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“América Latina y la nueva izquierda en el poder: estudio comparativo de los

cambios en política exterior adelantados por los actuales gobiernos de Brasil y


Venezuela”

LINEA DE LA PONENCIA: Relaciones Internacionales

PONENTE: Carlos Alberto Chaves Garcia

Resumen:

América latina - pero principalmente Suramérica - atraviesa por un periodo de intensas


transformaciones políticas, ideológicas, económicas, sociales y culturales, favorecido por el
declive de la matriz mercadocentrica y por el ascenso de gobiernos alternativos al discurso
neoliberal, orientados por plataformas políticas de corte progresista, y clasificados bajo el
fenómeno electoral del “giro a la izquierda” por provenir de fuerzas políticas de izquierda o
centro-izquierda. A su vez, dichas transformaciones están influyendo en la redefinición de
los modelos de desarrollo, la reorientación de las estrategias de inserción internacional y en
la reconfiguración de la política exterior de los países de la región, algunos de los cuales
actualmente están apostando a la construcción de mecanismos para incrementar su margen
de autonomía y protagonismo en la política internacional. La presente ponencia presenta
desde un enfoque comparativo, un análisis descriptivo y un balance crítico de los cambios
en la política exterior de Brasil y Venezuela, efectuados respectivamente por los gobiernos
de Luis Ignacio Lula Da Silva y Hugo Chavez, seleccionados como experiencias de
gobiernos progresistas representativas de la actual etapa posneoliberal que vive la región,
buscando asimismo establecer sus logros y debilidades, para contribuir al debate sobre las
transformaciones efectuadas por los gobiernos de la “nueva izquierda latinoamericana”,
desde la perspectiva de las relaciones internacionales, dimensión hasta ahora poco
explorada sobre este fenómeno.
Palabras clave: América Latina, Brasil, Venezuela, nueva izquierda, política exterior,
relaciones internacionales, integración regional.

Introducción:
La región suramericana ha entrado en una nueva etapa de su desarrollo denominada como
“posneoliberal” , caracterizada por el lento agotamiento del modelo económico neoliberal,
la crónica crisis de las clases políticas tradicionales, la fatiga de los sistemas políticos de
representación elitista, el fracaso de los regímenes de democracia de mercado en combatir
la exclusión y la desigualdad social como males endémicos de la región, y las precarias vías
de inserción en el sistema internacional, junto con transformaciones recientes en las
relaciones exteriores con Estados Unidos, los países desarrollados y el tercer mundo , así
como en relación con las Instituciones Financieras Internacionales y su actuación en los
principales foros multilaterales, traducidas progresivamente en menores grados de
dependencia y alineación en las relaciones norte-sur. Estas transformaciones se desarrollan
en un contexto regional de creciente rechazo social y político a las directrices del Consenso
de Washington, y de profundo cuestionamiento a la lógica de alineación irrestricta con las
políticas norteamericanas para la región, como estrategias dominantes para la inserción
económica y la proyección internacional de los países de América del Sur en los años 90.
El surgimiento de gobiernos “alternativos”, “progresistas”, catalogados nominalmente
como de izquierda o centro-izquierda, que intentan definir y adoptar un nuevo paradigma
de desarrollo con mayor énfasis en la redistribución del ingreso para aliviar la deuda social
de los países, apostando por discursos de ruptura y por nuevas formas de cooperación
política e integración regional, hemisférica e interregional, como mecanismos más
apropiados para su inserción exitosa en los procesos de globalización, expresa el nuevo
periodo político y el nuevo clima ideológico que experimenta la región (con las notables
excepciones de Colombia y Perú), lo cual se ha empezado a materializar en nuevos
planteamientos, propuestas, acciones y estrategias políticas en la agenda internacional de
los gobiernos agrupados bajo la categoría de la “nueva izquierda latinoamericana”.
El propósito de esta ponencia es revisar y analizar las principales propuestas y cambios en
la agenda política exterior de Brasil y Venezuela, implementados por sus actuales
gobiernos en las áreas de integración regional, estrategias de cooperación sur-sur y las
relaciones diplomáticas con Estados Unidos, desde una visión comparativa, para procurar
establecer sus límites, oportunidades y potencialidades en el actual panorama regional.
La ponencia parte de la siguiente premisa central: a pesar de las diferencias notorias en el
discurso, el estilo y las acciones políticas internacionales aplicadas por los gobiernos de
Chávez y Lula, ambos están orientados a la búsqueda de construir y afianzar un liderazgo
regional y hemisférico que relegitime y consolide sus proyectos políticos a nivel interno,
debido a que paradójicamente, es el contexto internacional el escenario que les ha sido más
favorable para impulsar importantes cambios y rupturas con relación al periodo neoliberal,
frente a las complejas dificultades que atraviesan en sus respectivos escenarios internos.
A través de sus cuestionamientos e innovadoras estrategias políticas en el ámbito
internacional, ambos presidentes no solo están desafiando la hegemonía histórica de
Estados Unidos en la región, también están oxigenando a sus respectivos proyectos
políticos de transformación social, señalados como alternativas para superar la fase
neoliberal, y de cuyos resultados dependerá en buena medida la consolidación o el
retroceso del fenómeno progresista en sus sociedades y en la región.
Para desarrollar estos argumentos la ponencia se ha estructurado en cinco partes: en la
primera sección se desarrollan los fundamentos teóricos que sostienen el enfoque de la
nueva izquierda latinoamericana, como categoría analítica aplicable a los gobiernos de
Chávez y Lula, junto con los factores que posibilitaron su llegada al poder. En un segundo
momento se presentan brevemente algunas consideraciones acerca de los principales rasgos
históricos de la diplomacia brasileña y venezolana, para identificar rupturas y continuidades
desplegadas por los actuales gobiernos. En la tercera y cuarta parte se establecen los
principales cambios de agenda política internacional introducidos por Lula y Chávez
respectivamente; finalmente en la quinta parte se desarrollan reflexiones comparativas de la
actuación internacional de ambos gobiernos, complementándolas con las perspectivas y la
agenda pendiente para ambos estudios de caso.
La nueva izquierda latinoamericana:
Los recientes triunfos electorales de fuerzas y coaliciones político-sociales asociadas a la
izquierda latinoamericana, han expresado una modificación de la correlación de fuerzas
políticas en el panorama regional, constituyéndose en un significativo fenómeno de cambio
político y relevo de elites dirigentes con relación a la década de los 90. Este fenómeno está
a punto de cumplir una decenio, iniciándose formalmente con la llegada al poder de Hugo
Chavez en Venezuela en 1999, y expandiéndose posteriormente con el arribo de los
gobiernos de Lula en Brasil (2003), Kirchner en Argentina (2003), Tabaré Vásquez en
Uruguay (2004), Evo Morales en Bolivia (2006), Rafael Correa en Ecuador (2007), y más
recientemente con Fernando Lugo para Paraguay en agosto de este año.

