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CICP, Casilla de Correo 5417, 1000 Correo Central, Buenos Aires, Argentina
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REALIDADES DE LA ECONOMIA ARGENTINA
A juzgar por la opinión de renombrados economistas del país y del exterior, la crisis
en la que se encuentra actualmente la economía argentina es de naturaleza puramente
circunstancial. Bastaría con dar señales claras a los mercados de crédito internacional,
mediante la acentuación de las políticas de convertibilidad, apertura y flexibilización laboral,
para que los capitales comenzaran a fluir desde el exterior, ávidos por expandir la producción
interna argentina. El pago del endeudamiento externo público y privado se convertiría
entonces en un problema secundario, frente a la masa adicional de riqueza social producida en
el país. Y, si los salarios deberían bajar hoy, esto sólo sería la condición para dar lugar a su
suba futura, arrastrados por el aumento de la actividad económica que ocasionaría la entrada
masiva de capital externo. Parecería, así, que la superación de la crisis, que ya va por su tercer
año, no encierra más secreto que la confianza o desconfianza que uno u otro ministro de
economía puede despertar en los “mercados”.
Esta convicción tiene como contracara el punto de vista que sostiene que, ciertamente,
el modelo neoliberal habría permitido expandir la escala de la economía argentina durante la
última década. Pero que lo habría hecho a costa de multiplicar la inequidad en la distribución
de la riqueza social así multiplicada. De modo que las políticas neoliberales habrían agotado
su potencial expansivo y entrado en crisis, al haber destruido las bases para la expansión del
mercado interno. La superación de la crisis pasaría, en este caso, por expandir el mercado
interno mediante la aplicación de políticas de fomento de la producción nacional con destino a
él.
Como se ve, por mucho que ambas concepciones difieran entre sí, coinciden en que las
raíces de la crisis actual no van más allá de una abstracta corrección o incorrección de las
políticas económicas aplicadas. Es decir, según ellas, el desarrollo económico argentino no
encerraría límite estructural alguno más allá del que le impone la vigencia de una u otra
política. Tan es así que, desde veredas opuestas, ambas concepciones coinciden en una
consigna: el mantener despiertas las ilusiones de la población respecto de las potencialidades
inmediatas de la economía argentina.
Frente a este relativo optimismo, un análisis crítico de la estructura específica de la
economía argentina dice algo muy distinto respecto de la naturaleza y gravedad de la crisis
actual. Ella no brota abstractamente de que se haya aplicado una u otra política. Por el
contrario, su carácter inescapable, dada la forma específica tomada por la acumulación de
capital en la Argentina, se expresa en la impotencia de una y otra política para superarla. Aquí
se va a analizar una serie de manifestaciones clave de la economía nacional, contraponiendo
su contenido de realidad a cualquier ilusión. A título de síntesis, sus puntos son los siguientes:
La realidad del achicamiento económico
La realidad de la clase trabajadora
La realidad del movimiento internacional de capital
La realidad del nivel de endeudamiento externo
La realidad de la sobrevaluación del peso
La realidad de los precios agrarios internos
La realidad de las perspectivas
1
La realidad del achicamiento económico
400
300
1960=100
200
100
0
1960
1965
1970
1975
1980
1985
1990
1995
2000
Argentina USA
1
Al multiplicar el volumen de cada año por el precio de un mismo año base, este precio funciona simplemente
como un factor de ponderación que permite sumar volúmenes de bienes (objetos y servicios) materialmente
distintos.
2
el contexto global. Se expresan entonces los precios implícitos en el PIB en dólares de paridad
y poder adquisitivo constante, en relación con los de una canasta de bienes de composición
física dada 2. La caída de los precios implícitos en el PIB argentino resulta dramática:
120
1960 = 100
100
80
60
1960
1965
1970
1975
1980
1985
1990
1995
2000
Argentina USA
400
300
1960 = 100
200
100
0
1960
1965
1970
1975
1980
1985
1990
1995
2000
Argentina USA
2
La OCDE compara internacionalmente los PIB mediante un índice de paridad de poder adquisitivo de las
monedas nacionales basado en una canasta que incluye 2900 bienes y servicios de consumo, 34 servicios
gubernamentales, educativos y de salud, 186 tipos de equipos y 20 tipos de construcción. Como aproximación a
esta metodología, en el presente análisis se utiliza el índice de precios al consumidor. Por otra parte, éste resulta
superior al de los mayoristas para reflejar la evolución relativa de la capacidad unitaria de las monedas
nacionales para representar valor. La mayor presencia en él de bienes no transables internacionalmente lo aísla
mejor de los efectos de una eventual sobre o subvaluación cambiaria.
