el bautizo de nuestro Señor por parte de Juan fue una prefiguración de
su muerte y resurrección, mediante la cual él cumplió en bien nuestro (por todos los
pecadores), toda justicia, y nos dio así la posibilidad de llegar a ser justos y bien vistos a
los ojos de Dios. 24
Juan: Esta interpretación suena bastante bien. Pero, ¿no será que el bautizo de Jesús
tiene otro significado mas: que al hacerse bautizar, Jesús santificó este rito para el uso
en su iglesia?
Martín: Efectivamente. La interpretación que yo di, siguiendo al Dr. Williams, y la
que tú acabas de mencionar, no excluye la una a la otra. Pero para la institución del
bautismo cristiano se necesitaba algo más; una orden específica por parte de Cristo.
Ya que hemos analizado el significado del bautismo de Jesús, veremos ahora qué
significa nuestro propio bautismo.

NOTAS
1. El Bautismo de Infantes
1- Augustus Hopkins Strong, Teología sistemática (5.ed., revisada y ampliada; Nueva York:
Arsmstrong & Son, 1896), Pág. 537.
2- La Confesión de Augsburgo (VII) y Los Artículos de Esmalcalda. Las iglesias reformadas tienen
enseñanzas similares. La Confesión Belga define a la iglesia como “una congregación santa y
asamblea de cristianos verdaderamente creyentes” (XXVII).
3- Edward T. Hiscox, Nuevo directorio para las Iglesias Bautistas (Filadelfia: Sociedad Americana
Bautista de Publicaciones, 1894), Pág. 487 y sig. En época reciente, cierto Bautista dijo acerca
del mismo asunto: “No hay absolutamente ninguna conexión, de ningún tipo, entre la
circuncisión y el bautismo” (citado por J. Oliver Buswell. Jr.. “Los dos aspectos de la cuestión
del bautismo”, copiado de La Biblia Hoy, 1944-49, Pág. 14.
4- Strong, op. cit., menciona tales autores, pag. 521. A. Wiberg, declara en su libro “Está usted
Bautizado?” (publicado originalmente en sueco, luego al filandés, y quizás en otros idiomas
más) Que el bautismo de prosélitos no estaba en uso en tiempos de Cristo. P. Lattu, explica que
toda la cuestión es incierta (en “El problema del bautismo a la luz de la Biblia y de la historia”,
Helsinki, 1933, Pág. 30.
5- Elfred Ederheim, “La vida y la época de Jesús el Mesías” (Nueva York: Longmans, Green &
Co., Inc.), II, Pág. 747. Strong, op. cit., Pág. 521.
6- Ederheim, op. cit., Pág.746 y sigs. Aapeli, Saarisalo, “El reino del Mesías” (Porvoo, Finlandia,
1928), Pg. 178 y sigs. J. A. Maunui, “Cuadros de la historia de los tiempos de Jesús”, (Provoo,
Helsinki, 1933), Pág. 250. Oscar Cullman, “El bautismo en el Nuevo Testamento”, (Chicago,
1950), Pág. 26, 62.
7- Hiscox, op. cit., Pág. 473 – 477.
8- Strong, o. cit., Pág. 535.
9- Strong, op. cit., Pág. 521.
10- Ibid.
11- Strong, op. cit., Pág. 534
12- Dr. H. A. Ironside, a pesar de ser cptrario al bautismo de infantes, escribe en su folleto
“Bautismo: ¿“qué dice la Escritura?” (3. ed., 1930), Pág. 12 y sigs., 17, que el bautismo de Juan
“es totalmente distinto del bautismo cristiano”. El testimonio de Juan no fue más que
preparatorio, y así lo fue también su bautismo.
13- W. L. Pettingill, “Los males del bautismo de infantes”, en “The Voice” (La Voz), órgano oficial
de las Iglesias Independientes Fundamentales de América, septiembre de 1945, reimpreso por el
Dr. J. Oliver Buswell, Jr., en “La Biblia Hoy” (Instituto Bíblico Nacional, Shelton College.
Nueva York), y también en el folleto “Los dos aspectos de la cuestión del bautismo”, Pág. 2.
14- Strong, op. cit., Pag.527 y sigs. Afirmaciones similares en Hiscox, op. cit., Pág. 213 y sigs.
15- Strong, op. cit., Pág. 535.
16- A. T. Robertson, “Figuras de palabras”, IV, Pág. 128. Citado por Buswell, op. cit., Pág. 44. En
nuestra interpretación de 1 Co. 7:14, hemos seguido en parte al Dr. Buswell.
17- De ahí en más designaremos con la contracción “párvulobautistas” a los que defienden el
bautismo de infantes, y con “antipárvulobautistas” a quienes lo rechazan.
18- C. H. Spurgeon, “El testimonio del Nuevo Testamento”, I, Pág. Citado por Buswell, ibid.
19- Strong, op. cit., Pág.537.
20- M. Lutero, “La cautividad Babilónica”, WA VI, Pag. 538 (cf.”Obras de M. Lutero”, ED. Pidós,
Bs. As., Argentina, Vol. I, Pág. 219).
21- Los pensamientos expresados en la última dos frases son las de un bautista, cit. Por el Dr.
Buswell, op. cit., Pág. 31.
22- Seguimos aquí, en línea generales, al Dr. Buswell, op. cit., Pág. 31.
23- Cuando Hiscox habla del bautizo de Jesús, op. cit., Pág.398 y sigs., el único punto al que presta
atención es la forma exterior del bautismo; de su significado no dice una palabra.
24- Williams, “El bautismo cristiano, tal como lo expone la Sagrada Escritura”. Publicado en el
folleto del Dr. Buswell “Los dos aspectos de la cuestión del bautismo”, Pág. 19 y sigs.

II EL SIGNIFICADO Y LAS BENDICIONES DEL BAUTISMO

Juan: Parece ser una enseñanza generalizada entre las iglesias que practican el
bautismo de infantes, que la salvación nos llega a través del bautismo. En mi infancia y
juventud se me instruyó en el sentido de que el bautismo nos hace hijos de Dios y
herederos de la vida eterna, nos limpia del pecado, y produce un nosotros un nuevo
nacimiento. Todo esto no tiene ningún asidero en las Escrituras. La doctrina bíblica en
que una persona tiene que ser primero salvada, y después bautizada; porque el bautismo
no salva, ni tiene el poder de limpiar de los pecados, ni produce la regeneración, ni
cambia el corazón o santifica el espíritu.
Martín: Con eso estás diciendo que no crees que el bautismo tenga algún
significado para la salvación del hombre.
Juan: No en el sentido de que nos comunica algún tipo de gracia. La doctrina de una
regeneración por medio del bautismo es una doctrina enteramente falsa y perniciosa. La
regeneraciones obra exclusiva del Espíritu Santo, y debe preceder al bautismo. De esta
idea equivocada en cuanto a la eficacia del bautismo surgió el dogma tan poco bíblico
del bautismo de infantes, dado que ya en los siglos tercero y cuarto, los padres cristianos
comenzaron a temer que los infantes que morían, no podían ser salvos sin haber sido
bautizados. El bautismo es un señal exterior de una gracia interior, una exposición en
público del lavamiento de regeneración y renovación del Espíritu Santo que ocurrió con
anterioridad. El bautismo no es un medio de gracia. Es una confesión de fe ante los
hombres. No es un acto de Dios, sino un acto simbólico del hombre que, obedeciendo la
orden de Cristo, confiesa ante los hombres su ya existente regeneración y fe. El
arrepentimiento, el nuevo nacimiento y la salvación por fe en Cristo son por lo tanto
prerrequisitos del bautismo, no efectos del mismo.
Puesto que el bautismo simboliza la regeneración, lo que corresponde es recibirlo
después de haber nacido de nuevo. Sería ridículo hacer que el símbolo preceda en varios
años al hecho en sí. 1
Martín: ¡Qué bien que hayas dado una descripción tan amplia y tan clara acerca de
lo que es el punto de vista Bautista en cuanto al significado del bautismo! ¿De veras
crees que la doctrina de ustedes procede del Nuevo Testamento, y está basada en sus
declaraciones?
Juan: Sí. De otra manera no la defendería. La doctrina de una eficacia salvadora del
bautismo no es más que una tradición humana, y para más, una tradición dañina. La
Biblia jamás enseña tal cosa.

