Professional Documents
Culture Documents
Presents:
POWER AND RESISTANCE:
CRITICAL REFLECTIONS, POSSIBLE FUTURES
Han pasado más de dos décadas desde que México se propuso crecer y desarrollarse
valiéndose de los impulsos de la globalización; fue entonces que tomó el riesgo de
alterar de modo radical la estructura productiva agraria con políticas públicas afines al
liberalismo. Parte medular de ese proceso consistió en estrechar relaciones con los
países que históricamente fueron sus clientes y proveedores más, próximos mediante de
acuerdos de comercio multilaterales. Con la ejecución de tales instrumentos se esperaba
(al menos así se manifestó) expandir el mercado regional; hacer más regulares y
ordenadas las transacciones; operar en un contexto de certidumbre institucional, y al
cabo del tiempo, obtener notables beneficios.
México ha firmado hasta ahora doce acuerdos comerciales con cuarenta y cuatro
países, además de su inclusión en la OMC; pero sin duda, el más importante es el
Tratado de Libre Comercio (TLC o NAFTA). A casi quince años de vigencia se
1
Por razones de espacio todas las fuentes estadísticas y las referencias bibliográficas se incluirán en el
documento en extenso.
de actividades. Lo que viene a confirmar que “en la mayor parte de los hogares rurales,
sobre todo en los más pobres los ingresos derivados de las actividades agrícolas han
dejado de ser la principal fuente de ingresos.”
El escenario planteado no es positivo porque en el medio rural las opciones
laborales son escasas, particularmente en la agricultura. Ni los nuevos emprendimientos
rurales que las políticas públicas impulsan, ni los polos agrícolas con cultivos de
reciente de exportación (hortalizas, frutas no tropicales y flores) neutralizar la expulsión
de mano de obra campesina o logran contener el éxodo rural. Por añadidura las zonas
urbanas de México están en su peor momento para captar estos excedentes de fuerza de
trabajo.
Por otra parte, los empleos del sector agropecuario siguen registrando el nivel
salarial más bajo entre todas las actividades económicas no obstante que la
productividad en el ramo tuvo un comportamiento muy positivo. En el período 1994-
2004, cuando el salario medio agropecuario se ubicó 40% por abajo del salario medio
nacional.
Sobre la crisis alimentaria creemos que el asunto no entraña, literalmente, un
déficit en las existencias de granos básicos a nivel internacional, sino la manipulación
de la oferta por las corporaciones agroalimentarias, como estrategia para avanzar en el
control del mercado mundial de cereales. Convenientemente –y con la complicidad de
los gobiernos- estas corporaciones propagan una alerta de escasez, magnificando su
trascendencia, para profundizar la erosión de la base productiva agroalimentaria en el
subdesarrollo. Con esta maniobra también se está beneficiando un segmento del capital
financiero a través de la especulación en los mercados de futuros.
El aumento del precio de granos básicos no tiene sustento productivo ni la
escasez es apremiante. Es cierto que con el impulso de los agrocombustibles se desvía
parcialmente el destino de los productos y que las reservas internacionales de granos
cayeron en los dos últimos años. También es verdad que la superficie destinada a granos
se redujo con la reconversión de las explotaciones agrarias. No es ficción el acceso
limitado a los alimentos por el aumento de la pobreza en muchas regiones, ni el
crecimiento de la demanda asiática o las contingencias climatológicas como factor de
pérdida de las cosechas.