Este conjunto de lideres políticos y fuerzas políticas gobernantes han sido agrupados bajo la
genérica expresión de gobiernos representantes de “la nueva izquierda latinoamericana”
como categoría analítica funcional para el estudio de esta nueva tendencia política en el
electorado de la región. El rechazo y oposición manifiesta al neoliberalismo que expresan
estos gobiernos, ha sido identificado por varios analistas como el denominador común que
facilita la construcción de esta categoría. Carlos Rodríguez y Patrick Barret señalan la
necesidad de entender el concepto de “nueva izquierda” como una categoría dinámica de
amplio alcance que permite agrupar teóricamente las facetas nacionales del giro a la
izquierda en la región, y contribuir a su análisis desde la perspectiva común de las
propuestas alternativas al paradigma neoliberal como objetivo prioritario de estos gobiernos
progresistas.1

Desde el análisis de Atilio Borón 2, la nueva izquierda latinoamericana surge como


resultado de una doble crisis: la crisis del socialismo soviético como referente teórico de las
fuerzas de izquierda en la región, y la crisis de atracción y movilización de la izquierda
tradicional representada por el debilitamiento de los partidos comunistas, junto con la
decadencia de los modelos tradicionales de organización sindical, como fenómeno regional
que hizo parte de un receso mundial de la izquierda. Para Borón, el reformismo progresista
aparece como la única alternativa para avanzar en proyectos contrahegemonicos, mientras
se modifican las condiciones objetivas de las correlaciones de fuerza en el plano
internacional.

Desde otra perspectiva, autores como Beatriz Stolowicz3 señalan que los avances
electorales de la izquierda latinoamericana expresan una nueva realidad política y social
marcada por el ascenso de luchas populares animadas por nuevos actores sociales,
favorecidas por la creciente impopularidad del discurso neoliberal, en un contexto de crisis
de dominación regional que sufre la derecha latinoamericana, articulado a la erosión del

1
Rodríguez Garavito, Carlos; Barret, Patrick, y Chávez, Daniel (eds.) La Nueva Izquierda en América Latina:
sus orígenes y trayectoria futura. Norma, Bogotá, 2005, p.31.
2
Boron indica apropiadamente que no es factible que los gobiernos de la nueva izquierda respondan a un
único modelo de desarrollo posneoliberal, por lo cual la diversidad de proyectos alternativos será la
tendencia. Ver “La izquierda latinoamericana en el umbral del siglo del XXI: reflexiones, tareas y desafíos” en
Bernard Duterme (coord.) Movimientos y poderes de izquierda en América Latina. Caracas, 2005, pp. 23-46.
3
Stolowicz, Beatriz (coord.) Gobiernos de Izquierda en América Latina: un balance político. Aurora, Bogotá,
2007, pp. 341-373.
extendido modelo neoconservador de gobernabilidad4 construido bajo la aplicación
simultanea de neoliberalismo en el plano económico y conservadurismo en el plano
político.

La nueva izquierda latinoamericana ha sido igualmente clasificada desde percepciones


dicotómicas y antagónicas, dominando el análisis académico la extendida tesis de las dos
izquierdas, defendida tanto por detractores como por defensores del avance de gobiernos de
izquierda. Acorde con esta tesis surgen diversas caracterizaciones sobre estos gobiernos que
gravitan en torno de la división entre discursos pragmáticos (izquierda moderada) y
anacrónicos (izquierda radical). No es casualidad que en la actual coyuntura se levante la
visión de la existencia simultanea de dos formas de izquierda en la región diametralmente
opuestas en sus objetivos, como recurso para describir las acciones y las estrategias de los
diversos gobiernos: izquierda carnívora/izquierda vegetariana (Vargas Llosa), izquierda
populista/izquierda reformista (Carlos Castañeda), izquierda autoritaria/izquierda social-
reformista (Andrés Oppenheimer) izquierda borbónica/izquierda democrática (Teodoro
Petkoff), izquierda religiosa/izquierda realista (Joaquín Villalobos).

Las visiones más cercanas ideológicamente con el giro a la izquierda (James Petras,
Claudio Katz, Roberto Regalado), repiten en cierta forma el argumento de la tesis
dicotómica de la izquierda regional, con una valoración inversa sobre el eje
moderación/radicalidad, considerando que la llamada izquierda radical (Chavez, Morales,
Correa) es la autentica, mientras la izquierda moderada (Lula, Vasquez, Bachelet, Kichner)
es una centro-izquierda débilmente comprometida con los proyectos de transformación
social, que termina legitimando el neoliberalismo, acercándose a los postulados de la
tercera vía.

El discurso de las dos izquierdas parece dominar el debate político y el análisis académico,
con pocas excepciones5. La señalada distinción al interior de la nueva izquierda
latinoamericana no deja de poseer una fuerte carga ideológica que busca deslegitimar a los
gobiernos que se perciben como “perturbadores” del orden internacional y del paradigma
de gobernabilidad neoliberal, por lo cual es recurrente la acusación de populistas a los
gobiernos de Chavez, Morales y Correa, como arma de descalificación política.

A pesar de su evidente elasticidad y superficialidad, la difundida tesis de las dos izquierdas


se sigue utilizando sistemáticamente para analizar la región. Esta concepción de naturaleza
maniqueista adolece del estudio de matices y trayectorias políticas nacionales, haciendo
excesivo énfasis en los liderazgos carismáticos, rasgos personalistas y estilos de gobierno
de los nuevos presidentes suramericanos. Se destacan las figuras emblemáticas de Hugo
Chavez y Lula Da Silva como iconos predominantes de este enfoque analítico: la política
4
Contreras Osorio, Rodrigo. “Los principios del modelo neoconservador de gobernabilidad aplicado en
América Latina durante los años noventa” Revista Nueva Sociedad, N° 205, Caracas, septiembre-octubre
2006.
5
Entre las notables alternativas a esa tesis sobresalen los trabajos de Carlos Moreira: “El nuevo mapa
político de América latina ¿un giro a la izquierda? ponencia presentada en el 3° Congreso Latinoamericano
de Ciencias políticas, 6/10/2006; Franklin Ramírez Gallegos: “Mucho más que dos izquierdas” en Revista
Nueva Sociedad, N°205, sep/oct 2006; y Gustavo Ayala: Cruz “Izquierdas latinoamericanas: de la alternancia
a la alternativa” Revista Comentario Internacional, N°7, primer semestre de 2007, Quito.
macroeconómica del gobierno de Lula que básicamente ha continuado con las líneas
maestras del programa neoliberal de Cardozo, así como la permanente retorica
anticapitalista y las ambivalencias democráticas de Chavez, han sido la base empírica para
consolidar la imagen de una izquierda moderna y una izquierda populista.

Precisamente esta ponencia ha seleccionado estos dos gobiernos para relativizar la validez
de estas argumentaciones, y demostrar la existencia tanto de puntos comunes como de
divergencias políticas cuya comprensión no es reducible a los planteamientos de las dos
izquierdas.

Rasgos históricos de las diplomacias brasileña y venezolana:

La política exterior brasileña se ha caracterizado históricamente por el predominio de dos


tradiciones: una visión nacionalista y una visión liberal de la inserción internacional6. La
primera visión se ha identificado por la estructuración de un proyecto de inserción
autonomista basado en la búsqueda de una presencia activa del país en el sistema
internacional, y defender un papel de mayor liderazgo de Brasil en la región, asumiendo
costos y beneficios. La visión liberal da más importancia al apoyo de Brasil a los regímenes
internacionales, enfatizando en las nociones de soberanía compartida y liderazgo más
discreto en el continente, en conexión con la construcción de una agenda positiva con
Estados Unidos.

Ambas tradiciones han sido desplegadas por Itamaraty (nombre de la sede de la cancillería
brasileña) catalogada como una institución con fuerte peso político y una burocracia
profesional altamente calificada, que históricamente ha concentrado el proceso de
formulación y ejecución de la política exterior brasileña.

