Professional Documents
Culture Documents
1
Cuando uno escribe sobre la clase media asume, inmedia-
tamente, una actitud compungida. La realidad se tiñe de infi-
nita nostalgia, el viento tiene aquella profunda tristeza de los
valses y de aquellos poemas, digamos, como los de Sebastián
Salazar Bondy o Juan Gonzalo Rose. Rose escribe, por ejem-
plo: “Yo te perdono, Lima, el haberme parido/ en un quieto
verano/ de abanicos y moscas”.
La clase media limeña no equivale a los ímpetus de la bur-
guesía europea; todo lo contrario, la clase media limeña nació
cansada, un día que Dios estuvo enfermo, grave. Por lo gene-
ral, se entendió a sí misma como un esmerado grupo profesio-
nal del sector servicios, limpios, de ser posible, de baño diario
y sin ensuciarse jamás las manos. Diera la impresión de que la
clase media limeña es la feíta de la clase, la feíta con la que
nadie quiere bailar, tímida, medrosa, contrita. Soñaba con pa-
tios y se contentaba con quintas. Quería jardines y se confor-
maba con macetas colgando de alguna pared desdibujada por
los graffitis. Cuidaba lo poco que tenía: una virginidad absur-
da, unas monedas en el banco, alguna herencia de un pariente
lejano que le daba bruscamente la espalda, unos hijos que si la
210 Los avatares de la clase media
2
Después de 1969, cuando el gobierno revolucionario de las
Fuerzas Armadas lleva a cabo la Reforma Agraria, surgen una
serie de expresiones de la clase media. En fin, podríamos arries-
gar la idea de que las Fuerzas Armadas le ofrecen un destino
político, la invita a participar en la arena política, le exige una
conducta valiente: que opine, que tenga intereses propios; que
sus intelectuales no sean entendidos solamente como la ex-
presión excepcional, radical y alocada de algunos personajes
que perdieron la noción de guardar siempre su sitio. Y pedían
disculpas por ello. Disculpaban a esos afiebrados hombres de
letras que llevaban vidas impropias o se plegaban a la defensa
de los campesinos y los obreros, o – peor aún – del indio. Ante
los indigenistas la clase media se moría de vergüenza y, sumi-
sa, bajaba la cabeza. Pero el cholo Velasco Alvarado la zaran-
deaba. Le decía que participara en las reformas. Que se aproxi-
mara al pueblo, que no le temiera. Sinamos era la aplanadora,
el Estado crecía, la clase media tenía su oportunidad histórica.
La oligarquía, en cierto modo, había creado aquella clase
media ilustrada de los años veinte en Trujillo. Poetas, ensayis-
tas, ideólogos, políticos. La oligarquía y sus haciendas habían
producido una ciudad como Trujillo, oligárquica y señorial,
plagada de casonas y de familias, pero que daba lugar a una
clase media politizada, renovadora, sin apellidos ilustres, dis-
puesta a hacer dinero y, de ser posible, fortuna. Trujillo es la
ciudad de los apellidos, igual a Arequipa, cuya clase media
surge también alrededor de la universidad, las ideas, las le-
216 Los avatares de la clase media
3
Pero vayámonos por otros caminos, caminos que no tie-
nen vínculo directo con esta clase media que hemos llamado
clásica o tradicional. Me refiero a esa clase media de origen
popular, que cobra vida propia en los distritos de origen barrial
y crea su propio oasis de progreso desde una perspectiva
distrital. Pienso en aquellos lugares lejanos de los clásicos dis-
tritos de la clase media, como Los Olivos, Pro y cuanta urbani-
zación similar exista. Es una clase media que la clásica no en-
tiende y le da muchísima cólera que pueda tener más dinero
que ella. La aparición de los centros comerciales demuestra
que en esas zonas de la periferia de Lima se ubica, por fin, una
pujante nueva clase media, pero mucho más vinculada a la
producción o al comercio. Esta nueva clase media no tiene vín-
220 Los avatares de la clase media