3
La continuación del estancamiento en la producción física durante la segunda mitad de
la década del 80, y su expansión a niveles nunca alcanzados hasta entonces durante la del 90,
encierran una evolución muy distinta en términos de riqueza social: se trata de un quinquenio
donde cae el valor del producto interno bruto total, y de una década en que este valor
permanece prácticamente estancado. El retorno de la expansión física ni siquiera puede
devolverle la magnitud que tenía antes de que la producción material se estancara.
Es así que, en el promedio del período 1990/2000, el PIB a los precios efectivamente
vigentes en el mercado y expresados en una unidad de poder adquisitivo constante
internacionalmente homogéneo se ubica apenas un 24% por encima del nivel que había
alcanzado en el período 1960/74. Peor aún, ha caído un 10% por debajo del valor
correspondiente al período 1975/89. Sí, durante su período de aparente expansión sostenida en
base al crecimiento de la escala de actividad, la economía argentina ha perdido una décima
parte de su valor respecto del período en que esa escala se encontraba estancada. En síntesis,
el volumen físico incrementado encierra una masa contraída de riqueza social. En el mejor de
los casos, el valor producido anualmente por la economía argentina ha permanecido
estancado, y más bien en retroceso, durante el último cuarto de siglo.
En 1960, la economía argentina tenía una magnitud equivalente al 3,1% de la
norteamericana. En 2000, esta proporción ha caído al 1,6%3. Lejos de aparecer como meros
accidentes a ser dejados atrás en un renovado proceso de expansión sostenida, la crisis del 95,
y particularmente la actual, ponen de manifiesto que la escala de la economía argentina
choca contra una limitación estructural que no logra superar. No es que las fases de
expansión relativa que anteceden a ambas crisis expresan la normalidad de la acumulación de
capital en la Argentina, mientras que las depresiones que siguen a ellas expresan un retroceso
circunstancial en un proceso esencialmente expansivo. Por el contrario, las fases de expansión
apenas constituyen un respiro en un proceso cuya normalidad corresponde al estancamiento, e
incluso al retroceso. La crisis actual no es un fenómeno de los últimos tres años, sino la
manifestación estructural de un proceso nacional de acumulación de capital que ha agotado su
potencialidad absoluta.
La siguiente comparación da una imagen inmediata de la magnitud y significación del
achicamiento de la economía argentina. En términos puramente internos, el valor del PIB de
la Argentina alcanzaba en el 60/74 para comprar 18 millones de las canastas de bienes y
servicios sobre las que se computa el índice de precios al consumidor4. En el 75/89, equivalía
a las 24 millones de canastas. En el promedio del período 90/00, sólo alcanza para comprar 22
millones de canastas. Al mismo tiempo, la población promediaba los 23 millones en el 60/74,
29 millones en el 75/89, para alcanzar los 34 millones de personas en el promedio del período
3
En los informes oficiales, el PIB argentino se presenta convertido a dólares según el tipo de cambio vigente en
el país. Parece, así, equivaler a u$s 285 mil millones en 2000. La valuación que resulta coherente con el criterio
de la OCDE, expresada en base a la paridad promedio del período 1956/77 para el tipo de cambio de
exportación, reduce esa cifra a su real equivalencia de u$s 161 mil millones. De acuerdo con el criterio oficial, el
PIB argentino en dólares constantes de 2000 habría crecido milagrosamente un 45% en 1990, un 26% en 1991 y
un 19% en 1992, para luego estabilizar su movimiento alrededor de porcentajes anuales normales. Habría saltado
así, por obra y gracia de los avatares del tipo de cambio vigente en la Argentina, de los u$s 122 mil millones en
1989 a los u$s 266 mil millones en 1992 (en dólares de 2000). En realidad, este crecimiento aparente
correspondió a la contracción del valor del PIB argentino en términos de poder adquisitivo internacional. El
mismo cayó de los u$s 164 mil millones en 1989 a los u$s 139 mil millones en 1992 (en dólares de 2000). Es
precisamente por semejantes distorsiones, que la OCDE realiza sus comparaciones internacionales en base a la
paridad de poder adquisitivo. Por otra parte, el período 1956/77 es lo suficientemente largo y carente de desvíos
sostenidos como para que su promedio resulte una base razonable del nivel absoluto de paridad. Más adelante se
verá que, si al criterio utilizado se le agrega la corrección correspondiente a los cambios relativos en la
productividad del trabajo entre países, la economía argentina manifiesta un deterioro marcadamente más agudo.