Tras el retorno a la democracia en 1985, la estrategia de construcción de liderazgo regional


fue adoptada por los sucesivos gobiernos civiles en diversos grados. Si bien el mandato de
Lula le ha imprimido nuevos vientos de protagonismo a la diplomacia brasileña, ésta ha
respondido a una evolución de la concepción del liderazgo natural de Brasil en América
Latina, materializada en el papel más activo de Brasil en la región desde los acuerdos de
cooperación y dialogo político con Argentina entre 1986 y 1990, y la consiguiente creación
del Mercosur bajo el tratado de Asunción en 1991.

La progresiva ampliación de influencia regional del liderazgo brasileño se proyectó desde


el lanzamiento del Mercosur, seguido por la propuesta de crear en 1994 un área de libre
comercio suramericana (Alcsa) durante el gobierno de Itamar Franco, propuesta que si bien
no tuvo gran acogida, representó una nueva visión del papel de Brasil en la coordinación de
las negociaciones comerciales de la región. Bajo la administración de Fernando Cardozo la
política suramericana se reflejó en dos tipos de iniciativas 7: a) la presentación de una
agenda regional durante la cumbre de Brasilia - primera reunión de presidentes

6
Gomes, Miriam. “Brasil y Argentina: política externa para América Latina en tiempos difíciles” en Revista
América Latina Hoy, No. 45, Universidad de Salamanca, 2007, pp.127-140.
7
Hirst, Mónica. “Los desafíos de la política sudamericana de Brasil” en Nueva Sociedad, No. 205, Buenos
Aires, septiembre-octubre de 2006, p.132.
suramericanos en la historia - celebrada por iniciativa de Cardozo en el 2000, de la que
surgió el Consenso de Brasilia, centrado en la cooperación política, los acercamientos
comerciales entre la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y el Mercosur, y el
lanzamiento de la Iniciativa de Integración en Infraestructura en Suramérica (IIRSA); y b)
el rol de mediador en situaciones de crisis política regional.

La elección de Lula significó el predominio de la visión de corte más autonomista en la


Cancillería, profundizando la estrategia de consolidación del liderazgo de Brasil en
América Latina, adelantada por Cardozo, mostrándose dispuesto a asumir nuevas
responsabilidades y planteando nuevas ambiciones internacionales.

El gobierno de Lula también le ha dado una mayor dimensión a la segunda iniciativa del
gobierno de Cardozo para la región, rompiendo con la tradición no intervencionista de
Brasil, al asumir decididamente funciones de mediador en las recientes crisis regionales8, y
como coordinador de las fuerzas de paz de las Naciones Unidas en Haití.

La elección de Chavez por el contrario evidencia una fuerte ruptura con los lineamientos y
el espíritu de la política exterior venezolana, caracterizada desde el retorno a la democracia
en 1958 y hasta 1999 por cinco principios básicos contenidos en la constitución política de
19619: 1) defensa y promoción del régimen político venezolano, 2) diversificación de las
relaciones internacionales del país, 3) participación activa en foros multilaterales, 4)
desarrollar márgenes de maniobra en el plano internacional y 5) defensa de los precios del
petróleo.

La carta constitucional de 1961 marcó un estilo diplomático orientado por el mantenimiento


de relaciones cordiales y fluidas con Estados Unidos, el establecimiento de un entorno de
relaciones positivas en la región, la promoción del modelo democrático venezolano como
producto simbólico de exportación, y un perfil de mediano protagonismo en la OPEP. Este
estilo fue complementado por el mito de la “excepcionalidad”10 del país fundado en la
creencia de que Venezuela es distinta y singular en la región, y por consiguiente el modelo
venezolano debe ser imitado en la región, mito que ha pesado en la toma de decisiones y
sobrevive hasta hoy.

Este mito está alimentado por la proyección histórica de dos identidades de Venezuela
hacia el mundo: país democrático y país petrolero. El binomio democracia-petróleo,
configuró durante este periodo histórico el comportamiento permanente de la diplomacia
venezolana orientada a concretar dos fines fundamentales: defender el modelo de
democracia liberal acordada en el Pacto de Punto Fijo, y robustecer el peso político de ser
país petrolero, y por consiguiente estratégico para el mundo occidental.
8
Celso Amorim, canciller de Lula sintetiza este cambio de percepción con la siguiente frase: “no
intervención no significa indiferencia ante crisis de la vecindad”. Brigagao, Clovis. “Política Externa do
Goberno Lula: continuidade e mudancas” en Politica Internacional, No.29, noviembre de 2005, Lisboa,p.21.
9
Romero, Carlos. “Dos etapas en la política exterior de Venezuela” en Politeia, No.30. Instituto de Estudios
Políticos Universidad Central de Venezuela, Caracas, 2003, p. 320.
10
Romero, Carlos. “ Venezuela y Estados Unidos: una relación esquizofrénica?” en Nueva Sociedad, No. 205,
Buenos Aires, noviembre-diciembre de 2006, p.83.
Para el caso venezolano cabe resaltar el destacado peso del personalismo presidencialista en
la conducción de la política exterior, rasgo que se ha acentuado bajo el gobierno de Chavez,
cuya llegada al poder redireccionó buena parte de los contenidos de dicha política,
introduciendo nuevos planteamientos de inserción internacional, nuevos intereses, nuevos
socios y nuevos instrumentos, pero también manteniendo algunos legados del periodo
bipartidista señalados anteriormente: Si bien Chavez mantiene el mito de la
excepcionalidad y la proyección de la doble identidad democrático-petrolera, les otorga
nuevos contenidos y nuevas prácticas11 que configuran el actual discurso diplomático en el
posicionamiento internacional de Venezuela.

Identificación y análisis de cambios en política exterior bajo el gobierno de Lula:

El final del siglo XX evidenció un reacomodamiento de la política exterior brasileña


relacionado estrechamente con la tarea de reactualizar su papel de líder “natural” e
interlocutor regional, volcando sus esfuerzos de relacionamiento externo orientados a
consolidarse como una potencia hemisférica, y simultáneamente a proyectar su influencia
internacional más allá de sus tradicionales ámbitos geopolíticos. Bajo el impulso del
Mercosur y su impacto en el equilibrio regional, junto con la progresiva importancia que ha
adquirido la zona andino-amazónica en la agenda diplomática de Brasil, este ha robustecido
su capacidad de liderazgo, acorde con una política exterior activa y con grandes márgenes
de autonomía.

Integración Regional:

En este tema, el gobierno de Lula va a profundizar los lineamientos diplomáticos para


Suramérica planteados por la administración Cardozo (1994-2002), apostándole su capital
político al proyecto de la Comunidad Suramericana de Naciones (CSN), creada
oficialmente en la tercera reunión de mandatarios suramericanos en Cuzco el 8 de
diciembre de 2004, en el marco de un contexto ideológico favorable a las aspiraciones
brasileñas de coordinación de la región.

La retorica y la referencia a la identidad suramericana de Brasil, cobraron con Lula un


nuevo auge materializado en la CSN – rebautizada como Unión de Naciones Suramericanas
(UNASUR) en mayo de este año -, antecedida cronológicamente por la estrategia de
expansión del Mercosur mediante acuerdos de asociación comercial con Chile y los países
andinos, y reforzada recientemente por la propuesta de conformación de un Consejo
Suramericano de Defensa, como iniciativa inédita en la agenda de integración
suramericana, la cual refuerza la imagen de liderazgo regional para Brasil.

