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SINDROME CONVULSIVO.
CRISIS CONVULSIVAS
Así, un paciente que ha sufrido una crisis epiléptica, no puede ser diagnosticado de
epiléptico hasta que no se produzca una recurrencia de las crisis. Por otra parte, una crisis
convulsiva puede no tener ninguna significación clínica, siendo una forma de responder del
sistema nervioso central frente a unas condiciones desfavorables como pueden ser la fiebre
o la privación de sueño, o ser un síntoma de una grave enfermedad neurológica como es un
tumor o una hemorragia cerebral.
Resumiendo, podemos decir que no todas las convulsiones son epilépticas aunque sí la
mayoría, que no todas las crisis epilépticas son convulsivas, y que crisis epiléptica no es
sinónimo de epilepsia, por lo que hay que ser muy cautos a la hora de diagnosticar un
enfermo de epiléptico.
Esta clasificación, usada todavía por algunos autores, es incompleta y sólo cubre
determinados campos de enfermedad, haciendo difícil comparar los resultados de
diferentes centros sobre la frecuencia de un determinado tipo de crisis o la respuesta a un
tratamiento.
La OMS han realizado una clasificación de las crisis epilépticas sirviéndose de criterios
clínicos, fisiopatológicos, electroencefalográficos y etiopatogénicos. Esta clasificación,
pese a la diversidad de criterios empleados, es de gran utilidad, porque:
Es la más utilizada internacionalmente.
Se da más importancia a las manifestaciones iniciales de la crisis, crisis parcial,
antes denominadas como aura, que indican el lugar donde nace la descarga
epiléptica.
Hay una correlación bastante buena entre los dos principales grupos y su sustrato
anatómico.
También hay bastante uniformidad entre el tipo clínico de crisis y la respuesta al
tratamiento.
CRISIS PARCIALES
Serán aquellas en que la descarga se origina en un sistema neuronal localizado en una parte
de un solo hemisferio cerebral, mostrando en el electroencefalograma alteraciones
localizadas en una zona determinada. Corresponden al concepto antiguo de aura, que con
la denominación de crisis parcial incrementa su importancia, ya que como hemos dicho
será el lugar de origen de la crisis y por tanto de la posible patología causal. Estas crisis se
diferencian de las generalizadas en que casi siempre son debidas a lesiones cerebrales, que
pueden ser de naturaleza muy variada.
Las más típicas son los automatismos epilépticos, en el que el enfermo o bien realiza una
serie de movimientos estereotipados, como mirar hacia determinado sitio o abrocharse un
botón, o bien sigue haciendo lo mismo que hacía pero sin conciencia de realizarlo. Estos
últimos automatismos dan lugar a veces a fenómenos curiosos como es el de la fuga
epiléptica, y como ya hemos dicho suelen tener su origen en circuitos córtico-subcorticales
del lóbulo temporal.
CRISIS GENERALIZADAS
A diferencia de las anteriores, casi nunca se encuentra una patología orgánica que
justifique la epilepsia, entrando dentro del concepto de epilepsia idiopática o
criptogenética. A veces son difíciles de distinguir de las crisis parciales con generalización
secundaria, ya que puede ser una crisis parcial muy breve que pase desapercibida y el en-
fermo no recordar lo sucedido por la amnesia posterior a la crisis. El diagnóstico
diferencial tiene gran importancia, teniendo que recurrir en ocasiones a la provocación de
la crisis con registro electroencefalográfico simultáneo, que dará en el caso de lesiones
generalizadas una descarga bilateral, sincrónica y simétrica. Existen dos grandes tipos de
crisis.
Crisis tonicociónicas
Pueden ser también tónicas o clónicas según predomine un componente u otro.
Constituyen las llamadas crisis de Gran Mal. El conocimiento de las fases de una crisis
tonicoclónica es de gran utilidad, ya que permite distinguir una crisis epiléptica de una
crisis histérica, que tienen distinto tratamiento y distinta trascendencia clínica.
La crisis tonicoclánica suele comenzar con una pérdida brusca de conciencia acompañada
de unas breves contracciones musculares. A continuación sucede una fase de contracción
tónica de unos 10 a 20 segundos de duración, que suele comenzar en los músculos de la
cabeza y cuello, seguida de una contracción en semiflexión de los miembros superiores que
desembocará en una contracción en extensión tanto de miembros superiores como
inferiores. Durante esta fase suele haber una potente espiración, y al pasar el aire por la
glotis espasmodizada da lugar a un grito, que se conoce como grito epiléptico, que en
ocasiones es el primer signo de alarma de la crisis.
