You are on page 1of 4

Porque te quiero mucho abu

Por: Lina Ceballos

El escenario es una casa sencilla y descuidada


descuidada.. En las paredes se pueden ver
algunas fotografías de la familia y algunos portarretratos vacíos.
vacíos En el lado
izquierdo hay una pequeña biblioteca color marfil con algunos cajones y encima
en de
ésta una radio. Al lado una mesa ratonera con un mantel; dando la impresión de
que antes era un espacio ocupado. Atrás hay una puerta que da hacia la cocina y
otra
ra hacia una pequeña habitación. Al frente del público dos sillas blancas de
plástico, en una está sentada Ana (90 años) y en la otra Juan (30 años), quien
lleva un bolsa en sus manos; un balde de pintura vacío boca abajo y encima un
juego de ajedrez. Juan comienza a hablar con su abuela.

Juan (Mirando el tablero de ajedrez) ¡Ah! Ya jugaste, dos casillas con un peón.
Buen inició, abu. Sí, siempre has sido buena para iniciar cada partida.
(Sentándose) de ajedrez, claro está. (Risitas) Lo aclaro para que no me
mirés con esos hermosos ojos negros como si hubiese dicho algo i-na-de-
i
cu-a-do. De lo otro, ya sabés que no sé mucho (risitas). Sólo que sé que
hoy me levante y pensé en vos. Recuerdo cosas de cuando era pequeño.
Del abuelo que se marcha, de mi madre que se marcha después y de vos
que te quedás conmigo. Así que me dije: Juan, ¿por qué no vas y visitás
a la abuela hoy? Seguro se alegrará. Y lo mejor es que, para que veás
que sí te dedico tiempo, me tomaré los minutos que sean necesarios para
jugar con vos esta partida. ¿Juego? Ah, sí, sí, es mi turno. Dejame yo
pienso, no me acosés. Tengo en la cabeza muchas cosas. (Saca un
cigarrillo, y lo prende) ¿Te molesta? Sí, por eso lo prendo. Sé que el olor
de cigarrillo te gusta, ya que no podés fumar fumo por vos. Bueno, muevo
también este peón. Ya está ¿lo ves? Al final sólo somos peones. Pero lo
duro, abu, es estar sólo. No sé si vos lo entendés porque me tenés a mí.
Y, mejor aún, tenés está casa (mirando a su alrededor con interés y
arrojando el cigarrillo al suelo). Sí, con esta casa nadie sentiría lo que es
la soledad, al menos, estoy seguro, yo no. Los objetos dan compañía. ¡Ah
no! No me recordés ese viejo aparato. (Se levanta y camina hacia
biblioteca de marfil) te hice un bien. Deberías agradecer que me llevé esa
cosa, no hacías nada más que pasarte horas y horas frente al televisor.
¿Haciendo qué? Nada, absolutamente nada, desperdiciando el poco
tiempo que te queda. Y no es por ser aguafiestas abu, pero que es que ya
estás como grandecita. (Abre el primer cajón de la biblioteca) Mirá gracias
a mí cómo has avanzado en la costura. Ya tenés más tiempo libre para
dedicarte a las cosas que te gustan: salir al parque y trotar. (Risitas) es
cierto. La artritis no te deja. Pero no saqués excusas, podés caminar y
respirar aire fresco. ¿Y el asma? Pues abu, el asma y la artritis se curan
saliendo afuera y no estando encerrada en esta casa tan húmeda.
Además, por ahí leí que el aire contaminado, perdón, que el aire de
Buenos Aires es uno de los más limpios y saludables del mundo,
imaginate. (Tomando la radio con sus manos) ¿Y sabés qué abu? He
estado pensando que te estás volviendo depresiva por esta cosa. (Lo
prende, haciendo la voz grave de un locutor lee los titulares de las
noticias) roban, secuestran y tirotean un policía; subcomisario condenado
por facilitar un asalto a una farmacia céntrica; el regreso de Néstor
Kirchner… (Volviendo a su voz normal) no abu, son noticias muy tristes
que te abruman, te ponen nerviosa. Si no tuvieras esto, no tendrías
miedo, abu. ¿Sabés lo que te digo? No tener miedo, eso nunca lo has
experimentado, ¿verdad? Antes sí, sí, y no era porque no pasaran las
mismas cosas. Siempre ha sido lo mismo. La diferencia, abu, es que
antes no andabas pegada a la radio, antes vivías, abu. (Decidido) sí,
definitivamente es mejor que me lo lleve. (Lo desconecta y lo mete en su
bolsa. Se escucha el leve llanto de la abuela). Pero no llorés, es por tu
bien. Mejor sigamos jugando. No, ¡ah!, ¡ha!, no digás nada. (Se acerca
hacia ella y comienza a hablarle tiernamente) quedate ahí sentadita y
jugá con tu nietecito que hace todo lo que hace por vos, porque te quiero
mucho abu. Y la depresión no es una cosa para jugar, mirá, ya estás
llorando otra vez. Y, lo peor, es que te ves pálida, cansada como vieja. Y
es por eso abu, es por las noticias que escuchás. Sí, eso, inhalá y exhalá.
Calmate que te prometo que vendré más seguido para que no estés sola.
(Levantándose corre su silla hacia atrás y se acerca a su abuela
lentamente) ¡Ajá! ¿Qué tenés ahí? Dejame ver qué estás ocultando.
Viejita viva. A ver, estirá la mano. ¡Qué la abrás te digo! Abu, por favor.
Abrí la mano, mirá que no me quiero enojar con vos. (Mirando y en
silencio) ¡Ah!, era eso. Pero vieja, mirá cómo tenés la mano, está
coloradísima, pobres dedos. Por eso no querías mostrármelo, aja, porque
sabés que te hace daño. A ver, dejame yo te ayudo. Primero estirás tu
bracito (agarrándole el brazo con fuerza) y luego le echás un poco de
saliva a tu dedito y listo (salta un anillo al aire y Juan se va detrás de él).
Acá está. Pero, ¡qué lindo! No recordaba que aún tenías tu anillo de
casada. (Leyendo la inscripción) 24 Kilates. Marcos y Ana 1955. Hace
muchos años. (Estirando la mano con el anillo) Mira abu, guardalo pero
no te lo pongás, podés perder el dedo y ¿qué harás sin un dedo menos?
(vacilando) No, mejor no, no me puedo arriesgar a que perdás un dedo. Y
menos ahora que ando tan ocupado en el laburo, te pasa algo y quién te
va a cuidar. (Guarda el anillo en el bolsillo de su camisa). A ver sigamos
jugando. Ya está, Jaque Mate. Mirá, se mueve esto y tash (tumbando el
rey blanco). Bueno abu, eso es todo por hoy. Estoy cansado, con cuidarte
y con el laburo no me queda tiempo para mí. (Le da un beso en la mejilla,
guarda el ajedrez y lo mete en la bolsa). Te quiero mucho abu, ahí te dejo
la mesita (señalando el balde vacío de pintura) y no te preocupés que me
voy, pero mañana vuelvo. Te lo prometo.

You might also like