El proyecto de la UNASUR refleja el objetivo brasileño de construir un bloque


suramericano que potencialice las capacidades de negociación de Brasil en los ámbitos
multilaterales, bajo el respeto de un pluralismo ideológico a su interior: Lula plantea un
modelo de integración regional divorciado de las rivalidades ideológicas que florecen en la

11
Contenidos y practicas acordes con las transformaciones del contexto interno y del entorno internacional,
desde la visión ideológica del chavismo. Ver en Romero, op.cit, pp. 337-338.
región, asumiendo un discurso pragmático para permitir que en el bloque convivan
democracias de derecha y de izquierda.

La integración regional es la alianza de mayor importancia geoestratégica para Brasil, ya


que es su plataforma geopolítica natural de proyección internacional: para ganar influencia
global, Brasil necesita consolidar su influencia regional. La perspectiva de liderazgo
regional defendida por Lula apunta a fortalecer su protagonismo internacional, como
elemento necesario para validar sus ambiciones de política exterior12.

La continuidad en los lineamientos de la política exterior brasileña durante los últimos


gobiernos, ha favorecido su vocación de líder regional. Esta vocación fortalecida por Lula,
se sustenta en la participación activa en los temas críticos de la región – negociaciones de
libre comercio, crisis políticas de riesgo institucional como las ocurridas en Venezuela en
2002 y agosto de 2004, en Bolivia en octubre de 2004, y en Ecuador en abril de 2005 –
promoviendo los valores del pacifismo, el comercio justo y la necesidad de la integración.
El incremento del poder de negociación en foros multilaterales que ha conquistado Brasil,
depende en gran medida de su capacidad de cohesión regional, por lo cual es comprensible
que las temáticas suramericanas sean un tema sensible para la diplomacia brasileña.

Lula parece haber entendido que Brasil debe jugar un papel más activo como líder regional,
situación que significa asumir con mayor decisión y realismo los desafíos y costos que
implica ejercer este rol, y no solo esperar usufructuar beneficios, como lo evidencia el caso
de Alemania en el liderazgo de la Unión Europea. Para esto Lula ha desarrollado un
discurso que hace énfasis en las interdependencias de desarrollo entre Brasil y sus vecinos:

“Brasil tiene que asumir definitivamente la responsabilidad de la integración en


Suramérica: Brasil es la economía más grande y más fuerte, es el país más industrializado,
el de mayor ingreso (…) para que Brasil crezca y se desarrolle, es necesario que lo hagan
sus vecinos, porque así creamos un continente altamente desarrollado”13

Es necesario resaltar que la estrategia de Lula - en sintonía con la tradición diplomática


brasileña -, acude a ejercer un liderazgo por atracción y no por coerción14, evitando
proyectar a sus vecinos una imagen de presunción hegemónica nociva para sus pretensiones
de desarrollar la coordinación regional desde posiciones de consenso político en escenarios
como la Unasur, pensada como foro político suramericano por excelencia, funcional para el
desarrollo de espacios de concertación que refuercen las posiciones comunes y los objetivos
de integración regional.

12
Tales como su deseo de acceder en calidad de representante de los países latinoamericanos al Consejo de
Seguridad de la ONU, planteado durante la 61° Asamblea General de las Naciones Unidas en 2006, en la cual
conformó con Alemania, India y Japón el conocido G-4.
13
“El ajedrez secreto de Lula” Periódico El Tiempo, pág. 1-12, 27 de julio de 2008.
14
La estrategia de liderazgo de Lula se aproxima a la noción de “poder blando” desarrollada por Joseph Nye,
quien considera que ser potencia no consiste en la capacidad de imposición sino de atracción. Ver en Brasil:
¿Potencia Regional Hemisférica y Global? Documento de Trabajo Comentario No. 8, noviembre de 2007,
Observatorio de Política Exterior Colombiana, Universidad del Rosario, Bogotá, pág. 3
Desde el plano económico y comercial, la región reviste también una gran importancia para
Brasil, ya que Suramérica es el destino de cerca del 20% de las exportaciones brasileñas
cuyo perfil son productos industrializados - aproximadamente 95% de la canasta
exportadora a sus vecinos -; Así mismo, Brasil mantiene superávit comercial con los socios
regionales, y las empresas brasileñas ven a la región como espacio privilegiado para la
expansión de sus negocios de inversión - caso de Petrobras -, observándose un cambio de
escala y naturaleza de la presencia económica de Brasil en la región 15.

Acorde con esta realidad, la integración económica sigue siendo válida para Brasil, quien
bajo Lula no maneja un discurso radical antimercado en los proyectos de integración, sino
por el contrario buscar afirmar esta dimensión favorable a sus intereses nacionales según lo
expuesto anteriormente. Este tema junto con la integración física, a diferencia de los
aspectos políticos del Mercosur y de la Unasur, cuenta con el respaldo de la elite
empresarial brasileña interesada en consolidarse como la clase empresarial más competitiva
de la región.

La concepción de Suramérica como marco referencial obligatorio para la proyección


internacional de Brasil parece consolidarse como una tendencia irreversible bajo la política
exterior del gobierno de Lula, reafirmando así la identidad suramericana del gigante del
cono sur, necesaria para sus objetivos de inserción internacional.

Cooperación Sur-Sur:

La proyección internacional de Brasil no se ha limitado a la esfera latinoamericana, durante


la era Lula Brasil se ha acercado a nuevos actores extrahemisfericos en pro de construir una
identidad “sureña” estableciendo vínculos comerciales con trasfondo político en el marco
de la cooperación sur-sur con otras potencias sureñas como China, India, y Sudáfrica.
Precisamente el foro de diálogo entre India, Brasil y Sudáfrica (IBSA) creado en
septiembre de 2003, refleja las alianzas de nueva estirpe entre potencias emergentes del sur
que apuestan por un sistema internacional multipolar.

El objetivo de IBSA es promover la cooperación trilateral y ganar margen de negociación


en los foros multilaterales a través de la concertación de posiciones defensoras de intereses
mutuos. La coordinación en el marco de IBSA enfatiza en la necesidad - compartida por las
tres potencias- de reformar las instancias multilaterales como la ONU y la OMC, desde un
multilateralismo afirmativo que propugna por la creación de normas globales, permitiendo
a los países en desarrollo pasar de ser observadores de las reglas (ruletaker) a actores
proactivos de su elaboración (rulemaker).

15
Ricardo Sennes y Arturo Tomazini señalan que Petrobras como principal inversionista regional, y el BNDES
(Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social) como principal financiador de proyectos de IIRSA,
reafirman el liderazgo regional de Brasil. Ver “Agenda sudamericana de Brasil: ¿proyecto diplomático,
sectorial o estratégico?” en Foreign Affairs en Español, enero-marzo de 2006.
Esta promoción de un multilateralismo afirmativo, le ha valido a Brasil romper con su
histórica tradición de practicar un multilateralismo en un sentido defensivo 16entendido
como forma de evitar la injerencia extranjera y conservar cierto margen de autonomía, el
cual fue característico durante el periodo de la dictadura militar.

