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Scarano
LA ÉTICA DE ARISTÓTELES.
La ética se ocupa de las cosas que “son generalmente así”, y no como las matemáticas
de cosas que son necesariamente. Por lo tanto no se basa en principios conocidos
como verdaderos sino en opiniones.
Todas las decisiones que adoptamos lo son en función de algún fin, de algún bien que
deseamos, que perseguimos. Toda acción humana está orientada a la consecución de
algún bien. El bien debe ser algo final, y no un medio para alcanzar otra cosa.
Lo bueno y lo malo de la conducta humana están en función del bien que se persigue.
EL bien supremo es la eudaimonía, que se traduce como felicidad, pero en realidad es
una especie de actividad. La expresión “bienestar” es mas vaga pero la expresa mejor.
Para entender a eudaimonía, hay que entender que hay cuatro géneros de vida. El
mayor numero tiende al placer, pero es la vida de los esclavos y las bestias, los
mejores apuntan al honor, que es objeto de la vida política. Algunos persiguen la
riqueza, pero este es un medio y no un fin. La vida contemplativa es el fin más elevado
de la vida.
La virtud o areté moral junto a la razón, permite hacer un plan para poder elegir el
medio por el que se obtendrá el fin buscado. Es en parte racional y en parte irracional.
Es la fuente de donde fluye la buena actividad, el placer y la prosperidad. Las virtudes
deben de ser desarrolladas por la práctica. La voluntad del hombre sano, entero y
honrado está naturalmente orientada hacia su bien y sólo cabe deliberar y decidir sobre
los medios para alcanzarlo. No tiene sentido deliberar ni tomar decisiones sobre
asuntos que escapan a nuestro alcance, sobre cosas que no está en nuestra mano
hacer u omitir. Pero cada día deliberamos sobre si hacer esto o hacer lo otro y
decidimos lo que mejor nos parece. Precisamente, la decisión es un deseo deliberado
de cosas a nuestro alcance. Estas decisiones pueden ser acertadas o equivocadas,
buenas o malas, según que estén o no de acuerdo con el criterio correcto, y en ese
hábito consiste la virtud moral. Una vez adquirido, decidimos bien, sin esfuerzo y con
toda naturalidad.
Decidir es difícil. Fácilmente puede uno pasarse o quedarse corto, y es difícil dar con el
término medio exacto en que consiste la decisión correcta, la decisión óptima. La virtud
moral es adecuada cuando al disponernos a elegir el medio para el placer, lo hacemos
esencialmente en un término medio, relativo a nosotros mismos. A las obras bien
hechas no se les puede quitar ni añadir nada, porque tanto el exceso como el defecto
destruyen la perfección, mientras que el término medio la conserva. Se puede errar de
muchas maneras, pero acertar sólo de una.
El deseo esta guiado por la razón, y la razón estimulada por el deseo. La virtud moral,
es una disposición para elegir, y la elección es un deseo deliberado, e implica el deseo
de un fin.
El objeto de la razón con respecto del deseo es la de tratar de satisfacer al deseo
correcto.
Virtudes Intelectuales
En el alma humana hay una parte apetitiva o volitiva y otra parte pensante o cognitiva -
la dianoia o razón a través de premisas-. Las virtudes éticas o morales, las virtudes del
ethos, son hábitos de decidir lo mejor conforme a la regla en cada caso. Pero el
conocimiento de lo mejor es ajeno al ethos y procede de la dianoia, de la razón.
Nuestra razón, a su vez, funciona correctamente, ejecuta bien su función, cuando
posee la areté del pensamiento, que a su vez puede articularse en una serie de
virtudes dianoéticas o saberes.
Desde el punto de vista ético, las virtudes dianoéticas más importantes son las
prácticas. A la virtud o areté práctica por excelencia la llama Aristóteles phrónesis,
prudencia o racionalidad moral. La virtud moral consiste en actuar conforme a regla
adecuada. La phrónesis o racionalidad práctica es la encargada de establecer la
adecuación de las reglas, de determinar cuál es el curso de acción a seguir, cuáles son
los medios adecuados para obtener nuestro fin, cuál es el término medio óptimo, que
no peque por exceso ni por defecto. El hábito de hacerlo bien, de dar en el clavo con
facilidad, de encontrar el término medio óptimo en cada caso, es la prudencia.