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PROBLEMAS PRELIMINARES A LA CONSTRUCCIÓN DE UNA SITUACIÓN

INTERNACIONAL SITUACIONISTA
Texto publicado en el # 1 de Internacional Situacionista (1-VI-58). La presente traducción de Julio
González del Río Rams fue publicada por Eds. La Piqueta (Madrid, 1977): La creación abierta y sus
enemigos.
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"La construcción de situaciones comienza más allá del hundimiento


moderno de la noción de espectáculo. Es fácil ver hasta qué punto está
unido a la alienación del viejo mundo el principio del espectáculo: la
no intervención. Se ve, a la inversa, cómo las búsquedas
revolucionarias más válidas han intentado romper la identificación
psicológica del espectador con el héroe, para arrastrar al espectador a
la actividad... La situación se hace así para ser vivida por sus
constructores. El papel del "público", que si no es pasivo es al menos
el de figurante, debe disminuir siempre, mientras que aumentará la
parte de los que no pueden ser llamados actores sino, en un sentido
nuevo del término, "vividores"."

Informe sobre la construcción de situaciones

La concepción que tenemos de una "situación construida" no se limita a un empleo unitario de los medios
artísticos que concurren en un ambiente, por grandes que puedan ser la extensión espacio temporal y la
forma de este ambiente. La situación es, al mismo tiempo, una unidad de comportamiento en el tiempo.
Está formada por gestos contenidos en el decorado de un momento. Estos gestos son el producto del
decorado y de sí mismos. Producen otras formas de decorado y otros gestos. ¿Cómo se puede orientar
estas fuerzas? No vamos a contestarnos con ensayos empíricos de entornos, de los que se esperarían
sorpresas, por provocación mecánica. La dirección realmente experimental de la actividad situacionista es
el establecimiento, a partir de deseos reconocidos más o menos claramente, de un campo de actividad
temporal favorable a esos deseos. Su sólo establecimiento puede provocar el esclarecimiento de los
deseos primitivos, y la aparición confusa de nuevos deseos cuya raíz material será precisamente la nueva
realidad constituida por las construcciones situacionistas.

Por tanto, hay que considerar una especie de psicoanálisis con fines situacionistas, debiendo encontrar
cada uno de los que participan en esta aventura deseos precisos de ambientes, para realizarlos, en contra
de los fines perseguidos por las corrientes surgidas del freudismo. Cada uno debe buscar lo que le gusta,
lo que le atrae y (al contrario de algunas tentativas de escritura moderna, Leiris por ejemplo, lo que nos
importa no es la estructura individual de nuestro espíritu, ni la explicación de su formación, sino su
posible aplicación en las situaciones construidas). Se puede recensar por este método elementos
constitutivos de las situaciones a edificar; proyectos para el movimiento de estos elementos.

Semejante investigación no tiene sentido más que para individuos que trabajen prácticamente en la
dirección de una construcción de situaciones. Entonces son todos, ya espontáneamente, ya de una manera
consciente y organizada, pre-situacionistas, es decir: individuos que han sentido la necesidad objetiva de
esta construcción a través de un mismo estado de carencia de la cultura, y de las mismas expresiones de la
sensibilidad experimental inmediatamente precedente. Se han aproximado mediante una especialización.
Por lo tanto, es probable que se encuentre en todos un gran número de temas en común con el deseo
situacionista, que se diversificará cada vez más desde su paso a una fase de actividad real.

La situación construida es, forzosamente, colectiva por su preparación y su desarrollo. Sin embargo
parece que, al menos para el período de experiencias primitivas, un individuo debe ejercer una cierta
preeminencia en una situación dada; ser el director de escena. A partir de un proyecto de situación,
estudiada por un equipo de investigadores, que combinaría, por ejemplo, una reunión emocionante de
algunas personas durante una velada, sin duda habría que discernir entre un director, encargado de
coordinar los elementos previos de construcción del decorado, y también de prever algunas intervenciones
en los acontecimientos (este último proceso podría ser compartido entre varios responsables que
ignorasen más o menos los planes de intervención de los otros), unos agentes directos viviendo la
situación, habiendo participado en la creación del proyecto colectivo y habiendo trabajado en la
composición práctica del ambiente, y algunos espectadores pasivos, ajenos al trabajo de construcción, a
los que convendrá obligar a que actúen.

Naturalmente la relación entre el director y los "vividores" de la situación no puede convertirse en una
relación de especializaciones. Tan sólo es una subordinación momentánea de todo un equipo de
situacionistas al responsable de una experiencia aislada. Estas perspectivas, o su vocabulario provisional,
no deben hacer creer que se trata de una continuación del teatro. Pirandello y Brecht han mostrado la
destrucción del espectáculo teatral, y algunas reivindicaciones que están más allá. Se puede decir que la
construcción de las situaciones reemplazará al teatro sólo en el mismo sentido en que la construcción real
de la vida ha reemplazado cada vez más a la religión. Evidentemente el principal campo que vamos a
reemplazar y cumplir es la poesía, que se ha incinerado a sí misma en la vanguandia actual, que ha
desaparecido completamente.

La realización efectiva del individuo, igualmente en la experiencia artística que descubren los
situacionistas, implica obligatoriamente a la dominación colectiva del mundo: antes de ella, aún no habrá
individuos, sino sombras frecuentando los objetos que otros les dan amargamente. Encontramos, en
situaciones ocasionales, individuos que van a la aventura. Sus emociones divergentes se neutralizan y
mantienen su sólido entorno de aburrimiento. Aniquilaremos estas condiciones haciendo aparecer en
algunos puntos la señal incendiaria de un juego superior.

En nuestra época, el funcionalismo, que es una expresión necesaria del avance técnico, intenta eliminar
totalmente el juego, y los partidarios del "industrial design" lamentan la putrefacción de su acción por la
tendencia del hombre a jugar. Esta tendencia, explotada rastreramente por el comercio industrial,
cuestiona, inmediatamente, resultados más útiles, exigiendo nuevas presentaciones. Pensamos que no hay
que animar la renovación artística contínua de la forma de los frigoríficos. pero el funcionalismo
moralizador es impotente para esto. La única salida progresiva es liberar en otra parte, y más
ampliamente, la tendencia a jugar. Anteriormente las ingenuas indignaciones de la teoría pura del
"industrial design" no impideron, por ejemplo, el hecho de que el automóvil individual sea principalmente
un juego imbécil, y accesoriamente un medio de transporte. Contra todas las formas regresivas del juego,
que son sus retornos a estadios infantiles, ligados siempre a políticas reaccionarias, hay que sostener las
formas experimentales de un juego revolucionario.

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