El liderazgo de Brasil en la cooperación sur-sur, ha tenido otro poderoso escenario de


protagonismo: las cumbres de negociaciones comerciales de la OMC. La cumbre celebrada
en Cancún en el 2003 puso en evidencia el fortalecimiento de las capacidades de
negociación e interlocución de Brasil frente al mundo en desarrollo, con el impulso del G-
20 (grupo de veinte países en desarrollo que unieron sus posiciones a favor de establecer
ajustes al comercio internacional y reducir las disparidades estructurales en temas
neurálgicos para las economías del sur como el acceso a mercados agrícolas y la reducción
de subsidios financiados por las potencias industrializadas), el cual paralizó la ronda de
negociaciones de Doha, modificando radicalmente la postura de las potencias del sur frente
a las negociaciones de la ronda de Uruguay entre 1986-1994, en las que estas se
subordinaron a los intereses de los países desarrollados.

Con una postura similar, Brasil dilató y empantanó las negociaciones del ALCA y las
negociaciones interbloques entre Mercosur y la Unión Europea, interesado en limitar la
agenda de estas negociaciones bilaterales a la solución del tema agrícola, y remitir al foro
de la OMC los temas sensibles como protección de inversiones, acceso a servicios y
propiedad intelectual. La diplomacia brasileña ve en el escenario multilateral un ámbito
más propicio para la coordinación de países en desarrollo frente a estos temas críticos de la
agenda comercial.17

Las divergencias comerciales con Europa han estado marcadas por la elevación del nivel de
conflictividad entre ambas partes, alimentada por las disputas en torno a las negociaciones
agrícolas, tanto en el acuerdo comercial interregional paralizado por estar atado a la
evolución de la Ronda de Doha, como en el ámbito de los tribunales de arbitramento de la
OMC, de los cuales Brasil es permanente usuario, consiguiendo ganar batallas jurídicas
importantes frente a los europeos por el tema del azúcar y frente a Estados Unidos por
subsidios al algodón en 2004.

Estas actuaciones le han valido a Brasil prestigio internacional entre la comunidad de los
países en desarrollo, otorgándole réditos políticos y consolidando su imagen de defensor de
la periferia18 y vocero del tercer mundo en los foros multilaterales. Lula ha consolidado a
Brasil como un actor clave de la cooperación sur-sur, como líder regional y global.

16
Fortuna, Marcel. “Que esta haciendo Brasil por la gobernabilidad global?” en Nueva Sociedad, No. 210,
Buenos Aires, julio-agosto de 2007.
17
Ver Estrella, Luiz. “Las negociaciones comerciales de Brasil: escenarios, agendas e intereses” en Revista del
Sur, No. 166, julio-agosto de 2006, pp.26-37.
18
Otra acción inédita en el marco de los reglamentos de la OMC, desarrollada por el gobierno de Lula, fue la
de romper la patente de un medicamento contra el VIH-SIDA en mayo de 2007, otorgando una licencia que
permite iniciar la producción nacional del medicamento Efavirenz fabricado por laboratorios Merck. Brasil
ha sido país modelo en la lucha por medicamentos contra el SIDA frente a las multinacionales farmacéuticas.
Ver http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Brasil/rompe/patente/medicamento/Sida/20070504/Tes.
Relaciones con Estados Unidos:

Brasil se ha convertido en un jugador global con distinto escenarios de interacción,


aumentando su influencia más allá del ámbito regional, intensificando sus vínculos con
poderes emergentes extrahemisfericos bajo la adopción de un multilateralismo afirmativo,
pero evitando confrontaciones directas con Estados Unidos. Esta actitud prudente
desplegada por Lula, responde tanto a su estilo diplomático como a la tradición de la
política exterior brasileña de mantener relaciones no conflictivas con Washington.

La administración Lula ha continuado la relación amistosa con Estados Unidos que marcó
el periodo de Cardozo, bajo la adopción de posiciones realistas y pragmáticas en la
conducción de asuntos bilaterales. Estados Unidos reconoce a Brasil como un interlocutor
privilegiado en la región, ya que sin su apoyo le es muy difícil a Washington sacar adelante
su agenda para el hemisferio, tal como quedó demostrado con las negociaciones del
ALCA.19

Por su parte Lula no maneja dentro de sus cálculos políticos una confrontación con el
hegemón, acudiendo a la estrategia de la “relación especial” como paradigma mutuamente
compartido por ambos gobiernos20. Esto sin embargo no le ha impedido a Lula desarrollar
elevados márgenes de autonomía en los temas comerciales multilaterales y de integración
regional respondiendo racionalmente al modelo de “tensiones continuas sin confrontaciones
explicitas” desarrollado por la analista Mónica Hirst para analizar la evolución de las
relaciones bilaterales conflictivas desde el punto de vista del choque de visiones - herencia
autonomista de la política exterior brasileña vs presunción hegemónica de Estados Unidos –
y amistosas desde las necesidades y los desafíos compartidos en cada coyuntura histórica.21

La doctrina de la presunción hegemónica norteamericana22 y la aspiración brasileña de


liderazgo hemisférico se presentan en determinadas facetas como dos visiones excluyentes
del entorno regional, y a pesar de las acciones afirmativas de ambos gobiernos en la
actualidad, es claro que Estados Unidos ya no puede contar con la solidaridad brasileña
incondicional para lidiar con la agenda internacional: Brasil se comporta a veces como
socio y a veces como rival, pero no es un aliado automático de Washington.

19
Lins, Carlos. “La Casa Blanca y el Planalto: respeto y solidaridad” en Foreign Affairs, enero-marzo de 2005.
20
Desde una lectura financiera esta relación especial se traduciría en una necesidad mutua de colaboración
“La estabilidad del hemisferio occidental dependen en buena medida del crecimiento brasileño para evitar
una reestructuración forzosa de su deuda externa que pondría en peligro a toda la región, y produciría
pérdidas económicas entre los inversores estadounidenses” Ayllon, Bruno y Viola, Eduardo. “Lula y el déficit
de realismo estratégico en política exterior” en Política Exterior, No.113, Vol. XX, septiembre-octubre de
2006, Madrid, pag. 129.
21
Este modelo de análisis histórico de los vínculos entre Washington y Brasilia, es desarrollado por Hirst en
su libro The United States and Brazil: A long Road of Unmet Expectations. Routledge, New York, 2005.
22
Definida como el derecho que Estados Unidos tiene de insistir en la subordinación del hemisferio a sus
prerrogativas. Ver Lowentahl, Abraham. “De la hegemonía regional a las relaciones bilaterales complejas:
Estados Unidos y América Latina a principios del siglo XXI” en Nueva Sociedad, No. 206, Buenos Aires, 2006,
pag. 63.
La política de dialogo activo implementada por Lula hacia el gobierno de Bush (quien mira
con buenos ojos los esfuerzos de Brasil para jugar un rol estabilizador en la región, pero
con reservas en algunos puntos como la exclusión norteamericana en la propuesta del
Consejo Suramericano de Defensa), hace parte del juego diplomático de jugador global que
defiende Brasil en su proyección internacional, estableciendo alianzas y construyendo
compromisos con diferentes actores. A su vez es muy improbable que Estados Unidos
construya alianzas estrechas y permanentes con la potencia suramericana, excepto en
coyunturas especificas que favorezcan la necesidad de la importancia estratégica de la
alianza. Un ejemplo de esto es el tema de la cooperación binacional en torno a la
producción de biocombustibles, cuyos primeros contactos empezaron en el 200723 y se han
profundizado en desde entonces, favorecidos por la realidad energética y las
complementariedades económicas y tecnológicas de ambas naciones24.