1. El significado del bautismo conforme a las Escrituras

Martín: La cuestión no se decide con que simplemente declaremos que nuestra


doctrina es bíblica. Tenemos que mostrar también dónde la Biblia enseña tal doctrina.
Abramos nuestras Biblias y averiguaremos qué dice la palabra de Dios acerca de este
tema. Pero antes de comenzar con el estudio de lo que enseñan las Escrituras, quisiera
hacerte una pregunta. ¿Crees realmente que el bautismo de infantes surgió de la idea de
que el bautismo es un medio eficaz para producir la salvación y regeneración? Hace
poco admitiste que el bautismo de infantes surgió de las palabras de Jesús concernientes
a los niños: que de ellos es el reino de Dios, y que ellos lo recibe. En cierto momento de
nuestra discusión hemos llegado también a la conclusión de que la práctica de la
sinagoga contribuyo a que en la iglesia apostólica se usara el bautismo de infantes.
Juan: Sí, lo admito. Tal ves fue un poco temeraria mi afirmación de que el bautismo
de infantes surgió de la idea de que el bautismo es un medio eficaz para producir la
salvación y regeneración. No obstante, yo no diría que el bautismo surgió de las
palabras de Jesús concernientes a los infantes. Diría más bien que las palabras de Jesús
nos hacen ver la necesidad de reconocer que los niños viven en una relación bien
definida bajo el cuidado de la iglesia.
Martín: Ahora estás repitiendo el mismo argumento anterior. Entonces yo también
tengo que repetir de nuevo el mío: Jesús no dice que los niños meramente viven en una
relación definida bajo el cuidado de la iglesia. Dice que “de ellos es el reino de Dios”, y
que ellos lo reciben. Reconociste que tales niños pueden ser bautizados, y debieran
serlo. Reconociste también que el uso del bautismo de infantes en la sinagoga
contribuyó a que se lo practicara también en la iglesia primitiva, ya que Jesús su ningún
momento se mostró contrario al mismo, sino que a través de sus palabras concernietes a
los niños dio a entender claramente que la posición de éstos es y sigue siendo en el
Nuevo Pacto la mismo que fue en el Pacto Antiguo. De ninguna manera quiero poner en
tela de juicio tu afirmación de que los infantes y los niños viven en una relación
definida bajo el cuidado de la iglesia. Sólo quiero decir que el Nuevo Testamento
enseña algo más que esto.
Juan: Sea como fuere, el bautismo de infantes corre parejo, en la práctica al menos,
con la idea de la eficacia salvadora y regeneradora del bautismo.
Martín: Este tema de la eficacia del bautismo lo tocaremos enseguida. Pero antes te
quisiera llamar la atención al hecho de que hay gente que se opone al bautismo de
infantes, y sin embargo cree en esa eficacia salvadora y regeneradora del bautismo. Los
Cambellistas, conocidos también como “Discípulos”, rechazan el bautismo de infantes y
practican la inmersión. Pero a pesar de esto creen en una eficacia salvadora del
bautismo, y también en una regeneración bautismal. Si el bautismo de infantes es una
secuela de la idea de la regeneración bautismal, ¿por qué no tuvo una secuela tal en el
caso de los Cambellistas?
Juan: Bueno; admito que el bautismo de infantes no necesariamente va de la mano
con la idea de una eficacia salvadora y regeneradora del bautismo. En cuanto a este
punto, retiro lo dicho. Pero sostengo que lo que dije además en cuanto al significado del
bautismo, está de acuerdo con lo que dicen las Escrituras.
Martín: Veamos entonces en qué estamos. ¿Crees, hermano Juan, que “llegar a ser
un discípulo de Jesús” es lo mismo que “entrar en su reino”?
Juan: Sí. En tiempos de os apóstoles, a los cristianos se los llamó por muchos años
simplemente “discípulos”. El nombre de “cristianos” lo recibieron más tarde, en
Antioquía, como no informa Lucas en el Libro de los Hechos, capítulo 11, versículo 26.
Martín: Antes de subir a los cielos, Cristo dio a sus discípulos esta orden: “Id y
haced discípulos a todas las naciones, bautizando en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”
(Mt.28:19-20). ¿No son estas palabras una prueba de que el bautismo y la enseñanza
son medios que se usan para hacer discípulos?
Juan: Está visto que no. Cristo deja bien en claro que en primer lugar “hay que
hacer discípulos” a la gente, y luego hay que bautizarlos y enseñarlos. Primero, la
predicación del evangelio, y la fe en él, mediante la cual la gente llega a ser discípulos
de Cristo; y después, el bautismo.
Martín: La fe en el evangelio es, por supuesto, lo principal en ese proceso de llegar
a ser un discípulo de Cristo. El bautismo y la enseñanza no convertirían a nadie en
discípulo, en el sentido cabal de la palabra, si no existe también la fe en el evangelio. De
hecho, una fe genuina y viviente es lo fundamental para llegar a ser discípulo. Creo que
en este punto estamos enteramente de acuerdo. Sin embargo, sigue en pie lo que dije en
cuanto al bautismo y la enseñanza: que son medios que se usan para hacer discípulos.
Imaginémonos a Cristo dando una orden como ésta: “Id, y haced discípulos a todas las
naciones, predicándoles el evangelio, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os
he mandado”. ¿No entenderías, en este caso, que la predicación del evangelio y la
enseñanza son medios que se usan para hacer discípulos?
Juan: Por su puesto que sí. ¿Qué otros medios podríamos usar para este fin?
Martín: Y bien: comparemos ahora esta frase: “haced discípulos ...bautizándolos...y
enseñándolos...”, y “Haced discípulos...predicándoles...y enseñándoles...” ¿No son estas
dos frase gramaticalmente iguales?
Juan: Sí, lo son; de esto no hay duda. Pero su sentido no es necesariamente en
mismo. Todo lo que las palabras de Cristo demuestran es que el bautismo tiene que ir
mano a mano con el hacer discípulos.
Martín: Muy bien. Tomémoslas en este sentido. El bautismo necesariamente tiene
que acompañar la proclamación del evangelio en la obra de hacer discípulos. Una
persona no puede llegar a ser un discípulo en el sentido pleno sin el bautismo. Tal vez
sepas que los judíos y mahometanos de hoy día no consideran a nadie un cristiano hasta
que no haya sido bautizado, aun cuando crea en Cristo. Antes de bautizada la persona es
para ello un judío o un mahometano. Pero a partir del bautismo lo consideran un
cristiano. Lo mismo vale para los cristianos. También para ellos, se es un miembro
verdadero de la iglesia sólo después de haber sido bautizado.
Juan: Es verdad. Pero ¿cuál es el significado del “bautizar en el nombre de Cristo”,
o en el nombre del Dios trino? ¿No significa confesar su nombre ante los hombres?
Martín: Una pregunta Juan ¿Quién realiza el bautismo en el nombre del Dios trino?
¿Quién es la persona que actúa?
Juan: El que actúa, naturalmente.
Martín: La persona a la cual se bautiza sólo recibe el bautismo. Su aporte principal
no es confesar el nombre del Dios trino, aún cuando se trata de una persona adulta. Se la
bautiza en el nombre del Dios trino, y ese en tiene en el texto original griego la
connotación de “hacia adentro”. Por lo tanto, el acto mismo del bautismo está en
conflicto con el concepto que tú tienes de él. ¿O será que, en otros circunstancias,
confiesas el nombre de Cristo ante los hombres sin hacer más que recibir algo de manos
de otros, o ser el objeto de la actuación de otros? Para confesar a Cristo y tu fe en él,
¿no es imprescindible que tú digas o hagas algo?
Juan: En esto no había pensado; lo que acabas de decirme vale la pena meditarlo.
Martín: En 1 Corintios, capítulo 10, versículo 2, Pablo dice que los israelitas fueron
bautizados en Moisés en la nube y en el mar. Su bautismo “en Moisés” no significaba
que confesaban a Moisés ante los hombres, sino que fueron puestos bajo la conducción
de Moisés, fueron encomendados a Moisés, para obedecer y seguirle como a su
mediador y conductor ordenado por Dios. El mar que atravesaron, los separó para
siempre de Egipto y de la autoridad del faraón, y los colocó bajo el gobierno y la guía
de Moisés. De la misma manera, el bautismo nos separa de este mundo y su príncipe y
nos coloca bajo la autoridad de Cristo en su reino.
Lo mismo se desprende también de la pregunta de Pablo en 1 Corintios, capítulo 1,
versículo 13: “¿Fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?. Con esto no quería decir:
¿Confesasteis el nombre de Pablo al ser bautizados?, sino: Al ser bautizados: fuisteis
encomendados o dedicados a Pablo, para confiar en él, para estar bajo su autoridad, para
seguirle y servirle? ¿Acaso no fuisteis bautizados en Cristo, para confiar en él, para
vivir en obediencia a él y servirle?
Juan: Naturalmente que sí. También nosotros creemos que en el bautismo, nos
dedicamos a Cristo, para confiar en él y seguirle.
Martín: Otra vez usas el lenguaje bautista que no concuerda con lo que dice la
Biblia. El bautismo no es obra tuya, no eres tú el que actúa en él. Antes bien, eres el
objeto de una acción. Eres dedicado a Cristo por medio del bautismo, y te dedicas a él
por medio de la fe. ¿Ves dónde está la diferencia? El bautismo es un acto de Dios y de
su iglesia, y tú eres el objeto de ese acto. Dicho acto debe hallar una respuesta de tu
parte por medio de la fe y de la entrega a Cristo. El bautismo es la acción de Dios sobre
ti, la fe y la entrega es el acto tuyo hacia Dios. Tú pusiste las cosas al revés e hiciste un
acto humano de lo que en la Biblia es una acto de Dios. ¿No es esto algo así como una
tergiversación total de uno de los aspectos del cristianismo?
Juan: No nos juzgues con términos tan duros. Voy a reflexionar algo más acerca de
este problema. Tal vez tuve una idea equivocada acera del significado del bautismo.
Pero pasemos a otra cuestión: Cuando Pedro dio su discurso en Pentecostés, hubo como
tres mil personas que fueron tocadas en su corazón, de modo que preguntaron: Varones
hermanos, ¿qué haremos? (Hch.2:36 y sigs). ¿No es que estas tres mil personas primero
oyeron y creyeron el evangelio, y después de esto recibieron el bautismo?
Martín: Hace unos instantes te dije que incluso los que practican el bautismo de
infantes, eso es, el bautismo de niñitos pequeños de hogares cristianos; primeramente
predican el evangelio a los adultos, y luego bautizan a los que creen en el evangelio. El
bautismo es parte del evangelio. En él, la promesa del evangelio es aplicada al hombre
en forma individual, como “sello de garantí.”
Juan: No estoy de acuerdo contigo en que el bautismo es una parte del evangelio. El
Señor resucitado impartió sus órdenes a los discípulos en los capítulos finales de los
evangelios sinópticos. En Lucas no hay mención alguna del bautismo. Y eso que Lucas
se ocupa en exponer el evangelio. Evidentemente, el bautismo no forma parte del
mismo, como lo demuestra Pablo en 1 Corintios capítulo 1 a 4, donde resume el
contenido del evangelio sin referencia para nada al bautismo, y como lo indica también
en 1 Corintios capítulo 1, versículo 17, donde dice: “No me envió Cristo a bautizar, sino
a predicar el evangelio”. El evangelio tiene que ver con el Hijo de Dios, según lo que
dice Pablo en Romanos 1:1 a 4, y no con ordenanzas, por saludables que fuesen, ni con
obras, por apropiadas que fuesen, de una persona ya que ha sido justificada. 3
Martín: Pero ¿crees realmente hermano Juan, que Pablo tenía la intención de
presentar el contenido total del evangelio en las palabras de 1 Corintios 15:1 a 4, de
modo que todo cuanto no se menciona en este pasaje, pero sí en otros lugares del Nuevo
Testamento, está al margen del evangelio? Por ejemplo: en el pasaje en cuestión, Pablo
no dice nada del perdón de los pecados ni de la justificación por la fe; nada de que
Cristo habita en el corazón de los creyentes; no relata ni la parábola del hijo pródigo, ni
la de la oveja perdida. ¿Te parece que todas estas enseñanzas del Nuevo Testamento, y
muchas otras más no forman parte del evangelio?
Juan: Claro que no se me ocurre hacer una afirmación tan tonta. Pero en todo caso,
en 1 Corintios 1:17, hace clara distinción entre evangelio y bautismo.
Martín: La distinción que hace Pablo en este pasaje es entre predicación del
evangelio y el bautismo, no entre evangelio como tal y bautismo. En Pentecostés,
cuando los oyentes quedaron compungidos de corazón y preguntaron qué habían de
hacer, Pedro dijo que debían arrepentirse y ser bautizados en el nombre de Jesucristo
para perdón de sus pecados. ¿Crees que estas palabras de Pedro ya no pertenecen al
evangelio?. Cuando un predicador muestra qué debe hacer una persona para ser salva, y
cómo puede lograr el perdón de sus pecados, ¿ya no proclama y enseña el evangelio?
Juan: Sí que lo está haciendo. Juzgué con ligereza. Pero “bautismo para perdón de
pecados” significa que este rito es un símbolo del perdón que la persona ya recibió, y un
acto de confesión de una fe que había nacido ya antes en su corazón mediante el oír la
palabra del evangelio.
Martín: Veamos lo que Pedro dice realmente: “Bautícese cada uno para perdón de
los pecados”. “Para” es aquí la traducción de la preposición griega `eis´, que significa
“en, hacia dentro”. Si tú dices que metes la mano en el agua, ¿tu idea es que esto es un
acto simbólico mediante el cual confiesas que previamente habías sumergido tu mano
en el agua? ¿O no quieres decir más bien que el acto de “meter” es lo que introduce tu
mano en el agua?
Juan: Tu pregunta es un disparate. Por favor, no me tomes el pelo.
Martín: Eres tú mismo el que te pones en ridículo al decir que la frase “bautizar para
perdón de los pecados” no significa que el bautismo lleva a la persona al perdón, o a
participar del perdón, sino que es un acto por medio del cual esa persona confiesa ante
los hombres que ya ha recibido el perdón de los pecados. A las persona a las que Pedro
dijo estas palabras todavía no eran partícipes de la remisión de pecados. Todavía no
habían llegado, en aquel entonces, al perdón de los pecados. Eran, sí, pecadores
alarmados, hombres que sentían que por ser pecadores, merecían ser condenados. Al
seguir el consejo de Pedro y recibir el bautismo, ellos buscaban la remisión de los
pecados. Y fue el bautismo el que los llevó al perdón. ¿No ves que este es el simple
sentido gramatical de las palabras de Pedro, y el sentido exigido también por el
contexto?
Juan: No puedo negar que tu explicación concuerdo con el sentido gramatical de las
palabras. Pero ¿cómo puede un rito exterior suministrar perdón de pecados?
Martín: Cristo dijo a sus discípulos “que se predicase en su nombre el
arrepentimiento y el perdón de pecados” (Lc.24:47). ¿Crees que el evangelio del perdón
suministra remisión a una persona arrepentida que lo recibe con fe?
Juan: Por supuesto que sí. ¿De qué otra manera podríamos obtener el perdón de
nuestros pecados, si no fuese por medio de la fe en el evangelio, y en Cristo a base del
evangelio?
Martín: El evangelio es algo exterior. Lo oyes con tus oídos, o lo ves con tus ojos.
En el bautismo, el agua, o sea el rito exterior, está conectada con la palabra, y la palabra,
o sea, el evangelio, es allí lo principal. El evangelio es realmente el suministrador de la
gracia perdonadora, y ese evangelio uno se lo apropia por medio de la fe. Cuando la
Biblia dice que una persona es bautizada para perdón de los pecados, nosotros
aceptamos esta palabra y confiamos en esta promesa del evangelio. Sólo por
apropiarnos mediante la fe esta promesa de la palabra de Dios – Sólo así es como
recibimos el beneficio del bautismo. ¿No te parece que la palabra de Dios merece ser
creída?
Juan: ¡Claro que sí! Para decir la verdad, yo no sabía que ustedes ponen el énfasis
principal no en el rito exterior, sino en el creer la palabra del evangelio. Está visto que
entendí mal la posición de ustedes en cuanto a este punto.
Martín: Me alegra muchísimo que esta discusión nos está ayudando a entendernos
mejor el uno al otro. Ahora bien: Hechos 2:38 no es el único pasaje que habla del
perdón de os pecados mediante el bautismo. Cuando Ananás vino a Saulo en Damasco,
donde este estaba entregado a la oración con un corazón penitente, le dijo: “Hermano
Saulo ...Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando el nombre de Señor”
(Hch.22:16). Estas palabras nos muestran claramente que el bautismo lava los pecados.
Juan: Yo creo que esto de “lava tus pecados” tiene un sentido metafórico, como lo
tienen también aquellas palabras de Jesús: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos”
(Jn.15.5).
Martín: Efectivamente. Una metáfora es una figura retórica mediante la cual se
presentan como idénticas dos cosas distintas, y se habla de la una como si fuese la otra.
La cosa a la cual se refiere la palabra “lava” es la remoción del pecado, o el perdón de
los pecados. Las metáforas bíblicas por lo general se refieren a cosas reales. En el texto
que acabas de citar, nuestro Señor compara la comunión entre él y sus discípulos con la
unión que existe entre la vid y los pámpanos. Así como los pámpanos dependen de la
vid y reciben su vida de ella, así los creyentes dependen de Cristo y reciben de él su
vida y su poder de llevar frutos. En Hechos 22:16, la acción exterior de “lavar” es una
metáfora de la purificación interior del pecado, que se produce mediante la sangre de
Cristo en y por medio del lavamiento exterior, por la fe en la promesa del evangelio.
Juan: El bautismo es un símbolo o una señal exterior de una gracia interior, y en él,
una persona da testimonio de que sus pecados han sido lavados por la sangre de Cristo,
por medio de la fe en el evangelio.
Martín: Esto mismo ya lo dijiste un rato antes. Si aplicamos la fórmula doctrinadle
ustedes al pasaje de Hechos, lo que Ananías quería decir a Saulo era esto: “Hermano
Saulo...dado que ya haz recibido el perdón de tus pecados por la sangre de Cristo,
levántate y bautízate, como símbolo de este perdón y como confesión de tu fe ante los
hombres”. Pero sería un disparate darle a las palabras de Ananás un sentido tal, en el
contexto en que se hallan. Saulo era un pecador penitente cuando Ananás vino a verle.
Sabía que Cristo era el Mesías, por eso invocó su nombre. Pero la remisión de los
pecados la recibió en el bautismo, y el Espíritu Santo lo recibió cuando Ananías le
impuso las manos (Hch.22:16).
Juan: Admito que puedes tener la razón en lo que se refiere al simple sentido
gramatical e histórico de las palabras. Pero ¿no es la fe el prerrequisito del bautismo?
Martín: En los pasajes del Nuevo Testamento que acabamos de estudiar, se nos
enseña que el único requisito previo para el bautismo es el arrepentimiento. El perdón lo
recibimos en el bautismo y por medio de él, porque el pecador arrepentido es bautizado
para el perdón de los pecados. ¿O me vas a negar que éste es el simple sentido
gramatical de las palabras?
Juan: No, no puedo negarlo. Pero el bautismo para el perdón de los pecados estaba
destinado a los judíos únicamente. Como pueblo, los judíos se habían hecho indignos
del favor de Dios; pero los que confesaban su culpa y se hacían bautizar, evidentemente
eran liberados del lazo que los ataba al pueblo apóstata, y de esta manera ya no
formaban parte del grupo sobre el cual debía caer el castigo decretado por Dios. En el
bautismo, sus pecados fueron perdonados por vía administrativa, por así decirlo. De
hecho debían haber compartido el juicio que había de alcanzar a Judá que rechazaba a
su Salvador. Ese perdón administrativo, por decreto, que recibían en el bautismo, se
refería a la tierra, no al cielo. Tenía que ver con las relaciones que Dios mantenía con el
pueblo de Israel como Señor y Gobernante de ellos. El juicio del Dios Gobernador
quedaba conjurado por medio del bautismo. A los gentiles nunca se les dijo que se
bautizaran para la remisión de los pecados. Pablo era Judío, y a raíz de esto, sus pecados
fueron lavados en el bautismo, en el sentido de un decreto divino. En el bautismo, él fue
removido del fundamento judío, y así es como sus pecados fueron lavados. No fue una
cuestión concerniente a su salvación eterna. Por supuesto, en un sentido general, se
puede decir que también entre los gentiles, los pecados eran perdonados por medio del
bautismo – pero no ante Dios, sino ante la iglesia, como se ve también en Juan 20:23;
quiere decir: a la persona que fue bautizada, la comunidad de los creyentes ya no le
echaba en cara los pecados del pasado. 4
Martín: Estoy realmente asombrado de lo que me estás diciendo. No sabía que los
defensores del punto de vista bautista del bautismo entendían de esta manera la relación
entre bautismo y perdón. Tal vez, lo que acabas de expresar no sea la enseñanza general
en los círculos bautistas, sino más bien la opinión de algunos de sus teólogos
destacados. 5 Si niegas que el bautismo confiere perdón, me imagino que la única forma
como puedes entender los pasajes que hablan del bautismo para la remisión de los
pecados es limitándolos a los judíos, y tomándolos en el sentido de decretos, como
decías. Pero en este caso tienes que responderme a varias preguntas: ¿Dónde habla el
Nuevo Testamento de un perdón “por vía administrativa” o “por decreto”? ¿Dónde dice
que para los judíos, el bautismo tiene otro significado que para los gentiles? ¿Dónde
enseña dos clases diferentes de bautismo, uno en la tierra y el otro ante Dios? Mi Nuevo
testamento enseña que no hay diferencia entre judíos y gentiles en lo que a la salvación
se refiere. Los dos son igualmente pecadores, los dos están igualmente sujetos a
condenación, y ambos son salvados de la mima manera. El bautismo es para ambos un
bautismo para perdón de los pecados, sin distinción entre los dos pueblos. En Juan
20:23, Cristo no dice que cuando sus discípulo remiten pecados, estos pecados están
remitidos sólo en la tierra y ante la iglesia, sino que dice: “les son remitidos”. Y en
Mateo 18:18, el Señor dice expresamente: “Todo lo que desatéis en la tierra, será
desatado en el cielo”. Fíjate bien: “en el cielo”, no sólo en la tierra. ¿De qué parte del
Nuevo Testamento sacaste tus ideas en cuanto a dos clases diferentes de perdón - ¡y
recuerda que no estamos hablando de reconciliación entre hombres! – y de perdón “por
decreto” o “administrativo”? ¿Me podrías mostrar los pasajes?
Juan: No te puedo mostrar ningún pasaje, pero infiero esta doctrina del hecho de
que el evangelio debía ser predicado en primer lugar a los judíos, sobre los cuales
pesaba la ira del Dios gobernante. La segunda razón es, que resulta muy difícil ver
cómo los pecados pueden ser remitidos ante Dios en el bautismo.
Martín: Tú, o mejor dicho, los que sustentan el punto de vista bautista, exigen de
nosotros que presentemos declaraciones directas que demuestran que hay que bautizar a
los infantes. Además, ustedes niegan que las inducciones, deducciones y conclusiones
a base de lo que dicen las Escrituras tengan algún significado respecto del asunto que
nos ocupa. 6. Pero, ustedes mismos no pueden presentar ni una sola declaración de la
Biblia de que los infantes no debieran ser bautizados. La doctrina de ustedes se basa en
ciertas deducciones y conclusiones, no en alguna afirmación directa de las Escrituras.
Así que ustedes usan dos normas distintas, una para ustedes mismo y otra para los
demás. A mi modo de ver, esto no es correcto ni honesto. Asimismo, lo que ustedes
enseñan en cuanto a un perdón como acto gubernamental, es una “deducción” de
ustedes, no se encuentra en la Biblia. El hecho de que el evangelio debía ser predicado
en primer lugar a los judíos, no tenía nada que ver con el modo el “camino” de la
salvación; era simplemente una medida práctica. El Nuevo Testamento habla de un solo
bautismo, que es el mismo para los judíos y para lo gentiles. Y no hay más que un solo
perdón: el perdón ante Dios que es al mismo tiempo perdón ante la iglesia. Este perdón
lleva al hombre a una relación de reconciliación con Dios, y lo hace miembro de la
iglesia. En lo que toca tu segundo argumento, a saber, que te resulta muy difícil ver
cómo los pecados pueden ser remitidos ante Dios en el bautismo y por medio de él, te
contesto: Estoy plenamente convencido de que debemos creer sin reservas lo que dice y
enseña la Palabra de Dios. No es cuestión de entender con la mente sino creer con el
corazón. Aún la mente evangelizada puede estar en discordancia con las Escrituras. El
mismo apóstol Pedro tuvo que ser reprendido por Pablo (Hch. ) Tú ya admitiste que
en su sentido literal, nos enseña que en el bautismo se recibe perdón de los pecados.
Juan: Confieso que no estudié con el suficiente cuidado la idea del perdón como
“acto gubernamental” a la luz de la Biblia. La acepté así, sin más, de nuestros maestros.
Reconozco que esta doctrina no se halla en las Escrituras; por tanto la abandono.
Martín: Aprecio mucho tu honestidad y sumisión a las Sagradas Escrituras. Esto me
demuestra que no eres fanático sino más bién reflexivo, lo cual nos hace verdaderos
cristianos, dispuestos a crecer y a poder abandonar ideas y hasta doctrinas erróneas.
Pero a fin de tener un conocimiento más amplio de lo que enseña el Nuevo Testamento,
haremos bien en estudiar algunos pasajes más que hablan de la eficacia salvadora del
bautismo. Uno de los más significativos es la declaración de Pablo en Efesios 5:25-26:
“Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola
purificado en el lavamiento del agua por la palabra”, o literalmente: “por medio del
lavamiento del agua, por la palabra”.
El sentido literal, gramatical, de esta declaración es: El propósito que tenía Cristo al
entregarse al sufrimiento y a la muerte era: santificar a la iglesia de este modo. Esta
santificación se produce por medio del lavamiento del agua, en la palabra, o como dice
literalmente en la versión Reina-Valera, Revisión de 1960, “habiéndola purificado en el
lavamiento del agua por la palabra”. El agua es aquí el medio usado para lavar o
purificar, pero ese lavamiento del agua es un lavamiento “por la palabra”, es decir, está
basado en la palabra de Dios y conectado con esta palabra. Dicha palabra es la orden de
Cristo y su promesa concerniente al bautismo, promesa que nos fue dada tanto por él
mismo como por sus apóstoles. Esta palabra es proclamada en conexión con el
bautismo, y es lo que le da su sentido, mostrándonos qué significa, y qué efectos tiene.
Lavar con agua es una expresión metafórica para limpiar del pecado, o borrar el pecado.
Pero por causa de la palabra, el lavar con agua es al mismo tiempo un medio para
efectivizar esa purificación.
Pablo no escribe: para santificarla, primero purificándola en su sangre, mediante la
palabra, y luego simbolizando este hecho en el lavamiento del agua del bautismo, en el
cual la persona salvada hace profesión pública de su fe ante los hombres. Simplemente
dice: “en el lavamiento del agua por la palabra” . ¿O puedes dar a estas palabras un
significado diferente, hermano Juan, si las tomas literalmente, en su sentido gramatical?
Juan: Tu explicación parece ser gramaticalmente correcta.
Martín: Veamos lo que nos dice la primera carta de Pedro. Leemos allí lo siguiente:
“El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva ( no quitando las inmundicias de la
carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección
de Jesucristo” (1 P. 3:21).
Juan: Yo entiendo las palabras de Pedro así: El hecho de que Noé fuera salvado del
diluvio por medio del arca prefigura la liberación del creyente del juicio, como lo
explica claramente el bautismo; es decir, prefigura la salvación por la obra redentora de
Cristo. Cristo sufrió y soportó todo el peso de la ira divina, así como el arca sufrió y
soportó el embate de la tormenta. El creyente puede decir: la muerte de él fue mi propia
muerte. La eficacia para salvar no se la atribuye al bautismo. El bautismo no salva.
Ningún rito salva. En las palabras de Pedro no se puede hallar ni el más leve
justificativo para el dogma ritualista de una regeneración por medio del bautismo. Lo
único que da respuesta a la pregunta que plantea la conciencia es la resurrección del
Señor Jesucristo de entre los muertos. Ese bautismo, si nos lo apropiamos mediante la
fe, sí que tiene para nosotros el más grande significado. 7
Martín: Comparto plenamente una parte de lo que me estas diciendo. La salvación
de Noé del diluvio por medio del arca sin duda prefigura la liberación del creyente del
juicio divino por medio de la obra de Cristo. Pero con lo que no estoy de acuerdo para
nada es con tu afirmación de que el bautismo no salva, y que no se le atribuye ninguna
eficacia en cuanto a la salvación. Pedro dice: “El bautismo nos salva”. Y tú dices: “El
bautismo no nos salva”. ¿No ves que lo que estás diciendo es justo lo contrario de lo
que dice la palabra de Dios? Y no obstante, sostienes que tu doctrina es bíblica. ¿Te
parece que este proceder es honesto? ¿No es una interpretación muy pobre y débil decir
que la palabra de Dios piensa en algo diametralmente opuesto a lo que dice? Si la Biblia
no piensa en lo que dice, sino que piensa en algo que es del todo diferente ¿cómo
podemos saber cuál es su verdadero significado?
Juan: No nos juzgues con excesiva severidad. No puedo negar que en su sentido
literal, gramatical, este pasaje de Pedro da a entender que el bautismo salva. Pero ¿cómo
puede indicar esto? ¿acaso no es verdad que solo Jesús nos salva?
Martín: Yo creo, y con toda certeza, que sólo Jesús nos salva. En esto estamos
enteramente de acuerdo. Sin embargo, ¿no crees que para lograr su propósito, Jesús
puede valerse de ciertos instrumentos, mesio y agentes, y salvar a los pecadores por
medio de éstos? Y si usa medios y agentes, ¿no sigue siendo él el que salva?
Supongamos que me caigo al agua desde un barco, y tú me tiras una soga; yo me agarro
de ella, y me sacas del agua. ¿Qué debo decir entonces: “Juan me salvó”, o “la soga me
salvó”? Me imagino que las dos afirmaciones son correctas. El significado es: Juan me
salvó por medio de la soga, usando la soga como medio, instrumento.
De la misma manera, Jesús nos salva, pero se vale de personas humanas como agentes
suyos para predicar el evangelio y aplicar el bautismo. Realiza su obra salvadora usando
la palabra y el sacramento como sus medios o instrumentos. Sin embargo, es él, y sólo
él, el que realmente salva.
Juan: Nunca se me dio por enfocar el asunto desde este ángulo. Yo creía que ustedes
ponían al bautismo en el lugar de Cristo. Ahora veo que cuando tú hablas del bautismo
como medio de gracia, quieres decir con ello que el bautismo es un instrumento que
Cristo usa para salvar. Esto hace que el asunto sea muy diferente. Pero me queda hacer
una observación con respecto a las palabras de Pedro que estamos discutiendo. La frase
“quitando las inmundicias de la carne”, yo la entiendo en el sentido de que lo que salva,
no es la ceremonia exterior del lavamiento, o sea, el quitar las inmundicias de la carne.
La salvación se efectúa mediante la purificación interior en virtud de la fe, acto en el
cual la conciencia es limpiada por causa de la resurrección de Jesucristo. El bautismo no
hace más que simbolizar este acto. En Hebreos 9:13 se habla de las ceremonias
purificadoras practicadas en el Antiguo Testamento para la purificación de la carne.
Supongo que Pedro se refiere aquí a una purificación de este tipo.
Martín: En parte tienes razón, y en parte no la tienes. Puede ser que estés en lo
correcto al decir que las palabras “quitando las inmundicias de la carne”apunten a lo
mismo que los versículos en Hebreos 9:13. Pero dice que el bautismo no es un
lavamiento ritual del tipo de los lavamientos del Pacto Antiguo. No hace ninguna
distinción entre el acto exterior y la purificación interior, como la haces tú. No dice “No
es el lavamiento exterior el que salva, sino...”. Dice que “el bautismo nos salva”, no a la
manera del rito del Pacto Antiguo, sino a la manera del Pacto Nuevo. Los sacrificios y
las abluciones del Antiguo Testamento no pudieron hacer perfecto, en cuanto a la
conciencia, al que practicaba estos cultos, como leemos en Hebreos 9:9. En cambio, el
lavamiento del Nuevo Pacto, el Bautismo, confiere “una buena conciencia hacia Dios”
(1 P.3:21), Porque deriva su eficacia de la obra ya terminada de Cristo, es decir, de su
resurrección, mientras que las abluciones del Pacto Antiguo estaban basadas nada más
que en sacrificios simbólicos.
Cuando Pedro dice que el bautismo es “la aspiración de una buena conciencia hacia
Dios”, obviamente quiere indicar lo siguiente: Cuando un pecador arrepentido solicita
ser bautizado, es porque va en busca del perdón de sus pecados. En el bautismo
encuentra lo que busca. Sus pecados le son perdonados, y de este modo obtiene una
buena conciencia, gracias a la resurrección con que Cristo completó su obra redentora.
Juan: Tu interpretación suena bastante bien. Pero las palabras de Pablo en Romanos
6:3 y 4, donde afirma que por el bautismo somos sepultados para muerte juntamente con
Cristo, y juntamente con él somos resucitados, no están en armonía con tu punto de
vista. Ser sepultados con Cristo, y resucitar con él – esto puede darse únicamente por
medio de la fe. El bautismo no hace más que simbolizar esta murete y resurrección, que
ya se produjo con anterioridad, en virtud del arrepentimiento y de la fe. Y si la muerte y
resurrección con Cristo no puede producirse en una ceremonia exterior, ¿cómo se puede
producir allí la purificación de la conciencia, y la obtención de una conciencia buena?
Martín: Estoy de acuerdo contigo en lo que se refiere a la purificación espiritual de
la conciencia, y a la muerte y resurrección espiritual con Cristo. Todo esto sólo puede
resultar del arrepentimiento y de la fe. El apropiarse del perdón y de la justificación se
hace por medio de la fe, y el nacer de nuevo también se hace por medio de la fe. Pero no
veo que entre bautismo y fe haya una diferencia mayor de la que hay entre evangelio y
fe. Por vía del evangelio y del bautismo se nos ofrece y se nos da la gracia perdonadora
y regeneradora de Dios, y nosotros la recibimos y nos la apropiamos mediante la fe. El
bautismo significa y ofrece la gracia de que somos sepultados y resucitados juntamente
con Cristo, y la fe acepta esto, y hace uso de ello: o, sicho de otro modo, por la fe, la
muerte y la resurrección juntamente con Cristo llegan a ser una realidad actual y
viviente en nuestra vida; pasa como con el alimento que llega a nuestra boca por medio
de una cuchara, y nosotros nos lo apropiamos y hacemos uso de él engulléndolo,
digiriéndolo y asimilándolo. O podríamos repetir también el ejemplo que usé un poco
antes: que tú me salvaste, o que me salvó la soga, o que me salvé porque me agarré dela
soga. En concreto, tú eres el que me salvó de ahogarme. La soga es el medio usado para
mi salvación, y el prenderme y agarrar la soga es mi parte en la historia. De manera
igual, Cristo es el Salvador, la palabra y los sacramentos son los instrumentos, y la fe es
mi actitud de “agarrar” la gracia prometida, de apropiármela, de prenderme de ella y de
hacer uso de ella.
Hemos sido bautizados en la muerte de Cristo y hemos sido sepultados juntamente
con él por medio del bautismo, dice Pablo. El bautismo, en conexión con el evangelio,
es un medio que nos lleva a la “zona de influencia” de la muerte de Cristo, es decir, nos
pone bajo su protección, de modo que esa muerte “cubre” nuestros pecados. En el
bautismo se nos hace partícipes de los beneficios que emanan de la muerte de Cristo, su
sepelio y su resurrección, tan completamente como si nosotros en persona hubiéramos
hecho todo esto.
En el habla común y corriente, y según la gramática de uso general, la preposición
“mediante” o “por” (en griego dia seguida del caso genitivo) denota medio,
instrumento, vía, canal y afines. Los diccionarios nos explican que “mediante” es lo
mismo que “por medio de” y tiene carácter instrumental; “por” es más o menos
sinónimo, con la connotación de “con la ayuda de”. Según la explicación tuya, en
cambio, estas preposiciones significan algo así como un símbolo usado con
posterioridad para poner de manifiesto, exhibir algo que ocurrió con anterioridad. En la
gramática y en el lenguaje corriente, esas preposiciones jamás tienen un significado
relacionado siquiera remotamente con el que tú les das.
Juan: Tengo que reconocer que tienes razón en lo que respecta con el significado
gramatical de estas palabras de Pablo. Y ahora entiendo mejor que antes la posición de
ustedes en cuanto a esta cuestión. Hasta te diré que no parece tan errada como yo había
pensado.
Martín: La obra de Dios en nosotros tiene su aspecto exterior, y también interior.
Para llevar a cabo sus propósitos, el Espíritu Santo emplea medios externos, la palabra y
los sacramentos y también agentes, el pueblo cristiano, los ministros y otros. Considero
que Lutero explicó muy correctamente al decir que el evangelio es el verdadero y
principal medio de gracia, del cual los sacramentos reciben su eficacia. Incluso en los
sacramentos, la gracia se nos confiere mediante la palabra, la promesa del evangelio. En
su Catecismo Menor, Lutero dice, en respuesta a la pregunta ¿Cómo puede el agua
hacer cosas tan grandes”: “el agua en verdad no las hace, sino la palabra de Dios que
está en unión con el agua y unida a ella, y la fe que confía en dicha palabra de Dios
ligada con el agua”. Dice también Lutero, que los elementos externos y el acto exterior
de un sacramento son como sellos que confirman la promesa dada en la palabra, a fin de
fortalecer aún más nuestra fe en la misma palabra. Como lo principal es el documento
en sí, y el sello sólo viene a confirmarlo, así la palabra del evangelio es el principal
medio de gracia; el sacramento es una confirmación externa o visible de la promesa
dada en el evangelio. Por consiguiente, podemos decir que incluso en los sacramentos la
gracia se nos da ante todo por medio de la palabra del evangelio, con la cual está
conectada la señal o el sello, es decir, el elemento y el acto sagrado.
La palabra que escuchamos con nuestros oídos, y el acto sacramental que percibimos
mediante otras vías sensoriales, son la parte exterior o instrumental de la obra del
Espíritu Santo. Su parte interior, actual, real, efectiva, es la fe, y es el hecho de que en
nuestro corazón poseamos y experimentamos la salvación. Sin esa parte interior, la
palabra y el sacramento no nos traerían ningún beneficio personal, así como tu acto de
tirarme una soga no me salva de morir ahogado a menos que yo agarre la soga y me
quede prendido de ella hasta estar nuevamente a bordo del barco. El simple acto físico
de oír la palabra y recibir el sacramento no salva, a menos que la gracia que así se nos
ofrece y comunica en fe y llegue a ser nuestra, de modo que sintamos con gozo que
somos salvos. Lutero expresa esta verdad con notable sencillez y acierto: “El Espíritu
Santo nos enseña a conocer el beneficio que Cristo nos otorga, nos indica cómo
reconocerlo, y nos ayuda a recibirlo, a conservarlo, y usarlo útilmente...Lo hace interior
y exteriormente; interiormente por la fe y otros dones espirituales, y exteriormente por
el evangelio, el bautismo y el sacramento del altar o santa cena, por los cuales llegó a
nosotros y nos inculca los sufrimientos de Cristo en beneficio de nuestra salvación. 8
Juan: Muy buena aclaración, sin duda. Yo sospechaba que ustedes albergaban una
especie de `idea mágica´ en cuanto a la eficacia de los medios de gracia. Ahora veo que
ustedes creen, al igual que nosotros, que lo real y lo principal es la obra interior del
Espíritu Santo, y que los medios de gracia son solamente los instrumentos exteriores de
que él se vale. No tengo nada en contra de esta manera de ver las cosas.
Por otra parte, ustedes sostienen que el requisito previo para el bautismo, en el acto de
una persona adulta, es el arrepentimiento, no una fe salvadora o regeneradora. Sin
embargo, en el Nuevo Testamento hay un pasaje que nos enseña que una persona debe
poseer una fe salvadora antes de que la bauticen. Recordarás la historia del etíope
eunuco en Hechos capítulo ocho. Felipe le anunció el evangelio, y él lo creyó. Como
primer acto de obediencia de fe, pidió ser bautizado cuando llegaron a un lugar donde
había agua. Antes de cumplir su deseo, Felipe dijo: “Si crees de todo corazón, bien
puedes”. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios” (Hch.8:36-37).
¿No demuestra este pasaje que una fe salvadora y vivificadora era el requisito previo
para que el etíope pudiera ser bautizado?
Martín: El eunuco deseaba ser salvo; y cuando Felipe le habló de la necesidad del
arrepentimiento y del bautismo par perdón de los pecados en el nombre de Jesús,
naturalmente quería ser bautizado para conseguir el perdón de sus pecados y par allegar
a ser partícipe de la salvación. Una persona como él puede responder con entera
sinceridad: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Felipe no le preguntó: ¿Tienes una fe
salvadora personal? ¿Haz experimentado el nuevo nacimiento, de modo que puedas dar
testimonio de él en el bautismo? Ni tampoco el eunuco confesó haber experimentado
cosa alguna, sino simplemente que él creía que Jesucristo era el hijo de Dios. Es obvio
que antes de ser bautizado, el eunuco sólo tenía una fe que lo movió al arrepentimiento,
que en el bautismo se convirtió en una fe vivificadora, de modo que “siguió gozoso su
camino”. Si no hubiera sido bautizado en ese momento ¿crees que su gozo iba a ser
completo como lo fue? Aquí observamos el efecto que generó este medio de gracia, el
bautismo. Este texto no te sirve para probar que la regeneración fue, en este caso, el
requisito previo para el bautismo.
Juan: Sea esto como fuere, pero es Cristo mismo quien enseña, en Marcos 16:16,
que una fe salvadora es el requisito para el bautismo. Ahí están sus palabras: “El que
creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”. Aquí,
Cristo dice que en primer lugar, la persona debe creer, y luego ser bautizada. Primero
debe ser salva, y después confesar su fe, en el acto simbólico del bautismo.
Martín: En este texto de Marcos 16:16, nuestro Señor dice: “El que creyere y fuere
bautizado...” Las tres mil personas que en Pentecostés creyeron el la predicación de
Pedro, “se compungieron de corazón” y preguntaron qué debían hacer, a lo que Pedro
les respondió: “Arrepentios, y bautícese cada uno de vosotros”. El etíope eunuco creyó
el evangelio antes de ser bautizado. Pero en ambos casos, esa fe que fue el requisito
previo para el bautismo, fue una fe que llevaba al arrepentimiento, a la súplica, a la
búsqueda de salvación. Este es también el sentido de las palabras de Cristo en Marcos
16:16. El Señor no dijo: “El que creyere y fuere salvo, será bautizado, sino “ El que
creyere y fuere bautizado, será salvo”. A la `salvación´ se la menciona después del
`bautismo´, no después de la fe, por cuanto nos es dada en el bautismo, así como dice la
afirmación de Pedro: “El bautismo ahora nos salva” 1P.3:21), a saber, si creemos el
evangelio. Por lo tanto, esa declaración de Cristo no refleja la doctrina de ustedes en
modo alguno, sino que a todas luces contrasta con ella.
Juan: ¿Cuál es, entonces, el sentido de las palabras que siguen: “El que no creyere,
será condenado”? ¿No significa esto que la salvación está basada no en el bautismo sino
en la fe? Si el bautismo es un medio de gracia, todos los que fueron bautizados tendrían
que ser salvos.
Martín: De ningún modo. El evangelio es el principal medio de gracia. Es el poder
de Dios para salvación, pero lo es sólo aquel que cree (Ro.1:16). Muchos oyen el
evangelio, pero no lo creen. Igualmente, hay personas que fueron bautizadas pero no
creen, por cuanto no son salvas, porque no creen.¿Recuerdas el caso de Simón el mago,
en Samaria? Él se tenía por creyente, porque le causaba asombro los milagros que hacía
Felipe. Pero pronto se descubrió que los pensamientos de su corazón no eran de los que
agradan a Dios. No tenía una fe salvadora, y consecuentemente fue condenado, a pesar
de haber recibido el bautismo. Un medio de gracia imparte salvación, pero hay que
aceptarlo con fe. Aun incrédulo, el medio de gracia no lo beneficia, porque no acepta el
don que se ofrece en él.
Juan: Puede ser que estés en lo correcto en lo que se refiere a las palabras en Marcos
16. Pero sigo sosteniendo que el bautismo está conectado con el ámbito de la profesión
de fe. Lo vemos por las palabras de Pablo en Gálatas 3:27: “Porque todos los que habéis
sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”. Esto se puede aplicar sólo a
personas que han hecho profesión de fe, y que, en este caso, se han revestidos de Cristo
públicamente, o, en otras palabras, lo han reconocido como su Señor. En Romanos 6:3
Pablo dice: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús,
hemos sido bautizados en su muerte?” Las palabras “No sabéis” no pueden estar
dirigidas a criaturas o a personas incapaces de entender la verdad del evangelio.
Asimismo, cuando Pablo dice, en el mismo capítulo (v.4) que los bautizados “deben
andar en vida nueva,” no puede tener puede tener en mente niñitos pequeños que no
pueden andar. A quienes no son capaces de andar, nunca se los consideró como
personas que han recibido el bautismo. 9
Martín: A juicio tuyo, “revestios de Cristo” significa reconocerlo o profesarlo
públicamente como Señor. Es una interpretación que hasta ahora no he encontrado en la
Biblia. Es verdad, hay gente que cree que el propósito principal que uno tiene al ponerse
un vestido es mostrárselo a los demás. Para mí, el propósito principal de la ropa es
abrigarme y cubrirme, porque es vergonzoso aparecer ante la gente desnudo. De igual
manera, revestirse de Cristo es recurrir a él para cubrir la propia desnudez ocasionada
por el pecado, como él mismo lo indica en Apocalipsis 3:18, y para estar bajo su
escudo, amparado por su gracia, a fin de que él nos cubra con su justicia, gracia y
protección. En el bautismo nos revestimos de Cristo en el sentido de que él nos cubre
con su gracia y su justicia. Cada persona bautizada debe apropiarse y poseer todo esto
mediante una fe consciente. Un infante bien puede ser revestido por su madre. Puede
estar envuelto en ropas, y gozar del cuidado de la mamá, aún teniendo muy poca
conciencia de ello. Del mismo modo, un infante puede estar bajo el escudo y amparo del
Señor, rodeado de Su amor perdonador y de su justicia, aún no siendo consciente de
ello. Los santos hombres de Dios que escribieron la Biblia, a veces nos hablan del
amoroso cuidado del Señor por la vida de ellos desde su mismo nacimiento, e incluso
desde el seno de su madre. No veo por qué nos habría de resultar difícil creer que en el
bautismo, un infante es recibido por Cristo para estar de una manera especial bajo Su
cuidado y vestido de su justicia. La idea de revestirse de Cristo mediante un profesión
pública de fe es idea tuya. Yo no la puedo ubicar en la Biblia.
Las palabras “No sabéis” y “Andar en vida nueva” fueron escritas a cristianos
romanos después de su bautismo, en la mayoría de los casos un par de años después del
mismo. Es lógico suponer que Pablo las dirigió principalmente a cristianos adultos a los
cuales había que refrescarles la memoria con respecto a lo que había ocurrido en su
bautismo; como también a los que habían recibido el bautismo siendo niños, pero que
entre tanto habían alcanzado la edad de discreción, necesitaban una instrucción y
advertencia acerca de lo que significaba para ellos su bautismo, y acerca de las
obligaciones que habían contraído con él. Las palabras que Pablo escribe aquí, son muy
indicadas para una congregación de cuyos miembros, algunos fueron bautizados de
adultos, y otros como criaturas o niños. No entiendo cómo se las puede usar como
prueba en contra del bautismo de infantes. Ya admitiste que según las claras palabras de
Cristo, los párvulos reciben el reino de Dios. Y yo creo que recibir el reino de Dios
implica si o sí, revestirse de Cristo.
Juan: En este momento no se me ocurre ningún texto bíblico como para refutar tu
explicación. Pero de todos modos, la fe sola es lo que da valor al bautismo. Si lo separas
de la fe, te queda una forma vacía y sin sentido, por eso yo opino que una persona
debiera ser primeramente convertida y después bautizada. 10
Martín: Esto lo dices porque piensas que el bautismo se aplica después de que hubo
confesión de fe, y que es en sí mismo una parte de tal confesión o profesión. Si
entendemos que esto es el significado del bautismo, lo que le da valor es, en efecto, la
fe. Pero el asunto cambia cuando si tomamos el bautismo en su sentido bíblico. De
acuerdo con el Nuevo Testamento, un persona es bautizada en la muerte de Cristo y
para perdón de los pecados; se reviste de Cristo, el agua, como bautismo, la salva – etc.
Etc. En una palabra, la Biblia habla del bautismo como de un accionar divino sobre el
hombre, y como un don de Dios a éste. Estas bendiciones tienen su valor en sí mismas,
que se las acepte o no. Si yo te regalo un precioso diamante, ese diamante tiene su
propio valor, no importa si lo aceptas o no. Pero para ti tiene valor únicamente si lo
aceptas, si lo aprecias y si lo usas. Así es también con el bautismo: tiene su propio valor,
independientemente de la fe, pero la persona posee y disfruta del valor para su beneficio
propio sólo a través de la fe. Es verdad: para un incrédulo, el bautismo es un rito sin
sentido, que no lo beneficia para nada; no obstante, en sí mismo el bautismo es algo
precioso.
Juan: Fue un poco apresurado lo que dije, que la fe sola es lo que da valor al
bautismo. Como acto ordenado por Dios, naturalmente tiene un valor intrínseco,
siempre que se lo administre en forma tal como Cristo lo dispuso. Pero su significado
real, personal, queda limitado al creyente.
Martín: ¡Bien dicho! En este punto existe un estrecho acuerdo entre los dos.
Después de todo, nuestra posición a este respecto se basa en nuestro entendimiento del
significado del bautismo.
Juan: Hablando del significado del bautismo, quisiera hacerte una pregunta: ¿Qué
concepto tienes de la relación entre bautismo y regeneración?