4
Dado que el INDEC no publica la magnitud absoluta de la canasta que sirve de base al índice, se ha tomado
como referencia el cómputo que realiza FIDE.
4
90/00. Estas evoluciones relativas implican una equivalencia de 0,77 canastas por habitante
en el período 60/74, de 0,84 en el período 75/89 y de sólo 0,63 en el período 90/00, siendo
también éste el nivel correspondiente al año 2000. Semejante evolución sólo puede tener un
significado: la miseria creciente de los trabajadores argentinos.
Población y empleo:
evolución relativa
200
175
1960=100
150
125
100
75
1960
1965
1970
1975
1980
1985
1990
1995
2000
población
empleo (en equivalentes de tiempo completo)
5
En primer lugar, de 1973 a 1999, el costo laboral real por hora ha crecido
manifiestamente en los países que los mismos economistas presentan como el ejemplo a
seguir. Así, ha crecido un 594% en Corea del Sur, un 65% en Japón, un 48% en el Reino
Unido y un 14% en los Estados Unidos5. De modo que este último país presenta la
comparación más desfavorable para una presunta carestía de la fuerza de trabajo argentina.
Más aún, durante los últimos veinticinco años, el salario real de los obreros industriales ha
sido menos favorecido que el promedio, en los Estados Unidos mismos. En cambio, en la
Argentina, el salario industrial en blanco no ha sido precisamente el que más se ha deteriorado
durante el mismo período6. Por lo demás, la magnitud absoluta del costo laboral ha sido
notablemente mayor en los Estados Unidos. Según el Banco Mundial, para el período 90/94,
el costo laboral anual por obrero en el sector industrial era de 28.900 dólares en los Estados
Unidos, contra 7.300 dólares (al tipo de cambio corriente) en la Argentina. Frente a esta
relación de cuatro a uno en el costo laboral, la productividad del obrero industrial
norteamericano sólo duplicaba a la del obrero argentino.
Sin embargo, la evolución relativa del salario real industrial ha sido notablemente
desfavorable para el argentino:
150
1960=100
125
100
75
1960
1965
1970
1975
1980
1985
1990
1995
2000
Argentina USA
Lejos del “salariazo”, durante la década del 90, el salario industrial real resultó un 35%
inferior al vigente durante el período 60/74 y un 23% inferior al del período 75/89. El
contraste siguiente da una medida clara de lo mucho que los trabajadores argentinos han
puesto de sí para absorber la contracción de la economía nacional. En la década del 70, sólo
una dictadura militar sistemáticamente dedicada a hacer desaparecer a los delegados
gremiales de base, con las tropas en las fábricas, pudo hacer caer el salario real en un 35%
respecto del nivel alcanzado en el trienio anterior. En la década del 90, el salario ha pasado a
tener de manera normal un nivel que lleva esa caída al 40%. Pero, ahora, este nivel más
deprimido aún se ha alcanzado y mantenido a través de la acción de un gobierno encabezado
por el partido que representa políticamente de manera masiva a la clase trabajadora nacional.
5
Elaboración propia en base a Office for National Statistics del Reino Unido, BLS, Ministerio de Trabajo del
Japón, Ministerio de Trabajo de Corea del Sur y Banco Mundial (BM).
6
El poder adquisitivo real del salario se ve afectado desde el momento en que se devenga hasta el de su gasto, a
causa del aumento de los precios de un mes a otro. A fin de eliminar esta distorsión, significativa en los
momentos de fuerte inflación, se computa al salario real relacionando al salario nominal de un mes con el índice
de precios al consumidor que resulta del promedio del índice del mismo mes y el del mes siguiente. La CEPAL
utiliza este mismo criterio de cómputo.
6
Y la misma caída se prolonga con otro gobierno democrático para el que, ser progresista, se
reduce a enunciar la administración honesta de la miseria progresiva.
10
-5
-10
-15
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
Privatizaciones en efectivo
Compra secundaria de acciones
Ingreso directo + colocación primaria acciones
Salida directa de capital
Dividendos + regalías remitidos
7
provenido en más de un 94% de la riqueza generada internamente en la Argentina, y no del
ingreso neto de capitales externos.