El interés de ambos países por unir esfuerzos para la producción conjunta de bioetanol a
precios más bajos, es un punto de la agenda energética hemisférica que contiene peligros y
potenciales beneficios en términos geopolíticos para Brasil y Estados Unidos: para el
primero dicha alianza puede significar potenciar su papel de potencia energética y mantener
el liderazgo regional frente a la competencia venezolana, para el segundo la alianza puede
traducirse en la posibilidad de minar la influencia de la diplomacia petrolera de Chavez en
la región, y establecer un nuevo posicionamiento de Washington en el hemisferio.

En síntesis, la relación entre Brasil y Estados Unidos esta signada por lógicas de
cooperación pragmática y de tensiones coyunturales, como combinación histórica que ha
marcado el derrotero seguido por los distintos gobiernos de ambos países, conscientes de la
mutua necesidad de colaboración para alcanzar sus objetivos regionales y hemisféricos.

Identificación y análisis de cambios en política exterior bajo el gobierno de Hugo


Chavez en Venezuela:

Hugo Chavez asume la presidencia en un contexto de adaptación de un país en turbulencia


social y política a un sistema internacional de posguerra fría cambiante, lo cual requería una
respuesta de inserción internacional diferente a la que había dominado los últimos 40 años a
la política exterior venezolana.

La promulgación de una nueva constitución en 1999 es símbolo de la ruptura con el pasado


institucional al que se evalúa negativamente, incluyendo la política exterior adelantada
hasta entonces, dando paso al diseño de un nuevo estilo diplomático de naturaleza mas
ideológica y caracterizado por mayores grados de confrontación. Chavez tiene como
objetivo estratégico posicionar a Venezuela como actor relevante en las dinámicas
regionales y hemisféricas, en función de lograr un inédito reconocimiento internacional.

23
Zibechi, Raúl “Estados Unidos y Brasil: la nueva alianza etanol” 6 de marzo de 2007 en Programa de las
Américas (en línea), disponible en www.ircamericas.org/esp/4047.
24
Como sintetiza el asesor de política internacional de Lula, Marco Aurelio García: “Brasil tiene tecnología y
experiencia productiva pero poco capital, mientras que Estados Unidos tiene mucho capital y un enorme
interés estratégico en los biocombustibles” Álvarez, Valentina “Bush en Brasil: ¿exceso de optimismo?” en
BBC 8 de marzo de 2007 http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_6429000/6429761.stm
Integración Regional:

La reivindicación latinoamericanista presente permanentemente en el discurso de Chavez,


pasa a impulsar los distintos proyectos de integración regional que el mandatario
venezolano ha presentado a la comunidad regional, mostrando una diplomacia muy
proactiva en este campo, que indudablemente ha revitalizado la discusión política sobre las
estrategias de integración favorables para el subcontinente, oxigenando simultáneamente a
los actuales esquemas de integración que entraron en fases de letargo institucional.

El proyecto de integración de mayor trascendencia patrocinado por el gobierno chavista ha


sido la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) impulsada con fuerza desde el
2005 en el marco de la “radicalización del proyecto bolivariano”25 como contraposición a la
propuesta del ALCA y conformado inicialmente por los países hostiles a las iniciativas
norteamericanas para la región: Bolivia, Cuba y Nicaragua. En su quinta cumbre realizada
el 29 de abril de 2007, se presenta el primer plan estratégico del ALBA, declarado como
esfuerzo de construcción del proyecto de integración latinoamericana con una interesante
agenda diversificada26 en relación a los anteriores procesos de integración en los que ha
participado Venezuela.

El ALBA se orienta a replantear el modelo de integración imperante, por medio de


mecanismos de desarrollo económico y social endógeno, con un claro discurso
antiimperialista, pero a pesar de su fuerte carga ideológica, merece ser analizado en detalle
ya que contiene medidas válidas para ser replicadas en otros esquemas de integración
regional: los enfoques de agenda social, ambiental y cultural marcan innovaciones frente a
las experiencias andinas y del cono sur, así como la aplicación de la figura de trato
diferencial para países de menor desarrollo y el diseño del fondo de convergencia
estructural destinado a la reducción de asimetrías regionales al estilo de la Unión Europea,
son importantes herramientas apropiadas para lograr mayores niveles de equidad entre los
socios de la iniciativa.

La expresión política más concreta del ALBA hasta ahora ha sido la creación de
Petrocaribe. Esta iniciativa de cooperación energética centrada en el suministro de petróleo
a países socios y no socios, es una herramienta fundamental de la diplomacia chavista en su
intento de extender el ALBA a los países caribeños y centroamericanos, profundizando el
acuerdo energético de Caracas firmado en octubre del 2000. La interacción entre proyectos
de integración regional y suministro de crudo es el eje que articula la diplomacia regional
con la diplomacia petrolera, lo cual expone que la política integracionista chavista solo

25
Para analistas como Edmundo González Urrutia, la política exterior de Chavez va a tener un punto de
inflexión a partir de noviembre de 2004, en el marco de las directrices emanadas del “nuevo mapa
estratégico de la revolución bolivariana” definido en el Taller de Alto Nivel del gobierno chavista efectuado
en esa fecha, entre cuyos objetivos sobresale la proyección de la diplomacia bolivariana a través de nuevas
acciones de integración como Alba y Petroamerica. Ver “Las dos etapas de la política exterior de Chavez” en
Nueva Sociedad, No. 205, Buenos Aires, septiembre-octubre de 2006.
26
Dentro del ALBA sobresalen propuestas como la creación de un banco de desarrollo oficializado el 26 de
enero de este año con una cartera inicial de US$1.000 millones, una alianza militar al estilo de la OTAN, la
creación de Petrocaribe y el proyecto del anillo energético en Suramérica y el Caribe. Para mayor
información consultar su página web www.alternativabolivariana.org.
puede constituirse sobre su poder energético, de allí el carácter político de la integración
energética estimulada por Venezuela.

Cooperación sur-sur:

Acorde con su concepción bolivariana de unidad latinoamericana y en función del


fortalecimiento de su influencia en la región, Chavez ha desarrollado un masivo esfuerzo
diplomático y económico para extender su proyecto político mediante distintas iniciativas
de gran impacto mediático, social y financiero:

 Las misiones humanitarias: como es el caso de la “misión milagros” por medio de la


cual se realizan operaciones gratuitas relacionadas con problemas visuales para
población de escasos recursos en toda la región.
 La compra de bonos de deuda pública externa de Argentina y Ecuador mediante el
Fondo de Desarrollo Nacional (Fonden) creado por Chavez para este fin.
 Los acuerdos preferenciales en el suministro de petróleo a 15 países de la cuenca del
Caribe con plazos de financiamiento tasas de interés altamente favorables mediante
Petrocaribe, así como los tratados de seguridad energética firmados en agosto de
2007 con Argentina, Ecuador, Bolivia y Uruguay, que combinan acceso a
hidrocarburos e inversiones bilaterales en proyectos de desarrollo de la industria
petrolera.

Relaciones con Estados Unidos:

La espiral conflictiva entre los gobiernos de Chavez y Bush se ha profundizado hasta el


punto de romper relaciones diplomáticas en septiembre de este año. Sin embargo el
deterioro de dicha relación se fue cultivando desde el inicio de la administración chavista,
como efecto de su concepción sobre la autonomía de la región y la nociva influencia de
Washington en sus planes emancipatorios.