BAUTISMO Y REGENERACIÓN
Martín: Cristo Dijo a Nicodemo: “El que no naciere del agua y del Espíritu no
puede entrar en el reino de Dios” (Jn.3:5). ¿Cómo entiendes aquí la palabra “agua”: con
referencia al bautismo?
Juan: No. Creo que en este contexto, “agua” equivale a la palabra de Dios. Esta
palabra se compara con agua por su efecto purificador, y porque la palabra es la que
produce el nuevo nacimiento, como lo firma Santiago y Pedro (Stg. 1:18; 1P.23:25).
Esta palabra la aplica el Espíritu Santo; y el pecador que la cree, es regenerado. La
palabra “agua” que Jesús en su conversación con Nicodemo no puede significar
bautismo, pues no fue instituido sino después de la resurrección del Señor, y significaba
“ser sepultado con él para muerte” – significado que sólo pudo tener una vez que el
Señor había muerto. Y lo mismo vale para el efecto. Cristo habó con Nicodemo acerca
de la obra regeneradora del Espíritu por medio de la palabra, no del rito del bautismo.
11 Algunos de entre nosotros opinan que “el agua” significa aquí “el Espíritu”, dado la
Biblia habla a menudo del Espíritu como del “agua de la vida”. Pero no creo que sea
correcta esta interpretación, porque entonces tendríamos que modificar el texto en esta
forma: El que no naciere del agua, o sea, del Espíritu, no puede entrar en el reino de
Dios. Los que sostienen esto, aseguran que la palabra griega para “y” puede traducirse
también como “o sea”.
Martín: Comparto tu convicción de que la palabra de Dios tiene un efecto
purificador. Cristo dice: “ya vosotros estáis limpios por las palabras que os he hablado”
(Jn.15:3). También tienes razón al decir que el nuevo nacimiento se produce por la
palabra que aplica el Espíritu. Pero en el caso que nos ocupa, el significado de la palabra
“agua” tenemos que determinarla a partir del contexto. Las Escrituras hablan tanto del
agua del bautismo como del agua de la vida. Volvamos a la Biblia para ver qué significa
la palabra “agua” en este contexto. Al leer el capítulo 3 del Evangelio según San Juan,
¿de qué agua crees que se está hablando allí, del agua bautismal, o del agua en sentido
figurado?
Juan: Veo que en este capítulo se habla del bautismo. Y se nos dice que tanto Juan
como Jesús bautizaban en tierras de Judea, a pesar de que Juan recalca en el comienzo
del capítulo 4 que “Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos”.
Martín: Así que el contexto, el mismo capítulo, habla del agua bautismal, como
acabas de admitir. Las palabras de Jesús a Nicodemo debemos entenderlas en el
contexto de la situación histórica en que fueron dichas. Toda Judea y Jerusalén se
hallaba en un estado de conmoción, causado por la predicación de Juan y su bautismo.
La gran pregunta que la gente se hacía era: ¿Habremos de ir a Juan y dejarnos bautizar
con agua, confesando nuestros pecados? Y pronto se les presentó otro problema similar
con el bautismo que daba Jesús por medio de sus discípulos. Nicodemo pertenecía a los
fariseos, de quienes Lucas dice que no estuvieron dispuestos a humillarse a sí mismos
para arrepentirse y recibir el bautismo del agua para perdón de sus pecados (Lc.7:30).
Cuando Jesús le mencionó a Nicodemo el agua, en esa situación no pudo pensar en otra
sino en el bautismo. El término “nuevo nacimiento” lo usaban los judíos mayormente
en conexión con el bautismo de prosélitos. Por lo tanto, Nicodemo estaba familiarizado
con la frase “nacer de nuevo”. Tu argumento de que el bautismo cristiano no fue
instituido sino hasta después de la muerte de Cristo aquí carece de fuerza ya que el
bautismo de arrepentimiento para perdón de los pecados era práctica conocida en el
tiempo en que Nicodemo vino a Jesús. Y en ese mismo tiempo era una necesidad para
quienes deseaban estar preparados para recibir al Mesías.
Juan: Retiro mi argumento, y admito que cuando Jesús hablaba de “nacer del agua”,
posiblemente pensaba en el bautismo. Pero también hablaba de “nacer del Espíritu”.
Los dos forman una unidad, que no se puede administrar a infantes que no son capaces
ni de entender la palabra ni de creer.
Martín: Una ves más olvidas lo que un poco antes habías admitido, a saber que
cuando nuestro Señor dice que los niñitos reciben el reino de Dios, implícitamente
enseña que tienen la capacidad de creer. En cambio tienes razón al decir que el
nacimiento de agua y el del Espíritu forman una unidad. Estos dos constituyen, en
conjunto, el nuevo nacimiento. Pero permíteme una pregunta: Cuando Pablo habla del
“lavamiento de la regeneración”, en Tito 3:5, ¿se estará refiriendo al bautismo?
Juan: Es muy común hablar entre nosotros del bautismo como un símbolo de la
regeneración. Si el bautismo simboliza algo, ese algo es la regeneración. 12 Al hablar de
esta manera, por supuesto tenemos en mente las palabras de Pablo en este pasaje de
Tito.
Martín: Hace poco, alguien señaló que existen opiniones diferentes en cuanto al
significado de la palabra “regeneración”, o nuevo nacimiento. Antes de pasar a discutir
la relación entre bautismo y regeneración, tendríamos que ponernos de acuerdo con
respecto a lo que se quiere decir con el término “nuevo nacimiento”.
Con el nacimiento físico llegamos a ser miembros de la raza humana pecadora. Con el
nuevo nacimiento llegamos a ser hijos de Dios y miembros de su pueblo. El nuevo
nacimiento implica un doble cambio: cambio en nuestra relación con Dios y nuestro
“status” ante a él, y cambio en nuestra relación interior, en la mente y en el corazón. En
otras palabras, regeneración implica un don de doble efecto: adopción o recepción en el
estado de hijo de Dios, y renovación del corazón, o creación de una mente y de un
corazón propios de un hijo de Dios. Lo primero ocurre mediante el perdón y la
justificación, lo segundo mediante la renovación por el Espíritu Santo. El nuevo
nacimiento se produce cuando una persona recibe a Cristo como salvador. “A todos los
que le reciben, les dio potestad (derecho) de ser hechos hijos de Dios” (Jn.2:12). El
término griego exousia que figura aquí, potestad y también derecho, o, en otras
palabras, la mente y el estado de un hijo de Dios.
¿Qué te parece, hermano Juan: es bíblica esta definición del nuevo nacimiento?
Juan: Sí, me parece muy buena.
Martín: El “lavamiento de la regeneración” que Pablo menciona en su carta a Tito
es el “lavamiento del pecado”, o perdón de los pecados, que se produce en la
regeneración. De hecho se produce en virtud de la sangre de Cristo, pues sólo la sangre
de Cristo puede lavar la mancha del pecado. Pero esta sangre se puede aplicar a la
persona - o los pecados de esa persona se pueden declarar perdonados – ya sea por el
bautismo, conectado con la palabra, ya sea por la palabra sola. Por regla general, esta
aplicación ocurre por ves primera en el bautismo. Si un persona bautizada ha caído de la
gracia y vuelve a ella en sincero arrepentimiento, la gracia le es aplicada por la palabra
sola: en la palabra del evangelio se le asegura que sus pecados han sido perdonados y
“lavados” por la sangre de Cristo. Cuando Pablo habla del lavamiento de la
regeneración, es posible que tenga en mente ambos: el lavamiento que se produce por
medio del bautismo y la palabra, y el lavamiento que se produce por la palabra sola.
Pero ante todo se ha de referir al lavamiento de la regeneración en el bautismo.
Recordarás que Pablo tuvo esta experiencia en carne propia, aquel día en que fue
bautizado por Ananías, acto mediante el cual fue lavado de sus pecados. La expresión
que usa Cristo, “nacimiento de agua”, se refiere a lo mismo: lavamiento de las manchas
producidas por el pecado, mediante el perdón que se comunica en el bautismo “para
perdón de los pecados”. El nacimiento del Espíritu es la renovación del corazón, el cual
pasa del estado de incredulidad a la fe, y de la desobediencia a la obediencia. El Espíritu
Santo hace su obra en el hombre cuando llega a su corazón.
Estos dos dones forman el nuevo nacimiento. Pero cuando Dios salva a los hombres,
no da la salvación eternas en un solo bulto. Lo vemos por ciertas declaraciones del
Nuevo Testamento, y también por el relato que allí se hace por las vivencias de algunas
personas. El apóstol Pablo escribe en su carta a los Gálatas, cap.4:4-6: “Dios envió a su
Hijo ...para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la
adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de su
Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!”
Gracias a la obra redentora de Cristo recibimos la adopción de hijos. A aquellos que
recibieron este don, Dios les envía Su Espíritu a fin de que dé testimonio en sus
corazones de esta adopción, y clame “¡Abba, Padre”. Primero la adopción, después el
Espíritu, así como el lavamiento de la regeneración viene primero, y luego la
renovación del Espíritu.
Juan: Me parece que esto es más bien un orden lógico, no cronológico.
Martín: En cierto sentido es un orden lógico, y a menudo no más que esto. Pero en
el Nuevo Testamento se registran algunos casos en que es no sólo un orden lógico sino
también cronológico.
El primero de estos casos es el de los primeros discípulos. El Señor les dijo, durante
su ministerio público y antes de que ellos hubieran recibido el Espíritu Santo: “Ya
vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado” (Jn.15:3). “Y vosotros limpios
estáis...” (Jn.13:10-11).
En la misma noche, Cristo hablaba de un lavado limpiador: “El que está lavado, no
necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio: y vosotros limpios estáis, aunque
no todos. Pues sabía quien le iba a entregar”.
Los discípulos habían recibido un baño limpiador mediante la palabra y el bautismo,
en virtud del cual habían llegado a ser sus seguidores. Por esa palabra y ese bautismo
habían obtenido la garantía del perdón de sus pecados. Este don lo poseían ya antes de
Pentecostés, es decir, antes del bautismo del Espíritu. Por supuesto, el Espíritu había
iniciado la obra en sus corazón de ellos, de manera que creían en Cristo y deseaban
seguir en pos de él. No obstante, su mente seguía siendo una mente más bien carnal, y la
verdadera renovación del Espíritu y el equipamiento con poder desde lo alto no se
produjo hasta Pentecostés.
El libro de los Hechos se menciona, además, tres cosas en que la obra de Dios en los
hombres se realizó en dos fases. Cuando Felipe predicaba el evangelio en Samaria, “la
gente de la ciudad, unánime, escuchaba las cosas que decía Felipe” (Hch.8:5-6). Fueron
bautizados, pero en aquella ocasión aún no habían recibido el Espíritu Santo. “Porque
aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido
bautizados en el nombre de Jesús” (v.16). Cuando los apóstoles en Jerusalén se
enteraron de los eventos en Samaria, Pedro y Juan fueron allá, oraron por los
samaritanos conversos, “y entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu
Santo” (v.17).
Hay quienes interpretan este pasaje en el sentido de que realmente, los samaritanos
recibieron el Espíritu en el momento de ser bautizados, pero que recibieron el don de
lenguas y algunos otros dones carismáticos más mediante la imposición de manos. Sin
embargo, esta interpretación está en abierto conflicto con las palabras del texto; mejor
es que dejemos el texto tal como está.
Cuando `Pedro predicó en la casa de Cornelio, y mientras decía estas palabras: “Todos
los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre”, el Espíritu Santo
cayó sobre todos los que oían el discurso. Pedro y sus compañeros quedaron
asombrados, no solo porque el Espíritu Santo cayó sobre gentiles, sino porque este don
precedió al bautismo. Acto seguido, el apóstol Pedro manda a que sean bautizados en el
nombre del Señor Jesús (Hch. 10:43-48). Aquí tenemos, pues, un caso de personas que
recibieron el don del Espíritu Santo antes de recibir el bautismo con agua.
El tercer caso se relata en Hechos 19:1-7. Estando Pablo en Éfeso, encontró allí
algunos discípulos de Juan, y les dijo: “Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?”
Ellos confesaron no saber nada acerca del Espíritu Santo, con lo que probablemente
querían decir que no tenían conocimiento del descenso del Espíritu Santo sobre los
discípulos, ni tampoco podían hablar de una experiencia personal relacionada con la
acción del Espíritu. Entonces se los bautizó en el nombre de Jesús, y habiéndoles
impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo.
En este caso, las personas recibieron el Espíritu Santo poco después del bautismo,
mediante la imposición de manos por parte de Pablo. La pregunta del apóstol:
“Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?” indica que una persona puede creer en
Cristo, en cierto sentido, como creyeron los discípulos antes de Pentecostés, y como
creyeron los samaritanos antes de que Pedro y Pablo les impusieron las manos, sin
recibir en el acto el Espíritu Santo.
Juan: ¿Será entonces, una regla general que esta obra de Dios se realice en dos
fases, o que hay dos etapas en el camino hacia una fe viviente?
Martín: No. Seguro que no. Es obvio que en los días de los apóstoles hubo muchas
personas que llegaron a la fe y recibieron el Espíritu Santo o que fueron bautizados con
agua y con el Espíritu, a un mismo tiempo. Pero hubo también otros casos en que
“llegaron a la fe”, posiblemente en conexión con el bautismo, fue solo una fase
preparatoria. Estas personas llegaron a ser creyentes del Nuevo Pacto en sentido pleno
en algún momento posterior, al recibir el bautismo del Espíritu Santo. Dios guía a cada
persona por el camino que él considera conveniente, y a nosotros no nos corresponde
prescribirle formula alguna al respecto, como a veces se ha hecho.
Pero con todo, las palabras de Pablo a los doce discípulos en Éfeso, así como también
la conducta de Pedro y Pablo en Samaria, demuestran que la iglesia apostólica
consideró muy importante y esencial que no se dejara a la gente en la fase preparatoria,
sino que llegasen a ser partícipes del Espíritu Santo, y de esta manera tuviesen una fe
viva y poder desde lo alto.
Un hecho que llama la atención es que en el Nuevo Testamento no hay noticia alguna
de personas que hayan recibido el Espíritu en el momento de su bautismo. Puede ser
que haya ocurrido tal cosa, aunque no existan pruebas escritas para ello. Por lo tanto, los
que sostienen que en el bautismo se recibe siempre, o generalmente el Espíritu Santo,
no tienen un fundamento firme para su aserción.
Juan: ¿Crees que personas que personas que están bajo la influencia de un ambiente
cristiano, y que se muestran abiertas a esa influencia , son salvas y heredan la vida
eterna?
Martín: El juez último sobre vivos y muertos es Cristo, no nosotros. Entre los
herederos del reino eterno habrá más de uno del cual no esperábamos que sería salvo; y
entre los condenados habrán muchos que considerábamos buenos cristianos. Sin
embargo, todos nosotros tenemos sobradas razones para tomar en serio las advertencias
de Cristo, no sea que nos engañemos a nosotros mismos. Recordarás lo que dijo Jesús
en la parte final del Sermón del monte: “ No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará
en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu
nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y
entonces los declarará: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”
(Mt.7:21-23).
Estas palabras de Cristo nos muestran que una persona puede suponer que es cristiana,
y hasta estar convencida de ello. Recibió el bautismo, sea de chico o de adulto (o ambos
bautismos), fue miembro de un iglesia, hizo profesión de ser cristiano, asistía a los
cultos, participaba de la santa cena, y hasta predicó a otros y los instruyó, e hizo grandes
cosas; y a pesar de todo esto, nunca nació realmente del Espíritu. “Si alguno no tiene el
Espíritu de Cristo, no es de él”, dice Pablo (Ro.8:9). Si un persona no hizo la voluntad
del Padre que está en los cielos, arrepintiéndose de sus pecados, si no fue limpiada de su
iniquidad por la sangre de Cristo, y renovada por el Espíritu Santo para llevar una vida
en fe y obediencia, no es `conocida´ por Cristo, será condenada eternamente.
En la parábola de las diez vírgenes, Cristo relata que la diez, salieron a recibir al
esposo, pero solo cinco de ellas fueron admitidas a la fiesta de bodas. Las cinco
restantes no tenían aceite en sus lámparas. En consecuencia, tuvieron que quedar afuera,
porque Cristo no las reconoció como suyas (Mt.25:1-12). Aquellas vírgenes insensatas
son una imagen de cierta clase de miembros de la iglesia que dicen ser cristianos y que
“tienen apariencia de piedad, pero niegan la eficacia de ella” (2 Ti.3:5). Tienen todas las
características externas – las lámparas – del cristianismo, pero no tienen en su corazón
la gracia salvadora y el Espíritu de Dios; a sus vasijas les falta el aceite. Me temo que un
gran número de los que fueron bautizados de chicos y que confían en su bautismo de un
manera equivocada, sin tener una fe viva, pertenecen al grupo de las “vírgenes
insensatas”. Algún día se encontrarán con la terrible sentencia de que Cristo no los
conoce y no los admitirá en el cielo. Y estoy seguro de que en este grupo habrá también
muchos que recibieron el bautismo después de haber hecho profesión de fe y pertenecen
también a ese grupo de “vírgenes insensatas”. Muchos dirán que asistieron a la
predicación de la palabra de Cristo, y que, como miembros de la iglesia, participaron de
la cena del Señor, factores en virtud de los cuales, a juicio de ellos, se los debe
considerar cristianos. Pero el día en que Cristo venga para hacer juicio, todos serán
dejados afuera. El Señor le dirá: “No sé de dónde sois; apartaos de mí, hacedores de
maldad”. A pesar de su bautismo, y de haber sido miembros activos en su iglesia, en
realidad jamás entraron por la puerta angosta (Lc.13:24-28). En realidad jamás
nacieron de nuevo, por medio del agua y del Espíritu. Tampoco pertenecieron a Cristo
como “ovejas suyas, que oyen su voz, y le siguen” (Jn.10:27-28).
Estas son solamente advertencias de parte de Cristo, a fin de que nadie se engañe. El
evangelio y los sacramentos son bendiciones sublimes; pero seremos salvos sólo si, por
medio de ellos, realmente nacemos de nuevo por obra del Espíritu, oímos la voz de
Cristo, le seguimos, y hacemos la voluntad del Padre en los cielos. Un sincero
arrepentimiento, una fe sincera en Cristo: esto es lo que se necesita, no importa que se
haya recibido el bautismo en la infancia o de más grande.
Juan: Pienso igual que tú. Sé de muchas personas que fueron bautizadas después de
hacer profesión de fe, sin que se pueda decir que realmente hayan nacido del Espíritu. A
esto apunta Cristo co su parábola del sembrador (Mt.13:3-9, 18-24). Hay personas cuyo
corazón es como el pedregal del que habla la parábola: reciben la palabra con gozo, y
dicen tener fe; pero todo es superficial, y de poca duración. No se produjo ningún
cambio en su corazón; y así, pronto dan pasos atrás. Otros son como aquellos en cuyo
corazón la palabra cae como entre espinos: al comienzo se nota cierto crecimiento, por
algún tiempo dan pruebas de ser creyentes, pero durante todo ese tiempo, las raíces de
los espinos permanecieron en su corazón, y así terminan por ahogar la palabra. Todos
tenemos motivos para auto-examinarnos constantemente, a fin de que nuestro
cristianismo no se haga superficial e insípido.
Pero volvamos a nuestro tema: la relación entre bautismo y regeneración. Admito que
el Nuevo Testamento habla de un nacimiento de agua, o de un nuevo nacimiento de
agua y del Espíritu. Pero en la mayoría de los casos enseña una regeneración por medio
de la Palabra de Dios. Los cristianos han sido renacidos (engendrados) de simiente
incorruptible, por la palabra de Dios (1 P.1:23). Dios los hizo nacer por la palabra de
verdad (Stg.1:18), o por medio del evangelio (1 Co.4:15). La Biblia dice también que
los cristianos son nacidos de Dios, o del Espíritu (Jn.1:12; 2:5; 6:8; Gá.4:29; 1Jn.2:29;
3:9; 4:7; 5:1; 4:18). Según parece, esto significa que Dios, o el Espíritu, es el que
efectúa el nuevo nacimiento, usando la palabra del evangelio como su medio y a los
cristianos como sus agentes. ¿Cómo haces para poner en consonancia los pasajes que
hablan de la regeneración por medio de la palabra, y los que hablan de la regeneración
por medio del bautismo?
Martín: Me alegra que hayas planteado esta pregunta. El hecho de que en el Nuevo
Testamento se habla mayormente del nuevo nacimiento por medio de la palabra es una
prueba de que no pueden tener razón los que sostienen que la regeneración se produce
siempre y sin excepción por medio del bautismo, y del bautismo solo.
La palabra, el evangelio, es el principal medio de gracia. Incluso en el bautismo, la
palabra es lo más importante. El rito sacramental sólo es una especie de certificado que
garantiza a la persona bautizada que la promesa del evangelio es firme y válida. Creo
que no hace falta que nos extendamos aún más acerca de ese tema.
En el sentido espiritual, el nuevo nacimiento es lo mismo que el acto de encender una
fe viva en el corazón del hombre. “Fe” no sólo implica creer en Cristo como Salvador
personal, y confiar en que de él nos viene el perdón y la justificación; significa también
un conocimiento de Cristo basado en la experiencia personal, comunión con él, amor
hacia él, sujeción a sus enseñanzas y órdenes en obediencia gozosa, y como fruto de esa
fe, la confesión de su nombre entre nuestros semejantes – confesión con la boca, y
mediante una vida santa en amor y verdad. Todo esto el Espíritu Santo lo produce
primordialmente por medio de la palabra. Comparados con la palabra, los sacramentos
son de valor secundario, como que están al servicio de la palabra del Evangelio. Por eso
dice el apóstol Pablo: “No me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio”
(1Co.1:17).
El bautismo es, por supuesto, una parte del evangelio, a cuyo servicio está como un
medio externo para la aplicación y “certificación” del evangelio a la persona en
particular. Podríamos decir también, que en el bautismo, los rayos del evangelio se
concentran en una sola persona. Pero de todos modos, el evangelio es poder de Dios
para salvación a todo aquel que cree (Ro.1:17). La eficacia salvífica del bautismo es la
eficacia salvífica del evangelio, ya que el bautismo es un servidor del evangelio, y una
forma especial de aplicación del evangelio.
Juan: Ahora el asunto me resulta más claro que antes. Según tu modo de entenderlo,
el bautismo es una manera de aplicar el evangelio, y como tal, una obra de Dios para el
hombre, a los efectos de ayudarle a hacerse partícipes de la salvación en Cristo. De
acuerdo con el concepto bautista, el bautismo es un fruto de la fe, una obra del hombre
con proyección hacia Dios y los demás hombres, ante quienes ese hombre confiesa su fe
al recibir el bautismo. En cuanto al significado y al contenido, el bautismo bautista
parece ser un rito totalmente distinto del que practican ustedes. Sin embargo, tengo la
impresión de que lo dicho por Pablo en cuanto a la circuncisión, en el caso de Abraham,
tiene una gran afinidad con el entendimiento bautista del bautismo: Abraham recibió la
circuncisión como un sello de la justicia que ya existía antes. Tal es también el concepto
bautista: que el bautismo es un sello de la justificación y salvación que ya existía antes
en los bautizados. ¿No se puede aplicar este concepto a casos como el de Cornelio,
donde la fe salvadora y el Espíritu Santo se reciben antes del bautismo?
Martín: En lo que concierne a circunstancias como las de Cornelio, creo que sí, que
se puede aplicar este concepto. En tales casos, el bautismo es un sello o una garantía de
la salvación que la persona en cuestión ya recibió. Pero los que tienen el concepto
bautista, por lo general no hablan del bautismo como un sello. Para ellos es un símbolo
que se usa al confesa la fe y la certeza personal de salvación. El bautismo como sello es
una obra de Dios dirigida al hombre, mientras que el bautismo como acto simbólico es
un acto del hombre. Por eso, las palabras de Pablo respecto de Abraham no se pueden
aplicar al concepto bautista. Por otra parte, los que sustentan la posición bautista, por lo
común niegan toda conexión, o hasta analogía, entre circuncisión y bautismo. Para ser
consecuentes, tampoco la deberían ver en este caso.
Espero que ahora comprendas que la posición bautista y el entendimiento
párvulobautista respecto del bautismo son tan diferentes y contradictorios que no hay
forma alguna de armonizarlos. Por fuerza, uno de los dos conceptos tiene que ser
bíblico, y el otro no puede serlo. No alcanzo a ver un punto de enlace entre la doctrina
bautista y el bautismo de las Escrituras en lo que al contenido y significado del
bautismo se refiere.
Juan: Me voy dando cuenta que nuestra doctrina acerca del bautismo quizás no sea
tan bíblica como yo había creía. Sin embargo, quisiera saber algo más con respecto a la
relación que hay entre bautismo de infantes y salvación.