El magro flujo neto de capital de inversión contrasta con el fuerte crecimiento del
endeudamiento externo argentino durante la última década. Pero el mayor contraste no se
produce respecto del crecimiento de la deuda pública externa. Ante todo, este crecimiento
prolonga lo ocurrido a todo lo largo del período de estancamiento y contracción de la
magnitud de valor de la economía argentina. El verdadero contraste se produce respecto del
crecimiento de la deuda externa privada. De 1992 a 2000, la deuda pública con acreedores del
exterior aumenta en u$s 33.000 millones, mientras que la privada lo hace en u$s 53.000
millones.
Muchos economistas se sorprenden de que en el exterior se hable de la insolvencia
internacional de la economía argentina. Argumentan que hay otros países cuyo
endeudamiento externo es superior al argentino, pero de cuya prosperidad y solvencia externa
nadie duda. Afirman que las deudas pública y privada con acreedores del exterior apenas
equivalían al 30% y 22% del PIB, respectivamente, para fin de 2000.
Olvidan que la capacidad estructural de una economía para generar la riqueza
requerida para el pago de la deuda nominada en una moneda y en manos de acreedores sobre
los cuales el estado nacional carece de soberanía, no depende simplemente del crecimiento del
producto físico. Depende del crecimiento del valor del producto, expresado éste en los
términos correspondientes a la paridad internacional en el poder adquisitivo de las respectivas
monedas nacionales. La verdadera dimensión del endeudamiento argentino con acreedores del
exterior resulta alejada de la estimación oficial:
75
% s/ PBI
50
25
0
1970
1975
1980
1985
1990
1995
2000
A fin del año 2000, la deuda pública con acreedores del exterior equivalía al 53% del
valor del PIB en términos de paridad internacional de poder adquisitivo. A su vez, la deuda
privada externa alcanzaba al 38% del mismo. Sumadas, equivalían al 91% del PIB generado
durante el año. Los intereses devengados sobre la deuda total en 2000, cuya tasa efectiva ha
sido del 8% anual sobre el saldo nominal promedio, han representado un 7% del valor del
PIB. Con una tasa del 15% anual, como la neta aplicada en el reciente canje de deuda pública,
la proporción pasaría al 14%. Resulta ocioso a esta altura considerar el peso que sobre el PIB
8
argentino tendría el menor intento de cancelar efectivamente el capital adeudado a acreedores
del exterior o, siquiera, una parte significativa de los intereses devengados.
Para peor, la deuda pública en moneda extranjera con residentes del país (o sea, con
acreedores sobre los que el estado argentino tiene soberanía política, pero nominada en una
moneda sobre la cual no la tiene) ha crecido u$s 29.000 millones en el período 92/00. De
modo que, a fin de 2000, la deuda pública total en moneda sobre la cual el estado argentino
carece de soberanía equivalía al 75% del PIB.
Para una economía nacional que produce una masa de riqueza social cuya magnitud
choca contra un techo estructural que limita su expansión, la cesación de pagos
internacionales ya es un hecho. Sólo disimula esta cesación la necesidad que tienen los
propios acreedores y los organismos de crédito de no declarar abiertamente el saldo adeudado
como pérdida7. Antes, prefieren continuar renovando el capital a su vencimiento, con más los
intereses devengados y, demás está decirlo, las comisiones correspondientes.
En tiempos recientes, la Argentina conoció otra fase de fuerte incremento del
endeudamiento externo privado. Fue la de la “tablita cambiaria”, y concluyó con la
estatización de la deuda externa privada al sobrevenir la devaluación. En su momento, la
deuda estatizada no superaba al 9% del PIB. Pero, más allá de la cuadruplicación actual del
monto relativo de la deuda privada externa, el período de la “tablita cambiaria” y el de la
convertibilidad tienen otra cosa en común: la fuerte sobrevaluación del peso.
7
No es de sorprender que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional sean complacientes con el uso
del tipo de cambio sostenido por la política económica Argentina para convertir el valor del producto nacional a
dólares.
8
Los defensores de la convertibilidad solían sostener que el peso no se encontraba sobrevaluado, sino que esta
base de cómputo distorsionaba la medición al omitir el efecto del cambio relativo en la productividad de cada
país durante la década del 90. Sostenían que con la convertibilidad y la apertura, la productividad crecía en la
Argentina más rápidamente que en los Estados Unidos. De modo que el peso se estaba revaluando genuinamente
respecto del dólar. Sin embargo, el cambio relativo en la productividad, medido en base a la relación entre el PIB
a precios constantes y el empleo total en cada país, es marcadamente inverso. De modo que, más allá de si
técnicamente corresponde o no incluir el efecto del cambio relativo en la productividad, el resultado de hacerlo
sería que el cómputo arrojaría una sobrevaluación más marcada aún del peso. Para el año 2000, la paridad no
correspondería a la relación u$s 1 = $ 1,80, que arroja el método utilizado, sino a la relación u$s 1 = $ 2,60. Si
este cómputo de paridad fuera el técnicamente correcto, el valor del PIB no habría caído un 10% en el período
90/00 respecto del 75/89, sino que lo habría hecho en un 25%, ubicándose apenas un 4% por encima del
promedio 60/74. Por su parte, la deuda externa total no representaría el 91% del PIB sino el 133% del mismo,
mientras que los intereses devengados en 2000 no habrían equivalido al 7% del PIB sino al 11% de éste. En otras
palabras, si el criterio en cuestión fuera el técnicamente correcto, la presente investigación estaría atenuando
significativamente la gravedad de la situación real.