Las diferencias de criterios sobre la agenda política regional, hemisférica y global, la


apuesta por la construcción de iniciativas y alianzas antagónicas, la percepción mutuamente
negativa y los estilos diplomáticos adversos, son pautas que permiten comprender la crítica
situación de la relación bilateral.

Durante décadas y hasta los años 80 Venezuela fue considerada por Estados Unidos como
un actor vital para la estabilidad regional debido a su solidez institucional, pero tras los
sucesos de turbulencia social y política de inicio de los 90 y el posterior ascenso de Chavez,
esta percepción se modificó totalmente. Para Chavez el sentimiento antinorteamericano es
un factor de movilización y cohesión interna hábilmente instrumentalizado para la
proyección internacional y el activismo regional del proyecto bolivariano, 27 lo cual no ha
afectado la relación de interdependencia entre ambos países en torno al tema petrolero. 28

27
Este punto es profundizado por Carlos Romero en “Venezuela y Estados Unidos: ¿una relación
esquizofrénica?” en Nueva Sociedad, No. 206 noviembre-diciembre de 2006, Buenos Aires.
28
El crudo venezolano se caracteriza por ser un crudo pesado, el cual solo es procesado eficientemente con
alta tecnología, la cual domina Estados Unidos quien requiere del crudo para su cubrir en parte su consumo.
Balance comparativo:

Las políticas exteriores de Lula y Chávez mantienen entre sí diferencias fundamentales en


términos de percepciones, estilos, intereses y actuaciones. Por otro lado existe la convicción
compartida por ambos líderes acerca de la importancia de evitar conflictos y consolidar
posiciones comunes en temas regionales y en foros multilaterales. Esta alianza no obliga a
que todas las dimensiones de la estrategias de inserción internacional de ambos países sean
comunes, pero si a que exista una percepción cercana sobre las debilidades, las fortalezas,
los desafíos y las oportunidades de la integración regional, para el beneficio de América
Latina.

Las conquistas políticas logradas por ambos gobiernos en la arena internacional, son
símbolo de la movilización de recursos de poder nacional y de la construcción de alianzas
geopolíticas de ambas naciones, como factores establecidos para garantizar la viabilidad de
sus respectivas estrategias de inserción internacional, ante un escenario internacional que
paradójicamente les ha resultado gradualmente más manejable que el contexto político
interno en el que intentan implantar sus proyectos de transformación social y legitimar sus
acciones de política internacional.

En este sentido las políticas exteriores lulista y chavista están condicionadas tanto por los
cambios del sistema político domestico, como por las transformaciones del sistema
internacional, ámbitos en permanente interacción, que presionan a ambos gobiernos a
buscar equilibrios políticos entre sus objetivos de inserción internacional y sus necesidades
de política interna, aplicándose la metáfora de los juegos políticos de negociación de doble
nivel, desarrollada por Robert Putnam29 para referirse a la naturaleza “intermestica” de la
agenda diplomática de los gobiernos.

Desde una lectura de convergencias y divergencias, es posible señalar que ambos gobiernos
han apostado a la estructuración de un discurso tercermundista en el que predominan
patrones comunes con el discurso de la nueva izquierda latinoamericana: temas globales de
justicia social, rechazo al neoliberalismo como plataforma de inserción de las economías
periféricas, importancia del Estado como motor económico y actor empresarial,
profundización de los procesos de integración regional sobre nuevas bases de desarrollo
político y económico, la democratización profunda de las instituciones rectoras del sistema
internacional, y la construcción de una “globalización multipolar regulada”30, mediante el
fortalecimiento de vínculos de cooperación sur-sur y la configuración de bloques
alternativos de poder para la reducción de asimetrías.

29
“Diplomacy and domestic politics: the logic of two level games” en Evans, Peter and Putnam, Robert.
Double Edged Diplomacy. University Of California, 1993.
30
Interesante planteamiento desarrollado por Samir Amín como alternativa al proyecto imperante de
transnacionalización neoliberal, bajo la configuración de alianzas político-económicas interregionales de
carácter contrahegemónico, impulsadas desde las periferias de Asia, África, América Latina y el Oriente
Medio. Ver “The conditions for an alternative global system based on social and international justice”
document para el Foro Social Mundial, Mumbai 2004, disponible en http://next.u-
paris10.fr/actuelmarx/m4amínm.htm.
El liderazgo tradicional de Brasil en el ámbito regional viene a ser complementado por el
liderazgo venezolano de naturaleza emergente: desde el punto de vista de las identidades,
ambos gobiernos se han enfocado en forjar una identidad suramericana, pero Brasil cuenta
con la plataforma del Mercosur, mientras Venezuela tras su retiro de la CAN, le ha
apostado a otras identidades como la caribeña y la amazónica.

Ambos países gobiernos priorizan a Suramérica en su agenda política. Lula ve en la


integración de la región un contrapeso diplomático a la influencia comercial y geopolítica
de Washington, también Suramérica representa una zona estratégica y privilegiada para los
intereses económicos y las inversiones de sus multinacionales, y es el espacio original de su
proyección internacional. Chávez aplica un regionalismo vecinal guiado por la promoción
de su proyecto bolivariano, y ve en la zona un espacio de retaguardia y de respaldo político
frente a su hostilidad con Estados Unidos, buscando construir una relación especial con sus
vecinos a partir de la integración energética.

Si bien el objetivo de avanzar en los caminos de la integración regional es ampliamente


compartido por ambos mandatarios, las concepciones difieren: Lula impulsa a Brasil como
eje de un bloque suramericano donde convivan democracias de derecha e izquierda,
aplicando un pluralismo ideológico. Chávez plantea un bloque antiestadounidense con
mayor peso de la dimensión ideológica. Para Brasilia la integración regional debe
consolidar y perfilar el capitulo comercial - presiones del Mercosur y del empresariado
industrial y agrícola brasileño -, para Caracas debe privilegiarse el ámbito político desde
una visión de alianzas con matices defensivos, discurso que subvierte la lógica tradicional
de los procesos de integración en América Latina.

Frente al sistema internacional ambos países defienden la construcción de un mundo


multipolar a través de alianzas estratégicas extrarregionales, que les permita desempeñar un
activo protagonismo en la escena mundial. Sin embargo Brasil ha optado desde el plano
económico por respetar los lineamientos de la inserción neoliberal, no proclamando una
postura radical antimercado, sino apelando al discurso de la “globalización con rostro
humano”, Venezuela ha adoptado un posicionamiento de rechazo a la globalización
neoliberal, criticando vehementemente sus instituciones, y mostrando un bajo respaldo a la
liberalización comercial como criterio de integración.

La cooperación sur-sur es una dimensión fundamental para las perspectivas de liderazgo de


ambos países, quienes han desplegado una hiperactiva diplomacia presidencial con el
mundo en desarrollo desde sus respectivos ámbitos de acción privilegiada, caracterizada
por organizar a los países de la periferia en contraposición de los dictámenes del mundo
desarrollado en coyunturas especiales: la diplomacia comercial en la OMC y el ALCA para
el caso brasileño, y la diplomacia petrolera en la OPEP y en la región para el caso
venezolano.

Frente a Estados Unidos, ambos gobiernos han combinado en distinto grado elementos
pragmáticos e ideológicos, en el marco de interdependencias complejas que han
sobrevivido al discurso antiimperialista enarbolado por Chávez, y a las tensiones
comerciales resultantes de la agresiva diplomacia comercial de Lula. Para Brasil su política
de defensa de la periferia como plataforma ideológica preferida, evita en todo momento un
enfrentamiento directo con Estados Unidos, mientras para Venezuela la confrontación con
la Casa Blanca es una poderosa plataforma ideológica frente a la periferia. En este
panorama, Estados Unidos ya no cuenta con el mismo grado de influencia en la región 31,
situación aprovechada hábilmente por ambos países para fortalecer sus orbitas de influencia
y espacios de maniobra internacional.