3. BAUTISMO DE INFANTES Y SALVACIÓN


Martín: ¿Crees que todos lo hombres al venir a este mundo son pecadores y sujetos
a condenación? En otras palabras: ¿Crees que los infantes necesitan la salvación que
ofrece Cristo?
Juan: Todo miembro de la raza humana, si excepción alguna, tiene una naturaleza
corrupta, que es la fuente de sus actos pecaminosos, y que en sí misma es pecado. Al
decir “naturaleza” me refiero a la que le es inherente, a la que tiene por nacimiento. Que
hay un estado corrupto innato, del cual emana las acciones y disposiciones
pecaminosas, lo dicen con toda claridad las palabras en Lucas 6:43-45: “No es buen
árbol el que malos frutos... El hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo”.
En el Salmo 58:3 leemos: “Se apartaron los impíos desde la matriz; se descarriaron
hablando mentira desde que nacieron”. Esta naturaleza corrupta la tiene el hombre
desde el primer momento de su existencia, como nos lo dice el Salmo 51:5 “He aquí, en
maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”. Pablo declara en Efesios
2:3, que todos los hombres son por naturaleza hijos de ira. Estos textos dos cosas:
primero, que el pecado es una depravación innata en el corazón del hombre, y segundo,
a causa de esa depravación, el hombre es culpable, merecedor de condenación ante los
ojos de Dios, y sujeto a su ira. No existen excepciones; todos son pecadores y todos
necesitan la salvación. 13
Martín: Me alegra oír que tengas este entendimiento tan bíblico del pecado de los
hombres y de su necesidad de salvación. Cristo dice a Nicodemo: “Lo que es nacido de
la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te
dije: Os es necesario nacer de nuevo”. “El que no naciere de agua y del Espíritu, no
puede entrar en el reino de Dios”. (Jn.3:5-7).
Ustedes enseñan que los infantes no pueden ser nacidos de nuevo porque no son
capaces de entender el evangelio. Entonces, ¿creen ustedes los infantes no tienen la
posibilidad de ser salvos? Así como lo veo yo, esta es la única conclusión que podemos
sacar de la doctrina bautista.
Juan: No, no creemos que los infantes estén perdidos. Los que mueren en su
infancia son salvados por la reconciliación que hizo Cristo.
Martín: ¿Y cómo creen ustedes que los pecadores nos hacemos partícipes de la
reconciliación hecha por Cristo? ¿Acaso no es por medio de la fe en el nuevo
nacimiento?
Juan: Sí, así es. Pero los niños se salvan directamente por esa reconciliación.
Martín: Entonces, para ustedes hay dos caminos totalmente diferentes que conducen
a la salvación: Los infantes y los adultos son igualmente pecadores, ambos están
condenados. Los adultos son salvados en virtud de la fe y del nuevo nacimiento, y los
infantes en cambio lo son sin fe y sin nuevo nacimiento. ¿Cómo hacen para que sean
compatibles la enseñanza de ustedes y la palabra de Dios que tú mismo citaste hace un
momento, y qué de las palabras de Cristo a Nicodemo que acabo de citar: que todos los
hombres son nacidos de la carne, y no pueden entrar en el reino de Dios sin nacer de
nuevo, o sin el nacimiento de agua y del Espíritu? ¿Querrán declarar nulo y sin valor lo
que dijo Cristo, en lo que a los infantes se refiere?
Juan: No tengo la menor intención de rechazar palabra alguna de Cristo o de la
Biblia. Pero no puedo comprender cómo un infante puede creer, incapaz como es de
entender la palabra de Dios. Arrepentimiento y fe van juntos. El hombre tiene que llegar
a la convicción de que es un pecador; tiene implorar perdón, y creer el evangelio. “La fe
es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. (Ro.10:17). Ustedes tienen dos conceptos
distintos de cómo se llega a la fe: uno para los infantes y otro para los adultos.
Martín: Francamente reconozco que yo tampoco entiendo cómo los infantes pueden
creer. El orden regular es el que tú indicaste: hay que llegar a ser creyente en virtud del
arrepentimiento y de la fe en el evangelio. Pero aunque no entiendo cómo una criatura
pude tener fe, me conformo con tomar las palabras de Cristo tal como están escritas.
(Esto de querer entender lo que la razón rechaza por su propia naturaleza, ha traído
errores doctrinales y a montón). Él dice que los niños reciben el reino de Dios, y la
Biblia no nos enseña otro camino por el cual se puede recibir el reino de Dios excepto el
camino de la fe. Suponer que se puede recibir el reino sin fe es dar lugar a nuestras
propias especulaciones, sin respaldo por parte de las Escrituras, al menos con una
respetuosa y sana interpretación de ellas.
El simple sentido de las palabras de Cristo es que ningún hombre, ni siquiera un niño,
puede ser salvo sin haber nacido de agua y del Espíritu. Si les negamos el agua, o el
bautismo, no son nacidos de agua; y si quedan sin el primer factor que habilita entrar en
el reino de Dios, quedarán afuera de ese reino. Por lo tanto, si les negamos el bautismo,
les impedimos acercarse a Cristo y entrar en su reino, y actuamos directamente en
contra de lo que él dijo con palabras claras.
Juan: ¿Qué decir entonces de los infantes que mueren sin haber sido bautizados?
Según la doctrina de ustedes, están perdidos.
Martín: La Biblia no nos revela nada en cuanto al destino de los niñitos que mueren
sin haber sido bautizados. En general, creemos que Martín Lutero tiene razón cuando
dice: “Lo que condena no es carecer del sacramento, sino el rechazarlo”. Si los niños
pequeños se quedan sin bautismo no es por su propia culpa, sino porque no se acepta y
se desatiende la orden de Cristo: “No te extrañes de que te diga: Todos tienen que nacer
de nuevo” (Jn.3:7). Ese tema de los infante que mueren sin haber sido bautizados y su
estado ante Dios, dejémoslo en las manos del amoroso Padre celestial, como también
los miles y miles que no llegan al mundo con vida. Más que esto no podemos decir en
cuanto a los infantes que mueren sin bautismo, puesto que Dios no consideró oportuno
revelarnos nada al respecto en su santa palabra.
Me parece que tu línea de pensamiento es más o menos ésta: Los niños no bautizados
no pueden estar perdidos. Los infantes no pueden ser nacidos de nuevo porque no son
capaces de entender el evangelio. Por consiguiente, tienen que ser salvados
directamente por medio de la obra reconciliadora de Cristo.
La primera premisa de ese razonamiento se refiere a algo que no tenemos fundamento
alguno en la Biblia. ¿Crees que una doctrina tan fundamental puede basarse un supuesto
que no tiene fundamento en la palabra de Dios?
Juan: Por su puesto que no. Nunca creí que en ese punto, nuestra doctrina se basa en
un razonamiento tan poco admisible.
Martín: Tu honestidad merece mi pleno respeto. Lo mejor será, entonces, que
dejemos de lado toda esa cuestión del destino que espera a los niños no bautizados.
Tenemos que edificar nuestras enseñanzas sobre lo que las Escrituras dicen, no sobre lo
que no dicen.
Si Dios salva a los niñitos mediante un procedimiento excepcional que nosotros no
conocemos, esa excepción no nos puede servir de asidero para hacer deducciones de
uno o de otro tipo. La vía normal, señalada por Dios, para llegar a la salvación es que el
hombre tiene que nacer de nuevo de agua y del Espíritu a fin de poder entrar en el reino
de Dios. Y la voluntad claramente expresada por Cristo es que los infantes han de ser
llevados al reino de Dios.
Un hecho interesante es, como ya lo hice antes, que la idea de un nuevo nacimiento en
el bautismo no es una idea novedosa del cristianismo. La sinagoga enseñaba que cuando
un prosélito entra en el pacto divino mediante el bautismo, se produce allí un nuevo
nacimiento. Nicodemo conocía muy bien esta terminología de la sinagoga, ya que era
un “maestro de Israel”. Cuando Jesús le habla de la necesidad de nacer de agua,
Nicodemo naturalmente tomó esto como una referencia al bautismo. Esto nos prueba,
además, que Jesús tenía en mente el bautismo el “ser nacido de agua”. Para conseguir
entrada al reino de Dios, el hombre tiene que ser bautizado para perdón de los pecados,
y recibir el Espíritu Santo.
Repito: Conforme a la expresa voluntad de Cristo, los infantes son llevados a él y a Su
reino por medio del bautismo. Mediante el bautismo llegan a ser sus discípulos. Más
tarde hay que enseñarles que guarden todas las cosas que él nos ha mandado.
Juan: Un infante no puede arrepentirse conscientemente, ni puede tener una fe
consciente. ¿No te parece que tal convicción consciente de pecado y fe, basada en una
experiencia personal de la gracia divina, es una necesidad para los hombres? ¿O crees
que las personas que fueron bautizadas en su infancia llegan a ser cristianos genuinos en
virtud de un crecimiento gradual inconsciente?
Martín: Buenas preguntas, y muy pertinentes. Te agradezco haberlas planteado.
En el bautismo, los niñitos son adoptados por Dios como hijos suyos, y limpiados de
la culpa de su innata corrupción pecaminosa. Se los introduce en el reino de la gracia, en
una nueva relación con Dios por causa de Cristo. El Espíritu Santo está presente en el
bautismo, y hace en el infante la obra que es posible en esta fase de su desarrollo. Dios
trata con los hombres como personas, no como cosas. Su obra no es mecánica ni
mágica.
Cae de maduro que una criatura no puede tener una convicción consciente de su
condición de pecador, ni tampoco puede tener una experiencia consciente de la gracia y
salvación de Dios en Cristo Jesús. No puede confiar conscientemente en Cristo ni
sujetarse a él. Su fe tiene que ser una fe inconsciente, porque Cristo dice que un niño
puede recibir el reino de Dios, y eso quiere decir que tiene fe.
El significado del bautismo es, sin embargo, que la persona ha de arrepentirse
conscientemente, experimentar la salvación en Cristo, creer en él como su salvador
personal, y entregarle su corazón y su vida. Cuando esa persona recibió el bautismo en
su infancia, todo esto tiene que producirse en una etapa posterior, cuando alcanzó la
edad de discreción, Así como en el pacto Antiguo; los que habían sido circuncidados de
niños debían tener más tarde una circuncisión consciente de su corazón, para amar a
Dios sobre todas las cosas, confiar en él, y obedecerle. También en este aspecto, la
circuncisión de infantes y el bautismo de infantes son análogos.
Por consiguiente, es preciso que toda persona bautizada como criatura tenga una
experiencia personal consciente de pecado y gracia, a fin de que la gracia que le ha sido
comunicada en su infancia, se haga para esta persona una realidad que ella misma
conoce, y que ella misma posee.
A pesar de que la doctrina bautista en cuanto al significado del bautismo no condice
para nada con la Biblia, se puede observar que en su práctica cristiana, los defensores de
la posición bautista eran a menudo más bíblicos que los que practicaban el bautismo de
infantes. Insistían en que debía existir un arrepentimiento y una fe conscientes y
personales, o una conversión verdadera, en la vida de todas las personas; y esta es la
razón por qué ellos tienen en sus iglesias tantos cristianos que confiesan su fe
gozosamente. En cambio, los que practican el bautismo de infantes – si bien su doctrina
del bautismo era más bíblica – a menudo descuidaban la labor evangelizadora e incluso
inducían a la gente a creer que eran buenos cristianos y que tenían la salvación
asegurada simplemente por haber sido bautizados, a pesar de que no tenían una fe activa
ni un conocimiento de Cristo ni eran seguidores suyos, lo cual, por su puesto, es un
horrible engaño y un fatal error.
Los que se autodenominan hijos de la Reforma Evangélica, y en este sentido
consideran a los reformadores sus padres espirituales, frecuentemente dejaron a un lado
las enseñanzas de estos padres. Tanto Lutero como Calvino enseñan que donde no
existe una fe personal y un conocimiento de Cristo, el bautismo no salva, porque sin
estos componentes, el significado del bautismo no llega a concretarse en la vida de la
persona. Lutero dice en su Catecismo Menor que el bautismo “efectúa perdón de los
pecados, redime de la muerte y del diablo y da la salvación eterna a todos los que creen,
tal como se expresa en las palabras y promesas de Dios... En verdad, no es el agua el
que hace cosa tan grandes, sino la palabra de Dios...y la fe que confía en el palabra de
Dios...”. Y Calvino escribe en su “Institución” “El bautismo no nos es santificado, si la
palabra de la promesa no es recibida por la fe...Ciertamente, por largos años hemos
estado ciegos, y no hemos aceptado la promesa que se nos hacía en el bautismo; pero la
promesa, por haberla hecho Dios, ha permanecido siempre constante, firme y
verdadera... Admitimos, pues, que el bautismo no nos ha servido de nada durante aquel
tiempo, puesto que no hacíamos caso de la promesa que en él se nos hacía... Pero ahora,
cuando por la misericordia de Dios comenzamos a volver en nosotros, condenamos
nuestra ceguera y dureza de corazón por haber sido durante tanto tiempo ingratos a su
gran bondad. Sin embargo, no creemos que la promesa se haya desvanecido; al
contrario, nos hacemos esta consideración: Dios promete por el bautismo la remisión de
los pecados; si la ha prometido, sin duda alguna la cumplirá con todos los que creyeren
en ella. Esta promesa se nos ha ofrecido en el bautismo; abracémosla, pues, por la fe. Es
cierto que por nuestra infidelidad ha estado por largo tiempo sepultada; recibámosla
ahora por la fe”. 14
Tanto Lutero como Calvino se atenían a la declaración bíblica de que la promesa y el
pacto de Dios en el bautismo son constantes, firmes y verdaderos, sea que el hombre
crea en ellos, o no; pues la incredulidad de los hombres no hace nula la fidelidad de
Dios. Ambos enseñan que el bautismo trae bendición y salvación sólo a los que creen en
el evangelio. En su verdadero sentido espiritual, el nuevo nacimiento se produce por
medio de la fe, y únicamente los creyentes son en verdad personas que han nacido de
nuevo. Sólo en ellos se ha concretado el significado del bautismo. Los incrédulos o no
han experimentado la gracia salvadora ni se la ha apropiado, o han caído de ella. No
viven en ella, sino que se han apartado de ella. Lutero dice que Abraham, Moisés, Isaac,
Gedeón y David eran creyentes re-nacidos pese a que nunca recibieron el bautismo,
mientras que los miembros de la iglesia que no creen, tampoco son regenerados, a pesar
de haber sido bautizados. 15 En modo común nace la fe en una persona adulta, Lutero
lo describe con las siguientes palabras: “Cuando la conciencia arrepentida y aterrada
obtiene paz, consuelo y gozo por el evangelio: a esto lo llamamos “fe”. Esta fe hace que
seamos considerados justos ante Dios. Hay que aclarar muy bien a la gente que esta fe
no puede nacer sin un serio arrepentimiento y terror de conciencia ante Dios......En este
hecho tenemos que insistir constantemente, a fin de que la gente no caiga en un auto-
engaño creyendo tener fe cuando en realidad están muy lejos de tenerla... Pues la fe,
para ser verdadera, tiene que traer consigo consuelo y regocijo en el Señor. Tal consuelo
y regocijo no puede experimentarlo una persona que no tiene contrición y terror de
conciencia, como dice Cristo..... ´El evangelio es predicado a los pobres`”. 16
Estas palabras se aplican no sólo a aquellos que han caído en incredulidad. Se aplican
también a personas que fueron religiosas desde su infancia, y que no se entregaron a una
vida manifiesta mundanal y pecaminosa. También ellas tienen que llegar a conocer por
experiencia propia qué es el pecado y la gracia, a fin de que el significado del bautismo
se haga realidad en su vida. De esta manera, su arrepentimiento y su fe, inconscientes
cuando fueron bautizados de niño, se convierte en un arrepentimiento y una fe
conscientes.
Juan: Me gusta el énfasis que pones en la evangelización y en la necesidad de un
arrepentimiento y una fe experimentados en carne propia. Pero al hablar de
arrepentimiento y fe inconscientes y conscientes, ¿no estás usando estos términos en dos
sentidos enteramente distintos, incurriendo así en una contradicción? ¿Cómo puede una
persona arrepentirse y creer inconscientemente?
Martín: Si yo tuviera que encarar esta cuestión de acuerdo con mi razón, tendría
que reconocer que lo que dices es cierto. Pero no quiero poner mi razón por encima de
la palabra de Dios sino más bien estar subordinada a ella, por más que no entienda, la
palabra es clara “No te extrañes de que te diga: todos tienen que nacer de nuevo”
(Jn.3:7). Dice que todos, ese todos es claro y preciso, porque lo que nace de carne, carne
es, ya sea adulto o infante. Es un ser humano pecador y necesita el nuevo nacimiento.
Es cierto que muchos confían en su bautismo de una manera equivocada. Pero no creo
la culpa de esto la tenga el bautismo de infantes, que innegablemente está basada en las
enseñanzas del Nuevo Testamento, ante todo en las palabras de Cristo mismo. En sí, el
bautismo de infantes es un institución, un vehículo de la gracia divina. Refiriéndose a
las palabras de Pedro (Hch.2:39): “Para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos”.
Calvino hace esta muy acertada observación: “Permanezcamos pues, firmes en que el
Señor es tan bueno y munífico con los suyos, que no solamente los tiene a ellos por
pueblo suyo, sino también a sus descendientes por causa de ellos”. 20 El hecho de que
muchos confíen de una manera equivocada en su bautismo recibido en la infancia hay
que achacarlo no al bautismo sino a una instrucción errada. La gente s propensa a
valerse de todas las ideas posibles en su intento de eludir un arrepentimiento y una
salvación personales. Pero está probado que cuando se predica la palabra de Dios con el
poder del Espíritu Santo, y con el propósito de conducir a los oyentes a un
arrepentimiento y una fe conscientes, el bautismo de infantes no constituye ningún
impedimento. Al contrario, resulta decididamente ventajoso. Hace poco, un pastor que
hizo obra de evangelización tato entre Bautistas como entre párvulobautistas me
comentó que según lo que él pudo comprobar, entre estos últimos las conversiones se
producían con más facilidad, y la obra es más prometedora. ¿No te parece que la
predicación del evangelio, como algo ordenado por Cristo, debiera practicarse y
mantenerse constantemente en la iglesia?
Juan: Sin duda alguna. Pero ¿Por qué me lo preguntas?
Martín: Supongo que tú sabes tan bien como yo que en el ámbito de la cristiandad,
la manera equivocada de predicar y enseñar envió a más gente al infierno que cualquier
error humano. ¿No será mejor, entonces, poner punto final a toda la predicación en las
iglesias, ya que gran parte de ella es perjudicial desde el punto de vista de la salvación
de las almas?
Juan: No me tomes por zonzo. Me imagino que lo que quieres decirme es que a una
cosa buena se la puede usar mal, y que ese mal uso y sus efectos dañinos no son razones
válidas para abandonar la cosa enteramente.
Martín: Exacto. Traté de hacer ver que el bautismo de infantes se basa en la
voluntad expresa y en las palabras de Cristo, y como tal, es un buen don de Dios. Con la
cena del Señor también se cometen abusos. Pero el hecho de que muchas personas la
reciben de una manera incorrecta, es decir, sin fe verdadera, no puede ser motivo ni
justificativo para que la dejemos a un lado.
Si queremos ser obedientes a las claras enseñanzas de Cristo, tenemos que bautizar a
los niños de las familias cristianas. Pero al mismo tiempo habremos de dejar en claro
que todos aquellos que recibieron el bautismo en su infancia, deberán tener una
experiencia personal de pecado y gracia, y recibir el Espíritu Santo de una manera
definida y consciente. Sólo así, una persona puede tener un conocimiento
verdaderamente fructífero de Cristo como su salvador, y el poder de seguirle y
consagrarle su vida.
Juan: Con lo que dijiste al último, estoy plenamente de acuerdo. Pero tengo la
impresión de que en la práctica, eso no es lo que creen y enseñan en la iglesia de
ustedes, y en las demás iglesias en que se usa el bautismo de infantes. Parece que los
pastores de esas iglesias suponen que los jóvenes que fueron bautizados de chiquitos
son cristianos, regenerados, cuando llegan a las clases de instrucción para
confirmandos, auque la mayoría de ellos no dan señales de que viven para Dios, o que
Dios vive en ellos. ¿No será que el meter a los niños y jóvenes en la escuela dominical y
las clases de confirmandos para que presten atención a la palabra, se debe a que en
realidad no viven una vida de fe? Todos los que son nacidos de Dios aman a su Señor y
a su palabra y todo lo demás que tiene que ver con Dios, de modo que no necesitan esta
coacción. Casi se podría decir, que la mayoría de los pastores tratan con incrédulos
como si fueran creyentes. Lo mismo vale de los miembros adultos. Si van a la iglesia y
llevan una vida decente, se los tiene por cristianos, pese a que no dan un testimonio
claro del Espíritu ni con su boca ni con el comportamiento.
Martín: Reconozco que puedes tener razón en lo que acabas de decir. Lo triste es
que no pocos pastores fallan en dividir la palabra en forma correcta, y aplican a cada
persona la porción que le corresponde. Tal vez, el engaño y el error más funesto que
pueda cometer un pastor es tratar a una persona incrédula y no regenerada como si fuera
un cristiano fiel, y confirmarla así en su andar por el camino que conduce a la
destrucción. La palabra de Dios hay que dividirla correctamente; al incrédulo, al
pecador arrepentido, al creyente: a cada uno de ellos hay que aplicarle lo que
corresponde a su situación particular. Ningún médico hará una mezcla de todos los
medicamentos y administraría ese mejunje a todos sus pacientes, no importa su estado y
sus necesidades. Sin embargo, esto es lo que muchos ministros hacen. Muy raras veces
se divide la palabra de Dios como es debido. Un pastor no regenerado posiblemente
pueda enseñar una doctrina correcta en cuanto a su aspecto formal, pero nunca será
capaz de dividir la palabra de Dios como corresponde. Por consiguiente, siempre
conducirá a la gente por caminos equivocados, como dice Cristo: “si un ciego guía a
otro ciego, ambos caerán en el hoyo” (Mt.15:14). Da pena decirlo, pero la verdad es que
en nuestros días, muchos creen que un pastor espiritualmente ciego pueda indicar el
camino de la vida con tal que este pastor conozca la doctrina correcta; o que Dios
llevará al pueblo a la fe mediante el ministerio de un pastor espiritualmente ciego.
Quiere decir que esa gente no cree que Cristo tenía razón al decir que si el ciego guía al
ciego, ambos caerán en el hoyo, en el hoyo de la condenación.
Juan: Lo mismo digo. Pero tengo otra pregunta. La mayoría que recibieron el
bautismo en su niñez, viven como incrédulos, y su bautismo parece no tener ningún
significado real para ellos. ¿Cómo me explicas esto?