Después del periodo anterior la rigidez cede un poco y da comienzo la fase clónica, que se
manifiesta por violentas sacudidas musculares de carácter simétrico durante unos 30
segundos, y en la cual hay peligro de mordedura de lengua. Posteriormente hay una fase
de relajación muscular, durante la cual puede producirse una micción o una defecación
involuntarias, entrando el enfermo en un sueño reparador del cual se despertará quejándose
de cefalea y amnesia de lo sucedido, o bien quedará en un estado confusional que puede
dar lugar a distintos tipos de conducta automática.
Ausencias epilépticas
Se caracterizan por una afectación predominante del nivel de conciencia, con nulos o
escasos fenómenos motores. El cuadro clínico más típico suele ser el de un niño que se
queda con la mirada fija varias veces al día durante unos segundos, sin contestar ni darse
cuenta de lo sucedido. Otras veces se acompañan de pérdida de tono y caída al suelo,
parpadeo continuo y otras manifestaciones.
Por el electroencefalograma, que suele ser muy típico, se distinguen dos tipos, las
ausencias típicas que se acompañan de una descarga punta-onda a 3 ciclos/segundo y las
ausencias atípicas sin esta característica. Esta distinción es de gran importancia, ya que las
ausencias típicas rara vez se acompañan de déficit intelectual, mientras que las ausencias
atípicas, sobre todo las de punta-onda a 2 ciclos/segundo, suelen acompañarse de grave
deterioro psicoorgánico formando parte del síndrome de Lennox-Gastaut.
Unas crisis peculiares son los espasmos infantiles. Se dan sólo en niños de 8 a 18 meses.
Consisten en crisis repetidas de contracción de la cabeza y el tronco sobre el abdomen,
adoptando una forma como de saludo, por lo que se han llamado crisis salutatorias o
espasmos de salam. El electroencefalograma es muy típico dando un trastorno conocido
como hipsarritmia, y es conveniente su detección, ya que si no se tratan con ACTH de
forma precoz conducírán a un grave retraso intelectual.
Clínicamente, una vez determinado con exactitud el tipo de crisis epiléptica, es muy útil
relacionar ésta con el momento de aparición, sobre todo a la hora de orientar un
diagnóstico etiológico.
Las convulsiones, en sentido amplio, son síntomas corrientes en los niños, apareciendo
como respuesta a gran variedad de trastornos del sistema nervioso central. Las crisis
epilépticas infantiles tienen unas características diferentes a las crisis del adulto. Gran
cantidad de ellas son sintomáticas a un trastorno funcional, por ejemplo una hipertermia,
desapareciendo la crisis cuando se restablece el trastorno. Así, sólo un 16 % de enfermos
con crisis infantiles se convierten en epilépticos crónicos.
EPILEPSIA TARDIA
Convencionalmente se aceptan bajo esta denominación las crisis epilépticas que aparecen
en personas de más de 20 años sin antecedentes previos. Este concepto se emplea para
resaltar la importancia de una patología orgánica productora de la crisis. Entre los 20 y los
50 años predominan las causas tumorales y postraumáticas, así como las provocadas por
etilismo crónico en el síndrome de abstinencia y la encefalopatía etílica. A partir de los 50
años se da un predominio de la epilepsia de origen vascular, bien como secuela o en el
momento agudo de un accidente cerebrovascular. En cuanto al tipo de crisis predominan
las crisis parciales con o sin generalización.
Tratamiento
Ante un paciente con una crisis epiléptica hay que mantener la serenidad evitando
intervenciones intempestivas. Se obsevará al paciente a fin de conocer las características
semiológicas precisas de la crisis, las cuales serán de gran utilidad para el diagnóstico
posterior y un tratamiento correcto. Durante la crisis hay que evitar que se golpee la cabeza
sujetando al enfermo con suavidad y sin violencia; en la fase clónica hay que intentar
impedir la mordedura de lengua, lo cual se puede hacer colocando un objeto entre los
dientes, una cánula de Mayo, o manteniendo cerrada la boca y produciendo una
hiperextensión de la cabeza.
Una vez ha cedido la crisis el principal objetivo será mantener las vías aéreas libres. Se
debe provocar una hiperextensión de la cabeza o colocar una cánula de Mayo para evitar la
obstrucción de las vías aéreas por la lengua en el enfermo inconsciente. Debe colocarse al
enfermo en decúbito lateral para evitar la aspiración de un posible vómito, bastante
frecuente después de una crisis epiléptica. Si se dispone de aspirador habrá que aspirar las
secreciones bronquiales producidas por la hipresecreción que se produce durante la crisis.
Una vez que ha cedido la crisis se instaurará un tratamiento medicamentoso por vía oral.
Hay una serie de seis fármacos que solos o combinados solucionan prácticamente la
totalidad de las crisis. Estos fármacos los hemos indicado en páginas anteriores con las
dosis habituales y en orden de preferencia de elección según el tipo de crisis. Más que
conocer las características peculiares de cada fármaco es conocer unos principios generales
del tratamiento.