Igualmente ambos países adolecen del peso del mito de la excepcionalidad como naciones
singulares por sus recursos de poder, destinadas a ser modelos a seguir o potencias
regionales por naturaleza. Este imaginario político aún pesa fuertemente en la actuación y
proyección internacional de Brasil y Venezuela.

Es notorio que los países latinoamericanos muestran diversos grados de desconfianza frente
a estos dos liderazgos regionales: las relaciones con Brasil continúan permeadas por la
realidad de la asimetría estructural en los vínculos bilaterales (caso de los enormes déficits
comerciales frente a Brasil, o el “subimperialismo” practicado por las empresas
transnacionales brasileñas en proyectos energéticos y de infraestructura regional) y por la
tensión generada por las pretensiones de tutela regional no declarada pero existente y
promovida por la diplomacia brasileña. Frente a Venezuela hay escepticismo por la
radicalidad ideológica de su proyecto político que crea un clima de confrontación política
con Estados Unidos, al que la mayoría de los países vecinos no le quieren apostar (caso de
los países caribeños frente al ALBA). Si bien los gobiernos latinoamericanos aceptan con
entusiasmo la cooperación petrolera, se rehúsan a acompañar a Chavez en su discurso
antiimperialista.

En la relación entre Brasil y Venezuela predominan las relaciones amistosas, no exentas de


fricciones diplomáticas, producto de sus diferentes concepciones sobre los procesos y
contenidos de integración regional, las relaciones con Washington, y el papel del mercado
en la estrategia de inserción internacional.

Desde la óptica del estilo diplomático, Lula se aleja prudentemente del discurso beligerante
y la “diplomacia del micrófono” aplicada por Chávez, pero sin llegar a confrontarlo
públicamente: las diferencias se han conducido con discreción y respeto ante la prensa, pero
es evidente la competencia por liderazgo regional. 32 Además el creciente liderazgo regional
de Venezuela ha causado recelo en Brasilia, a quien aún le cuesta aceptar propuestas que no
sean de su iniciativa, como fue su rechazo a la creación de la Oppegasur (Organización de
Países Productores y Exportadores de Gas de Suramérica), su tardío ingreso al Banco del
Sur; también vastos sectores de la diplomacia brasileña expresan preocupaciones por las
consecuencias del ingreso de Venezuela al Mercosur, que en términos prácticos romperá
con la hegemonía del eje Brasilia-Buenos Aires en la toma de decisiones, y planteará
31
Lo cual ha quedado demostrado con su derrota en la elección del Secretario General de la OEA en 2005, la
creación de la UNASUR, y la ausencia de su mediación política en la reciente crisis boliviana.
32
Las divergencias en torno a las prioridades de política energética regional reflejan esta situación. En
agosto de 2007 ambos mandatarios realizaron simultáneamente giras presidenciales para promover las
bondades de la integración energética a través de los biocombustibles (Lula viajó a Centroamérica para
promocionar el agronegocio del etanol) o por medio de proyectos de hidrocarburos (Chávez firmó con
Argentina, Uruguay y Ecuador tratados de seguridad energética, que implican el abastecimiento de petróleo
y gas venezolano en condiciones favorables para estos países).
probablemente un aumento del grado de politización de éste proceso de integración
subregional con efectos colaterales aún impredecibles.

Ambos gobiernos deben hacer frente a desafíos internos y externos. Lula deberá superar las
dificultades de coordinación interna de su estrategia de liderazgo regional y global33: las
críticas de sectores empresariales industriales y agroexportadores a la diplomacia comercial
de Lula, expresan una divergencia entre los intereses del gobierno y los intereses del sector
privado en torno a las políticas de integración, situación agravada por la dispersión de
poderes legislativos y el peso del sistema político federal en la toma de decisiones.

Igualmente las condiciones sociales –pobreza, violencia asociada al narcotráfico, epidemias


como el SIDA – son variables que continúan afectando el posicionamiento de Brasil como
potencia. No hay que olvidar que Brasil pertenece a la vez al mundo industrializado y al
mundo en desarrollo, en su interior coexisten en permanente tensión la modernidad y el
atraso: es la economía más grande de América Latina y simultáneamente es el país con la
peor distribución de la riqueza en la región.

A nivel externo, Brasil requiere trabajar en consolidar relaciones con zonas


tradicionalmente ajenas a su influencia como el caso de Centroamérica, región
tradicionalmente alineada con Estados Unidos, y bajo la influencia de las políticas
regionales de México y ahora de Venezuela. Así mismo, es necesario reforzar y ampliar sus
vínculos de cooperación con los países vecinos para superar gradualmente las
desconfianzas históricas de aquellos hacia éste, que aún siguen obstaculizando sus objetivos
internacionales.34

La diplomacia brasileña debe avanzar en asumir sin vacilaciones las responsabilidades de


soberanía compartida, a las que tradicionalmente ha sido reacia por su visión acerca de la
lógica de jugador global, en la que su proyección internacional no debe ser obstaculizada
por compromisos regionales. Esta visión ha quedado de nuevo expuesta en el lanzamiento
de la UNASUR35, lo cual seguirá siendo un fuerte impedimento para la consolidación
efectiva de Brasil como líder de la integración regional.

Venezuela igualmente debe consolidar su proyecto político interno, lo cual pasa por superar
paulatinamente los niveles de polarización política que existen en el país, como factor

33
María Regina Soares señala los peligros internos para la confirmación del liderazgo estructural de Brasil en
su interesante artículo “Brasil en América Latina: liderazgo regional en América del Sur” en Foreign Affairs en
español, octubre-diciembre de 2007.
34
La aspiración brasileña de conquistar altos cargos de la burocracia internacional no fue suficientemente
respaldada por los países de la región: en el caso de la postulación del candidato brasileño para ocupar la
secretaría general de la OMC en enero de 2005, compitiendo con un candidato uruguayo generó una
fractura política al interior del Mercosur, sin lograr conquistar dicho cargo. Posteriormente en junio de 2005
el candidato de Lula para acceder a la secretaria general del BID, también fue derrotado por el candidato de
Colombia.
35
Rodrigo Borja renunció recientemente al cargo de secretario general de este organismo por sus fuertes
diferencias con la posición brasileña de restringir el funcionamiento institucional de la Unasur a un acuerdo
intergubernamental sin avanzar en mayores grados de integración, como la concreción de instancias
supranacionales, posición defendida por Borja. Ver en www.integraciónsur.com/sudamerica.
necesario para asegurar la estabilidad de su estrategia diplomática. El gobierno de Chávez
tendrá que priorizar los contenidos pragmáticos de los procesos de integración, para
establecer y profundizar acuerdos con base en intereses comunes más que en afinidades
ideológicas, ya que la estrategia actual si bien lo ha posicionado como actor relevante en la
región, simultáneamente ha producido desconfianza entre sus vecinos. Asi mismo deberá
evaluar hasta qué punto las alianzas extra hemisféricas con países hostiles a Estados
Unidos, le han generado nuevas oportunidades de inserción internacional, y si es rentable
continuarlas.

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