CAER DE LA GRACIA Y RETORNAR A ELLA

Martín: Es verdad que la mayoría de los que fueron bautizados en su infancia, son
descreídos y van por el camino que lleva a la perdición. Pero la culpa no la tiene el
bautismo de infantes. Las razones son otras. La mayoría de la gente muere en la cama;
pero por lo común, la culpa no la tiene su cama. Muchos mueren de sobrealimentación;
pero esto no se debe al uso de los alimentos, sino a su abuso. Una cosa tiene que ser
buena en si misma antes de que se la pueda usar para mal.
En la era apostólica y también más tarde, se bautizaba sólo a los hijos de hogares
cristianos. Conforme a las directivas dadas por Cristo, a los bautizados se los debía
instruir a fin de que conocieran a su Señor y le siguieran. Esto no era posible sino en
hogares cristianos. En nuestros días, el bautismo de infantes se usa en forma demasiado
indiscriminada. Se bautiza a criaturas incluso en casos en que hay muy poca o ninguna
garantía de que serán educados cristianamente. Con esa práctica nos apartamos de los
principios seguidos por la iglesia primitiva. Un chico que se cría en un hogar donde los
mayores son incrédulos y quizás totalmente materialistas o hasta ateos, tiene sólo muy
remotas posibilidades de llegar a un conocimiento consciente y personal del Salvador,
ante el cual fue presentado en su bautismo.
Y aún allí donde los hijos bautizados viven en hogares cristianos, muchos de ellos
caen de la gracia. Por el Nuevo Testamento sabemos que un elevado porcentaje de
personas que se habían convertido como adultos, dieron pasos atrás y abandonaron a
Cristo, quiere decir, perdieron a Cristo. Se han calculado por lo menos la mitad, y a
veces más de la mitad, de las personas convertidas en las grandes campañas de
reavivamiento que suelen realizarse en la actualidad, no perseveran en su fe hasta el fin,
a pesar de los cuidados y la educación que reciben en las iglesias a las cuales se
afiliaron. ¿Habría de extrañarnos, entonces, que los niños que no reciben ninguna
instrucción cristiana se vuelcan al mundo y pierden su fe?
Juan: No puedo compartir tu opinión con respecto al caer de la gracia. Yo sé que tu
iglesia enseña que una persona puede ser salva y luego caer de la gracia y perderse para
siempre, a menos que vuelva a convertirse y sea restaurada en la gracia. Pero esto no es
lo que enseñan las Escrituras. Recordarás las palabras de Cristo: “Mis ovejas oyen mi
voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy la vida eterna; y no perecerán jamás, ni
nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie
las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Jn.10:27-29).
Dice además: “Esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me
diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del
que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y crea en él, tenga vida eterna; y yo
le resucitaré en el día postrero” (Jn.6:39-40).
Tampoco te son desconocidas las palabras de Pablo: “Estoy seguro de que ni la
muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por
venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor
de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro.8:38-39). Y este mismo apóstol
escribe: “A los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos
conforme a la imagen de su Hijo...; y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los
que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”
(Ro.8:29-30).
Estas declaraciones de Cristo y de Pablo nos enseñan con toda claridad que quien ha
sido salvado una vez mediante la fe en Cristo, jamás volverá a perderse. “No perecerán
jamás”. Dios glorificó a toda persona a la cual antes conoció, predestinó, llamó y
justificó. La doctrina de que una de que una persona ya salvada puede caer de la gracia
y perderse, se basa en la idea de que la salvación depende hasta cierto punto del hombre
y de su capacidad de permanecer fiel hasta la muerte. La Escritura nos enseña que así
como la salvación se obtiene por gracia sin méritos o aporte alguno por parte nuestra,
también la perseverancia en la fe es obra exclusiva de Dios. Pablo lo expresa así: “Dios
os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor
Jesucristo. Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo
Jesucristo nuestro Señor” (1Co.1:8-9). Y Pedro a su vez dice que los cristianos “son
guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está
preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1P.1:5). Lo mismo refleja el
apóstol Juan: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que
hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él,
porque le veremos tal como él es” (1Jn.3:2). Todos los hijos de Dios serán guardados
por el poder de Dios – no por su propio poder – para la salvación eterna, y todos ellos
saben que serán semejantes a Cristo cuando él se manifieste.
Hay quienes parecen ser cristianos, sin que en realidad sean salvos. Son como
aquellas vírgenes insensatas que “tienen apariencia de piedad” (Ti.3:5) y viven en
compañía de cristianos auténticos, más sin ser creyentes de verdad, “sin tener aceite en
sus vasijas”, como dice la parábola. Cristo nos advierte en tono muy serio: “No todo el
que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad
de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tú nombre
hicimos muchos milagros? Y entonces les declarará: Nunca os conocí; apartaos de mi,
hacedores de maldad” (Mt.7:21-23).
Estas palabras de Cristo demuestran que una persona puede haber hecho profesión de
ser cristiano, puede haber sido bastante activa en lo que llaman `la obra de la iglesia`,
puede haber cumplido verdaderas proezas en este sentido, y sin embargo, el Señor
nunca la conoció como de su pertenencia. No le dice: Hubo un tiempo en que te conocí;
pero entre tanto haz perdido mi favor y haz caído de la gracia, y ya no te conozco más,
sino que le dice directamente: “Nunca te conocí”.
En la parábola del sembrador, Cristo habla de la posibilidad de que parte de la semilla
caiga en pedregales donde encuentra muy poca tierra; brota pronto, pero pronto se seca
también. Así son muchas personas: el evangelio les causa una impresión superficial,
pero en su corazón no se produce ningún cambio; o los espinos del pecado permanecen
en su corazón y ahogan la palabra, y nunca llegan a ser creyentes de verdad. Si los
infantes verdaderamente han sido salvados en su bautismo, jamás caerían. El hecho de
que la mayoría de ellos nunca pueden ser considerados verdaderos cristianos demuestra
que nunca han sido verdaderamente salvados.
Martín: Conozco esa doctrina de la seguridad eterna, según la cual el hombre, una
vez salvo, lo es para siempre. Leí con mucha atención dos libros en los que se defiende
esta doctrina: La Eterna Seguridad del Creyente, de H.A.Ironside, 21 y No Perecerán
Jamás, de J.F.Strombeck, 22 y puedo afirmar que una buena parte de lo que allí se dice,
me dejó muy satisfecho. Las declaraciones de Cristo y de los apóstoles que citaste son
hermosísimas promesas que merecen nuestra eterna confianza, como toda la Palabra de
Dios. Concuerdo contigo, y con Ironside y Strombeck, en que la salvación es en su
totalidad una salvación por gracia, una obra de Dios desde el comienzo hasta el fin. Es
Dios el que obra tanto el querer como el hacer en todo lo que concierne a la salvación.
Que seamos salvados y preservados, se lo debemos a su poder divino. Librados a
nuestras propias fuerzas, somos seres condenados, impotentes, seres que están
enteramente a merced de Dios en lo que a la salvación se refiere.
Sin embargo, así como lo veo yo, la doctrina de la seguridad eterna es solo una línea
de la verdad que encontramos en las Escrituras. La otra línea de las enseñanzas bíblicas
apunta en dirección a la posibilidad, o serio peligro, de perderse, aún en caso de que una
persona alguna vez haya sido salva de verdad. No me puedo explicar de otra manera las
palabras de Pablo en Romanos 11:19-22, donde dice: “Pues las ramas, dirás, fueron
desgajadas para que yo fuese injertado. Bien; por su incredulidad fueron desgajadas,
pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no
perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. Mira, pues, la bondad y la
severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad
para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás
cortado”.
Pablo habla aquí a cristianos de origen pagano. Ellos obtendrán la salvación eterna si
permanecen en la bondad de Dios. De otra manera serán cortados. Si la doctrina una vez
salvo, salvo para siempre fuese correcta, estas palabras de Pablo carecerían de sentido,
ya que ninguna persona, una vez salva, podría ser cortada de Cristo.
El Señor Jesucristo dice con respecto a este tema: “El que en mí no permanece, será
echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogerán, y los echan en el fuego, y
arden” (Jn.15:6). Sólo es posible hablar de `permanecer en Cristo si se es injertado en él
mediante la fe, o sea, si se es salvo. El que no permanece en él de esta manera, corre
peligro de apartarse de él, y será echado en el fuego, y arderá. De una persona tal, Cristo
dice que puede dejar de permanecer en él, y que será rechazada y echada en el fuego.
¿Cómo podría haber dicho tal cosa, si de acuerdo con la doctrina de la seguridad eterna,
toda persona salvada permanece en Cristo y no será echada fuera jamás? Strombeck lo
explica así: Cristo no habla aquí de personas que en verdad son salvas. 23 Pero yo no
veo como alguien puede permanecer en Cristo a menos que sea salvo. Cristo dice en
otra oportunidad: “El que persevere hasta el fin, este será salvo” (Mt.10:22; 24:13;
Mr.13:13). También esta aserción carecería de sentido si cada creyente perseverase
hasta el fin. Strombeck sostiene que estas palabras de Cristo can dirigidas únicamente a
los israelitas, y no pueden ser aplicadas a los cristianos. 24 Pero para una diferenciación
de este tipo no hay ninguna garantía, pues en materia de salvación no hay diferencia
entre judíos y gentiles (Gál.3:28).
Pablo escribe: “El Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos
apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios”
(1Ti.4:1). Las palabras del apóstol no dejan lugar a dudas: algunos cristianos
apostatarán de la fe. Strombeck interpreta esto como una referencia no a la fe individual
en el Salvador, o fe salvadora, sino a la doctrina correcta. Pero en el Nuevo Testamento
no se habla de la fe en el sentido de `doctrina correcta´ solamente, sino que fe salvadora
personal y doctrina correcta son dos factores de un mismo conjunto. Y lo que Pablo
quiere decir es, que algunos cristianos apostatarán de ambos.
En Hebreos 6:4-6 leemos: “Es imposible que los que una vez fueron iluminados y
gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y así mismo
gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean
otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo
de Dios y exponiéndole a vituperio”.
Los que apoyan la doctrina de la seguridad eterna nos explican que este pasaje no
habla de personas verdaderamente salvas. Sin embargo, si una persona es partícipe del
Espíritu Santo, es decir, que tiene al Espíritu Santo morando en ella, no es salva,
francamente no sé quién lo es. También el término “gustar” suele apuntar a una genuina
y cristiana experiencia de gracia (1P.2:3). Cristianos que tuvieron una experiencia de la
salvación – que la han “gustado”- y que fueron hechos partícipes del Espíritu Santo:
tales cristianos pueden caer. Eso de que no pueden ser renovados otra vez para
arrepentimiento, quizás se refiere a casos en que las personas caídas, realmente
“crucifican de nuevo para sí mismas al Hijo de Dios y le exponen a vituperio, “o sea, se
convierten en enemigos manifiestos y encarnizados del cristianismo y cometen el
pecado contra el Espíritu Santo, pisoteando al Hijo de Dios, teniendo por inmunda la
sangre del pacto en la cual fueron santificados, y haciendo afrenta (escarnio, mofa,
según el sentido que la palabra tiene en griego) al Espíritu de gracia, como el mismo
autor escribe un poco más adelante (He.10:29).
Finalmente, si pensamos en ciertas parábolas del Señor, como la de la oveja perdida,
la de la moneda perdida, la del hijo pródigo (Lc.cap.15), veremos que no dan buen
sentido si la doctrina de la seguridad eterna es correcta. En estas parábolas, el pastor
perdió una oveja que era de su rebaño, la mujer perdió una moneda que le pertenecía, y
el hijo pródigo dejó a su padre y a su hogar. El pastor halló a su oveja, la mujer su
moneda, y el hijo volvió a casa. Todas estas parábolas transmiten la idea de que una
persona que forme parte del pueblo del Señor, puede perderse cayendo de la gracia, y
luego ser restaurada en ella, o retornar a ella por medio del arrepentimiento. La doctrina
de la seguridad eterna niega que la oveja jamás haya integrado realmente el rebaño del
pastor, o que se haya perdido realmente, o que el hijo jamás haya estado en la casa de su
padre, o que de veras se haya perdido.
Si quisiéramos seguir el método de quienes enseñan la doctrina de la seguridad
eterna, podríamos “probar”, por ejemplo, que al final todos los hombres serán salvos, y
ninguno se perderá para siempre, ya que la Biblia dice que Dios quiere la salvación de
todos los hombres, y que él tiene poder para dar cumplimiento a todo lo que quiere.
Pablo dice que Dios “reunir todas las cosas en Cristo, así las que están en los cielos,
como las que están en la tierra” (Ef.1:10). Nadie quedará excluido; todos serán salvos.
Sin embargo, la Biblia afirma que muchos se perderán para siempre. También enseña
que los que son de Cristo, no perecerán jamás; no obstante, algunos creyentes caerán de
la gracia y perderán a Cristo (Gá.5:4). Tenemos que tomar los dos aspectos de la
enseñanza bíblica tal como están, aún cuando con nuestra lógica humana no podamos
conciliar el uno con el otro. La fe vive en la tensión entre estos dos: la firme confianza
en la gracia y el poder preservador de Dios, y el peligro de caer. Y como este peligro es
un peligro tan real, lo lleva al cristiano a depositar su confianza en la misericordia y en
ese poder preservador de Dios, a velar y orar, a practicar la auto-disciplina mediante el
poder del Espíritu a fin de no ser eliminado, como dice Pablo (1Co.9:27); lo lleva
además a condenar sus propios pecados y faltas y a arrepentirse de ellos, confiando en el
perdón de Dios por causa de Cristo. El peligro de caer no tiene su origen en Dios, sino
en nosotros, y en el hecho de que el diablo, como león rugiente, anda buscando a quien
devorar (1P.5:8). El peligro y la posibilidad de una caída no conduce a confiar en las
propias fuerzas y en los propios esfuerzos, como piensa Strombeck. Al contrario; bien
entendido, ese peligro hace que el cristiano abandone toda confianza en sí mimo y se
entregue por entero a la misericordia y al poder preservador de Dios. Le ayuda al
cristiano a tener una visión realista de la situación en que vive, y a aferrarse a la gracia
sola, tanto para su justificación, como para su santificación, su salvación y su
preservación en la fe.
Juan: Debo admitir que los pasajes que citaste hablan bastante en contra de la
doctrina de la seguridad eterna. Reconozcamos, entonces, que es posible caer de la
gracia, y también que muchas personas bautizadas efectivamente sufrieron esta caída.
Pero a pesar de esto, la experiencia enseña que cuando se hace obra de evangelización
entre descreídos bautizados, estos no se diferencian para nada de incrédulos no
bautizados. ¿Me puedes explicar el por qué?
Martín: Un incrédulo es un incrédulo, bautizado o no. Se halla en estado de no
regenerado, aunque una vez haya recibido el bautismo. Pero hay un aspecto en que los
incrédulos no bautizados difieren de los que fueron bautizados: los primeros son en
realidad paganos, pero los descreídos bautizados son hijos pródigos. Hubo un tiempo en
que vivían en la casa del Padre celestial, pero luego la abandonaron y se fueron a vivir a
la tierra lejana de la incredulidad y del pecado. Cuando aquellos primeros se convierten,
tienen que ser bautizados para perdón de sus pecados, y recibir el Espíritu Santo.
Cuando se convierten estos últimos no necesitan un nuevo bautismo, pues en el Nuevo
Testamento no se menciona ningún caso en que una persona bautizada que cayó de la
gracia y luego retornó a ella, haya sido bautizado de nuevo.
Juan: ¿Qué me puedes decir en cuanto a la conversión de una persona que fue
bautizada en su infancia?
Martín: Cristo nos indica cuál es el camino que conduce a su reino al decir: “El
tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentios, y creed en el
evangelio” (Mr.1:15). A sus discípulos les dio la orden de “predicar en Su nombre el
arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones” (Lc.24:47).
Predicar el arrepentimiento significa convencer a los pecadores indiferentes de la
gravedad de sus pecados y de su perdida condición, confrontándolos con la ley de Dios,
y despertar en ellos un sincero pesar por las faltas en que han incurrido. A los que se
humillan a sí mismos, sienten dolor por sus pecados y claman por misericordia, hay que
anunciarles, tanto en los sermones públicos como en el cuidado pastoral individual, el
evangelio del perdón gratuito que Dios otorga al pecador arrepentido por causa del
sacrificio de Cristo por los pecados de todo el mundo, y su victoriosa resurrección.
El evangelio es la llave que abre a los pecadores penitentes la puerta al reino de
gracia, y que les ayuda a entender en el mismo mediante la fe. En circunstancias en que
se van convenciendo de su pecaminosidad y claman por perdón y salvación, están
“llamando a la puerta”. Y cuando creen en el evangelio que les promete perdón y
justificación gratuita por la sangre de Cristo, “entran” por la puerta.
´Fe` significa no sólo confianza en el perdón en y por Cristo. Significa también
sujeción a su ley en gozosa obediencia a su voluntad. Esa fe la produce el Espíritu Santo
por medio del evangelio.
En el caso de personas no bautizadas, el bautismo es el acto sagrado exterior mediante
el cual la promesa del evangelio le es “garantizada” o “sellada” al pecador arrepentido.
La garantía o el sellado interior es algo que nos da el Espíritu Santo. En el caso de
personas bautizadas, el acto de anunciarles la certeza del perdón y la promesa del
Espíritu Santo puede ir acompañado de la imposición de manos. Esta se practicaba en
diversos tipos de bendiciones, y como hemos visto, era frecuente que en conexión con
ella, la persona recibía el Espíritu Santo. Lo mismo suele ocurrir no raras veces también
en nuestros tiempos. Por supuesto, con imposición de manos o sin ella, la eficacia y la
confiabilidad del evangelio no varía, pero este rito sagrado es como un sello o una
confirmación externa, una ayuda adicional para la fe. La confirmación interna siempre
la da el Espíritu Santo.
Hay muchas personas que obtienen la certeza de ser salvos mientras escuchan un
sermón; otros reciben el mismo consuelo mientras leen un libro de contenido cristiano.
Pero aún en tales casos, el cerciorarse personalmente, mediante la imposición de manos,
de la promesa del perdón y de la recepción del Espíritu Santo, puede ser beneficioso
para el robustecimiento de la fe, y para ligar a esta persona más estrechamente a la
iglesia, el cuerpo de Cristo; y de esta manera puede ocurrir lo que también lo que
ocurrió en los tiempos bíblicos con muchos discípulos: al imponérseles las manos,
recibieron el Espíritu Santo que les dio un conocimiento vivo de Cristo, poder desde lo
alto.
Juan: Sé que en algunas iglesias se usa la imposición de manos, pero no entiendo el
por qué se habría de usar.
Martín: No es ninguna ley usarla. Es un privilegio, una ayuda para nuestra fe. Y sin
duda haremos bien en apreciar y usar con agradecimiento todos los actos sagrados
practicados por los apóstoles. No olvidemos que en aquel tiempo, más de uno no recibió
el Espíritu Santo hasta que fue bendecido con la imposición de manos. Y lo mismo vale
de los tiempos actuales, porque los caminos de Dios no han cambiado. Además, en
Hebreos 6:1 y 2, la imposición de manos figura entre las cosas fundamentales de la
doctrina de Cristo, junto con el arrepentimiento de obras muertas, la fe en Dios, la
doctrina de bautismos (bautismo de agua y del Espíritu), la resurrección de los muertos
y el juicio eterno. Si omitimos uno de estos factores que pertenecen al fundamento, falta
un parte del fundamento.
Sin embargo, lo más importante no es lo que se hace exteriormente, sea lo que fuere.
Lo esencial es que oigamos el evangelio, pero más importante aún es que nos
apropiemos de sus promesas por medio de la fe, y que experimentemos en nuestro
corazón su poder, que seamos “circuncidados” en nuestro corazón para vivir en fe y
obediencia, o, en otras palabras, que recibamos el bautismo interior del Espíritu Santo.
Es triste decirlo, pero en las iglesias que practican el bautismo de infantes es bastante
común poner en énfasis en la doctrina pura y en el ser un buen miembro de su iglesia.
No hay un llamado a la conversión, a una vida genuinamente cristiana, a un servicio
consagrado. Todo lo que se requiere es que uno aprenda su Catecismo, asista a los
cultos, participe de la santa cena, contribuya a sostener la obra de la iglesia, y lleve una
vida decente. Por supuesto, todo esto es bueno y necesario; pero es muy posible que una
persona cumpla con todos estos requisitos, y no obstante está totalmente en ayunas en
cuanto a lo que es conocer a Cristo de veras, y vivir en él. Cuando se deja a la gente en
la creencia de que son buenos cristianos y herederos de la vida eterna sin
arrepentimiento y fe genuina, en realidad se los induce a construir su propia justicia y al
final serán condenados.
Juan: En los puntos principales estamos de acuerdo. Tener en el corazón un vivo
conocimiento de Cristo, y vivir en y para Él, - esto es, al fin y al cabo lo que importa.
Martín: La historia de la iglesia cristiana demuestra que el cristianismo viviente, o
el avivamiento del mismo, no depende en primer instancia del uso del bautismo de
infantes o de adultos. Depende de la manera cómo se predica el evangelio. La
predicación bíblica evangelística, y el esfuerzo personal por ganar almas, da por
resultado un avivamiento, y produce un cristianismo viviente. Una predicación carente
de contenido evangélico, fría, formal; y también cierto tipo de predicación moderna que
se caracteriza por lo aguado del mensaje, produce muerte espiritual y una religiosidad
meramente formal.
Los mayoría de los grandes avivamientos de la iglesia cristiana ocurrieron en
denominaciones que practican el bautismo de infantes. Tales fueron, por ejemplo, la
mayor parte de los movimientos de la Reforma Evangélica del siglo XVI, el así llamado
reavivamiento pietista de los siglos XVII, XVIII y XIX en muchos países de Europa y
en América, el avivamiento causado por los hermanos Moravos y el Metodismo, la
mayor del Gran Despertar Religioso en América, los impulsos dados por Finney y
Moody, y otros.
Es cierto, hubo también fuertes corrientes análogas ocasionadas por medio de los anti-
párvulobautistas. Pero nadie podrá negar el hecho de que donde más cristianos vivientes
hubo, fue en las iglesias que practicaban el bautismo de infantes. Por otra parte, el
rechazo del bautismo de infantes no pudo impedir que ciertos sectores del Bautismo
Americano si hiciesen modernistas y perdiesen su vitalidad. Me parece que la oposición
al bautismo de infantes fue más bien una traba que una ventaja en los esfuerzos por
salvar a los hombres.
Imaginemos a un luterano, metodista, anglicano (episcopal) o presbiteriano que es
tocado en su conciencia mientras asiste a una reunión de avivamiento conducida por una
iglesia que rechaza el bautismo de infantes. Siente que debería arrepentirse y
convertirse. Tiene sus dificultades, como las tienen todos, pero a esas dificultades se
agrega otra más: para seguir la invitación y el llamado de Dios que se le extiende en esta
reunión, quizás tenga que repudiar como cosa sin valor y errada el bautismo que recibió
en su infancia. Asimismo tendrá que apartarse de su propia iglesia que practica el
bautismo de infantes.
Estas consideraciones son para más de uno una barrera en el camino hacia la salvación
que se le señala mediante la obra de iglesias o grupos que se oponen al bautismo de
infantes. Estoy convencido también de que Dios derrama su bendición mas rica sobre la
obra evangelizadora o de avivamiento que se hace en fidelidad total a su palabra,
también en lo tocante a la doctrina del bautismo.
Juan: Nunca se me ocurrió enfocar la cuestión desde este ángulo. Es común entre
nosotros culpar al bautismo de infantes de la inercia espiritual que reina en algunas otras
iglesias. Puede ser que esta idea sea equivocada.

5. “¿QUIÉN PUEDE PERDONAR PECADOS, SINO SÓLO DIOS?”