9
Valuación de la moneda nacional para la
exportación respecto de su paridad de
poder adquisitivo con el dólar
300
200
150
100
50
1960
1965
1970
1975
1980
1985
1990
1995
2000
Argentina Brasil Paridad
10
Aporte a/ retiro de
las reservas de divisas
2
0
-2
-4
-6
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
Sector público Sector privado
Fuente: Elaboración propia en base a datos de ME.
11
asoma más bien con un dramatismo acentuado. Al menos, el mismo actor principal ocupa ya,
nuevamente, el centro de la escena.
500
400
300
200
100
0
-100
1980
1985
1990
1995
2000
12
menos hasta que la producción nacional se ajuste al nivel correspondiente al nuevo tipo de
cambio. O un achicamiento más acentuado de la economía nacional para ajustar su tamaño al
que puede sostener un flujo restringido de endeudamiento manteniendo el drenaje de divisas
por efecto de la convertibilidad, con la consiguiente acentuación de la crisis general, la
multiplicación sostenida de la desocupación, y la caída del salario. De hecho, el segundo ha
sido el camino que ha venido imponiéndose sin atenuantes en los últimos años. Por otra parte,
la dolarización no es más que una vertiente de esta segunda alternativa, cuyo objetivo es
dificultar la posibilidad de una acción política interna que intente contrarrestar el
achicamiento.
No se equivocan los economistas que afirman que una devaluación produciría una
caída inmediata del salario. Pero tampoco lo hacen los que afirman que la sobrevaluación del
peso sólo puede sostenerse a expensas del ahogo de la economía y, por lo tanto, de la caída
del salario. Tal es el dilema trágico del que son rehenes hoy los trabajadores argentinos.
Una eventual suba del precio internacional de los granos y del petróleo, sólo podría
aportar un descanso en el camino del retroceso. Y si esta suba alcanzara un nivel
extraordinario, hasta podría hacer reverdecer pasadas glorias. Sin embargo, no por ello
alteraría de por sí las bases mismas sobre las que ha venido reproduciéndose la economía
argentina. Ni eliminaría, en consecuencia, los limites particulares que encierra el desarrollo de
ésta, y que hoy se hacen cruelmente visibles. Sólo los ocultaría de momento dejándolos
latentes, listos para manifestarse nuevamente al menor tropiezo. Y ni qué decir si, a la inversa
de una expansión del consumo de materias primas que hiciera subir su precio, el crecimiento
de la economía mundial se desacelerara o entrara en crisis.
Las realidades expuestas son expresión del modo particular en que se encuentra
determinado el desarrollo económico argentino. La crisis actual no es un simple tropiezo en
una tendencia normal al crecimiento. Al contrario, pone en evidencia que el crecimiento de la
economía argentina choca contra un límite que le es peculiar. Este choque tiene una raíz más
profunda que la sola contraposición entre un modelo basado en la sustitución de
importaciones y un modelo neoliberal basado en la apertura de la economía. Si el choque
estalla expresando el límite del primero, el segundo no hace más que reproducirlo agravado.
Esta continuidad muestra que no basta con la insistencia en la políticas económicas vigentes,
pero tampoco con su mera reversión, para superar el límite particular que enfrenta el
desarrollo económico nacional. La superación de este límite particular presupone un cambio
profundo de la estructura económica misma respecto de su desarrollo histórico hasta el
presente. La discusión de las políticas económicas que no avanza hasta el punto de poner al
descubierto de dónde brota la forma específica que toma la acumulación de capital en la
Argentina, y las limitaciones particulares que resultan de ella, permanece prisionera de estas
limitaciones y resulta estéril para superarlas. La intención de este documento es poner en el
foco de la discusión política la necesidad de encarar abiertamente la cuestión de la
naturaleza y determinación de esa especificidad.
13