Martín: De nuevo quisiera expresar mi satisfacción por el hecho de que estemos tan
de acuerdo respecto de muchos puntos. Y ya que estamos discutiendo acerca de la
conversión: me gustaría poner sobre la mesa el asunto de la absolución, dado que hace
poco, el pastor de ustedes lo trató en uno de sus mensajes radiales. Partió de las palabras
de Marcos 2:7: “¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?” A base de este texto
afirmó que es un error pronunciar la absolución a pecadores arrepentidos. Lo único que
podemos hacer es remitirlos a Dios para que le pidan a él el perdón de sus pecados, dijo:
Pronunciar la absolución es papismo, catolicismo. ¿Opinas lo mismo que tu pastor?
Juan: Sí. O caso no son claras las palabras “¿Quién puede perdonar pecados, sino
sólo Dios”? Estas palabras rechazan de pleno la doctrina sustentada no sólo por
católicos, sino también por los luteranos, episcopales, de que los hombres pueden
remitir los pecados, y que por medio de la absolución declaran que los pecados están
perdonados ante Dios en los cielos. Para mí, semejante doctrina y práctica es un horrible
herejía.
Martín: Te pregunto entonces: ¿Crees que tenemos que seguir todas las indicaciones
y declaraciones que aparecen en la Biblia?
Juan: Por supuesto que NO. En la Biblia hay palabras de gente enemiga de Dios, e
incluso del diablo; y ciertamente no es la intención de las Escrituras que sigamos tales
palabras. Un ejemplo de este tipo es la afirmación de los necios: “No hay Dios”
(Sal.14:4).
Martín: Correcto. Pero quizás nunca reparaste en que la pregunta “¿Quién puede
perdonar pecados, sino sólo Dios”? la plantearon unos escribas, que pertenecían al
partido de los fariseos. Así que estás usando una declaración de los escribas farisaicos
como fundamento para lo que ustedes enseñan. Y si ustedes siguen una doctrina de los
fariseos, ¿qué llegan a hacerse ustedes mismos?
Juan: Cuando los escribas le dirigieron a Cristo este reproche, negándole el poder de
perdonar pecados, no comprendían ni creían que Dios estaba en él, y que por lo tanto
tenía potestad en la tierra para perdonar pecados. Pero ningún otro hombre tienen una
potestad similar.
Martín: Olvidaste tal vez que Cristo mismo dio a sus discípulos esta potestad al
decirles, después de su resurrección: “Como me envió el Padre, así también yo os
envío... Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis los pecados, le son remitidos; y
a quienes se los retuvieseis, les son retenidos (Versión `Dios llega al hombre´: A
quienes ustedes perdonen los pecados, les quedan perdonados; y a quienes no se los
perdonen, les quedan sin perdonar)” (Jn.20:21-23).
Y no era ésta la única vez que el Señor habló a sus discípulos del poder de perdonar
pecados. A la confesión de Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”, Jesús replicó: “A
ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en
los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” (Mt.16:19).
El Señor habló a Pedro como al representante de todos los discípulos. Lo vemos por el
hecho de que un poco más tarde, Cristo dijo esencialmente lo mismo a los demás
discípulos: “De cierto os digo, que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y
todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” (Mt.18:18).
Es obvio que atar significa retener los pecados, no perdonados; y desatar es lo
mismo que remitir los pecados, perdonados. Cristo dio ese poder a todos sus discípulos,
a los que tienen el Espíritu Santo.
Juan: Fue a sus apóstoles a quienes Jesús dijo estas palabras; y creo que ese poder
fue a ellos solos, no a otros.
Martín: En Juan capítulo 20: leemos que los discípulos estaban reunidos tras las
puertas cerradas; no se dice que únicamente los apóstoles estaban allí. Las palabras de
Cristo iban dirigidas a los discípulos, no sólo a los apóstoles. Los que niegan que los
discípulos, los cristianos, tienen potestad de perdonar pecados, tienen el mismo
concepto que los escribas y fariseos que dijeron: “¿Quién puede perdonar pecados, sino
sólo Dios?”. Así como ellos no creyeron que Dios estaba en Cristo, así ustedes no creen
que Dios, y Cristo, está en los cristianos. Sin embargo, la Biblia enseña con toda
claridad que Dios, Cristo, y el Espíritu Santo, el Dios trino, habita en los cristianos. En
realidad es Dios, o Cristo, el que perdona pecados; pero como habita en los cristianos, él
habla a través de la boca de ellos, y perdona pecados por intermedio de ellos.
Juan: Nosotros no negamos que el Dios trino habite en los cristianos. Sabemos muy
bien que en el Nuevo Testamento se habla de esto más de una vez.
Martín: En teoría lo admiten, pero en la práctica lo niegan. Cristo dijo a sus
discípulos: “El que a vosotros oye, a mi me oye, y el que a vosotros desecha a mi me
desecha” (Lc.10:16). El que oye la promesa evangélica del perdón de los pecados por
boca de un discípulo de Cristo, la oye de Cristo. Es él quien habla por boca del
discípulo. Ustedes desdeñan y rechazan la palabra de perdón, o de absolución, dicha por
un discípulo de Cristo. Al hacerlo, desdeñan a Cristo.
Juan: No, de ninguna manera. Simplemente no nos tomamos la atribución de
restarle a Cristo y a Dios el honor de que él es el único con derecho a perdonar pecados.
Martín: La mejor manera de dar gloria a Cristo es creer y obedecer sus palabras. Le
honramos si le tomamos la palabra: “A quienes remitiereis los pecados, les son
remitidos”. Ustedes le deshonran si rehúsan creer estas palabras y atenerse a ellas,
remitiendo los pecados a los pecadores penitentes.
Pablo dice: “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase
por medio de nosotros” (2Co.5:20). Supongamos que un rey pide a un hombre ser su
embajador, y transmitir a alguien un determinado mensaje. El hombre rehúsa hacerlo,
alegando que no le es posible, e insinúa que el rey lo haga personalmente. ¿No crees que
con una actitud tal deshonra al rey, y se acarrea su disgusto, bien merecido, por cierto?
Del mismo modo, ustedes rehúsan pronunciar al pueblo el perdón de Dios, a pesar de
que Cristo les dio la orden de hacerlo como embajadores suyos. Cristo instruye a sus
discípulos en el sentido de que prediquen arrepentimiento y perdón es Su nombre, y
remitan los pecados a los pecadores arrepentidos. Pero ustedes en su pretendida
humildad se niegan a obedecer a Cristo. En lugar de proclamar el perdón de pecados a
las almas atribuladas y afanosas de gracia, ustedes las remiten a la oración y a la
sujeción a la voluntad de Dios, o cosas por el estilo. E incluso ustedes mismos se niegan
a pedir la absolución de un siervo de Cristo, ya que no creen que Cristo en persona está
hablando por intermedio de ese siervo, como embajador suyo.
Juan: Son palabras un tanto duras las tuyas. Los apóstoles, en sus cartas, nunca
hablan de absolución; ni tampoco el libro de los Hechos hace mención alguna de ella.
Ustedes usan la imposición de manos al pronunciar el perdón de pecados; pero según
Hechos, este rito se practicaba para que la persona reciba el Espíritu Santo. El hecho de
que los apóstoles no hagan en sus cartas ninguna referencia a la absolución, es una
prueba de que no estaba en uso en la iglesia apostólica.
Martín: Los informes acerca de la vida de Cristo y su enseñanza que tenemos en
nuestros Evangelios constituyen el tema principal de la enseñanza y predicación de los
apóstoles, tanto en su labor misional como en su trabajo al frente de las congregaciones.
Según los Evangelios, Cristo se refirió cuatro veces a la tarea y la potestad de el perdón
de pecados, o de remitir pecados. El hecho de que estas palabras de Cristo hayan
quedado registradas en los Evangelios demuestra que se las consideraba parte
importante de la enseñanza del Señor; y como tal, se las repetía a menudo en las
reuniones de los creyentes. Estimo que la enseñanza de Cristo tiene el peso suficiente
como para establecer una doctrina. En opinión de ustedes parece ser que a menos que
una doctrina esté basada en las epístolas apostólicas, las palabras de Cristo no tienen
mayor importancia.
Juan: ¿Cómo puedes decir esto? ¡Claro que nosotros creemos que las enseñanzas de
Cristo son verdad divina!
Martín: En teoría lo creen, pero en la práctica no. Las cartas de los apóstoles fueron
escritas para un propósito definido. En ellas, los apóstoles trataron temas que estaban
causando dificultades en las iglesias. Si no se hubiesen producido esos desórdenes en
las celebración de la cena den la iglesia de Corinto, este sacramento no se habría
mencionado en ninguna parte de las escrituras apostólicas.
Por otra parte, no es cierto que la pronunciación del perdón o absolución no se
mencione en ninguna de las cartas apostólicas. En 2 Corintios 2:10, Pablo exhorta a los
cristianos en Corinto a que perdonen a un hombre sus pecados, y les asegura que él
mismo está dispuesto a hacer otro tanto. “Al que vosotros perdonáis”, “yo también;
porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho
en presencia de Cristo”.
Juan: Es lógico que los cristianos debieran perdonar a quienes los ofendieron. Lo
que Pablo menciona aquí, probablemente fue un caso de estos.
Martín: En 1 Corintio 5 aparece ese mismo hombre. Era un cristiano que había
incurrido en un pecado bochornoso: fornicación grosera. Su pecado no era un pecado
contra los cristianos de Corinto o contra la persona de Pablo, así como tampoco el
pecado de David era un pecado contra Natán. Pero así como Dios pronunció el perdón
al David arrepentido por boca del profeta Natán, así aquel cristiano corintio debía
recibir el perdón por intermedio de los cristianos de aquella congregación. Estaba
arrepentido, por tanto los miembros de la iglesia en Corinto debían perdonarle: y lo
mismo hizo Pablo, en presencia o en nombre de Cristo. A mi modo de ver, aquí estamos
ante un caso patente de uno de la tarea y potestad dadas por Cristo de remitir los
pecados a un pecador arrepentido. Esto se hace “en presencia de Cristo”, en su nombre
y como sus representantes. En la iglesia, Cristo está como “en su casa”, y habla por
boca de sus fieles; por lo tanto, el perdón se da y se produce “en presencia de Cristo”.
Decías que la imposición de manos se practicaba a los efectos de comunicar a una
persona el Espíritu Santo. También se practicaba en conexión con diversas otras clases
de bendiciones, por ejemplo, el sanar a los enfermos, al ordenar a una persona al
ministerio, o al impartir de una manera general los beneficios espirituales del reino de
Dios, como cuando Jesús bendijo a los niños. La remisión de pecados es un beneficio;
por consiguiente, se la debiera acompañar con la imposición de manos. El perdonar
pecados y el comunicar el Espíritu Santo son dos cosas que en el Nuevo Pacto van
estrechamente unidas. No nos podemos apropiar de veras del perdón divino sin haber
recibido el Espíritu Santo. Y una vez que hemos recibido el Espíritu, nos aferramos de
veras al perdón, por medio de la fe. No entiendo por qué habríamos de poner énfasis en
la diferencia entre lo uno y lo otro en lo que al uso de la imposición de manos se refiere.
Con todo, la declaración del perdón de pecados, o absolución, es válida también sin
imposición de manos. Ese acto sagrado no es parte esencial de la absolución, pero su
uso, en estas circunstancias, es correcto y apropiado.
Juan: Pero al pronunciar el perdón de pecados, ¿no nos estamos arrogando algo que
es prerrogativa de Dios y de Cristo? Podremos declarar el perdón de pecados, pero
difícilmente podremos decir que remitimos los pecados.
Martín: Ya te dije que no se puede hablar de presunción cuando obedecemos las
palabras de Cristo. Hay un anécdota de un rey de Francia que ordenó a uno de sus
oficiales que subiese a una carroza antes que él. El oficial lo hizo sin titubeos. Los
demás miembros del séquito real se horrorizaron al ver lo que les parecía una tremenda
falta de respeto al rey. Pero el rey destacó la actitud del oficial, declarando que la mejor
manera de honrar al rey es obedecerle.
Presunción es desobedecer a Cristo, o dar a entender que Sus palabras no significan lo
que expresan. El Señor dice a sus discípulos: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí
cree las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque voy al
Padre” (Jn.14:12). Durante su permanencia en la tierra, Cristo anunció y pronunció el
perdón de los pecados. Dijo en cierta ocasión: “Ten ánimo, hijo; tus pecados te son
perdonados” (Mt.9:2). Después de que Cristo fue al Padre, sus discípulos hacen las
mismas obras que hizo él. También ellos dicen a los pecadores: “Ten ánimo; tus
pecados te son perdonados”; pero añaden: “en el nombre de Jesús, y por su sangre
redentora”, por cuanto Cristo dio a sus discípulos la orden de predicar perdón en Su
nombre, y por cuanto la Biblia enseña que tenemos redención por su sangre, el perdón
de pecados, porque la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado (Ef.1:7; 1 Jn.1:7).
En el Antiguo Pacto se rociaba sobre el pueblo, manchado de pecados, la sangre de
animales, mediante un manojo de hisopo. En el Nuevo Pacto se rocía la sangre de Cristo
sobre los corazones del pueblo arrepentido, por medio del evangelio. El Nuevo
Testamento habla alguna vez de la aspersión con la sangre de Cristo. Todos los
cristianos fieles han sido hechos partícipes de esa aspersión (He.10:22). La efectúan los
cristianos que son un santo sacerdocio a las órdenes de Dios. La aspersión con la sangre
de Cristo por medio del evangelio se recibe por vía de la fe. Tenemos “purificados los
corazones de mala conciencia”; nos hemos acercado “a Jesús, el mediador del nuevo
pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel” (He.12:24). “Los elegidos
según la presciencia de Dios”, dice Pedro, “ha recibido la santificación del Espíritu para
obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo” (1P. 1:2). ¿Sabes de alguna otra
forma, hermano Juan, cómo los hombres y sus corazones pueden ser rociados con la
sangre de Cristo, a no ser por la proclamación del evangelio?
Juan: Me atrevo decir que no hay otra forma.
Martín: Decías en opinión tuya, es correcto proclamar el evangelio del perdón a los
pecadores que se arrepienten. ¿Crees que ese evangelio que predicamos dice la verdad?
En otras palabras: ¿es reconocido por Dios como “palabra de verdad”?
Juan: ¡Naturalmente! El evangelio es “palabra de verdad” (Stg.1:18), si se lo predica
tal como las Escrituras nos lo presentan. Pero no todos los hombres son salvos, aún
cuando se les predica el perdón de pecados con aplicación a su propia persona. ¿No nos
demuestra esto que nuestra proclamación del perdón y el perdón otorgado por Dios son
dos cosas diferentes? Los pecados que son perdonados un la tierra no siempre lo son
también en el cielo.
Martín: La iglesia católica dice que la llave, o absolución, puede fallar, y que el
perdón de Dios no es lo mismo que la remisión pronunciada aquí en la tierra. En este
punto pareces estar en la misma línea que los papistas.
Cristo dice: “Todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” (Mt.18:18).
No dice: “Lo que desatéis en la tierra, posiblemente no será desatado en el cielo,” como
lo entiendes tú. Lo asegura en forma incondicional: “será desatado en el cielo.” El
perdón declarado en la tierra es de veras el perdón de Dios.
Sabemos muy bien que no todos creen el evangelio cuando se lo predica en público.
Ni tampoco lo creen cuando se lo proclama en la absolución personal. En realidad, la
absolución personal no es sino la aplicación de la promesa del evangelio al individuo.
Nosotros no estamos capacitados para dar la fe y el Espíritu Santo. Esto lo tiene que dar
Dios.
Volvamos una vez más a aquella parábola en la que Cristo habla de los cuatro terrenos
diferentes en que cae la semilla de la palabra de Dios. La semilla, la palabra, es siempre
la misma; pero no puede brotar ni traer fruto a menos que el corazón del hombre sea
“buena tierra.” Y esto se da sólo en muy pocos casos. Hay personas que al parecer están
arrepentidas, pero en realidad no es así. Otras, que también parecen arrepentidas, tienen
algún pecado oculto que no son capaces de confesar. Lo consideran demasiado
vergonzoso, o no quieren deshacerse de él, y así no están en condiciones de apropiarse
de la gracia que se les anuncia. La promesa no falla, porque el evangelio es verdad
divina. Es realmente el evangelio del perdón de Dios; pero lo que pasa es que a ellos les
falta la capacidad de aceptarlo. Sucede a veces que una persona tarda varias horas, o
días, semanas, o más tiempo aún, en aferrarse con fe al perdón que le fue proclamado.
Dios da el poder para creer, y “confirma” el evangelio en el corazón en el momento que
él estima oportuno, y cuando el corazón ha sido convertido en “buena tierra” para la
palabra sembrada.
En su plática, tu pastor dijo que nuestra doctrina y práctica de la absolución es una
tradición eclesiástica que heredamos de la iglesia católica. En realidad, si ustedes la
cuestionan, es por una falsa tradición eclesiástica; y al hacerlo, anulan el efecto de la
predicación de Cristo. ¿Recuerdas lo que el Señor dijo a los fariseos de su tiempo?
“Vosotros habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. Hipócritas,
bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: “Este pueblo de labios me honra; mas su
corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas,
mandamientos de hombres” (Mt.15:6-9).
Ustedes, con su tradición, invalidan las claras palabras de Cristo, y enseñan como
doctrinas, mandamientos de hombres. Nuestra doctrina y práctica en cambio se basan en
la simple enseñanza de la palabra de Dios. No es una doctrina y practica romana, pues
como bien sabes, la Iglesia Romana enseña que solamente los sacerdotes ordenados
tienen la potestad de pronunciar la absolución de pecados; pero nosotros enseñamos,
siguiendo las palabras de Cristo, que todos los cristianos, los que tienen el Espíritu
Santo, tienen la tarea y el poder, dados por Cristo, de proclamar el evangelio del perdón
a los que se arrepienten y están ansiosos por obtener la gracia divina. Cristo dice:
“Pedid, y se os dará” (Mt.7:7). En el evangelio, o la absolución, se da el perdón en el
nombre y por la sangre redentora de Cristo a los que en sincero arrepentimiento lo
piden.
Juan: ¿No podríamos decir que cuando un pecador arrepentido simple con los
requisitos previos establecidos por Dios, o sea, cuando siente pesar por sus pecados,
pide perdón, desea deshacerse de ellos, y deposita su confianza en el sacrificio
reconciliador de Cristo, automáticamente queda libre, o desatado, por causa de la
promesa que nos da la Escritura – así como el pecador impenitente queda atado a sus
pecados y al infierno por el juicio de la palabra de Dios?
Martín: Tal vez nos pueda ayudar una ilustración. Un criminal sentenciado a pena
de muerte pide perdón, y el rey se lo otorga. En el momento en que se firma el
documento que le garantiza el perdón y la plena libertad, el criminal es libre – pero sólo
en principio, y en teoría. Es necesario que algún funcionario vaya a vero, le anuncie el
perdón, le muestre el documento firmado por el rey, y le abra las puertas de la prisión.
El pecador arrepentido tiene un certificado de perdón extendido por el Rey celestial,
pero ese perdón le tiene que ser anunciado por uno de los oficiales del Rey, y él tiene
que aceptarlo. Por supuesto, el oficial no tiene la facultad de perdonar al criminal por su
propia cuenta. Actúa como funcionario o intermediario del rey. De igual manera, el
servidor de Dios no hace más que proclamar el perdón que el Rey celestial le autorizó a
declarar, y con eso demuestra que lo hace a base de la palabra del Rey.
Si el pecador arrepentido quedara automáticamente libre, ¿por qué Cristo habría dicho
entonces a sus discípulos que predicasen el perdón a los pecadores arrepentidos, y les
asegurasen que todos los pecados que ellos remiten, les serán remitidos? Estas palabras
de Cristo son del todo superfluas y conducen a equívocos si él no quiere decir con ellas
que al pecador arrepentido hay que anunciarle el perdón, y que hecho esto, el pecador
queda en libertad – no antes. La Biblia no enseña en ninguna parte que esa liberación se
produce en forma automática, sino que dice que los pecados le son perdonados al
pecador cuando uno de los discípulos de Jesús los declara perdonados, y cuando él lo
cree. Lo vemos por el ejemplo de David. Dice David: “Mi pecado te declaré, y no
encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la
maldad de mi pecado” (Sal.32:5). Como leemos en 2 Samuel 12, David confesó sus
pecados al Señor en presencia de Natán, y el Señor le perdonó la iniquidad de su pecado
mediante la palabra de Natán, cuando éste le dijo: “También Jehová ha remitido tu
pecado; no morirás.” La Biblia por cierto, promete perdón a la persona que se arrepiente
de sus pecados y los confiesa, pero es una presunción pasar por alto o rechazar la
agencia por medio de la cual Dios nos hace llegar a su perdón, a saber, el evangelio
anunciado por uno de los servidores – como sería un presunción si el criminal
encarcelado, después de haber leído l anota en que se le concede el perdón, se dirigiese
precipitadamente hacia la puerta de salida, sin expresar a que venga un funcionario que
le comunique la noticia y le ponga en libertad, o incluso sin hacer al carcelero la
solicitud correspondiente. A mi entender, la necesidad de oír el evangelio del perdón
por boca de uno de los servidores de Dios no es una orden fastidiosa y legalista; antes
bien, debe ser considerada un privilegio, un don de Dios, poder escuchar tal declaración
y aseveración dirigida a mí personalmente, y poder aceptarla como una palabra que
emana del propio corazón de Dios.
El respeto a la majestad de Dios y de Cristo requiere que nos atengamos
conscientemente a las órdenes que él nos da en las Escrituras. De esta manera estaremos
seguros de no haber seguido nuestros propios caminos humanos.
Tu idea de la persona que cumple con los requisitos previos establecidos por Dios,
automáticamente está desatada de sus pecados, encierra el grave peligro de caer en la
auto-justificación. El pecador es inducido a creer: Si yo cumplo, si lleno las
condiciones, automáticamente soy libre. Se pone un énfasis excesivo en lo que el
hombre mismo hace en procura de un cumplimiento adecuado de los requisitos previos.
¿Será esto lo que se nos indica en el evangelio? No; el camino señalado en el evangelio
es otro: no se le dice al pecador que tiene que cumplir conciertos requisitos previo; antes
bien, cuando está desesperado a causa de sus pecados, se le predica el evangelio de la
redención plenamente suficiente y el perdón de los pecados por la sangre de Cristo. Y
él, simplemente acepta esta promesa, y confía en ella. Me temo que si como primer paso
tengo que cumplir con los requisitos previos, y luego creer que automáticamente soy
libre, jamás llegaré a creer. Seguiré esforzándome por cumplir con los requisitos previo
– y lo más probable es que no lo logre nunca.
Si hablo de absolución o pronunciamiento del perdón de pecados a un pecador
arrepentido – ya sea un pecador apunto de convertirse, o un cristiano cargado de pecado
– me refiero no sólo a la absolución personal, o aplicación de la promesa del evangelio
al individuo. Incluyo también la proclamación pública del evangelio en los sermones. El
Rey celestial hace proclamar su perdón también desde el púlpito, y por supuesto, en el
bautismo. Ustedes no creen que en el bautismo se perdona los pecados, así como
tampoco creen que se perdona por medio de la proclamación del evangelio. Nosotros
creemos tanto lo uno como lo otro, ya que así lo enseña la Biblia. De hecho, el bautismo
es una forma de usar el poder de perdonar pecados que Cristo nos dio; la absolución
personal es la segunda forma; la prédica del perdón en los sermones públicos es la
tercera; y a los cristianos se les da la certeza del perdón por la sangre de Cristo en la
santa cena. A todas estas formas de administrar el evangelio se aplican las palabras de
Cristo: “A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos” (Jn.20:23).
Juan: Lo que acabas de decirme parece que vale la pena meditarlo seriamente. Así
lo haré, y pediré al Señor que me abra el entendimiento para ver cual es su voluntad, y
cuáles sus caminos, a fin de que pueda seguirlos.
Martín: El Señor te bendiga en ese saludable propósito, y te dé la guía de su Espíritu
Santo para que podamos conocer siempre mejor Su verdad, y obedecerla.

NOTAS
II. El Significado y las Bendiciones del Bautismo

1. Augusto Hopkins Strong, `Teología Sistemática` (5.ed., revisada ampliada; Nueva


York: Armstrong & Son, 1895), págs.527-531, 535, 538.
Eduardo H. Hiscox, `Nuevo Directorio para las Iglesias Bautistas` (Filadelfia: Sociedad
Americana Bautista de Publicaciones, 1894), págs.125-127. 389. 482. W.L.Pettingill,
`Los males del bautismo de infantes´. Reimpreso en el libro del Dr. J.O.Buswell `Los
dos aspectos de la cuestión del bautismo`, págs.2.

2. Respecto de los Campbellistas véase Strong, op.cit., pág.534; Buswell, op.cit., pág.9;
y la `Enciclopedia del Conocimiento Religioso de Schaff Herzog.

3. Ironside, `Bautismo: ¿qué dice la Escritura?´ (3.ed., 1930) pág.19

4. Ironside, op.cit., págs.20 y sig.

5. Tales como el Dr. Ironside, por ejemplo

6. Ironside, op.cit., pág.45.

7. Ironside, op.cit., pág.26.

8. M. Lutero, `Confesión acerca de la santa cena de Cristo´(obra de M.Lutero, Vol. V,


ed. Paidós, Buenos Aires 1971, págs. 532,533; Ed.de Weimar (WA) Vol.26, pág.506.

9. Ironside, op.cit., págs.5, 30.

10. Ironside, op. cit., pág.22.

11. Ironside, op. cit., págs.10 y sig.

12. Strong, op.cit., págs. 534, 536.

13. Strong, op.cit., págs. 229 y sig., 449 y sig.

14. Juan Calvino, `Institución de la Religión Cristiana´, traducida y publicada por


Cipriano de Valera en 1597, reeditada por Luis de Usoz y Río en 1858, Nueva Edición
Revisada en 1967, Fundación Editorial de Literatura Reformada, Rijswijk, Países Bajos,
Vol. II, pág.1038.

15. M. Lutero, WA vol. 12, pág. 590; vol. 27, pág. 190; vol. 47, pág. 40, 45.

16. M. Lutero, `Instrucciones para los inspectores`, 1528. WA vol. 26, pág. 202 y sig.

17. J. Calvino, `Institución´, op.cit., págs. 1055-1057. “ Es necesario que seamos


injertados en él para quedar libres de la servidumbre de la muerte. Más, ¿de qué manera,
argumentan ellos, son regenerados lo niños, que no conocen ni el mal ni el bien? A esto
respondemos que, aunque la acción de Dios permanezca oculta e incomprensible para
nosotros, sin embargo no por eso hay que dejar de hacerlo...Les pregunto por qué
quieren restringir la potencia de Dios, como se no supiese hacer con los niños lo que
poco después hace perfectamente con ellos. Porque si la plenitud de la vida consiste en
conocer perfectamente a Dios, como quiera que el Señor salva a algunos que mueren
aún niños, es cierto que Dios se les ha manifestado enteramente. Y como ellos han de
tener este perfecto conocimiento en la otra vida, ¿por qué no pueden tener mientras
viven aquí un destello del mismo, principalmente cuando no decimos que Dios les quite
esta ignorancia hasta que los saque de la prisión del cuerpo? No que yo quiera
temerariamente afirmar que los niños tengan una fe cual la que nosotros tenemos;
nuestra intención es solamente mostrar la temeridad y presunción de los que siguiendo
su loca fantasía afirman y niegan cuanto se les antoja, sin tener en cuenta la razón para
hacerlo así”.
18. Pettingill, op.cit., Pág.2.
19. Strong, op. cit., Pág.537 y sig.
20. Juan Calvino, op, cit., 1054.
21. Nueva York: Loiseaux Brothers, 1924.
22. Moline, III.; Strombeck Agency, Inc., 1936.
23. Strmbeck, op. cit., Pág.158.
24. Strmbeck, op. cit., Pág.145.

III. EL TESTIMONIO DE LA HISTORIA

Juan: Estábamos discutiendo una cuestión que no tiene que ver directamente con
nuestro tema actual. Volvamos al bautismo. A mi mido de ver, la historia de la iglesia
cristiana nos muestra claramente que el bautismo de infantes es una invención posterior
de la iglesia católica.
Martín: No hace mucho estudiamos las enseñanzas de Jesús en cuanto al bautismo
en el contexto de la situación histórica en la cual él desempeñó su ministerio público. Y
vimos que tanto este contexto como también las enseñazas de Jesús apuntan en
dirección al bautismo de infantes. Y bien: ¿qué nos dicen los testimonios de la historia
eclesiástica posterior a la era apostólica?

1. La Iglesia Primitiva

Juan: La primera mención histórica del bautismo de infantes procede de la pluma de


Tertuliano, quien se muestra contrario al mismo – aunque Neander supone que ya el
bastante discutido pasaje de Ireneo hace referencia a esta costumbre, un poco antes de la
observación de Tertuliano. Tertuliano expresa su opinión adversa al bautismo de
infantes hacia fines del siglo II, es decir, alrededor del año 200 después de Cristo. Sus
palabras de desaprobación nos muestran dos cosas: primero, que el bautismo de infantes
se practicaba al menos en forma ocasional; y segundo, que era de origen más bien
reciente, sin llegar a ser una práctica general. En efecto: para poder ser discutido y
rechazado, debe haber estado en uso; y si hubiera sido una práctica general ya desde
algún tiempo atrás, seguramente se lo habría mencionado ya antes.
Quienes se dedican al estudio de la historia eclesiástica de la era post-apostólica, nos
dicen que el bautismo de infantes era desconocido hasta la primera parte del siglo III
después de Cristo. Si hubiera existido ya antes, debería haberse hallado algunos rastros,
o alusiones, al respecto.
A esto habría que agregar que cuando se comenzó a practicar el bautismo de infantes,
no se trataba en realidad del bautismo de criaturas inconscientes, sino de “niños ya un
poco crecidos, como de seis a diez años de edad,” como observa Bunsen. El mismo
Bunsen declara que Tertuliano, en su opinión al bautismo de infantes, no dice una
palabra acerca de niños.
Cipriano, un obispo africano, recomendó, ya en las postrimerías del siglo III, el
bautismo de infantes propiamente dicho, a causa del poder regenerador que se le
atribuye. Él y sus partidarios fueron los primeros en usar este argumento. Se creía que el
bautismo transmitía al alma la gracia salvadora. Esto condujo a que padres angustiados
pidieron que a sus hijitos moribundos se les aplicara el bautismo, para que mediante el
“lavamiento de la regeneración” quedaran asegurados contra el peligro de perderse.
Esto fue uno de los errores de una era en que prevalecían ideas supersticiosas. Y de ahí
nació el bautismo de infantes, como una de las tantas perversiones que ya desde
temprano corrompieron las doctrinas y prácticas de la iglesia cristiana. 1
Martín: Hay algunas incongruencias en lo que acabas de explicar. Primero dijiste
que Tertuliano se opuso al bautismo de infantes hacia fines del siglo segundo, y que ese
bautismo debía haber estado en uso ya por algún tiempo. Y después dijiste que no hay
alusiones al bautismo de infantes antes de la primera parte del siglo tercero, y que antes
no se lo conocía. ¿Será que olvidaste lo dicho al comienzo?
Juan: Tienes razón. Cometí un error. Admito que el bautismo de infantes estaba en
uso, al menos en cierta medida, en la segunda mitad del siglo II.
Martín: Parece que olvidaste además lo que habías admitido un rato antes, a saber,
que el concepto acerca del bautismo como medio eficaz para comunicarnos la gracia no
es una idea supersticiosa surgida en épocas posteriores, sino una clara e indiscutible
enseñanza del Nuevo Testamento. ¡No querrás decirme que algunas enseñanzas del
Nuevo Testamento son supersticiosas!
Juan: No, de ninguna manera. Pero ¿acaso no es un hecho histórico que el bautismo
de infantes era desconocido hasta la segunda mitad del siglo II, o que al menos no se lo
menciona antes de este tiempo en los escritos de la era post-apostólica?
Martín: Veamos lo que dice Irineo en ese pasaje “bastante discutido,” como tú lo
llamaste. Irineo, conocido como “el padre de la dogmática católica,” nació en el año 140
desp. de Cr., o sea, unos cuarenta años después de la muerte del apóstol Juan. En su
juventud fue discípulo de Policarpo, obispo de Esmirna, quien a su vez había sedo
discípulo de Juan. Irineo escribe: “Cristo vino a salvar a todos los hombres por medio
de Él; digo, a todos los que por medio de él recibieron una nueva vida en Dios: niños
de pecho, infantes, niños, jóvenes y adultos; por esto él mismo pasó por todas estas
edades, haciéndose niño de pecho en bien de los niños de pecho...”.2
Juan: Pero Irineo no hace ninguna mención del bautismo; es muy posible que solo
habla de Cristo como Salvador de todos los hombres en general.
Martín: Dice que Cristo salva a todos los que por medio de él reciben una nueva
vida en o para Dios. Y esto lo explica agregando que incluso niños de pecho son
nacidos para Dios por medio de Cristo. ¿Cómo puede un niño de pecho nacer para Dios
si no es por el bautismo?
Juan: En realidad, esa es la única conclusión a que se puede llegar.
Martín: En el mismo libro, Irineo dice que el bautismo es “un bautismo del nuevo
nacimiento para Dios.” 3 Esto nos demuestra que cuando habla del nuevo nacimiento,
está pensando en el bautismo. Esta forma de expresarse tiene su origen en Cristo mismo
– o ya en la sinagoga – y era bastante común en el siglo II. Justino el Mártir, que nació
en los primeros años del siglo II y sufrió el martirio en el año 165 desp. de Cr., escribe:
“Después los llevamos a un lugar donde hay agua y les damos un nuevo nacimiento de
la misma manera como también nosotros hemos nacido de nuevo, porque se los lava
con agua en el nombre de Dios, el Padre y Señor de todo, de Jesucristo, nuestro
Redentor, y del Espíritu Santo.” 4
El mismo Justino escribe que muchos hombres y muchas mujeres “fueron discípulos
ya de niños.” Un buen número de estos hombres y estas mujeres que llegaron a ser
discípulos ya desde niños deben haber sido bautizados en la era apostólica (si eran de
edad mayor que Jesucristo), o poco después (si eran de su misma edad), puesto que
llegaron a ser discípulos de Cristo en el bautismo. Sin embargo, Justino no puntualiza
qué edad tenían estos niños al ser bautizados. Según Irineo, hasta niños de pecho fueron
renacidos (por el bautismo). Estas palabras de Justino y de Irineo implican que tanto en
la primera parte del siglo II como en la segunda, la iglesia crecía en la regeneración
bautismal y practicaba el bautismo de infantes.
Uno de los ejemplos más conocidos del bautismo de infantes en la segunda mitad del
siglo II es orígenes, el teólogo más destacado de la iglesia antigua. Nació en el año 185
o 186 desp. de Cr. Y fue bautizado en su infancia. Orígenes escribe: “Conforme a la
usanza de la iglesia, el bautismo se da también a los infantes.” 5 “Los apóstoles legaron
a la iglesia la tradición, costumbre de bautizar incluso a los infantes. Pues aquellos a
quienes se han confiado los misterios divinos, saben que todos los hombres traen en su
naturaleza la mancha del pecado, que debe ser lavado por medio del agua y del Espíritu
Santo. No hay humano que esté libre de esa contaminación del pecado, aunque no tenga
más que un día de edad. Ya que esta impureza innata es quitada mediante el bautismo,
éste se aplica también a los niños pequeños. Porque a menos que uno naciere de agua y
del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. 6
Algunos Bautistas sostienen que Orígenes no está hablando del bautismo de infantes
sino de niños ya un poco mayores. Pero esto es inexacto, ya que Orígenes hace
referencia a niños que no tienen más de un día, y explica que el bautismo de infantes es
una tradición legada por los apóstoles.
Orígenes vivió tan cerca de la era apostólica que entre la muerte del apóstol Juan y el
bautismo de Orígenes no medía más que la edad normal de una persona. En cambio, los
Bautistas de hoy día están a más de 1.800 años de distancia. ¿Te parece que es
razonable pensar que ellos están en mejores condiciones para saber qué es una tradición
apostólica, que un hombre que vivió menos de cien años después del tiempo de los
apóstoles?
El obispo Cipriano, un contemporáneo de Orígenes, declara que están equivocados los
que sostienen que a los niños no se los debiera bautizar antes del octavo día de haber
nacido.7 Y en el año 253 desp. de Cr., el concilio de Cartago siguió el criterio de
Cipriano en la decisión que tomaron en cuanto al bautismo de infantes. Respecto del
bautismo de infantes en sí, no hubo ninguna duda.
Volvamos a Tertuliano, que es medio siglo menor que Orígenes y Cipriano. Dice, en
su famosa declaración en contra del bautismo de infantes: “De acuerdo con las
circunstancias, la disposición, e incluso la edad de cada individuo, es preferible dejar el
bautismo para más tarde, ante todo en el caso de niños pequeños...En efecto: ¿qué
necesidad hay...de crear dificultades y peligros aun a los padrinos, tanto por el hecho de
que ellos mismos puedan morir en forma prematura, lo que hace imposible cumplir con
su promesa, como por la posibilidad de que se vean frustrados en sus esfuerzos a causa
del desarrollo de una mala disposición en los niños a quienes apadrinaron? ...¿Por qué
una criatura, inocente aún, habría de correr apresuradamente hacia el perdón de
pecados?... También las personas no casadas tienen buenas razones para posponer su
bautismo – expuestas como están a fuertes tentaciones, las vírgenes a causa de su
madurez sexual y las viudas a causa de su soledad – hasta que se hayan casado, o hayan
alcanzado una fortaleza tal que las capacite para practicar la continencia. Si uno
realmente entiende el valor del bautismo, tendrá más temor de recibirlo que de
postergarlo.” 8
Hace poco dijiste, citando a Bunsen, que Tertuliano, en su oposición al bautismo de
infantes, no dice palabra acerca de niños recién nacidos. 9 Esto es exacto, porque
Tertuliano habla de “criaturas inocentes aún,” con lo que obviamente se refiere a niños
recién nacidos, en quienes las malas inclinaciones de la carne humana todavía no
llegaron a desarrollarse. O ¿qué te parece, hermano Juan: a los niños de cinco a diez
años se los puede llamar “criaturas, inocentes aún,” en quienes todavía no se han
desarrollado tendencias pecaminosas?
Juan: No, claro que no. A esta edad, los niños ya no son inocentes; ni tampoco se
los puede llamar criaturas.
Martín: Entonces admites que Tertuliano habla del bautismo de infantes.
Tendremos que ver ahora por qué se opone al mismo. No dice que el bautismo de
infantes está mal, o que no es de origen apostólico. Sólo piensa que es preferible
posponer el bautismo por el peligro de que los padrinos puedan morir antes de poder
cumplir con su promesa, o a causa de las malas inclinaciones que quizás se desarrollen
en los niños bautizados a medida que vayan creciendo. Por razones similares, las
jóvenes y las viudas debieran posponer su bautismo. ¿Crees que estas son razones
aceptables para postergar el bautismo?
Juan: No, en absoluto. Es muy difícil que en nuestros días, alguien siquiera piense
en tales razones.
Martín: Llegamos a la conclusión, entonces, de que Tertuliano se opuso al bautismo
de infantes por ciertas razones de conveniencia, y no de principios, y que sus razones no
se pueden considerar válidas ni aceptables. La expresión de que las criaturas (párvulos)
“corren apresuradamente hacia el perdón de pecados” parece indicar que se trataba de
hacerlos bautizar lo antes posible. En aquellos tiempos, algunos cristianos ( en
particular la secta delos montanistas) eran de la idea de que en el bautismo se perdonan
y se lavan todos los pecados cometidos después de haber sido bautizado son
prácticamente imperdonables. Tertuliano era uno de los que defendían esa posición
errónea, y de ahí su recomendación de posponer el bautismo lo más posible.
Nuestro estudio de los testimonios históricos de la iglesia post-apostólica dio por
resultado, pues, que el bautismo de infantes era una práctica conocida ya en la primera
mitad del siglo II, esto es, durante los 50 años que siguieron a la muerte del apóstol
Juan, y que se lo tenía por una tradición heredada de los apóstoles. Tertuliano fue el
único que lo cuestionó, y aún el cuestionamiento suyo se basó en premisas enteramente
falsas.
Los anti-párvulobautistas dicen a menudo que el bautismo de infantes siempre ha ido
de la mano con las iglesias nacionales.10 Esta aserción se la puede oír hasta en
América, donde no hay iglesias nacionales, al menos no en los Estados Unidos ni en
Canadá.
En Europa, muchas de las iglesias que practican el bautismo de infantes nunca han
sido iglesias nacionales. ¿O acaso lo fueron las luteranas en Hungría, en los países
balcánicos, en Austria, Polonia, Rusia, Francia, Holanda, o las iglesias reformadas en
estos mismos países y en Inglaterra?
Juan: Tengo entendido que nunca fueron iglesias nacionales.
Martín: Fueron iglesias independientes que con frecuencia tuvieron que sufrir
persecuciones. El martirio no es un “privilegio” de los anti-párvulobautistas. Un estudio
imparcial de la historia eclesiástica pone de manifiesto que por lo común no hubo
conexiones directas ni en directas entre bautismo de infantes e iglesias nacionales. Estas
iglesias practican el bautismo de infantes simplemente porque lo consideran bíblico.

La Edad Media
Juan: El Dr. Pettingill dice: “En todo tiempo, desde el comienzo mismo de la
iglesia, Dios siempre tuvo un remanente que le permaneció fiel. Dicho remanente jamás
consintió en la unión de iglesia y estado, o en la regeneración bautismal, o en el
bautismo de infantes...Les dieron diversos sobrenombres, basados a veces en el nombre
de uno de sus jefes, o en el nombre de su lugar de residencia. La lista es larga:
montanistas, novaciones, albigenses, studistas y otros; pero su nombre genérico era
“anabaptistas”, quiere decir “rebautizados”, porque ignoraban el bautismo de infantes, y
volvían a bautizar a quienes habían llegado a la salvación mediante la fe personal.
Tenían además un nombre genérico para sí mismos: se auto-denominaban “anti-
párvulobautistas”, es decir, opositores del bautismo de infantes (o párvulos).” 11
El hecho subrayado aquí por el Dr. Pettingill, ¿no es una prueba de que el Baptismo
(Usamos el término `artificial´ BAPTISMO para designar a las iglesias de orientación bautista en general
comp. ´luteranismo´). - Nota del traductor) ya existió desde los tiempos apostólicos?
Martín: Lo que sabes acerca de estos grupos, ¿lo sacaste de la historia eclesiástica?
Juan: Bueno...aparte de esta explicación del Dr. Pettingill, sólo lo que Hiscox dice al
respecto. 12
Martín: Entonces será conveniente que le demos la palabra también a la historia
eclesiástica. El primer grupo mencionado por el Dr. Pettingill son los montanistas. El
Dr. Tomas Armitage, en su extensa Historia de los Bautistas, 13 declara que los
montanistas tuvieron su origen en Montano, un natural de Frigia, en Asia Menor. El
movimiento intentó restaurar a la iglesia a su original espiritualidad y pureza. Su intento
fue bueno, pero el tratar de ponerlo en práctica si fueron demasiado lejos y cayeron en
errores. Decían estar tan directamente bajo la inspiración especial del Espíritu Santo
como lo habían estado los apóstoles, y que Montano era el Espíritu Santo en persona.
En su celo por consagrarse al Señor, se hicieron totalmente legalistas, se auto-
marginaron de la sociedad, y trataron con rigor extremo a los cristianos débiles y caídos
en errores. Los pecados cometidos después del bautismo los consideraban poco menos
que imperdonables; el matrimonio era el colmo de la iniquidad, y la “materia en sí” era
el mal en forma pura y sin mezcla.
Tertuliano se unió a los montanistas y compartió su punto de vista en cuanto a los
pecados cometidos después del bautismo. Este fue el motivo por que se opuso al
bautismo de infantes y también al bautismo de jóvenes no casadas y viudas. En otros
aspectos, dice el Dr. Armitage, no hubo discusión en cuanto al bautismo entre los
montanistas y la iglesia universal. Ambos creían que en el bautismo si recibía el perdón
de los pecados, y ambos consideraban el bautismo como un lavamiento de regeneración.
Además, ambos usaban el bautismo de infantes, si bien entre los montanistas hubo una
mayor inclinación a dejarlo para más tarde, como lo evidencia el ejemplo de Tertuliano.
Como ya dije, esto se debía a que según los montanistas, los pecados cometidos después
del bautismo eran poco menos que imperdonables. La iglesia universal, o católica – no
la Católica Romana, que todavía no existía – era más benigna en su trato con los
cristianos débiles y errados, y con los que habían apostatado de su fe en tiempos de
persecución.
¿Podrías decirme ahora, hermano Juan, en qué sentido los montanistas fueron anti-
párvulobautistas? Repito: no hubo controversia en cuanto al bautismo entre ellos y la
iglesia en general, y en los puntos en que la hubo, los anti-párvulobautistas de hoy día
no aceptan la posición de los montanistas sino que concuerdan con la antigua iglesia
universal.
Juan: Esto me hace pensar que lo único que hay es un parentesco entre los
montanistas y los anti-párvulobautistas actuales es su celo por la pureza de la iglesia.
Martín: Pero en lo concerniente a los principios que se debe seguir si se quiere velar
por la pureza y espiritualidad de la iglesia, los anti-párvulobautistas se atienen a los que
seguían la antigua iglesia universal o católica. Por consiguiente, estamos mucho más
cerca de la verdad histórica si decimos que a los montanistas no se los puede considerar
en ningún sentido especial como precursores de los principios bautistas. Incluso su idea
de que es preferible bautizar a las personas en la edad madura, y no en le infancia, tiene
muy poco que ver con los principios bautistas de la actualidad. Todo lo contrario: esa
idea estaba basada en su creencia en la eficacia del bautismo como medio de salvación,
y en su concepto de que los pecados cometidos después de haber sido prácticamente no
tenían perdón. Y tanto lo uno como lo otro está en conflicto con lo que en nuestro
tiempo es la enseñanza de los bautistas.
Los novaciones eran `puritanos´ que surgieron más o menos un siglo después de los
montanistas. Su nombre proviene de Novaciano, un cristiano de Roma que fue su
primer jefe notable. Novaciano estuvo enfermo cuando le bautizaron; y lo hicieron
rociándole con agua. Por parte de los defensores inflexibles del bautismo por inmersión,
aquella forma de bautismo de emergencia se consideraba de carácter dudoso, más aún
en el caso de que una persona bautizada de esta manera se presentase para ser ordenada
al ministerio. Cornelio, rival de Novaciano en la iglesia de Roma, aprovechó este factor
en su contra cuando Novaciano se postuló para el cargo de presbítero u obispo. Otro
punto en controversia que Novaciano se puso a la readmisión en la iglesia de los `lapsi´,
los renegados, mientras que Cornelio favorecía su reintegro a la congregación después
de un acto genuino de arrepentimiento. Cuando en el año 251 desp. de Cr., Cornelio
salió electo obispo por la mayoría, Novaciano logró que la minoría lo eligiera también a
él como obispo, y de esta manera se convirtió en jefe de un partido rigorista que excluía
en forma definitiva de su iglesia a los cristianos que habían renegado de su fe, y que
además bautizaba de nuevo a todos cuantos se unieran a ellos, separándose de la iglesia
católica.
Juan: Quiere decir, entonces, que los novacianos representaban un principio
bautista.
Martín: No te apresures con tus conclusiones. Los novacianos, así como la iglesia
en general, creían en la salvación por medio del bautismo. Los anti-párvulobautistas de
nuestros días (con excepción de los Campbellistas) no compartían esta creencia. La
razón por la que los novacianos rebautizaban a los católicos no fue porque éstos habían
recibido el bautismo antes de su conversión, sino simplemente porque provenían de una
iglesia que ellos, los novacianos, consideraban corrupta porque abría sus puertas a los
´lapsis` o caídos que en sincero arrepentimiento anhelaban regresar al ceno de la iglesia.
Me parece que nuestros anti-párvulobautistas actuales siguen en este punto los
principios de la iglesia universal del siglo IV, y no los de los novacianos. Si en nuestros
días hubiese novacianos, podemos estar seguro que tildarían a prácticamente a todos los
anti-párvulobautistas de corruptos porque readmiten en su iglesia a los cristianos caídos
en caso de que se arrepientan. Los novacianos volverían a aplicar el bautismo por
inmersión a todos los Bautistas, Pentecostales y otros que quisieran afiliarse a ellos, ya
que los considerarían miembros procedentes de iglesias corruptas. Por otra parte, como
observa el Dr. Armitage, no hubo controversias entre los novacianos u la iglesia
universal en cuanto al bautismo en sí, ni tampoco hubo entre ellos mismos discrepancias
respecto del bautismo de infantes. Por lo tanto, no veo ninguna razón por qué algunos
anti-párvulobautistas tienen a los novacianos por representantes de sus propios
principios.
Los paulicianos, dice el Dr. Armitage, eran un grupo que apareció en Armenia
alrededor del año 660 desp. de Cr., y su nombre quizás esté legado al apóstol Pablo,
hacia el cual profesaban una gran admiración. No eran Bautistas, puesto que rechazaban
todo sacramento exterior, incluso el bautismo. A juicio de ellos, el único bautismo y la
única comunión para los fieles era la palabra de Dios. Creían en un bautismo conocido
como `consolamentum´ o bautismo del Espíritu, que administraban colocando sobre la
cabeza del candidato un ejemplar de los Evangelio, acto que acompañaban con sus
oraciones. En lo que a la santa cena se refiere, se alimentaban de Cristo sólo mediante la
fe en el corazón, lo que, según ellos, era el verdadero espíritu de la institución. En una
palabra, por sus prácticas los podemos relacionar con los cuáqueros, pero no con los
anti-párvulobautistas. Los paulicianos eran maniqueos reformados que rechazaban
diversas doctrinas de esa secta, que a su vez era una mezcla de cristianismo y la religión
pagana de los Persas. Por otra parte, adherían a algún que otro dogma de los gnósticos,
y se daban a toda clase especulaciones en cuanto a la esencia de Dios, el origen de la
materia, la relación de la misma con el mal físico y moral, y de esta manera “se nos
presentan como un tipo bastante pobre de cristianismo, si los medimos con la medida
plena del evangelio,” al decir del Dr. Armitage. 14 Y otra vez me pregunto: ¿en qué
sentido los paulicianos pueden considerarse representantes de los principios bautistas?
Juan: Lo mismo me pregunto yo. No puedo descubrir ninguna similitud específica
entre ellos y los que realmente siguen los principios bautistas. Y me extraña que el Dr.
Pettingill los menciona entre los antiguos representantes de dichos principios.
Martín: Yo tampoco me lo explico. Ni siquiera el hecho de que se los haya
perseguido puede tomarse como rasgo peculiar, porque a la iglesia universal también se
la persiguió hasta la primera mitad del siglo IV, y lo mismo pasó a veces con los
luteranos y con los reformados párvulo-bautistas, y asimismo con muchos Bautistas.
Los petro-brusianos eran los seguidores de Pedro de Bruis, en el siglo XII. Formaban
parte del movimiento cátaro, pero rechazaban no pocas de las proposiciones de los
cátaros propiamente dichos. Abandonando el bautismo de infantes, insistían en que
todos los creyentes en Cristo debían ser bautizados por inmersión. Pedro de Bruis inició
su movimiento reformador en el año 1104 desp. de Cr., Rechazó la doctrina católica de
la transubstanciación, y sostenía que la cena del Señor no era más que un acto histórico
y conmemorativo. Para él, la iglesia la componían únicamente los regenerados; los
obispos y sacerdotes, hasta donde él los conocía, eran todos unos embusteros; la
adoración de imágenes, las súplicas por los muertos, la doctrina de la regeneración por
medio del bautismo – todos estos debían rechazarse. 15 Todo esto nos muestra a los
petro-brusianos como verdaderos Bautistas medievales, tanto por su doctrina como por
su práctica.
Arnoldo de Brescia, de quien recibieron su nombre los arnoldistas, fue condenado por
el concilio de Letrán, en el año 1139, por rechazar el bautismo de infantes. En este
punto, quizás siguió en los pasos de Pedro de Bruis. Arnoldo se hizo famoso por la
instauración de un régimen republicano en Roma, que sin embargo fue de muy corta
duración: le puso fin el emperador Federico Barbarroja al conquistar la ciudad. Arnoldo
mismo fue ahorcado en 1155. 16
Los henricianos derivan su nombre de Henry (Enrique) de Lausana, un predicador
ambulante, contemporáneo de Arnoldo de Brescia y Bernardo de Claraval. Permaneció
fiel a las doctrinas católicas, lo que se desprende del hecho de que, a pesar de haber
llevado ante el concilio de Pisa, no fue condenado como hereje. No tenía nada que ver,
con la historia del Baptismo. A raíz de ello, Armitage no hace mención alguna de los
henricianos.
Los valdenses son los adeptos de Pedro Valdo, un acaudalado comerciante de Lyón.
En 1160 consagró su vida a Cristo, comenzó a predicar, tradujo los Evangelios al
idioma popular, y llegó a ser el jefe de un movimiento que se extendió por el sur de
Francia, norte de Italia y otras regiones. Los valdenses no rechazaron la doctrina de la
iglesia, y por ende se los acusó de `cismáticos,´ por cuanto instituyeron un nuevo
apostolado y se “usurparon” el oficio de la predicación sin autorización papal. Se los
excomulgó en 1183/84. Después de esto, adoptaron gradualmente una postura crítica
frente a ciertas doctrinas de la Iglesia de Roma a base de las enseñanzas de las
Escrituras, a las que hicieron objeto de diligente estudio. En general no se opusieron al
bautismo de infantes. Escribe el Dr. Armitage: “Si es que se opusieron al bautismo de
infantes, uno no se explica por qué en su literatura, que abarca un período de cuatro
siglos, no aparece ningún argumento formal en contra del mismo, ni tampoco demanda
alguna en el sentido de que se deba bautizar a creyentes solamente.” Pero tampoco
defendieron el bautismo de infantes. La razón para ello ha de ser que no existió
disensión acerca del bautismo entre ellos y la iglesia católica. Es posible, en cambio,
que haya habido algunos valdenses que individualmente simpatizaban con la idea de los
petro-brusianos, pero eran la excepción. Esto se ve también por el hecho de que el
grueso de los valdenses se unió, en tiempos de la Reforma, a los protestantes párvulo-
bautistas, con quienes no tuvieron ningún diferendo en lo que al bautismo se refiere. De
hecho que, los valdenses no fueron los precursores del Baptismo, sino más bien del
protestantismo párvulo-bautista.
Los albigenses aparecieron en el sur de Francia en los albores del siglo XI. Su nombre
proviene de la ciudad de Albi, centro del distrito en que residían. Su actitud frente a la
iglesia de Roma era de rechazo. Al Nuevo Testamento lo colocaban por encima de toda
tradición y ceremonia eclesiástica. La iglesia católica organizó varias cruzadas en contra
de ellos; sus tierras fueron asoladas, y los habitantes, asesinados cruelmente dado que
los cátaros se dividían en diversas sectas, una de las cuales eran los albigenses, es difícil
saber a ciencia cierta cuál fue su doctrina. Lo que se sabe es que no prestaban
juramento, y no creían en la regeneración bautismal. Tenían tendencias ascéticas, y
exaltaban el celibato. Sólo algunos grupos poco numerosos de los cátaros rechazaban el
bautismo de infantes.
Tenemos además a los patarinos o paterinos, un partido reformista en Milán, del siglo
XI, dirigido contra el comportamiento mundanal del clero y contra la así llamada
investidura real. Al clero se lo obligó a vivir en celibato, y la propiedad de los clérigos
refractarios fue liberada al saqueo. En cuanto a sus doctrina, los patarinos eran
enteramente católico-romanos, y jamás cuestionaron el bautismo de infantes. 19 No
comprendo por qué el Dr. Pettingill menciona a esta facción católica, celosa defensora
del celibato de los sacerdotes, entre los precursores y representantes de los principios
bautistas. En realidad no tienen nada que ver con la historia del Baptismo. El Dr.
Armitage no hace alusión alguna a ellos. Ni tampoco tiene referencia a los stundistas,
un movimiento evangélico de avivamiento en el sur de Rusia, que se espiró en ideas de
luteranos inmigrados desde Alemania. Su jefe espiritual fue un laico, Ratusny, allá por
el año 1860, quien pronto entró en contacto con estrecho con comunidades bautistas. En
sus orígenes, el stundismo no fue un movimiento bautista; y en cuanto que asimiló
ciertas particularidades del mismo, su historia es parte de la historia moderna del
Baptismo.
El resultado de nuestro estudio es, por lo tanto, que la mayoría de los grupos
mencionados por el Dr. Pettingill no pueden calificarse de anabaptistas, ni mucho
menos usaron este nombre para identificarse a sí mismos como sostiene el Dr. Pettingill.
La mayoría de ellos no tiene nada que ver con la historia del Baptismo. 20
Podemos hacer constar como hecho histórico que el concepto bautista del bautismo no
aparece en la Biblia, ni tampoco aparece en la historia de la iglesia por más de un
milenio después del nacimiento del cristianismo. No hubo grupo alguno en la iglesia
cristiana que sustentara los principios bautistas, hasta que surgieron los petro-brusianos.
Por consiguiente, la historia del Baptismo comienza alrededor del año 1104, y todos los
intentos de ubicar su origen en una época anterior han fracasado, o se han basado en una
falsificación de los hechos. La historia del movimiento bautista, en el sentido actual de
la palabra, tiene su punto de partida en el año 1525; concretamente, en la forma de los
`anabaptistas´ del tiempo de la Reforma. De acuerdo con los estudios de Harold S.
Bender, miembro de la iglesia menonita, que es la descendiente espiritual directa de los
anabaptistas, el día de nacimiento del movimiento anabaptista fue el 21 de enero de
1525; el lugar: la ciudad de Zurcí, Suiza. En aquella fecha, un número de hombres
reunidos en una casa particular para la oración y meditación, y un tal Jorge Blaurock, ex
–clérigo del cantón de Grisones, pidieron al jefe del grupo, Conrado Grebel, que sellara
la decisión de Blaurock de consagrarse a una vida nueva, dedicada al Señor,
bautizándolo luego de haber hecho confesión de fe. Grebel accedió a este pedido. Acto
seguido, él mismo fue bautizado por Blaurock, y otro tanto se hizo con los demás
miembros de este pequeño círculo. Fue un acto solemne y espontáneo, en el cual no
midió ninguna influencia foránea conocida. 21 Fue un comienzo nuevo, sin conexión
alguna con los petro-brusianos medievales u otros bautistas. Como ya indiqué, los
menonitas de nuestros días y algunos otros grupos son los descendientes de aquellos
anabaptistas del siglo XVI. El movimiento bautista en el mundo anglohablante arranca
con las últimas décadas del siglo XVI entre los partidarios de Enrique Barrow. Cierta
persona se rebautizó a sí misma, y luego bautizó a otros. Esto fue otro comienzo nuevo,
sin conexión histórica directa con los anabaptistas. Así que, tanto en la doctrina como
en la práctica, la posición bautista es una desviación relativamente tardía de la
enseñanza bíblica. Se los autores Bautistas afirman que “los Bautistas tienen una línea
interrumpida de iglesias a partir de Cristo,” y que incluso durante la Edad Media (500-
1500 desp. de Cr.) “que existe una iglesia continua de iglesias llamadas Ana-
Baptistas,” 22 tal afirmación es una inexactitud histórica.
Juan: No puedo negar que tu juicio, si bien duro, es ampliamente justificado. Está
visto que con anterioridad a los petro-brusianos, no hubo en la iglesia cristiana ningún
grupo que en verdad representara el unto de vista bautista. Pero todavía no dijimos nada
en cuanto al modo de bautizar. Creo que el cuadro será diferente cuando enfoquemos
esta cuestión. Si me quieres tener un poco de paciencia, te explico nuestra enseñanza al
respecto.
NOTAS
IV. El Testimonio de la Historia
1. Edward T. Hiscox, Nuevo Directorio para las Iglesias Bautistas (Filadelfia: 2.
Sociedades Americanas Bautistas de Publicaciones, 1894), págs.477 y sigs.
2. Ireneo, Adversus haereses, II, 22.
3. Ibid., I, 18.
4. Justino, Apología.
5. Orígenes, Ocho homilías sobre Lv.3; Migne, Patrología Graeca, XIV, 496.
6. Orígenes, Comentario sobre Romanos, V. 9. Migne, op.cit., 1047.
7. Cipriano, Epístola 58, Padres Ante-Nicenos, V, 353 y sig.
8. Tertuliano, De baptismo, 18.
9. Según Hiscox, op.cit., 479.
10. Augusto Hopkins Strong, Teología Sistemática (5 ed., revisada y ampliada; Nueva
York: Armstrong & Son, 1896), pág. 536.
11. Willam L. Pettingill, Los males del bautismo de infantes. Reimpreso en el folleto
del Dr. J.Oliver Bruswell, Los dos aspectos de la cuestión del bautismo, Pág. 3.
12. Hiscox, op.cit., págs. 495 y sigs.
13. Nueva York: Bryan, Taylor & Co., 1887. El Dr. Armitage fue pastor de la “Fifth
Avenue Babtist Church” de Nueva York. Las páginas 174-177 de su libro están
dedicadas al montanismo.
14. Armitage, op.,cit., págs.234 y sigs.
15. Ibid., págs. 284 y sigs.
16. Ibid., págs. 292 y sigs.
17. Ibid., págs. 295-302.
18. Ibid., págs. 278 y sigs.
19. Schaff – Herzoh, Nueva Enciclopedia del Conocimiento Religioso.
20. En su artículo “Los males del bautismo de infantes”, el Dr. Pettingill declara que: “
la historia eclesiástica no registra la práctica del bautismo de infantes en fecha anterior
al año 370.” Hemos señalado que otro autor Bautista, Hiscox, admite que la oposición
de Tertuliano al bautismo de infantes, hacia fines del siglo II, es prueba de que por
aquel entonces ya se lo venia practicando por algún tiempo. El Dr. Pettingill afirma
además que “en el año 416, el bautismo de infantes se hizo obligatorio, por ley, en todo
el ámbito del imperio romano.” La historia eclesiástica no sabe nada de tal evento. Todo
el asunto es una investigación del Dr. Pettingill, celoso adversario del bautismo de
infantes, pero al parecer no tan celoso en atenerse a la verdad histórica. El Dr. J. Oliver
Buswell envió a “The Voice” (“La Vos”), en que se había publicado el artículo de
Pettingill, una nota en que refutó los errores de Pettingill, pero The Voice (órgano
oficial de las Iglesias Fundamentalistas Independientes de América) no se la publicó. El
Dr. Buswell publicó tanto el artículo de Pettingill como su propia nota en The Bible
Today (“La Biblia Hoy”). Pueden obtenerse, como reimpresión, del Shelton College,
Nueva York.
21. H. S. Bender, Conrado Grebel, 1498-1525, el fundador de los Hermanos Suizos,
llamados a veces Anabaptistas (Goshen, Indiana: Sociedad Menonita de Historia, 1950).
22. j. M. Carrol, El Rastro de la Sangre (Lexington, Ky. Ashland Avenue Baptist
Church, 1931). Carta al final del libro.
V. EL MODO CÓMO SE BAUTIZA

Juan: El modo cómo se bautiza es por inmersión, y sólo por inmersión, porque la
orden de bautizar es una orden de sumergir, dado que el término baptizein significa
“sumergir, meter dentro de agua”, en latín immergere. Todos los pasajes del Nuevo
Testamento en que aparece ese término, a requieren o padmiten el significado
“sumergir”. Esto se ve corroborado por las circunstancias que rodearon la
administración del bautismo. En Marcos 1: 10 leemos que “Jesús subía del agua,” y en
Juan 3:23 se relata que “Juan bautizaba en Enón, junto a Salim, porque había allí
muchas aguas.” Además, en Hechos 8, donde se habla de la conversión del etíope
eunuco, se nos dice que “Felipe y el eunuco descendieron ambos al agua” y luego
“subieron del agua” (vv. 38, 39).
Además, el modo cómo se bautiza lo ilustran también las alusiones metafóricas a ese
rito, como, por ejemplo, cuando Palo dice en Romanos 6:4 que “bautismo” significa ser
sepultado con Cristo y resucitar con él.
Sólo la inmersión puede describir y simbolizar esa muerte y resurrección.
Por la historia eclesiástica sabemos que la inmersión fue práctica general en la iglesia
cristiana en casi todo el primer milenio de su existencia.1 Quizás conozcas la primera
instrucción detallada en cuanto al modo de bautizar, contenida en la enseñanza de los
Doce Apóstoles, llamada también Didaqué, escrita en la primera parte del siglo II. Este
tratado nos informa acerca de la práctica bautismal en la iglesia primitiva. Leemos allí:
“ En cuanto al bautismo debes proceder de esta manera: Habiendo dicho todas estas
cosas, bautiza en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo . en aguas
corrientes. Si no tienes aguas corrientes, usa otras. Si no lo puedes hacer en agua fría,
usa agua caliente. Pero si no tienes ni la una ni la otra, derrama agua por tres veces
sobre la cabeza en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.”2
Conforme a esta instrucción, se recurría al derramamiento de agua en casos de
emergencia, cuando la inmersión era imposible. Pero el modo común y preferible de
bautizar era por inmersión en aguas corrientes ( arroyo, río, etc.) Esto fue la regla
durante unos mil años. Hacerlo por aspersión, o rociando con agua, o vertiendo agua
sobre la cabeza de aquel a quien se bautiza, es una corrupción introducida por la iglesia
papal y aceptada por la mayoría de las iglesias protestantes.
Martín: Todo esto lo sé perfectamente. Estudié con mucho cuidado lo que dice
Strong, Hiscox y varios otros autores Bautistas, Pentecostales y adventistas acerca de
este tema. Sé también que Lutero recomendó la inmersión como modo apropiado de
aplicar el bautismo. En efecto , el Dr. Strong trae la siguiente cita de Lutero: “ El
bautismo es símbolo de la muerte y resurrección. Inducido por ese motivo, quisiera yo
que los que han de bautizarse fueran sumergidos del todo en el agua, tal como suena el
vocablo y designa el misterio.”3
Conozco dos declaraciones similares hechas por Lutero. En su Tratado acerca del
Bautismo, publicado en 1519, dice: “Bautismo se llama en griego Baptismós, en latín
Mersio, lo que significa sumergir algo en el agua enteramente, de modo que el agua lo
cubre del todo. Y si bien en muchos lugares es costumbre no sumergir a los niños en la
pila bautismal, sino rociarlos solamente con el agua tomada de dicha pila, lo que habría
que hacer, sin embargo, es sumergirlos.”4
Además dice: “ Sería mejor que al niño, o a cualquiera a quien se lo bautiza, se lo
sumerja en el agua y luego se lo levante de allí, pues esto es lo que significa baptizein.
Y no hay duda de que el alemán taufe (bautismo) se deriva de Tief (profundo), como
que la persona a bautizar es metida profundamente en el agua. Así lo requiere también
el significado del bautismo, a saber, que el viejo hombre y su naturaleza pecaminosa,
que es la de carne y sangre, tiene que ser ahogado completamente por la gracia de
Dios.”5
Calvino observa respecto del mismo tema: “ La palabra misma baptizein significa
sumergir; y consta que la iglesia primitiva usó este rito.”6
Juan: Entonces me pregunto: ¿por qué Lutero y Calvino no volvieron a introducir el
bautismo por inmersión?
Martín: A mí también me asombró. Ellos tuvieron una larga controversia con los
anabaptistas de su tiempo, y los anabaptistas aplicaban la inmersión. Lutero y Calvino
desechaban la idea anabaptista del bautismo porque la consideraban reñida con la
enseñanza bíblica, y es obvio que eso tenía razón. En cambio, conociendo el modo
cómo bautizaban los anabaptistas, no hicieron objeción alguna, sino que lo consideraron
correcto e incluso recomendaron su uso, pero no vieron en la inmersión un factor
esencial, para ellos, el significado y la eficacia del bautismo no radica en el modo como
se lo aplica, ya que el acto exterior no es más que el sello de garantía de la promesa del
evangelio; lo que confiere eficacia al bautismo es la palabra de Dios y la fe, no la forma
del rito exterior. Por eso, a pesar de recomendar el bautismo por inmersión, no
estimaban que el asunto era de tanta importancia como para que se justificara hacer
esfuerzos por reintroducirlo.
Juan: Los reformadores admitieron que la palabra “bautizar” significa “sumergir”.
¿Cómo es, entonces, que muchos párvulobautistas sostienen que no necesariamente
significa inmersión? ¿No es esto una falta de honestidad y respeto frente a un hecho
histórico?
Martín: yo no diría esto. Si nos ponemos a investigar cómo se usa el término baptizein
( o baptein, del cual Baptizein es un derivado de carácter reiterativo) en la versión al
griego del Antiguo Testamento conocida como Septuaginta o Versión de los Setenta
(LXX), que era la Biblia de los más de los cristianos primitivos, y que se suele citar en
el Nuevo Testamento griego,- bueno, si hacemos esta investigación, nos damos cuenta
de que baptizein no siempre significa “sumergir”. En el Libro de Eclesiástico ( o
Sabiduría de Jesús Ben Sirá). Capítulo 34, Versículo 30, se lee: “Quien se purifica del
contacto de un muerto (baptizómenos apò nekrou) y le vuelve a tocar, ¿qué ha ganado
con su baño de purificación?”
Según Números 19:18 y 19, la purificación después de haber tocado un cadáver se hacía
rociando agua sobre la persona en cuestión, y no sumergiéndola en el agua, en el pasaje
del Eclesiástico que acabo de citar, la palabra baptizein tiene que referirse, por lo tanto,
a una purificación ceremonial por aspersión. En Levítico 14:6 leemos: “Después tomará
la avecilla viva, el cerdo, la grana y el hisopo, y los mojará con la avecilla viva en la
sangre de la avecilla muerta,” Es obvio que allí no hubo una cantdad suficiente de
sangre como para sumergir en ella estos objetos, de modo que bapsei (tiempo futuro de
baptein) no puede significar “sumergirá”, sino “mojará”, como bien dice la versión en
español.
En Daniel 4: 33 se dice que “Nabucodonosor fue echado de entre los hombres... y su
cuerpo se mojaba (ebaphe, de baptein) con elrocío del cielo.”
Otra vez: baptein en el sentido de “mojar.” En 1 corintios 10, Pablo habla en forma
alegórica de que “en Moisés los israelitas fueron bautizados en la nube y en el mar” (v.
2). No fue por inmersión, porque la nube estaba por encima del tabernáculo o delante
del pueblo, pero nunca alrededor del mismo; en cuanto al mar, se nos dice que los
israelitas lo atravesaron en seco teniendo las aguas a ambos lados de ellos, Cuando
mucho se habrán mojado los pies por lo húmedo que estaba el fondo del mar, En
Marcos 7.4, algunos manuscritos tienen rhantísontai ( se rocían), otros baptísontai ( se
bautizan), lo que demuestra que los vocablos griegos para expresar la acción de “rociar”
y “bautizar” se usan a veces alternativamente,
Estos ejemplos del empleo de los términos baptein y baptizein bastan para hacernos ver
que no siempre significa “sumergir”, como sostienen los defensores de la doctrina
bautista. Pueden referirse a una inmersión total, o parcial, o ligera. Y a veces incluso a
una aspersión. La palabra baptizein se usa para diversos tipos de purificación
ceremonial o cultural por medio de agua, sangre u otros elementos. Cabe recordar
también que la palabra “bautismo” se usa tanto para el bautismo de agua como para el
bautismo del Espíritu Santo. En Pentecostés, el viento y el estruendo llenaron toda la
casa, pero el verdadero bautismo del Espíritu se produjo en la forma de lenguas de
fuego que se asentaron sobre los discípulos. Las lenguas de fuego tienen más semejanza
con un derramamiento de agua que con una inmersión. Por consiguiente, en lo que toca
al significado de la palabra baptizein, tenemos que dar la razón a aquellos
párvulobautistas que declaran que bautizar significa aplicar agua lavando, derramando,
rociando, o sumergiendo.”7 Repito: es un hecho histórico que las palabras griegas
baptein y baptizein se usaban en tiempos de Cristo y los apóstoles con estos diversos
significados ente los judíos y cristianos de habla griega. Por lo tanto, la orden de
bautizar no determina por sí misma el modo cómo se ha de aplicar el agua en este rito.
Es verdad, lo común y corriente era el bautismo por inmersión. No obstante, las
palabras de institución pronunciadas por Cristo, Mateo 28:20, no implican que tienen
que hacerse de este modo, ya que el término baptizein se empleaba también para
expresar otros tipos de aplicación de agua.
Juan: Tengo que retirar mi aserción de que la palabra baptizein significa siempre y
sin excepción sumergir. Admito que los ejemplos que diste demuestran que también se
la usaba para otras clases de purificaciones rituales.
Los que defienden el bautismo por aspersión o derramamiento, comúnmente
argumentan que no había agua suficiente en Jerusalén para sumergir en ella a miles de
personas. Dicen también que no existió la posibilidad de sumergir a aquel etíope eunuco
de quien se habla en Hechos 8. El Dr. Hiscox señala que según autoridades
competentes, los varios estanques en Jerusalén eran enteramente adecuados para tales
inmersiones. Por ejemplo, el estanque de Betesda solo tenía 120 metros de largo por 60
de ancho. El estanque de Siloé, el más pequeño de todos, medía 16 metros por 5. En el
área en que Felipe bautizó al etíope eunuco “corre un hermoso arroyo llamado
Murubbah, que en junio es lo suficientemente hondo como para satisfacer los más
grandes deseos de nuestros amigos bautistas,” como dice el Dr. Thomson. Se ve, pues,
que no hubo necesidad de recurrir a un Bautismo de emergencia” a saber, derramando
agua sobre la cabeza del etíope.
Martín: Tengo un libro publicado hace poco en que figura el estanque de Betesida
con 48 metros por 68, bastante menos de lo que indica Hiscox. Pero aun así, ese
estanque, situado cerca del templo, era lo suficientemente grande como para sumergir
en él a miles de personas. Tienes razón, por lo tanto, al decir que el argumento en contra
de la inmersión basado en la presunta escasez de agua en Jerusalén, no es válido. En
Filipos había río en le cual quizás fueron bautizados el carcelero y su familia.
No tenemos ningún argumento que sirva para probar que el bautismo por inmersión es
un modo incorrecto de bautizar, Lo que cuestionamos es que esta sea la forma necesaria.
Ustedes piensan que el modo exterior correcto de bautizar es tan esencial que el
bautismo por aspersión o derramamiento no es un bautismo de veras. Nosotros creemos
que un bautismo es válido, y no deberá ser repetido, si se usó agua clara, y si se lo
administró en el nombre del Padre, y del Hijo, Y del Espíritu santo o en el nombre de
Jesús.
La historia de la iglesia demuestra que Dios no hizo distinción alguna entre personas
bautizadas por inmersión. Por aspersión o por derramamiento cuando les otorgó sus
bendiciones espirituales. Si el modo exterior de bautizar fuese tan esencial como ustedes
piensan, yo no veo cómo Dios pudo haber dado su gracia y su Espíritu a una persona
que recibió el bautismo por aspersión o derramamiento. La iglesia griega ortodoxa
siempre ha usado el bautismo por inmersión, pero su condición espiritual parece ser
mucho peor que la de muchas denominaciones que bautizan por aspersión o
derramamiento. Creo que esto también habla a favor de nuestro punto de vista, de que el
modo exterior cómo se bautiza no es esencial.
Juan: Tal vez tengas razón con tu idea de que el modo exterior no es tan importante
como nosotros solemos imaginarnos. Sé que hay algunos anti- paravulobautistas que en
este punto son mucho menos rígidos que otros,
Pero sigo pensando que la inmersión es la forma preferible, puesto que es la que se
usaba comúnmente entre los cristianos primitivos, y la que recomendaban los
reformadores protestantes.

NOTAS

IV El modo cómo se bautiza


1- Augustus HHopkins Strong, Teología Sistemática (5. ed., revisada y ampliada;
Nueva York: Armstrong & Son, 1896), pág. 522 y siguientes Eduardo T. Hiscox, Nuevo
Directorio para las Iglesias Bautistas ( Filadelfia: Sociedad Americana Bautista de
Publicaciones, 1894), Pág. 389 y siguientes.

2- Didaqué VII.

3- M, Lutero, La Cautividad Babilónica de la Iglesia, 120. WA vol. 6, Pág. 443. (Obras


de M. Lutero, ed. Paidós, Buenos Aires, vol. 1 pág. 215.)

4- m. Lutero, Tratado acerca del Bautismo, 1919. WA.

5- Ibid., vol. 5 pág. 1.

6- J. Calvino, Institución de la Religión Cristiana, traducida y publicada por Cipriano de


Valera en 1597, reeditada por Luis de Usoz y Río en 1858, Nueva Edición Revisada en
1967, Fundación Editorial de Literatura Reformada, Rijswijk, países Bajos, Vol. II,
libro IV, cap. XV, sección 19.

7- Catecismo Menor de M. Lutero, Partes II: Exposición breve de la parte doctrinal ( St,
Louis: Casa Publicadora Concordia, 1961), pág. 150.

8- El modo cómo bautizar se discutió hace algún tiempo atrás en el Lutheran Witness.
(Sínodo de Missouri). Ciertos misioneros luteranos accedieron a la solicitud de algunas
personas den la región montañosa de Indiana y las bautizaron por inmersión. Esto
suscitó diversas críticas. El editor del Lutheran Witness defendió la actitud de los
misioneros. Señaló que si bien la Iglesia Luterana (Sínodo de Missouri) habitualmente
practica el bautismo por derramamiento, no por eso rechaza como incorrecta la
inmersión. Está muy en su lugar un testimonio en contra de la inclinación de afirmar
que los luteranos no podemos usar el bautismo por inmersión. Por lo tanto no es
inoportuno recurrir aquí y allá, y en determinadas ocasiones, al bautismo por inmersión,
si hay quien nos lo pide. (lutheran Witness, 11 de diciembre de 1951, pág. 409). En el
número del 22 de enero de 1952, C. A. Gieseler apoyó lo expuesto por el editor, citando
la declaración de Lutero en su Tratado acerca del Bautismo que figura en nuestro texto.
Comentario de Gieseler: “Lutero no quiere decir que él considera la inmersión como
factor esencial para un bautismo válido, pero sí podemos desprender de estas palabras
que él no criticaría al pastor luterano que usa este método si el catecúmeno o lo padres
de un niñito se lo piden.” Es también la opinión nuestra,.

9- Hiscox, op. cit., págs. 430- 437.

CONCLUSIÓN

Martín: Lo del modo cómo se bautiza es, al fin y al cabo, el punto menos importante
en la discusión entre quienes defienden el bautismo de infantes y quienes lo rechazan.
Como ya dije, un buen número de párvuloautistas usan la inmersión. Los dos grandes
temas son la cuestión del bautismo de infantes y el significado del bautismo.
Hace poco leí un folleto escrito en defensa de la posición bautista frente al bautismo.
Dice el autor que tras haber leído los libros de los que abogan por el bautismo de
infantes, sus teorías le parecieron bastante aceptables, y en cierto modo hasta
cautivantes; pero que cuando volvió de esos escritos a la Escritura de Dios, no pudo
localizar allí las teorías mencionadas. “Tuve la impresión”, sigue diciendo, “ de que en
vez de extraer sus ideas de la Escritura, las habían introducido en ella; en lugar de
exégesis, eiségesis.”1 Por mi parte debo confesar que tuve una experiencia similar, pero
en sentido contrario. Los argumentos de los que defienden la posición bautista a veces
me parecieron aceptables, y me resultaron hasta cautivantes, en cierto modo. Pero al
estudiar la palabra de Dios, no me fue posible localizar allí aquellas teorías. Tengo la
impresión de que en vez de extraer sus enseñanzas de la Biblia, las han introducido en
ella. No veo que la doctrina bautista en cuanto al bautismo esté en el Nuevo
Testamento; ni tampoco fuiste tú capaz de hacérmelo ver. En tanto que uno tome las
enseñanzas de la palabra de Dios tal como son y las siga, no puede compartir el punto
de vista bautista. Tanto el Nuevo Testamento como la historia de la iglesia cristiana
demuestran en forma concluyente que el bautismo de infantes está en armonía con las
claras enseñanzas de Jesús y con la práctica de la iglesia apostólica y post-apostólica. La
primera aposición concreta al Bautismo de infantes apareció en la Edad Media en unos
pocos grupos de sectarios llamados cátaros. Si en la iglesia antigua, Tertuliano estimó
preferiblemente dejar el bautismo para más tarde, sólo fue por razones de conveniencia,
y esas razones estaban basadas, además, en errores doctrinales. Por lo demás,
prácticamente no hubo oposición alguna al bautismo de infantes por más de mil años
después del nacimiento de la iglesia.
El abismo de la discrepancia es aún más profundo con respecto al significado del
bautismo. De acuerdo con la posición bautista, el bautismo es un acto del hombre, un
rito simbólico en que el hombre hace profesión de su fe ante los demás después de
haber tenido una experiencia personal de salvación. Nosotros en cambio lo
consideramos un acto de Dios para con el hombre, un medio de gracia, destinado a
otorgar el perdón de los pecados.
El Nuevo Testamento nunca habla del bautismo como un acto de confesión por parte
del hombre. Siempre lo presenta como un medio de gracia, dado con la finalidad de que
produzca remisión de pecados, o purificación del pecado, y regeneración. Este concepto
bíblico era el concepto imperante en la iglesia por más de un milenio, El concepto
bautista era prácticamente desconocido hasta el siglo XII. La enseñanza de la iglesia se
refleja también en la declaración de Credo Niceno, aceptado por la mayoría de las
iglesias cristianas: “Confieso que hay un solo bautismo para remisión de pecados.” Es
obvio que esto significa que el bautismo es un medio de gracia en virtud del cual son
remitidos los pecados.
Así que la doctrina bautista en cuanto al bautismo es una idea errónea de origen
relativamente tardío, que no tiene base en las Escrituras.
El modo visible, digamos, usado por los que tienen este concepto, es correcto; pro esto
sólo quiere decir que tienen la forma exterior correcta pero un entendimiento
equivocado, un rito correcto sin contenido basados en las Escrituras.
Si los partidarios de la posición bautista rebautizan a las personas después de su
conversión, están haciendo algo que no condice para nada con la Biblia, ya que el
bautismo de infantes es un bautismo enteramente bíblico; además, la validez y eficacia
del bautismo no depende del modo cómo se lo aplique externamente, ni de la cantidad
de agua que se use.
El bautismo bíblico de verdad es aquel que se entiende en el sentido de las palabras de
Pedro: “Arrepentios y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.” (Hch. 2:38).

1
H. A. Iroside, Bautismo: ¿Qué dice la Escritura? (3. ed., 1930) pág. 6
Un amigo mío me comentó cierta vez sus propias experiencias con respecto al bautismo
bautista. Había recibido el bautismo en su infancia, pero más tarde sintió que debería ser
bautizado por inmersión. Esto ocurrió algunos años después de su conversión. Le
parecía que el Espíritu Santo le estaba impulsando a dar este paso, y así lo hizo, deseoso
de ser obediente a la voz de Dios. Le pregunté qué significaba para él su nuevo
bautismo, y qué había experimentado al recibirlo. Me contestó que después de haber
sido bautizado por inmersión, su problema había quedado solucionado, y ahora se sentía
tranquilo. Estas palabras de mi amigo me indicaron que él consideraba el bautismo por
inmersión como un acto de obediencia; y una vez cumplido el acto, se sentía satisfecho,
como cualquier persona siente satisfacción después de hacer hecho lo que ella considera
que es la voluntad de Dios.
El caso de este amigo mi hizo ver con mayor claridad que antes que el bautismo bautista
no es el bautismo del Nuevo Testamento, no pasa de ser una obra del hombre, Quienes
lo reciben, no lo ven como un bautismo para la remisión de pecados ni como un medio
de gracia, acto de dios a favor de ellos, Lo ven como un acto de ellos mismos, y una vez
cumplido, dan por terminado todo el asunto, Pero ¡qué tiene que ver un punto de vista
tal con lo que dice la Biblia? Nosotros damos gracias a Dios por el bautismo para la
remisión de pecados. Pero creemos también que somos salvos verdad sólo si se ha
cumplido en nosotros el significado del bautismo, mediante sincero arrepentimiento y
fe, y mediante un conocimiento cabal de Cristo y obediencia a su palabra.

Juan: Esta discusión realmente me abrió los ojos, Al comienzo creí que me resultaría
fácil refutar la doctrina acera del bautismo que tienen ustedes. Pero ahora que hemos
llegado al final, veo que el concepto refutado es el mío. Y me voy a poner a pensar y
estudiar más sobre esta cuestión, pidiendo a Dios que me ayude a entender
correctamente su verdad, y a atenerme a ella.

Martín: ¡Que el Señor bendiga tu buen propósito!

RESUMEN COMPARATIVO

El Bautismo de Infantes

El concepto bautista El concepto paravulobautismta

A los infantes no habría que bautizarlos, Jesús enseña que se debe bautizar a los
porque el Nuevo Testamento no contiene niños cuando dice (1) que los niñitos deben
ninguna orden en este sentido, y nunca ser llevados a El y al reino de Dios, al cual
menciona que en la era apostólica se haya tienen accesos, y (2) que sin bautismo, el
practicado tal tipo de bautismo. hombre no puede entrar en el reino de Dios,
ni llegar a ser discípulo suyo.
Los fundamentos bíblicos para estos conceptos

No los hay. El silencio no es prueba “Traían a él niños (brephe) Jesús,


suficiente. llamándolos, dijo: Dejad a los niños venir a
mí , y no se los impidáis; porque de los tales
es el reino de Dios.” (Lc. 18:15-17)
“El que no naciere de agua y del Espíritu,
no puede entrar en el reino de Dios.” (Jn.
3:5)
“Por lo tanto id, y haced discípulos a todas
las naciones, bautizándolos ... y
enseñándoles..” (Mt. 28:19,20)

Una persona debiera tener, en primer lugar, Los infantes (brephe) reciben el reino de
una fe salvadora consciente, y luego ser Dios, dice Cristo, y esto puede acontecer
bautizada. Los infantes no pueden tener sólo en virtud de la fe. Una fe consciente,
una fe salvadora, y por lo tanto no debieran nacida del arrepentimiento y del oír la
ser bautizados. palabra del evangelio, no figuraba como
requisito planteado por Cristo a los niñitos
para que se los pudiera recibir en el reino de
Dios. No debiéramos requerir de ellos más
de lo que Jesús mismo requirió. Las
personas adultas deben arrepentirse y creer
antes de que se las bautice; pero lo que se
requiere no es una fe salvadora; basta una fe
penitente y la súplica por la gracia.

Los fundamentos bíblicos para estos conceptos

No los hay. Se basan sólo en proposiciones “El que no recibe el reino de Dios como un
sugeridas por la razón humana y la niño, no entrará en él.” (Lc. 18:17; Mr.
psicología. 10:15) “ Arrepentios, y bautícese cada uno
de vosotros en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados.” (Hch. 2:38).

El bautismo de infantes no es una práctica El bautismo de infantes ya se practicaba en


de la iglesia apostólica, sino que fue la iglesia apostólica, y estaba en uso mucho
introducido por la corrupta iglesia católica. antes de que existiera el catolicismo
romano.

Los fundamentos bíblicos e históricos para estos conceptos

No los hay. El silencio del Nuevo El bautismo de infantes era práctica general
Testamento no es fundamento suficiente, entre los judíos del tiempo de Cristo
ni tampoco hay fundamento histórico (bautismo de prosélitos) y él nunca dijo una
alguno. palabra de desaprobación al respecto.
Dijo, en cambio, que los niños pueden
recibir el reino de Dios y, en efecto, lo
reciben, y que sin bautismo nadie puede
entrar en el reino. La iglesia apostólica
bautizaba a familias enteras, así como la
sinagoga recibía en su seno a familias
enteras por vía del bautismo. Es muy
posible que en estas familias haya habido
también niños pequeños, aunque no lo
podemos probar. Justino el Mártir, Ireneo y
Tertuliano hablan de bautismo de infantes y
niños en el siglo II , y Orígenes fue
bautizado en su infancia, en el año 185 ó
186 Desp. de Cr. Él, Cipriano y otros se
refieren al bautismo de infantes como
práctica apostólica y aceptada en el siglo
III.

II El Significado del Bautismo

A.- El bautismo es un acto de obediencia y El bautismo es un medio de gracia, y como


profesión de fe de parte del hombre que tal un acto de gracia de parte de Dios,
previamente se ha arrepentido y es salvo quien por esta vía imparte su gracia
en virtud de la fe en el evangelio. salvadora al hombre perdido.

Los fundamentos bíblicos e históricos para estos conceptos

No los hay. La Biblia nunca habla del “El bautismo que corresponde a esto ahora
bautismo como de un acto del hombre y nos salva.” (1 P.3:21) “Levántate y
una profesión de fe. bautízate, y lava tus pecados, invocando su
nombre”. (Hch.22:16)
“…para santificarle, habiéndola purificado
en el lavamiento del agua por la palabra.”
(Ef.5:26) “Somos sepultados juntamente
con El para muerte por el bautismo.”
(Ro.6:4) “Bautícese cada uno…en el
nombre de Jesucristo para perdón de los
pecados…” (Hch.2:38) Por lo regular, la
iglesia apostólica bautizaba a pecadores
arrepentidos, no a pecadores que ya eran
salvos (tales casos eran la excepción, como
en la casa de Cornelio).

B.- El agua no posee la capacidad de lavar El bautismo posee el poder de lavar los
los pecados; esto sólo lo puede hacer la pecados porque así lo dice la Escritura, y
sangre de Cristo. El bautismo es un porque el agua va unida a la palabra, y
símbolo del lavamiento de los pecados y mediante la palabra, la sangre de Cristo.
de la regeneración que se produjo con
anterioridad.

Los fundamentos bíblicos e históricos para estos conceptos

No los hay. El Nuevo Testamento nunca “…levántate y bautízate, y lava tus


habla del bautismo como un mero símbolo pecados,” y otros textos citados del N.T.
de la salvación ya experimentada con citados en la parte II A.
anterioridad.

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